Supervivientes de Stalingrado

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Paradise Lost
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Supervivientes de Stalingrado

Mensaje por Paradise Lost » Sab Nov 12, 2005 7:32 pm

Hola a todos.
A continuación paso a relataros las vivencias personales de algunos supervivientes de la Wehrmacht en Stalingrado, que años más tarde relataron sus experiencias.
Está traducido de una página alemana, y ya los había colgado en algún otro foro (supongo que algunos ya los habréis leído). Creo que son muy interesantes, sobretodo para los apasionados del tema Stalingrado, entre los cuales me incluyo.
Los cuelgo en este apartado del foro, ya que "testimonios" pertenece a esta temática. Si el moderador lo cree conveniente, que lo mueva al apartado que le corresponda.

Supervivientes recuerdan la batalla de Stalingrado (I).
Erich Burkhardt de Oelsnitz

Vi a mis compañeros morir de sed

Texto original de Gerald Praschl

Desde el primer día, luchó Erich Burkhardt en la segunda guerra mundial. Cuando estalló la guerra en septiembre del 39, fue llamado a filas el por aquel entonces  mecánico de 20 años. Primero luchó en Francia. En el verano de 1941 marchó al frente Este, hacia Rusia.

Erich Burkhardt: “Desde principios del verano del 42, marchamos con el VI ejército de la Wehrmacht desde Donezk-Becken hacia Stalingrado. El 24 de agosto, con muchas pérdidas, llegamos a Kalatsch. Cuanto más lejos estábamos de la ciudad, más fuerte era la resistencia. Como era uno de los pocos que tenía permiso de conducir, estaba de servicio en el coche del comandante. Hasta que se agotó la gasolina. Desde allí tuve que ir a pie. Nuestra división luchó en el sur de Stalingrado. Cuando a mediados de noviembre supimos, que habíamos sido cercados por los rusos, reímos al principio. Pronto debimos reconocer que nuestra situación era grave. En Navidades perdimos toda esperanza de salir del cerco. El 8 de enero los rusos  lanzaron octavillas: ¡Rendíos! En el cautiverio os espera comida, un buen alojamiento, mujeres guapas, y un pronto regreso a casa. El general von Paulus, al mando del sexto ejército, nos ordenó luchar hasta el final. No pensamos en ello demasiado. Porque teníamos más miedo al cautiverio que al infierno del Kessel.”


La lucha por la supervivencia.
Cada día morían cientos de mis compañeros. No era ninguna muerte heroica por el Führer, el pueblo y la madre patria. Simplemente estiraban la pata. Aún tuvimos suerte, mientras estuvimos guarecidos en la ruinas de la ciudad. Lo más desafortunados eran los que les tocó resistir fuera, en la fría estepa. Yo mismo vi como a muchos se les congelaron las piernas, y se arrastraban con las rodillas, para buscar protección en las ruinas. Quien era herido, permanecía sencillamente tumbado. Nadie se ocupaba de ellos. Gritaban hasta que morían desangrados.

El fin.
Algunos de mis compañeros empezaron a suicidarse. Nuestro comandante de división, el general von Hartmann, permaneció de pie a descubierto sobre las vías del tren, esperando la bala que lo matara. El 31 de enero del 43, los rusos ya estaban frente a nuestro sótano. Les lanzamos nuestras armas. Nos sacaron afuera y nos llevaron a la Plaza Roja, en el centro de Stalingrado. Allí vi como los rusos evacuaban al general von Paulus. El hombre que nos había ordenado luchar hasta el final, había decidido rendirse.

En el tren de la muerte a Uzbekistán.
Lo que debí presenciar, fue más horrible que en el Kessel. Los rusos nos cargaron en un tren. 100 hombres por vagón. Apenas nos dieron de comer. Y lo más grave: nada de beber. A través de las tablas de la pared del vagón, que traqueteaba por Rusia, debimos ver como fuera, los rusos llenaban la caldera con agua. Y estábamos allí muriéndonos de sed. Las muertes empezaron. Amontonábamos a los muertos en una pila en el centro del vagón. Pronto no tuvimos fuerzas para mover sus cuerpos. Así que los moribundos, se arrastraban ellos mismos hasta la pila. Los cuerpos de más abajo, empezaron a descomponerse. Cuando después de 22 días llegamos a Uzbekistán y abrieron las puertas, en nuestro vagón solamente quedábamos 6 con vida. 94 habían fallecido. En algunos vagones no sobrevivió nadie.

El horror del campo.
En el campamento de prisioneros apenas había comida. La malaria, el tifus y la disentería se extendían. Desde febrero hasta mayo del 43, de los 6.000 supervivientes del tren, murieron todos menos 1200. A mediados de mayo, fui trasladado a un campo en los Urales. Allí también había trabajo duro y poca comida. Al final perdí 44 kilos. En agosto del 45 tuve por fin suerte. Una médico del campo, certificó que a causa de la desnutrición, estaba muy enfermo y se me permitió volver a casa.

Guardar silencio.
En mi casa de Sachsen se me dijo muy claro, que sería mejor que no dijera nada sobre mis experiencias en los campos soviéticos. El horror de los campos era un tema tabú en la DDR. Sólo a partir de 1990, puede hablar abiertamente del tema. Desde entonces, nos reunimos antiguos soldados que participamos en la batalla de Stalingrado. También invitamos a veteranos rusos. Cuando éramos jóvenes, tuvimos que matarnos unos a otros. Hoy, nos reunimos como amigos y compañeros.

El vagón de la muerte a Uzbekistán, sobre el que ha hablado Erich Burkhardt, fue uno de los excesos más graves cometidos contra los prisioneros de guerra alemanes. Miles de hombres murieron. También hay prisioneros que alegan buenos tratos. De 3,3 millones de prisioneros alemanes en la Unión Soviética, 1,3 millones no volvieron nunca.


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Erich Burkhardt, jubilado de 83 años en el año 2003.

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Burkhardt a los 17 años.

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Erich Burkhardt en la guerra.

Saludos
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Antonio Rivera
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Mensaje por Antonio Rivera » Dom Nov 13, 2005 2:16 pm

Tengo 42 años así que no pude estar en la II GM, pero he conocido a un ex soldado italiano que si luchó en Estalingrado.

Era muy callado y no se por qué me contaba cosas de lo que le había pasado, y las penurias que tuvo que soportar. También fue prisionero pero él y tres mas lograron escapar. Tenía una pierna inutilizada, dijo que había sido el frio.

Siempre repetía "...nosotros fuimos buenos soldados, pero no teníamos el armamento como los alemanes, ni sus equipos...". Al lado de su batallón estaban los Cróatas a los que calificaba de sanguinarios pero no servían para mucho, por que despues de alguna de sus atrocidades se emborrachaban y estaban dos o tres dias inservibles.

De los rusos siempre decía que cometían toda clase de barbaridades y matanzas de prisioneros, que eran unos carniceros. (animales era su definición favorita)

Bueno no he aportado mucho pero en honor a ese viejo soldado es que relaté sintéticamente esto.
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Mensaje por Paradise Lost » Dom Nov 13, 2005 4:06 pm

Muchas gracias Antonio.
También es valiosa tu aportación.
Nunca había oído nada de los soldados italianos.

Creo que nos conocíamos ya de zonadictos, ¿no?
Saludos
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Mensaje por Ezoniev » Dom Nov 13, 2005 6:41 pm

Los alemanes bien equipados, los rusos animales, los croatas carniceros..... los italianos también eran finos. En España los apreciabn más bien poco los de uno y otro bando. Su afición favorita era tirotear aviadores republicanos cuando bajaban en paracaidas después de ser derribados. Ni los nacionalistas, ni los alemanes, ni los republicanos tenían buen concepto de ellos. En casa del herrero....

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Re: Sobrevivientes

Mensaje por Eckart » Dom Nov 13, 2005 6:51 pm

Antonio Rivera escribió:Tengo 42 años así que no pude estar en la II GM, pero he conocido a un ex soldado italiano que si luchó en Estalingrado.
Este tipo de memorias siempre son fascinantes. Si recuerdas más cosas de esas charlas, no dudes en compartirlas aquí, te lo agradeceríamos mucho. Si ese veterano italiano vive aun y estás en disposición de hablar con él, ¿has pensado en hacerle una pequeña entrevista? Sería interesantísimo.

Muchas gracias y un saludo.

Antonio Rivera
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Mensaje por Antonio Rivera » Lun Nov 14, 2005 1:04 am

Ezoniev escribió:Los alemanes bien equipados, los rusos animales, los croatas carniceros..... los italianos también eran finos. En España los apreciabn más bien poco los de uno y otro bando. Su afición favorita era tirotear aviadores republicanos cuando bajaban en paracaidas después de ser derribados. Ni los nacionalistas, ni los alemanes, ni los republicanos tenían buen concepto de ellos. En casa del herrero....
Ya sabemos de la fabricada mala fama del soldado italiano, pero no deberíamos confundir ni mezclar las cosas. Puede ser que en la guerra civil española no se hayan destacado, pero tampoco lo hicieron los propios "republicanos". Ma maquinaria de propaganda les funciona bastante bién a los eternos perdedores (lease rojos).
Ya que estamos con nuestros amigos los "republicanos", esos mismos que le entregaron todas las reservas de España a Stalin para que las cuide (Oro en lingotes, viruta de oro, plata, etc. etc. dos barcos repleto de todo lo que tenían...) y que hasta el día de hoy los Rusos siguen "cuidando", y dejaron a España sin respaldo económico alguno. Que gracias a Franco hoy son lo que son.

También quiero aclarar que soy descendiente de alemanes, mi segundo apellido es Richter.
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Mensaje por GoRSH » Lun Nov 14, 2005 1:34 am

Buenas, el post trata sobre relatos de soldados que vivieron la experiencia de Stalingrado, no de la guerra civil española, ni los amigos "republicanos", ni las reservas de oro enviadas a Rusia, etc. a los que mencionas Antonio.
Los rusos eran de sanguinarios tanto como lo fueron los alemanes, a diferencia que los rusos no empezaron ejecuciones masivas y sistemáticas en campos de exterminio con los alemanes por el mero hecho de ser alemanes. Ahora bien, que sea cruel, sí, lo es, pero igual de animales serán los alemanes por lo antes mencionado.
Sobre descalificar a los demás soldados bueno, es bien sabido que la moral de los italianos y de su fidelidad es bastante dudosa, si bien no hay que generalizar nunca.
Lo que dice Eckart de poder entrevistar a ese hombre es interesante, nadie mejor que estas personas conocen el conflicto y sería de gran ayuda.
"Es genial comprobar que todavía tienes la capacidad de sorprenderte a ti mismo..."

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Mensaje por Paradise Lost » Lun Nov 14, 2005 3:00 am

Hola a todos,
tal como dice GoRSH, el post trata de los supervivientes de Stalingrado.
No nos desviamos del tema por favor.
Antonio, si pudieras ampliar tu información sería muy bien acogida.

Saludos

Supervivientes recuerdan la batalla de Stalingrado (II).
Panzerfahrer Johannes Hellmann

El dolor me tortura hasta hoy

Texto original de Gerald Praschl

Johannes Hellmann (de 78 años) (el artículo es de hace 3 años) no habló en absoluto sobre los horrorosas vivencias en Stalingrado. Como tantos que allí estaban, echó tierra sobre lo que allí debió presenciar.
“Sólo pude hablar sobre ello una vez con mi mujer y mi hija. No quería recordarlo.” Sólo en sus sueños más horribles permanece vivo. Aún pasados 60 años. “Ese dolor me tortura hoy casi más que por entonces”, le comenta al reportero. Apenas empieza a relatarlo, brotan lágrimas de sus ojos y solloza amargamente. El infierno de Stalingrado no le deja en paz.

La marcha a Stalingrado.
Johannes Hellmann nació en 1924 y creció en Dessau. Su padre tenía una zapatería. A los 15 años empezó su formación profesional de decoración de escaparates. Poco después de su 18 cumpleaños, en febrero del 42, fue reclutado. Después de la formación como conductor de panzer, llegó en el verano del 42 al frente. Aquí empieza su relato: “Marchábamos desde el Donezk-Becken hacia Stalingrado. Atravesamos la reseca estepa. En verano se llega a los 60 grados. Sólo había arena y hierba. A principios de agosto llegamos a Stalingrado. Primero barrimos la ciudad con proyectiles. Entonces penetramos en ella. Mi unidad se detuvo en los suburbios y allí construimos unos refugios."

El ataque de los rusos.
"Hasta el 18 de noviembre el tiempo fue bastante cálido. Llevábamos ropa ligera. A la mañana siguiente la estepa se convirtió en un mar helado. 20 grados bajo cero. Nos helábamos como perros. Nuestros abrigos aun no habían llegado al frente. Ya no los vimos nunca más. Entonces, la misma mañana, empezó el ataque. Un millón de rusos se precipitaron contra nuestras líneas. Dispararon con todo lo que tenían. Por telegrama supimos que habían roto nuestra retaguardia. Estábamos cercados."

Prisioneros en la trampa mortal.
"Nuestra munición sólo duraría unos días. Y hacía cada vez más frío. Al final 45 grados bajo cero. Encontré un soldado ruso muerto. Le quité las botas y el abrigo de piel. Después de 14 días sólo recibíamos sopa y un trocito de pan integral cada día. Los rusos atacaban casi a diario. Por todas partes había cadáveres. Nuestros camaradas y rusos. Cabezas abiertas, piernas arrancadas, uno tenía un tiro en el estómago, por el que le colgaban las tripas. Para no morir de hambre, comíamos la carne sosa de los caballos muertos. Tuve diarrea, y un tipo de fiebre parecida a la Malaria, transmitida por los piojos. Ya no teníamos ninguna esperanza de salir vivos. Se trataba de eso, de sobrevivir una hora más. Por las noches, oíamos los altavoces de los rusos, que nos pedían que nos rindiéramos. Pero para nosotros, la prisión era igual que la muerte."

Lucha en el Volga.
"Apuramos al máximo el carburante. Cuando nuestros depósitos se quedaron vacíos, volamos los tanques para que no cayeran en manos del enemigo. Las últimas semanas luchamos como infantería entre las ruinas. El día de año nuevo del 43, fui herido en el Volga, por una granada en la pierna. Esto me salvó la vida. Dos días después me sacaron con avión. A causa de la fiebre, no me enteré de casi nada. En Rostow, fui transportado con innumerables heridos más en vagones para ganado. Viajamos tres semanas hacia el oeste. En cada parada descargaban muertos. Los heridos caían como moscas."

La juventud perdida.
"Tras 4 meses de convalecencia tuve que volver a Rusia. Poco antes de la guerra fui herido otra vez. Me llevaron a un hospital militar. Allí caí prisionero del ejército inglés. Tuve que trabajar dos años y medio en una mina. A finales del 47 pude volver a casa. Dessau estaba destruido y mis padres habían muerto. También casi todos mis amigos, muertos. Tenía 24 años. Mi adolescencia la pasé en el frente de Rusia. Siempre lo he malecido”.

Johannes Hellman marchó en 1950 al Oeste con su mujer. Allí trabajó como decorador de escaparates. Vive como jubilado en Dannenberg.


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Johannes Hellmann, jubilado de 78 años.

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Hellmann con el casco de acero y el uniforme negro,
poco de después de su llamamiento a filas en el 42.
Entonces tenía 18 años.


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Con sus camaradas a los 20 años en Rusia, 1944.

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Hellmann de cabo con sus camaradas en el 44 (el tercero por la derecha).

Saludos
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Antonio Rivera
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Re: Sobrevivientes

Mensaje por Antonio Rivera » Lun Nov 14, 2005 9:51 am

Eckart escribió: Este tipo de memorias siempre son fascinantes. Si recuerdas más cosas de esas charlas, no dudes en compartirlas aquí, te lo agradeceríamos mucho. Si ese veterano italiano vive aun y estás en disposición de hablar con él, ¿has pensado en hacerle una pequeña entrevista? Sería interesantísimo.

Muchas gracias y un saludo.
Leonardo Delpippo murió hace unos años, al poco tiempo que su esposa, creo que no tenía mas ganas de vivir.
Yo contaba con 10 años cuando me contaba alguna de sus historias. Me decía que debió pelear como "topo", en túneles que partían de las trincheras heladas. Como arma usaban su pala ( Linemman ??) con ambos cantos afilados.
Allí me enteré que una vez se encontró con soldados rusos encadenados de a dos (batallones de castigo puede ser ?) pero de razgos netamente mongoles.
Decía que el soldado ruso era muy buen combatiente, los comisarios políiticos y los oficiales de menor rango si eran carniceros. Eran a los primeros que mataban, prisioneros o no.
El no decía Stalingrado, la llamaba Petrogrado, se negaba a recordar a Stalin. Y se lamentaba diciendo "...solo nos faltó un último empujón y la historia sería otra..." (aclaro que no recuerdo bien si esas fueron exáctamente sus palabras)
Tenía dos hijos, pero yo estoy muy lejos de mi hogar, trabajo en un centro de investigación a mas de 3500 km. Si algún dia regreso veré de encontrarlos y si puedo tener mas datos del padre.
Saludos y disculpen si he ofendido a alguien.
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Mensaje por Paradise Lost » Lun Nov 14, 2005 5:23 pm

Hola Antonio.
Muy valiosa tu aportación.
He escuchado en algunos documentales que los alemanes usaban su pala a modo de arma, y golpeaban a los rusos en el cuello para dejarlos fuera de combate, seccionándoles la arteria. El nombre exacto de la pala no lo recuerdo. Quizás sea el que tú apuntas.

Y la verdad, en el mometo en el que se estuvo a punto de conquistar, sólo había entre las tropas alemanas y el Volga 150 metros. Pero los rusos resisitieron en su "guerra de ratas".

Saludos
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Supervivientes de Stalingrado III

Mensaje por Paradise Lost » Jue Nov 17, 2005 5:06 pm

Supervivientes recuerdan la batalla de Stalingrado (III).
Soldado de artillería Falk Patzsch, de Königstein

Ya no teníamos ninguna esperanza

Texto original de Gerald Praschl

Sus manos tiemblan desde las primeras frases. Falk Patzsch nació en 1922 en Königstein, hoy jubilado en Weißwasser, es un prisionero de sus horribles recuerdos. Su mujer, Ella (74), toma su mano para tranquilizarle. Entonces se prepara de nuevo, para contar la historia de su juventud perdida.

Una historia llena de locura, guerra y destrucción.
Falk Patzsch: “Mi infancia estuve llena de vivencias horribles. Mi madre murió muy pronto. Mi padre no se ocupó en absoluto de mí, ni de mi hermana. Muy a menudo no teníamos nada que comer. Los últimos años los vivimos en un horfanato. ¿Los nazis? Por aquel entonces, pasaba en las Juventudes Hitlerianas una gran parte de los pocos momentos bonitos de mi dura juventud. Así que lamentablemente, asimilé los lemas de ese “Flautista de Hamelín”. Más tarde en mi vida, aprendí la lección.  Sólo una vez quise ser engañado.”

Muerte en Moscú.
Con 18 años, en 1940, fui llamado a filas. Y estaba claro que lucharía contra los rusos. El 22 de junio del 41, llegó la orden de atacar. Llegamos frente a Moscú. Entonces cayó el horrible invierno ruso. Mis compañeros se congelaban con su ropa de verano por miles. En la primavera del 42, nos hundíamos en el barro. Durante semanas estuvo nuestra división rodeada, y los rusos nos disparaban desde todas partes. Cada uno luchaba por sí mismo y por su vida, ya no había compañerismo. Se me congelaron las orejas y los dedos de los pies. Creer en una victoria o en el Führer, hacía tiempo que no se pensaba en ello. A principios del verano del 42 nos enviaron en dirección a Stalingrado. Cuanto más avanzábamos, más enfurecida era la resistencia de los rusos. Y peores los suministros. Casi no teníamos nada que llevarnos a la boca, y cada vez menos munición. Buscábamos en los bolsillos de los muertos en busca de comida.

Lucha en Stalingrado.
Entonces empezó el ataque en la ciudad. Delante nuestro los rusos, que luchaban por sobrevivir. Y detrás nuestro un enemigo peor: nuestra propia gente. Disparaban contra cualquiera que intentaba volver atrás. Cientos de compañeros fueron fusilados por cobardía ante el enemigo. Hubiera mentido al afirmar, que estaba interesado en como, en el otro bando los pobres cerdos pringaban como nosotros. Nuestro destino estaba claro: matarnos unos a otros. Una vez me quedé enfrente de un ruso. Por un pequeño instante le miré a los ojos. Entonces levanté mi pistola y él hizo lo mismo con su Mpi. Yo fui más rápido.

La traición.
Como soldados del frente, hablábamos abiertamente de nuestra desesperación. Al contrario, se debía ser cauteloso al hablar de la verdad. En una carta que envié a mi padre Otto por coreo militar a Königstein, le informé sobre nuestra desesperada situación y le escribí: “Ya no tengo ninguna esperanza de volver a ver mi país”. Hubiera sido mejor no hacerlo. Mi padre era un nazi obstinado, que devolvió la carta a mi comandante en el frente, que me señaló como desmoralizador de la tropa. Gracias a Dios, mi comandante era un hombre respetable. Me hizo llamar y me dijo: “Patzsch, por esto debería mandarlo a fusilar”. Entonces le dio la carta a su ayudante. Éste la puso encima de una parrilla y la encendió. Callados, vimos como el papel ardía.”

La salvación.
A principios de octubre del 42, fui alcanzado por la metralla de una bomba en las inmediaciones de una fábrica en Stalingrado. El impacto me rompió muchos huesos, me alcanzó en el estómago, y me rompió el cráneo. Perdí el sentido. Estuve sepultado varios días bajo las ruinas. Entonces ocurrió un milagro, cuando semanas después desperté en un hospital militar en Litzmannstadt, en Pololonia. Fui evacuado en avión.

Una nueva vida.
A causa de mis graves heridas, fui declarado inútil. Como ya no quería tener nada que ver con mi padre, me mudé a casa de una familia en Namislau, que me acogió como a su hijo. Con mucha suerte, pude sobrevivir a la ocupación de los rusos en el 45. En Weißwasser encontré un nuevo hogar. A causa de las heridas de guerra fui declarado inútil, y sufro aún hoy en día ataques epilépticos. Ya no cogería un fusil por nadie. Hitler y Stalin, Ribentropp y Molotow, esos asesinos que hicieron la guerra, y que nosotros sencillamente, pagamos los platos rotos.

A causa de sus graves heridas, fue declarado inútil. 60 años después del ataque a Stalingrado, padece ataques epilépticos y pesadillas. Además, por una explosión quedó medio sordo. Hoy vive como jubilado en Weißwasser.

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Falk Patzsch, jubilado de 80 años en Weißwasser.

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El soldado Falk Patzsch, con 20 años en 1942.

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Documentos de la época.

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A causa de su heridas fue evacuado y acogido por una familia (2 columna, segundo por la izq).

Saludos
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Antonio Rivera
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Mensaje por Antonio Rivera » Jue Nov 17, 2005 10:51 pm

Muy doloroso todo, lástima que hoy hablan de la IIGM cómodamente sentados tomando alguna copa de moda en un "peligroso" despacho u oficina ministerial.
Una vez ecuché " ... lo primero que hay que hacer el la próxima guerra es mandar a todos los políticos a primera linea...luego negociamos la paz"

Suerte y gracias por el aporte
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Mensaje por FALLSCHIRMJÄGER » Vie Nov 18, 2005 2:37 am

Realmente impresionante amigo Paradise. Una vez leí un resumen tuyo en otro foro de un documental muy bueno por cierto que tradujiste del alemán al español en el que relatabas la entrevista a una mujer que decía que cuando se acabó la comida, empezaron con los caballos, despues con los perros y gatos y cuando no quedaba nada de nada llegaron al canibalismo, ya no diferenciaban entre rusos o alemanes para comerselos. Estas historias que cuentas de estos soldados reflejan la crueldad de la guerra y el sufrimiento infrahumano que llegan a soportar de tal magnitud, que desean la muerte, cualquier muerte, antes que seguir viviendo ante tanta barbarie.

Un abrazo.
"La guerra es un juego serio en el que uno compromete su reputación, sus tropas y su patria." - Napoleón Bonaparte -

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Supervivientes de Stalingrado IV

Mensaje por Paradise Lost » Dom Nov 20, 2005 6:40 am

Supervivientes recuerdan la batalla de Stalingrado (IV).
Soldado Max Adler

Mi álbum de fotos me ayudó a soportar mis horribles experiencias en la guerra.

Texto original de Gerald Praschl

Con su cámara, Max Adler tomó fotos de la pesadilla en el frente, en la segunda guerra mundial, entre 1941 y 1945.

Las fotos.
Cinco años, de 1940 a 1945, estuvo Max Adler (hoy 80) en la guerra. También en Stalingrado. Allí fue evacuado por aire al ser herido. Tenía consigo su cámara. Envió las fotos por correo militar a casa. No creía que volvería a ver su pueblo natal, Schköna. Sus hermanos, Otto y Ernst murieron. Él sobrevivió, al llegar en 1945 a un campo de prisioneros francés.

El regreso a casa.
Su actual mujer, Elfriede, lo recuerda: “Era Marzo de 1946. No sabíamos nada de él desde hacía dos años. Entonces llegó caminado por el prado en una mañana hermosa. Muy delgado, pero vivo. ¡Fue un milagro!”

El álbum.
Max y Elfriede se casaron. Tuvieron hijos y comenzaron una nueva y humilde vida. Max trabajó 37 años en una tienda de electrodomésticos. Guarda su álbum con las fotos de la guerra como un tesoro familiar, decorado con dibujos artísticos. “Mi álbum de fotos me ayudó a soportar mis horribles experiencias en la guerra”, dice.

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Max Adler, jubilado de 80 año en su casa de Schköna.

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Con 19 años, de uniforme en el frente.

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Herido después del ataque a Stalingrado.

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En marcha con sus camaradas (marcado con una cruz). Muy pocos volvieron.

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Armamento de su compañía. Un cañón del 21 y un Panzer P-4.

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Max y sus compañeros acampan en la estepa de Stalingrado.

Saludos
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Supervivientes de Stalingrado V

Mensaje por Paradise Lost » Mar Nov 22, 2005 4:58 am

Supervivientes recuerdan la batalla de Stalingrado (V)
El radiotelegrafista Rolf Keller desde Dresde.

Cada día volaba al infierno

Texto original de Gerald Praschl
Foto de Nikola Kuzmanic

En la antigua foto puede verse al orgulloso radiotelegrafista Rolf Keller, junto a un Focke-Wulf FW 200, en el que como soldado estuvo destinado toda la guerra. Cuando Rolf Keller (82) mira la foto, no queda huella alguna de su orgullo. “Fue una época horrorosa y me alegro de haber sobrevivido."

La misión del puente aéreo.
A bordo del Focke-Wulf, Rolf Keller veía el horror. En enero de 1943, voló con su máquina más de 30 veces junto a otro radiotelegrafista y dos pilotos al Kessel de Stalingrado. Su misión: llevar suministros a las tropas alemanas que estaban en esa ciudad sitiadas por los soviéticos. En realidad, Keller y sus camaradas estaban estacionados desde el principio de la guerra en Noruega. Desde aquí volaban con su Focke-Wulf haciendo largos recorridos sobre el Atlántico como avión de reconocimiento, encontrado ocasionalmente barcos enemigos. Por aquel entonces el Focke-Wulf era una maravilla de la técnica. Podía permanecer 20 horas en el aire. Ahora Keller y sus camaradas debían dirigirse al Ostfront. Allí ayudaron a abastecer con suministros a los 260.000 alemanes sitiados en Stalingrado desde el aire.

Stalingrado estaba condenado.
Desde el 22 de noviembre, el VI Ejército de la Wehrmacht del general Friedrich von Paulus estaba sitiado por el ejército rojo. Cada día la situación era más desesperada. En vez de intentar romper las líneas enemigas para salvarse, von Paulus y sus hombres debieron obedecer las órdenes de Hitler y resistir en Stalingrado. Hermann Göring les había prometido abastecerlos diariamente desde el aire con 600 toneladas de aprovisionamientos. Estimación totalmente irreal, como se comprobó al poco tiempo. Los aviones apenas podían transportar cada día 100 toneladas.

La muerte en el Kessel
En el Kessel los soldados empezaron a morir. El hambre y las epidemias se extendían rápidamente. Como última esperanza, la unidad de Keller con 18 aviones fue trasladada de Noruega al este. En enero del 43 volaron al Kessel de la muerte, que cada vez era más estrecho. Transportaron 36 toneladas de aprovisionamientos. Y sacaron de allí a 156 heridos. Fueron las últimas semanas de la tragedia de Stalingrado. Mientras tanto diariamente morían 1000 soldados alemanes. La mayoría no moría bajo fuego enemigo, sino de hambre. 40.000 heridos ya no pudieron ser evacuados, y soportaron en los sótanos sus inhumanos dolores.

El horror en la pista de aterrizaje.
En la pista de aterrizaje de Pitomnik, donde aterrizó el avión de Keller, acontencían escenas apocalípticas. En las zanjas a lo largo de la pista, yacían innumerables heridos que esperaban poder subir a un avión y con ello conseguir la ansiada salvación. “Sólo los heridos más graves y los especialistas recibieron la autorización para ser evacuados. Todos los demás estaban condenados.” La unidad de Keller también tuvo que pagar un alto precio. En el transcurso de pocas semanas, la mitad de los Focke-Wulf fueron derribados. El 29 enero del 43, el propio avión de Keller fue alcanzado y sufrió graves desperfectos. Al final, el 31 de enero, la unidad de Keller recibió una orden sin sentido, el día que von Paulus fue hecho prisionero. Un último Focke-Wulf debía sobrevolar el centro de Stalingrado, para lanzar munición y alimentos. Los camaradas de Keller nunca volvieron. Fueron derribados.

La vida tras el horror.
Rolf Keller sobrevivió al ataque de Stalingrado. En 1945 fue hecho prisionero en Francia. Tenía 25 años y no había visto nada más que ruinas, muerte y podredumbre. Seis años como soldado en la guerra. “Envidio a la gente joven que hoy tan libres de preocupaciones pueden disfrutar de su juventud. En esa época yo estuve en el infierno de la guerra. En el infierno de Stalingrado.”

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Rolf Keller nacido en 1921, en su casa de Dresde en el 2003. Ojea un libro sobre Stalingrado.

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Rolf Keller cuando era un joven soldado junto al Focke-Wulf.

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Después de la guerra se casó con su mujer Marianne.

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Focke Wulf FW 200. Con un avión como éste, Rolf Keller volaba al infierno de Stalingrado.

Saludos
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"Heute hängt ihr uns, aber morgen werdet ihr es sein." Hans Scholl

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