La organización Gruber., Johann Gruber- Gusen

Los Campos de la Muerte del Tercer Reich

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La organización Gruber., Johann Gruber- Gusen

Mensaje por partisano » Mar Feb 10, 2009 9:19 pm

Hola:

Este post está extractado del libro “Los brujos del cielo” de Christian Bernadac. Al final del mismo pondré los créditos.
La organización Gruber
“En Febrero de 1940, los deportados que instalaron a seis kilómetros de Mauthausen los barracones del Komando Gusen, descubrieron un campo de ánforas romanas. Los Kapos perplejos dieron aviso a un joven oficial S.S. que coleccionaba los distintos hallazgos arqueológicos de los campos de trabajo de Mauthansen.
Las orillas del Danubio, via de paso por excelencia, han conocido prácticamente el paso de todas las civilizaciones, todas las invasiones desde la prehistoria.
Este oficial dio cuenta de sus “descubrimientos” a uno de sus antiguos profesores de la universidad de Munich.El doctor Walther Wüst, rector de esta universidad y también vicepresidente de la sociedad Ahnenerbe, encargada por Himmler de “buscar la localización, el espíritu, los actos y la herencia de la raza nórdica indo germánica”
El doctor Wüst escribió al jefe del campo de Mauthausen recomendándole que velara sobre todo por la protección y conservación de todos los vestigios arqueológicos que pusiesen hallarse. En los meses siguientes, la administración de la Ahnernebe ordenó que se crearan museos en todos los grandes campos.
El comandante Franz Zieres se propuso tener en su campo el mejor y mas rico museo de todos los campos y este museo tenia que edificarse sobre el mismo terreno del campo de ánforas; no iba a ser difícil entre los internados polacos a un especialista capaz de clasificar todos los hallazgos.En esta época si se exceptúa a los secretarios austriacos de la “oficina de trabajo” y a algunos Kapos alemanes, el resto de Gusen, eran polacos.
- Se busca…
El padre Johann Gruber, secretario, da un respingo de alegría al enterarse.
-Esto es para mí.
El padre Johann Gruber, ex director de una escuela de sordomudos en Linz, primer historiador antinazi de Austria, amigo del canciller Schusschningg, había sido arrestado desde el Anschluss.. El comandante Zieres, que lo consideraba un gran secretario, dudo un poco antes de darle el cargo de director del museo y nombrarle Kapo.
Conozco, le dijo, cada centímetro de esta region, todos los arqueólogos de Viena habíamos hecho excavaciones en los campos de Gusen hace quince años.
Aquella misma noche, pase en mano, el padre Gruber salía del campo.. Acompañado por un guardia desde luego.
Tres semanas mas tarde cruzaba solo las alambradas, hacia una visita al cura de la pequeña localidad de Mauthausen y volvía la campo con los bolsillos repletos de pan, azúcar y cigarrilos.Le dio el pan, el azúcar y una caja de hostias a un sacerdote polaco y se fue al “mercado”.
Un espacio de diez metros de ancho por veinte de largo, constantemente lleno de prisioneros harapientos: rusos, yugoslavos, letones, italianos y franceses, entre los que dominaba el elemento ruso. En este mercado – el bazar como decían los eslavos- se negociaban los cambios y las ventas más increíbles. Era una creación de los prisioneros prohibida, pero la obstinación, el instinto de conservación, o lo que les quedaba a aquellos hombres de su fuerza vital, les hacia conservarlo a pesar de la prohibición. Era la mayor victoria obtenida por los deportados sobre las reglas del campo. Aquel mercado recordaba un poco el ambiente de ciertos sórdidos zocos de Oriente o del guetto de Mogador. La moneda empleada eran los cigarrillos. Los que trabajaban en las fábricas recibían unos quince o treinta cigarrillos al mes. Algunos privilegiados, los caids, como eran llamados, conseguían muchos mas por métodos ilícitos y tolerados. La masa raramente conseguía alguno. Sólo podían procurárselos vendiendo o robando raciones u objetos útiles. Los fumadores empedernidos – rusos e italianos sobre todo – vendían por estos su escasa ración vital, que ya de por si no bastaba. Este era otro aspecto atroz de esos campos. Algunos preferían morir antes, sacrificando su escasa comida a su vicio: su pasión por el tabaco los precipitaba en la nada. Muchos se sentían incapaces de reaccionar y seguir el consejo de sus compañeros. Pues todo el que vendía su ración, aunque fuera solo alguna vez, estaba condenado a la muerte en pocas semanas. Este mercado era para los vendedores el vestíbulo del crematorio. Para los que traía los cigarrillos, el triunfo de la voluntad de vivir. Había dos aspectos en los hombres del campo de concentración: los que se abandonaban y los que luchaban.
Se vendían minúsculos trozos de carne estrujados ya por cien manos sucias, algunos pedazos de pan y trozos de margarina. Todas llevaban prudentemente la mano en el interior de sus andrajos, pues el robo estaba a la orden del día entre aquel tropel de famélicos. En cualquier momento se producía un empujón y cinco o seis individuos le tiraban a uno al suelo, le cortaban los bolsillos y en un abrir y cerrar de ojos le quitaban todos sus tesoros. ¡Y que tesoros! Un pañuelo viejo, un calcetín, una caja de cigarrillos, un cuchillo hecho fraudulentamente en la fábrica o un cinturón de cuero. De repente se oía un “sálvese quien pueda”. Entres segundos aquel centenar de hombres reunidos allí se perdían en todas las direcciones. Un jefe de block llegaba corriendo con una porra o un látigo y comenzaban a llover los golpes. Cinco minutos después, tras haber pasado el vendaval volvía el mercado de los picaros.
Iban pasando los días penosamente y el pequeño comercio de caridad del padre Gruber crecía día a día. Muy pronto se convirtió en” papa Gruber”, un papa Gruber unánimemente amado y admirado, pues contentaba a todos.
Empujados por el ejemplo y el hambre, los deportados se sentían extrañamente atraídos hacia el robo. Todos tenían ganas de robar, muchos no pudieron resistir la tentación y siendo prisioneros robaron trozos de pan a otros prisioneros, algunos robaron cigarrillos, jerséys o un par de zapatos. A menudo se trataba de faltas leves, pero no por eso les perdonaba la comunidad. Mostrarse duro tanto para los demás como para sí era una necesidad en aquella sociedad en la que todo desfallecimiento era una derrota del hombre. Todos los deportados Vivian en Gusen una verdadera obsesión por le robo.
Algunos robaron para vivir. Otros se prostituyeron. Un buen numero de alemanes con el triangulo rosa, estaban confinados en Gusen por pederastas. Estos se limitaron a continuar ejerciendo sus prácticas. Pero otros jóvenes, rusos y polacos sobre todo se entregaron al “prominente” del campo para beneficiarse de un bienestar relativo. Como nadie podía decirles nada sin que se atrajera el odio mortal de su protector, se aprovechaban de ello para mostrarse de una arrogancia intolerable con los demás detenidos, arrogancia que les hacia parecer a los ojos de los demás todavía mas odiosos que sus propios dueños.
Para colmo de ironía, para extirpar la pederastia del campo, los alemanes hicieron construir un “Pub” en octubre-noviembre de 1942.Lo ocuparon unas diez mujeres voluntarias. :?: Los prominentes podían ir previo pago de un marco. Se podía asistir tres o cuatro veces por semana a un espectáculo alucinante, unos cincuenta hombres esperaban tranquilamente que les tocara el turno del “Pub”, la disciplina militar alemán continuaba imperando, era el mismo “raportfurer” quien reglamentaba las entradas y salidas.
Sale. Entra. Sale. Telefonea. Escribe. Los S.S., le saludan. Charla con ellos… les estrecha la mano. El señor Kapo del museo se ha convertido en el gran personaje de Gusen. Los paquetes que le manda su hermana que vive en Linz, a solo diez kilómetros del campo, le son entregados sin ninguna demora.
-Como no! Himmler ha visitado el museo y ha felicitado a Gruber.
Dos, tres meses mas tarde, el padre Gruber, que se había hecho recomendar a Himmler por uno de sus amigos, un abogado vienés , era nombrado inspector general del os museos de los campos de concentración austriacos. Estaba autorizado a salir de Gusen, una vez al mes, dos días.
El padre Gruber aprovechó las salidas, visitó a sus numerosos amigos y les pidió importantes sumas: varios deportados me han asegurado que le prestaron un año más de cinco millones. Con esos marcos, papa Gruber organizaría un fantástico tráfico. Se dio cuenta en el transcurso de sus desplazamientos de que los cigarrillos eran el artículo de lujo mas buscado por los civiles austriacos y que los paquetes de veinte, en las tiendas del mercado negro vienes, alcanzaban precios astronómicos. En Viena el padre tenía numerosos colaboradores en los medios arqueológicos a los que mandaba para que restauraran, los descubrimientos mas recientes. Con su colaboración el padre Gruber iba a convertirse en pocos meses, en uno de los “magnates de cigarrillo” y con ello salvaría a decenas de los confinados en el campo concentración.
El padre convierte en un autentico trust lo de los cigarrillos. Discretamente de Kapo en Kapo, de guardia en guardia, un paquete por aquí, otra por allí, logra tejer una verdadera red de proveedores. De lo que no se dan cuenta los vendedores es de que en Viena o en Linz recibirían el doble, quizás el triple.
El Kapo del museo, tras haber llenado las ánforas con sus adquisiciones, las manda a Viena para que sean estudiadas, limpiadas y restauradas. Cuando se las devuelven llegan con el vientre llegan con el vientre repleto de apretados fajos de billetes. El padre Gruber, con el beneficio reembolsa a sus acreedores, paga a los intermediarios y compra en el territorio del campo todo el alimento posible. Los cocineros se convierten en sus principales proveedores. A veces también el padre compra a algún guardián, algún Kapo o secretario-personaje influyente-que puede colocar al protegido en un buen Kommando.
No había nadie en el campo que no conociera a aquel hombre bajito y rechoncho que andaba siempre con prisas y daba continuamente la impresión de que le faltaba tiempo para cumplir su cometido. La organización Gruber era poderosa. Participaban en ella criminales y S.S.
El padre Gruber de vez en cuando iba a la enfermería e incluso les daba de comer a los enfermos personalmente, desplegando una verdadera paciencia maternal con los enfermos que no querían comer y esperaban la muerte como una liberación. Negarse a comer era el suicidio y la abdicación. Comer era la primera, la más elemental forma de resistencia.
En la primavera de 1943, el padre Gruber se ocupaba de unos diez deportados. Pronto iban a ser treinta, cincuenta, y a principios de 1944 sesenta.

Imagen
Johann Gruber, fuente http://1.bp.blogspot.com/-HFeWOqB3J4Y/U ... Gruber.jpg

Todas las noches, sin excepción, sea cual sea la temperatura, el padre Gruber espera en el Washraum del block 12, la vuelta del trabajo de sus protegidos, mientras distribuye personalmente los cincuenta litros que dos españoles sacan clandestinamente de la cocina para el, escucha las dolencias de cada uno, y a uno le promete encontrarle un par de zapatos, a otro una medicina…
La organización del padre cada vez adquiría mayor extensión, llegó su poder al crematorio. El padre compraba los dientes de oro que luego se transformaban en lingotes en Viena, los lingotes en billetes y los billetes en litros de sopa.
El cuatro de abril de 1944 fue arrestado a la puerta de la enfermería y arrastrado brutalmente hasta una celda del Bunker. A la misma hora, su amigo el abogado moría a manos de la Gestapo en su apartamento de Viena y todos los miembros de la red eran capturados. Registrando en el apartamento del abogado, los policías encontraron lo que estaban buscando: el manuscrito del “libro blanco” en el que relataba el tipo de vida que se llevaba en los campos de concentración y los crímenes cotidianos cometidos por los S.S.; el padre Gruber se ocupaba de redactar aquello desde hacia mas de un año.
Durante tres días el padre Gruber iba a ser torturado por el comandante Seidler y los “impermeables de cuero” llegados desde Berlín.
El viernes siete de abril, día de viernes santo. Los S.S. dijeron:
- A la misma hora que cristo, el cura se ha suicidado.
- Se ha colgado con su cinturón.
- Se ha colgado un viernes santo.
La celda estaba abierta. El cuerpo, sin cara, cuerpo desarticulado, se balanceaba de un extremo del cinturón de cuero amarillo.
Los deportados mas tarde vieron confirmadas sus sospechas. El día de la liberación al interrogar a los S.S. capturados, declararon:
-Fue el mismo comandante Seidler quien lo torturó durante tres días. El viernes santo le dijo: moriras como tu maestro a las tres. El padre se lo quedo mirando, no podía ni hablar, pero haciendo un gran esfuerzo consiguió decir. ”Gracias Dios mió”, y añadió “De todas maneras tiene la guerra perdida”.

Imagen
Placa en Linz recordando a Johann Gruber, fuente http://static.panoramio.com/photos/large/64426003.jpg

Los brujos de cielo .Christian Bernadac( Texto y foto)

Editions France. Empire 1969

Circulo de amigos de la historia, S.A.
ISBN. 84-225-01414-4(Volumen X)
D.L. SE-81-1977
Saludos.
Conocer el pasado,comprender el presente,conquistar el futuro...
El hombre nace libre,responsable y sin excusas. Jean Paul Sartre

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