Testimonios

Los Campos de la Muerte del Tercer Reich

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Eckart
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Mensaje por Eckart » Dom Dic 03, 2006 9:59 pm

Lucille Eichengreen nació en Hamburgo en 1925, en una familia con raíces polacas. Fue el único miembro de su familia que sobrevivió.

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http://www.spiegel.de/international/0,1 ... 82,00.html

Entrevistador: Sra. Eichengreen, en 1941, junto con su madre y su hermana, fue deportada y llevada al gueto de Lodz. ¿Que le ocurrió a usted y a su familia allí?

Eichengreen: Mi madre murió de hambre. Murió el 13 de julio de 1942. Mi hermana Karin y yo cavamos su tumba con nuestras propias manos y la enterramos.

Entrevistador: ¿Qué le ocurrió a su hermana?

Eichengreen: Durante el llamado programa de reasentamiento, fue llevada a Chelmno y asesinada. Yo no supe esto hasta el final de la guerra. De acuerdo con las reglas de la administración de los guetos, los niños de 12 años no eran entonces suficientemente mayores para el reasentamiento. Pero luego los alemanes decidieron que todo el proceso estaba yendo demasiado lentamente, así que vinieron al gueto y tomaron a la gente que quisieron. Esto fue tres meses después de la muerte de mi madre.

Entrevistador: ¿Viste como se la llevaban?

Eichengreen: Sí. Ella permanecía en el camión y estuvo mirándome hasta que el camión se perdió de vista. Yo fui la última persona que tuvo en su vida.

Entrevistador: En el verano de 1944 el gueto de Lodz fue liquidado. ¿Qué le ocurrió a usted?

Eichengreen: Era agosto de 1944. Fuimos llevados a Auschwitz, a Birkenau.

Entrevistador: ¿Tenía alguna idea de qué esperar?

Eichengreen: No. Al principio no sabíamos nada. Palabras como "cámara de gas" y "crematorio" incluso no existían. Aunque bastante pronto la gente comenzó a susurrarse esas palabras unos a otros. Nos preguntábamos un os a otros: "¿Qué es un crematorio? ¿Qué es una cámara de gas?". Después de unos días en Birkenau nos dimos cuenta que estaban matando gente. Gaseándolos e incinerándolos. Después de todo, podíamos olerlo y ver el humo.

Entrevistador: ¿Cuanto tiempo estuve en Auschwitz?

Eichengreen: Unas pocas semanas.

Entrevistador: ¿No lo sabe exactamente?

Eichengreen: No tenía reloj, o calendario, o diario. No tenía nada, en absoluto.

Entrevistador: Entonces, ¿simplemente esperó?

Eichengreen: Sí, Tres veces al día teníamos revista. Temprano por la mañana se nos daba un pequeño trozo de pan y si teníamos suerte podíamos tener un poco de sopa por la tarde. Había quinientas mujeres de nosotras en cada pequeña barraca.

Entrevistador: ¿Qué pasó después?

Eichengreen: un día fuimos llevadas a Hamburgo y puestas en el campo de trabajo Dassauer Ufer, un campo satélite del campo de concentración de Neuengamme. Dormíamos en el suelo de un almacén vacío y cada noche guardias de la SS nos llevaban a trabajar a los astilleros alemanes Blohm und Voss.

Entrevistador: ¿A retirar escombros?

Eichengreen: Sí. El trabajo era duro, porque era invierno –nevaba y llovía. Sólo teníamos ropa desgarrada u algo parecido a un fino abrigo. Llevaba una raya amarilla, que iba de arriba a abajo. Llevábamos las cabezas rapadas y hacia realmente frío. Todas acabamos con neumonía y tuberculosis, y seguíamos trabajando con las manos sangrando. Al final nos llevaron a todas a un gran campo de reunión, a Bergen Belsen, probablemente por que la guerra estaba llegando al final.

Entrevistador: ¿Y eso fue cuando el campo había sido prácticamente abandonado a su suerte, sólo unas semanas antes de la liberación?

Eichengreen: Sí. Había gran escasez de alimentos. Había quedado apenas ningún alimento. Los muertos yacían en por el suelo y había cuerpos en cada barraca.

Entrevistador: ¿Como afrontó algo como eso? Usted tenía sólo 20 años en ese momento.

Eichengreen: Lo adviertes, lo ves, lo hueles, y luego miras hacia otro sitio. Sabíamos que no era posible permanecer con vida por mucho tiempo en Bergen Belsen.

Entrevistador: ¿Cuando se dio cuenta por primera vez que la guerra estaba cerca de acabar?

Eichengreen: la primera señal fue que los guardias de la SS en Bergen Belsen empezaron a llevar un brazalete blanco. Pero no nos dimos cuenta hasta más tarde lo que esto significaba. Los habíamos visto ya llevar brazaletes negros de luto por alguien. ¿Pero por qué brazaletes blancos? Fue sólo cuando los tanques rodaron por la calle principal del campo, y los británicos salieron, cuando nos dimos cuenta de que se había acabado. Fuimos muy felices durante un minuto. Pero seguidamente vino el pensamiento: ¿Dónde está mi familia? ¿Dónde están las otras familias? Mi amiga había perdido a su padre y a su madre. Yo había perdido a mis padres, mi hermana, mi tío, mi tía. Todos. Luego todos preguntamos: "¿Cuándo podremos tener un poco de agua y algo para comer?".

Fuente: http://www.spiegel.de/international/0,1 ... 82,00.html
Última edición por Eckart el Lun Dic 04, 2006 12:54 am, editado 2 veces en total.
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Ernst Michel

Mensaje por Eckart » Dom Dic 03, 2006 10:05 pm

Ernst Michel pasó de escribir certificados de muerte en Auschwitz a informar sobre el proceso de Núremberg. Allí, firmó sus artículos con su número de prisionero de Auschwitz. Y fue invitado a una entrevista con el nazi Hermann Göring.

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http://www.spiegel.de/international/0,1 ... 95,00.html

Entrevistador: Sr. Michel, ¿cuales son sus recuerdos del inicio de la Segunda Guerra Mundial?

Michel: Fue el dos de septiembre de 1939, y un hombre SS apareció en la puerta. Me miró y preguntó: ¿Ernst Michel? Asentí con la cabeza y dijo entonces: "Esté en la estación de tren mañana por la mañana a las 6". Intenté hacer una pregunta, pero él simplemente me dijo: "Calla". Esa tarde fue la última vez que vi a mis padres. La mañana siguiente fui llevado a mi primer campo, Fürstenwalde, para trabajar en la recogida de la patata. Más tarde fui llevado a otro campo en Paderborn.

Entrevistador: ¿Que tenía qué hacer allí?

Michel: Todo tipo de cosas: recogí basura, limpié calles. No fuimos tratados tan mal allí. Al menos no comparado con como fuimos tratados en Auschwitz más tarde. Simplemente teníamos que trabajar duro. Después de unos nueve meses fui llevado a Auschwitz en un tren de ganado. El viaje duró cuatro días y cinco noches. Nunca había oído sobre Auschwitz antes, así que no sabía lo que significaba ser llevado allí. Había como un extraño olor en el aire.

Entrevistador: Usted ha dicho en el pasado que realmente no le gusta hablar sobre Auschwitz.

Michel: ¡Oh!, ya sabe, en una conversación privada no es tan malo. Pero realmente no me gusta discutirlo publicamente. Auschwitz fue completa y llanamente un infierno. Hoy todavía no sé como conseguí sobrevivirle.

Entrevistador: ¿A qué parte de Auschwitz le llevaron?

Michel: A Monowitz, que es donde construyeron Buna, la factoría para hacer goma sintética. Un día fui golpeado en la cabeza por un miembro de la SS, la herida se infectó y comenzó a supurar. Así que fui obligado a ir al hospital del campo, que normalmente debías evitar a toda costa, ya que estar allí era increíblemente peligroso. Pero no tuve otra elección. Mientras estaba en el hospital un señor bien vestido apareció buscando gente que tuviera buena caligrafía, lo cual yo tenía.

Entrevistador: ¿Qué tuvo que hacer?

Michel: Tuve que escribir documentos y rellenar certificados de defunción. Por supuesto, las razones de las muertes que teníamos que dar nunca fueron "la cámara de gas". Escribímos "debilidad mental" o "insuficiencia cardíaca".

Entrevistador: Aunque eso también fue causa de la muerte de muchos prisioneros

Michel: Por supuesto. Mi mejor amigo, Walter, murió así en el hospital del campo, ante mis ojos. Lo conocía de Mannheim. En la actualidad, cada vez que hablo de Auschwitz, es parcialmente porque me juré a mí mismo que su sufrimiento nunca debería de ser olvidado.

Entrevistador: Tras la guerra usted cubrió el proceso de Núremberg para una agencia de noticias. ¿Reveló alguna vez a sus lectores que usted mismo había estado en Auschwitz?

Michel: Sí. El encabezamiento que empleaba en mis artículos era "Corresponsal especial Ernst Michel. Número de Auschwitz 104995". Dejé que los periódicos decidieran si querían usarlo o no. Algunos editores lo dejaron, y otros, por supuesto, decidieron que no.

Entrevistador: El cubrimiento de un reportaje ha de ser lo más objetivo posible, y libre de emociones personales. ¿Eso fue posible incluso para usted?

Michel: Es cierto que eso fue muy dificultoso. Pero yo lo hice. Tuve que hacerlo. Ya sabes, todos ellos sentados justo a algunos metros de mí: Göring, Hess, Keitel, Kaltenbrunner, Streicher. Hubo momentos en los que no quería nada m´s que saltar y cogerlos del cuello. Me preguntaba a mí mismo: ¿Cómo me pudísteis hacerme? ¿Qué os hicieron mi padre, mi madre o mi amigo Walter? Pero entonces un día el abogado de Göring vino de repente durante un receso en el juicio, y dijo que Göring quería conocer personalmente a este prisionero de Auschwitz, Ernts Michel, cuyos artículos iban apareciendo en la prensa.

Entrevistador: ¿Se le permitió alguna vez entrevistar a alguno de los acusados?

Michel: No, por supuesto que no. El abogado me hizo prometer que noe scribiría ni una línea sobre esta reunión. Así que fuimos a la celda de Göring y se abrió la puerta. Göring sonrió, vino hacia mí y quiso darme la mano. En ese momento, de pronto me quedé helado. No pude moverme. Miré su mano, su cara, y después su mano otra vez, y luego simplemente di media vuelta. No pude hacerlo. Sencillamente, no podía hablar a este hombre. Ni una sóla palabra.

Entrevistador: ¿Se arrepintió más tarde de no haberle hablado?

Michel: No. Fue una reacción completamente normal. Este hombre el nazi de más alto rango todavía vivo. Pero todavía puedo recordar la atónita expresión en la cara de Göring cuando me fui de la celda. Un policía militar me acompaño afuera. Así que esta fue mi entrevista con Göring, apuesto a que nadie le ha contado una historia como esta antes, ¿no?

Fuente: http://www.spiegel.de/international/0,1 ... 95,00.html
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Agnes Sassoon

Mensaje por Eckart » Lun Dic 04, 2006 12:53 am

Agnes Sassoon fue sacada de la escuela un día, en Budapest, y enviada a un viaje por el sistema de campos de concentración nazi. Este acabó en Bergen Belsen –llegó en una ambulancia tras haber sido disparada en el camino desde Dachau.

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http://www.spiegel.de/international/0,1 ... 84,00.html

Entrevistador: Sra. Sassoon, ¿cómo llegó a ser separada de sus padres?

Sassoon: En octubre de 1944 yo asistía a una escuela judía en Budapest, la cual estaba alojada en una sinagoga. Un día, mientras salíamos tras las clases, vimos montones de grandes camiones enfrente de la escuela. Pertenecían al Partido de la Cruz de Flecha, que eran los nazis húngaros. Los hombres nos condujeron dentro de los camiones, niños en uno, las mujeres jóvenes, madres y profesoras en otro. Y luego, de repente, una mujer alta y guapa, llamada Aranka, que yo no conocía, me cogió de la mano y me susurró que debía decir yo era de ella. Así es como acabé junto con ella en el camión de los adultos. Esa fue la última vez que alguien oyó sobre los niños del otro vehículo.

Entrevistador: ¿Se les dijo algo a sus padres?

Sassoon: Por supuesto que no. Fuimos obligados a marcar durante semanas. Unas veces éramos transportados en vehículos, otras veces nos metían en coches de ganado. Era terrible y no había aseos. Fue un milagro que nadie cogiera el tifus. Helaba y yo veía las viejas y a las débiles morir justo ante mis ojos. Aranka también empezó a parecer más y más enferma y un día fuimos separadas la una de la otra.

Entrevistador: ¿Puede recordar la llegada a Dachau?

Sassoon: ¡Oh sí, sí! Incluso antes de entrar por la puerta vimos a un hombre que parecía tan miserable y hambriento que es imposible describirle. Y había esos perros ladrando por todas partes, con hombre gritando "¡Vamos!, ¡Vamos!, ¡Vamos!". Fue terrible. ¡Oh!, y luego comenzó todo el proceso de entrada: fuimos desinfectadas y nos raparon la cabeza. Me metieron en un gran barreño de madera lleno de agua tibia. Todo el tiempo los guardias estaban golpeando al azar a los prisioneros. De algún modo entré en pánico y comencé a gritar. Yo acababa de cumplir tan sólo 11 años, así que no entendía lo que estaba pasando. Un chico alto, pálido y con aspecto de hambriento y grandes ojos vino y me dijo: "No debes gritar. Te matarán". Así que callé. Más tarde nos hicimos amigos. Su nombre era Alex. Los guardias siguieron gritando todo el tiempo. Se comportaban como animales.

Entrevistador: ¿Recuerda algún alemán que le mostrara alguna compasión por lo que estaba usted pasando?

Sassoon: No. De hecho todo lo contrario. Una vez estuve trabajando en una granja de cerdos en Baviera. Un día estaba viendo como alimentaban a las gallinas y rápidamente me metí un poco de grano en la boca. La mujer del granjero lo vio y enseguida avisó a los soldados. Un soldado me abrió la boca y brutalmente trató de sacar el grano.

Entrevistador: Eso fue durante le invierno de 1944-45. ¿Dónde estaba usted cuando acabó la guerra?

Sassoon: En Bergen-Belsen. Ya no recuerdo como y desde donde fui llevada allí. Creo que tuvimos que andar todo el camino. Un día, mientras íbamos marchando en fila, caí de repente exhausta. Un soldado vino hacia mi, pareciendo realmente amigable, y dijo: "Continúa, pequeña. Siéntate y descansa". Estuve sentada apenas un minuto a un lado de la carretera y me disparó.

Entrevistador: ¿Le disparó? ¿tal cual?

Sassoon: Sí. Tal vez pensó que yo era demasiado débil. Pero yo no podía seguir más. Quede atrás y sólo seguí cuando el siguiente grupo en marcha llegó y me descubrió. Eran prisioneros de guerra Franceses. El soldado me había disparado en la pierna y estaba sangrando. Los prisioneros franceses quisieron llevarme, pero al principio los alemanes no lo permitirían. Luego accedieron y fui metida en una ambulancia y se me dio tratamiento de urgencia. Puedes ver la cicatriz aquí. Realmente, nunca fue tratada apropiadamente.

Entrevistador: ¿Así que le llevaron en ambulancia a Bergen Belsen?

Sassoon: Sí. Aunque está todo muy vago en mi memoria, estaba sufriendo yo mucho dolor. Todavía puedo recordar las pilas de cuerpos, el odor y el olor de la cremación. Todo estaba en proceso de venirse abajo.

Entrevistador: ¿Como actuaron los guardias alemanes?

Sassoon: Brutalmente. Una vez encontré una patata y quise asarla en as cenizas de un fuego. Un guardia femenino me vio y me dijo muy agradablemente que pusiera la mano cerca del fuego para que pudiera calentarme. Era muy impresionante. Una mujer alta de ojos azules. Todavía puedo ver sus bonitos dientes blancos. Repentinamente aplastó su bota sobre mi pequeña mano en el fuego. Mis dedos se rompieron y toda la piel se quemó. Un miedo terrible me entró en el cuerpo. La gente me dijo más tarde que esta debió de ser la infame Irma Grese. No sabía que las mujeres podían ser tan crueles.

Fuente: http://www.spiegel.de/international/0,1 ... 84,00.html[/img]
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Mensaje por Eckart » Sab Dic 09, 2006 7:26 pm

Oldrich Stransky creció en una familia judía checa. Los nazis mataron a sus padres y a su hermano y le deportaron a Auschwitz.

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http://www.spiegel.de/international/0,1 ... 86,00.html

Entrevistador: ¿Era conciente de su pasado judío mientras creció?

Stransky: Bien, yo crecí en una familia judía en Brüx, después en Cesky Brod. Estaba suficientemente claro. Pero mi padre ni siquiera nos registró a mi hermano o a mí en la comunidad judía.

Entrevistador: ¿Él era miembro?

Stransky: No, mi padre había dejado ya la comunidad. No tenía confesión religiosa. Mi padre siempre dijo: "Puedes buscar una religión hasta que eres lo suficientemente inteligente". Yo aun no soy bastante inteligente.

Entrevistador: ¿Entonces fue, en primera instancia, el régimen nazi el que le impuso una identidad judía?

Entrevistador: Sí, se podría decir eso. En el verano de 1941, los nazis ordenaron al Consejo Judío de Praga producir jóvenes judíos capaces de trabajar. El presidente de la comunidad judía en Cesky Brod fue a mi padre y le dijo: "Tienes algo para nosotros, ¿no?". Y así acabé yo en Lipa, en un campo llamado "de reeducación". Pero era realmente una granja donde se producían alimentos para los SS. Se suponía que tenía que estar tres meses. Pero el día que dije adiós a mis padres y hermanos fue la última vez que ví a mi familia.

Entrevistador: ¿Sabe cuando y donde mataron los nazis a sus padres y hermano?

Stransky: Fueron llevados de Theresinenstadt y a Majdanek en julio de 1942. Mi madre fue enseguida a la cámara de gas. Mi padre y mi hermano trabajaron hasta la muerte haciendo carreteras.

Entrevistador: Así que usted estuvo en Lipa más de tres meses.

Stransky: Sí. Por suerte, casi se puede decir. Porque yo estaba relativamente bien allí, había suficiente para comer. Fui enviado a Theresienstadt sólo dos años más tarde, en Septiembre de 1943.

Entrevistador: Las condiciones allí eran mucho peores.

Stransky: Si. Desafortunadamente, eso no queda suficientemente claro en la exposición realizada allí actualmente. Se pone mucho más énfasis en recordar a la gente las atracciones culturales que se ofrecen allí –teatro, música y todo eso. Pero lo que le pasó a los viejos en Theresienstadt -y a los niños y discapacitados también- es apenas mostrado. Miles murieron ante nuestros ojos. La comida era mala, las condiciones higiénicas eran pobres. Realmente, todo eso fue terrible.

Entrevistador: ¿Sabía que podría ser peor cuando le dijeron que iba a ser enviado a Auschwitz?

Stransky: No. Ya sabe, yo tenía 22 años. Cuando se es joven uno se dice a sí mismo: no importa donde me lleven, no hay necesidad de tener miedo. Puedo trabajar, tengo buena salud, después de todo.
Entrevistador: ¿Cuando se dio cuenta de que eso no era válido para Auschwitz?

Stransky: Cuando llegué a la estación de tren de allí. La gente de las SS nos metió a golpes en camiones y nos levó a Birkenau. Entonces, en diciembre de 1943, la rampa en Birkenau no existía aun. Yo pinté la escena. (Stransky señala su cuadro).

Entrevistador: ¿Cuando pintó el cuadro?

Stransky: Sólo en 1989. Siempre he pintado, incluso desde que volví del campo de concentración. Sólo pinto por placer, con un lápiz. Pero entonces participé en un curso de pintura. Quise grabar las escenas decisivas de Auschwitz -la puerta con las palabras "Arbeit Macht Frei" por aquí, los presos trabajando por allí, y los SS por allá.

Entrevistador: ¿Y cuándo se dio cuenta de que la SS estaba gaseando a gente en Auschwitz?

Stransky: Mire, cuando nos llevaron al campo en el camión, vimos vallas con alambre de espino a ambos lados, torres con hombres SS y focos que iluminaban completamente el campo, todo eso era bastante normal. Pero cuando fuimos a las barracas y nos reencontramos con la gente que conocíamos de Theresiendstadt, vimos la diferencia. Lo miserables que parecían, como se habían deteriorado sus condiciones. Al final me encontré con mi viejo amigo Franta Piritz. Había estado en Auschwitz tres meses más que yo, y él sabía acerca de las cámaras de gas, por supuesto.

Entrevistador: ¿Qué hizo usted en Auschwitz¿

Stransky: Hice carreteras. Fue terrible. Había barro por todas partes. Transportábamos las rocas en una cuba. Puede verlo allí en el cuadro, en la esquina izquierda. Trabajábamos 10, 12 horas diarias, no importaba como estuviera el tiempo. E íbamos vestidos muy mal. Pero yo tuve suerte en eso también. Un día después de nuestra llegada, tuvimos que entregar todas nuestras ropas y se nos dieron otras. Y cuando metí la mano en el bolsillo derecho, ¡encontré dos billetes de 120 dólares!

Entrevistador: ¿El anterior propietario los había olvidado?

Stransky: Probablemente había sido enviado a la cámara de gas. La chaqueta también llevaba una etiqueta de Ámsterdam. Perteneció probablemente a un judío Holandés. En cualquier caso tú podías obtener muchos cigarrillos por ese dinero. Era la moneda secreta en el campo. Podía intercambiar cinco cigarrillos por sopa o un corte de carne.

Entrevistador: ¿Cuando fue tatuado en tu brazo el número del campo de concentración?

Stransky: Cuando tuve que desvestirme completamente. Había algunos presos polacos que nos afeitaron –nuestras cabezas, nuestros cuerpos al completo, todo. Luego vino el número. Muchos trataron de lavarlo del algún modo. Pero yo pensé: si sobrevivo, no tengo que estar avergonzado, y si no, entonces no importa. Pero hubo momentos –más tarde, en los años 50, cuando los comunistas escenificaron aquí juicios-espectáculo antisemitas. En esa época, yo únicamente vestía con manga larga, sólo por estar a salvo

Fuente: http://www.spiegel.de/international/0,1 ... 86,00.html
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enigma
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Testimonios de víctimas residentes en Chile

Mensaje por enigma » Dom May 13, 2007 7:06 pm

Amigos foristas: les participo de un interesante reportaje poblicado en el diario "La Nación" de Santiago, el 13 de Mayo de 2007:

Javier García
Nación Domingo

A PASOS DEL HORROR

Agnes Weber estuvo en Auschwitz a fines de la Segunda Guerra Mundial. Ella, su madre y su hermana fueron parte de las más de 300 mil personas que por esos años arribaron al campo de concentración y exterminio. Su historia y su voz se unen junto a la del escritor Rafael Gumucio para construir el texto. “Me enviaron las grabaciones, porque yo estaba en Estados Unidos. Las entrevistas fueron muy reveladoras, Agnes me pareció una persona muy vital, a pesar de que la historia que contaba era terrible”.

El escritor Francisco Mouat viajó a Concepción para reunirse con Américo Grunwald. “Conocerlo fue un regalo. Un sujeto admirable, amable y de buen humor, que no parece haber vivido tan de cerca el horror y la crueldad a que puede llegar la especie humana”, cuenta el autor de “Crónicas ociosas”.

Mientras, Marcela Aguilar se reunió con Eva Singer. “Son pocos los objetos que guarda de su vida pasada. La guerra se llevó todo”.

Saúl Gloger es entrevistado por el cronista Roberto Merino, y Elie Alevy es retratada por Marco Antonio de la Parra, quien realizó una narración fragmentada que comienza así: “Les dijeron que todo sería mejor. Que no necesitarían nada. Que llevaran lo de mayor valor, pocas cosas, en sus maletas, una por persona”.



EL CRONISTA FASCISTA

Publicado por editorial Sudamericana, el volumen de 260 páginas estuvo a cargo del escritor Germán Marín, quien trabajó en conjunto con el Instituto Chileno-Israelí. “Muchos judíos emigraron después de la guerra a Chile huyendo de su propia experiencia, que el territorio les hacía recordar, las que dependían mucho de los campos de prisioneros donde estuviesen”, cuenta Marín, y agrega que dentro del proceso de elección para dar sus testimonios, “algunas personas elegidas no quisieron participar, porque no querían rememorar, les resultaba muy doloroso. Otros, ya por edad, tenían borrado el tema y sólo estaban viviendo el presente”.

Pero Marín pensó que las experiencias de estas personas no se agotaban con su llegada al país. Por eso le pidió al narrador Roberto Brodsky que escribiera “El arte de ser judío en Chile”, donde apunta: “En 1940 se cursaron mil quinientos visados de ingreso sin que mediaran siquiera las solicitudes de rigor, lo que concluyó con una investigación parlamentaria. (...) Justo cuando los judíos más lo necesitaban, entre los años 1941 y 1945, las puertas del país quedaron cerradas a cal y canto”.

Además, Brodsky averiguó, que a meses del golpe de Estado de Pinochet, la comunidad judía donó una alta suma de dinero para la llamada “reconstrucción nacional”, y así evitar hechos antisemitas. “La comunidad judía pinochetista fue paradójica y sorprendente. Pero creo que estaba alimentada por el terror”, explica el único de los autores del libro que tiene ascendencia judía.

Un caso que salió a la luz con el tema es el patente antisemitismo del escritor y cronista Joaquín Edwards Bello. “Me llamó muchísimo la atención encontrarme con un Edwards Bello francamente antisemita. Yo había leído cosas, que eran una suerte de broma, pero buscando me encontré que nuestro maestro criollo era incluso furiosamente antijudío. Por ejemplo, en el ascenso del nazismo en Italia y Alemania se mostró muy poco lúcido. Su muestra profascista es bastante intolerante. Fue nuestro maestro cronista fascista”, explica Brodsky, quien también ha leído “Mi lucha”, de Hitler. En ese libro el Führer sentencia: “Nuestra fuerza es nuestra brutalidad”. La misma que le demostró a Jesse Owens, en los Juegos Olímpicos de 1936. El atleta afroamericano se llevó prácticamente todas las medallas. LCD


VOCES DE JUDÍOS EN CHILE

EVA SINGER:

Actualmente tiene 75 años. A los 14 la enviaron a Auschwitz. Llegó a Chile en julio de 1957.

“Una alemana me regaló una bata, y de repente se dieron cuenta, me preguntaron de dónde la saqué y cuando les dije, al poco tiempo desapareció la mujer. Por eso digo que había gente mala y otra que no se atrevía a ayudar, porque tenían miedo de terminar como nosotros. (...) Un día los alemanes cocieron papas y nos dejaron las aguas en la cocina. Nosotros echamos las cáscaras y preparamos una sopa, pero ellos se dieron cuenta y a la siguiente vez la botaron en la tierra, hasta el agua de las papas, para que no pudiéramos aprovecharla”.



AMÉRICO GRUNWALD:

Nació en Rumania en 1923. Llegó a Chile en enero de 1948. Actualmente vive en Concepción.

“El viaje en tren a Auschwitz duró tres días, porque había líneas férreas bombardeadas, entonces el tren se detenía y había que reparar las líneas. Nunca nos abrieron las puertas de los trenes. Nunca. Nunca vimos adónde íbamos. Pedíamos agua a gritos cuando el tren se detenía y no nos daban nada. Al final ya nadie se quejaba, porque no había a quién quejarse. Ese viaje en tren fue una pesadilla. Algunos de nosotros nos sentábamos encima de los muertos”.



SAÚL GLOGER:

Llegó a Chile en 1947. Actualmente tiene 87 años y vive en el barrio El Golf.

“En la prisión estaban torturando a la gente. Nos hacían cavar hoyos en la tierra con la boca. Pero ahí encontré al jefe que yo había tenido durante tres años, cuando trabajaba como aprendiz de tornero mecánico. (...) Los judíos estaban tirados como marraquetas por el suelo, como animales. Yo estaba en una celda con otro, entró uno y preguntó si tenía a alguien conocido en Czortków. Yo dije que tenía una polola. Entonces me acusó de quererlo sobornar. Era una trampa. Me llamaron, me sacaron y entre dos o tres me pegaron hasta que se cansaron, hasta que la sangre corrió”.



ELIE ALEVY:

Lleva en su brazo tatuado el número: 120693. Al primer país del continente que llegó fue a Brasil. Luego México, Argentina, hasta instalarse en Chile.

“Mi madre, antes de salir del vagón, me encargó su anillo con un pequeño brillantito que yo ocultaba en mi ano en cada revisión. (...) Me prepararon para la selección de esa noche, para el viaje a Varsovia. Como ya no tenía miedo de morir decidí no presentarme en esa selección. Como nos perseguían con perros que eran capaces de alcanzar varios kilómetros para atrapar al que intentaba fugarse, me sumergí en una fosa de excrementos. Escondí la ropa y esperé hasta que terminara la selección”.



AGNES WEBER:

Llegó en barco a Chile, embarazada de su primer hijo. Apenas hablaba español. Ahora vive en un departamento en Santiago Oriente.

“Nos llevaron en un tren a las personas del gueto, sin agua, sin comida, en el tren de los caballos. Era terrible. La gente gritaba, se quejaba, lloraba. Dos días hasta llegar a Auschwitz. Pero como estábamos mi mamá y mi hermana juntos nos encuncunamos bien y no nos pasó nada. Andábamos bien vestidos para el invierno. Hasta guantes teníamos. Después de dos días sin comer y sin agua, nos bajaron del tren los SS. Nos llevaron a una sala grande y nos empilucharon a todos. Nos quitaron las ropas, las joyas, las carteras, los pasaportes, todo nos quitaron”.

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Mensaje por TMV » Lun Nov 26, 2007 7:01 pm

Tengo un nudo en la garganta, "glups"

Gracias Eckart y Enigma por compartirlo con nosotros.

Toni
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Shindler
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Mensaje por Shindler » Lun Jun 23, 2008 7:51 pm

Testimonio de Yakov Drachman entrevistado en la exposisión Shoa en Montevideo Uruguay para el programa televisivo "Cámara Testigo".

¿Sr. Yakov que recuerda de Auschwitz?

Mucho dolor, mucha miseria y miedo mucho miedo.

¿Que cosas vivía un "prisionero" en Auschwitz?

Cosas inexplicables, uno no sabía si viviría un día más. Yo era un niño y para sobrevivir robaba comida como podía. Comida que luego cambiaba por ropas, ya que el invierno era muy frío, siempre había alguien dispuesto a cambiar un trozo de pan duro por una camiseta u otro tipo de ropas. Recuerdo una vez que me descubrieron tratando de robar sopa, el guardia me dijo ¿Quieres sopa niño judío? y sin vacilar me metió dentro de la olla, casi me ahoga, pensé que era el final. Pero me soltó y pude huir. Estaba tan asustado que cuando me dí cuenta tenía a dos personas lambiéndome la sopa que escurría de mi cuerpo. Algo horrible.

¿Cómo fué el ingreso a Auschwitz?

Confuso, luego de horas de viaje en tren, cuando llegamos nos dijeron muy amablemente que nos quedáramos tranquilos y que obedeciéramos las órdenes, que nada nos ocurriría. Pero más tarde los que estaban desde antes ahi, nos comenzaron a poner al tanto de todo y se nos mostró la chimenea, sin palabras, sólo se salía de allí por ellas. Luego se nos dijo que no era el único campo, que existían otros más allá de los bosques. La amabilidad se transformó en violencia, éramos ganado. Nos golpeaban, nos maltrataban, nos insultaban.

¿Que recuerda de la liberación?

Para mí era difícil de creer ¿Ya éramos libres? Recuerdo que se corrió la voz que un soldado aliado nos había liberado, no entendía como un solo hombre pudo liberarnos pero lo cierto es que así fué.

¿Que hizo luego de saber que era libre?

Bueno, yo y un grupo comenzamos a caminar a un pueblo en donde nos recibieron de la cruz roja, pero ahí también pasaron cosas increíbles.

¿Que pasó?

La gente, esquelética y con un hambre descomunal, comía sin medida y muchos morían de tanto comer, recuerdo que pisaba sangre ya que muchos morían de tifus y la Cruz Roja se veía desbordada. No sabía por dónde comenzar ni que hacer.

¿Y luego, cómo terminó todo?

Mire, tratamos de salir del país pero muchos países no nos dejaron entrar, recuerdo que mi Padre mencionó que en Uruguay teníamos unos parientes y bueno por suerte no nos cerraron las puertas y nos reencontramos con familia luego de tanto sufrimiento.

Una última reflexión.

(Unos minutos de emoción y silencio acompañado de lágrimas).
No sé que decir...

Gracias Sr. Yakov

Gracias a usted.



Gracias por estar
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Mensaje por TMV » Lun Jun 23, 2008 8:28 pm

Testimonios así, como los anteriores y otros hacen que nuestro foro sea grande.

Gracias por estar y compartirlo.

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Mensaje por Mike » Jue Ago 21, 2008 6:06 am

Esta (como miles de historias) es terrible y nos habla de lo que el hombre puede llegar a hacer. Por otra parte es importante destacar que NO FUERON los ALEMANES los inventores del campo de concentracion...sino los ingleses. Todos los paises lo utilizaban (los EEUU albergaron en uno de ellos a TODOS los AMERICANOS de origen japones luego de Pearl Harbour) pero claro...ellos son "los buenos"

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Mensaje por Eckart » Sab Ago 23, 2008 7:09 am

mike escribió:Esta (como miles de historias) es terrible y nos habla de lo que el hombre puede llegar a hacer. Por otra parte es importante destacar que NO FUERON los ALEMANES los inventores del campo de concentracion...sino los ingleses. Todos los paises lo utilizaban (los EEUU albergaron en uno de ellos a TODOS los AMERICANOS de origen japones luego de Pearl Harbour) pero claro...ellos son "los buenos"
La cuestión no radica en quien inventó algo, si no en la manera en que se empleó. Y, hasta donde yo sé, no existe en el contexto de la Segunda Guerra Mundial ningún Treblinka -con su sistema industrial, en cadena, de eliminación decretada oficialmente de ser humanos sin nigún otro objetivo añadido que el de eliminar por sistema- más que en el lado nacionalsocialista.

Respecto a lo de "buenos" y "malos", afortunadamente, allá donde existen las democracias y no una visión impuesta de las cosas, la historia la escriben los historiadores individuales a partir de sus investigaciones libres. Afortunadamete.

Un saludo.
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Mensaje por TMV » Sab Ago 23, 2008 9:27 am

mike escribió:Esta (como miles de historias) es terrible y nos habla de lo que el hombre puede llegar a hacer. Por otra parte es importante destacar que NO FUERON los ALEMANES los inventores del campo de concentracion...sino los ingleses. Todos los paises lo utilizaban (los EEUU albergaron en uno de ellos a TODOS los AMERICANOS de origen japones luego de Pearl Harbour) pero claro...ellos son "los buenos"
Buenos días mike.

En primer lugar decirte que si entendemos como Campo de Concentración aquel centro de detención o confinamiento en masa, Andersonville en 1865 fue uno de los primeros que se crearon, y se creó para encerrar a los federales durante la Guerra Civil noteamericana, pero eso no entra dentro de este contexto.

Ahora bien si nos referimos a un campo de exterminio, ese si amigo que lo inventaron los nazis. Y lo inventaron sólo para un solo propósito, "asesinar", a los judíos y a otros grupos que para ellos eran indeseables como los comunistas, gitanos, testigos de Jehová, homosexuales...

No hace falta que se expliquen las consecuencias al respecto, tienes una sección entera dentro del foro acerca de ello.

Un saludo
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a ver, aver...

Mensaje por Mike » Dom Ago 24, 2008 4:33 am

Chicos, chicos...esto es una locura. Nadie en su sano juicio puede defender o justificar las atrocidades nazis en los campos de concentracion. Pareciera que estoy defendiendo lo indefendible o que tengo una vision "complaciente" o " indulgente" hacia los nazis...por Dios !! Relean, por favor, como comence mi texto anterior...simplemente digo que fue una locura (la peor por saña, sistematizacion, numero de victimas, etc.) entre muchas otras locuras (Hiroshima y Nagasaki, por ejemplo, bombardeo a ciudades alemana sin objetivos militares, campos de concentracion americanos, etc, etc.) Lo de la "Democracia" americana es relativo, suelen tener una vara para medir sus acciones...y otra para el resto del mundo.
¿Queda clara entonces mi postura...?

Saludos a todos.
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Ah otra cosa...

Mensaje por Mike » Dom Ago 24, 2008 4:41 am

Agradezco a todos los que respondieron mi texto, el respeto con el que lo hacian, aun cuando pensaban que mi postura era tibia o poco critica con respecto al Holocausto...habla muy bien de ustedes.
Un placer compartir un foro junto a gente tan respetuosa de posturas (que insisto NO ES LA MIA) que no coinciden con las suyas.
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Mensaje por Erich Hartmann » Lun Sep 01, 2008 5:28 pm

Testimonio extraído del libro Los asesinos entre nosotros, de Simon Wiesenthal, capitulo IX, página 133:


Poco después de la guerra, estando yo en Linz, me notificaron que miles de libros de rezos judíos habían sido encontrados en el sótano de un castillo del siglo XVI, en la provincia austríaca de Estiria. El castillo estaba situado en una zona solitaria, llena de bosques y era un edificio adusto, gris, sombrío y que se desmoronaba. Un viejo portero nos llevó hasta un sótano húmedo y encendió una macilenta bombilla. Cuando nuestros ojos se hubieron acostumbrado a la pálida luz, vimos enormes montones de libros negros: biblias, libros de rezos, Talmudes. Había miles y miles de ellos, como si fuesen pilas de briquetas de coque. Los libros habían sido llevados hasta allí desde casas particulares judías y sinagogas de toda Europa pues los dueños del Tercer Reich habían planeado distribuir esos libros, posteriormente, entre las bibliotecas, universidades e institutos científicos, convertidos ya en curiosidades históricas, reliquias de una raza que ya no existía, y que algún día podían ser tan valiosos como pergaminos asirios o figurillas cretenses.

Permanecimos allí en pie mucho rato, incapaces de decir una sola palabra. Cada uno pensábamos en las incontables tragedias simbolizadas en aquel sótano húmedo: en los devotos hombres y mujeres a quienes les habían quitado aquellos libros.

El más joven de los miembros de nuestra comisión, un joven judío de Carpatorrusia que había perdido a toda su familia, recorría los montones de libros, cogiendo ahora éste, luego aquél, rozando aquel otro con sus labios, volviéndolo a poner suavemente en el montón. De pronto oí una exclamación y miré hacia atrás. Vi que el joven tenía un libro de rezos en las manos, se había quedado con los ojos fijos en la primera página y tenía blanca la cara. Se bamboleó y cayó al suelo sin conocimiento. Corrimos hacia él. Uno de nosotros tenía un poco de coñac y le hicimos tomar un sorbo. Las manos le temblaban. Recogí el libro, lo abrí y en la primera página vi una caligrafía que me pareció de mujer y de alguien que debió de escribir aquellas líneas en momentos de gran excitación:

«Acaban de llegar a la ciudad, dentro de pocos minutos estarán en nuestra casa.
Si alguien encuentra este libro, que por favor lo notifique a mi querido hermano...»

Había un espacio en blanco. Luego seguía lo que parecía ser una posdata de última
hora, escrita con prisas, casi ilegible:

«¡No nos olvides! ¡Y no olvides a nuestros asesinos! Ellos...»

La frase quedaba cortada. Cerré el libro y miré al joven, que todavía estaba pálido, pero que parecía más sosegado:

Si no le importa, quisiera quedarme con el libro —dijo—. Era de mi hermana que murió en Treblinka.


Saludos cordiales

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Mensaje por Shindler » Mar Sep 02, 2008 5:20 pm

Gracias por el testimonio Erich, me gustaría saber (fuera de tema) porque han borrado una de mis respuestas a cierto comentario, la verdad no entiendo el porque borraron sin siquiera avisarme.



Gracias por estar
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