Las mujeres dentro de la fuerza aérea roja

Organización y despliegue de las fuerzas aéreas. Aviones de combate

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Erich Hartmann
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Las mujeres dentro de la fuerza aérea roja

Mensaje por Erich Hartmann » Mié Nov 23, 2005 6:54 pm

Apasionante tema

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pby5
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Mensaje por pby5 » Dom Dic 18, 2005 11:06 pm

Hartmann, espero que con tu permiso, me autofusilo "post" (y a algun otro forero más) que dejé en otros foros, no solo sobre las mujeres piloto, si no en general sobre las mujeres en la guerra:

Las fuerzas armadas soviéticas fueron las únicas en contar con mujeres entre las filas de primera línea. En concreto las fuerzas aéreas... Unas mil mujeres volaron cazas de Yakolev (586 regimiento de cazas), bombarderos (el llamado tanque volante Il-2 Sturmovick o el Pe-2), y el más condecorado regimiento femenino, el 588, o Brujas de la Noche.

Los soviéticos llamaron a Lilia Litviak La Rosa Blanca de Stalingrado . Y esto no era debido a su belleza rubia, de tez blanca y azules ojos... sino a sus DOCE derribos (se consideraba as a un piloto a partir del quinto derribo).

En 1942 había 3 regimientos aéreos formados exclusivamente por mujeres. Eran el 586, el 5887 y el 588. El 588, de bombardeo nocturno, era conocido como Las Brujas de la Noche , y estaba equipado con... ¡¡un biplano de entrenamiento básico y de barata construcción diseñado en 1927!! Estaban equipadas con el maniobrero PO-2, diseñado por Polikarpov, con una velocidad máxima de 130km/h. En el transcurso de la guerra hicieron al menos 24000 salidas. Sus bajas, como es de esperar, fueron elevadas... y 23 de los 30 de los nombramientos a mujeres como Héroes de la Unión Soviética fueron para esta unidad.

Bibliografía:

Grandes épocas de la aviación: Las Fuerzas Aéreas Soviéticas II , Russell Miller, Ediciones Folio.

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Por NILDA NAVARRETE / CORRESPONSAL EN CENTROEUROPA/ Grupo Reforma

Praga, República Checa.- (31 marzo 2001).- Brujas de la noche

(1/Abril/2001) A pesar de la rica historia de mujeres estadounidenses y alemanas en la aviación militar, ninguna ha podido igualarse a la de las pilotos rusas.

En Estados Unidos se comenzó a entrenar mujeres para el combate aéreo apenas en 1993 y los alemanes las utilizaron durante la Segunda Guerra Mundial como pilotos de prueba, pero siempre con un estatus civil. Las rusas, sin embargo, combatían a los nazis en sus anticuados aviones en 1942.

Los alemanes les temían más que a los hombres, por eso las bautizaron como "Nachthexen" (Brujas de la Noche). Pero eso fue después, porque, al principio, la discriminación por razones de sexo fue tan grande que los pilotos rusos se negaban a volar con ellas o en aviones que habían sido reparados por mecánicos mujeres. Por su valor y destreza, cientos obtuvieron órdenes y medallas, 29 alcanzaron el título de Héroes de la entonces Unión Soviética y 23 de ellas formaron el grupo de Brujas de la Noche. Hoy en día viven humildemente con sus exiguas pensiones y se conforman con soñar que sus nietas puedan algún día igualar sus hazañas.

Ahora la mayoría ha muerto, pero las Brujas de la Noche siguen siendo inspiración de muchas mujeres jóvenes, que hoy surcan los cielos del mundo en aviones sofisticados y no pueden entender cómo sus abuelas pudieron hacer maravillas con aquellos aviones tan precarios. Todas las flores del mundo no alcanzarían para agradecerles su valor.

Adolescentes que se transforman en mujeres

La historia de estas mujeres comenzó cuando la Unión Soviética fue invadida sorpresivamente por la Alemania nazi el 22 de junio de 1941. Las pocas fuerzas aéreas que había entonces fueron prácticamente destruidas por la aviación alemana y al llamado militar acudieron miles de chicos y chicas que pertenecían a clubes de aviación paramilitares. Muchos no pasaban de los 17 años, pero tenían más experiencias de vuelo que algunos pilotos militares reales. El escritor estadounidense Bruce Myles, quien escribió hace poco el libro "Brujas de la Noche", cuenta que al inicio los oficiales rechazaban a todas las muchachas con estas palabras: "Las cosas van mal, pero no estamos tan desesperados como para enviar a una chica a la guerra. Vaya a su casa y ayude a su madre".

Pero las reclutas no se dieron por vencidas y cuando tras la brutal ofensiva alemana los recursos humanos militares comenzaron a escasear, las jóvenes rusas fueron llamadas a las filas. Así nacieron tres regimientos femeninos en la aviación rusa. Para seleccionarlas se escogió a la veterana Marina Raskova, quien en 1938 había protagonizado junto con Jacqueline Cochran y Nancy Love, la hazaña de pilotar el primer vuelo sin escala más largo de la historia Rusa (6 mil kilómetros) desde Moscú hasta la región de Komsomolsk-on-Amur, en Siberia. Cuentan que su avión congelado perdía altura cuando Raskova comenzó a tirar todo lo que pudo, pero al comprender que no llegaría a una pista se lanzó en paracaídas. El vuelo llegó y a ella la encontraron casi helada. Regresó a Moscú y en 1941 era mayor de las Fuerzas Aéreas Soviéticas. Durante los interrogatorios a las voluntarias, Raskova les preguntaba: ¿"No tienes miedo de que en el otro bando te disparen y te maten?" A lo que las chicas contestaban: "No me matarán si yo disparo primero".

En octubre de 1941 las jóvenes comenzaron a entrenar en una base cerca del entonces Stalingrado, hoy Petrogrado. La primera tarea fue coger hilo y agujas y reducir los uniformes confeccionados para sus compatriotas hombres, mucho más corpulentos y altos. Los cintos les daban varias vueltas en la cintura y tuvieron que rellenar las botas con papel periódico. El trago más amargo fue cortarse el pelo. El comandante del batallón consideró que no parecían soldados, les ordenó cortarse el pelo y dejarse "no más de 2 pulgadas". Para la mujer rusa el pelo es su orgullo. En algunas regiones del país la tradición es no cortarse el pelo nunca y llevarlo por debajo de la cintura, así que hubo lágrimas y tristeza en ese momento.

Katya Ryabova y Nadyz Popova

Después de seis meses de entrenamiento, una de las unidades estacionada al norte del río Volga entró en combate. Veinte bombarderos alemanes se acercaban. Todas estaban nerviosas, no había luna y tuvieron que guiarse por instrumentos. La guía del escuadrón decidió atacar desde arriba y los bombarderos alemanes, pensando que había muchos aviones, descargaron sus bombas y regresaron. Otro grupo también ideó una nueva estrategia para lidiar con los "Messerchmidts" alemanes. Volar en grupos de tres y en círculo para distraer la atención mientras un cuarto avión disparaba por sorpresa. Los alemanes comenzaron a temer más a los pilotos mujeres que a los hombres, porque siempre les jugaban una nueva treta. Cuando comandantes de la Fuerza Aérea decidieron finalmente que algunas mujeres pilotos combatirían junto a sus colegas hombres, hubo mucha resistencia, pero finalmente Lily Litvak, quien luego se convirtió en la legendaria "Rosa Blanca de Stalingrado", logró imponerse.

Era una magnífica y bella mujer que dibujó en el cristal de su avión de combate una rosa blanca. La leyenda cuenta que Litvak recogía flores silvestres para llevarlas durante los ataques. Los alemanes le temían tanto que fue necesaria una misión de ocho Messerschmitts para tenderle una emboscada y abatirla. Había derribado 12 aviones. Su cuerpo y su avión nunca fueron encontrados, pero en Petrogrado hay un monumento de mármol a su memoria con 12 estrellas de oro. Tenía 22 años cuando murió. Otras mujeres héroes fueron Katya Ryabova y Nadyz Popova, quienes llegaron a realizar hasta 18 incursiones en una sola noche. Cuando la guerra terminó regresaron a sus aldeas, donde les esperaban las familias o lo que había quedado de ellas, pero todas aseguran que aquellos fueron los tiempos más bellos de su vida. Marina Raskova no pudo escribir sus memorias. En 1943 fue destinada al frente y murió en combate. Sus cenizas están enterradas en la Muralla del Kremlin
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pby5
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Mensaje por pby5 » Dom Dic 18, 2005 11:08 pm

pby5 escribió:HISTORIA / MUJERES PILOTO

HISTORIA / MUJERES PILOTO
Los “halcones” de Stalin
En la Segunda Guerra Mundial, Stalin creó tres regimientos de pilotos de combate integrados sólo por mujeres. Lucharon en primera línea, algunas hasta embarazadas, y ayudaron a que la Unión Soviética afianzase su poder aéreo. Al término del conflicto, fueron olvidadas. Esta es la historia de un puñado de aquellas heroínas.

por Jonathan Glancey. Fotografías de Barry Lewis

En mayo de 1945, Raisa Surnachevskaya, embarazada de cuatro meses, hacía girar su aparato en inverosímiles loopings mientras descargaba todo su armamento, con la victoria, el objetivo de la que los soviéticos vivían como su gran guerra patriótica, ya a la vista. Seguramente, fue la única mujer piloto de la Historia que combatía en primera línea con una criatura en las entrañas.

La propaganda de las Fuerzas Aéreas Soviéticas hizo de su figura una especie de Che Guevara de los años 40, cuando se difundió una fotografía suya en blanco y negro que llegó a convertirse en un icono. En aquella imagen, Raisa, que entonces tenía 21 años, aparecía de pie delante de su caza Yak-3, un aparato que alcanzaba los 600 kilómetros por hora, luciendo sus estrellas de teniente en las hombreras y la Orden de la Bandera Roja sobre el pecho, con sus rubias trenzas asomando bajo un casco de cuero. Sus ojos parecían los de un cazador hambriento. Hoy es una abuela serena y sosegada de 79 años y una de las seis pilotos de combate que viven en Rusia, Letonia y Ucrania.

“Raisa era tan alta, tan frágil y tan maravillosa... Yo la miraba con la cara ensangrentada desde tierra, pensando que nunca volvería. Raisa, era mi ‘ala’ sobre el cielo de Kastornaya y estaba sola en medio de aquel enjambre de aviones fascistas”, comenta Tamara Pamyatnykh, antigua teniente del Regimiento 586 de Cazas. “Nos habían encargado que interceptáramos todo lo que se pareciese a un avión de reconocimiento alemán. Al resto del escuadrón lo había enviado a proteger un puente sobre el Volga. Y entonces los vimos: 42 aparatos fascistas. Raisa y yo estábamos solas. Le dije: ‘Adelante’ y nos situamos en medio de ellos. Derribé a dos antes de quedarme sin munición. Me disponía a atacar a un tercero. Entonces noté cómo me alcanzaban en el ala derecha y perdía el control del aparato. Estaba tranquila. No quería morir. Sólo me avergonzaba tener que dejar sola a Raisa...”.

Tamara interrumpe la conversación para atender una llamada de su nieto. Su pequeño piso de Rostov está en plena ebullición: ha venido a visitarla su hijo Shasha, un antiguo coronel y piloto de combate de las Fuerzas Aéreas Soviéticas, que ahora es consultor en Donavia, una compañía privada de aviación.

Su compañera en aquella misión y otras, Raisa, vive cerca de la frontera de Ucrania, en la ciudad de Dnepropetrovsk, y está encantada de contar cómo se veía entonces: “No me gustaba bailar. Era demasiado alta y hubiera querido ser una de esas chicas menudas y pizpiretas por las que enloquecían los chicos. Lo que más me gustaba era jugar al voleibol y patinar sobre hielo”. Además de atacar a los Junkers y Dorniers alemanes junto a Tamara. Como en aquel 19 de abril de 1943 cuando fueron sorprendidas por los 42 bombarderos. Fue en la vertical del cruce ferroviario de Kastornaya y sus almacenes, el lugar en que las tropas soviéticas se estaban concentrando para dirigirse desde allí al frente de Kursk, donde alcanzarían su mayor victoria frente a las tropas de Hitler.

Tras su descenso en paracaídas, Tamara fue recogida por un oficial soviético. Raisa acabó lanzando su avión contra el suelo. “‘¡Documenti, documenti!’, eso era lo único que la gente me gritaba cuando finalmente logré aterrizar estrellando mi aparato y pude saltar de él”, rememora Raisa. “Conseguí derribar dos aviones alemanes, pero mi motor se paró. Entonces sentí la responsabilidad de salvar el aparato. Una vez en tierra, me quité el casco y el cabello me cayó sobre los hombros. Desenfundé mi pistola y les dije que era una mujer piloto soviética. Sólo me creyeron cuando vieron mis insignias. Una piloto era algo que les resultaba muy extraño. En cambio, nosotras nunca pensamos que lo fuese. Más adelante, sí, nos dimos cuenta que quizá habíamos hecho algo especial, pero nunca me hizo creerme mejor que nadie. Fue un trabajo de equipo. Un piloto no era más importante que un mecánico”.

De segunda clase. En la actualidad, las fronteras dividen lo que hace una década era la Unión Soviética y es necesario cruzarlas para encontrar a las supervivientes de aquel Regimiento 586 de Cazas. La antigua teniente Galina Burdina vive en Riga, la capital de Letonia, país que se independizó de Moscú en 1991. Pero como Galina nació fuera de Letonia y antes de 1940, no puede tener pasaporte letón. Ni ruso. “Soy una negra rusa”, dice, queriendo dar a entender que es como una ciudadana de segunda. “Ni siquiera puedo ponerme mis condecoraciones en los desfiles, mientras que todos los que lucharon a favor de los fascistas pueden lucir las suyas”. Durante la Segunda Guerra Mundial, muchos letones y ucranianos, además de soldados de otros países bálticos y de todo el este de Europa, se alistaron del lado alemán. A Galina, como a otros, le resulta muy difícil perdonarles, a pesar de que ellos no lucharon tanto a favor de los alemanes como contra la dominación de la Unión Soviética sobre sus naciones. Para la antigua teniente Burdina y sus colegas, la Unión Soviética era una realidad, una unión gloriosa de trabajadores comunistas y no una asociación de estados potencialmente beligerantes.

“Nosotras queríamos ser mejores que los hombres. Y nos atrevíamos a volar de noche”, asegura Galina, quien, tras el conflicto, trabajó como controladora de tráfico aéreo con la compañía Aeroflot durante 15 años. Galina guarda como un tesoro los detalles de las misiones en las que intervino: “Una noche de 1943, Tamara y yo recibimos la orden de controlar una incursión aérea alemana. Estaba nevando copiosamente, algo inusual para esa época del año. Era muy peligroso despegar en semejantes condiciones, especialmente por la noche. No disponíamos de radar y nuestras radios no nos servían de mucho. Encontramos a los alemanes y los atacamos. Fue muy sorprendente para ellos encontrarse con cazas enemigos a esas horas. Logramos hacerles huir, pero después tuvimos que aterrizar. Era casi imposible en aquellas condiciones, pero los soldados de un regimiento masculino de bombarderos encendieron bengalas en tierra para que pudiéramos hacerlo. Y lo logré sin sufrir ningún daño”.

“Tamara siguió volando e intentó aterrizar cerca de Kiev –continúa Galina–. Como no podía ver nada, volvió atrás para aterrizar a la luz de las bengalas. Increíblemente, su motor se paró justo en el momento en que tomaba tierra. Se había quedado sin combustible. Eso era algo que ocurría con mucha frecuencia”. Y es que los Yaks que manejaban, aunque eran robustos, con una gran capacidad de maniobra y muy temidos por los alemanes, iban escasamente equipados. La mayoría hasta carecía de indicadores de combustible.

“Ahora todo aquello parece un sueño”, dice Valentina Ivanova. “Yo quería ser actriz. Procedo de una familia pobre que vivía en una aldea. Me encantaba bailar y recitar poesía. También sabía tocar el piano. Mi padre, que ya había combatido durante la Guerra Civil, perdió la vida luchando de nuevo en los primeros días de la invasión fascista. Yo tenía 14 años cuando vi por primera vez un avión, un Adler alemán. Me dejaron sentarme en el puesto del piloto y ahí empezó todo. A partir de ese momento, siempre soñé con manejar uno”.

Hambruna y exilio. Lo mismo les ocurrió a muchas otras jóvenes soviéticas de la edad de Valentina, Galina, Tamara y Raisa. Hijas de la Revolución, nacidas entre 1919 y 1922, fueron educadas bajo la perspectiva de la utopía socialista. Durante los dos primeros planes quinquenales de Stalin, entre 1928 y 1938, la industria creció anualmente un 17%. En ese mismo periodo, la población urbana pasó de 26 millones a 56. A pesar de estas cifras, a principios de los años 30 había millones de soviéticos que morían de hambre y alrededor de once millones más habían sido víctimas –exiliados o ejecutados–, de las purgas políticas. Por todo el país, la policía recurría sistemáticamente a la tortura para completar las cuotas de condenados por ser “insectos fascistas” que les habían asignado. En 1939, el 60% de las personas que seis años atrás eran miembros del Partido Comunista de la Unión Soviética habían sido expulsados. Sólo quedaba un único superviviente de los gobiernos de Lenin cuando Hitler, el 22 de junio de 1941, inició su Operación Barbarroja sobre un frente de 6.000 kilómetros. Para mucha gente, Stalin continuaba siendo el héroe invencible que les había sacado de la pobreza rural y del analfabetismo.

“Stalin lo era todo para mí”, dice Valentina Ivanova. “Por eso me convertí en piloto, en uno de sus halcones. Yo, que procedía de una aldea muy pobre, lo logré gracias a la oportunidad que nos brindó él. Además, nos libró de los traidores. Como dijo Churchill, se encontró con una Rusia plagada de arados y la dejó convertida en una potencia nuclear. Si usted cree que soy stalinista tiene mucha razón. Soy stalinista. Y aún conservo una foto suya”. Raisa Surnachevskaya alberga los mismos sentimientos. “Le rezábamos como si fuera un dios. Sé que ocurrieron cosas terribles en los campos de concentración, pero fue por culpa de Beria, el jefe de la policía secreta, que era quien enviaba a la gente allí. Stalin estaba en contra de esas cosas; él defendía a la gente buena. Los miembros de nuestras escuelas o de nuestras asociaciones nunca sufrieron el menor daño”. En efecto, nunca lo sufrieron, en parte, porque Stalin respetaba a los pilotos y apoyaba a las Fuerzas Aéreas Soviéticas. Y todo porque se había sentido particularmente impresionado por la dinámica y atractiva Marina Raskova (1912–1943), la aviadora soviética que abrió nuevas rutas aéreas hacia el este de la Unión Soviética. Raskova, la primera mujer piloto que ejerció como instructora en la Academia del Aire Zhukovski, había completado, en septiembre de 1938, un vuelo épico de 6.000 kilómetros sin escalas en 26 horas y 29 minutos.

A diferencia de Lenin, Stalin, y a pesar de admirar a Raskova, nunca creyó en la completa emancipación de la mujer. Es cierto que el número de trabajadoras se incrementó del 24% al 39% entre 1928 y 1940, pero este aumento se debió exclusivamente a necesidades económicas. Durante ese mismo periodo, se modificaron los primitivos programas leninistas de socialización del trabajo del hogar y de liberalización de los lazos familiares. En 1936, el aborto fue declarado ilegal, excepto en los casos en que peligrara la salud de la madre. Igual ocurrió con la homosexualidad. Para estimular el crecimiento de la tasa de natalidad, a las futuras madres se les ofrecían unas vacaciones de 16 semanas. Sin embargo, las mujeres estaban mejor formadas que nunca. En 1917, 14 millones de la totalidad de analfabetos adultos eran mujeres; en 1939, el 83,4% de las mujeres había acabado sus estudios escolares. Al menos oficialmente. En Pravda, las futuras pilotos estudiaban las hazañas de Raskova y se inspiraban en los hallazgos de los científicos, los exploradores y los navegantes soviéticos.

En este contexto, el Tratado de 1938, suscrito por Molotov y Von Ribbentrop, garantizaba la paz entre la Alemania nazi y la Unión Soviética, pero pronto se manifestó tan inútil como el infame pedazo de papel que Neville Chamberlain firmó aquel mismo año. Y Hitler procedió a la invasión. Con la Operación Barbarroja, lanzó contra Leningrado, Moscú, Kiev y el Mar Negro el mayor ejército que la Historia haya conocido jamás: 190 divisiones, integradas por 3,8 millones de hombres; 4.000 carros de combate; 200 buques de guerra repartidos por el Mar Báltico y 5.000 aviones. “Rusia será suprimida”, había declarado Hitler. “Sólo tenemos que llamar a la puerta y su corrompida estructura se derrumbará”. Esperaba que Rusia cayera en seis semanas. También lo creían los expertos militares británicos y norteamericanos.

El 16 de octubre de 1941, El día del gran pánico en Moscú, los alemanes ocupaban el territorio en el que el 40% de la población soviética había vivido hasta el 22 de junio. Durante el invierno de 1941 a 1942, morían diariamente 19.000 rusos, entre militares y civiles. Tal como dijo un general alemán, se trataba de “un infanticidio masivo”. Sólo fue el principio. Durante la que para los soviéticos era la gran guerra patriótica, se perdía una vida rusa cada cinco segundos. Murieron once millones de soldados soviéticos (cuatro millones de ellos en campos de concentración alemanes) y, al menos, 16 de civiles. Más de 25 millones de personas se quedaron sin hogar. Fueron destruidas 1.700 ciudades y 70.000 pueblos y aldeas, así como 43.000 aviones. Cerca de 36.000 pilotos perdieron la vida. En 1942, uno de cada cuatro murió. Durante este año y 1943, cuando tuvieron lugar los combates más duros, el Regimiento 586 de Cazas se mantuvo en activo.

Al final de la primera semana de la Operación Barbarroja, el número de aviones rusos perdidos ascendía a 4.017, mientras que el de los aparatos derribados de la Lutwaffe era tan sólo de 150. Incluso el propio Hermann Goering encontraba estas cifras difíciles de creer. El 28 de junio, se suicidó el teniente general Kopets, comandante en jefe de bombarderos de las Fuerzas Soviéticas, y el general Rychagov, comandante en jefe de las Fuerzas Aéreas del frente noroccidental, fue condenado a muerte “por actividades de alta traición”, es decir, por ir perdiendo la guerra. Hitler escribió a Mussolini, fascinado si no alarmado, por el hecho de que “ellos (los rusos) combaten imbuidos de un fanatismo realmente estúpido... con la brutalidad primitiva de un animal que se siente atrapado”.

“En esos momentos –relata Tamara Pamyatnykh–, tres de nosotras nos marchamos a Moscú. Llegamos el 16 de octubre, el día del gran pánico. Buscábamos a Raskova. Ella había logrado convencer a Stalin de que crease unos regimientos femeninos de cazas y bombarderos y queríamos unirnos a ellos. Nos dirigimos al Ministerio del Aire en tranvía y tardamos muchísimo. Las calles estaban atiborradas de gente. Había saqueos. Los guardias gritaban por los altavoces: ‘Camaradas, que no cunda el pánico. Mantened el orden. El Gobierno aún está aquí’. Cuando llegamos al ministerio, los funcionarios cerraban filas. Luego nos costaría dos semanas llegar hasta el este. Vimos grandes masas de refugiados que se dirigían desde los Urales hasta Saratov. Desde esa ciudad nos encaminamos a Engels, en el Volga (al norte de Stalingrado, hoy día Volgogrado), donde nos reunimos con la Mayor Raskova”.

Bajitas y gordas. Raskova creó en Engels tres regimientos de mujeres: el 586 de Cazas, equipado con diferentes tipos de aviones Yak, el Regimiento 587 de Bombarderos y el Regimiento 588, también de bombarderos. Raskova murió en combate en 1943. Tenía 31 años. Desde aquella fecha, la menguante nómina de supervivientes de aquellos tres regimientos se desplaza todos los años desde cualquier punto de la geografía de la antigua Unión Soviética hasta Moscú para depositar flores ante su tumba, situada al pie de los muros del Kremlin. “En 1990 celebramos una reunión muy especial”, cuenta Tamara. “Pilotos norteamericanas, que también habían actuado durante la guerra, nos visitaron. A ellas no les permitieron entrar en combate. Todas eran muy delgadas y vestían elegantemente, mientras que nosotras éramos bajitas y gordas”.

Los tres regimientos cubrieron un frente muy amplio. Entraron en combate en Stalingrado durante el invierno de 1942 a 1943 y participaron en los avances más importantes que llevó a cabo el Ejército Rojo hasta la Batalla de Berlín de mayo de 1945. A la vez que las pilotos del Regimiento 586 iban adquiriendo experiencia, sus monturas aéreas crecían técnicamente en velocidad y capacidad de maniobra. Su figura máxima, Lilya Litvak, heroína galardonada con la Estrella de Oro de la Unión Soviética y a la que pusieron el sobrenombre de La rosa blanca de Stalingrado, fue vista por última vez mientras la perseguían ocho aviones alemanes. La primera vez que Lilya fue derribada sobre las líneas enemigas, la rescató una compañera que aterrizó a su lado. “Me hubiera suicidado si hubiera caído en zona enemiga”, dice Raisa. “Todas lo habríamos hecho. Llevábamos pistolas. No quería verme humillada o torturada por los alemanes, ni tampoco que vejaran a mis familiares y amigos. Nadie nos había dicho qué debíamos hacer si nos hacían prisioneras, pero nosotras lo sabíamos perfectamente”.

Traidores a su patria. En agosto de 1941, en la Orden 270 de Stalin, se declaraba que “no había prisioneros de guerra, tan sólo traidores a su patria”. Los que volvían de los campos de concentración eran, frecuentemente, fusilados. Hitler se ofreció a liberar a un tal Yakov Dzhugashvili, a cambio de los generales nazis que se encontraban cautivos. Stalin rechazó la oferta. Yakov murió al poco tiempo, el 14 de abril de 1943, tratando de escapar del campo de concentración de Schsenhausen. Era el hijo de Stalin. Sólo en Stalingrado se ejecutaron a 13.000 soldados soviéticos a los que se acusó de deserción. Lo que explica que se combatiera al límite en todo momento.

¿Les quedaba a estas mujeres que arriesgaban su vida a diario tiempo para divertirse? Las fotos de la propaganda oficial de la época las muestran bordando, jugando al ajedrez y en otras actividades. “A mí me encantaba bailar”, dice Tamara Voronina, que en la actualidad vive en Petrozadovsk, una población al norte de San Petersburgo. “Desde luego, era una persona muy seria. Quería ser ingeniera aeronáutica, aunque procedía de una familia muy pobre. Sólo recuerdo haber tenido dos vestidos durante mi infancia. Como subteniente me pagaban 400 rublos al mes; como mi madre ganaba 117, me sentía muy rica. De cualquier manera, los pilotos no teníamos mucho en qué gastarnos lo que ganábamos. Era estupendo que el dinero no nos preocupase, porque así pudimos disfrutar de una vida plena”.

Pero ninguna de las ex pilotos dispone ahora de una situación demasiado desahogada. A pesar de ello, todas sienten que sus sacrificios merecieron la pena y que su existencia ha sido espléndida. “Ah, fue algo fantástico volar sobre los soldados británicos por toda Viena en 1945”, dice Valentina Petrachenkova. “Nunca llegamos a conocer, de forma adecuada, a los soldados aliados. Me quité la gorra, me solté el pelo, me encaramé a mi Yak y estuve haciendo un sinfín de acrobacias para ellos”.

Sin embargo, aquella guerra que las vio elevarse entre los halcones de Stalin puso fin, cuando se acabó, a su ascenso casi estratosférico. Después de 5.000 salidas y 125 batallas aéreas, el Regimiento 586 de Cazas se disolvió. A sus integrantes se las envió de vuelta a sus casas, para crear una familia y no volver a volar nunca más, a pesar de que suponían el 12% de la cifra total de pilotos de combate de las que, ya por entonces, eran las Fuerzas Aéreas más desarrolladas tácticamente del mundo. Habían sobrevivido a sus maridos, ases de la aviación –y a sus aviones–, durante muchos años.

Después de la guerra y, antes de la caída de la Unión Soviética, Galina estuvo un tiempo trabajando en una escuela de Chelyabinnsk, en los Urales, puesto para el que fue nombrada después que su colega, Tamara Pamyatnykh, también del Regimiento 586, se convirtiera en presidenta de la comisión de veteranos de guerra. Ha debido ser bastante duro para la mayoría de ellas verse obligadas a convertirse en unas amas de casa sin más o a emplearse en funciones que nada tenían que ver con su pasión por volar, después de desempeñar un papel protagonista en la Historia de su país y de que no se hayan reconocido sus méritos. Pero, como ellas saben muy bien, la vida continúa. Interrogada sobre qué le gustaría ver en una de sus próximas visitas a Moscú, la comandante Tamara Pamyatnykh, responde: “Las nuevas galerías comerciales cercanas al Kremlin. Pero ya soy demasiado vieja”.

© The Observer 2002
Fusilado de: http://miarroba.com/foros/ver.php?foroi ... id=3418742
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pby5 escribió:HISTORIA / MUJERES PILOTO

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Los “halcones” de Stalin
En la Segunda Guerra Mundial, Stalin creó tres regimientos de pilotos de combate integrados sólo por mujeres. Lucharon en primera línea, algunas hasta embarazadas, y ayudaron a que la Unión Soviética afianzase su poder aéreo. Al término del conflicto, fueron olvidadas. Esta es la historia de un puñado de aquellas heroínas.

por Jonathan Glancey. Fotografías de Barry Lewis

En mayo de 1945, Raisa Surnachevskaya, embarazada de cuatro meses, hacía girar su aparato en inverosímiles loopings mientras descargaba todo su armamento, con la victoria, el objetivo de la que los soviéticos vivían como su gran guerra patriótica, ya a la vista. Seguramente, fue la única mujer piloto de la Historia que combatía en primera línea con una criatura en las entrañas.

La propaganda de las Fuerzas Aéreas Soviéticas hizo de su figura una especie de Che Guevara de los años 40, cuando se difundió una fotografía suya en blanco y negro que llegó a convertirse en un icono. En aquella imagen, Raisa, que entonces tenía 21 años, aparecía de pie delante de su caza Yak-3, un aparato que alcanzaba los 600 kilómetros por hora, luciendo sus estrellas de teniente en las hombreras y la Orden de la Bandera Roja sobre el pecho, con sus rubias trenzas asomando bajo un casco de cuero. Sus ojos parecían los de un cazador hambriento. Hoy es una abuela serena y sosegada de 79 años y una de las seis pilotos de combate que viven en Rusia, Letonia y Ucrania.

“Raisa era tan alta, tan frágil y tan maravillosa... Yo la miraba con la cara ensangrentada desde tierra, pensando que nunca volvería. Raisa, era mi ‘ala’ sobre el cielo de Kastornaya y estaba sola en medio de aquel enjambre de aviones fascistas”, comenta Tamara Pamyatnykh, antigua teniente del Regimiento 586 de Cazas. “Nos habían encargado que interceptáramos todo lo que se pareciese a un avión de reconocimiento alemán. Al resto del escuadrón lo había enviado a proteger un puente sobre el Volga. Y entonces los vimos: 42 aparatos fascistas. Raisa y yo estábamos solas. Le dije: ‘Adelante’ y nos situamos en medio de ellos. Derribé a dos antes de quedarme sin munición. Me disponía a atacar a un tercero. Entonces noté cómo me alcanzaban en el ala derecha y perdía el control del aparato. Estaba tranquila. No quería morir. Sólo me avergonzaba tener que dejar sola a Raisa...”.

Tamara interrumpe la conversación para atender una llamada de su nieto. Su pequeño piso de Rostov está en plena ebullición: ha venido a visitarla su hijo Shasha, un antiguo coronel y piloto de combate de las Fuerzas Aéreas Soviéticas, que ahora es consultor en Donavia, una compañía privada de aviación.

Su compañera en aquella misión y otras, Raisa, vive cerca de la frontera de Ucrania, en la ciudad de Dnepropetrovsk, y está encantada de contar cómo se veía entonces: “No me gustaba bailar. Era demasiado alta y hubiera querido ser una de esas chicas menudas y pizpiretas por las que enloquecían los chicos. Lo que más me gustaba era jugar al voleibol y patinar sobre hielo”. Además de atacar a los Junkers y Dorniers alemanes junto a Tamara. Como en aquel 19 de abril de 1943 cuando fueron sorprendidas por los 42 bombarderos. Fue en la vertical del cruce ferroviario de Kastornaya y sus almacenes, el lugar en que las tropas soviéticas se estaban concentrando para dirigirse desde allí al frente de Kursk, donde alcanzarían su mayor victoria frente a las tropas de Hitler.

Tras su descenso en paracaídas, Tamara fue recogida por un oficial soviético. Raisa acabó lanzando su avión contra el suelo. “‘¡Documenti, documenti!’, eso era lo único que la gente me gritaba cuando finalmente logré aterrizar estrellando mi aparato y pude saltar de él”, rememora Raisa. “Conseguí derribar dos aviones alemanes, pero mi motor se paró. Entonces sentí la responsabilidad de salvar el aparato. Una vez en tierra, me quité el casco y el cabello me cayó sobre los hombros. Desenfundé mi pistola y les dije que era una mujer piloto soviética. Sólo me creyeron cuando vieron mis insignias. Una piloto era algo que les resultaba muy extraño. En cambio, nosotras nunca pensamos que lo fuese. Más adelante, sí, nos dimos cuenta que quizá habíamos hecho algo especial, pero nunca me hizo creerme mejor que nadie. Fue un trabajo de equipo. Un piloto no era más importante que un mecánico”.

De segunda clase. En la actualidad, las fronteras dividen lo que hace una década era la Unión Soviética y es necesario cruzarlas para encontrar a las supervivientes de aquel Regimiento 586 de Cazas. La antigua teniente Galina Burdina vive en Riga, la capital de Letonia, país que se independizó de Moscú en 1991. Pero como Galina nació fuera de Letonia y antes de 1940, no puede tener pasaporte letón. Ni ruso. “Soy una negra rusa”, dice, queriendo dar a entender que es como una ciudadana de segunda. “Ni siquiera puedo ponerme mis condecoraciones en los desfiles, mientras que todos los que lucharon a favor de los fascistas pueden lucir las suyas”. Durante la Segunda Guerra Mundial, muchos letones y ucranianos, además de soldados de otros países bálticos y de todo el este de Europa, se alistaron del lado alemán. A Galina, como a otros, le resulta muy difícil perdonarles, a pesar de que ellos no lucharon tanto a favor de los alemanes como contra la dominación de la Unión Soviética sobre sus naciones. Para la antigua teniente Burdina y sus colegas, la Unión Soviética era una realidad, una unión gloriosa de trabajadores comunistas y no una asociación de estados potencialmente beligerantes.

“Nosotras queríamos ser mejores que los hombres. Y nos atrevíamos a volar de noche”, asegura Galina, quien, tras el conflicto, trabajó como controladora de tráfico aéreo con la compañía Aeroflot durante 15 años. Galina guarda como un tesoro los detalles de las misiones en las que intervino: “Una noche de 1943, Tamara y yo recibimos la orden de controlar una incursión aérea alemana. Estaba nevando copiosamente, algo inusual para esa época del año. Era muy peligroso despegar en semejantes condiciones, especialmente por la noche. No disponíamos de radar y nuestras radios no nos servían de mucho. Encontramos a los alemanes y los atacamos. Fue muy sorprendente para ellos encontrarse con cazas enemigos a esas horas. Logramos hacerles huir, pero después tuvimos que aterrizar. Era casi imposible en aquellas condiciones, pero los soldados de un regimiento masculino de bombarderos encendieron bengalas en tierra para que pudiéramos hacerlo. Y lo logré sin sufrir ningún daño”.

“Tamara siguió volando e intentó aterrizar cerca de Kiev –continúa Galina–. Como no podía ver nada, volvió atrás para aterrizar a la luz de las bengalas. Increíblemente, su motor se paró justo en el momento en que tomaba tierra. Se había quedado sin combustible. Eso era algo que ocurría con mucha frecuencia”. Y es que los Yaks que manejaban, aunque eran robustos, con una gran capacidad de maniobra y muy temidos por los alemanes, iban escasamente equipados. La mayoría hasta carecía de indicadores de combustible.

“Ahora todo aquello parece un sueño”, dice Valentina Ivanova. “Yo quería ser actriz. Procedo de una familia pobre que vivía en una aldea. Me encantaba bailar y recitar poesía. También sabía tocar el piano. Mi padre, que ya había combatido durante la Guerra Civil, perdió la vida luchando de nuevo en los primeros días de la invasión fascista. Yo tenía 14 años cuando vi por primera vez un avión, un Adler alemán. Me dejaron sentarme en el puesto del piloto y ahí empezó todo. A partir de ese momento, siempre soñé con manejar uno”.

Hambruna y exilio. Lo mismo les ocurrió a muchas otras jóvenes soviéticas de la edad de Valentina, Galina, Tamara y Raisa. Hijas de la Revolución, nacidas entre 1919 y 1922, fueron educadas bajo la perspectiva de la utopía socialista. Durante los dos primeros planes quinquenales de Stalin, entre 1928 y 1938, la industria creció anualmente un 17%. En ese mismo periodo, la población urbana pasó de 26 millones a 56. A pesar de estas cifras, a principios de los años 30 había millones de soviéticos que morían de hambre y alrededor de once millones más habían sido víctimas –exiliados o ejecutados–, de las purgas políticas. Por todo el país, la policía recurría sistemáticamente a la tortura para completar las cuotas de condenados por ser “insectos fascistas” que les habían asignado. En 1939, el 60% de las personas que seis años atrás eran miembros del Partido Comunista de la Unión Soviética habían sido expulsados. Sólo quedaba un único superviviente de los gobiernos de Lenin cuando Hitler, el 22 de junio de 1941, inició su Operación Barbarroja sobre un frente de 6.000 kilómetros. Para mucha gente, Stalin continuaba siendo el héroe invencible que les había sacado de la pobreza rural y del analfabetismo.

“Stalin lo era todo para mí”, dice Valentina Ivanova. “Por eso me convertí en piloto, en uno de sus halcones. Yo, que procedía de una aldea muy pobre, lo logré gracias a la oportunidad que nos brindó él. Además, nos libró de los traidores. Como dijo Churchill, se encontró con una Rusia plagada de arados y la dejó convertida en una potencia nuclear. Si usted cree que soy stalinista tiene mucha razón. Soy stalinista. Y aún conservo una foto suya”. Raisa Surnachevskaya alberga los mismos sentimientos. “Le rezábamos como si fuera un dios. Sé que ocurrieron cosas terribles en los campos de concentración, pero fue por culpa de Beria, el jefe de la policía secreta, que era quien enviaba a la gente allí. Stalin estaba en contra de esas cosas; él defendía a la gente buena. Los miembros de nuestras escuelas o de nuestras asociaciones nunca sufrieron el menor daño”. En efecto, nunca lo sufrieron, en parte, porque Stalin respetaba a los pilotos y apoyaba a las Fuerzas Aéreas Soviéticas. Y todo porque se había sentido particularmente impresionado por la dinámica y atractiva Marina Raskova (1912–1943), la aviadora soviética que abrió nuevas rutas aéreas hacia el este de la Unión Soviética. Raskova, la primera mujer piloto que ejerció como instructora en la Academia del Aire Zhukovski, había completado, en septiembre de 1938, un vuelo épico de 6.000 kilómetros sin escalas en 26 horas y 29 minutos.

A diferencia de Lenin, Stalin, y a pesar de admirar a Raskova, nunca creyó en la completa emancipación de la mujer. Es cierto que el número de trabajadoras se incrementó del 24% al 39% entre 1928 y 1940, pero este aumento se debió exclusivamente a necesidades económicas. Durante ese mismo periodo, se modificaron los primitivos programas leninistas de socialización del trabajo del hogar y de liberalización de los lazos familiares. En 1936, el aborto fue declarado ilegal, excepto en los casos en que peligrara la salud de la madre. Igual ocurrió con la homosexualidad. Para estimular el crecimiento de la tasa de natalidad, a las futuras madres se les ofrecían unas vacaciones de 16 semanas. Sin embargo, las mujeres estaban mejor formadas que nunca. En 1917, 14 millones de la totalidad de analfabetos adultos eran mujeres; en 1939, el 83,4% de las mujeres había acabado sus estudios escolares. Al menos oficialmente. En Pravda, las futuras pilotos estudiaban las hazañas de Raskova y se inspiraban en los hallazgos de los científicos, los exploradores y los navegantes soviéticos.

En este contexto, el Tratado de 1938, suscrito por Molotov y Von Ribbentrop, garantizaba la paz entre la Alemania nazi y la Unión Soviética, pero pronto se manifestó tan inútil como el infame pedazo de papel que Neville Chamberlain firmó aquel mismo año. Y Hitler procedió a la invasión. Con la Operación Barbarroja, lanzó contra Leningrado, Moscú, Kiev y el Mar Negro el mayor ejército que la Historia haya conocido jamás: 190 divisiones, integradas por 3,8 millones de hombres; 4.000 carros de combate; 200 buques de guerra repartidos por el Mar Báltico y 5.000 aviones. “Rusia será suprimida”, había declarado Hitler. “Sólo tenemos que llamar a la puerta y su corrompida estructura se derrumbará”. Esperaba que Rusia cayera en seis semanas. También lo creían los expertos militares británicos y norteamericanos.

El 16 de octubre de 1941, El día del gran pánico en Moscú, los alemanes ocupaban el territorio en el que el 40% de la población soviética había vivido hasta el 22 de junio. Durante el invierno de 1941 a 1942, morían diariamente 19.000 rusos, entre militares y civiles. Tal como dijo un general alemán, se trataba de “un infanticidio masivo”. Sólo fue el principio. Durante la que para los soviéticos era la gran guerra patriótica, se perdía una vida rusa cada cinco segundos. Murieron once millones de soldados soviéticos (cuatro millones de ellos en campos de concentración alemanes) y, al menos, 16 de civiles. Más de 25 millones de personas se quedaron sin hogar. Fueron destruidas 1.700 ciudades y 70.000 pueblos y aldeas, así como 43.000 aviones. Cerca de 36.000 pilotos perdieron la vida. En 1942, uno de cada cuatro murió. Durante este año y 1943, cuando tuvieron lugar los combates más duros, el Regimiento 586 de Cazas se mantuvo en activo.

Al final de la primera semana de la Operación Barbarroja, el número de aviones rusos perdidos ascendía a 4.017, mientras que el de los aparatos derribados de la Lutwaffe era tan sólo de 150. Incluso el propio Hermann Goering encontraba estas cifras difíciles de creer. El 28 de junio, se suicidó el teniente general Kopets, comandante en jefe de bombarderos de las Fuerzas Soviéticas, y el general Rychagov, comandante en jefe de las Fuerzas Aéreas del frente noroccidental, fue condenado a muerte “por actividades de alta traición”, es decir, por ir perdiendo la guerra. Hitler escribió a Mussolini, fascinado si no alarmado, por el hecho de que “ellos (los rusos) combaten imbuidos de un fanatismo realmente estúpido... con la brutalidad primitiva de un animal que se siente atrapado”.

“En esos momentos –relata Tamara Pamyatnykh–, tres de nosotras nos marchamos a Moscú. Llegamos el 16 de octubre, el día del gran pánico. Buscábamos a Raskova. Ella había logrado convencer a Stalin de que crease unos regimientos femeninos de cazas y bombarderos y queríamos unirnos a ellos. Nos dirigimos al Ministerio del Aire en tranvía y tardamos muchísimo. Las calles estaban atiborradas de gente. Había saqueos. Los guardias gritaban por los altavoces: ‘Camaradas, que no cunda el pánico. Mantened el orden. El Gobierno aún está aquí’. Cuando llegamos al ministerio, los funcionarios cerraban filas. Luego nos costaría dos semanas llegar hasta el este. Vimos grandes masas de refugiados que se dirigían desde los Urales hasta Saratov. Desde esa ciudad nos encaminamos a Engels, en el Volga (al norte de Stalingrado, hoy día Volgogrado), donde nos reunimos con la Mayor Raskova”.

Bajitas y gordas. Raskova creó en Engels tres regimientos de mujeres: el 586 de Cazas, equipado con diferentes tipos de aviones Yak, el Regimiento 587 de Bombarderos y el Regimiento 588, también de bombarderos. Raskova murió en combate en 1943. Tenía 31 años. Desde aquella fecha, la menguante nómina de supervivientes de aquellos tres regimientos se desplaza todos los años desde cualquier punto de la geografía de la antigua Unión Soviética hasta Moscú para depositar flores ante su tumba, situada al pie de los muros del Kremlin. “En 1990 celebramos una reunión muy especial”, cuenta Tamara. “Pilotos norteamericanas, que también habían actuado durante la guerra, nos visitaron. A ellas no les permitieron entrar en combate. Todas eran muy delgadas y vestían elegantemente, mientras que nosotras éramos bajitas y gordas”.

Los tres regimientos cubrieron un frente muy amplio. Entraron en combate en Stalingrado durante el invierno de 1942 a 1943 y participaron en los avances más importantes que llevó a cabo el Ejército Rojo hasta la Batalla de Berlín de mayo de 1945. A la vez que las pilotos del Regimiento 586 iban adquiriendo experiencia, sus monturas aéreas crecían técnicamente en velocidad y capacidad de maniobra. Su figura máxima, Lilya Litvak, heroína galardonada con la Estrella de Oro de la Unión Soviética y a la que pusieron el sobrenombre de La rosa blanca de Stalingrado, fue vista por última vez mientras la perseguían ocho aviones alemanes. La primera vez que Lilya fue derribada sobre las líneas enemigas, la rescató una compañera que aterrizó a su lado. “Me hubiera suicidado si hubiera caído en zona enemiga”, dice Raisa. “Todas lo habríamos hecho. Llevábamos pistolas. No quería verme humillada o torturada por los alemanes, ni tampoco que vejaran a mis familiares y amigos. Nadie nos había dicho qué debíamos hacer si nos hacían prisioneras, pero nosotras lo sabíamos perfectamente”.

Traidores a su patria. En agosto de 1941, en la Orden 270 de Stalin, se declaraba que “no había prisioneros de guerra, tan sólo traidores a su patria”. Los que volvían de los campos de concentración eran, frecuentemente, fusilados. Hitler se ofreció a liberar a un tal Yakov Dzhugashvili, a cambio de los generales nazis que se encontraban cautivos. Stalin rechazó la oferta. Yakov murió al poco tiempo, el 14 de abril de 1943, tratando de escapar del campo de concentración de Schsenhausen. Era el hijo de Stalin. Sólo en Stalingrado se ejecutaron a 13.000 soldados soviéticos a los que se acusó de deserción. Lo que explica que se combatiera al límite en todo momento.

¿Les quedaba a estas mujeres que arriesgaban su vida a diario tiempo para divertirse? Las fotos de la propaganda oficial de la época las muestran bordando, jugando al ajedrez y en otras actividades. “A mí me encantaba bailar”, dice Tamara Voronina, que en la actualidad vive en Petrozadovsk, una población al norte de San Petersburgo. “Desde luego, era una persona muy seria. Quería ser ingeniera aeronáutica, aunque procedía de una familia muy pobre. Sólo recuerdo haber tenido dos vestidos durante mi infancia. Como subteniente me pagaban 400 rublos al mes; como mi madre ganaba 117, me sentía muy rica. De cualquier manera, los pilotos no teníamos mucho en qué gastarnos lo que ganábamos. Era estupendo que el dinero no nos preocupase, porque así pudimos disfrutar de una vida plena”.

Pero ninguna de las ex pilotos dispone ahora de una situación demasiado desahogada. A pesar de ello, todas sienten que sus sacrificios merecieron la pena y que su existencia ha sido espléndida. “Ah, fue algo fantástico volar sobre los soldados británicos por toda Viena en 1945”, dice Valentina Petrachenkova. “Nunca llegamos a conocer, de forma adecuada, a los soldados aliados. Me quité la gorra, me solté el pelo, me encaramé a mi Yak y estuve haciendo un sinfín de acrobacias para ellos”.

Sin embargo, aquella guerra que las vio elevarse entre los halcones de Stalin puso fin, cuando se acabó, a su ascenso casi estratosférico. Después de 5.000 salidas y 125 batallas aéreas, el Regimiento 586 de Cazas se disolvió. A sus integrantes se las envió de vuelta a sus casas, para crear una familia y no volver a volar nunca más, a pesar de que suponían el 12% de la cifra total de pilotos de combate de las que, ya por entonces, eran las Fuerzas Aéreas más desarrolladas tácticamente del mundo. Habían sobrevivido a sus maridos, ases de la aviación –y a sus aviones–, durante muchos años.

Después de la guerra y, antes de la caída de la Unión Soviética, Galina estuvo un tiempo trabajando en una escuela de Chelyabinnsk, en los Urales, puesto para el que fue nombrada después que su colega, Tamara Pamyatnykh, también del Regimiento 586, se convirtiera en presidenta de la comisión de veteranos de guerra. Ha debido ser bastante duro para la mayoría de ellas verse obligadas a convertirse en unas amas de casa sin más o a emplearse en funciones que nada tenían que ver con su pasión por volar, después de desempeñar un papel protagonista en la Historia de su país y de que no se hayan reconocido sus méritos. Pero, como ellas saben muy bien, la vida continúa. Interrogada sobre qué le gustaría ver en una de sus próximas visitas a Moscú, la comandante Tamara Pamyatnykh, responde: “Las nuevas galerías comerciales cercanas al Kremlin. Pero ya soy demasiado vieja”.

© The Observer 2002

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Aquí están las francotiradoras que nos ha puesto waffen.

http://miarroba.com/foros/adjuntos.php? ... nd=7008758

Algo que decir respecto a ellas?

Ahora nos quedan las que trabajaronen las fábricas, las que estuvieron en la resistencia, las que... ¿algo que decir al respecto? seguro que sí chicos!

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En la web anterior he encontrado esto, aun no me ha dado tiempo a leer nada

http://www.exordio.com/1939-1945/civilis/mujeres.html

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Respuesta fusilada a Lyetekursk, de www.ecosdeguerra.com/foro , en el tema con el mismo nombre que este

[cita title Leytekursk]"-A través de informaciones transmitidas por nuestros agentes, sabemos que casi toda la defensa aérea alrededor de Moscú y Leningrado está a cargo de mujeres. La Academia principal para la instrucción en el manejo de los cañones antiaéreos, en la cual se instruyen solamente a mujeres, se encuentra en Moscú. La movilización de las mujeres para el servicio antiaéreo se basa en las órdenes del Comité Estatal Soviético de Defensa del 23-03-1942 y 13-04-1942. En solamente unas pocas semanas llegaron a Moscú y recibieron el entrenamiento correspondiente: 2.670 muchachitas de la región de Chelyabinsk, 4057 de Sverlovsk, 2579 muchachas de la región de Perm. Solamente el Regimiento de Defensa Antiaérea 22 recibió en una sola tanda a 936 jóvenes mujeres del Ural.

Cuando en el otoño de 1941 nos estábamos acercando a Moscú, Stalin ordenó concentrar a todas las unidades aéreas en la región de Volokalamsk, a fin de evitar, mediante el empleo masivo de la aviación, el cerco alemán. se reunieron 762 máquinas, desde aviones de caza hasta bombarderos pesados y entre ellos tres regimientos de aviación independientes con treinta máquinas cada uno, especialmente, aviones de bombardeo. Jefa del grupo femenino: coronela MM Raskova...
---Hesslich respiró varias veces hondo, tomó varios tragos de té frío del jarro esmaltado que estaba sobre la mesa e inhaló las últimas tres chupadas del áspero y mordiente humo del cigarrillo toscamente armado---- Seguimos señor Teniente: la 125 Escuadra de bombardeo Diurno, que también intervino en Stalingrado... ¡Unicamente mujeres! Tenemos la certeza porque uno de los capitanes de escuadrilla es una aviadora soviética famosa...Olga Nicolayevna Yantshikova. ella vuela desde 1916 y posee el record mundial en vuelo a larga distancia.

----¡Te enloqueces! dijo Bauer, impresionado...Hay algo más aún en ese cajón?

El ABC del Mayor Molle es larguísimo. La 558 Escuadra de Bombardeo Nocturno, está formada por sólo mujeres. en el Báltico existen barcos dragaminas con tripulación exclusivamente femenina, además había por ahí una Yekaterina Selenko: el 12 de septiembre de 1941 ella se abalanzó con su caza sobre una escuadra de Stukas alemanes. Cuando había agotado su munición, chocó con toda intención a un Stuka, precipitándose junto con este al suelo.

En octubre de 1941 atacamos el pueblito Sutoki-Biakovo. Un batallón de infantería, preferentemente de mujeres, defendió la ciudad literalmente hasta la última mujer: pero no hasta la última bala. quedaban finalmente sólo dos sobrevivientes, las muchachas Natatcha Kovshova y Masha Polivanowa. Ellas juntaron los restos de la munición no utilizada: granadas de mano, minas, proyectiles antitanques, etc., llevaron todo al edificio de la Municipalidad y lo organizaron de tal manera que lo convirtieron en una bomba viviente. Cuando nosotros asaltamos la Municipalidad, ellas se volaron a sí mismas y junto con ello a una Compañía completa de los nuestros. No quedó nada.
Y volvamos a Stalingrado: durante nuestro avance por la estepa, luchadoras individuales soviéticas, atacaron con explosivos nuestros tanques, volándolos por el aire. También la fabrica de armamentos "Barricada Roja"....la artillería antiaérea pesada estaba completamente a cargo de mujeres. Al asaltar el complejo conquistamos 37 cañones antiaéreos...todos defendidos por mujeres...Pregunte Ud. a los hombres de la unidad Strachwitz, de la 16 División Acorazada quienes efectuaron el asalto....."

Fragmentos de "Batallón de Mujeres" de Heinz Konsalik. Páginas 196-197
Editorial Atlántida...Buenos Aires 1984



Saludos Tovarich[/cita]
Fusilado de: http://miarroba.com/foros/ver.php?foroi ... id=3418742
¡¡¡CITEN LAS FUENTES!!!
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Blog de Sandglass Frikináutico
www.salvemoscuatrovientos.com
«La juventud de hoy en día es decadente e indisciplinada. Los jóvenes no respetan a a los mayores y desoyen sus consejos; el fin de los tiempos está próximo»
Anonimo caldeo 2000ac.

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Mike
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MUJERES PILOTOS en la VVS

Mensaje por Mike » Vie Sep 02, 2011 5:19 pm

Hola a todos! Comparto este artículo aparecido el 2 de Noviembre de 2009 en el World Service de la BBC. Habla acerca de la participación de las mujeres rusas como pilotos durante la Segunda Guerra Mundial.

Saludos!


Un frío día de Primavera de 1943, las jóvenes tenientes de la VVS Tamara Pamyatnykh y Raisa Surnachevskaya se encontraban en vuelo de rutina sobre un gran cruce de vías ferroviarias soviéticas cuando de pronto se encontraron cara a cara con una formación de 42 bombarderos alemanes. Reaccionaron inmediatamente.
Zambullendose con el sol a sus espaldas, las mujeres abrieron fuego sobre la formación de Junkers. Cada piloto derriba dos aviones enemigos. Tamara eligió otro bombardero como blanco cuando una de las alas de su avión fue impactada y debe abandonarlo saltando en paracaídas. Toca tierra sana y salva en un campo.

Hombres y mujeres civiles de la zona corren a ayudarla “ Me ayudaron a quitarme el paracaídas y me ofrecieron un vaso de vodka, que no acepte” recuerda Tamara. “Nadie podía entender como alguien lo suficientemente valiente para enfrentarse a una formación de aviones Nazis, no bebiera vodka!”
Poco después Tamara se quita el casco frente al sorprendido grupo que descubre recién entonces que se trataba de una mujer!

Tamara y otras pilotos-heroínas, fue rastreada por Lucy Ash en Moscú y por toda Rusia. La Unión Soviética, fue el primer país en incluir mujeres en misiones de combate. Las mujeres piloto en otros países, piloteaban aviones militares en misiones de apoyo y transporte y muchas veces fueron atacadas por el enemigo. Pero solo las soviéticas pudieron devolver el ataque, solo las mujeres soviéticas arrojaron bombas y participaron en combates aéreos.


La influencia de la Celebridad


Y porque? En gran medida porque una mujer llamada Marina Raskova, pudo llegar a Joseph Stalin. Raskova era una celebridad nacional, la Amelia Earhart soviética.
Antes de la guerra ella junto a otras dos mujeres co-pilotos, establecieron el record de vuelo sin escalas desde Moscú al mas alejado punto del Este soviético.


Solo unos días antes del ataque alemán a la Unión Soviética en 1941, Raskova convenció a Stalin de que se formaran tres Unidades femeninas, incluidas en Grupos de caza, bombardeo en picada y bombardeo nocturno. Ella entreno a su personal como pilotos, navegantes, en tareas de mantenimiento y como personal de tierra.

Nadezhda Popova, hoy bisabuela, fue una de los pilotos del 46° Regimiento de Bombarderos. “Los alemanes nos llamaban Brujas Nocturnas, porque creían que nosotras nunca dormíamos”, dice ella. “Hicieron correr el rumor que se nos inyectaba un químico desconocido que nos permitía ver claramente en plena oscuridad de la noche”
Cada 2 de Mayo las sobrevivientes de estos Grupos de Bombardeo, se reúnen en el Teatro Bolshoi y comparten filmes de la época y asi recuerdan los tiempos en que efectuaban sus temerarios raids en aviones sin radio e inclusive muchas veces sin siquiera paracaídas.

En principio, las mujeres debían ganarse el respeto de sus camaradas hombres, quienes pronto descubrieron que el grupo de chicas que hablaban con voces agudas y chillonas y que les hacían sentirse en un Jardín de Infantes, podían ser valerosos combatientes a pesar que decorasen sus aviones con imágenes de flores o utilizaran su lápiz de navegación rojo, para colorear sus labios.

La más grande preocupación de estas pilotos, era caer prisionera de los alemanes. Galina Beltsova, una navegante perteneciente al Regimiento de Bombardeo en picado comenta “A todas nosotras, nos entregaban una bala extra por si nos veíamos rodeadas de enemigos. Si me hubiese encontrado en esa situación, hubiera extraído mi pistola y me hubiese disparado en la sien como ultimo recurso”

Lucy habla muy bien de estas formidables combatientes que jugaron un rol crucial en los cielos sobre Stalingrad así como en cualquier parte de la frontera del Este. Ella descubrió que estas mujeres no solo motivaron con su increíble valentía a las nuevas generaciones de mujeres pilotos, sino que fueron motivo de tributos por parte de las mujeres pilotos americanas, son protagonistas de Comics y hasta una banda de heavy metal holandesa habla de ellas.


Texto original (en inglés): http://www.bbc.co.uk/worldservice/docum ... ches.shtml" onclick="window.open(this.href);return false;

Traducción (del inglés): Autor del Post
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"Deutschland, Deutschland, Über Alles, Über Alles im der Welt..." - primer estrofa del himno aleman, escrito en 1841, censurada al finalizar la guerra y hasta hoy por los aliados
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Antonio Machado
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Re: MUJERES PILOTOS en la VVS

Mensaje por Antonio Machado » Sab Sep 03, 2011 12:06 am

Excelente artículo, Mike, gracias por compartirlo.

Saludos cordiales desde Nueva York, Antonio Machado.
Con el Holocausto Nazi en contra de la Raza Judía la inhumanidad sobrepasó a la humanidad.

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Re: Las mujeres dentro de la fuerza aérea roja

Mensaje por Javier Rincón » Mié Oct 31, 2012 2:26 am

Resucito el post con un pequeño reportaje, que aunque no es muy minucioso si ofrece interesantes imágenes de archivo de un tema que no debería ser tan desconocido para el publico general, porque seguramente es de los episodios más conmovedores de esa guerra..


http://www.youtube.com/watch?v=VRY6Nz6O ... h_response
Última edición por Javier Rincón el Jue Nov 01, 2012 8:42 pm, editado 1 vez en total.
Imagen+Imagen
Smithers:
Señor Burns, Steven Spielberg se encuentra ocupado, pero hemos conseguido a su Homologo Mexicano no sindicado, el señor Esteban Espilbergo
MR Burns:
muy bien Señor Espilbergo, quiero una pelicula que sea un culto a mi figura, quiero que haga conmigo lo mismo que hizo Con Oskar Schindler
Esteban Espilbergo (con gorra y acento mexicano):
pero señor Burns, la gente adora a Schindler, en cambio usted es el diablo
Mr Burns:
No veo tantas diferencias.. los dos eramos ricos, empresarios y fabricabamos armas para los Nazis... a diferencia que las mias SI funcionaban...


libertad para todos los secuestrados

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Re: Las mujeres dentro de la fuerza aérea roja

Mensaje por Audie Murphy » Lun Feb 11, 2013 11:53 pm




Night Swallows ( Notchnye Lastotchki, 2013) una miniserie rusa sobre "las brujas de la noche"
https://www.youtube.com/watch?v=MFK9wAO ... xUc6VrpPwy
http://www.imdb.com/title/tt3577638/
"El mal existe cuando las personas buenas no hacen lo que es correcto"

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Grossman
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Re: Las mujeres dentro de la fuerza aérea roja

Mensaje por Grossman » Mar Feb 12, 2013 3:52 pm

Hilo "MUJERES PILOTOS en la VVS" (del 2011) unido a "Las mujeres dentro de la fuerza aérea roja" (del 2005)
Espérame y yo volveré, pero espérame mucho
Espérame cuando las tristes lluvias lleguen, y cuando el calor llegue no dejes de esperar
Espérame y yo volveré para que la muerte rabie
No comprenderán jamás los que jamás han esperado, cómo tú del fuego me salvaste
Es que sencillamente me esperaste como nunca nadie me esperó
****************** Konstantin Simonov ******************

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