Mientras toda la Malaca del norte está siendo conquistada, un desastre ha herido a la marina británica: El Repulse y el Prince of Wales ya no están.
La llegada del Prince of Wales a Singapur
Un acorazado con fama de invulnerable, el primer barco dotado
con esas prodigiosas maquinas, los “pianos de Chicago”
El jefe de la fuerza naval era el vicealmirante sir Tom Phillips, llamado Tom Thumb, “Pulgarcito”, a causa de su talla de 5 pies 4 que, en el mar, le obligaba a subirse en un cajón vuelto del revés para que su mirada franqueara la barandilla del puente. Pero también Nelson era pequeño y, entre los almirantes británicos, Phillips era el más comparado al modelo inmortal. Para mandar el poderoso destacamento aventurado tan lejos de las aguas metropolitanas, hacía falta un marino lleno de atrevimiento. Nadie ha discutido el nombramiento de Pulgarcito para ese puesto glorioso y difícil.
Palliser y Phillips
El 8 de diciembre, se celebra un consejo de guerra a bordo del Prince. Se han confirmado los desembarcos japoneses. Una vez más, se deplora una falta de vigilancia inexcusable. La flota de invasión ha sido descubierta por un Catalina en el golfo de Siam, ¡y ni siquiera se ha dado la alarma! La mayor parte de los aviones han sido destruídos en el suelo en los aeródromos del norte, y Singapur ha sido bombardeado con todas las luces encendidas, porque no se pudo encontrar al jefe de la defensa pasiva para que ordenara el oscurecimiento. Por suerte, el Prince of Wales y el Repulse no tienen ningun arañazo. La cuestion que se plantea sobre ellos es ahora la siguiente ¿Qué papel han de desempeñar en la defensa de Malaca?
Mas antiguo que Phillips, pero sin autoridad sobre el, el jefe del sector marítimo, almirante Layton, sostiene que los dos grandes barcos deben seguir fondeados en el estrecho de Johore. El tropiezo del Indomitable les ha privado de la protección aérea sin la cual ya no es posible arriesgar en alta mar unidades de tan gran valor. Pero Phillips se niega a oir ese prudente lenguaje. Está en juego el honor de la Royal Navy. Rehúsa quedarse perezosamente detrás de sus redes paratorpedos mientras los japoneses invaden Malaca. El Prince y el Repulse también pueden atacar a los convoyes japoneses y destruírlos. Ciertamente, la ausencia de un portaaviones es molesta, pero la triple A de los barcos es muy poderosa, y el jefe de las fuerzas aéreas terrestres, el air vice-marshal Pulford, ha prometido el apoyo de sus escuadrillas. Por lo demás, la mayor y mejor parte de las fuerzas aéreas japonesas se ha ocupado en Pearl Harbor. Lo que quede en el sudeste asiático debe ser de una gran mediocridad.
El 8 de diciembre, a las 17,35 horas, la fuerza Z sale majestuosamente del estrecho de Johore. Los destructores Electra, Express, Tenedos y Vampire acompañan a los dos gigantes del mar. En el momento en que se hacen a la mar, entregan a sir Tom un mensaje de Pulford: “Lamento no poder asegurarle cobertura de caza” . Sir Tom se mete el mensaje en el bolsillo: “Me las arreglaré sin ella”.
El Prince of Wales dispone de
un masivo armamento antiaereo
En los barcos, reina la confianza. En el puente del Repulse, los jóvenes oficiales discuten alegremente sobre los aviadores japoneses, malos pilotos y que no ven de noche. Interviene el periodista americano Cecil Brown: “Vosotros los británicos no podéis deshaceros de la costumbre de subestimar al enemigo. Así ha sido en Noruega, en Francia, en Creta, y tengo miedo de que también esta vez …”. Le responden con abucheos. ¡Si esos terribles Japs sirvieran para algo, ya lo habrían demostrado hace mucho acabando con los chinitos! Además, ya es hora de que luche el Repulse; desde que empezó la guerra, no ha tomado parte en una sola acción, como si el combate huyera de él.
Pasan la noche y la mañana. El tiempo está cerrado, y la mar agitada. A 25 nudos, los seis barcos avanzan levantando enormes oleadas. El petróleo de los destructores se consume deprisa a esa marcha, pero hay que aprovechar la cobertura de las nubes que reemplaza a la ausente cobertura aérea. Impasible, pero mortalmente inquieto, Phillips comunica al estado mayor del Prince of Wales la línea de conducta que se ha trazado: si se alcanza la noche sin haber tenido un mal encuentro, se mantendrá la dirección, cayendo sobre el enemigo al levantarse el día. En caso contrario, la fuerza Z volverá a Singapur. Todo descansa en la sorpresa. Si falla la sorpresa, las probabilidades se hacen demasiado desfavorables y el almirante debe tomar como primera consideración la conservación de los preciosos barcos que se le han confiado.
Termina la tarde. Disminuye el día. Cae la noche ecuatorial como una piedra. Son las 20, 15 . Dentro de unos minutos, todo estará negro …
En ese momento, se percibe un ruído de motores. Los observadores descubren tres aviones, que permanecen a distancia, sin cambiar de ruta, demasiado lejanos para ser identificados, y se disuelven en la oscuridad. ¿son enemigos? ¿han visto a la escuadra? ¿cómo saberlo?
Pulgarcito pondera y vuelve a ponderar ¿hay que perseverar en una temeridad que puede acabar en una gloria nelsoniana? ¿hay que escuchar la voz de la prudencia y volver? … unos minutos más tarde, el Tenedos señala que está escaso de petróleo. Phillips le ordena volver a Singapur. Después, se dirige al nordeste para penetrar en el golfo de Siam. En una noche como la tinta, los barcos mantienen su nuevo rumbo durante 25 minutos. Luego, bruscamente, a las 21 horas, sale una nueva orden del Prince of Wales en rayas y puntos luminosos : ¡Media vuelta!
A bordo del Repulse, estalla la cólera. El capitán Tennant trata de justificar en el intercom la decisión del almirante. Los hombres responden maldiciendo el barco. Unlucky slip ! ¡Acabará la guerra sin que el Repulse haya tirado un solo cañonazo!
A 250 millas al norte, otros corazones guerreros experimentan el mismo desencanto. Por encima de los vastos estuarios de Cochinchina, los motores de 80 bombarderos hacen retumbar la noche. La 22 flotilla japonesa vuelve a su base de Saigón después de haber buscado en vano a los barcos ingleses.
Phillips ha sido visto antes de lo que cree. Los 3 aviones del crepúsculo no le han descubierto, pero, en las olas agitadas, él tampoco ha visto el periscopio del submarino I-56 que, a las 13, 40, ha dado al almirante Kondo la posición de la fuerza Z. La noticia se ha trasmitido a la 22 flotilla, que se preparaba para despegar a un nuevo bombardeo de Singapur. A toda prisa, se han reemplazado las bombas por torpedos en una parte de los aparatos. La destrucción del Prince of Wales haría a estos aviadores igualar en gloria a los vencedores de Pearl Harbor. Despegan llenos de fervor.
El Prince of Wales, herido de muerte, escora.
El destructor Express, atrevidamente, se le acerca
y comienza a recoger a la tripulación
Vuelven decepcionados. Han sobrevolado un mar vacío. A punto de agotar la gasolina, los bombarderos Betty y los torpederos Nell llegan penosamente a Saigón, donde se posan a medianoche.
A esa misma hora, Tom Phillips dormía vestido en el puente de observación del Prince of Wales. Le llevan un mensaje de su jefe de estado mayor, el contraalmirante Palliser, a quien ha dejado en Singapur para asegurar el enlace con el ejército: “Desembarco enemigo señalado en Kuantán” . Ningún detalle, ninguna apreciación del valor de la noticia. Y no es cuestión de romper el silencio de la radio para pedir explicaciones.
Phillips vuelve a caer en sus perplejidades. Kuantán es un puertecillo de la costa oriental, en plena jungla, a 250 km de Singapur. Ir a echar una mirada prolonga la aventura temeraria de la que se está a punto de salir indemne. Marchando toda la noche rumbo al sur, por la mañana se estará casi a la vista de Singapur, mientras que el rodeo de Kuantan implica exponer al Prince of Wales durante un día mas. Por otro lado, la presencia de japoneses en Kuantan puede ofrecer una justificación a la salida majestuosa e inútil de la fuerza Z , que vuelve a Singapur tras una media vuelta humillante y una fortuna gastada en petróleo, sin haber cooperado en la defensa de Singapur más que el centinela del gobernador. Aunque sólo hubiera en Kuantan una compañía japonesa, es importante poder decir que la Royal Navy la ha aniquilado.
A las 00,52, Phillips ordena virar al sudeste, rumbo a Kuantan.
Entre dos aguas, el I-58 vigila. Es el último de los nueve submarinos que ha desplegado el almirante Kondo para cubrir las operaciones de desembarco. A las 02,40 su comandante, el teniente de navío Tanisaki, distingue en su periscopio las siluetas del Prince of Wales y el Repulse. El mar está agitado, pero la distancia es escasa y Tanisaki se arriesga. Cinco torpedos se dirigen a los barcos enemigos.
No pasa nada. No resuena ninguna explosión. La suerte y la inconsciencia siguen protegiendo a los ingleses ¡ni siquiera han visto las estelas de los torpedos! …Pero tampoco oyen, muy cerca, la radio de Tanisaki que, despechado, da cuenta a su comandante en jefe del encuentro que acaba de tener y del fracaso que acaba de registrar.
Kondo y su escuadra están demasiado lejos para intervenir, pero la 22 flotilla puede probar otra vez. En la pesada noche de Saigón, los mecánicos llenan otra vez los depósitos. Las tripulaciones duermen dos horas. Antes del amanecer, 10 aviones de reconocimiento despegan. Se levanta el día cuando 34 bombarderos horizontales y 51 torpederos despegan también. Cada escuadrilla tiene orden de volar independientemente a lo largo del meridiano 5. No se dará media vuelta antes de haber alcanzado el grado 2 de latitud norte, límite del radio de acción de los aparatos.
En el momento en que los bombarderos japoneses franquean la costa indochina, los barcos ingleses se acercan a la costa malaya. Pulgarcito da orden al Express de reconocer el puerto de Kuantan. Llega el informe del destructor, irónico: “Todo tranquilo como un domingo lluvioso”. Algunos búfalos habían entrado en un campo de minas, y las explosiones se habían tomado por una preparación artillera.
¡Phillips se ha desviado, Phillips ha perdido preciosas horas de oscuridad para nada! No le queda más que volver a tomar la ruta de Singapur. Pero el gran campo de minas fondeadas entre las islas Tioman y Ananbas impone un largo rodeo hacia el este.
A las 10,00 habla la radio. A 175 millas al sudeste, el Tenedos da cuenta de que acaba de ser atacado por nueve aviones japoneses. Ha pasado entre las bombas y prosigue su ruta hacia Singapur. El mensaje significa que hay fuerzas aéreas enemigas peligrosamente cercanas. También confirma que los japoneses tiran mal. Las bombas lanzadas sobre el pequeño Tenedos han caído con rabia. Como el día antes, la 22 flotilla vuelve fracasada. Los aviadores están agotados y malhumorados. ¡Si los barcos ingleses estuvieran en el mar se les vería! El alférez de navío Tado Mishima, piloto del avión de reconocimiento nº 3 , recuerda la orden del día grandilocuente con que el contraalmirante Matsunaga ha enviado sus 100 aparatos a la caza del más moderno acorazado inglés: “Es una oportunidad dorada que no se dará en mil años …”
El Repulse y el Prince of Wales
zigzaguean hasta la muerte
¡Oportunidad perdida! Se regresa. Mishima se cae de hambre y de sueño. Tirita. Se muere de ganas de orinar. Sólo por deber de conciencia mantiene su atención fija en el mar. Se abandona la zona en que hay probabilidades de que se encuentren el Repulse y el Prince of Wales …
¡Y de repente, están ahí!
Hambre, frio, sueño, presión de la vejiga, todo queda olvidado. Mishima baja y se aproxima. Soberbio espectáculo. Tres destructores forman un triangulo equilátero en el que el Prince of Wales precede al Repulse. Mishima se distancia, mientras que su radio trasmite a toda prisa: “Grandes barcos enemigos a la vista, 4 grados latitud norte, 104 grados 55 minutos longitud oeste, grandes barcos enemigos a la vista …”
Entre los ingleses, se toca a zafarrancho de combate. Nadie está exageradamente inquieto. La triple A del Prince of Wales es tal que el acorazado tiene fama de invulnerable. Además de su armamento secundario, además de sus cañones Bofors, es el primer barco que ha recibido las prodigiosas máquinas de tiro americanas que los marineros llaman “pianos de Chicago”. Sus baterías de tubos multiples son capaces de escupir 60.000 proyectiles por minuto, extendiendo sobre el barco una bóveda mortal. El Repulse, por su parte, posee una de las mejores potencias de fuego antiaéreo de la Navy. Aun sin cobertura de caza, los dos navíos no son simples presas.
El Repulse es quien recibe el primer asalto. Desde 15.000 pies, los 9 bombarderos horizontales del teniente de navio Sadao Takai le toman como blanco. Los refinados veteranos del destructor Electra lo miran como expertos. Saben que los bombardeos horizontales son más impresionantes que eficaces …
¡Estupor! Los veteranos gritan de angustia. El crucero de batalla ha desaparecido entre haces de agua. Nunca han tirado así los japoneses … nunca han enmarcado un blanco con tan magnífica precisión. Reaparece el Repulse. Los marinos del Electra lanzan hurras. Hurras que se detienen en las gargantas. El Repulse está herido. Torrentes de humo escapan de su puente reventado. A bordo, en el intercom, una trompeta sin aliento da la señal de fuego. Pero el barco conserva su velocidad. Flemáticamente, el capitán Tennant señala: “Un golpe en el objetivo, pero potencia de fuego intacta y situación en mano”.
El teniente de navío Hariki Iki conduce un grupo de aviones torpederos. Se lanza sobre el Prince of Wales que, rodeado de las llamas de sus pianos de Chicago, parece un volcán marino en erupción. Vano furor. Los efectos de los dos torpedos que alcanzan al acorazado son formidables. El timón, las dos hélices de babor y la artillería secundaria quedan fuera de servicio. El barco se escora 15 grados y su velocidad baja a 13 nudos.
Los ataques se suceden uno tras otro, y las escuadrillas acuden para acribillar a los dos barcos. El Repulse lucha como una fiera acorralada, esquivando, zigzagueando, utilizando hasta la muerte la velocidad que ha conservado. Pero a las 12,10 , tres torpedos le alcanzan a la vez. La inclinación alcanza 30 grados. El incendio devora los fondos. El comandante da la orden de abandonar. Los hombres se lanzan al mar. Una cuarentena de ellos trata de escapar por la falsa chimenea, pero quedan enjaulados por la red metálica que la cubre y mueren carbonizados. A las 12,33 el Repulse gira, levanta la proa hacia el cielo y desaparece.
El Prince of Wales flota todavía. Su velocidad ha bajado a 8 nudos y tiene la proa sumergida. El Express se le acerca atrevidamente y empieza a recoger a la tripulación, pero el acorazado todavía combate, y recibe a una nueva oleada de bombarderos con un sobresalto de su terrible triple A. Phillips, como si todavía esperara salvar a su navío almirante, hace pedir remolcadores a Singapur. Es la última orden de Pulgarcito, que había soñado con la gloria de Nelson. Ni él ni el comandante Leach se salvarán del desastre.
A la 13,20 , el residuo del Prince of Wales zozobra y desaparece.
Los japoneses sólo perdieron 4 aparatos. Magnánimos en la victoria, señalan a los destructores que pueden recoger a los supervivientes. De los 2.921 oficiales y marinos del Prince of Wales y el Repulse, 2.081 volverán a ver Singapur.
Fuentes:
Wikipedia.org
Imperial War Museum
La segunda guerra Mundial, R.Cartier, pag 285-288