¡Hola a todos!
maximus escribió:Muy agradecido por la aclaración sobre si Inglaterra era en 1941 el único enemigo de la Alemania nazi. De lo que estamos hablando por tanto es de que
la posibilidad que tenía Alemania en 1940 de seguir beneficiándose del pacto Molotov-Ribbentrop de 1939 durante, al menos, un par de años más, tiempo sobrado para que Alemania sacase a Gran Bretaña de la guerra. Sólo el fanatismo ideológico de Hitler lo impidió.
o sea, que se podía haber retrasado la guerra rusoalemana un año, por lo menos, y la última frase hace alusión a causas ideológicas para ese adelanto.
Por lo que yo conozco, sin embargo, los estrategas alemanes en 1941 se hallaban preocupados por el creciente rearme de la Unión Soviética. Consideraban que el ejército rojo se hallaba en plena reconstrucción y, por lo tanto, atacando cuanto antes habría más posibilidad de que existiese menor resistencia. Hay que tener en cuenta que ellos infravaloraban en mucho el potencial defensivo soviético y pensaban que en 1942 la URSS sería más fuerte que en 1941. Esto parece más una motivación estratégica que ideológica. Además, el mismo "Plan Oldenburg" para el futuro de los territorios rusos, ya menciona que estos territorios permitirían a Alemania obtener los recursos naturales necesarios para continuar la guerra.
Estimado Maximus, los estrategas alemanas en 1941 (aunque no precisas la fecha me imagino que te refieres al tiempo previo a la invasión alemana de la URSS) estaban preocupados con todo lo concerniente a la Unión Soviética y el Ejército Rojo porque sabían –ya unos cuantos desde finales de julio de 1940 y todos los demás desde diciembre de 1940- que iban a atacarla inminentemente. No hay, pues, nada extraño en esa “preocupación”.
Lo que debes preguntarte es lo que pensaban los estrategas militares alemanes tras la firma del armisticio con Francia a finales de junio de 1940. Todos ellos se hacían la misma pregunta: ¿cómo acabar con Gran Bretaña? Y hubo varias propuestas en el terreno militar de las que sólo tres fueron aceptadas por Hitler en grado bien distinto: la invasión de las islas (León Marino), el bombardeo aéreo de los centros neurálgicos ingleses y sus puertos y la eliminación de la RAF de los cielos, y la captura de Gibraltar (Operación Félix). Sólo la propuesta aérea logró su fase de planificación y ejecución; las otras dos nunca pasaron la fase de planificación (Félix) y preparación (León Marino). Pero había otra propuesta, la única que merecía el nombre de auténtica estrategia militar para derrotar a GB, que era la presentada y defendida por el jefe de la Kriegsmarine, el almirante Raeder. La estrategia de Raeder consistía en una guerra de aproximación o guerra asimétrica que se materializaría en: la toma de Gibraltar y Malta (Malta era una perita en dulce en cualquier momento del verano de 1940; los británicos la abandonaron el mismo día o al día siguiente de la declaración de guerra de Italia. Tomarla entonces hubiera sido un juego de niños), la expulsión de los británicos de Egipto con la toma de Alejandría y el Canal de Suez, y, en consecuencia, lograr la supremacía del Mediterráneo, cerrando esta ruta marítima al tráfico mercante británico y al enseñoramiento de la Royal Navy; la guerra submarina, de superficie y aérea contra el tráfico mercante británico en el Atlántico. Esta estrategia del gran almirante Raeder -que el general Jodl acuñó con el nombre de “
estrategia periférica”- era sólo el principio de un plan todavía mucho más ambicioso, pero para lo que debatimos sólo nos interesa, de momento, esa primera parte de la estrategia periférica, que era la necesaria para que GB claudicara.
Evidentemente, adoptar esa estrategia supondría para Hitler considerar el teatro del Mediterráneo y África del Norte como el centro de gravedad de la guerra; concentrar el grueso de la producción bélica en los submarinos y bombarderos, principalmente, y disponerse a jugar una partida de ajedrez en la que el jaque mate al rey británico (Churchill) sólo podría darse tras una serie de movimientos relativamente larga. Pero Hitler era un individuo cuya naturaleza no estaba dotada para este tipo de jugadas, o en otras palabras, no era hombre de mente flexible y alcance estratégico, sino más bien un pertinaz oportunista que lo quería todo y lo quería ya. Y si bien no era un diletante militar hasta el grado de un Mussolini o un Stalin (aunque Stalin sí era un hombre de pensamiento estratégico, alguien que en este aspecto podía dar lecciones a Hitler), no estaba dispuesto a permitir que la Wehrmacht tuviera una unidad de mando (pues el principio de mando hitleriano descansaba precisamente en el “divide y vencerás”), posibilitando con ello que un mando conjunto concentrase la planificación única de las tres armas de la Wehrmacht. El OKW no era otra cosa que el personal encargado de darle forma de directriz u operativa a las órdenes de Hitler, a galaxias luz de lo que fue más tarde el mando conjunto de estado mayor aliado en 1943-1944. Como consecuencia de esta carencia de mando unificado central, el Heer, la Luftwaffe y la Kriegsmarine trabajaron cada uno por su lado, con planes diferentes o, en su defecto, criterios distintos, cuando no, como en el caso de la Luftwaffe, despreciando absolutamente los planes del Heer y la Kriegsmarine. Y donde no hay unidad de esfuerzo hay dispersión de recursos. Por otra parte, ese diletante de la estrategia militar –aunque consumado genio intuitivo del oportunismo militar- permitió que un diletante militar de envergadura insuperable como era Mussolini, y sus asesores militares (mayoritariamente incompetentes), emprendiera por propia iniciativa y de forma independiente un par de campañas militares de consecuencias funestas.
No fue pues la falta de una estrategia militar viable (yo diría que excelente, pues casaba a la perfección con los recursos militares alemanes del momento en aras del objetivo deseado: sacar a GB de la guerra; era la respuesta adecuada a la situación estratégica político-militar dada) lo que hizo que Hitler desviase su mirada hacia el Este en busca de esa estrategia que –según Maximus o la tesis que sostiene Maximus, y también según Hitler teatralmente quiso hacer ver a sus generales, primero, y al pueblo alemán, después- no tenía en el Oeste. Pero hay más.
Desde finales de mayo hasta primeros de septiembre de 1940 Hitler estuvo convencido, si bien en diferentes grados, de que Gran Bretaña finalmente se avendría a sentarse a una mesa de negociaciones. Desde el absoluto convencimiento de mayo-julio, Hitler llegó gradualmente a la decepción final de septiembre, cuando comprendió (si bien en el fondo se negó a aceptarlo) que GB no aceptaría un armisticio. Durante esos meses preciosos Hitler había perdido el tiempo y, lo que es peor, había quemado innecesariamente a su fuerza aérea. Fue entonces, a partir de septiembre, cuando quiso jugar –nuevamente en su forma compulsiva- la baza política. Hasta entonces había permitido que, a través de diferentes medios, se iniciaran contactos y conversaciones secretas con los británicos -directa o indirectamente- conducentes a ofrecer una paz honorable a GB. Pero a partir de entonces, se dedicó a buscar como un poseso –aunque en realidad a cumplir meramente un trámite- una coalición política para formar un frente anti-británico en el Mediterráneo (conversaciones con Petain y Franco en otoño) o a intentar desviar los intereses soviéticos en contra de los británicos (conversaciones con Molotov en noviembre).
Pero la verdadera realidad es que Hitler ya había decidido en su fuero interno hacia finales de julio de 1940 –cuando dio las primeras instrucciones extraoficiales a Halder para estudiar un ataque a la URSS- que su batalla verdadera sería contra la Unión Soviética. Desde esas fechas hasta su decisión irrevocable de invadir a la URSS, tras su reunión con Molotov en noviembre, Hitler simplemente fue esclavo de sus prejuicios ideológicos. Nunca durante ese tiempo se impusieron en él la realidad política y la lógica militar, y en vez de atrapar la estrategia político-militar que tenía delante de sus narices, simplemente se dejó llevar por la fuerza de sus impulsos naturales e ideológicos, que inexorablemente lo conducían al Este. No hay duda alguna de que también el servicio de inteligencia británico y la política exterior de Churchill contribuyeron con un buen empujoncito. Tomada la decisión de invadir a la URSS, vino luego el terreno en el que Hitler era un maestro inigualado: el de la propaganda y manipulación, no sólo de su pueblo sino también de sus jefes militares.
Tenía que explicar a sus comandantes militares por qué debían atacar a la Unión Soviética, ataque que como dijo a Keitel y Jodl tras la derrota de Francia sería un “juego de niños” (
Sandkastenspiel), según nos cuenta el profesor Kershaw en su segundo volumen sobre Hitler, en el capítulo “El cenit del poder”, cuya lectura es muy recomendable para comprender lo que estamos debatiendo en estos últimos mensajes. Fue entonces cuando Hitler afirmó, sin ningún rubor, a sus generales que para derrotar a GB era necesario derrotar a la Unión Soviética, según él la última esperanza (junto con Estados Unidos, pero éstos no estarían en disposición de participar activamente en la guerra hasta, al menos, 1942) de Gran Bretaña en la guerra. Si vencía a la Unión Soviética – ¡y quién lo iba a dudar!- entonces GB tendría que claudicar forzosamente. Pero además también les dijo, si me permitís la licencia, que si dejaban crecer la amenaza soviética, entonces ese juego de niños se convertiría en un trabajo de hombres. Pero no había nada más falaz; la URSS era una amenaza potencial para Alemania, qué duda cabe, pero no era una amenaza inminente ni en 1940 ni en 1941, como quiso hacer creer la propaganda nazi, primero, con la justificación de una guerra preventiva ante el pueblo alemán y ante el mundo, y como quisieron hacer creer muchos años más tarde Suvorov y compañía. Esta última cuestión creo haberla dejado bien esclarecida en:
http://wwwsegundaguerr.superforos.com/v ... php?t=1410
Así pues, a pesar de lo que Hitler expresara a sus jefes militares y a su pueblo, no fueron razones estratégicas de índole militar o política las que clavaron su mirada en el Este en el verano-otoño de 1940, pues tenía a su alcance (y se lo había hecho saber sin ningún género de dudas su almirante Raeder) la estrategia militar adecuada para vencer a GB y también la estrategia política –la había tanteado sin mucha convicción- para tal fin. Y tampoco fueron razones económicas de largo alcance, pues los recursos que podía obtener en la Unión Soviética para continuar la guerra (una ya nueva guerra), los podía obtener con la estrategia periférica de Raeder contra GB para poner fin a la guerra que entonces tenía exclusivamente contra GB. Y entonces podría dar rienda suelta a su insaciable apetito de conquista y destrucción iniciando una nueva guerra contra la URSS, después de haber acabado la guerra contra GB. Una victoria contra GB en 1940-1941 no sólo proporcionaría a Hitler un nuevo escenario desde el cual reconsiderar su planificación económico-militar contra la URSS, sino que también le brindaría un frente político común óptimo para la lucha contra la URSS (pues con GB fuera de la guerra a los países europeos ya vencidos, aliados de Alemania o neutrales, sólo les quedaría la disyuntiva de abrazarse a la causa soviética o a la nazi, y por esas fechas –todavía un poco distantes del horror nazi que más tarde se desató- la elección parece obvia). No busquemos, pues, las causas de ese viraje al Este en esas pretendidas razones que se han expuesto, pues caeríamos también nosotros bajo el hechizo de esa consumado manipulador que fue Hitler. La razón primordial de ese cambio de rumbo está bien visible en la obcecación ideológica de Hitler, en la razón vital de su ser: el exterminio del judeo-bolchevismo.
Cita de Maximus: [“
Hay que recordar lo que ya apunté en el post anterior: en 1941 era casi segura la intervención norteamericana. Si los británicos eran derrotados del Mediterráneo y su Imperio aniquilado, los norteamericanos no hubieran podido dejar de intervenir, so pena de que Churchill mismo se viese desplazado en la política interna británica.”]
Esta apreciación no resiste un análisis serio de la realidad. Estados Unidos no estaba en disposición de intervenir militarmente de forma sustancial en la guerra europea de 1940-1942. Esto ya se demostró tal cual fue la realidad. Por ejemplo, en el terreno vital del aporte de flota mercante a los británicos, los estadounidenses no consiguieron estabilizar el balance entre flota destruida-flota construida hasta mediados de 1943. En el terreno de la intervención puramente militar, no completaron la larga fase de movilización-activación-entrenamiento-equipamiento-transporte y despliegue al teatro de operaciones hasta el otoño de 1942. Pero todo esto contando con la plataforma imprescindible que suponía el control de las islas británicas. Sin esa plataforma, su intervención militar sería simplemente una utopía. Y con el supuesto de GB fuera de la guerra, la participación activa de EE.UU. en una previsible guerra germano-soviética era, cuando menos, dudosa.
Saludos cordiales
José Luis