Gobierno militar argentino

Partidos políticos, actuaciones gubernamentales

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Mensaje por 27Pulqui » Lun Oct 12, 2009 4:24 pm

1. INTRODUCCIÓN

El golpe militar del 4 de junio de 1943 ocupa un espacio único en la historia argentina. Un cuartelazo, sin apoyos de importancia en ningún sector de la sociedad civil, produjo un cambio de régimen político y abrió un proceso de reformas. Más importante aún, la emergencia del peronismo está unida por un cordón umbilical al movimiento de junio, pues un régimen castrense desprovisto de bases civiles debía conquistar apoyo social para un gobierno militar independiente, el subproducto de ese fallido intento resultó el movimiento peronista.

El marco en que le toca actuar al régimen militar es más amplio que el de los años de la guerra, en realidad lo hace entre el quiebre de dos épocas. El ensayista Horowicz define el contexto para el peronismo, yo lo considero válido para el régimen militar: una época arranca con la crisis de 1930 con su consecuente transformación de las condiciones de realización de la renta agropecuaria en el mundo y la otra cuando la derrota del fascismo ubica a la Unión Soviética en el centro de la escena. Es por eso que el gobierno peronista –y el régimen militar, su antecedente inmediato aunque distante de ser su igual- tiene dos orígenes simultáneos: la crisis del capitalismo que altera el vínculo entre el bloque de clases dominantes argentinas y Gran Bretaña, y el fortalecimiento de la URSS, ahora sí un acontecimiento histórico irreversible, y por consiguiente el fortalecimiento de los movimientos antiimperialistas del mundo entero.

Continuando con Horowicz: el golpe es producto de la nueva relación de fuerzas internacionales que todavía no había cristalizado dentro de la sociedad argentina en un proyecto hegemónico. Y como no lo pudo resolver el bloque de clases dominantes por sus propios medios, lo resolvió a través de las Fuerzas Armadas. Estas consideraciones tienen el beneficio de la perspectiva histórica, para los protagonistas los hechos se deslizaban por tamices desconocidos. Las Fuerzas Armadas no eran conscientes que salían a la palestra para dirimir un conflicto interno del bloque de clases dominantes, ni que la pugna de las clases dominantes requería solución militar, ni hacendados, financistas e industriales tenían por hábito que los militares laudaran sus disputas.

El ministro de Guerra, general Pedro Ramírez, aparentó mantenerse al margen de la conspiración y actuó por medio del teniente coronel Enrique González, un dinámico integrante del GOU (Grupo Obra de Unificación o Grupo Organizador y Unificador, también Grupo de Oficiales Unidos). La fingida prescindencia de Ramírez puso en el foco a Arturo Rawson, un uniformado con dos ventajas a su favor, pertenecía a la misma logia con Ramírez (la antigua Logia General San Martín) y era un general con mando de tropa dispuesto a firmar la proclama “revolucionaria”.

El general Rawson cae antes de la asunción formal cuando pretende designar en el nuevo gabinete a personas ligadas al régimen recién depuesto. El 7 de junio, Ramírez asume la presidencia y se transforma en la débil cabeza de un gobierno en el que la lucha de tendencias parece inclinarse hacia el nacionalismo con sustrato en la cruz clavada por España en América. Pero ese desenlace no estaba en los planes del coronel Juan Perón, ni en la dinámica de la lucha de clases, porque había un espacio susceptible de disputarse: la dirección política del movimiento obrero y de las capas sociales que se movían por fuera del universo político representado por los partidos tradicionales. El proceso del gobierno militar iria a decantar en una administración reformista bajo el liderazgo de Perón, en principio un funcionario de segunda o tercera línea; hasta llegar a las elecciones que consagrarían al nuevo movimiento y al político que le dio su nombre.

La siguiente lista compone las fuentes principales del tema, no obstante ello, en las notas formularé algunos comentarios adicionales con el soporte de bibliografía complementaria.

Buchrucker, Cristián, Nacionalismo y peronismo. La Argentina en la crisis ideológica mundial (1927-1955), Buenos Aires, Sudamericana, 1999.

Campione, Daniel, Orígenes estatales del peronismo, Buenos Aires, Miño y Dávila, 2007.

Halperin Donghi, Tulio, La Argentina y la tormenta del mundo. Ideas e ideología entre 1930 y 1945, Buenos Aires, Siglo XXI, 2003.

Horowicz, Alejandro, Los cuatro peronismos, Buenos Aires, Hyspamérica, 1986.

Luna, Félix, El 45. Crónica de un año decisivo, Buenos Aires, Sudamericana, 1984.

Newton, Ronald, El cuarto lado del triángulo. La “amenaza nazi” en la Argentina (1931-1947), Buenos Aires, Sudamericana, 1995.

Potash, Robert A., Perón y el GOU: los documentos de una logia secreta, Buenos Aires, Sudamericana, 1984.

Potash, Robert A., El ejército y la política en la Argentina: 1928-1945, de Yrigoyen a Perón, Buenos Aires, Hyspamérica, 1985.

Rouquié Alain, Poder militar y sociedad política en la Argentina, 2 volúmenes, Buenos Aires, Hyspamérica, 1986.

Sanchís Muñoz, José R., La Argentina y la Segunda Guerra Mundial, Buenos Aires, GEL, 1992.

Scenna, Miguel Angel, Los militares, Buenos Aires, Belgrano, 1980.

Senkman, Leonardo, “El nacionalismo y el campo liberal argentinos frente al neutralismo: 1939-1943”, en Estudios Interdisciplinarios de América Latina (en adelante EIAL), Vol. 6, Nº1, Tel Aviv University (TAU), 1995.
http://www.tau.ac.il/eial/VI_1/senkman.htm

Sidicaro, Ricardo, Los tres peronismos. Estado y poder económico 1946-1955/1973-1976/1989-1999, Buenos Aires, Siglo XXI, 2005.

Spektorowski, Alberto, “Argentina y Uruguay ante el fascismo y la Segunda Guerra Mundial”, en Carlos Escudé y Beatriz Gurevich (editores), El genocidio ante la historia y la naturaleza humana, Buenos Aires, Universidad Di Tella-GEL, 1994.

Torre, Juan Carlos, La vieja guardia sindical y Perón: sobre los orígenes del peronismo, Buenos Aires, Universidad Nacional de Tres de Febrero, 2006.

Zanatta, Loris, Del estado liberal a la nación católica. Iglesia y ejército en los orígenes del peronismo. 1930-1943, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 2002.

Continúa, próximo capítulo: Caracterización del gobierno militar de 1943.

Nota: editado al día siguiente para ampliar la lista de las fuentes consultadas. Editado nuevamente el 29/10 para ampliar la bibliografìa
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Mensaje por 27Pulqui » Mar Oct 13, 2009 4:49 pm

2. CARACTERIZACIÓN DEL GOBIERNO MILITAR DE 1943

De acuerdo con Campione (la fuente de los párrafos siguientes, 19-27), en su situación inicial, el gobierno de la “revolución” de junio es lo más parecido a un encumbramiento de tipo bonapartista. Aplicando la categorización inicial efectuada por Marx en El 18 brumario de Luis Bonaparte, se refiere a la supresión de las instituciones parlamentarias, sustentadas en un sistema de sufragio restringido, luego de que éstas quedan aisladas de los sectores dominantes de la burguesía y que esta supresión la realice un poder externo tanto al poder económico como a la elite de poder político, que se abre paso entre las disensiones en el interior del “partido del orden”. (1) El desarrollo del proceso de 1943-1946 iría a modificar profundamente esa característica temprana.

El presidente desplazado no había sido elegido por el sufragio universal ni contaba con una base popular importante, era un producto del fraude, dispuesto a asegurar su sucesión por la misma vía en las elecciones venideras. El proceso gradual de deterioro del régimen fraudulento iba a la par de un debate de más larga data que ponía en tela de juicio la vigencia de lo que hoy llamaríamos modelo de acumulación. (2) En la puesta en cuestión general de las certezas anteriores se combinaban elementos económicos, sociales y políticos. Estaba en tela de juicio la relación con el mercado mundial, las fuentes del crecimiento económico, la alianza política dominante beneficiaria del fraude, la oposición que ejercía el Partido Radical, (3) cada vez menos eficaz y autónoma, el tipo y grado de entendimiento del Estado con los sectores del poder económico locales e internacionales, la posición dentro del esquema institucional de las Fuerzas Armadas, y las respuestas políticas ofrecidas frente a las presiones actuales y potenciales de los sectores populares.

En lo que respecta a las Fuerzas Armadas, el modelo de despolitización impuesto en la presidencia del general Agustín Justo (1932-1938) fue desvirtuándose progresivamente. Después de entregar el poder, Justo seguía controlando los conflictos castrenses de manera oficiosa, pero su liderazgo se estaba opacando, sobre todo en los mandos medios, y se ingresaba lentamente en un estado deliberativo, de lucha entre tendencias. (4)

Los militares habían ido tomando posiciones nuevas en el aparato estatal, a través primero de la petrolera YPF, luego de las fábricas militares en sostenido desarrollo, y aparecían dispuestos a mantener y a acrecentar esos espacios. Esa creciente influencia castrense tenía como contrapartida el descontento en las instituciones armadas, tanto en el plano profesional, como en el político. Después del estallido de la guerra mundial, los efectos del bloqueo de armamentos por Estados Unidos, y el “desequilibrio estratégico” con Brasil que producía, eran fuente de disconformidad militar. (5)

La perspectiva de fraude en las siguientes elecciones presidenciales, con los militares como guardia pretoriana, era otra perspectiva que aparecía como indeseable para los uniformados. Se veían también acicateados por las impugnaciones éticas, sobre todo impulsadas por las corrientes nacionalistas, a un régimen con escándalos de corrupción que en algunos casos llegaron a rozarlos. (6) También cundía lentamente en esos medios el alerta por el agravamiento de las cuestiones sociales, preocupación en las que se combinaba la consternación ante posibles alteraciones del orden, con auténticas inquietudes sobre la justicia social. En esas circunstancias, el pasaje a una situación de predominio completo de los militares aparecía bastante natural. Por lo demás, si nos remitimos a las “cabezas pensantes” de los cuadros medios del ejército, mantenían contacto con los centros nacionales del debate económico, social y político. Adherían a un ensanchamiento de las bases de desarrollo del país, unido a la necesaria modernización de las relaciones sociales, y a un fortalecimiento de la Nación y del Estado que debía encarnarla. Por otra parte, la situación internacional era motivo de preocupación, la oficialidad no quería ayudar a un gobierno impopular que probablemente cedería ante las presiones de los Estados Unidos. En mi parecer, de tornarse inevitable la decisión, los militares preferían reservarse para ellos las condiciones del abandono de la neutralidad y del nuevo alineamiento internacional del país.

La perspectiva cercana de consumación de un nuevo episodio fraudulento en un régimen que no daba soluciones a los problemas nacionales fue la ocasión para apoderarse del aparato del Estado, a partir de un horizonte plagado de conspiraciones y logias bases de lo que suele llamarse estado deliberativo. El carácter principalmente castrense de la gestación del golpe se refleja en la integración de su primer equipo de gobierno: estaba íntegramente compuesto por militares, salvo el ministerio clave de Hacienda, a cargo del gran empresario ruralista Jorge Santamarina. Con esa excepción, marinos y hombres del ejército se repartían el gabinete, mientras un almirante ocupaba la vicepresidencia. Su cuota de “legalidad” se la dio la reiteración de la acordada de la Corte Suprema que, basada en una interpretación muy discutible de la doctrina de facto, había cohonestado al movimiento golpista de 1930. Desde el inicio, la acción del gobierno provisional entró en conflicto con las “facultades limitadas”. Pronto perdió sentido el rótulo “provisional” y el gobierno comenzó a producir una serie de medidas de naturaleza legislativa, y hasta constitucional. Sin embargo, no sufriría hostigamiento judicial hasta mucho más adelante, cuando la Corte se convierte en un ariete de la oposición a Perón.

La vocación por la asunción plena de la autoridad, no guardaba correspondencia con una claridad de orientaciones y principios al servicio de los cuales ejercerla.

Notas:

1. El 18 brumario de Luis Bonaparte de Marx en:
http://www.marxists.org/espanol/m-e/185 ... /brum1.htm

2. Respecto de la crisis del modelo de acumulación ver Relaciones económicas germano-argentinas. En el subtítulo Perspectivas de futuro del mismo tema está la articulación del cambio estructural de la economía argentina con los intereses de las grandes potencias.

3. El nombre oficial del partido es Unión Cívica Radical, UCR. Su líder histórico, Hipólito Yrigoyen, fue presidente de la República en dos períodos, de 1916 a 1922 y de 1928 a 1930, año en que fue derrocado por un golpe cívico militar encabezado por el general José Félix Uriburu, que dio comienzo a los casi trece años de la llamada “década infame”. La UCR fue el partido mayoritario hasta el advenimiento del peronismo.

4. En septiembre de 1941 fue la última vez que Justo desactivó una jugada militar de importancia adversa a su influencia (Potash, 1985: 228 y ss.).

5. En el tema de la nota 2 se menciona el desbalance en la relación de fuerzas militares con Brasil y sus consecuencias. El capítulo 9 de El alineamiento del Brasil profundiza en la relación Argentina-Brasil.

6. En 1940, el negociado de la compra de terrenos adyacentes al Colegio Militar debilitó la posición del presidente Roberto Ortiz y su sostén en el Ejército, el ministro de Guerra general Carlos Márquez, chivo expiatorio señalado por sus rivales (Potash, 1985: 192 y ss.). El reemplazo al frente del Poder Ejecutivo del vicepresidente Castillo por el presidente en licencia anuló la posibilidad de autoreforma del régimen fraudulento. Si bien Ortiz padecía una enfermedad que lo lleva a la muerte en 1942, el temprano ascenso de Castillo está relacionado con la debilidad política del presidente.

Continúa, próximo capítulo: La “agenda” del 4 de junio.

Nota: editado para reordenar las notas.
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Mensaje por 27Pulqui » Mié Oct 14, 2009 3:37 pm

3. LA “AGENDA” DEL 4 DE JUNIO

En su estudio, Campione señala que los militares golpistas de 1943 no tenían una concepción clara del rol del Estado en el momento de dar el golpe. Sin embargo, agrega que las críticas de variada procedencia al orden de cosas existentes habían ido configurando una suerte de “agenda pública”. Un conjunto de cuestiones socialmente problematizadas, cuya solución se esperaba proviniera del Estado, y cuya atención satisfactoria podía dar un sentido progresivo a la gestión del nuevo gobierno.

Para 1943 esa “agenda” incluía ya varios puntos conflictivos, que irían manifestándose a su vez en las preocupaciones y acciones del gobierno militar, convirtiéndose gradualmente en la “agenda” de ese gobierno (27-29).

1) La conciencia acerca de la necesidad de un reordenamiento económico-social. Allí se incluía la preocupación mayor de la economía, pero era más amplia: el desequilibrio demográfico, la atención a los problemas de la urbanización, la vivienda, el mantenimiento del empleo urbano, que incluía la industrialización.

2) La búsqueda de una nueva integración del país en el mercado internacional. Se buscaba tomar nota del cambio de liderazgos mundiales. En esto se insertaba la crítica, de tono nacionalista, a la posición de dependencia respecto de la afluencia de capitales y bienes extranjeros, a partir de la conciencia de una situación periférica y atrasada.

3) La asunción de un rumbo estratégico frente a la situación mundial que produciría la inminente posguerra. La recuperación de las economías europeas, la nueva reconversión de sus aparatos productivos para usos civiles, y su reingreso a la competencia en el mercado internacional se veía como fuentes de inevitables desajustes. La experiencia de la primera posguerra, perjudicial sobre todo para la industria, era vista como un ejemplo ominoso de los males que podían sobrevenir.

4) El “problema” obrero. Las negativas a tratar la “cuestión social”, el rechazo a la formación de sindicatos como fenómeno “foráneo”, habían sido abandonados hace tiempo. El mismo Estado conservador había generado fórmulas para el tratamiento del problema obrero y la institucionalización de las relaciones capital-trabajo, pero éstas no se habían impuesto todavía como legítimas y permanentes. Esta problemática ganaba peso por la existencia de desigualdades sociales crecientes, y sus posibles consecuencias de resentimiento de la vida económica, perturbación de la paz social y en última instancia anarquía política. Sin que esto implicara creer en una amenaza “comunista”, amplios sectores compartían esa preocupación en cuanto a la necesidad de preservar una “paz social” potencialmente amenazada.

5) La resolución del problema de la legitimidad, planteado por la carencia de bases populares sólidas de la llamada restauración conservadora. El fraude del régimen conservador era un mecanismo complejo y conflictivo, que había dado lugar a aceitadas maquinarias políticas que tomaban recursos amplios del aparato estatal. Basado en la adulteración de resultados de un sistema con sufragio obligatorio y padrón centralizado, era una tarea más complicada que las antiguas elecciones minoritarias de voto cantado. Las mecanismos terminaron planteando fricciones con las clases dominantes, presuntos beneficiarios (y seguros sustentadores) de ese fraude. Se registraba un nivel de fricción creciente entre las dirigencias políticas, aferradas al juego electoral fraudulento como forma de reproducir su poder e influencia, y sectores de la elite con creciente conciencia de los costos y la vulnerabilidad de ese sistema.

6) La reformulación de los conceptos de la política de defensa. Avanzaban modernas concepciones que propiciaban la integración del orden económico, y aun social y cultural, a una perspectiva de defensa nacional. La “unidad nacional” en torno a una comunión de valores, la posibilidad de movilización económica plena, cierta autonomía industrial en orden a los abastecimientos fundamentales, tanto militares como civiles, formaban parte de la concepción que pugnaba por imponerse.

7) La crítica al carácter del intervencionismo estatal desarrollado hasta el momento. Buena parte del arco político-social, y elementos incluso del oficialismo, condenaban esa evolución. Diversos aspectos eran objeto de críticas: el exceso de burocracia y su autonomización progresiva; el clientelismo político-electoral que interfería de modo que se juzgaba excesivo en las decisiones de políticas públicas; la carencia de una política económica basada en criterios unívocos; el empleo público en crecimiento y utilizado como reservorio de clientelas político-partidarias; el sometimiento creciente a intereses extranjeros, incluso a costa de medidas abiertamente antipopulares, o el mantenimiento de estructuras claramente ineficientes.

Aunque la oficialidad compartía de manera difusa las preocupaciones expresadas en los siete puntos precedentes, no estaba definido el sector militar que encabezaría el proceso ni el curso que tomaría el mismo. En el choque de ambiciones personales y tendencias políticas debemos considerar los grupos o “partidos militares” en pugna, por lo cual nos desviaremos momentáneamente de la acción gubernativa y pondremos el foco en las ideas más difundidas entre los uniformados.

Continúa, próximo capítulo: Influencias ideológicas en los militares.
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Mensaje por 27Pulqui » Jue Oct 15, 2009 3:34 pm

4. INFLUENCIAS IDEOLÓGICAS EN LOS MILITARES

A finales de los años treinta el nacionalismo estaba muy difundido entre los militares, para quienes esa ideología era casi connatural. El investigador Buchrucker diferencia dos corrientes nacionalistas: la restauradora y la populista (respectivamente derecha e izquierda, para expresarlo en una fórmula usual de la política). Conviene anticipar aquí que el peronismo histórico pagaba tributo a las dos tradiciones, fundamentalmente a la populista de acuerdo con la fuente arriba citada. Algunos autores, en el vínculo que establecen entre el fascismo y el peronismo, restan importancia a las diferencias entre los nacionalistas definidos por Buchrucker. En mi parecer, el consenso académico de la historiografía argentina ha validado la diferenciación de las dos corrientes nacionalistas analizada por Buchrucker, es por eso que nos apoyaremos en el estudio de este autor, aunque también mencionaremos otras perspectivas.

Hacia 1940, un grupo de teóricos le había dado al nacionalismo restaurador (118-257) cierta coherencia interna. Se destacaban Juan P. Ramos, Enrique P. Osés, Jordán Bruno Genta, Gustavo Martínez Zuviría, los religiosos Julio Meinvielle y (con un pensamiento menos dogmático) Leonardo Castellani, y los neorepublicanos Ernesto Palacio y los hermanos Julio y Rodolfo Irazusta. El nacionalismo restaurador tenía una cosmovisión basada en un tradicionalismo católico estricto, el realismo tomista terminó por convertirse en su filosofía “oficial”. Las doctrinas de la Modernidad (el empirismo inglés, el racionalismo francés, el materialismo marxista) fueron severamente condenadas, la penetración de las corrientes iluministas del siglo XVIII era lamentada como un accidente histórico. Se partía del supuesto de que este mal paso no había alterado la “esencia” tradicional del país. El despertar del nacionalismo era interpretado como el inicio de un proceso, a través del cual la auténtica cosmovisión argentina habría de reconquistar su posición dominante en la cultura, la sociedad y la política.

El antisemitismo era un lugar común de los restauradores. La tesis de la conspiración universal ocupaba un lugar destacado en su ideología. El comunismo, el liberalismo y la democracia estaban entre sus principales enemigos. En su concepción elitista se suponía que el sufragio universal conducía al predominio de la “plebe”. La democracia no era más que una etapa en la marcha hacia el comunismo. Se afirmaba que la democracia era sólo un fenómeno del siglo XIX, supuestamente superada por el tiempo, esta forma de gobierno se encontraría desorientada e impotente ante los desafíos del presente.

El corporativismo era un ingrediente fundamental de la concepción del Estado que tenían los nacionalistas restauradores. Meinvielle propugnaba una estructuración de la sociedad en cuatro estamentos, cada uno caracterizado por funciones y derechos especiales. La movilidad social no era negada explícitamente, pero tampoco mencionada, tratándose de una idea en el fondo ajena al pensamiento de Meinvielle. (7)

La influencia ideológica de la Italia fascista a mediados de los años treinta fue un factor decisivo en el desarrollo de este nacionalismo. Asimismo, al francofalangismo de la “España Nacional” penetró fuertemente en los restauradores. Las concepciones falangistas acerca de la Hispanidad reinterpretaban en términos de poder una constelación de realidades culturales. Para todos los pueblos de raíz hispánica había allí una idea movilizadora que prometía vagamente un papel decisivo en la política mundial. En el francofalangismo y en el nacionalismo restaurador esta idea cumplía una función similar a la del “Imperio” en la visión geopolítica del fascismo italiano.

La influencia del Tercer Reich era menor a la de sus compañeros ideológicos. Anticatolicismo y racismo hacia los nacionalismos latinoamericanos debían ser velados, a fin de mostrar un frente convincente de potencias fascistas y “nacionalistas”, por eso la propaganda nazi dirigió su contenido hacia el anticomunismo, el antisemitismo y la polémica antiimperialista y antiplutocrática. La guerra contra la Unión Soviética deshizo prácticamente todos los reparos que muchos hacían a los rasgos neopaganos del Tercer Reich. Sin embargo, empezando por Hitler, que mostró muy poco interés hacia esta parte del mundo, las autoridades alemanas sólo prestaron cierta atención por aquellos “nacionalistas” argentinos que eran al mismo tiempo funcionales o personajes de cierto relieve, los cuales justamente por eso no adoptaban actitudes antibritánicas. (8)

Notas:

7. En relación a la política social, en otro capítulo Buchrucker afirma “para muchos doctrinarios restauradores la Doctrina Social de la Iglesia no pasaba de ser un recurso teórico, destinado a servir para la disciplina moral de los trabajadores”. Otro autor (sobre el que volveremos más adelante) no encuentra la finalidad restauradora en la derecha, por lo menos en varios de sus representantes y en especial en temas obreros, Spektorowski Alberto, “Argentina 1930-1940. Nacionalismo integral, justicia social y clase obrera”, en EIAL, Vol. 2, Nº1, TAU, 1990.
http://www.tau.ac.il/eial/II_1/spektorowski.htm

8. El fuerte lazo anglo-argentino está tratado en el tema de la nota 2. Las filiaciones ideológicas en los “nacionalistas” de relieve social y económico podían quedar relegadas frente a los intereses comerciales. En cuanto a los militares, Mario Rapoport en Gran Bretaña, Estados Unidos y las clases dirigentes argentinas: 1940-1945, Buenos Aires, Belgrano, 1981, p. 182, señala que “el nacionalismo sustentado por muchos miembros de las Fuerzas Armadas, aunque tuviera un tinte pro-nazi o pro-alemán, era invariablemente y frecuentemente antinorteamericano pero no atacaba con igual intensidad a los ingleses (...)”.

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Mensaje por 27Pulqui » Vie Oct 16, 2009 4:00 pm

Expresaban el nacionalismo populista (258-276) los intelectuales y militantes de FORJA - Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (v.g. Arturo Jauretche y Homero Manzi) y sus compañeros de ruta Manuel Ortiz Pereyra, (9) Saúl Taborda, José Luis Torres, Raúl Scalabrini Ortiz, (10) y Manuel Ugarte. Durante la primera fase de su evolución (1935-1940) FORJA, escindida del Partido Radical, siguió vinculada al ala “intransigente” del partido. Pero los forjistas mantuvieron también crecientes contactos con personas de otras organizaciones. Con los ojos puestos en América Latina, FORJA saludó con entusiasmo la política nacionalista del presidente mexicano Cárdenas, mientras mantenía relaciones con el APRA peruano y el movimiento nacionalista boliviano de Paz Estenssoro. La base ideológica de todos se encontraba en la común crítica a las estructuras oligárquicas de la política latinoamericana y en el antiimperialismo.

Aunque se daban coincidencias parciales con algunos representantes de la tendencia restauradora (en especial Palacio y los Irazusta), existían diferencias con respecto a los nacionalistas restauradores: en tanto éstos apoyaban al bando nacional en la Guerra Civil Española, FORJA, exclusivamente concentrada en la problemática latinoamericana, mantuvo la neutralidad. De igual modo, el nacionalismo populista sostuvo en la Segunda Guerra un neutralismo auténtico carente de connotaciones filofascistas, no obstante ello, en mi opinión, la posición antiimperialista condicionada por el predominio británico y el lento pero firme ascenso de Estados Unidos en la economía argentina impulsaba a los populistas a no entrar en conflicto con el Eje. (11)

Además de las distancias ideológicas, la cultura y la condición socioeconómica separaban a restauradores y populistas. Entre los primeros había miembros de familias terratenientes. Si bien algunos de ellos habían quedado rezagados, tal era el caso de los hermanos Irazusta y de ahí su posición “antiimperialista” contraria a Gran Bretaña, tendían a identificar el interés nacional con el interés terrateniente. (12)

El método de análisis de los forjistas había sido esbozado por Ortiz Pereyra y Ugarte en los años veinte, autores que criticaron duramente el afán imitativo de los intelectuales y políticos latinoamericanos de su tiempo. Los populistas en general tenían una concepción directamente orientada hacia la práctica, no formularon una filosofía de la historia elaborada, ni una metafísica, como lo hizo la corriente restauradora. Mientras que para el nacionalismo restaurador la historia era el producto de líderes y elites, para los populistas ocupaba el centro de la escena el concepto de “pueblo”, en el sentido de la abrumadora mayoría de la población. En algunas circunstancias podía haber un acercamiento con los restauradores, pero se daba cuando algunos de éstos (sobre todo Palacio en 1939) valoraban los fundamentos democráticos de la política.

Los forjistas tenían la convicción de que ellos constituían la generación destinada a realizar “la Argentina grande y libre soñada por Hipólito Yrigoyen”, sin caer por ello en las formulaciones literarias y dogmáticas de un Meinvielle o de un Genta, que además no se inspiraban en el presidente radical. Se trataba de aquello ya esbozado en la política yrigoyenista y que formaba la esencia de los reclamos populares: “sufragio libre”, “sentido social”, “neutralidad” en los conflictos entre las grandes potencias y la aspiración a la “soberanía económica”. Los populistas criticaban la formulación ultraconservadora de la nación reivindicada por los restauradores. Para el populismo la nación era una síntesis no dogmática y abierta al futuro, compuesta por varias líneas tradicionales que se integraban en una unidad superior.

La tendencia populista fue, en un grado más alto que cualquier otra corriente política de su tiempo, un intento de encontrar respuestas argentinas a los problemas concretos de los años la “década infame”, sin que esas respuestas significasen la negación de todos los ideales y convicciones de la generación anterior. El nacionalismo restaurador no puede ser explicado, en numerosos aspectos de su desarrollo, ideología y organización, sin tomar en cuenta la función paradigmática que tuvieron para ese movimiento los modelos europeos, en otras palabras, sólo es comprensible en el marco de la “era del fascismo”.

Notas:

9. La similitud de los métodos expositivos de Ortiz Pereyra y Perón en Arcomano, Domingo, Perón, Guerra y Política: las fuentes militares de “Conducción Politica”, Buenos Aires, Fundación Bartolomé Hidalgo, 2003, p. 119.

10. La Noticia Nº 5 del GOU recomienda a los afiliados textos de Torres y Scalabrini Ortiz (Potash, 1984: 115).

11. Halperin Donghi (201 y ss.) distingue los neutralismos. En Scalabrini Ortiz encuentra un juego favorable a Alemania como consecuencia de la oposición a Gran Bretaña, sin embargo concluye con el aserto “(...) en él el compromiso con la posición neutralista no se apoya en un implícito compromiso con la causa que defiende Alemania”. En su artículo Senkman analiza las posiciones de los nacionalistas frente a la neutralidad y los gobiernos de Castillo y Ramírez.

12. Halperin Donghi (151) reconoce la identificación de intereses. En el tema de la nota 2 hay información al respecto de los productores ganaderos, sus estratos y el impacto sobre ellos de las contracciones del mercado de carnes inglés.

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Mensaje por 27Pulqui » Sab Oct 17, 2009 4:04 pm

La coincidencia entre las dos tendencias se daba en un tema muy importante: la dependencia económica, interpretada como obstáculo fundamental para el desenvolvimiento pleno de la potencialidades del país. Los contactos personales que se produjeron entre representantes de las dos corrientes tenían su base programática en este acuerdo, aunque las divergencias en las otras cuestiones constituían una barrera que impedía la formación de un duradero frente común. Ni siquiera existía un pensamiento único en el gran tema del “antiimperialismo”. Para los restauradores filofascistas esa bandera era otro “argumento” tendiente a descalificar a la “democracia” como “instrumento” de la dominación extranjera, mientras los populistas postulaban la participación popular como base de toda estrategia nacionalista y mantenían las convicciones básicas del yrigoyenismo. El nacionalismo restaurador había puesto sus más caras esperanzas en la victoria del Eje, los populistas se sintieron seguros de que tarde o temprano las multitudes argentinas habrían de realizar su programa.

Desde otra perspectiva, Zanatta estudia el proceso de “confesionalización” del Ejército, en el período en que la nación católica desplaza a la nación liberal, de modo que el catolicismo constituye una nueva identidad nacional, sustituyendo a la construida por el liberalismo. En los años treinta la Iglesia Argentina fue nacionalista y a su vez los nacionalistas (excluyendo a los populistas del trabajo de Buchrucker) con frecuencia integraban las estructuras organizativas del movimiento católico; para demostrarlo presenta el “cordón umbilical” entre las organizaciones nacionalistas y la Iglesia, concomitante con la doble identidad y militancia: nacionalista y católica.

Zanatta (270 y ss.) admite la existencia del populismo definido por Buchrucker, pero no le asigna relevancia en la filiación del peronismo, la problemática social y económica en el peronismo habría correspondido a la evolución de un importante sector de la Iglesia, el que elaboró un nacionalismo populista que le era propio. Resultaría significativo al respecto que la ideología de FORJA tomara cuerpo en buena medida en el estado posliberal, en un contexto marcadamente confesional, pese a que la idea católica de nación era ajena a FORJA. Zanatta (322 y ss.) presenta la influencia en el Ejército de la nueva generación de católicos populistas, (13) las diferencias y similitudes con la corriente católica restauradora, la inserción social del populismo católico y su extensión entre los trabajadores. En este último punto, el peso que le asigna a la Iglesia en la sociedad lo aplica al subtema del movimiento obrero, mostrando los grupos católicos que, en su opinión, le disputaban posiciones a socialistas y comunistas. No subraya, quizás por considerarla fuera de su estudio, la importancia mucho más significativa de las corrientes no confesionales. (14)

Por último nos referiremos a Spektorowski, autor que enfatiza los puntos de contacto por sobre las diferencias entre la derecha integrista (los restauradores para Buchrucker) y la izquierda populista. La penetración del fascismo en los medios locales se daba en donde existía un principio de nacionalismo integral antiliberal, esa condición estaba presente en las elites políticas e intelectuales argentinas. Las dos ramas del nacionalismo, la populista y la integrista, desarrollaron un modelo de nacionalidad alternativo al liberal. Tal integración ideológica fue realizada por la revolución de 1943 bajo la dirección del GOU. Sin embargo, ya durante la década de 1930 se había realizado en los medios intelectuales del populismo y del integrismo la síntesis entre antiimperialismo y antiliberalismo político y económico. En la guerra, la discusión sobre la neutralidad resultaba menos relevante en el plano de las relaciones internacionales que en lo que respecta al desarrollo de la identidad nacional. En la lucha imperialista mundial entre las democracias liberales y el fascismo, para la Argentina el fascismo está más cercano a su ideología nacionalista. Este autor caracteriza de “favorable al Eje” la neutralidad del gobierno militar. La limitación del subtema a la variable ideológica se aparta de la historiografía de los últimos treinta años, que ha demostrado que más que una posición ideológica la política neutralista fue la articulación de problemáticas derivadas de factores estructurales. (15)

El universo ideológico de los militares no se agotaba en los nacionalismos populista y restaurador, también existía la influencia de las líneas nacionalistas fieles al Partido Radical. (16) A su vez, algunos sectores de los uniformados mantenían contactos políticos y sociales con los conservadores y los radicales antiyrigoyenistas, también llamados antipersonalistas, en cierta forma la derecha del Partido Radical. No presentaremos aquí los rasgos de conservadores y antipersonalistas, sólo mencionamos a las otras corrientes político-ideológicas para ya pasar a la acción gubernativa y a la lucha de tendencias en el régimen militar.

Notas:

13. Presta consideración al padre Roberto A.Wilkinson, “[desde 1934] protagonista de primer plano en la vida militar” (152). El Memorándum Nº2 del GOU dice que este capellán es “plena garantía del cumplimiento de los postulados de la revolución [del 4 de junio]” (Potash, 1984: 255). Sin embargo, Potash señala en el mismo documento un agregado a mano de una opinión contraria a Wilkinson, y que al poco tiempo el capellán, asesor de Ramírez, dejó el puesto en Casa de Gobierno.

14. Buchrucker (305 y ss.) sostiene que la Doctrina Social de la Iglesia constituye el núcleo del “justicialismo” difundido por Perón desde sus primeros discursos, asimismo señala las huellas de la crítica de Pío XI al capitalismo y la condena al comunismo. Sin embargo, reconoce las diferentes concepciones de la actividad gremial, en Pío XI confesional y en Perón emprendida por un sindicalismo de masas desligado de la problemática religiosa.

15. Podemos mencionar a Stemplowski, Escudé, Rapoport y Tulchin entre los autores que proporcionaron un nuevo marco contextual e interpretativo. Ver los artículos “Las potencias anglosajonas y el neutralismo argentino (1939-1945)” de Stemplowski (año 1976) y “Argentina y la Segunda Guerra Mundial: mitos y realidades” de Rapoport.
http://www.ptsl.pl/Estudios/Estudios/EL ... 6_stem.pdf
http://www.tau.ac.il/eial/VI_1/rapoport.htm

16. El nacionalismo de las líneas radicales de tradición yrigoyenista en Brauner Rodgers, Susana, “El nacionalismo yrigoyenista (1930-1945)”, en EIAL, Vol. 1, Nº 2, TAU, 1990.
http://www.tau.ac.il/eial/I_2/rodgers.htm

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Mensaje por 27Pulqui » Lun Oct 19, 2009 3:41 pm

5. UN GOBIERNO EN DISPUTA

El general Pedro Ramírez asumió el 7 de junio. El gabinete constituido por el nuevo presidente, que rápidamente fue reconocido por los países vecinos, estaba integrado por los neutralistas general Edelmiro Farrell (Guerra), general Diego Mason (Agricultura), coronel Gilbert (Interior) y almirante Benito Sueyro (Marina), y los más cercanos a los aliados vicealmirante Segundo Storni (Relaciones Exteriores), doctor Jorge Santamarina (Hacienda), vicealmirante Ismael Galíndez (Obras Públicas) y coronel Elbio Anaya (Justicia e Instrucción Pública). (17)

Con un telón de fondo de una situación internacional de por sí compleja, el desconcierto provocado por un golpe esperable pero imprevisto para la fecha se refleja en la actitud de las diplomacias de las grandes potencias. El Foreign Office reconoció al nuevo gobierno pese a que los militares habían desplazado del poder a la elite conservadora, la dirigencia argentina más ligada a los ingleses. La inexistencia de apoyo nazi queda a la vista en la reacción del agregado comercial alemán, quien atemorizado por la eventual ruptura de relaciones destruyó con urgencia papeles de la embajada. (18) En el Departamento de Estado celebraron la caída del “fascista” Castillo, a la que bastante habían contribuido. Washington extendió el reconocimiento a los pocos días.

Un gobierno heterogéneo sin una dirección clara tomó pronto la vía autoritaria, la disolución del Congreso, la exoneración de magistrados judiciales y la destitución de las autoridades provinciales y su reemplazo por “delegados” del gobierno central (excepto uno todos militares) fueron acompañadas por una política restrictiva de las actividades ciudadanas y especialmente relativas a la prensa. El 15 de junio se resolvió la disolución de la proaliada Acción Argentina y se prohibieron manifestaciones públicas, el presidente expresó que las elecciones serían después de un “largo plazo” y de reordenar el Estado. Tres días después se eliminó por decreto el término “provisional” de la designación oficial del gobierno. Al mes siguiente, con clara orientación dictatorial, se intensificaron las acciones contra las “entidades comunistas”. En el ataque fueron clausuradas otras organizaciones que no tenían ese signo. (19)

La Confederación General del Trabajo (CGT nº 2) que agrupaba a los sindicatos ligados a los partidos socialista y comunista fue disuelta en el mes de julio. También fue clausurado el sindicato de la carne, su secretario general el comunista José Peters fue encarcelado. Una ley dictada en el mes de agosto colocó bajo la tutela del gobierno a todas las asociaciones profesionales. Fueron intervenidas la importante Unión Ferroviaria y el gremio de los maquinistas de los ferrocarriles (La Fraternidad). Las medidas procuraban el mayor control social de la clase obrera y asegurar la realización y el transporte de los productos de exportación, por eso las medidas represivas aplicadas principalmente en los trabajadores de los frigoríficos y los ferroviarios. En el comienzo no existía una política progresista hacia los sectores populares, aunque ya en junio el gobierno aumentó los salarios más bajos de la administración pública y rebajó los alquileres hasta un 20%. En septiembre Perón comienza a tender puentes con los trabajadores, su mediación libera a Peters y levanta una huelga, obligando a las empresas frigoríficas a reconocer las reivindicaciones obreras.

La ofensiva contra los centros político-sociales y sindicatos fue interpretada décadas atrás como la comprobación de la tendencia fascista del gobierno de facto. La supresión de libertades (que había empezado con Castillo y antes con Ortiz) no necesariamente tenía una impronta fascista, en realidad intentaba silenciar voces opositoras, empleando represión selectiva especialmente dirigida contra la izquierda. (20)

Notas:

17. Algunos autores tienden a adjudicarle la posición pro-Eje a los neutralistas que desfilaron por el gobierno militar. Es cierto que hay varios neutralistas de notoria inclinación fascista, o al menos germanófila, pero no siempre el alineamiento internacional es fácil de discernir, el caso de Farrell muestra el carácter dudoso de los criterios impresionistas, no siempre se ha prestado atención a que el embajador alemán y el agregado naval de la embajada lo recordaron muy probritánico en los interrogatorios de sus captores norteamericanos (Newton: 150) y en Rapoport, Mario, ¿Aliados o neutrales?, Buenos Aires, Eudeba, 1988, p.192.

18. El progresivo deterioro de las relaciones argentino-alemanas es otro asunto poco considerado. Desde principios de 1942 las dos embajadas se encontraban acéfalas debido a la salida del embajador Edmund von Thermann en condiciones que poco disimularon la expulsión. A finales de ese año también debió partir de Buenos Aires el agregado naval.

19 Un documentado estudio de la principal organización proaliada en Bisso, Andrés, Acción Argentina, Buenos Aires, Prometeo, 2005.

20. Según el embajador británico en Buenos Aires, el gobierno no era esencialmente distinto a otras dictaduras latinoamericanas. En apoyo a esa opinión podemos resaltar cuatro regímenes autoritarios o dictatoriales: Brasil durante el Estado Novo, Nicaragua de Anastasio Somoza, Cuba de Fulgencio Batista y República Dominicana de Rafael Trujillo. La diferente cooperación hacia los Estados Unidos con relación al caso argentino radicaba en el vínculo internacional de las economías locales.

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Mensaje por 27Pulqui » Mar Oct 20, 2009 3:34 pm

La política restrictiva y represiva obedecía a la militarización no belicista de la sociedad preconizada por los uniformados: el orden del cuartel trasladado a la vida civil. En esa concepción coincidían nacionalistas y allegados a los partidos tradicionales, tal el caso del ministro Anaya, proaliado muy cercano al Partido Conservador. Sin embargo, las diferencias dieron lugar a sucesivos desplazamientos, en los que el GOU tuvo un lugar relevante, en principio actuando de manera cohesionada y luego en un fuerte enfrentamiento interno. La mención de la logia casi legendaria nos lleva a la pregunta: ¿qué era el GOU?, conocido por “el golpe dentro del golpe”, también por “la revolución dentro de la revolución”.

El GOU era una típica logia secreta castrense compuesta por oficiales de dos o tres camadas. La mayoría nacionalista observable en los fundadores no era excluyente, los nacionalistas convivían con radicales y simples “profesionalistas”, todos con marcado sentimiento a favor de la neutralidad. Miembros prominentes del GOU operaron desde las secretarías: teniente coronel Enrique González (Jefe de la Secretaría de Presidencia), coronel Emilio Ramírez (Jefe de la Policía) y coronel Juan Perón (Jefe de la Secretaría del Ministerio de Guerra). Este último en un puesto que sería clave, ya que protegido por el paraguas de Farrell podía promover ascensos a los aliados y obstaculizar la carrera a los adversarios. Eduardo Ávalos, un destacado coronel de la jornada del 4 de junio luego cooptado por la logia, quedó al comando de Campo de Mayo, la guarnición más importante del país por su fuerza y proximidad a la sede gubernamental.

La compilación de documentos efectuada por Potash es el mejor trabajo sobre el GOU. El investigador advierte el carácter anónimo, no obstante en algunos casos supone la autoría según el estilo, el contenido y la intención. La recopilación comprende la organización del grupo, análisis político, memorandos, noticias y colaboraciones de allegados. Puede advertirse en varios documentos el sesgo militarista y autoritario, también manifestaciones antisemitas y expresiones que denotan la influencia nazifascista. Pero además está presente el intento de una aproximación a los Estados Unidos. Esto último podría indicar que la logia abarcó un espectro más amplio de lo pensado. Hay quienes han interpretado en la posición neutralista del GOU el apoyo a los fascismos por los únicos medios posibles. Si bien esto podría ser cierto en varios miembros de la logia, salvo por alguna excepción los funcionarios del gobierno de notoria tendencia fascista no pertenecían al GOU, veremos este punto más adelante. En concreto, en los documentos cuando se menciona la neutralidad no aparece explícita la posición pro-Eje, las presunciones al respecto son sólo eso. En los primeros meses de Ramírez el GOU escalaría posiciones en el gobierno, el embate nacionalista contra los miembros proaliados del gabinete (ligados a conservadores o antipersonalistas) conseguiría la salida de los cuatro ministros “liberales”. Despejado el camino, el GOU iría a jugar un papel fundamental en el encumbramiento nacionalista.

Un hecho decisivo en la pugna es el affaire del ministro Storni. Se ha revelado que el presidente Ramírez y el canciller Storni expresaron al embajador de los Estados Unidos que el gobierno rompería con el Eje hacia el 15 de agosto. De acuerdo con un pedido del embajador, Storni preparó una carta confidencial para Cordell Hull, el secretario de Estado. No existen pruebas del proceso de preparación de la misiva, nada más hay especulaciones: la redacción de Storni con agregados de Ramírez, la composición íntegra de Ramírez y González, la alteración del contenido propuesto por Storni en manos de González y Perón con el objeto de sabotear el acercamiento con el Departamento de Estado.

En pocas palabras, la carta decía que Buenos Aires estaría dispuesto a romper relaciones con el Eje si Washington levantara el embargo de armas. La mención en el párrafo final de la “posición de equilibrio” alterada por el implícito suministro norteamericano a favor de Brasil, que ha despertado las suspicacias de los que sostienen las hipótesis conspirativas, en mi opinión pertenecía a la mentalidad de cualquier militar argentino, el vicealmirante Storni en su calidad de diplomático improvisado podría haber estado de acuerdo con esa expresión supuestamente añadida o modificada. En una respuesta dura y arrogante Hull rechazó la propuesta argentina, exigió la ruptura sin ofrecer siquiera la promesa del levantamiento del embargo. Desde 1942 los gobiernos argentinos venían fracasando en el intento de proveerse de material bélico norteamericano, para mediados de 1943 la ruptura había perdido el valor estratégico, por eso Hull demandaba la aplicación de todas las medidas anti-Eje sugeridas en las resoluciones de la Conferencia de Río de Janeiro, quedando el Departamento de Estado en libertad de decidir en lo referente a la provisión de armas.

Ante la repercusión de las cartas en el seno del gobierno y en la opinión pública, el presidente Ramírez desautorizó a Storni. El vicealmirante renunció el 9 de septiembre, el coronel Gilbert ocupó provisoriamente la cancillería, reteniendo a su vez la cartera de Interior. La respuesta de Hull fue contraproducente, en su búsqueda de un vuelco en la política argentina, con el incidente aumentó el sentimiento antinorteamericano, debilitó a los proaliados “liberales” del gobierno y aumentó el poder y el prestigio de los nacionalistas, pues quedó instalado que la reconciliación con Washington no sería posible sin la previa humillación nacional.

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Mensaje por 27Pulqui » Mié Oct 21, 2009 3:49 pm

En relación a la crisis de los meses de septiembre y octubre resultan significativos los documentos del GOU (Potash, 1984: 226 y ss.). En su constitución la logia había establecido la lealtad y el apoyo al general Ramírez, por entonces ministro de Guerra del presidente Castillo. En septiembre, las vacilaciones de Ramírez no aseguraban el cumplimiento de los objetivos del 4 de junio. La recopilación da cuenta de los planes para un golpe armado contra el presidente en caso de que él se negara a despedir a su gabinete según lo exigía el GOU. Entre los documentos Potash subraya el borrador de la carta de renuncia que debía firmar Ramírez, la declaración que haría Farrell al asumir la presidencia y la comandancia de las Fuerzas Armadas, y el decreto que nombraría vicepresidente y ministro de Guerra a Perón. El plan para precipitar la crisis el 27 de septiembre no se llevó a cabo. En cambio se realizó una tensa reunión con el presidente Ramírez el 5 de octubre, mientras las tropas controladas por el GOU rodeaban la Casa de Gobierno. Pese a la negativa inicial, Ramírez terminó por ceder ante las presiones de los miembros de la logia: preservó la neutralidad argentina y despidió a los “liberales” del gabinete.

El 11 de octubre, el sector neutralista reforzó su posición con el nombramiento del general Farrell en la vicepresidencia –reteniendo el ministerio de Guerra- ante la vacante producida por el fallecimiento del marino a cargo de la misma. Esta designación aparentemente sin mayor importancia tendría una consecuencia decisiva: el ascenso de Perón a la sombra de su jefe. En este sentido, en el GOU comenzaba a perfilarse el enfrentamiento entre González y Perón. La relevancia de la línea Farrell-Perón mostrada por los documentos ante la probable caída de Ramírez evidencia quien iba ganando en la disputa interna.

La crisis de esos meses proyectó el predominio no sólo del GOU sino de todo el arco nacionalista. El 13 de octubre renunciaron en el gabinete Santamarina, Anaya y Galíndez. Continuaron en sus puestos Farrell, Mason y Sueldo, mientras Gilbert fue ratificado en Relaciones Exteriores. En su reemplazo en Interior fue designado el general Luis Perlinger, de marcada tendencia pro-Eje y fascista. En tanto la Marina mantuvo su lugar en Obras Públicas colocando al frente al capitán de navío retirado Ricardo Vago, de inclinación proaliada.

La salida del gran terrateniente Santamarina de la cartera de Hacienda dio paso a César Ameghino, otro elemento de origen conservador. Pese a la retórica nacionalista y “revolucionaria” de los militares, las designaciones de miembros de la vieja elite política en un ministerio estratégico revelan los limitaciones del gobierno juniano y la dificultad de una transformación radical de las estructuras existentes.


Imagen
Hombre muy influenciable según sus contemporáneos,
el general Pedro Ramírez presidió el régimen militar en los primeros meses.

Fuente: http://www.biblioteca.jus.gov.ar


Imagen
El general Edelmiro Farrell y el coronel Juan Perón.
La circunstancial importancia de este general de poco relieve resultó crucial en la emergencia de Perón.

Fuente: http://www.encuentro.gov.ar

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Mensaje por 27Pulqui » Jue Oct 22, 2009 3:44 pm

La titularidad del ministerio de Justicia e Instrucción Pública quedó reservada para un intelectual del nacionalismo restaurador comentado en el capítulo 4. El escritor Gustavo Martínez Zuviría, indudable antisemita que firmaba sus novelas bajo el seudónimo Hugo Wast, ocupó una función muy deseada por su corriente, desde allí destituyó inmediatamente a los miembros del profesorado de tendencias liberales, suprimió la autonomía universitaria y se manifestó partidario del nacional-catolicismo en el contexto de un Estado corporativo, jerárquico y antiliberal. Dejando de lado que Martínez Zuviría no era clérigo, con su actuación y la de Perlinger la unión de la cruz y la espada alcanzó su punto más alto. En este período se intentó instalar un régimen nacional-católico, la dictadura acentuó el perfil de derecha y adoptó cierto matiz franquista. Los militares, en la necesidad de dar una legitimidad ideológica al régimen, confiaron al nacionalismo católico el control del aparato ideológico del Estado (Rouquié). Por su parte, la Iglesia vio florecer la relación cultivada con el Ejército y los nacionalistas en los años treinta, por decreto del 31 de diciembre de 1943 quedó instituida la educación obligatoria religiosa en las escuelas primarias y secundarias.

El 23 de diciembre cae el último ministro de probable orientación rupturista. El general Juan Pistarini, nacionalista y proalemán, es designado en Obras Públicas. El nombramiento merece dos consideraciones: a) el Ejército terminaba por desplazar a los miembros de la Marina poco comprometidos con los principios junianos y b) paradójicamente los nacionalistas Ramírez y González perdían base de sustentación para neutralizar un embate nacionalista en su contra. El 31 de diciembre la dictadura de tinte nacional-católico disuelve los partidos políticos. El 5 de enero profundiza la censura de la prensa.

Pero la represión intelectual y política con oleadas espasmódicas de arrestos no constituían una línea de acción a mediano plazo. Potash (1985: 323 y ss.) apuntó que Perlinger y sus colaboradores nacionalistas carecían de un programa concreto, en especial en cuanto a la búsqueda de soporte público para el régimen. Mientras Perlinger, Martínez Zuviría y sus colaboradores estaban muy ocupados en adoptar medidas antiliberales, el coronel Perón comenzó a maniobrar en otro plano para conquistar el apoyo para el régimen, en realidad lo hizo más interesado en sí mismo. Desde temprano pese al clima de control social antiobrero, el coronel fue manteniendo entrevistas con trabajadores en su despacho del ministerio de Guerra. En octubre, un conflicto ferroviario lo proyecta a un puesto tradicionalmente de escaso brillo: el Departamento Nacional del Trabajo (DNT). La intervención de Perón y el teniente coronel Domingo Mercante, su asistente en la Secretaría de Guerra y camarada en el GOU, hombre relacionado con los obreros del riel por el trabajo de su hermano y las actividades gremiales de su padre, soluciona una huelga ferroviaria. En premio a la diligencia, Perón obtiene de Ramírez la designación al frente del DNT. (21) Desde allí el coronel reformularía la política laboral de la dictadura e iniciaría el proceso de conquista de líderes sindicales, en especial cuando la oficina a principios de diciembre, en la transformación del aparato estatal en proceso, ganaría nuevas funciones bajo jerarquía de ministerio en la nueva Secretaría de Trabajo y Previsión (Campione: 109 y ss.).

Con las secuelas del affaire Storni-Hull y el marco de un contexto nacional volcado hacia la ultraderecha, a diferencia de las gestiones canalizadas por la vía diplomática en la administración de Castillo en procura de armamento germano, los militares establecieron contactos directos con el Tercer Reich a través del espionaje alemán. No entraremos en los detalles de la misión encargada al argentino-alemán Osmar Hellmuth, cónsul detenido en viaje por los británicos en la Isla Trinidad el 30 de octubre de 1943. Basta mencionarla como el primer incidente que decantaría en el final de la neutralidad argentina. (22) El otro acontecimiento que precipitaría el desenlace es el golpe que en Bolivia el 20 de diciembre derrocó al general Peñaranda, presidente alineado con los Estados Unidos. Aunque los hechos de La Paz tienen por causa central la dinámica interna boliviana, los contactos de miembros del gobierno militar con los conspiradores dieron el motivo a Hull para aumentar la presión, llegando a la posibilidad de una solución drástica: interferir hasta conseguir la destitución de Ramírez. (23)

Notas:

21. La acumulación de cargos por Perón generaba desconfianza en Ramírez. Asimismo, las actividades del coronel y de su subalterno Mercante (fue nombrado interventor de los dos sindicatos ferroviarios) no dejaban de despertar sospechas en González, el jefe de Policía Emilio Ramírez y el propio presidente: “a esos dos –decía Pedro Ramírez- hay que verlos bien de cerca. Están llevando dirigentes comunistas al ministerio”. Del Campo, Hugo, Sindicalismo y peronismo. Los comienzos de un vínculo perdurable, Buenos Aires, Siglo XXI, 2005, p. 189.

22. Newton (342-75) realizó un estudio pormenorizado de la misión Hellmuth.

23. En Dos naciones andinas y los refugiados judíos se menciona la centralidad de la Guerra del Chaco en la evolución de la política boliviana. En otro tema (ver nota 5) comentamos las raíces históricas de un posible bloque defensivo hispanoamericano liderado por Argentina frente a la coalición Estados Unidos-Brasil. El juego de alianzas explorado por el régimen militar se articula con causas estructurales. Al igual que en la neutralidad, la ideología tuvo un rol secundario. Las relaciones boliviano-argentinas del período en Figallo, Beatriz, “Bolivia y Argentina: los conflictos regionales durante la Segunda Guerra Mundial”, en EIAL, Vol. 7, Nº 1, TAU, 1996.
http://www.tau.ac.il/eial/VII_1/figallo.htm

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Editado para corregir el subrayado en las notas y el apellido Peñaranda.
Última edición por 27Pulqui el Vie Oct 23, 2009 4:55 pm, editado 2 veces en total.
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Mensaje por 27Pulqui » Vie Oct 23, 2009 4:20 pm

A principios de 1944 la ya débil neutralidad tenía los días contados. En octubre, Ramírez y Gilbert, ambos nacionalistas, el primero un viejo admirador de Alemania, habían reconocido el perjuicio de mantener la neutralidad. En las actas del GOU constan las justificaciones de orden material en la posición rupturista de Ramírez, pero, como ya explicamos, la logia doblegó la voluntad del presidente (Potash, 1984: 365 y ss.). Ahora Ramírez, Gilbert y González eran incriminados por las denuncias del Departamento de Estado. Las recomendaciones del Foreign Office morigeraron la presión de Hull, el secretario de Estado mantuvo en suspenso la publicación de la cobertura diplomática argentina a un agente del espionaje alemán y la presunta intervención de Buenos Aires en Bolivia y otros países vecinos.

Ramírez tenía sobrados motivos para proceder al corte de relaciones, pero necesitaba preparar el casus belli. El 24 de enero, el canciller Gilbert comunica al embajador estadounidense que debido al descubrimiento de las actividades del espionaje alemán conectadas con el caso Hellmuth, el gobierno, engañado en su buena fe, había decidido romper con el Eje. Contrariamente al esfuerzo de Ramírez por disimular la ruptura bajo coacción norteamericana, a la continua situación poco estable del gobierno se le sumaba la conmoción en el interior del Ejército. El día 25 se reúnen el canciller, integrantes del GOU y otros oficiales. Al parecer, en privado Farrell y Perón habían apoyado la ruptura, pero en la asamblea Perón no se definió con claridad, usufructuando la delicada situación de sus ex aliados y ahora rivales González y Gilbert, blancos de las críticas. El día 26 el gobierno anuncia haber encontrado “una acción encubierta y organizativa de espionaje… imputable a los países del Eje”, con la consecuente ruptura de relaciones diplomáticas con Alemania, Japón y sus aliados.

El canciller no pudo modificar la impresión de muchos: él había claudicado ante los Estados Unidos. El secretario González y el ministro Gilbert dimiten el 14 de febrero. Martínez Zuviría renuncia en desacuerdo con la ruptura, lo reemplaza en Justicia e Instrucción Publica el proaliado Honorio Silgueira. El coronel Emilio Ramírez, ubicado en la línea Ramírez-González, deja la jefatura de Policía. Asume en ese puesto el coronel Filomeno Velazco, del sector ultranacionalista.

Perón tenía un problema por resolver, el presidente Ramírez era el “Jefe de la Revolución” según la declaración de fidelidad del GOU. El 23 de febrero, en sesión plenaria el organismo ejecutivo disuelve al GOU, por lo cual los adherentes quedan liberados del juramento. Debido a la ausencia de soportes, Ramírez renuncia el 24 de febrero. El texto de la dimisión comprometía el reconocimiento internacional del sucesor. A instancias del vicepresidente Farrell, el presidente modifica los motivos y delega el mando “fatigado por las intensas tareas de gobierno que exigen un descanso”. El almirante Sueyro deja la cartera de Marina y el interinato en la cancillería. En el ministerio de Marina asume Alberto Teissaire, contralmirante de la Armada cercano a Perón.

La ambigüedad en el Poder Ejecutivo se resuelve el 9 de marzo, Ramírez se desentiende definitivamente en una nota a la Corte Suprema, explicando la salida en los términos del texto original. En ese tiempo, la Operación Peluffo termina de sellar el respaldo a la línea Farrell-Perón. El coronel Orlando Peluffo visita a principios de marzo 14 guarniciones, volando más de 6.500 kilómetros. El resultado fue que más de 560 oficiales prometieron por escrito aceptar al general Farrell como presidente de la Nación y obedecer las órdenes de Perón. Al coronel este compromiso le aportó un instrumento análogo al GOU, que podría utilizar después para promover sus propias aspiraciones políticas.

Con Farrell consolidado en la Casa de Gobierno, el 4 de mayo Perón es ratificado en el Ministerio de Guerra. A finales de febrero había sido nombrado ministro interino por Farrell, no obstante que en la elección de los mandos había perdido frente al otro candidato, el general Sanguinetti, ultranacionalista de conocido filofascismo. A pesar de disponer de una amplia base de poder, Perón no tenía el camino del todo allanado. En torno del general Perlinger, que continuaba en la cartera de Interior, se reagruparon las fuerzas del nacionalismo extremo y ex miembros del GOU disconformes con los cambios. Al coronel le restaba librar las últimas batallas.

Continúa, próximo capítulo: El triunfo de Perón.
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Mensaje por 27Pulqui » Dom Oct 25, 2009 4:09 pm

6. EL TRIUNFO DE PERÓN

El gabinete quedó reorganizado a principios de mayo de 1944 con la designación del coronel Peluffo en Relaciones Exteriores y el civil Alberto Baldrich en Justicia e Instrucción Pública, los dos ultranacionalistas y en particular el segundo de la línea católica. Antes de sacar conclusiones sobre un repunte del ala extrema auspiciado por Farrell y Perón, en Peluffo hay que tener presente su importancia en el afianzamiento del presidente y el ministro de Guerra, y respecto del profesor Baldrich la participación del nacionalismo católico en el sistema de decisiones. (24)

En lo referente a la política exterior la ruptura no reportó ventajas. El Departamento de Estado continuó demandando la aplicación de las medidas de la Conferencia de Río de Janeiro. Con un agravante, la renuncia de Ramírez fue encuadrada en la Doctrina Guani, que requería la previa consulta entre los miembros de la Unión Panamericana antes de que cada uno de ellos estableciera relaciones con un gobierno no elegido constitucionalmente. El embajador Armour recibió instrucciones de restringir los contactos con las autoridades. Muy poco convencidos, en el Foreign Office accedieron al pedido del socio, el embajador Kelly se ocuparía únicamente de asuntos comerciales. Para Londres la obsesión norteamericana era contraproducente: desestabilizó a Castillo, luego la carta de Hull eliminó los elementos moderados del gabinete, la última acción contribuyó a la inestabilidad de un gobierno que no le parecía profascista (por supuesto, con el que tenía algunas diferencias). El Reino Unido estaba más interesado en asegurarse los suministros argentinos y en la protección de las inversiones que en la ruptura con el Eje. Por otra parte, la resistencia argentina a la hegemonía estadounidense reprentaba un beneficio para Gran Bretaña, reconocido por los diplomáticos británicos en las minutas internas.

A principios de julio Perón resuelve el duelo con Perlinger. La vacante en la vicepresidencia desde la asunción de Farrell dio el motivo para medir fuerzas. Los mandos eligieron a Perón por un margen ajustado. El ministro de Guerra aprovechó rápidamente su victoria. Con la cooperación del contralmirante Teissaire, le informó a Perlinger que el Ejército y la Armada deseaban que renunciara a su cargo en el gabinete. El día 6 el general deja el Ministerio de Interior, la cartera es ocupada interinamente por Teissaire, con retención de Marina. Al día siguiente Perón es vicepresidente, conservando el Ministerio de Guerra y la Secretaría de Trabajo y Previsión. A pesar del poder que ahora ejercía Perón, antes de que le fuese posible trazar planes para el futuro tenía que afrontar y resolver una serie de problemas militares, internacionales y nacionales. Nos detendremos más en los internacionales, los otros dos serán tratados de manera breve.

En otras circunstancias la salida de Perlinger hubiera mejorado las relaciones con los Estados Unidos. Declaraciones abiertamente antiyanquis del general lo habían puesto en la mira del Departamento de Estado, la destitución de Perlinger era una de las condiciones exigidas para reconocer al presidente Farrell. Pero la renuncia al ministerio no cambió nada, ni sirvieron las promesas de Perón de profundizar las medidas contra el Eje. Para mediados de 1944 en Washington existía el convencimiento de que Argentina tenía un gobierno fascista. Una conferencia pronunciada por Perón el 10 de junio fue comparada por el Departamento de Estado con las proclamas de Mussolini. El vicepresidente Henry Wallace se persuadió o quiso persuadirse de que la próxima guerra vendría desde Argentina. Cordell Hull retiró a su embajador el 30 de junio. El Foreign Office demoró la salida de Kelly, pero obligado por la insistencia de los Estados Unidos, el 8 de julio hizo regresar a su embajador “para consultas”. (25)

Notas:

24. Peluffo parecía no estar interesado en mantener buenas relaciones con España. El embajador español, un poco irritado, recordaba discusiones enérgicas, las atribuía a los temores de Peluffo a aumentar su reputación “nazista” en los EEUU. Figallo, Beatriz, El Protocolo Perón-Franco: relaciones hispano-argentinas, 1942-1952, Buenos Aires, Corregidor, 1992, p. 52. En una lectura a contrapelo podríamos suponer que, además del Departamento de Estado, los investigadores han exagerado el ultranacionalismo de Peluffo. Por otra parte, el embajador inglés prefería tratar con el canciller, un funcionario más serio que el zigzagueante Perón.

25. Perón pronunció un discurso en la inauguración de la cátedra de Defensa Nacional de la Universidad Nacional de La Plata. Contenía conceptos simples de un ministro de Guerra que preveía el escenario de posguerra. La conferencia fue bien recibida en los círculos industriales y la prensa liberal no halló nada que criticar. Lejos de tratarse de una proclamación de fe fascista, en algunos pasajes Perón aplicaba categorías de la guerra total de Colmar von der Goltz seguidas de conceptos de Clausewitz, algo comprensible considerando la influencia prusiana en la formación de la oficialidad del ejército argentino.

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Mensaje por 27Pulqui » Lun Oct 26, 2009 4:56 pm

Las relaciones exteriores de la Argentina por conductos normales habían quedado reducidas a un grupo de estados sudamericanos o neutrales: Chile, Paraguay, Bolivia, Ecuador, España, Portugal, Suiza, Suecia, Turquía y la Santa Sede. Bajo presión norteamericana los otros países de la región habían convocado a sus embajadores. Aunque ninguno había cortado los vínculos diplomáticos (tampoco Estados Unidos) y la Argentina seguía siendo miembro de la Unión Panamericana, el gobierno debía darle solución al creciente aislamiento internacional. La Argentina convocó a una reunión panamericana para tratar la cuestión, aclarando en el llamado que no discutiría asuntos internos del país. Colombia, Venezuela y Ecuador apoyaron la moción, se agregaron después Brasil y México. El Departamento de Estado encontró una fórmula para neutralizar la propuesta argentina, le bastó el rechazo para disciplinar a los gobiernos de la región y mediante una presentación mexicana (que en realidad era estadounidense) convocó a una conferencia en Ciudad de México para las naciones unidas y las asociadas por fuera del marco de la Unión Panamericana, de manera de no invitar a la Argentina ya que se la consideraba al margen del esfuerzo bélico. Sin embargo, ya a fines de 1944 con la salida de Cordell Hull del Departamento de Estado y el reemplazo por el Subsecretario Edward Stettinius Jr., más la designación de Nelson Rockefeller como Subsecretario de Asuntos Latinoamericanos, quedaban abiertos los canales para la reconciliación.

Perón aprovechó el traspié de Peluffo para forzar a Farrell a que despidiera al canciller. La renuncia de Peluffo fue considerada una pequeña victoria por Washington. En febrero, antes de la Conferencia de México, mejor conocida por Chapultepec, una misión secreta del Departamento de Estado llegó a Buenos Aires. El gobierno de Farrell y Perón se comprometió a cumplir con los requisitos norteamericanos a cambio del reconocimiento todavía pendiente, salvo el traspaso del poder a la Corte Suprema, asunto que consideró de estricto orden interno. En el Palacio de Chapultepec, los participantes lamentaron la reluctancia argentina, invitando al país marginado a signar el acta final de la reunión y a ponerse al día con las obligaciones interamericanas, esto significaba la declaración de guerra y la aplicación de una serie de medidas anti-Eje. (26)

Difícilmente podría sobrestimarse el papel de Rockefeller y Perón en el acercamiento. Por la parte estadounidense, el ascenso en el Departamento de Estado del sector de Rockefeller, William Clayton (subsecretario de Asuntos Económicos) y el propio Stettinius modificó la política sostenida por Cordell Hull desde principios de 1942. (27) En el frente local el coronel tuvo que convencer o subordinar a los oficiales renuentes a declarar la guerra (en condiciones que juzgaban humillantes) a una Alemania que agonizaba. La preparación llevó su tiempo, finalmente el 27 de marzo de 1945 la Argentina declara la guerra al Japón y a Alemania. El 4 de abril suscribe el Acta de Chapultepec. El día 9, el gobierno es reconocido por Estados Unidos, los países latinoamericanos que no lo habían hecho en 1944, y Gran Bretaña. El 11 de mayo, como producto de un acuerdo entre los Estados Unidos y la Unión Soviética en la Conferencia de San Francisco, la Argentina firma la Carta de la Organización de las Naciones Unidas en condición de miembro fundador.

Notas:

26. Stalin y Roosevelt fijaron en Yalta para las naciones asociadas el 1 de marzo como fecha límite de la declaración de guerra al Eje. De no cumplir quedarían al margen de la fundación de la Organización de las Naciones Unidas. Por dicha razón, las declaraciones de guerra de países sudamericanos que habían roto relaciones con el Eje, pero que aún estaban al margen del conflicto bélico, tienen fechas en el mes de febrero: Chile, Ecuador, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela. La Argentina, según puntualizó Roosevelt en Yalta ante una consulta de Stalin, no era considerada nación asociada. Rapoport, ¿Aliados…?, p. 248.

27. Resultan sugestivas las conexìones de Hull con el Farm Block y las de Henry Wallace con los productores agropecuarios de Iowa. Sin caer en determinismo económico, las diferentes políticas de Washington no pueden desligarse de las relaciones de los funcionarios. Mientras los sectores del agro norteamericano competían con los productores argentinos en el mercado mundial, el grupo de Rockefeller, Clayton y Stettinius representaba intereses industriales y financieros con un plan de desarrollo dependiente para las naciones latinoamericanas en la posguerra. Esto fue considerado en la segunda página de un tema anterior (ver nota 2).

Imagen
Nelson Rockefeller consiguió
en tres meses lo que no pudo
obtener Cordell Hull en tres años

Fuente: http://www.pbs.org

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Mensaje por 27Pulqui » Jue Oct 29, 2009 3:11 pm

Para no perdernos en la marea de las idas y vueltas del ascenso de Perón, a los acontecimientos militares y locales los mencionaremos en el corto relato del cierre del régimen castrense. Más relevantes y útiles en la comprensión del proceso son las rupturas con el régimen conservador, las realizaciones del gobierno y el apoyo o rechazo que fue recibiendo Perón.

Como hemos visto, un factor decisivo en el encumbramiento del coronel fue la existencia de un amplio grupo militar, en especial de oficialidad media, consustanciado con las ideas nacionalistas contrarias al statu quo. El otro fue el contacto con el mundo del trabajo en un proceso de modernización impulsado desde el propio gobierno. Una vez superada la tentativa anacrónica y represiva, cuando se impone el núcleo que rodea a Perón, la intervención del Estado mediante una acción de ruptura debilita las interdicciones sociales y desbloquea el sistema político para, de un mismo golpe, abrir las puertas a la participación de los sectores populares. Por un lado el Estado se lanza a la modernización de las relaciones sociales: irrumpe en la vida de las empresas, impone la negociación colectiva y repara viejos agravios. Por el otro libera las energías del movimiento obrero: protegidas por la acción estatal las asociaciones sindicales salen de su forzado letargo y van al encuentro de las bases e incursionan en terrenos hasta entonces reservados por el poder patronal.

La irrupción del Estado en las relaciones entre capital y trabajo mediante las leyes, los convenios laborales y el subsiguiente control, tiene sincronía con las luchas palaciegas que libró Perón. A partir de marzo de 1944, cuando Farrell asume la presidencia y Perón se convierte en el hombre más importante del gobierno, la Secretaría de Trabajo y Previsión (STP) empieza a trabajar activamente. En mayo, con la ratificación de Perón al frente del Ministerio de Guerra, se profundiza la labor de la STP. El gobierno pasa de la represión a la apertura limitada, con la novedosa oferta política de Perón y sus colaboradores dirigida a todo el arco sindical. Más realista frente a los avatares de la política, Perón no compartió la objeción de principio a los comunistas, dominante en los círculos militares. Dispuesto a encontrar adhesiones donde ellas se encontraran, hizo los movimientos necesarios para llegar a un acuerdo. Esto no significa el fin absoluto de la represión, al menos hasta mediados de 1945, porque los mecanismos empleados por Perón para alinear al movimiento obrero bajo su liderazgo abarcaron: (1) la cooptación de los líderes de los trabajadores, (2) si ésta no era posible, la creación de sindicatos paralelos con la emergencia de nuevos representantes obreros, y (3) si aún no alcanzaba, dosis muy selectivas de represión en donde hiciera falta. De todos modos, el matiz nacional populista que iba tomando el gobierno al principio moderó y finalmente eliminó por completo las prohibiciones y represiones de la etapa anterior, entre otras medidas con la liberación de presos políticos.

La salida de Perlinger del Ministerio de Interior le dio a Perón el contacto con las provincias, el coronel fue ubicando a nuevos interventores y funcionarios en las administraciones provinciales. La designación a finales de 1944 en la estratégica Provincia de Buenos Aires de Juan Bramuglia, de origen socialista, abogado de la Unión Ferroviaria que estaba trabajando en la STP, es un ejemplo de los nombramientos de civiles que tomaron funciones, hasta entonces encargadas a militares, de cara a la normalización constitucional. También muestra la dirigencia política y sindical que empezaba a participar en la formación de un frente político amplio.

Otro aspecto a considerar es el impulso al desarrollo nacional. Si bien las transformaciones profundas se operarían después en el gobierno peronista, el régimen militar prestó interés a la actividad industrial con: a) la protección de las industrias surgidas en las condiciones favorables creadas por la guerra mundial, b) el desarrollo de nuevas actividades industriales, c) la transferencia intersectorial de ingresos y la política de crédito tendiente a abaratar la adquisición de bienes de capital y de materias primas importadas, y d) la expansión del mercado interno mediante mejoras de ingresos de la población y, en especial, de los asalariados.

Las disposiciones dictadas por el régimen militar no beneficiaban en igual medida a todas las industrias, para las tradicionales las propuestas industrialistas del gobierno no suscitaban mayor interés, sus actividades no se encontraban ante el riesgo de la eventual competencia de productos importados, pues operaban con costos comparativos más bajos que los internacionales. Más importante, la política laboral y el acceso de los trabajadores a la ciudadanía social que se perfilaba en 1944 desataron, a principios de 1945, la oposición frontal de los empresarios al gobierno y en particular a Perón.

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Mensaje por 27Pulqui » Vie Oct 30, 2009 4:56 pm

Las resistencias de los industriales a las iniciativas de carácter social de la administración militar deben ser interpretadas como expresión de la lucha política más que por los efectos negativos sobre sus intereses económicos, de hecho el conjunto industrial se encontraba sometido por tensiones internas y por la contradicción no saldada con un gobierno que apoyaba a la industria pero que además impulsaba la transformación de las relaciones sociales. Como contraste, los propietarios del sector rural producían bienes que tendían a homogeneizarlos, en ellos Perón encontró un bloque más unido en su renuencia a las nuevas políticas.

En 1944, un régimen castrense de corte dictatorial buscaba popularidad, para entonces Perón era su figura principal. El régimen encontró en el coronel a su salvador mientras él halló en el régimen su base de lanzamiento. En 1945, el próximo final del gobierno militar y la probable candidatura de Perón polarizaron el arco político-social en dos campos. En el frente peronista se destacaban sindicalistas de distintos orígenes y desprendimientos del Partido Radical, seguidos por sectores del nacionalismo católico y de las fuerzas conservadoras provinciales y un pequeño grupo de industriales. La coalición antiperonista reunía a los partidos de la Unión Democrática (radical, demócrata progresista, socialista, comunista) con el apoyo del partido conservador, del gran empresariado industrial y rural y de la intelectualidad de clase media. La Iglesia interpretó que el mal menor estaba en el frente de Perón. Sin darle el respaldo explícito, operó a favor del candidato que aseguraba la continuidad de la enseñanza oficial religiosa.

El artículo de Senkman muestra que el apoyo a la neutralidad y la contrapartida proaliada actuaron como mitos movilizadores de la política interna. Por ese motivo posiciones proaliadas muy marcadas no siempre guardaron relación con posicionamientos en el campo internacional, podían deberse a la oposición táctica a gobiernos que sostenían la neutralidad. Buena parte de la oposición se había expresado por la ruptura en la administración de Castillo. Durante el gobierno militar el matiz antifascista cobró mayor intensidad, la oposición emprendió una “cruzada antinazi”. Hacia el final de la guerra cada triunfo de los aliados en el campo de batalla era recibido como el anuncio de la caída de Berlín, y con ella el derrumbe del régimen de Farrell y Perón. Paradójicamente, el mito movilizador antifascista, eficaz a principios de 1945, no tenía suficiente fuerza para derrotar a Perón: la sociedad argentina estaba atravesada por una nueva contradicción básica y a eso lo supo interpretar el coronel.

Al breve interregno de la línea de Rockefeller en el Departamento de Estado le sucedió el regreso de la línea dura. Retomaron la conducción los colaboradores de Cordell Hull y a Buenos Aires llegó un embajador estadounidense dispuesto a intervenir sin cortapisas en la política interna. El desempeño rocambolesco de Spruille Braden encolumnó al arco opositor detrás de la embajada. En cuanto a las elecciones resultó contraproducente, porque los seguidores del coronel explotaron el efectivo eslogan “Braden o Perón”. Sin embargo, en el corto plazo ayudó a la destitución del coronel de los tres cargos. El frente opositor aprovechó el retroceso militar para reclamar el traspaso del poder a la Corte Suprema, a fin de que fuera este símbolo de la “década infame” (que amenazaba revocar la legislación social del régimen castrense) la que hiciera el llamado a elecciones y la transición hasta el nuevo gobierno.

La reacción hostil contra las Fuerzas Armadas por parte de miembros de la oposición y sobre todo de sus bases sociales hizo repensar las posiciones a los oficiales que habían contribuido a la caída de Perón. Más importante que las dudas de los militares, en el escenario entraron la lucha de clases y las demandas de participación. La renuncia y posterior detención de Perón podían significar la pérdida de los avances logrados y del espacio al que estaba accediendo la clase trabajadora. Una movilización que tuvo ingredientes espontáneos y la coordinación de los líderes del movimiento obrero consiguió el 17 de octubre, con una multitudinaria concentración en la Plaza de Mayo, la liberación del coronel. Ese día “nació” el peronismo. En febrero de 1946, el frente peronista derrotó en las urnas a la coalición opositora. La asunción de Perón en la simbólica fecha del 4 de junio marcó el final del turbulento proceso.

En el título siguiente, pese al riesgo a ser redundante, a modo de conclusión volveremos sobre ciertos aspectos con la intención de presentarlos desde otra perspectiva.


Imagen
Imagen de la concentración frente a la Casa de Gobierno en horas de la tarde del
17 de octubre de 1945. La jornada en la Plaza de Mayo que concluyó con la liberación
de Perón es la partida de nacimiento del peronismo.

Fuente: http://www.encuentro.gov.ar

Continúa, próximo y último capítulo: El césar progresista.
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