Nacionalsocialismo en Guatemala

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ferandrade
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Nacionalsocialismo en Guatemala

Mensaje por ferandrade » Lun Nov 19, 2007 11:59 pm

FUENTE http://www.prensalibre.com/pl/domingo/historia.shtml

Fascismo en Guatemala
El trópico también fue escenario del movimiento nacionalsocialista, que obtuvo tanto seguidores como detractores en la población de origen germano. Al fin y al cabo, Jorge Ubico admiraba el fascismo europeo.

Por Gemma Gil

En marzo de 1936, un total de 398 alemanes afincados en el país se embarcaron en Puerto Barrios para salir de aguas territoriales guatemaltecas y una vez en alta mar participar en las elecciones al parlamento de su país de origen.

Europa quedaba muy lejos, pero la distancia no había aislado a Guatemala del auge del Nacionalsocialismo: 381 votaron por el partido de Adolf Hitler.

En aquella época, se calculaba que había 4 mil germanos en Centroamérica. Su origen, como señala la historiadora Regina Wagner, se encontraba en dos corrientes migratorias: la primera había tenido su momento cumbre en el último tercio del siglo XIX, cuando los gobiernos liberales pensaron que el país se podría desarrollar apoyando la llegada de población europea (la Ley de Inmigración de 1879 les prometía concesiones y un título gratis sobre tierras baldías, que en realidad, como defiende Julio Castellanos Cambranes en ¿Pioneros del desarrollo?, fueron expropiadas a las comunidades indígenas).

Políticas nacionales de blanqueamiento cultural aparte, la siguiente corriente de emigrantes teutones llegó a la República tras la Primera Guerra Mundial, cuando Centroamérica vivía su particular El Dorado en forma de granos de café y muchos alemanes se vieron impelidos a salir de tierra, castigada por la derrota y la depresión económica.

Entre este último grupo había seguidores del Nacionalsocialismo. Hombres como el carpintero Heinrich Gundelach y el pastor protestante Otto Langmann, fundadores de la primera organización del partido en suelo guatemalteco.

“Langmann tuvo una actuación crucial, pues con el pretexto de mantener vivo el contacto con los feligreses, inició una gira por la costa suroccidental y Alta Verapaz visitando fincas y ganando afiliados al partido nazi”, explica Wagner en su obra Los alemanes en Guatemala 1820-1944. El pastor regresó a Europa en 1932, pero la maquinaria ya se había puesto en marcha. De hecho, la primera manifestación pública de la ideología nazi ocurrió solo un año más tarde en la Legación Alemana, representación diplomática para Centroamérica.

A la Deutsches Haus (Casa del Partido), fundada en la 9ª calle poniente 27 de la capital, le siguió la apertura de grupos de apoyo en Quetzaltenango, Cobán, Retalhuleu, Mazatenango y Puerto Barrios y la fundación de la Asociación de Trabajo de la Mujer Alemana, en 1933. Además, a partir de 1935 simpatizantes del partido se hicieron con el control del Deutsche Zeitung, periódico que había aparecido en 1932.

Lo cierto es que toda esta efervescencia se enmarcaba dentro de las políticas impulsadas desde Berlín, que en su visión pangermanista quería crear vínculos de unión con los alemanes de ultramar, buen ejemplo de ello fueron las emisiones en onda corta dirigidas a los teutones de Centroamérica o las visitas del crucero Emden, cuyos marineros desfilaron por las calles de Guatemala en enero de 1936.

Ese mismo año, en el colegio Alemán se formaron las juventudes hitlerianas, se adoptó la práctica del saludo con el brazo en el alto “y, lo que era aún peor, se trató de hacer valer la teoría nacionalsocialista de las razas, sin tener en cuenta que el colegio Alemán tenía estudiantes de padres judíos”, señala Wagner.

De acuerdo con la historiadora, aunque muchos de estos grupos se dedicaban a actividades fundamentalmente culturales y a conmemorar la celebración de algunas fechas clave para el Nacionalsocialismo (como el cumpleaños del Führer, el ascenso de Hitler al poder o el Día del Trabajo), las fricciones entre los antiguos alemanes (aquellos que habían llegado al país en el siglo XIX y en muchos casos habían formado sus propias familias en Guatemala) y los nuevos inmigrantes, más influenciados por las nuevas corrientes políticas que soplaban en Europa, no tardaron en surgir.

Los enfrentamientos entre los antiguos alemanes y los nuevos colonos se dejaron notar en una auténtica lucha por mantener el control de instituciones como el Club y el colegio Alemán, que unos deseaban politizar y otros querían mantener en el plano estrictamente cultural, conscientes de que la politización, a largo plazo, se podía volver contra ellos; algo que eventualmente ocurrió cuando el gobierno de Jorge Ubico retiró la licencia de enseñanza a una junta directiva controlada por el partido (aunque más tarde se permitió su reapertura bajo administración de los antiguos alemanes).

Pero, ¿cuál fue la postura del presidente guatemalteco?

Ubico y el fascismo

Ubico mostraba simpatías personales por la minoría alemana, a la que había tenido oportunidad de conocer bien durante su desempeño como Jefe Político y de Gobierno de Alta Verapaz en 1907 y de Retalhuleu, en 1911.

Su propio estilo autoritario y militarista lo acercaba a la visión de los movimientos fascistas europeos. Con ellos guardaba en común la exaltación nacionalista, los métodos totalitarios y el centralismo político encarnado por un líder carismático. Su admiración por la disciplina castrense permeó la sociedad hasta el punto de que las asignaturas de corte militar fueron incluidas de forma obligatoria en el pénsum de escuelas de educación primaria y secundaria. Como recoge el Álbum Gráfico de la administración del presidente: “En todos los municipios de la República y aun en pequeños poblados se han formado magníficas compañías de voluntarios que han ofrecido en desfiles y competencias muestra brillantes de aptitud, precisión y disciplina”.

De acuerdo con la interpretación del historiador estadounidense Kenneth J. Grieb, recogida en la Historia General de Guatemala, “Ubico vio con cierta simpatía el surgimiento del poder alemán, que le ofrecía una alternativa en relación con la hegemonía estadounidense en el país, y se sintió particularmente atraído por el recién instalado régimen de Franco en España, cuyos métodos, como los de Mussolini en Italia, eran tan parecidos a los suyos”. Buena prueba de esta identificación es que en 1936 Guatemala fue el primer Estado en reconocer al militar español, con el que estableció relaciones diplomáticas solo un año más tarde.

El vecino del norte

Según cita Thomas M. Leonard, también en la Historia General de Guatemala, hacia 1938, el periódico Crítica de Buenos Aires publicó que Alemania estaba construyendo campos de aviación en Guatemala. La afirmación era infundada, pero puso en alerta a Washington, que consideraba al país el núcleo de propaganda nazi de Centroamérica, (aquí vivía tres cuartas partes de la población germana que vivía en el Istmo).

Además, los políticos estadounidenses recelaban de las similitudes entre el presidente guatemalteco y los líderes fascistas europeos, pues ignoraban que, aunque evidentes, como señala la historiadora de la Universidad del Valle, Cristina de Luján, “entroncaban con una tradición de autoritarismo que en Guatemala venía de mucho tiempo atrás”.

En realidad, el estilo de Ubico concordaba más con el de los dictadores del sur de Europa que con el de Hitler, pero el poder de las empresas alemanas en el país lo obligaba a actuar con cierta complacencia.

Según recoge Tulio R. Soto en el artículo The U.S. Good will flight to Guatemala, Alemania era el segundo socio comercial del país, después de Estados Unidos, y era origen de más de 30 por ciento de los bienes que importaba. Mensualmente, los vapores Caribia y Cordillera recorrían el trayecto Puerto Barrios Hamburgo con cargamentos de café (Alemania compraba 2/3 del grano guatemalteco) y regresaban con manufacturas germanas. La colonia teutona dirigía prósperas fincas que producían 40 por ciento de las cosechas cafetaleras de Guatemala. En otras palabras, la minoría germana tenía un protagonismo económico importante.

Aún así, Ubico mantuvo una política ambivalente y, a principios de 1934, prohibió la formación de una rama local del partido Nacionalsocialista. Cinco años más tarde, un decreto prohibió a los extranjeros radicados en el país el ejercicio de cualquier actividad política, el uso de uniformes, desfiles o insignias.

Si hasta 1936 los medios de comunicación habían sido complacientes con el fascismo, lo cierto es que a partir de 1937, quizá como consecuencia del aumento de las actividades nacionalsocialistas, la Prensa comenzó a publicar propaganda anti-nazi hasta el punto que, como recoge Wagner, “en el Deutsche Zeitung, se recomendó a los alemanes que, como extranjeros, debían tener más tacto y recato y evitar que surgieran expresiones de rencor entre los guatemaltecos”.

Dado el curso que tomaban los acontecimientos en Europa, donde ya retumbaban tambores de guerra, Ubico no podía arriesgarse a oponerse a Estados Unidos, de modo que un oficial del ejército estadounidense fue nombrado director de la academia militar guatemalteca para complacer al vecino del norte.

Tras el inicio de la Segunda Guerra Mundial, pese a haberse declarado neutral, Ubico dio carta blanca a Washington para usar sus puertos e instalaciones de defensa en el Caribe. Las presiones de la Casa Blanca, sin embargo, iban dirigidas a bloquear las prósperas empresas alemanas en el país. Ubico se resistía, pero se ofreció a intervenir las fincas y comercios germanos y a colocarlos bajo administración del Banco Central.

Aun así, como señala Leonard, en 1940, el coronel Joseph Pate, agregado militar estadounidense en Guatemala, informó, con cierto alarmismo, que los alemanes del país podían forzar la caída de Ubico y del resto de gobiernos de Centroamérica, de modo que la presión de Washington no se hizo esperar.

Un año más tarde, Guatemala tuvo oportunidad para demostrar su fidelidad hemisférica: tras el ataque a Pearl Harbor, la República declaró la guerra a las naciones del Eje Roma-Berlín-Tokio, puso todas sus instalaciones a disposición de Estados Unidos e incluso enfocó sus exportaciones a satisfacer las necesidades de la maquinaria bélica mediante la producción de caucho o quinina.

Desde los medios de comunicación locales también se hacía la propaganda necesaria. Así El Imparcial del 12 de julio de 1941, proclamaba su deseo de borrar a Europa de las relaciones comerciales con Guatemala “por cuanto este continente nos envía con su comercio, su inmigración y su propaganda ideas y luchas indeseables”. Asimismo comenzó la publicación de listas negras de comercios y negocios alemanes.

Finalmente, hacia 1944, el gobierno de Ubico expropió los bienes germanos, sin importar demasiado cuál había sido su postura con respecto al Nacionalsocialimo.

“Muchas familias mandaban dinero a Alemania porque tenían hijos estudiando allí, pero aquello se interpretó como un apoyo al nazismo”, comenta Cristina de Luján. “Hubo un trato injusto".

Era comprensible que intervinieran las fincas durante la guerra, pero lo normal hubiera sido que después las devolvieran, como se hizo en El Salvador, no que las expropiaran”, recuerda Hasso Lehnhoff, un niño en aquella época, cuya familia pertenecía a la colonia de antiguos alemanes.

Su padre, que ya había nacido en Guatemala, permaneció en el país, al igual que el que se convertiría en su suegro, cuya finca fue intervenida, aunque se quedó trabajando en ella como administrador por Q80.

Muchas otras familias corrieron diferente suerte y fueron enviadas a campos de confinamiento en Estados Unidos o deportadas a Europa. Se ponía, de esta manera, fin a la presencia de una minoría que desde su llegada al país había desempeñado un papel protagonista.

Como un reflejo de lo que ocurriría a los regímenes alemán e italiano, la dictadura ubiquista tenía sus días contados; sin embargo, la sombra del fascismo había planeado sobre Guatemala dejando algo más que un puñado de anécdotas históricas sobre manifestaciones nacionalsocialistas en un contexto tropical. En palabras de Grieb, la guerra había dejado a Estados Unidos como el único proveedor y cliente internacional importante de Guatemala que, a partir de entonces, más que nunca, comenzó a ser dependiente de su vecino del norte.

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