Evolución de las Fuerzas Acorazas aliadas
Publicado: Lun Mar 30, 2009 2:16 pm
Una década de experimentos
La batalla de los ensayos, iniciada al comienzo de la década de los años veinte cuando Fuller y sus simpatizantes abrieron el debate sobre la guerra futura, estableció solamente una base teórica, para los experimentos prácticos de campaña. Los experimentos prácticos debían ser llevados a cabo idóneamente solo con equipo adecuado, el cual en modo alguno, se parecía al existente.
En 1920 cuando Fuller escribió su ensayo y Estienne estaba pidiendo un ejercito mecanizado, no existían todavía carros de combate que se pareciesen de alguna forma a la maquina con una velocidad de 30 Km. /h, una autonomía de 250 a 300 Km. y capacidad para cruzar una zanja de cuatro metros, y circular por los caminos y puentes ordinarios sin destrozarlos, tal como Fuller consideraba en el plan de 1919. En esa fecha el ministro británico de guerra, acredito el haber hecho tanto por la creación de los carros de combate, como el que mas. Había hecho lo mejor con el arbitrario tope del presupuesto militar, sentando el principio de que cada penique habría de ser cuidadosamente gastado y que el camino hacia el futuro seria en dirección a los experimentos con nuevas tácticas para resolver los problemas no resueltos al acabar la guerra.Parecia no haber prisa,singularmente porque la política del gobierno proclamaba que “el imperio británico no se vera envuelto en ninguna gran guerra durante los próximos diez años, y no se requerirá ninguna fuerza expedicionaria”. En estas condiciones el ejercito británico podía hacerlo solamente con sus carros viejos y pesados de la guerra con su velocidad máxima de 8 Km./h. la posibilidad de conseguir rápidos y modernos carros de combate, así como transportes especiales todo terreno paral la infantería y la artillería, para capacitarlos a mantenerse juntos con los carros, era muy improbable-y esta permanente situación de estrechez financiera fue la razón de los lentos progresos de la mecanización en los años siguientes.
Las autoridades comprendían también que si se mostraba la posibilidad de un ejército mecanizado, casi todos los materiales del equipo existente en ejércitos básicamente montados sobre el caballo, quedarían anticuados de la noche a la mañana. La oposición a la mecanización ofrecida por los conservadores a ultranza de la caballería, artillería e infantería, en casi todos los ejércitos del mundo, es bien comprensible. No era que los oficiales (y eran los que mas vociferaban sus protestas) deseasen ir a la guerra a lomos de caballos-la real reticencia de muchos, a participar en cargas ante el fuego del as ametralladoras durante la Primera Guerra Mundial había sido bastante clara-era simplemente que la provisión de oficiales montados les daba les daba el beneficio del deporte gratuito a expensas de los contribuyentes. Alegaron que el despojar al ejercito de sus caballos socavaría la atracción de futuros reclutas para el ejercito; pero si se preguntase a muchos de esos hombres lo que pensaban, replicarían que le placer de montar los caballos no valía el placer de vivir con las bestias y que querrían, mas bien, aprender el oficio moderno del motor y adaptarse para un posterior empleo en un mundo que estaba empezando a montar en automóvil.
No obstante, la vieja guardia de cada nación pretendía que la radical reorganización que la mecanización exigiría podía alterar la confianza del ejército, poco tiempo después de haberse recuperado del desbarajuste de la mayor guerra de la historia. La mayoría de los soldados se daban cuenta de que la mecanización había de venir, pero los que estaban en la cumbre tenían que recortar las peticiones de los progresistas, para acoplarlas con las de los reaccionarios y con el ritmo de los políticos (que estaban controlados por votantes pacifistas) y financieros que permitieron que se realizara el rearme. Finalmente, gracias a que el Consejo del Ejercito Británico, confiaba en el cuerpo de carros, se aprobó en 1924 la compra de unos 160 nuevos carros rápidos, cuando otros ejércitos estaban muy satisfechos de seguir utilizando maquinas de la época de la guerra. Y aunque el carro comprado por los británicos, el Vickers Médium Mark I
, apenas servia para el combate, ya que su coraza de 6,5 Mm. escasamente podía detener balas, en otros importantes aspectos venia a satisfacer las especificaciones de Fuller, porque tenia una velocidad de 309 Km. /h, una autonomía de unos 250 km. Y llevaba ametralladoras y un cañón anticarro en una torreta totalmente giratoria. Era tan adecuado como blanco de pruebas táctico, que cuando se le unió a mitad de la década de los años veinte un poco infantería mecanizada y transportes de artillería, llegó a ser el núcleo central de una fuerza todo terreno totalmente mecanizada.
A pesar de la firma del Tratado de Locarno en 1925 y de la atmósfera de paz y buena voluntad que engendró, y después de muchas negociaciones falsas, se creó una pequeña fuerza acorazada en el verano de 1927 conocida como Fuerza Experimental Mecanizada. Se componía de:
3ª Batallón del Real Cuerpo de Carros-la unidad de reconocimiento, equipada con veinte vehículos blindados y ocho transportes acorazados;
El 5ª Batallón del Real Cuerpo de Carros-el principal elemento de combate, equipado con cuarenta y nueve carros de combate medios de los cuales, cuatro llevaban radio, para comunicación con el cuartel general de la fuerza;
2ª Batallón de infantería ligera de Somerset.para protección de los carros, equipados con ametralladoras Vickers y transportados en vehículos semi-orugas o camiones de seis ruedas;
La 9ª Brigada de Campaña de la Artillería Real-para proporcionar apoyo artillero, equipada con cañones de 18 libras remolcados por dragones sobre orugas, transportados en semi-orugas o chasis autopropulsados , y
La 9ª Batería ligera-equipada con obuses de 3,7 pulgadas sobre semi-orugas;
La 17ª Compañía de Campaña de los Ingenieros Reales- para ayudar a cruzar los obstáculos y limpiar los caminos, transportando su equipo en camiones de seis ruedas;
Varios escuadrones de la Real Fuerza Aérea para proporcionar apoyo inmediato, protección y bombardeo lejano del enemigo.
La Fuerza contenía todos los elementos importantes de las formaciones acorazadas del futuro con la excepción de vehículos especiales para el cruce de zanjas y limpiezas de minas. Con un contingente poco mayor que el de una brigada, era con todo autosuficiente, aun cuando su resistencia en operaciones hubiese sido de corta duración- no obstante esta fuerza se había reunido para ensayos y no para combates-. Sus deficiencias en otros aspectos no eran menos aparentes, ya que si bien todos los vehículos tenían capacidad todo terreno, los elementos oruga estaban expuestos a dejar atrás a los elementos sobre ruedas, mientras que los elementos sobre ruedas eran más rápidos y se acoplaban malamente cuando viajaban en columna de marcha sobre la carretera. Las órdenes habían de darse haciendo un alto, y nuevos planes que permitiesen sacar ventaja de las fluctuaciones de las condiciones del momento, solamente podían transmitirse después de un prolongado retraso, por medio de mensajeros. El comandante, un oficial de infantería sin experiencia previa con fuerzas mecanizadas (y no Fuller que había rechazado el puesto por estar disconforme con la forma en que debía actuar), reacciono cautelosa y lentamente, dado que pensaba en operaciones de movimiento al paso lento de la infantería y en dar pesados golpes en un ancho frente, cuando, de hecho, la fuerza era capaz de desplazarse cincuenta kms. En un día y demostrar su mortífera presencia, merced a su habilidad para perforar las líneas enemigas como un estilete. Todo esto hizo una profunda impresión y únicamente cuando en las fases finales del ejercicio, después de que los variados y mal mezclados se hubieron acoplado a sus respectivos papeles, la fuerza fue enfrentada con un ejército convencional de infantería y caballería.
Al ejército convencional se le requirió para que avanzase 50 Km. Y ocupase terrenos dominantes. A la fuerza mecanizada, situada a 130 Km. Se le ordeno frustrar y dislocar el terreno convencional. Y lo hizo porque este nunca pudo sentirse a salvo mientras los veloces vehículos blindados corrían alrededor de sus flancos para atacarlos por retaguardia, cuando los escuchas montados en su lenta armadura habían fracasado totalmente en dar la alarma de su hostil aproximación. Privados de la información de su fuente tradicional-las lentas patrullas de caballería- el ejercito principal de infantería no se aventuraba a moverse, excepto en cortos saltos en un lugar denominado a prueba de carros a otro-en una palabra de pueblo en pueblo y de matorral en matorral-. Aun entonces, fueron frecuentemente cogidos por sorpresa en campo abierto y puestos en desbandada hasta que gradualmente el ejercito convencional empezó a desintegrarse frente a un enemigo muy superior, aunque numéricamente muy inferior. Pequeños paros locales en el frente causaban el desconcierto de las principales columnas en marcha a retaguardia y estas a su vez presentaban atestadas columnas a la detección y “bombardeo” desde el aire. Entonces, cuando la confusión había alcanzado el punto máximo y oscurecía, la “chusma” fue atacada por los carros y no pudo dar una respuesta coherente. Eventualmente el ejercito convencional vio que solamente podía moverse de noche, pero su progreso fue tan lento y su ruta tan fácilmente cortada por las fuerzas móviles, que un sistema de emboscadas y posiciones de bloqueo establecidas por las fuerzas mecanizadas a través de su ruta prevista, impidio toda maniobra posterior. Al final del ejercicio la caballería e infantería estaban en derrota, y todavía a medio de su objetivo, y el objetivo acabó con una resonante victoria de la fuerza mecanizada.
El experimento fue de mucho mas alcance en términos de propaganda mundial, que en cualquier otro aspecto. En 1928, cuando a la fuerza británica se le dio otra oportunidad antes de su dispersión final, el ejercito norteamericano reunió su propia fuerza mecanizada en Fort Meadle, Maryland, pero como sus carros eran lentos y poco confiables, de la PGM, carros pesados (derivados de los británicos) y carros ligeros (del tipo Renault) no podían intentar grandes maniobras, tales como las que los británicos estaban realizando con sus rápidos carros medios. Esta fuerza fue dispersada después de un periodo predeterminado. De un significado igual. De un significado igual, en los Estados Unidos, fue la aparición, aquel año, de un notable prototipo de carro diseñado por Walter Christie, un ingeniero que había hecho un estudio de la guerra acorazada y estaba convencido que el futuro de la guerra estaría condicionado, por veloces vehículos blindados que fueran capaces de atravesar sin ayuda casi todos los obstáculos concevibles. El carro Christie de 1928 era ciertamente mas rápido que cualquiera visto hasta entonces, aunque su coraza y armamento eran muy pobres, pero el vehiculo estaba también afectado por defectos en la revolucionaria suspensión y en el diseño de las orugas. No obstante, aunque se había empleado un tiempo y un esfuerzo insuficiente en el desarrollo mecánico, el modelo futuro estaba allí y esto no fue lo último que había de oírse de Christie.
Continua...
La batalla de los ensayos, iniciada al comienzo de la década de los años veinte cuando Fuller y sus simpatizantes abrieron el debate sobre la guerra futura, estableció solamente una base teórica, para los experimentos prácticos de campaña. Los experimentos prácticos debían ser llevados a cabo idóneamente solo con equipo adecuado, el cual en modo alguno, se parecía al existente.
En 1920 cuando Fuller escribió su ensayo y Estienne estaba pidiendo un ejercito mecanizado, no existían todavía carros de combate que se pareciesen de alguna forma a la maquina con una velocidad de 30 Km. /h, una autonomía de 250 a 300 Km. y capacidad para cruzar una zanja de cuatro metros, y circular por los caminos y puentes ordinarios sin destrozarlos, tal como Fuller consideraba en el plan de 1919. En esa fecha el ministro británico de guerra, acredito el haber hecho tanto por la creación de los carros de combate, como el que mas. Había hecho lo mejor con el arbitrario tope del presupuesto militar, sentando el principio de que cada penique habría de ser cuidadosamente gastado y que el camino hacia el futuro seria en dirección a los experimentos con nuevas tácticas para resolver los problemas no resueltos al acabar la guerra.Parecia no haber prisa,singularmente porque la política del gobierno proclamaba que “el imperio británico no se vera envuelto en ninguna gran guerra durante los próximos diez años, y no se requerirá ninguna fuerza expedicionaria”. En estas condiciones el ejercito británico podía hacerlo solamente con sus carros viejos y pesados de la guerra con su velocidad máxima de 8 Km./h. la posibilidad de conseguir rápidos y modernos carros de combate, así como transportes especiales todo terreno paral la infantería y la artillería, para capacitarlos a mantenerse juntos con los carros, era muy improbable-y esta permanente situación de estrechez financiera fue la razón de los lentos progresos de la mecanización en los años siguientes.
Las autoridades comprendían también que si se mostraba la posibilidad de un ejército mecanizado, casi todos los materiales del equipo existente en ejércitos básicamente montados sobre el caballo, quedarían anticuados de la noche a la mañana. La oposición a la mecanización ofrecida por los conservadores a ultranza de la caballería, artillería e infantería, en casi todos los ejércitos del mundo, es bien comprensible. No era que los oficiales (y eran los que mas vociferaban sus protestas) deseasen ir a la guerra a lomos de caballos-la real reticencia de muchos, a participar en cargas ante el fuego del as ametralladoras durante la Primera Guerra Mundial había sido bastante clara-era simplemente que la provisión de oficiales montados les daba les daba el beneficio del deporte gratuito a expensas de los contribuyentes. Alegaron que el despojar al ejercito de sus caballos socavaría la atracción de futuros reclutas para el ejercito; pero si se preguntase a muchos de esos hombres lo que pensaban, replicarían que le placer de montar los caballos no valía el placer de vivir con las bestias y que querrían, mas bien, aprender el oficio moderno del motor y adaptarse para un posterior empleo en un mundo que estaba empezando a montar en automóvil.
No obstante, la vieja guardia de cada nación pretendía que la radical reorganización que la mecanización exigiría podía alterar la confianza del ejército, poco tiempo después de haberse recuperado del desbarajuste de la mayor guerra de la historia. La mayoría de los soldados se daban cuenta de que la mecanización había de venir, pero los que estaban en la cumbre tenían que recortar las peticiones de los progresistas, para acoplarlas con las de los reaccionarios y con el ritmo de los políticos (que estaban controlados por votantes pacifistas) y financieros que permitieron que se realizara el rearme. Finalmente, gracias a que el Consejo del Ejercito Británico, confiaba en el cuerpo de carros, se aprobó en 1924 la compra de unos 160 nuevos carros rápidos, cuando otros ejércitos estaban muy satisfechos de seguir utilizando maquinas de la época de la guerra. Y aunque el carro comprado por los británicos, el Vickers Médium Mark I
, apenas servia para el combate, ya que su coraza de 6,5 Mm. escasamente podía detener balas, en otros importantes aspectos venia a satisfacer las especificaciones de Fuller, porque tenia una velocidad de 309 Km. /h, una autonomía de unos 250 km. Y llevaba ametralladoras y un cañón anticarro en una torreta totalmente giratoria. Era tan adecuado como blanco de pruebas táctico, que cuando se le unió a mitad de la década de los años veinte un poco infantería mecanizada y transportes de artillería, llegó a ser el núcleo central de una fuerza todo terreno totalmente mecanizada.
A pesar de la firma del Tratado de Locarno en 1925 y de la atmósfera de paz y buena voluntad que engendró, y después de muchas negociaciones falsas, se creó una pequeña fuerza acorazada en el verano de 1927 conocida como Fuerza Experimental Mecanizada. Se componía de:
3ª Batallón del Real Cuerpo de Carros-la unidad de reconocimiento, equipada con veinte vehículos blindados y ocho transportes acorazados;
El 5ª Batallón del Real Cuerpo de Carros-el principal elemento de combate, equipado con cuarenta y nueve carros de combate medios de los cuales, cuatro llevaban radio, para comunicación con el cuartel general de la fuerza;
2ª Batallón de infantería ligera de Somerset.para protección de los carros, equipados con ametralladoras Vickers y transportados en vehículos semi-orugas o camiones de seis ruedas;
La 9ª Brigada de Campaña de la Artillería Real-para proporcionar apoyo artillero, equipada con cañones de 18 libras remolcados por dragones sobre orugas, transportados en semi-orugas o chasis autopropulsados , y
La 9ª Batería ligera-equipada con obuses de 3,7 pulgadas sobre semi-orugas;
La 17ª Compañía de Campaña de los Ingenieros Reales- para ayudar a cruzar los obstáculos y limpiar los caminos, transportando su equipo en camiones de seis ruedas;
Varios escuadrones de la Real Fuerza Aérea para proporcionar apoyo inmediato, protección y bombardeo lejano del enemigo.
La Fuerza contenía todos los elementos importantes de las formaciones acorazadas del futuro con la excepción de vehículos especiales para el cruce de zanjas y limpiezas de minas. Con un contingente poco mayor que el de una brigada, era con todo autosuficiente, aun cuando su resistencia en operaciones hubiese sido de corta duración- no obstante esta fuerza se había reunido para ensayos y no para combates-. Sus deficiencias en otros aspectos no eran menos aparentes, ya que si bien todos los vehículos tenían capacidad todo terreno, los elementos oruga estaban expuestos a dejar atrás a los elementos sobre ruedas, mientras que los elementos sobre ruedas eran más rápidos y se acoplaban malamente cuando viajaban en columna de marcha sobre la carretera. Las órdenes habían de darse haciendo un alto, y nuevos planes que permitiesen sacar ventaja de las fluctuaciones de las condiciones del momento, solamente podían transmitirse después de un prolongado retraso, por medio de mensajeros. El comandante, un oficial de infantería sin experiencia previa con fuerzas mecanizadas (y no Fuller que había rechazado el puesto por estar disconforme con la forma en que debía actuar), reacciono cautelosa y lentamente, dado que pensaba en operaciones de movimiento al paso lento de la infantería y en dar pesados golpes en un ancho frente, cuando, de hecho, la fuerza era capaz de desplazarse cincuenta kms. En un día y demostrar su mortífera presencia, merced a su habilidad para perforar las líneas enemigas como un estilete. Todo esto hizo una profunda impresión y únicamente cuando en las fases finales del ejercicio, después de que los variados y mal mezclados se hubieron acoplado a sus respectivos papeles, la fuerza fue enfrentada con un ejército convencional de infantería y caballería.
Al ejército convencional se le requirió para que avanzase 50 Km. Y ocupase terrenos dominantes. A la fuerza mecanizada, situada a 130 Km. Se le ordeno frustrar y dislocar el terreno convencional. Y lo hizo porque este nunca pudo sentirse a salvo mientras los veloces vehículos blindados corrían alrededor de sus flancos para atacarlos por retaguardia, cuando los escuchas montados en su lenta armadura habían fracasado totalmente en dar la alarma de su hostil aproximación. Privados de la información de su fuente tradicional-las lentas patrullas de caballería- el ejercito principal de infantería no se aventuraba a moverse, excepto en cortos saltos en un lugar denominado a prueba de carros a otro-en una palabra de pueblo en pueblo y de matorral en matorral-. Aun entonces, fueron frecuentemente cogidos por sorpresa en campo abierto y puestos en desbandada hasta que gradualmente el ejercito convencional empezó a desintegrarse frente a un enemigo muy superior, aunque numéricamente muy inferior. Pequeños paros locales en el frente causaban el desconcierto de las principales columnas en marcha a retaguardia y estas a su vez presentaban atestadas columnas a la detección y “bombardeo” desde el aire. Entonces, cuando la confusión había alcanzado el punto máximo y oscurecía, la “chusma” fue atacada por los carros y no pudo dar una respuesta coherente. Eventualmente el ejercito convencional vio que solamente podía moverse de noche, pero su progreso fue tan lento y su ruta tan fácilmente cortada por las fuerzas móviles, que un sistema de emboscadas y posiciones de bloqueo establecidas por las fuerzas mecanizadas a través de su ruta prevista, impidio toda maniobra posterior. Al final del ejercicio la caballería e infantería estaban en derrota, y todavía a medio de su objetivo, y el objetivo acabó con una resonante victoria de la fuerza mecanizada.
El experimento fue de mucho mas alcance en términos de propaganda mundial, que en cualquier otro aspecto. En 1928, cuando a la fuerza británica se le dio otra oportunidad antes de su dispersión final, el ejercito norteamericano reunió su propia fuerza mecanizada en Fort Meadle, Maryland, pero como sus carros eran lentos y poco confiables, de la PGM, carros pesados (derivados de los británicos) y carros ligeros (del tipo Renault) no podían intentar grandes maniobras, tales como las que los británicos estaban realizando con sus rápidos carros medios. Esta fuerza fue dispersada después de un periodo predeterminado. De un significado igual. De un significado igual, en los Estados Unidos, fue la aparición, aquel año, de un notable prototipo de carro diseñado por Walter Christie, un ingeniero que había hecho un estudio de la guerra acorazada y estaba convencido que el futuro de la guerra estaría condicionado, por veloces vehículos blindados que fueran capaces de atravesar sin ayuda casi todos los obstáculos concevibles. El carro Christie de 1928 era ciertamente mas rápido que cualquiera visto hasta entonces, aunque su coraza y armamento eran muy pobres, pero el vehiculo estaba también afectado por defectos en la revolucionaria suspensión y en el diseño de las orugas. No obstante, aunque se había empleado un tiempo y un esfuerzo insuficiente en el desarrollo mecánico, el modelo futuro estaba allí y esto no fue lo último que había de oírse de Christie.
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