A PIE FIRME. LA DOCTRINA DEFENSIVA ALEMANA EN EL FRENTE RUSO

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Mensaje por Medina » Vie Jun 24, 2005 6:18 pm

La Orden de Defensa del Führer del 8 de Septiembre de 1942.
Adolf Hitler culpó al mando del Ejército Alemán de las crecientes dificultades defensivas en Rusia. De sus experiencias del invierno pasado, Hitler había concluido que los oficiales superiores del Ejército eran tímidos y que carecían de estómago para afrontar crisis. Más evidencias de esto, en opinión del dictador, habían llegado a lo largo del verano de 1942. Parecía para el Führer que, siempre que los ataques rusos penetraban las líneas alemanas, los comandantes de primera línea hacían poco pero lloriqueaban sobre fuerzas insuficientes y proponían peticiones alarmistas para realizar retiradas locales. A pesar de las órdenes vigentes contra retiradas, muchos comandantes recalcitrantes continuaban permitiendo a sus unidades subordinadas libertada de maniobra dentro de las profundidades de sus zonas defensivas, una política que, en opinión de Hitler, era meramente una excusa para retirarse. Además, basándose en sus propias experiencias de combate en el Frente Occidental como soldado de infantería durante la I Guerra Mundial, Hitler se consideraba un experto sobre tácticas defensivos y sus consejeros militares eran teóricos de cabecera sin conocimiento personal del combate defensivo. Enardecido por estas percepciones, Hitler decidió supervisar personalmente el desarrollo de las operaciones alemanas.

El 8 de septiembre de 1942, Hitler emitió sus instrucciones defensivas más detalladas de toda la guerra. Además de dirigir los proyectos actuales para mejorar las defensas alemanas, esta Orden de Defensa del Führer se remontó a un debate divagador que mezclaba principios operativos generales y detalladas instrucciones tácticas en una confusa mezcolanza. Trenzados en esta exposición estaban recuerdos personales ocasionales y dudosos ejemplos históricos. Escrito en el rimbombante estilo de Hitler, el documento entero era de más de once páginas de extensión. El General Halder, que habían protestado en vano el tono poco profesional y el contenido de las anteriores misivas del Führer, encontró todo el documento tan desagradable que rehusó permitir que su propio nombre apareciera en la versión publicada, incluso aunque ésta llevara el membrete del Estado Mayor del Ejército.

En la Orden de Defensa del Führer, Hitler desarrollaba varios temas confusos que mostraban un ominoso malentendido de las teorías doctrinales alemanes y las realidades del combate en el Frente Ruso. Hitler enfatizaba la conveniencia de aplastar los ataques soviéticos delante de las trincheras alemanas, evitando así totalmente el problema de las penetraciones enemigas en las posiciones defensivas alemanas. Aprovechando las experiencias de muchas unidades debilitadas, Hitler declaró que siempre era esencial para las unidades superadas resistir y combatir más que retirarse para maniobrar. Aunque esta idea tenía alguna validez en ciertos casos (según informaron aquellos comandantes de primera línea quienes sintieron que maniobrar con fuerzas débiles ensancharían fatalmente las penetraciones), era rotundamente contraria a todo el concepto de la defensa elástica en profundidad.

Hitler luego expresaba su descontento con los jefes de combate del Ejército. En la amargada opinión del Führer, muchas (quizás incluso la mayoría) de las penetraciones rusas sucedieron debido a la falta de determinación y de voluntad de parte de los comandantes alemanes. “No hay duda”, declaraba, “que algunas posiciones han sido abandonadas sin absoluta necesidad”. Los argumentos a favor de retiradas locales, continuaba, -a saber, que la pérdida de terreno era de poca consecuencia en los vastos límites rusos o que condiciones más ventajosas pueden ser creadas mediante retiradas- “son básicamente falsas”. Recogiendo vapor, Hitler citó ejemplos en los cuales la artillería alemana inmovilizada había sido abandonada en el lugar cuando las fuerzas rusas habían invadido ciertos sectores. Donde las piezas de artillería carecían de movilidad suficiente para redesplegarse, humeaba Hitler, entonces los artilleros, también, debían prepararse como cuestión de honor resistir y defender sus posiciones con sus armas portátiles hasta que, disparada la última bala y sin llegar ayuda, destruyeran sus propios cañones.

Lo que Hitler quería realmente, y lo que la dislocada Orden de Defensa del Führer gradualmente aclaraba, era un regreso a la rígida y sostenedora de terreno defensa linear que los alemanes habían practicado antes de la adopción de la Defensa Elástica durante el invierno de 1916-17. “Deliberadamente vuelto con este concepto [de una defensa linear continua] al estilo de defensa que fue empleado con éxito en las duras batallas defensivas hasta finales del año 1916”. En estas batallas, recuerda Hitler, el enemigo había poseído una abrumadora superioridad en hombres y material, incluso “incomparablemente más alta que [fue] el caso en algunos lugares del Frente del Este”, y habían logrado inflingir fuertes bajas a las defensores. “A pesar de esto, el enemigo logró solamente avances insignificantes tras semanas de combates con fuertes pérdidas para él”.

Como oficiales alemanes históricamente imparciales reconocieron, el uso de Hitler del ejemplo del combate de 1916 era falso. Manteniendo los sacrificios del Ejército Imperial Alemán en la Batalla el Somme como modelo de virtuosidad táctica, Hitler ignoraba el desenlace resultante: el Ejército Alemán había cambiado deliberadamente su doctrina defensiva tras las costosas batallas de 1916 precisamente porque sus propias bajas eran inaceptables para utilizar las tácticas de rigidez linear y porque la Defensa Elástica hacía un uso más eficiente de los limitados efectivos de Alemania. Aunque más eficiente, la Defensa Elástica requería un abandono temporal de terreno cuando la necesidad táctica lo dictaba –una noción que iba contra el grano de la megalomanía de Hitler y que él por lo tanto deseaba desterrar de las mentes de sus jefes de batalla.

Incluso aunque sus observaciones generales eran implícitamente críticas de las prácticas doctrinales del Ejército, a Hitler le faltó poco para un rechazo rotundo de la Defensa Elástica. Ciertamente, uno de los aspectos más confusos de la Orden de Defensa del Führer era el medio por el cual Hitler combinaba con mucha palabrería los conceptos doctrinales establecidos (profundidad, potencia de fuego, contraataque) con sus propias visiones enfebrecidas del combate defensivo.

Sin embargo, los lectores cuidadosos notan que enterradas en la prosa de Hitler están tres conceptos específicos que son evidentemente incompatibles con las prácticas estándares alemanas.

Primero, Hitler propuso desviar unidades con objeto de congregar fuerzas en el camino de los ataques rusos: “Cuando el atacante se descubre a sí mismo en una sección particular del frente con objeto de concentrar potentes fueras en otro sector de ataque, por lo tanto la defensa debe responder por el mismo método y en igual grado... Es necesario retirar inmediatamente divisiones de áreas densamente defendidas para que puedan ser desviadas a los sectores amenazados”. Bajo circunstancias normales, reforzar sectores amenazados tendría un poco más de importancia que la prudencia militar ordinaria. Sin embargo, combinada con la obsesiva insistencia de Hitler de mantener el terreno, tal desvío lateral de fuerzas solamente prometía situar grandes concentraciones de tropas alemanas en el yunque del Ejército Rojo, provocando que fueran destrozadas por el peso de los golpes rusos. La Defensa Elástica procuraba desgastar los ataques enemigos mediante profundidad, maniobra y potencia de fuego y luego derrotar a las fuerzas de asalto enemigas por contraataques oportunos contra las debilidades enemigas. El esquema de Hitler planeaba acumular efectivos alemanes contra efectivos soviéticos superiores, apuntalando las defensas alemanas en puntos amenazados por el ataque ruso. Tal procedimiento podría ser exitoso embotando las ofensivas rusas sin pérdidas significativas de territorio; sin embargo, se haría invariablemente –como en el Somme en 1916- con un coste enorme de vidas alemanas.

Segundo, Hitler anunció su intención personal de intervenir aún más frecuentemente en el desarrollo de las operaciones defensivas en el este. En aún otra alusión histórica de dudosa veracidad, Hitler comparó esto a acciones durante la Gran Guerra en las que Hindenburg y Ludendorff habían tomado el control directo de las operaciones en el Frente Occidental. Por lo tanto, ya que tendría toda la información relevante disponible para ejercer estrecho control personal sobre futuras batallas, el Fúhrer ordenó a los comandantes de frente que les proporcionara mapas detallados (a una escala de 1:25.000) de sus posiciones, evaluaciones de las capacidades de las unidades, y su estado actual de suministro. Ampliando la propensión previamente mostrada por Hitler de interferir en las operaciones en el campo de batalla, este anuncio –que presagiaba la dirección de Hitler de enfrentamientos incluso a nivel de división- asestó otro golpe más al Auftraagstaktik y a la independencia de los jefes subordinados.

Finalmente, Hitler reiteraba su insistencia en resistir frente a una crisis defensiva. En un pasaje subrayado, la Orden de Defensa del Führer estipulaba que “ningún comandante de grupo de ejércitos o comandante de ejército tenía el derecho de permitir por su propia autoridad la ejecución de una retirada táctica sin mi aprobación específica”. Más que preocuparse por la retirada o maniobra evasiva, a los comandantes de primera línea se les ordenó emprender un prodigioso nuevo programa de atrincheramiento bajo el lema: “Trincheras y siempre más trincheras”.

Con estas instrucciones, Hitler señalaba a sus comandantes de combate su deseo de una implacable defensa posicional, que mantendría el terreno sin estimar bajas o sutilezas doctrinales. También hizo claro que estaba preparado para ejercer su propia autoridad hasta el extremo para asegurar el cumplimiento. Esta Orden de Defensa del Führer debió haber inquietado a los oficiales alemanes, prometiendo como hacía paralizar su dirección de las operaciones defensivas con aún más charlatanería doctrinal de Hitler.

A corto plazo, el daño a la doctrina defensiva alemana permaneció más potencial que real cuando las lluvias de otoño interrumpieron las operaciones durante un tiempo. Además, al implementar la Orden de Defensa del Führer, los comandantes de primera línea intentaron minimizar su impacto desorganizador dirigiéndola solamente a aquellas partes que soportaban los métodos existentes e ignorando selectivamente las sugerencias más desagradables de Hitler. El Grupo de Ejércitos Centro se contentó con la emisión de una breve orden ordenando el mejoramiento de trincheras y una segunda directiva prescribiendo la fortificación de centros logísticos y la construcción de obstáculos antitanque a gran escala (sobre todo zanjas) en su retaguardia utilizando el trabajo de civiles.

El General Gotthard Heinrici, comandante del Cuarto Ejército, discutió la Orden de Defensa del Führer y sus implicaciones con sus subordinados en un encuentro formal de mando y estado mayor el 25 de septiembre, pero se limitó sus instrucciones de implementación escritas a un memorando defensivo que trataba exclusivamente de asuntos técnicos. El comandante del LVI Cuerpo Panzer, notando que la Orden del Führer requería “la construcción de una posición defensiva de una clase equivalente a las de la Guerra Mundial de 1914-1918”, ingeniosamente expidió una solicitud para materiales de construcción que incluía 75.000 rollos de alambre de espino, 68.000 minas antitanque y 50.000 minas antipersonal. (Esta solicitud era desesperadamente optimista, ya que estas cantidades eran más del triple de las cantidades anteriormente entregadas durante todo el verano. Sin embargo, tales peticiones eran parte del “juego” y permitían culpar del futuro fracaso a la no entrega de los suministros solicitados).

El efecto inmediato más visible de la Orden de Defensa del Führer fue alguna mejora y estandarización de las defensas alemanas. El Cuarto Ejército, por ejemplo, condensó las instrucciones de Hitler en una directiva especificando una disposición defensiva estándar. No obstante la confusa dirección de Hitler, el despliegue prescrito por el Cuarto Ejército replicaba la Defensa Elástica a un grado que debería haber satisfecho al purista doctrinal más pedante. Aparte de algunas diferencias en nomenclatura (por ejemplo, las posiciones sucesivas dentro del área defensivo ya no eran mencionadas como “zonas” independiente sino más bien eran consideradas como partes de un todo común), el esquema del Cuarto Ejército casi completamente estaba de acuerdo con las prácticas de combate de 1917-18 y con las posteriores publicaciones doctrinales.

Por supuesto, los comandantes no pudieron evadirse del todo de la dirección de Hitler, y algunos cambios importantes en el énfasis se abrieron paso en las instrucciones de primera línea. El uso de reservas locales, por ejemplo, cambió sutilmente: en lugar de esperar la desorganización y el cansancio del enemigo dentro de las profundidades de la defensa, las reservas se esperaba ahora que se enfrentasen a las penetraciones enemigas tan pronto como sucedieran con objeto de reconquistar el frente original. Este cambio fue motivado por la impaciencia de Hitler por incluso la pérdida temporal de terreno e implicaba que el empleo de las reservas alemanas de allí en adelante sería provocado más por la pérdida de terreno que por la vulnerabilidad del enemigo para contraatacar. De la misma manera, las nuevas instrucciones incluían algo de la ambigüedad del propio pensamiento de Hitler. Para todo el énfasis de mantenerse a lo largo de la línea principal de resistencia, allí con frecuencia aparecía un simultáneo y aparentemente contradictorio énfasis de mejorar las posiciones defensivas en profundidad y a menudo en crear una segunda posición duplicada muy por detrás del frente original.

Aunque a los comandantes alemanes se les fue impuesto implementar los designios generales de Hitler, no estaban ciegos a las contradicciones o impracticabilidades de la Orden de Defensa del Führer. Incluso aunque él ordenó diligentemente a su Cuarto Ejército implementar la directiva del Führer, el General Heinrici envió una carta secreta al Grupo de Ejércitos Centro, censurando la imposibilidad de lograr aquellos estándares. Debido a la escasez de tropas de combate, Heinrici había ya extendido a sus divisiones a límites extremos, no dejando efectivos en absoluto para emprender nuevas construcciones o guarnecer posiciones más extensas. Por ejemplo, a lo largo del frente del Cuarto Ejército, no era raro para las trincheras que se situara de noche un equipo de sólo dos hombres para cada 60 a 100 metros de trinchera. Además, la competencia con las exigencias diarias para la seguridad local, patrullas, reparación de trincheras, entrenamiento, mantenimiento de equipo, y descanso hacía imposible realizar las tareas actuales adecuadamente, y mucho menos dar vida a los planes de Hitler de un proyecto de fortificación masiva. El simple hecho era, declaró Heinrici, que las posiciones presentes no podían ser incluso completamente aseguradas con las fuerzas existentes, como evidenciaba la permanente perdida de prisioneros y bajas por las partidas de incursión soviéticas.

Las quejas de Heinrici enfatizaban el principal problema defensivo de Alemania: la falta de hombres. Incluso aunque Hitler planeaba desterrar los problemas defensivos del Ejército Alemán emitiendo una frívola directiva, la Orden de Defensa del Führer no podía ser completamen-te implementada por la misma razón que las instrucciones del I Cuerpo habían ido incumpliendo anteriormente en el verano. No importa qué pudiesen decretar el cuartel general de Hitler, las divisiones alemanas que guarnecían el frente defensivo carecían de suficiente cantidad de soldados para realizar más que una defensa oportuna. Para cualquier mejora verdadera en las disposiciones defensivas alemanas, los efectivos de tropas tendrían que ser aumentadas sustancialmente. Finalmente, a mediados del verano de 1942, el Alto Mando Alemán intentó rectificar sus continuos problemas defensivos generando efectivos adicionales.

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Mensaje por Medina » Sab Jun 25, 2005 2:58 am

Reforzando los Efectivos de Combate.
En términos vulgares, los problemas de efectivos de la Wehrmacht eran insolubles. Alemania simplemente tenía demasiados pocos hombres en edad militar para enfrentarse con sus amplias exigencias. También, el constante mal manejo y mal uso de Alemania de los efectivos que poseía hicieron esta realidad aún más dura.

El Tercer Reich de Adolf Hitler asignó sus recursos humanos de manera similar a un bazar oriental, obligando al Ejército Alemán a abrirse paso a empellones a través de varias organizaciones militares, paramilitares, económicas, gubernamentales y del Partido Nazi como un rico comerciante de alfombra en busca de una ganga. Cada una de estas agencias competidoras defendían celosamente sus pretensiones de hombres en edad de reclutamiento por patronazgo e intriga política, privando así al ejército de seleccionar los efectivos muy necesitados en el frente. Los dos mayores rivales (y con la mayor influencia con Hitler) eran las SS y la Luftwaffe.

El aparato de reclutamiento de Alemania era manejado por el Alto Mando de las Fuerzas Arma-das, que negaba a las SS una parte de los reclutas. Las SS, que preferían llenar sus filas con voluntarios puros de todos modos, evadía esta exclusión reclutando enérgicamente hombres más jóvenes que aún no eran elegibles para el reclutamiento. (A comienzos de la guerra, el reclutamiento alemán solamente llamó a hombres de veinte años o más; muchos reclutas SS eran menores de hasta dieciséis años). Beneficiándose de la propaganda del Partido Nazi y del adoctri-namiento de las Juventudes Hitlerianas, las SS fue así capaz de trasvasar grandes cantidades de voluntarios altamente motivados para el servicio en sus propias unidades de campaña Waffen SS. Aunque las unidades de las Waffen SS sirvieron en el frente bajo el control del ejército, la duplicada maquinaria de entrenamiento y la burocracia administrativa mantenida por la Waffen SS desperdició miles de hombres que de otro modo habrían sido utilizado como tropas de combate. Además, muchos de los alistados de alta calidad atraídos a las Waffen SS como soldados rasos eran necesitados en el ejército como potenciales suboficiales y especialistas técnicos.

A comienzos de Barbarroja en 1941, las unidades de campaña de las Waffen SS sumaban seis divisiones completas y un puñado de batallones y regimientos independientes. Las bajas en batalla y una ampliación gradual de las fuerzas de las Waffen SS siguieron alejando hombres del ejército a un ritmo permanente hasta agosto de 1942, cuando Hitler sancionó una masiva ampliación de las unidades SS que doblaría las fuerzas de las Waffen SS en un año. Por lo tanto, precisamente en el momento en que el Ejército Alemán buscaba desesperadamente los medios de crear sus propios efectivos de primera línea a finales del verano de 1942, las Waffen SS se estaban convirtiendo en un consumidor incluso más voraz de recursos humanos alemanes.

Aún más frustrante para el Ejército Alemán fue la conducta de la Luftwaffe del Mariscal del Reich Hermann Göring. Como las SS, la Luftwaffe se benefició de una imagen elitista entre la juventud alemana y coherentemente atrajo grandes cantidades de fanáticos que eran materia prima de soldados. Con el acortamiento de sus actividades ofensivas aéreas desde la Batalla de Inglaterra de 1940, la Luftwaffe se encontró con un exceso de personal de apoyo terrestre. Un intento del Ejército de reclamar estos hombres para reciclarlos como reemplazos de infantería durante el verano de 1942 fue eludido por Göring, quien replicó a Hitler que el transferir a estos jóvenes “genuinamente nacionalsocialistas” al ejército los contaminaría al exponerlos “a un ejército que todavía tiene capellanes y dirigido por oficiales empapados con las tradiciones del Káiser”.

En cambio, a mediados de 1942, Göring ordenó que 170.000 hombres del personal aéreo sobrante fueran organizados en veintidós divisiones Luftwaffe de campo para su empleo como unidades terrestres en el frente. En opinión del Ejército, este remedio no prometía ningún alivio ya que estas unidades de la Luftwaffe serían casi seguramente de baja calidad debido a la inexperiencia y a la falta de mandos entrenados. Como el Mariscal de Campo von Manstein explicó en sus memorias: “Para formar a estas tropas excelentes en divisiones dentro del entramado de la Luftwaffe era una locura disparatada. ¿Dónde iban a adquirir el entrenamiento cuerpo a cuerpo necesario y la práctica de trabajar con otras formaciones? ¿Dónde iban a adquirir la experiencia de batalla tan vital en el este? y ¿Dónde iba a encontrar la Luftwaffe los comandantes de divisiones, regimientos y batallones?”. Estas preguntas fueron trágicamente contestadas a finales de 1942, cuando varias divisiones Luftwaffe de campo se deshicieron en su primera prueba de combate en el Frente Ruso. Estos 170.000 hombres, que como reemplazos de infantería podrían haber casi rellanado las enlodadas divisiones de los Grupos de Ejércitos Centro y Norte, añadieron así muy poca fuerza de combate a las fuerzas alemanas en el este.

El Ejército Alemán compartió parte de la culpa por la escasez de soldados de infantería. La infantería, respetada en los Ejércitos Prusiano y Alemán desde los días de Federico el Grande como la “Reina del Campo de Batalla”, había sido eclipsada en afecto popular por el glamour y la publicidad dadas a las tropas móviles durante las primeras campañas de la II Guerra Mundial. Aunque todavía podían hacerse reclutas para llenar las filas de las divisiones de infantería, multitudes de emprendedores jóvenes soldados evitaban el servicio de infantería ofreciéndose voluntarios para las nuevas favoritas del Ejército Alemán, las fuerzas panzer y motorizadas. A finales del verano de 1942, algunos oficiales superiores detectaron incluso una creciente tendencia “antipatriótica” por parte de los reclutas de aborrecer el servicio en infantería y buscar la asignación a otros servicios menos exigentes.

En un intento por neutralizar estas percepciones, el General Halder autorizó una campaña de información el 27 de julio de 1942, pretendida para “popularizar a la infantería”. Un memorando del 1 de agosto a los comandantes de campaña del jefe de infantería del Ejército Alemán invitaba sugerencias de los comandantes de campaña para regenerar a las fuerzas de infantería alemanas. En respuesta, el General Heinrici sugirió varias reformas amplias, incluyendo el desarrollo de carrera preferencial para los suboficiales de infantería, paga mejorada y beneficios, y un mejor esfuerzo para contrarrestar las argucias de reclutamiento de las Waffen SS, Luftwaffe, Armada y el Servicio de Trabajo del Reich. Heinrici también citaba un penetrante “complejo del este” como la principal fuerza disuasoria para alistamientos en la infantería, explicando que los informes del desolado paisaje ruso y de las duras condiciones de batalla en el este estaban causando una amplia melancolía entre los soldados del frente y desalentaban a los reclutas para presentarse voluntarios para el servicio en infantería.

Otra medida tomada para aliviar la crisis de infantería incluía utilizar trabajadores voluntarios –la mayoría de los cuales eran prisioneros de guerra rusos puestos en libertad- en proyectos de trabajo detrás del frente alemán. Aunque no aumentó directamente el número de soldados de infantería, el uso de estos trabajadores al menos redujo algo la demanda de personal auxiliar alemán. Además, permitió a los oficiales de unidades de infantería de primera línea hacer barridos de reclutamiento entre las unidades de servicio y de apoyo, intentando persuadir a las soldados del escalón de retaguardia que se presentasen voluntarios para el servicio en infantería. Para evitar que las unidades del escalón de retaguardia protegiesen a su personal favorito, una orden del Alto Mando del Ejército advertía que incluso “los oficinistas indispensables” serían liberados si lo deseaban, ya que “solamente el Combatiente del Frente es indispensable. Para todo lo otro se encontrará reemplazo”. Para reforzar este edicto, Hitler delegó en el General Walter von Unruh para peinar las unidades de retaguardia e identificar el personal de exceso. El mandamiento de Unruh como “héroe arrebatador” incluía autoridad absoluta para ordenar que individuos fueran transferidos al frente en el nombre del Führer. Tales medidas ofrecieron poco alivio pero no podían afectar grandemente al valor de combate global de las unidades alemanas.

Medidas más sustanciales pronto siguieron. En incluso otra orden del Führer, Hitler anunció su descontento por los intolerables bajos efectivos de combate de las unidades combatientes en relación a sus unidades de apoyo y ordenó a todos los comandantes de ejército que inmediatamente llevaran la cuenta de los efectivos totales de raciones de sus divisiones subordinadas en relación con los efectivos de combate de la infantería. En una directiva acompañante, el General Kurt Zeitzler (que sucedió al desencantado General Halder como jefe de estado mayor en septiembre) ordenó una inmediata reducción del 10 por ciento en todo el personal de los cuarteles generales del Alto Mando del Ejército, grupos de ejércitos, ejércitos, cuerpos y divisiones. Todos los efectivos liberados debían de ser enviados al frente como reemplazos de combate. Zeitzler también ordenó que el personal en unidades de apoyo de retaguardia serían regularmente reducidos en proporción a las bajas en combate de vanguardia, con los oficiales, suboficiales y soldados dislocados enviados a vanguardia. De este modo, razonaba Zeitzler, las unidades de apoyo compartirían la molestia de establecimientos reducidos e incluso víctimas reales junto con las fuerzas combatientes, eliminando así el tradicional alejamiento entre “tropas de combate” y “escalones de retaguardia”.

El General Zeitzler también ordenó que todas las fuerzas de retaguardia en el Frente del Este, incluyendo el personal de nivel superior, tropas de suministros y personal de comunicaciones, que organizaran “unidades de alarma” preparadas para el combate. Además de desarrollar sus tareas normales, estas unidades debían de recibir entrenamiento reciente de infantería y, aconsejablemente, debían de ser rotadas periódicamente en las líneas del frente para exponerse durante unos días al combate real. En situaciones de crisis, estas unidades de alarma eran reunidas y colocadas a disposición de comandantes de vanguardia para utilizarlas como reservas suplementarias.

Con su energía y entusiasmo por su nuevo trabajo aún intactos por el anulador estilo de mando de Hitler, Zeitzler escribió a la carrera otros memorandos referentes a la moral, mando y organización de las unidades. En una orden del 29 de octubre de 1942 titulada “Combatientes del Frente”, Zeitzler culpó a todos los oficiales por asegurar que las tropas combatientes recibían el mejor tratamiento y comodidades posibles, incluso si esto significaba que las tropas de servicio prescindirían de ellas. Preocupado porque el constante desgasta de jefes inferiores pudiera poner en peligro el espíritu de las unidades pequeñas, Zeitzler ordenó que todos las solicitudes de oficiales inferiores y suboficiales para su transferencia a tareas de combate se le dieran aprobación inmediata e incondicional. El nuevo jefe de estado mayor también especificó que todos los oficiales que regresasen al servicio de permisos de convalecencia deberían ser retornados, si fuera posible, a sus antiguas unidades, como debían serlo los oficiales y suboficiales sirviendo en servicios destacados en depósitos de entrenamiento o en otra parte. Anotando que las bajas en combate y la falta de reemplazos adecuados habían provocado que muchas unidades disolvieran un tercio de sus batallones de infantería, Zeitzler urgió el 20 de noviembre que todas las compañías veteranas fueran mantenidas intactas a pesar de las bajas, incluso si eran reasignadas a nuevas unidades padres: “Cada soldado es destinado a su propia compañía particular. La coherencia tarda mucho tiempo en desarrollarse en las unidades nuevas –a menudo nunca se desarrolla en absoluto. Así, es mejor mantener juntas a las compañías originales...”.

En conjunto, estas medidas mostraban la creciente conciencia alemana de las severas presiones situadas sobre sus divisiones por la falta de efectivos apropiados. Por la búsqueda de hombres, los comandantes alemanes se vieron forzados a comprometer los métodos doctrinales de la Defensa Elástica, sacrificando especialmente el uso tradicional de profundidad y maniobra de pequeñas unidades para absorber ataques enemigos sin bajas excesivas. La escasez de efectivos provocó también tensión interna, y desgastó la moral, el entrenamiento y la calidad general de combate de las unidades alemanas. Las medidas desesperadas tomadas para redistribuir el personal dentro del Ejército Alemán aliviaron algo las tensiones, pero la solución última a los problemas de recursos humanos de Alemania quedaron más allá del control del Ejército. Además, las catastróficas bajas durante el invierno siguiente en Stalingrado y en otras partes tensarían a los ya abrumados ejércitos orientales de Alemania incluso más severamente.

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Mensaje por Medina » Sab Jun 25, 2005 3:09 am

Las Batallas de Invierno en el Frente Defensivo.
En el otoño de 1942, los soldados y civiles alemanes fueron atormentados por el espectro de una segunda campaña de invierno en Rusia. Buscando aliviar esos temores, el Mariscal del Reich de la Luftwaffe Göring dijo ante una multitud de ovaciones en el Sportpalast de Berlín a comienzos de octubre que “esta vez somos inmunes. Ya sabemos lo que es un invierno ruso”.

Con respecto al tiempo, la predicción de Göring resultó ser certera. Utilizando sus propias experiencias más el conocimiento intercambiado en los informes después de acción, las divisiones alemanas se reforzaron para las esperadas bajas temperaturas y ásperas condiciones. En suministros, entrenamiento y refugio, las unidades alemanas estaban mejor preparadas para el combate invernal que lo habían estado el año anterior. Sin embargo, la protección contra el clima no hacía a las fuerzas alemanas inmunes a las balas rusas. Incluso aunque los efectivos rusos habían sido desviados hacia el sur, las fuerzas del Ejército Rojo que se enfrentaban a los Grupos de Ejércitos Norte y Centro permanecían lo suficientemente poderosas para batir el frente defensivo alemán, provocando varias crisis defensivas durante el curso del combate de invierno.

La rigidez otoñal de las defensas alemanas incitada por la Orden de Defensa del Führer también había servido como temprana preparación para el invierno. El 17 de septiembre, por ejemplo, la 58 División de Infantería ordenó que las mejoras promulgadas en sus propias defensas fueran realizadas para que “las tropas [puedan] pasar el invierno en la posición”. Un criterio acentuado a todos los niveles fue la construcción de una línea defensiva continua para evitar las costosas y arriesgadas tácticas de puntos fuertes del invierno anterior. (Un pasaje específico de la Orden de Defensa del Führer incluso había sido dirigida sobre esta cuestión. Anotando que un estilo de defensa de punto fuerte había sido obligada en “ciertos sectores “ como una “medida de emergencia” durante el invierno de 1941-42, Hitler había dejado claro que consideraba que tales medidas oportunas eran peculiares del invierno anterior y de ninguna manera un modelo doctrinal para tácticas defensivas invernales. En lugar de ello, Hitler exigió una línea defensiva continua incluso durante los meses invernales, un requerimiento que, por una vez, correspondía exactamente con las opiniones de los comandantes de frentes como expresaron en sus anteriores informes después de acción).

Hitler añadió una dirección específica operacional el 14 de octubre de 1942 emitiendo la Orden de Operaciones Nº 1. Esta orden daba instrucciones para las actividades de invierno e implícitamente concedía que las ambiciones estratégicas de Alemania para 1942 no habían sido realizadas. En cambio, Hitler prometió que el éxito en las próximas batallas invernales protegerían las recientes ganancias alemanas, creando condiciones favorables para la “destrucción final de nuestro enemigo más peligroso” en algún momento de 1943. Mientras ordenaba la continuación de los ataques alemanes en Stalingrado y en el Cáucaso, Hitler ordenó a los ejércitos a lo largo del frente defensivo prepararse para una campaña invernal. Reiterando las coacciones de la Orden de Defensa del Führer de septiembre, ordenó que las posiciones invernales fueran defendidas hasta el final bajo todas circunstancias. Hitler añadió que las unidades alemanas no debían de servirse de maniobras evasivas o de retiradas, que las penetraciones enemigas debían ser contenidas lo más adelante posible, y que las unidades aisladas por penetraciones rusas debían de resistir en sus posiciones hasta que fueran relevadas. Además, “la importancia de una HKL [línea principal de resistencia] continua debe de ser una vez más especialmente enfatizada”. Y en lo que se convirtió virtualmente en una marca personal, Hitler advirtió siniestramente que cada jefe era sin lugar a dudas responsable de la “ejecución incondicional” de sus instrucciones.

Tres semanas después, con informes de inteligencia prediciendo el inicio inminente de poderosos ataques rusos, Hitler ordenó al jefe del Estado Mayor del Ejército que recordara a los comandantes de ejército sus responsabilidades defensivas. En una conferencia de situación el 2 de noviembre, Hitler le dijo al General Zeitzler que emitiera un nuevo memorando “basado en la Directiva de Invierno del Führer [Orden de Operaciones Nº 1] exponiendo de nuevo los principios según los cuales las operaciones [deben] de ser realizadas”. Aparentemente olvidando por el momento sus propias proscripciones contra las defensas de punto fuerte (el Führer no se sometía a las mismas normas que él demandaba para los comandantes de campaña), Hitler añadió que “un énfasis particular debe ser dado para la demanda de que cada Stützpunkrt [punto fuerte]debe ser defendido hasta el final”. Mientras que la referencia a puntos fuertes podría haber causado que algunos oficiales parpadearan en momentánea confusión (pues una línea defensiva continua era todavía la norma prescrita, y las defensas de punto fuerte permanecían oficialmente como un anatema), el mensaje básico de Hitler era claro. En las próximas batallas de invierno, los defensores alemanes lucharían tenazmente por retener sus posiciones iniciales, y no se concedería flexibilidad táctica para la ejecución de métodos defensivos “elásticos” que requerían el abandono de cualquier terreno.

Mientras Hitler tableteaba órdenes a sus generales, los soldados alemanes continuaban fajándose para el combate invernal. Donde el tiempo y los efectivos lo permitían, las posiciones defensivas eran mejoradas para adecuarse a los requisitos de Hitler. Partidas de requisa buscaban en los pueblos rusos trineos y raquetas para la nieve, mientras que las unidades panzer alemanas recibían orugas para la nieve extra anchas para sus tanques y cañones de asalto para darles mayor movilidad todoterreno sobre el terreno nevado y fangoso. (Desafortunadamente, ya que las orugas más anchas no encajaban en los vagones ferroviarios alemanes o en los puentes militares normales, tenían que ser quitadas cada vez que los vehículos utilizaban un vagón o un puente). La mayoría de las divisiones reunieron unidades especiales de esquí, destinándolas para su empleo como fuerzas de contraataque locales. En la 132 División de Infantería, por ejemplo, tropas del “batallón ciclista” de la división cambiaron sus bicicletas por esquíes y continuaron como la única reserva móvil de la división.

Como fue a menudo el caso, las condiciones reales en el frente no siempre encajaban con las calurosas normas decretadas por los cuarteles generales supremos. Las visitas al frente del General Georg Lindemann, comandante del Dieciocho Ejército, revelaron permanentes deficiencias entre sus unidades. Visitando el frente del L Cuerpo a las afueras de Leningrado a comienzos de noviembre, Lindemann se encontró que, a pesar de las repetidas órdenes al contrario, las brechas todavía existían en las líneas de trincheras de vanguardia. Explicando la carencia de mejoras, el comandante del cuerpo indicó a Lindemann que “debido a la tremenda escasez de personal solamente el mantenimiento de la posición [existente] es posible”.

Aunque algo más fuertes que el pasado invierno, las divisiones alemanes todavía guarnecían amplios frentes con unidades sin reforzar. La 121 División de Infantería, defendiendo parte de la línea del Grupo de Ejércitos Norte, tenía unos efectivos medios por batallón de solamente 200 hombres y podía reunir solamente una compañía compuesta ciclistas-esquiadores y una compañía de alarma (compuesta por tropas de servicio) como reservas divisionarias. En la 254 División, cada regimiento mantenía solamente un pelotón de infantería y uno de ingenieros en reserva detrás de las tropas de primera línea que, según el comandante de la división, estaban “extremadamente cansadas”.

Guarnecido por divisiones desgastadas y diezmadas en posiciones casuales, el frente defensivo invitaba a las penetraciones rusas. Las líneas defensivas de los Grupos de Ejércitos Centro y Norte iban en zigzag hacia adelante y hacia atrás, sus vueltas y curvas añadían cientos de millas innecesarias a las trincheras defendidas por las tropas alemanas. Los comandantes de los dos grupos de ejércitos solicitaron el permiso de Hitler para realizar retiradas limitadas con objeto de recortar sus líneas. Estas retiradas, argumentaron, liberarían tropas para reforzar las defensas alemanas y formar reservas, Hitler lo rechazó, despreciando la noción de que la entrega de terreno podría de cualquier modo trabajar para ventaja alemana.

Las partes más vulnerables de las líneas alemanas eran el llamado saliente de Rzhev en el Grupo de Ejércitos Centro, el saliente de Demyansk al sur del Lago Ilmen, y la estrecha franja de tierra defendida por el Dieciocho Ejército al este de Leningrado, alrededor de Schlüsselburg. En cada una de estas áreas, las fuerzas alemanas estaban geográficamente expuestas. Las posiciones de Rzhev y Demyansk habían sido ocupadas desde los combates del invierno de 1941-42 y representaban líneas de resistencia mantenidas por divisiones alemanas a pesar de los profundos envolvimientos soviéticos sobre cada flanco. En Schlüsselburg, el trozo de tierra defendido por los alemanes a lo largo de la costa sur del Lago Ladoga era todo lo que mantenía fuera a las fuerzas soviéticas de levantar el asedio por tierra de Leningrado. Una penetración rusa en cualquiera de estos puntos podría haber causado fácilmente el cerco y destrucción de importantes fuerzas alemanes, especialmente considerando las repetidas prescripciones de Hitler contra retiradas locales.

Los ataques soviéticos durante el invierno de 1942-43 probaron el frente alemán en cada uno de estos sectores pero fracasaron en lograr la catastrófica penetración deseada. En Schlüsselburg, los rusos lograron tomar una delgada porción de tierra enlazando Leningrado con sus fuerzas principales, pero lo hicieron sin inflingir decisivas bajas alemanas. Las acometidas rusas retuvieron casi todas las reservas pertenecientes a los Grupos de Ejércitos Norte y Centro, sin embargo, dejando virtualmente sin fuerzas para transferir al frente sur una vez que la debacle de Stalingrado había comenzado.

La única ofensiva soviética que logró destruir una fuerza alemana de un tamaño superior a una división en el frente defensivo sucedió en Velikiye Luki. Allí, aunque menos expuestos que las fuerzas en los salientes de Demyansk o Rzhev, los alemanes toleraron brechas en las áreas de terreno abrupto al norte y al sur de la ciudad. Incluso las posiciones principales alemanas no estaban completamente enlazadas, pues solamente trincheras ligeramente guarnecidas enlazaban puntos fuertes de pelotones y compañías. Un avance soviético a través de estas brechas el 25 de noviembre rodeó a 70.000 tropas alemanas de dos divisiones diferentes dentro y alrededor de Velikiye Luki. Durante los dos meses siguientes, las fuerzas alemanas estuvieron enredadas en una salvaje batalla para salir libres de la trampa de Velikiye Luki, un esfuerzo que eventualmente consumió elementos de tres divisiones adicionales en desesperados intentos de rescate.

Las batallas en torno a Velikiye Luki, como los combates en Schlüsselburg, Demyansk y Rzhev, produjeron pocas sorpresas en la doctrina defensiva. Como ya había sido demostrado en docenas de veces en otros lugares, las posiciones alemanas inadecuadamente guarnecidas podrían ser aplastadas por fuerzas soviéticas superiores en el combate de invierno. A diferencia de durante el invierno de 1941-42, las divisiones en el frente norte hicieron poco intento de utilizar tácticas de punto fuerte, en lugar de ello se aferraron torvamente a sus líneas defensivas continuas por órdenes de Hitler. La falta de efectivos condenó este esfuerzo al fracaso. Como un antiguo comandante de cuerpo escribió:

Por cierto, no había brechas –el lector recordará sus serias consecuencias en la campaña del invierno de 1941-42- en el frente... Las posiciones formaban una línea continua durante los primeros combates, pero fue imposible guarnecerlas adecuadamente (una división tenía que defender un sector de cuarenta a cincuenta kilómetros). Ni había grandes fuerzas de reserva. Solamente pequeñas reservas locales estaban disponibles. Todo aquello que podía ser escatimado había sido transferido a los ejércitos en el frente sur.

Las tropas alemanas, manteniéndose impasiblemente en los trozos intactos del frente conforme a las instrucciones del Führer, lograron sostener pequeñas islas de resistencia contra la riada rusa. Finalmente, sin embargo, la retención de tales puntos resultó ser completamente sin significado en ausencia de potentes reservas móviles. Las fuerzas alemanas embolsadas alrededor de Velikiye Luki, por ejemplo, eventualmente se convirtieron en una obligación operacional sustancial, reteniendo preciosas reservas sin otro propósito que rescatarlas de una trampa elaborada en gran parte por las rígidas constricciones de Hitler. El empleo de fuerzas alemanes para tales expediciones de relevo debilitó las defensas alemanes en aún otros puntos y evitó el desvío de divisiones adicionales hacia las simultáneas batallas decisivas entre Stalingrado y Rostov.

Lo mismo fue generalmente cierto en Demyansk y Rzhev. Allí, las reservas alemanas fueron lanzadas a batallas de desgaste que, aunque evitaron las penetraciones soviéticas y el envolvimiento consiguiente de las expuestas fuerzas alemanas, lograron poco aparte de satisfacer la inclinación de Hitler por mantener terreno. A comienzos de 1943, con las fuerzas de los Grupos de Ejércitos Centro y Norte cerca del agotamiento completo y sin más reservas disponibles para evitar futuras penetraciones rusas del frente defensivo, Hitler finalmente autorizó el abandono de los salientes de Demyansk y Rzhev. Estas retiradas recortaron sustancialmente el frente –en Rzhev, por ejemplo, la Operación Büffel redujo el frente alemán de 340 a 110 millas- pero llegaron demasiado tarde para permitir la construcción de una nueva línea defensiva completamente guarnecida o la transferencia de unidades adicionales a otros sectores.

Hitler rehusó reconocer que sus rígidas instrucciones defensivas obstaculizaron a los comandantes de campaña al excluirles las ventajas potenciales de la defensa elástica en profundidad. Hitler, parece ser, pudo ser convencido a autorizar retiradas o recortes de línea solamente después de que ejércitos enteros alemanes hubiesen sido triturados en combates posicionales bajo condiciones desventajosas. Incluso cuando el Führer finalmente autorizó movimientos de repliegue, tales retiradas ofrecieron poco relevo táctico ya que las bajas alemanas en el ínterin por lo general habían sido tan grandes que incluso las nuevas y recortadas líneas no podían ser apropiadamente aseguradas.

Medina
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Mensaje por Medina » Sab Jun 25, 2005 7:28 am

El Frente Ofensivo.
Comparadas con las despojadas divisiones dejadas para sostener el frente defensivo, las fuerzas de ataque alemanas del sur que fueron reunidas para la Operación Azul parecían lustrosas y poderosas. Sin embargo, esta apariencia era engañosa. Las divisiones asignadas al Grupo de Ejércitos Sur (después dividido entre Grupos de Ejércitos A y B) sufrieron muchas carencias que comprometieron sus capacidades ofensivas y defensivas.

En mayo de 1942, la mayoría de las divisiones de infantería en el Grupo de Ejércitos Sur permanecían con unos efectivos de alrededor del 50%. Aunque fueron casi elevadas a sus efectivos completos durante las siguientes seis semanas, las divisiones del sur tuvieron poco tiempo u oportunidad para asimilar sus nuevas tropas. Solamente un tercio de las divisiones de infantería empleadas para el próximo ataque pudieron ser sacadas del frente a comienzos de primavera para rehabilitación; las divisiones restantes permanecieron en sus antiguas posiciones defensivas invernales e intentaron entrenar e integrar sus reemplazos incluso cuando combatieron en inconexas batallas defensivas contra ataques menores rusos. Como resultado, los estándares normales de entrenamiento en las fuerzas de asalto del sur estaba muy por debajo de los de los ejérci-tos alemanes de 1939-41. Las bajas en oficiales, suboficiales y personal técnico durante las batallas del invierno de 1941 habían debilitado más las capacidades combativas de las fuerzas alemanas. De hecho, muchas unidades alemanas ahora lamentaron el uso de artilleros, personal de comunicaciones y otros especialistas como infantería durante los meses invernales ya que eran demasiado difíciles de sustituir. Además, incluso despojando de vehículos y equipos a las fuerzas del norte, las divisiones del Grupo de Ejércitos Sur carecían de su complemento completo de transporte motorizado. Según un estudio del Estado Mayor a finales de mayo, las fuerzas de la punta de lanza (aquellas divisiones que realmente encabezarían el ataque hacia Stalingrado y el Cáucaso) arrancarían con solamente el 80% de sus vehículos, y las siguientes divisiones de infantería y las columnas de suministro serían ralentizadas por la escasez de caballos y vehículos. Pese a todos los despiadados ahorros inflingidos a sus parientes más pobres del norte, los Grupos de Ejércitos A y B serían, por lo tanto, más torpes, menos móviles y tendrían menos aguante logístico que los ejércitos alemanes que habían lanzado Barbarroja un año antes.

El Grupo de Ejércitos B tenía dos misiones distintas en la Operación Azul: primero, labrar su camino hacia el este a lo largo de la orilla sur del río Don hasta Stalingrado, alrededor de 300 millas, y segundo, situar una pantalla defensiva a lo largo de su flanco norte según marchaba, protegiendo su propia retaguardia y el desenvolvimiento del ataque del Grupo de Ejércitos A hacia el sur. Aunque no era el avance decisivo (el Grupo de Ejércitos A realmente avanzaría en el Cáucaso hacia los estratégicos campos petrolíferos), la misión del Grupo de Ejércitos B era crucial para el éxito alemán.

Las misiones de gran alcance del Grupo de Ejércitos B no podían ser cumplidas con las divisiones alemanas a mano. Por consiguiente, las tareas más críticas les fueron dadas a los ejércitos alemanes más poderosos, y las tareas menos exigentes fueron asignadas a una babel de contingentes aliados. El Sexto Ejército y el Cuarto Ejército Panzer debían de atacar hacia Stalingrado, mientras que el veterano Segundo Ejército debía de tomar Voronezh y luego formar el enlace entre el frente defensivo del Grupo de Ejércitos Centro y los piquetes de flanco de Grupo de Ejércitos B. La tarea de cubrir el largo flanco en medio fue dada a los ejércitos aliados de menor valor combativo.

En la primavera de 1942, Hitler prevaleció sobre los socios militares del Reich para proporcionar fuerzas de combate adicionales para aumentar los ejércitos alemanes. Rumania, Hungría e Italia consintieron de mala gana desplegar fuerzas adicionales en el Frente del Este, aunque insistieron en que sus contingentes combatieran bajo sus propios cuarteles generales de ejército más bien que como divisiones independientes en cuerpos y ejércitos alemanes. A comienzos de agosto, treinta y seis divisiones alemanas fueron empleadas en la parte sur del frente, aproximadamente el 40% del número total de divisiones del Eje en esa región. Incluso aunque personal de enlace alemán fue asignado a estas fuerzas, la efectividad de combate de los ejércitos aliados fue generalmente pobre. Relegando a las fuerzas aliadas a misiones puramente defensivas a lo largo de los flancos alemanes, el Alto Mando Alemán calculaba minimizar las demandas situadas sobre estas fuerzas mientras conservaba a las divisiones de la Wehrmacht para papeles cruciales de combate.

A comienzos del verano, las fuerzas situadas a lo largo del flanco norte del Grupo de Ejércitos B tuvieron poca dificultad en parar los asaltos soviéticos. Un informe después de acción del Segundo Ejército del 21 de julio de 1942, tras la derrota de los contraataques soviéticos cerca de Voronezh, era particularmente tranquilizador. Escrito a petición de la Rama de Entrenamiento del Estado Mayor en Berlín y difundido entre los escalones superiores del Ejército Alemán, su informe alivió los temores persistentes provocados por los éxitos invernales del Ejército Rojo en 1941-42. “La infantería rusa en el ataque es incluso peor que antes”, comenzaba el informe. “Mucha congregación, mayor vulnerabilidad al fuego de artillería y de mortero y a la maniobra de flanqueo. Apenas hay más ataques nocturnos”. Este informe mejoraba las perspectivas para una defensa exitosa a lo largo del flanco norte del Grupo de Ejércitos B.

A pesar de esta tranquilidad, el ala izquierda del Grupo de Ejércitos B permanecía vulnerable. El propio interés de Hitler en esta debilidad potencial comenzó a comienzos de primavera cuando ordenó que el Segundo Ejército fuera reforzado con varios cientos de cañones antitanques como una garantía adicional contra el colapso del escudo norte de Azul. En anticipación de sus operaciones defensivas, el Segundo Ejército también había estado asignado numerosos destacamentos de ingenieros, unidades de trabajo y partidas de trabajo de la Organización Todt a la construcción general y a la fortificación. Tras su exitoso ataque sobre Voronezh a comienzos de julio, el Segundo Ejército intentó fortificar su porción del flanco expuesto utilizando estos recursos a lo largo del resto del verano.

Más allá al este del Segundo Ejército, sin embargo, el flanco del Don estaba defendido por tropas del Segundo Ejército Húngaro, del Octavo Ejército Italiano y del Tercer Ejército Rumano. Otras formaciones rumanas, temporalmente bajo el mando del Cuarto Ejército Panzer, defendían el abierto flanco sur de Stalingrado. Como se esperaba, estas fuerzas resultaron ser mediocres en el combate, llevando a los comandantes alemanes a estar incluso más preocupados por este largo y expuesto sector. En septiembre, el General Maximilian von Weichs, comandante del Grupo de Ejércitos B, consideró que su flanco norte estaba tan en peligro que ordenó que “unidades de intervención” (Eingreifgruppen) especiales alemanas rotaran en reserva detrás de las partes alemana y aliada de su ala izquierda.

El uso de unidades de intervención no era nuevo para la doctrina defensiva alemana. De hecho, la doctrina de la Defensa Elástica de 1917 y 1918 había requerido que divisiones de intervención fueran utilizadas para reforzar contraataques deliberados contra penetraciones enemigas particularmente tenaces. En 1942, sin embargo, el papel de estas unidades de intervención iban más allá del contraataque. También podían proporcionar reforzamiento –“encorsetamiento”- avanzado para sectores amenazados ya que, según la explicación de Weichs, los rusos “raras veces eran capaces de ocultar los preparativos de ataque”. Así, las unidades de intervención podían ayudar a los titubeantes contingentes aliados, esperando endurecer su resistencia hasta que la ayuda adicional pudiese llegar.

En octubre, el General Zeitzler, el nuevo jefe del Estado Mayor del Ejército, comenzó a hacerse eco de las preocupaciones de Weichs. En una muy larga presentación a Hitler, Zeitzler argumentó que las líneas aliadas entre Voronezh y Stalingrado constituían “el sector más peligroso del Frente del Este”, una situación que poseía “un enorme peligro que debe ser eliminado”. Aunque Hitler hizo gestos comprensivos, rechazó aceptar las conclusiones de Zeitzler y ordenó que no se hicieran grandes cambios en los despliegues o misiones alemanas.

Incluso aunque el Führer rechazó la recomendación de Zeitzler de que las fuerzas alemanas se retiraran de Stalingrado, autorizó acciones menores para ayudar a apuntalar a los ejércitos aliados. Una de estas medidas fue esparcir unidades alemanas adicionales (principalmente batallones antitanque) entre las divisiones aliadas. De acuerdo con las instrucciones defensivas publicadas de Hitler, si las unidades aliadas eran superadas, estas pocas unidades alemanas debían de “resistir y limitar la penetración o ruptura enemiga. Resistiendo de este modo, deberán crear condiciones más favorables para nuestro contraataque”. Otra medida protectiva era reposicionar un cuerpo panzer combinado germano-rumano detrás del Tercer Ejército Rumano. Esta unidad, el XLVIII Cuerpo Panzer, consistía únicamente en una inexperta división blindada rumana y una cansada y pobremente equipada división panzer alemana. Débil como era, este cuerpo no fue situado bajo el control de los rumanos o de incluso Weichs. Sino que fue designado como una Reserva del Führer especial bajo la dirección personal de Hitler y por lo tanto no podía ser empleado para combatir sin primero obtener su consentimiento. Finalmente, de octubre en adelante, los equipos de comunicación alemanes fueron situados a todo lo largo de los ejércitos aliados para que el Alto Mando Alemán pudiera supervisar independientemente la actuación diaria de aquellas fuerzas sin tener que confiar en los informes de los mismos aliados. Estas y otras medidas no fueron ejecutadas sin alguna fricción, sin embargo: los italianos, por ejemplo, rechazaron de mal humor las sugerencias alemanas para mejorar sus posiciones defensivas.

Las unidades aliadas no eran los únicos puntos blandos en el flanco defensivo. En otoño, varios divisiones alemanas recién formadas, consignadas apresuradamente al Grupo de Ejércitos B en junio con objeto de rellenar su orden de batalla, también estaban causando alguna preocupación Por ejemplo, apenas unos días antes de su ataque preliminar de junio sobre Voronezh para asegurar el flanco alemán, el Segundo Ejército había recibido seis flamantes divisiones alemanas. Aunque participaron bastante en sus ataques iniciales, estas unidades rápidamente comenzaron a enmarañarse debido al pobre entrenamiento y al mando sin experiencia. En un caso, la 385 División de Infantería, según se informa, sufrió “pérdidas innecesariamente altas”, incluyendo la mitad de sus comandantes de compañía y cinco de los seis comandantes de batallón en seis semanas, debido al deficiente entrenamiento. Este fiero bautismo de fuego arruinó a estas divisiones para su posterior empleo defensivo. La pérdida de tanto personal en período tan corto de tiempo dejó cicatrices permanentes, traumatizando a la división antes de que el tiempo y la experiencia de batalla pudiesen producir nuevos líderes y curar las heridas psicológicas de las unidades. El Segundo Ejército evaluó la situación el 1 de octubre de 1942 e informó al Grupo de Ejércitos B de que estas nuevas divisiones no eran totalmente confiables ni siquiera para propósitos defensivos limitados y que el duro combate defensivo podría hacer bien que se desbandaran. Al menos que pudieran ser retiradas de la línea para descanso y rehabilitación, estas divisiones, que sumaban casi la mitad de los efectivos totales de infantería del Segundo Ejército, sólo se les podría confiar la defensa de sectores pequeños y tranquilos.

La ofensiva sur alemana confió así su largo flanco norte a una conglomeración de unidades aliadas apáticas y de alemanas cansadas por la batalla. Como las fuerzas más al norte en el frente defensivo de los Grupos de Ejércitos Centro y Norte, estos ejércitos estaban tensamente estirados, guarneciendo delgadas líneas con escasas reservas más allá de insubstanciales fuerzas locales. Apenas lo bastante fuertes para mantener a raya los pequeños ataques de sondeo durante el verano y comienzos de otoño, estos ejércitos carecían de la fuerza para enfrentarse a una gran ofensiva soviética sin refuerzos sustanciales.

Protegida por este dudoso paraguas defensivo, la Operación Azul hizo un buen progreso inicial. En un fiero combate casa por casa, el Sexto Ejército del General Friedrich Paulus se abrió paso dentro de Stalingrado, el término proyectado de la barrera defensiva oriental del Grupo de Ejércitos B. A pesar de las fastidiosas carencias de combustible y otros suministros, así como también de los confusos cambios de fuerzas y misiones de Hitler, el Grupo de Ejércitos A había despejado Rostov y penetró en los límites norte de las Montañas del Cáucaso a finales de agosto.

En este punto, la campaña alemana perdió cualquier coherencia que podría haber poseído anteriormente. Olvidando que la misión del Grupo de Ejércitos B era más secundaria que la de avanzar hacia los campos petrolíferos, Hitler llegó a estar obsesionado por capturar Stalingrado. Ordenando no sólo al Sexto Ejército sino incluso también a la flor y nata del Cuarto Ejército Panzer que penetraran en la ciudad, Hitler empleó las fuerzas alemanas en una prolongada batalla de desgaste para controlar las arrasadas calles y fábricas de Stralingrado. A finales de otoño, la Operación Azul había degenerado en una prueba de virilidad militar entre Hitler y Stalin sobre el Volga.

Independientemente del resultado de la batalla por la posesión de Stalingrado, hacia octubre era claro que otro campaña defensiva invernal era inminente. Como se ha descrito antes, la Orden de Operaciones Nº 1 de Hitler disponía preparaciones defensivas invernales en todas las partes del frente, aunque en la misma directiva mandaba que continuase la lucha en Stalingrado. A pesar de eso, el Sexto Ejército dentro y alrededor de Stalingrado comenzó a tomar pasos preliminares para una defensa invernal. Tras discusiones con miembros del estado mayor del Sexto Ejército, un oficial de enlace del Alto Mando del Ejército envió un memorando a Berlín a mediados de octubre evaluando la viabilidad de fortificar una “muralla oriental” en miniatura en las estepas del Volga y recomendando la transferencia de unidades adicionales de ingenieros al mando de Paulus para este propósito.

Las disposiciones defensivas alemanas a lo largo del río Don se mantuvieron unidas hasta el 19 de noviembre, cuando una ofensiva del Ejército Rojo aplastó al Tercer Ejército Rumano al noroeste de Stalingrado y se abalanzó hacia al sur, a la retaguardia del Sexto Ejército y del Cuarto Ejército Panzer Alemanes. Un día después, otro ataque soviético penetró las líneas rumanas al sur de Stalingrado. El 23 de noviembre, estas pinzas se encontraron cerca de Kalach, cortando las rutas terrestres de suministros del Sexto Ejército. El colapso de las defensas del Eje a lo largo del río Don y el cerco del Sexto Ejército transformó la situación del frente sur, arrojando a las fuerzas de la Wehrmacht allí a un combate desesperado por su misma supervivencia.

Las subsiguientes batallas defensivas en el sur de Rusia pueden ser divididas en tres fases independientes. En la primera fase, que dura desde el 19 de noviembre hasta el 23 de diciembre de 1942, los alemanes pelearon por mantener una línea defensiva avanzada cerca de la confluencia de los ríos Don y Chir desde la cual podrían apoyar operaciones de relevo hacia Stalingrado. Una vez que los ataques por socorrer a Stalingrado fueron irreparablemente rechazados, el foco de los esfuerzos defensivos alemanes cambió. Durante la segunda fase, que va desde la última semana de diciembre de 1942 hasta mediados de febrero de 1943, las divisiones alemanes combatieron para bloquear otro enorme envolvimiento soviético, éste teniendo como meta la retaguardia de todo el ala sur alemana cerca de Rostov. Finalmente, desde mediados de febrero hasta el deshielo de primavera, la tercera fase de las batallas defensivas vio la reestabilización del frente sur de Kursk.

Las operaciones defensivas alemanas difirieron en cada fase, y estas diferencias reflejaron variaciones en la misión, efectivos y composición de las fuerzas alemanas, y las acciones del enemigo. En ningún caso, sin embargo, fueron estas caóticas acciones defensivas conducidas a lo largo de líneas doctrinales. En lugar de ello, desde el colapso inicial de los ejércitos rumanos en noviembre de 1942 hasta la estabilización del frente en marzo de 1943, las operaciones defensivas alemanas fueron otra vez casi completamente improvisadas.

La primera fase del combate se centró en el destino del asediado Sexto Ejército Alemán en Stalingrado. Ordenado resistir hasta el final y repetidamente asegurado por Hitler de que el Sexto Ejército sería socorrido, el General Paulus puso rápidamente sus fuerzas en una gigantesca postura defensiva de erizo.

El establecimiento de un perímetro defensivo efectivo en Stalingrado fue doblemente difícil debido a una desesperada escasez de soldados de infantería (el grueso de los cuales habían caído en los anteriores combates callejeros) y la carencia de posiciones preparadas. En el lado este de la bolsa de Stalingrado, las tropas alemanas siguieron ocupando las posiciones defensivas construidas durante el anterior combate por la ciudad. Sin embargo, las partes sur y oeste del perímetro yacían casi completamente sobre las estepas sin abrigo, y las apresuradas defensas de allí nunca sumaron más que unos pocos búnkeres y poco profundas trincheras de unión. (Debido a que las estepas estaban casi sin árboles, no había madera disponible para hacer hogueras para calentarse o para construir posiciones defensivas cubiertas). Significativamente, los subsiguientes ataques soviéticos para liquidar al rodeado Sexto Ejército procedieron casi exclusivamente desde el sur y oeste contra las escasas partes bien establecidas de las defensas alemanas. El 23 de noviembre, las posiciones mejor construidas al norte de Stalingrado fueron precipitadamente abandonadas sin órdenes por el comandante del LI Cuerpo Alemán, General Walter von Seydlitz-Kurzbach, quien había esperado así provocar una orden inmediata de huída de Paulus. Esta acción precipitada sacrificó a la 94 División de Infantería, que fue superada y aniquilada por las fuerzas del Ejército Rojo durante la retirada, y también les dio prácticamente las únicas posiciones defensivas bien construidas dentro del Kessel de Stalingrado.

El Sexto Ejército tuvo dificultad en defenderse debido a los insuficientes recursos. La falta de combustible evitó el empleo de las tres divisiones panzer y tres divisiones motorizadas de Paulus como reservas móviles. Acumulando sus magras provisiones de combustible para un posible intento de huida, el Sexto Ejército terminó empleando la mayoría de sus tanques y cañones de asalto en papeles estáticos. Del mismo modo, la escasez de munición de artillería y de materiales de fortificación obstaculizó la defensa alemana. Los heroicos intentos de la Luftwaffe de transportar suministros a Stalingrado fueron desesperadamente inadecuados: ya que las entregas diarias nunca excedieron el consumo, el problema global del suministro fue permanentemente empeorando en todas las áreas. De algunos modos, el esfuerzo de resuministro aéreo fue contraproductivo. Montones de bombarderos medios fueron desviados desde misiones de apoyo terrestre y de ataque para servir como transportes adicionales, un movimiento que vació los cielos del muy necesitado poder aéreo de combate alemán en un período sumamente crítico.

Por razones tácticas y logísticas, entonces, lo que la prensa nazi dramáticamente denominó “la Fortaleza de Stalingrado” no era, en realidad, una fortaleza en absoluto. Rodeado por no menos de siete ejércitos soviéticos, el Sexto Ejército quedó abandonado sobre un terreno pobremente defensivo sin fuerzas adecuadas, posiciones preparadas, o reservas de suministros esenciales. Prohibido por Hitler intentar salir del cerco, la destrucción final del Sexto Ejercito era un resultado inevitable al menos que un ataque de relevo pudiera reestablecer el contacto.

En respuesta a esta crisis, Hitler creó el Grupo de Ejércitos Don al mando del Mariscal de Campo von Manstein el 20 de noviembre. Manstein debía de restaurar el orden en el trastornado frente sur y, aún más importante a corto plazo, dirigir una ofensiva de relevo para salvar al Sexto Ejército. Para lograr esto, Hitler prometió a Manstein seis divisiones de infantería de refresco, cuatro divisiones panzer, una división de campo de la Luftwaffe y varios otros contingentes.

El suministro aéreo temporal y el eventual relevo del Sexto Ejército requerían que los alemanes mantuvieran una línea defensiva avanzada a lo largo del río Chir, donde las posiciones más avanzadas estaban a solamente unos cuarenta kilómetros del perímetro de Stalingrado. Esta línea también cubría los principales aeródromos de salida para el puente aéreo y podía servir como un excelente punto de partida para un contraataque para enlazar con el Sexto Ejército.

Mientras Manstein trabajaba en su plan para un ataque de relevo, la línea del río Chir estaba mantenida por cualesquier fuerzas que pudieron ser reunidas a duras penas. Inicialmente, estas fuerzas consistían en unidades mixtas de combate apartadas por la ofensiva rusa, unidades de alarma sacadas de varias unidades de apoyo, tropas de servicio, fuerzas de seguridad de retaguardia, convalecientes y personal ocasional de permiso. Todos ellos fueron formados en grupos de batalla ad hoc y colocados en una improvisada defensa de punto fuerte a lo largo del Chir “como piezas de mosaico”.

Que esta mezcolanza lograra mantener la línea del Chir –e incluso algunas cabezas de puente en la orilla este- fue debido tanto a la indiferencia soviética como a la improvisación alemana. A lo largo de inicios de diciembre, el Alto Mando Soviético se contentaba con apretar sus lazos en torno a Stalingrado e hizo poco esfuerzo para explotar el desorden alemán más al oeste. Al hacerlo, los soviéticos estaban evitando su gran error estratégico del invierno anterior, cuando el fracaso de Stalin para concentrar fuerzas sobre grandes objetivos malgastó excelentes oportunidades sin beneficio decisivo.

A mediados de diciembre, sin embargo, la lucha en el frente del Chir se aceleró, con ambos bandos empleando fuerzas sustanciales en esta crucial área. El 12 de diciembre, Manstein comenzó su ataque de relevo hacia Stalingrado. Pretendiendo retener fuerzas alemanas y evitar el refuerzo del intento de rescate, las fuerzas soviéticas se lanzaron contra la línea del Chir en varios puntos. Mientras tanto, los alemanes reforzaron los elementos improvisados a lo largo del Chir con unidades de refresco, la más notable el reconstituido XLVIII Cuerpo Panzer (11 División Panzer, 336 División de Infantería y 7 División Luftwaffe de Campo). Estas batallas defensivas de mediados de diciembre demostraron las capacidades y las limitaciones de los defensores alemanes durante esta fase.

Medina
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Mensaje por Medina » Sab Jun 25, 2005 5:57 pm

El XLVIII Cuerpo Panzer pretendió reforzar su sector del frente del Chir con dos divisiones de infantería en vanguardia y una división panzer en reserva. La 336 División era una excelente y a plena fuerza unidad que había recientemente llegado al Frente Ruso del servicio de ocupación en Francia. Incluso aunque reforzada algo con unidades antiaéreas de la Luftwaffe y de combate terrestres, la división solamente pudo manejar su amplio frente situando todos sus recursos en vanguardia, manteniendo solamente un puñado de infantería, ingenieros y cañones antiaéreos móviles en reserva. Aún así, la 336 División formó “el pivote y el escudo” de la defensa alemana. La 7 División Luftwaffe de Campo, aunque bien equipada y completamente dotada de personal, estaba pobremente entrenada y carecía de líderes experimentados en combate terrestre.

Detrás de la infantería, la 11 División Panzer del General Hermann Balck, que había sido recientemente transferida desde el Grupo de Ejércitos Centro tras combatir en varias tenaces batallas defensivas, fue reunida para servir como fuerza de contraataque móvil. Aunque sus efectivos de infantería eran medianamente altos (como otras divisiones debilitadas del frente defensivo norte), tenía solamente un batallón de Panzer Mark IV en su regimiento de tanques.

El 7 de diciembre, incluso cuando los alemanes aún estaban estableciéndose en posición, las fuerzas de tanques rusas penetraron el flanco izquierdo de la 336 División. Los alemanes aún no habían tenido tiempo para colocar minas o erigir obstáculos antitanques, y sus escasos cañones antitanques no pudieron ser utilizados efectivamente. (Aunque relativamente planas, las estepas estaban cruzadas por profundos barrancos que proporcionaban excelentes accesos cubiertos a las posiciones alemanas). Facilitados por la debilidad de las defensas antitanques alemanas, los tanques rusos se abrieron paso a través de las delgadas defensas de infantería, invadiendo parte de la artillería de la división, y avanzando unos quince kilómetros en la retaguardia de la división. En una batalla de tres días de duración, la 11 División Panzer diezmó a esta fuerza de tanques rusa con repetidos contraataques contra sus flancos y retaguardia. A pesar de los embriagadores éxitos disfrutados por los panzer y la infantería mecanizada de Balck (los informes reclamaron setenta y cinco tanques rusos destruidos), el combate no fue del todo unilateral. Por ejemplo, entre el 7 y el 10 de diciembre, los tanques rusos invadieron un batallón de infantería de la 336 División en tres ocasiones diferentes.

Siguieron aún combates incluso más tenaces. Comenzando el 11 de diciembre, ataques renovados rusos cargaron contra el frente del Chir, forzando varias penetraciones locales. Aunque finalmente rotos por los contraataques y el fuego de la artillería de la 336 División, estos sondeos soviéticos amenazaban con erosionar a los defensores alemanes por desgaste. En un caso, un grupo de batalla alemán sosteniendo una cabeza de puente al sur de la confluencia Don-Chir perdió 18 oficiales y 750 soldados en diez días de combate. Las penetraciones en el frente de la 336 División entre el 13 y el 15 de diciembre produjeron una situación extremadamente confusa, con grupos de tropas enemigas y amigas finalmente tan mezcladas que la artillería alemana no podía ser utilizada efectivamente por temor de disparar sobre sus propias fuerzas. Además, los tanques soviéticos de nuevo penetraron tan lejos como a las posiciones de artillería alemanas, invadiendo algunos cañones y destruyendo otros por fuego directo. Al anochecer del 15 de diciembre, la situación de la 336 División se había convertido en tan grave que, según un oficial del estado mayor, la supervivencia continuada de la división dependía “exclusivamente de la ayuda exterior”.

De nuevo, la 11 División Panzer salvó la posición alemana en el Chir. Escuchando las desesperadas súplicas de la 336 División para apoyo antitanque adicional, la 11 desvió tres de sus preciosos tanques para respaldar a la cada vez más débil infantería, mientras que el resto de los blindados alemanes golpeaban los flancos soviéticos. El 22 de diciembre, el frente del Chir estaba tranquilo cuando ambos bandos quedaron exhaustos.

Las batallas en el río Chir habían sido una obra maestra de improvisación táctica de los alemanes. Aunque las tropas de combate regulares fueron llevadas gradualmente al combate mediante refuerzos, la defensa inicial alemana había sido realizada casi enteramente por contingentes de tropas de servicio apresuradamente organizados. Mientras que la actuación de estas unidades de ningún modo equivalía a la de veteranos regulares de combate, su valiente resistencia vindicó completamente las políticas del Ejército Alemán de entrenamiento, organización y ejecución de unidades de alarma de retaguardia de forma regular.

Doctrinalmente, las fuerzas de infantería alemana empleadas en el sector del XLVIII Cuerpo Panzer carecían de los efectivos y reservas locales para realizar una competente defensa en profundidad. Adicionalmente, la defensa alemana fue contenida por las órdenes de resistir de Hitler frente a las retiradas tácticas, dejando a las divisiones de vanguardia pocas opciones más que resistir en sus posiciones iniciales incluso cuando eran penetradas o superadas. Cortas en armas antitanques, las fuerzas de infantería alemanas eran casi impotentes contra los blindados soviéticos. Si no hubiese sido por la disponibilidad de la 11 División Panzer como una fuerza de contraataque tipo “brigada de fuego”, los defensores alemanes habrían estado casi ciertamente condenados a una eventual aniquilación en sus posiciones agrupadas a lo largo del Chir.

Los hábiles contraataques de la 11 División Panzer explotaron repetidamente la velocidad, sorpresa y acción de sacudida para destruir o dispersar a las numéricamente superiores fuerzas soviéticas. El terreno generalmente abierto resultó ser un campo de batalla casi ideal para la guerra móvil, y los enfrentamientos tanque contra tanque casi se parecían a los choques en el desierto del Norte de África más que a las otras batallas en Rusia.

Los alemanes utilizaron medidas simples de mando y control para realizar este combate fluido. Según los relatos de posguerra del General Balck, el mando dentro de la 11 División Panzer fue ejercido casi enteramente mediante órdenes verbales diarias, enmendadas según era necesario en el acto por el comandante de división en puntos críticos en el combate. El enlace entre las unidades panzer y las divisiones de infantería de vanguardia fue también manejado mayormente sobre una base cara a cara. Estas disposiciones casuales fueron hechas posibles en parte por los procedimientos de coordinación más bien simples que se desarrollaron durante el combate en el Chir. Las posiciones de la infantería de vanguardia alemana eran mejor conocidas y, debido a la insistencia de Hitler, rara vez cambiaron. Los amplios sectores y las densidades relativamente bajas de fuerzas en ambos bandos tendieron a dejar a las unidades convenientemente espaciadas. Las bien entrenadas y experimentadas fuerzas de Black rara vez operaron en más de dos o tres elementos de maniobra. El General Black fue así capaz de truncar los procedimientos normales del estado mayor mayormente debido a que había muy pocas partes moviéndose en la maquinaria alemana, e incluso esas estaban confortablemente separadas. Sin embargo, los rudos métodos de control alemán sacrificaron muchos de los beneficios de sincronización y estrecha coordinación. Por propia admisión del General Black, por ejemplo, poco esfuerzo se hizo para integrar el fuego indirecto con las fuerzas de maniobra alemanas.

Los esfuerzos defensivos alemanes se beneficiaron de otras circunstancias favorables. Los ataques soviéticos en el frente del Chir no fueron realizados con fuerzas abrumadoras y eran destinados primordialmente como diversiones para retener fuerzas alemanas y evitar el refuerzo de la expedición de relevo a Stalingrado. También, los asaltos rusos fueron diseminados en el tiempo y en el espacio. En lugar de un solo y poderoso ataque en un sector, las fuerzas del Ejército Rojo punzaron la línea del río Chir durante casi dos semanas con varios golpes más pequeños. Como resultados, los alemanes pudieron aprovechar la mayoría de sus limitadas reservas blindadas. Igualmente beneficiosa fue la pobre coordinación de armas combinadas soviéticas en estas batallas. Los ataques rusos fueron realizados principalmente por fuerzas de tanques, y la infantería soviética solamente jugó un papel acompañante menor. Por consiguiente, los alemanes concentraron sus panzer solamente en la destrucción de los blindados enemigos y prestaron apenas atención a los fusileros enemigos. Esto también magnificó grandemente el poder de combate alemán, premiándose en la superior habilidad táctica de las dotaciones de tanques alemanas al permitir que la infantería alemana, más débil, permaneciera recogida en los refugios. Además, la artillería del Ejército Rojo permaneció asombrosamente silenciosa a lo largo de las batallas, lo cual dejaba a las fuerzas de tanques rusos combatiendo sin el beneficio de fuegos de supresión. El poder aéreo soviético asimismo fue ineficaz.

Los éxitos defensivos alemanes en el río Chir fueron victorias de una clase limitada. Primero, a pesar de su virtuosidad tácticas, incluso los panzer alemanes fueron incapaces de arrebatar la iniciativa operacional a los soviéticos. A lo largo de las acciones de diciembre, los alemanes fueron obligados a responder a los descoordinados golpes del Ejército Rojo combatiendo una serie de enfrentamientos de desgaste. Los rusos retuvieron una completa libertad de maniobra y, con toda probabilidad, pudieron haber aplastado la resistencia alemana si hubiesen sido más hábiles en acumular o en coordinar sus esfuerzos. Segundo, incluso aunque los alemanes inflin-gieron serias pérdidas a sus enemigos, también sufrieron sustanciosas bajas propias. La desventurada 7 División Luftwaffe de Campo se desintegró durante las batallas del Chir, y a mediados de enero, sus harapientos restos habían sido amalgamados en otras formaciones. La 11 División Panzer, cuyas audaces hazañas salvaron la posición del Chir en varias ocasiones, vio su poder de combate disminuido a la mitad desde comienzos de diciembre. Tercero, aunque rechazados los ataques soviéticos, ni la 11 División Panzer ni el resto XLVIII Cuerpo Panzer pudieron mantener el terreno que ganaron mediante contraataque. Para defender el terreno se requería infantería, y ni las formaciones panzer ni las muy extendidas divisiones de infantería alemanas tenían suficientes fusileros para realizar una defensa posicional. Inversamente, los tanques alemanes actuaron mejor en combate fluido y fueron notablemente menos exitosos cuando intentaban desalojar a las tropas del Ejército Rojo de sus posiciones consolidadas. Por ejemplo, los soviéticos lograron mantener unas cuantas cabezas de puente bien atrincheradas en la orilla occidental de la línea Don-Chir a pesar de los repetidos ataques blindados alemanes.

Aunque reprendidos por la habilidad y la determinación de los defensores alemanes, los ataques soviéticos contra la línea del río Chir lograron evitar el refuerzo del ataque de relevo de Manstein sobre Stalingrado. Bajo el concepto de Manstein, el XLVIII Cuerpo Panzer debía de haberse unido a los elementos del Cuarto Ejército Panzer (LVII Cuerpo Panzer) que hacían el principal intento de relevo desde más al sur. Sin embargo, como ya se ha visto, el XLVIII Cuerpo Panzer había luchado para alejar su propia destrucción y nunca entró en el esfuerzo defensivo. Sin ese apoyo y sin incluso los refuerzos completos que Hitler habían originalmente prometido, el avance alemán para abrir un corredor hacia el Sexto Ejército tuvo que ser abandonado después del 23 de diciembre. Desde ese momento, las batallas defensivas en el sur entraron en una nueva fase, con los esfuerzos defensivos alemanes desviados para la contención de un nuevo gran intento ofensivo soviético para aislar toda el ala sur del Eje.

La nueva ofensiva rusa comenzó dispersando al Octavo Ejército Italiano, que aún estaba en posición en el norte del Don. Avanzando al sur hacia Rostov, los soviéticos pretendían cortar las comunicaciones de los Grupos de Ejércitos Don y A. También, este ataque envolvió directamente la línea defensiva alemana en el Chir, haciendo la posición alemana allí insostenible. Esto no sólo echó a perder todos los prospectos para una renovado ataque para liberar al Sexto Ejército, sino que también resultó en la pérdida eventual de los aeródromos de vanguardia que suministraban a las divisiones rodeadas de Paulus.

En contraste a los anteriores aguijonazos contra la línea del Chir, el nuevo avance ruso barrió hacia delante sobre un amplio frente, apartando los contraataques de la débil 27 División Panzer (anteriormente situada detrás de los italianos como refuerzo) como si fueran aguijones de abeja. Claramente, las tácticas defensivas de prestidigitación utilizadas por los alemanes tan exitosamente en el río Chir no fueron suficientes para hacer frente a esta nueva amenaza.

Dos problemas principales obstaculizaron los intentos alemanes de labrar una repuesta defensiva efectiva para la madurada crisis. El primer problema era la falta de fuerzas de combate de refresco. Las mejores unidades en el Ejército Alemán, reunidas en la primavera de 1942 para llevar a cabo la Operación Azul, estaban ahora o invernando inútilmente en el Cáucaso (Grupo de Ejércitos A) o invernando en Stalingrado o en vanos intentos para liberarlo (Sexto Ejército y Cuarto Ejército Panzer). Las diversas órdenes improvisadas establecidas para defender el Chir y el bajo Don eran apenas adecuadas para esa sola misión y tenían poca opción de aguantar en una batalla de una sola pieza contra la nueva masiva acometida soviética.

Además, los refuerzos solamente pudieron ser desviados de otras partes del frente con dificultad. Las agotadas unidades de los Grupos de Ejércitos Centro y Norte habían sido despojadas de efectivos meses antes para proporcionar recursos para la ofensiva Azul y estaban apuradas para resistir los ataques soviéticos que se estrellaban contra sus propias posiciones. Por consiguiente, los comandantes locales del frente defensivo norte, que veían solamente sus propias problemas apremiantes, se opusieron a los intentos de extraer reservas de ellos. Solamente en los niveles superiores de mando pudo ser cumplida la reunión y transferencia de reservas mediana y eficazmente. En este caso, sin embargo, la suave redistribución de fuerzas por Hitler y el Alto Mando del Ejército fue obstaculizada por complejas variaciones en el estado y estructura de las unidades alemanas.

Para este punto en la guerra, la mayoría de las divisiones alemanas tenían grandes discrepancias entre su organización sobre el papel y su estructura real. Esto era debido parcialmente a las irredentas bajas en combate, parcialmente a la política de hecho del Ejército Alemán de propagar peculiaridades organizativas mediante constantes cambios en la estructura divisionaria de las unidades recién formadas, y parcialmente por despojar de recursos a algunas divisiones por asignaciones a otra parte. Algunas unidades del frente, por ejemplo, tenían poco o ningún transporte motorizado, sustituyéndolo en lugar de ello por vagones tirados por caballos o incluso bicicletas para movilidad logística y táctica. Otras andaban escasas de su complemento completo de artillería o incluso tenían batallones completos equipados exclusivamente con cañones capturados. Otras divisiones carecían de unidades de reconocimiento o incluso de regimientos completos de infantería que habían sido destinados a misiones antipartisanas.

Además de las singularidades organizativas, las divisiones alemanas también diferían grandemente en preparación de combate debido a las fluctuaciones en sus estados de moral, entrenamiento, reemplazo, experiencia de combate, fatiga y calidad de mandos inferiores. Estas excen-tricidades hicieron la administración centralizada de las fuerzas alemanas extremadamente difícil, ya que casi cada división se desviaba de algún modo de su estado normal. Ya que Hitler y el Estado Mayor del Ejército no siempre se dieron cuenta de estas peculiaridades organizativas, sucedía alguna confusión cuando los comandantes de cuerpo y ejército, a los que se les ordenaba liberar divisiones para uso de emergencia en otro sitio del frente, algunas veces reenviaban unidades que eran inadecuadas para las misiones particulares para las cuales habían sido solicitadas. En diciembre de 1942, el Alto Mando del Ejército inició un nuevo sistema de información para corregir esta situación, solicitando a los comandantes de cuerpo y ejército que entregasen evaluaciones subjetivas secretas del valor de combate de sus divisiones sobre una base regular. (Los comandantes de frente encontraron ser de su propio interés ser tan cándidos como fuera posible en estas valoraciones, ya que una franca estimación de responsabilidades era considera-da ser de alguna protección de tener que alimentar con fuerzas adicionales el “horno de Stalingrado). Tales inventarios hicieron la administración sobre el papel de los escuálidos recursos alemanes más eficiente, pero la carencia fundamental de fuerzas de combate adecuadas para cubrir la crisis en expansión del Frente del Este permaneció sin resolver.

El segundo problema que encadenaba a las operaciones alemanas era la propia compleja distribución del mando alemán. Lejos, en la parte sur del Frente del Este, estaban tres grupos de ejércitos autónomos (Grupos de Ejércitos A, B y Don). Ningún único comandante o cuartel general coordinaba los esfuerzos de estos grupos de ejércitos salvo el mismo Führer. Desde sus cuarteles generales en Prusia Oriental, Hitler continuaba dando su propio dudoso modo de guía de mando. Inspirado por el éxito de sus métodos de aguantar firme del invierno anterior, el Fúhrer se resistió ahora ordenar una retirada y reagrupamiento oportunos de los muy distantes ejércitos alemanes, incluso truculentamente se resistía a la transferencia de divisiones desde el levemente comprometido Grupo de Ejércitos A al mortalmente asediado Grupo de Ejércitos Don. La respuesta inaugural de Hitler a la nueva ofensiva soviética contra la retaguardia del ala sur alemana fue decretar una sucesión de líneas de contención sin sentido, ordenando a las dominadas fuerzas alemanas que mantuviesen posición tras posición “hasta el último hombre”.
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Medina
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Mensaje por Medina » Sab Jun 25, 2005 6:45 pm

El Mariscal de Campo von Manstein, cuyo Grupo de Ejércitos Don debía de detener la ofensiva soviética, se enfrentó a estos grandes problemas de cabeza. En una serie de mensajes por teletipo a Hitler, Manstein imploró la liberación de varias divisiones desde el desocupado Grupo de Ejércitos A en el Cáucaso con objeto de apuntalar algo la defensa alemana. Sin embargo, cejando demasiado tarde en ayudar al ataque de relevo sobre Stalingrado, Hitler al final ordenó a unas cuantas divisiones y luego finalmente a todo el Primer Grupo Panzer que se trasladaran desde el Grupo de Ejércitos A al control de Manstein.

Manstein también presionó a Hitler sobre la autoridad de mando. A finales de diciembre, Hitler se ofreció a colocar el Grupo de Ejércitos A bajo el control operacional de Manstein. Sin embargo, esta consolidación de autoridad no fue consumada debido, como después Manstein explicó, a que Hitler “era remiso a aceptar mis condiciones” de que no haya “posibilidad de interferencia por Hitler o del Grupo de Ejércitos A invocando...decisiones en contra de las mías”.

Menos de dos semanas después, furioso porque Hitler todavía estaba insistiendo en una política de no retirada y forzándole a pedir permiso para cada retirada táctica, Manstein presentó al Führer un ultimátum. El 5 de enero, Manstein envió un mensaje al jefe del Estado Mayor del Ejército para la consideración de Hitler: “Debería... este cuartel general continuar atado en el mismo grado hasta ahora, no puedo ver ningún propósito útil al que servirá mi continuación como comandante del Grupo de Ejércitos Don. En estas circunstancias, sería más apropiado reemplazarme...”. Hitler eligió ignorar el ultimátum de Manstein, pero al final le concedió un singular (aunque temporal) grado de autonomía y flexibilidad a Manstein para la dirección de las operaciones defensivas. Aunque la draconiana política de aguantar firme de Hitler permaneció oficialmente en efecto, a Manstein se le permitió libertad de maniobra por medio de una charada que salvaba las apariencias: en lugar de pedir permiso, Manstein simplemente informaría al Alto Mando del Ejército de la intención del Grupo de Ejércitos Don de tomar ciertas acciones a menos que específicamente se anularan las órdenes, y Hitler con su silencio consentiría sin realmente abandonar sus escrúpulos de resistir hasta el último hombre.

Como resultado de este acuerdo, Manstein dirigió operaciones desde comienzos de enero gasta mediados de febrero ampliamente emancipado de la acostumbrada interferencia de Hitler o del rígido dictamen de no retirada. A ningún otro comandante alemán se le permitió disfrutar de estos dos privilegios a tan gran escala durante el resto de la guerra. Como consecuencia de esta independencia, las operaciones defensivas alemanas durante la segunda fase de las batallas invernales del sur evidenciaron un grado de flexibilidad, economía y fluidez de maniobra no superado en el Frente Ruso durante toda la guerra.

Mientras estos arreglos de mando estaban siendo forjados, la situación operacional continuaba deteriorándose. Aún más, los ataques rusos habían derrotado completamente a los húngaros y a los italianos, completando la desintegración de toda la línea defensiva original del flanco a lo largo del río Don, al este de Voronezh. A finales de enero, apenas ninguna resistencia organizada del Eje permanecía entre las unidades supervivientes del Grupo de Ejércitos B (Segundo Ejército) en Voronezh y las duramente presionadas fuerzas del Grupo de Ejércitos Don a lo largo de los ríos Bajo Don y Donets. El Sexto Ejército Alemán, ahora en su agonía en Stalingrado, irónicamente proporcionó una fuente de esperanza: cuanto más pudieran resistir las tropas de Paulus, más continuarían reteniendo a los poderosos ejércitos rusos que las rodeaban, retrasando por lo tanto el refuerzo de los ampliados ataques soviéticos más al oeste.

El concepto global de operaciones de Manstein fue combinar la retirada de las unidades del Primer Ejército Panzer desde el Cáucsao con el establecimiento de una pantalla defensiva cara al norte contra los precipitados soviéticos. Una por una, las divisiones del Primer Ejército Panzer fueron retiradas a través del cuello de botella de Rostov y redesplegadas hacia el noroeste, extendiendo la provisional línea defensiva alemana siempre hacia el oeste. Los soviéticos podían todavía flanquear esta línea extendiendo el arco de su avance hacia el oeste y, de hecho, lo hicieron mientras mantenían la presión frontal a lo largo del Donets. Cada uno de estos amplios envolvimientos, sin embargo, retrasaron la decisión final y permitieron a Manstein situar más unidades en posición. Además, mientras más lejos desviaban los soviéticos sus fuerzas hacia el oeste, más tenue se convirtieron las líneas de suministros rusas.

Esta operación fue extremadamente delicada. Cualquier gran penetración soviética o envolvimiento incontestado podría cortar enteramente la arteria ferroviaria de la cual dependían para sus suministros los Grupos de Ejércitos A y Don, de manera que el Grupo de Ejércitos Don tenía que cumplir tres misiones simultáneamente: ralentizar el avance frontal soviético, desviar unidades desde el este hacia el oeste para eludir envolvimientos soviéticos, y conservar sus fuerzas permitiendo retiradas oportunas para impedir el cerco o la aniquilación.

Estas misiones tuvieron que ser realizadas bajo varios impedimentos tácticos. Primero, incluso con el refuerzo gradual por el Primer Ejército Panzer, las fuerzas de Manstein permanecían generalmente inferiores a las del enemigo. Descontando a las recién llegadas, la mayoría de las divisiones del Grupo de Ejércitos Don estaban extremadamente desgastadas, habiendo estado en combate continuo durante más de dos meses. También, el predominio de las fuerzas alemanas eran menos móviles que las fuerzas de tanques y mecanizadas soviéticas opuestas a ellas, un factor que pesaba fuertemente contra las esperanzas de Manstein de explotar la superioridad alemana en operaciones fluidas.

En segundo lugar, muchas de las fuerzas de Manstein estaban agrupadas bajo preparativos de mando extemporáneos. El orden de batalla alemán incluía varios cuarteles generales no convencionales identificados simplemente por los nombres de sus comandantes, tales como el Destacamento de Ejército Hollidt, el Grupo Mieth, y el Grupo de Combate Adam. Incluso muchas de las divisiones asignadas a las diversos cuarteles generales carecían de su cohesión interna normal. Por ejemplo, en enero de 1942, la 17 División Panzer estaba realizando operaciones defensivas con un regimiento de infantería agregado (el 156 Regimiento de Infantería), que ni poseía el entrenamiento ni los vehículos que le permitiera cooperar sin obstáculos con los tanques y los panzergranaderos orgánicos de la División. Igualmente, a mediados de enero, dos divisiones de infantería en el Destacamento de Ejército Hollidt contenían sustanciales suplementos procedentes de dos destrozadas divisiones Luftwaffe de Campo, mientras que una llamada división (la 403 División de Seguridad) era realmente un cuartel general divisionario que controlaba varios miles de tropas cuyos permisos habían sido abruptamente cancelados. Estas fuerzas ad hoc generalmente carecían de la precisión que procedía de la asociación habitual y de la experiencia común, y esta fricción interna fue magnificada por las rápidamente cambiantes condiciones de combate a las que se enfrentaba el Grupo de Ejércitos Don. Además, ninguno de estos agrupa-mientos improvisados estaban estructurados para combate sostenido; por consiguiente, carecían de los recursos técnicos y de apoyo que normalmente habrían dado servicio a unidades tan grandes.

Tercero, aunque relativamente frescas y bien organizadas, las divisiones del Primer Ejército Panzer llegando desde el Cáucaso venían con sus propios problemas especiales. En palabras de Manstein, estas fuerzas padecieron del “proceso de anquilosamiento que se establece inevitablemente dondequiera que las operaciones móviles degeneran en combate estático”. Su relativamente estancia inactiva en el Cáucaso desde septiembre a enero había provocado que estas “tropas y personal de formación perdieran la habilidad de adaptarse rápidamente a los cambios de situación que diariamente suceden en una guerra de movimiento”. El primer síntoma de este anquilosamiento fue el lento ritmo de la retirada de tropas caucásica. Habiendo acumulado “armas, equipamiento y provisiones de todas clases de las que se consideran incapaces de prescindir para el resto de la guerra”, las divisiones del Primer Ejército Panzer invariablemente solicitaron “un largo período de gracia con el cual prepararse para la evacuación”. Cuando finalmente entraron en combate a lo largo del Donets, estas fuerzas maniobraron letárgicamente al principio, con su anterior chispa y espíritu de combate embotados por la rutina de una prolongada guerra de posiciones.

Finalmente, los alemanes estaban incomodados por el enorme diferencial de movilidad entre sus propias fuerzas de infantería y panzer. En campañas anteriores, este problema había sido más evidentes en operaciones ofensivas, como durante Barbarroja cuando los veloces panzers habían rebasado su infantería de apoyo. En el sur de Rusia en enero y febrero de 1943, esta disparidad resultó ser igualmente disruptivo en operaciones defensivas, aumentando enormemente la dificultad de orquestar la maniobra alemana.

Ya que el grueso del poder de combate alemán consistía en infantería, de necesidad las tácticas defensivas alemanes fueron elaboradas sobre las menos móviles fuerzas de infantería. Los soldados de infantería, cuyas cifras frecuentemente incluían ingenieros, unidades antiaéreas y varias unidades de alarma, fueron dispuestos en líneas defensivas de vanguardia. Debido a la carencia de armas antitanques pesadas y con objeto de obtener algo de protección frente a los tanques rusos, las posiciones de infantería fueron preferiblemente situadas a lo largo de ríos, corrientes o barrancos que atravesaban el área. Ocasionalmente, las defensas fueron dispuestas en líneas continuas y atrincheradas; más a menudo, sin embargo, las unidades de infantería se des-plegaron en puntos fuertes para proteger sus flancos y retaguardia de ataques blindados. Por ejemplo, la 17 División Panzer, una veterana de los duros combates en los ríos Don, Chir y Ak-sai, desplegó sus batallones orgánicos de infantería en grupos de combate individuales. Estos grupos, sin embargo, estaban tan ampliamente separados que las baterías de artillería divisionarias no podían apoyarlos a todos desde posiciones centrales, necesitando la asignación provisional de incluso cañones pesados a los comandantes de grupos de combate. Al describir el combate a lo largo del río Donets en enero (en el cual la 17 División Panzer jugó una parte prominente), el Mariscal de Campo von Manstein observó que el enemigo fue detenido “primero y ante todo [por] la valentía con la cual las divisiones de infantería y todas las otras formaciones y unidades [por ejemplo, las unidades de alarma] ayudaron a defender la línea permaneciendo sobre su terreno contra los recurrentes ataques enemigos”.

Las fuerzas blindadas alemanas complementaban la defensa de vanguardia de la infantería. La movilidad de estas formaciones permitía a los comandantes lanzarlas al campo de batalla, arrojando su peso en las crisis en desarrollo. La escasez de estas fuerzas, sin embargo, impidieron su empleo en una defensa móvil general. Para apuntalar los sectores amenazados, el contraataque permaneció siendo la misión más común para los blindados. Adicionalmente, los tanques y la infantería mecanizada alemanes formaron retaguardias ideales, permitiendo a otras unidades menos móviles retirarse o reagruparse cuando era necesario. La movilidad de retaguardia resultó ser tan crucial durante las fluidas batallas en enero y febrero que algunas divisiones regulares de infantería incluso prepararon sus propios contingentes motorizados incautando todos los vehícu-los a motor disponibles para utilizarlos como transportes de tropas. Como ejemplo, la 294 División de Infantería del Destacamento de Ejército Hollidt formó tal unidad móvil en torno a varios cañones antiaéreos autopropulsados de 20 y 88 mm y utilizó este grupo compuesto casi exclusi-vamente como una fuerza de cobertura de vanguardia o de retaguardia durante aquellas batallas defensivas de la división.

Las formaciones panzer también asestaron ataques de desgaste sobre áreas de reunión enemigas, comprando tiempo hasta que otras fuerzas alemanas pudieran redesplegarse o atrincherarse. A comienzo de enero, por ejemplo, la 17 División Panzer triunfó espectacularmente con un ataque así. Apoyado por un regimiento de infantería, el General von Senger atacó con su débil batallón de tanques una concentración de asalto soviética, destruyendo veintiún tanques y veinticinco cañones antitanques enemigos frente a la pérdida de solamente tres panzer antes de retirarse. Al emprender tal acometida, el comandante de división:

Resistió cualquier tentación de distribuir sus tanques para la protección de su infantería, o incluso de conservarlas como fuerza de contraataque contra penetraciones rusas. Arriesgándolas en una operación [ofensiva] de gran alcance... no solamente las hizo indisponible para la defensa del amenazado sector sur de la división sino que también aceptaba el peligro de ser aislada completamente... Pero su peligro fue recompensado. Tomando la iniciativa, pudo inflingir fuertes bajas a los rusos a un pequeño coste, desorganizando los preparativos ofensivos soviéticos, y obteniendo tiempo valioso para su división y para el frente de todo el ejército.

Tal calculada intrepidez utilizando fuerzas móviles fue posible debido a los superiores entrena-miento y liderazgo alemanes. Como recordó un oficial alemán: “La superioridad alemana en este momento no yacía primordialmente en su equipamiento sino en sus patrones de entrenamiento. El entrenamiento de las dotaciones de tanques nunca cesó, incluso en combate. En la 17 División Panzer la práctica era sostener una crítica después de cada enfrentamiento, en la cual los éxitos y los fallos eran discutidos, lo mismo como después en los ejercicios de tiempo de paz”. Igualmente importante eran la agresividad, imaginación y flexibilidad de los líderes alemanes. Comentando las operaciones de sus improvisadas retaguardias móviles, el informe después de acción de la 294 División explicó que “la elección de un líder [era] especialmente importante” ya que tales unidades “no [eran] dirigidas de acuerdo a los manuales de campaña o incluso según cualquier esquema fijo”.

A pesar de su agresividad y hábil uso de las fuerzas móviles, la defensa de Manstein del ala sur alemana no fue una defensa móvil en el sentido clásico. Las fuerzas del Grupo de Ejércitos Don no podían ser insensibles a la pérdida de territorio, ya que de haberlo hecho habrían puesto en peligro las vitales líneas ferroviarias que pasaban a través de Rostov. Además, el grueso de las formaciones de Manstein estaban relativamente inmóviles y solamente podían ser utilizadas en una sucesión de defensas estáticas. Aunque jugando un papel importante, las fuerzas panzer y motorizadas alemanas operaron principalmente como fuerzas de intervención en apoyo de la infantería pedestre.

El método defensivo alemán fue así realmente una mezcla de técnicas tácticas. Lo que separa a estas batallas de otras fue el estilo de control de Manstein. Lo que Manstein hizo –y lo que Hitler, como regla general, no hizo- fue proporcionar una firme guía operacional a sus subordinados y luego permitir a esos comandantes utilizar sus fuerzas y el terreno para la máxima ventaja. Las duramente presionadas fuerzas de infantería , a menudo compuestas de unidades parcheadas apresuradamente reunidas sin ningún entrenamiento real de unidad, fueron mejor empleadas en defensas estáticas desde posiciones preparadas. Los grupos móviles panzer y motorizados asestaron contraataques repentinos para ayudar a sostener las defensas de la infantería y, ocasionalmente, mantuvieron al enemigo fuera de balance con ataques preventivos. Si las posiciones principales de la infantería llegaban a ser engullidas, los panzer y la infantería mecanizada ayudaban a las fuerzas más lentas a retirarse. Las formaciones móviles también libraron acciones dilatorias mientras las posiciones principales subsiguientes estaban siendo organizadas. Las grandes líneas defensivas eran diseñadas con bastante anticipación, permitiendo a las unidades hacer planes deliberados para sus retiradas. (Esta práctica sola añadió considerable coherencia a las operaciones alemanas. Hitler usualmente aplazaba las decisiones sobre permitir retiradas hasta que, cuando finalmente las ordenaba, las retiradas tenían que ser hechas confusamente para impedir cercos). Por ejemplo, combatiendo en su retirada desde el Chir al Donets en enero, durante una distancia de apenas 100 millas, el Destacamento de Ejército Hollidt ocupó no menos de nueve líneas defensivas intermedias. Su movimiento desde el Donets hasta el Mius en febrero siguió el mismo patrón.

En contraste a los métodos defensivos alemanes preferidos, estas batallas fueron libradas casi enteramente sin profundidad táctica. Ciertamente, la fluidez de las batallas en el sur de Rusia descendió, en gran parte, por la incapacidad alemana de absorber los ataques rusos en sucesivas zonas defensivas. Careciendo de fuerzas para establecer una defensa profundamente escalonada, los alemanes en lugar de ello combinaron maniobra –incluyendo ataques relámpagos y retiradas- con una tenaz defensa posicional para dar profundidad artificial al campo de batalla. De este modo, los alemanes pudieron frenar los principales ataques soviéticos, impidiendo penetraciones catastróficas mientras todavía preservaban la integridad y la libertad de acción de sus propias fuerzas.

Al igual que con las batallas de diciembre del XLVIII Cuerpo Panzer en el río Chir, estas tácticas –como la Defensa Elástica tradicional- fueron esencialmente de desgaste. Los ataques rusos fueron contenidos o desgastados uno por uno, e incluso aunque las unidades alemanas ocasionalmente tomaron la iniciativa táctica por alguna respuesta agresiva, la iniciativa operacional permaneció con los soviéticos. No importa cuán a menudo las divisiones panzer alemanas se abalanzaban solas en ataques preventivos, las grandes unidades de maniobra del Ejército Rojo nunca estuvieron en peligro de una repentina aniquilación.

Esta situación existió porque la escasez de fuerzas alemanas y las grandes distancias en el sur de Rusia mantuvieron dispersas a las unidades alemanas. Bloqueando el implacable avance de amplio frente soviético, los alemanes operaron completamente de la mano a la boca y fueron por consiguiente incapaces de diseñar cualquier acumulación operacional por cuenta propia. Significativamente, desde el momento de la cancelación a finales de diciembre del ataque de relevo a Stalingrado por tres divisiones hasta la conclusión de la segunda fase de batallas defensivas a finales de febrero, todas las divisiones panzer alemanas en el frente sur fueron empleadas fragmentariamente para aliviar crisis locales. No más de dos divisiones panzer combinaron sus magros recursos para realizar un golpe concertado. Por ejemplo, el Destacamento de Ejército Hollidt, que a mediados de enero tenía en campaña cuatro divisiones panzer, retuvo solamente una división bajo su control y asignó las otras tres a sus mandos subordinados para su uso como “brigadas de fuego” en apoyo de sus divisiones de infantería. Aunque efectivas en contener los ataques rusos locales, esta organización de tarea hizo imposible concentrar poderosas fuerzas móviles para operaciones a gran escala.

Manstein apreció este hecho y, desde mediados de febrero, comenzó a echar los cimientos para un empleo diferente de los blindados alemanes. El fresco Cuerpo Panzer SS, ahora descargando cerca de Kharkov con dos divisiones panzer Waffen SS de elite, junto con otros refuerzos formaron el núcleo de una masa de maniobra operacional. Convencido de que las bajas, las averías mecánicas y el alargamiento de las líneas de suministro deberían de haber cobrado su precio a los rusos, Manstein previó una oportunidad para tomar la iniciativa operacional con una contraofensiva suya. El objetivo de Manstein era las puntas de lanzas blindadas soviéticas, entonces todavía avanzando hacia el sudoeste entre Kharkov y Stalino.

La tercera fase de la campaña de invierno contempló la reestabilización del frente sur. La pieza central de esta fase fue un potente contragolpe alemán de cinco divisiones panzer contra el flanco sur soviético de Kharkov. La réplica del 22 de febrero de Manstein sorprendió completamente a los rusos y, en días, había destrozado al Primer Ejército de la Guardia Soviético así como también a varios grupos blindados independientes. Como trofeos, los alemanes contaron 615 tanques enemigos destruidos y alrededor de 1.000 cañones capturados. La cosecha de prisioneros, sin embargo, fue decepcionantemente baja: como siempre, la escasa infantería de las formaciones panzer alemanas fue incapaz de sellar el campo de batalla, y miles de tropas soviéticas fortuitamente escaparon de la trampa alemana.

A pesar de su éxito, Hitler tuvo poca satisfacción con la contraofensiva de Kharkov de Manstein. Como Hitler había admitido en su Orden de Defensa del Führer de septiembre de 1942, sus ideas defensivas eran de la cosecha anterior a 1917. Consecuentemente, la propia preferencia de Hitler, desde todos los puntos de vista, era para una defensa rígida de no retirada. Había estado bastante incómodo con las tácticas de esquivar y atacar de Manstein en enero y comienzos de febrero, pero por todo su brío táctico, ese estilo de defensa había sido todavía operacionalmente conservador y había permanecido centrado en negar a los rusos el acceso a ciertas áreas críticas. Lo que irritaba mayormente a Hitler era la renuncia a propósito de terreno en una escala opera-cional. Cuando Manstein continuó cediendo terreno –incluso después de que el avance soviético mostrara signos de estancarse por sí mismo- mientras construía su fuerza de ataque de reserva, el nerviosismo de Hitler aumentó. Al final, Manstein apenas salvó su plan de contraofensiva de las estridentes demandas de Hitler para que las nuevas reservas fueran lanzadas a la batalla fragmentariamente para impedir más pérdidas territoriales. Y todavía esta misma estrategia finalmente resultó ser la base para la contraofensiva de Manstein, según el avance ruso eventualmente se extendió demasiado y quedó vulnerable para las reservas alemanas acumuladas. Hitler apreciaba la defensa del terreno incluso más que la aniquilación de fuerzas enemigas considerables, por muy espectacular que fuera.

Comprado respiro por la exitosa contraofensiva de Manstein cerca de Kharkov, las otras harapientas tropas alemanas lograron parchear una línea defensiva continua en el frente sur. El Destacamento de Ejército Hollidt, retirándose por etapas desde el Donets, se trasladó a las antiguas líneas defensivas del Grupo de Ejércitos Sur en el río Mius. Excepto por una serie de salientes al norte de Kharkov, los ejércitos alemanes del sur a finales de marzo mantenían de nuevo casi las mismas posiciones desde las cuales había comenzado la Ofensiva Azul la primavera anterior.

Esta línea podría haber sido fácilmente forzada en casi cualquier punto antes del deshielo primaveral a finales de marzo de 1943. Por ejemplo, el XXIV Cuerpo Panzer –que, de hecho, no tenía en absoluto unidades panzer- sostenía la parte extremo sur de la línea alemana con una división de infantería y dos divisiones de seguridad improvisadas. Estas fuerzas, cuyo sector se extendía por casi 125 kilómetros (incluyendo un trecho de la costa del Mar de Azov), sumaban solamente batallones de infantería sin reforzar. Un informe después de acción del XXIV Cuerpo Panzer anotaba que la organización, cohesión y armamento de las dos divisiones de seguridad eran tan dispares que poco se podía esperar de ellas. Afortunadamente, estas unidades ocupaban viejos trabajos defensivos a lo largo de la mayoría de su frente y también pudieron reentrenar y rehabilitar a sus fuerzas debido a la falta de renovada acción ofensiva por los cansados soviéticos.

La contraofensiva alemana de Kharkov y la tenue reestabilización del frente sur finalizaron la tercera fase de la campaña de invierno. Cuando la crisis se apaciguó, también la independencia de Manstein del estrecho control de Hitler se evaporó. La paciencia de Hitler con Manstein realmente había comenzado a agotarse a finales de febrero. Entonces, alarmado por los enormes huecos de territorio que eran rodeados por las fuerzas de Mansteint, Hitler reafirmó su autoridad personal sobre el Grupo de Ejércitos Don el 12 de febrero de 1943 con la Orden de Operaciones 4, que ordenaba a Manstein reestablecer un sólido frente de resistencia en la línea Mius-Donets.

De hecho, solamente la promesa de Manstein a Hitler de recuperar mucho del territorio perdido con el contragolpe de Kharkov, junto con la torpeza de los comandantes de campaña intercambiados en medio de una batalla tan confusa, probablemente salvaron a Manstein de ser relevado.
Con la disipación de la autonomía de Manstein vino una afirmación de todos los remedios defensivos de Hitler, y las frágiles defensas alemanas que tomaban forma a lo largo del frente sur reflejaron esto. De nuevo, la guía defensiva estándar se convirtió en “¡nada de retirada; defender hasta el último hombre!”.

El General Walther Nehring, supervisando la mejora de las posiciones de su XXIV Cuerpo Panzer, reflejó la incómoda mezcla de defensa tradicional y amonestación hitleriana que se había convertido en práctica doctrinal. En una orden defensiva del 18 de marzo de 1943 a sus unidades, Nehring ordenó la mejora de posiciones a fondo, la cuidadosa coordinación del fuego de apoyo de la artillería, y el emplazamiento de grupos de armas antitanques detrás de las posiciones principales en perfecto acuerdo con el sistema de Defensa Elástica del TruppenFührung. Sin embargo, las instrucciones de Nehring también ordenaban el cumplimiento de las insensibles estipulaciones de Hitler: “Los elementos enemigos que penetren serán instantáneamente hechos retroceder por contraataques inmediatos y la HKL [línea principal de resistencia] recobrada. La maniobra evasiva ante el enemigo o la evacuación de un posición sin órdenes especiales mías [de Nehring] están prohibidas”.

La práctica defensiva alemana por lo tanto había obtenido poco de las lecciones del año anterior. A pesar de las tensas batallas en el frente defensivo norte, del desastre en Stalingrado, de los combates desesperados entre los ríos Volga y Mius, y finalmente de la brillante respuesta operacional de Manstein en Kharkov, los ejércitos alemanes en el Frente del Este miraron hacia el futuro combate defensivo todavía obstaculizados por las rígidas restricciones de Hitler. Aún así, las unidades del Ejército Alemán continuaron revisando sus propios métodos tácticos y sugirieron modificaciones a la doctrina defensiva dentro de los límites establecidos por la guía del Führer.
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Mensaje por Medina » Dom Jun 26, 2005 1:39 am

Valoraciones Doctrinales Alemanas.
A finales de 1942, varias unidades alemanas a lo largo del frente ruso prepararon rutinarios informes después de acción resumiendo sus experiencias. Estos informes se ocupaban primordialmente de las actividades a lo largo de los frentes defensivos de los Grupos de Ejércitos Centro y Norte. La confusión y el revuelo en el sur impidieron una meticulosa valoración de aquellas batallas hasta la primavera de 1943.

El Grupo de Ejércitos Norte preparó la crítica más detallada de los métodos defensivos alemanes. El 20 de septiembre de 1942, el Grupo de Ejércitos Norte encargó a sus unidades subordinadas que preparasen informes sobre “Las Experiencias de Combatir en un Frente Fijo” y enumeró dieciséis temas principales de debate. Estos artículos incluían la precisión de los manuales doctrinales del Ejército Alemán, los métodos para organizar posiciones defensivas, localización y uso de grandes armas, indicadores de inteligencia de inminentes ataques enemigos, y sugerencias de entrenamiento general.

En términos generales, las unidades endorsaron la aplicabilidad básica de las publicaciones doctrinales existentes. “Nuestros manuales”, escribió el oficial de operaciones de la 21 División de Infantería, “se han probado generalmente con respecto a la selección y construcción de posiciones”. Sin embargo, varias unidades se quejaron de que los manuales de campaña alemanes no se ocupaban de los problemas peculiares inherentes a defender sectores excesivamente amplios con fuerzas inadecuadas. Estos informes anotaban que la guía doctrinal era deficiente al explicar cómo los métodos estándares de la Defensa Elástica deberían ser adaptados a todas estas condiciones tan comunes. El Dieciocho Ejército, por ejemplo, llevó la línea más extrema en su informe al Grupo de Ejércitos Norte: “Los principios de nuestros manuales de campaña...tienen solamente limitada validez en el Este porque en la práctica son rara vez posibles”.

En el mismo estilo, varias unidades fueron cautelosamente críticas sobre la obsesiva insistencia de Hitler de resistir incluso en las líneas de trincheras más avanzadas. Según un informe divisionario, esta práctica privaba a las defensas alemanas de la profundidad esencial. Con tantas tropas y armas pesadas empleadas en la línea principal avanzada de resistencia, solamente lo más delgado de las reservas locales permanecían para ocupar posiciones en profundidad. Cuando las penetraciones enemigas ocurrían, esto inmediatamente arrojaba mucha de la responsabilidad para una resistencia en profundidad sobre las escasas tropas alemanes que guarnecían puestos de mando, posiciones de artillería y puntos fuertes de servicio de retaguardia. Consecuentemente, como revelaron las quejas, todo el concepto defensivo alemán parecía haber degenerado hacia la costosa retención de la línea principal de resistencia a expensas de una legitimada defensa en profundidad.

Otra crítica de los manuales doctrinales alemanes citaba la falta de consejo sobre cómo defender bajo condiciones especiales, tales como en pantanos y bosques, o durante períodos de visibilidad limitada. El 22 Regimiento de Fusileros insistió en que las batallas libradas bajo estas circunstancias requerían técnicas especiales más allá de aquellas dadas en los manuales de entrenamiento del Ejército Alemán. La 58 División de Infantería confirmó esto, citando como ejemplo la tendencia errónea de algunos jefes a desplegar fuerzas defensivas a lo largo del borde de áreas boscosas. Una vez que los soviéticos descubrieron este hábito, era simple para la artillería del Ejército Rojo machacar las líneas boscosas ocupadas ya que formaban blancos bien definidos. Los experimentados comandantes alemanes colocaban sus tropas en posiciones camufladas delante de los bosques o si no las atrincheraban a una distancia irregular de entre 25 y 100 metros dentro de la línea de árboles. (Este último método era preferido: las tropas enemigas que atacaban los bosques no podían situar fuego certero de armas pequeñas o indirecto sobre los defensores atrincherados hasta que el enemigo hubiese avanzado a través de la barrera artillera alemana y entrara en las zonas batidas de cerca de los defensores. Todavía la delgada cobertura boscosa delantera de las posiciones defensivas era demasiado poco profunda para abrigar cualquier gran cuerpo de tropas enemigas).

Tales técnicas demostraban no solamente el grado al cual las tácticas alemanes estaban hechas a la medida para minimizar bajas, sino también el permanente deseo de los comandantes alemanes de evitar esquemas tácticos que situaran una tensión psicológica innecesaria sobre sus soldados.

El clima ruso, las restricciones periódicas de suministros, los métodos de combate antitanque a corta distancia, y la falta de descanso –sin mencionar la aparente superioridad numérica enemiga y su reputado salvajismo- impusieron fuertes demandas sobre la moral y la disciplina alema-nas. Por consiguiente, los informes después de acción estaban llenos de sugerencias para evitar la drástica reducción de las energías morales alemanas. Por ejemplo, ya que la defensa de todo un sector podría depender de la habilidad y agresividad de las reservas locales, muchas unidades enfatizaban el atractivo de elegir a los mejores líderes y a los hombres más fiables para papeles de reserva. Idealmente, estas tropas de choque locales debían de mantener la hoja afilada mediante constante entrenamiento y ensayos de alarma y eran reservadas de faenas tan excesivamente fatigantes como la construcción de trincheras. Otra táctica psicológica sugerida por el General Heinrici, el comandante del Cuarto Ejército, era el fuego a ciegas de la artillería alemana sobre presuntas concentraciones de ataque del Ejército Rojo justo antes de los asaltos enemigos. Tal fuego, cualquiera que fuera su efecto real sobre los rusos, era de inestimable valor al “dar un mínimo de estímulo moral a nuestra infantería en el momento de peligro”. Otras unidades enfatizaban la importancia extrema de entrenamiento regular en materias particularmente temibles como el combate cuerpo a cuerpo y el ser invadidos por tanques enemigos. Más importante para la moral defensiva, informó la 1 División de Infantería, era que “cada soldado en la defensa debe de ser convencido de la superioridad de su propio entrenamiento y sus propias armas”.

Excepto por la interferencia de Hitler en el mando y la incapacitadora estrategia de no retirada, el asunto doctrinal más contencioso que surgió durante 1942 y comienzos de 1943 concernió al papel defensivo apropiado de los blindados alemanes. Los manuales alemanes de preguerra habían consignado a los panzer a un papel de contraataque conmensurativo con su “naturaleza ofensiva inherente”. Mientras que nadie negaría que los panzers formaban unas reservas móviles y fuerzas de contraataque ideales, un considerable estruendo doctrinal surgió acerca de la distribución y control de estas fuerzas.

A un lado permanecían los mismos oficiales panzer. Desde la década de los 30, Guderian y otros sumos pontífices de la guerra blindada habían enseñado a su grey un simple y persistente catecismo: los panzers deberían ser utilizados solamente en masa y nunca deberían ser divididos o distribuidos en papeles de apoyo a la infantería. La rectitud de este punto de vista había sido demostrado en la campaña de 1940 en Francia. Allí, los numéricamente superiores blindados franceses y británicos habían sido neciamente desplegados en “puñados” y habían ido con justicia a la perdición en manos de las fuerzas blindadas alemanas. A finales de 1942, la necesidad de emplear blindados en masa se había convertido en un artículo de fe absoluto entre las fuerzas blindadas.

Como corolario a esto, los comandantes de blindados alemanes eran renuentes a ver sus panzers situados incluso bajo el mando temporal de oficiales no del cuerpo por miedo a que pudieran cometer algún sacrilegio dividiendo los tanques en papeles de apoyo. Al discutir la organización de tarea correcta de las reservas para contraataques, por ejemplo, el General Heinrich Eberbach de la 4 División Panzer formó sus propias claras opiniones en un memorando del 30 de septiembre de 1942: “No subordinar un batallón de tanques a un regimiento de infantería; más bien agregar a él [el batallón de tanques] un batallón de infantería, una compañía de ingenieros, un destacamento de artillería, y una compañía antitanque autopropulsada, y dar a este grupo de combate una misión clara”. El General Hermann Hoth, cuyo Cuarto Ejército Panzer fue desgarrado por la contraofensiva soviética de noviembre de 1942, también había argumentado en contra de asignar pequeños destacamentos panzer a fuerzas de infantería. En un memorando del 21 de septiembre de 1942 al Alto Mando del Ejército, Hoth declamó que “el Arma Panzer logra su éxito masificando”. Aunque concedía que pequeños grupos de tanques habían jugado un gran papel al salvar la posición alemana durante el invierno de 1941-42, Hoth afirmó que “esto no debería llevar por consiguiente a tanques solitarios como una solución universal [para reforzar la resistencia defensiva ]...”. Por el contrario, argumentaba Hoth, los ejemplos a finales del verano de 1942 mostraban que el éxito defensivo real procedía de “la determinada voluntad de ataque de las divisiones panzer y de infantería”. En contra “del falaz llamamiento de las divisiones de infantería para panzers solitarios”, Hoth farfullaba que tal dispersión de tanques no solamente comprometería a las tropas blindadas como una fuerza decisiva en el campo de batalla, sino que también corrompería fatalmente la “voluntad para atacar” de las fuerzas de infantería supeditándolas excesivamente al apoyo blindado.

Frente a este coro permanecían aquellos oficiales alemanes –principalmente, pero no exclusi-vamente, soldados de infantería- cuyas tropas estaban realmente defendiendo las líneas defensivas de vanguardia. Estos oficiales no tenían nada que argumentar a la acumulación de tanques en teoría pero citaban varias razones convincentes por las que los intereses defensivos alemanes podrían ser mejor servidos en la práctica mediante una mayor dispersión de los limitados recursos blindados. En las incontables batallas contra los ataques rusos, estos oficiales habían desarrollado un credo doctrinal por su cuenta, a saber, que bajo las condiciones prevalecientes de debilidad y restricción, el mejor medio para derrotar una penetración soviética era por contraataque inmediato. Aunque no nueva, esta convicción se robusteció según se acumuló la experiencia defensiva. El 14 de octubre de 1942, el General Heinrici escribió que el contraataque inmediato, dirigido por líderes enérgicos y golpeando a las tropas enemigas mientras todavía estaban desorganizadas, podía lograr “un éxito completo en cada caso”. De este sentimiento se hicieron eco muchas unidades que consideraban la velocidad mucho más importante que la fuerza numérica o la potencia de fuego para desalojar a las fuerzas rusas. Para implementar sus contraataques tan rápidamente como fuera posible, estos comandantes de primera línea por consiguiente estaban dispuestos a sacrificar incluso la acumulación para golpear a los soviéticos penetrantes antes de que pudieran consolidarse.

Lo que los comandantes de infantería preferían era que los tanques en tamaño de compañía o pelotón fueran repartidos para apoyar a sus propias reservas tácticas. Organizados con esta misión de bajo nivel, los panzer tendrían que ser colocados bajo el mando de comandantes locales de infantería. Además, en casos excepcionales (como lo fue el de la duramente presionada 336 División de Infantería en el río Chir en diciembre de 1942), los soldados de infantería alemanes también querían algunos tanques colocados a su disposición para actuar como cañones antitanques móviles en apoyo de sus posiciones estáticas. Como era esperado, los oficiales panzer alemanes denunciaron vigorosamente todas estas ideas.

Esta disputa fue tan acalorada porque había poca posibilidad para un compromiso. Dada la amplitud del Frente Ruso y la escasez de fuerzas panzer alemanas, era imposible proporcionar reservas blindadas concentradas a todos los sectores –la única solución que podría haber satisfecho a todo el mundo.

Si, como los comandantes panzer deseaban, los blindados alemanes debían mantenerse concentrados en áreas de reunión en retaguardia, entonces las fuerzas de tanques no podrían llegar a la escena de una crisis local hasta horas –o incluso días- después de que hubiesen sucedido las penetraciones soviéticas. Los comandantes de infantería consideraban que tal asistencia tardía era de poco valor. Consideraban que tales retrasos darían a los rusos tiempo para expandir sus penetraciones, provocando el posible colapso o la aniquilación de toda la línea defensiva, o para haber fortificado tanto su recién ganado terreno como para hacer su reconquista extremadamen-te costosa. También, los soldados de infantería no quedaron impresionados por los ocasionales éxitos de blindados concentrados al aniquilar fuerzas de penetración rusas. Sabían que estas victoriosas batallas panzer –tales como la de la 11 División Panzer de Balck en el río Chir- demasiado a menudo llegaban solamente después de que la infantería alemana de vanguardia hubiese sido enteramente aniquilada. Los cínicos soldados de infantería alemanes deberían haber anotado que, mientras los oficiales panzer brindaban por sus gloriosas victorias, los soldados de infantería eran los únicos consignados a enterrar sus excesivamente numerosos muertos.

Por otra parte, si los tanques alemanes eran repartidos en pelotones para apoyar a cada batallón o regimiento de infantería cuyo sector estuviera amenazado de ataque, sería imposible reunir los panzers a tiempo para enfrentarse a cualquier masiva penetración soviética que requiriese una respuesta masiva alemana. El General von Senger de la 17 División Panzer, cuyas experiencias en el frente sur durante el invierno de 1942-43 le cualificaban para hablar con autoridad, escribió mordazmente sobre su adherencia al “principio defensivo de que los blindados [deben ser] mantenidos juntos en la defensa pero [deben ser] utilizados ofensivamente en el momento correcto. Los comandantes menos familiarizados con las tácticas blindadas, y aquellos que solamente eran conscientes del interminable frente, delgadamente ocupado y bajo amenaza de los blindados enemigos, habrían sido bajo estas condiciones tentados a malgastar sus propios blindados”. Defendiendo la primacía de las fuerzas blindadas, Senger añadió: “Así las divisiones blindadas, originalmente organizadas como formaciones puramente ofensivas, se habían convertido [a comienzos de 1943] en las más efectivas en operaciones defensivas”.

Para más refutación, los oficiales panzer citaban sus propias recientes experiencias e indicaban que el dividir blindados en fomento de contraataques con objetivos limitados provocaba pérdidas de tanques desproporcionadamente altas. Por consiguiente, el Generel Eberbach sugirió que la infantería debería rechazar “pequeñas penetraciones” con las fuerzas disponibles, salvando a los panzers acumulados para aquellas penetraciones que excedían los cinco kilómetros de profundidad. Cuando realmente se empleaban, opinaba Eberbach, los comandantes panzer deberían tomar el control de todos los recursos disponibles y deberían devolver el control del sector batallado al comandante de infantería solamente cuando los tanques se retiraran. Justificando este juicioso uso de los panzer, Eberbach anotaba que “la vida de un tanquista no es más valiosa que la vida de un soldado de infantería”. Sin embargo, explicaba, el empleo cuidadoso de blindados era en el interés último de las fuerzas blindadas y de infantería ya que, de otra manera, las finitas fuerzas blindadas alemanas estarían pronto completamente extinguidas y de no más uso para nadie.

Ambas partes en esta disputa estaban completamente en lo cierto. Cada comandante alemán, no importa el arma, quería ver a sus propias fuerzas utilizadas de acuerdo con sus efectivos peculiares. Ningún líder panzer quería ver a sus preciosos tanques sacrificados unos cuantos a la vez en lo que eran, después de todo, solamente emergencias locales. Ni ningún oficial de infantería deseaba ver a sus hombres masacrados para estar a la altura de las políticas de Hitler de “defender a todo coste, recuperar todo el terreno perdido” cuando la asistencia de unos cuantos tanques podrían reducir sus bajas drásticamente.

A pesar de una oleada de actividad burocrática y de escrito de memorandos, ningún compromiso fue alcanzado en este asunto. Un borrador de un “Folleto Instructivo sobre el Uso de Panzers en la Defensa” que circuló en los Noveno y Cuarto Ejércitos, intentó resolver algunas de las sobresalientes fuentes de fricción entre infantería y blindados. Excepto por una sugerencia de que los tanques nunca deben ser empleados con menos efectivos que una compañía, sin embargo, este folleto fracasó en llegar a encargarse de asuntos más amplios.

Ciertamente ningún compromiso era aparente en la Escuela de Entrenamiento Panzer en Wiinsdorf, donde un “Folleto Instructivo sobre Cooperación Entre Panzers e Infantería en la Defensa” de febrero de 1943 sonaba a una nota particularmente militante. Este extracto, por ejemplo, anunciaba los siguientes principios para el empleo de tanques en la defensa:

• Los tanques deben ser solamente empleados en contraataques y nunca como parte de la defensa estacionaria.
• Los tanques deben ser mantenidos lo suficientemente detrás del frente para que puedan responder a las penetraciones enemigas a lo largo de un amplio sector de responsabilidad.
• Los tanques deben ser siempre empleados en masa: el empleos de tanques en solitario está prohibido.
• La unidad más pequeña para contraataques inmediatos con apoyo de infantería es el batallón de tanques (mínimo de cuarenta panzers).

Un folleto similar para oficiales de mayor graduación añadía que los panzers deben permanecer bajo el control de comandantes de división o de destacamentos independientes, sugiriendo maliciosamente que “destinar tanques a líderes subordinados [de infantería] solamente puede ser permitido para períodos limitados y para misiones limitadas”. Como ambos folletos se originaron en la escuela de tanques de Wündorsf, su distribución fue limitada principalmente a los oficiales panzer. En gran medida, por consiguiente, estos extractos meramente decían a los oficiales de blindados alemanes lo que querían escuchar. Ninguna publicación recibió una difusión general a lo largo del Ejército Alemán, y ninguna tuvo ningún impacto doctrinal real.

Este confuso coro doctrinal reflejaba la situación del Ejército Alemán en el Frente del Este. A finales de la primavera del 1943, la doctrina defensiva alemana en el Frente Ruso se había convertido en un retazo de compromisos provisionales. La Defensa Elástica permanecía como el armazón doctrinal básico, que había sido establecido en los manuales de preguerra. Sin embargo, esta doctrina estaba siendo incesantemente distorsionada por varios factores. Los alemanes carecían de fuerzas adecuadas para guarnecer sus extensos frentes con una red defensiva profundamente escalonada, y las divisiones alemanas habían sido forzadas a utilizar una colección variada de medidas a medias tácticas. Adolfo Hitler había adicionalmente embrollado la doctrina alemana emitiendo confusas directivas. Aunque a veces el Fuhrer había endorsado benignamente la teoría general de la defensa elástica en profundidad, en la práctica había tronado coléricamente contra los comandantes débiles de carácter que permitieron al enemigo penetrar más allá de la línea de trincheras delantera.

El fin de estos problemas habría sido enfocar los esfuerzos defensivos alemanes en sostener una rígida defensa lineal. En resumen, la defensa elástica en profundidad como la practicada por los alemanes a comienzos de 1943 había perdido, debido a las órdenes de Hitler, la mayoría de su elasticidad y, debido a la falta de efectivos alemanes, había abandonado también la mayoría de su profundidad. Todavía, las unidades alemanes hicieron lo mejor para adaptarse a estas angostas condiciones. No pudieron hacerlo, sin embargo, sin tensiones y disputas ocasionales como ilustraron las discusiones sobre el uso defensivo de los blindados alemanes.
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Mensaje por Medina » Dom Jun 26, 2005 2:04 am

CAPÍTULO 5.
Observaciones y Conclusiones.
A finales de marzo de 1943, las lluvias primaverales y el barro detuvieron las operaciones en el Frente Ruso. Este intermedio estacional señaló un momento decisivo principal en la Guerra Ruso-Alemana. Aunque desconocida a la sazón, la contraofensiva alemana de Kharkov fue, como Manstein después comentó, “la última victoria alemana en el Este”.

Durante los dos primeros años de la guerra, los alemanes habían considerado el combate defensivo como un desagradable corolario a sus designios ofensivos; sin embargo, desde mediados de 1943 en adelante, la guerra se convirtió para los alemanes en un masivo encuentro defensivo que requería estrategias enteramente diferentes. En lugar de perseguir la victoria, los alemanes después intentaron eludir la derrota. Consecuentemente, el desarrollo de la doctrina defensiva alemana se convirtió en más deliberada según los comandantes alemanes esperaban maximizar sus cada vez más pequeños recursos de combate afilando constantemente su borde doctrinal.

Los ejércitos orientales alemanes comenzaron la campaña Barbarroja en junio de 1941 con un libro de texto doctrinal común para operaciones defensivas. Los métodos defensivos que llevaron los alemanes a lo largo de las batallas defensivas desde 1941 a comienzos de 1943 incluían una gran cantidad de improvisación, según las unidades alemanas adaptaban sus procedimientos tácticos a las nuevas condiciones de combate rusas. Estos procedimientos variaban según las circunstancias y estaban influenciados por problemas imprevistos que surgieron de los insuficientes efectivos de combate alemanes, el rudo clima, la dificultad del terreno, las tácticas rusas y la interferencia en el mando de Hitler.

Los siguientes comentarios no intentan recapitular todos los puntos principales previamente desarrollados acerca de la evolución de la doctrina defensiva alemana. Más bien, son algunas reflexiones generales acerca del cambio doctrinal en el Ejército Alemán y los factores externos que influenciaron estos cambios.

En la práctica, las operaciones defensivas alemanas nunca correspondieron exactamente con la doctrina de preguerra. En ninguna campaña o enfrentamiento la actuación alemana en el campo de batalla en el Frente del Este entre 1941 y 1943 se adhirió a los puntos de vista del Truppenführung y de otros manuales de preguerra. Esto es debido a que los preparativos de tiempos de paz nunca pudieron anticipar las circunstancias exactas de combate. Así, en la guerra, los métodos tácticos aprendidos durante las maniobras de tiempos de paz no sobreviven intactos, y los soldados y las unidades completas deben rápidamente aprender a adaptarse a las condiciones del campo de batalla. De acuerdo con esta necesidad, el Ejército Alemán, como cualquier ejército pasando de la paz a la guerra, se vio forzado a alterar sus puntos de vista para reflejar las circunstancias reales del campo de batalla.

Al comienzo de la Guerra Ruso-Alemana, la doctrina defensiva alemana estaba basada sobre el sistema de defensa elástica en profundidad adoptado por el Ejército Imperial Alemán en la parte final de la I Guerra Mundial. Después, en la II Guerra Mundial, cuando las divisiones alemanas descubrieron que algunas de sus teorías doctrinales no funcionaban bien bajo las condiciones del campo de batalla ruso, le siguieron amplias improvisaciones doctrinales. Durante los primeros años de la guerra, el Ejército Alemán se adhirió a los principios doctrinales del manual Truppenführung de 1933 en lo posible, confiando en los comandantes locales para realizar cualquier ajustamiento necesario para satisfacer sus propias circunstancias. Según continuó la guerra, sin embargo, la metodología del Truppenführer fue progresivamente reemplazada por modificaciones más extensas resultantes de las condiciones peculiares de combate en el Frente Ruso. Sin embargo, a pesar de estas modificaciones para las prácticas defensivas alemanas, el Truppenführer permaneció de hecho como la referencia doctrinal estándar hasta el final de la guerra.

La mayoría del cambio doctrinal fue hecho informalmente, originándose en las líneas del frente donde los comandantes locales actuaban por su propia iniciativa para corregir métodos tácticos inapropiados. Ya sea en el uso de puntos fuertes durante el invierno de 1941-42 o en la adopción de cientos de otras técnicas tácticas, la constante actualización de los métodos defensivos alemanes fue altamente descentralizada. Las unidades elaboraron nuevos procedimientos que se convirtieron en doctrina cuando entrenaban en reemplazos y cuando pasaban a otras unidades por vía de los informes de combate.

Esta descentralización produjo beneficios y problemas. El principal beneficio fue que las unidades alemanes se adaptaron veloz y automáticamente a las rudas realidades del combate en Rusia. Durante el difícil combate defensivo a lo largo del primer invierno de la guerra, por ejemplo, los métodos defensivos fueron casi completamente improvisados. Estas improvisaciones, que probablemente salvaron a los ejércitos alemanes de la aniquilación, debieron menos a la doctrina publicada que a la compenetración, experiencia y juicio táctico de los comandantes locales. En contraste a la mayor rigidez del Ejército Rojo, la adaptabilidad alemana fue particularmente aparente al principio en la guerra.

Como los alemanes, los soviéticos también adaptaron sus propios métodos tácticos según la guerra progresó. A principios de la guerra, sin embargo, el Ejército Rojo era mucho menos capaz de implementar ajustes oportunos que el Ejército Alemán. La razón para este atraso era que los soviéticos confiaban en la discreción profesional de sus comandantes de frente mucho menos que los alemanes, incluso hasta el punto de asignar oficiales políticos a la mayoría de las unidades como supervisores ideológicos. Al alentar el patriotismo y el fanatismo entre las filas (a menudo a punta de pistola), estos comisarios pusieron en ridículo la iniciativa de los comandantes locales haciendo más seguro seguir las órdenes y adherirse a la doctrina prescrita que atreverse con innovaciones. Los intentos de oficiales superiores tales como Zhukov e incluso Stalin de imponer una apresurada innovación doctrinal desde arriba, como por sus manifiestos tácticos durante las contraofensivas de invierno soviéticas a comienzos de 1942, fueron mucho menos efectivos que el sistema alemán de fomentar el cambio desde abajo.

La rigidez del pensamiento militar soviético a comienzos de la II Guerra Mundial provenía así menos de una incapacidad por reconocer las necesidades del combate real en los niveles más bajos que de una desgana por apartarse de los métodos aprobados por miedo de la censura política. Esta rigidez gradualmente se aflojó, y a mediados de 1943, los soviéticos se mostraron innovadores y adaptables por derecho propio. (Significativamente, tras las victorias ofensivas en Stalingrado y otros lugares durante el invierno de 1942-43, Stalin autorizó varias reformas que explícitamente recompensaban y promovían el profesionalismo de los oficiales del Ejército Rojo. Esto incluía llevar puesto una insignia distintiva y un entorchado, así como también una reducción del oneroso sistema del comisariado –todos signos de la nueva estima en la cual eran tenidos los oficiales del Ejército Rojo).

Para los alemanes, el problema principal con la descentralización fue la enorme cantidad de provincialismo doctrinal que se desarrolló según las diferentes unidades adoptaban gradualmente procedimientos diferentes. Esto problema se convirtió en especialmente agudo a finales de la guerra, pero ya en 1943, las unidades estaban creando sus propios vocabularios, medidas de control, y técnicas de combate que eran incompatibles con aquellas en uso por otras unidades en otros sectores del frente. Esto gradualmente redujo la interoperabilidad de las fuerzas alemanas hasta que, en los años finales de la guerra, la transferencia de divisiones de uno grupo de ejércitos o de un teatro de operaciones a otro provocó comúnmente una sustancial confusión sobre la metodología táctica. El extrañamiento creciente entre las fuerzas panzer y las fuerzas de infantería en el Ejército Alemán por el uso de blindados en operaciones defensivas fue también un síntoma de este problema, según cada arma buscaba perfeccionar sus propias técnicas y proteger sus propias prerrogativas a falta de una guía doctrinal centralizada.

Aunque los métodos defensivos alemanes fueron un calidoscopio de improvisación, ciertos principios básicos permanecieron constantes a todo lo largo de la guerra y formaron el verdadero corazón de la doctrina alemana. Los métodos defensivos del Ejército Alemán eran derivados de cuatro principios básicos: profundidad, maniobra, potencia de fuego y contraataque. A través de todas las variaciones en los métodos defensivos, estos principios continuaron guiando a los comandantes alemanes al realizar sus operaciones.

Las unidades alemanas buscaron crear profundidad por todos los medios posibles, incluyendo la distribución de armas pesadas en profundidad, la construcción de defensas de retaguardia, e incluso el empleo de tropas de servicio para combatir cuando era necesario. Como un oficial alemán escribió después de la guerra, “La profundidad de las posiciones amigas es siempre más importante que la densidad”.

Hitler constriñó la maniobra con su Orden de Defensa del Führer, inmovilizando a las fuerzas alemanas a pesar de la situación táctica. Este eclipse afrentó a los comandantes alemanes, quienes consideraban la maniobra desde el soldado raso hacia arriba como uno de los ingredientes esenciales de una defensa exitosa. Dentro de los límites permitidos por Hitler, las acciones defensivas alemanas siguieron siendo notables por su maniobra de pequeñas unidades, con unidades tan pequeñas como escuadras y pelotones deslizándose hacia el campo de batalla para enfrentarse al esfuerzo principal enemigo o para contraatacar los flancos rusos.

La potencia de fuego, en forma de golpes concentrados contra blancos críticos, era otro gran principio que influenciaba en las operaciones. Los alemanes valoraban particularmente los ataques repentinos por fuego, ya de sea de artillería o armas pequeñas de corto alcance desde posiciones ocultas, por su capacidad para obligar a fuerzas atacantes superiores a una retirada repentina.

Finalmente, los alemanes consideraban el contraataque como quizás la más potente de todas las armas defensoras. Casi todas las órdenes, directivas de entrenamiento e informes de experiencias publicados durante toda la guerra mencionaban el papel “decisivo” del contraataque para restaurar las defensas alemanas. Los oficiales alemanes colocaban rutinariamente sus mejores líderes, tropas y armas como reservas locales y, a la primera oportunidad, los enviaban a aplastar el flanco de cualquier penetración. La velocidad era más enfatizada que la acumulación, y por esta razón, cada unidad en contacto con el enemigo desde el nivel de escuadra era entrenada para iniciar su propio contraataque tan pronto como fuera posible sin esperar ni órdenes de superiores o la llegada de fuerzas de reserva. Las penetraciones locales soviéticas eran así punzadas por un enjambre de contraataques hasta que el ataque ruso se atoraba o era hecho retroceder.

Estos principios básicos –profundidad, maniobra, potencia de fuego y contraataque- proporcionar la fundación teórica común sobre los cuales los comandantes locales elaboraban sus propias adaptaciones doctrinales. Aún a falta de una fuerte dirección central e incluso sin un manual de campaña actualizado que reemplazara al Truppenführung de 1933, estos simples principios sirvieron a los alemanes también como guía general para la improvisación táctica.

Muchos de los estímulos más importantes para el cambio doctrinal tuvieron poco o nada que hacer con las operaciones soviéticas. La doctrina defensiva alemana fue influenciada mucho tanto por factores no de combate como por los métodos tácticos soviéticos. Por ejemplo, las tácticas de puntos fuertes alemanas durante el invierno de 1941-42 no fueron resultados de una valoración de las vulnerabilidades soviéticas. Más bien, las unidades alemanes fueron lanzadas a puntos fuertes basados en pueblos debido a que carecían de equipo de invierno y de los efectivos para una defensa lineal continua y porque Hitler insistió en que las fuerzas asediadas aguantaran. Fue una afortunada coincidencia que el sistema defensivo de puntos fuertes negara a los rusos el acceso a la red de carreteras. Que los soviéticos descuidaron aniquilar a la mayoría de los puntos fuertes alemanes fue también coincidencial, resultando de ciertas decisiones estratégicas y de torpes técnicas operacionales soviéticas.

Adolf Hitler fue también una gran fuerza que afectó a la doctrina alemana. En casi cada batalla defensiva importante librada por el Ejército Alemán en el Frente del Este, la conducción doctrinal alemana fue obstaculizada en algún grado por el distorsionado sentido de prioridades del Führer. Desde diciembre de 1941 en adelante, Hitler corrompió el tradicional concepto alemán de Auftragstaktik con su arrogante interferencia en los asuntos de los comandantes subordinados. Otro lastre duradero fue la Orden de Defensa del Führer de septiembre de 1942, que codificó una defensa rígida sin retirada y redujo mucho la maniobra táctica.

Otra fuente de cambio fue el tamaño, composición y valor de combate del Ejército Alemán. Como se ha visto, las tácticas defensivas durante el invierno de 1941-42 fueron dictadas en parte por la falta de efectivos adecuados de la infantería alemana para guarnecer un frente continuo. El armamento y la organización de las unidades alemanas también ayudaron a forjar los métodos alemanes. La falta de un cañón antitanque efectivo y de largo alcance (excepto los escasos cañones antiaéreos de 88 mm) convirtió la defensa antiblindada alemana en una prueba de valor e inventiva individual, mientras que la reducción en efectivos de la mayoría de las divisiones alemanes de nueve a seis batallones en 1942 redujo su poder de resistencia defensiva y la flexibilidad táctica. Según la capacidad de entrenamiento de las unidades alemanas se erosionó, sus capacidades para combatir de acuerdo con los agresivos principios de la Defensa Elástica también se desvanecieron. La mala actuación defensiva de muchas de las nuevas y entrenadas a medias divisiones en 1942-43, junto con la sorprendente lentitud de muchas veteranas unidades, obligaron a algunos comandantes alemanes a comprometer sus esquemas defensivos con objeto de acomodarlos a la disminuida eficiencia de sus fuerzas. La sorprendentemente buena actuación de varias unidades de emergencia ad hoc mostró la validez de los principios defensivos básicos pero también necesitaba enormes compromisos doctrinales para minimizar las severas limitaciones organizativas de estas unidades.

Los métodos soviéticos, por supuesto, tuvieron algún impacto sobre el desarrollo doctrinal alemán. Los informes de experiencia alemanes ponían al tanto regularmente a los comandantes de las últimas tácticas del enemigo y esbozaban posibles contramedidas. La evolución de las tácticas antitanque alemanas era de nuevo un caso en cuestión. Antes de la guerra, la doctrina defensiva alemana consideraba a los tanques enemigos como de importancia secundaria; por consiguiente, las defensas alemanas fueron diseñadas primordialmente para contrarrestar el ímpetu de un ataque de infantería apoyado por la artillería. En Rusia, el poder ofensivo (y, considerando el endeble armamento antitanque alemán, la virtual invulnerabilidad) de los blindados soviéticos tenía mucho más peso que las masas de infantería en muchos casos. Las contraofensivas de invierno en 1942-43 reflejaron una toma de conciencia rusa de este hecho así como también que cada gran avance soviético era encabezado por una falange de unidades blindadas. Consecuentemente, los comandantes alemanes progresivamente desplegaron sus fuerzas y entrenaron sus tropas para frustrar ataques de tanques soviéticos como la primera prioridad defensiva, prestándose menos atención a la amenaza de la infantería desmontada.

Así, mientras los cambios en tácticas y equipamientos soviéticos apremiaron algunas respuestas defensivas alemanas, los métodos alemanes fueron también agobiados por otros factores. La evolución de la doctrina defensiva alemana en el Frente Ruso durante la II Guerra Mundial demostró que las técnicas de combate de un ejército son forjadas no solamente por una percepción de “la amenaza” sino también por sus propias organización, postura de entrenamiento, armas, tradiciones y filosofía de mando. Armado con una doctrina defensiva que cambiaba constantemente de forma pero que permanecía fiel a los principios básicos propuestos en sus manuales doctrinales, el Ejército Alemán probó su adaptabilidad táctica contra el peso creciente de los recursos del Ejército Rojo Soviético desde mediados de 1943 en adelante.
ESPAÑA, MI NATURA.
ITALIA, MI VENTURA.
FLANDES, MI SEPULTURA.

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