Esa fe ciega que nombras José Luis muchas veces se confunde con fe conciente o con una fe verdadera y unidireccional, es decir que el pueblo "ama, cree, confía y acompaña" a Hitler y éste sólamente pretende obtener el apoyo de las masas para sus propósitos pero en definitiva no siente lo mismo por el pueblo que el pueblo por él.José Luis escribió:Por otra parte, la "fe ciega" popular en Hitler fue una "realidad" que sólo duró el tiempo que duraron los éxitos de Hitler; siendo generosos, desde 1936 hasta 1942. Es decir, la mitad del tiempo en que Hitler criminalizó el Estado alemán. Y no fue una "fe ciega" de todo el pueblo alemán; sólo de una mayoría, posiblemente una gran mayoría. Pero era una "fe ciega" artificial, como se demostró cuando los éxitos de Hitler dieron paso a los fracasos.
Muy buen apunte el de la "fé ciega", una fe que es contagiosa en los distintos actos políticos en los cuales Hitler hizo alarde de sus objetivos sintiéndose todo poderoso y que todo lo demás era débil y ajeno a Alemania.
Permítanme comaprtir con ustedes un estudio psicológico que nos orienta al interior de la mente de las personas que pasan por un acto político en este caso con las masas que siguieron a Adolf Hitler.
Da la impresión de que los hombres se comportan de una manera muy semejante en cualquier concentración de masas. ¿Qué ideas o sentimientos les empujan a obrar a una? Es indiferente que la masa se concentre para vitorear a Hitler, Perón o Kennedy; es indiferente que se trate de un estreno teatral, de que se dictamine un linchamiento. Cuando el fenómeno se observa en relación con hombres que piensan del mismo modo y sienten algo en común, el entusiasmo colectivo fácilmente explicable. Sin embargo hay también observaciones, reflejadas por testigos oculares de la época nazi, según las cuales incluso oponentes de Hitler se dejaron contagiar por el entusiasmo de la masa de sus partidarios (lo que mencionas José Luis como "fé ciega"). En el presente artículo , el psicólogo Gerd Stohr intenta explicar las razones de este fenómeno colectivo(extraído de Das III Reich, Tomo 2 ).
Nos referimos a las reacciones comunes de muchos hombres en una gran concentración, o , como dice la ciencia actual, a la conducta colectiva. ¿Que es esto exactamente? ¿Cómo se produce el fenómeno? Veamos ante todo algunos ejemplos concretos;
* Una masa de espectadores sigue con emoción y entusiasmo el desarrollo de un acontecimiento deportivo.
* Un auditorio aplaude a un orador político en plena campaña electoral.
* Un público amante de la escena vitorea a los actores de la obra tras la presentación.
*Gentes que se agolpan en las calles para contemplar el paso de un jefe de Estado.
*Una multitud enfurecida pretende asaltar una cárcel.
¿Qué pueden tener en común tales ejemplos de conducta colectiva? Los participantes en los hechos que citamos se comportan del mismo modo entre sí y se vuelcan sobre un mismo motivo: tienen idéntico contenido mental. Pero ¿poseen todos ellos un mismo sentimiento? En algunos casos, con toda seguridad, si; en otros no.
Los asaltantes de una prisión, por ejemplo, participan fácilmente de un mismo sentir, al menos en gran parte; abrigan el mismo furor, el mismo odio. Quienes escuchan a un orador político o aplauden a un jefe de Estado, puede que coincidan en unos casos en los mismos sentimientos; en otros no.
Este entusiasmo del auditorio no es solamente un signo de la veneración que siente la masa por una figura prominente de la vida pública. También expresa otros sentimientos; quizá esperanza, o una especie de gratitud, o incluso una sensación de fuerza. A través del entusiasmo colectivo, mediante la identificación con una idea o con un hombre especialmente admirado, surge un sentimiento del "nosotros" muy unido al de la grandeza o fuerza. Un orador con garra no se limitará a pulsar los sentimientos de sus oyentes y a utilizarlos después para sus fines. Tendrá que esforzarse en reducir en lo posible la distancia que medie entre él y sus seguidores. Con ello facilitará el que se produzca el fenómeno de la identificación. Un ejemplo clásico de lo que decimos es la frase final del discurso que pronunció Kennedy ante el edificio del Ayuntamiento de Schoneberg. Cuando dijo "yo soy un berlinés" quiso que le entendieran "yo soy uno de ustedes".
En muchos casos, desde luego, el entusiasmo es provocado por incitadores que se hallan enfrente del público. Ocurre por ejemplo, en la "claque" de un teatro, cuya función es de sobra conocida: determinadas personas se mezclan entre la gente que asiste a la representación y aplauden entusiasmadamente cuando ésta finaliza. Mejor sería decir que las personas aplauden "como realmente estuviesen entusiasmadas". No se les exige una emoción auténtica.
También y quizá con más profusión abundan los "provocadores de hurras" en las reuniones políticas. Los "persas entusiastas" que vitorearon al Sha durante su visita a la República Federal Alemana en 1967, pueden tomarse como ejemplo muy reciente de lo que se expone. Que este entusiasmo ficticio pueda convertirse verdadero para los que se dejan arrastrar es algo difícilmente demostrable. Pero todavía es más dudoso que se produzcan sentimientos compartidos cuando los hombres de ven forzados a una acción común. Los convencionalismos, costumbres y usos no son factores desdeñables cuando se trata del comportamiento igualitario. Muchos espectadores de teatro aplauden al final de una obra por la razón exclusiva de que es normal hacerlo.
Apunte psicológico:
Síndrome autoritario.
Hay personas que en contacto con determinadas mayorías o grupos, muestran notas características de éstos. Entre los componentes de tales actitudes podríamos señalar las siguientes;
1- Sumisión a la autoridad anónima del "se" impersonal: desconfianza hacia todo lo que salga de ese ámbito.
2-Rechazo de los afectos y de la fantasía como elementos "débiles" y "feminoides"
3-Concepción del mundo y de la vida como algo amenazador y hostil.
4- Marcada inclinación hacia las opciones extremas: admiración de la fuerza y desprecio de la "debilidad".
5- Incapacidad para dejar un problema pendiente.
6- Autojustificación en cuestiones de moralidad, especialmente respecto de problemas sexuales.
7- Tendencia a proyectar sobre otros las propias emociones reprimidas.
8- Vivencias infantiles desagradables con unos padres que no proporcionaron suficiente cariño y si exigieron una obediencia ciega.
Pienso también que cada "acto" cometido en contra del pueblo alemán, cada atrocidad, cada barbarie que pudiese restar adeptos a la ideología nazi quisieron ser borrados o "justificados" con éstos actos públicos para elevar la moral argumentando (como lo indica el punto N° 3) que todo lo demás (y los demás) eran amenazadores y hostiles para con Alemania. Un vecino desaparecido, un familiar arrestado, eran acontecimientos que fueron creciendo con el pasar de los meses y años, y por supuesto cada vez más difíciles de "justificar" por el bien del partido.
Pero como bien dice José Luis, llegó un punto de quiebre, que ya no era posible "tapar" con justificativos las atrocidades cometidas y cada vez más la resta de adeptos fué creciendo y las caras fueron cambiando, pues puedo decir y vitorear a alguien por "obligación" pero si mi rostro no comparte en gestos lo que se dice creo yo que es muy evidente el descontento, más cuando "estoy acostumbrado a ello" a las caras felices y a los abrumadores gritos de aliento.
Permítanme ahora dar un pequeño ejemplo sobre lo expuesto, no pretendo con ésto hacer un debate sobre el sabido poder de convocación de AH pero que sirva a modo de ilustración , el mismo fué extraído de "Adolf Hitler, ein Mann und sein Volk". de Eber Verlag 1936.
<<<<... El río de su palabra apasionada arrasaría el cúmulo de dudas y y de impedimentos que encontrase a su paso. Quienes hubiesen permanecido inconmoviblemente fieles recibirían del Fuhrer enviado por el destino el encargo de proseguir la obra. Maurice no podía conducir más a prisa. Nuestro anhelo giraba con mayor rapidez que el motor del coche por llegar a la meta. Al fin, tras dos horas de viaje, teníamos Vilsbiburg ante nosotros. El pequeño pueblo de apenas 3000 habitantes se nos ofreció pleno de alegría...
...Cuando Adolf Hitler apareció a las dos y media en la improvisada sala de conferencias, las 1500 plazas disponibles , entre sillas y espacios vacíos, se encontraban cubiertas. Entonces tomó el Fuhrer la palabra para hablar a aquellos labradores bávaros de lo que mejor entendían: de la inquietud por el pan de cada día, del primer deber de un Gobierno, cual precisamente la garantía se ese alimento para todo el pueblo. No podemos conformarnos con el estado de postración y de miseria en que hemos caído al luchar por nuestro pan: hemos de buscar las causa. Y cuando las encontremos, tendremos que actuar. Las casualidades no existen en este mundo. Hemos de labrarnos nuestro propio destino para bien o para mal.
La últimas palabras del orador fueron subrayadas con unos aplausos como jamás se habían oído en aquel pueblo. Se había ganado la primera batalla: los labradores estaban maduros para la lucha.>>>>
Para finalizar permítanme opinar algo más, toda razón tienes Eckart, no debemos pensar que tal o cual régimen fué "menos" violento pues en custiones de violencia por más que se la maquille siempre significará violencia. La dictadura nazi fué violenta, ni más ni menos, fué lo que fué y lamentablemente le costó la vida a muchos y muchos es un número muy grande.Eckart escribió: No es el objetivo de este post comparar el grado de brutalidad de dos dictaduras y por ello no vamos a entrar en ello, pero el que unos dictadores fueran más o menos salvajes que otros, no es óbice para que cuando tratemos la Alemania nazi y los alemanes que vivieron aquel periodo, nos cuidemos de considerar que vivian sometidos a una dictadura altamente represora y terrorífica.
Gracias por estar