Der Giftpilz (La seta venenosa)

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Erich Hartmann
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Der Giftpilz (La seta venenosa)

Mensaje por Erich Hartmann » Sab Dic 30, 2006 6:10 pm

Der Giftpilz (La seta venenosa)

Publicado en 1938 por la editorial de Julius Streicher, La seta venenosa fue uno de los libros de texto para las escuelas en los que se ponía de manifiesto la violencia antisemita.

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Portada del libro

«El pequeño Franz ha ido a buscar setas al bosque con su madre. [...] Por el camino, la madre dice:
»-Mira, Franz, lo mismo que sucede con las setas en el bosque pasa con las personas. Hay setas buenas y personas buenas. Existen setas venenosas y personas malas. Y de esas personas hay que prevenirse como de las setas venenosas. ¿Entiendes?
»—Sí, mamá, entiendo –dice Franz—. ¡Si nos fiamos de las personas malas, puede ocurrimos una desgracia, como podemos morir si comemos una seta venenosa
»—¿Y sabes quiénes son esas personas malas, esas setas venenosas de la humanidad? Franz se da importancia.
»—¡Claro, mamá! Son... los judíos. Nuestro maestro nos lo dice en la escuela. [...]
»—¡Bien! -aplaude la madre.
Después sigue hablando. Se ha puesto muy seria.
»-Los judíos son personas malas. Son como setas venenosas. Y al igual que resulta difícil distinguir las setas venenosas de las buenas, es muy difícil distinguir a los judíos ladrones y delincuentes. Del mismo modo que las setas venenosas se presentan con los colores más diversos, también los judíos consiguen hacerse irreconocibles adoptando los aspectos más extraños.
»-¿Qué aspectos extraños?
»La madre se da cuenta de que el niño no lo ha comprendido del todo y continúa hablando.
»—Oye bien. Está, por ejemplo, el judío ambulante que vende tejidos y mercancías. Alardea de que su mercancía es la mejor y la más barata. Y en realidad es la peor y la más cara. ¡De él no debes fiarte! [...] Sucede lo mismo con los judíos ganaderos, los de los mercados, con los carniceros, los médicos, con los judíos bautizados, etc. Aunque finjan, aunque se muestren amables y repitan que solo quieren nuestro bien, no podemos creerles. Son judíos, y solo judíos. ¡Son venenosos para nuestro pueblo! [...] Del mismo modo que una seta venenosa puede matar a una familia entera, un solo judío puede aniquilar a un pueblo entero, a una ciudad entera, incluso a un país entero. Franz ha entendido a su madre.
»—Mamá, ¿todos los no judíos saben que el judío es tan peligroso?
»-Por desgracia no. Hay muchos millones de no judíos que no han conocido todavía al judío. Y por eso tenemos que informarles y ponerles en guardia contra ellos. Pero también debemos poner en guardia a nuestra juventud. Nuestros chicos y chicas tienen que saber quiénes son los judíos. Deben saber que el judío es la seta venenosa más peligrosa que existe. Al igual que las setas crecen por doquier, el judío se encuentra en todos los países del mundo. Del mismo modo que las setas venenosas provocan a menudo desgracias, el judío es causante de miseria y de pena, de infección y de muerte».

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La seta venenosa: al igual que a veces es difícil diferenciar una seta venenosa de una comestible, también lo es reconocer a un judío como un estafador y un criminal


Saludos cordiales

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Shindler
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Mensaje por Shindler » Mié Ago 15, 2007 3:56 pm

Hola, permítanme aportar otro capítulo de éste "Cuento".
Entre los peores subproductos de la propaganda nacionalsocialista figuraba el libro infantil antisemita "La seta venenosa". Aquí les dejo sólo uno de ellos y creo el más antisemita que representa a gran escala los fines del Reich que comenzaba a impartir sus "doctrinas antisemitas" a los niños.

Qué le ocurrió a Inge en la consulta de un médico judío.

Inge estaba enferama. Desde hace unos días tiene fiebre y dolores de cabeza pero, con todo, se resiste a ir al médico.
-Bah, por una tontería así no merece irse al médico (decía insistentemente a su madre cuando ésta se lo aconsejaba)
Pero un día su madre se indignó tanto que no tuvo más remedio que obedecer:
Ahora mismo vas a ver al Dr. Bernstein y le dices que te examine bien (le ordenó la madre).
-¿Por que precisamente al doctor Bernstein? ¿No sabes que es judío?
Una chica alemana no va a casa de un judío (añadió la muchacha)
La madre se echó a reir.
-No he dicho ninguna inconveniencia (repuso la madre). Los médicos judíos son como los demás. Me parece que vuestra BDM (Liga de muchachas alemanas) parloteáis demasiado. ¿Qué podreis saber vosotras de todo esto...?

Inge protestó:

Madre tu puedes decir lo que quieras pero no ofendas a la BDM. Y no olvides una cosa; nosotras, las chicas de la BDM, sabemos más de los judíos que muchos padres. Nuestra guía nos lee todas las semanas un informe sobre ésta cuestión. Uno de los últimos días nos ha dicho claramente que ningún alemán debe visitar a un médico judío. Y una muchacha alemana todavía menos. Por una razón, porque los judíos sólo buscan echar a perder al pueblo alemán. Por eso muchas chicas que buscan la salud en las consultas de los médicos judíos lo que acaban encontrando es la enfermedad y el oprobio. Sí, madre, eso es lo que nos ha dicho nuestra guía y tiene toda la razón.

La madre se inquietó.

-Vaya pretendéis ser mas listos que los mayores. Lo que te han dicho no es verdad. Mira, Inge, conozco bien al doctor Bernstein y es un médico muy bueno.
-Pero es un judío y los judíos son nuestros enemigos mortales.
La madre se enfadó aún más.
-Ya basta niña. Ahora mismo te vas a casa del doctor Bernstein y santas pascuas, y si no lo haces vas a saber quien soy yo.

La madre acompañó estas palabras con un amenazador ademán de la mano derecha. Inge no quería desobedecer y se marchó. Fue a la consulta del doctor judío Bernstein.
Inge se sento en la sala de espera del médico. Así tuvo que permanecer largo rato, mientras hojeaba las revistas que había allí, sobre una mesa. Pero estaba tan nerviosa que no pudo leer ni una línea. Pensaba constantemente en lo que había hablado con su madre y en las advertencias de su guía. "Un alemán no puede ir a un médico judío, y una muchacha alemana aún menos. Muchas chicas alemanas que buscaban salud en la consulta de un médico judío sólo encontraron la enfermedad y el oprobio".

Nada más entrar Inge en la sala de espera tuvo una experiencia desagradable. De la consulta salía como una especie de sollozo y hasta oyó nítidamente la voz de una chica.
-Señor doctor, déjeme tranquila, se lo ruego.
Luego escuchó la risita provocativa de un hombre. Después se hizo un largo silencio. Todo esto lo había oído Inge con la respiración contenida.
-¿Que estará pasando ahí dentro? (se dijo) El corazón le latía agitado y sentía las palpitaciones en el cuello. De nuevo le vinieron a la inmaginación las advertencias de su guía de la BDM. Inge esperó una hora. Tomó una revista y trató de leer algo. De pronto se abrió la puerta e Inge levantó la cabeza. Ante sí tenía al judío. De la boca de Inge se escapó un grito. Llena de terror dejó caer al suelo la revista que tenía en las manos. Horrorizada, dio un salto. Sus ojos se clavaron en la cara del médico judío. Aquel rostro parecía el del demonio. En el centro de ese rostro diabólico destacaba una nariz enorme y retorcida. Tras los cristales de las gafas, brillaban terribles dos ojos de criminal. Sus gruesos labios esbozaban una especie de mueca.

Una mueca con la que parecía decir: "Al fin te tengo, muchachita alemana".
El judío se aproximó a ella. Sus dedos carnosos se aferraron a un brazo de la muchacha, pero ésta se hallaba pronta a reaccionar. Apenas el judío le había echado la zarpa encima, cuando ella le propinó una bofetada en su cara grasienta. Luego dio un salto hacia la puerta y corrió, escaleras abajo, casi sin aliento. A los pocos minutos entraba llorando en su casa. Su madre quedó aterrada al ver el aspecto de su hija.
-Por amor de Dios, Inge, ¿Qué ha ocurrido? (le preguntó)
Tuvo que transcurrir un buen rato hasta que la muchacha pudo articular palabra. Inge contó entonces a su madre lo que había oído y observado en la consulta del médico judío.
Cuando terminó, la madre inclinó la cabeza avergonzada:
-Inge, no tenía que haberte enviado a un médico judío. Cuando ya te habías ido estuve reflexionando y me sentí intranquila. Te habría hecho regresar a casa. Tuve el presentimiento de que acaso tuvieras razón. La madre rompió en sollozos, pero ocultó su cara para que su hija no viese que lloraba.
Inge se había serenado, y de nuevo volvió a ser la chica risueña de siempre.
-Madre, siempre has sido muy buena conmigo, y te lo agradezco. Pero ahora te pediría algo: no digas nada más contra el BDM...
La madre se lo prometió:
-Sé lo que quieres decirme, hija mía. Te lo prometo. Reconozco que los mayores tenemos mucho que aprender de vosotros, los chicos.
Inge asintió.
-Tienes razón, madre. Nosotras, las chicas de la BDM, sabemos lo que queremos, aunque vosotros no acabéis de entendernos. Madre, tu me has enseñado muchos refranes y ahora quiero enseñarte yo uno.
Lentamente, subrayando las palabras, Inge le recitó a su madre:
"El demonio ha enviado a nuestro país a los médicos judíos para que, como diablos que son, violen a la mujer alemana y su honor. El pueblo alemán desaparecerá si no encuentra el medio de dar a la salud un sentido alemán, encomendándosela a médicos alemanes".



Gracias por estar
"La esclavitud crece sin medida cuando se le da apariencia de libertad."
Ernst Jünger

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