Saludos cordiales.
Entre 1800 y 1940 Francia y Alemania libraron cinco grandes guerras: en 1806, cuando Napoleón aplastó a los prusianos en Jena; en 1813-1815, cuando los prusianos se vengaron; en 1870 – 1871 con una victoria prusiana que condujo a la proclamación del Imperio alemán en el ocupado Versalles; en 1914-1914 y de nuevo en 1940. En cada caso la victoria militar fue seguida de unas condiciones y una ocupación que los perdedores consideraban injustas y degradantes. La memoria nacional a ambos lados del Rin estaba preñada de rensimiento. Después de 1806 los prusianos percibieron a los franceses como vencedores crueles y humillantes, la brutalidad de las tropas prusianas en la Francia ocupada después de 1815 y de nuevo en 1871 se considera popularmente como una venganza justa. Durante la primera guerra mundial cuando las tropas alemanas ocuparon de nuevo parte del norte de Francia, corrieron rumores de que habían cometido atrocidades con los civiles. Al terminar la guerra los franceses fueron los que más presionaron para obtener compensación. Alsacia – Lorena (que había sido anexionada al Imperio Alemán en 1871) se devolvió a Francia, que también obtuvo reparaciones que superaron con creces la gran indemnización que los alemanes habían recibido en la década de 1870. Cuando los alemanes no pudieron pagar, el primer ministro francés, Raymond Poincaré, envió tropas a ocupar el Ruhr en 1923.
Es paradójica la dureza militar y diplomática francesa con la Alemania de los años 20 y la posterior tibieza con Hitler y su comportamiento inepto durante la guerra contra Alemania en 1940. Cuando los ejércitos de Hitler atacaron a Francia, el 10 de mayo de 1940 las actitudes de la dirección de la guerra estuvieron marcados por generaciones de antagonismo. El alto mando francés sólo consideraba en sus planes la posibilidad de una guerra contra Alemania, todo eso era de esperar, pero lo que pocos esperaban fue el comportamiento francés durante la guerra. Los ejércitos alemanes no tardaron más que siete semanas en invadir Luxemburgo, penetrar en Francia por los bosques de las Ardenas, arrollar a los franceses a su paso, arrinconar a los ejércitos británico, francés y belga en Dunkerque, imponer un armisticio al nuevo gobierno francés de Pétain, ocupar París y organizar un desfile triunfal para Adolf Hitler en los Campos Elíseos. En seis semanas de combate, Francia tuvo 124.000 bajas mortales y 200.000 heridos, no es cierto que los franceses no lucharan, pero lo hicieron ineficazmente.
En palabras de la historiadora Nicole Jordan: “El hundimiento militar francés de 1940 fue una de las grandes catástrofes militares de la historia mundial” (Nicole Jordan, “Strategy and Scapegoatism: Reflections on the French National Catastrophe, 1940”). La victoria de Hitler impulsó a Mussolini a entrar en la guerra en busca de despojos, precipitó la caída de la III República francesa y el establecimiento de un régimen autoritario y colaboracionista de Vichy. Confirmó los delirios de Hitler sobre su genio estratégico, reforzó su autoridad sobre sus generales y le dejó las manos libres para concentrarse en derrotar a GB y después cuando vió que esto era más complicado de lo que esperaba, dirigió su atención al sureste de Europa y a la URSS.
¿Pero cómo ocurrió algo así al ejército francés, únicamente 20 años después de Versalles?, ¿por qué había sucumbido el ejército más poderoso de la Europa continental de una forma tan completa a su enemigo tradicional?. Estas preguntas produjeron al menos una obra de gran brillantez: “La extraña derrota”, de Marc Bloch. Bloch historiador de gran prestigio en Francia, oficial de la reserva, se alistó como voluntario en 1939 y escribió su testimonio en 1940, pero no se publicó hasta finalizada la guerra, después de que su autor, miembro activo de la resistencia francesa hubiera sido fusilado por los alemanes, desde entonces casi todos los historiadores franceses rinden el debido homenaje al ensayo de Bloch, incluso con la distancia los pensamientos de Bloch no dejan de sorprender por su brillantez.
De acuerdo con la interpretación de Bloch, Francia tenía dos impedimentos que ella misma se autoimpuso. El primero, sus mandos militares eran incompetentes, en previsión de su guerra contra Alemania, los franceses habían construido desde la frontera suiza hacia el norte, hasta Luxemburgo, una lína defensiva que recibió el nombre del ministro que supervisó su construcción, André Maginot. La larga frontera entre Francia y Bélgica quedaba sin asegurar, pero la estrategia francesa que buscaba evitar la guerra en suelo francés, daba por supuesto que los principales combates tendrían lugar en suelo belga o más al este todavía, por lo que aparentemente estaba concebida para tomar la ofesnvia a pesar de los fuertes de la Maginot.
La política exterior francesa reflejaba esta voluntad de proyectar un conflicto con Alemania fuera de sus fronteras: en el periodo de entreguerras, Francia había buscado alianzas, especialmente en Europa del sur y del este, pero como el Alto Mando francés estaba decidido a evitar la guerra a cualquier precio, Francia no podía ofrecer nada sustancial a sus aliados: una debilidad que se reveló en 1938 en Múnich y de nuevo en 1939, cuando los franceses, como los británicos, permitieron que Hitler destruyera Polonia sin presentarle ninguna amenaza en sus fronteras occidentales. Los generales franceses no sólo estaban confusos estratégicamente sino que también eran incompetentes en cuestiones tácticas y administrativas, fueron incapaces de delegar responsabilidades, reaccionar a las nuevas circunstancias, organizar el transporte, mantener las comunicaciones, aprovisionar combustible o incluso registrar la ubicación de los depósitos de armas. Los comandantes franceses dejaron que sus soldados permanecieran inactivos desde septiembre de 1939 hasta mayo de 19410, cuando podían haber estado empleados en fábricas de armamentos, y después les pidieron que combatieran en una confusa batalla de movimientos rápidos contra un enemigo incomparablemente mejor dirigido, que no equipado.
Ambas partes tenían tanques, pero los generales alemanes sabían como utilizarlos, los oficiales alemanes estaban autorizados a tomar la iniciativa cuando la oportunidad se presentaba (principio autonomía del mando), y lo hicieron en muchas ocasiones. Los franceses estaban entrenados para seguir órdenes y planes minuciosos, pero cuando las cosas se torcían no recibían nuevas órdenes porque no había comunicación por radio entre el general Gamelin, el comandante supremo y sus oficiales en el frente.
El otro impedimento o causa que explique el derrumbe fue político. El país estaba dividido entre la izquierda y la derecha, la cicatriz de la primera guerra mundial es un recuerdo que no debe minusvalorarse. Durante buena parte de 1930 había resultado imposible formar un gobierno estable, y el gobierno del Frente Popular de 1936, con un programa claro y una mayoría parlamentaria se enfrentó a una oposición de la derecha por sus proyectos reformistas y su primer ministro socialista judío, Léon Blum, y de la izquierda por renunciar a una transformación revolucionaria. Tanto la izquierda como la derecha estaban demasiado ocupadas con luchas ideológicas para prestar seriamente atención a la inminente crisis, y aunque los franceses construyeran mejores tanques y aviones de lo que a veces se piensa, no tenían suficientes, y sobre todo no tenían voluntad. Los pocos líderes políticos, Blum entre ellos, que al final defendieron un frente común contra la amenaza nazi fueron acusados de intentar arrastrar a Francia a una guerra por Danzing, por GB o por los judíos. La prensa, como los partidos políticos, era interesada y corrupta y con frecuencia financiada por intereses extranjeros, con todos estos condicionantes puede que la derrota de Francia sorprendiera pero era fácilmente explicable en retrospectiva. Un sistema político corrupto y dividido se colapsó sin rechistar cuando su incompetente casta militar se hundió ante la extraordinaria máquina bélica alemana.
En su libro, “Strange Victory; Hitler`s Conquest of France, Nueva York, Hill & Wang, 2001”, el historiador Ernest May se opone a esta interpretación, aunque el propio May rinde homenaje a Bloch. Según su tesis, la derrota francesa de 1940 no sólo fue un golpe, sino que tampoco tenía por qué haber ocurrido. La situación política francesa no eran tan desesperada como afirman comentaristas posteriores y en cualquier caso apenas influyó en el curso de los acontecimientos. El EMF era incompetente pero perdió la batalla por un puñado de errores evitables. Según May lo que hay que explicar no es la derrota francesa, sino la victoria alemana, y lo que ocurrió en mayo de 1940 es “indicativo del estado de determinadas unidades militares francesas, no del espíritu nacional francés”. El argumento de May es que Hitler estaba convencido de que podía derrotar a los franceses, pero sus generales tenían muchas reservas. Como la mayoría de los comentaristas contemporáneos, creían en la aparente capacidad militar francesa y querían evitar una confrontación mientras fuera posible.
Al principio Hitler quería atacar a Francia en el otoño de 1939, tras su éxito en Polonia, pero el tiempo no era favorable y la operación se aplazó, pero si se hubiera llevado a cabo como se había previsto, no habría sido por el suroeste, por las Ardenas, sino por el oeste: penetrando en las llanuras del norte de Francia a través de la zona central de Bélgica. Esto es significativo porque la estrategia de Gamelin para una guerra con Alemania también era adentrarse en Bélgica para enfrentarse con los alemanes tan al norte y el este como fuera posible; aseguradas las fronteras de Francia con Alemania y el este de Bélgica, las divisiones de vanguardia del ejército tomarían la ofensiva. En este escenario, las mejores unidades de primera línea de los dos ejércitos habrían chocado en Flandes y los franceses, respaldados por los británicos, los belgas y quizás holandeses, habrían tenido más probabilidades de vencer o cuanto menos parar a los nazis.
El Estado Mayor alemán intuyó lo que pensaban los franceses y fue eso lo que motivó su escepticismo ante los planes originales de Hitler, a los que se opusieron en la medida de lo posible. No obstante, en enero de 1940, cayó en manos belgas información sobre los planes de invasión alemanes. Esto confirmó a Gamelín en su ya absoluta confianza de que había que tomar la ruta belga (el plan Dyle-Breda, llamado así por el río belga y la ciudad holandese que eran sus principales objetivos), pero al saber de dicha filtración, los alemanes decidieron hacer un cambio crucial en su plan y penetrar por las Ardenas, en el sur, enviando a la región de Bélgica tropas más débiles como señuelo.
Incluso hoy en día, con mejores carreteras y puentes, los bosques y el río Mosa son obstáculos considerables. El EMF de Pétain a Gamelín llegaron a la conclusión de que el paso por las Ardenas era improbable o imposible para unidades blindadas. Cuando cinco divisiones Panzer se llevaro por delante los bosques y tomaron los puentes, se encontraron con una de las unidades francesas más débiles en el orden de batalla, el 9º ejército del general André Corap, en su mayor parte integrado por reservistas de avanzada edad y reclutas con escasa formación.
Nadie vio a las largas columnas de las tropas alemanas aproximándose a Sedán por el norte, no se movilizó a ninguna reserva estratégica cuando cayó el frente del Mosa y el ejército de Corap se desintegró. El general Charles Huntziger, cuyo 2º ejército defendía la frontera no amenazada del este y estaba al mando de todo el sector, se negó a enviar refuerzos; no comprendió la magnitud del peligro y además se había creído la finta de Goebbels del inminente ataque cerca de Suiza.
Cuando el AMF comprendió lo que ocurría ya era tarde. Guderian y Rommel habían pasado como un rodillo por el norte de Francia, en dirección al canal de la Mancha. Cogidos en una trampa, la mayor parte del ejército francés y el cuerpo expedicionario británico se retiraron desesperadamente hasta la costa mientras que, el 28 de mayo, el rey belga se rendía precipitadamente: una traición a sus aliados que le costaría el trono después de la guerra. Gamelín y sus oficiales abandonaron la lucha después de algunos esfuerzos débiles y mal coordinados por hacer frente a los alemanes, y Francia cayó.
En opinión de May, sólo después de que Hitler obtuviera la ventaja inicial en las Ardenas desempeñó un papel importante la debilidad estructural de Francia. Rígidos y pesimistas los generales franceses no tenían plantes de contingencia para el caso de que los alemanes penetraran en Francia. A lo sumo pensaban en tapar huecos para mantener un frente continuo. Los franceses no podían imaginar una guerra rápida de maniobras lo mismo que no podían creer que la Línea Maginot había resultado inútil.
Donde los franceses se mostraron especialmente inútiles fue en su servicio de inteligencia, May hace particular hincapié en esto y muestra cómo y por qué los generales franceses o no conocían los planes de los alemanes o no pudieron interpretar la información de que disponían. Ignoraron todos los indicios que les deberían haber inducido a dirigir su atención a las Ardenas en vez de a los Países Bajos y, a diferencia de los alemanes, no disponían de una estructura con personal para analisis, filtrar o compartir datos.
El argumento de May no se totalmente novedoso, Donald Cameron Watt describió el contexto interno y diplomático del ataque de Hitler a Francia; la situación francesa en 1940 ha sido pormenorizada por Jean – Louis Crémieux-Brilhac, pero el historiador May otorga el debido crédito a sus predecesores y su interpretación creo que también sería aceptada por ellos. En general se está de acuerdo que Hitler era un jugador con suerte que tuvo que vencer la cautela de su propio Estado Mayor, lo mismo que ahora se piensa que Francia podría haber sostenido una larga guerra si hubiera contado con mejores generales. El énfasis del profesor May en el factor suerte le lleva a varias hipótesis contrafactuales. Si los franceses hubiesen previsto la ofensiva de las Ardenas, escribe en la introducción de su obra, “es más que concebible que le desenlace no habría sido la derrota de Francia, sino la de Alemania y, posiblemente un victorioso desfile francés por Unter den Linden en Berlín”, más adelante May señala que “Sin las derrotas en la batalla de mayo de 1940, piesno que Francia no corría más peligro de un colapso moral que GB y menos que Alemania”. Si sus ejércitos hubieran sido rechazados en 1940, la Alemania nazi “podría haberse derrumbado”.
Creo que algunas afirmaciones son exageradas y debatibles, y está claro que si las cosas hubieran ido de otra forma, lógicamente la historia hubiera sido de otra forma, pero May no explica coherentemente de qué forma iban los franceses a ganar a los blindados alemanes con una táctica operacional casi perfecta, donde los mandos franceses superiores e inferiores eran ajenos – por decirlo suavemente – Como prueba de su teoría aporta el breve éxito de uno de sus mejores generales de Francia, Georges Blanchard, cuando el 13 de mayo en Hannut, al sureste de Bruselas, varias de sus unidades acorazadas al mando del general René Prioux vencieron en un breve combate a sus oponentes alemanes. Esto conduce a May a especular sobre lo que podría haber ocurrido si el 1º ejército de Blanchard hubiera estado en el sitio justo en el momento justo: los tanques franceses podían vencer a las unidades Panzer alemanas.
En las divisiones acorazadas de Blanchard estaban los mejores soldados de Francia y en Bélgica vencieron no a los Panzer IV de Rommel, sino a los más pequeños y débiles Panzer I y II, si hubieran tenido que enfrentarse a algo más que una fuerza secundaria alemana, les podría haber ido mucho peor, puestos a especular, e incluso si no hubiera sido así, permanecerían todos los demás factores que llevaron al desastre francés. May se pregunta qué habría ocurrido si las fuerzas de Blanchard hubieran presionado tras su éxito inicial, pero la realidad es que no lo hicieron, ¿por qué hubiera sido diferente si hubieran vencido al principal ejército alemán en las Ardenas?. Esa autonomía de mando y el aprovechar las oportunidades no ocupaba un lugar en ninguna parte del plan de Gamelin, que se agarraba a él sin dudar.
Para poder dar credibilidad a una victoria francesa no basta únicamente con desenredar una o dos hechos fortuitos, sino la compleja secuencia de decisiones y personalidades y prácticas que pusieron la fortuna del lado alemán y no del francés. Aunque la victoria alemana dependió del convencimiento de Hitler de la debilidad francesa, las deficiencias que detectó sólo pueden explicarse en un contexto más amplio, y ése es el problema de la explicación contrafactual excesiva: toma el único acto de una secuencia, observa acertadamente que podría haber sido muy distinto y después deduce que todos los actos también podrían haber sido distintos o que no cuentan. El profesor May es muy sensible a las contracorrientes y presiones en los asuntos internos alemanes que hacían a Hitler vulnerable, pero prácticamente ignora la turbulencia política en Francia, así de esa forma sustena la afirmación de que la derrota de Alemania podría haber sido el fin de Hitler y de que Francia podría haber vencido fácilmente, pero su tratamiento no es históricamente equilibrado en global. Siempre que los generales nazis mostraban duda, May consideraba auténtica su inquietud; cuando los generales franceses muestran una aprensión comparable a sus homólogos alemanes, lo interpreta como retórica instrumental con el fin de conseguir incrementos en el presupuesto militar, pero si son optimistas en sus apreciaciones entonces considera que son sinceros.
Es un tratamiento que prepara el posterior escenario para una narración en la que la victoria alemana es pura suerte y la derrota francesa una sucesión de accidentes, pero no se incide correctamente en algunos aspectos, ¿por qué la mayoría de los generales eran tan inútiles?, ¿Por qué Gamelín restableció el permiso normal para el ejército francés el 7 de mayo de 1940, una medida de incompetencia trascendental?, ¿por qué Huntziger se negó a dar cobertura aérea a sus tropas en Sedán, dejando un blanco sin proteger para los desmoralizadores ataques de los stukas?. Si unos buenos generales podrían haber hecho más por su país, es su ausencia lo que hay que explicar.
Creo que una buena clave de la explicación de la derrota francesa, es que personas como Pétain y el general Huntziger, tres meses después de la peor derrota militar de la historia de Francia, ocuparan cómodos asientos en el nuevo gobierno de Vichy, su preocupación no fue el ejército alemán en las últimas horas, o días previos a la derrota, sino el que en París no hubiera una sublevación comunista, fue la rapidez en asumir la derrota un factor psicológico que no debe olvidarse. No hubo gente como Zhukov, Stalin, y sobre todo no hubo gente como el soldado soviético que defendió por ejemplo Stalingrado de una forma sobrehumana, en algunas casas de Stalingrado se produjeron más bajas cuerpo a cuerpo que en toda la ocupación de París por parte alemana.
A los franceses les faltó confianza, en ellos mismos, en sus instituciones políticas y en sus militares, y cuando las cosas salieron o empezaron a ir mal el derrumbe mostró algo más que ineficacia militar, las victorias militares y la historia militar no debe abandonar el contexto político y social en el que se desarrollan, y tal y como Michael Howard en su relato de la guerra franco-prusiana, los acontecimientos de 1870 prefiguran en buena medida los de mayo de 1940. En ambas ocasiones los franceses mostraron notable confusión estratégica planificando una ofensiva cuando esperaban ser atacados, sin embargo en 1870, lo mismo que en 1939 los generales hicieron un absurdo avance en el vecino Sarre y después se retiraron a esperar los acontecimientos. Los fallos tácticos y administrativos también fueron asombrosamente parecidos, en ambas guerras los generales franceses fueron incapaces de entender los horarios del ferrocarril, situar a hombres y suministros en el lugar adecuado, concentrar tropas de forma eficaz, organizar retiradas y comunicarse entre sí; errores que sus predecesores ya cometieron en la campaña de Napoleón III en 1859. Tanto Michael Howard como Bloch hablan del auténtico caos que fue la movilización francesa, y tanto en 1870 como en 1940 los generales alemanes fueron más flexibles, tomaron más la iniciativa y se adaptaron mejor a las circunstancias cambiantes.
El triunfo prusiano en 1870 fue tan completo que asombró al mundo, escribe Michael Howard, entre tanto, los generales del s. XIX estaban tan decididos como sus sucesores a evitar una revolución social incluso al precio de la rendición de su propio país, pero en 1870 incluso alguno de ellos, como el general Bourbaki, apreciaron la humillación que supuso dicha derrota y llegaron a suicidarse, creo que en 1940 no hay constancia de que los generales franceses experimentaran una vergüenza comparable.
Michael Howard efectúa también un ligero análisis de lo que podría haber sido la guerra franco – prusiana con unos generales franceses más capaces, pero no deslinda su análisis del contexto social y político de aquellos años, dentro de un contexto general, a diferencia del libro de Ernest May; la conclusión de Howard que puede aplicarse perfectamente a la campaña de 1940 es reveladoramente distinta a la de May, “La incompetencia del alto mando francés explica mucho: pero las razones básicas de la catástrofe son más profundas, como los propios franceses percibirían en su humillación. El desastre de Sedán, como el de los prusianos en Jena setenta y cuatro años antes, no era resultado sólo de un mando deficiente, sino de un sistema militar deficiente; y el sistema militar de una nación no es una sección independiente del sistema social, sino un aspecto de éste en su totalidad. Los franceses tenían una buena razón para considerar sus desastres como un juicio”.
Saludos cordiales desde Benidorm.
Fuente: Tony Judt, "Sobre el olvidado s.XX ", cap. 11 (la catástrofe: la caida de Francia, 1940), donde el autor hace un resúmen y análisis comentado del libro del historiador May).
Entre 1800 y 1940 Francia y Alemania libraron cinco grandes guerras: en 1806, cuando Napoleón aplastó a los prusianos en Jena; en 1813-1815, cuando los prusianos se vengaron; en 1870 – 1871 con una victoria prusiana que condujo a la proclamación del Imperio alemán en el ocupado Versalles; en 1914-1914 y de nuevo en 1940. En cada caso la victoria militar fue seguida de unas condiciones y una ocupación que los perdedores consideraban injustas y degradantes. La memoria nacional a ambos lados del Rin estaba preñada de rensimiento. Después de 1806 los prusianos percibieron a los franceses como vencedores crueles y humillantes, la brutalidad de las tropas prusianas en la Francia ocupada después de 1815 y de nuevo en 1871 se considera popularmente como una venganza justa. Durante la primera guerra mundial cuando las tropas alemanas ocuparon de nuevo parte del norte de Francia, corrieron rumores de que habían cometido atrocidades con los civiles. Al terminar la guerra los franceses fueron los que más presionaron para obtener compensación. Alsacia – Lorena (que había sido anexionada al Imperio Alemán en 1871) se devolvió a Francia, que también obtuvo reparaciones que superaron con creces la gran indemnización que los alemanes habían recibido en la década de 1870. Cuando los alemanes no pudieron pagar, el primer ministro francés, Raymond Poincaré, envió tropas a ocupar el Ruhr en 1923.
Es paradójica la dureza militar y diplomática francesa con la Alemania de los años 20 y la posterior tibieza con Hitler y su comportamiento inepto durante la guerra contra Alemania en 1940. Cuando los ejércitos de Hitler atacaron a Francia, el 10 de mayo de 1940 las actitudes de la dirección de la guerra estuvieron marcados por generaciones de antagonismo. El alto mando francés sólo consideraba en sus planes la posibilidad de una guerra contra Alemania, todo eso era de esperar, pero lo que pocos esperaban fue el comportamiento francés durante la guerra. Los ejércitos alemanes no tardaron más que siete semanas en invadir Luxemburgo, penetrar en Francia por los bosques de las Ardenas, arrollar a los franceses a su paso, arrinconar a los ejércitos británico, francés y belga en Dunkerque, imponer un armisticio al nuevo gobierno francés de Pétain, ocupar París y organizar un desfile triunfal para Adolf Hitler en los Campos Elíseos. En seis semanas de combate, Francia tuvo 124.000 bajas mortales y 200.000 heridos, no es cierto que los franceses no lucharan, pero lo hicieron ineficazmente.
En palabras de la historiadora Nicole Jordan: “El hundimiento militar francés de 1940 fue una de las grandes catástrofes militares de la historia mundial” (Nicole Jordan, “Strategy and Scapegoatism: Reflections on the French National Catastrophe, 1940”). La victoria de Hitler impulsó a Mussolini a entrar en la guerra en busca de despojos, precipitó la caída de la III República francesa y el establecimiento de un régimen autoritario y colaboracionista de Vichy. Confirmó los delirios de Hitler sobre su genio estratégico, reforzó su autoridad sobre sus generales y le dejó las manos libres para concentrarse en derrotar a GB y después cuando vió que esto era más complicado de lo que esperaba, dirigió su atención al sureste de Europa y a la URSS.
¿Pero cómo ocurrió algo así al ejército francés, únicamente 20 años después de Versalles?, ¿por qué había sucumbido el ejército más poderoso de la Europa continental de una forma tan completa a su enemigo tradicional?. Estas preguntas produjeron al menos una obra de gran brillantez: “La extraña derrota”, de Marc Bloch. Bloch historiador de gran prestigio en Francia, oficial de la reserva, se alistó como voluntario en 1939 y escribió su testimonio en 1940, pero no se publicó hasta finalizada la guerra, después de que su autor, miembro activo de la resistencia francesa hubiera sido fusilado por los alemanes, desde entonces casi todos los historiadores franceses rinden el debido homenaje al ensayo de Bloch, incluso con la distancia los pensamientos de Bloch no dejan de sorprender por su brillantez.
De acuerdo con la interpretación de Bloch, Francia tenía dos impedimentos que ella misma se autoimpuso. El primero, sus mandos militares eran incompetentes, en previsión de su guerra contra Alemania, los franceses habían construido desde la frontera suiza hacia el norte, hasta Luxemburgo, una lína defensiva que recibió el nombre del ministro que supervisó su construcción, André Maginot. La larga frontera entre Francia y Bélgica quedaba sin asegurar, pero la estrategia francesa que buscaba evitar la guerra en suelo francés, daba por supuesto que los principales combates tendrían lugar en suelo belga o más al este todavía, por lo que aparentemente estaba concebida para tomar la ofesnvia a pesar de los fuertes de la Maginot.
La política exterior francesa reflejaba esta voluntad de proyectar un conflicto con Alemania fuera de sus fronteras: en el periodo de entreguerras, Francia había buscado alianzas, especialmente en Europa del sur y del este, pero como el Alto Mando francés estaba decidido a evitar la guerra a cualquier precio, Francia no podía ofrecer nada sustancial a sus aliados: una debilidad que se reveló en 1938 en Múnich y de nuevo en 1939, cuando los franceses, como los británicos, permitieron que Hitler destruyera Polonia sin presentarle ninguna amenaza en sus fronteras occidentales. Los generales franceses no sólo estaban confusos estratégicamente sino que también eran incompetentes en cuestiones tácticas y administrativas, fueron incapaces de delegar responsabilidades, reaccionar a las nuevas circunstancias, organizar el transporte, mantener las comunicaciones, aprovisionar combustible o incluso registrar la ubicación de los depósitos de armas. Los comandantes franceses dejaron que sus soldados permanecieran inactivos desde septiembre de 1939 hasta mayo de 19410, cuando podían haber estado empleados en fábricas de armamentos, y después les pidieron que combatieran en una confusa batalla de movimientos rápidos contra un enemigo incomparablemente mejor dirigido, que no equipado.
Ambas partes tenían tanques, pero los generales alemanes sabían como utilizarlos, los oficiales alemanes estaban autorizados a tomar la iniciativa cuando la oportunidad se presentaba (principio autonomía del mando), y lo hicieron en muchas ocasiones. Los franceses estaban entrenados para seguir órdenes y planes minuciosos, pero cuando las cosas se torcían no recibían nuevas órdenes porque no había comunicación por radio entre el general Gamelin, el comandante supremo y sus oficiales en el frente.
El otro impedimento o causa que explique el derrumbe fue político. El país estaba dividido entre la izquierda y la derecha, la cicatriz de la primera guerra mundial es un recuerdo que no debe minusvalorarse. Durante buena parte de 1930 había resultado imposible formar un gobierno estable, y el gobierno del Frente Popular de 1936, con un programa claro y una mayoría parlamentaria se enfrentó a una oposición de la derecha por sus proyectos reformistas y su primer ministro socialista judío, Léon Blum, y de la izquierda por renunciar a una transformación revolucionaria. Tanto la izquierda como la derecha estaban demasiado ocupadas con luchas ideológicas para prestar seriamente atención a la inminente crisis, y aunque los franceses construyeran mejores tanques y aviones de lo que a veces se piensa, no tenían suficientes, y sobre todo no tenían voluntad. Los pocos líderes políticos, Blum entre ellos, que al final defendieron un frente común contra la amenaza nazi fueron acusados de intentar arrastrar a Francia a una guerra por Danzing, por GB o por los judíos. La prensa, como los partidos políticos, era interesada y corrupta y con frecuencia financiada por intereses extranjeros, con todos estos condicionantes puede que la derrota de Francia sorprendiera pero era fácilmente explicable en retrospectiva. Un sistema político corrupto y dividido se colapsó sin rechistar cuando su incompetente casta militar se hundió ante la extraordinaria máquina bélica alemana.
En su libro, “Strange Victory; Hitler`s Conquest of France, Nueva York, Hill & Wang, 2001”, el historiador Ernest May se opone a esta interpretación, aunque el propio May rinde homenaje a Bloch. Según su tesis, la derrota francesa de 1940 no sólo fue un golpe, sino que tampoco tenía por qué haber ocurrido. La situación política francesa no eran tan desesperada como afirman comentaristas posteriores y en cualquier caso apenas influyó en el curso de los acontecimientos. El EMF era incompetente pero perdió la batalla por un puñado de errores evitables. Según May lo que hay que explicar no es la derrota francesa, sino la victoria alemana, y lo que ocurrió en mayo de 1940 es “indicativo del estado de determinadas unidades militares francesas, no del espíritu nacional francés”. El argumento de May es que Hitler estaba convencido de que podía derrotar a los franceses, pero sus generales tenían muchas reservas. Como la mayoría de los comentaristas contemporáneos, creían en la aparente capacidad militar francesa y querían evitar una confrontación mientras fuera posible.
Al principio Hitler quería atacar a Francia en el otoño de 1939, tras su éxito en Polonia, pero el tiempo no era favorable y la operación se aplazó, pero si se hubiera llevado a cabo como se había previsto, no habría sido por el suroeste, por las Ardenas, sino por el oeste: penetrando en las llanuras del norte de Francia a través de la zona central de Bélgica. Esto es significativo porque la estrategia de Gamelin para una guerra con Alemania también era adentrarse en Bélgica para enfrentarse con los alemanes tan al norte y el este como fuera posible; aseguradas las fronteras de Francia con Alemania y el este de Bélgica, las divisiones de vanguardia del ejército tomarían la ofensiva. En este escenario, las mejores unidades de primera línea de los dos ejércitos habrían chocado en Flandes y los franceses, respaldados por los británicos, los belgas y quizás holandeses, habrían tenido más probabilidades de vencer o cuanto menos parar a los nazis.
El Estado Mayor alemán intuyó lo que pensaban los franceses y fue eso lo que motivó su escepticismo ante los planes originales de Hitler, a los que se opusieron en la medida de lo posible. No obstante, en enero de 1940, cayó en manos belgas información sobre los planes de invasión alemanes. Esto confirmó a Gamelín en su ya absoluta confianza de que había que tomar la ruta belga (el plan Dyle-Breda, llamado así por el río belga y la ciudad holandese que eran sus principales objetivos), pero al saber de dicha filtración, los alemanes decidieron hacer un cambio crucial en su plan y penetrar por las Ardenas, en el sur, enviando a la región de Bélgica tropas más débiles como señuelo.
Incluso hoy en día, con mejores carreteras y puentes, los bosques y el río Mosa son obstáculos considerables. El EMF de Pétain a Gamelín llegaron a la conclusión de que el paso por las Ardenas era improbable o imposible para unidades blindadas. Cuando cinco divisiones Panzer se llevaro por delante los bosques y tomaron los puentes, se encontraron con una de las unidades francesas más débiles en el orden de batalla, el 9º ejército del general André Corap, en su mayor parte integrado por reservistas de avanzada edad y reclutas con escasa formación.
Nadie vio a las largas columnas de las tropas alemanas aproximándose a Sedán por el norte, no se movilizó a ninguna reserva estratégica cuando cayó el frente del Mosa y el ejército de Corap se desintegró. El general Charles Huntziger, cuyo 2º ejército defendía la frontera no amenazada del este y estaba al mando de todo el sector, se negó a enviar refuerzos; no comprendió la magnitud del peligro y además se había creído la finta de Goebbels del inminente ataque cerca de Suiza.
Cuando el AMF comprendió lo que ocurría ya era tarde. Guderian y Rommel habían pasado como un rodillo por el norte de Francia, en dirección al canal de la Mancha. Cogidos en una trampa, la mayor parte del ejército francés y el cuerpo expedicionario británico se retiraron desesperadamente hasta la costa mientras que, el 28 de mayo, el rey belga se rendía precipitadamente: una traición a sus aliados que le costaría el trono después de la guerra. Gamelín y sus oficiales abandonaron la lucha después de algunos esfuerzos débiles y mal coordinados por hacer frente a los alemanes, y Francia cayó.
En opinión de May, sólo después de que Hitler obtuviera la ventaja inicial en las Ardenas desempeñó un papel importante la debilidad estructural de Francia. Rígidos y pesimistas los generales franceses no tenían plantes de contingencia para el caso de que los alemanes penetraran en Francia. A lo sumo pensaban en tapar huecos para mantener un frente continuo. Los franceses no podían imaginar una guerra rápida de maniobras lo mismo que no podían creer que la Línea Maginot había resultado inútil.
Donde los franceses se mostraron especialmente inútiles fue en su servicio de inteligencia, May hace particular hincapié en esto y muestra cómo y por qué los generales franceses o no conocían los planes de los alemanes o no pudieron interpretar la información de que disponían. Ignoraron todos los indicios que les deberían haber inducido a dirigir su atención a las Ardenas en vez de a los Países Bajos y, a diferencia de los alemanes, no disponían de una estructura con personal para analisis, filtrar o compartir datos.
El argumento de May no se totalmente novedoso, Donald Cameron Watt describió el contexto interno y diplomático del ataque de Hitler a Francia; la situación francesa en 1940 ha sido pormenorizada por Jean – Louis Crémieux-Brilhac, pero el historiador May otorga el debido crédito a sus predecesores y su interpretación creo que también sería aceptada por ellos. En general se está de acuerdo que Hitler era un jugador con suerte que tuvo que vencer la cautela de su propio Estado Mayor, lo mismo que ahora se piensa que Francia podría haber sostenido una larga guerra si hubiera contado con mejores generales. El énfasis del profesor May en el factor suerte le lleva a varias hipótesis contrafactuales. Si los franceses hubiesen previsto la ofensiva de las Ardenas, escribe en la introducción de su obra, “es más que concebible que le desenlace no habría sido la derrota de Francia, sino la de Alemania y, posiblemente un victorioso desfile francés por Unter den Linden en Berlín”, más adelante May señala que “Sin las derrotas en la batalla de mayo de 1940, piesno que Francia no corría más peligro de un colapso moral que GB y menos que Alemania”. Si sus ejércitos hubieran sido rechazados en 1940, la Alemania nazi “podría haberse derrumbado”.
Creo que algunas afirmaciones son exageradas y debatibles, y está claro que si las cosas hubieran ido de otra forma, lógicamente la historia hubiera sido de otra forma, pero May no explica coherentemente de qué forma iban los franceses a ganar a los blindados alemanes con una táctica operacional casi perfecta, donde los mandos franceses superiores e inferiores eran ajenos – por decirlo suavemente – Como prueba de su teoría aporta el breve éxito de uno de sus mejores generales de Francia, Georges Blanchard, cuando el 13 de mayo en Hannut, al sureste de Bruselas, varias de sus unidades acorazadas al mando del general René Prioux vencieron en un breve combate a sus oponentes alemanes. Esto conduce a May a especular sobre lo que podría haber ocurrido si el 1º ejército de Blanchard hubiera estado en el sitio justo en el momento justo: los tanques franceses podían vencer a las unidades Panzer alemanas.
En las divisiones acorazadas de Blanchard estaban los mejores soldados de Francia y en Bélgica vencieron no a los Panzer IV de Rommel, sino a los más pequeños y débiles Panzer I y II, si hubieran tenido que enfrentarse a algo más que una fuerza secundaria alemana, les podría haber ido mucho peor, puestos a especular, e incluso si no hubiera sido así, permanecerían todos los demás factores que llevaron al desastre francés. May se pregunta qué habría ocurrido si las fuerzas de Blanchard hubieran presionado tras su éxito inicial, pero la realidad es que no lo hicieron, ¿por qué hubiera sido diferente si hubieran vencido al principal ejército alemán en las Ardenas?. Esa autonomía de mando y el aprovechar las oportunidades no ocupaba un lugar en ninguna parte del plan de Gamelin, que se agarraba a él sin dudar.
Para poder dar credibilidad a una victoria francesa no basta únicamente con desenredar una o dos hechos fortuitos, sino la compleja secuencia de decisiones y personalidades y prácticas que pusieron la fortuna del lado alemán y no del francés. Aunque la victoria alemana dependió del convencimiento de Hitler de la debilidad francesa, las deficiencias que detectó sólo pueden explicarse en un contexto más amplio, y ése es el problema de la explicación contrafactual excesiva: toma el único acto de una secuencia, observa acertadamente que podría haber sido muy distinto y después deduce que todos los actos también podrían haber sido distintos o que no cuentan. El profesor May es muy sensible a las contracorrientes y presiones en los asuntos internos alemanes que hacían a Hitler vulnerable, pero prácticamente ignora la turbulencia política en Francia, así de esa forma sustena la afirmación de que la derrota de Alemania podría haber sido el fin de Hitler y de que Francia podría haber vencido fácilmente, pero su tratamiento no es históricamente equilibrado en global. Siempre que los generales nazis mostraban duda, May consideraba auténtica su inquietud; cuando los generales franceses muestran una aprensión comparable a sus homólogos alemanes, lo interpreta como retórica instrumental con el fin de conseguir incrementos en el presupuesto militar, pero si son optimistas en sus apreciaciones entonces considera que son sinceros.
Es un tratamiento que prepara el posterior escenario para una narración en la que la victoria alemana es pura suerte y la derrota francesa una sucesión de accidentes, pero no se incide correctamente en algunos aspectos, ¿por qué la mayoría de los generales eran tan inútiles?, ¿Por qué Gamelín restableció el permiso normal para el ejército francés el 7 de mayo de 1940, una medida de incompetencia trascendental?, ¿por qué Huntziger se negó a dar cobertura aérea a sus tropas en Sedán, dejando un blanco sin proteger para los desmoralizadores ataques de los stukas?. Si unos buenos generales podrían haber hecho más por su país, es su ausencia lo que hay que explicar.
Creo que una buena clave de la explicación de la derrota francesa, es que personas como Pétain y el general Huntziger, tres meses después de la peor derrota militar de la historia de Francia, ocuparan cómodos asientos en el nuevo gobierno de Vichy, su preocupación no fue el ejército alemán en las últimas horas, o días previos a la derrota, sino el que en París no hubiera una sublevación comunista, fue la rapidez en asumir la derrota un factor psicológico que no debe olvidarse. No hubo gente como Zhukov, Stalin, y sobre todo no hubo gente como el soldado soviético que defendió por ejemplo Stalingrado de una forma sobrehumana, en algunas casas de Stalingrado se produjeron más bajas cuerpo a cuerpo que en toda la ocupación de París por parte alemana.
A los franceses les faltó confianza, en ellos mismos, en sus instituciones políticas y en sus militares, y cuando las cosas salieron o empezaron a ir mal el derrumbe mostró algo más que ineficacia militar, las victorias militares y la historia militar no debe abandonar el contexto político y social en el que se desarrollan, y tal y como Michael Howard en su relato de la guerra franco-prusiana, los acontecimientos de 1870 prefiguran en buena medida los de mayo de 1940. En ambas ocasiones los franceses mostraron notable confusión estratégica planificando una ofensiva cuando esperaban ser atacados, sin embargo en 1870, lo mismo que en 1939 los generales hicieron un absurdo avance en el vecino Sarre y después se retiraron a esperar los acontecimientos. Los fallos tácticos y administrativos también fueron asombrosamente parecidos, en ambas guerras los generales franceses fueron incapaces de entender los horarios del ferrocarril, situar a hombres y suministros en el lugar adecuado, concentrar tropas de forma eficaz, organizar retiradas y comunicarse entre sí; errores que sus predecesores ya cometieron en la campaña de Napoleón III en 1859. Tanto Michael Howard como Bloch hablan del auténtico caos que fue la movilización francesa, y tanto en 1870 como en 1940 los generales alemanes fueron más flexibles, tomaron más la iniciativa y se adaptaron mejor a las circunstancias cambiantes.
El triunfo prusiano en 1870 fue tan completo que asombró al mundo, escribe Michael Howard, entre tanto, los generales del s. XIX estaban tan decididos como sus sucesores a evitar una revolución social incluso al precio de la rendición de su propio país, pero en 1870 incluso alguno de ellos, como el general Bourbaki, apreciaron la humillación que supuso dicha derrota y llegaron a suicidarse, creo que en 1940 no hay constancia de que los generales franceses experimentaran una vergüenza comparable.
Michael Howard efectúa también un ligero análisis de lo que podría haber sido la guerra franco – prusiana con unos generales franceses más capaces, pero no deslinda su análisis del contexto social y político de aquellos años, dentro de un contexto general, a diferencia del libro de Ernest May; la conclusión de Howard que puede aplicarse perfectamente a la campaña de 1940 es reveladoramente distinta a la de May, “La incompetencia del alto mando francés explica mucho: pero las razones básicas de la catástrofe son más profundas, como los propios franceses percibirían en su humillación. El desastre de Sedán, como el de los prusianos en Jena setenta y cuatro años antes, no era resultado sólo de un mando deficiente, sino de un sistema militar deficiente; y el sistema militar de una nación no es una sección independiente del sistema social, sino un aspecto de éste en su totalidad. Los franceses tenían una buena razón para considerar sus desastres como un juicio”.
Saludos cordiales desde Benidorm.
Fuente: Tony Judt, "Sobre el olvidado s.XX ", cap. 11 (la catástrofe: la caida de Francia, 1940), donde el autor hace un resúmen y análisis comentado del libro del historiador May).