Los últimos días de Hitler

Todos los personajes de la Segunda Guerra Mundial

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Los últimos días de Hitler

Mensaje por Francis Currey » Lun Jun 13, 2005 9:14 pm

En este topic pretendo recopilar información relativa a los últimos días que vivió Adolf Hitler, en el Búnker de la Cancillería, mientras las tropas rusas bombardeaban la ciudad y marchaban con paso firme hacía la conquista de la misma

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El Búnker

Mensaje por Francis Currey » Lun Jun 13, 2005 9:17 pm

El Búnker

Terminados los interesantísimos artículos del Sr Solar, sobre el ocaso de Hitler, he considerado oportuno realizar una descripción detallada sobre el lugar físico en el que tuvieron lugar los últimos días del máximo mandatario de la Alemania nazi.


Su situación

Situado en los jardínes de la cancillería el búnker de Hitler se adentraba unos 15 metros bajo tierra. Se accedía al mísmo desde la Cancillería por una escalera que conducía a los bajos a través del recibidor de la cocina. Al final de la escalera había un reducido espacio, cerrado por tres puertas hérmeticas al aire y al agua. Una daba al recibidor ya citado, otra por medio de una escalera comunicaba directamente con el jardín del ministerio de exteriores, mientras que la última daba al jardín de la Cancillería.

Imagen



Su creación

Los búnkers ubicados en los alrededores de las Cancillerías, en Berlín, que servían de refugio antiaéreo para el personal de los edificios públicos, incluyendo la Cancillería del Reich, fueron construidos por la compañía constructora Hochtief. La primera excavación realizada en los jardines de la Cancillería, destinada a ser un búnker, data de 1936. Con el comienzo de la guerra, tres años más tarde, un túnel construido al efecto comunicaba el citado búnker con la nueva Cancillería del Reich. A partir de ese momento, el laberinto de túneles, que llegó a recorer todo el área de edificios públicos de la zona, se propago como la polvora.

Años más tarde en 1943 se construíria un segundo búnker más profundo y espacioso que el primero, ante la repetida amenaza de los ataques aéreos aliados. Los dos quedaban conectados mediante una escalinata formando ambos el denominado Führerbunker Todo el búnker se recubrió con una sólida bóveda de cemento armado de 2.2 metros de grosor.

Su distribución

El búnker contaba, en realidad de dos partes claramente marcadas, el Vorbunker y el Führerbunker. El primero tenía un total de doce habitaciones del tamaño de un armario grande de pared, distribuidas en media docena a cada lado de un largo pasillo central. Durante los últimos días de Hitler, se emplearon para ocuupar los ratos de ocio y principalmente como alojamiento para el servicio, mientras que una de las habitaciones se convirtió en la cocina. El uso del espacio era vital por lo que situado al extremo de citado pasillo se situó el comedor desde dónde también partía una escalera de caracol que comunicaba con la segunda planta del Búnker o el Führerbunker.

Esta segunda planta mucho más espaciosa contaba con dieciocho habitaciones de formas irregulares y profundamente incómodas. El contraste con el lujo de la Cancillería era incréible lo que daba buena cuenta del ocaso del Tercer Reich.

La mitad del corredor central se encontraba cortado por un tabique y se empleaba para las reuniones diarias. Hiter y Eva Braun disponían de departamento especial compuesto por seis habitaciones, en las que Eva contaba con su alcoba, un baño y hasta un vestidor. El resto del espacio se distribuía entre una sala de mapas, una centralita télefonica, una central eléctrica y las habitaciones de los centinelas, una sala de conferencias, un cuarto para las basuras, el despacho de Bormann, un generador y una planta para la ventilación del búnker, una perrera, los baños comunes, la habitación de Goebbels, un consutorio médico, un despacho para Goebbels. Este al igual que el médico personal de Hitler contaban con sus propias dependencias. Magda ocupaba junto a sus seis pequeños cuatro de las habitaciones del Vorbunker.

El aspecto de las habitaciones era tan frío como desolador. Prácticamente carecía de decoración y la escasa altura de sus techos provocaba un ambiente constante de claustrofobia

En los alrededores en otros búnkers construídos al efecto se albergaban Bormann con su colaboradores, y en otro Mohnke, el oficial jefe de la guardia SS de la Cancillería.
Última edición por Francis Currey el Mié Jun 15, 2005 8:30 pm, editado 2 veces en total.

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Testamento Personal de Adolf Hitler

Mensaje por Francis Currey » Lun Jun 13, 2005 9:18 pm

Testamento Personal de Adolf Hitler

Adolf Hitler dictó su testamento personal y su última voluntad a su fiel secretaria Traudl Junge, poco antes de suicidarse he aquí la reproducción del mismo:

Como consideré que no debía aceptar la responsabilidad, durante los años de conflicto, de contraer matrimonio, ahora he decidido, antes de concluir mi carrera en la tierra, tomar en matrimonio a la mujer, quien después de muchos años de fiel amistad, entró a la sitiada ciudad por su propia voluntad, con el propósito de compartir su destino conmigo. Por su propio deseo, ella ira a la muerte como mi esposa. Eso nos compensará, por lo que ambos perdimos por mi trabajo al servicio del pueblo.

Lo que poseo, pertenece en su debido grado al Partido. Si este ya no existe, al Estado; si el Estado también es destruido, no hace falta una última decisión mía.

Mis pinturas, en las colecciones que he comprado durante el curso de los años, nunca fueron coleccionadas con propósitos privados, sino como una extensión de la galería de mi casa en Linz a.d. Donau.

Es mi más sincero deseo que este legado sea debidamente ejecutado.

Designo como mi Albacea, a mi más fiel camarada del Partido, Martin Bormann. A él le doy mi máxima autoridad legal, para que tome todo lo que tenga un valor sentimental o que les sea necesario para mantener una vida modesta y simple a mis hermanos y hermanas, sobretodo también para la madre de mi esposa y mis colaboradores que son bien conocidos por él, principalmente, mis secretarias sin igual, Frau Winter, etc. quienes por muchos años me ayudaron en mi trabajo.

Yo, personalmente, y mi esposa, para escapar a la deshonra de la deposición o capitulación, hemos escogido la muerte. Es nuestro deseo que seamos incinerados inmediatamente, en el lugar donde he llevado a cabo la mayor parte de mi trabajo diario, en el curso de doce años al servicio de mi pueblo.

Dado en Berlín, el 29 de Abril de 1945 a las 4:00 AM.

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Testamento político de Adolf Hitler

Mensaje por Francis Currey » Lun Jun 13, 2005 9:19 pm

Testamento político de Adolf Hitler

Tras dictar su testamento personal y sus últimas voluntades, se dispuso a dictar a Junge lo que sería su testamento político:

Más de treinta años han pasado desde que en 1914 hice mi modesta contribución como voluntario en la Primera Guerra Mundial a la que fue forzado el Reich.

En esas tres décadas he actuado, únicamente por amor y lealtad a mi pueblo en todos mis pensamientos, actos y vida. Ellos me dieron la fuerza para tomar las decisiones más difíciles que mortal alguno nunca confrontó. En ello he empleado mi vida, mi esfuerzo en el trabajo y mi salud, durante estas tres décadas.

No es cierto que yo, o alguien más en Alemania, quisiera la guerra en 1939. Fue deseada e instigada exclusivamente por esos hombres de estado quienes han sido judíos o han trabajado para intereses judíos. He hecho muchas ofertas para el control y limitación de armamentos, las cuales no podrán ser olvidadas por la posteridad, para que la responsabilidad del inicio de la guerra sea echada sobre mí.

Tampoco he deseado nunca, que después de la fatal primera guerra mundial, una segunda contra Inglaterra, o aún sobre Estados Unidos, fuera desatada. Los siglos pasarán, pero de las ruinas de nuestras ciudades y monumentos, resurgirá el odio contra aquellos finalmente responsables -a quienes todos debemos agradecer todo lo sucedido- el Judaísmo Internacional y sus secuaces.

Tres días antes del inicio de la guerra entre Alemania y Polonia, le propuse al embajador británico en Berlín una solución al problema germano-polaco, similar al del caso del Distrito del Sarre, bajo control internacional. La existencia de esa oferta tampoco podrá ser negada. Fue rechazada únicamente por los círculos dirigentes de la política británica que querían la guerra, en parte, por debido a las posibilidades de negocios y en parte por la influencia de la propaganda organizada por el judaísmo internacional.

También he dejado bien en claro que, si las naciones de Europa fueron consideradas como meros bonos, que podían ser comprados y vendidos, en dinero e intereses financieros, por esos conspiradores internacionales, entonces esos competidores, los judíos, quienes son los verdaderos criminales en este conflicto asesino, deberán ser responsabilizados.

También quiero que nadie tenga ninguna duda, que esta vez han logrado que no sólo millones de niños arios en Europa mueran de hambre; hombres jóvenes han sufrido la muerte y no solo cientos de miles de mujeres y niños han sido bombardeados e incinerados hasta morir en las ciudades, sin que los verdaderos criminales hayan expiado su culpa, ni siquiera por medios humanos.

Después de seis años de guerra -que a despecho de los obstáculos será recordada algún día como la más gloriosa y valiente demostración del propósito de vida de una nación- no puedo abandonar la ciudad que es la capital de este Reich. Como las fuerzas son muy exiguas como para intentar cualquier oposición en contra de los ataques enemigos, y porque nuestra resistencia se ha venido debilitando por los hombres que nos han engañado con su falta de iniciativa, al permanecer en esta ciudad quiero compartir mi destino con los otros millones de hombres que han decidido hacer lo mismo. Tampoco quiero caer en manos de un enemigo, que querrá presentar un nuevo espectáculo organizado por los judíos, para el regocijo de las masas histéricas.

Por tanto he decidido permanecer en Berlín y libremente escoger la muerte en el momento que yo crea que la posición del Fuehrer y la propia Chancillería, no pueda ser más defendida.

Muero con el corazón feliz, consciente de los incalculables legados y logros de nuestros soldados en el frente, nuestras mujeres en casa, los logros de nuestros campesinos y obreros en su trabajo, únicos en la historia, de las juventudes que llevan mi nombre.

A ellos, desde el fondo de mi corazón, les expreso mi gratitud, como es evidente es mi deseo que ustedes, debido a eso, bajo ningún concepto abandonen la lucha en esta contienda sino que más bien la continúen, contra los enemigos de nuestra madre patria, sin importar dónde, fieles al credo de Clausewitz. Del sacrificio de nuestros soldados y por mi comunión con ellos en la muerte, nunca desaparecerá de la historia de Alemania, la semilla del radiante renacimiento del movimiento Nacional-Socialista y por tanto, de una verdadera comunidad de naciones.

Muchos de los hombres y mujeres valientes han decidido unir sus vidas con la mía. Hasta el ultimo momento he rogado y finalmente les he ordenado, no hacerlo y tomar parte en la última batalla de la nación. He rogado a los dirigentes del Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea, reforzar por todos los medios el espíritu de resistencia de nuestros soldados en el sentido Nacionalsocialista, con especial referencia al hecho, de que también yo mismo, como creador y fundador de ese movimiento, he preferido la muerte a la cobarde abdicación o peor la capitulación.

Deberá, en un futuro, formar parte del código de honor del oficial alemán, como es actualmente de nuestra marina, que rendir un distrito o una ciudad es imposible, y que por sobre todo, nuestros líderes deben marchar al frente como ejemplos refulgentes, cumpliendo con fe en su obligación hasta la muerte.

Antes de mi muerte, expulso al ex Mariscal del Reich Herman Goering del partido y lo despojo de todos los derechos que pudiera gozar en virtud del decreto del 29 de junio de 1941; y también en virtud de mi manifiesto en el Reichtag el 29 de Junio de 1939. Designo en su lugar al Gran Almirante Doenitz, como Presidente del Reich y Supremo Comandante de las Fuerzas Armadas.

Antes de mi muerte, expulso del partido y de todas las oficinas del Estado al ex Reichsfuehrer-SS y Ministro del Interior, Heinrich Himmler. En su lugar designo al Gauleiter Karl Hanke como Reichsfuehrer-SS y Jefe de la Policía Alemana y designo al Gauleiter Paul Giesler como Ministro del Interior del Reich.

Goering y Himler, totalmente aparte de su deslealtad hacia mi persona, han hecho un daño enorme al país y a toda la nación, al efectuar negociaciones secretas con el enemigo, las que condujeron sin mi consentimiento y contra mis deseos, y al intentar usufructuar ilegalmente poderes del Estado.

Con el propósito de darle al pueblo alemán un gobierno compuesto por hombres honorables, un gobierno que pueda satisfacer sus deseos de continuar la guerra por todos los medios, designo a los siguientes miembros del nuevo gabinete de líderes de la nación:

Presidente del Reich: DOENITZ
Canciller del Reich: Dr. GOEBBELS
Ministro del Partido: BORMAN
Ministro de Relaciones ExterioresL SEYSS-INQUART

(Siguen otros 15 nombres)

Como una cantidad de esos hombres, como Martin Borman, Dr. Goebbels, etc., conjuntamente con sus esposas, se unieron a mí por propia voluntad y no desean dejar la capital del Reich bajo cualquier circunstancia, pero desean perecer conmigo aquí, debo pedirles que obedezcan mi solicitud, y en este caso cedan sus propios intereses a los intereses de la nación, por sobre todos sus sentimientos.

Por su trabajo leal como camaradas, ellos estarán muy cerca de mí después de la muerte, así como el deseo de que mi espíritu perdure y que siempre siga con ellos. Dejen que sean estrictos, pero nunca injustos, pero sobretodo, no les permitan que el temor guíe sus actos, y que pongan el honor de la nación por sobre todas las cosas del mundo. Finalmente, permítanles que sean conscientes del hecho de que nuestra obligación, que es continuar la construcción del Estado Nacionalsocialista, signifique el trabajo de los siglos por venir, que colocará a cada persona individualmente, bajo la obligación de servir siempre al interés común y subordinar sus propios intereses a ese fin. Demando que todos los alemanes, todos los Nacionalsocialistas, hombres, mujeres y a todos los hombres de las Fuerzas Armadas, sean fieles y obedientes, hasta la muerte, al nuevo gobierno y a su Presidente.

Por sobre todo, encargo a los líderes de la nación y a todos sus subordinados la observación escrupulosa de las leyes de la raza y la oposición inmisericorde a los envenenadores de los pueblos, el judaísmo internacional.

Dado en Berlín, este 29 de Abril de 1945 a las 4:00 AM.

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El último día según Traudl Junge

Mensaje por Francis Currey » Lun Jun 13, 2005 9:20 pm

El último día según Traudl Junge

La fiel secretaría de Hitler la Señorita Traudl Junge, recoge en sus memorias, el último día en el Búnker:

El treinta de Abril comienza igual que los días precedentes. Las horas pasan lentamente. Nadie sabe como hay que llamar a Eva Braun. Los ayudantes y los ordenanzas tartamudean desconcentrados cuando tienen que decir "honorable señorita" - "Pueden llamarme Señora de Hitler"- les dice Eva sonriendo.

La Señora Hitler me pide que vaya a su habitación porque no quiere estar sola con sus pensamientos. Hablamos de cualquier cosapara distraernos. De repente, Eva abre su armario. Ahí esta el hermoso abrigo de piel de zorro argentado que tanto le gusta. "Señora Junge, me gustaría regalarle este abrigo como despedida" - dice - Siempre me ha gustado tener a mi alrededor a mujeres bien vestidas. Ahora, este abrigo será suyo: disfrútelo" Conmovida le doy las gracias de todo corazón. Incluso me alegro, aunque no sé cuándo y dónde me pondré ese abrigo. A medio día comemos con Hitler. La misma conversación que ayer, que anteayer, que hace muchos día, el banquete de la muerte, bajo la máscara de la alegría y de la serenidad. Nos levantamos de la mesa, Eva Braun va a su habitación, la Señora Christian y yo buscamosun sitio en el que fumar tranquilamente un cigarrillo. Encuentro un sillón vacio en la habitación de los criados, junto a la puerta abierta del corredor de Hitler. El Führer debe de estar en su habitación. No sé si hay alguien con él. Günsche se acerca y me dice "ven ahora mismo, el Führer quiere despedirse". Me levanto y salgo al corredor. Linge llama a las otras, a la Señorita Manziarly, a la Señora Christian; percibo vagamente que hay otras personas presentes. Sólo veo la figura del Führer. Sale muy lentamente de su habitación, más encorvado que nunca, pasa por la puerta abierta y nos da la mano a todas. Siento su mano derecha cálidamente en la mía, él me mira pero no me ve. Parece estar muy lejos. Me dice algo pero lo escucho. No comprendí sus últimas palabras. Ha llegado el momento que esperabamos y estoy atónita y apenas me doy cuenta de lo que esta sucediendo. El hechizo empieza a desaparecer cuando Eva Braun se me acerca. Sonrié y me abraza. "Por favor, intente salir, tal vez usted lo consiga. Salude de mi parte a Baviera" - dice sonriendo pero con un sollozo en la voz. Se ha puesto el traje preferido de Hitler, el traje negro con las rosas en el escote. Se ha lavado el pelo y lo ha peinado muy bien. Así, sigue al Führer a su habitación, a la muerte. La pesada puerta de hierro se cierra

De repente, siento la necesidad apremiante de marcharme lo más lejos posible. Casí huyo por la escalera que conduce a la parte superior del búnker. Pero a media altura veo abandonados a los hijos de Goebbels. En su dormitorio se sentían abandonados, nadie les ha dado de comer. Se han puesto a buscar a sus padres, a la tía Eva y al tío Hitler. Los llevo a la mesa rendoda "Niños venid conmigo, yo os daré de comer. Los adultos tienen hoy tantas cosas que hacer que no les queda tiempo para vosotros" les digo con tanta serenidad como puedo. Les doy zumo, preparo rápidamente unos bocadillos y alimento a los niños, hablo con ellos y los distraigo. Hablan de la seguridad del Búnker. Casí les divierte escuchar las explosiones, que saben que no les pueden hacer daño. De repente suena un disparo, tan fuerte, tan cerca que todos enmudecemos. El ruido se extiende por todas las habitaciones "ha dado en el blanco"
dice Helmut sin imaginarse cuánta razón tiene. El Führer ha muerto.

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Biorritmo de Adolf Hitler el día de su muerte

Mensaje por Francis Currey » Lun Jun 13, 2005 9:25 pm

Biorritmo de Adolf Hitler el día de su muerte


Capacidad física
Tendencia: Crítica, Mejorando
Análisis: Físicamente inestable. Tendencia a contraer varias dolencias. Torpeza física.

Sensibilidad
Tendencia: Baja, Mejorando
Análisis: Torpe y adormecido. Tendencia a la pasividad.

Intelecto
Tendencia: Crítica, Mejorando
Análisis: Intelectualmente indeciso. Falto de atención y concentración. Susceptible a cometer errores y equivocaciones.

Intuitividad
Tendencia: Alta, Disminuyendo
Análisis: Buena intuición.

Estética
Tendencia: Baja, Disminuyendo
Análisis: Nivel moderado de armonía. Interés moderado en la belleza.

Auto-conciencia
Tendencia: Media, Mejorando
Análisis: Confianza moderada.

Espiritual
Tendencia: Baja, Disminuyendo
Análisis: Baja estabilidad interna. Preferente actitud tensa.

Fuente: Exordio

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Los últimos días de Eva Braun y Magda Goebbels

Mensaje por Francis Currey » Sab Jun 18, 2005 8:45 am

Los últimos días de Eva Braun y Magda Goebbels

Los últimos días de Eva Braun y Magda Goebbels: es un sensacional artículo del prestigioso autor David Solar, en el cual relata de forma magistral los acontecimientos que rodearon la muerte de Hitler.

Primera Parte

Hitler no soportó las 'puñaladas' de Goering y de Himmler; decidió casarse, hacer testamento y luego... suicidarse

Ocultos en el búnker de la Cancillería, bajo el fragor de las bombas, Adolf Hitler y Eva Braun contrajeron matrimonio. La ocasión era muy distinta a aquélla de 1931, cuando Goebbels y Magda se casaron con el Führer como testigo. Hitler pareció rejuvenecer al dar el sí a la mujer que le había acompañado durante los últimos 14 años. Un solo instante de felicidad en medio del infierno.Berlín agonizaba nueve metros por encima de aquel sótano. Al día siguiente, la bandera soviética ondeaba en lo alto del Reichstag.

Adolf Hitler, vestido con pantalón negro y chaqueta azul marino cruzada, con botones metálicos y una sola condecoración de las conseguidas como combatiente en la Primera Guerra Mundial, charlaba animadamente con sus últimos incondicionales, Martin Bormann y Joseph Goebbels.

Junto a ellos formaban otro grupo Eva Braun, Magda Goebbels, las secretarias del Führer -Frau Junge y Frau Christian-, y Fräulein Manzialy, la especialista en cocina vegetariana. Eva vestía un traje de tarde, de seda negra, con escote de pico en el que lucía su único adorno, una pequeña medalla de oro.

Más lejos, en aquel corredor de unos tres metros de ancho y 17 de largo, forrado de madera y decorado con cuadros italianos, hacían un aparte los generales Krebs y Burgdorf, jefe del Estado Mayor de la Wehrmacht y ayudante de Hitler, respectivamente.

Era la 1.00 de la madrugada del 29 de abril de 1945 y todos esperaban la llegada de un funcionario municipal que se ocupara de los trámites legales: Adolf y Eva se casaban.

La intempestiva escena se desarrollaba en el corredor central del búnker de la Cancillería de Berlín, que vibraba intermitentemente a causa de los disparos de la artillería soviética, cada vez menos activa por falta de blancos contra los que tirar. El imperio soñado por Hitler se había reducido casi a la nada y su voluntad de resistencia se había desplomado, súbitamente, unas horas antes.

DIAS DE TRAICION

La avioneta Fieseler Storch alcanzó Berlín a primera hora de la tarde del 28 de abril, escondiéndose entre las nubes y las negras columnas de humo que ascendían hasta el cielo de la capital del Reich, convertida en un volcán. Conducía el ligero aparato la famosa piloto de pruebas, Hanna Reitsch y la acompañaba el general Ritter von Greim.

Dieron una pasada por el centro de la ciudad, buscando un sitio donde aterrizar, y quedaron desolados. El Berlín controlado por Hitler ya no tenía aeropuertos donde pudieran llegar los escasos aviones de transporte disponibles. Algunos aparatos ligeros aterrizaban en el gran eje Este-Oeste, que fue lo que justamente hizo Hanna Reitsch, con grandes apuros pues al descender fueron alcanzados por el fuego de las ametralladoras soviéticas y el general resultó herido en un pie.

Ritter von Greim alcanzó la Cancillería, donde había sido convocado con toda urgencia por Hitler, en tan malas condiciones que debieron operarlo e ingresarlo en la enfermería del búnker. Hasta allí acudió el Führer para comunicarle que le hacía entrega del mando de la Luftwaffe.

El general quedó literalmente alelado: Hitler le había obligado a jugarse la vida trasladándose al Berlín cercado para ofrecerle el mando de un arma que no tenía casi aviones, ni gasolina, ni municiones, ni aeropuertos. Supuso que el Führer trataba de mantener una apariencia de normalidad y, sobre todo, quería a un aviador con quien lamentar la traición de Goering, el jefe de la Luftwaffe: «¡Un ultimátum! ¡Eso ha sido su nota! ¡Un torpe ultimátum! ¡Nada queda ya! ¡Tengo que sufrirlo todo! ¡No ha habido deslealtades, ni faltas al honor, ni desengaños de que no me hayan hecho víctima; ni ha habido traiciones que yo no haya tenido que soportar!»

Hitler estaba sentado a los pies de la cama de Ritter von Greim quejándose o dibujando castillos en el aire, cuando le trajeron un teletipo de la agencia Reuters, fechado en Estocolmo, que daba cuenta de las negociaciones abiertas por Himmler con la diplomacia sueca para tratar de llegar a una paz separada con los angloamericanos.

Hitler montó en cólera, ordenó la destitución de Himmler y ordenó a Von Greim que abandonara rápidamente Berlín y capturase al traidor, que había tenido en sus manos la seguridad del Reich durante una década. Luego se retiró a su despacho acompañado por Bormann y Goebbels. En aquella reunión decidió que había llegado al final: se casaría, haría testamento y luego se suicidaría.

Aunque la traición de Himmler tenía algo que ver en su propósito, más importante fue, probablemente, la información que estaba recibiendo del general Weidling: el perímetro defensivo de Berlín se reducía; escaseaban las municiones; las tropas de Zhukov, tras 24 horas de continuos asaltos, habían logrado franquear el puente de Moltke sobre el río Spree, aunque sus carros lo atravesaron aplastando los cadáveres de centenares de soldados rusos caídos en su intento de cruzarlo; el poderoso búnker de Zoo estaba siendo asaltado; los soldados de Bersarín, jefe del V Ejército soviético, habían limpiado de defensores la zona de la Puerta de Halle y Belle Aliance...

IN ARTICULO MORTIS

La boda con Eva Braun fue, probablemente, un gesto de agradecimiento hacia la mujer que le había acompañado durante los 14 últimos años y que se encerró en el búnker pudiendo haber elegido quedarse en Munich y, quizás también, una manera de legalizar su situación a efectos testamentarios.

Tras las firmas de los documentos del matrimonio, los asistentes abandonaron el cuarto de mapas, donde había tenido lugar el acto y salieron al pasillo donde les felicitaron una docena de personas.Los novios y sus invitados componían el cuadro típico de una boda. Eva Braun recibía las felicitaciones de los caballeros y de las damas; aquéllos le besaron la mano; éstas, las mejillas y ella sonreía feliz a todos, volviendo frecuentemente la vista hacia su marido, que alegre y rejuvenecido, recibía los parabienes de todos.

Alguien tenía una máquina fotográfica y captó la escena: Hitler posó serio, pero con mucho mejor aspecto que el anciano prematuro de fotografías anteriores; Eva le tomaba del brazo, esbozando una sonrisa; tras los recién casados, las secretarias Christian y Junge. En la antesala del despacho de Hitler se había dispuesto una cena fría y champán.

Acompañaron a los novios el matrimonio Goebbels, Bormann, las dos secretarias, la cocinera y los generales Burgdorf y Krebs.La conversación fue animada y los Goebbels centraron la atención de todos pues su boda, apadrinada por Hitler, era uno de los mejores recuerdos de los buenos tiempos.

Al Führer le costaba reconocer en aquella Magda Goebbels, ajada, ojerosa, pálida y medio enferma, a la mujer elegante y preciosa que había conocido en 1931. En aquella época, Joseph carecía de ingresos para casarse con ella, pero Hitler le subió el sueldo y el agitador nazi pudo unirse a Magda en una ceremonia wagneriana organizada por el director teatral Walter Granzow.

El matrimonio se celebró en diciembre de ese mismo 1931. Para entonces la villa del pueblo de Severin, que Magda usaba con permiso de su ex marido, Quandt, era un lugar de cita de los jefes nazis y Hitler y su entorno pasaban a veces los fines de semana en ese reducto natural para huir del bullicio de Berlín.

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Mensaje por Francis Currey » Dom Jun 19, 2005 3:46 pm

Segunda Parte

Alguien tenía una máquina fotográfica y captó la escena: Hitler posó serio, pero con mucho mejor aspecto que el anciano prematuro de fotografías anteriores; Eva le tomaba del brazo, esbozando una sonrisa; tras los recién casados, las secretarias Christian y Junge. En la antesala del despacho de Hitler se había dispuesto una cena fría y champán.

Acompañaron a los novios el matrimonio Goebbels, Bormann, las dos secretarias, la cocinera y los generales Burgdorf y Krebs.La conversación fue animada y los Goebbels centraron la atención de todos pues su boda, apadrinada por Hitler, era uno de los mejores recuerdos de los buenos tiempos.

Al Führer le costaba reconocer en aquella Magda Goebbels, ajada, ojerosa, pálida y medio enferma, a la mujer elegante y preciosa que había conocido en 1931. En aquella época, Joseph carecía de ingresos para casarse con ella, pero Hitler le subió el sueldo y el agitador nazi pudo unirse a Magda en una ceremonia wagneriana organizada por el director teatral Walter Granzow.

El matrimonio se celebró en diciembre de ese mismo 1931. Para entonces la villa del pueblo de Severin, que Magda usaba con permiso de su ex marido, Quandt, era un lugar de cita de los jefes nazis y Hitler y su entorno pasaban a veces los fines de semana en ese reducto natural para huir del bullicio de Berlín.

CRUZ SOBRE ESVÁSTICA

La boda tuvo lugar en la pequeña iglesia de Severin porque se temía que una celebración pomposa en Berlín provocara protestas y manifestaciones en la capital. Hitler fue testigo de los novios y para la ceremonia, el altar de la iglesia estuvo decorado con la bandera de la esvástica, sobre la que se colocó un crucifijo en el centro exacto.

Magda vestía de seda negra con un chal blanco de encaje de Bruselas que había llevado en su primera boda. En la foto que alguien tomó del cortejo nupcial, Hitler aparece tras los novios llevando de la mano a la madre de Magda. Harold, el hijo de Magda y Quandt, de nueve años, iba vestido con el uniforme de las Jungvolk.

Al día siguiente, la prensa antinazi tituló: «Goebbels se casa con una judía». La falta de claridad sobre los orígenes exactos de Magda; su cambio de apellidos, alguno de ellos aparentemente judíos como el de Friedländer y sus devaneos juveniles con Víctor Arlosoroff, habían dado origen a rumores sobre su procedencia judía que ahora los enemigos de Goebbles usaban para tratar de ridiculizarlo.

Los recién casados se establecieron en un apartamento en la Reichkanzlerplatz. Hitler comía a menudo allí y Magda ayudaba en la cocina, porque el líder nazi temía siempre que le envenenaran. Fue en esa época cuando Hitler y Goebbels aprendieron la etiqueta y los modales de la alta sociedad en la mesa, así como a comer langosta o caviar correctamente y a pronunciar bien las palabras extranjeras.

En 1933, cuando Goebbels se convirtió en ministro de Información y Propaganda, Magda se vio finalmente catapultada a la cima del poder. Probablemente Hitler sintió un amor platónico hacia ella y en su casa tuvo la única vida familiar de que disfrutó nunca.

Magda, más preparada intelectual y socialmente que Eva, supo influir en ambos hombres. El aspecto de Goebbels cambió hasta el punto de que se trató de convertir en un caballero elegante.Pasaba una hora diaria en la lámpara de rayos solares para broncearse, le hacían la manicura todo los días, el mejor zapatero de Berlín le fabricaba las suelas especiales para que no se notara mucho su cojera, sus trajes procedían de los sastres más caros. Magda fue siempre un paradigma de la elegancia de los años 30. Incluso cuando Berlín estaba en los peores meses de 1945, se seguía encargando ropa a medida y manteniendo un aspecto aristocrático e impoluto.

Durante esos años tuvieron seis hijos: Helga (1932), Hilde (1934), Helmut (1935), Holde (1937), Hedda (1938) y Heide (1940).

Hitler siguió siendo un asiduo del hogar de los Goebbels, donde jugaba con la idea de ser el tío Adolf para los niños. Con frecuencia llegaba a eso de las 8.00 de la tarde con un solo ayudante y el director de la compañía Mercedes Benz. «Hitler saludaba a Magda con mucha dulzura y mi hija le servía pudin de caramelo, que le gustaba mucho», escribió Goebbels.

Magda, según testimonios, cambiaba radicalmente en presencia de Hitler, su estilo tranquilo se desvanecía y se ponía muy nerviosa para complacer al Führer, con el que derrochaba sus encantos.

En octubre de 1940, al año de empezar la contienda, Magda tuvo su sexto y último hijo, una niña a la que llamó Heide. Durante la guerra, los vástagos de los Goebbels llevaron una existencia plácida en la localidad de Lanke, donde iban en pony a la escuela y jugaban con los animales del parque de su residencia, rodeados de granjeros y gentes del pueblo que, en general, tenían mejores condiciones de vida que los de la ciudad.

Cuando Goebbels tenía tiempo de acercarse en coche hasta Lanke nunca dejaba traslucir los problemas de la guerra y siempre estaba de buen humor para jugar con sus hijos.

Magda, sin embargo, bebía y fumaba cada vez más, caía en largas depresiones y sufría constantes achaques. Su situación mejoraría cuando, ante la inminencia del final de la guerra, los Goebbels superaron las diferencias que les habían ido separando por las infidelidades de Joseph y se unieron de nuevo ante la adversidad.Goebbels utilizaba a su esposa como elemento de apoyo personal y ambos pasaban largas horas cogidos de la mano.

Justo antes de las Navidades de 1944, Hitler efectuó la última visita al hogar de los Goebbels. El Führer era ya el desastre físico de hombros hundidos y brazos inertes de sus últimos meses.

Fue la última Navidad. Hubo árbol con velas y regalos para los niños, pero al ambiente general era triste y Magda ya había perdido la esperanza de que la situación cambiara.

«El año que viene habrá paz definitiva», le dijo a su secretaria en un presagio fúnebre. En el búnker, la profecía estaba ahora a punto de cumplirse.

En su deprimente boda, Hitler comió poco y sólo bebió agua. Pero cuando aparecieron por casualidad los coroneles Günsche y Below, ayudante personal del Führer y ayudante para la Luftwaffe, respectivamente, Eva Braun les invitó a brindar con ellos y consiguió animar a su esposo para que también lo hiciera, aunque éste accedió de forma casi simbólica.

Luego, la fiesta comenzó a languidecer y los presentes se dividieron en dos grupos. Hitler, Bormann y Goebbels estaban obsesionados por las traiciones de los amigos con los que habían compartido dos décadas de lucha y poder. Hitler no podía digerir las puñaladas de Goering y de Himmler.

En el otro grupo, que se había refugiado más en el champán, también se fue desvaneciendo la conversación, entrando en una especie de velatorio en el que rodaron algunas lágrimas.

Los largos silencios se veían rotos por el fragor de la guerra, pese a que el techo del búnker tenía un espesor de tres metros de hormigón armado y que sobre él había seis metros de tierra apisonada. La estructura vibraba cada vez que disparaba la artillería pesada soviética y en la pequeña sala fue imponiéndose aquel trueno lejano y el tintineo de las finas copas de Bohemia.

EL ULTIMO DOMINGO

Al amanecer del domingo 29 de abril no cambiaron las cosas. Siguieron los feroces combates a lo largo del río Spree, Königs Platz, Kurfürsten Platz, Zoo, Alexander Platz, Mercado Central, estaciones de Potsdam, Wansee y Anhalt. En algunas zonas, los soldados soviéticos estaban ya a menos de un kilómetro del búnker.

El día era cálido y azul, aunque el cielo no se viera a causa del humo de los incendios y del polvo levantado por los explosivos.Pero los berlineses que padecían el terremoto, aterrados y hambrientos, no podían gozar de la primavera: «Nada indica que hoy sea domingo, ni sé qué tiempo hace fuera. Casi no tenemos nada que comer y bebemos un agua nauseabunda. Desde hace días son tan fuertes los combates que no hemos podido salir para nada del sótano», escribía una berlinesa el 29 de abril.

A última hora, Hitler se enteró de la muerte de Mussolini y comenzó a hacer preparativos para la suya pues le horrorizaba caer vivo en manos de los soviéticos. Al final del día le llegó desde Ploen el telegrama que anunciaba el colapso de Alemania: Wenck, la última esperanza, había sido rechazado en los suburbios de la ciudad; Berlín no recibiría auxilio.

Cuando amaneció, el 30 de abril, los soviéticos se introducían por las líneas del metro y habían llegado cerca de la Vosstrasse, la calle de la Cancillería. Las SS habían inundado los túneles causando una matanza de soviéticos y de civiles refugiados en los andenes. El cerco se estrechaba.

A las 15.30, un batallón de asalto, mandado por el capitán Neustroev, ocupó la Königsplatz en la que se levantaba el Reichstag. Entonces se produjo un acontecimiento clave en la batalla de Berlín: los sargentos Egorov y Kantariya tomaron la bandera roja número 5 del III Ejército y se lanzaron hacia el edificio. Les siguió toda su compañía, que logró forzar las puertas. Allí se combatió hasta la noche pero, a media tarde, los soldados soviéticos alcanzaron la terraza y colocaron su bandera en el edificio más emblemático de Alemania.

FIN

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Plano del búnker y últimas fotos de Hitler

Mensaje por Eckart » Mar Jun 28, 2005 6:17 am

Un plano del bunker del Führer:

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Las últimas fotos de Hitler, 20 de Marzo de 1945:

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Saludos.

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La noticia de la muerte de Hitler en los periódicos españole

Mensaje por Francis Currey » Mar Jun 28, 2005 6:33 pm

La noticia de la muerte de Hitler en los periódicos españoles

El miércoles dos de Mayo de 1945, en las primeras páginas de los periódicos españoles figuraba la noticia del fallecimiento del Führer, veámos como la recogio cada diario:

- Diario “YA” se podía leer: “Hitler murió ayer en la Cancillería de Berlín. El día anterior había nombrado al gran almirante Doenitz su sucesor. ‘Mi primera misión -dijo en su proclamación- es salvar a Alemania de ser aniquilada por el comunismo”.

- El diario “ABC” en su número 12.223, daba la noticia de la siguiente forma: “Adolfo Hitler murió ayer tarde en la Cancillería de Berlín, luchando hasta el último momento contra las fuerzas comunistas. Su sucesor, el gran almirante Doenitz, anuncia que la lucha continua”.

- Diario “Informaciones”, que dirigía Víctor de la Serna, difundía la noticia así: “Cara al enemigo bolchevique, en el puesto de honor, Adolfo Hitler muere defendiendo la Cancillería. El almirante Doenitz, nuevo Führer de Alemania”.

- El periódico “La Vanguardia Española”, del miércoles dos de mayo de 1945, número 24.542, precio del ejemplar 25 céntimos, en la portada en la mitad inferior, con grandes caracteres se leía: “Adolfo Hitler ha muerto en Berlín”. “Cayó en la Cancillería del Reich, luchando hasta el último momento”. “El almirante Doenitz le sucede en su puesto”. “Una proclama del nuevo Canciller al pueblo y Ejército alemanes”.

- Diario “La primera noticia”. Londres 1 (Urgente)- Hitler ha muerto. Según anuncia la Radio alemana. Agrega que en el cargo de Führer del Reich le substituye el almirante Doenitz. – EFE”. “Luchando hasta el último aliento contra el bolcheviquismo y por Alemania”. “Se informa del Cuartel General del Führer que nuestro Führer, Adolfo Hitler, ha caído esta tarde en su puesto de mando de la Cancillería del Reich, luchando hasta el último aliento contra el bolcheviquismo y por Alemania”. Con estas palabras anunció la radio de Hamburgo la muerte de Hitler. “El 29 de abril -agregó la Radio alemana- el Führer nombró al gran almirante Doenitz su sucesor. El nuevo Führer va a hablar al pueblo alemán”

Alocución del sucesor del Führer. “El pueblo alemán se inclina reverentemente ante Adolf Hitler” – “Mi primera misión es salvar al pueblo alemán de ser aniquilado, adelantándonos al enemigo comunista” – “Nuestra lucha militar continúa con este objetivo” – “Conservad el orden más perfecto y la disciplina más estricta en las ciudades y en el campo”.

“Hombres y mujeres alemanes, soldados de las fuerzas alemanas: Nuestro Führer, Adolfo Hitler, ha caído. Con profundo sentimiento, el pueblo alemán se inclina reverentemente ante él. Él se dio perfecta cuenta del peligro terrible hace ya mucho tiempo y dedicó, desde el primer momento, todo su ser a la lucha entablada contra el peligro.

El final de todo ello, de su misma lucha y de su camino nunca quebrado, ha sido su misma muerte heroica en la capital del Reich.

Su vida no fue más que el simple servicio a Alemania. Su acción luchando contra el comunismo fue más allá para defender a Europa y para defender a todo el mundo civilizado. El Führer me ha nombrado sucesor.

Perfectamente consciente de esta responsabilidad me hago cargo de la jefatura del pueblo alemán en estos graves momentos que nos ha fijado el Destino. Mi primera misión es salvar al pueblo alemán de ser aniquilado, adelantándonos al enemigo comunista. Nuestra lucha militar continúa con este objetivo. Como los británicos y norteamericanos nos estorban al conseguir este fin, lucharemos y nos defenderemos también contra ellos. Británicos y norteamericanos continuarán entonces la guerra no en interés de sus propios pueblos, sino que lo único que conseguirán es aumentar la extensión del bolcheviquismo en Europa.

Lo que el pueblo alemán ha conseguido y sufrido en esta guerra es único en la Historia.

En los tiempos venideros, de angustias para nuestro pueblo, haré todo lo que esté a mi alcance para crear unas condiciones de vida soportables para nuestras valientes mujeres, hombres y niños. Para conseguir esto necesito vuestra ayuda. Dadme vuestra confianza, puesto que vuestro camino es también el mío. Conservad el orden más perfecto, la disciplina más estricta en las ciudades y en el campo.

Que cada uno cumpla con su deber y sólo así podremos mitigar los sufrimientos que el futuro nos depare a cada uno y podrá evitarse el derrumbamiento.

Si hacemos todo lo que esté en nuestro poder, Dios no nos abandonará”.

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Mensaje por Torres » Mar Jun 28, 2005 9:37 pm

Imagino el gran impacto que tuvo que suponer para el mundo, y en gran medida para los españoles, la noticia de la muerte del hombre más famoso de su tiempo. Desde luego el títular del Diario Informaciones no tiene desperdicio.
Resulta curioso. Aunque poca gente creía que Hitler fuera a salir con vida de Berlín, la noticia sorprendió incluso a los propios alemanes.
Hay que ver los ríos de tinta que se han vertido sobre aquellos últimos días.

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Mensaje por Eckart » Mar Jun 28, 2005 10:52 pm

Parece ser que los diarios españoles no hicieron más que publicar la noticia de la muerte de Hitler basándose en el comunicado oficial que dio Goebbels en la radio alemana el 1º de Mayo de 1945:
"Informan del cuartel general del Führer, que Adolf Hitler, nuestro Führer, ha caído por la Patria esta tarde en su puesto de combate en la Cancillería del Reich, luchando contra el bolchevismo hasta su postrer aliento..."

Tal y como oí no hace mucho en un documental sobre este asunto, el III Reich acababa igual que como había empezado: con mentiras.

Un saludo.

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El papel de Erich Kempka

Mensaje por Francis Currey » Dom Jul 03, 2005 7:49 pm

El papel de Erich Kempka

Desde que comenzó el asedio a Berlín, cuando Hitler ocupó la Cancillería, Kempka dormía en los garajes del edificio que se encontraba en uno de los sótanos. El día 20 de abril de 1945, fue al bunker a felicitar a Hitler por su cumpleaños, permaneciendo en el lugar durante un cuarto de hora. Ese día, el comandante militar de la zona de la Cancillería, General Mohnke, le ordenó a Kempka que tuviera listos 12 automóviles para llevar esa misma noche a una 40 personas del entorno del Führer, a los campos aéreos de Staaken, Tempelhof, Schoenwalde y Gatow. Entre las personas que debió transportar Kempka se encontraron el vicealmirante von Puttkamer, ayudante de Hitler como enlace con la Kriegsmarine, el SS-Sturmbannfuehrer Goehler, representante del SS-Guppenfuehrer Fegelein, y las secretarias de Hitler Schroeder y Wolf. Esta operación se repitió el 21 de abril de 1945, para llevar a otras 40 o 50 personas. Durante la noche del 22 al 23 de abril, también fueron llevadas a campos aéreos el médico de Hitler, Profesor Dr. Morell, dos estenógrafas, la secretaria del Consulado Doehler y varias empleadas más, todos los cuales fueron llevados al campo aéreo de Gatow. Kempka declaró que el Reichsminister llegó a la Cancillería el día 20 a bordo de una Storch pilotado por Thea Rasche, probablemente aterrizando en Hofjaegerallee.

Como los vehículos de la Cancillería sufrían los impactos de la artillería y estaban siendo diezmados poco a poco, Kempka le preguntó a al SS-Sturmbannfuehrer Guensche, ayudante de Hitler, si debía tratar de protegerlos de alguna forma para evitar que fueran destruidos pero Guensche le comunicó que no importaba mucho, que sólo se usarían los vehículos si fuera necesario, por lo que Kempka dedujo que nadie más saldría del bunker, incluyendo al Führer.

Como Kempka no salía de los sótanos de la Cancillería no estaba muy enterado de lo que sucedía en los distritos de la capital. Las dependencias del gobierno estaban siendo incendiadas por los bombardeos y a partir del 22 de abril, todos los edificios estaban en llamas. Los incendios se combatían en la medida que fuera posible, con las personas que estaban disponibles, pero no había ya un sistema organizado para extinguir incendios.

Kempka quedó incomunicado el día 25 de abril. Se enteró, de boca de los pocos choferes que quedaban, que la oficina de prensa había dado a conocer que Himmler se había puesto en contacto con las fuerzas Aliadas occidentales diciéndoles que Hitler había sufrido una hemorragia cerebral, que estaba muy enfermo y que no sobreviviría mucho tiempo. Kempka nunca leyó la historia personalmente, sino que le contaron que había aparecido en los periódicos. Pero Kempka manifestó estar seguro que Himmler no volvió a aparecer en los alrededores de la Cancillería en los días alrededor del día 20 de abril y menos después.

El 28 de abril, el SS-Gruppenfuehrer Fegelein, enlace del Himmler ante el Führer, le ordenó a Kempka que fuera a verlo al bunker para recibir papeles importantes para destruirlos o esconderlos muy bien, en caso que los rusos tomaran la Cancillería. Cuando Kempka llegó no encontró a Fegelein. Supo después, que antes Fegelein había pedido un automóvil para ser llevado a su casa donde se cambió a ropas de civil y regresó a la Cancillería. Después supo que Fegelein había salido del bunker con la misma ropa de civil para encontrarse con Himmler y después fue regresado e interrogado por el SS-Gruppenfehrer Mueller, quien ordenó que fuera fusilado acusado de traición.

El 29 de abril, Kempka fue llamado por el Führer, informándoles que estaba vigilando que el transporte de comida al círculo interior de Berlín no cayera en manos de los rusos y asegurándose que llegara a los hospitales en el distrito del sector de gobierno. Habían sido convertidos en hospitales el Hotel Adlon, el edificio del Gauleiting del NSDAP en Berlín, y las enfermerías en los propios búnkeres de la Cancillería que habían sido convertidos en hospitales albergando a varios cientos de heridos.

El 30 de abril a las 14:30, el SS-Sturmbarmfuehrer Guensche le ordenó a Kempka que se acercara a la cancillería llevando 5 bidones de gasolina de 40 litros cada uno. Para Kempka no fue fácil recolectar la gasolina con cinco hombres, pues las disponibilidades eran mínimas y había que tomarlas de cuanto vehículo se pudiera tener cerca. A lo más pudo recolectar 160 litros. Guensche mandó llevar la gasolina a la puerta posterior en los jardines de la cancillería. Luego en la cancillería Guensche le informó a Kempka que el Führer había muerto, sin darle detalles. Ese día, varias veces le pidieron a Kempka bidones de gasolina para quemar documentos importantes, que los fue llevando, mientras fue posible, en pequeñas cantidades.

Poco después Kempka vio al SS-Sturmbarmfuehrer Linge, ayudante personal del Führer, que sacó un cuerpo envuelto en una manta militar de color gris. Kempka tuvo que suponer que se trataba del Führer, pero sólo vio el pantalón y los zapatos, ambos negros que solía usar el Führer. Kempka entró a la habitación donde estaba el cuerpo de Eva Braun y lo llevó a través de varias habitaciones al pie de la escalinata que conduce al exterior donde lo recibió el SS-Sturmbannfuehrer Guensche, sacando el cuerpo de Eva Braun al exterior. Eva Braun estaba vestida de negro, con zapatos de tacó alto, tal vez con suela de corcho. Detrás de Bormann aparecieron, el Reichsminister Dr. Goebbels y el SS-Sturmbannfuehrer Linge y Kempka. Luego de poner el cuerpo de Eva Braun junto al de Hitler, el SS-Sturmbannfuehrer Guensche roció los cuerpos con la gasolina de los cinco bidones y les prendió fuego. Todos los presentes el Reichsleiter Martin Bormann, Reichsminister Dr. Goebbels, SS-Sturmbannfuehrer Guensche, SS-Sturmbannfuehrer Linge y Kempka miraron los cuerpos y saludaron con el brazo en alto.

Como el jardín de la Cancillería estaba bajo fuego de la artillería, todos regresaron al bunker, incluyendo Kempka que quiso ver por última vez el interior, antes de regresar a los garajes en el sótano. Kempka volvió al garaje y les notificó a sus hombres la muerte del Führer.

El 01 de mayo, Kempka se enteró por Guensche, que los rusos estaban ingresando al Tiergarten y que avanzaban hacia el Reichstag. El SS-Brigadefuehrer Mohnke dirigiría el intento de escapar de la Cancillería a todos los que quisieran salir. Un grupo de 500 a 700 personas fueron reunidas a las 9 de la noche en el sector de la Cancillería que da frente al Hauptverbandsplatz. Todos fueron armados con subametralladoras y Panzerfausts y todo tipo de armas cortas, formando 6 grupos.

El General Mohnke tomó el mando del Grupo 1, compuesto por medio centenar de personas, donde estaban el SS-Sturmbannfuehrer Guensche, la Sra. Christian, esposa del General de la Lufwaffe Christian, las señoritas Junge y Kriteger, secretarias del Führer. Todos salieron por un hueco en la pared de la Cancillería en la calle Willhelm Strasse cerca a la esquina de Willhelm Strasse y Voss Strasse. Debido al intenso fuego de la artillería todos tuvieron que correr rápidamente a la entrada del tren subterráneo, pero la entrada a la estación Kaiserhof estaba destruida y todos corrieron otros 200 metros a la estación opuesta al Hotel Kaiserhof. En la estación se reunieron todos los grupos y recorriendo los túneles fueron hasta la estación Friedrichstrasse. Kempka vio muchos civiles en los andenes del subterráneo incluyendo muchos soldados sentados en las escaleras.

El 2 de mayo, el SS-Hauptsturmfuehrer Schwegermann le dijo a Kempka que el Dr. Goebbels y su esposa murieron en el bunker y que después el bunker fue quemado. El General Burgdorf y el SS-Sturmbannfuehrer Schaedle de la Escolta del Führer se quedaron en la Cancillería. Schaedle le dijo a Kempka que se mataría si los rusos intentaban ingresar.

Guiando a su grupo de unos 60 choferes y mecánicos, Kempka los sacó de la estación Friedrichstrasse a la calle desierta que se veía tranquila. Recorrieron 300 metros en dirección al puente Weidendammer, donde encontraron un pelotón de soldados que les dijeron que acababa de pasar un grupo de 50 o 50 civiles en dirección al norte. Los soldados le dijeron a Kempka que ellos también trataron de ir al norte pero no pudieron romper la línea rusa. Los rusos habían ocupado casas y sótanos a ambos lados de la calle Friedrichstrasse al norte del puente Weidendammer. Kempka hizo regresar a su grupo a la estación para guarecerse en el Admiralspalast ubicado frente a la entrada. Después que los otros grupos llegaron a la estación decidieron intentar la salida. Cruzaron el puente pero al llegar al otro extremo fueron recibidos con fuego de ametralladoras y regresaron.

Erich Kempka intentó romper el bloqueo nuevamente pero cuando habían avanzado unos 20 metros más allá del puente, desde la segunda manzana de casas que seguían recibieron ráfagas de ametralladora, que los obligaron a retroceder nuevamente. Todos los otros intentos fracasaron. Kempka pensó que el primer grupo logró pasar debido a la sorpresa. Contó que más tarde se encontró con la señorita Junge en marzo le contó que cuando pasaron el puente a las 05:30 un negociador apareció y propuso una tregua hasta las 06:15 a nombre del General Zhukov. Durante esas negociaciones la señorita Junge junto a otras mujeres lograron escapar. El embajador Hewel se envenenó y el SS-Gruppenfuehrer Rattenhuber estaba herido gravemente.

Mientras Kempka y sus hombres estuvieron en el Admiralspalast, como a las 2 o 3 de la mañana aparecieron el Reichsleiter Martin Bormann, el Brigadefuehrer Dr. Naumann, el ayudante del Dr. Goebbels, Schwegermann y otras personalidades. Kempka le comunicó a Bormann que era imposible tratar de cruzar las líneas sin armas pesadas. Poco después aparecieron 5 o 6 tanques y carros blindados. Se decidió que los tanques trataran de cruzar y que todos los hombres avanzaran detrás de los tanques. El Dr. Naumann, fue el primero en subir a un tanque poniéndose detrás de la torreta, seguido por Martin Bormann, el SS-Standartenfuehrer Dr. Stumpfegger detrás de quien se colocó Kempka. Apenas el tanque avanzó 30 o 40 metros recibió un impacto directo. Kempka sólo recuerda haber visto un resplandor y quedó inconsciente tirado en la calle. Kempka pensó que el Dr. que era mucho más corpulento y 30 cm. más alto que él, lo protegió del impacto. Kempka se arrastró al recuperar el sentido y se protegió en la pared de la calle donde se sentó porque no podía ver bien y estaba herido en un brazo. Al primero que pudo ver fue al SS-Standartenfuehrer Beetz, segundo al mando después del SS Gruppenfuehrer Baur, que tenía una herida en la cabeza. Luego vio que los demás tanques y carros pasaban al ataque, pero Kempka pensó que era inútil seguir intentándolo y regresó al Admiralspalast. Reunió a sus hombres y los declaró liberados del servicio. A partir de ese momento cada quien podía hacer lo que le pareciera más conveniente, unirse a un grupo de combate o irse a casa, recomendándoles que buscaran ropas civiles.

Kempka regresó a Friedrichstrasse con 7 hombres junto con el teniente Panzertroop Joerke quien comandaba un grupo de 3 semiorugas asignados a su protección. Cruzaron el río Spree por la pasarela de peatones del ferrocarril, alcanzaron una casa en la ribera norte del río sin recibir ningún disparo y de ahí por varias colinas hasta un punto en las inmediaciones de Albrechtstrasse, Karlstrasse o Ziegelstrasse. Por ahí corre la línea de ferrocarril donde encontraron una posta médica. Ahí encontraron dos yugoslavos y dos civiles rusos que parecía que habían decidido quedarse ahí. Todos ellos parecieron simpatizar con Kempka y sus acompañantes ofreciéndose a conseguirles ropas de civil. Cuando la mayoría tenía ropas de civil, llegaron los primeros soldados rusos. El teniente Joerke que todavía no tenía ropas de civil fue cubierto por nosotros. Los rusos les ordenaron salir mientras terminaban de cambiarse las ropas. Una yugoslava les dijo que Kempka era su esposo y que los demás eran campesinos. El grupo decidió separarse y salir a la calle. Intentando aparecer como civiles, un ruso de los que los habían detenido antes reconoció a Kempka y tuvo que regresar.

Los rusos llevaron comida y licor y comenzaron a comer por unas dos horas. Después de la comida la yugoslava salió regresando a la mañana siguiente con un abrigo que le dio a Kempka. Con su nueva ropa, Kempka logró salir de la casa caminando rumbo a la carretera de Tegel a Henningsdorf.

En Henningsdorf, fue detenido por soldados rusos y fue recluido en un taller. Había soldados alemanes, todos con ropas de civil. Nos pidieron papeles de identificación, 9 de cada 10 no tenía forma de identificarse, pero afortunadamente todos fueron liberados. Kempka se unió a otros tres hombres y se dirigieron a Kremmen. En la tarde fueron nuevamente arrestados y encerrados en un establo. No tenían comida ni agua. A las 05:30 de la mañana fueron llevados donde el comandante de la tropa.

Al comandante le habían dicho que eran partisanos armados escondidos en el bosque. Fueron llevados a Velten para presentarse al comandante regional, un coronel, a quien le dijeron lo mismo. Uno de los escoltas de Kempka sabía algo de ruso y le dijo al coronel que ellos no habían estado en el bosque y que habían sido arrestados sin armas a las 6 de la tarde en el pueblo. El coronel pidió un intérprete.

La negociación duró una hora. Les quitaron todas las cosas que llevaban consigo, como hojas de afeitar, peines, lapiceros etc. y fueron enviados a Bernau con un pase. Sin embargo Kempka y tres hombres se fueron en dirección a Kremmen. Dos hombres fueron por delante y Kempka con otro fueron al norte, pasaron por Fehrbellin rumbo a Neustadt para llegar a Havelberg. En el poblado de Kuemmeritz, Kempka y su acompañante fueron detenidos por un centinela que se encontraba junto a un vehículo. Preguntó si ambos eran Wehrwolf, cosa que negaron Kempka y su compañero. Luego de preguntar lo mismo varias veces fue al vehículo y sacó una carabina, apuntándolos y repitiendo la pregunta. Luego los metió en el carro y fueron llevados por los alrededores durante largo tiempo. Media docena de veces fueron sacados del carro y apuntados con rifles mientras les hacían la misma pregunta. Nuevamente Kempka y su acompañante fueron registrados guardándose lo que podía tener algún valor y tirando el resto. Poco después los dejaron ir, no sin antes que un ruso le diera un cigarrillo a Kempka.

El 8 de mayo llegaron a Havelberg buscando un granero donde pudieron dormir. Muy temprano en la mañana fueron despertados por trabajadores extranjeros que laboraban en la granja. Les permitieron salir con los acarreadores de agua y fueron a una granja en Havelberg. Allí les dieron leche y fueron a dormir. Despertaron a las 3pm. Otros dos alemanes que quisieron cruzar el Elba, sin lograrlo, estaban viviendo desde hacía dos o tres días en esa granja. Los cuatro decidieron intentarlo nuevamente. Permanecieron en la granja uno o dos días más y el 11 de mayo, cruzaron el río Havel cerca a Havelberg y se dirigieron a Sandau para ver cómo estaba la situación allá. Unos muchachos les dijeron que el Elba se encontraba detrás del bosque y era sólo necesario cruzar un pantano.

En el bosque había rusos por todos lados. Arrastrándose por el bosque Kempka y los otros tres hombres llegaron al pantano. Se quedaron escondidos todo el día y parte de la noche. A las 2 de la mañana llegaron a la represa, se metieron en el agua y cruzaron a nado. Poco después fueron detenidos por los rusos, en realidad solo habían cruzado un brazo del río Elba, y fueron llevados a un campo de detención en Havelberg.

En Havelberg fueron retenidos 16 días y junto a otros 30 o 40 hombres fueron llevados a Kyritz, vía Golewen. En Gelewen Kempka fue liberado y con un marinero dejaron Kyritz. Caminaron por la vía férrea hasta la siguiente estación y de allí abordaron un tren de trabajadores rurales que iba Wittenberge. En Wittenberge trataron de conseguir u permiso para quedarse tres días, pero se lo negaron porque no había comida suficiente para alimentar a transeúntes. Continuaron su camino en dirección al río Elba. Un cosaco los detuvo a mitad de camino y los hizo trabajar todo el día. Luego de liberados por el cosaco fueron a las afueras de la ciudad donde pudieron dormir en una casa de alemanes.

Al día siguiente vieron cómo estaba la situación en el río Elba y decidieron cruzarlo. Encontraron la parte superior de un coche de bebe y lo usaron para transportar la ropa mientras nadaban. A las 0130 cruzaron el río. Se reportaron ante el Buergermeister en Gottberg, una localidad que estaba ocupada por americanos. El Buergermeister le informó a Kempka que había un cambio de comando y que los ingleses y que les recomendaban a moverse antes que el nuevo comando tomara el mando.

Erich Kempka y el marinero fueron a Vorsfelde y allí recibieron la orden de los ingleses de marchar a un campo de prisioneros en Salzburg.

Fuente: Exordio

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Mensaje por Francis Currey » Dom Jul 10, 2005 6:57 pm

Tanto la amante del Führer como la musa del régimen decidieron resistir en el sótano de la Cancillería hasta las últimas consecuencias

«La idea de ir a Berlín me parece increíble; es decir, no lo creeré hasta que me encuentre realmente en la Cancillería del Reich.Esperemos que todo salga bien. No quiero hacerme ilusiones, pero si todo sale bien, será maravilloso», escribía Eva Braun en su diario en 1935, cuando fantaseaba con la última promesa de Hitler, «el hombre más grande de Alemania y aun del mundo», de llevarla con él a la Cancillería.

Y en la Cancillería estaba a mediados de aquel horroroso mes de abril de 1945, sólo que en un estrecho subterráneo que olía a humedad y que siempre parecía mal ventilado. Estaba allí para morir con el hombre que había amado desde que lo conociera en la tienda de fotografías de Hoffmann, en Munich, y por cuyos alejamientos y ausencias había intentado suicidarse un par de veces. Ahora iba a morir, lo sabía y lo aceptaba con resignación vacuna; nunca había sido nadie; había vivido en la trastienda de Hitler, conocida por muy pocos, lejos siempre de los fastos del nazismo, plenamente dedicada a amar a Hitler, siempre sufriendo por las aventuras reales o inventadas que el dueño de Alemania tenía con las más hermosas mujeres que pasaban por la capital del Reich.

Ahora, aunque fuese al borde de la muerte, lo tenía por entero para ella.

No era el caso de la otra gran dama del búnker, Magda Goebbels, una mujer de mundo, realmente la musa nórdica de la Cancillería.Conocía a Hitler desde 1931 y seguramente se había sentido amada por él con ese extraño amor propio del Führer, educado, amable, mucho más posesivo que sexual. Mientras todo se hundía alrededor de ellos, Magda recordaba las veladas de los viejos buenos días de la conquista de la Cancillería.

Joseph y ella eran la única familia del Führer, que si no tenía compromisos ineludibles se refugiaba en su casa para oírla tocar el piano y atiborrarse, tras la cena, con sus dulces... Luego Adolf y Joseph podían discursear hasta altas horas de la madrugada, mientras ella se dormía en el sofá junto a ambos. El Führer se convirtió, también, en el protector de su matrimonio, puesto a prueba por las muchas infidelidades de Joseph y por las represalias del mismo género que, a veces, se había tomado ella... No muchas, realmente, pues desde que se había casado casi siempre se recordaba embarazada. Seis hijos había tenido de Joseph Goebbels, por cierto que las más pequeñas, Hedda y Heide, de siete y cinco años, jugueteaban en aquellos momentos con Adolf en su cuarto de baño, el único que en el búnker tenía bañera.

Mientras llegaba el apocalíptico final del Tercer Reich, mientras caía sobre Berlín una lluvia de fuego y destrucción, mientras los soviéticos se hallaban ya a las puertas de la capital, mientras se desvanecían las últimas esperanzas, ella no podía permitirse renunciar, porque la vida de sus seis hijos estaba en juego.Sabía que su muerte era la única salida, sabía que aquellos niños serían las chivos expiatorios de los terribles errores de su padre y del tío Adolf. Era evidente que tenían que morir y que debía ser ella, la que les había dado la vida, quien se la arrebatara.Tenía que ser así, pero todo se le rompía por dentro y atendía ansiosa cualquier atisbo de esperanza.

Por eso, mientras Eva parecía resignada, casi indiferente ante la general ruina, ella apoyaba al Führer y a su marido, que exigían al pueblo alemán y, más concretamente, al berlinés, una resistencia numantina, dispuestos a llevarse a todos por delante antes que capitular.


LA HORA DE STALIN

Para Hitler, la derrota final resultaba doblemente amarga porque eran los soviéticos y no los occidentales quienes cerraban una implacable tenaza sobre Berlín. Varias razones se entrelazaron para que la capital alemana cayera en manos de Stalin.

Se asegura que los norteamericanos temían una brava resistencia alemana y la pérdida de millares de hombres -según el general Omar Bradley, 100.000-, en la batalla por la capital alemana.Pero en Berlin 1945. The downfall, que acaba de aparecer, el prestigioso historiador británico Antony Beevor sugiere que la inhibición estadounidense pudo deberse a una concesión verbal del presidente norteamericano Roosevelt a Stalin, para que éste declarara la guerra a Japón y apoyara su más querido proyecto, la fundación de Naciones Unidas.

Stalin habría aprovechado la circunstancia para convencer al presidente de EEUU de que sus soldados concentraran su esfuerzo en el frente italiano, para que los alemanes no pudiesen retirar sus divisiones y usarlas en Austria. Eso dejaría el camino libre a Berlín al Ejército Rojo. Más aún cuando Roosevelt, ante la desesperación de Churchill, no pensaba que la ciudad fuera un objetivo importante, sino más bien un incordio con sus millones de habitantes hambrientos y montañas de ruinas. Y de ahí las instrucciones secretas a Eisenhower, quien, en contra del mando británico, sacó adelante su renuncia a Berlín con el apoyo del general Marshall, mientras Roosevelt moría el 11 de abril de 1945.

CARRERA POR EL URANIO

Stalin estaba preocupado porque los alemanes no ofrecían resistencia a los occidentales, mientras que peleaban con fiereza contra los soviéticos. Pero además, según la tesis de Beevor, tenía entre manos un gran proyecto que no quería arriesgar por nada: desde mayo de 1942, sabía que Estados Unidos y Gran Bretaña estaban trabajando en una bomba de uranio. En 1945 aparecieron yacimientos de uranio en Kazajistán, pero proporcionaban tan exiguas cantidades, en comparación con las necesidades, que la única posibilidad atisbada por Stalin para fabricar la bomba era hacerse con los depósitos acumulados por los alemanes. Sus espías se enteraron de que se almacenaba en el Instituto de Física Káiser Guillermo, en Dahlem, zona residencial del suroeste de Berlín. En un edificio, bautizado como La Casa de los Virus para desalentar la curiosidad, los alemanes llevaban a cabo su propio programa de investigación nuclear.

La ambicionada toma de Berlín, aparte de las razones políticas, estaba provocada en gran medida por la fiebre del uranio y la oportunidad de capturar a los científicos alemanes que se encontraban dedicados a la investigación nuclear. El inminente colapso del Tercer Reich, ya perceptible a finales de marzo, acrecentó la ansiedad de Stalin, quien no descartaba que, en el último momento, los alemanes se acercaran a EEUU y Gran Bretaña para frenar el avance soviético hacia el corazón de Europa.

El 3 de abril, los mariscales soviéticos Zhukov y Koniev abandonaron Moscú y regresaron a sus cuarteles generales del I Frente Bielorruso y del I Frente Ucraniano, respectivamente, apuntados hacia Berlín.

Llegaban con órdenes recibidas directamente de Stalin: había que entrar en la capital alemana el 22 de abril, para hacer coincidir la victoria con el cumpleaños de Lenin.

PESIMAS NOTICIAS

«¡Mein Führer!, ¡Mein Führer!». El mayordomo, Heinz Linge, golpeó con energía la puerta de la habitación de Hitler. «¡Nos atacan los rusos... sus cañones disparan ya sobre Berlín!». Hitler se levantó apresuradamente, aunque sólo eran las 11.00 h. de la mañana, una hora temprana para él, que solía acostarse tarde y casi nunca se levantaba antes de mediodía.

Se reunió con su ayudante militar, el general Burgdorf, en la habitación de los mapas, un espacio reducido, como todos los del búnker. Allí comprobaron que el avance soviético había sido tan rápido en las últimas 24 horas que habían instalado una batería de 150 mm. en Marzahn, a 19 kilómetros de Berlín, y desde allí enviaban su primer mensaje mortal.

La situación no podía ser más angustiosa para Alemania al amanecer del 21 de abril de 1945. Se estaba batiendo en todos los frentes en una inferioridad de uno a tres, cada vez era más angustiosa la escasez de armamento, de combustible y de municiones y, sobre todo, los aliados eran dueños absolutos del aire. Lo único coherente era capitular, pero Hitler no era un hombre coherente.

La víspera, el 20 de abril, había cumplido 56 años. De aquellos días nos ha quedado la descripción de un coronel de Estado Mayor: «Avejentado, encorvado, con el rostro abotargado y de un enfermizo color rosáceo, pero su mirada era tan clara y calma como siempre». Hitler era una ruina humana, pero seguía confiando en su destino. La guerra cambiaría de curso, llegarían las nuevas armas que decidirían la victoria. Lo único que se precisaba era tiempo. Ese mismo día despachó a la mayoría de sus colaboradores hacia los Alpes bávaros y austriacos para que acelerasen los preparativos de La fortaleza alpina, el reducto inexpugnable en el que el Reich resistiría hasta que llegasen las nuevas armas con que alcanzarían la victoria. Tal reducto comprendía buena parte de Bohemia, Moravia, Austria y Baviera, unos 90.000 kilómetros cuadrados dotados de una geografía fácilmente defendible, pero La fortaleza alpina era pura entelequia. El coronel de las SS Otto Skorzeny, que fue enviado allí a mediados de abril para organizarla, se preguntaba: «¿Dónde están los víveres y municiones?, ¿Dónde los depósitos de armas?». Inmerso en esas fantasías, el 21 de abril Hitler movía ejércitos inexistentes para frenar las penetraciones soviéticas en el Oder.

En la rutinaria reunión de guerra del domingo 22 de abril, Hitler estaba ansioso por saber los resultados de las fantásticas ofensivas ordenadas y sólo pudo ver que la tenaza soviética se cerraba sobre Berlín. De pronto, se levantó, golpeó la mesa y comenzó a gritar: «¡La guerra está perdida!». Con los ojos desorbitados, rojo el semblante y un violento temblor en todo el lado izquierdo de su cuerpo, Hitler siguió chillando histéricamente: «¡Se equivocan si creen que ahora voy a abandonar Berlín! ¡Antes me pego un tiro en la cabeza!». Luego telefoneó a Goebbels al Ministerio de Información y Propaganda: «¡Joseph, he decidido quedarme en Berlín, dar aquí mi última batalla!».

A continuación le pidió que se trasladase al búnker de la Cancillería.

Los Goebbels -Joseph, Magda y sus seis hijos- cambiaron el búnker del Ministerio por otro conectado con el del Führer. Fue aquél un momento trascendental. Hitler se dio cuenta por vez primera de que la guerra estaba perdida, de que La fortaleza alpina era una quimera y de que no habría nuevas armas. Decidió aplicar al caso algo que siempre le había conmovido en la tradición de los marinos: el capitán no se rendía, sino que se iba al fondo del océano amarrado al timón de su buque. El 22 de abril, Hitler decidió morir con Berlín, la ciudad que él había soñado como la más hermosa del orbe. No lo haría solo. Eva Braun, su amante, había decidido morir a su lado. Con esa finalidad se había presentado en Berlín el día 15, cuando la ciudad estaba casi cercada, abandonando la hermosa casa y los maravillosos paisajes tranquilos de Berchtesdaden y optando por el riesgo y la incomodidad del búnker de la Cancillería, angosto, húmedo y maloliente. Hitler la recibió con muestras de contento, aun cuando Eva había desobedecido sus órdenes. El 22 de abril Hitler intentó de nuevo ponerla a salvo, ofreciéndole que se trasladase en avión a Baviera, pero Eva se negó. Lo mismo hicieron sus secretarias Frau Junge y Frau Chistian. «¡Ojalá mis generales fueran tan valientes como vosotras!», sentenció el Führer.

EVA, LA MODELO

La compañera elegida por Hitler para aquella última singladura de su vida era un personaje incoloro, «una muchacha que apenas se distinguía de las mecanógrafas cuando se hallaba entre ellas.Estaba a punto de morir y lo único que parecía fastidiarle era que Hitler hubiese envenenado a su perro Blondi», declaró a los servicios secretos aliados Erna Flegel, una de las enfermeras que permanecieron en el búnker hasta el último momento.

Eva Braun, nacida en Munich, en 1912, trabajaba como modelo, secretaria y dependienta en el estudio de Heinrich Hoffmann, que era el fotógrafo oficial de Hitler desde que éste se convirtiera en una de las estrellas de la política alemana en 1923. Era una muchacha rubia, atlética, de cara redondeada, ojos azules y amplia sonrisa. Suplía su carencia de formación intelectual con resolución y una notable inteligencia.

En el estudio de Hoffmann la conoció Hitler en 1929 y al fotógrafo no se le escapó que le había impresionado. En adelante enviaba a Eva a llevar las fotografías que servía al futuro canciller semanalmente. Se ignora si existieron relaciones íntimas entre ellos mientras vivió Geli Raubal, pero a comienzos de 1932 -apenas medio año después de la muerte de la medio sobrina y, probablemente el gran amor de su vida- Hitler la convirtió en su amante. Eva tenía entonces 20 años. Adolf, 43.

TORMENTOSO PASADO

Su presencia junto al Führer durante 13 años, sin embargo, nunca le dio la proyección pública que tuvo Magda Goebbels, verdadera primera dama oficiosa del nazismo. Nacida el 11 de noviembre de 1901 en Berlín, Magda era hija natural de Auguste Behrend, una criada, y probablemente del ingeniero Oskar Ristchel, que se casaría con ella después sin dar a la niña su apellido.

Los padres se divorciaron al poco y, mientras Auguste volvía a casarse, el padre se llevó a la niña a Bélgica, donde se crió en internados. Cuando estalló la I Guerra Mundial, Magda fue expulsada de Bélgica, como les ocurrió a todos los alemanes, y pasó los años de la guerra como refugiada en Berlín. Será el primero de una serie de reveses en su vida, que a juicio de la biografía Magda Goebbels, que acaba de publicar la periodista Anja Klabunde, pueden ayudar a explicar la indiferencia de Magda hacia el sufrimiento de los europeos durante la II Guerra Mundial.

De los años de la guerra en Berlín queda una segunda decepción, esta vez amorosa. Magda conoció a Victor Arlosoroff, un socialista judío muy identificado con la causa sionista, con el que incluso planeó emigrar a Palestina. Pero, acabada la guerra, Victor se enamoró de una muchacha judía. En 1933, Arlosoroff fue asesinado en un atentado en Palestina que los sionistas consideraron siempre obra de Goebbels.

Tras el desengaño, Magda conoció a un hombre que iba a suponer un giro radical en su vida de modestia económica cuando no de penuria: el industrial Günther Quandt, un caballero de casi 40 años, recién enviudado, con el que coincidió en un tren y que tras unas semanas de cortejo le propuso matrimonio.

A pesar de la diferencia de edad y de que tenía que convertirse del catolicismo al protestantismo, Magda aceptó. El matrimonio fue un fracaso. Quandt era un hombre frío que confundía amor con generosidad económica, pero la pareja tuvo un hijo, Harald, del que Magda no se separaría hasta que la guerra le obligó a ir al frente. Su nuevo estatus le permitió aprender a comportarse como una persona de la alta sociedad adquiriendo unas habilidades sociales que le serían muy útiles cuando se convirtiera en la primera dama del nuevo régimen.

Tras divorciarse de Quandt, en 1929, Magda empezó a frecuentar el Club Nórdico, una institución fundada en 1909 que defendía la superioridad de los nórdicos y que para esta época simpatizaba abiertamente con la ideología nazi. Su vínculo con el nazismo se estrechó probablemente cuando fue a escuchar a Goebbels a un mitin en el Palacio de Deportes.

Poco después se unió al partido nazi. Por el círculo social del que procedía fue bien recibida y ella se implicó intensamente desde el principio. En 1930 fue nombrada secretaria de Goebbels.De los diarios de éste y de los testimonios de contemporáneos, se deduce que ambos se enamoraron a primera vista. Y a través de Joseph conoció a Hitler, en quien ejerció una gran influencia de inmediato. De ella dijo: «Esta mujer podría desempeñar un papel importante en mi vida, incluso aunque no me case con ella.Podría ser el polo opuesto, femenino, de mis instintos masculinos».

Magda entró en el círculo íntimo del líder nazi y su relación con Hitler pasó a ser el complemento platónico de la que mantenía con Goebbels. Los tres formarían un trío en el que Magda desempeñó el papel de musa del Führer y consorte de su lugarteniente. Como a Eva, Hitler le insistió para que huyese antes de la derrota total. Y como Eva, se negó.

UN MAR DE RUINAS

Antes de la guerra, Berlín era la mayor ciudad de Europa y, con sus suburbios industriales, ocupaba 900 kilómetros cuadrados, en los que vivían cuatro millones y medio de habitantes. La ciudad a la que se acercaban los soviéticos era bien diferente. Sobre ella habían lanzado los aliados occidentales más de 60.000 toneladas de bombas, que habían causado más de 50.000 víctimas e ingentes destrozos hasta el punto de que se calculaba que un tercio de las viviendas eran inhabitables.

La población había descendido a menos de tres millones. De ella faltaban los soldados que combatían en los frentes, los muertos y cientos de miles de familias que perdieron sus medios de vida y emigraron. La vida era muy difícil: en el aire flotaba continuamente una nube de polvo y humo; raro era el día que no se cortaba el agua, la luz o el teléfono, o que no había que salir precipitadamente a refugiarse de un ataque aéreo. Además, la dieta alimenticia estaba sujeta a un duro racionamiento. Aún acudían al trabajo unos 600.000 berlineses, empleados en los servicios y en las fábricas de armamento. Y no menos de 200.000 trabajaban en obras de fortificación en los arrabales de la ciudad.

Encargado de la defensa estaba el general Reimann, que rebañó unos 90.000 combatientes. Se trataba de muchachos de 15 y 16 años pertenecientes a las Juventudes Hitlerianas; de hombres incluso con más de 60 años, militarizados por la Vokssturm, y policías, a los que se armó con los restos de los arsenales.Un Ejército miserable para defender Berlín, tanto que el general Heinrici, jefe del grupo de ejércitos que defendía el Oder, tenía el propósito de declararla ciudad abierta, pues la defensa, aparte de inútil militarmente, causaría enormes estragos humanos y formidables pérdidas materiales.

Pero Hitler deseaba que la ciudad se convirtiera en un nuevo Verdún. Para ello, Goebbels obligó a aquel Ejército de niños y ancianos a combatir bajo este fanático juramento: «Juro que seré incondicionalmente fiel al Führer del Reich alemán, Adolf Hitler. Juro que combatiré valerosamente por mi hogar y el futuro de mi patria». La sola sospecha de deserción podía suponer la muerte. A partir del 19 de abril comenzó a ser frecuente el macabro espectáculo de viejos o niños ahorcados de árboles o farolas, con un cartel que decía: «He sido ahorcado por traidor a mi patria».

A partir del 22 de abril, tras el hundimiento del frente del Oder, muchas unidades fueron arrojadas contra la ciudad por la propia ofensiva soviética, mientras que a sus calles llegaban millares de soldados. Así lograron reunir cerca de 200.000 hombres para defender Berlín, pero en gran parte su valor militar era escaso. Entre las unidades rechazadas por los soviéticos hacia el casco urbano estaba el 56º Panzer Korps, mandado por el general Weidling, que inmediatamente fue nombrado por Hitler jefe de la defensa de Berlín.

LA TRAICION DE GOERING

Cuando Hitler decidió, en la tarde del domingo 22 de abril, perecer en su capital, los soviéticos ya habían cerrado su tenaza. Koniev desde el sur y Zhukov desde el norte unían sus fuerzas en Ketzin, al oeste de Berlín. Hitler tenía a las tropas de Stalin a 16 kilómetros.

Ese 23 de abril pasaría a la Historia por la traición de Goering.El mariscal le mandó esa noche un telegrama que reflejaba los propios encargos del Führer: «Vista vuestra decisión de quedaros en la fortaleza de Berlín, ¿accedéis a que asuma inmediatamente la Jefatura General del Reich, en calidad de lugarteniente vuestro, de acuerdo con vuestro decreto de 29 de junio de 1941, con completa libertad de acción, tanto en el interior como en el exterior?».

Hitler permaneció casi indiferente cuando Bormann le leyó el telegrama, pero aquella noche Goering no estaba de suerte: en el búnker vivían dos declarados enemigos suyos, Bormann y Goebbels, y convencieron a Hitler de que aquello era un intento de golpe de Estado, de una traición... Hitler ordenó que Goering fuera arrestado inmediatamente.

LA PRINCIPAL VICTIMA

Las escasísimas posibilidades que aún existían de parar la guerra en aquel punto quedaron abortadas. Berlín iba a ser la principal víctima. No menos de medio millón de soldados soviéticos participaban directamente en el ataque, apoyado por más de un millar de carros de combate y cañones de asalto, por el fuego ininterrumpido de más de 2.000 cañones y morteros y por el bombardeo aéreo incesante.El consumo soviético de municiones fue fantástico: un promedio de 4.000 toneladas diarias en los 10 días que duró la lucha: 400 vagones de ferrocarril o 1.000 camiones de la época.

La población civil, cobijada en sótanos, túneles del metro o refugios antiaéreos, seguía los combates hambrienta y aterrada; conforme avanzaban los soviéticos, iba pasando a sus manos sufriendo en el cambio vejaciones, robos y violaciones. Beevor calcula que dos millones de mujeres alemanas fueron violadas por el Ejército soviético en su avance hacia Berlín. La defensa fue extraordinariamente efectiva, aunque los avances soviéticos resultasen importantes: el 24 de abril entraban en Dahlem y se apoderaban de los 250 kilos de uranio metálico y las tres toneladas de óxido de uranio que encerraba La Casa de los Virus. El 25 de abril tomaron el aeropuerto de Tempelhof y la ciudadela de Mitte. El 26, cayó en sus manos el barrio de Zehlendorf, cuyo Ayuntamiento fue defendido hasta el final por muchachos de las Juventudes Hitlerianas, que resultaron carbonizados por medio de lanzallamas. Muchos de esos actos de resistencia numantina fueron forzados por la política de «responsabilidad familiar» inspirada por Goebbels: «El exterminio de las familias de los que se rindan es un deber racial de la tradición germánica».

Con todo, los soviéticos seguían avanzando: el viernes, 27 de abril, las tropas de Zhukov tomaron Spandau y Pankov, mientras que las de Koniev avanzaban por Köpenick... El sueño de Hitler encogía: del Reich milenario y universal

Fuente: David Solar

Hangel
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Mensaje por Hangel » Vie Ago 05, 2005 12:27 am

Largo material, aclaro algunos erróres:

Nadie tenia cámara fotográfica en el Bunker, no hay fotos de la boda de Hitler. Las fotos que aparecen viendo las ruinas son en efecto las últimas fotografias en vida de Hitler.

La Secretaria Christian no estaba en la boda, habia salido de Berlín el 21 de abril con permiso de Hitler. Traudl Junge tampoco estuvo en el matrimonio, estaba pasando a maquina los testamentos de Hitler y posteriormente el anexo de Goebbels. Llego apenas después del brindis.

Eva jamas fue modelo y estaba prohibido realizar fotografias de ella para la opinión pública. La unica foto tomada por error fue en las Olimpiadas de 1936 sentada justo detras de Hitler en una demostración de Patinaje sobre hielo. Las demas fotos conocidas son de caracter privado.

Saludos,

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