El mito Rommel
Publicado: Mar May 22, 2018 10:27 am
¡Hola a todos!
Dice Wikipedia que “el 'Mito Rommel' es una frase usada por un número de historiadores en referencia a las comunes representaciones del mariscal de campo alemán Erwin Rommel como un comandante apolítico y brillante, y una víctima de la Alemania nazi debido a su participación en el complot del 20 de julio contra Hitler. Según estos historiadores, que tienen un visión crítica de Rommel, tales representaciones no son correctas” *.
Desde luego, estas representaciones -comandante apolítico y brillante, y víctima de la Alemania nazi por su participación en el atentado del 20 de julio de 1944- no tienen nada de mito en su acepción de “Persona o cosa a la que se atribuyen cualidades o excelencias que no tiene”, pues Rommel tuvo esas tres cualidades. Si aplicamos mito en su acepción de “Persona o cosa rodeada de extraordinaria admiración y estima”, entonces nada tengo que objetar.
En primer lugar, Rommel fue un comandante apolítico hasta el momento en que muy probablemente supo y aceptó los objetivos de los círculos de los conspiradores en Berlín y París. Fue apolítico en el sentido que tenemos de una persona que no se preocupa especialmente de los asuntos de la vida política de su país y, sobre todo, no participa activamente para influir en esos asuntos. No fue apolítico en el sentido de que nadie es apolítico, pues toda persona tiene unas inclinaciones políticas o ideológicas y su vida se ve afectada por las decisiones políticas de su gobierno. Pero cuando se quiere significar que Rommel no fue un militar realmente apolítico, afirmando que lo contrario es un mito, se está afirmando o insinuando que Rommel fue un nazi, un militar comprimetido con el nacionalsocialismo. Simplemente, esto es falso.
Algunos detractores de Rommel basan su argumentos para calificarlo como nazi en que acogió con entusiasmo la llegada de Hitler al poder. El argumento es superficial, pues los oficiales del entonces Reichswehr aceptaron de buen grado la llegada de Hitler al poder. Los únicos altos oficiales que eran contrarios al nombramiento de Hitler como Canciller del Reich se cuentan con los dedos de una mano, y eran precisamente aquellos que estaban metidos hasta el cuello en la política. Me refiero al entonces canciller general Schleicher y su entorno (Hammerstein y Bredow). El común de los militares suele ser de tendencia política conservadora -ayer y hoy- y esto ocurría especialmente en la Alemania de Weimar dentro de un cuerpo de oficiales que había visto socavados su poderío y posición política y social por el Tratado de Paz de Versalles y por los partidos políticos de la República de Weimar. A principios de la década de 1930, la República de Weimar estaba agonizando como forma de estado; atacada desde la extrema izquierda y desde el centro-derecha del espectro político, Alemania caminaba inexorablemente hacia un régimen autoritario (no inexorablemente hacia el nazismo). Así que no es de extrañar que cuando el presidente Hindenburg nombró canciller a Hitler en enero de 1933, la inmensa mayoría de los miembros del cuerpo de oficiales del Reichswehr recibieran la noticia con alegría y esperanza. Creían sinceramente que Hitler podía devolver a Alemania y a sus fuerzas armadas todo el poder que le habían amputado la derrota militar en la Gran Guerra y el Tratado de Paz de Versalles. En unas fuerzas armadas condenadas por mor de ese tratado a tener una fuerza de sólo 104.000 hombres, sin armas modernas, era lógico que sus miembros recibieran con agrado, e incluso entusiasmo, a quien prometía romper con ese odiado tratado. Todos los conspiradores del 20 de julio de 1944, comenzando por el propio coronel Stauffenberg, sintieron y manifestaron eso en 1933.
Otro argumento es que Rommel acogió de buen grado la eliminación del liderazgo de la SA en el verano de 1934, durante la llamada “Noche de los Cuchillos Largos”. Este argumento es igual de superficial que el anterior, y por los mismos motivos. La SA era vista por el cuerpo de oficiales como una amenaza real de usurpar las funciones del Reichswehr y cambiarlo por un ejército de milicias. Aunque muchos oficiales, Rommel incluido, no aprobaron los métodos para la eliminación de su liderazgo, se sintieron finalmente aliviados por la eliminación de esta amenaza. Los conspiradores del 20 de julio de 1944 también.
Sin embargo, el argumento central de los detractores de Rommel en este aspecto de su supuesta relación con el nazismo, incluso quienes lo califican directamente de nazi, gira en torno a su relación con Hitler. Es incuestionable que ambos hombres sintieron mutua admiración durante la mayor parte del tiempo desde que Rommel fue nombrado por Hitler comandante de su batallón de escolta en octubre de 1938. Con anterioridad a esta fecha la relación entre ambos personajes fue sencillamente inexistente o del todo marginal. Las cuentas de Irving y Reuth que sitúan la atención de Hitler por Rommel en 1936 son falsas (pertenecen a 1939), tal como demostró Remy y tal como recoge el enlace citado de la Wikipedia. Y las relaciones de Rommel con la HJ, a través de Schirach, fueron tirantes y acabaron mal. Rommel nunca se afilió al NSDAP ni a ninguna de las organizaciones de la SS. Es cierto, no obstante, que sin la intervención de Hitler, a Rommel no se le asignaría el mando de una división panzer en 1940 (el OKH le asignó el mando de una división de montaña), como es igual de cierto que sin la relación especial y privilegiada que mantuvo con Hitler, Rommel no podría jamás dirigir como lo hizo sus campañas militares de 1941-1942 en el Desierto Occidental de África del Norte, puenteando muchas veces a sus superiores directos, italianos y alemanes. Que Rommel, junto con Dietl, era el general favorito de Hitler durante la mayor parte de la guerra es un hecho. Que Rommel mantuvo su fe en Hitler durante la mayor parte de la guerra, también. ¿Pero convierte esto a Rommel en un nazi? Difícilmente, salvo que se quiera construir un mito de verdad. No hay un solo indicio, no digo ya una prueba, de un comentario positivo de Rommel sobre las aberrantes políticas raciales del régimen nazi. No hay un solo caso en su expediente militar de la comisión de un solo crimen de guerra. Su trato a los prisioneros de guerra fue correcto. El único “crimen” que se le puede reprochar a Rommel es haber servido a un dictador y a un régimen político criminales. Y bajo este parámetro no se salva nadie de la Wehrmacht.
Sobre el supuesto mito de Rommel como un comandante brillante remito a lo que expresé en su momento en viewtopic.php?f=7&t=1093 Rommel tuvo aciertos y errores como absolutamente todos los comandantes de todos los ejércitos que participaron en la IIGM. Las primeras críticas hacia la competencia militar de Rommel vinieron de algunos oficiales de la Wehrmacht, y luego las aceptaron un buen número de historiadores y militares acríticos con esas valoraciones auténticamente tendenciosas e interesadas. Fueron Halder y algunos de sus oficiales de EMG quienes descalificaron a Rommel diciendo que despreciaba la logística. Es para desternillarse de la risa, si uno tiene en cuenta que el mayor desprecio alemán que se hizo de la logística en la guerra lo encabezó Halder en la planificación operacional de la Operación Barbarroja. Y el mayor detractor de Rommel como estratega del uso de las divisiones panzer fue el General der Panzertruppe Leo Freiherr Geyr von Schweppenburg, comandante del Panzergruppe West en Normandía y, más tarde, Inspector General de las Panzertruppen sustituyendo a Guderian. Lo cierto es que en la llamada Panzerkontroverse de Normandía, quienes estaban equivocados fueron Geyr, Rundstedt y Guderian por defender un axioma doctrinal que, sin embargo, no tenía aplicación práctica en las circunstancias del verano de 1944, donde la aviación aliada ejercía la supremacía total de los cielos. Rommel lo sabía y por ello defendió la postura acertada. Lamentablemente para todos ellos, Hitler tiró por la calle de en medio.
En cuanto a la participación de Rommel en la conspiración del 20 de julio de 1944 remito igualmente a viewtopic.php?f=4&t=9487 Nadie puede afirmar o negar el conocimiento y la participación de Rommel con total certeza. Sin embargo, existen un montón de pruebas, que aunque no son concluyentes no se pueden ignorar, que apuntan a que Rommel conoció y apoyó finalmente el atentado y golpe de estado contra Hitler.
En suma, sólo puedo entender esta tendencia crítica hacia la vida y carrera militar de Rommel, y el respeto mayoritario que tiene dentro y fuera de Alemania, desde la perspectiva del negocio editorial, desde la envidia o desde visiones ideológicas espurias. Que sobre Rommel se ha exagerado mucho en sus cualidades es un hecho, como lo es el que la propaganda nazi, primero, y occidental, después, lo apuntaló como el “buen general” y como símbolo de la propaganda interesada de presentar a la Wehrmacht como “limpia y honorable” (esto sí que es una rotunda falsedad) en el contexto de la Guerra Fría y el rearme alemán. Pero de ahí a intentar desbancarlo de su merecido y digno pedestal va un abismo. La leyende de Rommel, en su mejor sentido, continúa prevaleciendo en Alemania y en los monumentos y calles que tiene dedicados.
Más allá de las competencias estrictamente militares, yo, salvo dos únicas excepciones, no siento admiración por ningún general de los que participaron en la IIGM. Las dos excepciones son precisamente, y por diferentes motivos, Wüstenfuchs y Tiger Jack, el primero el general alemán más valiente e íntegro de la IIGM; el segundo el más digno y humano de los generales.
(1) https://en.wikipedia.org/wiki/Rommel_myth
Saludos cordiales
JL
Dice Wikipedia que “el 'Mito Rommel' es una frase usada por un número de historiadores en referencia a las comunes representaciones del mariscal de campo alemán Erwin Rommel como un comandante apolítico y brillante, y una víctima de la Alemania nazi debido a su participación en el complot del 20 de julio contra Hitler. Según estos historiadores, que tienen un visión crítica de Rommel, tales representaciones no son correctas” *.
Desde luego, estas representaciones -comandante apolítico y brillante, y víctima de la Alemania nazi por su participación en el atentado del 20 de julio de 1944- no tienen nada de mito en su acepción de “Persona o cosa a la que se atribuyen cualidades o excelencias que no tiene”, pues Rommel tuvo esas tres cualidades. Si aplicamos mito en su acepción de “Persona o cosa rodeada de extraordinaria admiración y estima”, entonces nada tengo que objetar.
En primer lugar, Rommel fue un comandante apolítico hasta el momento en que muy probablemente supo y aceptó los objetivos de los círculos de los conspiradores en Berlín y París. Fue apolítico en el sentido que tenemos de una persona que no se preocupa especialmente de los asuntos de la vida política de su país y, sobre todo, no participa activamente para influir en esos asuntos. No fue apolítico en el sentido de que nadie es apolítico, pues toda persona tiene unas inclinaciones políticas o ideológicas y su vida se ve afectada por las decisiones políticas de su gobierno. Pero cuando se quiere significar que Rommel no fue un militar realmente apolítico, afirmando que lo contrario es un mito, se está afirmando o insinuando que Rommel fue un nazi, un militar comprimetido con el nacionalsocialismo. Simplemente, esto es falso.
Algunos detractores de Rommel basan su argumentos para calificarlo como nazi en que acogió con entusiasmo la llegada de Hitler al poder. El argumento es superficial, pues los oficiales del entonces Reichswehr aceptaron de buen grado la llegada de Hitler al poder. Los únicos altos oficiales que eran contrarios al nombramiento de Hitler como Canciller del Reich se cuentan con los dedos de una mano, y eran precisamente aquellos que estaban metidos hasta el cuello en la política. Me refiero al entonces canciller general Schleicher y su entorno (Hammerstein y Bredow). El común de los militares suele ser de tendencia política conservadora -ayer y hoy- y esto ocurría especialmente en la Alemania de Weimar dentro de un cuerpo de oficiales que había visto socavados su poderío y posición política y social por el Tratado de Paz de Versalles y por los partidos políticos de la República de Weimar. A principios de la década de 1930, la República de Weimar estaba agonizando como forma de estado; atacada desde la extrema izquierda y desde el centro-derecha del espectro político, Alemania caminaba inexorablemente hacia un régimen autoritario (no inexorablemente hacia el nazismo). Así que no es de extrañar que cuando el presidente Hindenburg nombró canciller a Hitler en enero de 1933, la inmensa mayoría de los miembros del cuerpo de oficiales del Reichswehr recibieran la noticia con alegría y esperanza. Creían sinceramente que Hitler podía devolver a Alemania y a sus fuerzas armadas todo el poder que le habían amputado la derrota militar en la Gran Guerra y el Tratado de Paz de Versalles. En unas fuerzas armadas condenadas por mor de ese tratado a tener una fuerza de sólo 104.000 hombres, sin armas modernas, era lógico que sus miembros recibieran con agrado, e incluso entusiasmo, a quien prometía romper con ese odiado tratado. Todos los conspiradores del 20 de julio de 1944, comenzando por el propio coronel Stauffenberg, sintieron y manifestaron eso en 1933.
Otro argumento es que Rommel acogió de buen grado la eliminación del liderazgo de la SA en el verano de 1934, durante la llamada “Noche de los Cuchillos Largos”. Este argumento es igual de superficial que el anterior, y por los mismos motivos. La SA era vista por el cuerpo de oficiales como una amenaza real de usurpar las funciones del Reichswehr y cambiarlo por un ejército de milicias. Aunque muchos oficiales, Rommel incluido, no aprobaron los métodos para la eliminación de su liderazgo, se sintieron finalmente aliviados por la eliminación de esta amenaza. Los conspiradores del 20 de julio de 1944 también.
Sin embargo, el argumento central de los detractores de Rommel en este aspecto de su supuesta relación con el nazismo, incluso quienes lo califican directamente de nazi, gira en torno a su relación con Hitler. Es incuestionable que ambos hombres sintieron mutua admiración durante la mayor parte del tiempo desde que Rommel fue nombrado por Hitler comandante de su batallón de escolta en octubre de 1938. Con anterioridad a esta fecha la relación entre ambos personajes fue sencillamente inexistente o del todo marginal. Las cuentas de Irving y Reuth que sitúan la atención de Hitler por Rommel en 1936 son falsas (pertenecen a 1939), tal como demostró Remy y tal como recoge el enlace citado de la Wikipedia. Y las relaciones de Rommel con la HJ, a través de Schirach, fueron tirantes y acabaron mal. Rommel nunca se afilió al NSDAP ni a ninguna de las organizaciones de la SS. Es cierto, no obstante, que sin la intervención de Hitler, a Rommel no se le asignaría el mando de una división panzer en 1940 (el OKH le asignó el mando de una división de montaña), como es igual de cierto que sin la relación especial y privilegiada que mantuvo con Hitler, Rommel no podría jamás dirigir como lo hizo sus campañas militares de 1941-1942 en el Desierto Occidental de África del Norte, puenteando muchas veces a sus superiores directos, italianos y alemanes. Que Rommel, junto con Dietl, era el general favorito de Hitler durante la mayor parte de la guerra es un hecho. Que Rommel mantuvo su fe en Hitler durante la mayor parte de la guerra, también. ¿Pero convierte esto a Rommel en un nazi? Difícilmente, salvo que se quiera construir un mito de verdad. No hay un solo indicio, no digo ya una prueba, de un comentario positivo de Rommel sobre las aberrantes políticas raciales del régimen nazi. No hay un solo caso en su expediente militar de la comisión de un solo crimen de guerra. Su trato a los prisioneros de guerra fue correcto. El único “crimen” que se le puede reprochar a Rommel es haber servido a un dictador y a un régimen político criminales. Y bajo este parámetro no se salva nadie de la Wehrmacht.
Sobre el supuesto mito de Rommel como un comandante brillante remito a lo que expresé en su momento en viewtopic.php?f=7&t=1093 Rommel tuvo aciertos y errores como absolutamente todos los comandantes de todos los ejércitos que participaron en la IIGM. Las primeras críticas hacia la competencia militar de Rommel vinieron de algunos oficiales de la Wehrmacht, y luego las aceptaron un buen número de historiadores y militares acríticos con esas valoraciones auténticamente tendenciosas e interesadas. Fueron Halder y algunos de sus oficiales de EMG quienes descalificaron a Rommel diciendo que despreciaba la logística. Es para desternillarse de la risa, si uno tiene en cuenta que el mayor desprecio alemán que se hizo de la logística en la guerra lo encabezó Halder en la planificación operacional de la Operación Barbarroja. Y el mayor detractor de Rommel como estratega del uso de las divisiones panzer fue el General der Panzertruppe Leo Freiherr Geyr von Schweppenburg, comandante del Panzergruppe West en Normandía y, más tarde, Inspector General de las Panzertruppen sustituyendo a Guderian. Lo cierto es que en la llamada Panzerkontroverse de Normandía, quienes estaban equivocados fueron Geyr, Rundstedt y Guderian por defender un axioma doctrinal que, sin embargo, no tenía aplicación práctica en las circunstancias del verano de 1944, donde la aviación aliada ejercía la supremacía total de los cielos. Rommel lo sabía y por ello defendió la postura acertada. Lamentablemente para todos ellos, Hitler tiró por la calle de en medio.
En cuanto a la participación de Rommel en la conspiración del 20 de julio de 1944 remito igualmente a viewtopic.php?f=4&t=9487 Nadie puede afirmar o negar el conocimiento y la participación de Rommel con total certeza. Sin embargo, existen un montón de pruebas, que aunque no son concluyentes no se pueden ignorar, que apuntan a que Rommel conoció y apoyó finalmente el atentado y golpe de estado contra Hitler.
En suma, sólo puedo entender esta tendencia crítica hacia la vida y carrera militar de Rommel, y el respeto mayoritario que tiene dentro y fuera de Alemania, desde la perspectiva del negocio editorial, desde la envidia o desde visiones ideológicas espurias. Que sobre Rommel se ha exagerado mucho en sus cualidades es un hecho, como lo es el que la propaganda nazi, primero, y occidental, después, lo apuntaló como el “buen general” y como símbolo de la propaganda interesada de presentar a la Wehrmacht como “limpia y honorable” (esto sí que es una rotunda falsedad) en el contexto de la Guerra Fría y el rearme alemán. Pero de ahí a intentar desbancarlo de su merecido y digno pedestal va un abismo. La leyende de Rommel, en su mejor sentido, continúa prevaleciendo en Alemania y en los monumentos y calles que tiene dedicados.
Más allá de las competencias estrictamente militares, yo, salvo dos únicas excepciones, no siento admiración por ningún general de los que participaron en la IIGM. Las dos excepciones son precisamente, y por diferentes motivos, Wüstenfuchs y Tiger Jack, el primero el general alemán más valiente e íntegro de la IIGM; el segundo el más digno y humano de los generales.
(1) https://en.wikipedia.org/wiki/Rommel_myth
Saludos cordiales
JL