¿Fue Polonia culpable?

Acontecimientos políticos, económicos y militares relevantes entre noviembre de 1918 y septiembre de 1939

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¿Fue Polonia culpable?

Mensaje por José Luis » Mar Sep 08, 2009 4:18 pm

¡Hola a todos!

En primer lugar quiero subrayar que me hubiera gustado dar a este hilo el título completo del artículo de Anna M. Cienciala [El Pacto Nazi-Soviético de 23 de agosto de 1939: ¿Cuándo decidió Stalin alinearse con Hitler, y fue Polonia la Culpable?], que voy a traducir para el foro, pero como podeís comprender su enunciado sobrepasa los límites de la extensión permitida para el encabezado.

¿Por qué traducir este artículo? Porque, en lo que yo sé, no ha sido publicado en español y porque considero que será de gran interés y utilidad para los compañeros devotos de este periodo tan atractivo y polémico de la diplomacia europea. Quizás sería conveniente, para quienes todavía no lo hayan hecho, leer previamente un tema que abrí en este mismo subforo sobre el fracaso de las negociaciones políticas y militares anglo-franco-soviéticas de agosto de 1939 para concluir una triple alianza contra Alemania: http://forosegundaguerra.com/viewtopic.php?f=59&t=9438 . En él ya menciono, entre la bibliografía sobre el tema, a Anna Cienciala, sobre la que podéis ver su perfil académico en: http://www.history.ku.edu/faculty/cienciala/index.shtml , y de quien tenéis muchas de sus conferencias y charlas en:
http://web.ku.edu/~eceurope/hist557/

En su artículo, Cienciala expone primeramente la historiografía existente para pasar luego a definir su tesis (que Stalin siempre prefirió un pacto con Hitler, que se sirvió de las negociaciones con las potencias occidentales para presionar a Hitler hacia ese pacto y que Polonia no jugó ningún papel relevante en la decisión de Stalin para la firma del Pacto de No-Agresión Nazi-Soviético de 23 de agosto de 1939) y acto seguido a demostrarla. Tened presente que Cienciala (1929) nació en Danzig (Gdansk) y que en el año 2000 fue distinguida por su obra académica sobre la historia polaca por el Instituto de Historia de la Universidad de Gdansk y por la ciudad de Gdansk. Tened presente igualmente que es una académica muy reputada (su último trabajo ya lo he mencionado en el foro en un hilo sobre Katyn), y que yo no tomo posiciones a favor o en contra de sus tesis al abrir este hilo, sino que sólo me mueve el darlas a conocer a quienes las desconocen.

Ahora dos cosas más antes de comenzar. La referencia de su artículo: Anna M. Cienciala, “The Nazi-Soviet Pact of August 23, 1939: When did Stalin Decide to Align with Hitler, and Was Poland the Culprit?”, en M. B. B. Biskupski (Ed.), Ideology, Politics and Diplomacy in East Central Europe (University of Rochester Press, 2003), pp. 147-226.

Como veis, son muchas páginas (casi 80) para traducir, aunque voy a hacerlo sin prisas, con entregas diarias, y esperando rematar en dos o tres semanas a lo sumo. Sólo voy a hacer un cambio con respecto a cómo está presentado el artículo en inglés. En el libro las notas son muy abundantes y muy extensas, y van a pie de página (no al final en un capítulo de notas), por lo que he decidido presentar primeramente el artículo exclusivamente con la numeración de las notas, para una vez acabado, presentar el contenido de todas las notas según su numeración.

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Mensaje por José Luis » Mar Sep 08, 2009 4:33 pm

The Nazi-Soviet Pact of August 23, 1939: When did Stalin Decide to Align with Hitler, and Was Poland the Culprit?
El Pacto Nazi-Soviético de 23 de agosto de 1939: ¿Cuándo decidió Stalin alinearse con Hitler, y fue Polonia la Culpable?
Anna M. Cienciala

La razón oficial dada por el gobierno soviético por el fracaso de las negociaciones anglo-franco-soviéticas para una alianza política y militar a finales de agosto de 1939, fue el rechazo de Polonia y Rumania de permitir el paso de tropas soviéticas por sus territorios en el caso de un ataque alemán sobre esos territorios. Los historiadores soviéticos mantuvieron esa opinión, especialmente culpando a Polonia, pero también acusando a las potencias occidentales de planear poner a Alemania contra la URSS, y afirmando que esta situación no dio a Stalin otra opción que concluir un pacto con Hitler (1). Aunque copias en microfilm del protocolo secreto del Pacto de No-Agresión Nazi-Soviético de 23 de agosto de 1939 fueron halladas en Alemania occidental al final de la guerra, y fueron publicadas en el Oeste, las autoridades y los historiadores soviéticos negaron constantemente la existencia del protocolo, como lo hizo el comisario de asuntos exteriores, Vyacheslav M. Molotov, que lo firmó (2). Sin embargo, está claro que altos funcionarios soviéticos sabían que los originales alemanes y rusos se conservaban en sobres precintados en los Archivos Presidenciales del Kremlin, donde fueron oficialmente “descubiertos” en octubre de 1992. Con anterioridad, fueron halladas y verificadas copias en los archivos , como se admitió públicamente a finales de diciembre de 1989 (3).

El animado debate que tuvo lugar entre los historiadores rusos en 1989 sobre el pacto, y continuado en obras rusas publicadas en los años inmediatamente posteriores, mostró dos escuelas de pensamiento: una cercana a la antigua interpretación oficial, defendiendo la política de Stalin, mientras que la segunda la condenó junto con otros aspectos del stalinismo. El debate de 1989 comenzó antes del reconocimiento oficial de la existencia de las copias y después los originales del protocolo secreto, aunque una selección de documentos alemanes y soviéticos publicada ese año impelía el reconocimiento. No obstante, muchos historiadores rusos todavía creen que el apaciguamiento occidental de Alemania, y la necesidad soviética de ganar tiempo, no dejó a Stalin otra opción más que el pacto con Hitler para garantizar la seguridad del país (4).

La política del gobierno polaco, vendida por la historiografía soviética como el factor decisivo en el fracaso de las negociaciones militares soviético-occidentales en agosto de 1939, fue vista de la misma forma por algunos participantes occidentales. Así, en las memorias de Sir Robert Strang (entonces secretario ayudante para asuntos exteriores y jefe del Departamento Central de la Oficina de Exteriores, que asistió al embajador británico en Moscú, Sir William Seeds, desde mediados de junio a principios de agosto de 1939), el rechazo de Varsovia a la petición soviética del paso del Ejército Rojo a través de Polonia se presentó como el factor decisivo en la ruptura de las negociaciones (5). También fue ésta la opinión del capitán francés (más tarde general) André Beaufre, un miembro del contingente francés en la misión militar anglo-francesa en Moscú (6). Fue enviado a Varsovia para ayudar a persuadir al gobierno polaco que aceptara la petición soviética; años más tarde, todavía creía que la negativa polaca condujo a la ruptura de las negociaciones. No obstante, dos participantes clave británicos que estaban en Moscú en la época, pensaban de otra forma. El general T. G. Heywood, jefe de la sección del ejército de la delegación militar británica, creía que Francia y Gran Bretaña nunca tuvieron una oportunidad porque los rusos habían estado jugando con ambos bandos para conseguir el precio más alto, y el embajador británico, Sir William Seeds, llegó a acusar a Molotv de mala fe en su cara (7). Sin embargo, los historiadores occidentales generalmente se alinearon con Strang y Beaufre. Un cuarto de siglo después de las negociaciones de Moscú, el historiador británico, A. J. P. Taylor, defensor del apaciguamiento británico, condenó la política exterior polaca por ser irrazonable y por pretender el status de gran potencia, mientras acreditó a la URSS con la intención de atacar a Alemania en caso de guerra. Culpó a las potencias occidentales y a Polonia por el fracaso de las negociaciones con Moscú, y sostuvo que el pacto nazi-soviético no fue ni una alianza ni una partición de Polonia (8). Aunque las opiniones de Taylor fueron más extremas que la mayoría, los historiadores occidentales estuvieron de acuerdo en general en que los polacos fueron parcial o en gran medida culpables por el fracaso de las negociaciones anglo-franco-soviéticas y, de esta forma, por la conclusión del Pacto de No-Agresión Nazi-Soviético.

Como ya se ha mencionado, en 1989, en el cincuenta aniversario del estallido de la IIGM, se escribió mucho sobre el pacto en Rusia, pero prevalecieron las interpretaciones positivas de la política de Stalin. No hubo un debate así en el Oeste; en realidad, la gran mayoría de las publicaciones históricas occidentales ni siquiera lo discutieron. Los historiadores y escritores británicos que lo hicieron, generalmente estuvieron de acuerdo en que Stalin no tenía otra opción que alinearse con Hitler, y que castigó a Polonia por su rechazo a aceptar tropas soviéticas dentro de su territorio. Así, dos periodistas-historiadores, Anthony Reed y David Fisher, citaron con aprobación al periodista-historiador William Shirer al efecto de que la “capacidad de auto-destrucción” polaca había sido responsable de la partición de Polonia a finales del siglo dieciocho, y que los polacos fueron culpables de “obstinada ceguera” al rechazar considerar las demandas soviéticas para el paso del Ejército Rojo en agosto de 1939. A esto añadieron los dos autores su propio comentario despreciativo: “Como los tres cerditos, los polacos todavía jugueteaban en su casa de paja mientras el gran lobo feroz ya estaba resoplando afuera” (9).

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Mensaje por José Luis » Mar Sep 08, 2009 5:40 pm

A un nivel académico, el destacado historiador alemán de las relaciones germano-soviéticas en 1938-39, Ingeborg Fleischhauer, sustentó que el rechazo polaco para permitir el paso de tropas soviéticas eliminó la opción de Moscú de una alianza con las potencias occidentales. No obstante, algunos historiadores alemanes discreparon. Percibieron el objetivo de Stalin bien como la expansión del comunismo después de una extenuante guerra europea en la que la URSS sería neutral, o como la expansión territorial soviética, o una combinación de ambas (10).

Tras la publicación en 1990-1992 de los documentos diplomáticos soviéticos para 1939, (11) la mayoría de los historiadores occidentales se ciñó a sus opiniones previas. Así, el historiador británico Geoffrey Roberts concluyó que, aunque un acuerdo con la Alemania nazi siempre fue una opción para Stalin, “hasta la ruptura final de las negociaciones militares con Gran Bretaña y Francia no fueron invitados los alemanes a cruzar el umbral”. Expresó que esto fue un acto de desesperación por parte de Stalin, y refrendó también la opinión de Taylor del pacto nazi-soviético (12). Otro historiador británico, Jonathan Haslam, había concluido antes (1984) que:

Confrontado con la falta de voluntad evidente de la Entente para proporcionar garantías inmediatas, concretas y sin fisuras para la seguridad soviética en Europa, y menos en Asia..........se dejó a los rusos con poca alternativa excepto un acuerdo con Alemania creando un condominio en Europa Oriental. Sin embargo, el pacto nazi-soviético fue incuestionablemente la segunda mejor solución (13).

Haslam creía que Stalin mantuvo sus opciones abiertas hasta que estuvo claro que la delegación militar anglo-francesa no estaba preparada para garantizar las demandas soviéticas. No obstante, en 1994, concluyó que Stalin había optado por Hitler ya cuando la destitución de Maxim M. Litvinov del puesto de comisario de asuntos exteriores a principios de mayo de 1939. Esta opinión es compartida por algunos historiadores rusos, por ejemplo, Lev I. Ginzberg (14). Fleischhauer mantiene, sin embargo, que Stalin se decidió finalmente el 21 de agosto, cuando estaba claro que las delegaciones británica y francesa no tenían respuesta que dar al paso de tropas soviéticas por Polonia y Rumania. Un historiador americano, Teddy Uldricks, rechaza todas las teorías existentes en favor de la simple explicación de que Stalin era un realista y buscaba seguridad dondequiera que pudiera encontrarla, una opinión compartida por Gabriel Gorodetsky (15). Según el historiador canadiense Michael Jabara Carlay [el Ministro de Exteriores Józef] “Beck fue la bete noire de casi todos en Europa” y “....Litvinov lo consideraba como un proxeneta nazi” [sic]. Finalmente, Carlay escribe: “La oposición polaca a la seguridad colectiva y la connivencia polaca con la Alemania nazi irritaron inmensamente a los diplomáticos soviéticos y franceses y condujeron finalmente a la desaparición de Polonia” (16). En cuanto a los polacos, la mayoría siempre ha creído -como lo hizo el gobierno polaco en agosto de 1939- que Stalin quería permanecer fuera de la guerra, prefería un trato con Hitler, y traicionó deliberadamente a Francia y Gran Bretaña. Ésta también fue la opinión de los historiadores polacos exiliados, compartida por sus colegas en Polonia cuando pudieron escribir libremente sobre el asunto tras el colapso del comunismo en 1989 (17). No obstante, con la excepción de algunos académicos alemanes, Gerhard L. Weinberg, el prominente historiador americano de la política exterior nazi, y Donald Cameron Watt, el primer historiador diplomático británico de este periodo, la mayoría de los historiadores occidentales todavía ven el pacto nazi-soviético como la única, o al menos la lógica, elección para Stalin (18). La mayoría de los historiadores también considera la demanda para el paso del Ejército Rojo a través de Polonia como natural, y ve el rechazo polaco bien como decisivo para la ruptura de las negociaciones militares franco-británicas con la URSS, o al menos como un importante factor que contribuyó. En contraste con lo de arriba, el objetivo de este artículo es demostrar que la mayor parte de la evidencia disponible indica que Stalin siempre prefirió un pacto con Alemania, y que usó las negociaciones con las potencias occidentales para presionar a Hitler a un acuerdo con la URSS. Finalmente, también mostrará que Polonia no jugó ningún papel importante en la decisión de Stalin para firmar el pacto de no-agresión con la Alemania nazi.

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Mensaje por José Luis » Mié Sep 09, 2009 9:09 am

Por supuesto, es verdad que los polacos desconfiaban de la Unión Soviética. Esto no era sorprendente, dado el papel de Rusia en las particiones de Polonia, y luego su política opresora sobre su parte de tierras polacas (19). Después de la IGM, el intento de Lenin de destruir el renacido estado polaco fue frustrado por el mariscal Józef Pilsudski en la Batalla del Vístula a mediados de agosto de 1920. Esta derrota dolió profundamente a los rusos, junto con el gran resentimiento por la pérdida de Ucrania occidental y Bielorrusia occidental en favor de Polonia en el Tratado de Riga (18 de marzo de 1921) (20). En cuanto a los polacos, desconfiaban de sus grandes vecinos y condujeron su política exterior en consecuencia. En vista de las reclamaciones alemanas sobre los territorios occidentales polacos y las bien conocidas, aunque mudas, reclamaciones soviéticas sobre Polonia oriental, el principio cardinal de la política exterior polaca de entreguerras fue “equilibrio” o no-alineamiento con ninguna potencia vecina, pero manteniendo el equilibrio entre ellas. Esta política fue reforzada por una alianza con Francia para asegurar la ayuda de la última en caso de guerra con Alemania, y una alianza defensiva con Rumania en caso de guerra con la URSS. La política de equilibrio se caracterizó por el Tratado de No-Agresión Polaco-Soviético (1932) y la Declaración de No-Agresión con Alemania (1934, por diez años), tras la cual el tratado polaco-soviético fue ampliado por diez años (21). No obstante, debido a la política de Hitler de cortejar a Varsovia, las relaciones polacas fueron más amistosas con Berlín que con Moscú desde 1934 hasta marzo de 1939. El acuerdo con Berlín reconocía las alianzas existentes de Polonia, es decir, con Francia y Rumania. De esta forma, el equilibrio era una política polaca bien conocida, que fue reiterada a Moscú varias veces en el curso de la fatídica primavera y verano de 1939 (22).

La desconfianza de Polonia de la URSS era compartida por los pueblos europeos que habían estado sometidos a Rusia en el pasado; es decir: Finlandia, Estonia, Latvia, Lituania, y también por Rumania, cuya posesión de Besarabia nunca fue reconocida por la URSS. También desconfiaba de la Unión Soviética la mayoría de los estadistas europeos occidentales, que vieron sus opiniones confirmadas por las declaraciones y comunicados oficiales soviéticas, especialmente el discurso de Stalin al 18º Congreso del Partido el 10 de marzo. Entonces declaró la disposición soviética para ayudar a las víctimas de agresión, pero también acusó a Francia y Gran Bretaña de poner a Alemania contra la URSS, y dijo que la Unión Soviética no sacaría las castañas del fuego por otras potencias (23).

Dos días después de la destrucción de Hitler del estado checoslovaco (15 de marzo de 1939), y con rumores volando de una amenaza alemana a Rumania, los británicos inquirieron si Moscú declararía su disposición para ayudar a Rumania en caso de agresión. El gobierno soviético, por vuelta, propuso una conferencia en Bucarest para consultas conjuntas (24). Esto fue rechazado por el gobierno británico, que propuso, el 21 de marzo, una declaración sobre consultas en caso de una amenaza de una agresión más a Francia, la URSS, Polonia y Rumania. El gobierno polaco rehusó firmar porque, como afirmó el ministro de exteriores polaco, la firma de Polonia junto con la de la URSS provocaría un ataque alemán sobre ella. Sin embargo, los motivos reales fueron la desconfianza de Moscú y el objetivo de mantener la puerta abierta a un acuerdo de compromiso sobre la cuestión de Danzig-Corredor con Alemania, que sería compatible con la seguridad e independencia de Polonia. En vez de firmar la declaración, Beck propuso un acuerdo anglo-polaco secreto sobre consultas, que los británicos aceptaron. Esto llevó a la conclusión de un acuerdo provisional sobre asistencia mutua, firmado el 16 de abril, durante la visita de Beck a Gran Bretaña. Beck explicó la cuestión polaca al Primer Ministro Neville Chamberlain diciendo que los polacos no tenían ninguna confianza en la Rusia soviética. Sobre la base de su experiencia, no veían ninguna diferencia entre el imperialismo soviético y zarista, pero en frente de la amenaza alemana creían aconsejable que, como mínimo, debía ser asegurada la neutralidad de Rusia. No creían que Rusia se uniría honestamente a los aliados de Polonia, pero no se opondrían a los esfuerzos británicos y franceses para alcanzar un entendimiento con Moscú. Beck añadió que, como en el caso de las negociaciones para la alianza franco-soviética (1935), el gobierno polaco insistiría que ningún tratado concluido por sus aliados occidentales sin su participación podía imponer obligación alguna sobre Polonia. Pero también declaró que los polacos darían la bienvenida a cualquier acuerdo aliado con los soviéticos, que permitirían el tránsito de suministros militares y la entrega de materias primas a Polonia (25).

La actitud polaca hacia la URSS estaba basada, no sólo en recuerdos del pasado y esperanzas de una resolución pacífica de la disputa con Alemania, sino también en ciertas suposiciones clave, algunas de las cuales eran compartidas por observadores no polacos. Así, desde el punto de vista de Varsovia, una alianza germano-soviética era vista como de lo más improbable por razones ideológicas, que era, incidentalmente, también la opinión que prevalecía en el Oeste. Además, desde el punto de vista militar, los polacos no esperaban que la URSS participase en ninguna acción ofensiva contra Alemania porque el cuerpo de oficiales soviético había sido decapitado por la purga de 1937, una opinión compartida por los Estados Mayores Generales francés y británico. Finalmente, los polacos creían que una partición germano-soviética de Polonia sería inaceptable para los soviéticos, porque ello traería al formidable ejército y fuerza aérea alemanes mucho más cerca de Moscú, planteando así una amenaza mortal para la seguridad soviética, una opinión compartida por muchos observadores occidentales, aunque algunos contemplaban una posibilidad así. Por tanto, los polacos esperaban un ataque alemán sobre su país para traerles automáticamente la ayuda soviética (26). Se vieron confirmados en sus opiniones por comunicados soviéticos de que la URSS suministraría a Polonia con materias primas -al menos dentro del marco del acuerdo comercial firmado en febrero de 1939 y ratificado el 16 de mayo- y probablemente con suministros militares y apoyo aéreo en caso de una guerra germano-polaca (27).

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Mensaje por José Luis » Mié Sep 09, 2009 7:37 pm

No obstante, dejando al margen las amistosas declaraciones públicas, la actitud soviética hacia Polonia se caracterizó por una profunda hostilidad y sospecha. Los intentos de Moscú para que el gobierno polaco se definiera sobre la declaración de consultas parecen estar concebidos menos para provocar el acuerdo polaco que para documentar un esperado rechazo polaco. Así, Litvinov dijo a Seeds el 21 de marzo que estaba seguro que Polonia no aceptaría los compromisos bajo la declaración de consultas en caso de una posterior agresión alemana, tal como había sido propuesto por Londres. También confió al Chargé d'Affaires francés Jean Payart, el 29 de marzo, que sentía que la “línea” de Beck era improbable que cambiara hasta que Polonia recibiera un ataque directo. A pesar de esas opiniones, el gobierno soviético hizo de la firma de Polonia -junto con la de Francia- la condición para su propia adherencia a la declaración (28). Uno bien se puede preguntar ¿por qué Moscú insistió en que Polonia firmara la declaración sobre consultas, si esperaba que no lo hiciera? ¿Tal vez Stalin vio esto como una prueba para ver si Gran Bretaña y Francia obligarían a Polonia a firmar? Cualquiera que fuese el caso, el comisario suplente de asuntos exteriores soviético, Vladimir P. Potemkin, no ofreció, como se afirmó a veces, un pacto de asistencia mutua al ministro de exteriores polaco cuando se encontraron en Varsovia el 10 de mayo de 1939. Esto fue cinco días después del discurso de Beck al Parlamento polaco, en el cual respondió a las declaraciones de Hitler de 28 de abril. Beck declaró la determinación de Polonia de no ser aislada del Mar Báltico, pero al mismo tiempo, el deseo polaco de paz, aunque no a cualquier precio, y especialmente no al precio del honor. Molotov dio instrucciones a Potemkin de parar en la capital polaca en su camino a casa de un viaje por los Balcanes y Turquía, pues Beck había expresado su deseo de verlo. La tarea principal de Potemkin era saber lo que iba a suceder entre Polonia y Alemania, pero Molotov también lo autorizó a “insinuar” una posible ayuda soviética a Polonia. Según el breve telegrama publicado de Potemkin, eso es todo lo que hizo, diciendo que la URSS no rehusaría ayudar a Polonia si ella lo deseaba (29).

Cualquier cosa más que Potemkin pueda haber dicho, se manejó para dar a Beck la impresión de que Moscú comprendía la política de no-alineamiento de Polonia, y que los polacos nunca atacarían a la URSS en tándem con Alemania. Beck también anotó la declaración de Potemkin de que Moscú adoptaría una política de neutralidad benevolente en caso de una guerra polaco-alemana (30). Por supuesto, a estas alturas Litvinov había sido reemplazado como comisario para asuntos exteriores por Molotov (3 de mayo), y las negociaciones anglo-franco-soviéticas estaban avanzando hacia un tratado para garantizar a los vecinos occidentales de la URSS contra una agresión alemana. Para evitar cualquier malentendido de las declaraciones de Beck a Potemkin, el embajador Grzybowski clarificó al día siguiente la posición polaca a Molotov. Le leyó la instrucción que acababa de recibir de Varsovia: (1) Polonia no estaba de acuerdo con, ni autorizaba, la iniciativa francesa con respecto a las garantías a Polonia; (2) [Polonia] no podía aceptar una garantía unilateral soviética, ni una garantía mutua porque, si se viera totalmente involucrada en un conflicto con Alemania, no podría ayudar a la Unión Soviética; (3) la actitud polaca hacia las negociaciones colectivas dependería de los resultados de las negociaciones anglo-franco-soviéticas, pero Polonia rechazaba toda discusión de asuntos que le afectaran excepto por métodos bilaterales; (4) la alianza polaco-rumana era puramente defensiva, así que no podía ser considerada de ninguna manera dirigida contra la URSS (31).

Se desconoce lo que Potemkin reportó realmente a Molotov cuando regresó a Moscú porque este documento todavía no está accesible. No obstante, se sabe que cuando el nuevo embajador para Varsovia, Nikolai I. Sharonov, asumió su puesto a finales de mayo, también expresó la amistad soviética por Polonia y dio a entender la disposición de Moscú para ayudar a Polonia (32). Ésta y similares declaraciones pueden haber sido diseñadas para apoyar la determinación polaca a resistir las demandas alemanas por la fuerza, pero está claro que Sharonov no creía que los polacos realmente lo hicieran. Su informe de 23 de agosto a Molotov reflejaba probablemente no sólo su opinión sino también las opiniones del liderazgo soviético durante la primavera y verano de 1939. Sharonov escribió que Polonia se estaba preparando para doblegarse a la política de paz de Inglaterra, si es que ya no lo había hecho; por tanto, una guerra germano-polaca sobre Danzig era improbable (33).

Debería recordarse que la decisión de Stalin de firmar el pacto de no-agresión con la Alemania nazi, increíble no obstante para la mayoría de los contemporáneos, tenía sólidos precedentes históricos. Rusia y Prusia, más tarde Alemania, habían disfrutado de relaciones amistosas durante la mayor parte del periodo 1772-1914, y esta relación -en la que el Imperio Austriaco fue el tercer socio- se fundó sobre las particiones de Polonia. Después de la toma bolchevique del poder en noviembre de 1917, vino la paz de Brest-Litovsk con las Potencias Centrales en marzo de 1918, en la que Lenin renunció a las provincias occidentales del antiguo Imperio Ruso en vez de continuar la guerra y así arriesgarse a perder el poder. La paz fue seguida por Alemania lanzando poderosas ofensivas sobre el frente occidental, pero su derrota final anuló la paz de Brest-Litovsk. En abril de 1922, el Tratado de Rapallo normalizó las relaciones germano-soviéticas y canceló las reclamaciones mutuas, mientras que el Tratado de Berlín, firmado cuatro años más tarde, fue en esencia un acuerdo de no-agresión entre los dos países. Hasta la llegada de Hitler, las relaciones fueron muy buenas y floreció la cooperación militar. Incluso después de que Hitler pusiera fin a la última en el otoño de 1933, las relaciones comerciales continuaron. En realidad, Stalin, en su informe al 17º Congreso del CPSU el 26 de enero de 1934 (el día que fue firmada la Declaración Polaco-Alemana de No-Agresión), dijo que el fascismo no era la cuestión, pues no evitaba buenas relaciones soviéticas con Italia. Esta línea política condujo a la conclusión de un acuerdo de crédito-comercial germano-soviético a principios de abril de 1935, mediante el cual Alemania daba a la Unión Soviética un crédito de doscientos millones de RM para comprar mercancías manufacturadas alemanas a cambio de materias primas soviéticas (34). Aunque el comercio continuó, las relaciones germano-soviéticas se deterioraron, pero Litvinov (visto entonces como ahora como el campeón de la seguridad colectiva) declaró públicamente en diciembre de 1937 que la seguridad colectiva estaba muerta y que era perfectamente posible un acercamiento entre la Unión Soviética y Alemania (35).

Si el pacto nazi-soviético de 1939 fue o no principalmente el resultado de los esfuerzos de los funcionarios del Ministerio de Exteriores alemán que deseaban una vuelta a Rapallo, como mantiene Fleischhauer, (36) está claro que semejante vuelta era deseada por algunos miembros del establishment diplomático y militar alemán. Toda la evidencia disponible apunta al hecho de que éste también fue el objetivo soviético. Sin embargo, la cuestión de cuándo decidió Stalin perseguirlo es todavía un asunto de debate porque falta documentación rusa fidedigna. La fuente más importante para esta decisión política bien podrían ser los informes de las discusiones en el “Gabinete del Kremlin” de Stalin. Este conjunto de pruebas consiste, en orden de importancia, de Stalin; Molotov, miembro del Politburó, jefe del Sovnarkom (Consejo de los Comisarios Nacionales), y desde principios de mayo, comisario para asuntos exteriores; Andrei A. Zhdanov, jefe de la organización del partido en Leningrado y miembro del Politburó responsable de la ideología; Anastas I. Mikoyan, miembro del Politburó y primer suplente a cargo del comercio exterior e interior; Lazar M. Kaganovich, miembro del Politburó a cargo de la agricultura; Lavrenty P. Beria, candidato a miembro del politburó, comisario del NKVD (Comisariado Nacional de Seguridad Interna); mariscal Kliment Y. Voroshilov, miembro del Politburó y comisario para asuntos militares y navales; y otros miembros según se necesitaron. Funcionarios escogidos, incluyendo a Molotov, que casi siempre estaba presente, se reunieron casi todas las noches con el “Vozhd” (Líder) en su oficina del Kremlin para discutir los problemas y la política actuales. Sin embargo, sólo están disponibles las fechas y listas de visitantes de cada día. Además de la carencia de esos informes, documentos del Politburó, del Comité Central, del Comisariado de Asuntos Exteriores, y también documentos del NKVD y GRU (Inteligencia Militar) ilustrando la toma de decisiones de la política exterior soviética están ausentes en las fuentes rusas publicadas hasta ahora, y todavía están inaccesibles en los archivos rusos (37).

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Mensaje por Eriol » Mié Sep 09, 2009 8:57 pm

Y yo me pregunto algo Jose Luis.Espero que me lo puedes contestar .

Polonia rechazaba tener tropas de la URSS en su territorio por motivos historicos/politicos.¿no se hubiera podido enviar una fuerza expedicionaria formada por ,pongamos ,4 div francesas y 2 inglesas a polonia?Me refiero claro a antes de la guerra.Si ya se sospechaba como iba a acabar todo hubiera sido una manera distinta de reforzar a polonia.Y para estos 2 paises esas 6 div no hubieran supuesto mucho esfuerzo o reduccion de sus tropas.Se podrian enviar durante un periodo de 4 o 5 meses y luego sustituirlas por otra fuerza similar o variable segun como fuera la politica de Hitler.

Es mas de haber div francesas/inglesas en polonia quizas Hitler se hubiera acobardado.

No se si es una pregunta o razonamiento un poco tonto pero me parece algo viable.Oy en dia es algo muy comun tener tropas en paises como fuerzas de paz.No se si en la epoca seria algo mas complicado.Bueno espero respuesta.

Saludos camaradas!
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Mensaje por Mannerheim » Mié Sep 09, 2009 10:20 pm

José Luis escribió: Como veis, son muchas páginas (casi 80) para traducir, aunque voy a hacerlo sin prisas, con entregas diarias, y esperando rematar en dos o tres semanas a lo sumo. Sólo voy a hacer un cambio con respecto a cómo está presentado el artículo en inglés. En el libro las notas son muy abundantes y muy extensas, y van a pie de página (no al final en un capítulo de notas), por lo que he decidido presentar primeramente el artículo exclusivamente con la numeración de las notas, para una vez acabado, presentar el contenido de todas las notas según su numeración.
Muchas gracias por tu enorme esfuerzo, José Luis. Espero ansioso las siguientes entregas.

Un cordial saludo.
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Mensaje por José Luis » Jue Sep 10, 2009 10:37 am

Eriol escribió:Y yo me pregunto algo Jose Luis.Espero que me lo puedes contestar .
Tendré mucho gusto en contestarte si tienes la paciencia de esperar primeramente a que acabe lo que he empezado.

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¿Fue Polonia culpable?

Mensaje por José Luis » Jue Sep 10, 2009 11:21 am

En ausencia de documentos autorizados sobre la toma de decisiones de la política exterior soviética, merece la pena mencionar que un puñado de desertores soviéticos informaron que Stalin deseaba un trato con Hitler algún tiempo antes de agosto de 1939. Entre ellos estaba el encargado de negocios soviético en Roma, Leon B. Helphand, quien desertó al Oeste en el verano de 1940. Sin embargo, la primera afirmación publicada de que Stalin prefería un acuerdo con Hitler a uno con las potencias occidentales fue hecha por Walter Krivitsky, el jefe de la inteligencia militar soviética en Europa Occidental, luego España, hasta su deserción en 1937, cuando temió que las purgas stalinistas también podían envolverlo a él. Krivitsky publicó una serie de artículos en el Saturday Evening Post en abril de 1939 afirmando que Stalin había buscado un acuerdo con la Alemania nazi desde 1934. Más tarde publicó la teoría -compartida por los estadistas polacos y algunos observadores occidentales- de que las negociaciones soviéticas para una alianza con Francia y Gran Bretaña fueron un fraude. En apoyo de esta afirmación, Krivitsky adujo el rechazo de Stalin de creer en una amenaza alemana a la URSS. Según Krivitsky, cuando el acuerdo de crédito-comercial germano-soviético fue concluido en abril de 1935, Stalin dijo que Hitler no podía hacer la guerra contra la URSS, porque los círculos de negocios alemanes eran demasiado poderosos para permitirlo. Krivitsky también afirmó que el jefe de la delegación comercial soviética en Berlín, David Kandelaki, trajo con él el borrador de un acuerdo germano-soviético cuando regresó a Moscú en abril de 1937 (38). Si hubo tal borrador, no sobrevivió en los archivos alemanes, aunque los documentos alemanes registran los sondeos soviéticos de Alemania en 1935-36. Así, el 8 de mayo de 1935, Litvinov dijo al embajador alemán en Moscú, conde Friedrich Werner von der Schulenburg, que ya que la Unión Soviética había firmado una alianza con Francia, esperaba que pronto sería seguida por un acuerdo de no-agresión general, “del tipo sugerido por Alemania”. Esto rebajaría, dijo Molotov, la importancia del pacto franco-soviético y conduciría a la mejora de las relaciones germano-soviéticas, “que el gobierno soviético deseaba por encima de todas las cosas y que ahora consideraba posible” (39). Esta propuesta fue hecha justo seis días después de la firma de la alianza franco-soviética en París y ocho días antes de la firma de la alianza checo-soviética en Praga. Los documentos alemanes también muestran que a finales de 1936, Kandelaki dijo a Hjalmar Schacht, presidente del Reichsbank, que el gobierno soviético nunca había rechazado negociaciones políticas con Alemania e incluso había hecho propuestas concretas para mejorarlas al tiempo de las negociaciones para el pacto franco-soviético, un pasaje que el ministro de Asuntos Exteriores alemán, barón Konstantin von Neurath, subrayó, añadiendo un signo de interrogación. Kandelaki declaró que su gobierno estaba dispuesto a entrar en negociaciones germano-soviéticas abiertas o secretas para mejorar las relaciones mutuas, y sobre la “paz general”. No obstante, Hitler rechazó la idea, cuyo tiempo, dijo, todavía no había llegado. Pero también dijo que una vez que Stalin se demostrara como amo absoluto de Rusia, y especialmente de los militares, Alemania no dejaría pasar la oportunidad (40). Las negociaciones germano-soviéticas para un nuevo acuerdo de crédito-comercial comenzaron en diciembre de 1938, con la firma de un acuerdo sobre métodos de pago. A finales de 1938 y principios de 1939, la prensa alemana moderó sus ataques sobre la URSS y la prensa soviética fue recíproca. Las negociaciones comerciales avanzaron en enero de 1939, pero fueron suspendidas por los alemanes más tarde en ese mes. Se reanudaron una vez más en julio de 1939, y esta vez prepararían el camino al pacto de no-agresión.

¿Cómo puede ser hallada una respuesta convincente a la pregunta de cuándo decidió Stalin sobre un acuerdo con Hitler? Krivitsky fechó la decisión de Stalin ya en el verano de 1934. Comoquiera que fuera, está claro que hubo sondeos soviéticos en 1935-36, pero el propósito de este artículo es examinar los acontecimientos durante la primavera y el verano de 1939. La mejor manera de proceder es examinar las pruebas disponibles, aunque esto no requiere un examen detallado de todos los documentos conocidos. El curso de las negociaciones anglo-franco-soviéticas por una parte, y las conversaciones germano-soviéticas por la otra, se han conocido muy bien durante décadas por los documentos diplomáticos alemanes y británicos publicados, y más tarde por los documentos franceses. Esa documentación está ahora complementada por selectos documentos diplomáticos rusos. No obstante, un breve bosquejo ayudará a seguir lo que es, después de todo, una historia muy compleja.

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Mensaje por Eriol » Jue Sep 10, 2009 1:02 pm

José Luis escribió:
Eriol escribió:Y yo me pregunto algo Jose Luis.Espero que me lo puedes contestar .
Tendré mucho gusto en contestarte si tienes la paciencia de esperar primeramente a que acabe lo que he empezado.

JL
Sin problema!

Saludos
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Mensaje por José Luis » Vie Sep 11, 2009 9:48 am

Tras la propuesta soviética de una conferencia de las partes interesadas en Bucarest para discutir las medidas para evitar una agresión alemana más, que fue rechazada por Gran Bretaña, y tras la fallida propuesta británica de una declaración sobre consultas, Gran Bretaña dio a Polonia una garantía de la independencia de la última el 31 de marzo de 1939, que fue refrendada por la aliada de Polonia, Francia (41). El resultado involuntario fue aumentar la sospecha soviética de las potencias occidentales y Polonia. En el marco de la ideología comunista, los estados “burgueses” siempre fueron considerados como hostiles al único estado “socialista” del mundo. Por tanto, incluso antes de la toma de Hitler de los territorios checos a mediados de marzo de 1939, Stalin sospechaba de los franceses y británicos de animar a Hitler para atacar a la URSS. En realidad, Litvinov escribió al embajador soviético en Londres, Ivan M. Maisky, que Polonia cedería a las demandas de Hitler, quizás a cambio de Lituania, y que Chamberlain deseaba que estallara una guerra germano-soviética sobre los Estados Bálticos. Litvinov también escribió a Iakov E. Suritz, el embajador soviético en París: “De hecho Inglaterra ha concluido un tratado con Polonia contra nosotros” (42). Está claro que toda vez que Stalin controlaba la política exterior soviética, los comunicados de Litvinov a los embajadores reflejaban las opiniones del líder soviético. De esta forma, las garantías británicas y luego el acuerdo provisional de asistencia mutua anglo-polaco de 6 de abril alimentó las sospechas de Stalin de un complot occidental para provocar un ataque alemán sobre la URSS.

Las negociaciones soviéticas con los gobiernos británico y francés comenzaron en serio a mediados de abril, pero después de que las potencias occidentales acordaron finalmente garantizar Latvia, Estonia y Finlandia, (aunque no Lituania, que no limitaba con la URSS y por la cual la última no pidió una garantía), las negociaciones se empantanaron por la cuestión de la “agresión indirecta”. Esto significaba el derecho soviético a la intervención militar en esos estados si Moscú percibía una amenaza a la seguridad soviética, y esto aun si los estados arriba mencionados no estuvieran abiertamente amenazados pero cambiaran su política por voluntad propia. Los temores de Stalin se vieron reforzados cuando Alemania firmó pactos de no-agresión con Estonia y Latvia en junio de 1939. Los gobiernos francés y británico, por su parte, se opusieron a la definición soviética de agresión indirecta porque deseaban mantener la puerta abierta a una solución pacífica de las demandas alemanas sobre Polonia. Además, Chamberlain no quería perder el apoyo de los países neutrales, especialmente los Estados Unidos, sacrificando los Estados Bálticos a la URSS. El ministro de Exteriores francés G. Bonnet, aunque fuertemente a favor de una triple alianza entre Londres, París y Moscú como una disuasión para Hitler, también se oponía a la demanda soviética. Sin embargo, a finales de julio, los británicos y franceses propusieron un protocolo secreto especificando la intervención soviética si cualquiera de esos estados fuera amenazado, como Checoslovaquia lo había sido en marzo de 1939, pero con consultas en otros casos. Más tarde acordaron la inclusión de esta disposición en el tratado de alianza, asumiendo que el acuerdo político sería negociado al mismo tiempo. Estas negociaciones comenzaron el 12 de agosto pero fueron suspendidas el 17 de agosto, supuestamente por el rechazo polaco de permitir el paso de tropas soviéticas en caso de guerra con Alemania. Fueron rotas finalmente por el lado soviético el 25 de agosto, dos días después de la firma del pacto nazi-soviético. Merece la pena observar que Francia, un aliado de la URSS desde 1935, siempre mostró más interés que Gran Bretaña en un acuerdo militar concreto con Moscú, así como la voluntad para invalidar las objeciones polacas para el paso de tropas soviéticas a través de Polonia. En realidad, el primer ministro y ministro de guerra francés, Edouard Daladier, dio el consentimiento del gobierno francés a esta demanda soviética el 21 de agosto, sin el acuerdo polaco. No obstante, las ofertas francesas fueron sistemáticamente ignoradas por Stalin (43). Mientras tanto, las conversaciones germano-soviéticas comenzaron el 17 de abril y, ya el 20 de mayo, Molotov indicó interés en un acuerdo político con Alemania. Los alemanes, aunque mostrando mucho interés, se vieron desanimados por la áspera insistencia de Molotov de que Berlín cumpliera primero todas las demandas económicas soviéticas estipuladas por el comisario de comercio exterior, Mikoyan. Sobre todo, temían que Stalin pudiera engañarlos, así que suspendieron las conversaciones políticas a finales de junio. Sin embargo, propusieron condiciones para un acuerdo de crédito-comercial a principios de julio, que fueron favorablemente recibidas en Moscú. Las conversaciones preliminares comenzaron en Berlín a finales de julio, esbozando al mismo tiempo las bases para un tratado político, tras lo cual los asuntos avanzaron rápidamente. Se firmó un acuerdo de crédito-comercial en Berlín el 19 de agosto, seguido cuatro días más tarde por la firma del pacto de no-agresión y el protocolo secreto en Moscú.

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Mensaje por José Luis » Sab Sep 12, 2009 6:38 am

Aunque el curso paralelo de las negociaciones anglo-franco-soviéticas y las conversaciones germano-soviéticas es bastante bien conocido, no ocurre así con un aspecto que la mayoría de los historiadores virtualmente han ignorado. Esto fue una serie de “filtraciones” de las propuestas anglo-francesas al gobierno soviético, que alcanzaron regularmente Berlín a través de la embajada alemana en Londres. Tienen que buscarse en los documentos alemanes publicados que, en cualquier caso, son más prácticos para trazar el camino soviético hacia el pacto de no-agresión que los documentos británicos, franceses y, hasta un grado, rusos. El historiador británico D. C. Watt ha razonado persuasivamente que las filtraciones procedían de Francis Herbert King, un agente soviético pagado en el departamento de comunicaciones de la oficina de exteriores (sala de claves). En realidad, King estaba en una posición fundamental para pasar resúmenes, o incluso copias, de documentos secretos británicos a la embajada soviética en Londres. Fuera o no la única persona directamente involucrada, está claro que los documentos fueron adecuadamente editados -muy probablemente por un oficial del NKVD en la embajada soviética- y luego transmitidos a la embajada alemana, que los telegrafiaba con presteza a Berlín (44). Junto a esas filtraciones, también hubo “indirectas” soviéticas del interés de Moscú en un trato con Alemania; fueron hechas por diplomáticos soviéticos a sus colegas extranjeros, y algunas veces a periodistas extranjeros.

Pero lo más importante de todo fueron las conversaciones entre los representantes soviéticos y los funcionarios del Ministerio de Exteriores alemán en Berlín, que tuvieron lugar desde mediados de abril a mediados de agosto de 1939. No obstante, hay sorprendentes discrepancias entre algunos de los relatos alemanes y rusos de esas conversaciones, y su interpretación es parte del debate sobre la política de Stalin en 1939. Así, algunos historiadores rusos y alemanes, como Lev Bezymensky y Fleischhauer, afirman que los funcionarios alemanes que favorecían el regreso a la política del Tratado Rapallo/Berlín pusieron declaraciones en boca de diplomáticos rusos en Berlín como para empujar a Hitler y Ribbentrop en esta dirección. En realidad, Fleischhauer, que ha escrito la cuenta más detallada de esas conversaciones -basada en su mayor parte en documentos de archivo alemanes pero también en unos cuantos rusos- afirma que la iniciativa para el acercamiento entre Berlín y Moscú provino de los funcionarios del Ministerio de Exteriores alemán, que deseaban frenar a Hitler persuadiéndolo para firmar un pacto de no-agresión germano-soviético, aunque obteniendo también un compromiso occidental para mantener el status quo del este europeo (45). Sin embargo, el historiador ruso S. A. Gorlov expresa que fue improbable una orientación coordinada pro-Rapallo entre funcionarios del Ministerio de Exteriores alemán -algunos de los cuales eran nazis-, aunque algunos claramente apoyaban una vuelta a las buenas relaciones germano-soviéticas. También señala que Hitler y Stalin deben ser tenidos en cuenta. Gorlov admite que el terreno para el pacto de no-agresión fue preparado en el periodo entre mediados de abril y mediados de agosto de 1939 en las conversaciones conducidas entre funcionarios alemanes en Berlín y el encargado de negocios ruso, Georgii A. Astakhov. No obstante, lo que es más importante es la afirmación de Gorlov de que la ausencia de instrucciones y directivas de Molotov a Astakhov durante este crucial periodo prueba que el último estaba actuando por su propia iniciativa. En apoyo de esta afirmación, Gorlov cita los recuerdos de Hans Herwarth [von Bittenfeld]. Herwarth era entonces primer secretario en la embajada alemana, Moscú, y de esta forma ayudante personal del embajador alemán en Moscú, von der Schulenburg. Escribió que Astakhov estaba considerado en la embajada y en el Ministerio de Exteriores alemán como un brillante y atípico diplomático soviético que tenía sus propias opiniones y trabajaba para recuperar las buenas relaciones germano-soviéticas. Gorlov añade que Astakhov fue arrestado a finales de 1939 y fusilado en febrero de 1940, pero no da las razones (46). Por supuesto, si Astakhov llevó a cabo su propia independiente diplomacia en Berlín entre mediados de abril y mediados de agosto, esto exoneraría al gobierno soviético de la acusación de doble juego en la conducción de las conversaciones secretas en Berlín por una parte, mientras negociaba oficialmente con Francia y Gran Bretaña por la otra. Sin embargo, al margen del hecho bien conocido de que los diplomáticos soviéticos trabajaban bajo un férreo control de Moscú, una directiva de Molotov a Astakhov a finales de julio ha sido publicada. También, un examen de las conversaciones registradas indica que Astakhov debió haber sido instruido para comportarse como si estuviera actuando por sí mismo para permitir a Moscú tantear las intenciones alemanas y también quizás para darle una coartada caso que fueran descubiertas las conversaciones secretas, o que fracasaran. En realidad, la práctica de diplomáticos expresando supuestamente sus propias opiniones para tantear a la otra parte es bien conocida. Así, en las primeras etapas de esas conversaciones, el Secretario de Estado alemán Ernst von Weizsäcker también pretendió estar expresando sus opiniones “personales”, aunque estaba hablando de acuerdo a instrucciones. Además, el hecho de que ninguna instrucción de Molotov antes de finales de julio esté incluida en los documentos rusos publicados en 1990-1992, y no esté accesible en los archivos rusos, no prueba que ninguna fuera enviada antes de finales de julio de 1939. Finalmente, los funcionarios alemanes con quienes Astakhov condujo esas conversaciones, incluyendo al ministro de Exteriores Joachim von Ribbentrop, lo consideraban claramente como un conducto fiable para transmitir sus declaraciones a Molotov o no hubieran hablado con él como lo hicieron. Por supuesto, había también otros indicadores del interés soviético en un acuerdo con Alemania, que no podían haber sido hechos sin el conocimiento y consentimiento de Stalin. Esos fueron las arriba mencionadas “filtraciones” a los alemanes de las propuestas franco-británicas a Moscú, así como las “indirectas” dadas a los alemanes por diplomáticos soviéticos. Tales indirectas de un posible acuerdo germano-soviético no fueron hechas a Gran Bretaña por parte soviética para impulsar a Londres hacia un acuerdo con la URSS. Sin embargo, algunas filtraciones fueron hechas por los alemanes a los franceses, presumiblemente porque, ya que Francia era un aliado de Polonia, se esperaba que los ejércitos franceses combatieran a la Wehrmacht en el Oeste, y también porque París siempre mostró más interés en un tratado militar con Moscú que los británicos (47).

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Mensaje por José Luis » Dom Sep 13, 2009 8:01 am

En cuanto a lo concerniente a las negociaciones anglo-soviéticas, debería observarse que el 11 de abril el embajador Maisky preguntó al secretario de Exteriores vizconde Halifax por qué, si los británicos y franceses intentaban ayudar a Polonia y Rumania, no podían condicionar su ayuda a la adopción de esos países de una “actitud razonable” para aceptar la ayuda rusa. Halifax respondió que aunque no podía excluirse una posibilidad semejante, esto podía forzar a Polonia y Rumania a emitir protestas formales y a desvincularse de las potencias occidentales, con efectos dañinos para la causa común. Creía que estaba al alcance del gobierno soviético eliminar las sospechas polacas y rumanas. Maisky insistió en que la “seguridad colectiva” era superior a los acuerdos bilaterales, pero fue reprendido por este comentario por Litvinov. Quizás para tantear o incluso animar a Londres, el 14 de abril, cuando estaba listo el nuevo comunicado británico para Moscú, Maisky dijo súbitamente a Halifax que la URSS deseaba jugar un papel para ayudar a Rumania, pero quería saber primero cómo pensaba Gran Bretaña ayudar a ese país. En cuanto a los franceses, estaban descontentos con la postura británica y pasaron a actuar por propia iniciativa. El 14 de abril, el ministro de Exteriores Bonnet propuso al embajador soviético Iakov Suritz un acuerdo militar franco-soviético cubriendo ayuda a Polonia y Rumania. Sin embargo, al mismo tiempo, el gobierno francés apoyó una propuesta británica muy diferente. Esta fue comunicada por el embajador Seeds a Litvinov el 15 de abril en la forma de una indagación. Seeds preguntó si el gobierno soviético podía declarar que ayudaría a cualquier estado vecino si era víctima de una agresión, siempre que tal estado resistiese y que tal ayuda fuese deseada. Esta pregunta vino después de la firma del acuerdo de asistencia mutua provisional anglo-polaco de 6 de abril, la invasión de Mussolini de Albania el día siguiente, y las garantías anglo-francesas de la independencia de Rumania y Grecia de 13 de abril. Sin embargo, Litvinov reaccionó a la indagación diciendo a Seeds que la propuesta británica ataría al gobierno soviético sin comprometer a nadie más (48). Como se verá por la destitución del comisario a principios de mayo, su declaración a Seeds a mediados de abril reflejaba la opinión de Stalin más que la suya propia. Stalin también ignoró una propuesta francesa para un acuerdo militar bilateral franco-soviético.

El 17 de abril Litvinov dio a Seeds una detallada contra-propuesta que, como muestran los documentos rusos publicados, había sido elaborada con Stalin. Estipulaba un acuerdo de asistencia militar entre Francia, Gran Bretaña y la URSS, así como su compromiso para ayudar a los vecinos occidentales de la última entre los mares Báltico y Negro en caso de agresión contra ellos. Además, el gobierno británico tenía que declarar que la asistencia que había prometido recientemente a Polonia concernía exclusivamente a una agresión por Alemania, y que la alianza polaco-rumana tenía que ser hecha operativa con respecto a una agresión por cualquier país, o revocada por estar dirigida contra la URSS. Además, tenía que firmarse un acuerdo político por las partes interesadas al mismo tiempo que el acuerdo militar, y tenía que firmarse un acuerdo especial con Turquía. Finalmente, ambas partes se comprometerían a no firmar una paz por separado. La propuesta soviética parecía razonable y exhaustiva, pero mostraba gran desconfianza hacia Gran Bretaña y Polonia. En realidad, los polacos estaban preocupados. El embajador británico Sir Howard Kennard reportó desde Varsovia que las propuestas soviéticas podían poner en peligro la posibilidad de la cooperación polaco-soviética, y mostraban la inclinación de Moscú a tratar a Polonia como un títere. Creía que ya que estaría en el frente de la batalla, sus susceptibilidades tenían que ser tomadas en cuenta (49). En cuanto a Stalin, los documentos rusos no indican si esperaba que el gobierno británico aceptara sus términos, o los consideraba simplemente como una manera de tantear las intenciones británicas. También es posible que estuvieran concebidos con un ojo puesto en amedrentar a los alemanes, que iban a conocer la propuesta soviética cuando fuera reportada por Seeds a la Oficina de Exteriores, donde John Herbert King estaba trabajando en la sala de claves.

El 17 de abril, el mismo día que Litvinov entregó las contra-propuestas soviéticas a Seeds en Moscú, von Weizsäcker registró una interesante conversación con el enviado soviético en Berlín, Alexei F. Merekalov. El último solicitó el desbloqueo de los antiguos pedidos soviéticos a la checa Skoda, ahora bajo control alemán. También preguntó por la opinión del secretario de estado sobre las relaciones germano-soviéticas. Tras la respuesta bastante general de Weizsäcker, en la que mencionó el mejorado tono de la prensa alemana hacia la URSS, el enviado soviético declaró que las diferencias ideológicas no dificultaban las relaciones italo-soviéticas, por lo que no veía ningún obstáculo para unas relaciones germano-soviéticas normales. Esta no fue la primera indirecta soviética semejante. Stalin, en su informe al 18º Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética el 10 de marzo de 1939, había condenado el apaciguamiento occidental de Alemania y afirmado que las potencias occidentales querían provocar una guerra germano-soviética, y dijo que la URSS no sacaría las castañas del fuego de otra gente. Además, según un informe secreto alemán de 1 de abril, el Comisario soviético de Defensa, Voroshilov, dijo a la esposa del embajador alemán en una recepción en Moscú que, en vista de la política occidental, pensaba que las relaciones germano-soviéticas podrían estar basadas en un fundamento diferente. Las declaraciones de Voroshilov y Merekalov se parecen mucho a un intento soviético para interesar a los alemanes en un acuerdo político. Merece la pena observar que según el registro de Astakhov de la conversación Merekalov-Weizsäcker, Merekalov simplemente preguntó a Weizsäcker su opinión sobre las relaciones germano-soviéticas, a lo cual el último respondió en broma que creía que había diferencias ideológicas, pero que Alemania quería desarrollar lazos económicos con la URSS (50). ¿Qué se debe hacer sobre la discrepancia entre esos dos informes? ¿Puso Weizsäcker, que deseaba un regreso a las buenas relaciones germano-soviéticas de la era Rapallo, esas palabras en boca de Merekalov para empujar a Hitler y Ribbentrop hacia un acuerdo germano-soviético? ¿U omitió Astakhov la declaración de Merekalov para ocultar una iniciativa soviética? La respuesta a esta cuestión puede estar en algún documento todavía inaccesible en los archivos rusos.

Comoquiera que fuese, dos días más tarde, el 19 de abril, la embajada alemana en Londres reportó “de una fuente fiable” los contenidos de las propuestas anglo-francesas al gobierno soviético tal como fueron presentadas por Seeds a Litvinov el 15 de abril. La “fuente fiable” declaraba que los Estados Bálticos también estaban previstos en esas propuestas, e informó de la pregunta soviética sobre si la propuesta garantía anglo-francesa iba a cubrir solamente a Polonia y Rumania, o también a los Estados Bálticos. La “fuente fiable” también mencionaba que el embajador soviético en París, Suritz, había dicho que la Unión Soviética estaba preparada para garantizar la posesión rumana de Besarabia, aunque el comisario suplente de Exteriores Valdimir P. Potemkin dijo al embajador francés en Moscú [Émile Naggiar] que el gobierno soviético todavía no se había decidido sobre el asunto (51). La supuesta declaración soviética sobre Besarabia pudo haber sido incluida debido a algunos rumores franceses, pues no viene confirmada por ningún documento francés o soviético conocido. Al contrario, Potemkin dijo a Payart el 16 de abril que el gobierno soviético no había prometido ninguna ayuda a Rumania si la última era objeto de agresión, y que tal opinión sólo podía ser un malentendido. Añadió que la actitud rumana hacia la URSS era evasiva (52). También es posible que la errónea información sobre Besarabia tuviese por significado asustar a los alemanes con la posibilidad de un acuerdo soviético-occidental, aunque la supuesta expresa cuestión soviética sobre los Estados Bálticos suena como una insinuación a Berlín del interés de Moscú en la región. En cualquier caso, la embajada alemana en Londres usó la “fuente fiable” para informar al Ministerio de Exteriores alemán sobre las propuestas occidentales en cada fase de las negociaciones, excepto durante tres semanas después del 22 de julio. Es probable que el buen progreso en las conversaciones directas germano-soviéticas en Berlín en esa época hiciera tales informes innecesarios.

A principios de mayo llegó la asombrosa noticia de la dimisión de Litvinov como comisarios para asuntos exteriores, un suceso íntimamente ligado con la fecha de la decisión de Stalin de unirse con Hitler. Si el “Vozhd” no había hecho esto mucho antes en 1934-36, según Krivitsky, pudo, como ya se ha mencionado, haberse decidido cuando echó a Litvinov. El último fue obligado a dimitir el 3 de mayo, supuestamente por su “deslealtad” a Molotov, entonces jefe del Sovnarkom. No hay ningún documento explicativo de lo que significaba esta “deslealtad”, pero se sabe que Litvinov nunca se llevó bien con Molotov, y que éste le gritó en la oficina del Kremlin de Stalin el día de su destitución. Es probable que la persistencia de Litvinov en defender un compromiso entre las propuestas soviéticas y británicas, y especialmente su sugerencia de que Moscú renunciase a sus demandas por el acuerdo británico para las garantías soviéticas de ayuda a Polonia y Rumania -a saber, que Francia y Gran Bretaña las obligarían a aceptar tal ayuda- se utilizaran contra él. En realidad, muchos años más tarde, en 1987, el antiguo ministro de Exteriores soviético Andrei A. Gromyko afirmó que Litvinov había sido relevado de su puesto porque había ido contra la línea del partido. Como dijo Gromyko entonces: “....estaba en contra de cambiar nuestra atención de Inglaterra y Francia hacia Alemania, y por eso fue despedido”. Además, el 5 de mayo de 1939, Astakhov dijo a un periodista francés en Berlín que la destitución de Litvinov no significaba un cambio de política soviética, pero señaló la reacción del gobierno soviético a la ambivalente política de las potencias occidentales, que minimizaba el valor político y militar de la ayuda que la URSS estaba dispuesta a darles. También se sabe que el Comisariado de Asuntos Exteriores fue completamente purgado, aunque Litvinov fue reservado a la espera de un mejor día. (Fue el embajador soviético en los Estados Unidos en 1941-43). Como ya ha sido dicho, algunos historiadores creen que la destitución de Litvinov marca el momento en que Stalin decidió trabajar por un acuerdo con Hitler, una opinión también expresada por algunos observadores contemporáneos de asuntos internacionales y por algunos diplomáticos, incluyendo el embajador francés en Roma, Francois Poncet (53). La declaración de 1987 de Gromyko confirma la opinión de que la destitución de Litvinov a principios de mayo de 1939, si no antes, indica que Stalin se había decidido en esta época a encontrar un trato con Hitler más que con Francia y Gran Bretaña.

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Mensaje por José Luis » Lun Sep 14, 2009 3:57 pm

En realidad, las relaciones germano-soviéticas comenzaron a animarse inmediatamente. El 5 de mayo, Julius Schnurre, jefe del Departamento W IV (Departamento Económico, Europa Oriental) en el Ministerio de Exteriores alemán, registró una conversación con Astakhov. Al saber que los pedidos soviéticos a Skoda en la Bohemia ocupada por Alemania se iban a cumplimentar, Astakhov preguntó a Schnurre si podían renovarse las negociaciones económicas germano-soviéticas, a lo que Schnurre dijo que pronto le daría una respuesta. Astakhov preguntó luego si los alemanes pensaban que la sustitución de Litvinov por Molotov significaba un cambio en la política soviética hacia Alemania. Llegó a decir que aunque Molotov no tenía experiencia en política exterior, tendría un importante impacto en ella (54). Es curioso que el único registro ruso de esta conversación es un telegrama de 5 de mayo de Merekalov a Molotov, informando que Schnurre lo había invitado a venir y le dijo que el pedido soviético a Skoda sería cumplimentado, y que no se esperaba ningún obstáculo. También merece la pena observar en relación con la pregunta de Astakhov sobre la renovación de negociaciones económicas que, a principios de enero de 1939, Merekalov había insistido a Schnurre sobre su renovación. En diciembre de 1938, los alemanes habían ofrecido a Moscú una línea de crédito de doscientos millones de reichsmarks (RM) a cambio de materias primas rusas, y Schnurre iba a ir a Moscú como el negociador alemán. Sin embargo, los alemanes cancelaron las negociaciones, supuestamente a causa de informes de la prensa francesa (55). Como veremos más tarde, a Stalin y Molotov les molestó esta cancelación.

El antecedente internacional del siguiente encuentro Astakhov-Schnurre (17 de mayo) fue una nueva versión de la anterior propuesta británica (17 de abril). Presentada por el embajador Seeds a Molotov el 8 de mayo, solicitaba una declaración pública soviética de que la URSS ayudaría a ciertos países del este europeo en caso de agresión, pero sólo después de que Gran Bretaña y Francia se hubieran visto involucradas. Esto era una reminiscencia de la alianza checo-soviética de mayo de 1935, que estipulaba la ayuda soviética sólo después de que Francia actuara para ayudar a Checoslovaquia. (La estipulación fue introducida por el presidente Edward Benes). La propuesta revisada anglo-francesa -consultada con los polacos- era más directa que la primera versión, pero Stalin y Molotov la vieron como una petición para que se diera una ayuda soviética unilateral a Polonia y Rumania de forma gratuita, es decir, sin ninguna compensación para la URSS. Aun así, Molotov pidió sus opiniones a los embajadores Suritz y Maisky sobre qué respuesta debía darse, y ambos aconsejaron que debían continuarse las negociaciones. Fuese Molotov influenciado o no por este consejo, el 14 de mayo entregó a Seeds la respuesta soviética enumerando tres condiciones soviéticas básicas para construir una barrera contra otra agresión en Europa: (1) un pacto eficaz de asistencia mutua entre Inglaterra, Francia y la URSS; (2) su garantía a los estados de Europa central y oriental amenazados de agresión, incluyendo Latvia, Estonia y Finlandia; (3) acuerdo de las tres potencias sobre el alcance de la ayuda material a ser prestada entre ellas y a los estados garantizados (56). Este proyecto no incluía Lituania, que no limitaba con la URSS, y que Moscú quizás esperaba fuese defendida por Polonia. Comoquiera que fuera, a mediados de abril de 1939, el mayor Korotkikh, el agregado militar soviético en Kaunas, dijo a su homólogo polaco que el gobierno soviético consideraba que el Báltico caía en la esfera de interés polaco, y que si Lituania o cualquier otro estado báltico se declaraba por Alemania, los estados vecinos tendrían que entrar en su territorio para evitar allí la dominación alemana. Esto parece haber sido un sondeo a baja escala de la posición polaca sobre Lituania, y, por supuesto, la reacción polaca a una posible entrada soviética en los otros estados bálticos. El ministro polaco para Lituania, Franciszek Charwat, no mencionó la gestión de Korotkikh cuando habló con el Subsecretario de Asuntos Exteriores polaco, Jan Szembek, el 25 de abril de 1939. Pero subrayó la presión económica alemana sobre Lituania y dijo que creía que Polonia debía conducir allí una política anti-alemana (57).

Tres días más tarde, el 17 de mayo, Astakhov vio de nuevo a Schnurre. Según el registro alemán, Astakhov solicitó que la Oficina de Comercio soviética en Praga permaneciera allí como una sucursal de la Delegación de Comercio soviética en Berlín. Luego subrayó la mejora del tono de la prensa alemana hacia la URSS, y llegó a decir que ya que no había diferencias extraordinarias entre las políticas alemana y soviética, no había base para la hostilidad entre los dos países. Era cierto, dijo, que la URSS se sentía amenazada por Alemania, pero este temor podía ser eliminado, y en este contexto mencionó el Tratado de Rapallo. A una pregunta de Schnurre sobre las negociaciones anglo-soviéticas, Astakhov dijo que no creía que Gran Bretaña consiguiera su objetivo. Luego se explayó sobre las buenas relaciones italo-soviéticas, observando la declaración del Duce que, a pesar del [próximo] establecimiento del [germano-italiano] Eje, nada se interponía en el camino de unas posteriores buenas relaciones políticas y económicas con la URSS. Sin embargo, todo esto está ausente en el breve telegrama de Astakhov reportando la misma conversación (58).

Es interesante observar el registro de Schnurre de la referencia de Astakhov al Tratado de Rapallo de 1922, que normalizó las relaciones germano-soviéticas y condujo a la cooperación militar secreta. Además, el registro de Schnurre de la declaración de Astakhov sobre las buenas relaciones italo-soviéticas estaba en línea con las realizadas por Merekalov a principios de enero al embajador Schulenburg, cuando el último estaba en Berlín, y a Weizsäcker el 17 de abril. Tras la partida de Merekalov para Moscú en algún momento de mayo, Astakhov continuó las conversaciones con Schnurre. De hecho, está claro que la conversación Astakhov-Schnurre de 17 de mayo preparó el terreno para la declaración de Molotov a Schulenburg en Moscú tres días más tarde. En este caso, los dos registros alemán y ruso reportan la declaración del comisario de que podían continuar las negociaciones de crédito comercial germano-soviético, pero que primero tenía que establecerse una “base política”, aunque Molotov rehusó decir cuál sería (59). Hitler y Ribbentrop al principio querían aceptar la propuesta de Molotov, pero luego decidieron esperar, temiendo que los rusos pudieran engañarles. En realidad, se decidieron por una cauta exploración de la posibilidad de mejores relaciones, una tarea que confiaron a Weizsäcker, que debía hablar con Astakhov como si expresara sus propias opiniones (60).

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José Luis
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¿Fue Polonia culpable?

Mensaje por José Luis » Mar Sep 15, 2009 8:55 am

Mientras tanto, las negociaciones anglo-franco-soviéticas no mostraron ningún avance. Ni Molotov ni Potemkin asistieron a la sesión de mayo de la Liga de las Naciones, aunque Halifax había expresado la esperanza de discutir el asunto con uno u otro. En cambio, Maisky viajó a Ginebra para estar a mano, pero no parece haber sido consultado. El Comité de Política Exterior del gabinete británico se reunió para tratar el asunto el 19 de mayo, antes de la partida de Halifax. Acordaron que una estrecha alianza con Rusia, como la propuesta por los franceses, no era deseable, aunque el Secretario de Asuntos Internos, Sir Samuel Hoare, dijo que el fracaso en obtener un arreglo con Rusia significaría el fracaso del “frente de paz”. Sin embargo, Chamberlain observó que los dos embajadores polaco y rumano habían dicho en conversaciones privadas con Halifax y él mismo que cualquier estrecha asociación entre Gran Bretaña y Rusia significaría también la asociación de sus países con Moscú, que en sí mismo precipitaría una guerra europea. También recordó al comité que todavía había importantes “elementos moderados” en Alemania, a quienes una alianza occidental con Rusia los conduciría al bando de Hitler (61). Chamberlain también pudo haber tenido en cuenta la “oposición” alemana, pero era claramente desconocedor de los defensores de Rapallo en Berlín. Aun así, tenía razón sobre los rumanos y polacos. De hecho, el ministro de exteriores polaco dio al embajador británico Kennard sus comentarios y sugerencias el 22 de mayo. Habiendo ya dejado clara su posición a Moscú el 10-11 de mayo, Beck subrayó tres puntos a los británicos: (1) Parecía que la gente en París y Londres no se daba cuenta que Rusia y Alemania no tenían fronteras comunes; (2) Las relaciones ruso-polacas deben ser recíprocas, así que Polonia no puede ser el objeto de ningún acuerdo hecho entre otros estados; (3) El proyectado [franco-británico] acuerdo [con la URSS] preveía la guerra y quizás era bueno y útil en semejante caso. Sin embargo, si no había guerra y Francia y Gran Bretaña deseaban organizar Europa sobre principios pacíficos, la alianza soviética haría difíciles las conversaciones con Berlín, mientras que al mismo tiempo la política británica sería impopular en algunos estados de la Europa Central, Septentrional y Oriental. Beck concluía diciendo que sus comentarios no estaban motivados por el deseo de dificultar la libertad de acción británica y francesa en asuntos que no afectaban a Polonia, pues todo estado tenía el derecho de concluir alianzas defensivas (62).

El gobierno británico mantuvo en cuenta las opiniones polacas, pero sólo en tanto en cuanto no interfirieran con sus objetivos políticos, o fueran contrarias a la opinión pública británica. De hecho, a finales de mayo, la opinión pública en Gran Bretaña y Francia estaba exigiendo un acuerdo con Moscú y los dos gobiernos tenían que tener esto en cuenta. Así, los estadistas franceses y británicos elaboraron una propuesta conjunta, presentada por Seeds y Payart a Potemkin el 25 de mayo. Preveía un pacto tripartito, aunque sin una garantía de los Estados Bálticos. Además, proponía el desacreditado artículo 16 del Convenio de la Liga como la base para la ayuda mutua, una idea que atraía en gran medida a Chamberlain. Molotov criticó las propuestas occidentales a los diplomáticos franceses y británicos en Moscú el 27 de mayo, y lo hizo así públicamente en un discurso al Soviet Supremo el 31 de mayo. En el mismo día, Molotov presentó las contra-propuestas soviéticas, con notas críticas sobre la propuesta anglo-francesa. Nombró ocho estados que tenían que ser defendidos, incluyendo los Estados Bálticos, y pidió que los acuerdos político y militar fuesen firmados al mismo tiempo. El 6 de junio, Halifax escribió al embajador británico en París, Sir Erich Phipps: “El asunto ruso es del todo irritante, bloquea todo y crispa los nervios de todos”. Aun así, esperaba que pronto diera resultados (63).

Es contra estos antecedentes que se debería considerar una importante conversación que tuvo lugar en Berlín el 30 de mayo entre Weizsäcker y Astakhov. El historiador alemán Fleischhauer ve el relato de Weizsäcker como marcando “la primera iniciativa alemana”. Esto es verdad, pero también era una reacción a la propuesta de Molotov de un acuerdo político hecha a Schulenburg el 20 de mayo. Weizsäcker -actuando bajo instrucciones pero pretendiendo expresar solamente sus propias opiniones- reportó que preguntó a Astakhov si la solicitud de hacer de la Oficina de Comercio soviética en Praga una sucursal de la Delegación de Comercio soviética en Berlín iba a significar el paso hacia un arreglo provisional o duradero. Astakhov respondió que era lo último. Luego declaró que fue informado de la conversación Molotov-Schulenburg. Dijo que el bando soviético no veía las negociaciones económicas como un “juego”, y citó a Molotov como diciendo que la economía y la política no podían estar separadas en las relaciones germano-soviéticas. Añadió que Potemkin “aparentemente” había dicho al agregado económico alemán en Moscú [Gustav Hilger] que las planeadas negociaciones económicas no deberían ser un juego. Por su parte, Weizsäcker insinuó que Alemania tenía mucho que ofrecer a la URSS, a lo que Astakhov respondió que el gobierno alemán había rechazado una oferta de alianza soviética antes de concluir un tratado con Polonia, y también que Alemania había mostrado poca comprensión de la opinión soviética de que las políticas interior y exterior no necesitaban discrepar entre sí. Weizsäcker anotó luego la declaración de Astakhov de que preguntaría de nuevo a Moscú sus opiniones sobre la Oficina de Comercio sucursal en Praga, y también por información sobre lo que Molotov había deseado decir exactamente al embajador Schulenburg. Astakhov añadió que, a pesar de la desconfianza de Alemania, Molotov no deseaba cerrar la puerta a posteriores discusiones germano-soviéticas (64).

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