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elricame
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Mensaje por elricame » Jue Oct 06, 2005 3:43 pm

a ver si encuentran el Heim ese y le dan su merecido... una pregunta... que le harían si le pillan y le judgan? con 91 años creo que ya no se le puede meter en la cárcel no?

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Erich Hartmann
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Mensaje por Erich Hartmann » Mié Oct 12, 2005 8:23 pm

Cartas de Mengele revelan que murió creyendo en el superhombre ario

El monstruo irredento

Hermann Tertsch - El País

Era probablemente la persona y el nombre que mejor ha simbolizado todo el horror del nacionalsocialismo y del holocausto. Mucho se ha escrito sobre la vida y la mente diabólica de Hitler, sobre el fanatismo de Goebbels, la falta de escrúpulos de Göring, el sadismo de Himmler o el escalofriante rigor burocrático de Eichmann. Pero en ninguno de ellos confluyen como en el doctor Josef Mengele -conocido como el ángel de la muerte del campo de exterminio de Auschwitz-, teoría y práctica del holocausto, de la selección racial y el experimento científico con seres humanos.

Aún hoy tiemblan los supervivientes cuando recuerdan la espigada figura del médico y capitán de las SS en la tristemente célebre "rampa de la muerte" de Auschwitz seleccionando entre los prisioneros a quienes podían trabajar, quienes iban directamente a la cámara de gas y a los niños, mujeres y hombres con peculiaridades físicas que utilizaba para sus experimentos.

Su siniestra fama se convirtió en terrible leyenda cuando desapareció después de la guerra. Durante 34 años vivió huido e impune, bajo un sinfín de nombres, protegido por otros nazis en Latinoamérica, hasta que en 1979 murió ahogado en una playa de Brasil. Los intentos de localizarlo y capturarlo fracasaron siempre. Hasta 1985 no se pudo confirmar su muerte.

Ahora, 25 años después de ahogarse en la playa brasileña de Bertioga, salen a la luz unas cartas inéditas suyas a amigos y familiares que demuestran que Mengele murió como un nazi convencido y firme defensor de la pureza aria como defensa contra el contagio de debilidades y vicios de las "razas inferiores".

Son 85 escritos confiscados hace 20 años en la casa de amigos suyos y después olvidados en los archivos de la policía brasileña. Ahora han sido traducidos del alemán y publicados por el diario Folha de São Paulo. Son testimonios banales de la vida de fugitivo de quien sin duda fue uno de los asesinos más crueles y sofisticados de la historia.

Pero una y otra vez aparecen comentarios y reflexiones que revelan a un Mengele que de nada se arrepentía y seguía obsesionado por la pureza de las razas superiores y la validez de los principios ideológicos del nazismo a los que de forma tan destacada sirvió.

En uno de los documentos, destinado a su diario en 1976, escribió que estaba leyendo las memorias de Albert Speer, el que fuera ministro de Armamento y arquitecto favorito de Hitler. Speer, juzgado en Núremberg, escribió sus memorias mientras cumplía los 20 años de condena que le fue impuesta.

El ángel de la muerte ve en el libro disculpas y lamentos inaceptables. "Se ha humillado [Speer] y se muestra arrepentido, lo que resulta muy lamentable", comenta Mengele. Aunque en ninguna de las cartas aparece referencia a su paso por Auschwitz, sí hay frecuentes comentarios sobre el "peligro de la mezcla de razas siempre que no sean muy similares".

Según dice en 1972, Latinoamérica "corre un serio peligro si disminuye el peso de las razas nórdicas; la civilización creada por los europeos en otras partes del mundo sólo es ejemplo de éxito allí donde los blancos no se han mezclado". Y elogia la segregación racial de Suráfrica, entonces en su cenit. A EE UU le augura un futuro de ruina por "su exceso de mezcla".

En otra carta protesta porque una sobrina suya tiene un novio de origen alemán que no comparte "la ideología aria". Mengele vivió tres años escondido en Baviera tras la guerra y después, gracias a las redes de apoyo nazis, huyó a la Argentina de Perón; después, a Paraguay, y finalmente se instaló en Brasil.

Allí murió sin ser juzgado siquiera por su conciencia, como revelan sus escritos después de 34 años de ser uno de los criminales más buscados del mundo.



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Mensaje por Erich Hartmann » Mié Oct 12, 2005 8:40 pm

Una bomba de la II Guerra Mundial cerca de una estación

Un explosivo de hace 60 años bloqueó el paso de los trenes que viajan desde Italia al sur de Francia


Una bomba que habría sido instalada cerca de la estación de la localidad italiana de Vintimille bloqueó el paso de los trenes que viajan desde ese país a Francia.

La estación de Ventemille fue evacuada cuando la policía ferroviaria italiana descubrió una bomba de hace 60 años escondida cerca del lugar.

Una vez evacuada la estación, la división de explosivos de la policía local se dispuso a trasladar la bomba hacia un lugar más seguro.

Esta línea de trenes comunica Vintimille con la ciudad de Mentor, al sur de Francia, informó la agencia de noticias AFP.


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Mensaje por Erich Hartmann » Mié Oct 12, 2005 8:42 pm

Bomba de la Segunda Guerra Mundial retrasa vuelos en Amsterdam

El explosivo fue descubierto en una localidad contigua al aeropuerto de Schiphol y temen que las vibraciones que causan los aviones al aterrizar y despegar haga estallar el artefacto


(EFE).- El aeropuerto de Schiphol, en Amsterdam, está sufriendo retrasos tras ser descubierta una bomba de la Segunda Guerra Mundial en una localidad contigua, cuyo terreno registra ciertos temblores causados por el aterrizaje y despegue de los aviones, según informó hoy la Oficina de tráfico aéreo.

El artefacto fue descubierto anoche en las inmediaciones de la localidad de Vijfhuizen, a poca distancia de las pistas del aeropuerto de la capital, según la agencia holandesa ANP.

Tras localizarse la bomba, una de las pistas del aeropuerto fue cerrada para evitar que las operaciones aéreas de despegue y aterrizaje en la misma pudieran producir vibraciones susceptibles de hacer detonar el explosivo del obús.

Vijfhuizen es una localidad pequeña, compuesta en gran parte por viviendas de vacaciones y zonas de recreo, y en la que los vecinos de cinco casas han sido desalojados mientras se prolonguen las tareas de desactivación de la bomba.


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Mensaje por Medina » Vie Oct 21, 2005 7:48 pm

Hallado en un glaciar el cuerpo congelado de un piloto de la Segunda Guerra Mundial

(El Comercio Digital).

Dos montañistas han descubierto en un glaciar de Sierra Nevada, en Estados Unidos, el cuerpo de una persona cubierto en un 80% por un bloque de hielo. Según los primeros indicios, el cadáver podría corresponder al de un piloto cuyo avión se estrelló en 1942, en plena Segunda Guerra Mundial.

Oficiales del parque consideran que el soldado pudo haber formado parte de la tripulación de un avión AT-7 que se estrelló el 18 de noviembre de 1942. Cinco años más tarde un montañista encontró los restos de la aeronave y cuatro cadáveres.

Según los montañistas, el cadáver llevaba un paracaídas del Cuerpo del Ejército estadounidense de la Segunda Guerra Mundial cuando localizaron su cabeza, hombro y brazo congelados en la montaña Mendel, de 4.178 metros de altura, en el Parque Nacional Kings Canyon.

La localización del cuerpo ha llevado a desplazarse hasta la zona a expertos que, a lo largo de los próximos días, se encargarán de rastrear el terreno y eliminar el bloque de hielo que rodea el cuerpo. En cualquier caso, han señalado que es una tarea en la que tienen previsto demorarse todo el tiempo que sea preciso porque quieren “conservarlo lo máximo posible”, ya que "está casi intacto".

El equipo de excavación desplazado a la zona incluye a un experto de una unidad militar que identifica y recupera personal desaparecido durante décadas. Según detalla la página web de la cadena CNN, cerca de 88,000 estadounidense han desaparecido en conflictos armados. Casi 78.000 corresponden a la Segunda Guerra Mundial.
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Mensaje por Erich Hartmann » Mar Nov 01, 2005 3:52 am

La reconstruida Frauenkirche de Dresde reabre como un monumento a la paz

La recuperación de la iglesia, que fue destruida en la II Guerra Mundial, ha durado 11 años

La Frauenkirche (iglesia de las mujeres), destruida hace 60 años durante el bombardeo de Dresde en la II Guerra Mundial, reabrió ayer sus puertas en una solemne ceremonia tras una reconstrucción que ha durado algo más de 11 años. El templo, considerado una de las joyas de la Iglesia evangélica, se ha convertido en símbolo de la reconciliación entre los pueblos y constituye un pétreo llamamiento a la paz.

Dresde recuperó ayer el perfil que en su día pintó Canaletto al incorporar a su paisaje la Frauenkirche, destruida por un incendio como consecuencia de los bombardeos aliados del 13 y 14 de febrero de 1945 que arrasaron la ciudad y dejaron un balance de unos 30.000 muertos. La Frauenkirche se incendió y se vino abajo con estruendo el 15 de febrero de 1945. Los escombros de la iglesia, una joya del barroco tardío construida entre 1726 y 1743, se convirtieron en los años de la desaparecida República Democrática Alemana en símbolo de la guerra. También nacieron a su vera los tímidos movimientos pacifistas de principios de los ochenta en la dictadura prusiano-estalinista.

Tras el derrumbamiento del régimen comunista y la reunificación de Alemania en 1990, una iniciativa ciudadana se puso en marcha para reconstruir la Frauenkirche en medio de la incomprensión y falta de apoyo. Poco a poco aquella iniciativa surgida de la sociedad civil inició la recogida de donativos para la gigantesca tarea. Las obras se iniciaron en mayo de 1994 y se recuperaron 8.400 piedras ennegrecidas por el fuego que destruyó la iglesia original. Los 180 millones de euros que costó la reconstrucción proceden en dos tercios de donativos de todo el mundo y los 60 millones restantes los aportaron el Gobierno federal alemán, el Estado Libre de Sajonia y el Ayuntamiento de Dresde. Medio millón de euros costó la cúpula y los donaron en el Reino Unido, el país de donde procedían los bombardeos que asolaron la ciudad. La cruz dorada que corona a más de 90 metros de altura la cúpula es obra de Alan Schmidt, un artista de Londres. Su padre iba en uno de los aviones que bombardearon Dresde.

Entre los 1.700 invitados que siguieron la ceremonia ayer en el interior de la iglesia -otras 50.000 personas asistieron desde fuera-, se encontraba Marian Sobkowiak, superviviente de un grupo de 12 polacos que lucharon en la resistencia contra los alemanes y murieron ejecutados en Dresde el año 1942. No fue éste el único símbolo de la reconciliación entre los pueblos. La cruz de clavos del altar de la reconstruida Frauenkirche procede de la catedral de la ciudad de Coventry, en el Reino Unido, destruida por las bombas alemanas en 1940.

En la ceremonia estuvo presente el duque de Kent como representante de la monarquía británica, que se manifestó "impresionado por la belleza de la construcción". El obispo de la Iglesia evangélica Mochen Bohl calificó la reconstrucción como "una obra de la reconciliación y una advertencia para la paz". El alcalde de Dresde, Ingolf Rossberg, dijo: "El sentimiento artístico y el orgullo ciudadano han vencido de nuevo sobre la barbarie y la locura belicista".

El máximo representante de Alemania, el presidente federal Horst Köhler, destacó en su discurso la importancia de la reconstrucción. Para Köhler, la Frauenkirche es un símbolo de que nunca más podrá haber guerra.



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Mensaje por beltzo » Mar Nov 01, 2005 8:59 pm

Los héroes que Lucas resucitará

En la II Guerra Mundial, EEUU creó una unidad de elite sólo de pilotos negros. Abatieron 400 aviones,
pero se les excluyó del desfile de la victoria. Ahora George Lucas planea llevar su historia al cine.


Los soldados de la Alemania nazi los conocían como Schwarze Vogelmenschen -hombres negros voladores-
y el ejército aliado los bautizó como Redtails -colas rojas- o Redtail Angels -ángeles de cola roja-,
debido a la llamativa pintura que lucían en la aleta posterior de sus aviones. Eran los pilotos de
un grupo de elite del Ejército estadounidense cuya sola presencia en el cielo atemorizaba. Se temía
su eficacia, su valentía y, especialmente, su puntería.

Sin embargo, en su país de origen, estos bravos soldados del aire no tenían la misma consideración.
En los años 40, mientras el fascismo se extendía por Europa, EEUU seguía rigiendo el lema Sólo blancos,
que establecía que los negros como ellos eran seres de segunda categoría. Incapaces. Inferiores, y
sin posibilidad de sufragio. Incluso el Ejército dudaba de sus capacidades. Sobre todo a la hora de
poder ejercer posiciones de mando o manipular aparatos sofisticados. Los Tuskegee Airmen, como se
conoció a este grupo de pilotos en EEUU, tuvieron que hacer estallar tantos estereotipos y prejuicios
raciales como aparatos enemigos. Y no fue fácil.

El mero hecho de ser aceptados en el Ejército ya fue un hito en sí, como recuerda unos de sus miembros,
el teniente coronel, Hiram Mann, de 84 años hoy. Cuando Mann solicitó por primera vez el ingreso en
el Army Air Corps -precursor de la fuerza aérea actual-, le rechazaron sin miramientos. Fue a través
de una carta en la que «simplemente decía que no había instalaciones equipadas en ninguna rama del
Ejército para la preparación de negros en técnicas de pilotaje», recuerda Mann en una entrevista
publicada por el periódico Daily Mail.

Como Mann, otros muchos sufrieron el mismo destino por la ignorancia de la mayoría de americanos que
consideraba a los negros «incapaces de manejar algo tan complejo como un avión», según dice el veterano
Herbert Carter, de 86 años y antiguo compañero de Mann, con quien compartía rango.

El rechazo inicial no fue superado hasta que llegó una orden directa del presidente Franklin Delano
Roosevelt, se supone que para aumentar el número de efectivos para afrontar la guerra contra los nazis.
De manera que mandó al Army Air Corps crear, a título experimental, un grupo de combate formado sólo
por negros en Tuskegee, en Alabama.

En verano de 1941 empezó el primer curso con 13 cadetes que habían tenido que superar unos duros
exámenes establecidos con la esperanza de que no hubiera muchos negros capacitados. Nueve meses
después se convertían en los primeros miembros del 332 Grupo de Combate, rebautizado como los Tuskegee
Airmen. Llegarían a ser 1.000 soldados, aunque sólo 450 tomaron parte directa en acciones bélicas.

Destinados como unidades independientes, pues el Ejército todavía no confiaba en la unificación de
razas, los Tuskegee Airmen, a bordo de los Mustang P-51 con la cola roja, pronto se ganaron el respeto
de sus comandantes por su habilidad y eficacia. En unas 1.500 misiones por Europa, el norte de Africa
y el Mediterráneo consiguieron destrozar más de 400 aparatos enemigos (100 de ellos en pleno vuelo),
más de 45 trenes y hasta un destructor.

Fue en el puerto de Trieste, en Italia, y constituyó una de las mayores hazañas del grupo. Gracias a
la habilidad y sangre fría del teniente Gynne Pierson, consiguieron hundir el barco utilizando exclusivamente
la munición del calibre 50 disponible en las ametralladoras.

«Creo que fuimos tan efectivos porque cuando crecíamos teníamos que hacerlo todo varias veces mejor
que el resto para ser reconocidos», explica Harold Brown, de 80 años, y otro de los alrededor de 100
colas rojas que aún viven y se reúnen anualmente. «Nuestro programa fue descrito como "el gran experimento",
y sabíamos que fallar haría retroceder a nuestra raza al nivel de 30 años atrás».

Y es que, sin quererlo, los Tuskegee Airmen se encontraron luchando a dos bandos: contra el fascismo
en Europa y contra la intolerancia en su propia casa. «Con el enemigo sólo se podía morir una vez»,
cuenta el que fuera líder de los Tuskegee Airmen, el coronel Benjamin O. Davis. «En el Ejército y
en la vida, tuve que vivir con el sufrimiento que impone la degradación y el racismo».

A pesar de ello, su reputación entre los militares creció como la espuma. Y los Mustang P-51 de cola
roja no tardaron en ser reclamados continuamente -a menudo sin que los mandos que pedían su participación
supieran la raza de sus pilotos- para escoltar a los bombarderos asignados a misiones peligrosas.
Cuando hacían de escoltas eran infalibles y hasta hoy son el único grupo que nunca ha perdido un avión
bajo fuego enemigo en tales funciones.*

Retorno Agridulce

Después de la II Guerra Mundial, en la que sufrieron 66 bajas, los Redtails tuvieron un retorno
agridulce. Mientras por un lado recibían los honores máximos en forma de 850 medallas y la Presidential
Unit Citation, la más alta condecoración que se puede otorgar a una unidad militar, por otro eran
castigados con la continua degradación racial en la calle y en el propio Ejército hasta el punto de
no ser invitados en los desfiles victoriosos. Sus gestas fueron difuminadas en los libros de Historia.
Algunos de los oficiales de los Tuskegee Airmen incluso fueron detenidos tras la guerra, pues la
policía se resistía a creer que gente de raza negra pudiera tener galones.

Las cosas no se calmaron hasta despúes de 1948 cuando el presidente Harry Truman firmó la Orden 9981,
que establecía la igualdad de trato en el Ejército. Aunque llegó un poco tarde, muchos la consideran
la segunda victoria de los Tuskegee Airmen, primera en los despachos.

Sin embargo, la mayoría de estos soldados no guarda rencor a un país que como ha señalado el ex secretario
de Estado Colin Powell «nunca estuvo dispuesto a devolverles el servicio prestado».

Tras años dándole vueltas, George Lucas tiene pensado llevar a la gran pantalla el legado de estos
hombres. «No hay ni siquiera un guión escrito», asegura John Singh, portavoz de Lucasfilm Ltd. Pero
sí hay un título provisional, Redtails, y la garantía de que Lucas «piensa dedicarle mucho más tiempo»
a partir de ahora, si bien aún no ha definido si será su próximo proyecto.

Articulo de Ferrán Viladevall publicado en El Mundo en Junio del 2005.


*El grupo de combate 332 nunca perdió un sólo bombardero en 200 misiones de escolta. Más aún, ganó una mención como Unidad Distinguida por la realización de una misión de escolta de 1.600 millas hasta Berlín, que produjo el derribo de tres jets Me-262 en marzo de 1945.

Saludos

elricame
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Mensaje por elricame » Mié Nov 02, 2005 3:19 pm

magnifica noticia... puede salir una buena película...

Medina
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Mensaje por Medina » Mié Nov 02, 2005 3:34 pm

Sobre esta unidad hay una película titulada "Escuadrón de combate 332", interpretada por Laurence Fishburne. Aunque creo que en España solo se estrenó en video.
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Erich Hartmann
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Mensaje por Erich Hartmann » Mié Nov 02, 2005 3:43 pm

Alerta por bomba de la II Guerra

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Berlín, Alemania, 1 de noviembre. Una bomba de la Segunda Guerra Mundial fue desactivada en la noche del lunes en Berlín, en una operación en la que fueron evacuadas temporalmente a unas 10 mil personas, informaron hoy fuentes policiales en la capital alemana.

Algunos vecinos se tomaron la evacuación como una broma de Halloween, ya que en un primer momento no creyeron que fueran reales las intenciones de la policía, que llamó de puerta en puerta.

Unos 400 policías, bomberos y trabajadores de la Cruz Roja participaron en el desalojo de la zona, un área con un radio de 500 metros alrededor de la bomba y en el que se encuentran edificios de hasta 11 pisos. La Cruz Roja ayudó a los 200 ancianos de una residencia a trasladarse a un lugar seguro.

La bomba de la aviación estadounidense, de unos 250 kilogramos, fue descubierta en unas obras con una excavadora en el barrio berlinés de Friedrichsfelde.



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Mensaje por Erich Hartmann » Mié Nov 02, 2005 3:46 pm

Las diapositivas de Hitler «salvaron» el arte

Los nazis fotografiaron los frescos de edificios amenazados por las bombas, desde el Rin hasta Kaliningrado. A partir del viernes se exponen en internet

GUILLEM SANS. SERVICIO ESPECIAL

BERLÍN. La orden la dio el propio Adolf Hitler, o quizá su ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, en los primeros meses de 1943. El desastre de la campaña rusa del último invierno y los primeros bombardeos a gran escala sobre ciudades alemanas no habían hecho mella en el ímpetu conquistador del régimen nazi, pero sí en la seguridad que sus líderes tenían en la victoria final. Bajo las bombas desaparecían para siempre iglesias, monasterios y castillos cuyo aspecto exterior sólo prevalecería en imágenes, la mayoría en blanco y negro, pero ¿qué iba a ser de los frescos que adornaban techos y paredes interiores de esos edificios?

Hitler y Goebbels enviaron a un «ejército» de fotógrafos a tomar instantáneas de todos los que pudieran encontrar, desde el Rin hasta Kaliningrado, en lo que hoy es Alemania, Austria, la República Checa, Polonia y Rusia. El formato escogido fue la diapositiva «Agfacolor-Neu», disponible en el mercado desde 1936, entre otros motivos porque los negativos convencionales se usaban en su mayor parte para el cine y era de temer que las existencias en una economía de guerra no alcanzaran para un proyecto de tal magnitud.

Un trabajo incompleto

Catedráticos de universidad, fotoperiodistas de la época, historiadores del arte y químicos conformaban la heterogénea cuadrilla que se encargó de tomar las instantáneas, en operaciones que coordinaba el «departamento de Bellas Artes» del ministerio de Goebbels. Los problemas logísticos derivados de la situación de guerra y la inestabilidad de las emulsiones de color utilizadas hicieron imposible a la tropa completar su trabajo. Si el avance del frente occidental les impidió llegar a regiones como Alsacia, en la frontera francesa, los nazis lograron fotografiar en Prusia Oriental (hoy Polonia y Rusia) techos y retablos policromados de iglesias rurales de las que hoy no queda ni una piedra.

El Instituto Central de Historia del Arte en Munich ha digitalizado todas las diapositivas que se conservan, casi 40.000, y cualquier internauta podrá observarlas con toda calma en la dirección www.zi.fotothek.org a partir del próximo viernes. En un momento en que se habla de digitalizar bibliotecas enteras, los historiadores alemanes difunden en la red las imágenes de un esplendor cultural europeo en buena parte irrecuperable. El proyecto es interesante sobre todo para los historiadores, que podrán reconstruir diez siglos de motivos sagrados y profanos en la pintura al fresco centroeuropea. En muchos casos dispondrán de una gran riqueza de detalles. En otros motivos, el desarrollo de la guerra impidió a los fotógrafos nazis ser todo lo exhaustivos que hubieran deseado. De Munich, por ejemplo, sólo se conservan diapositivas de las iglesias de Santa Ana y de la Trinidad. De algunos frescos sólo hay fragmentos y en muchos casos sería muy difícil reproducirlos en su totalidad.

Proyecto de alto secreto

El proyecto de Hitler y Goebbels, por supuesto, era del más alto secreto. Para un régimen convencido de hallarse en la primera década gloriosa de un Reich con vocación milenaria, suponía reconocer la capacidad de destrucción del enemigo y, en el fondo, la posibilidad de la derrota. «El Ministerio de Propaganda prohibió fotografiar el exterior de los edificios para no despertar los recelos de la población», explica Ralf Peters, del citado instituto muniqués. Además, era una empresa tan aparatosa como bien pagada por el riesgo que entrañaba para los fotógrafos y, en resumidas cuentas, una ruina para una economía concentrada en el esfuerzo bélico.

A Hitler le gustaron las primeras pruebas cuando mandó que se las presentaran en reproducciones de gran formato en papel, de modo que la tropa de fotógrafos del Führer siguió con su trabajo hasta bien entrado abril de 1945, a pocos días de la capitulación del régimen nazi.

La «victoria final» no se había producido. Alemania estaba en ruinas y el almacenamiento de las diapositivas en distintos lugares después de la guerra permitió que sobrevivieran hasta hoy. Más de la mitad de todo lo que reproducen ya no existe. Se ha perdido.



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Mensaje por Erich Hartmann » Mié Nov 02, 2005 3:49 pm

ONU QUIERE RECORDAR A LAS VÍCTIMAS DEL NAZISMO.

27 de enero será el día del Holocausto
NUEVA YORK, Estados Unidos /AP

La Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó ayer por consenso una resolución que establece un día anual para recordar a las seis millones de víctimas del Holocausto.

El Día Internacional de la Conmemoración será el 27 de enero.

El presidente de la Asamblea General, Jan Eliasson, preguntó si había objeciones a la propuesta de crear esa conmemoración, y al no escuchar ninguna la aprobó por consenso con un golpe de mazo.

El embajador israelí ante Naciones Unidas, Dan Gillerman, agradeció a los 191 miembros de la Asamblea que "adoptaron esta resolución sin precedente... en este momento extraordinario e histórico".

Pero después de la votación, el embajador egipcio ante la ONU, Maged Abdelaziz, dijo que la fecha debía servir para recordar a todas las víctimas de todos los genocidios y no sólo a los caídos en el Holocausto nazi.

La resolución recalca el tanto el "deber de recordar" como el "deber de educar" a las futuras generaciones acerca de las matanzas ordenadas por Adolfo Hitler, el dictador de la Alemania Nazi.



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Mensaje por Erich Hartmann » Mié Nov 02, 2005 3:55 pm

SE REUNIERON A 60 AÑOS DE LA CELEBRE CONFERENCIA

Los nietos de Stalin, Churchill y Roosevelt hablaron sobre Yalta

Debatieron sobre la historia de la Segunda Guerra en una universidad holandesa.

MAASTRICHT. AP.



Los nietos del ex líder de la Unión Soviética José Stalin, del presidente estadounidense Franklin Roosevelt y del primer ministro británico Winston Churchill — líderes respectivos de sus naciones durante la Segunda Guerra Mundial — se juntaron ayer para un debate, 60 años después de que sus abuelos se reunieran en la histórica conferencia de Yalta, donde se trazó el diseño del mundo después del conflicto.

Los nietos de las celebridades debatieron amistosamente, aunque en algunas ocasiones expresaron opiniones contrapuestas acerca de la guerra y de lo que ocurrió en Yalta, el balneario ucraniano de Crimea, frente al Mar Negro, donde los tres líderes se reunieron en febrero de 1945 para decidir el fin de la guerra y dirimir las zonas de influencia de cada uno de los poderes de allí en adelante.

Aquella conferencia dividió a Europa en dos esferas rivales de influencia, una del bloque soviético y otra asociada a Occidente, y marca el comienzo de la llamada Guerra Fría, que distinguió casi toda la segunda mitad del siglo XX, hasta la caída de la Unión Soviética, en 1991.

"Mi abuelo tenía gran estima por su abuelo como líder de la época de la guerra", dijo el autor y político Winston S. Churchill al nieto de Stalin, el georgiano Yevgeny Dzhugashvili, un historiador militar y coronel retirado de las fuerzas armadas de su país. Pero Churchill "se preocupaba por lo que podría ser el destino de Europa con el Ejército Rojo en el umbral y apuntando a su yugular", dijo su nieto irónicamente.

El jueves trascendió en los medios que Georgia, de donde era originario Stalin, estaba dispuesta a recibir su cadáver embalsamado, que hasta hoy se encuentra al pie de la muralla del Kremlin, en la Plaza Roja de Moscú. Ese día, su nieto advirtió que llevaría de regalo a la reunión unas botellas del famoso vino georgiano "Jvanchkará".

El curioso debate entre nietos se celebró durante el inicio del programa de posgrado en un programa de administración pública de la Universidad de Maastricht, en la frontera holandesa cerca de Bélgica y Alemania.

Dzhugashvili dijo que los tres abuelos eran amigos a nivel personal, pero que en realidad Stalin creía que EE.UU. y Gran Bretaña eran enemigos implacables. "No tenían aliados, sino sólo intereses coloniales", agregó. "El peligro los unió. Pero tan pronto como terminó el conflicto, Churchill quería empezar una guerra contra la Unión Soviética".

Curtis Roosevelt, nieto de Franklin D. Roosevelt, dijo que "nadie obtuvo en Yalta lo que buscaba, salvo los rusos, que estaban en la mejor posición para lograrlo".

Roosevelt, un profesor que se desempeñó como diplomático en Naciones Unidas, dijo que su abuelo "no logró que EE.UU. entrara en la guerra hasta Pearl Harbor, aunque estaba convencido de que era preciso hacerle frente a Hitler. El pensaba que si Gran Bretaña era derrotada, le tocaría inmediatamente a EE.UU.".

Entre otros puntos acordados en Yalta, figuraba la liberación de Europa y el desarme y la desmilitarización de Alemania.". Alemania fue entonces dividida en zonas entre los aliados, con grandes secciones del este anexadas a Polonia y a Rusia. La declaración final también destacaba las reparaciones económicas a Alemania, por las "pérdidas causadas por los aliados en el curso de la guerra".

Para los países que quedaron bajo la órbita de la ex URSS, Yalta es el símbolo de una traición, ya que aunque en los documentos se hablaba de liberación de los países que estaban bajo yugo nazi, en la práctica eso sólo quedó en la declaración firmada por los líderes.


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Mensaje por beltzo » Sab Nov 05, 2005 2:50 am

Las verdaderas heroínas de la II Guerra Mundial

Seis millones de mujeres se presentaron voluntarias en las fábricas de EEUU. Querían sustituir a los hombres que habían partido al frente. Perdieron la vida 37.000 en accidentes laborales y otras 210.000 sufrieron mutilaciones o invalidez, pero nadie hasta ahora se lo había agradecido. Las “Rositas”, llamadas así por una canción famosa durante la guerra (“Rosie the Riveter”), tienen ya un monumento. Ésta es la dramática historia de renuncias y sacrificios de estas valientes mujeres, como Rosie Will Monroe, consagrada por Hollywood como “La Remachadora”.


Los “marines” de Estados Unidos tienen su canción de la victoria: el Semper Fidelis. La US Navy, el Anchors Aweigh; los pilotos de la US Air Force entonan el Off We Go into the Wild Blue Yonder; y el Ejército, The Caissons Go Rolling Along. Pero Rosita la Remachadora (Rosie the Riveter), que procuró armas y equipos a todos ellos, se quedó sin himno y tuvo que conformarse con los más prosaicos sones de Rosie the Riveter.

Los seis millones de mujeres estadounidenses que se presentaron voluntarias en las fábricas para suplir a los 12 millones de hombres enviados al frente en la Segunda Guerra Mundial fueron las grandes olvidadas del conflicto. Han tenido que transcurrir más de 55 años para que la patria agradecida les rinda por fin el homenaje que merecen. Fue en octubre de 2000, bajo la Administración de Bill Clinton, cuando se aprobó la construcción de un monumento en el denominado Parque Nacional del Frente Interior de la Segunda Guerra Mundial.

Este complejo, que estará finalizado dentro de tres años, se está construyendo en los astilleros Kaiser, en la localidad californiana de Richmond, no lejos de San Francisco. Una población que surgió casi de la nada para convertirse en uno de los principales centros de producción de armamento de EEUU.

Allí trabajaron miles de Rositas, produciendo 747 buques Liberty y Victory, uno de los elementos clave de la victoria aliada, junto con el Jeep, la Fortaleza Volante y el P-51 Mustang. En la vecina fábrica de Ford también contribuyeron a producir más de 60.000 tanques y 50.000 jeeps. Ahora, al cumplir su centenario, el grupo automovilístico también ha querido rendir un homenaje de honor y desagravio a este colectivo que no combatió en Europa, ni en África ni en el Pacífico, pero que conoció como los marines la mutilación y la muerte.

Escribiendo la Historia. “Nunca hicimos nuestro trabajo con la esperanza de que se nos reconociera algún mérito”, declaraba Marian Sousa, una de las Rositas supervivientes, a The Mercury News, uno de los diarios de Silicon Valley. Mary Newson, de 81 años, una texana que a los 17 años comenzó a trabajar como remachadora en la cadena de producción de jeeps, reconoce que “sólo pretendía ganar algún dinero. Nunca pensé que estuviera haciendo historia”.

Bethena Moore, de 83 años, abandonó su casa en Derrider, donde era empleada en una lavandería, para trabajar como soldadora en Richmond. “Cualquiera servía para encargarse de lo que yo hacía en Luisiana. Fabricar barcos era otra cosa muy diferente”, declaraba a The New York Times. Kate Grant, que llegó a California procedente de Oklahoma para trabajar como soldadora, recuerda: “Me dijeron que soldara igual que si hiciera punto... El problema es que yo nunca había hecho punto”.

Las Rositas tomaron su nombre de la famosa canción Rosie the Riveter, compuesta por Redd Evans y John Jacob Loeb. Rosie Will Monroe, que en 1942 fue contratada como remachadora en la fábrica Willow Run de Ford –ubicada en Ypsilanti, estado de Michigan, y en la que se ensamblaban bombarderos– se convirtió, gracias a la magia de Hollywood, en la encarnación de Rosita la Remachadora. Ella protagonizó una película para promocionar la compra de bonos de guerra y la incorporación de las mujeres a las fábricas.

“¡Nosotras podemos hacerlo!” (“We can do it!”), rezaba el póster promocional dibujado por J. Howard Miller, en apoyo a la campaña de reclutamiento. En él, una mujer vestida con el uniforme de las Rosies –mono de trabajo y pañuelo anudado a la cabeza– invitaba a sus compatriotas a contribuir en las factorías al esfuerzo de guerra. “Do the job he lefts behind” (“Haz el trabajo que él ha dejado”), se leía en uno de los eslóganes de la época. “Free a man to fight” (“Libera a un hombre para que pueda luchar”), sugería otro de los carteles.
Millones respondieron al llamamiento. “Cuando mi marido, mi hermano y todos los demás vuelvan a casa, quiero ser capaz de mirarles a los ojos con la conciencia tranquila y poder decirles: ‘Hice todo lo que pude’”, dijo Eugenia Holman en mayo de 1943.

Las mujeres afluyeron a las fábricas desde todos los rincones del país. Algunas eran abuelas que abandonaron un merecido retiro rodeadas de hijos y nietos; otras, poco más que niñas; la mayoría, mujeres casadas. Pero todas se convirtieron en soldados de la producción (production soldiers) y combatieron lo mejor que supieron para acabar con aquella locura devastadora provocada por los hombres. “Vine a los astilleros de Portland (Oregón) en 1941, justo al principio de la guerra, y nunca falté un día al trabajo”, recuerda Lucille Jenkins Nutt.

Pero su incorporación no fue fácil. No sólo les correspondió lidiar con la otra cara de la guerra, la del racionamiento y las largas jornadas de trabajo fabril, además de atender a la familia y cargar con el trabajo doméstico. También tuvieron que hacer frente a las bromas de sus compañeros y al acoso y presiones de muchos de ellos, que consideraban que no tenían cabida en un universo eminentemente masculino.

“Hoy es mi 20 cumpleaños. No sé si nos quedará algún cupón de azúcar para hacer un pastel”, confiaba a su diario Susan Dobbins el 21 de septiembre de 1944. Unas líneas más abajo agregaba: “Hoy he regresado exhausta del trabajo”. Pronto los varones tuvieron que tragarse sus palabras y sus bromas. Gracias al esfuerzo de sus nuevas compañeras, muchas fábricas pudieron obtener el galardón “E”, que premiaba la excelencia del trabajo realizado.

“Desde luego, aquella ocupación no era demasiado divertida, pero recuerde que era tiempo de guerra. Trabajábamos desde las 6.30 de la mañana hasta las 6.30 de la tarde”, rememora Catherine Ott, antigua empleada de la Curtiss Wright. Bethena Moore agrega: “[El lugar de trabajo] Estaba oscuro y daba miedo. Nos sentíamos tristes. Sabíamos por qué lo hacíamos: los hombres enviados al frente podían no volver. Había vidas en juego, así que todas las soldaduras tenían que ser perfectas”.

No contentas con ello, eran muchas las que tras su jornada laboral servían como voluntarias en la Cruz Roja, ayudaban a vender bonos de guerra o confeccionaban paquetes para los combatientes. Pero el precio fue muy duro. Compaginar el trabajo del hogar, el cuidado de los hijos, las horas en la cadena de montaje y el racionamiento tenía un coste. Las Rositas enfermaban con frecuencia. Para acallar a sus compañeros, muchas incluso renunciaban a sus días libres.

“A la fábrica venían soldados que habían luchado en el frente para decirnos que no podíamos tomarnos días libres. En una ocasión que me tomé un día, vinieron a mi casa. Menos mal que había salido, porque hubiera sido terriblemente embarazoso tener que explicar a un grupo de soldados condecorados por qué no estaba en el trabajo”, contaba Katherine O’Grady.

Penalidades. Las condiciones de vida no siempre eran buenas. Kate Grant recordaba recientemente que ella y su esposo, también empleado en el astillero, compartían una caravana con otras cinco parejas. “Teníamos suerte, había quienes se pasaban toda la noche en las salas de cine porque no disponían de otro lugar donde dormir”.

No sólo trabajaron muy duro, también pagaron su peaje de dolor y sangre. Según la investigadora Kelly Guthrie, alrededor de 37.000 mujeres perdieron la vida en accidentes laborales. Una cifra escalofriante si se compara con los 26.000 muertos que durante el mismo periodo tuvo la Octava Fuerza Aérea, la unidad más castigada de las Fuerzas Armadas de EEUU. Otras 210.000 mujeres, agrega Guthrie, sufrieron mutilaciones o invalidez. Para ninguna hubo honores militares ni desfiles.

Aún más duro fue el escarnio que sufrieron cuando sus hombres regresaron a casa y reclamaron sus antiguos empleos. A pesar de que las Rositas se habían resignado a percibir salarios muy inferiores por realizar el mismo trabajo –31,21 dólares semanales, de media, frente a los 54,65 dólares de los varones–fueron invitadas a olvidarlo todo y a volver al hogar. De poco valió que casi el 80% de todas ellas prefiriese quedarse. No había trabajo para todos, así que fueron objeto de presiones hasta que la mayoría de ellas renunció a sus planes y accedió a cambiar el mono de trabajo y el pañuelo para el pelo por el delantal y el plumero. “Mi madre me advirtió que si aceptaba el trabajo nunca volvería a ser la misma. ‘Nunca querrás volver a ser ama de casa’, me dijo. Tenía razón.

En Boeing encontré una libertad y una independencia que nunca antes había conocido. Después de la guerra no podía aceptar volver a las partidas de bridge, a pasar la vida en un club... cuando hay cosas en las que puedes utilizar tu mente. La guerra cambió mi vida por completo”, confiesó Inez Sauer.

Tuvieron que abandonar las mieles de la libertad que les concedía su recién descubierta independencia económica, para volver a realizar lo que la sociedad de entonces consideraba que eran tareas propias de su sexo. Dejaron por la fuerza de ser arquitectas de la victoria para convertirse en artesanas de la paz.

Ahora, el grupo automovilístico Ford, en el centenario de su creación, ha querido rendir tributo a estas mujeres por su contribución al esfuerzo durante la guerra. El pasado 11 de noviembre reunió a 125 supervivientes y a las familias de otras ya fallecidas ante el monumento a Rosita la Remachadora en el parque nacional de la Segunda Guerra Mundial.

“Tenemos una gran deuda con estas norteamericanas y con Rosita la Remachadora, que inspiró fortaleza a sus compañeras y que sigue siendo un ejemplo para las mujeres trabajadoras de hoy”, afirmó Jan Valentic, vicepresidente de Ford. “Es un monumento muy apropiado para las mujeres que cambiaron el tejido social de nuestro país. Ellas fueron las primeras madres trabajadoras. También rompieron el estigma que la sociedad les había impuesto”.

Ford, la primera compañía que admitió mujeres en sus factorías, ha creado la página web www.ford.com/go/rosie para que las “Rositas” compartan con el resto del mundo sus experiencias.


“La Remachadora”


Rosie Will Monroe (1920-1997) ha pasado a la Historia como “Rosita la Remachadora” (“Rosie the Riveter”), pero en realidad ella nunca fue una de las “Rosies”, más de seis millones de mujeres estadounidenses que a partir de 1942 se incorporaron a las fábricas para convertir a su país en el arsenal de la democracia. Monroe formaba parte, por el contrario, de los cerca de 11,5 millones de mujeres que ya trabajaban en las fábricas antes de la entrada en guerra de Estados Unidos, el 7 de diciembre de 1941.

La mayoría eran solteras, que habían abandonado sus empleos tras contraer matrimonio. Las menos eran mujeres que trabajaban de forma permanente para ayudar a la economía familiar o que se habían visto forzadas a acudir a las fábricas tras divorciarse o enviudar. Éste era el caso de Rosie Will Monroe, que quedó al cargo de sus dos hijas después de la muerte de su marido en accidente de tráfico. Cuando estalló la guerra y los hombres comenzaron a marchar al frente, viajó al norte, a Michigan, centro neurálgico de la industria del automóvil, donde había más trabajo. En 1942 fue contratada por Ford y comenzó a trabajar en la planta de Ypsilanti, cerca de Detroit, como remachadora en la cadena que producía fuselajes para los bombarderos B-24 Liberator y, posteriormente, en los más modernos B-29 “Superfortaleza”.

Rosie fue “descubierta” en 1942 por el actor Walter Pidgeon, que efectuaba una gira por las fábricas para encontrar actores y rodar una película propagandística. Hollywood transformó a Rosie Will Monroe en “Rosita la Remachadora”, un nombre que ya se había hecho famoso gracias a la canción “Rosie the Riveter”. Gracias a ello, pasó a formar parte de la iconografía estadounidense. Después de la guerra, dio muestras de ser una mujer de empuje. Trabajó de taxista y abrió una tienda de productos de belleza, antes de crear su propia constructora, la Rose Builders, especializada en viviendas de lujo.

El contacto con los aviones había despertado en ella la pasión por volar y obtuvo el título de piloto privado. En 1978, en uno de los trayectos sufrió un accidente, en el que se destrozó un riñón que tuvo que ser extirpado. Comenzó a sufrir disfunciones renales, que finalmente acabaron por provocarle la muerte el 31 de mayo de 1997, a la edad de 77 años.


Articulo de Fernando I. Lizundia publicado en El Mundo en Marzo del 2004.


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Mensaje por Erich Hartmann » Mié Nov 09, 2005 6:40 pm

Irène Némirovsky, 62 años después

Antes de morir en Auschwitz, Irène Némirovsky logró acabar dos de las cinco partes de su obra épica sobre la debacle de Francia en la II Guerra Mundial. Publicada en el 2004, lleva 200.000 ejemplares vendidos en su país


CARLES BARBA - 09/11/2005


Decía Rimbaud que la vida en sí misma transcurre sonambulamente y que, para conocer de verdad su entraña, hace falta un dérèglement de tous le sens, un trastorno radical de la percepción. La novela póstuma de Irène Némirovsky trata precisamente de eso, de cómo se comportan los seres humanos en una situación de caos -aquí, la Segunda Guerra Mundial- y de qué manera las adversidades hacen aflorar en ellos lo mejor y peor de su naturaleza. Lo afirma uno de los personajes de la obra, Lucile Angellier: "Nadie puede presumir de conocer el mar sin haberlo visto en la calma y en la tempestad. Sólo conoce a los hombres y a las mujeres quien los ha visto en una época de convulsión como ésta. Sólo ése se conoce a sí mismo".

En Suite francesa, manuscrito que su autora logró salvar ocultándolo en una maleta antes de ser deportada y asesinada en Auschwitz, hay un implacable escrutinio de la reacción de la sociedad francesa ante la invasión alemana, la ruptura de la línea Maginot, la captura de dos millones de soldados franceses y la inminente entrada de los nazis en París. En la primera parte, los capitulillos describen (en una suerte de estructura coral, polifónica) la forman en que evacuan París y engrosan el éxodo distintos habitantes de la gran urbe: una familia de la alta burguesía, un escritor célebre y su amante, un matrimonio de clase media que tiene un hijo en el frente, un miembro de la banca, una bailarina ligera de cascos, un coleccionista de antigüedades, un cura y una treintena de chicos a su cargo, etcétera. El lector que haya visto la película Fugitivos de André Techiné podrá visualizar con facilidad las escenas: los caminos y carreteras de Francia se llenan de columnas de refugiados de todas las procedencias, y la escasez de alimentos, agua y gasolina, el cansancio y la desorientación, y las batidas de Stukas que ametrallan aleatoriamente a estos civiles en fuga, va larvando entre ellos una conciencia del riesgo de su situación, y despertando en consecuencia instintos de supervivencia y de adaptación al nuevo medio.

No sabemos si Némirovsky había leído los cuentos de guerra de Maupassant, pero desde luego en las viñetas que compone, en la crudeza de estos morceaux de vie, hay la misma capacidad de penetrar el fondo último de las conductas individuales cuando se ven sacudidas por el peligro. Las reacciones pueden recorrer toda la gama, desde la heroicidad a la mezquindad. Hubert, por ejemplo, un crío de apenas 16 años de la rancia familia de los Pericand, no puede soportar huir del avance alemán a las faldas de su madre y hermana y, en un golpe de arrojo, las planta y se suma al primer escuadrón francés con el que se encuentra. Un coleccionista de porcelana, en cambio, engaña a una pareja de pimpollos a punto de casarse y, so pretexto de velar su coche, les deja sin gasolina, robándola en beneficio de su propio vehículo. Tanto Maupassant como Némirovsky captan muy bien lo siguiente: tiene más sabiduría de la vida una vulgar bailarina que el más culto burgués, y más reflejos ante el peligro una naturaleza aviesa que otra bienintencionada. Y otra constatación común: es a veces en la más profunda desventura cuando paradójicamente vienen los momentos de dicha más puros.

En cualquier caso, Némirovsky capta estupendamente cómo en el tumulto de las conflagraciones y de las transmigraciones forzosas, los seres humanos se anonimizan, las individualidades ceden por fuerza o de buen grado los intereses que las mueven, yuna extraña uniformidad se enseñorea de sus conductas. En este estado de cosas, los personajes más inhábiles son tipos como el exquisito escritor Gabriel Corte quien, ante la modesta habitación que le ofrece un hotelero de pueblo, se anda con remilgos de señorito: "¿Sabe usted quién soy? Prefiero dormir en mi coche antes que en esta ratonera", con lo cual él y su pareja pierden una preciosa ocasión de descansar bajo techo. En cambio, personajes como el empleado de banca Maurice Michaud, a pesar del hambre, el cansancio y las preocupaciones, no se sienten nunca demasiado infelices porque no se consideran a sí mismos importantes. Para él, además, el pensamiento de que en todas las épocas se hayan producido largos éxodos, le consuela de su concreta y penosa travesía por los caminos de Francia. En la novela por tanto late aquí y allá la idea de que la guerra, aun siendo terrible, libera a cada cual de las pequeñas servidumbres de la identidad, le deja desnudo ante los peligros, y le da una oportunidad única de fusionarse con sus congéneres, incluso con el pálpito mismo de la vida originaria y profunda. Ahí está como ejemplo el personaje de Jean-Marie Michaud, hijo precisamente del empleado de banca, y que en la convalecencia de sus graves heridas, por lo mismo que no se ve ante un futuro inmediato claro, se deja ir al puro hecho de existir y se deleita en la contemplación de unos potros que trotan alegremente en un pequeño prado.

La segunda parte de Suite francesa varía sensiblemente el enfoque del relato. Ahora estamos en zona ya firmemente ocupada - en concreto en Bussy-le-Grand, un pueblo cercano a Dijon y no lejano al Vichy de Petain-, y los aldeanos, granjeros y terratenientes (en concreto, los vizcondes de Montfort) han de convivir y confraternizar con los alemanes, albergándolos en algunos casos en sus propias casas. Se conoce que Némirovsky ha leído a Proust porque en su obra también la realidad queda a cien leguas de lo imaginado. Cuando las mujeres francesas ven llegar por primera vez al pueblo a un alemán en motocicleta, esperan ver algo así como una visión del Apocalipsis. Quien llega en cambio es un joven de rostro fino y sonrosado, casi infantil bajo el casco... Sintomáticamente, esta parte de la novela (polarizada en muchos menos personajes) desarrollará el amor culpable pero también emancipador entre una francesa casada y un oficial alemán también casado, amor que el pueblo presencia con distintos grados de condena o connivencia. Una vez más, la tensión sexual puesta en juego en un contexto tan atípico lleva a descubrir a los dos partenaires recursos propios hasta entonces insospechados.

Notas del natural

Suite francesa había de tener cinco partes y ser una suerte de Guerra y paz sobre la debacle de Francia en los primeros años de la Segunda Guerra Mundial. La trágica muerte de su autora truncó el proyecto, pero las dos partes que han sobrevivido están enteras y conclusas, poseen una firme cohesión, y exhalan por así decirlo una pululación de vida que las convierte en literatura de la mejor cepa. Estas páginas tienen además una poderosa carga autobiográfica y, más aún, una clara conciencia premonitoria, con la que Némirovsky parece estar adivinando y asumiendo su inminente y dramático final. "No le tenía miedo a nada", dice de su personaje Lucile Angellier (y no cabe duda de que está hablando de sí misma): "Su vacía y cansada alma deseaba oscuramente verse en algún gran peligro". Al final, el torbellino de la historia la engulló como una más de los cientos de miles de víctimas del genocidio judío. Suite francesa por lo tanto, además de ficción pura, es un documento personal y directo del mismo rango que el Diario de Ana Frank o Una mujer en Berlín de autora anónima. La novela está escrita en simultaneidad con las peripecias de la propia autora, que como quien dice no hace otra cosa que tomar notas del natural, del gran desbarajuste que es una guerra, y transmutarlas rápidamente en ficción. Suite francesa se erige así en el testimonio de una mujer de genio que, en medio de la tempestad, elige escudriñar a sus semejantes y tomarse la medida a sí misma.



Saludos cordiales

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