Los memorandos del general Ludwig Beck

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Los memorandos del general Ludwig Beck

Mensaje por José Luis » Mar May 09, 2006 9:21 pm

¡Hola a todos!

La historia de la resistencia militar alemana a Hitler y la idea de un coup d’état tuvo su génesis en la crisis de Werner von Fritsch en 1938 (la acusación –que más tarde se demostró infundada- que entonces se vertió contra el comandante en jefe del Heer de haber mantenido relaciones homosexuales con un notorio homosexual de Munich o Berlín, no recuerdo ahora exactamente). En aquel entonces comenzó a tomar cuerpo la idea de derrocar a Hitler entre Oster, Witzleben, Halder, Gisevius, Schacht, etc. Pero cualquier plan encaminado a sustraer a Hitler por la fuerza el poder del Estado estaba destinado de antemano al fracaso si no contaba con la aprobación y colaboración del comandante en jefe del Heer y del jefe de Estado Mayor General.

Aparte de la férrea oposición del jefe del Heeresleitung, Hammerstein-Equord, a Hitler antes y después de que este último fuese nombrado canciller de la República de Weimar por Hindenburg, oposición que le costó el puesto al año escaso de que Hitler hubiera ocupado la Cancillería (fue reemplazado por Werner von Fritsch el 1 de febrero de 1934), yo no conozco ningún caso de oposición comparable al del jefe del Estado Mayor General, el general Ludwig Beck, durante la crisis checa de 1938. Hitler comentaría hacia el final de la guerra su creencia de que había sido un error su nombramiento de canciller en enero de 1933, asegurando que si hubiera esperado a que la República de Weimar cayera por su propio peso, entonces él habría sido elegido presidente del Reich, acelerando previamente la muerte de Hindenburg con la implacable oposición que hasta ese colapso pretendía hacer, y de esa forma habría eliminado sin dudar un instante a gente como Hammerstein-Equord, Beck y otros que, según él, habían sido la semilla del derrotismo y traición que le rodeaban en el momento que hacía esos comentarios. Este pasaje lo estoy citando de memoria, pero se halla en el Hitler y sus generales de Helmut Heiber (Editorial Crítica, Barcelona 2005).

Ludwig Beck estaba convencido, ya desde que el coronel Hossbach le enteró de la conferencia de Hitler con los principales jefes de la Wehrmacht en la Cancillería del Reich el 5 de noviembre de 1937, de que la política de Hitler conduciría invariablemente a la guerra, una guerra que, según él, Alemania no podría ganar. Beck también constituye, en mi opinión, el único ejemplo de un jefe militar alemán que irrumpió vehementemente en el nivel estratégico de la guerra. Cuando se fue haciendo evidente el peligro de una guerra inminente contra Checoslovaquia, durante la primavera-verano de 1938, Beck comenzó a elaborar una serie de memorandos cuyas conclusiones eran un abierto contrapunto a los objetivos de Hitler.

Para seguir la cronología y contenido de los memorandos de Beck durante ese período no conozco trabajo más exhaustivo que el de Peter Hoffmann, The History of the German Resistance 1933-1945 [McGill-Queen's University Press, 3ª Edición (September 1996)]. En su capítulo 6, titulado Beck’s Plans, se basa lo que sigue a continuación.

En los primeros memorandos, Beck subrayaba las razones por las que una guerra mundial conduciría inevitablemente a Alemania y a toda Europa a una catástrofe. El 5 de mayo de 1938 Beck entregó su primer memorando al general Brauchitsch, comandante en jefe del Heer. Según Hoffmann, al principio Beck creía que podía influir en Hitler persuadiéndolo para que moderara sus planes, y lo quería hacer como Jefe del Estado Mayor General, no como un ciudadano privado. Por esa razón no había dimitido cuando la crisis de Fritsch, su antiguo inmediato superior. Brauchitsch, por otra parte, no había realizado ningún esfuerzo por la reincorporación de Fritsch cuando éste fue rehabilitado más tarde por un tribunal de Justicia Militar, donde se demostró lo infundado de las acusaciones que se habían realizado sobre el antiguo comandante en jefe del Heer. Ese sería un buen momento para que Beck hubiese presentado su dimisión, pero al hacerlo perdería la oportunidad de intentar conseguir la reincorporación de Fritsch desde dentro y, fundamentalmente, la de enfrentarse como Jefe del Estado Mayor General a Hitler.

Bien, en su memorando de 5 de mayo de 1938, Beck declaraba que, debido a la progresiva debilidad del Japón como resultado de sus campañas en el Extremo Oriente, Gran Bretaña y la Unión Soviética tenían sus manos cada vez más libres en Europa, Gran Bretaña e Italia estaban mejorando sus relaciones, Gran Bretaña y Francia habían llegado a un acuerdo político y militar, y al vislumbrar ya la posibilidad de una guerra mundial estaban acelerando su rearme. Alemania estaba, pues, rodeada por enemigos potenciales. Enfrentarse a Gran Bretaña y Francia, si la invasión militar de Checoslovaquia que Hitler quería a toda costa se llevaba a cabo, suponía, según Beck, la probabilidad de una nueva guerra, pues por muchos intentos que las potencias occidentales realizasen para evitarla, no permitirían finalmente un cambio hegemónico en Europa a favor de Alemania. Beck subrayaba que Alemania carecía de los recursos necesarios para sostener una guerra prolongada; la Wehrmacht no estaría preparada en años. No había base continental para una guerra prolongada, y una solución militar para la cuestión checa era una mala solución; debía buscarse una solución política que contase con el apoyo británico.

El memorando de Beck llegó a las manos de Brauchitsch el 7 de mayo por la tarde; éste lo discutió con Keitel, quien le aconsejó que lo enviara a Hitler, pero sólo la parte concerniente a la cuestión militar. Hitler lo rechazó indignado por considerarlo en exceso pesimista. El 28 de mayo Hitler anunció a los jefes de la Wehrmacht, Beck incluido, su “decisión inalterable de destruir Checoslovaquia por medios militares en un tiempo previsible”, no excluyendo la guerra con el Oeste para ampliar la línea costera de Alemania. Beck escribió nuevamente otro memorando que entregó a Brauchitsch el 29 de mayo, donde todavía esperaba convencer a Hitler y hacerle cambiar de opinión; no era un memorando contra Hitler sino por Hitler, en opinión de Hoffmann, quien dice que Wolfgang Foerster, el biógrafo de Beck, aseguró que Beck estaba intentando “lanzar el peso del juicio militar en la balanza de la toma de decisiones políticas”. En el memorando, Beck aseguraba a Brauchitsch, cuando se lo leyó nuevamente el 30 de mayo, que era correcto que Alemania necesitaba más espacio vital (Lebensraum), como Hitler había dicho, tanto en Europa como en las áreas coloniales, y que en Europa sólo lo podía conquistar mediante la guerra. También concordaba que Checoslovaquia, en su forma actual, era intolerable para Alemania y debía ser eliminada como fuente de peligro para Alemania “si fuera necesario mediante una solución militar”. En este supuesto (solución militar) “el éxito previsto debe justificar la apuesta”. No estaba de acuerdo, sin embargo, en que, como Hitler había mantenido, Alemania fuese más fuerte en esos momentos de lo que lo era en 1914, o que pudiera sostener una lucha contra Francia y Gran Bretaña. Comparada con el ejército de 1914, la Wehrmacht era inferior en “personal, equipo y moral”. El territorio disponible no era el adecuado para una guerra en varios frentes, y con respecto a las finanzas, los víveres y las materias primas, la posición era peor incluso que la de 1917-18. El pueblo se oponía a una guerra que no fuera obviamente inevitable. Por tanto, internamente Alemania no era suficientemente fuerte, y externamente se enfrentaba a una coalición de Checoslovaquia, Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos (Beck creía que si las cosas pintaban mal para Francia y Gran Bretaña, Estados Unidos entraría en la guerra). Aunque Alemania ganase la campaña checa, perdería la guerra. Para Beck los probables éxitos iniciales no debían considerarse decisivos para la guerra en su conjunto. En realidad, Beck estaba haciendo, sin saberlo, un vaticinio muy aproximado de lo que iba a pasar posteriormente en la realidad después del 1 de septiembre de 1939.

El 30 de mayo Hitler comunicó por escrito a los comandantes en jefe de las tres armas de la Wehrmacht su decisión inalterable de destruir Checoslovaquia, ordenándoles que se preparasen para llevar a cabo la decisión a finales de septiembre. Beck escribió nuevamente otro memorando, que Brauchitsch recibió el 3 de junio, donde se ceñía a la cuestión militar para demostrar que la directriz de Hitler no podía ser cumplimentada. Apuntaba que Hitler había tomado esa decisión sin consultar al Jefe del Estado Mayor General y afirmaba que ese movimiento contra Checoslovaquia basado en la directriz de Hitler sólo podía conducir al desastre. Así que el Estado Mayor General del Heer debía rechazar la asunción de cualquier responsabilidad por las medidas basadas en esos principios. Por otra parte, Beck cambió el programa anual del Estado Mayor General ordenando, en cambio, la ejecución de unos juegos de guerra para estudiar el curso de un ataque alemán sobre Checoslovaquia en la suposición de que Francia interviniera. En el resumen, Beck demostraba que aunque la Wehrmacht derrotase a Checoslovaquia, el ejército francés, mientras tanto, habría penetrado profundamente en territorio alemán, no pudiendo eludir la derrota posterior. Beck concluía que el liderazgo político debía ser guiado en sus decisiones por las capacidades militares y económicas, pues de otra forma el país iría al desastre.

Brauchitsch no tomó partido ante el memorando, no contradijo a Beck pero tampoco lo apoyó. Durante la cena que tuvo lugar en el Hotel “Esplanade” en Berlín, como cierre de la conferencia que Beck dio a su audiencia militar, se demostró que no había un apoyo unánime al jefe del Estado Mayor General. Schmundt, el sucesor de Hossbach como asesor de Hitler en asuntos de la Wehrmacht, y Jeschonnek, el jefe del Estado Mayor de la Luftwaffe, creían que las ideas de Beck estaban desfasadas y no tenían en cuenta los progresos en el campo tecnológico. Pero había una mayoría que defendía a Beck y que creía que el mundo jamás permitiría una hegemonía continental de Alemania; además, decían, Rusia representaba una amenaza muy subestimada. Por otra parte, estaban seguros de que Beck seguiría los pasos de Fritsch.

El 15 de julio Beck dictó un nuevo memorando que entregó a Brauchitsch con fecha de 16 de julio. En él advertía que, tras la alocución de Daladier el 12 de julio, los escépticos en Alemania deberían estar convencidos de la determinación de Francia, y seguía con argumentos similares a los de los memorandos anteriores. Concluía diciendo que “A la luz de mis anteriores declaraciones considero como mi deber actual –en completo conocimiento del significado de semejante paso pero consciente de la responsabilidad que pesa sobre mí por mi misión oficial para la preparación y conducción de una guerra- el proponer la siguiente petición urgente: el Comandante Supremo de la Wehrmacht debe ser inducido a detener las preparaciones de la guerra que ha ordenado y a posponer su solución propuesta para la cuestión checa por la fuerza hasta que las condiciones militares hayan cambiado radicalmente. En el presente yo no puedo ver perspectivas de éxito y esta mi opinión es compartida por todos mis subordinados Jefes Suplentes del Estado Mayor General y los jefes de secciones del Estado Mayor General, en tanto en cuanto les concierne por la preparación y conducción de la guerra contra Checoslovaquia”.

Beck buscó luego el “paso colectivo”, esto es, la incorporación de los comandantes en jefe y comandantes generales del Heer y los comandantes en jefe de la Kriegsmarine y la Luftwaffe en un frente común para decirle a Hitler que se oponían a la guerra, pues era obvio que con sólo su persona y la de Brauchitsch la oposición no llegaría a ninguna parte. “La mayoría de los altos comandantes militares debe permanecer unida detrás de este paso bajo cualquier circunstancia”, había dicho Beck. En el caso de que Hitler no respondiese positivamente a esta oposición, Beck creía que había que ir más lejos y acabar con la tiranía nazi. “Eslóganes cortos y claros: ¡Por el Führer –contra la guerra-contra la tiranía de los jefes del Partido-paz con la Iglesia-libertad de expresión-afuera con los métodos de las checas-vuelta a la política de la ley en el Reich-reducción de todas las levas a la mitad-no más construcción de palacios-viviendas para el pueblo-honestidad y simplicidad prusianas-¡”. Éste era el programa de Beck.

Al menos, el 17 de julio el vicealmirante Günther Guse, Jefe del Estado Mayor Naval, se unió a Beck dictando un memorando, donde se expresaba en términos similares a los de Beck. En una guerra de proporciones europeas, Alemania sería inevitablemente derrotada, y un ataque sobre Checoslovaquia podía conducir a un conflicto semejante. El deber de los asesores de Hitler no era ejecutar meramente sus órdenes, “sino ejercer toda la fuerza de su personalidad, aceptando todas las consecuencias, para detener un desarrollo que amenazara la existencia del Reich mientras todavía hubiera tiempo”. Guse proponía una representación combinada de las tres armas de la Wehrmacht, o al menos del Heer y la Kriegsmarine si Göring se negaba a participar. Y si esto no surtía efecto sobre Hitler, Guse, al igual que Beck, estaba dispuesto a recurrir a la fuerza.

El 29 de julio Beck se reunió con Brauchitsch y lo presionó con mucha más fuerza que en anteriores ocasiones. Beck quería que Brauchitsch dijese al Führer: “El Comandante en jefe del Heer, junto con la mayoría de sus altos comandantes generales, lamentan el no poder asumir la responsabilidad para la conducción de una guerra de esta naturaleza sin compartir la culpabilidad de ello ante el pueblo y la historia. Por tanto, si el Führer insiste en la prosecución de esta guerra, ellos, por la presente, dimiten de sus puestos”.

El 15 de agosto Hitler convocó una reunión de los comandantes en jefe de grupos de ejércitos, comandantes generales y otros grados similares en Jüteborg, lugar donde Beck esperaba que, una vez Hitler expusiera sus ideas, los generales apoyarían a Brauchitsch. Pero Brauchitsch no se mojó. Antes, el 4 de agosto, Beck había solicitado de los generales Adam y von Wietersheim para que confirmaran ante los generales del Heer las condiciones inadecuadas y la escasa capacidad defensiva de la Línea Siegfried, opiniones que corroboraban la mayoría de los comandantes, a excepción del general Reichenau, comandante en jefe del 4º Grupo de Ejércitos, y el general Ernst Busch, comandante en jefe del VIII Cuerpo de Ejército. Pero en esa conferencia, Brauchitsch ya no había leído el memorando de Beck ni la petición de éste del “paso colectivo”. Cuando unos días después, el 10 de agosto, en una reunión de altos oficiales con Hitler en el Berghof, Wietersheim y Adam sacaron a relucir las carencias de la Línea Siegfried, Hitler montó en cólera y aseguró que esas defensas debían resistir no tres semanas, sino tres años. También aprovechó Hitler para, a través de Brauchitsch, comunicarle a Beck la prohibición de que se inmiscuyera en cuestiones políticas. Cuando finalmente se celebró la reunión del 15 de agosto en Jüteborg sin que Brauchitsch presentara a Hitler el plan de Beck, éste solicitó el 18 de agosto a Brauchitsch el relevo de su puesto. El 21 de agosto se le comunicó que Hitler aceptaba su dimisión. El 27 de agosto Halder tomaba el relevo de Beck.

Con la salida del coronel-general Beck (grado con el que se retiró del Heer) el Estado Mayor General alemán ya no sería jamás lo que fue.

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Mensaje por José Luis » Mié May 10, 2006 12:28 am

En el siguiente enlace, a la mitad de la página cuando se trata la Crisis de los Sudetes, se encuentran en inglés partes de los texos de los memorandos del general Ludwig Beck, así como otras informaciones interesantes.

http://www2.bc.edu/~heineman/roadii.html

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