¿Cómo publicó la prensa el inicio de la Guerra?

Cuestiones generales relativas a la Segunda Guerra Mundial

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juankamilo
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¿Cómo publicó la prensa el inicio de la Guerra?

Mensaje por juankamilo » Vie Sep 04, 2009 12:14 am

Aunque unos días atrasado, pero en conmemoración a los 70 años del inicio de la Guerra que le da vida a este foro, he querido publicar las impresiones que la prensa escrita dio sobre el comienzo de la Guerra.
Voy a trascribir un artículo escrito por un periodista colombiano de la época, Enrique Santos Montejo "Calibán", sobre las impresiones del comienzo de la contienda.
Aún no he visto el acontecimiento en los titulares de la prensa del 1 de septiembre del 39, pero en algún momento saco tiempo para ir a la hemeroteca y ver si puedo escanear una impresión.

Bueno, aquí cómo se vivió el momento en Bogotá.

" ¡GUERRA! E INDIFERENCIA EN BOGOTÁ

Sobre la tumba de Briand, el apóstol de la paz, decía André Tardieu: "Sesenta y cinco millones de hombres movilizados; diez millones de muertos; treinta millones de heridos; siete millones de prisioneros y desaparecidos; ciento diez mil millones de francos destruidos y deshechos, sin contar los mil quinientos días de producción perdidos; las viejas monarquías pulverizadas; treinta tronos grandes y pequeños derribados; ciento cincuenta millones de hombres entregados a la amargura de la derrota; el mapa de Europa cambiado totalmente; el sentimiento de la inestabili¬dad y de la fragilidad apoderado de las mentes humanas...eso es lo que la guerra nos dejó".
Ligero esbozo de lo que le costó a la humanidad la pasada contienda, que podría ampliarse hasta completar el más trágico de los cuadros. Hace veinticinco años los elementos para la destrucción que la ciencia había puesto en manos de los hombres eran cien veces menores de lo que son hoy. La población civil, la retaguardia, no estaba amenazada sino en mínima parte. Los bombardeos de París, Londres y otras ciudades no causaron en toda la guerra mil víctimas. Hoy, nadie está seguro. En lucha larga, como tendría que ser ésta, a la cifra de los muertos y heridos, que no serán diez millones, sino veinte o treinta, habría que añadir el arrasamiento de las grandes ciudades, la aniquilación de la riqueza, cegada en sus mismas fuentes; la locura final que se apoderaría de masas humanas arrojadas las unas contra las otras, ya sin plan ni concierto. Y la final desaparición de Europa como guión de la civilización y la cultura. ¿Podrá la América asistir impasible a semejante derrumbamiento? Pero, ¿intervenir no fuera también locura? No hay fuerzas humanas capaces de detener el proceso de desintegración que se está cumpliendo en Europa. Lo más cuerdo será dejar que en el crisol de la guerra se purifique el viejo mundo y se funda la nueva sociedad. Desgracia- dameníe sobre la Europa en armas se proyecta la sombra siniestra de la Rusia soviética. El holocausto de los pueblos puede trocarse en castigo más duro y más atroz que el actual, al que se pretende remediar por el cauterio del hierro y el fuego. Sería entonces cuando la América pudiera intervenir y evitar que el astuto recluso del Kremlin se aprovechara de la ruina y el dolor europeos y asentara su monstruosa tiranía sobre una tierra de muerte y desolación.
Es patético leer los últimos números de los diarios llegados de Europa. Aun frente a los preparativos bélicos; con la máscara contra el gas y la arena para apagar los incendios, almacenada en cada domicilio, franceses e ingleses se negaban a aceptar la fatalidad de la guerra. Las reuniones sociales menudeaban. La "season" en Londres ue brillantísima. En los grandes salones de la aristocracia parisiense, las mujeres exhibieron mayor elegancia que nunca y ostentaron deslumbradora belleza. En las crónicas sociales antiguos nombres de la nobleza se mezclaban a los de la burguesía adinerada. Era el último resplandor de una luz que se apaga. De una luz que hizo amable al mundo. La luz de la alegría, de la belleza, del lujo, de los placeres. Todo esto ha desaparecido. El mundo antiguo que recibió hace veinticinco años el primer golpe, recibe ahora el último.
No es posible predecir qué saldrá de éste choque monstruoso. No será sin duda ninguna de las formas de gobierno o de vida social que rigen hoy. Todas han fracasado. Y por sobre todas, el comunismo totalitario. Los despotismos no han hecho la felicidad de los hombres ni evitado ninguno de los males que han afligido a la tierra desde el principio de los tiempos.
Quizá, contra todo lo que creen los augures, no serán los extremistas los vencedores en la luctuosa jornada, sino el liberalismo amplio y generoso, que le dio a la humanidad la única época de ventura de que ha gozado.
Bogotá no tomó muy a lo trágico el estallido de la guerra. El senado discutió en ambiente de completa armonía un artículo que levantaba la prohibición de aplaudir en la barra. Y lo rechazó, con muy buen acuerdo. Nadie se acordó en la alta cámara del conflicto europeo. La cámara baja también trató de asuntos domésticos. En la calle no había agitación, ni caras largas, ni ánimos sombríos. Lejos de parecerme criticable esta indiferencia, la encuentro de buen augurio. Nada sacamos con perder la cabeza. Y si evitamos el pánico, habremos dominado de antemano muchas de las dificultades que pueden presentarse. Tal vez la guerra llegue a traer consecuencias favorables para Colombia. Sobre todo porque nos volverá a la prudencia fiscal y nos mostrará la necesidad de concentrar recursos y de abandonar la política de despilfarras, que ha hecho estéril el aumento de las rentas. Podría darse el fenómeno de que una baja considerable de las rentas nos resultara provechosa, porque nos obligue a economizar más de lo que perdiéramos. Asimismo, vendría el estímulo industrial y el desarrollo de la producción agrícola. Calma, pues, debe ser la norma nacional ante el drama europeo. Calma que no excluye la profunda ansiedad con que tenemos que asistir a¡ horrendo incendio en que van a perecer pueblos condenados ya por la mano de Dios".
Sábado 2 de septiembre de 1939

Fuente: LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL vista por CALIBÁN, Intermedio Editores, Bogotá 1988

"The tree of Liberty must be refreshed from time to time with the blood of patriots and tyrants".
Thomas Jefferson

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