Benito Mussolini

Todos los personajes de la Segunda Guerra Mundial

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Mensaje por Shindler » Mié Jun 20, 2007 5:50 pm

XI- El asesinato de Matteotti

El asesinato de Matteotti, perpetrado el 10 de Junio de 1924, no es verosímil que haya sido deseado por Mussolini, sobre todo por la crisis (más moral que política) con que lo enfrentó el crimen. es probable que su deseo hubiese sido que sus secuaces sólo diesen una lección al resuelto opositor que había denunciado en el Parlamento las irregularidades y abusos que se habían producido durante las elecciones.

El homicidio fue, políticamente, ñás allá de las intenciones y produjo una crisis (aún en el ámbito del fascismo) que hizo vacilar durante 6 meses la suerte del gobierno. Mussolini se atemorizó y estuvo a punto de presentar su dimisión; muchos de los exponentes menos fanático del partido se lo aconsejaron.
Quienes le dieron valor y lo salvaron no fueron, como suele decirse, los extremistas al estilo Farinacci, los jefes de la milicia reconstituida (creada el 1° de Febrero de 1923 para absorber y regimentar las brigadas) que se llegaron hasta él, al palacio Chigi, según parece en actitud amenazante.
Lo salvó la impotencia de la oposición, que, con excepción de los 19 diputados comunistas y unos pocos más, no halló nada mejor que "retirarse" al Aventino, abandonando el Parlamento, y , sobre todo, el rey, quien después de haber hecho oídos de mercader a las lamentaciones de Amendola y Sforza (a quienes respondió hipócritamente que la monarquía sólo tenía dos oídos constitucionales, el Senado y la Cámara, y que si éstos no le señalaban nada, ni siquiera estaba en condiciones de oír el coro de protestas que se elevaba en el país), no dio ningún peso a esta ola de indignación.

Así el 3 de Enero de 1925, repuesto del susto y de una úlcera que al parecer lo perturbó no poco en esos meses, Mussolini pronunció el discurso (Noviembre de 1922) en ql que reivindicaba para sí toda la responsabilidad de lo sucedido y afirmaba que continuaría gobernando aun sin el consentimiento del Parlamento. En realidad, no fue un discurso audaz ( a lo sumo fué sólo "fuerte", en su forma) : sabía que, sepultados ya desde hacía un tiempo los cadáveres de Matteotti y de tantos otros, contaba con la aprobación de la monarquía, de la Iglesia, de los "hombres de orden" y de los círculos capitalistas.

Y lo que vino después fué realmente una seda para el. Las leyes excepcionales, la disolución de los pequeños, débiles o inciertos partidos de oposición, la censura a la prensa, el triunal especial contra los irreductibles (además de varios miles de condenados y de confinados, comenzó el éxodo de decenas de miles de opositores más oscuros quienes, con el pretexto de buscar trabajo en el exterior, abandonaron el país para trasladarse a Francia, América, inglaterra, Bélgica y Suiza, donde constituyeron florecientes colonias de antifascistas, dado que en Italia (donde se supo poco o nada acerca del verdadero carácter de esta emigración), la vida, aunque sólo moralmente, se había hecho para ellos intolerable, así como las últimas violencias y opresiones fueron poca cosa (si se la juzga con distancia histórica) para una fuerza que pretendía imponer sus propias concepciones "revolucionarias". La Revolución Francesa y la Rusa habían pasado por fases de lucha bastante más cruentas, convulsiones más profundas y excesos y destrucciones de más vasto alcance. También por esto, por esta relativa "suavidad" y porque todo el cambio del "orden constituido" estaba bien controlado y regulado desde lo alto y conservaba la plena aprobación de las personas "juiciosas" de todo rango (desde el rey hasta el alto clero, desde los militares hasta los intelectuales), la conservación del poder fue fácil en lo sucesivo; ya ni siquiera constituyó un problema.


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Mensaje por Shindler » Jue Jun 21, 2007 7:01 pm

XII- Diez años de éxitos


El decenio que siguió fue, en efecto, un decenio de éxitos y, en parte, de realizacioness, si no revolucionarias, al menos de un carácter común pero no insignificante. La vuelta a la normalidad, la recuperación productiva de la industria privada (en adelante exenta del temor a insurreciones o reformas, con beneficios garantidos hasta fiscalmente,y favorecida y a menudo subvencionada por el Estado), un cierto incremento en la agricultura (ya sea con el apoyo a los grandes propietarios terratenientes, ya sea con las reducciones y las "batallas" por uno u otro cultivo, forzosos y costosos, pero realizables en un clima de proteccionismo sin preocupaciones de costo), la deflación y la incorporación de la lira a las monedas internacionales apreciadas, algunas disposiciones sociales (antiguas en otros países, pero apreciables en Italia) y todo un fervor de obras, iniciativas y realizaciones (los "saneamientos" urbanísticos, la valoración de la romanidad, el embellecimiento de los grandes centros, la ampliación de la red de caminos, la tutela de los emigrantes, el cuidado de la juventud, el desarrollo de los deportes, de las actividades no laborables, de la cinematografía, de la aviación, etc., todo lo cual era por entonces una gran novedad) dieron la sensación que era verdadera en cierta medida.

El prestigio de Mussolini creció mucho, aun internacionalmente. La oposición, ya derrotada en toda la línea, se limitaba a los derrotada en toda la línea, se limitaba a los desterrados, los encarcelados y confinados, aunos pocos obreros de vanguardia, a algunos intelectuales aislados y a algunos estratos de la opinión pública formados en su mayoría por viejos profesores, socialistas y masones, casi todos, sin embargo, inactivos.Las grandes masas, que nunca habían gozado de condiciones de trabajo y de previsión social siquiera sólo dignas (y Mussolini lo sabía bien) no vieron empeorar las cosas; y salvo unos pocos casos de motines, sobre todo campesinos (tradicionales en el Sur, por lo demás), permanecieron en calma, aunque de todos modos estaban bien vijiladas. Los jóvenes tenían el espejismo de la revolución, ignoraban demasiado el pasado inmediato y el exterior, y se consideraban casi todos fascistas, aunque fuera con veleidades de ingerencia estimulante.
Pero lo que daba estabilidad al régimen era el apoyo incondicional e interesado de algunas poderozas fuerzas económicas, sociales y espirituales.
El rey lo había querido para liberarse de todos los "miembros del gabinete" que, durante años, le hicieron nombrar gobiernos precarios, flojos e incapaces, y porque lo consideraba un régimen que garantizaba el orden interno y la tranquila existencia de la monarquía. Y ello tanto más cuanto que el ex-republicano Mussolini había asumido ante ella una actitud de formal sumisión y, salvo unos pocos rozamientos por cuestiones marginales, sobre todo en los últimos tiempos (5), la "diaqruía" ( rey-duce) continuó funcionando bien hasta el final, cuando el rey mismo la disolvió porque ya había caducado (y habían llegado tiempos difícilies). Ni que decir que los círculos agrarios, industriales y financieros estaban satisfechas.
Quizás fueron los únicos que, después de las ventajas iniciales (entre ellas, la inmediata eliminación del carácter personal de los títulos accionarios), siguieron obteniéndolas, y en medida creciente gracias a la propia "figuración" en todo organismo del régimen (ministerios, cámaras, entidades locales, etc.) , sacando provecho hasta de algunas innovaciones "revolucionarias o iniciativas políticas adoptadas por el régimen (el corporativismo, el proteccionismo en el campo de la producción agrícola, el apoyo a ciertas industrias en declinación, la urbanística "imperial", la autarquía, etc.), y finalmente, lucrando con los suministros militares.

La burguesía media, quietista, indolente, aferrada a sus propios mezquinos privilegios (más de forma que de escencia), culturalmente atrasada, retrógrada y timorata, vio satisfechas por el fascismo todas sus antiguas y frustradas ambiciones: en una palabra obtuvo el reconocimiento de su propia "dignidad" de clase.

Así hallaron satisfacción en cuanto a prestigio, pero también de tipo práctico, las ramas que constituyen el esqueleto de todo Estado, en particular tradicional. el ejército, la policía, la justicia, la alta burocracia, a las que el régimen protegió de toda crítica o censura, declarando "antinacional" toda discución sobre su funcionamiento. además, las necesidades crecientes de un Estado paternalista y omnipresente inflaron los cuadros administrativos y de control en todos los niveles, de centro y de la periferia, de los organismos estatales y de otros innumerables organizmos que inventó el fascismo: se estableció en el país un ejército de empleados, con galones o sin ellos ( y al final, todos con su uniforme de gala, desde los académicos con pelucha y espadín, hasta los ministeriales en "orbace"*).

También la mayor parte de los representantes de la cultura, los intelectuales, los escritores, los artistas, etc., acallados los pocos opositores tenaces, se pronunciaron con entusiasmo (aparente, como sabemos hoy) por el fascismo; y le dieron brillo, realizaron obras de propaganda, actividades educativas para la juventud, panegíricos apasionados del duce, de sus obras, de sus guerras, de su racismo, etc., en lo que pusieron todo el talento del que eran capaces (6) .

Pero el "gran golpe" de Mussolini se produjo en 1929, con la Conciliación (con respecto a la cual, esta vez, cuando fueron presentados los Pactos de Letrán para la aprobación de las Cámaras, Croce habló y votó en contra, en el Seanado).

Parece que la idea original no fue suya, sino que, después de 1924, fueron las jerarquías eclesiásticas más eminentes las que prepararon el terreno. El hecho fue que, con la Conciliación, mientras la Iglesia Católica obtenía de Italia privilegios que nunca tuvo en ningún otro país (y que todavía subsisten), el fascismo logró el máximo de lo que podía aspirar en un país como Italia: desde la dispensa por sus pecados originales hasta la consagración de su política reaccionaria podía aspirar en un país como Italia: desde los votos (por lo que pudieran interesarle) de millones de católicos hasta las bendiciones y las homilías propiciatorias de los obispos; desde la solidaridad activa del Vaticano para todas sus guerras (siempre de carácter "misional", obsérvese, se tratase de la Etiopía copta, de la España donde estaba arraigado el catolicismo, de la Albania musulmana, de la Croacia ortodoxa o de la Unión Soviética atea) hasta la tolerancia de Pío XII por su antisemitismo de segunda mano, pero no por ello menos reprobable.
Y lo más sorprendente, a propósito de la religión, es que Mussolini, a diferencia de Napoleón, ni si quiera tuvo que pagar con una misa todas estas ventajas: hasta el último bienio, cuando la sacudida del 25 de julio, la declinación intelectual y física y el presentimiento de la muerte lo reconciliaron con la fe, siguió siendo un incrédulo, pagano, pecador y blasfemo, como sabe quien lo frecuentó por aquel entonces y como testimonia Ciano en su Diario.



*Orbace- tipo de uniforme hecho con una tela de Cerdeña.
Notas:
5- Se había producido un rozamiento en 1928 por la Ley que instituía el Gran Consejo y que atribuía también a este órgano competencia en materia institucional, en lo que respecta a la sucesión, pero el Rey, al final había aceptado la medida. En Marzo de 1938, el Rey debió superar su fastidio por la proclamación de Mussolini como mariscal en el Senado.
También él tenía la misma dignidad con las mismas insignias en las mangas del uniforme.
Otra rencilla se produjo cuando trató de hospedar a Hitler en el Quirinal.
Finalmente cuando comenzó la época de las conquistas militares, desde 1935 en adelante, el Rey tuvo que sufrir algunas intromisiones de Mussolini en el celoso ámbito de las fuerzas armadas, pero el Rey inclinó la cabeza ante ésto y ante otras cosas, terminando por ceder a Mussolini en Julio de 1939, el título de Comandante Supremo, que estatutariamente le correspondía a él. No fué tampoco la más grave violación del Estado que aceptó el Rey.
6-Sobre esto, véase la detallada documentación en el libro Il lungo viaggio attraverso il fascismo, Feltrinelli, 1962.


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Mensaje por Shindler » Vie Jun 22, 2007 5:53 pm

XIII- El Estado Fascista

Durante el decenio del fascismo imperante e imperial, la verdadera situación de Italia era la siguiente.
En la cúspide, había un rey que no contaba para nada y que era feliz de no contar para nada mientras esto sólo implicara aceptar el título de emperador o rey ( de Albania) y mientras los acontecimientos no lo obligasen a redescubrir sus propias perrogativas legales, como sucedió en efecto a mediados de Julio de 1943, cuando fue invadida una región de su reino, la Sicilia, y se lo dijo que los alemanes no tenían intención de enviar más ayuda para reconquistarla. A su lado, más que empreador y rey, estaba Mussolini, salvador de la monarquía y "fundador del Imperio", jefe del fascismo, pluriministro y genio proteinforme, en la paz y en la guerra y en toda casa, como testimonian los escritos de muchas famosas personalidades de la cultura y periodistas.
Debajo de él no había nada, un largo vacío, hasta llegar a la policía, porque los únicos personajes que tenían alguna influencia (y tampoco siempre) eran el jefe de la policía y el comandante de los carabineros, los únicos a los que Mussolini infaltablemente recibió los primeros cada mañana.

El gobierno estaba compuesto de hombres, valiosos en algunos casos, que él nombraba o destituía informado a la prensa antes que a los interesados. El sistema era llamado el del "cambio de guardia". Venía luego el Parlamento, formado por dos cámaras, cuya única tarea consistía en emitir leyes y aprobar los presupuestos. Hasta 1934 la Cámara de Diputados fue efectiva, por así decir, pero en Marzo de 1939 fue convertida en Cámara "dei Fasci" y de las corporaciones, cuyos componentes eran nombrados desde lo alto y ya no fueron llamados diputados sino "consejeros nacionales". Este cambio no alteró nada. Sólo cabe observar, en todo caso, que el rey no advirtió en esa ocación que el Estatuto había sido violado también formalmente.

Los Senadores eran nombrados por el rey con carácter vitalicio. Desde 1923 Mussolini sugirió al rey los nombres de las nuevas "hornadas", pero tampoco esto modificó las cosas: permanecieron siempre en el Senado, sin que dimitiera ni siquiera uno, aun de los que se decían antifascistas. Para recordar a los más conocidos, nombraremos a Croce, De Nicola, Einaudi, Albertini, Frassati, Bergamini, Casti, etc. De algunos de ellos se sabe que, en lugar de presentar su renuncia.
Ofrecieron las medallitas recibidas en el acto del nombramiento, cuando "la Patria" pidió oro a los italianos para resistir a las "sanciones" ficticias que en Noviembre de 1935 Inglaterra y Francia (en connivencia con Mussolini para qe éste ocupase Etiopía) hicieron aprobar por 52 países adheridos a la Sociedad de las Naciones. Croce y los otros "entregaron" las medallitas que le habían regalado, como los obispos sus crucifijos y anillos de oro, también éstos recibidos como homenaje de los fieles, mientras millones de italianos pobres y modestos se privaron de su anillo de casamiento.

Después de las Cámaras, al menos proforma, estaban los otros organismos deliberantes, con poderes considerables, como el Consejo Nacional de las Corporaciones en el sector económico, el Gran Consejo del Fascismo en el político e institucional, y el Comando Supremo para las decisiones militares. Pero todos estaban presididos por Mussolini, que hizo lo que hizo y nadie halló nada que objetar.

A parte de las Corporaciones y el Gran Consejo, que eran instituciones de partido, consultadas raramente por lo demás, el Comando Supremo ( que tenía responsabilidad de vida y muerte en el país, así como competencia y conocimiento en la materia de preparación militar) aprobó una tras otra la agresión a Etiopía, la preparación en el conflicto español, la ocupación de Albania y las declaraciones de guerra que sucedieron desde el 10 de Junio de 1940: a Francia, a Inglaterra, a Grecia (en realidad, ni siquiera se le declaró la guerra), a Yugoslavia, a la U.R.S.S., a los Estados unidos y luego, poco a poco, sin que se llevase ni siquiera la cuenta, a Nueva Zelanda, a Brasil, a Australia, a Canadá, a la India, a Egipto y unos 40 países más de los cuales los generales del duce, cabe pensar, comprobaban la existencia en los mapas y, al ver que eran lejanos, consideraban que se podía atacar sin riesgo.
Con la conquista de Abisinia y la proclamación del Imperio (Octubre de 1935 - Mayo de 1936) Mussolini llegó a la cumbre de la popularidad. La mayor parte de los italianos , aunque fuera a través de la lente de aumento de la propaganda, vio con complacencia los dos acontecimientos, sobre todo el primero, que parecía más sólido y ofrecería perspectivas de trabajo a dos millones de desocupados o de semiocupados, muchos de los cuales, justamente por eso, se habían enrolado como voluntarios para la campaña llamada Africa Italiana. El año anterior, en Julio de 1934, Mussolini había frustrado la tentativa de PUTSCH hitleriano en Austria enviando dos divisiones a la frontera del Brennero, y esto había gustado. Diez meses después, en Abril de 1935, firmó en Stresa un pacto con Inglaterra y Francia, que ponía freno manifiestamente al neoexpansionismo alemán y ligaba Italia a las dos grandes democracias occidentales (y secretamente le daba libertad en la empresa de Etiopía).

También esto había gustado. Y como en el interín parecía que la revolución corporativa iba a comenzar a funcionar, con decididos y rudos anuncios anticapitalistas pronunciados por Mussolini en varios discursos entre Noviembre de 1933 y Noviembre de 1934, el estado de ánimo general lindaba con la euforia. En la alocución de Noviebre de 1934 había dicho; "El siglo pasado proclamó la igualdad de los ciudadanos ante la ley. El siglo fascista mantiene y aun consolida este principio, pero le agrega otro no menos fundamental: la igualdad de los hombres frente al trabajo..."

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Mensaje por Shindler » Vie Jun 22, 2007 5:53 pm

XIV- El viraje


Pero la situación sufrió un vuelco y se precipitó a fines de 1936, y es difícil decir si fue más por los malos consejos de los generales o por error, culpa o cambio de Mussolini. Comenzó la intervención en España. Y, a falta de documentos seguros, si a Mussolini (improvisando estratega de la fácil conquista de Abisinia hecha aun más fácil por el uso de la iprita, utilizada con largueza por Badoglio) , tal paso podía también gustarle, la idea satisfizo por cierto a los generales y los industriales, quienes vieron en la guerra de españa la posibilidad de continuar haciendo carrera, consiguiendo nuevos ascensos y privilegios, y recibiendo del Estado otros encargos, por un monto que se calcula, desde las cantimploras hasta los cañones, en alrededor de 14 millones, en el valor monetario de la época. Desgraciadamente, algunos millares de desmovilizados y de preestinados a la desocupación vieron también ellos en esa nueva guerra la posibilidad de evitar el hambre a sus familias, con riesgo de su vida, confirmaron su "alistamiento voluntario". Así, muchos fueron trasladados, en los muelles del puerto de Nápoles, del destino AOI (Africa Oriental Italiana) a aquel otro, todavía misterioso, de OMS (Oltre Mare Spagna).
Quizás fué éste momento (entre 1936 y 1938) en que Mussolini perdió completamente la brújula, mientras millones de italianos, sobre todo jóvenes, que habían dado su fe al fascismo, se alejaron de él.

Los italianos, un poco por genuina toma de conciencia y un poco por la ayuda de un hecho técnico ( la posibilidad de oír radios extranjeras que se realizó por entonces), comprendieron que el fascismo llevaría el país a la ruina, como antiguos opositores (ya muertos desde hacía un tiempo o asesinados en aquellos años pero de quienes se hacían portavoz las emisoras de Barcelona, Madrid, Londres, Moscú y algunas emisoras italianas clandestinas) habían advertido: Matteoti, Amendola, Gobetti, Roselli, Picelli, Gramsci, Berneri, Andreoni y muchos otros. En cuanto a Mussolini, si un clínico hubiese podido revisarlo como a un hombre común, habría diagnosticado que el agravamiento de su enfermedad psíquica, con intervalos de lucidez, se manifestó agudamente en esos años. Prosiguió hasta sus últimas consecuencias (inaugurando aquella especie de política de despecho que caracterizó al resto de su vida y de nuestra tragedia) la intervención en España, sabiendo muy bien que chocaba contra la creciente hostilidad de los italianos, comprendidos no pocos fascistas, empobrecía pavorosamente los recursos bélicos y financieros del país, le alineaba las simpatías ( aunque fueran interesadas) de líderes políticos occidentales y aquellas, más sinceras porque se basaban en la ignorancia, de la parte de la opinión pública de los países democráticos que todavía miraba con interés y hasta con admiración a la Italia Fascista, de la cual sólo conocía los líderes aeronáuticos y deportivos y algunas cosas exteriores. También ponía a merced del alumno y competidor, aspirante a aliado y futuro patrón, Adolfo Hitler, por quien sentía aversión y temor, pero en cuyos brazos se lanzó, justamente por entonces, en una especie de fatalista y quizás fatal deseo de autoaniquilación que debió asaltarlo en ese momento, con una anticipación de casi dos lustros con respecto a la muerte.

La agonía (suya y del país) fue larga y para el país especialmente penosa.
La aventura española como todas las "guerras relámpago", duró más de lo previsto: dos años y 7 meses, desde julio de 1936 hasta Marzo de 1939. Tanto en el plano interno como internacional, constituyó (aparte de toda otra consideración) una gran tontería, por la cual se le pueden conceder a Mussolini dos atenuantes de los que ensegida hablaremos, aunque en modo alguno lo absuelven de culpa; por el contrario, confirman hasta que punto estaba sordo a los llamados de la razón y no se encontraba siquiera en condiciones de utilizar su tradicional olfato político, aquella especie de previsión y astucia que en el pasado le haían dado no poca suerte.

El drama de la Españ republicana, seguido día a día también en italia, enajenó gradualmente el entusiasmo y la fe en el fascismo que se habían afirmado en la mayoría de los italianos pocos meses antes, cuando se comprobó que la conquista de Etiopía no sólo habíatermindo bien sino que no había provocado el aislamiento internacional que algunos habían temido. En el curso de 1936, en efecto, alrededor de 50 países reconocieron el Imperio, y ya el 15 de Julio la Sociedad de las Naciones había decretado el fin de las "sanciones", a proposición de los ingleses.

Los únicos que defendieron hasta el final la intervención italiana en España fueron los fascistas de la peor especie, los aventureros que hacían profesión de voluntarismo, los grupos capitalistas que se beneficiaban con ella, una parte de los católicos y el Vaticano. Y si esto puede considerarse como un atenuante para Mussolini, debe recordarse que a partir del verano de 1936 la prensa católica propugnó con gran fervor la intervención en España, en términos de cruzada ideológica. Y cuando el 16 de Abril de 1939 el nuevo pontífice Pío XII lanzó su primer mensaje de radio ( haía sido elegido el 18 de Marzo y Franco anunció la victoria el 1° de Abril, dos días después de la caída de Madrid), saludó "al heroísmo del pueblo español"; naturalmente, no del que había defendido hasta el último momento la libertad, sino del representado por los mercenarios de la Legión Extranjera y los falangistas; y dijo que, con su triunfo, España se convertía en "un baluarte inexpugnable de la fe católica". En cambio, no dijo una sola palabra para el pueblo checoslovaco, esclavizado un mes antes por Hitler, sometido al "protectorado" de Bohemia y Moravia, mientras Eslovaquia era confiada a la protección del gobierno de monseñor Tiso, católico, el primer Quisling de la larga serie europea. el otro "atenuante" de Mussolini (si se lo puede llamar así) fue el comportamiento de Inglaterra, en el que no parece osado ver las raíces de algunas ilusiones extremas que (como trataremos de aclarar en el lugar adecuado) Mussolini quizás abrigó, después de la caída de la República Social, en las últimas horas de su vida.

No puede ser mera coincidencia que la participación fascista en la Guerra Civil Española, mientras las grandes potencias representaban una inútil y grotesca pantomina por la "no intervención", se ubique justamente entre notables manifestaciones de amistad ítalo-inglesa. nombrado ciano ministro del exterior el 9 de Junio de 1936, cinco días después que el primer ministro Chamberlain pronunciara en los Comunes un discurso bastante amistoso hacia Italia, el 2 de Enero de 1937 se firmó en Roma el Gentlemen's agreement, un tratado de amistad entre los dos países en el que se convenía, entre otras cosas, la libertad de navegación en el Mediterráneo (en el momento en que los submarinos italianos acechaban los suministros navales a la España "roja"). El 15 de Abril de 1938 (Italia había asumido la dirección de las operaciones militares en España, donde mantenía un cuerpo expedicionario de alrededor de 100.000 hombres), se firmó entre Roma y Londres el "Pacto de Amistad entre los dos Imperios", en el que se efinían las respectivas zonas de influencia en el Medio Oriente.

Es probable que los ingleses llevasen tal política, a costa del pueblo español (no de aquella parte de él que era cara a Pío XII), con el fin de contraponer la potencia italiana a la de la Alemania nazi, que se había convertido ya en motivo de preocupación. Esto no quita que tal política permitiese a Mussolini desarrollar una acción tendiente a lograr la hegemonía en la región balcanodanubiana (se intensificaron en ese período las relaciones diplomáticas y los pactos de alianza entre Roma y Viena, Budapest, Belgrado y Tirana), proclamarse protector de los pueblos árabes (en Marzo de 1937 tomó en custodia en Libia, la "espada del Islam", en una vistosa ceremonia adecuada a sus gustos, pero que envenenó la noticia del desastre de Guadalajara) y simultáneamente dejarse atraer cada vez más al juego de Hitler, que todavía le hacía creer que lo consideraba su maestro.
Es difícil, sin embargo, discernir cuáles fueron los cálculos de Londres. Menos difícil es comprender que, un poco complacido por el homenaje del 2alumno" de Salzburgo, un poco atrapado por la rivalidad de poder (que sólo podía ser de carácter militar), un poco fascinado (e impresionado) por la superioridad militar, organizativa y coreográfica de la Alemania Nazi, Mussolini se acercara cada vez más, aunque con sentimientos contraditorios, a Hitler y compartirse su política.

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Próximo punto; XV - El plano inclinado



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Mensaje por Shindler » Sab Jun 23, 2007 5:25 pm

XV - El plano inclinado

Así, mientras la guerra de España socavaba su popularidad (hasta los voluntarios que habían vuelto de aquella empresa manifestaron un malhumor tal, en la primavera de 1938, que fue necesario mantenerlos segregados, con la excusa de la "cuarentena" , para que no difundiesen por el país noticias poco edificantes) y mientras el esfuerzo, también económico, de esa aventura provocaba en Italia fenómenos inflacionistas alarmantes (en dos oportunidades, en otoño de 1936 y en la primavera de 1927, fue necesario conceder aumentos de salarios y sueldos, tratar de establecer precios máximos y poner en práctica el "bloqueo" de los alquileres y de los servicios públicos), Mussolini se halló atrapado en una especie de tenaz rivalidad con Hitler, en la que se mezclaban absurdamente el antagonismo y la atracción y donde, sobre todo, prevalecía el deseo de hacer lo que desancosejaba la opinión pública, algunos ambientes fascistas, diversas cancillerías y (también) su misma razón. Era como si esta actitud contra la corriente fuese todavía un modo de manifestar su voluntad autónoma e imperiosa. Hubo una sucesión de decisiones y medidas desgraciadas que lo colocaron sobre un plano inclinado, impulsándolo cada vez más hacia abajo.

El 11 de Octubre de 1936, cuando ya comenzaba a hacerse sentir la crisis económica, anunció un "imponente programa militar" para el cual sólo podía haber una jutificación real ( además de la de reforzar un poco la famosa afirmación hecha 40 días antes en el Avellino, durante las maniobras militares, de que Italia podía movilizar 8 millones de bayonetas); que se activarían alrededor de 1.200 industrias bélicas, bajo el control de una comisión especial. (El control, naturalmente, no se realizó; ni siquiera hubo una adecuada producción de armas y aparatos modernos, como se vio bien cuatro años después. Sólo sirvió para obtener una gran cantidad de utilidades, de los que fueron beneficiados también varios dirigentes conocidos y al menos un par de generales, igualmente conocidos por los escándalos de los que fueron protagonistas no muy secretamente.)

A fines de Setiembre de 1937, después de un triunfal viaje por Alemania (que lo impresionó mucho por la exhibición de multitudes y cuerpos armados a la que se lo hizo asistir), Mussolini pronunció en Berlín un discurso llamado "del Campo de Marte", por el inmenso estadio en el cual lo dijo, y en el que competía en agresividad con su anfitrión y hasta trataba de superarlo, para asumir el papel principal. En dicho discurso anunciaba al mundo que se había formado un "frente de 115 millones de hombres" dirigido contra el bolchevismo y sus "encubridores". Se trataba de una alusión explícita a los gobiernos de París y Londres, que se abstuvieron de la intervención y fueron presentados por la propaganda fascista como colaboradores directos o indirectos de la Unión Soviética en la disputa internacional por España.

El 9 de Noviembre se firmó, entre Alemania, Italia y Japón, el "Pacto Anticomintern" y los millones de antibolcheviques se elevaron a alrededor de 200 millones.

Lo que se elevaba verdaderamente era el termómetro de la tensión europea, a causa de las reiteradas iniciativas de Hitler. Y Mussolini lo seguía de cerca, como si temiese aparecer en un segundo plano ante los ojos de la opinión púlica internacional o como si quisiese realmente, dar satisfacción a cuantos se oponían o criticaban a su infatuación. Para demostrar su propia voluntad e independencia, comenzó a imitarlo.
El 11 de Diciembre de 1937 hizo salir a Italia de la Sociedad de las Naciones (que Alemania había abandonado en Octubre de 1935). El 1° de Febrero de 1938, en ocasión de un gran desfile militar en los Foros Imperiales, dio a los espectadores ( entre quienes se contaban el Rey y Badoglio, comandante en jefe de S.M.) la sorpresa de hacer desfilar a un grupo de la milicia con paso de ganso, del que sabía que era ridículo y mal visto en Italia, y anunció que sería adoptado por todas las fuerzas armadas después de rebautizarlo como "paso romano". en mayo de 1938, sabiendo que era poco simpático para los italianos, invitó a hitler a Italia y le hizo visitar justamente Florencia, Roma y Nápoles (cuyas poblaciones son de las más burlonas). Trató entonces de reconquistar la superioridad e impresionarlo, no tanto con desfiles de fuerzas armadas, terreno en el cual era mal competidor, sino llevándolo a ver galerías y museos, mostrándole los vestigios imponentes de la romanidad y, finalmente, haciéndolo asistir a una espectacular maniobra naval en las aguas de Nápoles.

En Junio de 1938, después de haber negado su existencia en un comunicado oficial de Febrero del mismo año, descubrió el "problema judío" y lanzó la campaña antisemita, polemizando de un modo ridículo y movilizando periodistas y escritores para sostener que se trataba de una iniciativa absolutamente autónoma y que la orientación racista tenía precedentes "doctrinarios" tamién en Italia.

Si se piensa en la sucesión y en el conjunto de esos sucesos, difícilmente puede ponerse en duda de que nos encontramos frente a un extraviado, si no un loco. En cuanto a la campaña racista, creemos no alejarnos mucho de la verdad si afirmamos que también ella fué desencadenada por Mussolini por repercución; precisamente, para golpe reaccionar a su modo, ante el grave golpe que había infligido a su prestigio la ocupación nazi de Austria.
Austria hbía sido siempre una "carta" antialemana en el juego mussoliniano, desde la época del asesinato de Dollfuss en Julio de 1934 (después del 25 de julio de 1943 se quejó de que las potencias occidentales lo habían dejado solo cuando él fue el único que impidió, con una verdadera amenaza de guerra antialemana, el PUTSCH del verano de 1934). Cuando después de tantas manifestaciones de amistad, en Marzo de 1938 Hitler llevó a cabo el ANSCHLUSS (anexión), para Mussolini fue como una sonora bofetada: en Italia hubo manifestaciones populares y estudiantiles de protesta; hasta varios jerarcas se sublevaron.

Y justamente por eso, por no dar satisfacción a la opinión pública y no parecer que cedía a las presiones de su propio ambiente, Mussolini no reaccionó contra Berlín, sino que se las tomó con los italianos. Tomó disposiciones para que la prensa anunciase que todo había sido convenido (lo cual no era verdad), lo mismo sostuvo en el Gran Consejo y en la Cámara el 13 y el 16 de Marzo. A los más íntimos explicó que ése era el precio que debía pagar Italia por la ayuda recibida de Alemania en la época de las "sanciones inicuas" (y también ésta era una mentira, porque no había haido, seriamente, ayuda ni sanciones). Finalmente, castigó al pueblo italiano, imponiéndole el racismo, como para darle a entender que todavía era capaz de domarlo. Sin embargo, en esos primeros meses, este racismo fue todavía una manifestación más verbal que práctica, pues sólo se concretó en medidas blandas (con respecto a las que ya se habían aplicado en Alemania desde hacía 5 años, claro está).

El drama verdadero fue que, si Mussolini daba así rienda suelta a un acceso de locura, los cuerdos, los responsables, no movieron un dedo ni dijeron nada, al menos en público: sólo uno, un judío, el editor Formigini, de 46 años, manifestó su desaprobación arrojándose desde la Ghiraldina, en Módena. Y en el ámbito internacional, después del golpe de mano nazi sobre Austria el drama fue que el 2 de Abril también londres reconoció oficialmente la anexión.
¿Qué más se necesitaba para que Hitler se sintiese estimulado, por la aprobación inglesa y la impotencia italiana, a dirigir sus miradas hacia Danzig y Checoslovaquia, reiniciando el retorno al Reich de los alemanes que se encontraban en aquellas tierras, y las mismas tierras? Fue un verano cálido, cargado de relámpagos bélicos, hasta que el 29 de Setiembre Mussolini se encontró en Munich con Hitler, Chamberlain y Daladier y, asumiendo la función de árbitro, convenció a los primeros ministros (inglés y francés) para que consintieran en que Alemania se anexase al menos la región de los Sudetes, de Checoslovaquia.

Al volver a Italia, se le rindieron los honores del triunfo, como "salvador de la paz". Pero éste era un papel que no le ustaba, porque conocía ya las verdaderas intenciones de su compadre alemán. Por ello, mientras el 12 de Enero de 1939 Chamberlain y Halifax llegaban en peregrinación a Roma (donde visitaron también al Papa), para consolidar las buenas relaciones angloitalianas, y mientras Hitler vociferaba todavía por Danzig, por el resto de Checoslovaquia, por la restitución de las viejas colonias arrancadas a Alemania después de la guerra del 14, Mussolini dio comienzo a una extravagante campaña antifrancesa, pues había descubierto que Túnez, Córcega, Saboya, niza y djibuti, por una razón o por otra (histórica, etnográfica o stratégica) debía pertenecer a Italia. Y no hubo nadie (ni el rey, ni un general, ni un político, ni una personalidad de prestigio) que lo llamase a la razón. Por el contrario, cuando en Marzo de 1939 agreó también Suez a la lista, Gaspare Ambrosini recordó en un conocido folleto que era una de las "puertas del Mediterráneo", a cuyo control la Italia Imperial no podía renunciar.

En Marzo, Hitler completó la ocupación de Checoslovaquia, izando en el castillo de Praga la bandera con la cruz gamada. En Abril, Mussolini, para no quedarse atrás, hizo desembarcar en los puertos de Valona y Santi Cuaranta un cuerpo expedicionario que, sin disparar un tiro, ocupó Albania. En Mayo, por último, los dos dictadores se entendieron para proceder de común acuerdo y sellaron el Pacto de Acero.



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Próximo punto; XVI-La guerra.


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Mensaje por Shindler » Dom Jun 24, 2007 9:13 pm

Fotografías (tercera parte)

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1- Juventudes Hitlerianas e Italianas.
2- Camisas Negras en Berlín.
3- Mussolini en un discurso.
4- Fotografia tomada por Heinrich Hoffmann. Él era el fotógrafo personal del Führer Reichsbilderichterstatter.
5- Mussolini y Hitler.
6- Hitler y el Rey de Italia.
7- Hitler y Mussolini pasando revista a las tropas.
8- El libro de Mussolini de 159 páginas.



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Mensaje por Shindler » Dom Jun 24, 2007 9:16 pm

XVI-La guerra

Al parecer, entre las cláusulas secretas, se establecía que el ataque a Europa no debía producirse antes de 1943, para dar tiempo a Italia a tomar aliento y rearmarse seriamente, después de la pérdida de fuerzas que había sufrido, desde 1935, en las guerras de Etiuopía y de España. Pero el hecho que aquel pacto significaba el preludio de la guerra general no podía escapar a nadie que estuviese atento, en Italia o en el exterior. Sin embargo, salvo Roosvelt, nadie elevó una voz de advertencia; y en Italia menos que nunca se oyó una voz de alarma de los líderes políticos, militares y culturales; ni si quiera de algunos antifascistas (como Croce, Bonomi, De Nicola, Orlando, De Gasperi, Bergamini y no pocos más) que gozaban de una relativa libertad y frecuentaban el Senado y la Corte.

Cuando comenzó el conflicto, en el alba de 1939 con la agresión nazi a Polonia y la declaración de guerra anglo-francesa a Berlín, fueron algunos dirigentes fascistas (Ciano, Balbo, Grandi, Botai y unos pocos más) quienes impidieron que Mussolini se arrojara inmediatamente a la hoguera. Y como el mismo Hitler no tenía interés en ese momento, en llevar a remolque a Italia, se escogió la fórmula de la "no beligerancia". Esto duró 9 meses, el tiempo justo de una gestación que Mussolini, contrariado, efectuó mordiendo el freno y casi en trance. Luego, cuando tuvo la sensacióin de que esta "guerra relámpago" estaba por terminar y terminó no poder arrojar sobre la mesa de la paz "algunos millares de muertos", se despertó, puso fin a las vacilaciones y después de unos días de SQUADRISMO en frío y durante los cuales millares de italianos fueron apaleados al azar, demostrativamente, sólo porque compraban el OSSERVATORE ROMANO o estaban parados en las esquinas leyendo los manifiestos en los cuales se anunciaba que "Chamberlain había perdido el ómnibus", declaró la guerra a Francia, que los alemanes habían ya ocupado en sus tres cuartas partes (así como había ocupado en pocos días Polonia, Dinamarca, Noruega, Bélgica y Holanda), y a Inglaterra.

Era el 10 de Junio de 1940. Después de algunos días de preparación y 4 días de combates inútiles en los Alpes, bajo la jefatura del príncipe Umberto (631 muertos, 5495 heridos y 2125 congelados), Ciano y Badoglio firman el armisticio con Francia en villa Incisa.

El verano transcurrió en relativa calma, pero en Octubre, habiendo los alemanes invadido Rumania, Mussolini no quiso ser menos, tanto más cuanto que se tocaban los Balcanes. Oyó a Ciano, que había preparado todo en el plano diplomático, y a Badoglio, que manifestó pocas dudas acerca de la capacidad militar italiana (en un primer momento pidió 20 divisiones y muchos meses de preparación, pero luego se contentó con las pocas y mal armadas fuerzas disponibles en Rumania y con dos días para preparar los planes estratégicos), y el 29 de Octubre dio la señal para el ataque a Grecia.
Fué un revés espantoso al que siguieron a fin de ese año otros reveses en Cirenaica y en el Mediterráneo, donde la marina y la aviación, a pesar del heroísmo de las dotaciones, estaban en una neta inferioridad con respecto a las fuerzas aeronavales de Inglaterra.
Mussolini quedó sorprendido y aturdido, como un niño que hubiese alargado la mano hacia una trampa y recibido un terrible latigazo. necesitaba un chivo expiatorio (y también porque Hitler le hizo llegar el 18 de Noviembre una solemne reprimenda). Farinacci se lo encontró, y con buena razón, en el jefe de S.M. general Badoglio, que renunció enojado y convencido de que así se haría notar, lo que siempre le había dado éxito desde el desastre de Caporetto. Luego rogó al rey que lo nombrase nuevamente; fue a ver al Duce para prometerle que en el futuro actuaría mejor y le prestaría su ciega fidelidad, como en el pasado. Pero no recibió satisfacción. Entonces se retiró a jugar a las bochas cen Grazzano y al bridge en su principesca villa de Roma; y después, al empeorar la marcha de la guerra, se dispuso a jugar al antifascismo.

Desde comienzos de 1941, a medida que las cosas iban peor (al menos para Italia, pues Alemania seguía venciendo), una especie de frenesí estimuló cada vez más a Mussolini a realizar las empresas más absurdas y de las cuales no quiso o no supo disuadirlo ninguno de cuantos habrían podido hacerlo (el rey, el Estado Mayor, el Senado y el mismo Vaticano, con la discreción de que es capaz cuando le conviene intervenir). Lo intentó Ciano, pero al final y sin éxito. Como consecuencia de ello, primero fué enviado al frente, junto con otros ministros y jerarcas, y luego fue alejado del Ministerio del Exterior y nombrado embajador ante la Santa Sede.

Ninguna justificación nacional (y ni siquiera imperialista, pues Italia se encontró cada vez más a remolque de Alemania) justificaba esa guerra y las intensas iniciativas de Mussolini. Después que los alemanes le "rompieron los lomos" a Grecia y asumieron la dirección de las operaciones en Yugoslavia y en Libia, entre Febrero y Abril de 1941, y mientras dominaban sin ninguna formalidad al resto de los Balcanes, Mussolini (que mientras tanto, en Mayo, debió resignarse a perder el imperio, a la par que envió a sus infortunados defensores, todos ellos internados en los campos para prisioneros del Sudán y de Kenia, un mensaje en el que prometía: "volveremos"), nombró dos "gobernadores" para Dalmacia y Montenegro, hizo de Croacia un nuevo reino que regaló el Rey y proyectó (pero se lo impidieron los alemanes) crear otra gobernación en Grecia.

En este período, Mussolini necesitaba que Italia estuviese al menos presente en cualquier frente: con sus tropas de ocupación en Francia meridional con su cuerpo expedicionario de 250 mil hombres en la URSS apenas Hitler se decidió a atacarla; con sus bombarderos en la Mancha, para ayudar a la Luftwaffe (fuerza aérea alemana) a "coventrizar" a Inglaterra; con sus buques antisubmarinos en el Mar Negro, en la base de Odesa; y con sus submarinos en todas partes, aún en el Atlántico remoto, cuando en Diciembre de 1941 fue posible declararle también la guerra a Estados Unidos. Aunque no hubiesen existido muchas otras razones, con una conducta semejante la guerra sólo podía terminar en el desastre.

Desde el otoño de 1942, Mussolini sufrió una caída moral y física; salvo unas pocas intervenciones esporádicas y extravagantes, dejó que se ocupasen los generales (que cambiaba con frecuencia porque ninguno lo satisfacía: después de Badoglio había echado al Visconte Prasca, Graziani, Cavallero, Soddu y otros) de las cuestiones militares. Y aquí comienza el acto final, cuyo protagonista ya no fué un loco extravagante y feroz, sino un demente más bien sumiso, con momentos de lucidez y hasta de arrepentimiento.

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Próximo punto; XVII- El 25 de Julio


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Mensaje por Shindler » Lun Jun 25, 2007 5:34 pm

XVII- El 25 de Julio

Los historiadores discuten mucho ahora sobre la génesis de los sucesos del 25 de Julio. Desde un punto de vista general, el hecho fue que la monarquía, la clase dirigente vieja y nueva (consolidadas durante el fascismo), el mundo económico-financiero y el Vaticano trataron de desembarazarse de Mussolini, después de haberse servido de él durante tantos años, con el fin de mantener, bajo otras formas, el régimen conservador que él había protegido, en el momento en que las cosas estaban por llegar al paroxismo, por la guerra perdida y la amenaza de revuelta popular, con el riesgo de perderlo todo. pero, desde el punto de vista de Mussolini, ¿Cuáles fueron realmente su papel, su comportamiento, su pensamiento y sus intenciones, en aquellas críticas circunstancias?
Considerar y afirmar que fue tomado desprevenido parece hoy, a la luz de los estudios más recientes, inadmisible. Por el contrario, la convicción que se adquiere sobre la base de las últimas investigaciones es que, justamente en los últimos meses anteriores a la caída, el que más se preocupó, aun con vacilaciones y dudas, de poner fin a la guerra y, por ende, a la alianza con Alemania fue el mismo Mussolini. Aunque no se atrevió a llegar tan lejos, por su inecision y sus contradicciones íntimas (que en las dramáticas semanas de comienzos del verano de 1943 lo llevaban a temer a su aliado o a abrigar esperanzas acerca de su ulterior capacidad de recuperación y de protección, mediante las famosas "armas secretas"), Mussolini se entregó al curso de un "25 de Julio" tal como él lo inmaginaba, en la confianza de que, dimitiendo, el rey le conservaría en el plano personal la gratitud que le debía; en la tonta ilusión de que, abandonando el poder (después de ejercerlo tiránicamente durante 20 años), no se le negaría la posibilidad de retirarse, como un anciano jubilado a quien no se pueden desconocer los servicios prestados al Estado en momentos mejores. mientras tanto, otros sacarían al país de dificultades y recibirían la pesada, "infortunada" y no del todo pasiva herencia que él dejaba.

Esto es lo que atestigua su carta del 26 de Julio a Badoglio, sus escritos, su correspondencia privada y cuantos lo tuvieron en custodia o tuvieron ocasión de acercarse a él (el almirante Maugeri, el mayor médico Santillo, diversos oficiales y suboficiales de carabineros), durante el período de su encarcelamiento entre Ponza y el Gran Sasso, desde el 26 de Julio hasta el 12 de Setiembre. ( 8 )

La preparación y el desarrollo de la sesión del Gran Consejp del 14 y 25 e Julio, la intención y la "conjuración" del rey, así como el complot de los generales para capturar a Mussolini en su casa, son todos sucesos ya revelados y divulgados por cronistas e historiadores, aunque con algunas divergencias de interpretación. El aspecto que aquí es necesario subrayar del ridículo "golpe de Estado" es que Mussolini se haya sometido conscientemente al Gran Consejo, que era un órgano meramente consultivo y al que ya no se apelaba desde Junio de 1939, y que lueo haya sido despedido, pura y simplemente, por el rey, quien ni siquiera lo habría hecho arrestar, si hubiera dependido de él.
Sólo hay una explicación (no puede haber otra si se renuncia a inventar mitos heroicos o dramáticos en torno al suceso más trivial de la historia de Italia) y es que también para Mussolini la situación estaba "madura" (un Mussolini (lo dijo él, unos meses después , a Marinetti) con atroces dolores por la úlcera, privado de lucidez y de voluntad por su otra enfermedad y por el curso de los sucesos, frente a los cuales (como le había sucedido otras veces, por lo demás, en casos menos graves) había permanecido atontado, mortificado y solo deseoso de apartarse de ellos, como si no hubiese sido él quié los provocó). Las cosas habían resultado mal, tan mal que el ya no podía hacer nada y el único remedio que quedaba, en lo que concernía personalmente, era salir del escenario y dejar que algún otro menos comprometido que él tratase de sacar las castañas del fuego ("Italia está, despedazada", habían sido las primeras palabras del rey,al recibirlo el 25 de Julio a las 4 de la tarde en Villa Savoia).

Luego, que a él (Mussolini), le tocase también rendir cuentas era una idea que ni siquiera parece haberle pasado por la cabeza. Se consideraba ya castigado por la derrota y as mortificaciones sufridas. Y necesitó días para darse cuenta de que quienes lo habían puesto bajo vigilancia no lo habían hecho para protegerlo contra eventuales ataques de personas irreflexivas, como se le dijo, a la espera de que pudiese terminar sus días como Cincinato, en us posesiones de la Rocca delle Caminante, sino que era un prisionero. Por el contrario, nunca se consideró prisionero, ya que escribió a su hermana, siempre según la carta del 31 de Agosto, que confiaba en la promesa de Badoglio de hacerlo acompañar a Predappio, apenas "se aplacaron las iras de mi gente de la Romaña".

Pero el 12 de Setiembre como Badoglio, que huía hacia Brindisi, lo había olvidado en el Gran Sasso, fué "liberado" (como suele decirse) por los alemanes. Y, a parte de que se trató de una empresa montada por la propaganda nazi (pues quienes le restituyeron la libertad fueron, antes que los paracaidistas de Skorzeny, el jefe de la policía Senise, el inspector Gueli y el general Soleti), en aquellos primeros momentos emocionales Mussolini pensó que, después del olvido de Badoglio, sería ahora su amigo Hitler quien se ocuparía de él, para permitirle volver a su tierra y permanecer en ella apartado e inadvertido.


Notas;
( 8 )-A Badoglio le escribió, entre otras cosas, que no habría puesto dificultades a la obra del nuevo gobierno y hasta se consideraba "dispuesto a toda colaboración posible", a la par que deseaba éxito a la "difícil tarea" iniciada por el mariscal, "por encargarlo su Majestad, el rey, de quien fue durante 21 años y soy todavía leal servidor". A quien le mostró la lista de los nuevos ministros de Badoglio le dijo que se trataba de "un buen gobierno" (casi todos sus miembros eran conocidos como fervientes fascistas) y que sabrían continuar su obra.

A su hermana Edvige le escribió el 31 de Agosto que se consideraba "difunto en unas tres cuartas partes" y que el pasado estaba muerto del todo y se o debía olvidar.
En cuanto al presente, no tenía otra aspiración que retirarse a sus tierras de Predappio "y allí esperar el fin", con toda confianza, porque (decía) "espero mi retorno a la Rocca, conforme a la palabra del mariscal Badoglio, en la cual creo".

Al almirante Maugeri, al versar la conversasión sobre la posibilidad de reasumir el poder bajo la protección alemana, le dijo que esto habría sido para él "la mayor de las humillaciones".



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Próximo punto; XVIII-Podestá de Gargnano

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Mensaje por Shindler » Lun Jun 25, 2007 6:19 pm

Fotografías (última parte)

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Amistades peligrosas, para muchos falsa amistad, para otros una necesidad.

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Afiche del Duce

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Mussolini despidiéndose de su encuentro con Hitler en Berlín.

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Hitler en la "casa" de Mussolini, éste como anfitrión.

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Los anillos conmemorativos del "Pacto de Acero" (en breve más info en la sección uniformes y condecoraciones".



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Mensaje por Shindler » Lun Jun 25, 2007 8:14 pm

XVIII- Podestá de Gargnano


Fue llevado en cambio a Alemania, donde su amigo le confió la dirección del nuevo gobierno italiano republicano. También sobre este capítulo final, largo y trágico, de su vida (mientras Italia "despedazada" se dividía en dos y se desgarraba ferozmente), las historias están llenas de detalles y sministran versiones diversas. En nustra opinión, Mussolini no se consideró nunca verdaderamente como el jefe de la República de Saló; se consideró más bien, y esta vez en serio, como prisionero de los alemanes (si bien un prisionero respetado), "el podestá de Gargnano", el responsable de un "puñado de libertos condenados a gobernan un pueblo de esclavos", como dijo a algunos de sus colaboradores de confianza. Es lícito preguntarse por qué ese papel y por qué lo mantuvo. Y aquí las interpretaciones pueden variar, y todas son leítimas. Quizás se vio inducido a modificar tan radicalmente sus desvaríos acerca de una conclusión idílica y campestre de su propia existencia por cobardía. Probablemente Hitler lo obligó, más con el chantaje que con la persuasión (cuando se volvieron a ver en Ratensburg, el 14 de Setiembre, poseía de él diversas cartas que probaban sus recientes intenciones de desligarse de la alianza y poner fin a la guerra: informes del embajador en Berlín, Alfieri, correspondencia con los gobiernos japonés, húngaro, rumano y otro que aún no se conoce). Sin duda, Hitler debió decirle también que si no aceptaba el papel de Quisling italiano, Italia sería convertida pronto en tierra arrasada. No puede excluirse también que de tanto en tanto haya abrigado algunas ilusiones de recuperación.

Los hechos ciertos son que, limitando y vigilado como se encontraba en la zona del Garda, nunca demostró tomar en serio la actividad de "su" gobierno; ni siquiera se entusiasmó por la "carta de Verona" y la socialización, que habrían debido despertar en él viejas veleidades revolucionarias; se ocupó principalmente de la reconstitución de las fuerzas armadas, quizás porque pensaba que esto podía hacer que Italia reconquistase un poco de prestigio y le restituyese al menos un mínimo de autonomía (los alemanes, en efecto, no favorecieron en nada estos esfuerzos: prefirieron que los italianos trabajasen duro en las fábricas del norte y en los LAGER o se enrolasen directamente en las formaciones de las SS.) ; no aprobó ni estimuló (y cuando pudo trató de frenarla) la actividad de las diversas bandas y policías irregulares fascistas que aterrorizaban a la población con el pretexto de la represión antiguerrillera. Permaneció pasivo ( y lo que pudo sentir en su fuero interno sólo Dios lo sabe) frente al proceso de Enero de 1944, que culminó con el fusilamiento de los presuntos "traidores" del 25 de Julio, entre los cuales se encontraban su yerno, Galeazzo Ciano, el viejo y fiel De Bono, los jóvenes miembros del Gran Consejo, Bareschi y Gottardi. Se dio alguna satisfacción, con manifiesta intención vindicativa, escribiendo páginas mordaces en las que reveaba pormenores pocos lisonjeros acerca del Rey, Badoglio, Grandi y unos pocos más. Todas las veces que pudo intercedió en favor de antiguos y nuevos adversarios (en tres circunstancias distintas, en Abril y en Agosto de 1944 y en Febrero de 1945, intervino para salvar a Ferruccio Parri).

Mientras la guerra se acercaba al Po, las dstrucciones en las provincias septentrionales se multiplicaban y millares de italianos se mataban en las montañas y en las ciudades, alineados en posiciones adversas, él se dedicó cada vez más a la lectura y conversasiones sobre filosofía, literatura y religión, con su antiguo enfoque empírico, en forma extravagante y extemporánea, manifestando pensamientos o repentinas iluminaciones que no es en modo alguno normal.

Es natural que, durante todo este período, sea por exigencias de oportunidad, sea porque en ocasiones se sintiera convencido, Mussolini haya asumido también responsabilidades precisas y públicas, de las que quedaron huellas y recursos en la mayoría de los italianos.

Así, se recuerdan disposiciones, discursos y declaraciones (algunas sencillamente feroces), no sólo de homenaje y de confianza hacia el aliado aborrecido, sino de incitación a la guerra civil. por el contario, cuanto más advertía que el número de los italianos contrarios a "su" república crecía y que los militares de los grupos guerrilleros se multiplicaban, realizaban acciones cada véz más audaces y afrontaban represalias, torturas y ejecuciones cada vez más atroces, tanto más se manifestaba el furor impotente de quien sabe que está equivocado y de un modo desatinado y en plena contradicción con algunas iniciativas "de conciliación", que sin embargo (pero casi siempre por presión o sugestión de otros) quiso intentar hasta las últimas semanas.

Por lo demás, que en esos último 20 meses se comportó como un alucinado y un loco, tanto en la vida privada como en la pública, tanto en las mediacioes como en la acción limitada, quizás es lo único que se puede afirmar con certeza. se alternaban en él largos períodos de inercia mental, durante los cuales parecía un sonámbulo, con explosiones de energía y hasta de virulencia y con esporádicas reapariciones de una conciencia racional, bastante lúcida y dirigida o preocupaciones no risibles o condenables. Pero eran manifestaciones débiles, pronto superadas por la confusión mental o por su gran deseo de no pensar ni hacer nada.

Según diversos testimonios, aunque contribuía a alimentarla, se sentía contrariado por la "lucha fratricida" que se desarrollaba en italia y con la que terminaba su parábola política. Comprendía bien, entre otras cosas, que entre los "rebeldes" había muchos que, todavía pocos años antes, le habían otorgado su fe, mientras que entre sus últimos fieles que trataban de exterminarlos al servicio de los alemanes se encontraban (aparte de unos pocos ilusos o resignados, trágicamente, a una "coherencia" absurda y un cierto número de jóvenes ignorantes) los peores representantes de Italia, aún fascista: criminales, aventureros, oportunistas, los dedicados al doble juego,etc.
Pero aún esos relámpagos de conciencia sólo servían para agudizar su drama íntimo, que (como había hecho siempre en casos similares) trataba e sofocar y de ocultarse a sí mismo, refugiándose en divagaciones seudofilosóficas cuyo sello místico revelaba también el ridículo en el que naufragaba su parábola, iniciada bajo el signo del vitalismo más desprejuiciado.

Sus pasos finales, próximos al 25 de Abril de 1945, son conocidos. En cierto modo, es todavía significativa su intención de "entregar" la República Social Italiana al Consejo de Liberación Nacional de la Alta Italia, como si fuese un patrimonio hereditario en el que se pudiese separa el activo del pasivo. También típica de su temperamento es la manera como primero se dejó engañar por el cardenal Schuster, para luego inquietarse (cuando supo que los alemanes habían ya acoraddo la rendición) y romper la conservación iniciada con los representantes del SVL, en el Arzobispado, renunciando a toda negociación para la entrega de las armas, las tropas y los líderes de su destruida República a los vencedores.

Sobre sus últimas horas se cuentan muchas historias, pero, bien pensado, es poco lo que se sabe. mussolini partió el 25 de Abril a la tarde, con una columna de jerarcas, en dirección a la Valtellina, llevando consigo dos voluminosas bolsas y haciéndose preceder por un camioncito que, según se dice, contenía documentos de gran importancia.
Después de muchas vueltas, paradas, escaramuzas y desbandes (la mayor parte de los jerarcas fueron capturados en Como, el 26), Mussolini (a quien se había unido la Petacci y que había perdido el camioncito) logró incorporarse a un grupo de alemanes el 27 por la mañana. Se puso un capote y un casco de la Wehrmacht para no hacerse reconocer, pero durante una inspección en Dongo, algien lo reconoció o fue denunciado, y fue capturado por un grupo de guerrilleros, quienes después de mucho peregrinar lo alojaron, a él y a la mujer, en una granja de las cercanías de Menaggio.
Eran las 3 y cuarenta de la mañana del 28 y los encerraron en un dormitorio. A las 4 de la tarde, otros guerrilleros los fueron a buscar y los condujeron al lugar de la ejecución, una ruta de campaña en la localidad Giulino de Mezzegra.

La circunstancia de que Mussolini fuera capturado vestido de alemán y a pocos kilómetros de Suiza consolida la tesis de que sólo trataba de salvar su vida. Y evidentemente no se puede ignorar tampoco que, desde hacía un tiempo, era hombre acabado, y que atribuía gran valor a los documentos que llevaba consigo y que se perdieron, sin que nunca más se haya tenido noticias de ellos.
Quizá Mussolini, propenso como era a los yerros, sobrevaloró su interés; se ha dicho que habían sido útiles, después de la guerra, para Italia (y por ciento, también para su causa personal), frente a los ingleses, a Churchill en particular. La policía de Londres con respecto a Italia, desde 1934 en adelante, la conocida simpatía de Churchill por el fascismo, sus relaciones personales con Mussolini y sus reiterados juicios favorables sobre él, así como algunas noticias y sugerencias de que esas relaciones se mantuvieron hasta durante la República de Saló, son indicios que inducen a reflexionar y provocan un explicable deseo de saber más en quien intenta una reconstrucción histórica ( 9 ).

Sin embargo, el autor de esta biografía, no cree que el conocimiento de esos documentos podría hacer modificar el juicio sobre Mussolini y sobre el fascismo: los italianos saben, sin posibilidad de revisión, cunto daño han hecho al país el hombre y el régimen. Pero comprenderían mejor a qué condiciones externas (además de la protección, la complicidad y los intereses internos de los círculos económicos, y los ambientes sociales, políticos y culturales, de la monarquía y del Vaticano) se debe que el fascismo haya durado tanto y no se lo haya durado tanto y no se lo haya podido eliminar antes y de otro modo que bajo el acicate de una guerra desventurada.
Por otra parte el juicio histórico sobre Mussolini (viviendo tantos de los que lo conocieron, lo admiraron, le creyeron, se ilusionaron o se dejaron ilusionar por sus intenciones y sus palabras), aunque hoy nos parezca oportuno trazar un retrato que tenga en cuenta también sus complejos aspectos psicológicos, sólo podra ser, con el transcurso del tiempo, severo y claro. La historia no se preocupa por las intenciones, las contradicciones, los dramas íntimos y lo que, en las palabras o en las apariencias, contrasta con los hechos escenciales, sino que valora y clasifica a éstos en grandes síntesis. Y no podrá haber duda, en tal cuadro, que Mussolini significó para Italia atraso, ascurantismo y desventura; pese al atenuante de una condición psíquica anormal, aún si aspiró a otra cosa no la realizó. También Nerón incendió Roma porque quería hacerla más bella y amó (se dice, pero no siempre se explica cómo) a su madre.

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Notas:
( 9 )- Algunas fuentes se refieren a los encuentros secretos que Mussolini habría tenido, en Abril y en Setiembre de 1944 y en Enero de 1945 con emisarios de Churchill en Ponte Ceresio, en el límite lacustre con Suiza. Su hijo Vittorio llegó a afirmar que no podía negar categóricamente que su padre (quien a veces se alejaba hasta durante una semana de Gargnano) se haya encontrado personalmente con Churchill en los últimos meses. Su hermana Edvige recuerda que el 17 de Abril de 1945 le aconsejó dirigirse a Churchill, en caso de necesidad. También su médico personal alemán, Zachariae, al aludir a confidencias de los últimos días relativas a la ya desaparecida posibilidad (pero con la que antes especulaba) de un armisticio con Inglaterra, hace decir a Mussolini: "Pienso que la cosa me habría sido posible, pues tenía intención de reiniciar mis relaciones personales con Churchill como punto de apoyo (...); conozco al PREMIER y sé cómo es necesario hablarle."


Bibliografía:
Benito Mussolini R. Zangrandi vol. 1;,
Opera omnia di B. Mussolini, al cuidado de E. y D. Susmel, 35 vol. Florencia, 1951/63;, G.Ciano, Diario, 2t., Barcelona, Plaza y Janés; R. De Felice, Mussolini il rivoluzionario, 1883-1920, Turín, 1965; Prezzolini, Benito Mussolini, Roma, 1925; M. Sarfatti, Mussolini, Buenos aires, Juventud; Mussolini, R.: Benito, mi hombre, Barcelona, Caralt; Mussolini, V.: La vida de mi padre, Madrid, Cid.


Otras fuentes;
Fotografías (partes 3 y última) Germania internacional

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Última edición por Shindler el Lun Jun 25, 2007 11:16 pm, editado 1 vez en total.
"La esclavitud crece sin medida cuando se le da apariencia de libertad."
Ernst Jünger

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Shindler
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Mensaje por Shindler » Lun Jun 25, 2007 8:27 pm

XIX-Notas
Para tener juntas las mismas, se publican aquí para el fácil uso del lector.
El punto n°7 se fusionó con el n°8.


(1)
No existe un texto auténtico del programa aprobado por la Asamblea constituyente de los "Fasci". Según lo que "Il Popolo d'Italia" publicó los días siguientes en varias oportunidades, ese programa presentaba las siguientes reivindicaciones:

"Una asamblea constituyente, como sección italiana de la constituyente de los pueblos, procederá a la transformación radical de las bases políticas y económicas de la comunidad, asegurando su desarroyo sin intermitencias.
Proclamación de la República Italiana.
Descentralización del poder ejecutivo y administración autónomas de las regiones y las comunas por los respectivos órganos legislativos.
Soberanía del pueblo, ejercida por el sufragio universal; voto de las mujeres; garantías de iniciativa popular, de referéndum y de veto.
Eliminación de la burocracia irresponsable y reorganización de los órganos administrativos estatales.
La función del Estado se limitará a la dirección civil y política de la vida italiana.
Abolición del Senado.
Abolición de la policía política y formación de una guardia comunal y nacional.
Justicia electiva, independiente del poder ejecutivo.
Abolición de todos los títulos de casta, de nobleza y detoda orden caballeresca.
Abolición de la conscripción obligatoria, desarme general, prohibición de fabricar toda clase de armas para la guerra, libertad de opinion, de conciencia, de religión, de asociación, de prensa, de propaganda y de agitación, tanto individual como colectiva.
Sistema educacional con escuelas de cultura general y profesionales abiertas a todos; bibliotecas gratuitas; libertad para los profesores.
Cuidado máximo y perfeccionamiento de la higiene social y de toda forma de asistencia.
Supresión de las sociedades anónimas y financieras.
Suspención de toda especie de especulación, de los bancos y las bolsas.
Censo y tasación de las riquezas privadas.
Confiscación de las rentas improductivas.
Prohibición del trabajo antes de los 16 años.
Jornada de trabajo de 8 horas.
Confiscación de las utilidades de guerra; proscripción de los parásitos que no son útiles a la sociedad; impuesto a la herencia; confiscación de los bienes eclesiasticos para entregarlos a instituciones de asistencia social.
Reorganización de la producción sobre bases cooperativas y participación de los trabajadores en las utilidades.
La tierra para los campesinos, con cultivos asociados.
Otorgamiento de la administración de las industrias, los transportes y los servicios públicos a los sindicatos de técnicos y trabajadores.
Abolición de la diplomacia secreta.
Política exterior basada en la solidaridad de los pueblos y su independencia en el seno de una Federación de Estados."

Recordar estas declaraciones, nunca desmentidas oficialmente, que pueden contribuir a hacer comprender el hecho de que tantos italianos, y en particular los nacidos después de 1910, se hayan podido considerar fascistas y, durante muchos años, a pesar de la lección de los hechos (que hoy parece simple y clara), reivindicar los "principios de 1919" y combatir las resistencias y las deformaciones que parecían impedir su realización por causas, ya entonc es comprensibles, de orden político, económico y social, pero extrañas a la "dialéctica" de la revolución y a la misma voluntad de Mussolini, trabado y aprisionado (como se pensaba entonces) por los

(2)
Son de esa época, aproximadamente, los juicios muy lisonjeros para Mussolini de Amilcare Cipriani, antiguo héroe del primer Socialismo que había tomado parte de la Columna de París; Gaetano Salvemini, quien lo definió como "el hombre necesario para expresar y representar en este momento histórico la necesidad de un movimiento sinceramente revolucionario"; Angelo Tasca, para quien era un "renovador" del PSI de quien desconfiaban los "viejos", pero que nucleaba la fe y la esperanza de los "jóvenes"; Antonio Grannsci, quien le reconoció el mérito de haber hecho del "¡Avanti!" una palestra para sindicalistas y meridionales; y muchos otros. Es sabido que, más tarde, hasta Lenin reprochó a los socialistas italianos haber dejado escapar al único hombre de temperamento revolucionario que tenía el PSI.

(3)
Frase inventada por la hagiografía fascista, pero nunca fué pronunciada. En cambio, parece que Mussolini le dijo al Rey mientras se inclinaba para estrecharle la mano, después de la presentación hecha por el general Arturo Cittardini: "Agradezco a Vuestra Majestad haber reconocido al patriotismo de la revolución de las camisas negras".

(4)
Los Diputados fascistas, elegidos en Mayo de 1921 e invitados por Giolitti a formar parte del "Bloque electoral nacional", eran 35. El PNF no tenía ningún senador.

( 5 )
Se había producido un rozamiento en 1928 por la Ley que instituía el Gran Consejo y que atribuía también a este órgano competencia en materia institucional, en lo que respecta a la sucesión, pero el Rey, al final había aceptado la medida. En Marzo de 1938, el Rey debió superar su fastidio por la proclamación de Mussolini como mariscal en el Senado.
También él tenía la misma dignidad con las mismas insignias en las mangas del uniforme.
Otra rencilla se produjo cuando trató de hospedar a Hitler en el Quirinal.
Finalmente cuando comenzó la época de las conquistas militares, desde 1935 en adelante, el Rey tuvo que sufrir algunas intromisiones de Mussolini en el celoso ámbito de las fuerzas armadas, pero el Rey inclinó la cabeza ante ésto y ante otras cosas, terminando por ceder a Mussolini en Julio de 1939, el título de Comandante Supremo, que estatutariamente le correspondía a él. No fué tampoco la más grave violación del Estado que aceptó el Rey.

( 6 )
Sobre esto, véase la detallada documentación en el libro Il lungo viaggio attraverso il fascismo, Feltrinelli, 1962.


( 8 )
A Badoglio le escribió, entre otras cosas, que no habría puesto dificultades a la obra del nuevo gobierno y hasta se consideraba "dispuesto a toda colaboración posible", a la par que deseaba éxito a la "difícil tarea" iniciada por el mariscal, "por encargarlo su Majestad, el rey, de quien fue durante 21 años y soy todavía leal servidor". A quien le mostró la lista de los nuevos ministros de Badoglio le dijo que se trataba de "un buen gobierno" (casi todos sus miembros eran conocidos como fervientes fascistas) y que sabrían continuar su obra.

A su hermana Edvige le escribió el 31 de Agosto que se consideraba "difunto en unas tres cuartas partes" y que el pasado estaba muerto del todo y se o debía olvidar.
En cuanto al presente, no tenía otra aspiración que retirarse a sus tierras de Predappio "y allí esperar el fin", con toda confianza, porque (decía) "espero mi retorno a la Rocca, conforme a la palabra del mariscal Badoglio, en la cual creo".

Al almirante Maugeri, al versar la conversasión sobre la posibilidad de reasumir el poder bajo la protección alemana, le dijo que esto habría sido para él "la mayor de las humillaciones".


( 9 )
Algunas fuentes se refieren a los encuentros secretos que Mussolini habría tenido, en Abril y en Setiembre de 1944 y en Enero de 1945 con emisarios de Churchill en Ponte Ceresio, en el límite lacustre con Suiza. Su hijo Vittorio llegó a afirmar que no podía negar categóricamente que su padre (quien a veces se alejaba hasta durante una semana de Gargnano) se haya encontrado personalmente con Churchill en los últimos meses. Su hermana Edvige recuerda que el 17 de Abril de 1945 le aconsejó dirigirse a Churchill, en caso de necesidad. También su médico personal alemán, Zachariae, al aludir a confidencias de los últimos días relativas a la ya desaparecida posibilidad (pero con la que antes especulaba) de un armisticio con Inglaterra, hace decir a Mussolini: "Pienso que la cosa me habría sido posible, pues tenía intención de reiniciar mis relaciones personales con Churchill como punto de apoyo (...); conozco al PREMIER y sé cómo es necesario hablarle."


Gracias a todos los que me han apoyado en estos días y espero sea de utilidad.


Gracias por estar
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Ernst Jünger

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Mensaje por Blue_Max » Mar Jun 26, 2007 7:30 pm

Estimado Shindler,

Desde luego que aún no he tenido tiempo de leer el informe completo, y bien sabes que lo haré. Vaya por delante, más que una felicitación, un agradecimiento por lo que para el foro significa tu esfuerzo. Un excelente trabajo.

Un saludo.
"Si vas a Esparta caminante, diles que cumpliendo la Ley, hemos caído"

"Austria es sin duda el pueblo más inteligente de toda Europa; nos hizo creer que Mozart era austríaco y Hitler alemán "(En algún sitio escuché esto)

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Mensaje por TMV » Mar Jun 26, 2007 8:20 pm

Amigo :sgm14:

IM..............PRESIONANTE.

Grandioso trabajo.

Un saludo
Kühnheit, Kühnheit, immer Kühnheit...
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David L
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Mensaje por David L » Mié Jul 11, 2007 1:24 am

Al igual que había sucedido con el pacto germano-soviético la URSS parece ser que intentó algo parecido con la Italia de Mussolini, de cara todo ello a repartirse las areas de influencia en los Balcanes. En 1933 existieron importantes acuerdos relacionados con la compra-venta de aviones y barcos, pero... ¿Alguien sabe por qué no llegó a fructificar un acuerdo tipo "germano-soviético"? ¿Qué tenía que perder Italia ante un acuerdo así?

Un saludo.
Os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra... elegisteis el deshonor y tendréis la guerra.

Winston Churchill a Chamberlain.

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Shindler
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Mensaje por Shindler » Mié Jul 11, 2007 6:08 pm

Hola, me gustaría saberlo amigo David, es claro que Benito Mussolini no quería tener ningún tipo de relacionamiento ni con Rusia ni con Alemania, pero el ¿porque? , es parte de sus misteriosos cambios.
¿Tu sabes algo?



Gracias por estar
P.D. Aclaro que no soy erudito en el tema y me gustaría saber más, compartí esta Biografía pues ví la necesidad de aportar sobre algo que no existía nada de info. Así que ruego me disculpen y porfavor espero los aportes.
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