La oposición al régimen: Las gafas de Fritz Gerlich

Partidos políticos, actuaciones gubernamentales

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La oposición al régimen: Las gafas de Fritz Gerlich

Mensaje por Erich Hartmann » Jue Jul 28, 2005 8:08 pm

Las gafas de Fritz Gerlich

(De la Crónica del Holocausto)

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El doctor Fritz Gerlich nació en 1883 y creció en Munich. Allí estudió Ciencia e Historia en la Universidad y escribió una tesis sobre un emperador alemán medieval con la que obtuvo su doctorado. Debido a sus problemas de visión, que le obligaban a llevar unas gafas con montura de acero con las que se hizo famoso, Gerlich no pudo servir en el ejército alemán durante la Primera Guerra Mundial.

Mientras trabajaba en los archivos nacionales se fue sintiendo cada vez más atraído por el periodismo político. Fue un defensor a ultranza del nacionalismo alemán después de la derrota de su país en 1918, v llegó a ser el editor-jefe del periódico Münchener Neueste Nachrichten, uno de los más conservadores de la ciudad de Munich. A principios de los años 20, Gerlich era una figura importante en el movimiento nacionalista alemán de la posguerra. En la primavera de 1923 recibió una visita de un hombre controvertido, seis años más joven que él, que era el líder del derechista Partido Obrero Nacional-Socialista Alemán. Este hombre se llamaba Adolf Hitler.

La visita de Hitler a Gerlich en 1923 se celebró en momentos difíciles. Cargada con la enorme deuda cansada por la financiación de la Primera Guerra Mundial, y la miseria de una inflación en alza, la República de Weimar (nombre del gobierno parlamentario alemán entre 1919 y 1933) se encontraba bajo una gran presión. Para dar una idea rápida de lo que ocurriría entre Gerlich y Hitler es importante analizar algunas de las razones de la miseria que se vivía en Alemania durante esa época.


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Mensaje por Erich Hartmann » Jue Jul 28, 2005 8:11 pm

La situación en Alemania

La derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial fue oficialmente sellada el día del Armisticio, el 11 de noviembre de 1918. Siete meses más tarde, el 28 de junio de 1919, se firmó en París el Tratado de Versalles que establecía los términos de la paz. Dicho tratado declaraba a Alemania culpable de haber empezado la guerra e imponía que los alemanes pagaran todos los daños que habían sufrido los aliados. Una comisión de reparación determinaría la cantidad. Los términos de un acuerdo al que se llegó posteriormente en Londres en mayo de 1921 fijaron la cuenta de las reparaciones bélicas de Alemania en 132.000 millones de marcos-oro (aproximadamente 31.000 millones de dólares al cambio vigente).

La deuda debía pagarse con un interés del 6 por ciento durante los siguientes 37 años. Los pagos anuales serían de 2.000 millones de marcos oro más el 26 por ciento de las exportaciones alemanas. Se estimaba que los pagos anuales importaban aproximadamente un 7 por ciento de los ingresos nacionales de Alemania. El economista británico John Maynard Keynes juzgaba que eran tres veces más de lo que el país se podía permitir. La carga financiera creó un profundo resentimiento que Hitler y su Partido Nazi explotarían al máximo.

Desde el principio Alemania tuvo dificultades para cumplir con la obligación contraída. Por ejemplo, ya al final de 1921 el gobierno declaró que no podía hacer los pagos que vencían en enero y febrero de 1922. Alemania pidió varias veces una moratoria, pero particularmente Francia la consideraba una oportunidad para debilitar aún más a Alemania reocupando el área del Rin y el Ruhr, una región de gran importancia industrial y estratégica para la recuperación de Alemania. El 11 de enero de 1923, con la excusa de un déficit en las entregas alemanas de madera y carbón, el premier francés Raymond Poincaré envió tropas a esa parte de Alemania para vigilar los intereses franceses.

Incapaces de ofrecer resistencia militar a la ocupación francesa, que fue respaldada por fuerzas belgas, los alemanes respondieron con resistencia pasiva. Cuando 130.000 obreros alemanes se negaron a trabajar, la productividad de la región disminuyó a la mitad. Los franceses respondieron a esa resistencia con detenciones, expulsiones e incluso ejecuciones. En el verano de 1923 empeoraron los males de la economía alemana, y la fuerza de ocupación francesa en la zona Rin-Ruhr había aumentado a 100.000 hombres, número máximo al que podía llegar el ejército alemán tras el Tratado de Versalles. Esto fue aún más insultante para aquellos que, como Hitler, creían erróneamente que la derrota de Alemania y especialmente el Tratado de Versalles habían sido el resultado de un Dolchstoss (una puñalada por la espalda), infligida desde el interior de Alemania por traidores judíos y sus colaboradores izquierdistas.

En 1923 Alemania sufrió una de las espirales de inflación más desesperantes que haya conocido una nación industrializada. El país no había financiado la guerra con una subida de los impuestos sino con créditos y bonos que fueron devueltos por la política, ya en sí inflacionaria del gobierno, consistente en aumentar la cantidad de dinero que circulaba en el momento. Tan pronto como se imprimía el dinero de papel, se depreciaba su valor.

Desgraciadamente, los problemas que afectaban a la economía alemana iban mucho más allá de las deudas acumuladas durante la guerra y las exigencias de reparación, que eran otro elevado precio a pagar por la derrota. La guerra también había dañado la capacidad industrial de Alemania. Sus reservas de materias primas y bienes habían sido esquilmadas. A esto se añadía el alto coste de conseguir que el funcionamiento bélico de la economía pasara a ser el de una economía en período de paz, una dificultad especialmente compleja por el alto desempleo existente en Alemania. Este problema a su vez se vio agravado por el hecho de que Alemania en 1920 mantuviera aún 660.000 soldados. Para cumplir con los términos del Tratado de Versalles, 560.000 de ellos tenían que ser des- movilizados y por lo tanto incorporarse de algún modo en la mano de obra alemana. Este objetivo era casi imposible de alcanzar en una economía en la que la inestabilidad causada por la inflación estaba destruyendo rápidamente la confianza en el gobierno.

A principios de 1920 un dólar valía 100 marcos. En enero de 1923 el marco había caído hasta 18.000 por dolar. La hiperinflación había reemplazado a la inflación. En ese mismo año el índice de cambio llegó a extremos desesperantes: 4,200 millones de marcos por dólar. Antes de que se pudiera controlar la espiral, a finales de 1923, la hiperinflación había arruinado a millones de alemanes que dependían de salarios, ingresos fijos o ahorros que habían sido cuidadosamente reunidos en mejores épocas. En el pico de la inflación, un litro de leche o una barra de pan podía llegar a costar billones de marcos. Los precios cambiaban a diario, e incluso llegaban a cambiar en un mismo día. La moneda que uno tenía por la mañana había perdido su valor por la noche.

La hiperinflación benefició a algunos especuladores financieros que obtenían enormes créditos bancarios, los utilizaban para comprar negocios o bienes y los podían devolver posteriormente con moneda devaluada. La mayoría de los alemanes, sin embargo, se encontraba con dificultades económicas, porque era bastante común que los bancos les informaran de que sus depósitos va no tenían valor

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Mensaje por Erich Hartmann » Jue Jul 28, 2005 8:21 pm

La región de Baviera era un magnífico caldo de cultivo para los movimientos nacionalistas alemanes de la posguerra-y en particular Munich, la principal ciudad- ya que no sólo era una zona afectada por la debilidad económica en 1923, sino que allí también se cuajaban planes para restaurar el orden por la vía revolucionaria. Es probable que este tipo de planes llevaran a la reunión de Hitler con Fritz Gerlich. Éste no era nazi, pero los dos hombres tenían intereses comunes v podrían haber llegado a ser aliados. Sin embargo, ocurrió lo contrario. Gerlich llegó a ser uno de los más enconados enemigos de Hitler y los nazis en Alemania. El origen de su aversión no está del todo claro, pero probablemente se debió a que Hitler no cumplió las promesas que le hizo en la primavera, y que rompió en el otoño de 1923.

Tal como documenta esta historia Ron Rosenbaum en su libro de 1998, Explaining Hitler (Explicando a Hitler), Gerlich apoyaba las aspiraciones políticas de Gustav von Kahr, el gobernador nacionalista derechista de Baviera. Es posible que Hitler prometiera a Gerlich que él también apoyaría a Kahr y que no utilizaría métodos ilegales para promocionar el programa nazi. Poco después, el 8 y 9 de noviembre de 1923, Gerlich fue testigo del putsch de Munich, con el cual Hitler intentó hacerse audazmente con el estado bávaro. El golpe se inició la noche del 8de noviembre, cuando Hitler y otros líderes del Partido Nazi interrumpieron una reunión patriótica en el Bürgerbräukeller de Munich, donde Kahr era el principal ponente. Con tropas de asalto nazis rodeando el edificio, Hitler retuvo a Kahr y exigió su apoyo a punto de pistola.

Una vez que Kahr se vio libre de esta intimidación se desdijo del apoyo manifestado bajo coacción. También dio instrucciones a la policía de Baviera para (pie estuviera lista al mediodía del 9 de noviembre. Esa misma tarde Hitler y otros líderes nazis -entre ellos el general Erich Ludendorff, un héroe alemán de la guerra, y Hennann Göring, un excelente piloto de combate, que llegaría a ser una figura clave en el Tercer Reich- avanzaron hacia la Odeonplatz, en el centro de Munich, con aproximadamente 2.000 seguidores. La policía estatal abrió fuego obstruyendo el camino de los nazis. Murieron 16 nazis y cuatro miembros de la policía. Hitler y Göring resultaron heridos. El golpe había fracasado, pero lejos de olvidarlo, los nazis convirtieron esta temprana insurrección revolucionaria en un factor clave de la identidad de su partido. Los nazis caídos se convirtieron en mártires, los que sobrevivieron llegaron a ser héroes honrados entre los Alte Kämpfer (viejos combatientes), los nazis que pertenecieron al partido antes del ascenso de Hitler al gobierno el 30 de enero de 1933.

A Hitler se le detuvo dos días después del fallido golpe. Hubo un juicio por traición, pero e1 Tribunal no se mostró muy preocupado por el intento de Hitler de derrocar al gobierno. Condenado a cinco años en la prisión de Landsberg, Hitler quedó libre nueve meses después, en diciembre de 1924. Aprovechó bien su cómoda estancia en prisión abordando la escritura de uno de los libros más influyentes del siglo XX, Mein Kampf (Mi lucha), que se publicó en 1925. Antes de 1933 se había vendido más de un millón de copias. La 500ª edición salió a la calle en 1939 y en 1945 las ventas habían llegado a diez millones de copias. Los derechos de autor hicieron de Hitler un hombre rico.


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Mensaje por Erich Hartmann » Jue Jul 28, 2005 11:16 pm

El Munich Post

Antes de 1933, Fritz Gerlich era un hombre sentenciado en lo que concernía a los nazis. Durante una década no había olvidado ni disculpado las promesas rotas de Hitler. Gerlich nunca perdió la convicción que tenía desde 1923, es decir, que el engaño, la traición y la violencia implacable eran las características más importantes del carácter de Hitler. Gerlich decidió que utilizaría su experiencia e influencia como periodista y que haría cualquier cosa para poner a Hitler en evidencia.

Gerlich no fue el único periodista alemán que se enfrentó a Hitler y el Partido Nazi en los años 20 y principios de los años 30. Aun antes de que Gerlich escribiera contra Hitler, un grupo de editores y periodistas del Munich Post que han caído en el olvido (inmerecidamente) -Martín Gruber, Erhard Auer, Edmund Goldschagg y Julius Zerfass, entre otros- utilizaron una inteligente combinación de reportajes de investigación y sensacionalismo para mostrar a los nazis como criminales envueltos en escándalos, chantajistas y asesinos que no se detendrían ante nada para poner en práctica su política racista antisemita. Probablemente fueron las primeras voces públicas que se elevaron contra Hitler, pero su oposición era más izquierdista que la perspectiva conservadora de Gerlich, aunque los temas tenían mucho en común.

Durante 12 años, aun durante los primeros días de Hitler como canciller de Alemania en el invierno de 1933, el Munich Post mantuvo una oposición firme contra Hitler y los nacionalsocialistas. El periódico que consideraba a Hitler un criminal político y a los nazis una banda sin escrúpulos. Retrataba a Hitler como el que controlaba cada movimiento de los nazis. Los nazis, como subrayaban generalmente los periodistas del Post, eran «el partido de Hitler». Sus dibujos satirizaban a Hitler, sus historias trataban de derrumbarlo. El periódico reveló las purgas y asesinatos por chantaje dentro del Partido Nazi y denunciaba la mentira de Hitler de que la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial había sido provocada por una «puñalada por la espalda» de los socialistas. Los periodistas del Post implicaron a Hitler en la misteriosa muerte de una medio-sobrina, Geli Raubal, e insinuaron que el antisemitismo de Hitler encubría con poco éxito la posibilidad de que él fuera en parte judío. En «Los judíos en el Tercer Reich», una profecía publicada el 9 de diciembre de 1931, más de dos años antes de la toma de poder de Hitler, el Post informaba sobre la existencia de un plan nazi secreto para despojar a los judíos de sus derechos civiles, confiscar sus propiedades y llegar a «la solución final para el asunto judío», expulsándolos de la sociedad alemana v esclavizándolos.

El Munich Post llegó a ser conocido en círculos nazis como la «cocina venenosa». Antes de la toma de poder en 1933 el «Partido Hitler» intentó silenciar el Post con pleitos por difamación y amenazas de muerte contra sus empleados. Sin embargo la posición de resistencia antinazi del periódico continuaba. El Post continuó publicando informes sobre asesinatos políticos llevados a cabo por los nazis hasta febrero de 1933. Entre sus últimos informes contra Hitler apareció una serie dividida en tres partes que se enfrentaba con valentía a lo que el Post desde hacía mucho tiempo consideraba la característica más destructiva de Hitler: su falsificación intencionada de la historia. El Post previó que los objetivos de Hitler serían desastrosos para Alemania y para el mundo. Sin embargo sus opiniones no encontraron eco. Antes de que finalizara el invierno de 1933, el periodismo del Post contra Hitler había sido destruido, sus valientes periodistas fueron encarcelados o asesinados.


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Mensaje por Erich Hartmann » Jue Jul 28, 2005 11:19 pm

La aportación de Gerlich

Mientras que el Munich Post atacaba a Hitler desde la izquierda, Fritz Gerlich y algunos de sus colegas periodistas llegaron a ser los más vociferantes críticos contra Hitler entre los conservadores alemanes.

Después de dejar su puesto en el Münchener Neueste Nachrichten, Gerlich dirigió su propio periódico contra Hitler, Der gerade Weg (El camino correcto), a mediados de la década de los 20. Una de las manifestaciones clave del creciente odio de Gerlich hacia Hitler fue el sensacionalista ataque de Der gerade Weg contra él del 17 de julio de 1932. El periódico de Gerlich publicó una composición fotográfica, racialmente provocativa, cuyo objetivo era destruir la personalidad de Hitler. Sugería que Hitler se había casado con una mujer negra. Como título de la foto de «boda» figuraban palabras provocativas con la pregunta: «¿Tiene Hitler sangre mongólica?».

El credo político de Hitler estaba edificado sobre la idea de la pureza racial; sobre todo la sangre alemana, llamada aria, debía mantenerse viva y fuerte. Considerando que dicho credo no era más que un fraude, Gerlich se lanzó a la yugular de Hitler difundiendo la impresión de que él, el campeón de «la pura sangre», no era solamente un hipócrita mentiroso, sino que también era un aspirante a líder de Alemania, cuyo carácter y ambiciones políticas eran corruptos hasta la médula.

Nadie iba más lejos que Gerlich en la expresión publica de lo que otros podían haber sospechado: el aspecto de Hitler no guardaba mucha semejanza con el ideal nórdico sobre el que se expresaba con tanta vehemencia. En el artículo que escribió para acompañar el montaje fotográfico y su mordaz título Gerlich utilizó la sátira de forma brillante para argumentar principalmente que la nariz de Hitler no podría resistir el escrutinio de la «ciencia racial» que defendía el nazismo. El artículo de Gerlich ponía la nariz de Hitler a prueba y concluía que éste suspendía rotundamente su propio examen racial. Pero el ataque de Gerlich contra la fisonomía de Hitler no se quedaba en lo superficial. Utilizando la propia imaginería de los nazis contra Hitler a lo largo de todo el artículo, Gerlich sostenía irónicamente que no podía haber nada verdaderamente alemán en Hitler porque la «sangre» según la ideología nazi era un asunto espiritual y al mismo tiempo un elemento clave en la vida física. Según Gerlich, las teorías y prácticas políticas de Hitler -despóticas y corruptas a la vez- estaban profundamente reñidas con los más altos ideales germánicos.

A Hitler no le agradó nada. Poco después de la aparición del artículo de Gerlich los nazis atacaron el edificio donde vivía el periodista. Sin inmutarse, Gerlich utilizó la tirada de la semana siguiente de Der Gerade Weg para insistir en el tema. El 24 de julio de 1932 dejó claro que su caricatura no había sido de ninguna manera una asunción del racismo nazi que él encontraba aborrecible. Su objetivo no había sido situar a Hitler en lo más bajo de una jerarquía racial. Al contrario, declaró, todos los hombres son esencialmente iguales porque sus almas les han sido «concedidas por Dios». Además, invocando la tradición religiosa, Gerlich insistió en que ningún hombre o mujer podía ser racialmente inferior porque «todos somos descendiente de un padre y de una madre, hijos de Adán y Eva».

Gerlich quería que sus compatriotas alemanes entendieran que el camino de Hitler no era ni el camino correcto ni el camino alemán. Mientras transcurría 1932 Gerlich y algunos periodistas que estaban en contra de Hitler tenían algunas razones para mantener la esperanza. Aunque los nazis habían alcanzado su cota más alta en las elecciones nacionales del 31 de julio de 1932 celebradas en libertad, ganando el 37,3 por ciento del voto popular (230 escaños en el Reichstag), en las siguientes elecciones su popularidad disminuyó. El 6 de noviembre de 1932 recibieron el 33,1 por ciento del voto popular y sus escaños en el Reichstag disminuyeron hasta 196, pero en general la corriente política estaba más con Hitler que en contra de él y los periodistas antihitlerianos no pudieron detenerla. Fritz Gerlich no se rindió ni siquiera entonces.

El 9 de marzo de 1933, más de cinco semanas después de la toma de poder de Hitler, Gerlich preparaba la publicación de otro ataque en contra de Hitler en Der gerade Weg. Quizás quería hacer nuevas acusaciones sobre el papel de Hitler en la temprana muerte de Geli Raubal. Quizás intentó levantar sospechas de que los propios nazis -no los comunistas como afirmaban ellos- habían quemado el edificio del Reichstag el 27 de febrero, una acción que Hitler utilizó para convencer al presidente alemán, Paul von Hindenburg, de que emitiera el decreto presidencial para la Protección del Pueblo y del Estado. Las medidas de emergencia de este decreto que se mantuvieron durante todo el periodo nazi suspendían la libertad de expresión, de prensa y de asamblea: suspendían el derecho a la privacidad: y permitía los registros domiciliarios sin orden judicial. Estas medidas también convirtieron la distribución de materiales políticamente inaceptables en delito de traición punible con la muerte.


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Mensaje por Erich Hartmann » Jue Jul 28, 2005 11:40 pm

Epílogo: la visión de Adolf Hitler

Aparentemente un último esfuerzo para descarrilar el imparable tren de Hitler fue el informe de Gerlich del 9 de marzo cuyo contenido se desconoce actualmente, porque aquel día, como muy bien resume la situación el periodista Ron Rosenbaum, «las fuerzas de asalto irrumpieron en la oficina periodística de Gerlich, arrancaron su última historia de la prensa, le golpearon hasta dejarlo sin sentido y se lo llevaron a Dachau». Gerlich estuvo en este campo de concentración alemán durante más de un año. Después su mujer recibió el mensaje de que los nazis habían matado al periodista que había calado sus intenciones. El mensaje no contenía palabras. Solamente sus gafas de montura de acero con manchas de sangre.

Adolf Hitler no llevaba gafas, pero su visión racista antisemita hizo que las gafas que recibió Sophie Gerlich al principio del verano de 1934 no fueran las únicas que pertenecían a víctimas nazis. Cuando el ejército soviético liberó Auschwitz-Birkenau 11 años más tarde encontraron un botín enorme que había sido robado a los judíos que fueron asesinados allí. El botín incluía millones de prendas de vestir y toneladas de pelo humano, y también montañas de gafas.

http://img249.imageshack.us/img249/5797/gafas3pf.jpg

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Mensaje por Francis Currey » Lun Ago 01, 2005 5:34 pm

Felicidades por tan buenos post, amigo. En la pelìcula Hitler el Reinado del Mal se trata el tema del Señor Gehrilch, incluyéndo el detalle de la entraga de las gafas a su viuda, el personaje es interpretado por Matthew Modine

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Mensaje por Eckart » Lun Ago 01, 2005 8:45 pm

Por cierto, el grupo de trabajo encargado de seleccionar y separar las pertenencias de los prisioneros que llegaban a Auschwitz, era el comando "Canadá". Triste historia.

Compañero Hartmann, muchas gracias por semejante artículo, sí señor!

Saludos.

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