Churchill, De Gaulle y el día D

Partidos políticos, actuaciones gubernamentales

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beltzo
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Churchill, De Gaulle y el día D

Mensaje por beltzo » Lun Abr 17, 2006 10:03 pm

Hola a Todos:

Los días previos al desembarco de Normandia fueron en lo político una historia de encuentros y desencuentros entre Churchill y De Gaulle, que en muchas ocasiones parecieron más una comedia de enredo que una discusión por diferencias políticas, por ello voy desarrollar esta interesante historia basándome en el libro: El Desembarco de Normandia (los días previos al día D) De David Stafford Ed. Espasa Calpe 2004

El 30 de Mayo de 1944 hacía exactamente un año que la figura alta y desgarbada del general Charles de Gaulle había llegado desde su exilio en Londres a los alrededores de Argel y desde entonces este había sido el cuartel general del gobierno provisional de facto francés.

Existía una problemática cuestión que sobrevolaba Londres y Argel desde hacía varias semanas. ¿Qué papel tendría De Gaulle en el día D?, ¿Le informarían sobre él?, si es así ¿Cuándo? Y en el momento en que los aliados liberasen suelo francés ¿Asumiría el gobierno de De Gaulle el control, o los aliados gobernarían a través de un régimen militar con sus propias leyes y moneda temporales?

Las cuestiones para Churchill y Roosevelt no eran nada sencillas. El presidente norteamericano era muy hostil a De Gaulle y su idea era implantar un gobierno militar en la Francia liberada; existía entre ellos, además de otras causas, un antagonismo personal. De Gaulle era altivo, orgulloso, arrogante, exigente y de trato difícil. Tras el desastre de 1940 De Gaulle prometió que cuando volviese la grandeza francesa nunca se rebajaría ni suplicaría, aun en una situación en que dependía tanto de EEUU y Gran Bretaña (y precisamente por ello) aplicaría estos principios. Para Roosevelt, con un talante campechano y siempre dispuesto a dar una palmadita en la espalda, tal actitud le era incomprensible y hasta ofensiva. Eso sin contar otros detalles como por ejemplo, que el almirante Leahy había dicho a Roosevelt en febrero pasado que la persona de más confianza para aglutinar a los franceses tras el día D seguía siendo el mariscal Petain.

La tozudez e intransigencia de De Gaulle estuvieron a punto de volver loco a Churchill y por momentos estuvo a punto de romper con él; por otra parte tampoco Churchill era muy diferente a De Gaulle en esas virtudes. En el fondo admiraba el coraje de De Gaulle por no capitular en 1940, pero se encontraba atrapado entre este y Roosevelt.

Después de no pocas dudas finalmente Churchill tras las presiones de Attlee y Eden y con la oposición del estado mayor decidió que lo más sensato sería informar a De Gaulle de todo lo concerniente al día D antes de que este se produjera; de esta manera evitaba que este último entrase en cólera al enterarse del desembarco por la prensa y pudiese lanzar alguna proclama incendiaria desde Argel.

El 31 de mayo de 1944 escribió su telegrama de invitación para Argel: "Le ruego que venga ahora con sus colegas, lo antes posible y en el mayor de los secretos. Le aseguro personalmente que es en interés de Francia. Le envío mi York [avión] personal[…]". Duff Cooper embajador británico en Argel debía entregar el telegrama, pero no lo hizo de manera inmediata. Cuando vio que no prometía debatir la cuestión de formación de gobierno en Francia supo que De Gaulle se pondría furioso y se negaría en redondo. De modo que consultó a René Massigli, el experto en política internacional asesor de De Gaulle y juntos trazaron un plan. Se pediría De Gaulle que acudiese con rapidez a Londres, y si los norteamericanos se negaban a tratar asuntos de orden civil, el dirigente francés regresaría inmediatamente a Argel, dejando así en evidencia públicamente a Roosevelt y su país, forzando de ese modo a que se le hicieran concesiones; en el caso de que los EEUU no estuviesen dispuestos a hacer concesiones de orden político De Gaulle abordaría solo cuestiones militares. Se informó primero a Churchill diciéndole que el general francés estaba de acuerdo con el plan.

Una vez que Churchill dio su visto bueno al plan, Duff Cooper entregó el mensaje a De Gaulle a la vez que le explicaba el plan, pero incluso cuando se le entregó un nuevo llamamiento urgente de Churchill el 2 de Junio el general dudaba, ni Roosevelt ni Churchill habían aun reconocido su Comité Francés de Liberación Nacional como el gobierno legitimo, aunque provisional en Francia. Temía que si accedía a ir a Londres podrían presionarle para que diera un discurso en apoyo de Overlord sin concederle lo que quería. En tal caso Eisenhower tendría vía libre para imponer un gobierno militar, marginando a la organización de De Gaulle, algo que rechazaba rotundamente. No iba a tirar todo por la borda solo por complacer a Churchill.

En las últimas horas del día 2 de Junio Duff Cooper volvió a intentar convencer a De Gaulle, este preguntó si en el caso de ir a Londres se le permitiría comunicarse libremente con su gobierno en Argel usando su propio código secreto. Cooper le recordó que Churchill ya se lo había prometido pero De Gaulle replicó "repítamelo bajo su responsabilidad". Lo haría, replicó Cooper, pero el no era miembro del gobierno británico. Sin embargo si Churchill se negaba él dimitiría al instante.

Cooper había sido el único ministro británico que dimitió por oponerse al Pacto de Munich, a causa de ello De Gaulle lo respetaba profundamente. Al oír las garantías que le daba, De Gaulle se tranquilizó aunque pospuso una respuesta definitiva hasta el día siguiente a las diez en punto de la mañana. Mientras se estrechaban la mano preguntó: "¿Cuánto pasajeros caben en el avión de Churchill?". Buena señal.

Al día siguiente tras una mañana angustiosa para Duff Cooper, por fin De Gaulle accedió a ir a Londres. A las 16.30 el avión despegó haciendo escala en Rabat donde cenaron. Según Cooper, la cena fue "un asunto pringoso"; no quedó muy claro si se refería al intenso calor, a la comida o al volátil humor del general.

Saludos
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beltzo
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Mensaje por beltzo » Mar Abr 18, 2006 9:53 pm

A las 06.00 de la mañana del 4 de Junio el avión procedente de Rabat con De Gaulle a bordo aterrizó en Inglaterra, solo a 24 horas antes de la fecha prevista para Overlord.

Para Churchill el día no había empezado bien, recién levantado de un pequeño sueñecito su mano derecha el general Hastings Ismay le comunicó que en previsión a unas condiciones meteorológicas adversas el desembarco había tenido que ser pospuesto; Churchill se quedó mudo con la noticia, lo cual no era nada propio de él.

Pero lo peor para Churchill aún estaba por venir y la tormenta sobre el canal no sería la única que se desataría ese día. Una vez que el avión de De Gaulle aterrizó en Heston, este se dirigió a Londres en coche y se registró en el hotel Connaught para luego dirigirse al cuartel general de la Francia Libre en Carlton Gardens, donde le entregaron una carta de bienvenida de Churchill. En ella le proponía que bajase en coche a Portsmouth para comer juntos e ir después a ver a Eisenhower para que le informase de todos los detalles del día D.

De Gaulle llegó a la estación ferroviaria de Droxford donde estaba parado el tren de Churchill, quien lo recibió con los brazos abiertos, como si fueran amigos de toda la vida que se reencontraban. Al principio todo fueron expresiones de alegría y los presentes respiraron aliviados; había una única nube gris en la presencia del general Smuts que no hacía mucho tiempo había declarado en público que dado que Francia ya no era una gran potencia, podría unirse a la Commonwealth. Sin embargo por el momento la cordialidad presidía la reunión y De Gaulle solo podía sentirse conmovido por la situación. Churchill con gran dramatismo le había revelado los detalles del día D y la necesidad de retrasarlo 24 horas.

Para el postre el ambiente empeoró notablemente, "Deberíamos hablar de cuestiones políticas" dijo Churchill repentinamente. De Gaulle dio un respingo gravemente ofendido, antes de salir de Argel había dejado claro que iba a Inglaterra para hablar solo de asuntos militares. ¿Para que hablar de asuntos políticos si Roosevelt se negaba a ello?, preguntó. Además ¿por qué tenía que pedir la aprobación de Roosevelt ni de nadie para gobernar Francia? De esta manera se repitió una vez más la consabida discusión. La voz del general se elevaba cada vez más conforme se iba enfureciendo, y por otro lado Churchill no le fue a la zaga en tales menesteres. Los diplomáticos presentes se iban hundiendo en sus asientos mientras la escena se aproximaba al desastre. "Vamos a liberar Europa, pero solo gracias a que los americanos están con nosotros", bramó Churchill. Esto encendió aún más a De Gaulle. Si los americanos tenían tantas ganas de llegar a un acuerdo con él ¿por qué habían emitido billetes supuestamente franceses sin su aprobación y pensaban distribuirlos en cuanto desembarcasen en Francia? "Dinero falso" lo llamó De Gaulle con mordacidad.

Esto último hizo subir la temperatura aún más. Ese mismo día Churchill había enviado un mensaje a Roosevelt: "Entre las crecientes complicaciones de esta dura guerra, mi mayor satisfacción es nuestra amistad" y añadía que en el mundo de post guerra habría que atar en corto a Alemania durante 20 años y no estaba seguro de que Gran Bretaña pudiese depender de una Francia gaullista. Ahora un Churchill furibundo gritó a De Gaulle que jamás habría disputas entre Gran Bretaña y EEUU. "Cada vez que tenga que elegir entre usted y Roosevelt, escogeré a Roosevelt".

La escena la habrían firmado el gordo y el flaco en cualquiera de sus películas. No ayudó en nada el mal francés de Churchill y la intervención del ministro de trabajo Ernest Bevin que dijo que si el general se negaba a a participar en conversaciones, el Partido Laborista se sentiría herido. De Gaulle se enfureció y le espetó: "¿Herido? ¿Ustedes se sentiran heridos? ¿Y no le parece que Francia esta herida? ¿Es que se ha parado a pensar en ella?". De Gaulle soltó la retahíla en francés, con lo que Bevin solo pudo mirarle atónito sin comprender nada. Mucho más que un canal separaba a Francia de Gran Bretaña.

Finalmente las cosas se calmaron lo suficiente para que Churchill acompañara a De Gaulle en su visita a Eisenhower. Ike diplomático como siempre explicó pacientemente a De Gaulle todos los detalles técnicos del día D. Tuvo además un detalle halagador para el ego del general francés al preguntarle su opinión sobre la decisión de retrasar la invasión. Todo iba bien hasta que Ike de manera amistosa mostró a De Gaulle el texto de su declaración de liberación que pronunciaría el día D. Lo primero que vio De Gaulle es que no se le mencionaba a él ni a su Comisión de Liberación Nacional. Al contrario el discurso pedía a la población francesa que acatase las ordenes de Ike. El ambiente se torno gélido. Tras unos fríos comentarios Ike accedió a hacer lo posible por modificar el texto. De Gaulle y Churchill debían cenar juntos esa noche, pero el general francés desairado, regresó a Londres.

Fue mucho más que un revuelo superficial en aguas diplomáticas. Los aliados contaban con la resistencia francesa para causar estragos en la retaguardia alemana y ahora la víspera de la invasión, la bronca con De Gaulle colocaba un signo interrogativo sobre los complejos planes acordados entre el SHAEF y el general Marie-Koenig, delegado militar de De Gaulle y oficial de enlace con las Fuerzas del Interior de la Francia Libre.
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beltzo
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Mensaje por beltzo » Mié Abr 19, 2006 11:18 pm

Al día siguiente De Gaulle aún seguía dándole vueltas a la redacción de la declaración de Eisenhower y hasta le le envió una propuesta de revisión que fue rechazada. No había tiempo de retocar el texto y ya se habían imprimido 8 millones de copias para los soldados y la población francesa.

Para empeorar aún más las cosas, un funcionario del Foreign Office informó al general francés de los detalles de la intervención radiofónica del día siguiente, mediante la que se dirigiría al pueblo francés a través de los micrófonos de la BBC. Primero hablarían los jefes de estado exiliados: el rey de Noruega, la reina de Holanda y la gran duquesa de Luxemburgo. A continuación el primer ministro belga, el general Eisenhower y por último De Gaulle. Esto enfureció una vez más a De Gaulle pues interpretó en el orden de intervención un intento de distinguir su estatus del de los otros dignatarios europeos y de dar por supuesto que aprobaba la declaración de Eisenhower. Gravemente ofendido y enojado replicó que iría a la radio cuando él quisiera y no cuando le dijeran. Y si eso no gustaba a los aliados lo sentiría mucho.

Churchill recibió la noticia de la actitud de De Gaulle después del almuerzo y le llego algo distorsionada dando a entender que el general se negaba en redondo a participar en la locución radiofónica. Churchill montó en cólera y lo tildó de "saboteador y obstruccionista".

A las 18.30 Churchill presidió el gabinete de guerra reunido por última vez antes del día D. A pesar de los múltiples temas, hubo uno que dominó la reunión: la actitud de De Gaulle, que seguía muy enojado en el hotel Connaught. No menos furioso estaba Churchill quien manifestó que si De Gaulle no participaba en la emisión radiofónica, le importaba un bledo y estaría encantado de acompañarle personalmente a tomar el avión con destino a Argel en cuanto los aliados desembarcaran. Mientras decía todo esto llegó un mensajero con una nota para Anthony Eden, en ella se decía que ahora De Gaulle se negaba también a permitir que sus oficiales de enlace acompañasen a los aliados debido a la falta de acuerdos civiles. Esta última noticia alteró aún más a Churchill que empezó a lanzar una diatriba encolerizada. Sir Alexander Cadogan, el subsecretario permanente del Foreign Office que presenció la escena manifestó: "Es un gallinero. Roosevelt, el primer ministro y -todo hay que decirlo- De Gaulle se están comportando como niñas a punto de alcanzar la pubertad. No hay nada que hacer".

Churchill dio por terminada la reunión diciendo que tal vez había que meter a De Gaulle en un avión de carga y mandarlo directamente a Argel. Lo que haría De Gaulle y lo que habría que hacer con él, seguían siendo cuestiones peligrosamente sin resolver a pocas horas del día D.

Durante toda la noche hubo un trasiego histérico entre Whitehall y el hotel Connaught en un intento desesperado por convencer a De Gaulle para que colaborase con los aliados. Pierre Vienot embajador del general francés en Londres fue convocado por el Foreign Office, allí negó que De Gaulle se opusiese de forma tajante a su locución radiofónica, pero confirmo de que no enviaría los oficiales de enlace con la flota. De vuelta a Connaught el embajador encontró a De Gaulle echando chispas negandose a dar su brazo a torcer. Churchill no es más que un ganster, gritaba el general, y los aliados quieren engañarme. "A mi no me va a engañar nadie. Les deniego el derecho a saber si hablaré o no con Francia".

El desventurado embajador regresó alrededor de la media noche con este mensaje a Whitehall. A Churchill se lo llevaban los demonios ante lo que para él era indiferencia por parte de De Gaulle ante el esfuerzo de los aliados y lo que podía ser un número elevado de bajas. A lo largo de la tarde había manifestado en varias ocasiones que Eisenhower debería enviar al general francés a Argel cargado de cadenas si fuese necesario, y en determinado momento incluso dictó un carta para que abandonase Gran Bretaña de inmediato. Cuando recibió al embajador francés, Churchill profirió otra diatriba vehemente. El francés recordaría luego, "era una explosión de furia, un ataque de odio hacía De Gaulle , al que acusaba de traición en el momento álgido de la batalla". Me dijo cien veces que tenía una monstruosa incapacidad para comprender el sacrificio de los jóvenes ingleses y americanos que estaban a punto de morir en Francia. "Para ustedes su sangre no vale nada". Incluso llegó a decir que conociendo a De Gaulle, pensaba que las desgracias de Francia eran comprensibles y merecidas.

Finalizada la entrevista, Churchill se negó a ponerse en pie o a estrechar la mano del embajador francés. Este que fue el único que en tan dificiles circunstancias mantuvo la dignidad en todo momento le dijo a Churchill "Ha sido usted injusto, ha dicho usted cosas de las que se arrepentirá. Lo que le deseo esta noche histórica es que, a pesar de todo, Francia le dé las gracias". Churchill le miró atónito, y de repente su semblante se tornó emocionado y profundamente arrepentido.

Para Churchill el día D fue de locos, a altas horas de la noche furioso con De Gaulle, ordenó a su asesor personal de inteligencia Desmond Morton que deportara al general a Argel cargado de cadenas si era preciso. Por la mañana con las tropas a punto de llegar a las playas se lo pensó mejor y rescindió la orden.

A pesar de todos los problemas asociados a tan histórico día el asunto de De Gaulle seguía dando coletazos. A media noche Churchill mantuvo una fuerte discusión telefónica con Eden. De Gaulle finalmente había dado una emocionante alocución radiofónica al pueblo francés, Churchill la había escuchado y al oír las referencias a la vieja Inglaterra se le saltaron las lágrimas. Cuando se dio cuenta de que Ismay le miraba le espetó: "Pedazo de zoquete, ¿es qué no tiene sentimientos?". De todos modos se enfadó mucho al oír la referencia al Gobierno de Francia, y seguía deseando que se marchara. Por ello cuando habló con Eden y ante la insistencia de este último para que llegase a un acuerdo con el general francés, el primer ministro siguió en sus trece y se limitó a contestar a su ministro que, Franklin Delano Roosevelt y él lucharían con el mundo entero.

La sangre no llegó al río pero por momentos estuvo cerca de hacerlo, y en conjunto toda la trama hubiese servido perfectamente de guión para cualquier película cómica protagonizada por los hermanos Marx.

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