El comienzo de la Guerra Fría

Los juicios de Núremberg, las nuevas fronteras

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El comienzo de la Guerra Fría

Mensaje por 27Pulqui » Lun Ago 16, 2010 4:34 pm

Introducción

Con la victoria sobre el Eje, la desarticulación de la Gran Alianza y el consecuente alejamiento definitivo entre los Estados Unidos y la Unión Soviética comenzaron a manifestarse en el plano diplomático en torno de varios ejes, en especial por la situación en Europa Oriental. El propósito del tema es presentar el proceso que concluyó en las bases para el establecimiento de los bloques políticos, económicos y militares hegemonizados por las dos superpotencias vencedoras, con la mirada puesta en el período que transcurre de 1945 a 1947.

Sobre los comienzos de la Guerra Fría existe una variada literatura, en mayor medida del lado occidental, de allí que el texto abundará en el papel de los Estados Unidos. Para algunos autores el inicio se remonta a la Revolución Rusa y las profundas diferencias entre las concepciones leninista y wilsoniana. Otros se han preocupado por el hecho decisivo que desencadenó el conflicto durante la Segunda Guerra, el que ubican hacia el final de la conflagración (ya sea el avance de los ejércitos aliados en Europa o las bombas atómicas lanzadas en Japón). Otros señalan el comienzo preciso en la inmediata posguerra (por ejemplo con la Doctrina de Contención o con el bloqueo de Berlín). El debate por el momento inicial es estéril, ni hay acuerdo sobre la culpabilidad del origen. Por dichos motivos, y tal como ya dije, aquí interesa el distanciamiento progresivo de los ex aliados hasta llegar a la nueva atmósfera que se afianza en el sistema de relaciones internacionales.

Conviene aclarar que si bien Guerra Fría es un concepto al que los estudiosos le dan precisión categorial, también es una metáfora, puesto que no se trató de un conflicto bélico convencional sino de acciones políticas, económicas y militares desplegadas por las superpotencias y sus bloques, en donde la guerra tradicional se focalizó en conflictos de baja intensidad según la perspectiva planetaria, por supuesto, muy distinta de la de las víctimas de las guerras. De allí que para los analistas resulta muy difícil establecer objetivamente el punto preciso del inicio del conflicto.

Por comodidad seleccioné trabajos en castellano, entre ellos se destaca una edición argentina de un clásico de J.L. Gaddis; la otra fuente principal es un artículo de Jarque Iñiguez, académico de la Universidad de Alcalá que en una apretada síntesis explica el proceso de manera convincente. El artículo de Melissen complementa la dimensión británica, y los de Bosoni y Hernández Martínez aportan otros elementos de consideración. Por último, el libro de Spainer es útil para confirmar datos, pero no es la mejor guía debido a que repite la vieja versión que carga la responsabilidad de las tensiones en el expansionismo soviético. A lo largo del texto formularé más comentarios respecto de las fuentes, las que están muy lejos de agotar la bibliografía básica del tema y por eso abren la oportunidad para que los compañeros agreguen más estudios en castellano o en otros idiomas, especialmente en inglés; o por lo menos el tema da el pie para mencionarlos, sobre todo si son más recientes que las dos fuentes principales.

Bibliografía:

Bosoni, Flavio Adriano, “El papel de la percepción en la Guerra Fría”, Maestría en Relaciones Internacionales 2007, Universitá di Bologna.
http://www.observanto.com/FilePublicaci ... 20Fria.pdf" onclick="window.open(this.href);return false;

Gaddis, John Lewis, Estados Unidos y los orígenes de la Guerra Fría, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1989.

Hernández Martínez, Jorge, “Estados Unidos y la Guerra Fría: doctrina y política”, en Política Internacional, Nº 10 Enero-Junio 2008, La Habana, Instituto Superior de Relaciones Internacionales Raúl Roa García – Ministerio de Relaciones Exteriores de la República de Cuba.
http://www.isri.cu/publicaciones/revist ... df#page=55" onclick="window.open(this.href);return false;

Jarque Iñiguez, Arturo, “Estados Unidos en el inicio de la Guerra Fría: aspectos geopolíticos y económicos[/i], en REDEN Nº 17-18, 1999.
http://dspace.uah.es/jspui/bitstream/10 ... 3micos.pdf" onclick="window.open(this.href);return false;

Melissen, Jan, “Cooperación y competencia: relaciones entre Gran Bretaña y Estados Unidos durante la Guerra Fría”, en Revista de Estudios Políticos, Nº 68, Abril-Junio 1990.
http://www.cepc.es/rap/Publicaciones/Re ... 68_229.pdf" onclick="window.open(this.href);return false;

Spainer, John, La política exterior norteamericana a partir de la Segunda Guerra Mundial, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1991.

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El comienzo de la Guerra Fría

Mensaje por 27Pulqui » Mar Ago 17, 2010 4:00 pm

I

La Segunda Guerra Mundial produjo una verdadera revolución en la política exterior norteamericana. A partir de los acontecimientos de 1939, 1940 y en especial con el ataque a Pearl Harbor, la administración Roosevelt terminó de convencer a los pocos renuentes a buscar la garantía de paz para los Estados Unidos mediante el compromiso en vez del aislamiento. Con la idea de no repetir los errores que obstaculizaron la posibilidad de evitar la Segunda Guerra y con la certeza que su país tendría el poder y la influencia suficientes como para encarar exitosamente esa tarea, los funcionarios estadounidenses pusieron manos a la obra, aun antes del ingreso formal de los EE.UU. en la contienda, para plantear un acuerdo de paz que pudiera cumplir con esa necesidad de reformulación. Pero de no haber obtenido una victoria sobre el Eje los Estados Unidos jamás hubieran tenido la oportunidad de implementar ese plan de paz. Dada la real situación militar, la victoria dependía de la cooperación con la Unión Soviética, un aliado cuyo compromiso para con los ideales norteamericanos de posguerra era cuando menos cuestionable.

Los líderes del Kremlin también tenían en cuenta lo ocurrido en el pasado para planear el futuro, pero sus experiencias habían sido muy diferentes, por lo que sus conclusiones no siempre serían congruentes con las de sus aliados norteamericanos. Para Stalin la clave de paz era muy simple: una Unión Soviética fuerte y una Alemania débil. El dictador soviético aplaudiría entusiastamente la insistencia estadounidense de una rendición incondicional, cuestionando sólo la conveniencia de hacer pública esa política. Asimismo, no demostraba demasiado interés en los planes de Washington para la seguridad colectiva, para la reducción de las barreras arancelarias y para la reforma del sistema monetario internacional. En otras palabras, manifestaba poco interés por las medidas de posguerra diseñadas a conveniencia de los Estados Unidos. Sin embargo, tendría sus planes para Europa Oriental, en donde la autodeterminación no sería posible en vista de la importancia que le asignaba a esa región para la seguridad soviética.

En cuanto a Alemania, la indefinición norteamericana con sus múltiples opciones (desde el extremo plan punitivo de Morgenthau hasta la propuesta de rehabilitación) concluyó para julio de 1945 en la Conferencia de Postdam. Allí los soviéticos aceptaron a regañadientes un acuerdo por el cual cada uno de los poderes triunfantes podría ser satisfecho a través de extracciones del territorio que ocupara cada uno de ellos, recibiendo además los rusos de las zonas anglo-norteamericanas el 10% de todo aquel equipamiento industrial que resultara innecesario para la economía alemana en tiempos de paz. La Unión Soviética obtendría otro 15% del mencionado material proveniente del oeste, a cambio de un valor equivalente en alimentos, carbón y otros bienes de la zona ocupada por los soviéticos. La ocupación generaba una paradoja que obligaba a la colaboración: la URSS en principio había solicitado 20.000 millones de dólares en reparaciones, las cuales podrían ser satisfechas por la remoción del aparato industrial alemán, pero al encontrarse buena parte de dicho equipamiento industrial en las zonas del oeste, sólo podría recibirlo a cambio de alimentos y materias primas producidos por el este, a su vez indispensables para la supervivencia de los habitantes de las zonas anglo-norteamericanas.

El manejo de Europa Oriental distaba del acuerdo. Para el stalinismo era prioritario un colchón de países afines a su régimen en su frontera occidental. La Unión Soviética había sufrido más que nadie los desastres de la guerra, razón por la cual pretendía imponer una zona de influencia en el este de Europa y no estaba dispuesta a aceptar las demandas occidentales de las zonas ocupadas por el Ejército Rojo. Las acciones del stalinismo llevadas a cabo en Europa Oriental revelaban a las claras que la interpretación que Moscú hacía de las garantías “democráticas” consignadas en los acuerdos de Yalta difería drásticamente del significado que a ellas les asignaban los observadores occidentales. La tendencia a la cooperación, no exenta de desavenencias, estaba entrando en su etapa final ya con el presidente Roosevelt. Fueran cuales fueren las expectativas de F.D.R. respecto de las elecciones en el este europeo, el poco conocimiento de la contradicción existente entre un gobierno elegido libremente y un gobierno pro-ruso, en esa conflictiva región del mundo, habían teñido con una peculiar mixtura de realismo con ingenuidad la política de Roosevelt hacia Europa Oriental: en tanto había convencido con sus actitudes al pueblo norteamericano de comicios libres conforme con la Carta del Atlántico, al mismo tiempo había llevado a los rusos a que esperaran tener las manos libres. A su muerte, Roosevelt le dejaba a Harry Truman la herencia de un delicado dilema *.

* El compañero Erich Hartmann en Yalta, el despiece de Europa presentó información de la Conferencia de Yalta, precedida por el avance del Ejército Rojo en el este europeo.

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Mensaje por 27Pulqui » Mié Ago 18, 2010 3:16 pm

II

A los pocos días de Yalta se hicieron evidentes las intenciones de Stalin de no tomar en cuenta el principio de autodeterminación para Europa Oriental. La ocupación militar soviética le permitía organizar gobiernos afines a la ideología comunista en Rumania y Polonia. De la misma forma que la URSS no discutía la organización prevista por Gran Bretaña y Estados Unidos en Bélgica, Grecia e Italia, esperaba que las potencias anglosajonas se apartaran de lo que se suponía sería la esfera soviética. Truman recibió de Roosevelt la política de apaciguamiento según la cual los soviéticos entenderían que la garantía de paz no necesitaría de una esfera de influencia soviética una vez establecida la nueva institución internacional de las Naciones Unidas. Truman no contaba con medios militares en el lugar para torcer el rumbo ni pensaba iniciar una guerra contra la URSS, pero tampoco quería dejarle las manos libres a Stalin, por lo cual mantendría los objetivos políticos pero con modalidades de ejecución bien distintas.

En las semanas anteriores a la Conferencia de San Francisco, que tenía por finalidad la constitución de Naciones Unidas, la cercana ruptura de la Gran Alianza se tornó perceptible. Sin embargo, algunos acuerdos de Yalta guardaban vigencia, uno de ellos el estado de guerra entre la URSS y Japón, recomendado al presidente Truman por los analistas militares y el propio General Mc Arthur, para quienes la beligerancia soviética retendría al ejército japonés en Manchuria y con ello esperaban salvar vidas estadounidenses en la invasión de Japón; todavía las necesidades de la guerra no habían sido desplazadas del todo por los divergentes proyectos de posguerra.

Molotov adelantó el viaje para entrevistarse con Truman, el encuentro le mostraría el nuevo clima en la Casa Blanca. En la reunión, el mandatario le recriminó duramente la falta de cumplimiento soviético de las decisiones tomadas en Yalta sobre Polonia. Molotov intentó explicar que Moscú había procedido según su interpretación del acuerdo de Yalta, y ante una brusca interrupción de Truman en rechazo de cualquier propuesta unilateral soviética, Molotov dijo una recordada frase “Jamás nadie me había hablado así en mi vida”, recibiendo del presidente estadounidense la respuesta “Cumplan con su palabra si no quieren que les hablen así”. La Conferencia de San Francisco comenzó el 25 de abril de 1945, allí la negativa soviética de reorganizar el gobierno polaco de Lublin a satisfacción de los anglosajones entró en contacto con un asunto de orden menor: la cuestión argentina. Edward Stettinius, secretario de Estado, pensó que tenía que invitar a Argentina a la Conferencia. Molotov se opuso a ello, con el argumento de que era inadmisible invitar a participar a un Estado que había mostrado simpatías con los nazis mientras que el gobierno de Lublin todavía estaba excluido de la organización. No obstante la oposición soviética, Stettinius y el subsecretario Nelson Rockefeller consiguieron apuntalar su posición con los votos de los países latinoamericanos. Moscú obtuvo a cambio el ingreso de Ucrania y Bielorrusia como estados independientes, pero no de la Polonia de Lublin. A la vez, Estados Unidos consiguió que se aprobase el artículo 51 por el cual se permitía la fundación de organizaciones regionales para la propia defensa fuera de la ONU, de esta forma, estas organizaciones podían evitar el veto soviético en el Consejo de Seguridad. En concreto quedaba habilitada la fundación de un sistema interamericano defensivo anticomunista en la región donde Estados Unidos estaba consolidando su hegemonía *.

Para los días de San Francisco la prensa norteamericana daba cuenta de un enconado bloque antisoviético en el Departamento de Estado con influencia en Stettinius, en tanto los analistas militares (en especial el secretario de Guerra) consideraban que las conclusiones de la Conferencia eran irrelevantes, pues las acciones rusas en Europa Oriental ya habían demostrado el tipo de “modelo mundial” que el Kremlin buscaba crear. Después de la arriba mencionada Conferencia de Postdam entre los Tres Grandes (Churchill –luego Attlee-, Truman y Stalin) finalizada el 2 de agosto de 1945, los ex aliados comenzarían una carrera hacia la confrontación.

* Respecto del ingreso de Argentina en Naciones Unidas como miembro fundador y del proyecto de defensa continental anticomunista, de manera lateral hay información en el tema Perón, Braden y el Foreign Office.

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Mensaje por 27Pulqui » Jue Ago 19, 2010 2:52 pm

III

A mediados de 1945 Churchill le señaló a Stalin que un “telón de acero” estaba descendiendo a lo largo de la línea imaginaria que dividía Europa occidental de la oriental. La situación política en Polonia y Rumania en parte corroboraba ese comentario. En otros países la actitud soviética había sido distinta; en Hungría, Bulgaria y Finlandia tanto los gobiernos como los comicios celebrados habían recibido la aceptación de las potencias occidentales, motivo por el cual Jarque Iñiguez especula que EE.UU. tenía un margen de maniobra para llegar al entendimiento. Según dicho autor, la política de Stalin podía ser considerada egoísta, pero se trataba de una política consistente que no experimentaba cambios dramáticos, por lo cual en Occidente sabían a qué atenerse.

En la contraparte estadounidense las contradicciones iban cediendo ante la idea de terminar con el “apaciguamiento”, en especial luego del exitoso ataque atómico a Japón. Sin embargo, la posesión norteamericana de la nueva arma no provocaría, en principio, cambios sustanciales en la posición soviética. Simultáneamente, en los medios políticos y militares estadounidenses fueron ganando terreno los temores de una revolución mundial. En la segunda mitad de 1945 se había esfumado el optimismo de 1944 por la disolución de la III Internacional y la esperanza de conciliar posiciones en un sistema de colaboración de clases que tendiera a equilibrar capitalismo y comunismo.

De acuerdo con Gaddis, del lado ruso no ayudaba al acuerdo la desconfianza tradicional ante el extranjero y la paranoia de Stalin junto con la burocracia instalada con la sospecha institucionalizada con la que se había rodeado. En los estadounidenses, la continua adhesión de la Unión Soviética a una ideología destinada al derrocamiento del capitalismo en todo el mundo, pese a las declaraciones del Kremlin de haber abandonado el objetivo de exportar el comunismo, no propiciaba la comprensión de las intenciones de Stalin tendientes a garantizar la seguridad de Rusia mediante esferas de influencia. Si bien los rusos no impusieron inmediatamente regímenes comunistas en aquellos países que ocuparon después de la guerra, y Stalin mostraba notoriamente muy escaso interés en la suerte que corrieran los partidos comunistas de aquellas áreas fuera de su control, tampoco supieron aclarar la limitada índole de sus objetivos.

A principios de 1946 la reciente participación del secretario de Estado James Byrnes en la Conferencia de Moscú no satisfizo al presidente Truman. Anteriormente, en Postdam, Byrnes había sugerido que las diferencias ideológicas entre la Unión Soviética y los Estados Unidos eran tan abismales que las relaciones pacíficas serían prácticamente imposibles. Pese a dicha opinión, Byrnes no había abandonado la idea de un acercamiento y volvió convencido de haber logrado mucho de los soviéticos: el acuerdo, si bien vago, del principio de autodeterminación en Rumania y Bulgaria, la participación soviética en la ocupación de Japón sin disputarle a los Estados Unidos el control de la empresa y el reconocimiento al gobierno nacionalista de Chiang Kai-shek en China. El “apaciguador” Byrnes se convirtió en el blanco de los ataques republicanos, particularmente del senador Vandenberg, pero también muchos demócratas criticaron la gestión del secretario de Estado. Al poco tiempo, palabras muy singulares de Stalin pondrían nuevos obstáculos a la conciliación desde el frente soviético.

El 9 de febrero de 1946, Josef Stalin pronunció un discurso en el cual subrayó la incompatibilidad del comunismo y el capitalismo. El líder soviético afirmó que el estallido de la Segunda Guerra Mundial se había debido a las desigualdades verificadas en las tasas de desarrollo de las economías capitalistas. Stalin dejó entrever muy claramente que no podrían evitarse futuras guerras en tanto el sistema económico mundial no fuera reformado, esto es, hasta que el comunismo no hubiera logrado suplantar al capitalismo como forma dominante de organización económica. Por último, anunció tres nuevos planes quinquenales de posguerra, de manera tal que “nuestro país quede a cubierto de cualquier eventualidad”. La mayoría de los observadores norteamericanos coincidió con la visión de Time: el discurso era el más belicoso pronunciamiento emitido desde el día de la finalización oficial de las acciones contra el Japón.

Las palabras de Stalin cayeron justo en un momento de extrema tensión. En Washington estaban preocupados por la falta de decisión soviética para evacuar Irán y Manchuria, la URSS había utilizado su derecho a veto en el Consejo de Seguridad en un asunto relacionado con la presencia de fuerzas anglo-francesas en Siria y Líbano, y había sido denunciado un caso de espionaje en Canadá sobre un intento de obtener información de la bomba atómica.

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Mensaje por 27Pulqui » Vie Ago 20, 2010 6:28 pm

IV

Dos semanas después del discurso de Stalin, llegó al Departamento de Estado un extenso cable de George F. Kennan, el encargado de asuntos económicos en Moscú, analizando las motivaciones de la actitud soviética. La comunicación es conocida como long telegram por sus 8.000 palabras. La repercusión en el gobierno estadounidense tuvo meses después correlato en la prensa, cuando Washington utilizó el análisis para justificar su política hacia Moscú, el long telegram fue publicado por Foreign Affairs en el artículo The Sources of Soviet Conduct bajo la autoría de Mr. X. Desde Moscú, Kennan había respondido a una consulta del Departamento de Estado sobre los soviéticos. Aprovechando encontrarse provisoriamente al frente de la embajada, Kennan envió un estudio histórico-político-ideológico de la actitud soviética decididamente pesimista. En febrero de 1946 la colaboración de los tiempos de guerra estaba fracturada, el extenso telegrama llegó en el momento justo a lectores dispuestos a recibir tal contenido.

La exposición decía que los soviéticos veían al mundo dividido entre la esfera soviética y la capitalista, entre las cuales no habría posibilidad de coexistencia pacífica. Los soviéticos se preparaban para dividir y debilitar a las naciones de la otra esfera, y a su debido tiempo el capitalismo entraría en crisis, como consecuencia de sus contradicciones internas, y entonces el socialismo tomaría el poder. El pronóstico parecía provenir de la necesidad de los líderes del Kremlin de justificar su autoridad autocrática, necesidad ésta centenaria en las esferas de poder rusas, por lo cual para Stalin y sus jerarcas la ideología marxista era la excusa perfecta para “un tipo de dictadura sin la cual no saben gobernar”. Las implicancias del análisis de Kennan no podían ser más sombrías, la política exterior soviética no era el resultado de una coyuntura mundial sino de las condiciones imperantes en la propia Rusia, entonces no habría acción posible a tomar por parte de los Estados Unidos capaz de atenuar siquiera mínimamente la hostilidad hacia Occidente. Ante la imposibilidad de establecer un modus vivendi permanente quedaban por delante: (1) resistir con la mayor eficiencia posible los métodos comunistas, y (2) esperar que se produjeran determinados cambios en la política interna de la URSS que trajeran aparejada la modificación de su política exterior.

En la literatura académica existe amplia aceptación sobre la importancia del diagnóstico de Kennan. En opinión de Gaddis, “el telegrama sería suficientemente persuasivo, otorgándoles a los funcionarios norteamericanos el andamiaje intelectual que iban a emplear para elaborar su pensamiento sobre el comunismo y la política exterior de la URSS durante las dos próximas décadas”. Bosoni aplica a la Guerra Fría la relevancia de la percepción en las relaciones internacionales. Luego de proporcionar el marco teórico, el autor disecciona el long telegram. A su entender, el mérito radica en que fue el primer intento sistemático de un funcionario estadounidense de articular la contención como estrategia. Un aspecto que encuentra interesante es que “a la vez que el norteamericano creyó haber descubierto el origen de la concepción rusa del mundo, no fue capaz de percatarse de la propia”. Para Hernández Martínez es el primer documento en el desarrollo “de una política exterior basada en la contención”.

El 28 de febrero de 1946, Byrnes pronunció la primera expresión pública de la nueva orientación. Con el propósito de defender la Carta de Naciones Unidas, el secretario de Estado sostuvo que EE.UU., en su rol de gran potencia, no podría pasar por alto decisiones unilaterales de los soviéticos. Fue la primera manifestación sincera y abierta del endurecimiento paulatino que respecto de la política frente a Rusia iba verificándose en la administración Truman. El período que abarca desde fines de febrero hasta comienzos de marzo marca el punto de inflexión (según Gaddis) más decisivo de la política norteamericana frente a la Unión Soviética. Antes de esto, los funcionarios de Washington se habían mostrado muy frecuentemente renuentes a aceptar las exigencias soviéticas, pero nunca apoyados en bases firmes. A continuación veremos que el escenario iraní y la actitud británica jugaron un rol significativo en los comienzos de 1946.

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Mensaje por 27Pulqui » Sab Ago 21, 2010 3:11 pm

V

Menos de una semana después del discurso de Byrnes, Winston Churchill, ex primer ministro británico y ahora simple ciudadano, diría por primera vez a una audiencia la expresión “Cortina de Hierro”. El propio Truman otorgaría respaldo tácito al mensaje de Churchill, acompañándolo y presentándolo al público de Fulton, Missouri. Pese a la posterior negativa norteamericana, está comprobado que Churchill había supervisado el texto en la Casa Blanca, y que Truman y Byrnes habían leído la versión final. Con el telón de fondo de una crisis diplomática debido a las tropas rusas estacionadas en territorio iraní, las palabras antisoviéticas del líder británico contribuyeron a preparar al público norteamericano a la nueva política de “ponerse duros con Rusia”.

Melissen, en un ensayo bibliográfico sobre la producción dedicada a la relación anglo-estadounidense en la Guerra Fría, refuta la importancia asignada por un autor británico al discurso de Churchill. Al pasar menciona que Bevin, el ministro de asuntos exteriores del gobierno laborista, coincidía en gran medida sobre la relación Este-Oeste con el líder conservador, pero que éste tuviera control en la política exterior de aquél no pasa de una conjetura. Las fuentes no consignan detalles del papel británico en Irán, es de suponer que ha sido importante dados sus intereses y por tener una fuerza de ocupación, pues a comienzos de 1942 Gran Bretaña y la Unión Soviética habían hecho ingresar tropas en Irán con el propósito de evitar que ese país ubicado estratégicamente y rico en petróleo cayera en manos del Eje. Ambos aliados habían acordado respetar la independencia e integridad territorial de Irán y retirar sus fuerzas luego de seis meses del cierre de las hostilidades.

Durante los últimos meses de 1945, noticias recibidas en Londres y Washington indicaban que los rusos podrían tratar de anexar a su territorio la provincia de Azerbaiján, con la intención de que finalmente todo Irán quedara bajo la esfera de influencia soviética, una vez que los británicos se retiraran. Las justificaciones del Kremlin fueron descartadas, en la reunión de Moscú, Stalin le había anticipado a Byrnes que si las fuerzas soviéticas se veían obligadas a salir de Irán los saboteadores podrían tratar de destruir los pozos de petróleo en Baku. El 19 de enero de 1946, el gobierno iraní, con la tácita aprobación norteamericana, planteaba el problema de Azerbaijan ante el Consejo de Seguridad de la ONU.

En marzo de 1946, ante el vencimiento del plazo previsto para la partida de todas las tropas extranjeras de Irán y la presumible intención rusa de no abandonar el país, Byrnes adoptó una actitud dura. El día 5, en sincronía con las palabras de Churchill en Fulton, Byrnes despachó a Moscú una enérgica nota exigiendo el retiro inmediato de las tropas soviéticas en territorio iraní. Inmediatamente hizo público el reclamo sin aguardar la respuesta soviética. La semana que siguió a estos acontecimientos resultaría particularmente tensa. El día 6, el Departamento de Estado recibió una comunicación desde Azerbaiján donde se informaba que un fuerte movimiento de tropa pesada soviética avanzaba no hacia la frontera para su salida sino dirigida a Turquía, Irak y la capital Teherán. Considerando que Moscú aún no había respondido a la nota, Byrnes envió un mensaje más virulento exigiendo una explicación por la puesta en marcha de las maniobras. Al no recibir respuesta, el día 12 el Departamento de Estado informaba a la prensa que los rusos avanzaban sobre Teherán. Perturbada por esta publicidad negativa, la agencia de noticias soviética TASS emitió tres días más tarde un cable que negaba “rotundamente” tal información.

Las negociaciones bilaterales soviético-iraníes habían proseguido luego de la resolución del Consejo de Seguridad del 30 de enero de 1946. A pesar de ello, los iraníes, entusiastamente alentados por los estadounidenses, insistían en someter nuevamente la cuestión del desplazamiento en la ONU, mientras los soviéticos intentaban evitar la intervención del organismo internacional. El 27 de marzo el tema entró nuevamente en la agenda del Consejo de Seguridad. Sin embargo, una semana más tarde los gobiernos de Moscú y Teherán anunciaban un acuerdo en el cual se llamaba al retiro de las tropas soviéticas no más allá de comienzos de mayo, y se reconocía la soberanía iraní sobre Azerbaiján. A la vez, los soviéticos recibirían el 51% de las utilidades de una compañía petrolera iraní-soviética, pero ese arreglo sería rechazado por el parlamento iraní.

Para entonces se había extinguido la popularidad del ex aliado soviético en el público norteamericano. Byrnes endureció la postura estadounidense en la crisis con atención en el frente interno. En coincidencia con el nuevo clima en la opinión pública, la reacción del gobierno mostró que había llegado el momento de “pegarles duro” a los soviéticos.

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El comienzo de la Guerra Fría

Mensaje por 27Pulqui » Dom Ago 22, 2010 4:15 pm

VI

La administración Truman se enfrentó con la crisis de Irán de tal manera que resultaba evidente que había adoptado el análisis de Kennan; durante el resto de 1946 Estados Unidos no haría ninguna concesión de importancia a Rusia. En agosto, Washington iba a ejercer una vigorosa demostración de diplomacia armada al rechazar lo que aparentemente era una propuesta de Moscú para controlar los Dardanelos. El día 7, los rusos solicitaron una revisión del acuerdo de la Conferencia de Montreal para que pudiera instrumentarse la defensa conjunta del estratégico paso por parte de la URSS y Turquía. Ante la crisis de Irán, Gran Bretaña y Estados Unidos emitieron firmes declaraciones que dejaron en claro que usarían la fuerza; en el caso de los Dardanelos, Estados Unidos fue más allá: envió una fuerza naval de tareas al Mediterráneo inmediatamente después de que los soviéticos hicieron su reclamo. Washington consideró que el requerimiento era la culminación de los esfuerzos de Moscú por instalar bases navales en Turquía, para después avanzar con el dominio sobre dicho país. Los soviéticos, a su vez, movilizaron 25 divisiones hacia su frontera sur. Así como las tropas rusas debieron dejar Irán, Moscú debió renunciar a sus pretensiones sobre los Dardanelos, hecho formalizado definitivamente luego de la muerte de Stalin. Sin embargo, la escalada creció hasta tal punto que poco faltó para iniciar una guerra. El episodio demostró que la Casa Blanca estaba ahora dispuesta a una conflagración de ser necesario para frenar el expansionismo soviético, y la posesión de la bomba atómica le permitía subir la apuesta.

El 21 de febrero de 1947, el gobierno británico le informó al Departamento de Estado que las dificultades económicas obligaban a suspender la asistencia a Grecia y Turquía. La situación en Turquía estaba controlada, pero en Grecia la guerrilla comunista apuntalada por Yugoslavia, Bulgaria y Albania, surgida como consecuencia de la herencia de la guerra y la mala administración, amenazaba con ocupar el poder una vez retirados los ingleses. Convencido de que el asunto era más importante que auxiliar a los británicos, el gobierno de Truman se preparó a brindar ayuda financiera para combatir un temido efecto dominó que ampliaría la esfera soviética. El presidente acudió al Congreso el 12 de marzo, la ocasión resultó propicia para disparar en el pueblo norteamericano la “toma de conciencia” de que la guerra no había terminado. El discurso de Truman, más preparado para los Estados Unidos que para el resto del mundo, constituyó la Doctrina Truman o de Contención, también se lo conoce como Declaración norteamericana de la Guerra Fría.

No es el propósito del hilo describir la Doctrina Truman, pero vale decir que para Gaddis constituía una suerte de terapia de choque para que el sistema político y el pueblo estadounidenses asumieran las responsabilidades del liderazgo mundial, las mismas que hacía un año, en la crisis iraní, los funcionarios de Washington habían asumido al “ponerse duros con Rusia”. Según este autor, al principio no se preveía asistir a las víctimas de la agresión comunista en todo el mundo, pero la caída de China y la guerra de Corea, junto con la furiosa embestida interna del macarthismo, harían que a Truman y sus sucesores les resultase imposible hacer distinciones sutiles. Gaddis concluye diciendo que “Al presentar la necesidad de asistir a Grecia y Turquía en términos de un conflicto ideológico entre dos modos de vida, en Washington parecían alentar una visión demasiado simplista de la Guerra Fría que a su debido tiempo sólo serviría para poner a la diplomacia norteamericana un chaleco de fuerza casi tan estrecho y agobiante como el que restringía la política exterior de la Unión Soviética. Atrapados en su propia retórica, los líderes norteamericanos tendrían serias dificultades para responder a los gestos conciliadores del Kremlin a partir de la muerte de Stalin, y como consecuencia de su inflexibilidad bien puede decirse que contribuyeron a la perpetuación de la Guerra Fría”.

En el próximo (y último) mensaje formularé algunas conclusiones apoyadas en mi evaluación de las fuentes.

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Mensaje por 27Pulqui » Lun Ago 23, 2010 2:56 pm

Comentarios finales

Las conclusiones están destinadas a la polémica sobre las responsabilidades por el inicio de la Guerra Fría. La corriente tradicional apuntó al expansionismo soviético. Spainer, autor enrolado en dicha interpretación, de la parte estadounidense sólo señala “omisión” concomitante con el “aislacionismo”, hasta la correctiva Doctrina de Contención. El intento de control soviético del Golfo Pérsico y de los Dardanelos muestra que, aun dando por cierto que la política de la URSS en Europa Oriental tenía propósitos defensivos, la expansión hacia el sur obedecía a las razones proporcionadas por Kennan. Yo supongo que la fuerte influencia del análisis del miembro del servicio exterior estadounidense todavía tiene reflejo en cierta literatura.

La escuela revisionista puso el énfasis en los motivos económicos de la posición norteamericana. El artículo de Jarque Iñiguez está en esa línea. Las ideas “democráticas” encubrían el avance del capitalismo estadounidense en todo el mundo, incluso en la esfera que procuraba extender la Unión Soviética en su frontera occidental. Para el sistema capitalista de los Estados Unidos era imprescindible la expansión de la economía norteamericana fuera de sus fronteras. En cuanto a la responsabilidad, en primer lugar marca a Washington, que en virtud de su superioridad económica y militar estaba en condiciones de acceder a las demandas de Moscú.

Resultan más plausibles los argumentos revisionistas, valga como ejemplo que mientras Estados Unidos negaba en nombre de la autodeterminación una esfera de influencia soviética en una región sensible para la URSS, también naturalizaba su control indiscutible de América Latina. Para algunos autores de la corriente tradicional esa política siquiera merece ser mencionada, omiten que Estados Unidos empezó a proyectar en 1945 el sistema interamericano de seguridad antisoviética, bastante antes de la finalización de la guerra.

Gaddis toma distancia de ambas interpretaciones, aunque se acerca a la primera en cuanto al “aislamiento” norteamericano (volveremos a este punto más adelante). Critica de los revisionistas el determinismo económico, pues olvidan el profundo impacto que el sistema político interno ejercía sobre la política exterior norteamericana, por ejemplo en la defensa de la autodeterminación para Europa Oriental y la negativa a conceder créditos a la URSS para evitar la remoción de las reparaciones alemanas. Para este autor, si bien en el gobierno estadounidense puede verse el temor exagerado al comunismo y la ilusión de la omnipotencia alentada por el poderío económico y la bomba atómica, la primera responsabilidad recae en Stalin, ya que el dictador era inmune a la opinión de su pueblo y podía darle a la doctrina marxista-leninista el barniz necesario para llegar al entendimiento.

El texto está basado en el libro de Gaddis, un clásico al que le reconozco un buen grado de equilibrio. Aunque no siempre coincido con sus opiniones, en el hilo traté de ser fiel a su estudio. Maticé algunos pasajes apoyado en el artículo de Jarque Iñiguez y en menor medida con las otras fuentes. El estudio de Bosoni resulta interesante para comprender los aspectos subjetivos, aunque considero que su enfoque tiende a presentar la historia como un proceso solamente subjetivo. Hernández Martínez analiza la Doctrina de Contención desde una visión fuertemente crítica. En una muy breve sinopsis del inicio de la Guerra Fría menciona la pugna geoestratégica entre las dos superpotencias. Es un aporte útil, aunque podría decirse que omite ciertas características del expansionismo soviético.

En mi opinión, el “aislamiento” norteamericano tenía uso interno, para consumo de la opinión pública. Si la clase dirigente estadounidense no pudo imponer sus puntos de vista en Europa al término de la Primera Guerra Mundial no fue por el “aislamiento” sino porque no tenía aún en ese continente la importancia que había ganado en el resto del mundo. El desplazamiento del centro del sistema mundial de Europa hacia Estados Unidos ya se había dado en la primera posguerra, pero es en la segunda posguerra cuando se hizo evidente también para los europeos. Al finalizar las hostilidades estaban dadas las condiciones objetivas para la confrontación EEUU-URSS, sin embargo Stalin y Truman le dieron el inicio y la forma a la Guerra Fría. Dicho con otro orden de los factores, tal como sostiene un principio dialéctico básico: los hombres y las mujeres hacen la historia, pero no bajo las condiciones de su propia elección.
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Re: El comienzo de la Guerra Fría

Mensaje por Audie Murphy » Sab Mar 09, 2013 6:22 pm

Ya en los últimos meses de guerra se dieron distintos incidentes aéreos, con aparatos Aliados atacados e incluso derribados por los rusos, en condiciones que no se pueden considerar como equivocaciones o "fuego amigo"
El 29 agosto de 1945, el piloto Zizevskii averió con su Yak 9 a un B-29 Superfortress que lanzaba ayuda a los prisioneros de un campo cerca de Hamhung (Corea). El cuatrimotor tuvo que aterrizar de emergencia.
Entre el 2 y 16 septiembre, cazas rusos dispararon sobre los aparatos de la 7ª flota que patrullaban en el espacio aéreo de Manchuria
http://sw.propwashgang.org/shootdown_list.html
En algún caso incluso desaparecieron soldados ingleses y americanos en la URSS, tras su liberación de los captores germanos Nunca más se supo de ellos
En este documental del Canal Historia llamado "Detras de las lineas enemigas", se narran las primeras operaciones de infiltraciones de espías y grupos anticomunistas en la URSS tras la guerra.
http://www.documaniatv.com/documental-d ... 79c21.html
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Re: El comienzo de la Guerra Fría

Mensaje por Rubén. » Lun Mar 11, 2013 4:10 am

Sobre los comienzos de la Guerra Fría existe una variada literatura, en mayor medida del lado occidental, de allí que el texto abundará en el papel de los Estados Unidos. Para algunos autores el inicio se remonta a la Revolución Rusa y las profundas diferencias entre las concepciones leninista y wilsoniana. Otros se han preocupado por el hecho decisivo que desencadenó el conflicto durante la Segunda Guerra, el que ubican hacia el final de la conflagración (ya sea el avance de los ejércitos aliados en Europa o las bombas atómicas lanzadas en Japón). Otros señalan el comienzo preciso en la inmediata posguerra (por ejemplo con la Doctrina de Contención o con el bloqueo de Berlín). El debate por el momento inicial es estéril, ni hay acuerdo sobre la culpabilidad del origen. Por dichos motivos, y tal como ya dije, aquí interesa el distanciamiento progresivo de los ex aliados hasta llegar a la nueva atmósfera que se afianza en el sistema de relaciones internacionales.
En mi humilde opinión, la Guerra Fría sólamente representa una continuidad de la situación internacional previa al 22 de Junio de 1941, que llevaba vigente desde la Revolución Rusa entre la URSS y Occidente (básicamente Inglaterra, Francia y USA).
Desde el triunfo de los bolcheviques en Rusia, Occidente llevó una política de aislamiento o boicot en ocasiones más o menos intensas, ya que la URSS era vista como el "demonio" de Europa. Incluso hubo una intervención militar en la Guerra Civil Rusa a favor de los blancos. Toda aquella visión del "demonio comunista" siguió por lo menos hasta el día en que Hitler lanzó la Operación "Barbarroja", instante en que las dos maneras enfrentadas de entender la economía hubieron de olvidar sus diferencias y unirse para acabar con la tercera alternativa, en este caso el fascismo, que al fin y al cabo era otro modo económico que competía también con los otros dos.
Solucionado el problema en 1945, las aguas no hicieron más que volver a su cauce. El mundo volvió a abrir la brecha anterior (sujeta con tiritas), que se había tenido que cerrar provisionalmente. Y es más, los signos de las primeras fricciones tienen lugar un año antes de acabar la IIGM, en 1944, año en el que ya se enfrentan por primera vez con armas capitalistas y comunistas. Me refiero a dos hechos clave muy importantes: 1) los sucesos en Polonia que provocan los primeros combates entre viejos polacos de la Resistencia contra los "libertadores" soviéticos; 2) la brutal actuación británica en Grecia contra los comunistas.

Saludos.

Rubén el Stuka.

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Re: El comienzo de la Guerra Fría

Mensaje por Alecos » Jue Mar 14, 2013 5:34 pm

La gran alianza con la URSS fue auspiciada por Roosvel que pretendio antes de la guerra venderle armamento pese al bloqueo del Senado y era poco bien vista tanto en América como la Unión Soviética por la oposición ideológica por lo que sigamos no tenía bases solidas ni defensores.
Se rompio por como tiro Stalin de la cuerda para ganar territorios de influencia y por Churchill que advirtio de la situación. Stalin interpreto que sus hasta ahora aliados eran una amenaza (cosa en la que nada ayudo como los EEUU forzaron a los soviéticos a salir de Irán) porque no le querían dejar tener un colchon defensivo.

Recomiendo la lectura del libro La Guerra Fría de Ronal Powaski.

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Re: El comienzo de la Guerra Fría

Mensaje por Audie Murphy » Dom Jul 20, 2014 5:34 pm

Recientemente se ha publicado en español la obra "El telón de acero: La destrucción de Europa del Este 1944-1956" de Anne Applebaum. "Los años posteriores a 1945 no aportaron [a Europa del Este] un New Deal de libertad y justicia social sino una tiranía totalitaria y un sometimiento colonial al imperio soviético. Hugh Seton-Watson".En esta dirección se realiza una disección del libro y su temática: http://www.hislibris.com/el-telon-de-ac ... applebaum/
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