Heidegger, el nazi

La vida cotidiana en la Alemania del Reich

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maximus

Heidegger, el nazi

Mensaje por maximus » Mar Oct 31, 2006 7:25 pm

Martin Heidegger es considerado hoy indiscutidamente como uno de los filósofos más grandes del siglo XX. Grande en el sentido de su erudición, su solidez intelectual, su innovación y la huella que su obra ha dejado hasta hoy.

Básicamente, Heidegger es “existencialista” y, por lo tanto, se le engloba, a nivel pedagógico, en el mismo grupo que Sartre, Kierkegaard e incluso Nietzsche.
El existencialismo de principios del siglo XX es, por encima de todo, una filosofía atea (Kierkegaard era un cristiano angustiado ante la idea de volverse ateo). Muchos filósofos anteriores eran ateos o escépticos, pero son los existencialistas los primeros que harán una especia de teología del ateísmo, es decir, que fundamentarán sus principios de conocimiento en la desaparición del concepto de Dios y en la condición mortal del ser humano.

Como buenos filósofos avanzados, estos autores son difíciles de leer, manejan conceptos difíciles mediante una continua sofisticación e innovación del lenguaje a fin de establecer métodos de conocimiento.

La filosofía existencialista de Heidegger, cuya obra más significativa es “Ser y tiempo” (de 1927), se basa en el concepto de Dasein, equiparable a un “yo” reducible a la capacidad del individuo de relacionarse con el mundo exterior. Lo exterior sólo existe en cuanto que podemos aprehenderlo y el yo –el Dasein- es meramente la circunstancia, los mecanismos mentales por los que intentamos aprehenderlo, algo imposible en el fondo. El resultado es una descorazonadora impotencia, una angustia que acaba en la muerte física. No hay esencia, en tanto que naturaleza y destino humanos comprensibles, sino sólo mera existencia, meros actos que no tienen por qué tener sentido, sino, apenas, significados. Lo que queda, es la voluntad. Muy tristón.

¿Qué moral?, ¿qué enseñanza de filosofía práctica nos ofrece la filosofía de Heidegger? Siguiendo bastante a Nietzsche, claro precedente del existencialismo, lo que Heidegger considera “vida auténtica” es precisamente la voluntad, la capacidad de actuar.
Pero este gran profesor, académico, catedrático, decano, rector (no un brillante literato como Sartre) no pretendía ir de moralista. Desmenuzando lo que sabía sobre la existencia humana dejaba a cada cual que sacase sus propias consecuencias. Mientras Sartre proclamaba que el existencialismo es un humanismo, se comprometía políticamente con la extrema izquierda y escribía conmovedoras novelas, Heidegger se dedicaba a sus clases y a sus libros.

Pero el caso es que Heidegger militará en el partido nazi a partir de 1933, como nazi será elegido rector de su universidad, cuyo mandato comenzará con un tremendo y hoy controvertido discurso, y como rector seguirá una política claramente nazi (apoyo público al Estado y al Führer, antisemitismo, quema de libros…) y hasta el fin de la guerra expresará por activa y pasiva su apoyo al nazismo. No fue tibio ni ambiguo. Fue nazi, y hay indicios de que se sintió decepcionado de que el régimen no reconociera su talento, no permitiéndole tener una participación más destacada en el régimen.
Al acabar la guerra fue sometido a un proceso no penal de depuración tras el cual quedó durante bastante tiempo marginado de la enseñanza y la vida académica. No hubo unanimidad en los medios intelectuales acera de su “culpabilidad”. Su amiga Hanna Arendt, impresionante pensadora contraria a todo totalitarismo, lo apoyó, el filósofo Jaspers lo condenó.

Lo que interesa saber es qué podía tener que ver su complicada metodología filosófica con el nazismo, ya que Heidegger, independientemente de su inequívoca actitud personal a favor del nazismo, no era un moralista práctico, ni mucho menos un pensador político.

He intentado concluir algo a partir del resumen de un resumen del libro de Tom Rockmore, “On Heidegger´s Nazism and Philosophy”

http://www.friesian.com/rockmore.htm


El autor, del libro intenta demostrar la conexión posible entre la teoría del Ser de Heidegger y el apoyo de éste al nazismo. Hay al menos cuatro formas en las que existiría esta conexión:

a) el aquí y ahora del Dasein.
La original concepción de Heidegger acerca del Ser consiste en que éste se manifiesta en el “aquí” y “ahora” –Dasein-. Esto lleva a un aspecto positivista con respecto a cualquier guía moral. El “aquí y ahora” de 1933 era Hitler. La verdad y grandeza del III Reich era una auténtica revelación del Ser. En su discurso rectoral Heidegger diría: “El mismo Führer, y sólo él, es hoy y en el futuro la realidad de Alemania y su Ley”. Si el Dasein es sobre todo, intención factual, Heidegger, el existencialista, encuentra en Hitler una formidable fuerza de voluntad humana.

b) El elemento revolucionario, que es un componente imprescindible del fascismo.
La revelación del Ser es un proceso violento, irracional y revolucionario. Esto invocaba el irracionalismo de los fascismos y su intenso romanticismo. El antirracionalismo de Heidegger está ya evidente en Ser y Tiempo, por ejemplo en la insistencia del análisis del Dasein como previo y separado de las ciencias. Las concepciones de verdad como revelación y voluntad son irracionales ya que no hay criterios para discernir su certeza, pero sí para reconocer el valor de la vida humana en acción. Para averiguar en qué podemos convertirnos tenemos que ser arrebatados por el furor del Ser. Hay dos características básicas del Dasein “la prioridad de la existencia sobre la esencia y el hecho de que el Dasein siempre me pertenece”. El Dasein, a diferencia de los objetos, siempre está dirigido hacia el futuro.

c) el conservadurismo de la idea de que esta revelación es un retorno a un pasado más puro.
El fascismo dispone tanto de componente revolucionario como de conservador. Si el “aquí y ahora” heideggeriano se refiere a Alemania, tiene, por tanto, que hacer una referencia a su historia y tradición. En Heidegger la bondad de la tradición hace posible la autenticidad que se trasmite en voluntad. La autenticidad se comprende como realización de la posibilidad en la que consiste la naturaleza más íntima del individuo. Heidegger es en extremo conservador al considerar que la autorrealización como la libre elección de uno mismo equivale a extender la tradición del pasado. La autenticidad que la voluntad hace posible es de carácter repetitivo, no innovador. No se trata de la realización de lo nuevo y sin precedentes, sino de la repetición de una tradición previa que da cuerpo a lo auténtico. Puesto que el nazismo comprendía los valores de la auténtica Alemania, habría un profundo paralelo entre los principos básicos filosóficos de Heidegger y el nazismo. La actividad revolucionaria, radical, es de carácter revitalizadora, de renacimiento o “revival”. El conservadurismo de Heidegger se refleja también en su hostilidad a la modernidad, y no sólo en cuanto a la democracia liberal, sino también contrario a la ciencia y tecnología y la cultura comercial. Heidegger rechaza el punto de vista de la Ilustración (ciencias, tecnología, liberalismo, ascenso burgués) que a través de la razón pretende alcanzar el dominio sobre el mundo. Para Heidegger, las acciones humanas dependen del don del Ser, lo que supone el abandono de la idea de la responsabilidad ética. La hostilidad a la tecnología, riqueza y desarrollo es un área clave donde Heidegger esperaba ayuda de los nazis.

d) el autoritarismo colectivista de las nociones de Heidegger de libertad y autenticidad.
La revelación del ser es algo que habría de ser obra de unos pocos, pero que se daría a muchos que hallarían su propia voluntad y autenticidad en el proceso. La identidad de los alemanes sería algo revelado por individuos dotados, como podría ser el político Hitler, el poeta Hölderlin o el filósofo Heidegger, y sólo entonces tomado por las masas. Esta visión es colectivista, autoritaria, elitista, antiliberal y antidemocrática. Heidegger hace uso de su noción de autenticidad plural para decir que un pueblo sólo es uno cuando recibe una idea que la unifique y le permite retornar al Ser.
Heidegger mantuvo su punto de vista de que la filosofía puede considerar la política como una condición necesaria para la buena vida, como la presuposición real del radiante futuro. La concepción de libertad sería la sumisión a la autoridad, ya que la libertad no tiene nada que ver con la voluntad. Uno se haría libre al pertenecer a su área de destino,como alguien que escucha no tanto como alguien que obedece.


Quede finalmente como intento de moraleja que las formas tan complejas de la filosofía moderna se diría que, por su alto grado de sofisticación del lenguaje y el tecnicismo de su método, parecen susceptibles de las interpretaciones más ambiguas…

Y que la peligrosidad del nazismo estuvo, quizá, en que, aunque sus dirigentes eran poco menos que una banda de neuróticos criminales pretenciosos, fue capaz de atraer y entusiasmar a hombres y mujeres de indiscutido talento, ante quienes Hitler hizo su impecable papel de Satanás del siglo XX. Filósofos como Heidegger, científicos como Heisenberg, escritores como Hamsun o artistas como Leni Riefenstahl. Por no hablar de los generales…

http://es.wikipedia.org/wiki/Martin_Heidegger
http://www.wsws.org/articles/2000/apr20 ... -a03.shtml

maximus

Mensaje por maximus » Vie Nov 03, 2006 3:31 pm

Se me olvidaba incluir algún texto del mismo Heidegger con referencia a este asunto. Esto procede de una crítica de Jurgen Habermas al "caso Heidegger"

En 1933 Heidegger se limita a llenar de un nuevo contenido los conceptos básicos de su ontología fundamental, sin tocarlos en su estructura. Si hasta entonces había utilizado inequívocamente el término «Dasein» para referirse al individuo existencialmente aislado al haber de «precursar la muerte», lo que ahora hace es sustituir este Dasein «en-cada-caso-mío» por el Dasein colectivo del pueblo «nuestro-en-cada-caso» que en su existir ha de saber afrontar, y hacerse con, su destino [xxxiii]. Todos los existenciarios siguen siendo los mismos y, sin embargo, cambia de golpe su sentido y no sólo el horizonte semántico de sus connotaciones estético-expresivas. En concreto, las connotaciones que deben a su origen cristiano y en especial a Kierkegaard, se transforman a la luz del nuevo paganismo entonces prevaleciente [xxxiv]. Este obsceno reajuste de la semántica se torna visible en pasajes que desde entonces son bien conocidos. En un manifiesto electoral publicado en una revista estudiantil de Friburgo escribe el rector Heidegger el 10 de noviembre de 1933:

«El pueblo alemán ha sido convocado por el Führer a unas elecciones. Pero el Führer no ruega nada al pueblo, antes da al pueblo la posibilidad más directa de una suprema decisión en libertad: la de optar -el pueblo todo- por su propio Dasein o la de no optar por él. Estas elecciones no pueden en absoluto compararse con ninguno de los procesos electorales habidos hasta aquí. El carácter único de estas elecciones radica en la sencilla grandeza de la decisión que hay que tomar en ellas... Esta decisión última afecta a los extremos límites de las posibilidades del Dasein de nuestro pueblo... La elección que ahora el pueblo alemán realiza es ya el acontecimiento e -incluso con independencia del resultado- la más rotunda testificación de la nueva realidad alemana del Estado nacional socialista. Nuestra voluntad de hacernos con la responsabilidad de nuestro propio destino como pueblo exige de cada pueblo que busque y halle también la grandeza y verdad de su propio destino... Sólo existe una única voluntad, la del Dasein del Estado en plenitud. Esta voluntad es la que el Führer ha despertado en todo el pueblo, y ha soldado y convertido en una decisión única»

Mientras que antes la ontología quedaba ónticamente enraizada en la existencia biográfica del individuo, Heidegger señala ahora la existencia histórica del pueblo adunado por el Führer en una voluntad colectiva, como el lugar en que ha de decidirse, en autenticidad y plenitud, el poder-ser del Dasein. Las primeras elecciones al Parlamento, que tuvieron lugar a la sombra de unas cárceles repletas de comunistas y socialdemócratas, aparecen envueltas en el aura de una decisión existencial última. Y lo que en realidad no fue sino una vacía aclamación, Heidegger lo estiliza y convierte en una decisión que, a la luz de la conceptuación de Ser y Tiempo, cobra el carácter de proyección de una nueva forma de vida auténtica del pueblo.

http://www.heideggeriana.com.ar/comenta ... bermas.htm

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Mensaje por Francis Currey » Mié Nov 22, 2006 11:18 pm

Sensacional exposición y desarrollo del tema amigo, procedo a colgar una noticia aparecida en estos últimos días sobre otro filosofo pronazi.

Un tribunal manda suprimir los párrafos polémicos de la biografía de Joachim Fest

Alemania no gana para sustos conforme va saliendo a la superficie el oscuro pasado de sus grandes intelectuales. Después de la famosa revelación de Günter Grass sobre su pertenencia al Ejército nazi durante su juventud, ahora es el reputado filósofo Jürgen Habermas, uno de los estandartes de la Escuela de Frankfurt, el que se encuentra en el ojo del huracán. Curiosamente, tanto Grass como Habermas tienen el premio «Príncipe de Asturias».

Habermas acaba de lograr que un tribunal de Hamburgo retire de las librerías la autobiografía «Yo no», del periodista Joachim Fest, en la que se señala, sin citar su nombre, que «uno de los mayores filósofos del país» fue, durante su tierna adolescencia, un entusiasta de Adolf Hitler y deseó la victoria del Tercer Reich en la fase final de la II Guerra Mundial.
Joachim Fest, ex jefe de la sección de Cultura del diario conservador «Frankfurter Allgemeine Zeitung», falleció el pasado septiembre tras haber logrado la fama como gran especialista del nazismo (su biografía de Hitler vendió cientos de miles de ejemplares) y azote de intelectuales de izquierdas como Grass, al que hace sólo unas semanas, poco antes de morir, llamó hipócrita, no por ocultar su paso por las Waffen SS, el cuerpo de élite del Ejército alemán, sino por criticar durante años a aquellos que habían colaborado con Hitler.

La relación con Habermas no era mucho mejor. La enemistad entre ambos escritores se remonta a los años ochenta. En su biografía, Joachim Fest relata que a los 14 años Habermas (nació en el año 1929) mandó una carta a un amigo suyo, Hans-Ulrich Wehler, en la que expresaba su admiración por Hitler y por los avances de las tropas del dirigente nazi. Al parecer, Wehler le mostró esa carta a Habermas en los años 70 y éste se la comió. Literalmente, aunque lo paradójico es que Habermas nunca ocultó su pertenencia a las juventudes hitlerianas, cosa, por otra parte, nada asombrosa porque a partir de 1939 todos los jóvenes alemanes eran obligados a participar en alguno de los cuerpos paramilitares del nacionalsocialismo.

El caso es que (siempre sin citarle) Joachim Fest tilda la acción de Habermas de «liquidación de lo siniestro». La calificación no es gratuita. Y es que así se titulaba precisamente un artículo que Habermas escribió en 1986 contra el periodista e historiador después de que éste permitiera que el «Frankfurter» publicara un escrito del historiador Ernst Nolte que defendía que el nazismo y el holocausto no eran más que la reacción del pueblo alemán a las masacres del comunismo soviético.
Fantasmas del holocausto

Las tesis revisionistas de Nolte, que comparaba los «campos de reeducación» del régimen estalinista con los más de dos mil centros de exterminio de la Alemania nazi, provocaron un seísmo de gran magnitud en un país que aún no ha logrado desembarazarse de los fantasmas del holocausto. Alarmados por este artículo, varios intelectuales de izquierda, con Jürgen Habermas a la cabeza, se lanzaron contra la yugular de Joachim Fest, que se defendió invocando el derecho a la libertad de expresión.

Según cuenta el diario italiano «Corriere della Sera», el último episodio del enfrentamiento entre Habermas y Fest se ha saldado con el secuestro momentáneo del libro del segundo. La sentencia del tribunal de Hamburgo exigía la retirada de los párrafos de la discordia a la editorial Rowohlt porque en caso contrario no podría reanudar la venta.

La editorial ha anunciado que recurrirá el fallo judicial tras argumentar que Fest no cita a Habermas en ningún momento y habla «únicamente de la superación anecdótica de un hecho pasado». No obstante, ha hecho la corrección y hoy mismo el libro, con esos párrafos suprimidos, volverá a los escaparates.

Fuente: Diario Nueva España.
Fecha: 05 de Noviembre de 2006

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fangio
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Mensaje por fangio » Mar Jun 19, 2007 5:44 am

maximus escribió:Pero el caso es que Heidegger militará en el partido nazi a partir de 1933
Tendría alguien datos sobre el Nro de Heidegger como miembro del Partido Nazi o alguna foto que muestre su documentación como miembro del mismo?
Gracias por cualquier ayuda.
Saludos,

FANGIO

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Mensaje por Barbarossa » Mar Jun 19, 2007 8:15 am

Estimado Fangio, Heidegger ingresó en el NSDAP en el mes de mayo de 1933; lo hizo en el Gau de Baden y su número de afiliación fue el 312.589.

Un cordial saludo.

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Mensaje por fangio » Mar Jun 19, 2007 2:54 pm

Muchas gracias por la informacion amigo Barbarossa. (perdon por no poner acentos pero hace dos hora que estoy tratando de intentar varias variantes y no puedo ponerlo, estoy con el teclado del trabajo y tiene una configuracion un poco extraña).
Saludos,

FANGIO

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Mensaje por Francis Currey » Lun Ene 21, 2008 2:40 am

Hannah Arendt

Sí. Tal cual. En vez de La banalidad de la Maldad, como subtituló la ensayista judía Hanna Arendt su libro sobre Eichmann, se ha estrenado una obra teatral en Alemania que lleva por título La banalidad del amor. Y justo se refiere a la relación entre la misma Hanna Arendt con el filósofo alemán Martín Heidegger, quien en 1933 se afilió al partido nazi. Una relación que nadie –la mayoría– ha podido entender todavía. La autora de la obra de teatro también es judía, se llama Savyon Liebrecht y trata de interpretar en la obra de ficción esa relación entre dos personas tan distintas en sus ideologías. La obra se ha estrenado con un gran éxito de público. No es para menos.

Antes de morir, Hannah Arendt declaró: “Me siento elevada hasta hoy por Heidegger como ser pensante y como mujer”. Sí, una escritora que describió como pocos la miseria absoluta de pensamiento del nazismo.

El comienzo de esa relación fue la del profesor con la alumna. Heidegger era ya, a los 35 años, en 1924, un profesor de filosofía cuyos libros habían comenzado a trascender en todo el mundo. Ella, de 17 años, era su alumna. Profesor y alumna pasaron muchas horas muy enamorados en una cabaña no muy lejana de la casa de Heidegger, quien era casado con dos hijos. La relación amorosa fue muy intensa entre 1924 y 1926, hasta que después ella se fue a estudiar a otra universidad. En 1929 Hanna se casó con el escritor Günther Anders. En 1933 ella comienza a hacer una labor muy intensa en defensa de los judíos alemanes y Heidegger se afilia al partido nazi y es elegido rector de la Universidad Albert-Ludwig.

La pregunta es: cómo un hombre de estudios y pensamientos tan profundos como Heidegger pudo apartarse tan profundamente de la ética. Nunca pidió disculpas a la humanidad por haber apoyado en ese momento a un régimen absolutamente racista y totalitario. Tal vez al quedar al desnudo su equivocación o su oportunismo podría haber declarado: sí, yo tal vez fui un genio pero no fui un sabio. Me dejé llevar por los entusiasmos (tal vez la mejor palabra sería oportunismo) de ese entonces pero no supe jugarme por los principios éticos que tienen que ser irrenunciables en todo momento, aunque sea ante el peligro de muerte, de cárcel, de pérdida de posición y más cuando se es un docente famoso. No, nunca se sintió culpable de nada.

Hanna Arendt fue presa por la Gestapo en 1933. En 1937 le fue quitada la ciudadanía alemana y finalmente emigró, primero a Francia y desde 1941 vivirá en Estados Unidos. Allí dedicó sus mejores horas a luchar contra el Holocausto y formó parte de la Reconstrucción Cultural Judía. Terminada la guerra, en 1950, Hanna volvió a visitar a Heidegger y mantuvo una nutrida correspondencia con él hasta que Heidegger murió en 1976. Además se preocupó para que los últimos libros de Heidegger se editaran en Estados Unidos y que las traducciones sean excelentes.

Pero claro, el tema no es sólo Heidegger, sino también Hanna Arendt. Ella, que vivió en carne propia toda la injusticia nazi y su total irracionalidad. Ella que asistió al juicio de Eichmann y supo describir en su libro toda la trivialidad de un asesino de masas, un autor de crímenes de lesa humanidad, pero al mismo tiempo un representante típico de un sistema al que adhirió su amado Heidegger. Cómo nos puede explicar ella que, después de la caída del nazismo, fue a visitarlo y no le pidió que reconociera públicamente haberse equivocado. No, sigue su amistad. Hanna Arendt se conforma tal vez con la única defensa de sí mismo que ensaya Heidegger: “Hitler me engañó, me traicionó”. Un hombre de la inteligencia de Heidegger no puede dejarse engañar por un demagogo que ya en los años ’20 basó su marcha hacia el poder con su injustificable racismo. Hanna Arendt escribirá muchos años después, buscando una interpretación, tal vez de Heidegger o tal vez de ella misma, lo siguiente: “Nosotros, que queremos honrar a los pensadores, y aunque nuestro lugar de residencia se encuentre en el centro del mundo, no podemos dejar de sentir como llamativo y al mismo tiempo enojoso que tanto Platón com Heidegger –cuando se referían a situaciones humanas– buscaran refugio en tiranos y ‘Führer’.” A esa pasión ella la llamó deformation profesionelle. Y añade: “Esa inclinación hacia lo tiránico teóricamente puede adjudicárles a casi todos los grandes pensadores (Kant sería una gran excepción)”. Citándolo a Heidegger continúa: “Muy pocos tenían la capacidad de asombrarse ante la sencillez... tomar ese asombro como lugar habitable... en estos pocos es últimamente igual hacia dónde nos llevan las tormentas del siglo. Porque el huracán que atraviesa el pensamiento de Heidegger –como aquel que todavía nos roza desde la voz de Platón– no tiene nada que ver con el siglo. Proviene de lo más antiguo y deja algo concluso que, como todo lo concluso, atañe al pasado”.

Palabras... Para justificar a quien tal vez seguía siendo, en lo más recóndito, su amor de adolescente. O para justificarse a sí misma. Por qué para un apenas lacayo de cuarta como Eichmann, la pena de la horca, y a Heidegger, la comprensión dentro de la crítica rebuscadamente filosófica. Para Eichmann, el ejecutor, nada más que la soga al cuello. Para Heidegger –que dio el ejemplo en 1933 de afiliarse al partido nazi y así influenciar a sus miles de alumnos y de lectores en su tierra y en el mundo entero–, a él nada más que explicar todo como “una deformación profesional”. ¿Es banal el amor o son banales los que justifican todo a través del amor? Una pregunta difícil de contestar. Ni el amor es banal ni la maldad es banal, aunque muchos se comportan en forma banal con expresiones profundas. (Esto no implica ninguna crítica a los títulos de la obra de Hannah Arendt ni a la obra teatral de Savyon Liebrecht, al contrario, son títulos mordaces que hacen pensar.)

Hanna Arendt escribirá en 1949 que para ella los dos más grandes filósofos de su época fueron Heidegger y Jaspers. La pregunta es: ¿a la humanidad y al propio Heidegger les sirvió de algo en la vida ser “grande”, cuando se falta tan profundamente a la ética?

Pero en esa misma Alemania se demuestra lo que es la verdadera conducta ética. El 15 de enero concurrieron más de setenta mil personas (cálculo del diario principal de Berlín, Tagespiegel) a llevar claveles rojos a la tumba de Rosa Luxemburgo, a 89 años de su cobarde asesinato por militares en Berlín. Se repite así un homenaje que se cumple todos los años. No hay figura que se recuerde así, en ninguna parte del mundo. Ni grandes pensadores, ni héroes históricos, ni políticos. Es un increíble ejemplo de respeto, recuerdo y admiración por la obra y la ética de esa mujer. Sus profundos escritos acerca de cómo el mundo debía luchar por un sistema definitivo que trajera la paz eterna y terminara con las injusticias sociales deberían ser lectura en todos los últimos años de los colegios secundarios y de las universidades, y tema preferido en centros culturales. Fue pacifista y por su lucha estuvo presa en las cárceles del Kaiser casi los cuatro años de la Primera Guerra Mundial. Fue en ese tiempo fundadora del Grupo Internacional Antimilitarista. Propuso siempre la solidaridad internacional de los trabajadores y por eso sostenía que ningún trabajador alemán debía apretar el gatillo contra un trabajador francés o de cualquier otra nación. Cuando, pese a su lucha, se declaró la guerra, dijo: “Cuando escuché la noticia, pensé en suicidarme. Me di cuenta de que había vencido el oportunismo”. Ese oportunismo e irracionalidad que costó la muerte de miles de jóvenes. Rosa estaba contra la violencia y señalaba que el arma fundamental para la revolución obrera debía ser la huelga general. Fue una luchadora contra la pena de muerte. Y defendía la Libertad como un fundamento absoluto de la sociedad. Su frase que más trascendió en la historia fue: “Libertad es siempre la Libertad del que piensa distinto”. Durante la revolución alemana, el 15 de enero de 1919, fue detenida en el hotel Eden, y en la puerta misma el suboficial Runge le dará un culatazo en la cabeza y luego será asesinada por el teniente Souchon, que le pegó un tiro en la sien. Terminaba así esa cabeza que tantos principios profundos enseñó a la humanidad.

En el recordatorio del martes pasado, ante su tumba, se vio a jóvenes y viejos con lágrimas en los ojos. Su tumba quedó cubierta totalmente por claveles rojos que llevaron cada uno de los asistentes. Un diario tituló el acto así: “El día en que faltaron claveles rojos en Berlín”. Y se escucharon las viejas canciones obreras de siglos pasados.

Un ejemplo. Es curioso: los héroes de la sociedad en sus monumentos no son recordados, amén de algún acto oficial cada cincuentenario de su muerte. Pero a Rosa Luxemburgo la recuerdan como a nadie, año tras año, después del espantoso y cobarde crimen.

Que tengan esto en cuenta todos aquellos que aman el poder por el poder mismo. La historia va filtrando y sólo quedan aquellos que dieron sus vidas por esa palabra con la que comenzamos: la Etica, que es siempre el no rotundo a la muerte y el firme sí a la Vida.

Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/contr ... 01-19.html

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Heidegger, el nazi

Mensaje por Hundi » Vie Oct 23, 2009 11:23 pm

Semanario de Prensa Libre • No. 105 • 9 de Julio de 2006

Heidegger y el enigma de la conciencia tranquila
Por Alexánder Sequén-Mónchez

El racista ilustrado. Cuando en 1987, el chileno Víctor Farías publicó Heidegger y el nazismo, echó a rodar una polémica en la que el denuesto llevó la voz cantante. Martineau lo tacharía de “zorro que viene de los Andes... con la marca de una bota militar en el trasero, a escupir en la sopa cultural de Europa”. La ira etnocéntrica erró el blanco, pues Farías mantuvo el dedo en la llaga: Heidegger, con ser junto a Wittgenstein el filósofo más grande del siglo pasado, era un nazi común y corriente. ¿Por qué profesarle lealtad a la esvástica? No estuvo solo en esa demencial pérdida de la cabeza. En la misma época, y del lado de la poesía, Paul Eluard, Louis Aragón y Pablo Neruda idolatraron a Stalin, cuyo trote marchitó iguales jardines que Hitler. Hasta Ezra Pound, con su mal griego y peor japonés, fue literalmente enjaulado a causa de su fascismo. Tampoco escaparon a la adhesión infamante Gottfried Benn, Paul de Man y el centenario Hans-Georg Gadamer.



Martín Heidegger

Nos interesa Heidegger, porque ejerce una influencia desentendida de cualquier ortodoxia. Su activismo (remachado con una credencial de militancia que conservó a sabiendas del Holocausto) no puede considerarse como un vulgar arranque de oportunismo. Por el contrario, la ideología nazi venía acendrándose desde los años juveniles. Entonces cobraba forma y peso la idealización del pueblo, otorgándole al afán de patria un carácter superior. El sueño germano, denso y total, extasiado de destino. Así que Heidegger sabía exactamente cuáles eran las implicaciones de semejante simpatía. Jesuita frustrado, más por el azar que por la vocación, puso en práctica una fe determinada por la acción política; ambigüedad impregnada de teología y anticlericalismo.

El rector de la Universidad de Friburgo proclamó en 1933 “la misión espiritual” de Alemania, manifestando sin rodeos su satisfacción porque el nacionalsocialismo, y sobre todo la figura del Führer, identificaran pueblo y Estado en una voluntad única. Esa docilidad que exhibía Heidegger con relación al poder, provocó la sospecha de que su filosofía era el punto de partida intelectual de los nazis. Hasta la fecha, como bien señala George Steiner, nadie ha podido comprobar que alguno de los promotores del nazismo se haya inspirado en Ser y tiempo para diseñar su siniestra política racista. No es posible condenar la obra por los yerros personales.

Es una verdad absoluta eso de que el amor todo lo puede. A Heidegger le salvó el pellejo. Después de 1945, tuvo que capear el temporal. Dadas las circunstancias, se le prohibió dictar cátedra. Pasaron seis años para que ese embargo perdiera validez. De cerca o de lejos, ciertas amistades hicieron de la vista gorda y se esmeraron en limpiar su nombre. Recordemos que, en pleno antisemitismo, el propio Heidegger le retiró la palabra a antiguos colegas que no tenían ascendencia aria. Negó a Karl Jaspers y hasta su maestro Edmund Husserl ¡a quien había dedicado en 1927 su libro más celebre! Cualquiera tenía motivos para pasarle la factura en la posguerra.

Fue desde Estados Unidos que Hannah Arendt le tendió una mano... judía. El otrora burócrata nazi no pensó dos veces en aferrarla. Como si nada, y a pesar de que estaban casados, esta pareja reanudó su pasión con furor espontáneo. Contra el lógico reproche, ella se encargó personalmente de que Heidegger fuera disculpado en público. Es evidente que al esforzarse por rehabilitar su imagen y protagonismo filosófico, atrajo para sí la censura y el desprecio de los suyos. Donde fuera, Arendt amonestaba con inusual timidez la falta de carácter de su maestro y amante. Remontó hasta Platón la déformation professionalle que padecen las élites para dejarse engatusar e instrumentalizar por las tiranías. Puntual en el elogio, tenaz y persuasiva, fue la responsable de que Heidegger no obtuviera el vilipendio definitivo.

El ingrato mentor nunca se interesó realmente en el trabajo de Hannah Arendt. Ninguno de sus libros obtuvo un comentario, pero emberrinchado y celoso, regateaba el derecho de Jaspers a recibir una dedicatoria. Y así, impune en el presente, Heidegger se dio el lujo de asistir a una lectura de Paul Celan, el atormentado eterno del nazismo. Con todo lo que esta relación pueda tener de apego inexplicable entre víctima y victimario, es innegable su dominio en el campo de la poesía: la búsqueda de un decir que libere en tensión gemela la posibilidad del idioma. Celan consiguió su cara a cara con Heidegger visitándolo en el escondite de Todnauberg. Ese encuentro halló un lugar en su cuaderno. Sorprendentemente, ni por asomo, el filósofo expresó una señal de arrepentimiento. Jamás lo desveló la monstruosidad de Auschwitz. Ni una palabra. Él, que abrazó con fervor la basura hitleriana, se cuido de quedar en el silencio.

Una influencia intacta. Habría que preguntarle a Jean Paul Sarte cuánto significa Martín Heidegger para la filosofía occidental. Obsesionado por repetir en francés Ser y tiempo, produjo un bodrio a ratos ilegible: El ser y la nada; seguro de agradarlo fue hasta Alemania para entregárselo. Objeto de ninguna cortesía, Sartre regresó convencido de que el maestro repudiaba a sus autonombrados discípulos. Y sí que los tuvo: el esquemático estructuralismo, con Foucault y compañía, así como la charlatana de construcción postmoderna, juego tarado que reinventa el agua azucarada y lo celebra. De hecho, el más terrible influjo heideggeriano es que sus plagiadores abusan de la jerga. Un palabrerío ostentoso detrás del cual hay sólo estática.

La arquitectura filosófica de Heidegger descansa en el lenguaje. Enfundado en una prosa tosca y caleidoscópica, fue responsable de situar a la palabra en el lugar que le corresponde. De ahí su interés permanente en desentrañar la vitalidad verbal de los grandes poetas: Hölderlin, Rilke y Trakl. Deseoso de llegar hasta la esencia del habla, estableció que el diálogo porta nuestra conciencia. En la instauración de la poesía logra asentarse la existencia humana “como el propio acontecer del lenguaje”. Somos lo que hablamos; cada palabra arrastra la experiencia de la vida y del mundo.

Obstinado y arrogante. Áspero partidario de que sólo se podía pensar seriamente desde y para la lengua alemana. Nadie asegura a ciencia cierta qué fue de su arrebato. ¿Dónde habrá quedado en su mente y en su obra la sandez de la superioridad aria? Tocado por la fortuna, obtuvo la indulgencia que no lograron otros. Hay que mirar bien sus fotografías para descubrir los aires varoniles y trasatlánticos con Pancho Villa o Jorge Negrete.

http://www.prensalibre.com/pl/domingo/a ... inal.shtml
[size=85]Hago de mi futuro una utopía, pues pretendo comprender, esta voluble vida...[/size]
[size=85][color=#FF0000]Una vida sin vicios es una vida sin virtudes.[/color][/size]

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Antonio Machado
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Re: Heidegger, el nazi

Mensaje por Antonio Machado » Dom Ene 06, 2013 8:11 pm

Hola Maximus, estimado amigo !

Aunque tú iniciaste este interesante Hilo hace varios años, no ha sido sino hasta hoy que he tenido el placer de leerlo.

Verdaderamente Heidegger fue un filósofo genial y al mismo tiempo muy controversial por su afiliación al Nacional Socialismo.

Algunos de sus textos son extremadamente difíciles de leer, al igual que otros portentosos alemanes como Hegel, Kant y Karl Jaspers; quién puede leer y explicar algunos de sus libros ? es como ver las fórmulas de Einstein o Max Planck... saben a otro planeta. Otros filósofos alemanes son un poco más fácilmente entendibles, como Herbert Marcuse.

La apasionada afiliación de Heidegger al Nazismo continúa siendo objeto de discusiones y especulación, suya es la frase "Todo lo grandioso nace enmedio de una tempestad" refiriéndose a las tropas de asalto Nazis: "Storm troops" significa "Tropas de asalto" pero la palabra "Storm" tiene también la acepción de "Tormenta" o "Tempestad".

Murió siendo un Nazi convencido.

Aquí un link a una reseña biográfica suya:

http://es.wikipedia.org/wiki/Martin_Heidegger

Los aportes al tema de parte de los otros distinguidos Foristas son igualmente valiosos, a todos muchas gracias por compartir...

Saludos cordiales desde Nueva York,

Antonio Machado.
Con el Holocausto Nazi en contra de la Raza Judía la inhumanidad sobrepasó a la humanidad.

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Re: Heidegger, el nazi

Mensaje por Grossman » Sab Abr 14, 2018 1:21 pm

¡Hola!

Dejo a continuación los enlaces de la parte dedicada a Heidegger de una serie publicada por la BBC en 1999 (los otros son Nietzsche y Sartre). Donde dedica una parte a esta cuestión. Son estos:

subtitulado https://youtu.be/rT5E_2Y8zDs

original https://youtu.be/0nxDro6THUg

En el mismo se aporta información adicional, además de la que figura en el hilo. Por ejemplo, el historiador Hugo Ott desmiente su afirmación de que la Primera Guerra Mundial (PGM) había sido un tiempo heroico para él. Eso no pudo ser cierto porque Heidegger evitó ir al frente el mayor tiempo posible, manteniendo una posición semimilitar como censor postal en Friburgo, y no fue hasta julio de 1918 que entró en el ejército, y entonces como meteórologo (era importante para predecir la dirección del viento por el empleo de gases) en una posición de retaguardia respecto al frente.

La comisión de desnazificación de la Universidad de Heidelberg estimó que Heidegger jugó un papel esencial en la consolidación de Hitler al ayudar a legitimar el régimen sobre la base de su inmenso prestigio a nivel mundial como filósofo. Un hecho que dejó atónitos y consternados a sus colegas y alumnos. El reportaje recoge el testimonio del filósofo Hans Georg Gadamer: “No podíamos creer que aquello fuera posible. Todos pensamos en ese momento: ¿cómo ha podido cometer semejante error … ¡se ha vuelto loco!”.

Martin Heidegger (señalado con una cruz) en un acto propagandístico nazi celebrado en Leipzig en noviembre de 1933
Imagen
Fuente: https://www.b.dk/kultur/heidegger-var-gloedende-nazist

Heidegger se convirtió no simplemente en un nazi, sino en un nazi fanático. De lo que es muestra que invirtió mucho tiempo escribiendo cartas dañinas sobre colegas a la policía local o a la Gestapo, acusándolos de ser políticamente incorrectos o no suficientemente entusiastas de la revolución nazi, o que habían sido pacifistas durante la PGM (donde, como hemos visto, se escaqueó todo lo que pudo). La víctima más destacada de esta campaña fue Hermann Staudinger, un profesor de química de la U. de Friburgo que posteriormente recibió un Premio Nobel. Staudinger fue perseguido e interrogado por la Gestapo. En su obsesión y ensañamiento, Heidegger convocó a un oficial nazi de alto rango a su despacho de la universidad, acusando a aquel de espía revelador de secretos militares al enemigo durante la PGM, lo que posteriormente se demostró infundado, proponiendo no sólo su expulsión de la universidad sino también privarle de su derecho a percibir una pensión.

El documental analiza, como se ha hecho en el hilo, la posible sintonía entre su pensamiento filosófico y el nazismo, o entre este y su inclinación por la vida rural. Otro punto de vista para tratar de explicar esa aparente gran paradoja entre altura de pensamiento y falta de altura ética, que representaría este personaje, son sus particulares rasgos de personalidad: ambición, arrogancia, mezquindad y falta de sentimiento humano. Acerado es el juicio del filósofo Richard Rortry con su afirmación sobre su falta de carácter: “Hay muchos casos de malas pesonas que escriben libros interesantes, y Heidegger es sólo un caso espectacular de este tipo. Él tropezó con una situación de la cual no poseía el carácter para salir; para el resto de la historia siempre estará sujeto a la trampa en la cual él mismo se enredó”.

Saludos cordiales
Espérame y yo volveré, pero espérame mucho
Espérame cuando las tristes lluvias lleguen, y cuando el calor llegue no dejes de esperar
Espérame y yo volveré para que la muerte rabie
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Es que sencillamente me esperaste como nunca nadie me esperó
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Re: Heidegger, el nazi

Mensaje por Plantigrado » Dom Abr 15, 2018 2:26 pm

Me cuesta ver en Heidegger a un nazi indudable y completo. Más bien lo veo como a un intelectual despistado, que perdido en abstracciones y juegos de palabras no se daba cuenta de la realidad concreta que lo rodeaba.

En la filosofía existencialista reducir a cualquier persona a una definición, a una esencia -- en el caso que nos toca a la palabra nazi -- significa ignorar lo mejor que tiene, lo más auténtico que tiene.

En Heidegger hay mucho más que un nazi. Del mismo modo que reducir a Ezra Pound a un fascista y nada más es otra barbaridad.

Eso es lo que creo que impulsó a Hannah Arendt -- la pensadora antinazi que lo conoció muy de cerca, muy crítica con todos los totalitarismos -- a remotar su amistad con él después de la 2GM, a pesar de su pasado vergonzoso. Para ella su amigo Heidegger era un gran hombre que en un momento dado se había equivocado, pero que no por ello dejaba de ser digno de amor y admiración.

El nombre de Heidegger les venía bien a los nazis por su prestigio internacional; pero su filosofía metafísica y ética en realidad está poco conectada con la palabrería sobre la Raza y la Nación que es lo característico del nazismo, como aparece por ejemplo en el Mein Kampf.
La palabrería de Heidegger (hay muchos que consideran que su filosofía consiste nada más que en un abuso de la palabra Ser) iba por otros derroteros más sútiles. De lo que habla Heidegger no es de patrias ni de razas, sino del horizonte del Ser, de la Angustia y de la Nada.

Es cierto que Heidegger se negó a desnazificarse tras la 2GM, pero lo argumentaba más bien como que él ya se había desvinculado emocionalmente e intelectualmente del movimiento nazi en 1934, tras la Noche de los Cuchillos Largos. Que, aunque siguió militando en el Partido, había perdido su entusiasmo por él de los años anteriores, y en el que desde entonces tuvo un perfil bajo. ¿Una defensa discutible y oportunista?
“Mientras la guerra sea considerada como mala, conservará su fascinación. Cuando sea tenida por vulgar, cesará su popularidad”.

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Re: Heidegger, el nazi

Mensaje por Grossman » Dom Abr 15, 2018 9:30 pm

¡Hola, Plantigrado!
Plantigrado escribió:Es cierto que Heidegger se negó a desnazificarse tras la 2GM, pero lo argumentaba más bien como que él ya se había desvinculado emocionalmente e intelectualmente del movimiento nazi en 1934, tras la Noche de los Cuchillos Largos. Que, aunque siguió militando en el Partido, había perdido su entusiasmo por él de los años anteriores, y en el que desde entonces tuvo un perfil bajo. ¿Una defensa discutible y oportunista?
El testimonio de Karl Löwith tras su encuentro en 1936 ("Mi último encuentro con Heidegger") es contrario a la supuesta desvinculación emocional e intelectual respecto al nazismo después de los hechos del 30.6.1934. Continuó luciendo la esvástica (en Italia, en una cena privada con su antiguo alumno exilado por judío) y en ese momento mantenía su fidelidad a la figura de Hitler, del que criticó únicamente aspectos de la relación del régimen con la Iglesia o del Anschluss, pero no la violencia.
Plantigrado escribió:En la filosofía existencialista reducir a cualquier persona a una definición, a una esencia -- en el caso que nos toca a la palabra nazi -- significa ignorar lo mejor que tiene, lo más auténtico que tiene.
No conozco bien esa filosofía, pero estoy de acuerdo en no calificar a una persona por sus conductas, sino solamente estas. Y no por ignorar lo mejor (o peor) que una persona pueda tener, sino porque hay ignorancia de miles de facetas más, por lo que, básicamente, una etiqueta a una persona está fuera de la realidad. La paradoja con esta regla es que tampoco podemos calificar de nazis a Hitler ni a Himmler. :sgm112:
Plantigrado escribió:Me cuesta ver en Heidegger a un nazi indudable y completo. Más bien lo veo como a un intelectual despistado, que perdido en abstracciones y juegos de palabras no se daba cuenta de la realidad concreta que lo rodeaba.
En mi caso no hay ánimo de poner etiqueta, como he apuntado arriba, ni de hacer juicio moral, sino conocer las explicaciones a su comportamiento, el que hizo que sus colegas y alumnos pensaran que había enloquecido. Por otro lado, el caso-Heidegger es relevante si buscamos respuestas a la cuestión de por qué el nazismo encontró caldo de cultivo en la intelectualidad alemana (sobre su implicación a nivel directamente criminal ver viewtopic.php?f=87&t=20653) y por su contribución a la consolidación del nacionalsocialismo en sus primeros momentos en el poder.

¿Despistado, perdido en abstracciones y juegos de palabra, incapaz de comprender la realidad que lo rodeaba? Quizá en esta cuestión adoleció de estas carencias, pero seguro que no cuando ejerció de filósofo y escribió su célebre libro. Lo que mueve a inclinarme por la hipótesis de que no existe la inteligencia como factor general, sino que esta es una manifestación circunstancial. O expresado de otra manera, aprovechando lo que tú apuntabas de la filosofía existencialista: una persona no es en esencia inteligente (donde incluyo la capacidad de comprender la realidad y mantener el rumbo del pensamiento sin perderse en abstracciones o juegos de palabras) sino que se comporta con inteligencia unas veces, y otras no.

Encantado de debatir contigo, un saludo cordial para ti y para todos los foristas.
Espérame y yo volveré, pero espérame mucho
Espérame cuando las tristes lluvias lleguen, y cuando el calor llegue no dejes de esperar
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Juan M. Parada C.
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Re: Heidegger, el nazi

Mensaje por Juan M. Parada C. » Lun May 07, 2018 7:31 pm

Dentro de toda esta discusión,que siempre se levantará en torno a este personaje,me parece pertinente citar algunas expresiones del mismo Heidegger sobre el papel que consideraba podía haber tenido el fenómeno del nazismo con el devenir mismo de la humanidad a través de los aportes que la tecnología podía dar,al decir en una entrevista a la revista germana "Spiegel" en 1966, lo siguiente:

"Veo la situación del hombre en el mundo de la técnica planetaria no como un destino inextricable e inevitable,sino que,precisamente,veo la tarea del pensar en cooperar,dentro de sus límites,a que el hombre logre una relación satisfactoria con la esencia de la técnica; el nacionalsocialismo iba sin duda en esa dirección,pero esa gente era demasiado inexperta en el pensamiento como para lograr una relación realmente explícita con lo que hoy acontece".

Tales expresiones,si vale decirlo así,me suenan un tanto ambivalentes y hasta convenientes para este autor en tratar de librase de las responsabilidades que tiene en su haber,como fue el de instigador intelectual del nazismo en ayudar en propagar.No se puede negar que un país como es Alemania,la tecnología siempre fue un norte al que han estado muy bien encauzados a sus fines y metas han tenido a bien desde la época de la revolución industrial.Sin emabrgo,es mi posición personal en relación a este filósofo que despierta todavía polémica con sus escritos tan sumidos en la abstracción existencialista.

Saludos y bendiciones a granel.
"¡Ay,señor! Tú sabes lo ocupado que tendré que estar hoy.Si acaso te olvido por un instante,tu no te olvides de mi". Sir Jacob Astley antes de la batalla de Edge Hill el 23 de octubre del año de nuestro señor de 1642

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