Saludos a todos amigos.
En palabras del historiador
Stephen E. Ambrose la Muralla del Atlántico debe contemplarse como uno de los grandes errores cometidos a lo largo de la historia militar, donde su paralelismo con la línea Maginot es obvio, pero tampoco se debe incidir con énfasis en ello, debido a que la Wehrmacht rodeó la Línea Maginot en 1940 sin atravesarla directamente y resulta imposible saber si podrían haber penetrado por ella.
El principal problema para los alemanes era que el campo de batalla estaba aislado, y el dominio del aire por parte de los aliados dificultó sino imposibilitó que los alemanes fuesen capaces de lanzar sus hombres, tanques y cañones hasta el escenario de la acción, sobre todo en los primeros días donde las cotas de penetración resultaron escasas, en ningún sitio superó los diez km (Juno), y en Omaha alcanzó apenas dos, pero por todos lados los aliados consiguieron superar la Muralla del Atlántico.
Sus posiciones estáticas mediante fortines, búnkers, sistemas de trincheras, comunicaciones, sus emplazamientos para la artillería pesada fueron barridos, los alemanes tardaron cuatro años en construir la Muralla del Atlántico, invirtieron miles de toneladas de hormigón, reforzado con centenares de miles de barras de acero. Habían cavado cientos de kilómetros de trincheras, colocaron miles de minas y extendido miles de km de alambre de espino. Habían eregido decenas de miles de obstáculos en las playas. Fue una auténtica proeza de construcción dada la multiplicidad de recursos y frentes que Alemania debía mantener y aprovisionar y absorbió un gran porcentaje de materias primas de Alemania, su mano de obra y capacidad de construcción en Europa Occidental.
Es cierto lo comentado por el moderador Schwerpunkt al intentar defenderlo todo, lo único que consiguieron fue anular su capacidad de defensa. Su estructura de mando fue un estorbo más que una ayuda. La idea de Rommel de detener la invasión en la playa contra la defendida por Rundstedt de contraatacar en el interior, frente al compromiso de Hitler con ambos, impidió una utilización correcta de sus activos. Hitler en vez de conceder el mando táctico de la batalla a Rommel durante la esperada invasión le ordenó que inspeccionara la Muralla del Atlántico y que después le informara, Rommel se pasó dos semanas del mes de diciembre de inspección, viajando desde el mar del Norte hasta los Pirineos y quedó desolado, deduciendo de su anterior experiencia en el Norte de África, Rommel tenía claro que el control aliado del aire haría imposible transportar los refuerzos alemanes hasta la zona de la batalla, según Rommel la única posibilidad residía en las playas dondeal inicio del desembarco la posición de los aliados sería más débil y vulnerable. Rommel había predicho que los aliados iniciarían su invasión mediante bombardeos aéreos, navales y aerotransportados seguidos de desembarcos en las playas, y no importaba cuantas minas instalara creía que las defensas fijas únicamente podrían resistir el asalto, pero no acabar con él; para ello, sería necesario un rápido contraataque mediante divisiones de infantería y tanques para detener la invasión del día D. Es decir, movilidad de las tropas hacia cerca de la costa.
Rundstedt estaba en desacuerdo en esta cuestión crítica, prefería dejar avanzar a los aliados, librar la batalla decisiva en el interior de Francia, lejos del poder de destrucción de las flotas británica y americana. Este acuerdo fundamental acaparó grandes deliberaciones en el Alto Mando Alemán incluso después del día D. Rundstedt y Rommel eran generales de mentalidad ofensiva y ahora estaban en el lado que se defendía y esta posición nunca fue del agrado de los generales alemanes, aunque puede afirmarse que técnicamente tuvieron pericia en la defensa (como el Ejército Rojo puede atestiguar). En el plano estratégico, puede afirmarse que los alemanes no supieron aprender la lección que el ER les enseñó, si hubieran estudiado detalladamente la estrategia seguida por el ER que indicaba que una defensa flexible puede resistir la presión y permitir contraatacar cuando el atacante ha desplegado completamente sus tropas, habrían llegado a la conclusión de que ésa era la que mejor se adaptaba a las condiciones de la Segunda Guerra Mundial. No obstante, pese a sus desacuerdos ambos generales se llevaron bien, y en cualquier caso ambos coincidían en que el ataque se iba a producir a través del paso de Calais.
Según el historiador
Richard Overy la eleción de Rommel fue en parte por motivos políticos ya que Hitler quería ejercer una vigilancia estrecha sobre los preparativos defensivos y vio en su relación con Rommel el medio de pasar por encima del comandante en jefe en París. Entre enero y junio de 1944 el número de divisiones en toda Francia y los Países Bajos se aumentó a 58, se formaron varias divisiones nuevas con hombres más jóvenes y mejor armamento, para añadir capacidad ofensiva a las defensas. Una división de elite, la 3ª paracaidistas, fue enviada a reforzar el ejército del oeste, generosamente pertrechada y con todos sus efectivos, 17.000 hombres, pero el grueso de las nuevas divisiones, entre ellas las unidades acorazadas no estaban al completo, tanto en soldados como en carros de combate. El grueso de las divisiones se disponía en formaciones estáticas, apostadas en búnkeres y nidos de resistencia que dibujaban una defensa en cordón a lo largo de la costa, y como el principal fallo alemán fue la nula capacidad de sus servicios de inteligencia de determinar dónde sería el desembarco, Rommel se vio obligado a extender sus fuerzas por todo el norte de Francia, en una dispersión similar a la que los ingleses hacían en el Norte de África cuando Rommel utilizaba sus blindados a la carrera. En junio, el 7º ejército tenía 14 divisiones, seis de ellas estáticas; en la zona donde se esperaba la principal arremetida de la invasión había 20 divisiones, 14 de ellas estáticas. No había reservas dignas de mención.
El comandante en jefe del Oeste, Von Rundsted estaba convencido de que el caparazón exterior sería perforado con facilidad, hiciera lo que hiciera Rommel, y deploraba la idea de dispersar las fuerzas alemanas en una “sopa aguada” a lo largo de la costa, el general Geyr von Schwseppenburg le apoyó enérgicamente, ambos hombes querían amortigual la invasión inicial y luego contraatacar con una poderosa reserva móvil que destruyera la cabeza de playa enemiga, en un terreno más propicio para la guerra de blindados. Temían que las divisiones acorazadas, apostadas de forma irregular en la costa, fuesen borradas del mapa por los cañones de los barcos y aviación aliada.
Lógicamente ahora con el paso del tiempo podemos ver que la opción de Rommel falló, aunque tampoco podemos saber si la estrategia de Rundsted hubiera salido bien, Rommel sabía que el momento más débil de los aliados sería en el momento de pisar la arena y la movilidad de las tropas sería cuestionable por los bombardeos y la resistencia francesa que hacían el movimiento en tren peligroso, sabía que los aliados tendrían superioridad aérea pero después de luchar en el norte de África sin cobertura aérea eficaz durante meses estaba dispuesto a arriesgarse en Francia.
Finalmente se adoptó una solución algo intermedia y se creó una reserva móvil bajo el mando de Von Schweppenburg de 4 divisiones bajo su control directo. Las demás se situaron en intervalos en la costa o cerca de ella; sólo una, la 21ª acorazada se destinó al frente de Normandía, a la vez que cuatro se disperaron por el sur de Francia. La decisión de Hitler hizo que una defensa frágil resultase todavía más debil: las divisiones móviles de la reserva no eran suficientes para surtir el efecto devastador que Rundsted quería y muchas de ellas se encontraban demasiado lejos de la costa para luchar contra los aliados al llegar a las playas.
El fracaso alemán tuvo muchas causas. La marina alemana fue barrida por el abrumador poderío naval aliado. Las torpederas y los submarinos alemanes infligieron sólo daños leves a la inmensa armada que llenaba el canal: se perdieron tres barcos pequeños que navegaban formando un convoy y una docena de barcos de guerra de poco calado; y de los 43 submarinos que se enviaron a atacar a la fuerza naval invasora, 12 tuvieron que volver a su base con desperfectos y 18 fueron hundidos (Ruge, “Invasion of Normandy”, pp. 336 y 342-343). Su aviación corrió pareja suerte, gracias al desgaste tremendo que sufrió la aviación alemana en su propia patria intentando contrarrestar los bombardeos estratégicos su participación en la batalla de invasión fue insignificante. El 6 de junio, la 3ª flota aérea, destacada en el norte de Francia, sólo pudo reunir 170 aviones para enfrentarlos a los más de doce mil aparatos aliados; entre ellos, cinco mil seiscientos cazas.
La supremacía aérea aliada resultó ser un factor clave para establecer y conservar las posiciones, que al principio eran poco profundas. Las defensas alemanas resultaron no ser tan tremendas como se temía, los obstáculos en las playas se removieron en cuestión de horas, gracias a los cuidadosos preparativos y a los vuelos de reconocimiento de los aliado, y el elemento sorpresa bastó para que los aliados pudieran desembarcar antes de que los alemanes pudieran enviar rápidamente refuerzos suficientes al frente, y la intención alemana de construir una segunda línea defensiva, unos cinco kilómetros tierra adentro no llegó a realizarse. Las grandes esperanzas depositadas en la Muralla del Atlántico nunca se hicieron realidad. No obstante, Rommel tuvo 34 divisiones bajo su mando para hacer frente a las cinco divisiones británicas y estadounidenses en Normandía. El buen comienzo de la operación aliada se debió en gran parte, a la respuesta confusa y vacilante del enemigo, que a su vez era debida al engaño del FUSAG que continuó engañando al alto mando alemán durante bastante tiempo después de la invasión.
Cuando le comunicaron a Hitler los primeros movimientos siguió pensando que eran maniobras de distracción de la invasión principal en Calais, hasta bien entrada la tarde del día 6 no se permitió a Rommel tomar fuerzas de la reserva para oponer resistencia a los desembarcos, demasiado tarde para impedir que las tropas británicas y canadienses se atrincheraran y además bajo un incesante ataque aéreo, pero quedó completamente descartado sacar el 15 ejército de Calais para socorrer a las tropas de Normandía.
No haber enviado fuerzas antes fue la perdición de Rommel, fue en ese momento cuando el margen de éxito aliado fue pequeño. Una semana más tarde Montgomery le dijo al mariscal de campo Brooke que, a pesar de las ventajas de los Aliados, era muy posible que sus fuerzas hubieran sido derrotadas de haber podido Rommel lanzar fuertes ataques – a partir del mediodía - contra las fuerzas que se encontraban en las playas, donde comprensiblemente había confusión y caos organizativo.
Como bien dice Mark, se abren interrogantes ya que la victoria en Francia aunque fue total no estuvo determinada en absoluto de antemano. El equilibrio tecnológico estuvo, en el mejor de los casos igualado, aunque los carros de combate pesados alemanes, los Panther y los Tiger sobrepasaban en potencia de fuego a los del enemigo. Hasta bien entrado junio, el 7º ejército y el grupo acorazado de Von Schweppenburg fueron numéricamente superiores a las fuerzas invasoras y poseían una densidad de fuego mucho mayor que las propias tropas alemanas que luchaban en el frente oriental. Además las fuerzas alemanas tenían en general más experiencia en el campo de batalla que las aliadas y mostraron disposición a la lucha a cuerpo a couerpo sin la ayuda de aviación ni artillería. No fue un paseo y los combates fueron duros de verdad. Hubo momentos en que la invasión pudo torcerse e ir muy mal. Si, en alguna etapa de las primeras cuatro o cinco semanas, las 20 divisiones del 15 ejército alemán hubieran sido enviadas a Normandía, el equilibrio hubiese sido muy diferente. El Día D el tiempo no era ideal, pero si Eisenhower hubiera decidido, esperar el siguiente breve período en que la luna y las corrientes fuesen favorables, es muy posible que la gran tempestad se hubiera tragado a los invasores, ya que coincidió exactamente con el siguiente bloque de fecha favorables, del 19 al 21 de junio.
¡ Grácias a los dioses de la guerra”, escribió Eisenhower en el informe meteorológico sobre la tempestad, “fuimos cuando fuimos”. (
Butcher, Three years with Eisenhower, p. 510).
La victoria dependió de muchos factores; la prodigiosa organización del abastecimiento por mar y aire, la planificación meticulosa, las sólidas virtudes de la administración civil, pero tras analizar la bibliografía que dispongo creo que dos factores sobresalen por encima de los demás: la primera es el valor incalculable del poderío aéro que tuvo para los aliados en todos los campos de la guerra: el avituallameinto, el reconocimiento, el apoyo en el campo de batalla y el bombardeo de las líneas de abastecimiento y las comunicaciones del enemigo. La aviación dio a los Aliados una potencia de ataque que la artillería por sí sola no podría otorgar. Un comandante alemán calculó que el 50 % de sus pérdidas fue causado por los bombardeos aéreos, las tropas alemanas sufrieron por esos ataques, se desmoralizaron e impedieron tomar iniciativa alguna y dictaron las tácticas alemanas en primera línea.
El segundo factor fue el engaño. No cabe duda de que las fuerzas alemanas habrían continuado dispersas aunque hubieran sabido algo más sobre el plan de Normandía; pero la esmerada preparación del engaño del FUSAG y la excepcional buena suerte durante meses de ansiosos subterfugios, evitaron que el plan Overlord llegara a conocimiento del enemigo, y aseguraron que el equilibrio de fuerzas que en potencia eran favorable a los defensores estuviese igualado. La incertidumbre obligó a los comandnates alemanes a hacer exactamente lo contrario de lo que se les había enseñado: diluir sus fuerzas en vez de concentrarlas.
Creo que la victoria aliada tiene un nombre: Eisenhower, sus virtudes son conocidas por todos, su capacidad de organización, logística, política, liderazgo, pero como pequeña broma decir que un factor clave fue su aguante para soportar al grupo de generales aliados más cascarrabias y egocéntricos que ha podido dar la historia militar.
Saludos desde Benidorm.
Fuentes: El Día D. Stephen Ambrose. Richard Overy, ¿Por qué ganaron los aliados?, y A. Murray "La guerra que había que ganar".