Winston Leonard Spencer-Churchill

Todos los personajes de la Segunda Guerra Mundial

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Mensaje por Monterdez » Dom Jul 18, 2010 8:08 pm

Buenas tardes:

Desconocía totalmente este aspecto de la depresión en nuestro admirado Winston. Desde luego parece más una situación de depresión "exógena" que apenas lo era, pues él la controlaba totalmente; igual que la mayoría de los humanos hacen frente a las "tristezas" intrínsecas de sus vidas.

La trayectoria familiar en este sentido fue bastante lamentable, y también lo desconocía.

Atte. y gracias.
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Mensaje por Monterdez » Lun Jul 19, 2010 8:04 pm

Antonio2009 escribió:Buenas tardes:

Esta sí que es buena, ¿de quién hablaba Churchill cuando dijo?:

"Indómito en la retirada, invencible en el avance e insufrible en la victoria"


Insuperablemente

¿Qué pasa? No se os ocurre de quién despotricaba en este momento, ni siquiera ahora que estamos hablando de la depresión de Ch.
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Mensaje por cv-6 » Lun Jul 19, 2010 10:53 pm

Creo que en el hilo de frases célebres sale esta frase, y creo que se refería a Montgomery.
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Mensaje por Monterdez » Mar Jul 20, 2010 5:31 pm

¡Sí señor!
Y ahora resulta que parece que he sido yo el que no ha leído todo el hilo. Es broma.
Pero ¿qué tenía Monty para que no llegara a degradarlo o... lo mandara a freir espárragos directamente?

Cortésmente.
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Mensaje por Dr Heider » Mar Jul 20, 2010 7:02 pm

Antonio2009 escribió:...............Pero ¿qué tenía Monty para que no llegara a degradarlo o... lo mandara a freir espárragos directamente?

Cortésmente.
Yo creo que la respuesta sería Resultados y Suerte

Suerte porque Churchill, al hacer los cambios en la cúpula después de los informes desfavorables de Auchinlek y de haber hecho frente al voto de censura en la Cámara de Comunes por su conducción en la guerra, nombró comandante del Octavo Ejército al general W. H. E Gott. Sin embargo, Gott nunca llegó al frente. Cuando su avión se aproximaba a El Cairo el 7 de agosto, dos cazas de la Luftwaffe lo obligaron a realizar un aterrizaje de emergencia, y el general murió mientras ayudaba a rescatar los heridos. Así pues, el mando del Octavo Ejército fue a parar a manos de Montgomery.

Resultados porque Montgomery prometió no más repliegues, una resistencia decidida en El Alamein y un ataque cuando estuviese preparado. Churchill le dijo que su "principal obligación" era la destrucción o captura del ejército de Rommel lo cual cumplió al pie de la letra. :sgm4:

Fuente: Africacorps Rommel, el zorro del desierto. Editorial Óptima. 2002, pág 150.

Saludos
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Mensaje por Dr Heider » Sab Jul 24, 2010 1:06 am

Capítulo 6. Ingreso al Royal Militar College de Sandhurst. Viaje a Cuba. Se habituó al tabaco. Forunculosis.

Antes de ingresar al Royal Militar College de Sandhurst, Winston comenzó a trabajar en Capitan Jame´s, una escuela especial en Lexham Gardens al occidente de Londres, en donde su rendimiento fue francamente precario y motivó que Jame´s comentara que “el muchacho tiene muchas cosas buenas pero necesita que se lo maneje con mano firme”. A finales de 1893 presentó su último exámen de ingreso y antes de conocer sus resultados viajó a pasear por Italia y Suiza con su hermano Jack. Lord Randolph ya muy afectado por su enfermedad que mostraba rasgos muy avanzados con un serio colapso de su sistema nervioso, tuvo conocimiento de que su hijo había tenido unas bajas calificaciones de ingreso a la institución militar más importante de Inglaterra y a la cual deseaba que el tuviera una entrada decorosa, además de una permanencia brillante. Así lleno de desilusión y un enorme componente de agresividad escribió al joven Churchill quien se hallaba en Milán, una carta que en alguno de sus apartes decía: “con todas las ventajas que tuviste, con todas las capacidades que tontamente crees poseer y que algunas de tus relaciones dicen que tienes, con todos los esfuerzos que se han hecho para tornarte la vida fácil y agradable y el trabajo ni opresivo ni fadoso, este es el gran resultado: que hayas salido entre segunda y tercera clase, que sólo sirven para obtener nombramientos en un regimiento de caballería. Grábate indeleblemente en la cabeza que si tu conducta y obrar en Sandhurst son similares a las que han sido en otros establecimientos en los cuales se ha procurado en vano impartirte alguna educación, entonces mi responsabilidad por ti han concluido, porque estoy seguro que si no puedes evitar llevar la vida inútil e improductiva que has llevado durante tu época escolar, te convertirás en un vagabundo social, uno de los cientos de fracasados de la escuela pública y degenerarás en una existencia ruin, infeliz y fútil. Si así ocurre, tendrás que cargar tú mismo con la culpa de tales calamidades”.

Al desdichado Churchill quien aún no tenía conocimiento de la enfermedad de Lord Randolph, le cayó la carta por sorpresa y por supuesto como una bomba que le produjo un estado de ánimo muy peculiar. En medio de su desconcierto y humillación, contestó la misiva pretendiendo dar a su padre toda clase de explicaciones y justificando sus comportamientos escolares y tratando de explicar que su llegada a Sandhurst la consideraba como un éxito, a pesar que sus estándares corporales no eran adecuados para las exigencias de la institución.

Esta era una costosa y aristocrática escuela militar. Los compañeros de estudio del joven Winston eran tan notables como el príncipe de la Corona de Siam, el príncipe Ibrahim Hassan de Egipto, Alamarin de Abisinia y el futuro rey Alfonso XIII de España. Y así, el joven aristócrata británico no se sentía fuera de lugar. Pero los recursos económicos de Lord Randolph, para quien era un esfuerzo importante poder mantener a su hijo en este tradicional establecimiento, se debilitaban día a día.

En octubre de 1893 luego de una carrera de un cuarto de milla, cargado de rifle, pertrechos y un pesado morral, presentó un “trastorno” que lo obligó a retirarse de las filas. Esto motivó la inmediata atención del médico del plantel quien conceptuó que “no tenía nada serio, salvo que su corazón no parece muy fuerte”. No se sabe en qué apreciaciones del examen clínico y que argumentos tuvo el galeno para formular esta opinión.

A pesar de que Winston, cuando cursaba sus estudios en Sandhurst, se encontraba casi en la mayoría de edad, Mrs Everest continuaba siempre a su cuidado. Ella observaba alguna vez después de haberlo visto en Londres postrado y malhumorado: “El pobre muchacho no está para nada bien, tuvo dos forúnculos en los cuartos traseros que eran muy dolorosos, apenas podía caminar. También tuvo dolor de muelas, yo lo cuidé hasta que volvió a Sandhurst”.

Por entonces se sabía que la forunculosis era una enfermedad aguda y circunscrita a uno o varios folículos pilosos, que se presentaba en forma de pequeños abscesos aislados o de varios de estos agrupados. No se conocía exactamente su etiología, pero se sospechaba que era causada por algún microbio que penetraba en el folículo y allí se multiplicaba y producía una infección. Se le daba importancia como factores predisponentes a la anemia, la debilidad, la diabetes, el estreñimiento y los malos cuidados higiénicos de las zonas pilosas.

Sir H. MacCormac, médico del Middlsex Hospital de Londres y experto en enfermedades de la piel, era en Inglaterra una autoridad en el tema de los forúnculos. Promulgaba su tratamiento con base en mejorar la debilidad, combatir la anemia, tratar la diabetes, curar el estreñimiento, mantener aseadas las zonas afectadas y aplicando una mezcla de ácido sulfúrico y sulfato de magnesio en el sitio afectado. El sulfuro de calcio y la flor de azufre en pequeñas dosis por vía oral también recomendaba. Indicaba la incisión y drenaje del forúnculo “en casos de coleccionarse pus” Seguramente estas sabias recetas fueron aplicadas en el caso del joven Winston.

Pero a finales del siglo XIX aún no se conocía que el responsable de este tipo de infección era el estafilococo dorado, así como tampoco se habían descubierto los antibióticos.

Para esa edad, sus problemas dentales eran frecuentes, se había iniciado a los 16 años. Caries, que con el tiempo se hicieron tan extensas que obligaron al odontólogo a extraer varias piezas dentales superiores y a confeccionarle prótesis removibles que con frecuencia tenían que ajustarle o cambiarle de modelo con el fin de que no le incomodara para hablar en público.

Los profesores de Sandhurst se daban cuenta que este alumno, al contrario de lo que ocurrió en Harrow, fue un estudiante competente. Trabajaba arduamente en sus estudios, obteniendo buenas calificaciones, pero no óptimas; en lo que más se distinguió fue en la equitación, que era una de las fortalezas del establecimiento, con sus excelentes caballos y profesores. Estando allí falleció su padre, dos meses después recibió el título que acreditaba su paso por esta famosa escuela militar.

Por esa época, a sus 19 años de edad, Winston ya se mostraba adicto al hábito de fumar, lo que motivó una severa llamada de atención de sus padres a quienes dijo: “no lo haré más”, prometió solemnemente. “No me gusta lo suficiente como para tener dificultades en dejarlo”. A su padre, por quien tenía miedo a disgustarlo le dijo: “no fumaré más de uno a dos por día y eso rara vez”. Por lo anotado, es fácil comprender que ya a finales del Siglo XIX había conciencia de que el tabaquismo era nocivo para la salud, afirmación que se basaría en las observaciones que hacían los médicos de sus pacientes fumadores de años, quienes presentaban trastornos respiratorios frecuentes y muchas veces importantes. La fisiopatología del enfisema pulmonar aún no se conocía a cabalidad y algunos médicos ya trataban de asociar el hábito de fumar con el cáncer de pulmón. No se conocía por esa época la nocividad del tabaquismo sobre el sistema cardiovascular.

Pero las promesas a sus padres de dejar de fumar, no fueron propiamente cumplidas. A los 20 años viajó a Cuba, acompañado de su gran amigo y compañero del 4º de Húsares, Reginald Barnes, con el fin de observar en directo el conflicto de esa nación con los españoles, y allí adquirió la “afición vitalicia” por los famosos y excelentes cigarros habanos.
Llevando como guía a un joven teniente de nombre Juan O´Donell, los dos grandes amigos penetraron varias millas en una selva infestada por mosquitos, entre los que se contaban centenares de miles de los denominados Aedes aegypti y Stegomia faciata, vectores del virus de la fiebre amarilla o tifo negro, enfermedad de alta prevalencia en las selvas tropicales con una mortalidad que llegaba a niveles preocupantes y para la cual aún no existe remedio específico. Se combate exterminando el mosquito, evitando su picadura y se puede prevenir con éxito mediante la vacuna que para 1893 aún no se había desarrollado; solamente hasta 1935, el médico sudafricano Max Theiler, radicado en los Estados Unidos, y trabajando para la misión Rockefeller, logró su aislamiento y producción en asocio del Dr Hugh Smith.
Así, se puede asegurar que Churchill y Barnes extuvieron muy expuestos a contraer la fiebre amarilla. Muy posiblemente los campamentos españoles ya poseían algunas medidas rutinarias para combatir los mosquitos y se obligaba a dormir bajo un toldillo.

En su viaje a Cuba, en el vigésimo primer año de su vida, Winston tuvo su bautismo de fuego cuando unos cuantos revolucionarios cubanos dispararon a su cabeza mientras desayunaba, por fortuna sin lograr en el blanco.
Winston y Barnes regresaron a La Habana, camino a Londres, condecorados por los españoles, sin fiebre amarilla ni paludismo y sin mordedura de serpientes, llenos de felicidad por haber logrado enviar una cantidad de noticias al Daily Graphic, diario que les publicaba religiosamente sus reportes muy bien comentados por los lectores.

Foto de Winston Churchill en Sandhurst: http://www.google.com.co/imgres?imgurl= ... s%3Disch:1" onclick="window.open(this.href);return false;
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Mensaje por Dr Heider » Sab Jul 31, 2010 6:15 pm

Capítulo 7. Enfermedad y muerte de Lord Randolph.

En enero 20 de 1895 la salud de Lord Randolph empeoraba y particularmente la parte mental se encontraba seriamente comprometida, hecho que sólo permitió preguntarle a su hijo Winston si había pasado exitosamente el examen de ingreso a Sandhurst, sin volver a expresarse.

Meses antes de su muerte ya se encontraba proscrito, ignorado y objeto de burlas de algunos amigos y enemigos, en la medida en que la impotencia que le causaba su enfermedad avanzaba.

Al día siguiente tuvo un ataque de delirio y entró en un coma profundo y falla renal, defecó en la cama, vomitó, presentó gran dificultad respiratoria y su pulso llegó a 140 pulsaciones al minuto. En la mañana del 24 de enero, asistido por su médico, el Dr George Alphistone Keith, falleció arruinado a la edad de 46 años en una elegante mansión de Grosvenor Square en Londres. Había nacido en la misma ciudad, el 13 de febrero de 1849. Luego de un largo y sentido velorio que duró tres días, fue sepultado en el Cementerio de Bladon, contiguo al palacio de Blenheim, sin que sus hijos hubieran sospechado la enfermedad que lo llevó a la tumba, pero sí recordando con profunda tristeza y dolor su permanente ausencia física y la dureza con que siempre cuestionó el comportamiento escolar de Winston.

A Winston Churchill lo atormentaba pensar que también moriría joven al igual que su padre y sus tíos que fallecieron, los dos primeros en la infancia y un cuarto, el Octavo Duque de Marlboro, antes de cumplir los 50 años. También en ese momento pasaba por su mente la frase despiadada de uno de sus profesores de Harrow que decía a sus compañeros: “Miren al alumno más estúpido de Harrow que es el hijo del hombre más inteligente de Inglaterra”.

Churchill escribió años después: “Me encontré de repente dueño de mi destino, mi madre estaba siempre cerca para ayudarme y darme consejo; pero yo tenía 21 años y no pensó nunca ejercer la patria potestad. En efecto, pronto se convirtió en mi adicta aliada, favoreciendo mis planes y sirviendo mi interés con toda su influencia y una energía sin límites. Trabajamos juntos, en pie de igualdad, más como hermano y hermana que como madre o hijo. Y así continué hasta el fin”.

Existen posiciones antagónicas tanto en el seno de la familia Churchill como en la opinión general con respecto a la enfermedad de Lord Randolph, que se inició a los 30 años de edad y que lo llevó a la muerte tres semanas antes de cumplir los 46 años. Se puede decir que hay tres versiones.

La primera anota que las dificultades de salud de Randolph Churchill se iniciaron cuando padeció de una “fiebre glandular” que condujo a sus médicos a suministrarle dosis al parecer excesivas de digitalina y belladona, usadas entonces para combatir la “tensión nerviosa”, en un organismo debilitado por la afección adquirida a temprana edad. Esta tesis no tiene ningún sustento ni evidencia científica.

La segunda, sugiere que Lord Randolph padeció de un tumor cerebral que fue evolucionando lentamente hasta matarlo. Esta versión es poco probable, pues los síntomas que mostraba no son consistentes con este diagnóstico y por otra parte, un tumor cerebral cursa rápidamente, no en 16 años, y lleva a la muerte en un mediano plazo. A finales del siglo XIX los cirujanos ya practicaban operaciones para extirpar tumores del cerebro, pero solamente en casos seleccionados. No se irradiaban.

La tercera versión, la sífilis, es la más difundida y la más probable a pesar de que solamente fue documentada con criterios clínicos, pues apenas en 1905 Friz Schaudin descubre el agente etiológico de la enfermedad, el Treponema pallidum, y un año después, en 1906 Wassermann en su laboratorio desarrolla una prueba de “fijación del complemento”, que se consagró como la mejor para confirmar el diagnóstico.

El origen de la enfermedad, de acuerdo al dermatólogo y sexólogo berlinés Iwan Bloch, se produjo en Europa, hacia 1493/94, con la llegada de la tripulación que acompañó a Cristobal Colón en su primer viaje a América.

Pero ¿dónde adquirió la sífilis el padre de Winston Spencer Churchill? De acuerdo con Louis Jannings, íntimo amigo, colaborador político y albacea literario de Randolph en su época de estudiante de Oxford, el personaje se emborrachó en una fiesta de alumnos, pasó la noche con una prostituta de la localidad y luego, temeroso de haber contraído una enfermedad de transmisión sexual recurrió a un médico de la localidad, quien le brindó atención, al parecer le prescribió unos mercuriales y le aseguró que “estaba a salvo”. El hecho fue que, este concepto médico no se cumplió, pues el consultante al parecer adquirió la enfermedad en esa oportunidad y siguió su curso implacable. Esta hipótesis ha sido cuestionada por algunos médicos ingleses quienes aseguran que la posibilidad de contagio de la sífilis en un solo encuentro sexual con una portadora de la enfermedad, llega apenas al 1%.

Una causa más probable de la sífilis de Lord Randolph fue sugerida años más tarde por Anita Leslie, sobrina nieta de Jenny, quien insistía que no fue la prostituta de Oxford la que lo contagió, sino una amante que tuvo en París en los principios de la década de 1880 a quien visitaba con alguna frecuencia. Otros han señalado que fue contagiado por una criada del Palacio de Blenhaim, quien padecía de la enfermedad.

Ninguna de las tres afirmaciones son fáciles de demostrar, y al fin y al cabo carecen de importancia si se tiene en cuenta que el descendiente del Primer Duque Spencer adquirió su enfermedad antes de su matrimonio con Jenny Jerome.

Por esos años se afirmaba que la sífilis era una enfermedad llamada Yaws o frambesía, que era común en los trópicos, que se adoptó a los climas fríos de Europa y que afectaba las zonas más húmedas y calientes del cuerpo humano. Los historiadores de la medicina señalan que el primer brote de sífilis que llamara particularmente la atención en Europa fue durante el sitio de Nápoles, situación en la que se observó que muchos mercenarios europeos de la armada invasora de Carlos VIII, así como los del bando contrario, Santa Sede y fuerzas españolas, estaban infectados de la “enfermedad de la India” y que cuando terminó la campaña, las tropas de Carlos se dispersaron por todo el continente llevando así la infección a muchos lugares del viejo mundo.

La “enfermedad vergonzante” llegó a París en 1496, a Londres en 1497 y por los años siguientes se fue extendiendo por India y China. Los españoles le daban el nombre de “las pústulas francesas” a las lesiones primarias de la enfermedad, los franceses la llamaban la “enfermedad italiana”, los ingleses y alemanes “las pústulas francesas” y los japoneses la denominaban como “la enfermedad portuguesa”.

Desde su llegada de América en los años 1493/94, los médicos describían la sífilis como una “pequeña úlcera genital que iba seguida de un rash cutáneo corporal y luego los diferentes signos mayores que afectan todas las partes del organismo y llevan a la muerte temprana”. Se sabe que la enfermedad alcanzó su máxima patogenicidad durante los primeros 100 años llegando a niveles epidémicos importantes y altas tasas de mortalidad, pero en los inicios del siglo XVII ya se transformó en una afección crónica pero continuaba siendo “un edicto contra los blasfemadores” y “un castigo del cielo”. Por la época ya se practicaba con alta frecuencia la revisión médica de las prostitutas y las que estaban infectadas eran expulsadas del gremio. Saint Denis el santo patrón de París era el preferido de los sifilíticos y por la época las únicas formas posibles de tratamiento eran la oración y el aislamiento.
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Mensaje por Dr Heider » Sab Jul 31, 2010 6:21 pm

Para el siglo XIX los médicos ya tenían sólidos conocimientos clínicos de esta enfermedad.

La historia señala que el Dr Robson Roose, calificado en Londres como experto en desórdenes neurológicos y quien era el médico de toda la confianza de la Casa Churchill, fue el primero en tomar el mando para aliviar los trastornos de conducta, insomnio, irritabilidad crónica y accesos de fatiga y profunda depresión que presentaba con mucha frecuencia Lord Randolph. Pero se sabe que un principio el distinguido galeno no hizo el diagnóstico de sífilis y atribuía los síntomas a su disposición nerviosa familiar, a su agitada vida política y social y a los excesos de alcohol y tabaco. Pero más tarde, Roose empezó a sospechar que Randolph podía estar padeciendo alguna afección más importante y así buscó la asesoría del Dr Thomas Buzzard, conocido neurólogo, quien se entregó con toda su inteligencia, preparación y experiencia, a aliviar los síntomas del enfermo que avanzaban a una velocidad impresionante, sometiéndolo a un tratamiento con mercuriales que le causó una pigmentación oscura en la piel de la cara.

Aunque no se conocen los registros médicos de Buzzard, sí se sabe que él hizo el diagnóstico de sífilis sustentado en criterios clínicos, pues como ya se anotó, solamente 10 años después de la muerte de Randolph se descubrió en Alemania el agente causante y en 1906 en el mismo país se desarrolló la primera prueba de laboratorio para confirmar el diagnostico clínico.

El cuadro clínico terminal de Lord Randolph era muy claro y podía ser consistente con neurosífilis (sífilis terciaria). Antes de llegar a padecer los síntomas neurológicos tuvo que haber presentado lesiones primarias en los genitales como el chancro y sus correspondientes adenopatías inguinales, que por la época era tratado con cauterizaciones químicas o con resección quirúrgica. También tuvo que presentar erupciones en muchas partes del cuerpo acompañadas de dolores en huesos y articulaciones.

Hoy se sabe que la sífilis tardía con lesiones en la piel, huesos, corazón y arterias, y compromiso del sistema nervioso, no es contagiosa.

¿Con qué recursos terapéuticos contaba la medicina de finales del siglo XIX para el tratamiento de la sífilis?

El yodo recomendado por Lugol y especialmente Wallace en 1836, eran preconizado como “remedio curativo de la sífilis”, que se usaba más corrientemente en forma de yoduro de potasio. Los efectos secundarios con estos preparados eran muy desagradables, particularmente cuando se administraban por largo tiempo. Trastornos gastrointestinales, urticarias y neuralgias de distintas localizaciones, especialmente en la cara.

El mercurio fue utilizado en tiempos antiguos por el médico varonés Gregorio Sommariva, quien sarcásticamente decía: “Una noche con Venus significa toda una vida con Mercurio”, dando a entender que el tratamiento con este metal era prolongado, administrado mediante fricciones, fumigación o tomado por la boca. Se sabe que era muy tóxico y que sus efectos secundarios eran tan malos como la misma enfermedad.

El bismuto también se utilizó por recomendación que hiciera en 1889 Félix Brazzer, cuando se observó que este podía eventualmente matar al agente etiológico de la sífilis.

En 1917 el psiquiatra y neurólogo vienés Ritter Wagner von Jauregg, preconizaba la inoculación de sangre de paciente palúdico para el tratamiento de la parálisis general progresiva, estadio tardío de la sífilis, con el fin de producir episodios de fiebre alta, que podían atenuar la situación. Lo que se sabe es que tal tratamiento fue un fracaso y por lo tanto abandonado.

Aceptando que Lord Randolph era sifilítico y que contrajo matrimonio con Jenny Jerome padeciendo la enfermedad, ¿por qué no se la transmitió?

Lo primero que puede pensarse es que para esa época ya presentaba un estado tardío de la enfermedad, la cual no es contagiosa, Jenny no fue contagiada y así, Winston Spencer Churchill no heredó la sífilis como tampoco su hermano Jack.

También es de comentar que si Lady Randolph Churchill hubiese sido sifilítica, su segundo esposo, George Cornwalise West, hubiese sido contagiado así como el tercero de sus esposos Mantague Porche.

Hay alguna referencia de que Jenny Jerome tuvo durante su vida reproductiva un aborto espontáneo del primer trimestre del embarazo, a principios de 1912, pero no abortos de repetición, característicos de las madres sifilíticas. Tampoco tuvo rasgos de la enfermedad y murió, como se sabe, de una gangrena posterior a una fractura abierta del tobillo a los 67 años de edad.

Saludos :sgm18:
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Mensaje por Dr Heider » Sab Ago 07, 2010 9:44 pm

Hola a todos. A continuación otro capítulo de Winston Spencer Churchill. Sus enfermedades y la medicina de su época.

Capítulo 8. Problema de dicción. Luxación del hombro. Esguince de tobillos.

Uno de los problemas físicos de la niñez y adolescencia del que más tarde fuera el personaje más importante de Inglaterra en el siglo XX y orador de altas calidades, lo constituyó la dificultad que tenía desde muy temprana edad para pronunciar la S y que pronunciaba como Sh. Esta limitación en el lenguaje jamás fue motivo de preocupación para sus padres, pero sus amigos que sí la observaban cotidianamente le aconsejaron se hiciera un examen médico.

Aceptando la sugerencia de sus amigos y antes de partir para la India, el 11 de septiembre de 1896 visitó en Londres a Sir Félix Semon, médico de reconocida autoridad en alteraciones de la voz, quien en alguna anterior oportunidad lo había examinado. El galeno después de un minucioso examen e importantes revisiones bibliográficas, escribió a Churchill que ya acampaba en Poona, diciéndole: “no existe ningún problema orgánico” y que “solo le faltaba mucha práctica y perseverancia”.

Pero el mismo Churchill comenzó a preocuparse por su problema de dicción cuando en 1894, estando en Sandhurst, en una sala de conciertos conocida como el Empire Theatre, al pronunciar su primer discurso público notó su impedimento vocal; un ceceo que le hacía silvar la letra S, defecto que a pesar de una constante práctica de pronunciación jamás pudo ocultar completamente. En la cumbre de su carrera parlamentaria se le vio frecuentemente evitando palabras terminadas en S, por temor a que el ceceo pudiera hacer fallar el efecto de una frase particularmente solemne o sarcástica.

En Poona pasaba los días feliz en compañía de sus amigos, pero eludía las actividades sociales a las que era frecuentemente invitado. Solamente asistía como observador o participante a los partidos de polo de los cuales recordaba especialmente dos. Uno en Sanderaband donde conoció a la que fuera su mejor amiga durante más de 50 años, Pamela Plowden, hija del residente británico en Hyderband, Sir Trevor Plowden y otro en Calcuta, “amargamente fría” como le decía en sus cartas a su madre, en donde padeció un fuerte resfriado con fiebre alta y dolores musculares de tal magnitud que le impidieron participar en el encuentro deportivo.

Lady Randolph siempre sostuvo que su hijo mayor era débil, frágil y menudo, con huesos pequeños y una pobre musculatura, condición que ella decía, podían limitarlo para algunas actividades físicas. Esta descripción de su madre probablemente explique en su primer viaje a la India, al desembarcar en Bombay, sufrió un tropiezo y como consecuencia de la caída se luxó el hombro derecho, situación que se repitió varias veces a lo largo de su vida. Otra versión señala que cuando trataba de bajar de la embarcación que lo llevaba a tierra, tomó una argolla del muro del muelle que le facilitara ponerse de pies, la tiró fuertemente con la mano derecha y así se produjo la luxación. Pero a pesar de esto, Winston se constituyó en uno de los mejores jugadores de polo de la India. Ataba su brazo derecho al tórax y tomaba el mazo con la mano izquierda.
Por aquellos años, aún no existían las técnicas quirúrgicas practicadas sobre los ligamentos del hombro que hacen menos frecuentes las recidivas. Lo admirable es que llegara a ser un gran equitador y polista de excelente hándicap, que lo hicieron acreedor de muchos y bellos trofeos. Los círculos hípicos de la Gran Bretaña vieron como Churchill jugó polo hasta el año de 1927 y contando ya con 52 años de edad participó en su último partido en Malta con su amigo Sir Royer Keyes, Comandante en Jefe para el Mediterráneo.

Pero irónicamente la dislocación del hombro fue para é en alguna oportunidad, una situación verdaderamente salvadora. En la cruenta batalla de Omdurman, los soldados llevaban como única arma un sable, pero como el soldado Winston se encontraba impedido de su brazo derecho, lo equiparon de una pístola automática Mausser, con la cual logró defenderse hábilmente y así salir ileso del terrible enfrentamiento bélico.

También se sabe que la única herida que sufrió el valeroso soldado en este encuentro se produjo cuando ofreció al cirujano del batallón, le retirara de un antebrazo un fragmento de piel para ser aplicado al oficial Richard Molgneux, a quien casi le habían cercenado su brazo derecho de un golpe de sable. Prodigioso que por esa época ya se usaran los injertos de piel sin la ayuda de los antibióticos para prevenir la infección.

En los comienzos de 1899 Churchill partía de la India hacia Londres con el propósito de ingresar al Parlamento, hecho que estaba muy cerca de cumplirse, pero deseaba llenar su última ambición en ese país asiático; jugar el Torneo Interregimental de Polo, de larga tradición y en el que solamente podían participar los jugadores más destacados. En esta oportunidad de nuevo una luxación del hombro derecho hizo presencia en el primer encuentro, pero su entusiasmo y fuerza de voluntad que siempre lo acompañaban, le permitieron continuar el juego, y lo que es más importante, ganar el partido. También, días antes, había sufrido un esguince en ambos tobillos que le causaban gran incomodidad y dolor.

Muchos años más tarde, durante un agitado discurso en la Cámara de los Comunes, en el que hizo un enérgico despliegue de movimientos de brazos, la dolorosa dislocación del hombro de nuevo se presentó, y así el elocuente parlamentario se vio obligado a que uno de los miembros de su partido le ayudara a colocar la cabeza del húmero en su lugar. Luego de la dolorosa intervención, que fue exitosa, el orador socarronamente dijo a sus amigos que “si un militante del partido contrario lo hubiese auxiliado en esta oportunidad, no se sentiría tan bien”.

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Mensaje por Dr Heider » Dom Ago 15, 2010 9:15 pm

Capítulo 9. Preso en Pretoria. Amigdalitis en Oldham. Cerebración imperfecta. Colapso nervioso.

Churchill contaba en septiembre de 1895 con 21 años de edad y a su regreso a Londres, cargado con sus triunfos en la India y en Egipto frente a los derviches, héroe de la batalla de Omdurman, en donde su comportamiento fue admirable y expuso su vida, recibió un telegrama del Dayli Mail en que se le ofrecía el cargo de su corresponsal en África del Sur, pero él prefirió ofrecerle sus servicios a su amigo Oliver Bortwik del Morning Post, quien de inmediato aceptó sus condiciones. Le pagaban £250 mensuales. En octubre 31 de ese año llegó a Ciudad del Cabo con el cargo de corresponsal de guerra, lleno de orgullo y entusiasmo por poder enviar a Londres todos los detalles de los enfrentamientos de los británicos con los bóers. En África del Sur como se sabe, el joven Winston pasó por toda clase de aventuras; estuvo en situaciones peligrosas para su integridad personal, aguantó hambre, sed y cansancio y cayó prisionero de los bóers cerca de Pretoria donde fue recluido en el Colegio Estatal Modelo. “La mayor indignidad de mi vida”, escribió algún día en sus crónicas de guerra. Como hecho curioso debe señalarse que el jinete bóer que lo capturó y entregó para que lo llevaran a prisión fue Louis Botha, quien años más tarde sería Primer Ministro de la unión sudafricana y gran aliado de la Gran Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial.

De allí se escapó, llevando consigo tres barras de chocolate y £75 y después de caminar unos días logró esconderse en una mina de carbón en Witbank, que para fortuna suya era administrada por un inglés Mr John Howard, donde recibió toda clase de ayuda, alimentos y bebidas que parcialmente lo recuperaron. Cuentan que dos jóvenes mujeres al servicio de la mina, Ada London y Ellen Dai, se compadecieron del prófugo de los bóers y le llevaron algunas comidas, tratando de compensar así el ayuno obligatorio que lo acompañó por muchas horas, y por supuesto una botella de buen whisky.

La fuga de la cárcel de Pretoria fue toda una hazaña. El edificio de reclusión era cuadrangular rodeado en dos de sus costados por muros de 3 metros de altura y en los otros dos por rejas de hierro forjado, así que salir de allí constituía una aventura peligrosa para Winston, quien padecía como se sabe de una luxación recidivante del hombro derecho que lo incapacitaba para una acción rápida y acertada.

Pero el hábil prisionero de guerra en un principio creyó que sus compañeros de prisión, el capitán Handale y un sargento de apellido Brockie, lo acompañarían en su fuga, se encontró sólo, se deslizó por el techo de una letrina y logró con gran peligro saltar del muro de 3 metros en el momento mismo que el guardia se encontraba de espaldas. Cayó sobre unos arbustos y luego a tierra, acusando intenso dolor en el hombro enfermo, y con grandes esfuerzos logró esconderse en un lugar seguro en donde se oyó la voz del capitán Haldane, su superior, quien en voz baja le decía “no podemos escapar”.

Mientras tanto los bóers encolerizados por la fuga del reportero inglés por el que tenían especial animadversión, ofrecían una jugosa suma de £25 por “un joven inglés de aproximadamente 25 años de edad, de cerca de 15 pies y 8 pulgadas de alto, constitución media, camina con una leve inclinación hacia adelante, aspecto pálido, cabello castaño rojizo, bigotito casi invisible, habla con voz nasal, no puede pronunciar bien la S, no sabe holandés y se le ha visto con un conjunto marrón”.
En las minas de Witbank y luego de permanecer varios días oculto bajo tierra en un socavón lleno de ratas y alimañas y solitario, cayó enfermo. No precisan los historiadores qué padeció en aquella oportunidad y solamente mencionan que el médico de la mina, doctor James Gillespie aconsejó lo sacaran del túnel y lo llevaran a la superficie pues se “había puesto muy excitable”. Hambre, deshidratación, cansancio extremo, claustrofobia y repulsión por los roedores y bichos que lo rodeaban, le causaron una crisis de depresión hiperactiva que requirió los cuidados médicos, a pesar de que él buscaba precisamente por esa condición psicológica congénita, situaciones de acción y aventura.

Los bromuros (de potasio, sodio, amonio y otros) figuran en los recetarios de la época como “sedantes” de elección en los “estados de agitación”. Poseían propiedades soporíferas e hipnóticas por disminución de la sensibilidad a los estímulos externos. Estos fármacos, así como también los barbitúricos, con muchas posibilidades fueron las armas que utilizó el médico minero.

Para finales del siglo XIX, la industria farmacéutica no había desarrollado aún los medicamentos “no barbitúricos” como flurazepam y el nitrazepam ampliamente empleados a mediados de 1950. Más adelante aparecieron los primeros tranquilizantes que transformaron el manejo de los estados de miedo, hostilidad, pánico, angustia y ansiedad a los que estuvo sometido nuestro ilustre aventurero durante prolongados días.

Howard diseñó un plan para sacar a Churchill del país. La mina estaba próxima al ferrocarril y en un vagón lo montaron y escondieron bajo unas pacas de algodón prensado. El tren recorrió Transvaal en dirección al este y luego de muchas horas de travesía en un calor infernal que lo llevó a la deshidratación, dentro de una gran incomodidad llegó a territorio portugués y finalmente a la ciudad de Lourenço Marques, destino final del tren. Allí con ayuda del cónsul inglés se embarcó para Durban en donde lo recibieron con júbilo y tuvo el placer de encontrarse con su madre que había llegado a ese puerto en el buque hospital Maine, y con su hermano Jack quien se había alistado en las filas de su regimiento pero que fue herido en un pie el primer día de combate.

Churchill se recuperó totalmente del episodio, al punto de que el 3 de enero de 1900 la prensa británica anunciaba que habían aceptado ingresar a una Misión de Caballería ligera en África del Sur, una vez más como soldado, pero también como corresponsal de guerra. Por este motivo comentó en una carta a su querida amiga de Pamell Plowden: “Mis nervios nunca estuvieron mejor y creo que cada día me importan menos las balas”.

En su cargo de soldado y corresponsal a la vez, vivió muchas aventuras y envió un considerable número de crónicas e informes a la prensa británica con lucidez y precisión. También escribió cartas a sus familiares en que se mostraba siempre ansioso de recibir noticias. A su tía Leonie Jerome por ejemplo, le decía en una misiva: “He vivido tantas aventuras que me alegrará un poco de paz y seguridad. He estado bajo el fuego ya en cuarenta ocasiones diferentes… y no puede uno dejar de preguntarse cuánto tiempo durará la buena suerte”. El 7 de julio de 1900 con una sensación de alegría mezclada con nostalgia abandonó África del Sur a donde jamás volvería.

A su regreso a Londres, las opiniones estaban divididas. El Phoenix lo atacaba y ridiculizaba así como el Morning Leader. Sin embargo, un grupo de altos militares daban pleno respaldo y reconocimiento a su valor y astucia, mencionando públicamente que Churchill, era el hombre más imparte de la Gran Bretaña. Todo esto le causaba momentos de gran depresión y pesimismo, alternando con otros de alegría y deseos de continuar en la lucha, que en adelante no sería como soldado de trinchera sino como político audaz y persistente.
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Winston Leonard Spencer-Churchill

Mensaje por Dr Heider » Dom Ago 15, 2010 9:19 pm

Sus experiencias y acciones militares en la guerra de los bóers fueron plasmadas en dos volúmenes titulados London to Ladysmith, que le permitieron financiar su primera aparición el Parlamento.

Churchill luego de una larga travesía, tocó territorio inglés a finales del mes de julio en el puerto de Southampton, deteniéndose unos días en Oldham, luego llega a Londres a iniciar una vida agitada en la política y como escritor. También fue contratado para dictar conferencias sobre diversos temas en distintos lugares de Inglaterra y los Estados Unidos de América, que alcanzaron gran éxito, llenaba por completo los recintos en donde se dictaban, los temas tratados eran favorablemente comentados por el público asistente así como por la prensa.

A su paso por Oldham fue al Royal Theatre en donde el público se mostraba ansioso de escuchar detalles de su fuga de la prisión de Pretoria, pero una amigdalitis impidió que de orador pudiera contarla con claridad, pero a pesar de ello más de diez mil personas se presentaron a las calles para ovacionarlo. El doctor Roose nuevamente intervino y le recetó unas “pulverizaciones especiales” que le aliviaron sus dolencias y le permitieron continuar su gira política. Esas pulverizaciones contenían para los principios del siglo XX ácido bórico, borato de sodio, licor de Labarreque, fenosalil, sublimato y agua oxigenada neutra, que producían una acción antiséptica y analgésica. Todos estos elementos terapéuticos guardan un contraste significativo con los modernos antibióticos específicos para infecciones del tracto respiratorio superior y la cavidad oral.

En 1901 Churchill se hallaba en plena actividad política y el 14 de febrero llegó al Parlamento a ocupar su curul convirtiéndose en blanco de las adhesiones o de las críticas de las gentes y de la prensa. Contaba ya con 27 años de edad, pero gracias a esas “fantasías imaginativas” no tenía dificultades para acoger el papel heroico que quisiera en cualquier situación de sus actuaciones como parlamentario. Su modelo como líder fue siempre Napoleón Bonaparte al punto de que sobre su escritorio, hasta el día de su muerte, brillaba un busto blanco de porcelana de su héroe que hoy se exhibe en el que fue su acogedor estudio en su casa de campo de Kent. Pero otro modelo que lo inspiró a lo largo de su vida fue el de su padre. Por esa época de su vida, defendió a lo largo y ancho de la Gran Bretaña, las bondades del libre comercio y la competencia abierta a todos los mercados del mundo, al igual que la reducción de los gastos militares.

Así se colocó en la posición de conservador rebelde, lo que motivó que los liberales de Manchester lo invitaron a postularse como candidato “librecambista”, obviamente con todo el apoyo liberal. El 22 de abril de 1903 ya en las filas del liberalismo, pronunció un discurso defendiendo los derechos de los sindicatos lo que llevó al diario conservador Dayli Mail a calificarlo de “radicalismo de la clase roja”. Después de casi una hora de plática, Winston comenzó a presentar algunas vacilaciones procurando buscar palabras en su memoria y con interrupciones frecuentes en su presentación, hasta llegar a una franca incoherencia. Esto motivó que algunos de los presentes mayores en el recinto, recordaran los últimos dolorosos discursos de Lord Randolph, y los llevó a pensar que su primogénito estaba siguiendo los mismos pasos.

De nuevo Churchill tuvo que ver con los quebrantos de salud. Se dice que un “erudito médico” escribió que la pérdida de su memoria durante la interlocución había sido el resultado de una “cerebración imperfecta que aparece en el momento menos oportuno de los momentos. Supongo que el orador ha sobreexigido a su sistema nervioso”. No era entonces una afección grave de acuerdo con el dictamen del galeno.

La situación era explicable. Venía asistiendo e interviniendo en forma muy activa en debates políticos de gran importancia para su carrera y presentando una gran carga de stress. Pudo también haber presentado un episodio transitorio de hipoxia cerebral por una arritmia cardiaca de corta duración, tal vez debido a su tabaquismo crónico y a la frecuente ingesta de alcohol. El trastorno no se repitió, pero le sirvió para que en el futuro no se confiara totalmente de su memoria y se ayudara siempre de notas escritas y así poder presentar con exactitud los puntos más relevantes de sus intervenciones.

En mayo de 1904 ya se encontraba sentado en los bancos de la oposición liberal en la Cámara de los Comunes, atacando sin misericordia a los conservadores del gobierno, al punto que su misma familia de alta clase social y dura raigambre conservadora le hiciera comentarios adversos. También el Rey Eduardo VII celebró una reunión con el convencido liberal en el mes de octubre de ese año, época por la cual también se hallaba escribiendo la vida de Lord Randolph que le representaba una ganacia de £8000. En la mencionada reunión, Eduardo Balfour y se sabe además que dos semanas después de la memorable entrevista el político liberal presentó de nuevo un problema de salud que motivó el comentario que había sufrido “un colapso nervioso”. El Rey fue uno de los primeros en expresarle su preocupación. También recibió por carta una manifestación de solidaridad y deseos por una pronta mejoría de Hu Arnold-Foster su crítico más implacable en el tema de los gastos militares.

Los historiadores anotan que el ilustre enfermo viajó a Cambrone Manor, la casa de campo de su tía Cornelia Dorest. Allí contrató una masajista estadounidense que lo atendió por unos días y que le produjo un gran bienestar, por lo cual comentó a su madre “ahora me siento muy cómodo y apacible”.

No se puede establecer con precisión cuál fue la enfermedad que padeció Churchill y que fue calificada por la opinión como un “colapso nervioso”. Más extraño todavía es el hecho que una masajista fuera la que lo aliviara y lo que es más, le curara su afección. Pero la maravillosa masajista le observó que tenía debajo de su lengua una brida que la presencia de esta explicaba su pronunciación nasal. Esto motivó que nuestro paciente regresara a Londres para solicitarle al cirujano sir Félix Semon, le cortara la brida a lo cual éste se negó arguyendo que ello no representaba una buena opción para corregir el defecto de pronunciación, que además era casi imperceptible, y así la lengua del famoso orador continuaba “atada”, lo que no le impidió para nada continuar sus funciones como miembro del gobierno que desempeñaba con más cualidades que defectos.

Saludos
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Winston Leonard Spencer-Churchill

Mensaje por Monterdez » Jue Ago 26, 2010 5:59 pm

Buenas tardes:

Lo de la mala pronunciación de la "s" es toda una novedad para mí; acabo de leer el libro de Colville (JocK) y no comenta nada al respecto, que yo recuerde. En fin, quizás para cuando fue Primer Ministro lo tenía superado: ya nos dirá el Dr. Heider.

Lo de su espera de pronta muerte a corta edad si me era conocido y le marcó bastante.

Lo que me parece bastante inexacto es la esfera de colaboración con su madre, creo haber leído que "la quería bastante desde lejos". Creo que fue Roy Jenkin quién documentó esta cita.

Gracias al Dr. Heider de nuevo por su interesante colaboración.

PS.: El libro de Colville es "A la Sombra de Churchill", editado por El Círculo de Lectores en 2.007 y espero poder reseñarlo para HISLIBRIS próximamente.
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Winston Leonard Spencer-Churchill

Mensaje por Dr Heider » Dom Ago 29, 2010 8:48 pm

Hola a todos

La mala pronunciación de la S la pudo ocultar durante su vida política, con respecto a la relación con su madre el autor del libro nos dice que era una buena relación pero siempre fue lejana por la ubicación en donde se encontraban.

A continuación continuaré con el capítulo 10 de Winston Spencer Churchill. Sus enfermedades y la medicina de su época.

Capítulo 10. Stress. Sexualidad. Matrimonio.

En agosto de 1906 Churchill salió de Inglaterra con el propósito de tomar unas largas vacaciones. Fue primero a la costa francesa del Canal de la Mancha y allí jugó varios partidos de polo; también a las cartas y en el Casino Deanville ganó en el juego £ 260. Luego viajó a París, en donde con sus ganancias de juego compró algunos libros y de allí pasó a Suiza a practicar largas caminatas con su amigo Sir Ernest Cassel. También visitó Berlín y Silesia en calidad de invitado del Kaiser, partiendo luego a Venecia para después de dos meses de viaje regresar a Londres a reanudar sus intensas actividades.

En el invierno de 1906 tomó de nuevo vacaciones que inició en la Isla de Wight. Después, en marzo de 1907 fue a Biarritz. En Francia asistió a las maniobras militares de los ejércitos de ese país. Visitó Italia de nuevo y de allí partió en auto con su amigo F.E Smith a Marovia y en el castillo de Forest se dedicó a la caza de perdices y liebres. No podía dejar de visitar Malta y Chipre, y llegar a través del Mediterráneo Oriental al Canal de Suez para arribar más tarde al Mar Rojo y a Aden. Se detuvo luego en el Puerto de Mombasa para atravesar posteriormente el protectorado de Kenya en tren con el esposo de su tía Sarah, Gordon Wilson, en donde se dedicaron a caza mayor; antílopes y jabalíes fueron el blanco de los entusiastas visitantes ingleses. Respecto a este largo y placentero viaje Winston comentó al regreso a su madre: “que diferencia con el trabajo de una jornada en Londres, mi salud mejora cada día que paso al aire libre”.

¿Por qué comentaba a su madre que su salud mejoraba al aire libre? ¿Qué tipo de enfermedad padecía cuando trabajaba en exceso?

Se sabe que el exceso de trabajo con grandes responsabilidades y muchas ambiciones lleva al stress.
El stress fue primero estudiado y descrito por el famoso Endocrinólogo húngaro Profesor y Director del Instituto de Cirugía Experimental de la Universidad de Montreal, doctor Hans Selye en el año 1951. Lo denominó como el Síndrome General de Adaptación. Este lo describía el autor como la suma de reacciones generales inespecíficas del organismo, consecutivas a una exposición prolongada a una sobrecarga. Se caracteriza por un gran número de modificaciones morfológicas y funcionales, siendo las más destacadas la hipertrofia de la corteza suprarrenal con aumento de la secreción de sus hormonas, úlceras gastrointestinales, algunas modificaciones metabólicas y variaciones en la resistencia del organismo. Si un individuo se encuentra expuesto en forma continua a una sobrecarga, la resultante es el síndrome general de adaptación que pasa por tres periodos ya formalmente establecidos: reacción de alarma, periodo de resistencia y periodo de agotamiento.

Churchill, durante sus largas vacaciones se vio alejado del stress y por lo tanto no se sentía enfermo, por el contrario lleno de entusiasmo y energía para reanudar sus responsabilidades y así el 17 de enero de 1908 fue invitado por el Club liberal Nacional en donde dijo lleno de alegría: “vuelvo a la línea de combate gozando de la mejor salud posible”.

El buen estado de ánimo de esos días lleva a Winston a llenar un vacío sentimental y así llegó al convencimiento de que Clementine Hozier, a quien conocía de años, que le era atractiva y a quien trataba muy tímidamente, podía llegar a ser su esposa. Era la hermosa hija del comandante Sir H.M. Hozier, coronel del Tercercer Regimiento de Dragones y de Lady Blance Ogilby, hija del Séptimo Conde de Airlie. Alta, delgada, aristocrática y con “una adorable apariencia de colegiala inglesa”. Anteriormente había tenido varios encuentros sentimentales. Uno con Pamela Plowden, más tarde casada con el acaudalado lord Lytton, con quien en la India montaba en elefante, luego con Ethel Barrymore, mayor que él y bella actriz dramátrica, y más tarde con Muriel Wilson, una heredera rica en navieros. A estas dos últimas “gozando de la mejor salud posible” les propuso matrimonio, pero ambas lo rechazaron. Los historiadores dicen que no eran de las simpatías de su madre y además sus cambios de humor y su temperamento definitivamente depresivo, no lo hicieron atractivo para esas lindas jóvenes de su sofisticado círculo social. Sus conversaciones con ellas se concentraban siempre en temas políticos, era ostentoso y egocéntrico. Como decía Beatrice Webb, atractiva reformadora social a quien alguna vez invitó a cenar a un elegante restaurante londinense: “se parece más a un especulador norteamericano que a un aristócrata inglés”.

En otra oportunidad Winston conoció a Lady Gwendoline Bertie, hija del Conde de Abigndon y apodada Goonie, de cabellos negros, vivaz y románticamente atractiva, quien estaba locamente enamorada de Jack, su hermano menor. Los dos hermanos entraron en franca competencia, pero la personalidad del mayor y su fama, a pesar de su corta edad, triunfó sobre la de su hermano, sencillo, de pocas palabras, que apenas se iniciaba como corredor de bolsa y que sentía profunda admiración y cariño por su hermano.

Winston mantuvo una calidad y sentimental relación con Goonie quien le correspondía de la misma manera. Jennie, su madre, al parecer advirtió de la engorrosa situación, y así, el mayor de los hermanos salió de Londres a la carrera hacia África Oriental, terminando su corta pero expresiva relación con la adorable mujer, quien finalmente terminó casada con Jack.

El comportamiento sexual de Churchill era moderado pero en ningún caso anormal. No fue un Don Juan especialmente agresivo a sus 25 años, a pesar de haber crecido en una de las sociedades más machistas. Consideraba el sexo como algo secundario.

Si hubiera sido un apasionado sexual los médicos de esos tiempos lo hubieran clasificado como un sátiro y para el satirismo recomendaban: “evítese la continencia demasiado prolongada y reprímase la masturbación. Prohíbase la lectura de libros obscenos y suprímase las causas de irritación local (oxiuros, eczema del escroto, herpes genital). Se combatirá la irritabilidad genital. Ordénese bromuros alcalinos, sedabrol, gardenal, alcanfor y prescríbanse hipnóticos. Recúrrase a los semicupios de agua corriente tibia de dos a tres minutos de duración, seguidos de una ducha general tibia, dirigida principalmente sobre la columna vertebral. Ensáyese las inyecciones epidurales de novocaína. Si se considera necesario, reclúyase al enfermo”. De todas estas recomendaciones galénicas se libró Churchill.

Luego de un corto pero intenso noviazgo, Winston y Clementine contrajeron matrimonio en pomposa ceremonia que se llevó a cabo en St. Margaret´s, Westmister, iglesia parroquial de la Cámara de los Comunes a las 2 p.m del día 12 de septiembre de 1908. Él tenía 33 años y ella 23. El matrimonio constituyó un acontecimiento social de la mayor importancia en Londres, pleno de políticos y miembros de la aristocracia británica. Después de la noche de bodas en Blenheim y una corta luna de miel en Italia, país adorado por ambos, se instalaron en Londres en 12 Bolton Street, sin lujos pero sí con comodidades. El perro negro no merodeaba por esos días en el feliz hogar recién conformado. Pero Clementine estaba completamente consciente de que se enfrentaría a cuatro terribles rivales, la política, el trabajo, la depresión y con frecuencia el juego.

Se sabe que para Churchill el matrimonio no produjo cambios notables en su rígida y apasionada vida de adicto al trabajo. Trabajaba en las noches hasta muy tarde, mientras que Clementine se acostaba y levantaba temprano. Jamás desayunaron juntos y desde el principio dormían en habitaciones separadas. En cierta ocasión decía a sus amigos “Para que un matrimonio sea feliz, cada uno de los conyugues debe desayunar sólo”.

Churchill presumía haberse casado y vivido felizmente, pero la verdad es que su adorada esposa sufrió durante toda su vida de casada de períodos de tensión, además de haber considerado alguna vez la posibilidad de divorciarse. Él quería a su esposa pero a su manera.

Clementine como todas las esposas de los fanáticos del trabajo o de algún deporte, quedaba en una posición superflua y encontraba a su esposo más afectivo y compresivo separada de él que en la vida cotidiana, lo que la convirtió en una esposa poco romántica y particularmente ingrata. Con el tiempo se mostró algunas veces indiferente ante los triunfos políticos de Winston, con los éxitos de sus escritos y con la destacada posición que llegó a ocupar en la pintura. Se dice también que Chartwell, su casa de campo, en vez de constituir un descanso y distracción, fue para ella una constante contrariedad desde su adquisición en 1922, a la que se opuso.

Churchill soñaba de tiempo atrás con ser poseedor de una mansión campestre que le permitiera atender en forma principesca a sus amigos acaudalados y poderosos por los que siempre mostraba gran simpatía. Ella era austera y se mostraba siempre insistentemente partidaria de una casa de campo cómoda pero sin lujos y siempre mirando el cálido ambiente familiar.

Asesorado por el arquitecto neogregoriano Philip Tilden cerró la negociación de Chartwell por la suma de £ 5500 lo que motivó que Clementine dijera que “era una aventura arriesgar la fortuna en operaciones que no entendemos”.

Este dinero era producto de las regalías recibidas por la publicación y comercialización de su libro “The World Crisis”, que según lord Balfour, no era más que “una autobiografía de Winston disfrazada de historia universal”, y de la herencia que recibió de su bisabuela Frances Anne, marquesa de Londonderry.

En la reconstrucción de las ruinas de la casa de Chartwell se invirtió una suma de dinero considerable y además el costo que implicó el mantenimiento de la propiedad impactaron en forma negativa las finanzas de la familia.

Se dice que durante la obra de reconstrucción de las ruinas, los fines de semana se aficionó a la albañería. Él mismo, con un cigarro entre la boca y provisto de unos guantes de cuero, acompañado de Sarah, pegaba ladrillos con maestría. Esta actividad motivó que el Sindicato Unido de Obreros de la Construcción le reclamara que en la Gran Bretaña no era permitido este oficio a quienes no estaban afiliados al sindicato y que si deseaba persistir en el oficio de albañil, se hacía necesario su afiliación. A esto Churchill respondió con la solicitud de ingreso a la agremiación de obreros. Así, el secretario del sindicato lo consagró aprendiz adulto, y este título le permitió continuar sus trabajos de fin de semana que lo llevaban a olvidar transitoriamente sus dificultades económicas.

La casona fue inagurada a principios de 1924, pero las aficiones campesinas de Winston fueron costosas y siempre fracasaron. Su hato de hermosas y finas vacas jamás produjeron suficiente leche como para ser rentables, los cerdos que podían producir alguna rentabilidad tenían piojos, las gallinas se apestaban y los cines importados de Francia para adornar los lagos cuidadosamente diseñados por él, fueron presa de los zorros tan comunes y cultivados por los cazadores en la campiña inglesa. Pero su sueño de convertirse en un Country Gentleman se había cumplido.

Todo esto constituyó motivo de grandes discusiones y profundas desaveniencias en el matrimonio de Churchill-Hozier.

Pero Chartwell no solamente fue el cálido lugar que sus familiares y cercanos amigos visitaban con frecuencia donde eran bien recibidos, sino también el sitio de reunión de destacados políticos que acudían generalmente a la hora del almuerzo y se quedaban hasta que terminaran de tomar decisiones, muchas veces de trascendental importancia para la Gran Bretaña. Fue también el lugar en que escribió gran parte de su producción literaria. Allí gestó Malborough: His life an times, y recolectó todos los escritos que más tarde se convirtieran en A History of the English Speaking Peoples. Su gran afición a la pintura también tuvo un lugar importante en sus horas de descanso en su casa de campo; junto a ella construyó su estudio frente a un hermoso lago en donde permanecía horas enteras pintando y meditando.

En 1943 la digna esposa del estadística británico, con 49 años de edad, se veía como una mujer atractiva y con una sobresaliente veta romántica, momento de peligro en la vida sentimental de las mujeres que los franceses llaman “le demon de midi”, estableció un romance con Terence Philip, soltero de 42 años nacido en Rusia, ingenioso, encontador y cosmopolita de quien se decía que era “discretamente homosexual”, pero que gustaba de la compañía de mujeres bonitas, llamativas socialmente y mayores que él. En los círculos sociales de Europa se decía que las mujeres podían enamorarse fácilmente de él, pero no él de ellas. Así que Clementine profundamente frustrada llegó al convencimiento de que Winston era su amor de ahora y de siempre, quien dicho sea de paso, jamás se preocupó del frustrado romance de su esposa.

Tal vez una de las crisis matrimoniales más intensas para Winston y Clementine se presentó cuando fue derrotado en las elecciones por Clement Attlee y tuvo que dejar el cargo de Primer Ministro el 26 de julio de 1945, aproximadamente 7 semanas después del triunfo más grande de su vida, haber llevado a los aliados a ganar la Segunda Guerra Mundial.

La presencia de Clementine, que durante la guerra estaba siempre presente a su lado para ayudarlo con dignidad, no le era muy grata, lo que demostraba una seria crisis en el matrimonio que llevó a su hija Sarah a propiciar una separación temporal, llevándose a su padre a una villa a orillas del Lago Di Como en Italia, en donde lo puso a pintar y a leer. Esto le sirvió de excelente terapia y luega de unas semanas regresa a Londres a juntarse de nuevo con su esposa.

Saludos
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Mensaje por Monterdez » Mié Sep 01, 2010 10:06 pm

Buenas noches:

En fin, que no era un Don Juan premeditado; pero supongo que un tipo así partiría muchos corazones, ¿no?

Atte.
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Mensaje por Dr Heider » Sab Sep 11, 2010 7:53 pm

Antonio2009 escribió:Buenas noches:

En fin, que no era un Don Juan premeditado; pero supongo que un tipo así partiría muchos corazones, ¿no?

Atte.
Una persona éxitosa, puede ser muy interesante para muchas mujeres sin tener en cuenta su físico.

Capítulo 11. Una gripe famosa.

En agosto de 1914 estalla la Primera Guerra Mundial, Churchill, quien en un principio era partidario de que la Gran Bretaña guardara la neutralidad, se dio cuenta que esta posición no era posible de sostener por diversos factores, estuvo de acuerdo con lanzar un ultimátum contra Alemania que jamás fue respondido, pero que expiró a las 11 de la noche del 4 de agosto. Y así en su calidad de primer Lord del Almirantazgo, mediante una imperativa comunicación ordenó a todos los barcos y puertos navales “comenzaran las hostilidades contra Alemania”, obedeciendo la decisión del Rey Jorge V después de un consejo de ministros que se había reunido a las 11:45 de la fecha mencionada; ahora su primo el Kaiser era su adversario.

Lloyd George, en el momento Ministro de Municiones y con la anuencia del Rey, prohibió el consumo del alcohol en todas las residencias reales y en la corte. Esto no le agradó a muchos ingleses, incluido Churchill.

La falta de un buen material de guerra y el estado obsoleto de muchos elementos bélicos existentes en Inglaterra, obligó a funcionar la imaginación de los líderes ingleses en la búsqueda de la modernización de sus tropas. Así el mayor Hetherington, destacado en la Real División Aeronaval del Almirantazgo, lanzó la propuesta de fabricar un carro blindado capaz de desplazarse en todo terreno, superando las trincheras, obstáculos y cercas tupidas de alambre de púas y equipado de potentes cañones.

Churchill, consciente de la inferioridad del equipo bélico de la Gran Bretaña y acogiendo la idea genial de Hetherington, solicitó rápidamente al Director de Construcciones Navales del Almirantazgo, el ilustre capitán Eustace Tennyson D´Eycourt, diseñar una “nave terrestre” de las características señaladas y que no era otra cosa que un supertanque de guerra.

Para ello consideró que se hacía necesario convocar un encuentro urgente del Almirantazgo para que los técnicos discutieran con los políticos la mejor alternativa posible. Pero nuevamente la enfermedad se hizo presente en la vida del estadista, quien el día de la célebre reunión padecía “un fuerte ataque de gripe” que lo obligó a realizar una reunión en su alcoba donde se encontraba postrado en cama presentando cefalea, fiebre, tos y dolores musculares. No cabe la menor duda que los técnicos pueden disputarse la paternidad de la máquina, pero sin la férrea voluntad de Churchill jamás la hubieran construido.

Imagen
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La gripe o influenza, se definía a principios de la Primera Guerra Mundial como una enfermedad infecciosa aguda, que ofrece características clínicas variadas, pero con tendencia a afectar en forma primaria el aparato respiratorio. Se presenta en la modalidad de epidemias a intervalos irregulares y se extiende con gran rapidez. Existían diversas ideas con respecto a su etiología, pero la opinión médica generalmente admitía que el agente infeccioso primario podía ser el Bacillus influenzae, pero muchos científicos de la época ya sospechaban que un “organismo ultramicroscópico” podía desempeñar un papel importante en la enfermedad. Se sabía también que la gripe se podía complicar con infecciones importantes como la neumonía, en las que hacían presencia algunos otros microorganismos no muy bien establecidos aún, que era una enfermedad de las épocas de invierno y además que las recaídas eran frecuentes pues apenas producía inmunidad en corta duración.

Fiebre alta habitualmente, aceleración del pulso, rinitis, tos, cefalea y dolores musculares son los síntomas más frecuentes y así los médicos indicaban reposo absoluto en cama hasta tres días de una temperatura normal. Aislamiento del paciente, que en nuestro caso no se cumplió, con el fin de evitar el contagio. Las “bebidas refrescantes” y la leche eran aconsejadas, y para los dolores de espalda y miembros inferiores tan comunes, los hábiles galenos administraban salicilato de sosa con bicarbonato potásico, aceite de limón y agua clorofórmica para tomar cada 4 a 6 horas. También suministraban, cuando la tos y el desasociego predominaban, yoduro potásico o tintura de nuez vómica. Como coadyuvante inhalaciones de vapor de agua.

Se quiere destacar el estado gripal que presentaba el 20 de febrero de 1915, debido a la importancia histórica que esta fecha constituyó para Inglaterra en la Primera Guerra Mundial, la conferencia del Almirantazgo que se reunió con el fin de escoger el modelo de tanque de guerra que pudiera ser más adecuado para el momento y para el cual el gobierno británico, por sugerencia del Primer Lord y con la aprobación del Primer Ministro Herbert Asquit, adjudicó la suma de £70.000. Es de anotar que el triunfo de la ingeniería mecánica de D´Eycourt fue tal que llevó al inventor a comunicar al Parlamento: “Fue el primer lugar debido a la receptividad, el coraje y la fuerza impulsora de Churchill” que el día de tomar decisiones se hallaba en cama con fiebre alta, cefalea, dolores musculares y probablemente muy deprimido, víctima de la gripa más intensa que padeció toda su vida.

Tres años más tarde, las tropas inglesas, canadienses y australianas, al mando del general Rawlison, lanzaron una ofensiva en el frente occidental de Francia, en la que setenta y dos de los famosos tanques, arrollaban las tropas alemanas, haciendo miles de prisioneros.

Así terminó la guerra. En Londres, Winston y Clementine fueron ovacionados cuando en un coche se dirigían al 10 Downing Street para visitar al Primer Ministro Lloyd George. Clementine presentaba entonces su cuarto embarazo a término.

Ya a mediados del siglo XX se conoció que la gripe es una infección respiratoria aguda, de etiología viral, caracterizada por un inicio brusco con cefalea, fiebre y postración. De acuerdo con los datos disponibles se sabe que fue poco común en Europa durante el siglo XIX hasta la pandemia de 1899. Luego la frecuencia y gravedad de las epidemias fue aumentando, culminando con la desastrosa pandemia iniciada en España en 1918, que se estima causó cerca de 40 millones de muertes.
En 1919, terminada ya la Primera Guerra Mundial, en Inglaterra y Gales solamente una epidemia causó 150.000 muertes. Se cuenta también que en esos días de posguerra, el Rey Jorge V padeció de un fuerte estado gripal que mantuvo preocupado a su médico Lord Dawson.

En 1933, se logró aislar el virus responsable y 12 años más tarde se descubrieron tres tipos de serotipos designados como A, B y C.

La vacuna de la influenza empleada desde hace ya algunos años, ha disminuido significativamente la prevalencia de esta afección que en pacientes de edad avanzada puede llevar a la neumonía.

Saludos.
"Daría todo lo que sé, por la mitad de lo que ignoro." Descartes

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