También me he servido, principalmente para los capítulos de los países del norte y del oeste, de El Tercer Reich. Volumen 31, Bajo el talón del conquistador (Primera Parte y Segunda Perte). Time-Life Rombo, 1996.
La esfera de poder alemana
Los vastos territorios logrados para sí por Alemania partir de 1938 estuvieron marcados profundamente por la ausencia absoluta de un plan previo para la configuración, administración y gestión, tanto global como interna, del “nuevo orden” europeo que pretendía implantar Hitler. Lejos de buscar una organización coordinada y mínimamente uniforme, a cada país y territorio conquistado o sometido se le asignó un estatus diferente dentro del marco global y un régimen administrativo o forma de gobierno distinta. Como veremos más adelante, la esfera de poder territorial nazi resultó en un informe conglomerado de protectorados, territorios anexionados, estados supervisados, regiones consideradas alemanas pero no anexionadas de hecho, distritos gubernamentales englobados en áreas ocupadas, etc. Sin embargo, este conglomerado no era para Hitler más que una configuración provisional, dispuesta improvisadamente a cada nuevo avance, destinada a revisarse y ajustarse definitivamente tras el supuesto final victorioso de la guerra.
La cada vez más obsesiva preocupación de Hitler por la dirección de la guerra le alejó de tomar decisiones relacionadas con la ordenación y administración de los distintos países ocupados, pese a la más que contínua aparición de choques y competencias problemáticas entre los administradores civiles o militares de las distintas zonas. En el momento de mayor expansión territorial del Reich, nos encontramos con tal cantidad de formas de administración y poder en las diferentes regiones bajo el yugo alemán, que cuesta creer que se encontraran bajo el control de un mismo poder central que aspirara a tener éxito en su empresa. Es ahí donde reside una de las causas principales de todos los problemas y fracasos que tuvo que afrontar el régimen nazi, principalmente en el este (y para muchos historiadores la causa en sí que llevó a la Solución Final, aunque eso ya es otro asunto), a la hora de intentar administrar beneficiosamente su amplia esfera de influencia: la falta total de uniformidad de criterio y medios de administración, sin duda necesaria para lograr los difusos objetivos generales de dominio y germanización que estaban en la mente de Hitler –que rara vez dictaba y acotaba claramente- y que daba pie a los distintos dirigentes de turno en cada región a actuar como considerasen necesario o pudiesen.
Hans Humbreit diferencia tres formas principales de administración de los territorios hasta finales de 1941, aunque, dice, los cambios propiciados por posteriores ocupaciones no hicieron variar sustancialmente esta clasificación:
- 1. Prolongación de la administración del Reich con algunas provisiones especiales:
- (a) los territorios formalmente anexionados, bajo Gobernadores del Reich (Reichsstatthalter) o Oberpräsidenten: Danzig-Prusia Oriental; Warthegau; Prusia Sudeste; este de la Alta Silesia;
(b) Territorios bajo jefes de administración civil, progresivamente tratados como territorios del Reich pero no formalmente incorporados: Alsacia; Lorena; Luxemburgo; baja Estiria; las regiones ocupadas de Corintia y Krain; Bialistok.
- (a) estados cuya “protección” había asumido el Reich Alemán, bajo un plenipotenciario del Reich: Dinamarca;
(b) estados con una población “germánica”, para convertirlos en parte del Gran Imperio Germánico bajo Comisionados del Reich: Noruega; Países Bajos;
(c) áreas de futuro asentamiento alemán cuya “colonización” ya estaba planeada y comenzó durante la guerra: Protectorado de Bohemia y Moravia; Gobierno General (Polonia este); Comisariados del Reich Ostland (países bálticos y Bielorrusia) y Ucrania.
3. Mantenimiento de una administración militar en vistas de las exigencias de la futura conducta de la guerra y por falta de interés político, bajo:
- (a) comandos militares o de la Wehrmacht: Bélgica; Francia con las islas británicas ocupadas del Canal de la Mancha; el sureste (Serbia, Salónica-Egeo, sur de Grecia con la fortaleza Creta).
(b) Comandos de grupos de ejército o ejércitos en las áreas de retaguardia (Heeres- y Armeegebiete): Unión Soviética.
- (a) los territorios formalmente anexionados, bajo Gobernadores del Reich (Reichsstatthalter) o Oberpräsidenten: Danzig-Prusia Oriental; Warthegau; Prusia Sudeste; este de la Alta Silesia;
Para alcanzar sus objetivos, las autoridades alemanas necesitaban de un activo aparato de propaganda que apareciese por todas partes y de una intervención directa en la vida cultural de los territorios. Ni qué decir tiene que ambos aspectos tendrían una profundidad e intenciones diferentes según qué regiones; sin embargo, los resultados serían, poco más o menos, los mismos en todas partes: prácticamente nulos.
En el ámbito de la propaganda, la provisión de elementos culturales para las tropas, la guerra psicológica en el plano militar y la presentación propagandística de la imagen alemana que se ofrecía al mundo, eran cuestiones que los jefes militares querían tener bajo su potestad. Todas esas tareas eran responsabilidad de un departamento especializado del OKW y de compañías de propaganda, creadas antes de la guerra, que estarían después en continuo crecimiento. Estas compañías se encargaron, tras el comienzo del conflicto, de informar desde el frente y de realizar trabajos contra las fuerzas enemigas empleando pasquines, altavoces, carteles etc., esto último de acuerdo con las agencias civiles de propaganda. Como no podía ser menos en un régimen con una organización enrevesada y caótica, pronto surgieron fuertes rivalidades y disputas entre las diferentes agencias de propaganda civiles y militares en los distintos territorios, amén de las interferencias que llegaban desde diferentes ministerios en Berlín.
El objetivo de la propaganda alemana fue la supresión y dominio cultural de las naciones ocupadas y la creación de un estado de cosas que asegurara la influencia alemana tras la guerra. No se trataba sólo de alcanzar el dominio militar y económico, sino también del establecimiento de una hegemonía cultural duradera. Para ello, el uso de la propaganda -considerada como la intrusión de la visión del mundo nacionalsocialista o de una actitud germanófila en los medios de difusión prensa, radio y cine- necesitaba además de una intervención directa por parte de las autoridades en la vida cultural e intelectual de las naciones ocupadas (siguiendo los pasos de la “nivelación” (Gleichschaltung) ya acometida en Alemania), lo que incluía el retiro de los docentes no dispuestos a bailar al son de la banda nazi y el adoctrinamiento de los sumisos o simpatizantes, la revisión de los temarios escolares y universitarios, la aplicación de la censura y la purga parcial o total de los libros presentes en las bibliotecas, tiendas y editoriales.
Sin pretender hacer un análisis exhaustivo, a continuación veremos algunos aspectos generales de la propaganda e intrusión cultural alemana en los diferentes países y regiones englobadas en la esfera de poder nacionalsocialista, cosa que nos ayudará a acercarnos de modestamente a tan amplio tema.