A última hora de la tarde visité los soldados de la 6ª Compañía que estaba agachados en trincheras que habían excavado apresuradamente en campo abierto. Su jefe, el Teniente Ottowitz, un joven oficial con los modales amables de austriaco bien educado, informó de gran actividad enemiga inmediatamente tras la puesta de sol.
Escuchamos juntos el típico ruido de las cadenas de tanque y voces aisladas que venían del otro lado. Se hallaban sorprendentemente cerca. A medianoche volví al puesto de mando. Tras no haber podido quitarme la ropa desde hacía semanas, decidí quitarme al menos mis botas, mi chaqueta y mis pantalones, y quedé dormido enseguida.
A las 4.00 en punto de la mañana una tremenda descarga de artillería cayó sobre Votylevka, y no solo en nuestra área sino en un sector de más de 30km de ancho. Los rusos debían estar empleando cientas de baterías para la preparación artillera previa a su ataque. Proyectiles de todos los calibres estallaron en nuestras posiciones y oleadas de cohetes de 122mm añadieron su particular cacofonía aullante antes de estrellarse en el suelo a nuestro alrededor. El enemigo se centró en especial en la zona limítrofe de nuestra división y la vecina norte, la 88ª División de Infantería. Se trataba de un ataque a gran escala.
Disponíamos de solo unos segundos para coger nuestras armas y ropa y saltar a una honda y estrecha zanja que por precaución habíamos excavado detrás de la cabaña y cubierto de vigas de madera, tierra y una gruesa capa de paja. Unos minutos después nuestra cabaña estaba ya despedazada. Ahora no podíamos hacer otra cosa que permanecer echados en nuestras trincheras y esperar. Antes de saltar al agujero mi teniente, Armbruster, había cogido una botella de coñac. La fue pasando de unos a otros y pronto quedó vacía. Su contenido sirvió para amortiguar el fuerte shock que se repitió una y otra vez.
A las 6.00 de la mañana en punto, exactamente ocho minutos más tarde, la devastadora barrera de artillería cesó de golpe … ¡todo quedó sumido en un silencio de muerte!
Sabedores de que, siguiendo el procedimiento táctico correcto, los soldados del Ejército Rojo comenzarían su ataque inmediatamente tras silenciarse la artillería, salimos fuera y vimos que, con muy pocas excepciones, Votylevka había quedado arrasada hasta los cimientos. Los pocos árboles que permanecían en pié se habían convertido en esqueletos desnudos. Solo los restos de un par de chimeneas se mantenían derechas en medio en un paisaje lunar de grandes cráteres grisáceo y negro. Cuando por fortuna más tarde alcanzamos mi batallón, que junto con el 1er Batallón del regimiento defendía el perímetro, supimos que no había sufrido daños sustanciales. Pero mi 6ª Compañía, desplegada en las afueras de la población, había sido completamente rebasada y según testimonios de algunos soldados que habían conseguido escapar, el joven jefe de la compañía y sus enlaces habían caído prisioneros. Los landser sobrevivientes de la 6ª Compañía explicaron también que la infantería y tanques rusos en gran número habían logrado la ruptura entre Votylevka y la 34ª División de Infantería al sureste.
Desde los suburbios de la población se oía actividad combativa de menor intensidad. Al parecer, después de todos los fuegos artificiales dejados caer, los rusos consideraban que tomar esa posición era un desperdicio de tiempo y recursos. Vino el médico del regimiento desde el puesto de mando que se hallaba unos cinco kilómetros más atrás para establecer comunicación. El Dr. Storchdorph parecía relajado y exhibía una mueca amable. Estuvo haciéndonos preguntas y nos contó que Repki había sido alcanzada con un intenso fuego artillero ruso, con el mismo resultado que habíamos visto nosotros.
Tras informarle que no teníamos aun una visión clara de la situación, dio media vuelta con su Kübelwagen y volvió al puesto de mando del regimiento para informar. El Dr. Storchdorph era un caso típico, según mi experiencia. Durante toda la guerra no di con ningún médico o sacerdote que no fueran ejemplares en el desempeño de sus obligaciones. El capellán católico de nuestra división también tomaba parte, naturalmente desarmado, en arriesgados asaltos. Nuestros médicos con frecuencia eran sorprendentemente buenos en tareas tácticas y el de nuestra unidad no era una excepción. Sin preparación especial alguna hubieses sido capaz de dirigir un batallón e incluso un regimiento. Estas cualidades no solo eran de gran ayuda para el control y mando de las unidades sino que, lógicamente, con ellas se hacía merecedor de nuestro respeto.
Marchamos después en dirección al enemigo, al puesto de mando del 1r Batallón, del Capitán Majer. Allí quedamos completamente perplejos, a la vez que contentos: la cabaña que lo albergaba había quedado completamente indemne en medio del paisaje lunar. Entramos y estaban el capitán, sus oficiales y los enlaces, algo pálidos pero recompuestos, celebrando una reunión de mandos. A diferencia de nosotros, estos perezosos no se habían molestado en cavar trincheras pero sobrevivieron al fuego artillero. Se habían arrojado al suelo de la cabaña, cubriéndose con mantas de lana que ahora estaban amontonadas. Tampoco ellos tenían una visión clara de la situación en las afueras del pueblo. Después se supo que la artillería no había causado mucho daño donde se hallaban, pero que había destruido todos los vehículos y caballos que se hallaban en la población. Graser lo describió así:
- “Algunos batallones y compañías de la división aguantaron en los puntos fuertes y al final de la mañana, tras un intenso combate, lograron repeler el ataque de la infantería enemiga. Sin embargo los tanques enemigos, protegidos por la niebla, consiguieron en su primera aproximación penetrar la débil línea de frente entre las poblaciones hasta las posiciones de artillería. Votylevka fue retenida mediante duros combates de los batallones primero y segundo del 308ª Regimiento. El staff del 308º Regimiento, junto con las baterías 7ª, 8ª y 10ª del 235º Regimiento de Artillería repelieron el ataque a Repki.”
He de decir que probablemente los rusos hubieran tomado Votylevka antes de la tarde de habérselo propuesto seriamente. Pero con buen criterio decidieron que era preferible evitar asaltar un objetivo que de todas modos iba a caer sin lucha en el transcurso de la operación.
Como resultado de su ataque en masa los rusos lograron cercar nuestros cuerpos de ejército XI y XLII en Cherkassy. La 88ª División de Infantería, hasta entonces nuestro vecino de la derecha, fue empujado hacia el norte, y la nuestra, la 198ª, hacia el sur y sureste. En medio quedó una enorme brecha. Para hacer frente a la nueva situación dimos un giro de 180 grados, de forma que el frente quedó de nuevo apuntando al este. Ahora transcurría entre Risio y Vinograd, cn el 308º Regimiento Grenadier defendiendo el flanco derecho de la división. Este deslizamiento en dirección sur tuvo lugar durante la noche del 26 al 27 de enero bajo una tenaz resistencia rusa.
Hubo que esperar hasta el 11 de febrero para comenzar el costoso ataque a través del anillo. Nuestro 308º Regimiento Grenadier estaba apoyado por varios tanques del III Panzer Korps. Tras una barrera de 15 minutos por parte de unidades artilleras y de Nebelwerfer, así como repetidas incursiones contra posiciones enemigas en las proximidades de Shubeny Stav por parte de un escuadrón de Stukas, comenzamos a avanzar. Alcanzamos Shubeny Stav y llegamos a los aledaños de Yablonovka. Allí, debido a la situación crítica en Vinograd, relevamos a uno de nuestros regimientos hermanos, el 326ª Grenadier que ya había penetrado en el área y recibió orden de empujar hacia Vinograd.
La noche del 11 al 12 de febrero nuestro regimeinto recibió órdenes de atacar desde Yablonovka hacia Tichonovka porque por la tarde los enemigos habían destruido el convoy de suministros de una de nuestras divisiones panzer. Mis colegas del batallón y yo coincidimos en que, por el estado completamente exhausto de nuestros hombres no se podía cumplir esa misión. Esta, además, debía llevarse a cabo de noche y a través de un barro que llegaba hasta las rodillas. Nuestras estimaciones no fueron consideradas por los mandos del regimiento y de la división, que insistieron en la ejecución inapelable de la orden. Nos informaron que tendríamos el soporte de una importante fuerza acorazada.
Para nosotros el ataque a Tichonovka fue una repetición exacta del ataque nocturno a Luka. Llevamos los tanques por el profundo barro y una oscuridad asfixiante con faros con filtros verdes. Entonces todo empezó. Subiendo la colina anterior a Tichonovka, los Panther lanzaron una lluvia de fuego ametrallador dentro de la población, incendiando varios edificios con las trazadoras. Los incendios iluminaron el objetivo para los largos cañones de 75mm de los Panther que sembraron el terror entre los atónitos defensores. Una vez que nosotros, la infantería, entramos en la población, los rusos apenas opusieron resistencia. No sufrimos prácticamente bajas y tomamos numerosos prisionero antes del amanecer.
Este ataque no se hubiese podido llevar a cabo de día. El III Panzer Korps había avanzado unos 30 Km y se hallaba a sólo 30 Km de la bolsa en la linea de frente Lisianka-Oktiabr-Khizhintsy pero se había quedado sin fuerzas.
Por tanto, la noche del 16 al 17 de febrero las fuerzas encerradas recibieron la orden de romper el cerco y salir. Esto se consiguió finalmente a costa de dolorosas pérdidas de muchos hombres y todo el equipo pesado.