Tragedia en Mers el Kebir
Publicado: Dom Jun 10, 2007 1:50 pm
TRAGEDIA EN MERS EL KEBIR
Algunos expertos analizaron las condiciones técnicas de la derrota francesa, y mostraron el efecto de sorpresa fulminante que había producido la coordinación entre el avión y el tanque. Pero el gran público mundial únicamente observó la huida loca de ejércitos enteros, el cobarde desmoronamiento de un pueblo antes tan valiente y orgulloso. Se estableció, para muchos años, la idea de que Francia no se había batido. De una verdad parcial se hizo una verdad absoluta que pesó gravemente, que pesa aún sobre la moral de la nación francesa.
En Mers el Kebir, bajo los golpes de la artillería naval inglesa, el acorazado Bretagne estalla y el Provence empieza a hundirse
Hitler, por su parte, vivió sus días de apoteosis. Ante todo, sobre el enemigo aborrecido, esa Francia jadeante a la que tiene a su merced. Ahora, hace falta que Inglaterra pida la paz; está sola, y haría falta que fuera insensata para proseguir la lucha, cuando sabe que Adolf Hitler no quiere destruir su comercio ni su imperio.
Durante todo el mes de junio, Inglaterra no recibe una sola bomba, y en julio la actividad aérea se reduce todavía a ataques a los puertos. Hitler anuncia una desmovilización parcial del ejército alemán con la disolución de 35 divisiones, y da orden a sus puestos diplomáticos de no rechazar las insinuaciones de los agentes ingleses. Sus conversaciones con sus íntimos giran sobre el mismo tema: los ingleses van a tratar, la campaña del Oeste ha terminado.
Entonces, un acontecimiento dramático, la destrucción de una parte de la flota francesa, viene a proclamar de manera resonante la resolución británica de proseguir la lucha por todos los medios..
En Mers el Kebir, el 3 de julio, hacia las 18 horas, cuando el almirante Somerville indica que está “intensamente empeñado”
El Hood está al frente de la fuerza H. Es un crucero de batalla de 20 años de edad, un poco pasado de moda, pero cuya artillería principal iguala a la del Bismarck
A la flota francesa, convertida en una pesadilla inglesa, el Almirantazgo la ha apartado lo más posible de las aguas metropolitanas francesas. Una fracción considerable, 2 acorazados, 8 destructores, el gran submarino Surcouf, cerca de 200 barcos secundarios, se encuentran en puertos británicos. Otra fracción, 1 acorazado y 4 cruceros, bajo las órdenes del almirante Godfroy, está fondeada en la rada de Alejandría: 1 portaaviones y 2 cruceros están en las Antillas. Los dos grandes 35.000 toneladas que se acababan ya a flote, se han escapado de sus astilleros en el momento de la invasión de Bretaña, pero el Jean-Bart, un casco sin armamento, sólo ha ido hasta Casablanca, mientras que el Richelieu, ya provisto de sus cañones de 15 pulgadas, ha alcanzado Dakar. Hay 7 cruceros estacionados en Argel, y lo que se llama la fuerza de raid, es decir, la escuadra más poderosa, se encuentra en el puerto de Mers el Kebir. Están los acorazados Bretagne y Provence, el transporte de aviones Commandant-Teste , 6 destructores de la clase del Terrible y, finalmente, los preciosos cruceros de batalla Dunkerque y Strasbourg. Son estos, sobre todo, los que justifican las inquietudes inglesas. Si Alemania pudiera unirlos al Scharnhorst y al Gneisenau, tendría una línea de batalla o un equipo de corsarios contra el cual habría que emplear a la totalidad de la flota inglesa. El artículo 7 del armisticio y el juramento de Darlan son las únicas dos garantías que protegen a Gran Bretaña.
Permanecen oscuras las condiciones en las que se decidió la operación “Catapult” , el poner fuera de combate a la flota francesa. El Almirantazgo la desaconsejó. Churchill la impuso. Parece que en su decisión intervinieron menos las razones militares que el deseo de afirmar con un gesto trágico la voluntad inglesa de combatir a fondo . “Manera bien inglesa –dirá el escrupuloso historiador de Vichy, Raimond Aron- de quemar sus naves inmolando las de los demás”. En sus Memorias, Churchill se compara a Danton “¿Qué hace falta? Audacia … Los reyes coaligados nos amenazan: respondámosles tirándoles una cabeza de rey” . La analogía no es evidente y, en conjunto, los resultados de la operación Catapult fueron detestables. Pero la demostración de energía que constituyó, tuvo la resonancia que esperaba su autor.
En Inglaterra, Catapult se desarrolló sin dificultad. Las tripulaciones francesas fueron sorprendidas en el sueño y las pérdidas se redujeron a 1 inglés muerto y varios heridos. En Alejandría, el almirante Godfroy aceptó dejar neutralizar sus barcos, que se oxidaron en la rada, sin petróleo y con los cerrojos de los cañones trasladados a tierra. En Dakar, el Richelieu fue averiado, pero siguió utilizable. En Mers el Kebir, la tragedia llegó a su horrible desenlace. Conforme a las cláusulas del armisticio, la fuerza de raid procedía a su desarme. Los cinco barcos grandes estaban amarrados unos junto a otros en el rompeolas no terminado. Los 6 destructores se encontraban al otro lado de la dársena, bajo la alta colina que domina el puerto. Los fuegos estaban apagados y las tripulaciones transportaban a tierra las municiones.
El comandante Holland abandona el Dunkerque tras haber trasmitido el ultimátum del almirante Somerville
Al mando del almirante Somerville, la fuerza H se presentó el 3 de Julio. Comprendía 1 crucero de batalla, 2 acorazados, y 1 portaaviones. O sea, El Hood, el Valiant y el Resolution, apoyados por el Ark Royal con su ala embarcada. Su grupo de escolta comprendía los cruceros Arethusa y Enterprise y 9 destructores. Empezó por fondear minas en la boca del puerto, y luego envió un ultimátum al almirante Gensoul por el capitán de navío C.S. Holland. Proponía una serie de opciones:
1) Aparejar con la escuadra inglesa para proseguir la lucha contra Alemania e Italia
2) Dirigirse a un puerto del Reino Unido, con tripulación reducida y bajo control británico.
3) Ir a las Antillas, donde los barcos franceses podrían quedar bajo el control de Estados Unidos hasta el fin de las hostilidades.
4) Hundir los barcos
5) Rechazar todas las opciones precedentes, en cuyo caso el almirante inglés hacía saber que tenía los poderes y los medios necesarios para destruir los navíos franceses. Se daba un plazo de 6 horas al almirante francés.
“Protestante y anglófilo –dirá Gensoul- mi reacción personal era partir con los ingleses”. Pero tuvo conciencia de que provocaría la denuncia del armisticio y la ocupación del África del Norte. Hizo responder a Somerville que rechazaría la fuerza con la fuerza. Al dar orden de volver a encender las calderas, las tripulaciones aplaudieron, creyendo que volvían a entrar en combate contra los alemanes.
Diez días después del armisticio, las comunicaciones todavía estaban totalmente desorganizadas. Darlan había empezado por replegar a Royan el puesto de mando modelo que había instalado en Maintenon, cerca de París, y luego había trasladado los restos de su Almirantazgo a la pequeña ciudad pirenaica de Nerac, donde su hermana tenía una propiedad disponible para darles un asilo provisional. Gensoul se limitó a emitir un breve mensaje en que, sin mencionar las demás opciones, daba cuenta de que una poderosa fuerza naval inglesa le había dado 6 horas para hundirse y que tenía intención de resistir por la fuerza. Una respuesta que no esperaba le llegó 5 minutos antes del primer cañonazo: El Almirantazgo francés le aprobaba y le ordenaba rechazar el ultimátum.
Un momento antes, Gensoul había creído que evitaría la tragedia. Había asumido la responsabilidad de mostrar a Holland las instrucciones secretas de que estaba provisto todo comandante de un barco de guerra francés. Utilizando por última vez la posibilidad de servirse del cifrado, el almirante Darlan recordaba que el deber permanente de un jefe era destruir su barco antes que dejarlo caer en manos extrañas. Holland, francófilo por cultura y por simpatía, y consternado de su misión, se precipitó a ver a Somerville. Somerville se apresuró a informar a Londres de que tenía la prueba de que los barcos franceses no estaban en riesgo de ser capturados por el enemigo. Los lores del Almirantazgo, a su vez, se mostraron dispuestos a aceptar la promesa francesa.
Pero Churchill quería su cabeza de rey. A las 16,26 horas, Somerville, que había prolongado espontáneamente en plazo del ultimátum, recibió esta orden tajante de Churchill: “Los franceses deben hundirse o usted debe hundirles antes del anochecer”.
El fin del acorazado Bretagne
El Strasbourg abre fuego con todas sus piezas contra la fuerza H
Un poco antes de las cinco y media, el capitán Holland abandonó el Dunkerque, llevando a su almirante el último rechazo francés. Cuando pasó ante el Bretagne, el oficial de cuarto, que no viviría sino unos minutos más, le rindió honores. El cañoneo comenzó a las 17,54 horas. No habiendo zarpado, los barcos franceses eran simples blancos. El Strasbourg, así como los destructores Terrible, Tigre y Volta, arrancaron las amarras y llegaron a alta mar, en medio de las minas que los ingleses habían fondeado, de las salvas que les rodeaban, y de los aviones que les perseguían. El Dunkerque, intentando la misma maniobra, se encalló tras haber disparado 40 obuses contra el Hood. El Provence, gravemente alcanzado, se lanzó a la costa haciendo fuego con todos sus cañones. Un obús de 15 pulgadas pulverizó al destructor Mogador. El Bretagne, en fin, tocado desde la primera salva, estalló. El tiro cesó cundo el almirante Gensoul señaló que todos sus barcos estaban fuera de combate. Al día siguiente, sin embargo, siguiendo instrucciones de Londres, 3 oleadas de aviones torpederos trataron en vano de rematar al Dunkerque, cuyas averías eran ligeras. A eso añadieron añadieron el hundimiento superfluo de lanchas cargadas de marinos, elevando a 1,297 (977 sólo del Bretagne), las pérdidas de vidas francesas en Mers el Kebir.
El Dunkerque encaja un torpedo aéreo
El destructor Mogador ha recibido un obús de 15 pulgadas
...
La guerra entre Francia e Inglaterra pendió de un hilo … El Bretagne explota
De esa agresión habría podido resultar la guerra entre Francia e Inglaterra. Por un momento, la aguja del destino vaciló. Con la voz sofocada de emoción, Darlan declaró: “He sido traicionado por mis hermanos de armas; no han creído la palabra que les había dado”. Por orden suya los barcos suspenden sus operaciones de desarme. Se ordena un contraataque general con el Strasbourg y los cruceros de Argel. Se decide el bombardeo aéreo de Gibraltar. El ministro de exteriores, Paul Badouin, logra reducir esas medidas belicosas a la ruptura de relaciones diplomáticas, ya rotas. Pero el resentimiento de la marina y de la nación francesa será largo de apaciguar.
Fuentes :
Wikipedia.org
ruenobel.odiblog.com
perso.orange.fr/gs.merselkebir/pages/page_4_dramepag.html
La segunda guerra mundial, R.Cartier
Algunos expertos analizaron las condiciones técnicas de la derrota francesa, y mostraron el efecto de sorpresa fulminante que había producido la coordinación entre el avión y el tanque. Pero el gran público mundial únicamente observó la huida loca de ejércitos enteros, el cobarde desmoronamiento de un pueblo antes tan valiente y orgulloso. Se estableció, para muchos años, la idea de que Francia no se había batido. De una verdad parcial se hizo una verdad absoluta que pesó gravemente, que pesa aún sobre la moral de la nación francesa.
En Mers el Kebir, bajo los golpes de la artillería naval inglesa, el acorazado Bretagne estalla y el Provence empieza a hundirse
Hitler, por su parte, vivió sus días de apoteosis. Ante todo, sobre el enemigo aborrecido, esa Francia jadeante a la que tiene a su merced. Ahora, hace falta que Inglaterra pida la paz; está sola, y haría falta que fuera insensata para proseguir la lucha, cuando sabe que Adolf Hitler no quiere destruir su comercio ni su imperio.
Durante todo el mes de junio, Inglaterra no recibe una sola bomba, y en julio la actividad aérea se reduce todavía a ataques a los puertos. Hitler anuncia una desmovilización parcial del ejército alemán con la disolución de 35 divisiones, y da orden a sus puestos diplomáticos de no rechazar las insinuaciones de los agentes ingleses. Sus conversaciones con sus íntimos giran sobre el mismo tema: los ingleses van a tratar, la campaña del Oeste ha terminado.
Entonces, un acontecimiento dramático, la destrucción de una parte de la flota francesa, viene a proclamar de manera resonante la resolución británica de proseguir la lucha por todos los medios..
En Mers el Kebir, el 3 de julio, hacia las 18 horas, cuando el almirante Somerville indica que está “intensamente empeñado”
El Hood está al frente de la fuerza H. Es un crucero de batalla de 20 años de edad, un poco pasado de moda, pero cuya artillería principal iguala a la del Bismarck
A la flota francesa, convertida en una pesadilla inglesa, el Almirantazgo la ha apartado lo más posible de las aguas metropolitanas francesas. Una fracción considerable, 2 acorazados, 8 destructores, el gran submarino Surcouf, cerca de 200 barcos secundarios, se encuentran en puertos británicos. Otra fracción, 1 acorazado y 4 cruceros, bajo las órdenes del almirante Godfroy, está fondeada en la rada de Alejandría: 1 portaaviones y 2 cruceros están en las Antillas. Los dos grandes 35.000 toneladas que se acababan ya a flote, se han escapado de sus astilleros en el momento de la invasión de Bretaña, pero el Jean-Bart, un casco sin armamento, sólo ha ido hasta Casablanca, mientras que el Richelieu, ya provisto de sus cañones de 15 pulgadas, ha alcanzado Dakar. Hay 7 cruceros estacionados en Argel, y lo que se llama la fuerza de raid, es decir, la escuadra más poderosa, se encuentra en el puerto de Mers el Kebir. Están los acorazados Bretagne y Provence, el transporte de aviones Commandant-Teste , 6 destructores de la clase del Terrible y, finalmente, los preciosos cruceros de batalla Dunkerque y Strasbourg. Son estos, sobre todo, los que justifican las inquietudes inglesas. Si Alemania pudiera unirlos al Scharnhorst y al Gneisenau, tendría una línea de batalla o un equipo de corsarios contra el cual habría que emplear a la totalidad de la flota inglesa. El artículo 7 del armisticio y el juramento de Darlan son las únicas dos garantías que protegen a Gran Bretaña.
Permanecen oscuras las condiciones en las que se decidió la operación “Catapult” , el poner fuera de combate a la flota francesa. El Almirantazgo la desaconsejó. Churchill la impuso. Parece que en su decisión intervinieron menos las razones militares que el deseo de afirmar con un gesto trágico la voluntad inglesa de combatir a fondo . “Manera bien inglesa –dirá el escrupuloso historiador de Vichy, Raimond Aron- de quemar sus naves inmolando las de los demás”. En sus Memorias, Churchill se compara a Danton “¿Qué hace falta? Audacia … Los reyes coaligados nos amenazan: respondámosles tirándoles una cabeza de rey” . La analogía no es evidente y, en conjunto, los resultados de la operación Catapult fueron detestables. Pero la demostración de energía que constituyó, tuvo la resonancia que esperaba su autor.
En Inglaterra, Catapult se desarrolló sin dificultad. Las tripulaciones francesas fueron sorprendidas en el sueño y las pérdidas se redujeron a 1 inglés muerto y varios heridos. En Alejandría, el almirante Godfroy aceptó dejar neutralizar sus barcos, que se oxidaron en la rada, sin petróleo y con los cerrojos de los cañones trasladados a tierra. En Dakar, el Richelieu fue averiado, pero siguió utilizable. En Mers el Kebir, la tragedia llegó a su horrible desenlace. Conforme a las cláusulas del armisticio, la fuerza de raid procedía a su desarme. Los cinco barcos grandes estaban amarrados unos junto a otros en el rompeolas no terminado. Los 6 destructores se encontraban al otro lado de la dársena, bajo la alta colina que domina el puerto. Los fuegos estaban apagados y las tripulaciones transportaban a tierra las municiones.
El comandante Holland abandona el Dunkerque tras haber trasmitido el ultimátum del almirante Somerville
Al mando del almirante Somerville, la fuerza H se presentó el 3 de Julio. Comprendía 1 crucero de batalla, 2 acorazados, y 1 portaaviones. O sea, El Hood, el Valiant y el Resolution, apoyados por el Ark Royal con su ala embarcada. Su grupo de escolta comprendía los cruceros Arethusa y Enterprise y 9 destructores. Empezó por fondear minas en la boca del puerto, y luego envió un ultimátum al almirante Gensoul por el capitán de navío C.S. Holland. Proponía una serie de opciones:
1) Aparejar con la escuadra inglesa para proseguir la lucha contra Alemania e Italia
2) Dirigirse a un puerto del Reino Unido, con tripulación reducida y bajo control británico.
3) Ir a las Antillas, donde los barcos franceses podrían quedar bajo el control de Estados Unidos hasta el fin de las hostilidades.
4) Hundir los barcos
5) Rechazar todas las opciones precedentes, en cuyo caso el almirante inglés hacía saber que tenía los poderes y los medios necesarios para destruir los navíos franceses. Se daba un plazo de 6 horas al almirante francés.
“Protestante y anglófilo –dirá Gensoul- mi reacción personal era partir con los ingleses”. Pero tuvo conciencia de que provocaría la denuncia del armisticio y la ocupación del África del Norte. Hizo responder a Somerville que rechazaría la fuerza con la fuerza. Al dar orden de volver a encender las calderas, las tripulaciones aplaudieron, creyendo que volvían a entrar en combate contra los alemanes.
Diez días después del armisticio, las comunicaciones todavía estaban totalmente desorganizadas. Darlan había empezado por replegar a Royan el puesto de mando modelo que había instalado en Maintenon, cerca de París, y luego había trasladado los restos de su Almirantazgo a la pequeña ciudad pirenaica de Nerac, donde su hermana tenía una propiedad disponible para darles un asilo provisional. Gensoul se limitó a emitir un breve mensaje en que, sin mencionar las demás opciones, daba cuenta de que una poderosa fuerza naval inglesa le había dado 6 horas para hundirse y que tenía intención de resistir por la fuerza. Una respuesta que no esperaba le llegó 5 minutos antes del primer cañonazo: El Almirantazgo francés le aprobaba y le ordenaba rechazar el ultimátum.
Un momento antes, Gensoul había creído que evitaría la tragedia. Había asumido la responsabilidad de mostrar a Holland las instrucciones secretas de que estaba provisto todo comandante de un barco de guerra francés. Utilizando por última vez la posibilidad de servirse del cifrado, el almirante Darlan recordaba que el deber permanente de un jefe era destruir su barco antes que dejarlo caer en manos extrañas. Holland, francófilo por cultura y por simpatía, y consternado de su misión, se precipitó a ver a Somerville. Somerville se apresuró a informar a Londres de que tenía la prueba de que los barcos franceses no estaban en riesgo de ser capturados por el enemigo. Los lores del Almirantazgo, a su vez, se mostraron dispuestos a aceptar la promesa francesa.
Pero Churchill quería su cabeza de rey. A las 16,26 horas, Somerville, que había prolongado espontáneamente en plazo del ultimátum, recibió esta orden tajante de Churchill: “Los franceses deben hundirse o usted debe hundirles antes del anochecer”.
El fin del acorazado Bretagne
El Strasbourg abre fuego con todas sus piezas contra la fuerza H
Un poco antes de las cinco y media, el capitán Holland abandonó el Dunkerque, llevando a su almirante el último rechazo francés. Cuando pasó ante el Bretagne, el oficial de cuarto, que no viviría sino unos minutos más, le rindió honores. El cañoneo comenzó a las 17,54 horas. No habiendo zarpado, los barcos franceses eran simples blancos. El Strasbourg, así como los destructores Terrible, Tigre y Volta, arrancaron las amarras y llegaron a alta mar, en medio de las minas que los ingleses habían fondeado, de las salvas que les rodeaban, y de los aviones que les perseguían. El Dunkerque, intentando la misma maniobra, se encalló tras haber disparado 40 obuses contra el Hood. El Provence, gravemente alcanzado, se lanzó a la costa haciendo fuego con todos sus cañones. Un obús de 15 pulgadas pulverizó al destructor Mogador. El Bretagne, en fin, tocado desde la primera salva, estalló. El tiro cesó cundo el almirante Gensoul señaló que todos sus barcos estaban fuera de combate. Al día siguiente, sin embargo, siguiendo instrucciones de Londres, 3 oleadas de aviones torpederos trataron en vano de rematar al Dunkerque, cuyas averías eran ligeras. A eso añadieron añadieron el hundimiento superfluo de lanchas cargadas de marinos, elevando a 1,297 (977 sólo del Bretagne), las pérdidas de vidas francesas en Mers el Kebir.
El Dunkerque encaja un torpedo aéreo
El destructor Mogador ha recibido un obús de 15 pulgadas
...
La guerra entre Francia e Inglaterra pendió de un hilo … El Bretagne explota
De esa agresión habría podido resultar la guerra entre Francia e Inglaterra. Por un momento, la aguja del destino vaciló. Con la voz sofocada de emoción, Darlan declaró: “He sido traicionado por mis hermanos de armas; no han creído la palabra que les había dado”. Por orden suya los barcos suspenden sus operaciones de desarme. Se ordena un contraataque general con el Strasbourg y los cruceros de Argel. Se decide el bombardeo aéreo de Gibraltar. El ministro de exteriores, Paul Badouin, logra reducir esas medidas belicosas a la ruptura de relaciones diplomáticas, ya rotas. Pero el resentimiento de la marina y de la nación francesa será largo de apaciguar.
Fuentes :
Wikipedia.org
ruenobel.odiblog.com
perso.orange.fr/gs.merselkebir/pages/page_4_dramepag.html
La segunda guerra mundial, R.Cartier