Giulio Douhet
Publicado: Lun Ago 29, 2005 7:57 pm
¡Hola a todos!
La victoria aplastante de la coalición occidental en la Guerra del Golfo Pérsico de 1991 fue un ejemplo de lo que Giulio Douhet predijo sobre los potenciales logros de la fuerza aérea más de sesenta años antes: “conseguir la supremacía aérea, neutralizar los ‘centros vitales’ estratégicos del enemigo, y mantener la defensiva en el suelo mientras se toma la ofensiva en el aire”. Ésta fue exactamente la estrategia de la coalición en la Guerra del Golfo de 1991 [Coronel Phillip S. Meilinger, “Giulio Douhet and the Origins of Airpower Theory”, en “The Paths of Heaven: The Evolution of Airpower Theory”, (Ed., Coronel Phillip S. Meilinger, USAF, Air University Press Maxwell Air Force Base, Alabama, 1997)].
Giulio Douhet nació en Caserta, cerca de Nápoles, el 30 de mayo de 1869. De ascendencia paterna militar, y materna de profesores y periodistas, fue el primero de su clase en su graduación en la Academia Militar de Génova. A los 19 años era oficial de artillería, y poco después asistió al Instituto Politécnico de Turín para continuar sus estudios de ingeniería, graduándose con la tesis de “The Calculation of the Rotating Field Engines”. En 1900 fue destinado como capitán al Estado Mayor General, desde donde siguió muy de cerca todos los informes concernientes a la guerra ruso-japonesa de 1903, cuyo resultado vaticinó desde el principio favorable a los japoneses, a pesar de que muy pocos occidentalistas estuvieron, entonces, de acuerdo con él. Como oficial del EMG defendió la mecanización del ejército italiano, publicando en 1901 “Mechanization from the Point of View of the Military”; tres años más tarde le seguiría “Heavy and Military Mechanization”. Sin embargo, la mecanización que contemplaba Douhet estaba restringida al empleo de camiones pesados para el movimiento de hombres y suministros en un teatro de operaciones, sin ninguna predicción o anticipo del empleo de vehículos blindados en el campo de batalla.
Con la construcción del primer dirigible italiano en 1905, Douhet inmediatamente reconoció las posibilidades militares de la nueva arma, considerando que significaría una revolución en la tecnología militar. Cuando voló el primer avión italiano en 1908, Douhet comentó: “Pronto será capaz de levantarse miles de pies y cubrir una distancia de miles de millas” [Giulio Douhet, The Command of the Air, trans. Sheila Fischer (Rome: Rivista Aeronautica, 1958)]. Luego, en 1910 predijo: “los cielos están cerca de convertirse en un campo de batalla tan importante como el de tierra o mar….Sólo mediante la ganancia del dominio del aire seremos capaces de aprovechar el total beneficio de la ventaja que sólo puede ser completamente explotada cuando se obliga al enemigo a estar en los límites de la tierra” (Ibid, p. 22). Pero todavía la superioridad del avión sobre el dirigible no era una cuestión evidente para todo el mundo, y el coronel Mauricio Moris (de la inspección de aviación y superior de Douhet) era un fuerte defensor del dirigible. En realidad, todavía en 1914 Italia gastaba el 75% de su presupuesto de aviación en dirigibles [Frank J. Cappelluti, “The Life and Thought of Giulio Douhet” (PhD diss., Rutgers University, 1967), p. 66]
Douhet también comprendió que para que el avión pudiera convertirse en un arma dominante era necesario liberarla del yugo de los comandantes de tierra, quienes no comprendían el nuevo invento. En consecuencia, al igual que Mitchell en Estados Unidos después, Douhet se convirtió en un firme defensor (junto con su amigo el ingeniero de aviación Gianni Caproni) de la creación de un arma aérea independiente, mandada por aviadores (Douhet, traducción de Fisher, p. X).
El uso del avión como arma de guerra tuvo lugar por vez primera en 1911, cuando Italia entró en guerra contra Turquía por el control de Libia. Asombrosamente, los aviones no sólo se utilizaron para misiones de reconocimiento, sino también para la ubicación de la artillería, transporte de suministros y personal, e incluso el bombardeo de tropas enemigas, suministros y servicios, tanto de día como de noche. Resumiendo, los papeles más tradicionales del empleo de la fuerza aérea fueron identificados e intentados durante el primerísimo año en que el avión vio el combate [The Origin of Air Warfare, 2d ed., trans. Renalto D’Orlando (Rome: Historical Office of the Italian Air Force, 1961), y D. J. Fitzsimmons, “The Origins of Air Warfare,” Air Pictorial, December 1972, 482–85].
En 1912 el mayor Douhet fue encargado con la tarea de escribir un informe del significado de la Guerra de Libia para el empleo futuro del avión. Los comentarios de Douhet fueron silenciados, quizás por el escaso entusiasmo de sus superiores. La mayor parte de su informe se relacionaba con la organización, entrenamiento y equipamiento del arma aérea italiana. Observó que aunque alguna gente creía que el principal papel del avión era el reconocimiento, “otros” creían que el avión debía utilizarse para el “bombardeo de gran altitud”. En cuanto al control del arma aérea, Douhet sugirió que las unidades de aviación fueran asignadas a cada cuerpo de ejército, pero añadió astutamente, “Esto no debería evitar, donde fuera necesario, agrupar esas unidades de vuelo con el Grupo de Ejércitos, o para el caso, la formación de unidades aéreas independientes”. Además, Douhet consideró que la industria italiana debía explotar el nuevo invento y desarrollar su potencial tanto para la seguridad nacional como para el comercio. En cuanto al tipo de avión que debería tener la fuerza aérea, Douhet defendió la idea de desarrollar un “tipo de avión de misión general” para poder cumplimentar los papeles de reconocimiento, combate aéreo y bombardeo (Ibid, pp. 214-216).
En 1912 Douhet tomó el mando del batallón de aviación italiana en Turín y escribió “Reglas para el Uso de los Aviones en la Guerra”, uno de los primeros manuales en cualquier fuerza aérea. Es interesante subrayar que sus superiores le hicieron borrar todos los pasajes que se referían al avión como un “arma”, pues para ellos era simplemente un “artefacto” para apoyar a las fuerzas de superficie, y nada más (Douhet, Fisher, p. 123). Las constantes predicciones de Douhet sobre tales cuestiones irritaron a sus superiores (y eso que no era tan feroz en su defensa como lo fue Mitchell en Estados Unidos), y rápidamente pasó a ser considerado como un “radical”. Además, en 1914 ordenó, sin autorización (pues aunque Douhet siguió el protocolo oficial no superó, sin embargo, a su superior Moris, el defensor de los dirigibles), la construcción de varios bombarderos Caproni. Esta actitud de Douhet –y su personalidad, descrita indistintamente como dogmática, autoritaria, persistente, impaciente, falta de tacto, e insufriblemente segura de sí misma- provocó su exilio a la infantería [Cappelluti, 69; K. Booth, “History or Logic as Approaches to Strategy,” RUSI [Royal United Services Institute] Journal 117 (September 1972): 35; y Claudio Segrè, “Douhet in Italy: Prophet without Honor?” Aerospace Historian 26 (June 1979): 71]
Douhet sirvió como jefe de estado mayor de división en Edolo al estallar la IGM en julio de 1914. Al mes siguiente escribió un artículo titulado “¿Quién ganará?”, donde declaraba que la guerra moderna se había convertido en una guerra total. Advirtió que esta nueva guerra sería larga y costosa, y concluyó que a largo plazo las dificultades de combatir en frentes múltiples presagiaban la derrota de las Potencias Centrales. En escritos posteriores se dedicó a pedir la construcción de una fuerte flota aérea de bombarderos capaz de lanzar 125 toneladas de bombas diariamente.
Cuando Italia entró en la guerra en 1915, Douhet quedó estupefacto por la incompetencia y falta de preparación de su ejército, cuestiones que tan frecuentemente había señalado a sus superiores, sugiriendo una reforma organizacional y el aumento del uso del avión. Su diario es un rosario de sarcasmos e indignaciones con respecto a sus superiores y su estrategia de guerra. Escribió dos veces detallando sus impresiones al comandante en jefe italiano, el general Luigi Cadorna; recibió dos amonestaciones por sus desaforados comentarios.
A principios de 1916 comenzó a cartearse con varios funcionarios gubernamentales, incluyendo a Leonida Bissolati, ministro defensor de la fuerza aérea. En una de esas cartas, criticando la conducción italiana de la guerra, declaraba que “nos encontramos sin una reserva, en una crisis de municiones, con todas nuestras fuerzas -comprometidas en acciones ofensivas- paradas, con la retaguardia amenazada por viejos y nuevos enemigos, expuestos a ser atacados en cualquier momento y superados decisivamente de la forma más rápida” (Cappelluti, p. 127). Una copia de la carta de Douhet llegó a manos del general Cadorna, que lo calificó de “calumnioso”. En consecuencia, Douhet fue arrestado en septiembre de 1916 y sometido a consejo de guerra por “emitir falsas noticias….divulgar información diferente de los comunicados oficiales…..disminuir el prestigio y la fe en la nación y de enturbiar la tranquilidad pública” [Ibid., 133; Thomas Mahoney, “Doctrine of Ruthlessness” Popular Aviation, April 1940, 36; y John Whittam, The Politics of the Italian Army, 1861–1918 (London: Croom, Helm, 1977), 201] . Fue sentenciado a un año de prisión en la fortaleza de Fenestrelle, comenzando su encarcelamiento el 15 de octubre.
El coronel Douhet continuó escribiendo desde su celda y en una carta al ministro de la guerra sugirió que se creara una gran flota interaliada de 20.000 aviones, en su mayoría proporcionados por Estados Unidos, cuyo papel sería ganar el dominio del aire y llevar a cabo un ataque aéreo decisivo sobre el enemigo (Douhet, Fisher, p. XI).
Entretanto las desgracias del ejército italiano culminaron con el desastre de Caporetto en octubre de 1917, con la pérdida de 300.000 hombres. En ese mismo mes, Douhet fue liberado de su condena y, como consecuencia de ese desastre, se convirtió en el director central de la aviación en la Comisaría Aérea General. Poco después de su entrada en la guerra en abril de 1917, Estados Unidos envió una misión a Europa bajo el mando del coronel Raymond Bolling, con el propósito de decidir qué aviones eran más viables para construir en América. Un miembro del equipo de Bolling, el mayor Edgar Gorrell, entró en contacto con Caproni, quien lo persuadió para comprar los derechos de varios cientos de sus bombarderos pesados para construir en América. Poco después Gorrell escribió a Caproni solicitando información sobre los objetivos industriales alemanes para planificar las misiones de bombardeo de los aliados, y es seguro que en la confección de esa inteligencia participó Douhet. Aunque el contrato de bombarderos de Caproni no se llevó a cabo, la relación establecida entre Gorrell-Caproni-Douhet sería la base de partida de la fuerza aérea americana (Diario de Caproni, diciembre de 1917).
Durante esas conversaciones, Caproni le dio a Gorrell una copia de un polémico escrito de Nino Salvaneschi, un periodista italiano amigo de Douhet. Titulado “¡Matemos la Guerra, Dirijámonos al Corazón del Enemigo!”, el panfleto acusaba a los alemanes de atrocidades sin fin, justificando por tanto cualquier acción para derrotar a Alemania. A pesar de los ataques de los Zeppelines alemanes sobre Inglaterra, los dirigibles no podían lograr un resultado decisivo. Pero los aliados disponían de un gran número de aviones (Capronis) capaces de arrojar toneladas de bombas, y Salvaneschi propugnaba el ataque de esos “aviones de batalla” no para destruir al ejército enemigo, sino para destruir sus “manufacturas de armas”, lo que dejaría al enemigo sin la fuerza necesaria para continuar la guerra [Nino Salvaneschi, “Let Us Kill the War, Let Us Aim at the Heart of the Enemy!”. Milan, 1917. Una copia está localizada en US Air Force Historical Research Agency, expediente 168.661-129, pp. 24, 47, 62]. Gorrell hizo varias copias del escrito de Salvaneschi y las distribuyó entre el Servicio Aéreo Americano, escribiendo en los meses siguientes un memorando sobre la conveniencia y viabilidad del bombardeo estratégico, que era muy similar a las ideas de Douhet y Salvaneschi [Para el memorando de Gorrell: Maurer Maurer, ed., The U.S. Air Service in World War I, vol. 2 (Washington, D.C.: Government Printing Office, 1978), 141–51].
En junio de 1918 Douhet se retiró del ejército, harto de la ineficiencia y conservadurismo de sus superiores, y regresó a la escritura. Cuando el gobierno italiano ordenó una investigación oficial sobre la batalla de Caporetto, Douhet (entonces dirigiendo el periódico Duty) no perdió detalle del informe final, que concluía que la derrota italiana fue el resultado de las deficiencias en la organización y liderazgo del ejército, algo que Douhet ya había señalado en su momento. En vista de este informe, Douhet solicitó una revisión de su consejo de guerra, petición que fue aceptada y cuyo veredicto fue revocado en noviembre de 1920, con Douhet ascendido a general (Cappelluti, pp.155-158).
Continuará
Saludos cordiales
José Luis
La victoria aplastante de la coalición occidental en la Guerra del Golfo Pérsico de 1991 fue un ejemplo de lo que Giulio Douhet predijo sobre los potenciales logros de la fuerza aérea más de sesenta años antes: “conseguir la supremacía aérea, neutralizar los ‘centros vitales’ estratégicos del enemigo, y mantener la defensiva en el suelo mientras se toma la ofensiva en el aire”. Ésta fue exactamente la estrategia de la coalición en la Guerra del Golfo de 1991 [Coronel Phillip S. Meilinger, “Giulio Douhet and the Origins of Airpower Theory”, en “The Paths of Heaven: The Evolution of Airpower Theory”, (Ed., Coronel Phillip S. Meilinger, USAF, Air University Press Maxwell Air Force Base, Alabama, 1997)].
Giulio Douhet nació en Caserta, cerca de Nápoles, el 30 de mayo de 1869. De ascendencia paterna militar, y materna de profesores y periodistas, fue el primero de su clase en su graduación en la Academia Militar de Génova. A los 19 años era oficial de artillería, y poco después asistió al Instituto Politécnico de Turín para continuar sus estudios de ingeniería, graduándose con la tesis de “The Calculation of the Rotating Field Engines”. En 1900 fue destinado como capitán al Estado Mayor General, desde donde siguió muy de cerca todos los informes concernientes a la guerra ruso-japonesa de 1903, cuyo resultado vaticinó desde el principio favorable a los japoneses, a pesar de que muy pocos occidentalistas estuvieron, entonces, de acuerdo con él. Como oficial del EMG defendió la mecanización del ejército italiano, publicando en 1901 “Mechanization from the Point of View of the Military”; tres años más tarde le seguiría “Heavy and Military Mechanization”. Sin embargo, la mecanización que contemplaba Douhet estaba restringida al empleo de camiones pesados para el movimiento de hombres y suministros en un teatro de operaciones, sin ninguna predicción o anticipo del empleo de vehículos blindados en el campo de batalla.
Con la construcción del primer dirigible italiano en 1905, Douhet inmediatamente reconoció las posibilidades militares de la nueva arma, considerando que significaría una revolución en la tecnología militar. Cuando voló el primer avión italiano en 1908, Douhet comentó: “Pronto será capaz de levantarse miles de pies y cubrir una distancia de miles de millas” [Giulio Douhet, The Command of the Air, trans. Sheila Fischer (Rome: Rivista Aeronautica, 1958)]. Luego, en 1910 predijo: “los cielos están cerca de convertirse en un campo de batalla tan importante como el de tierra o mar….Sólo mediante la ganancia del dominio del aire seremos capaces de aprovechar el total beneficio de la ventaja que sólo puede ser completamente explotada cuando se obliga al enemigo a estar en los límites de la tierra” (Ibid, p. 22). Pero todavía la superioridad del avión sobre el dirigible no era una cuestión evidente para todo el mundo, y el coronel Mauricio Moris (de la inspección de aviación y superior de Douhet) era un fuerte defensor del dirigible. En realidad, todavía en 1914 Italia gastaba el 75% de su presupuesto de aviación en dirigibles [Frank J. Cappelluti, “The Life and Thought of Giulio Douhet” (PhD diss., Rutgers University, 1967), p. 66]
Douhet también comprendió que para que el avión pudiera convertirse en un arma dominante era necesario liberarla del yugo de los comandantes de tierra, quienes no comprendían el nuevo invento. En consecuencia, al igual que Mitchell en Estados Unidos después, Douhet se convirtió en un firme defensor (junto con su amigo el ingeniero de aviación Gianni Caproni) de la creación de un arma aérea independiente, mandada por aviadores (Douhet, traducción de Fisher, p. X).
El uso del avión como arma de guerra tuvo lugar por vez primera en 1911, cuando Italia entró en guerra contra Turquía por el control de Libia. Asombrosamente, los aviones no sólo se utilizaron para misiones de reconocimiento, sino también para la ubicación de la artillería, transporte de suministros y personal, e incluso el bombardeo de tropas enemigas, suministros y servicios, tanto de día como de noche. Resumiendo, los papeles más tradicionales del empleo de la fuerza aérea fueron identificados e intentados durante el primerísimo año en que el avión vio el combate [The Origin of Air Warfare, 2d ed., trans. Renalto D’Orlando (Rome: Historical Office of the Italian Air Force, 1961), y D. J. Fitzsimmons, “The Origins of Air Warfare,” Air Pictorial, December 1972, 482–85].
En 1912 el mayor Douhet fue encargado con la tarea de escribir un informe del significado de la Guerra de Libia para el empleo futuro del avión. Los comentarios de Douhet fueron silenciados, quizás por el escaso entusiasmo de sus superiores. La mayor parte de su informe se relacionaba con la organización, entrenamiento y equipamiento del arma aérea italiana. Observó que aunque alguna gente creía que el principal papel del avión era el reconocimiento, “otros” creían que el avión debía utilizarse para el “bombardeo de gran altitud”. En cuanto al control del arma aérea, Douhet sugirió que las unidades de aviación fueran asignadas a cada cuerpo de ejército, pero añadió astutamente, “Esto no debería evitar, donde fuera necesario, agrupar esas unidades de vuelo con el Grupo de Ejércitos, o para el caso, la formación de unidades aéreas independientes”. Además, Douhet consideró que la industria italiana debía explotar el nuevo invento y desarrollar su potencial tanto para la seguridad nacional como para el comercio. En cuanto al tipo de avión que debería tener la fuerza aérea, Douhet defendió la idea de desarrollar un “tipo de avión de misión general” para poder cumplimentar los papeles de reconocimiento, combate aéreo y bombardeo (Ibid, pp. 214-216).
En 1912 Douhet tomó el mando del batallón de aviación italiana en Turín y escribió “Reglas para el Uso de los Aviones en la Guerra”, uno de los primeros manuales en cualquier fuerza aérea. Es interesante subrayar que sus superiores le hicieron borrar todos los pasajes que se referían al avión como un “arma”, pues para ellos era simplemente un “artefacto” para apoyar a las fuerzas de superficie, y nada más (Douhet, Fisher, p. 123). Las constantes predicciones de Douhet sobre tales cuestiones irritaron a sus superiores (y eso que no era tan feroz en su defensa como lo fue Mitchell en Estados Unidos), y rápidamente pasó a ser considerado como un “radical”. Además, en 1914 ordenó, sin autorización (pues aunque Douhet siguió el protocolo oficial no superó, sin embargo, a su superior Moris, el defensor de los dirigibles), la construcción de varios bombarderos Caproni. Esta actitud de Douhet –y su personalidad, descrita indistintamente como dogmática, autoritaria, persistente, impaciente, falta de tacto, e insufriblemente segura de sí misma- provocó su exilio a la infantería [Cappelluti, 69; K. Booth, “History or Logic as Approaches to Strategy,” RUSI [Royal United Services Institute] Journal 117 (September 1972): 35; y Claudio Segrè, “Douhet in Italy: Prophet without Honor?” Aerospace Historian 26 (June 1979): 71]
Douhet sirvió como jefe de estado mayor de división en Edolo al estallar la IGM en julio de 1914. Al mes siguiente escribió un artículo titulado “¿Quién ganará?”, donde declaraba que la guerra moderna se había convertido en una guerra total. Advirtió que esta nueva guerra sería larga y costosa, y concluyó que a largo plazo las dificultades de combatir en frentes múltiples presagiaban la derrota de las Potencias Centrales. En escritos posteriores se dedicó a pedir la construcción de una fuerte flota aérea de bombarderos capaz de lanzar 125 toneladas de bombas diariamente.
Cuando Italia entró en la guerra en 1915, Douhet quedó estupefacto por la incompetencia y falta de preparación de su ejército, cuestiones que tan frecuentemente había señalado a sus superiores, sugiriendo una reforma organizacional y el aumento del uso del avión. Su diario es un rosario de sarcasmos e indignaciones con respecto a sus superiores y su estrategia de guerra. Escribió dos veces detallando sus impresiones al comandante en jefe italiano, el general Luigi Cadorna; recibió dos amonestaciones por sus desaforados comentarios.
A principios de 1916 comenzó a cartearse con varios funcionarios gubernamentales, incluyendo a Leonida Bissolati, ministro defensor de la fuerza aérea. En una de esas cartas, criticando la conducción italiana de la guerra, declaraba que “nos encontramos sin una reserva, en una crisis de municiones, con todas nuestras fuerzas -comprometidas en acciones ofensivas- paradas, con la retaguardia amenazada por viejos y nuevos enemigos, expuestos a ser atacados en cualquier momento y superados decisivamente de la forma más rápida” (Cappelluti, p. 127). Una copia de la carta de Douhet llegó a manos del general Cadorna, que lo calificó de “calumnioso”. En consecuencia, Douhet fue arrestado en septiembre de 1916 y sometido a consejo de guerra por “emitir falsas noticias….divulgar información diferente de los comunicados oficiales…..disminuir el prestigio y la fe en la nación y de enturbiar la tranquilidad pública” [Ibid., 133; Thomas Mahoney, “Doctrine of Ruthlessness” Popular Aviation, April 1940, 36; y John Whittam, The Politics of the Italian Army, 1861–1918 (London: Croom, Helm, 1977), 201] . Fue sentenciado a un año de prisión en la fortaleza de Fenestrelle, comenzando su encarcelamiento el 15 de octubre.
El coronel Douhet continuó escribiendo desde su celda y en una carta al ministro de la guerra sugirió que se creara una gran flota interaliada de 20.000 aviones, en su mayoría proporcionados por Estados Unidos, cuyo papel sería ganar el dominio del aire y llevar a cabo un ataque aéreo decisivo sobre el enemigo (Douhet, Fisher, p. XI).
Entretanto las desgracias del ejército italiano culminaron con el desastre de Caporetto en octubre de 1917, con la pérdida de 300.000 hombres. En ese mismo mes, Douhet fue liberado de su condena y, como consecuencia de ese desastre, se convirtió en el director central de la aviación en la Comisaría Aérea General. Poco después de su entrada en la guerra en abril de 1917, Estados Unidos envió una misión a Europa bajo el mando del coronel Raymond Bolling, con el propósito de decidir qué aviones eran más viables para construir en América. Un miembro del equipo de Bolling, el mayor Edgar Gorrell, entró en contacto con Caproni, quien lo persuadió para comprar los derechos de varios cientos de sus bombarderos pesados para construir en América. Poco después Gorrell escribió a Caproni solicitando información sobre los objetivos industriales alemanes para planificar las misiones de bombardeo de los aliados, y es seguro que en la confección de esa inteligencia participó Douhet. Aunque el contrato de bombarderos de Caproni no se llevó a cabo, la relación establecida entre Gorrell-Caproni-Douhet sería la base de partida de la fuerza aérea americana (Diario de Caproni, diciembre de 1917).
Durante esas conversaciones, Caproni le dio a Gorrell una copia de un polémico escrito de Nino Salvaneschi, un periodista italiano amigo de Douhet. Titulado “¡Matemos la Guerra, Dirijámonos al Corazón del Enemigo!”, el panfleto acusaba a los alemanes de atrocidades sin fin, justificando por tanto cualquier acción para derrotar a Alemania. A pesar de los ataques de los Zeppelines alemanes sobre Inglaterra, los dirigibles no podían lograr un resultado decisivo. Pero los aliados disponían de un gran número de aviones (Capronis) capaces de arrojar toneladas de bombas, y Salvaneschi propugnaba el ataque de esos “aviones de batalla” no para destruir al ejército enemigo, sino para destruir sus “manufacturas de armas”, lo que dejaría al enemigo sin la fuerza necesaria para continuar la guerra [Nino Salvaneschi, “Let Us Kill the War, Let Us Aim at the Heart of the Enemy!”. Milan, 1917. Una copia está localizada en US Air Force Historical Research Agency, expediente 168.661-129, pp. 24, 47, 62]. Gorrell hizo varias copias del escrito de Salvaneschi y las distribuyó entre el Servicio Aéreo Americano, escribiendo en los meses siguientes un memorando sobre la conveniencia y viabilidad del bombardeo estratégico, que era muy similar a las ideas de Douhet y Salvaneschi [Para el memorando de Gorrell: Maurer Maurer, ed., The U.S. Air Service in World War I, vol. 2 (Washington, D.C.: Government Printing Office, 1978), 141–51].
En junio de 1918 Douhet se retiró del ejército, harto de la ineficiencia y conservadurismo de sus superiores, y regresó a la escritura. Cuando el gobierno italiano ordenó una investigación oficial sobre la batalla de Caporetto, Douhet (entonces dirigiendo el periódico Duty) no perdió detalle del informe final, que concluía que la derrota italiana fue el resultado de las deficiencias en la organización y liderazgo del ejército, algo que Douhet ya había señalado en su momento. En vista de este informe, Douhet solicitó una revisión de su consejo de guerra, petición que fue aceptada y cuyo veredicto fue revocado en noviembre de 1920, con Douhet ascendido a general (Cappelluti, pp.155-158).
Continuará
Saludos cordiales
José Luis