¡Hola a todos!
Montellano escribió:
Se ha indicado a lo largo del hilo que los daños al esfuerzo de guerra alemán supondrían un acortamiento de la guerra, lo que parece una obviedad. Pero se nos escapa un detalle sutil: esa obviedad tiene valor desde la perspectiva de una victoria aliada que ahora conocemos (y que cuanto más nos acercamos al inicio de la guerra menos evidente resultaba para el común de los observadores). Sin tener en cuenta el punto de partida que indico, podríamos argumentar que los bombardeos alemanes de Varsovia, Rotterdam, Belgrado o Londres ayudaban a acortar la guerra… hacia una victoria alemana.
Aquí hay varias cuestiones. En primer lugar, hay que distinguir los bombardeos contra objetivos de guerra (centros de producción, aeródromos, instalaciones portuarias, centros de comunicaciones, etc.) de los bombardeos de terror (ataques aéreos indiscriminados contra la propiedad y la población civil). Los primeros eran (y son) actos de guerra legítimos; los segundos eran (y son) crímenes de guerra.
Los bombardeos alemanes contra Varsovia y demás ciudades que has apuntado fueron crímenes de guerra, esto es bombardeos de terror cuyo único objetivo era minar la moral del enemigo. Los alemanes ya habían experimentado con este tipo de bombardeo de terror en España durante la GCE y con el beneplácito de Franco. Aquí, en España, se demostró que no servían para acortar la guerra (que, por otra parte, Franco no perseguía), sino simple y llanamente para aterrorizar a la población civil. Tampoco sirvieron en Varsovia para acortar la guerra. Tampoco sirvieron los bombardeos de terror alemanes contra Moscú de finales de julio-principios de agosto de 1941 para acortar la guerra. En breve, los bombardeos de terror no sirvieron para acortar la guerra en ningún caso; ni siquiera los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaky, que fueron bombardeos de terror, sirvieron para torcer la voluntad japonesa de continuar la guerra.
En cambio, los bombardeos estratégicos, cuando fueron precisos y eficaces, contra los centros de producción, comunicaciones, infraestructuras, etc., sí sirvieron para reducir considerablemente el esfuerzo de guerra del enemigo y, con ello, allanar el camino de las fuerzas combatientes.
En segundo lugar, hasta 1943-44 ninguna fuerza aérea beligerante tuvo capacidad para llevar a cabo con eficiencia y eficacia un bombardeo estratégico que merezca este nombre. No había bombarderos estratégicos ni en cantidad ni en calidad. Y a partir de esa fecha, sólo las fuerzas aéreas anglo-estadounidenses consiguieron suficiencia en estos dos aspectos. Los soviéticos nunca pudieron hacerlo; ni por supuesto los alemanes o los japoneses.
Montellano escribió:
Es cierto que se ha llegado a argumentar que pese al resultado final de victoria aliada, la campaña de bombardeo estratégico en realidad alargó la contienda en vez de acortarla. Es lo que expone C. Caballero Jurado en las conclusiones finales del tomo 20 de la serie sobre la Segunda Guerra Mundial publicada por El Mundo. La argumentación es que el enorme esfuerzo material y humano de creación, mantenimiento y empleo de la fuerza aérea estratégica hubiera rendido más dividendos con la implementación de mejores fuerzas terrestres anglo-aliadas aplicadas a un segundo frente a partir de 1942.
Desde el punto de vista meramente cuantitativo y material ¿sería concebible que la alianza anglo-americana hubiera cosechado un éxito más rápido con ese enfoque más terrestre?
Yo nunca he topado en mis lecturas con tal argumentación, que aventuro me parece disparatada por varias razones.
En primer lugar, sin las campañas de bombardeos estratégicos iniciadas por los aliados occidentales a mediados de 1943 en adelante, el esfuerzo de guerra alemán se multiplicaría en eficiencia y eficacia.
En segundo lugar, sin dichas campañas los alemanes podrían cambiar el esfuerzo de guerra aéreo hacia la ofensiva, y no, como pasó en la realidad, hacia la defensiva.
En tercer lugar, y como consecuencia de los puntos anteriores, los aliados (URSS incluida) tendrían muchísimos más problemas con la ejecución, desarrollo y sostenimiento de sus operaciones ofensivas, pues verían una mayor cantidad y calidad en las fuerzas alemanas que se le oponían (no sólo en aviación, sino en tanques; y en ambos casos en tripulaciones). Por poner un ejemplo ilustrativo: ¿alguien se imagina el desembarco aliado de Normandía sin las campañas previas y simultáneas de bombardeo estratégico contra la retaguardia alemana?
En cuarto lugar, ni en 1942 ni en 1943 estaban los aliados occidentales en disposición de abrir un segundo frente con posibilidades de éxito, si con ello significamos la operación
Overlord o una similar. En 1942 era totalmente imposible; tremendamente difícil en 1943. Y en 1944 no hubiera sido posible sin esas campañas aéreas que se pretenden abortar en este disparatado escenario.
Por último, pero no por ello menos importante, hay un factor crucial que se olvida a menudo al analizar las operaciones ofensivas de los aliados occidentales. En todas ellas se priorizó, hasta donde era posible, asegurarse el menor número de bajas. Por distintos motivos, aunque todos ellos relacionados, los aliados occidentales no se podían permitir tener un número desproporcionado de bajas de personal, no sólo porque ya tenían problemas por falta de reservas (especialmente Gran Bretaña), sino porque políticamente (desde la oposición) y socialmente (en todas sus esferas) eran intolerables y no se podían asumir. Y a mí me parece que fue un acierto pleno. Los alemanes tenían la guerra perdida ya desde finales de 1941, y en 1943-44 más que perdida. Esta perspectiva fue determinante para Montgomery, que fue el militar que mejor administró la guerra en el campo de batalla. Todas las operaciones ofensivas de Montgomery, desde 1942 en Egipto con El Alamein, estuvieron guiadas por la salvaguarda de sus tropas más que por cualquier otro factor ofensivo relacionado con la rapidez de su ejecución. Esta estrategia de cubrir todas las necesidades para una planificación y ejecución ofensiva (desde la logística hasta las armas y el personal) tenía sus desventajas, pues la mayoría de las veces el tiempo necesario que se empleaba en ello era tiempo que el enemigo aprovechaba para escapar o reorganizarse. Pero garantizaba, hasta donde era posible, la salvaguarda del mayor número de tropas.
Ni británicos ni estadounidenses podían permitirse (por mor de la naturaleza política de sus regímenes políticos) la cantidad de bajas que soportaron los alemanes (un estado totalitario), especialmente a partir de 1944, o los soviéticos (otro estado totalitario), desde el mismo principio hasta el final de la guerra. Los aliados occidentales tenían los medios y el personal suficiente para derrotar completamente a los alemanes sin necesidad de apurar sus operaciones. Precisamente, cuando las apuraron para intentar acortar la guerra (como el caso de
Market Garden) fracasaron. Y fracasarían igualmente de llevarse a cabo la contrapartida que quería Patton.
En fin, que el escenario que planteas, Montellano, me parece inviable en las circunstancias existentes en la época referida. Siempre sería posible acortar la duración de la guerra, probablemente en tres o cuatro meses. ¿Pero a qué precio? ¿Cuántas vidas innecesariamente perdidas valdrían esos tres o cuatro meses? ¿Una cifra similar a la que cosechó el Ejército Rojo por las prisas de Stalin desde finales de 1944? ¿O una cifra terriblemente similar a la que cosecharon los alemanes desde el verano de 1944 por la sed de sangre y el fanatismo demente de su propio dictador?
Saludos cordiales
JL