Luxemburgo: alistados a la fuerza
Publicado: Dom Jun 19, 2005 12:19 am
Luxemburgo: alistados a la fuerza
Los alemanes establecen el servicio militar obligatorio en Luxemburgo. Huelga general. El «gauleiter» da orden de disparar
30 de agosto de 1942. — Las calles bullían de policías con uniforme verdoso y expresión hosca; también circulaban numerosos coches atestados de soldados extranjeros. Frente al palacio Arbed se hallaban estacionados gran número de automóviles enarbolando banderas con la cruz gamada, de todos los tamaños. Formaciones de Juventudes Hitlerianas de ambos sexos, procedentes de diversas partes del país, se dirigían al Limpertsberg, lugar de la concentración. Desde hacía varios días las fachadas de las casas mostraban carteles en los que se. convocaba a la magna concentración. A las once de la mañana les dirigía la palabra el gauleiter Símon. Circulaba el rumor de que los alemanes implantarían en Luxemburgo el servicio militar obligatorio.
El discurso del gauleiter estaba destinado a comunicar dos noticias importantes: la instauración del servicio militar obligatorio en territorio luxemburgués y el traslado al Reich de los miembros del Movimiento alemán. Los ciudadanos luxemburgueses afiliados a dicho Movimiento —unos 70.000 en total—, quedaban convertidos en súbditos alemanes desde el 31 de agosto de 1942. Los luxemburgueses que no se adhiriesen a dicho Movimiento serían declarados automáticamente apátridas.
«He tomado la decisión —manifestó el gauleiter a los dirigentes del Movimiento alemán —de solicitar al Führer la concesión de la ciudadanía alemana para los luxemburgueses, petición que ha sido aceptada. Una inmensa mayoría de luxemburgueses gozarán, por consiguiente, de la condición de ciudadanos del Reich. Hace unos años la gente estaba acostumbrada a discutir en el Parlamento asuntos sin trascendencia, pero la situación ha cambiado desde 1940, y ahora es el partido nacionalsocialista y el Movimiento alemán quienes representan la voluntad popular... No son necesarias las papeletas de votación; la voluntad de los organismos dirigentes coincide con nuestros profundos deseos, pues no en vano llevamos sangre alemana en nuestras venas... El Reich nos ha puesto bajo su protección.»
La orden por la que se instauraba el servicio militar rezaba así: «El servicio militar obligatorio comprende a los ciudadanos nacidos entre 1920 y 1924. Los incluidos en dichos reemplazos que el 10 de mayo de 1940 tuviesen nacionalidad luxemburguesa, aunque además de ésta tuvieren otra, comparecerán entre los días 1 al 15 de septiembre de 1942 en la comisaría de policía más próxima a su residencia...»
La medida provocó una oleada de indignación en todo el país. «No hemos ingresado en el Movimiento alemán para convertirnos, andando el tiempo, en esclavos del Reich. Nosotros nos adherimos al VDB en un momento en que, en realidad, no sabíamos a ciencia cierta de qué se trataba; por desdicha, se ha abusado de nuestra buena fe. Jamás nos pasó por la imaginación que el VDB tuviese como meta el convertirnos en ciudadanos alemanes; tampoco podíamos sospechar el alcance que daban los alemanes a dicho Movimiento. Los alemanes no han sido leales con nosotros; no deseamos ninguna clase de comunidad con ellos. Lo único que de corazón queremos es seguir siendo ciudadanos luxemburgueses libres.» Muchos miembros del partido nacionalsocialista intentaron darse de baja, pero se lo impidió la marcha de los acontecimientos.
El establecimiento del servicio militar obligatorio en nuestro país fue una monstruosidad por parte de los alemanes. En la conferencia de paz celebrada en La Haya en 1907 se había decretado que no podía obligarse a los ciudadanos de un país ocupado a prestar juramento de fidelidad a la potencia invasora (art.45). En agosto de 1942, Alemania estaba en guerra con Luxemburgo, toda vez que este país se la declaró en 1941. Según las normas del derecho internacional, Alemania no podía obligarnos a ingresar en filas. El hecho de que los alemanes, contra lo que establecen las leyes internacionales, obligaran a los luxemburgueses a incorporarse a filas, es una prueba de que no veían muy segura la victoria. Porque ¿qué podían significar unos miles de luxemburgueses enviados al frente en contra de su voluntad? El gauleiter, en dos apariciones en público, una en Wasserbillig y otra en Diekirch, había declarado solemnemente que durante la guerra no seria implantado el servicio militar obligatorio en Luxemburgo.
Esto y la obligación que pesaba sobre todos los afiliados al Movimiento alemán de convertirse en súbditos del Reich, fueron motivo de intensos disturbios en Esch, Ettelbríick, Diekirch y Wiltz.
De haber dispuesto de armas y con un caudillo audaz, los luxemburgueses hubiesen repetido la gesta de 1798. Al carecer de los medios necesarios, no tuvieron otro remedio que manifestar su oposición de diversas maneras. Recurrieron a la huelga general y devolvieron en masa sus documentos de afiliación al Movimiento alemán, exponiendo que nunca renunciarían a su nacionalidad luxemburguesa para convertirse en súbditos alemanes. Unos treinta mil luxemburgueses abandonaron las filas del Movimiento alemán. Los maestros se declararon en huelga, y pronto fueron imitados por los médicos de la ciudad de Luxemburgo, por los funcionarios de Correos y por los empleados del comercio y la industria.
La consigna para organizar la huelga general se transmitía verbalmente. El movimiento huelguístico surgió en todas partes y adquirió muy variadas formas. Los ferrocarriles, las fábricas, las oficinas y las escuelas, todo quedó paralizado. Las poblaciones quedaron sin suministro de leche, de verduras, etcétera. El movimiento huelguístico tuvo, naturalmente, sus dificultades para coordinar la maniobra, ya que no era posible confeccionar propaganda escrita, limitándose a la transmisión oral. No obstante las dificultades, nadie perdió la calma, y la huelga se hubiera extendido a todo el país, de no haber intervenido los alemanes con singular fiereza
.
En Wiltz la huelga se inició por obra de sus habitantes, que obligaron a los comerciantes a cerrar sus tiendas, y a los empleados administrativos a dejar sus oficinas. También los profesores fueron inducidos a suspender las clases. Se comprende, pues, que el número de víctimas de las represalias resultara tan elevado entre los moradores de Wiltz. En otros lugares la huelga se quedó en sus fases iniciales, limitándose en algunos casos a un platónico gesto de una breve pausa en el trabajo.
El gauleiter, en su miopía espiritual, no había contado con la resistencia espontánea de casi todo el pueblo luxemburgués, ya que en los actos públicos celebrados, sus palabras habían sido rubricadas por «estruendosos» aplausos. Por eso se mostraba ahora doblemente sorprendido de que el pueblo luxemburgués pudiera expresarse en otro lenguaje muy distinto, cosa que le dejaba perplejo y a lo que no estaba habituado. Perdió la cabeza hasta cometer la peor equivocación: dar orden de disparar. El, portavoz del gran pueblo germánico, estandarte de la cultura, ordenó disparar contra los indefensos luxemburgueses sólo por haber cometido el «delito» de tomarse un pequeño descanso durante el trabajo, por haber protestado ante lo que consideraban una orden injusta.
Herr gauleiter, usted hubiera conseguido dominar el movimiento huelguístico en nuestro país en unos días, si usted hubiese mantenido la calma
Pero con su pánico y su falta de visión ha perdido a la nación luxemburguesa. Antes del 1° de Septiembre, nuestra posición era harto indecisa; ojos del mundo, Luxemburgo aparecía come simpatizante de Alemania, especialmente porque sus habitantes se expresan en un dialecto del alemán
Pero con su orden de disparar, que ha tenido resonancia mundial, se ha sabido que estaban equivocados, y Luxemburgo ha conquistado la simpatía general mediante su actitud huelguística. Su orden de disparar ha sido nuestra salvación. Fue una feliz culpa de su parte, un error que ha beneficiado grandemente a los luxemburgueses. Usted ha convertido en mártires a unos luxemburgueses inocentes que no morirán nunca en la memoria de nuestros conciudadanos, y que, como Hans Carossa dijo: «.brillan después de caídos», y ese fulgor Herr gauleiter, ha resultado mortal para usted
El martes, 1°." de septiembre, los periódicos de la mañana publicaron la noticia de que en Schifflingen los trabajadores se habían declarado en huelga y que en la ciudad de Esch se había, declarado el estado de excepción y constituido un consejo de guerra. A partir del 30 de agosto disminuyó considerablemente el número de personas que ostentaban la cruz gamada. Los estudiantes de los institutos abuchearon al consejero estudíantil Lippman, que quería obligar a profesores y alumnos a lucir la svástica en clase. Las alumnas de la Escuela Superior Femenina de Esch, que se negaron a obedecer, fueron conducidas a Luxemburgo el día 3 de septiembre y encerradas es antiguo convento de monjas carmelitas, para al día siguiente ser trasladadas a Alemania. Los luxemburgueses estaban ya ahítos de ser tratados como corderos. Por otra parte, la marcha de la guerra no era demasiado propicia para los alemanes: en el frente ruso se encontraban prácticamente atascados. Todas las noches se escuchaba sobre nuestras cabezas el infernal zumbido de miles y miles de aviones que volaban hacia el Este, a machacar las ciudades alemanas.
El miércoles 2 de septiembre unos carteles de tono encarnado chillón anunciaban el estado de sitio en todo el país. En unos bandos se hacía saber que en Wiltz habían sido ejecutados dos ciudadanos: Michel Worré, funcionario, y Nikolaus Müller, secretario del Ayuntamiento, el jueves tres de setiembre. Otros carteles anunciaban qué alemanes habían fusilado a más luxemburgueses nueve en total, entre ellos a cuatro profesores de Wiltz. Las patrullas armadas recorrían las calles, de la ciudad; en los patios de los cuarteles habian dispuestos, grandes camiones para el transporte de fuerzas militares. Los acontecimientos se precipitaban. Se decía que la agitación alcanzaba todo el país. El espíritu rebelde de los antiguos guerreros luxemburgueses no se había extinguido, en tanto que el edificio del Tercer Reich se resquebrajaba. El 4 de septiembre se ejecutó a cuatro, luxemburgueses, y ocho fueron detenidos por la Gestapo. La irritación crecía por todo el ámbito del país...
El 5 de septiembre, cuatro nuevos ciudadanos sufrieron la pena capital, entre ellos el profesor: Doctor Alfous Schmit, de Echtemach; otras once personas fueron arrestadas por la Gestapo. Fueron unos días calamitosos, parecidos a aquellos de la I Revolución francesa, con la diferencia de que ésta nos trajo la libertad, mientras que la demencia nazi nos conducía a la esclavitud. El sábado, 6 de septiembre, no tuvo lugar ninguna ejecución, como tampoco el domingo, día 7. El país respiró aliviado. Se decía que en Berlín habían reprendido a los responsables luxemburgueses por haberse excedido en el cumplimiento de su misión...
El 6 de septiembre de 1942, la radio londinense difundió la nueva de que la gran duquesa de Luxemburgo y el Gobierno en el exilio habían formulado su protesta ante las grandes potencias por la implantación del servicio militar obligatorio en Luxemburgo. El domingo 7 de septiembre de 1942, el gauleiter Gustav Simón recibió a una comisión de luxemburgueses, encabezada por el profesor Kratzenberg, quien le hizo entrega de un mensaje de adhesión suscrito por treinta ciudadanos. El representante, Herr Kratzenberg, después de testimoniarle la lealtad de los luxemburgueses simpatizantes con los alemanes, dijo: «Le rogamos, Herr gauleiter, que en atención a la conducta ejemplar de nuestros compatriotas, levante inmediata-mente el estado de sitio. Le aseguramos, tanto en nuestro nombre como en el de los miembros del Movimiento alemán, nuestra inquebrantable fidelidad a Adolf Hitler, que ha liberado a Europa y a nuestra patria del peligro bolchevique, y que nos reservará un puesto en la Gran Alemania.»
Pero, como diría el poeta: «Qué gesto tan soberbio mas, ¡ay!, un gesto al fin y al cabo.» Hemos sabido que Herr Kratzenberg se encontraba de vacaciones en Estiria, y que fue llamado telegráficamente para representar esa mascarada.
En su respuesta, el gauleiter expresó su satisfacción ante el comportamiento de los ciudadanos luxemburgueses fieles al Movimiento alemán, que había reducido a los elementos levantiscos... Por fin se refirió a las medidas tomadas para sanear la atmósfera política en Luxemburgo: «Entre ellas figura la evacuación de aquellos ciudadanos luxemburgueses que, aunque de sangre alemana, no han observado un comportamiento político adecuado a quienes viven en un territorio fronterizo con el Reich. Por consiguiente, serán enviados con sus familiares a vivir en la misma nación alemana. Eso no atañe a los agitadores políticos que estos días se han pronunciado contra el Reich, haciendo con ello causa común con los bolcheviques. Estos agentes a sueldo de Moscú no tardarán en conocer los horrores del bolchevismo. Con estas y otras disposiciones, dentro de pocos meses sólo permanecerán en Luxemburgo aquellas personas que tengan clara conciencia de su estirpe alemana. Lo prometo.»
El 8 de septiembre se levantó el estado de sitio en los distritos de Diekirch y Grevenmacher.
El 9 de septiembre, un nuevo cartel anuncio el fusilamiento del tornero Eugen Biren, de Schifflingen, y que 20 personas habían sido detenidas por la Gestapo.
.
¡Ya ascendía a veinte el número de ciudadanos luxemburgueses ejecutados!
El mismo día 9 de septiembre, los periódicos lanzaron la noticia del plan de colonización de Luxemburgo. «Sería imperdonable —comentaban— que en las propias fronteras del Reich existieran personas desafectas a él. Estas familias deben ser reemplazadas por otras educadas en el pensamiento alemán. Tales traslados no deben ser interpretados como un destierro, sino que se trata de una medida política y de seguridad para las comunidades adictas que viven en las zonas fronterizas Además, con su incorporación al seno de la gran familia alemana, las personas desplazadas aprenderán a ser ciudadanos más útiles, por las
Los alemanes establecen el servicio militar obligatorio en Luxemburgo. Huelga general. El «gauleiter» da orden de disparar
30 de agosto de 1942. — Las calles bullían de policías con uniforme verdoso y expresión hosca; también circulaban numerosos coches atestados de soldados extranjeros. Frente al palacio Arbed se hallaban estacionados gran número de automóviles enarbolando banderas con la cruz gamada, de todos los tamaños. Formaciones de Juventudes Hitlerianas de ambos sexos, procedentes de diversas partes del país, se dirigían al Limpertsberg, lugar de la concentración. Desde hacía varios días las fachadas de las casas mostraban carteles en los que se. convocaba a la magna concentración. A las once de la mañana les dirigía la palabra el gauleiter Símon. Circulaba el rumor de que los alemanes implantarían en Luxemburgo el servicio militar obligatorio.
El discurso del gauleiter estaba destinado a comunicar dos noticias importantes: la instauración del servicio militar obligatorio en territorio luxemburgués y el traslado al Reich de los miembros del Movimiento alemán. Los ciudadanos luxemburgueses afiliados a dicho Movimiento —unos 70.000 en total—, quedaban convertidos en súbditos alemanes desde el 31 de agosto de 1942. Los luxemburgueses que no se adhiriesen a dicho Movimiento serían declarados automáticamente apátridas.
«He tomado la decisión —manifestó el gauleiter a los dirigentes del Movimiento alemán —de solicitar al Führer la concesión de la ciudadanía alemana para los luxemburgueses, petición que ha sido aceptada. Una inmensa mayoría de luxemburgueses gozarán, por consiguiente, de la condición de ciudadanos del Reich. Hace unos años la gente estaba acostumbrada a discutir en el Parlamento asuntos sin trascendencia, pero la situación ha cambiado desde 1940, y ahora es el partido nacionalsocialista y el Movimiento alemán quienes representan la voluntad popular... No son necesarias las papeletas de votación; la voluntad de los organismos dirigentes coincide con nuestros profundos deseos, pues no en vano llevamos sangre alemana en nuestras venas... El Reich nos ha puesto bajo su protección.»
La orden por la que se instauraba el servicio militar rezaba así: «El servicio militar obligatorio comprende a los ciudadanos nacidos entre 1920 y 1924. Los incluidos en dichos reemplazos que el 10 de mayo de 1940 tuviesen nacionalidad luxemburguesa, aunque además de ésta tuvieren otra, comparecerán entre los días 1 al 15 de septiembre de 1942 en la comisaría de policía más próxima a su residencia...»
La medida provocó una oleada de indignación en todo el país. «No hemos ingresado en el Movimiento alemán para convertirnos, andando el tiempo, en esclavos del Reich. Nosotros nos adherimos al VDB en un momento en que, en realidad, no sabíamos a ciencia cierta de qué se trataba; por desdicha, se ha abusado de nuestra buena fe. Jamás nos pasó por la imaginación que el VDB tuviese como meta el convertirnos en ciudadanos alemanes; tampoco podíamos sospechar el alcance que daban los alemanes a dicho Movimiento. Los alemanes no han sido leales con nosotros; no deseamos ninguna clase de comunidad con ellos. Lo único que de corazón queremos es seguir siendo ciudadanos luxemburgueses libres.» Muchos miembros del partido nacionalsocialista intentaron darse de baja, pero se lo impidió la marcha de los acontecimientos.
El establecimiento del servicio militar obligatorio en nuestro país fue una monstruosidad por parte de los alemanes. En la conferencia de paz celebrada en La Haya en 1907 se había decretado que no podía obligarse a los ciudadanos de un país ocupado a prestar juramento de fidelidad a la potencia invasora (art.45). En agosto de 1942, Alemania estaba en guerra con Luxemburgo, toda vez que este país se la declaró en 1941. Según las normas del derecho internacional, Alemania no podía obligarnos a ingresar en filas. El hecho de que los alemanes, contra lo que establecen las leyes internacionales, obligaran a los luxemburgueses a incorporarse a filas, es una prueba de que no veían muy segura la victoria. Porque ¿qué podían significar unos miles de luxemburgueses enviados al frente en contra de su voluntad? El gauleiter, en dos apariciones en público, una en Wasserbillig y otra en Diekirch, había declarado solemnemente que durante la guerra no seria implantado el servicio militar obligatorio en Luxemburgo.
Esto y la obligación que pesaba sobre todos los afiliados al Movimiento alemán de convertirse en súbditos del Reich, fueron motivo de intensos disturbios en Esch, Ettelbríick, Diekirch y Wiltz.
De haber dispuesto de armas y con un caudillo audaz, los luxemburgueses hubiesen repetido la gesta de 1798. Al carecer de los medios necesarios, no tuvieron otro remedio que manifestar su oposición de diversas maneras. Recurrieron a la huelga general y devolvieron en masa sus documentos de afiliación al Movimiento alemán, exponiendo que nunca renunciarían a su nacionalidad luxemburguesa para convertirse en súbditos alemanes. Unos treinta mil luxemburgueses abandonaron las filas del Movimiento alemán. Los maestros se declararon en huelga, y pronto fueron imitados por los médicos de la ciudad de Luxemburgo, por los funcionarios de Correos y por los empleados del comercio y la industria.
La consigna para organizar la huelga general se transmitía verbalmente. El movimiento huelguístico surgió en todas partes y adquirió muy variadas formas. Los ferrocarriles, las fábricas, las oficinas y las escuelas, todo quedó paralizado. Las poblaciones quedaron sin suministro de leche, de verduras, etcétera. El movimiento huelguístico tuvo, naturalmente, sus dificultades para coordinar la maniobra, ya que no era posible confeccionar propaganda escrita, limitándose a la transmisión oral. No obstante las dificultades, nadie perdió la calma, y la huelga se hubiera extendido a todo el país, de no haber intervenido los alemanes con singular fiereza
.
En Wiltz la huelga se inició por obra de sus habitantes, que obligaron a los comerciantes a cerrar sus tiendas, y a los empleados administrativos a dejar sus oficinas. También los profesores fueron inducidos a suspender las clases. Se comprende, pues, que el número de víctimas de las represalias resultara tan elevado entre los moradores de Wiltz. En otros lugares la huelga se quedó en sus fases iniciales, limitándose en algunos casos a un platónico gesto de una breve pausa en el trabajo.
El gauleiter, en su miopía espiritual, no había contado con la resistencia espontánea de casi todo el pueblo luxemburgués, ya que en los actos públicos celebrados, sus palabras habían sido rubricadas por «estruendosos» aplausos. Por eso se mostraba ahora doblemente sorprendido de que el pueblo luxemburgués pudiera expresarse en otro lenguaje muy distinto, cosa que le dejaba perplejo y a lo que no estaba habituado. Perdió la cabeza hasta cometer la peor equivocación: dar orden de disparar. El, portavoz del gran pueblo germánico, estandarte de la cultura, ordenó disparar contra los indefensos luxemburgueses sólo por haber cometido el «delito» de tomarse un pequeño descanso durante el trabajo, por haber protestado ante lo que consideraban una orden injusta.
Herr gauleiter, usted hubiera conseguido dominar el movimiento huelguístico en nuestro país en unos días, si usted hubiese mantenido la calma
Pero con su pánico y su falta de visión ha perdido a la nación luxemburguesa. Antes del 1° de Septiembre, nuestra posición era harto indecisa; ojos del mundo, Luxemburgo aparecía come simpatizante de Alemania, especialmente porque sus habitantes se expresan en un dialecto del alemán
Pero con su orden de disparar, que ha tenido resonancia mundial, se ha sabido que estaban equivocados, y Luxemburgo ha conquistado la simpatía general mediante su actitud huelguística. Su orden de disparar ha sido nuestra salvación. Fue una feliz culpa de su parte, un error que ha beneficiado grandemente a los luxemburgueses. Usted ha convertido en mártires a unos luxemburgueses inocentes que no morirán nunca en la memoria de nuestros conciudadanos, y que, como Hans Carossa dijo: «.brillan después de caídos», y ese fulgor Herr gauleiter, ha resultado mortal para usted
El martes, 1°." de septiembre, los periódicos de la mañana publicaron la noticia de que en Schifflingen los trabajadores se habían declarado en huelga y que en la ciudad de Esch se había, declarado el estado de excepción y constituido un consejo de guerra. A partir del 30 de agosto disminuyó considerablemente el número de personas que ostentaban la cruz gamada. Los estudiantes de los institutos abuchearon al consejero estudíantil Lippman, que quería obligar a profesores y alumnos a lucir la svástica en clase. Las alumnas de la Escuela Superior Femenina de Esch, que se negaron a obedecer, fueron conducidas a Luxemburgo el día 3 de septiembre y encerradas es antiguo convento de monjas carmelitas, para al día siguiente ser trasladadas a Alemania. Los luxemburgueses estaban ya ahítos de ser tratados como corderos. Por otra parte, la marcha de la guerra no era demasiado propicia para los alemanes: en el frente ruso se encontraban prácticamente atascados. Todas las noches se escuchaba sobre nuestras cabezas el infernal zumbido de miles y miles de aviones que volaban hacia el Este, a machacar las ciudades alemanas.
El miércoles 2 de septiembre unos carteles de tono encarnado chillón anunciaban el estado de sitio en todo el país. En unos bandos se hacía saber que en Wiltz habían sido ejecutados dos ciudadanos: Michel Worré, funcionario, y Nikolaus Müller, secretario del Ayuntamiento, el jueves tres de setiembre. Otros carteles anunciaban qué alemanes habían fusilado a más luxemburgueses nueve en total, entre ellos a cuatro profesores de Wiltz. Las patrullas armadas recorrían las calles, de la ciudad; en los patios de los cuarteles habian dispuestos, grandes camiones para el transporte de fuerzas militares. Los acontecimientos se precipitaban. Se decía que la agitación alcanzaba todo el país. El espíritu rebelde de los antiguos guerreros luxemburgueses no se había extinguido, en tanto que el edificio del Tercer Reich se resquebrajaba. El 4 de septiembre se ejecutó a cuatro, luxemburgueses, y ocho fueron detenidos por la Gestapo. La irritación crecía por todo el ámbito del país...
El 5 de septiembre, cuatro nuevos ciudadanos sufrieron la pena capital, entre ellos el profesor: Doctor Alfous Schmit, de Echtemach; otras once personas fueron arrestadas por la Gestapo. Fueron unos días calamitosos, parecidos a aquellos de la I Revolución francesa, con la diferencia de que ésta nos trajo la libertad, mientras que la demencia nazi nos conducía a la esclavitud. El sábado, 6 de septiembre, no tuvo lugar ninguna ejecución, como tampoco el domingo, día 7. El país respiró aliviado. Se decía que en Berlín habían reprendido a los responsables luxemburgueses por haberse excedido en el cumplimiento de su misión...
El 6 de septiembre de 1942, la radio londinense difundió la nueva de que la gran duquesa de Luxemburgo y el Gobierno en el exilio habían formulado su protesta ante las grandes potencias por la implantación del servicio militar obligatorio en Luxemburgo. El domingo 7 de septiembre de 1942, el gauleiter Gustav Simón recibió a una comisión de luxemburgueses, encabezada por el profesor Kratzenberg, quien le hizo entrega de un mensaje de adhesión suscrito por treinta ciudadanos. El representante, Herr Kratzenberg, después de testimoniarle la lealtad de los luxemburgueses simpatizantes con los alemanes, dijo: «Le rogamos, Herr gauleiter, que en atención a la conducta ejemplar de nuestros compatriotas, levante inmediata-mente el estado de sitio. Le aseguramos, tanto en nuestro nombre como en el de los miembros del Movimiento alemán, nuestra inquebrantable fidelidad a Adolf Hitler, que ha liberado a Europa y a nuestra patria del peligro bolchevique, y que nos reservará un puesto en la Gran Alemania.»
Pero, como diría el poeta: «Qué gesto tan soberbio mas, ¡ay!, un gesto al fin y al cabo.» Hemos sabido que Herr Kratzenberg se encontraba de vacaciones en Estiria, y que fue llamado telegráficamente para representar esa mascarada.
En su respuesta, el gauleiter expresó su satisfacción ante el comportamiento de los ciudadanos luxemburgueses fieles al Movimiento alemán, que había reducido a los elementos levantiscos... Por fin se refirió a las medidas tomadas para sanear la atmósfera política en Luxemburgo: «Entre ellas figura la evacuación de aquellos ciudadanos luxemburgueses que, aunque de sangre alemana, no han observado un comportamiento político adecuado a quienes viven en un territorio fronterizo con el Reich. Por consiguiente, serán enviados con sus familiares a vivir en la misma nación alemana. Eso no atañe a los agitadores políticos que estos días se han pronunciado contra el Reich, haciendo con ello causa común con los bolcheviques. Estos agentes a sueldo de Moscú no tardarán en conocer los horrores del bolchevismo. Con estas y otras disposiciones, dentro de pocos meses sólo permanecerán en Luxemburgo aquellas personas que tengan clara conciencia de su estirpe alemana. Lo prometo.»
El 8 de septiembre se levantó el estado de sitio en los distritos de Diekirch y Grevenmacher.
El 9 de septiembre, un nuevo cartel anuncio el fusilamiento del tornero Eugen Biren, de Schifflingen, y que 20 personas habían sido detenidas por la Gestapo.
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¡Ya ascendía a veinte el número de ciudadanos luxemburgueses ejecutados!
El mismo día 9 de septiembre, los periódicos lanzaron la noticia del plan de colonización de Luxemburgo. «Sería imperdonable —comentaban— que en las propias fronteras del Reich existieran personas desafectas a él. Estas familias deben ser reemplazadas por otras educadas en el pensamiento alemán. Tales traslados no deben ser interpretados como un destierro, sino que se trata de una medida política y de seguridad para las comunidades adictas que viven en las zonas fronterizas Además, con su incorporación al seno de la gran familia alemana, las personas desplazadas aprenderán a ser ciudadanos más útiles, por las