Traudl Junge

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Eckart
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Traudl Junge

Mensaje por Eckart » Vie Oct 07, 2005 5:14 am

Gertraud Humps nació en Munich el 16 de Marzo de 1920. Era hija de un maestro cervecero y de un ama de casa hija de militar. Deseando seguir los pasos de su hermana Inge como bailarina, se educó en la danza con el objetivo de trasladarse a Berlín y poder interpretar allí su arte. En 1942, su hermana le consigue un trabajo en la Cancilllería del Führer por mediación de una amiga que conoce a Albert Bormann. Unos meses más tarde es escogida por el mismo Hitler como secretaria personal, en Rastenburg. Contrajo matrimonio con Heinz Junge en 1943, del cual adoptó el apellido que le acompañaría durante el resto de su vida. Heinz moriría en 1944 en combate, en Francia.

Desde 1942 y hasta el final, trabajó al servicio de Hitler.


Entrevista a Gertraud Junge

Getraud Junge, secretaria de Hitler, murió de cáncer en Febrero de 2002. Antes de su muerte, dió una entrevista a la periodista Gitta Sereny. Junge fue la última secretaria de Hitler superviviente. Habló a Sereny sobre sus experiencias con Hitler, los últimos días en el búnker y su opinión sobre Ian Kershaw, el profesor e historiador que escribió las biografías definitivas de Hitler "Hubris" y "Némesis".


Gitta Sereny. 25 de Diciembre de 2000.

Traudl tiene ahora 80 años. Es delgada, elegante, con el pelo blanco liso y absolutamente hermosa. Una puede imaginar como debió ser con 22 años, en Diciembre de 1942 (su nombre entonces era Gartraud Humps), cuando Hitler la eligió de una corta lista de nueve de entre cientos de jóvenes aspirantes para convertirse en su cuarta, y más joven, secretaria.

Cuando fuí a verla hace unas semanas en su estudio lleno de flores de Munich, su lugar de nacimiento y hogar, la edición alemana del "Nemesis" de Ian Kershaw -el segundo volúmen de su biografía de Hitler- estaba sobre su mesa. Había llegado tan sólo el día anterior, pero había leído ya los seis últimos capítulos. "No entiendo mucho sobre cosas militares", dice, "pero estas páginas son sobre el tiempo que yo trabajé para él, desde Enero de 1943 hasta el final." Se ha cansado de leer historia Nazi: "hay demasiada sobre ello, demasiada sobre ello lo mismo o equivocado". Pero está impresionada con la objetividad de Kershaw. "Él es diferente, tal vez por que es de una generación diferente. La forma en que presenta lo que el Tratado Rojo significó para nosotros en los primeros años, y cómo Hitler lo usó, es extraordinaria. No es que nos defienda o justifique de ningún modo, pero parece entender, mejor que otros lo han hecho, como ello acabó con los alemanes estando no oprimidos, por supuesto, como lo estuvieron los polacos o los rusos más tarde, pero sí psicológicamente subyugados a Hitler. Ese terrible, terrible carisma suyo, todo él sirviendo -ahora lo sabemos pero no entonces- a su último triunfo megalomaníaco, una Europa racialmente seleccionada bajo dominio alemán."

"Sólo un historiador extranjero puede ver a Hitler así; ningún alemán podría guardar esa distancia, ni incluso los más jóvenes; no aun. Es por esto, probablemente, por lo que, excepto para Joachim Fest hace 20 años, hay apenas una biografía de Hitler escrita por un alemán"

Junge es ahora una de las últimas supervivientes del circulo cercano de Hitler y hay muchos detalles de sus dos años y medio con él que ella ya no puede recordar. "De todos modos, todos los hechos son conocidos", dice. "A lo que puedo, bien, tal vez, contribuir todavía es a describir la atmosfera a su alrededor, el hombre diferente que conocimos... los dos hombres que fue."

Junge y yo no somos desconocidas. En los últimos 50 años, cada historiador y cada periodista que escribió sobre el Tercer Reich, incluyéndome a mi repetidamente, ha tratado de tomar sus conocimientos acerca de la gente que formó parte de este íntimo grupo y sobre Hitler mismo, a quién conoció de una forma que sólo una secretaria puede. Con ella siempre había sido amable, preocupado por su salud, "muy paternal", dice. Todavía no le gusta hablar de esas sensaciones. "Ello desconcierta a la gente. No lo entienden, ¿y como van a entenderlo? Pero yo no puedo ni quiero negar lo que sentí sobre él en aquel tiempo".

Un poco como Albert Speer (a quién ella respetó y de quién se compadeció cuando abandonó la cárcel de Spandau -en contraste con la mayoría de los del círculo de Hitler, quienes, leales a Hitler hasta la muerte, le rechazaron como traidor), pasó por un largo periodo de reflexión y profunda desilusión tras la guerra, y hasta hoy tiene problemas de depresión. Está convencida de que Hitler, básicamente, tuvo dos personalidades, de las cuales ella y todas las "señoritas" de su círculo cercano -su amante Eva Braun (por tan sólo 24 horas, al fin, su esposa), sus cuatro secretarias, la mujer de su fisioterapeuta personal (Annie Brandt), su mujer ayudante militar favorita (Maria von Below) y la mujer de Alber Speer, Margret- vieron sólo la humana, y con frecuencia encantadora, personalidad.

"Nunca lo vimos como el hombre de Estado; no escuchamos ninguna de sus conferencias. Sólo eramos convocadas cuando quería dictar y eran tan considerado entonces como lo era en privado. Y nuestra oficina, tanto en la Cancillería como en el búnker, estaba tan apartada de sus cuarteles de mando que nunca vimos, e incluso ni oímos, inguno de sus ataques de rabia sobre los que habíamos oído rumores. Conocíamos su horario, a quién recibía, pero salvo los pocos hombres con los que tenía comidas que atender, como Speer, el otro arquitecto, Giesler, o su fotógrafo, Hoffmann, raramente veíamos a ninguno de ellos (después de Stalingrado las dos secretarias más mayores compartían comida con Hitler, las más jóvenes la cena y una era invitada siempre al té de después de media noche)"

"Mis colegas me dijeron que en los primeros años él hablaba incesantemente sobre el pasado y el futuro, pero desde Stalingrado, bien, no recuerdo muchos monólogos. Todos tratábamos de distraerle, hablándole de películas, o cotilleos, cualquier cosa que le hiciera dejar de pensar en la guerra. Amaba los cotilleos. Esto formaba parte de de su otro lado, que era básicamente el único que vimos.

Y recuerda el primer dictado que tomó de él, el test que iba a decidir su futuro, en la "Wolfsschanze", su cuartel general de la Prusia Oriental, en Diciembre de 1942. "Más tarde me dí cuenta de cuan terrible fue esa época para él, justo después de Stalingrado. Pero tú no lo hubieras sospechado: la única cosa que parecía tener en mente era confortarme y tranquilizarme." Hitler odiaba el calor, dice. "Sus cuarteles de trabajo se mantenían a 11 grados e, imagina, hizo traer un calentador para mí". Tres años más tarde, en el búnker de Berlín, horas antes del suicidio de Hitler, tuvo una experiencia similar. "¿Cómo estás, querida? Me preguntó. ¿Descansaste un poco? Quiero dictarte.¿Piensas que estás lista?" Se dio cuenta de lo que quería dictarle sólo cuando dijo el titulo: "Mi testamento".

Su voz cuando dictaba -siempre directa a la máquina, dice ella- era normalmente tranquila, pero, a veces, cuando trabajaba sobre discursos, de repente podía volverse ronca y sus gestos ampliamente estudiados."Ocurría de repente, y estaba claramente actuando, interpretando, ensayando". Esta actuación incluía el uso de palabras desagradables que nunca usaba en privado. "Sus discursos tenían todas esas palabras [sobre los judíos y los eslavos] y ahora sé que una se habituó a ellas, no las oía realmente, las bloqueaba. Y un instante después, podía estar tranquilo otra vez, con aire docente, con sus gafas de hierro."

Ha estado convencida durante años de que el genocidio de poblaciones enteras así como de los judíos, estuvo en su mente desde el principio. Pero a ella le desconcierta incluso hoy, cómo pudo ser que esos discursos dictados, órdenes y memorias de sus ayudantes, contínuamente revisados mientras él hablaba y, obviamente, conteniendo sus ideas y planes, no revelaron, ni a ella ni a sus tres colegas, la esencia fatal de la orden, ese segundo hombre. "Teniendo que estar disponibles para él día y noche y al mismo tiempo compartiendo mucha de su vida privada, comidas y ocio, nosotras también, ahora lo sé, llevabamos una existencia dual", dice. "Pero eso nunca nos ocurrió en ese momento y, aisladas de las experiencias de los otros alemanes, aceptamos como normal nuestra no sólo privilegiada, sino también anormal, vida."

¿Era ella consciente de su impulsividad? "La biografía de Kershaw me ha recordado cuán asistemático era todo, sus decisiones políticas y militares, su vida, realmente. Juntando lo que este libro ahora nos muestra y lo que yo probablemnte sentí en mis huesos entonces pero que sólo comprendo conscientemente ahora, lo esencial sobre Hitler probablemente fue que su mente y sus acciones no estaban regidas por la razón, sino por la emoción. Nunca hasta ahora entendí cómo él, quién supuestamente tanto amaba a los alemanes, estaba preparado para sacrificarlos tan sangrientamente al final. Nunca he entendido el efecto que causaba en todos nosotros, incluyendo los generales. Fue algo más que carisma, ya sabes. A veces, cuando se iba a algún sitio sin nosotros, en el momento que se marchaba, era casi como si el aire a nuestro alrededor se hiciera insuficiente. Algún elemento esencial se perdía: electricidad, incluso oxígeno, la conciencia de estar vivo. Había un… un vacío.

"Lo que fue decisivo, tal vez, desde el principio, creo, era -diferente, ahorá lo sé, incluso a otros dictadores- que no tenía ningún amigo; no hubo nadie a quien él pudiera, o de hecho quisiera, pedir consejo, o quien se hubiera atrevido a cuestionar sus decisiones. Speer fue, principalmente, el único por el que sintió alguna emoción, al único que escuchó y con quién ralmente pudo hablar, pero no sobre política. Goebbels podía haber desempeñado ese otro papel, excepto que -nosotros lo sabemos, aunque Goebbels nunca lo supo- Hitler no sintió nada por él; él fue, en cierto modo, un intelectual. Suena absurdo, pero creo que le intimidaba. Por supuesto, Goebbels hubiera hecho cualquier cosa por él y al final él, su esposa y sus seis niños, murieron por él."

En los útlimos días en el búnker, se sintieron como autómatas: "No teníamos ya sentimientos normales; no pensabamos en nada salvo en la muerte. Hitler y Eva, cuando morirían, cuando los seis hijos de Goebbels serían muertos, cuándo y cómo moriríamos nosotros."

Todas las sensaciones de rango se habían ido: "Pregunté a Magda Goebbels, quien parecía un fantasma, si no había algo que pudiera ser hecho para sacar a los niños. Y me contestó que prefería la muerte para sus hijos a que vivieran en la desgracia de la Alemania que quedaría". Cuando, dos horas antes de que Hitler se matara a sí mismo, se encontró sola con él en la sala de conferencias, esperando ejecutar su último deseo, ella sintió intensamente que este era el momento de la verdad.

"Pensé que ahora yo sería la primera persona en el mundo en saber por qué todo esto había pasado. Él diría algo que lo explicaría todo, que nos enseñaría algo, nos dejaría con algo. Pero entonces, mientras dictaba, Dios mío, esa larga lista de ministros que él grotescamente acordó para suceder a su gobierno, pensé -sí, entonces pensé- cuán indigno era todo. Sólo las mismas frases, en el mismo tono tranquilo, y luego, al final de todo, esas terribles palabras sobre los judíos. Después de toda la desesperación, de todo el sufrimiento, ni una palabra de pena, de compasión. Recuerdo pensar: nos ha dejado sin nada. Nada"
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Saludos.

cmartinezheredia
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Mensaje por cmartinezheredia » Mar Oct 11, 2005 3:28 am

¿Esta es la que narra la pelicula de "El Hundimiento?
Gran pelicula por cierto

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Eckart
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Mensaje por Eckart » Mar Oct 11, 2005 5:31 am

Sí, ella es.

Saludos.

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