28 de septiembre de 1938

¿Qué pasaría si…?

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28 de septiembre de 1938

Mensaje por José Luis » Jue May 11, 2006 9:56 pm

¡Hola a todos!

Primero la historia, luego el "What If?".

El general Franz Halder, que era segundo del general Beck en el Estado Mayor General (EMG), ocupó la jefatura del EMG tras la dimisión de Beck (que lo había recomendado para sucederle) a finales de agosto de 1938. Durante esas críticas fechas de agosto y septiembre de 1938 las demandas de Hitler sobre Checoslovaquia estaban provocando una crisis diplomática europea cuya única salida sólo parecía apuntar a la guerra. Dentro de Alemania un grupo de militares, políticos y civiles comenzó a preparar un golpe de estado, y el general Halder iba a convertirse en el eje central (aunque no fundamental) de esa conspiración.

Entre el 4 y el 15 de septiembre de 1938 se sucedieron una serie de encuentros secretos entre los conspiradores donde se gestaron los planes de actuación para el caso de que Hitler, como todo hacía prever, ordenara finalmente el ataque sobre Checoslovaquia. A partir del 15 de septiembre comenzaron a desarrollarse los planes del golpe, y el 27 de septiembre todo estaba listo para ejecutar el golpe de estado; sólo se esperaba la consigna de Halder.

La primera reunión se produjo entre el antiguo ministro de economía de Hitler, Hjalmar Schacht, y Halder. Schacht, desde la perspectiva económica, advirtió a Halder de las catastróficas consecuencias que sufriría Alemania en caso de una guerra contra las potencias occidentales, y, con la aprobación del también presente teniente coronel Oster (del Abwehr), preparó una entrevista a Halder con el Dr. Gisevius.

La razón de acercar a Gisevius al grupo tenía que ver con la actuación de la policía en el caso de llevarse a cabo el putsch. Gisevius era consejero (Regierungsrat) en el Ministerio del Interior, y entre 1933 y 1936 había trabajado con la Gestapo en el Ministerio de Interior Prusiano, en el Ministerio de Interior del Reich, en el cuartel general de la Policía Criminal del Reich y, hasta marzo de 1937, en el estado mayor del Regierungspräsident de Münster para temas de control de precios. Estaba igualmente bien relacionado con el Abwehr, y a través de Oster se preparó un encuentro en el apartamento de Halder de Berlín-Zehlendorf, encuentro que tuvo lugar poco después de la conversación entre Halder y Schacht.

En la entrevista Halder-Gisevius el primero dejó meridianamente claro su antagonismo hacia Hitler, a quien tachó de sanguijuela y criminal, pero expresó sus dudas acerca de la capacidad de convencer a sus camaradas generales de la determinación de Hitler de desencadenar una guerra, pues, según Halder, los generales creían que Hitler estaba simplemente lanzando un farol con su conducción política en la cuestión checa. Halder no estaba seguro de hasta qué punto las potencias occidentales harían la guerra contra Alemania, aunque había muchas probabilidades de que esto fuera así, si Alemania tomaba por la fuerza Checoslovaquia. En su opinión había que esperar, pues, al estallido de la guerra para actuar contra Hitler. A Gisevius le pareció que Halder –pedante, demasiado precavido aunque muy inteligente- no era de fiar. Halder no tenía muy clara la idea de Gisevius, que quería atacar al régimen nazi por criminal, acusaciones que encontrarían su base en la naturaleza criminal de la Gestapo, las SS y los campos de concentración. Ante esas instituciones no se necesitaba, en su opinión, ninguna justificación especial para atacar al régimen. Con respecto al juramento de lealtad que los militares habían prestado a Hitler como Comandante Supremo, la cuestión quedaba resuelta simulando el golpe no contra Hitler, sino contra el Partido y sus organizaciones. Halder dudaba; no estaba seguro de que la Wehrmacht no fuera posteriormente acusada de vulnerar la ley, cuando se le suponía todo lo contrario. Gisevius le garantizó que nada más ocupar el cuartel general de la Gestapo cuando se iniciara el golpe, hallarían pruebas de sobra de los crímenes de Heydrich, Himmler y Göring, pruebas que bastarían para justificar la legalidad del putsch. Pero Halder, a estas alturas, todavía no estaba dispuesto a usar el ejército contra el régimen nazi. Según el informe de Gisevius, Halder pensaba en colocar una bomba en el tren de Hitler, y que este acto fuese presentado más tarde como un ataque aéreo enemigo. Lo que buscaba era no relacionar a la Wehrmacht con el asesinato de Hitler.

Aunque Gisevius no salió muy satisfecho de su encuentro con Halder, éste dio instrucciones a Oster al día siguiente para que cooperara con Gisevius en la preparación del golpe de estado. Pero la actitud posterior de Halder, que no quería ejecutar el golpe de estado hasta el último momento, llevó a Schacht, Gisevius y Oster a desconfiar del verdadero compromiso de Halder con el golpe, y, en consecuencia, se dedicaron a buscar a un jefe militar capaz de actuar decididamente en el caso de que Halder, al final, se echara atrás. Oster no tuvo dudas en la elección; se dirigió al que había sido su antiguo superior inmediato, el general von Witzleben, que ahora era el comandante en jefe del III Distrito Militar (III Cuerpo de Ejército, con cuartel general en el nº 144 Hohenzollerndamm, Berlín). Cuando Oster y Gisevius preguntaron a Witzleben si estaba dispuesto a sumarse a un golpe de estado, éste respondió afirmativamente bajo varias condiciones. Primero quería tener la seguridad de que la invasión de Checoslovaquia provocaría una guerra con Francia y Gran Bretaña (pensaba en Austria), pues no quería oponerse a Hitler si éste conseguía otra victoria incruenta en Checoslovaquia. Nadie mejor que Schacht podía responder a Witzleben, por lo que se preparó un encuentro al que Witzleben asistió acompañado del mayor general Walter Graf von Brockdorff-Ahlefeldt, comandante de la 23ª División (Potsdam). En la reunión también estuvo presente Gisevius. El encuentro tuvo lugar en alguna fecha comprendida entre el 4 y el 14 de septiembre, y hubo un rápido acuerdo entre Schacht y los dos generales. Schacht estaba convencido de la intervención de las potencias occidentales si Hitler invadía Checoslovaquia, por lo que los generales acordaron hacer todo lo posible para evitar esa guerra. Witzleben dio su palabra de que actuaría, aun si fuera necesario sin el acuerdo de Halder.

A partir de aquí, Brockdorff se encargaría de planificar las medidas militares, y Gisevius de la utilización de la policía de Berlín y la neutralización de la policía y las SS en el resto del país. Nebe, el director de la Oficina de la Policía Criminal del Reich, y Oster les proporcionarían el material necesario. Gisevius, con la disculpa dada por Witzleben a su edecán de que iba a arreglar unos papales familiares, ocupó la oficina de Witzleben en el cuartel general del Distrito como centro de operaciones. Entre sus primeras tareas buscó hacerse con la colaboración de Fritz-Dietlof Graf von der Schulenburg, vicepresidente de la policía de Berlín. Schulenberg, que había ingresado en el NSDAP en 1933, se había convertido paulatinamente en un anti-nazi convencido, fundamentalmente a raíz del affaire von Fritsch. Así que de simpatizante nazi pasó a contactar con miembros de la oposición al régimen, como Cäsar von Hofacker, Graf von Üxküll, Yorck von Wartenburg, Berthold Graf Stauffenberg y Ulrich Wilhelm Graf Schwerin von Schwanenfeld. Y también tenía contactos con Albrecht von Kessel, el enlace de von Weizsäcker con el grupo conspirador de Halder-Witzleben y con Hans Oster y Friedrich Wilhelm Heinz.

Pero tener a Schulenberg no era suficiente sin la participación de su jefe, Wolf Heinrich Graf von Helldorff. Helldorff fue ganado para la causa unos días después, y tanto él como Schulenberg aseguraron a Gisevius que la policía de Berlín permanecería, en el peor de los casos, neutral.

Sin embargo, hubo polémica entre los conspiradores acerca de lo que se debía hacer con Hitler. Gisevius opinaba que, al principio del golpe, debía declararse a Hitler de cara al público como mal asesorado por sus colaboradores nazis, y luego asesinarlo. Para él, el tiranicidio era una necesidad moral. Halder se oponía al asesinato, aunque no a la eliminación de Hitler; cuestión formal: prefería no arrestar a Hitler y que éste fuese eliminado de tal manera que jamás se pudiera involucrar al ejército, y para no dar pie al nacimiento del mito de Hitler. Prefería su antigua idea de explosionar el tren de Hitler y echar la culpa a un bombardeo enemigo, aunque eso significaba tener que esperar al estallido de la guerra. Beck, el antiguo jefe del EMG, creía que era mejor arrestar a Hitler y llevarlo a juicio público para que todo el pueblo alemán pudiera enterarse de sus crímenes, evitando de esta forma el renacimiento del mito de la “puñalada por la espalda”. Oster deseaba arrestar a Hitler y declararlo loco mediante el concurso de un panel de médicos a cuya cabeza estaría el cuñado de Hans von Dohnanyi, el psiquiatra profesor Karl Bonhoeffer. Dohnanyi, jurista, llevaba desde 1933 reuniendo pruebas para un juicio contra Hitler. El mayor Friedrich Wilhelm Heinz, ex comandante Stahlhelm, era el representante del grupo de oficiales más jóvenes que quería pura y simplemente asesinar a Hitler.

Sobre el 20 de septiembre de 1938 se celebró una reunión en la casa de Oster a la que asistieron Heinz, Witzleben y Goerdeler, entre otros conspiradores. Witzleben declaró su intención de dirigirse a la Cancillería del Reich, rodeado de oficiales de su cuartel general y buscar con la ayuda de una escolta de oficiales leales a Hitler para pedirle su dimisión. Al mismo tiempo, las unidades del III Cuerpo de Ejército, previamente alertadas, ocuparían Berlín y se anticiparían a sofocar cualquier intento de resistencia de las SS. Witzleben, con el apoyo de Goerdeler, insistió en arrestar a Hitler, pero Heinz advirtió que eso era una ingenuidad y él tomaría medidas más drásticas. Al final Oster y Witzleben acordaron comisionar a Heinz para formar un grupo de escolta para Witzleben de unos veinte a treinta oficiales jóvenes, pero Heinz también incluiría trabajadores y estudiantes anti-Hitler. Entre los líderes de la escolta formada por Heinz estaba el teniente Hans-Albrecht Herzner, quien más tarde, durante la campaña polaca, dirigiría el “comando” Abwehr cuya misión sería capturar el Paso Jablunka y mantenerlo para permitir el avance de las tropas alemanas. También se encontraba Wolfgang Knaak, del Abwehr, que moriría durante un ataque aéreo sobre el puente del río Duna en 1941.

Cuando el 26 de septiembre el gobierno británico declaró a la prensa que si, a pesar de las satisfacción de las demandas originales sobre Checoslovaquia, Hitler comenzaba una guerra, Francia cumpliría con las obligaciones de su alianza con Checoslovaquia, y Gran Bretaña y Rusia le prestarían su apoyo, en ese momento los conspiradores ya tenían lo que tanto tiempo llevaban esperando. A las 13.20 del 27 de septiembre de 1938, Jodl escribió en su diario: “El Führer aprueba el movimiento en vanguardia de la primera ola de ataque para que pueda estar en sus áreas de reunión el 30.9”; diez minutos más tarde escribió: “Cúrsese telefónicamente al general Halder”. Esa noche Hitler aprobó la movilización de “cinco divisiones activas en el Oeste (26ª, 34ª, 36ª, 33ª y 35ª) y las 14 divisiones Landwehr”. El anuncio de movilización general fue previsto para las 2 p.m. del 28 de septiembre.

En esa misma noche del 27 de septiembre Oster se hizo con una copia de la respuesta que Hitler había dado por la tarde a Chamberlain, escrita por Weizsäcker, y que era un rechazo de la propuesta del premier británico. Al día siguiente, de mañana, Gisevius entregó la copia a Witzleben en su cuartel general; Witzleben se fue con ella al cuartel general de Halder en el Tirpitzufer y se la mostró como “prueba” de la decisión de Hitler de ir a la guerra. Halder se fue con el documento a Brauchitsch, y salió afirmando haber convencido al comandante en jefe del ejército de que era el momento de entrar en acción. La escolta de Witzleben estaba preparada para asaltar la Cancillería, cuya doble puerta tras los centinelas se había encargado de dejar abierta Kordt, el asistente de Schulenburg.

Pero en la misma tarde del 28 de septiembre llegaron las noticias de la convocatoria hecha por Mussolini para una conferencia al día siguiente en Munich a la que asistirían Daladier y Chamberlain. El resultado político de esa conferencia es conocido. El golpe de estado se canceló.

Fuente:
Peter Hoffmann
The History of the German Resistance 1933-1945 [McGill-Queen's University Press, 3ª Edición (September 1996)]
Capítulo 7: Halder’s Plan

El "What If?": ¿qué curso creéis que seguirían los acontecimientos en el caso de llevarse a cabo este coup d'état?

Saludos cordiales
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beltzo
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Mensaje por beltzo » Jue May 11, 2006 10:51 pm

Hola a Todos:

El principal problema que veo, no ya para que el golpe triunfe, sino para que se pueda llevar a cabo es la actitud de Inglaterra y Francia, Hitler entra en Checoslovaquia sin dispara ni un tiro, de nuevo ha conseguido sus objetivos sin quebrar la paz, ¿como hubiesen podido los conjurados justificar su actuación cuando todo el pueblo alemán incluidos los propios conjurados están de acuerdo con la integración de los sudetes a Alemania?, la diferencia entre los conjurados y Hitler se halla en los medios para conseguirlo, no en los fines.

Goerdeler encabezó un encuentro con Robert Vansittard secretario permanente del Foreign Office, allí expresó que las democracias debían mostrarse firmes con la politica hitleriana y no plegarse a la más mínima de sus exigencias. Después le dice que una vez derribado Hitler sería conveniente que a fin de que el nuevo gobierno alemán obtenga crédito ante su pueblo, las democracias deben aceptar la incorporación de los sudetes al Reich. Los ingleses lo rechazan de plano y ahí es a mi juicio donde se pierde una de las grandes oportunidades de que el golpe pueda seguir adelante. Cuando se produce el Pacto de Munich, las últimas opciones se evaporan definitivamente.

Con esos antecedentes no veo la manera de que el golpe pueda seguir adelante.

Saludos
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maximus

Mensaje por maximus » Vie May 12, 2006 5:56 pm

Ante todo, agradecer los detalles sobre la conspiración de los generales alemanes en la crisis de los Sudetes, aunque al final no me ha quedado claro esto:
Sobre el 20 de septiembre de 1938 se celebró una reunión en la casa de Oster a la que asistieron Heinz, Witzleben y Goerdeler, entre otros conspiradores. Witzleben declaró su intención de dirigirse a la Cancillería del Reich, rodeado de oficiales de su cuartel general y buscar con la ayuda de una escolta de oficiales leales a Hitler para pedirle su dimisión. Al mismo tiempo, las unidades del III Cuerpo de Ejército, previamente alertadas, ocuparían Berlín y se anticiparían a sofocar cualquier intento de resistencia de las SS. Witzleben, con el apoyo de Goerdeler, insistió en arrestar a Hitler, pero Heinz advirtió que eso era una ingenuidad y él tomaría medidas más drásticas. Al final Oster y Witzleben acordaron comisionar a Heinz para formar un grupo de escolta para Witzleben de unos veinte a treinta oficiales jóvenes
¿Debo entender que finalmente se aceptó que Hitler fuera arrestado y no eliminado físicamente?

De todas formas, la eliminación de un dictador no siempre supone el triunfo del golpe dado contra él. En ocasiones, si el dictador es capturado, aún puede recuperar el poder al ser liberado (pensemos en el golpe contra el presidente Chaves en Venezuela). Incluso si es asesinado, las fuerzas que lo apoyan pueden recobrarse, como pasó en el caso de Trujillo.

Creo que para juzgar si el golpe hubiera tenido éxito habría que considerar, por un lado, si Hitler iba a ser liquidado o no, y, en todo caso, considerar la fuerza que a finales de 1938 tenían las fuerzas paramilitares nazis para oponerse a los golpistas, sin olvidar que había numerosos líderes del Ejército, como Reichenau, que eran nazis ellos mismos. Y esto, como la reacción de las fuerzas armadas españolas el 18 de julio de 1936 es muy difícil de juzgar.
Goerdeler encabezó un encuentro con Robert Vansittard secretario permanente del Foreign Office, allí expresó que las democracias debían mostrarse firmes con la politica hitleriana y no plegarse a la más mínima de sus exigencias. Después le dice que una vez derribado Hitler sería conveniente que a fin de que el nuevo gobierno alemán obtenga crédito ante su pueblo, las democracias deben aceptar la incorporación de los sudetes al Reich. Los ingleses lo rechazan de plano y ahí es a mi juicio donde se pierde una de las grandes oportunidades de que el golpe pueda seguir adelante. Cuando se produce el Pacto de Munich, las últimas opciones se evaporan definitivamente.
La actitud de Goerdeler en 1938, tal como recuerda beltzo, no era muy diferente a la disparatada que aún mantuvo en 1944, de eliminar a Hitler, pero manteniendo su política imperialista.

En general, considero que Hitler supo apoyarse en el revanchismo alemán conservador, del que Goerdeler formaba parte. De ahí que un golpe contra él probablemente no hubiera contado con muchos apoyos aunque hubiese tenido éxito inicialmente.

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Mensaje por José Luis » Vie May 12, 2006 7:51 pm

¡Buenos días a todos!

¡Hola, Maximus!

1) Tu pregunta. El destino final que pretendían dar a Hitler los conspiradores nunca estuvo claro desde el punto de vista conjunto, pues ya he explicado más arriba que había diferentes ideas, según los grupos de conspiradores. Pero lo más probable, de llevarse a cabo el asalto de Witzleben a la Cancillería, es que Heinz, como así tenía planeado, asesinase a Hitler invariablemente, bien si la situación se terciaba, bien buscando cualquier pretexto. Y como Heinz había formado y aleccionado a la escolta, no tengo dudas de que ese sería el destino final de Hitler. En mi opinión, Heinz era el que tenía una visión más real de la situación (junto con Gisevius), pues sabía que arrestando a Hitler no se solucionaría el gran problema. Mientras Hitler estuviese con vida, el golpe de estado estaría bailando siempre en la cuerda floja.

2) Goerdeler, y aquí aprovecho la respuesta de Beltzo, fue realmente un caso excepcional entre los integrantes de la resistencia alemana. Había dimitido como alcalde de Leipzig retirándose el 1 de abril de 1937. A partir de entonces dedicó todos sus esfuerzos a evitar la guerra, buscando inicialmente el apoyo financiero de los industriales del sur de Alemania y oponentes al régimen encabezados por Robert Bosch.

De ellos obtuvo la financiación necesaria para poder viajar al extranjero, gira que comenzó en junio de 1937 y que le llevó a Bélgica, Inglaterra, de vuelta a Berlín, luego a Holanda, Francia, Canadá y Estados Unidos. En marzo y abril de 1938 viajó nuevamente a Francia e Inglaterra, y a finales de verano y otoño a Suiza, Italia, Yugoslavia, Rumania y Bulgaria. Y en 1939 visitó Francia, Argelia, Egipto, Palestina, Siria, Turquía, regresando a Alemania a través de Suiza. En todos esos viajes el objetivo central de Goerdeler era mostrar la amenaza que la Alemania nazi suponía para Occidente. Habló en París con Daladier y Reynaud, en Londres con el gobernador del Banco de Inglaterra, Montagu Norman; con el Secretario de Estado de Asuntos Exteriores, Anthony Eden; con el Subsecretario Permanente de Estado en la Oficina de Exteriores, Sir Robert Vansittart; y con otras personalidades, incluidas Lord Halifax y Winston Churchill. En Estados Unidos conversó con Cordell Hull, Secretario de Estado; Sumner Welles, Subsecretario de Estado; y otros prohombres como Herbert Hoover, Henry Lewis Stimson y Henry Morgenthau Jr.

Vansittart tenía a Goerdeler por el oponente más genuino de entre los llamados resistentes al régimen nazi en Alemania, y como un hombre de honestidad intachable. En abril de 1938 Goerdeler, hablando con Vansittart, pidió la cesión de los Sudetes a Alemania y también urgió del gobierno británico que adoptara una política consistente y clara con respecto a las ansias conquistadoras de territorio de Hitler. Peter Hoffmann dice que, de esta forma, Goerdeler estaba trabajando involuntariamente contra los esfuerzos de la resistencia alemana, dando pie a una desconfianza mayor del gobierno británico (y el francés) sobre la “otra Alemania”. Los británicos tuvieron la impresión que Goerdeler estaba avanzando las ideas de los círculos principales de la oposición alemana, no las suyas propias. La petición de la cesión de los Sudetes ponía de manifiesto la debilidad de la posición de la oposición alemana, pues en opinión de ingleses y franceses si había que ceder los Sudetes a Alemania no encontraban razón para hacerlo a esa “otra Alemania” y no al gobierno de Hitler. El embajador británico en Berlín contribuyó enormemente a que esas ideas se fortalecieran en Londres. Y, por otra parte, Vansittart respondió a Goerdeler que lo que le estaba proponiendo era una traición, pues el gobierno británico no podía negociar y comunicarse con el gobierno alemán en base a un reconocimiento mutuo, y al mismo tiempo trabajar en secreto para ayudar a derrocarlo.

Pero independientemente del entramado político y del delicado mundo de la diplomacia, los británicos tenían razones más que sobradas para conocer con seguridad lo que Hitler estaba tramando, esto es la guerra. Uno se puede perder entre la cantidad de viajes que los grupos de conspiradores organizaron a Londres durante la primavera y verano de 1938, y otras reuniones mantenidas en Alemania y Suiza. En todas ellas se intentó obtener del gobierno británico una respuesta inequívoca de que si Hitler invadía Checoslovaquia, Gran Bretaña se pondría al lado de Francia (que estaba obligada por tratado de 1924 con Checoslovaquia) en guerra contra Alemania. Precisamente, el 16 de agosto de 1938, pocos días antes de dimitir, Ludwig Beck le encomendó a uno de los hermanos Kordt (ahora no recuerdo cuál de ellos dos) que viajaba a Londres, que si traía de vuelta una prueba segura de que GB entraría en guerra si Hitler invadía Checoslovaquia, él daba su palabra de honor de acabar con el régimen nazi.

Como es natural, el gobierno británico nunca se expresó tan rotundamente en esos términos, prefiriendo esperar hasta el final. Si bien es cierto que Henderson aseguró a Ribbentrop, cuando se celebraba la reunión anual del NSDAP en septiembre, que el gobierno británico iría a la guerra si Hitler pretendía solucionar por la fuerza la cuestión checa.

Por otra parte, tras la visita que Goerdeler cursó a Vansittart en abril de 1938, el de Exteriores preparó un informe increíblemente preciso (Goerdeler) sobre la debilidad del gobierno de Hitler, el fracaso del Plan Cuatrienal, la escasez de materias primas, la grave situación económica y el deseo de paz de los militares alemanes, y remitió ese informe a Chamberlain por conducto reglamentario. Pero cuando el informe pasó por las manos de Eden, Secretario de Estado de Exteriores, éste lo eliminó y no le dio curso. Chamberlain jamás lo recibió, y siguió con su política de compromiso, reforzada por el informe de los jefes del Estado Mayor británico que aseguraban que en esos momentos Gran Bretaña no estaba preparada para emprender una guerra contra Alemania (los militares británicos tenían entonces una valoración que sobreestimaba el poderío alemán; eran más reales las apreciaciones de Vansittart).

Mírese como se mire, parece que el Destino se empeñó en esa época en trabajar a favor de Hitler. Pero lo cierto, es que independientemente de la ambigüedad franco-británica con el asunto checo, si no llega a terciar la propuesta de Mussolini, Witzleben -un militar a la vieja usanza que no empeñaba su palabra en vano- con toda probabilidad habría asaltado la Cancillería, y sólo el Destino sabe qué hubiera podido ocurrir allí.

Quiero recordar finalmente que Goerdeler no sólo trabajó incansablemente por conseguir los objetivos que tratamos en este topic, sino también ayudando a los judíos. A este respecto, por mediación de Vansittart, el industrial británico A. P. Young, que tenía negocios y contactos con Robert Bosch, se reunió con Goerdeler el 6 y el 7 de agosto de 1938 en Rauschen Dune, donde se trató especialmente de cuestiones sobre la persecución criminal de los judíos en Alemania. Ambos hombres se encontrarían nuevamente el 6 y 7 de noviembre de ese mismo año en Suiza. Estos encuentros y lo que en ellos se trató están en The “X” Documents, A. P. Young ed., Londres, 1974, páginas 45-49 y 59, citado en David Bankier ed., Probing the Depths of German Antisemitism: German Society and the Persecution of the Jews, 1933-1941 (Berghahn Books, 2000), página 468, un interesante libro que me permito recomendar.

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Mensaje por V.Manstein » Vie May 12, 2006 8:03 pm

El problema de lo de Munich es que el antinazismo de Halder no era principalmente de orden moral al estilo de Gordeler o incluso Beck, era simple pragmatismo. Esto estaba en la mente del mismo Gordeler, Trott y demás conspiradores que presionaron a Gran Bretaña para que tomara efectivamente una posición más intransigente con Adolfo a fin de conseguir llevar adelante el golpe. Todo podría haber sido diferente de haber llevado Churchill las riendas de dicha negociación y las decisiones ejecutivas al respecto, pero todos sabemos donde estaba Churchill en esos momentos en el panorama político británico. Posteriormente Ulrich von Hassel y otros intentaron recuperar a Halder para la causa, pero es evidente que las razones pragmáticas que le movían perdieron vigencia ante un Hitler victorioso en el plano militar y político. Se dice incluso que Halder se echó a llorar como un niño ante su propias contradicciones en una entrevista con Gordeler. El mismo Neville Henderson escribió a Halifax que buscando la paz habían salvado a Hitler y por tanto conseguido compactar aún más los sombríos nubarrones de la guerra.
De pensar un what if al respecto solo se me ocurre plantear qué posibilidades había de que los militares implicados se hubierna adelantado al bochornoso pacto de Munich.
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Mensaje por maximus » Vie May 12, 2006 11:46 pm

Tengo una duda. En las Memorias de Churchill se menciona este fragmento de los interrogatorios de Nüremberg al general keitel:

"¿Hubiera el Reich atacado a Checoslovaquia, de haber respaldado las potencias occidentales a Praga?"
KEITEL: "Ciertamente no. No teníamos suficiente fuerza militar. El objeto del acuerdo de Munich consistía en separar a Rusia del resto de Europa, ganar tiempo y completar los armamentos alemanes"

¿Los conspiradores sabían esto, que si Francia y GB se ponían duros todo acabaría en un bluff y que por tanto Alemania no se exponía realmente a un desastre?

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Mensaje por José Luis » Sab May 13, 2006 12:31 am

Maximus, tienes que tener en cuenta en qué circunstancias declaró Keitel (se jugaba el cuello) y quién era y qué papel jugaba. Hitler lo ninguneaba por completo.

Pero precisamente, el farol (en lo de Checoslovaquia) era algo que estaba muy extendido entre los militares que no tenían conocimiento de lo que verdaderamente estaba cocinando Hitler. Pero quienes estaban en posición de conocer la verdad (altos jefes como Beck, Halder, Brauchitsch, o políticos como Ribbentrop, Weizäcker, Schacht) no tenían duda alguna de que Hitler quería invadir militarmente Checoslovaquia. Relee los textos que escribí sobre Jodl.

Es más, Munich para Hitler fue siempre (así lo confirmó en repetidas ocasiones) una esquirla en su zapato. Cuando fue lo de Polonia se aseguró de que ningún político le estropeara sus planes.

Dejando todo esto al margen, no hay que olvidar jamás que Hitler durante la crisis checa jugó mejor sus cartas que los aliados. Él sabía, o al menos tenía información suficiente para creerlo, que ni Francia ni GB irían a la guerra por Checoslovaquia, y por ello jugó fuerte hasta el final. Si Mussolini no sale con lo de la conferencia del 29/9 yo no tengo duda alguna (si al conjeturar se acepta semejante afirmación) de que Hitler ordenaría la ejecución del Plan Verde el 30 de septiembre de 1938. Y después, pues eso, ¿quién sabe lo que pasaría? ¿Habrían actuado ya los conspiradores el 28 de septiembre? ¿Habría tenido éxito el golpe? ¿Habría una guerra civil en Alemania? ¿O sucedería algo parecido a lo que años más tarde pasó con lo de Stauffenberg?

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Mensaje por beltzo » Sab May 13, 2006 1:54 am

Hola de nuevo:

A Hitler le cabreó mucho el pacto de Munich, quería toda Checoslovaquia y no solo los sudetes, aunque personalmente pienso que el pacto le beneficio.

En un comentario realizado por el almirante Canaris a propósito de una reunión que tuvo con Halder para tratar el asunto del golpe dijo que lo único que parecía preocupar realmente al general era no arrugar las franjas rojas de su pantalón de uniforme. Lo que sugiere que no tenía mucha confianza en poder contar con él en el momento decisivo.

Yo no tengo dudas de que de si Francia e Inglaterra declaran la guerra a Alemania por la cuestión checa, el golpe hubiera seguido adelante y si se elimina a Hitler desde un principio hubiese triunfado de forma absoluta e incruenta.

Saludos
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Mensaje por Hans Joachim Marseille » Sab May 13, 2006 3:50 am

Saludos, sobrevivientes todos!

En mi opinión, el golpe de Estado hubiese seguido cierta parte de su curso de no haber mediado el anuncio del Pacto de Munich. Pero yo dividiría las consecuencias de acuerdo a los siguientes escenarios:

ESCENARIO 1

No hay anuncio. Hitler ya despachó la orden para invadir Checoslovaquia. Witzleben entra a la Cancillería con su escolta, somete a Hitler y a los presentes. Hitler está vivo. Efectivamente, las fuerzas del Wehrkreis III toman Berlín.

Pero, ¿qué hubiese sucedido en el resto del país? Los comandantes de los otros distritos militares no estaban alertados de este plan, y reaccionarían inmediatamente sitiando Berlín y obligando a los rebeldes a entregarse y liberar al Führer.

ESCENARIO 2

No hay anuncio. Hitler NO despachó orden alguna. Witzleben toma la Cancillería. El III Cuerpo toma Berlín.

De por sí, si no ha habido orden de guerra, ¿cuál sería la excusa de los conspiradores? Sería desacreditado por los estados extranjeros, pues, después de todo, Hitler era un gobernante electo democráticamente (como bien dijo un compañero, ved lo sucedido con Chávez en Venezuela).

ESCENARIO 3

Hay anuncio. Hitler despachó la orden. Witzleben entra a la Cancillería con su escolta, somete a Hitler y a los presentes. Hitler está vivo. Efectivamente, las fuerzas del Wehrkreis III toman Berlín.

Sucedería algo análogo a lo puesto en los otros dos escenarios, con el añadido de que la culpa de la invasión se la achacarían a los conspiradores (puesto que, a primera vista, las naciones extranjeras no tendrían pruebas para culpar a Hitler de la orden de guerra).

Al menos, es lo que se me ocurre.

Nos vemos en el aire!
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Mensaje por David L » Dom May 14, 2006 5:53 am

No hay que olvidar que Alemania pasó una primera prueba de fuego con la ocupación de la Renania que le dio una confianza, o mejor dicho, comprobó hasta donde estaban dispuestas a llegar GB Y Francia, éstas mostraron a Hitler sus cartas: no querían entrar en guerra por territorios que en realidad estaban ocupados por mayoría alemana. Es muy grave lo que pasó en 1936, yo diría que fue más peligroso que la reclamación de los Sudetes en 1938, con la invasión renana violaron descaradamente el Tratado de Versalles y nadie movió un dedo, creo que éso los militares alemanes lo tenían en cuenta a la hora de involucrarse en un golpe de estado, faltó decisión porque faltaba confianza, Hitler había ganado su primera mano muy sobrado, ¿porqué no iba a ser igual ahora?


Un saludo.
Os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra... elegisteis el deshonor y tendréis la guerra.

Winston Churchill a Chamberlain.

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José Luis
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Mensaje por José Luis » Lun Nov 27, 2006 6:06 pm

¡Hola a todos!
Hans Joachim Marseille escribió: Pero, ¿qué hubiese sucedido en el resto del país? Los comandantes de los otros distritos militares no estaban alertados de este plan, y reaccionarían inmediatamente sitiando Berlín y obligando a los rebeldes a entregarse y liberar al Führer.
Mi buen amigo Hans, lamento haberme olvidado por completo de este topic, pero ahora te voy a dar mi opinión a tu pregunta. Al margen, espero que tu nueva vida de abogado discurra con éxito.

¿Qué sucedería en los otros distritos militares si Witzleben hubiera asaltado finalmente la Cancillería, deteniendo o matando a Hitler?

En opinión de Halder, no habría problemas, pues estaba seguro de contar con el apoyo de los comandantes de cuerpo y grupo de ejércitos del sudeste y oeste de Alemania. El coronel general von Bock estaba al mando del Octavo Ejército en el Bayerischer Wald, el coronel general von Rundstedt con el Segundo Ejército en Silesia, y en el oeste se encontraba el general Adam como comandante en jefe del 2 Grupo de Ejército con cuartel general en Frankfurt, grupo que incluía al Primer Ejército, que estaba bajo el mando del ex jefe de EMG, coronel general Ludwig Beck. Halder aseguró que contaba con el apoyo de todos ellos (Beck y Adam, por descontado).

Por otra parte, también se contaba con el 50º Regimiento de Infantería de Landsberg al mando del mayor general von Hase, quien ya había querido actuar en febrero de ese año cuando lo del affair Fritsch.

Por todo ello, considero que, de haberse iniciado el golpe de estado con el asalto de Witzleben, el grueso del Heer apoyaría a Halder, o mejor dicho, lo que era igual finalmente, a su comandante en jefe, el general Brauchitsch.

Sinceramente, jamás hubo una oportunidad mejor para la historia de los conspiradores pasados y futuros que la del 28 de septiembre de 1938.

Saludos cordiales
José Luis
"Dioses, no me juzguéis como un dios
sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)

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