El Himmler desconocido

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Lehto
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El Himmler desconocido

Mensaje por Lehto » Sab Oct 08, 2005 8:08 am

El insigne Curzio Malaparte en su libro Kaputt describe el siguiente encuentro que tuvo con Himmler cuando éste visitó Finlandia (no he podido dejar de carcajearme a mandíbula batiente):

“El general Dietl alzó el brazo.
-Heil Hitler –gritó con voz fuerte.
-Heil Hitler –respondieron aquellos hombres desnudos, alzando penosamente un brazo armado con una rama de abedul. Era el látigo para la fustigación, la más característica ceremonia de la sauna, su rito más sagrado. Pero hasta el gesto de aquellos brazos armados era blando e inerme.

Advertí, sentado en el banco inferior, entre aquellos hombres desnudos, a un individuo a quien creí reconocer. El sudor inundaba su cara de salientes pómulos y en la que los ojos miopes brillaban sin lentes, con una luz blanquecina y muelle, semejante a la de los ojos de un pez. Tenía la frente alta, en actitud de orgullosa insolencia, echando de vez en cuando la cabeza hacia atrás. Y al hacer aquel brusco movimiento, le salían chorritos de sudor de los ojos, de las narices, de las orejas, como si tuviese la cabeza llena de agua. Tenía las manos apoyadas sobre las rodillas en una actitud de colegial castigado. Y entre los antebrazos sobresalía, entre arrugas, la hinchazón de un pequeño vientre sonrosado, con un ombligo de extraño relieve, que resaltaba en la superficie tierna y rosada como un capullo de rosa. Era un ombligo de niño en un vientre de viejo.

Nunca había visto un vientre tan desnudo, tan sonrosado y tierno. Sentí ganas de pincharlo con un tenedor. Gruesas gotas de sudor procedentes del pecho corrían por la piel del tierno vientrecillo, reuniéndose en el pubis como el rocío en una mata.

Aquel hombre daba la impresión de licuarse ante nuestros ojos, tanto era que sudaba. Llegué a temer que al capo de pocos instantes no quedara de él sino una bolsa de piel flácida, ya que hasta los huesos parecían írsele ablandando, como si se le deshicieran, tornándose gelatinosos. Aquel individuo evocaba a un sorbete en un horno. Un simple amén y no quedaría más vestigio de su persona que un charco de sudor en el suelo.

Le reconocí en seguida, cuando el bañista en cuestión se puso de pie al gritar Dietl su Heil Hitler! Era el hombre del ascensor, ¡era Himmler!

Permanecía levantado ante nosotros (con sus pies planos cuyos dedos miraban hacia arriba) y los brazos cortos colgándole a lo largo de las caderas. El sudor caía como un surtidor sobre la punta de los dedos. Hasta el pubis surgía un chorrito de agua, de tal modo que Himmler parecía la estatua del Mannekenpis de Bruselas. Alrededor de los blancos pechos tenía dos pequeñas aureolas de vello rubio, y de los pezones manaba el sudor como si fuera leche.

Al apoyarse en la pared para no caer al resbaladizo y mojado suelo, se volvió, mostrando las dos nalgas salientes y redondas, que tenían marcados, como un tatuaje, los surcos de la madera del banco. Finalmente consiguió recuperar el equilibrio y, volviéndose, alzó el brazo y abrió la boca, pero el sudor, al deslizarse por su rostro, le impidió contestar el Heil Hitler! correspondiente.

Al observar su gesto, los demás bañistas lo interpretaron como señal para el comienzo de la fustigación. Y alzando las ramas empezaron a azotarse mutuamente. Luego, de común acuerdo, dirigieron los latigazos a los hombros, a la espalda y a las nalgas de Himmler, con una violencia que fue poco a poco en aumento.

Las ramas de abedul dejaban sobre aquella carne blanda las huelas blancas de las hojas, que inmediatamente se volvían rojas, para desaparecer luego. Una agitada selva de hojas de abedul aparecía y volvía a aparecer sobre la piel de Himmler. Los hombres desnudos levantaban y dejaban caer sus ramas con rabiosa violencia. Himmler intentó evadirse al principio, tapándose la cara con los brazos, sin dejar de reír; pero era la suya una risa forzada, que revelaba rabia y miedo al mismo tiempo. Luego, cuando las ramas bajaron a azotarle las caderas, empezó a volverse de un lado a otro, cubriéndose el vientre con los codos, doblándose sobre las puntas de los pies y escondiendo el cuello entre los hombros, sin cesar su risa bajo los latigazos, una risa histérica, como si sufriese más por las cosquillas que por los azotes. Finalmente Himmler vio la puerta de la sauna abierta detrás de nosotros y, extendiendo los brazos para hacerse paso, cruzó la puerta, y, perseguido por sus apaleadores que no le abandonaban, huyó corriendo hacia el río y se tiro al agua”

Saludos Francis :wink:

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Francis Currey
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Mensaje por Francis Currey » Sab Oct 08, 2005 8:30 am

Excelente artículo amigo Letho. Otro aspecto poco conocido sobre Himmler es que fue portada de Time en dos ocasiones:

24 de Abril de 1939

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11 de Octubre de 1943

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Hiroo Onoda
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Mensaje por Hiroo Onoda » Lun May 22, 2006 10:32 pm

Falta una: 12 Feb 1945

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Un saludo

Hiroo

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