¿Cómo se convierte un medievalista en uno de los más prestigiosos biógrafos de Hitler? ¿Cómo surge su interés por la Alemania nazi?
Me aproximé a la Historia de Alemania vía la lengua alemana. Yo no pude aprender alemán (o cualquier otra lengua europea moderna, aparte Francés) en la escuela, pero más tarde encontré, cuando empecé como profesor de Historia Medieval en la Universidad de Manchester en 1968, que, por coincidencia, una sucursal del Instituto Goethe estaba a punto de abrir y estaba ofreciendo cursos de alemán. Hice tales cursos, puramente por afición, durante tres años, y fui quedándome fascinado progresivamente con la cultura, la política y, por supuesto, la historia alemana, en especial la del pasado reciente. Luego pude hacer un curso intensivo de alemán cerca de Múnich, en mi primera estancia en Alemania, y tomé entonces la decisión de investigar sobre la sociedad alemana en la era nazi. En 1975 se me ofreció la oportunidad de trabajar en el mayor proyecto de investigación desarrollado en Múnich, “Bayern in der NS-Zeit”, bajo la dirección de Martin Broszat, y, ese mismo año, me presenté y fui elegido para un puesto en Historia Moderna en mi propia universidad de Manchester. Así que 1975 fue realmente un “anus mirabilis” para mí. Me encontré con un puesto en Historia Moderna y ocupado en una muy importante investigación en Alemania.
Parece que desde que comenzó a estudiar la era nazi, ese periodo histórico ha ocupado todo su tiempo de investigación, ¿me equivoco?
Fácil de responder. El trabajo en la era nazi ha ocupado una inmensa parte de mi tiempo de investigación desde entonces. Sin embargo, todavía he sido capaz de completar algún trabajo medieval, incluyendo –al tiempo que la biografía de Hitler se publicaba- una edición del libro de cuentas del Priorato de Bolton 1286-1325, que apareció en 2001. ¡Este todavía no se ha convertido en un best-seller!
Algunos autores han escrito que el NSDAP sólo podía haber nacido y comenzado a tener éxito en una ciudad como el Múnich de principios del Siglo XX –una ciudad artística y culturalmente abierta-. ¿Es esto un exceso de romanticismo o hay algo de cierto en ello?
No. No creo que tuviera nada que ver con ello (como quiera que la expresión “artística y culturalmente abierta” pueda entenderse).
Un interesante e intenso debate es el de la modernización en la Alemania nazi. En su trabajo La Dictadura Nazi (1985), usted mantiene que la palabra modernización tiene poco sentido cuando hablamos de un régimen que tuvo una vida corta, y que lo que habitualmente se etiqueta como “avances modernizadores” podría perfectamente haberse dado con otra forma de gobierno, dada la propia naturaleza de la economía alemana. Desde entonces, han aparecido nuevas tesis (por ejemplo, Zittelmann) que mantienen que el régimen nazi realmente tuvo una naturaleza modernizadora. Con los años, ¿ha cambiado su opinión sobre este particular?
No. Mi opinión sobre modernización y nazismo no ha cambiado. El trabajo de Zittelmann no es, de hecho, tan nuevo. Apareció hace casi veinte años. Yo fui muy crítico con sus conclusiones en las últimas ediciones de mi Dictadura Nazi. Es retorcido encontrar un objetivo deliberado de modernizar como una característica principal del nazismo.
Cuando se analiza el periodo (verano-otoño de 1940) en el cual Hitler decide atacar a la Unión Soviética, la historiografía en su mayor parte (y Kershaw en su Hitler 1936-1945) tiende a buscar los motivos de esa decisión crucial en los presupuestos ideológicos de Hitler y en un objetivo político concreto: acabar con la última esperanza de Gran Bretaña en su guerra con Alemania. Sin embargo se incide muy poco sobre la amenaza que Hitler veía en la participación de Estados unidos en la guerra. En este sentido, como apunta el profesor Tooze en The Wages of Destruction, Hitler creía que sólo podía afrontar una guerra contra Estados Unidos (y Gran Bretaña) si se apoderaba de los enormes recursos de la Unión Soviética. La otra alternativa que tenía, en mi opinión, era convertir la alianza táctica que tenía con la URSS en una alianza estratégica dirigida contra EE.UU. y G.B. ¿Cuál es su opinión al respecto?
La primera. Hitler no tenía interés en una alianza a largo plazo con la Unión Soviética. No apoyó la idea de Ribbentrop de un pacto euro-asiático. Más bien, vio lo inevitable de un choque con la Unión Soviética en el plazo de un año o dos. Un impulso ideológico clave seguía siendo –la posición que había adoptado en los años 20- la necesidad de destruir el “Bolchevismo Judío” en la Unión Soviética y, al mismo tiempo, adquirir el “espacio vital” necesario para asegurar el futuro de Alemania. Este imperativo ideológico no menguó, pero en 1940 el componente crucial era estratégico-militar: derrotar a la Unión Soviética en una guerra rápida, forzando así a Gran Bretaña a la mesa de negociaciones y terminando la guerra Europea en general, y, al mismo tiempo, convencer a los EE.UU. para que se abstuviera de intervenir en Europa y para que se quedara en sus propios dominios. Los recursos de las conquistas europeas, y de la Unión Soviética en particular, harían entonces a Alemania incontestable y, en algún punto futuro, capaz de contemplar la dominación del mundo mediante la victoria en una contienda con los EE.UU. Pero este no era una perspectiva inmediata. Hasta el otoño de 1941, Hitler no contempló ocuparse en el futuro inmediato en una guerra contra un oponente para el que no tenía medios de derrotar. Eso surgió por las rápidamente cambiantes circunstancias de la guerra tras el fracaso de la Blitzkrieg en Rusia, la creciente beligerancia de los EE.UU. en el Atlántico y luego la entrada de Japón en la guerra.
Tras el fracaso de la campaña Blitzkrieg en Rusia en el otoño de 1941 y la declaración de guerra a Estados Unidos, Hitler sabía con toda probabilidad que ya no podía ganar militarmente la guerra. Sebastian Haffner, en su ensayo Anotaciones sobre Hitler, mantiene la idea de que Hitler, fracasado el objetivo político, sólo continúa la guerra para conseguir el objetivo ideológico: la exterminación de los judíos. Igualmente, ¿qué opina el profesor Kershaw?
Lo que implica lo que Haffner dice es que la guerra y el exterminio de los judíos fueron, para Hitler, dos metas separadas: no pudo tener éxito en la primera, pero mantuvo la guerra para triunfar en la segunda. Según yo lo veo, la guerra y el objetivo de destruir a los judíos eran lo mismo para Hitler. Su notoria “profecía” de 1939 (repetida en adelante muchas veces) veía una segunda guerra provocando la destrucción de los judíos, quienes, en su opinión, habían provocado la derrota de Alemania y la humillación nacional al final de la Primera Guerra Mundial, que la Segunda tenía que vengar.
¿Qué puede decirnos de su actual investigación sobre los últimos años del nazismo? ¿Por qué ese tema para su trabajo?
Mi actual trabajo –el último que pretendo llevar a cabo sobre la Alemania Nazi- trata de la fase final del Tercer Reich. Será un análisis estructural del régimen en los últimos meses del dominio nazi (julio de 1944 – mayo de 1945), y formulará la pregunta: ¿por qué, cómo y hasta que punto continuó el régimen funcionando hasta el mismo final? Haciendo la pregunta de otro modo: si el dominio carismático fue tan importante en el funcionamiento del régimen, ¿cómo continuó este funcionando una vez que el atractivo de Hitler entró rápidamente en declive?
Dando un vistazo a su carrera como historiador hasta ahora, ¿hay algo que le hubiera gustado hacer y que nunca hizo?
No. Creo que he sido muy afortunado por ser remunerado durante tanto tiempo por algo que, de todos modos, hubiera querido hacer. Me siento satisfecho con la forma en que mi carrera se ha desarrollado, y muy agradecido por que mi trabajo ha sido bien recibido y ha encontrado mucho interés en muchas partes del mundo.
Una pregunta arriesgada: ¿son las memorias de Joachim Fest y su título, Yo no, el último capitulo de una vieja disputa?
No puedo comentar sobre el libro de Fest, ya que no lo he leído. He visto varias reseñas, pero he estado muy ocupado para examinarlo.
Para concluir, no puedo evitar preguntar qué significa para Ian Kershaw el nombre Martin Broszat.
Martin Broszat fue un mentor crucial para mí. Guardo su memoria en la más alta estima y veo su trabajo como el del historiador de la Alemania nazi más importante que ha habido.
Damos nuestro más sincero agradecimiento al señor Kershaw por la muestra de gentileza y amabilidad que ha tenido para con los miembros del Foro Segunda Guerra Mundial.
Un saludo.