Publicado: Dom Sep 04, 2005 7:12 pm
LA PELÍCULA DEL HORROR
El 27 de noviembre de 1945, a principios de la tarde, cuando acaba de terminar el interrogatorio de Goering por parte del fiscal soviético Rudenko, la sala de sesiones se oscurece lentamente y las imágenes de un terrible documental —que durará veintitrés minutos— aparecen en la pequeña pantalla instalada ante los acusados. Las imágenes son atroces, y se refieren a los campos de exterminio y a los ghettos (y especialmente a uno, el de Varsovia). Se ve a las SS torturar y asesinar a hombres, mujeres y niños. Se ve a los siniestros "kapos" golpear indiscriminadamente a los desgraciados obligados a hacer trabajos inhumanos. Una parte del film muestra perros especialmente adiestrados que se encarnizan con los deportados vestidos con el uniforme a rayas. Y se ven también hornos crematorios a los que algunos prisioneros arrojan los cuerpos de los ejecutados mientras oficiales de las SS fuman cigarrillos bromeando. Ante esta sucesión de imágenes, cada una más horrible que la anterior, y que los uniformes de los guardianes revelan como auténticas sin que pueda quedar la menor duda, los acusados están espantados. Se ve a un soldado alemán arrastrar por los cabellos a una muchacha desnuda. Luego, a la muchedumbre harapienta y hambrienta del ghetto de Varsovia, y a otra muchacha judía obligada a desnudarse en la calle por un alemán que le apunta a la espalda con el fusil. También están desnudos los cadáveres que aparecen en las escenas siguientes, transportados en un carro a donde dos tipos con traje civil, alemanes o sicarios reclutados en los países bálticos y en Europa oriental, los arrojan sobre un montón de otros cadáveres.
El film enhebra muchas imágenes tomadas por los mismos esbirros SS en los campos de concentración, con otras secuencias rodadas por los servicios cinematográficos aliados en el momento de la liberación de los prisioneros supervivientes. Pero las más espantosas son las primeras, porque los asesinos se han hecho retratar en poses exhibicionistas y sonríen complacidos mientras torturan y matan. Con orgullo son presentados también, como una curiosidad de circo, perros adiestrados para morder las huesudas pantorrillas de los deportados a los que el agotamiento hace menos rápidos ante las órdenes. Exhaustivas y acertadas secuencias son dedicadas a los hornos crematorios, donde los mismos prisioneros echan los cuerpos de sus compañeros eliminados, bajo la distraída mirada de oficiales de las SS que fuman y conversan. En un granero, otros prisioneros son quemados vivos. Durante la proyección, el silencio petrificado de la sala de Nuremberg es roto de vez en cuando por algún susurro de espanto. Ni un comentario interrumpe el zumbido del proyector ni el sucederse de las imágenes. También los acusados callan atónitos, como si algunas de estas cosas fueran para ellos totalmente nuevas. Otros documentales son proyectados en el curso del proceso. Uno, rodado por los ingleses, ilustra los horrores de Belsen, y va unido a algunas secuencias filmadas por los alemanes sobre las atrocidades del ghetto de Varsovia. Otro, presentado por los rusos también en diciembre de 1945, muestra en el Lager de Lublin, inmediatamente después de la liberación, pilas de cadáveres, el interior de los hornos crematorios, y prisioneros desnudos en los barracones. Todavía en otro aparecen las cajas fuertes del Reichsbank, abiertas por algunos soldados americanos que extraen de ellas y vacían en el suelo sacos llenos de objetos y collares de oro, piedras preciosas, y prótesis y muelas de oro. Esta vez el espectáculo va dedicado a Funk, que continúa diciendo ser un pobre inepto desprovisto de autoridad, y por ello de responsabilidad. Funk reconoce haber realizado la "liquidación económica" de los judíos. Pero protesta que nunca ha visto esos sacos ni su contenido, y que acaso se trata de objetos que los ciudadanos, en vez de entregarlos al Estado según las normas, escondían en los bancos. Cuando el fiscal, que esta vez es el americano Dodd, le hace observar que nunca se ha visto esconder en el banco los dientes de oro que se tienen en la boca, Funk baja la vista y se calla.
Pero no todos los documentales exhibidos en el proceso son tan desagradables para los acusados. El 11 de diciembre de 1945 fue proyectado uno sobre desfiles en Berlín y concentraciones del partido en Nuremberg. Todos los acusados se ven de nuevo con brillantes uniformes, potentes, temidos, altaneros. Sus rostros se encienden de alegría y orgullo: "Asi era yo. Yo era ése. Uno de los países más potentes del mundo". Estos son los pensamientos que les acuden. Cuando aparece Hitler, se advierte, en la penumbra, su estrecimiento de entusiasmo y sumisión. El loco Hess llega hasta a ponerse en pie. Cuando vuelve la luz, todos están visiblemente emocionados.
Saludos cordiales
El 27 de noviembre de 1945, a principios de la tarde, cuando acaba de terminar el interrogatorio de Goering por parte del fiscal soviético Rudenko, la sala de sesiones se oscurece lentamente y las imágenes de un terrible documental —que durará veintitrés minutos— aparecen en la pequeña pantalla instalada ante los acusados. Las imágenes son atroces, y se refieren a los campos de exterminio y a los ghettos (y especialmente a uno, el de Varsovia). Se ve a las SS torturar y asesinar a hombres, mujeres y niños. Se ve a los siniestros "kapos" golpear indiscriminadamente a los desgraciados obligados a hacer trabajos inhumanos. Una parte del film muestra perros especialmente adiestrados que se encarnizan con los deportados vestidos con el uniforme a rayas. Y se ven también hornos crematorios a los que algunos prisioneros arrojan los cuerpos de los ejecutados mientras oficiales de las SS fuman cigarrillos bromeando. Ante esta sucesión de imágenes, cada una más horrible que la anterior, y que los uniformes de los guardianes revelan como auténticas sin que pueda quedar la menor duda, los acusados están espantados. Se ve a un soldado alemán arrastrar por los cabellos a una muchacha desnuda. Luego, a la muchedumbre harapienta y hambrienta del ghetto de Varsovia, y a otra muchacha judía obligada a desnudarse en la calle por un alemán que le apunta a la espalda con el fusil. También están desnudos los cadáveres que aparecen en las escenas siguientes, transportados en un carro a donde dos tipos con traje civil, alemanes o sicarios reclutados en los países bálticos y en Europa oriental, los arrojan sobre un montón de otros cadáveres.
El film enhebra muchas imágenes tomadas por los mismos esbirros SS en los campos de concentración, con otras secuencias rodadas por los servicios cinematográficos aliados en el momento de la liberación de los prisioneros supervivientes. Pero las más espantosas son las primeras, porque los asesinos se han hecho retratar en poses exhibicionistas y sonríen complacidos mientras torturan y matan. Con orgullo son presentados también, como una curiosidad de circo, perros adiestrados para morder las huesudas pantorrillas de los deportados a los que el agotamiento hace menos rápidos ante las órdenes. Exhaustivas y acertadas secuencias son dedicadas a los hornos crematorios, donde los mismos prisioneros echan los cuerpos de sus compañeros eliminados, bajo la distraída mirada de oficiales de las SS que fuman y conversan. En un granero, otros prisioneros son quemados vivos. Durante la proyección, el silencio petrificado de la sala de Nuremberg es roto de vez en cuando por algún susurro de espanto. Ni un comentario interrumpe el zumbido del proyector ni el sucederse de las imágenes. También los acusados callan atónitos, como si algunas de estas cosas fueran para ellos totalmente nuevas. Otros documentales son proyectados en el curso del proceso. Uno, rodado por los ingleses, ilustra los horrores de Belsen, y va unido a algunas secuencias filmadas por los alemanes sobre las atrocidades del ghetto de Varsovia. Otro, presentado por los rusos también en diciembre de 1945, muestra en el Lager de Lublin, inmediatamente después de la liberación, pilas de cadáveres, el interior de los hornos crematorios, y prisioneros desnudos en los barracones. Todavía en otro aparecen las cajas fuertes del Reichsbank, abiertas por algunos soldados americanos que extraen de ellas y vacían en el suelo sacos llenos de objetos y collares de oro, piedras preciosas, y prótesis y muelas de oro. Esta vez el espectáculo va dedicado a Funk, que continúa diciendo ser un pobre inepto desprovisto de autoridad, y por ello de responsabilidad. Funk reconoce haber realizado la "liquidación económica" de los judíos. Pero protesta que nunca ha visto esos sacos ni su contenido, y que acaso se trata de objetos que los ciudadanos, en vez de entregarlos al Estado según las normas, escondían en los bancos. Cuando el fiscal, que esta vez es el americano Dodd, le hace observar que nunca se ha visto esconder en el banco los dientes de oro que se tienen en la boca, Funk baja la vista y se calla.
Pero no todos los documentales exhibidos en el proceso son tan desagradables para los acusados. El 11 de diciembre de 1945 fue proyectado uno sobre desfiles en Berlín y concentraciones del partido en Nuremberg. Todos los acusados se ven de nuevo con brillantes uniformes, potentes, temidos, altaneros. Sus rostros se encienden de alegría y orgullo: "Asi era yo. Yo era ése. Uno de los países más potentes del mundo". Estos son los pensamientos que les acuden. Cuando aparece Hitler, se advierte, en la penumbra, su estrecimiento de entusiasmo y sumisión. El loco Hess llega hasta a ponerse en pie. Cuando vuelve la luz, todos están visiblemente emocionados.
Saludos cordiales