La primera Guerra de Hitler

Acontecimientos políticos, económicos y militares relevantes entre noviembre de 1918 y septiembre de 1939

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maxtor
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La primera Guerra de Hitler

Mensaje por maxtor » Mar Dic 11, 2012 2:24 am

Saludos cordiales.

La Primera Guerra de Hitler, del historiador Thomas Weber aborda el periodo de la vida de Hitler durante la Primera Guerra Mundial en el Regimiento de List desechando mitos sobre el paso del soldado de primera Adolf Hitler en dicho regimiento donde estuvo casi siempre en retaguardia, pegado a los mandos superiores y viviendo como los veteranos de las trincheras les llamaban “cerdos de retaguardia”.

La mayoría de los historiadores apuntan a la Primera guerra Mundial y la experiencia de Hitler en el Regimiento List como la principal causa de que se convirtiera en uno de los dictadores más infames que el mundo ha visto, por ejemplo Overy en su libro “Dictadores” señala que “la guerra creó a Hitler lo mismo que la revolución creó a Stalin”, pp. 15. Norman Davies por su parte sostiene en su libro Europa, p. 902 que la experiencia de Hitler en la guerra “sin duda activó el instinto patológico de su ulterior trayectoria” y que esa experiencia de los hombres que lucharon con él en Langemarck simboliza el vínculo patológico “entre la matanza de Yprés y Verdún y la del Blitz de Londres, Varsovia y Stalingrado”.

Por su parte Fest, en su libro “Hitler”, p. 116, afirma que fue la guerra y no la revolución posterior lo que explica su radicalización política, Allan Bullock, en la otra bibliografía clásica de Hitler, en su pp. 53 afirma que la guerra y su impacto sobre las vidas de millones de alemanes, estuvieron entre las condiciones esenciales del ascenso de Hitler y el partido nazi. En uno de los libros más influyentes sobre el liderazgo militar de Keegan, “Mask of Command”, p. 237 se señala hasta qué punto resultó decisivo que Hitler sirviera en el regimiento List, pues el haber sido “destinado a la 16 ª Reserva Bávara ha de verse como un ingrediente clave de la vida de Hitler”.

El primer libro dedicado específicamente a los años de Hitler en el Regimiento de List, publicado en el año 2005, sostenía que el regimiento había sido “su univerdiad” (Williams, Corporal Hitler, p. 3 – En el año 2006 apareció otro libro sobre Hitler durante la guerra en una editorial especializada en publicaciones nacionalistas de derecha. El libro de Russell, Hitler, aporta información muy básica sobre Hitler en aquellos años e interesante documentación gráfica sobre los lugares que frecuentaba por entonces. De forma un tanto absurda trata de demostrar que, por corrección política, los historiadores han evitado admitir que Hitler estaba “sano ecomocional e intelectualmente” durante la I Guerra Mundial, p. 4. En el año 2008 vio la publicación de Grebner, Hitler, que se limitaba a extraer y compilar información biográfica de Solleder, Westfront y de Joachimsthaler, Hitlers Weg. ).

El libro del 2005 presenta a un Hitler que socializado en el clima supuestamente antisemita, pangermano, völkisch, darwinista social del regimiento de voluntarios se transforma de un indolente pintor fracasado en un activista político, según dicho libro las experiencias de 1916 y 1917 le convirtieron en un antisemita patológico, en suma, la guerra y el regimiento crearon a Hitler. Incluso en la que seguramente es la mejor biografía de Hitler de Ian Kershaw se señala que son más los interrogantes sobre sus años en la guerra que las respuestas a la pregunta de qué papel desempeñaron la guerra y el regimiento en la creación de Hitler; si bien Kershaw reconoce que la guerra le dio a Hitler la sensación de pertenecer a algo, a su regimiento, como una especie de hogar, dicho historiador es muy cauteloso en su tratamiento de cómo vivió Hitler la I GM, y no aclara si fue la guerra o la posguerra lo que creó a Hitler y sí que señala: “La guerra y sus secuelas crearon a Hitler”.

En cuanto al papel del regimiento de Hitler en su transformadora experiencia bélica, Kershaw únicamente menciona que “sus compañeros más inmediatos, principalmente el grupo de correos, le respetaban y al parecer, incluso le apreciaban bastante”, pp. 92, Hitler. La renuencia de Kershaw a separar la guerra de sus ulteriores experiencias revolucionarias y a exminar el papel que el Regimiento List desempeñó en su vida obedece a la falta de documentos “oficiales” de dichos años y solamente se disponen de relatos de la posguerra, entre estos el semificticio Mein Kampf del propio Hitler y las memorias hagiográficas de personas estrechamente relacionadas con él. (Véanse, por ejemplo, Brandmayer, Meldegänger Hitler – 1933; Meyer, Hitler; Mend, Hitler. Jakob WeiB, uno de los compañeros más cercanos a Hitler, empezó a escribir sus memorias de la guerra junto a Hitler durante el Tercer Reich. No obstante al morir no había terminado más que unos fragmentos; véase NachlaB Jakob WeiB. ).

El problema evidente de dichos relatos escritos mucho después de los acontecimientos, es que no dicen mucho más sobre el intento de Hitler y sus compañeros de reconfigurar sus experiencias en la guerra con fines políticos y comerciales, reproduciendo todos los clichés propagandísticos sobre Hitler y la IGM, como el libro publicado en el 2005 sobre Hitler y el Regimento List, donde su autor no consultó archivo alguno en lengua alemana y por tanto no se dio cuenta siquiera de que Rudolf Hess nunca estuvo en el regimento de Hitler.

Los años que pasó Hitler como correo en el Regimiento List han permanecido en la oscuridad durante muchos años dado la escasez de documentos que trataran el asunto en profundidad, y prácticamente no sabemos con seguridad qué pasó en esos años supuestamente tan importantes e impactantes para formar la personalidad de Hitler. Simplemente, unas cuantas cartas, tarjetas postales, fotografías y documentos personales no pueden decirnos si la IGM “creó” a Hitler. Y si en efecto, así fue, no pueden decirnos si las influencias fueron del regimiento en conjunto, de los hombres de su círculo más inmediato o exteriores al regimento. La única forma de navegar a través de la práctica ausencia de documentos contemporáneos sobre Hitler durante la guerra a fin de enfocar su imagen es considerar el regimiento en su conjunto, y eso es lo que hace el historiador Thomas Weber en su libro “La primera guerra de Hitler”, dado que el ver cómo era el regimiento List en su conjunto, en su experiencia bélica en la IGM, es posible de esa forma encajar la imagen de Hitler en el global del Regimiento, este enfoque permite introducir los recuerdos o relatos de guerra para el intento de reconsrtruir una imagen nítica y precisa de Hitler. Según Weber, la historia del Regimiento nos permitirá determinar qué papel desempeñó su experiencia en la IGM en su “creación”.

La primera guerra de Hitler expone la experiencia bélica de Hitler y los hombres de su regimiento y cuenta su historia en el momento en que el mundo de los imperios del s. XIX agonizaba y nacía la edad moderna de destrucción y guerra total. Durante muchos años en el ámbito histórico se ha aceptado la tesis de que la I GM fue la “catástrofe seminal” en la historia de Alemania, tal y como exponía George F. Kennan; durante largo tiempo los historiadores pensaron que desde la Ilustración, Alemania había sido radicalmente distinta de los demás países europeos y que las raíces del Tercer Reich se hundían en la historia de Alemania. En este caso, dar cuenta de Hitler y del curso de la historia alemana es bastante lineal. Sin embargo, hoy pocos historiadores apoyan totalmente esta tesis, el nuevo consenso significativo entre los historiadores es que hasta la IGM, Alemania no había sido tan distinta de GB o Francia, y en cualquier caso, era bastante más liberal que la Rusia zarista. Todo esto lleva a preguntarse qué efecto tuvo la IGM no sólo sobre Hitler, sino sobre todos los alemanes en general. Los debates recientes giran en torno a si la guerra radicalizó a Hitler y sus compañeros convirtiéndolos en futuros nazis, si Hitler y sus compañeros tenían alguna opción política cuando volvieron de la guerra a finales de 1918 o si sus convicciones políticas ya estaban formada para entonces.

El libro La Primera Guerra de Hitler pone en cuestión la tesis de que la sociedad alemana se desmoronó debido a las características de su sociedad civil después de la IGM.

La escasez de huellas visibles de los más de cuatro años en el Frente Occidental del Regimiento List se corresponde con la escasez de documentos sobre Hitler entre 1914 – 1919, lo que explica porqué el mito que Hitler creó sobre su propia experiencia ha sido tan duradera. Hitler trató su experiencia en la guerra como un palimpsesto del que borró, cuando lo estimó oportuno, su experiencia real y la sustituyó por la que convenía a sus necesidades políticas. No obstante, pese a sus esfuerzos por destruir toda prueba delatoria, Hitler no fue lo bastante diligente a la hora de borrar sus huellas. Las cartas, diarios y otros documentos relacionados con los hombres del RIR 16, dispersos en archivos y casas particulares en todo el mundo, han permitido reconstruir al historiador Weber con un alto grado de probabilidad lo que Hitler no quiso nunca que se supiera de su periodo bélico en la IGM.

La inequívoca imagen que surge al colocar en su lugar, pieza a pieza, los testimonios conservados es la de un soldado Hitler al que la mayoría de los soldados del frente evitaban y consideraban un “cerdo de la retaguardia” y que, al acabar la guerra en 1918, aún no estaba seguro de su ideología política. La imagen del Regimiento List como una suerte de hermandad animada por un heroico Hitler tiene su origen en la propaganda nazi, no en la realidad. La IGM no “creó” a Hitler. Incluso el periodo revolucionario parece que tuvo un impacto mucho menos inmediato en su politización de lo que hasta ahora se ha supuesto. Así pues, lo decisivo en su radicalización fue el periodo posrevolucionario, cuando estuvo rodeado de personas como Ernst Schmidt y Kart Mayr, cuyas actitudes políticas también fueron fluctuantes. Este periodo en la vida de Hitler sigue envuelto en gran oscuridad.

No obstante, su ficticia experiencia en la IGM (y revolucionaria) fue de la máxima importancia para Hitler. Se convirtió en el punto focal de su autoidentidad y de la presentación propagandística de la historia de su vida. Durante los años de la República de Weimar y del Tercer Reich, Hitler siguió reconfigurándola con fines políticos. Retrospectivamente, aquella experiencia en el Regimiento List resultó primordial, fue la reinvención consciente de su experiencia en la guerra el centro de gravedad del ascenso de Hitler al poder.

El origen de la radicalización de Hitler está en el periodo de la posguerra, no en la IGM. Por lo que a él respecta, ésta no fue la catástrofe seminal del s. XX, y lo mismo puede decirse de los hombres de su regimiento. La mayoría de ellos no fueron deshumanizados, radicalizados y politizados por la guerra, sino que volvieron a sus ciudades, pueblos y aldeas con sus opiniones políticas anteriores más o menos intactas. En su caso, la guerra no provocó una gran mutación en sus mentalidades. El historiador Weber mantiene que sus actitudes políticas, así como las de los bávaros y alemanes en general no eran incompatibles con la democratización de Alemania.

Alemania era una nación conservadora y reformista que había ido avanzando gradualmente hacia una mayor democracia, por supuesto, la actitud popular no había sido siempre luchar por más democracia y liberalismo, más bien al contrario. Sin embargo, a pesar a las tradiciones de la política confesional y la deferencia apolítica, al votar mayoritariamente a los partidos de la iniciativa de paz del Reichstag y de la Coalición de Weimar, los habitantes de los regimientos de las que procedían los hombres del Regimiento de List habían mostrado su convergencia con la gradual democratización del periodo anterior a 1914 y con la democratización de la posguerra. Ya sabemos que dicha última democratización acabaría fracasando estrepitosamente, pero ni la experiencia de una guerra violenta en extremo ( como el caso de los EEUU con su guerra civil), ni las concesiones a las élites predemocráticas abocan una democratización al fracaso.

Desde la perspectiva de comienzos de 1919, las probabilidades de que la democratización de Baviera y Alemania hubiera resultado sostenible y de que el soldado Hitler hubiera vuelto a pintar postales eran razonablemente altas o cuanto menos posibles. Por tanto, la historia de cómo el soldado Hitler consiguió transformarse de un “cerdo de la retaguardia” en el dictador de derecha más poderoso del s. XX es aleccionador para todos los países democráticos y en proceso de democratización, si fue posible en Alemania es posible en cualquier lugar.

Saludos a todos desde Benidorm.

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José Luis
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Re: La primera Guerra de Hitler.

Mensaje por José Luis » Mar Dic 11, 2012 11:17 am

¡Hola a todos!

¡Qué tal, maxtor! Aunque no puedo precisar dónde, sí recuerdo haber discutido este tema del momento de la "cristalización política" de Hitler, en particular su antisemitismo radical, hace algunos años en el foro.

De lo poco que sabemos de los años de Hitler en Viena y Munich no tenemos ninguna prueba concluyente, ni siquiera circunstancial, que demuestre que durante esa época Hitler haya sido un antisemita virulento. De hecho, algunas cuentas, si les damos crédito, muestran a un Hitler que podía llevarse bien con los judíos. Comerciaba sus pinturas con judíos, un judío le regaló su abrigo, y durante algún tiempo hizo "sociedad" con un judío para vender sus cuadros. Estas circunstancias no proyectan la imagen del antisemita patológico en que años más tarde se convirtió Hitler.

Tampoco tenemos evidencias de su periodo en la guerra que lo retraten como un antisemita radical. Ni siquiera tras la revolución de noviembre de 1918, dio muestras Hitler de tales inclinaciones. Permaneció en el ejército hasta marzo de 1920, cuando ya se había unido al Deutsche Arbeiterpartei (septiembre de 1919). No está claro su posicionamiento político, si lo tuvo, durante las etapas de "república socialista" y "república soviética" de Baviera, especialmente durante esta última. Hay quien piensa que se acomodó a ellas. Kershaw explica que una orden rutinaria de desmovilización de su batallón, se refiere a Hitler como el representante (Vertrauensmann) de su compañía, puesto que muy probablemente ocupaba desde el 15 de febrero de 1919. Las tareas de los representantes incluían la cooperación con el departamento de propaganda del gobierno socialista para hacer llegar el material "educativo" a las tropas. Así que, concluye Kershaw, las primeras tareas políticas de Hitler fueron al servicio del régimen revolucionario gobernado por el SPD y USPD. Pero muy poco después tuvo lugar otro hecho engorroso para el futuro de Hitler. El 13 de abril se había proclamado la Räterepublik en Munich, y al día siguiente los consejos de soldados de Munich aprobaron la celebración de elecciones libres de todos los representantes acuartelados en la guarnición de Munich para asegurar su lealtad con el régimen recién establecido. Hitler fue escogido como segundo representante del batallón. Hitler, subraya Kershaw, no sólo no hizo nada tendente a colaborar en la destrucción del nuevo régimen, sino que permaneció como representante de su batallón durante toda la etapa de la Räterepublik. Esto es un hecho, más allá de sus interpretaciones. En este último sentido razona Kershaw que, aunque no está claro cómo interpretar el papel de Hitler aquí, puesto que la guarnición de Munich apoyó con firmeza la revolución desde noviembre, y apoyó nuevamente en abril el establecimiento de la Räterepublik, Hitler, para ser elegido representante de su batallón, tuvo que apoyar forzosamente en esa etapa las opiniones de los gobiernos socialistas, las mismas que, más tarde, denunció como criminales. (Véase el desarrollo de estos argumentos en el primer volumen del Hitler de Kershaw, pp. 136 y ss.).

Si hay un momento definido en el que podemos asegurar que Hitler comenzó su deriva política hacia el antisemitismo radical, ese momento está en mayo de 1919, cuando Hitler se encontró con el capitán Karl Mayr, jefe del Departamento de Información del Bayerische Reichswehr Gruppenkommando Nº 4 ("Gruko"), que bajo el mando del mayor general von Möhl había sido creado el 11 de mayo de 1919 tras el desmantelamiento de la Räterepublik. A finales de mayo o principios de junio, Hitler pasó a engrosar el número de los "informadores" (V-Leute, o V-Männer) reclutados por el departamento de Mayr. Aquí está el origen conocido del comienzo de la nueva "educación" política de Hitler que tuvo lugar en la Universidad de Munich entre el 5 y 12 de junio de 1919, en la que escuchó conferencias de varios personajes escogidos por Mayr, y entre los cuales estuvo Gottfried Feder. Tras estas conferencias, Hitler fue escogido por Mayr para formar un grupo de 26 instructores, todos reclutados de entre los asistentes a las conferencias de la Universidad de Munich, que fue enviado a un curso de cinco días de duración que comenzó el 20 de agosto de 1919 en Lechfeld, un campo del Reichswehr cerca de Augsburg. La misión de este grupo era inculcar sentimientos nacionalistas y anti-bolcheviques en las tropas, y en esta tarea Hitler destacó, al parecer, por encima de todos, convirtiéndose en el mejor orador del grupo, y un experto, al parecer de Mayr, en la "Cuestión Judía", tal como se desprende de la carta de Hitler a Adolf Gemlich de fecha 16 de septiembre de 1919, que es la primera declaración escrita, de la que se tiene constancia, de Hitler sobre la "Cuestión Judía".

Por tanto, y en lo que a mí concierne, la tesis de Weber tiene mucho más fundamento histórico que la de quienes sostienen, como hizo el propio Hitler, una conciencia política en Hitler, y en particular el antisemitismo que más tarde lo caracterizó, durante la guerra o incluso en los años de preguerra.

Saludos cordiales
JL
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Eckart
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Re: La primera Guerra de Hitler.

Mensaje por Eckart » Lun Dic 17, 2012 1:01 am

¡Hola, amigos!

Actualmente, Weber está trabajando en un libro que se llamará Metamorfosis y que estará dedicado plenamente a estudiar a Hitler, su entorno personal y el contexto muniqués durante el periodo 1919-1920. El libro pretende demostrar que fue ese año el año en que Hitler se radicalizó definitiva y fatalmente. Gracias a su cordialidad y cercanía, he podido intercambiar algunas impresiones con Weber al respecto, aunque, por prudencia, no está en disposición de adelantar muchas cosas y me dice que para el próximo verano ya podrá darme más datos. Iremos viendo qué tal se desarrolla el trabajo. Yo particularmente lo espero con muchas ganas, pues considero igualmente que ese periodo fue crítico, clave para la radicalización de Hitler (la Räterepublik, sus relaciones con los hombres del Arbeiterzirkel, con Dietrich Eckart, etc.). Y quien me conoce sabe que ese tan corto periodo, ese primer año del DAP en Munich, es el que más me place estudiar.

Un saludo.
«El conocimiento es mejor que la ignorancia; la historia es mejor que el mito».
Ian Kershaw

maxtor
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Re: La primera Guerra de Hitler.

Mensaje por maxtor » Jue Dic 20, 2012 4:03 pm

Eckart escribió:¡Hola, amigos!

Actualmente, Weber está trabajando en un libro que se llamará Metamorfosis y que estará dedicado plenamente a estudiar a Hitler, su entorno personal y el contexto muniqués durante el periodo 1919-1920. El libro pretende demostrar que fue ese año el año en que Hitler se radicalizó definitiva y fatalmente. Gracias a su cordialidad y cercanía, he podido intercambiar algunas impresiones con Weber al respecto, aunque, por prudencia, no está en disposición de adelantar muchas cosas y me dice que para el próximo verano ya podrá darme más datos. Iremos viendo qué tal se desarrolla el trabajo. Yo particularmente lo espero con muchas ganas, pues considero igualmente que ese periodo fue crítico, clave para la radicalización de Hitler (la Räterepublik, sus relaciones con los hombres del Arbeiterzirkel, con Dietrich Eckart, etc.). Y quien me conoce sabe que ese tan corto periodo, ese primer año del DAP en Munich, es el que más me place estudiar.

Un saludo.
Saludos cordiales.

Después de la lectura del libro de Weber también me posiciono en su tesis de que la radicalidad de Hitler ocurrió en el periodo posterior de la guerra y tras ser desmovilizado en Munich. De la época de Viena se puede descartar la vieja tesis de que de esos años proviene su radicalidad y así lo demostró el historiador austriaco Hamann, en su libro Hitlers Wien.

Me alegra que un historiador tan jóven como Weber haya dedicado su trabajo a la figura de Hitler y espero que tenga una larga carrera, el libro me ha gustado bastante y creo que es bastante coherente con sus opiniones y las argumenta en extenso. Para el que no tenga datos de Weber es profesor de Historia Europea e Internacional en la Universidad de Aberdeen y dirige el Centre for Global Security and Governance. Doctorado en la Universidad de Oxford, también ha impartido clases en la Universidad de Harvard, en el institute for Advanced Study de Princeton y en universidades norteamericanas de Pensilvania, Chicago y Glasgow.

Dado que compartimos el interés en esa epoca clave en la formación de Hitler, expongo un resumen de los dos capítulos del libro de Weber (La primera guerra de Hitler) que tratan esos años.

Cuando Hitler fue dado de alta en el hospital militar de Pasewalk, el 17 de noviembre de 1918, Alemania había cambiado bastante, de regreso a Baviera pasó por Berlín que estaba en manos de la revolución desde el 9 de noviembre. Durante la guerra los socialdemócratas habían estado divididos por la cuestión de si la futura Alemania debía ser una monarquía constitucional o una república, pero la exigencia del presidente de los EEUU Woodrow Wilson de que la monarquía quedase abolida en Alemania como condición para aceptar la paz zanjó la cuestión. Hitler fue a Múnich donde la revolución había expulsado a la casa de Wittelsbach que llevaba gobernando Baviera más de 800 años. La revolución había comenzado en Baviera incluso antes que en Berlín, el 7 de noviembre, en el aniversario de la revolución bolchevique de ocutubre en Rusia.

Por tanto, Baviera había encabezado la revolución la izquierda radical mientras en Berlín los líderes de la transición política alemana habían sido los reformistas – centristas socialdemócratas. En años posteriores, Hitler declaró que aquellos acontecimientos revolucionarios le habían horrorizado y que detrás de la revolución había estado “una banda de criminales despreciables y depravados”, integrada principalmente por judíos y que fue entonces cuando decidió dedicarse a la política. Hasta ahora ha habido consenso casi unánime en que los fundamentos generales de la concepción del mundo de Hitler datan de la época en que regresó a Múnich, que la guerra fue lo que le “creó”, que salvo en pequeños detalles, en la Guerra Mundial ya se había originado la concepción del mundo de Hitler. La posguerra en Múnich no habría hecho más que afianzar y racionalizar sus opiniones políticas. (Véase, por ejemplo, Bessel, Nazism; Kershaw, Hitler, p. 101. No obstante Kershaw admite que los hombres del regimiento no “formaban una generación de la guerra homogénea”).

Casi con seguridad Hitler regresó a Munich no por algún aprecio especial a la ciudad sino por la sencilla razón de que la unidad de desmovilización de su regimiento estaba allí, y es probable que permaneciera en Munich porque la única red social que tenía al acabar la guerra era el personal de apoyo del puesto de mando del RIR 16 y uno o dos oficiales y suboficiales. El soldado Hitler simplemente no mantenía contacto con amigos o allegados, ni tenía trabajo ni una vida a la que regresar. Así, con el final de la guerra y la inminente desmovilización de su regimiento, Hitler se enfrentó a la desintegración de su mundo personal. A fin de evitar el colapso de su red social, tenía que permanecer donde su familia “de sustitución” iba a ser desmovilizada. Posiblemente fue dicho factor el que hizo que Munich se convirtiera en la “Ciudad del Movimiento nacionalsocialista”.

Una vez en Múnich Hitler se reunión con Ernst Schmidt que era miembro del personal auxiliar de su regimiento y con el que tenía más relación y que habís sido dado de alta del hospital un poco antes que él, también volvió a ver a Max Mund, con el que había sido herido en el Somme, reuniéndose con él en cervecerías de vez en cuando. Tanto Schmidt como Hitler que prefirieron no ser desmovilizados fueron enviados a Traunstein cerca de la frontera con Austria, y estuvieron encargados de vigilar el acceso principal a un campo de prisioners de guerra franceses y rusos que estaba a punto de ser desmantelado y cuya autoridad era un consejo de soldados que apoyaba la revolución bávara. A finales de enero o principios de febrero regresaron a Múnich y asumieron funciones de vigilancia en la estación central de Munich.

Cuando Hitler regresó a Munich continuó desplegado en Bélgica, donde permaneció casi dos semanas después del final de la guerra. El 13 de noviembre el RIR 16 entró en Bruselas, la ciudad belga estaba llena de soldados borrachos dedicados al saqueo y la misión de los hombres del RIR 16 fue restablecer el orden y vigilar las dos estaciones de ferrocarril. Es curioso como los hombres del RIR 16 decorasen sus vehículos y ametralladoras con banderas bávaras azules y blancas, en vez de banderas alemanas. En el momento de la derrota de la Alemania imperial, su lealtad primaria estaba con Baviera, no con Alemania, o al menos así lo exteriorizaban.

Los comandantes y jefes militares alemanes tras el fin de la guerra tuvieron el dilema de ver cómo comportarse ante los nuevos régimenes que se habían instaurado en Alemania, y en conjunto se puede decir que el ejército alemán cooperó con los nuevos gobiernos en Berlín y Munich, que por el momento habían actuado con moderación. En palabras del general Ferdinand von Quast comandante del 6º Ejército alemán, el objetivo era ahora cooperar con los moderados para evitar la “difusión por toda Alemania del bolchevismo terrorista”.

El 3 de diciembre de 1918 el regimiento de Hitler llegó a Barmen, que pertenecía a la circunscripción electoral de Friedrich Ebert, que como el primer canciller de la posguerra, y, más tarde, como el primer presidente de Alemania elegido democráticamente, seguramente hizo más que nadie para poner a Alemania en el camino de una democracia liberal parlamentaria. En cuanto Ebert se convirtió en jefe del gobierno alemán y comenzó el proceso para la elección de una Asamblea Nacional constituyente, los delegados de los socialdemócratas independientes de Barmen y de la región se radicalizaron a favor de la dictadura del proletariado y en contra de la asamblea constituyente. Parecía que toda la región estaba al borde de la revolución bolchevique.

Para los hombres del regimiento de Hitler la guerra por fin había terminado. La cuestón era si ahora se desmovilizarían mentalmente o si las actitudes y opiniones que habían adquirido les hacían más proclives a continuar su lucha siempre que fuera posible. Este interrogante recibió una respuesta decidida en la primera mitad de diciembre, cuando se reclutaron voluntarios para las unidades Grenzschutz Ost, unidades semioficiales o Freikorps que deberían proteger la frontera oriental del país. Una comparación de los resultados electorales de antes de la guerra de los partidos de la resolución de paz del Reichstag y de la Coalición de las zonas de procedencia del RIR 16 refleja que para la gran mayoría del electorado, durante la guerra simplemente no se produjo un cambio fundamental de actitudes políticas.

De hecho si se analizan los resultados electorales entre 1890 y 1919, resulta asombroso el poco impacto que tuvo la guerra en los votos combinados de los tres partidos que estaban más a favor de una paz negociada durante la guerra y de la República de Weimar en la posguerra. Lo que llama la atención no es el periodo de 1912 a 1917, sino la década de 1890, cuando durante la crisis agraria de aquellos años, el católico Partido de Centro perdió temporalmente la confianza de muchos campesinos. Esta crisis tuvo consecuencias más profundas en las actitudes políticas de los bávaros que la I Guerra Mundial. Por lo tanto, la guerra no tuvo un impacto discernible sobre las actitudes políticas de la gran mayoría de los bávaros.

Los resultados electorales del periodo 1890 – 1919 presentan la aparente contradicción de que, después de la guerra, la gran mayoría de los bávaros y, casi con seguridad, de los hombres del Regimiento List apoyaron en las elecciones a los mismos partidos políticos a los que habían votado antes de la guerra, aunque en 1919 legitimaron en las urnas un sistema político muy distinto del que habían respaldado con anterioridad. Esta aparente contradicción no es tanto, si analizamos las características subyacentes de los sistemas políticos de antes y después de la guerra (la monarquía y la república) en Baviera, ya que en realidad ambos sistemas no eran tan diferentes. Baviera antes de la guerra funcionaba con un sistema político semiautocrático pero bastante reformista que había ido avanzando poco a poco hacia más democrácia, liberalismo y equidad. Asimismo la casa real bávara se mostró partidario de más reformas aunque no siempre con entusiasmo. Así no había contradicción alguna entre el apoyo al sistema político de la preguerra y el posterior apoyo a la República de Weimar a principios de 1919.

Cuando la guerra llegaba a su final, muchos socialdemócratas propusieron por razones pragmáticas la transformación de Baviera y Alemania en una monarquía constitucional, más que en una revolución. La disposición cuanto menos a aceptar reformas liberales y democráticas no se limitó a la élite gobernante, administrativa y militar de la Baviera de la preguerra, sino que también fue predominante en los círculos dirigentes prusianos. Por ejemplo, Hermann Ritter Mertz von Quirnheim, cuyo hijo sería uno de los organizadores del complot para asesinar a Hitler en 1944, había defendido la introducción del sufragio universal en Prusia durante la Gran Guerra. Y cuando, en 1920, Wolfgang Kapp, cofundador del Partido de la Patria, intentó un golpe de Estado contra la República de Weimar, lo que impidió su triunfo fue sobre todo la negativa de los funcionarios del gobierno a cooperar con Kapp. La mayoría de las milicias acantonadas en regiones próximas a Berlín se negaron a unirse al golpe, entre tanto, la izquierda radical utilizó éste como excusa para su propio intento antidemocrático de hacerse con el poder y creó un “Ejército Rojo” de 50.000 hombres en la región industrial del Rhur, que fue aplastado después de sangrientos combates, que cobraron el carácter de una guerra civil.

Así pues no hay pruebas de que la mayoría de los hombres del Regimiento List se hubieran radicalizado políticamente a consecuencia de sus experiencias en Bélgica y Francia entre 1914 y 1919; la aceptación de la quiebra de las instituciones bávaras, incluida la monarquía, en 1918 no obedeció a la politización revolucionaria de soldados y civiles, sino al agotamiento colectivo acumulado y al anhelo de paz, que había provocado apatía, más que ira en las Fuerzas Armadas alemanas. Nada atestigua que la monarquía cayera en Alemania por culpa de una presión popular desde abajo.

Quienes dirigían la nueva República eran los partidos que ya habían obtenido la mayor parte de los votos en Baviera antes de la guerra, parere claro que la gran mayoría de los hombres del Regimiento List y de los bávaros en general apoyaron, o al menos aceptaron la nueva República porque se encuadraba en la tradición del sistema político bávaro anterior al conflicto. Por lo tanto, carece de fundamento la idea que a veces se expresa de que “quizá incluso la mayoría” de los alemanes habían mostrado “una hostilidad abierta” hacia la democracia desde la “fundación de la misma” de la República, lo mismo que el argumento de que el final de la IGM “no constituyó más que un momento de relativo respiro” antes de que europeos y estadounidenses tuvieran que volver a “luchar otra vez para contener la agresión alemana”. Ninguna de estas ideas se ve apoyada por el desarrollo de las actitudes políticas de los hombres del Regimiento List y de la población bávara en general.

Sin embargo, el electoradl bávaro no dejó ninguna duda de que, si bien apoyaba la República de Weimar, no secundaba la República socialista de Kurt Eisler. Cuando se celebraron elecciones en Baviera la semana anterior a los comicios para la Asamblea Nacional, sólo el 2.5 % de los votos fueron para el partido de Eisner, mientras que los tres partidos que formarían la Coalición de Weimar obtuvieron el 82 %. Los partidos de la derecha radical, sucesores del Partido de la Patria, que se había disuelto al final de la guerra, apenas recibieron votos en Baviera a principios de 1919.

El futuro de Baviera y Alemania parecía encaminarse hacia una democracia parlamentaria, y no fue la IGM la “catastrofe seminal de nuestro siglo” como la describió George F. Kennan, para esos territorios. Entre los sectores mayoritarios de la sociedad alemana, el radicalismo había quedado muy debilitado, los grupos hipernacionalistas y protofascistas de la capital bávara estaban a punto de regresar adonde habían estado antes de la guerra, esto es, a los márgenes de la política, pero en unos meses ocurrieron una serie de acontecimientos radicales que transformaron y radicalizaron el panorama político drásticamente, dando a Hitler una causa y una audiencia.

El 21 de febrero de 1919, Kurt Eisner fue asesinado por el conde Anton von Arco-Valley, un exoficial y derechista radical que, según varios informes, necesitaba demostrar su valía después de que la protofascita Sociedad Thule no le hubiera admitido por su pasado judío de su madre. En respuesta del asesinato los socialdemócratas independientes de Eisner se negaron a entregar el poder a los partidos que habían ganado las elecciones, el Consejo Revolucionario mostró su verdadera cara y prohibió la prensa liberal y católica, extendiéndose el movimiento comunista a Baviera y a diferencia de Berlín donde se atajó dicha posibilidad de forma rápida, en Munich se sembró el caos y siguió extendiéndose.

La prioridad del gobierno elegido democráticamente, lógicamente era recuperar el poder, aunque tuvieron que huir a Bamberg, la situación continuó agravándose y el 13 de abril, el ala dura de la revolución expulsó a Niekisch y proclamó la República Soviética Bávara sobre el modelo de la Rusia bolchevique, y pidió el establecimiento de una dictadura del “Ejército rojo” que se había formado con 20.000 trabajadores y soldados en Múnich.

Ni que decir que posteriormente todos estos acontecimientos fueron aprovechados por la liturgia nazi como justificación para auparse al poder. El 17 de abril, el gobierno bávaro, encabezado por los socialdemócratas, el Consejo de Soldados de Baviera y las Fuerzas Armadas bávaras emitieron un llamamiento urgente a todos los antiguos miembros del Ejército bávaro a unirse de inmediato a un ejército popular para liberar Múnich. Aunque ignoramos cúantos veteranos del RIR 16 se alistaron, sabemos que si bien el intento de reclutar hombres del Regimiento List para la lucha de los Freikorps en el Báltico había sido un auténtico fracaso, ahora se alistaron un considerable número de ellos. Con independencia del número exacto de veteranos que se alistaron en los Freikorps y en las milicias en la primavera de 1919, al contrario que a finales de 1918, algunos de los antiguos compañeros de armas de Hitler ahora ingresaron en unidades paramilitares. Proteger sus hogares contra la amenaza, percibida o real, del bolchevismo, animados por su gobierno democráticamente elegido era muy distinto que combatir en el Este.

Fue la dinámica y la lógica del conflicto de la posguerra, más que la barbarie ocasionada por la IGM, lo que explica la relativa popularidad de los Freikorps y las milicias, y su predisposición a la violencia, en la Alemania de 1919; si fuera cierto que los veteranos de guerra “trasladaron sus brutales prácticas del frente a su propio país y siguieron librando una guerra” (Audoin – Rouzeau y Becker, 14-18, p. 169), y que practicamente todos sus miembros eran “ideólogos y agitadores” (Weitz, Weimar, p. 97), los hombres del regimiento de List no habrían esperado para ingresar en ellos hasta que les instaron a ello las autoridades bávaras para defender sus comunidades contra los revolucionarios bolcheviques. Y si fuera cierto que la visión de todos los Freikorps y de sus miembros era completamente opuesta a la democracia y por el contrario profesaban un comportamiento totalmente fascitas, no podríamos responder a la pregunta de por qué miembros del DDP como Fridolin Solleder y hasta veteranos judíos lucharon con ellos.

Por ejemplo, Hugo Gutmann perteneció a los Freikorps, un hecho que apoya el argumento utilizado por el historiador Weber sobre el carácter político de la Alemania de la posguerra. Incluso en el Freikorps Oberland algunos de cuyos grupos más tarde constituirían el núcleo de las SA, no sólo estaban Heinrich Himler y Artur Rödl, sino también varios miembros judíos. El propio Himmler no se aproximó al fascismo hasta 1922. Así pues no había una conexión directa entre el servicio en un Freikorps y la politización en un sentido fascista radical. Lo que movía a veteranos del Regimiento List y otros de la IGM, a alistarse era que su misión consistía en defender, no atacar, el acuerdo político democrático de la posguerra. Por lo tanto, lo que les hizo ingresar en las unidades de Freikorps no fue una experiencia bélica larga y brutal, sino el llamamiento de los partidos centristas que los bávaros habían elegido antes y después de la guerra a defender Baviera contra el bolchevismo.

El experimento bolchevique en Baviera acabó entre los vítores de la población de Munich cuando un “Ejército blanco” de tropas regulares e irregulares derrocó al “Ejército rojo” en unos sangrientos enfrentamientos que costaron la muerte entre 550 y 650 personas. La mayoría de las muertes se produjeron después de los combates, cuando las tropas regulares y los Freikorps se dedicaron a la caza de insurgentes comunistas reales o imaginarios. Por sangrienta fue fuera hasta el último momento la República Soviética de Múnich, no debemos caer en la tentación de exagerar la brutalidad de las fuerzas blancas o rojas. Lo cierto es que más del 98 % de los soldados de ambos bandos sobrevivieron al final del régimen comunista de múnich. Para veteranos del regimiento de Hitler, el acontecimiento decisivo de sus vidas no fue la guerra sino la experiencia de la efímera República Soviética.

El legado de la República Soviética de Múnic sería trágico para Baviera, pues contribuyó a reorzar a la derecha radical y debilitó a los socialdemócratas. Durante mucho tiempo ha sido tabú considerar hasta qué punto la actitud de los alemanes hacia el nacionalsocialismo y otros movimientos radicales de derecha no estuvieron motivada por el antibolchevismo y la experiencia de las revoluciones socialistas radicales en la Europa central y oriental. Los historiadores temían dar la impresión de que estaban disculpando a los alemanes “corrientes” que habían apoyado al Tercer Reich y haciendo una apología de los crímenes de la Alemania nacionalsocialista.

Admitir la importancia decisiva del antibolchevismo en el auge del nazismo no es más que entrar en las mentes de los alemanes “corrientes”, no justificar su comportamiento, ni ignorar la violencia de los Freikorps después de la guerra. Aunque la existencia de la República soviética de Múnich fue una conditio sine qua non de la creciente respetabilidad de los grupos protofascistas de Múnich en la primavera de 1919, no elimina la responsabilidad por los ulteriores acontecimientos de los grupos de la derecha radical y sus partidarios.

En sus orígenes, el nacionalismo y el fascismo no fueron intelectualmente ni una respuesta al bolchevismo ni un producto de la IGM (Sternhell, “Counter-Enlightenment”, pp. 3-18). Sin embargo la participación de grupos políticos fascistas y radicales de derecha en la represión del bolchevismo en Baviera otorgó una mayor legitimidad, aunque no un apoyo masivo inequívoco a sus objetivos políticos, a grupos que anteriormente habían estado confinados a los márgenes del espectro político. En otras palabras, la República Soviética permitió que los grupos radicales de derechas se convirtieran en una fuerza política seria en la medida en que la gente los veía como un baluarte contra el comunismo, sin que le preocupara demasiado cuáles eran los veraderos objetivos políticos del fascismo. Desde luego, fue un gobierno moderado el que ordenó la supresión de la República soviética. No obstante, después de acabar con el régimen comunista, la paranoia de la derecha radical sobre el bolchevismo parecía menos exagerada, al menos en apariencia. Además, un número creciente de bávaros que nunca votarían a partidos de la derecha radical en elecciones libres, empezaro al menos a respetar a los grupos hipernacionalistas como defensores de Baviera contra los socialistas y los bolcheviques.

Desde una perspectiva de los años 20, las experiencias de la República Soviética Bávara y del bolchevismo en Rusia eran reales, mientras que los horrores del Tercer Reich aún pertenecían al futuro. El temor al bolchevismo se convirtió en paranoia y cegó a muchos bávaros a la violencia de la derecha radical.

Asimismo hizo aparición un antisemitismo radical, pues la extrema derecha presentaba al gobierno de Eisner, al Consejo de Niekisch y a la República Soviética Bávara como una trama judía que se veía facilitada por el hecho de que Eisner y la mayoría de los líderes más destacados de la República Soviética fueran judíos. Con todo, en comparación con las partes que se estaban desintegrando del antiguo Imperio zarista – donde durante el periodo revolucionario y la guerra civil murieron 150.000 judíos – (Kramer, Destruction, p. 292) en la Alemania de la posguerra hubo relativamente pocos casos de violencia física contra los judíos.

En Múnich el antisemitismo radical también estaba limitado a una reducida minoría, aunque ruidosa. Una vez en Múnich, parece sorprendente que Hitler no actuara en ningún sentido coherente con sus convicciones posteriores. De hecho, sus actos durante los cinco meses siguientes a su regreso a Baviera no muestran mucha coherencia. Están llenos de contradicciones y delatan a un hombre perdido sin una orientació mental clara que le guíe en el mundo de la posguerra. Hitler, que en Mein Kampf describió con todo lujo de detalles otras épocas de su vida, pasó a toda velocidad sobre los primeros cinco meses de su regreso a Baviera, incluido el periodo de la República Soviética bávara, como si tuviera algo que ocultar.

En la primavera de 1919, como soldado acuertelado en Múnich, Hitler sirvió a un gobierno al que más tarde tacharía de traidor, criminal y judío en Mein Kampf, y no lo hizo pasando desapercibido, pronto fue elegido para el Consejo de Soldados de su unidad militar, el Batallón de Reserva del 2º Regimiento de Infantería, y destinado al cuartel del Oberwiesenfeld. En el metraje conservado del funeral de Eisner, se aprecia a a Hitler con varios miembros de su unidad caminando tras el féretro de Eisner en el cortejo fúnebre del líder bávaro. Se ve claramente que Hitler lleva dos brazaletes: uno negro por la muerte de Eisner y otro rojo, el color de la revolución socialista. (Knopp y Remy, Hitler, episodio 1).

Incluso dos días después de proclamarse la República Soviética, Hitler volvió a presentarse a las elecciones de los Consejos de Soldados de Múnich, que el nuevo régimen llevó a cabo para asegurarse el apoyo de las unidades militares de Múnich a la República Soviética. Hitler fue elegido segundo representante del batallón y permaneció en ese puesto mientras duró la República soviética. Su cometido era servir de enlace con el Departamento de Propaganda del nuevo gobierno socialista.

Si en ese periodo – y tal como dijo Hitler en Mein Kampf – ya hubiera sido un pangermano antisocialista, antisemita e hipernacionalista convencido y sólo hubiera cooperado abiertamente con el nuevo régimen para apartar a los hombres que le rodeaban del comunismo y la socialdemocracia, ¿por qué no ingresó en un Freikorps con sus compañeros antes de la derrota de la República soviética?, es más, incluso Otto Strasser preguntó más tarde, cuando hubo roto con Hitler, ¿dónde estaba Hitler, en qué rincón de Múnich se escondía el soldado que habría tenido que luchar en nuestras filas?. Si realmente Hitler estaba ocultando sus intenciones y verdaderas convicciones y era el defensor de los demás antirrevolucionarios que en la unidad también trataban de pasar desapercibidos, ¿por qué ninguno de aquellos hombres hizo una declaración a ese efecto en cuanto Hitler se hizo famoso?, ¿si realmente estaba tratando de trabajar contra la revolución desde su puesto, ¿por qué no presumió de ello en Mein Kampf, en vez de guardar silencio sobre ese periodo?.

Lo que la mayoría de las biografías de Hitler que sostienen que sus ideas y prejuicios ya estaban casi completamente desarrollados al final de la guerra no tienen en cuenta precisamente que la conducta de éste en el mes que siguió a la guerra fue incoherente. Es imposible hacer encajar de forma convincente las pruebas que existían de ese periodo con un retrato coherente de Hitler como socialista o como el hipernacionalista pangermano antisemita en que se convertiría después por una simple razón, y en opinión del historiador Weber, porque no era ninguna de las dos cosas.

Hitler estaba confuso y su vida podría haber tomado otras direcciones, estaba dividido entre dos polos con frecuencia contradictorios, y podría haber evolucionado en la dirección de movimientos políticos diametralmente distintos siempre que combinaran la promesa de una sociedad sin clases con algún tipo de nacionalismo. El incierto futuro de Hitler es menos sorprendente si tenemos en cuenta que en los orígenes intelectuales del fascismo comparte principios fundamentales con la izquierda no marxista. Dos factores interrelacionados determinaron qué influencias acabaron predominando en Hitler: la forma en que sus conocidos evolucionaron políticamente y la situación de posguerra. En ese momento de su vida, Hitler se adaptó a los que le rodeaban porque estaba creándose una familia “de sustitución”. Agradar a los miembros de su nueva red social era fundamental para él, pues no tenía vida propia fuera del personal de apoyo de lo que quedaba de la plana mayor del Regimiento List. Hitler hizo suyas las compañías que frecuentaban hombres como Ernst Schmidt – miembro de un sindicato respaldado por socialdemócratas – cuando regresaron a Múnich. Los círculos políticos de Hitler en los que se introdujo dependieron en buen grado de las opciones políticas de sus conocidos.

Saludos desde Benidorm.

(la segunda parte de la exposición hablaré del capítulo 11, "La Kampf de Hitler contra los veteranos del Regimiento List").

maxtor
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Re: La primera Guerra de Hitler.

Mensaje por maxtor » Mié Dic 26, 2012 9:23 pm

Saludos cordiales a todos.

En esta parte final haré un resumen de la época comprendida entre 1919 – 1933, donde se deja claro la influencia que tuvieron sobre la persona de Hitler hombres como Karl Mayr.

Karl Mayr como jefe de una unidad de propaganda contrarrevolucionaria del Ejército en Múnich estaba desbordado de trabajo, acababa de recibir una larga y tesiosa carta que culminaba con estas preguntas: ¿Acaso no constituyen los judíos la amenaza que se ve en ellos? ¿ Se está sobrestimando su influencia funesta o el gobierno no reconoce el peligro (…) o es demasiado debíl para actuar contra el peligroso judaísmo?. Mayr hizo una anotación en un trozo de papel que metió con la carta en un sobre dirigido a uno de sus hombres de más confianza que era Hitler. (Carta de Adolf Gemlich a Mayr, 4 de septiembre de 1919).

Hitler se dispuso a escribir la carta de respuesta como le pedía Mayr, “El antisemitismo como movimiento político no debe ni puede guiarse por emociones, sino por el reconocimiento de los hechos. Y el hecho es que el judaísmo es una raza, no una comunidad religiosa (…) El judío es una sanguijuela sobre los pueblos (…) Y la conclusión de esto es que (el objetivo último) del antisemitismo racional debe ser la eliminación definitiva de los judíos. Sólo un gobierno de voluntad nacional será capaz de ambas cosas”. Cinco meses antes de escribir esta carta Hitler había estado sirviendo en la República Soviética.

Desde su posición de informante, Hitler se hizo cargo de uno de los cursos organizados por Mayr para difundir las ideas contrarrevolucionarias en el Ejército, aunque no en calidad de oficial encargado, como quiere hacer creer en Mein Kampo o como Max Amann informó a los estadounidenses que le interrogaron tras la II GM. Después de llevar a cabo su curso, el soldado Hitler empezó a trabajar para el Departamento de propaganda del Ejército de Múnich. Fue allí donde los elementos contradictorios de su maquillaje político se canalizaron en una dirección que pronto le llevaría a los brazos de los nacionalsocialistas.

A diferencia de la mayoría de los hombres del Regimiento List que habían vuelto a sus vidas civiles, Hitler permaneció en el Ejército hasta marzo de 1920. El trabajo del soldado Hitler en la unidad de Mayr incluía vigilar las actividades de los grupos políticos minoritarios. El 12 de septiembre de 1919 Mayr le ordenó que asistiera a una reunión de un oscuro partido: el Partido de los Trabajadores Alemanes. Hitler inmediatamente quedó fascinado e ingresó en él una semana después. (Joachimsthaler, Hitlers Weg, p. 252 y ss.).

En el Partido de los Trabajadores alemanes, Hitler encontró un nuevo hogar y una nueva red social, al poco tiempo de afiliarse ya era la nueva estrella del partido que no tardaría en cambiar su nombre por el Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes (NSDAP). Por fín había encontrado su vocación. Con enorme talento en tres años transformó el NSDAP, que fue uno de los muchos grupos de extrema derecha que habían proliferado en los márgenes políticos, a ser el principal partido de protesta de derecha bávaro. Es necesario recalcar que el camino de Hitler desde el final de la IGM hasta el extremismo de derecha a finales de 1919 fue atípico no sólo de la mayoría de su regimiento, sino también de los veteranos de guerra que acabaron en la extrema derecha. Mientras que, en general, ellos habían luchado en unidades Freikorps contra la República Soviética de Múnich, Hitler – al menos formalmente – había servido tanto al régimen de Niekisch como al sóviet de Múnich. Por lo tanto, su decisión de unirse a los hipernacionalistas antirrevolucionarios pudo estar motivada tanto por el oportunismo como por profundas convicciones políticas. La mejor estrategia salvadora para alguien que había participado en la República Soviética lógicamente fue unirse a sus oponentes más acérrimos.

Para construir el Partido Nazi, Hitler acudió a los miembros de la plana mayor del regimiento en busca de apoyo y consejo, se propuso reclutarlos y fundar así su “familia” antigua y la nueva, esto es, los hombres del puesto de mando del regimiento y su círculo más próximo del partido. Hitler trató de reproducir en su nuevo partido la forma en que había funcionado la plana mayor del regimiento, y para ello, necesitaba reclutar a los hombres que la habían formado. No tardó en convencer a hombres como Erns Schmidt y Max Amman, a Jackl WeiB, Arthur Rödl, si bien, hay que decir que la gran mayoría de los oficiales del RIR 16 nunca pertenecieron al Partido Nazi.

En una reunión que tuvo el Regimiento List en 1922, Hitler intentó reclutar a los veteranos del RIR 16 que acudieron, aparte de los oficiales y los hombres del puesto de mando, pero no tardó en darse cuenta de que era ignorado por la mayoría de ellos, no obstante, sí tuvo bastante eco e interés las palabras de Wilhelm Diess, abogado y narrador de talento, educado y de carácter jovial, patriota alemán y no racista. Diess que había sido comandante militar en Fournes y oficial a cargo de los correos de la RIB 12, incluido Adolf Hitler, se casó con una mujer que según los criterios de Hitler era “medio judía”, posteriormente Diess se uniría a un grupo de resistencia contra Hitler. La respuesta a Hitler fue tan tibia que el futuro dictador no volvió a asistir a una reunión de la asociación de veteranos del RIR 16.

La generación que fue demasiado jóven para luchar en la IGM engrosó las filas del Partido Nazi con mucha más frecuencia que los veteranos de la IGM, el no haber combatido antes y la sensación de haberse perdido una oportunidad de prestar servicio, más que la experiencia del combate y una supuesta barbarización en la IGM, fue lo que aumentaba la probabilidad de ingresar en el partido del soldado Hitler. De una muestra de 623 veteranos de la 1ª Compañía del Regimiento List, sólo el 17 % de ellos militó en el Partido Nazi en algún momento entre 1919 y 1945. En total militó en el Partido Nazi aproximadamente el 10 % de la población alemana, por lo tanto, estos datos desmienten la idea de que el regimiento en su conjunto “creó” a Hitler y de que la radicalización política de Hitler era típica de los hombres de su regimiento. (NARA, BDC files. La cifra se basa en el NSDAP Ortsgruppenkartei y en el NSDAP Zentralkartei de los US National Archives en College Park, Md, y Overy, Dictadores, pp. 139 – 140).

Un factor que sí influyó a la hora de afiliarse al Partido Nazi fue la fe religiosa, por ejemplo, los protestantes tenían el doble de probabilidades de afiliarse al NSDAP que los católicos. Entre el 80 y el 90 % de los veteranos de la Alta y Media Franconia que se afiliaron al partido de Hitler eran protestantes. Es significativo que, debido al origen austriaco de Hitler, la probabilidad de que los soldados que residían en el extranjero ingresaran en el Partido nazi era muy parecida a las de la media del regimiento. Asimismo, por regla general cuanto más rural era el entorno de un soldado menos probabilidades había de que se uniera al movimiento de Hitler.

El nacionalismo era, en esencia, un movimiento social, lo que explica por qué eran las filiaciones de clase y religiosas, no la experiencia de la guerra y la violencia, lo determinante en la probabilidad de que los hombres del regimiento de Hitler ingresaran en su partido. La estrella de Hitler continuó en ascenso a principios de la década del os veinte. El Tratado de Versalles le ayudó a su fortuna, pero no fue la dureza del tratado ni la obstinada postura de Francia ante Alemania lo que más le ayudó. Hitler sólo pudo prosperar porque las potencias vencedoras de la guerra acordaron unas condiciones de paz extremadamente rigurosas y obligaron al nuevo gobierno alemán a firmarlas, pero después no se pusieron de acuerdo sobre si aquellas condiciones realmente debían ponerse en práctica. Por lo tanto, las potencias vencedoras inadvertidamente debilitaron al gobierno alemán, pues ahora Hitler podía presentar a sus miembros como traidores a su propio pueblo por acceder a unas condiciones que, al parecer, hasta a los británicos y estadounidenses les parecía excesivas.

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maxtor
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Re: La primera Guerra de Hitler.

Mensaje por maxtor » Mié Dic 26, 2012 10:32 pm

Saludos cordiales.

En esta parte final del resumen incidiré en cómo explica el historiador Weber el trato que Hitler otorga en su libro Mein Kampf su experencia en la IGM. En Mein Kampf Hitler se sirvió de su experiencia bélica para llamar a la población a apoyar el establecimiento de un nuevo Imperio Alemán que iba a durar mil años. La experiencia de la IGM y las lecciones que extrajo de ella le proporcionaron todos los principios del nacionalsocialismo; escrito con una prosa algo tediosa, es poco más que un escueto recuento de sus convicciones, agravios y perjuicios. Reducido en esencia, su recuento de las razones por las que Alemania había perdido la guerra es el siguiente:

  • Judíos, socialistas y demócratas habían apuñalado por la espalda a un ejército victorioso.

    Durante la guerra, “el káiser tendió la mano” al marxismo “judío”.

    El Reichstag había sido derrotista y estaba políticamente dividido.
    La prensa alemana había socavado el esfuerzo bélico alemán “apagando el ánimo de la gente”.
    Las universidades alemanas estaban “en poder de los judíos”; por lo tanto, habían inculcado a los líderes políticos y militares ideas erróneas de cómo librar una guerra.


Las lecciones de la derrota y de su propia experiencia bélica incluían las siguientes revelaciones:
  • El Estado debe actuar contra el marxismo por ser una ideología judía “que conduce a la humanidad a la destrucción”. De ahí la necesidad de “exterminar esa sabandija”.

    Durante una guerra no puede haber tregua ni cooperación, ni siquiera táctica, con los socialistas ni con ningún otro grupo político “que se oponga al espíritu nacional”. “El deber de cualquier gobierno es aplastarlos sin compasión”.

    Las ideologías como el marxismo no pueden destruirse “sólo mediante la fuerza”, sino que la única forma de “domeñarlas es mediante el uso de la fuerza (si) ese uso se hace en servicio de una nueva idea o Weltanschauung que arda como una nueva llama”. Por lo tanto, la lucha contra el marxismo sólo tendrá éxito si una nueva Weltanschauung basada en ideas positivas que vayan más allá de la defensa del statu quo emplea la fuerza “de forma sistemática y persistente”. Sin la “convicción espiritual” de una nueva ideología, es inevitable que se produzcan episodios de “titubeo” y de “tolerancia”, que resultarán contraproducentes y, en último término, servirán para reforzar, no para debilitar, al marxismo, porque los marxistas “ no sólo recuperarán la fuerza, sino que cada persecución sucesiva redundará en el apoyo de nuevos partidarios, horrorizados por los métodos represivos empleados”.

    La única forma de combatir el marxismo es crear un nuevo partido nacionalista que supere las clases y que una a toda la población alemana en la lucha contra el marxismo, pues Hitler pensaba que las “masas proletarias” nunca apoyarían a partidos burgueses.

    Durante una guerra, hay que abolir los partidos. Al Parlamento hay que “hacerle entrar en razón a punta de bayoneta, si fuera necesario”, pero lo mejor es “disolverlo inmediatamente”.

    Si el entusiasmo público (por la guerra) se apaga, nada puede volver a encenderlo cuando surge la necesidad. El entusiasmo es una embriaguez y así ha de mantenerse. Por lo tanto, el papel de la prensa es “elevar al máximo el entusiasmo público” a fin de mantener el “hierro ardiendo”.

    A las naciones en guerra no debe importarles la “opinión extranjera” sobre la forma en que libran la guerra y deben exponer a su pueblo las razones por las que luchan.
En suma, según Hitler, su experiencia bélica le proporcionó dos tipos de revelaciones: el primero era que las guerras también debían librarse ideológicamente; es decir que la prensa y la propaganda tenían que estar controladas y que había que abolir los partidos y hacer entrar en razón al Parlamento “a punta de bayoneta, si fuera necesario”. El segundo tipo es más importante en último término, pues Hitler utiliza su experiencia bélica como la fuente reveladora del núcleo de su ideología; que sólo era posible fundar una nueva Alemania, poderosa, próspera y sin clases sociales, si se libraba a sí misma y al mundo del marxismo y de los judíos, pues, en sus propias palabras, “es de todo punto imposible llegar a un entendimiento con los judíos”.

Desde el día que Mein Kampf llegó a las librerías ha existido un profundo desacuerdo sobre su significado. Las posturas varían desde las que sostienen que Mein Kampf contenía el borrador de lo que serían el Tercer Reich, la IIGM y el Holocausto que, con el tiempo, se fue poniendo en práctica de forma sistemática y gradual, hasta la que plantea que las ideas y políticas de Hitler se desarrollaron gradualmente. Según esta última, Hitler sólo expuso un programa general que con frecuencia era contradictorio y utilizaba un lenguaje fuerte y metafórico que, en aquellos momentos, aún estaba desprovisto de designios genocidas.

En cuanto Hitler fue puesto en libertad en 1924, tras el fallido golpe de Estado, y una vez evitado el riesgo de deportación a Austria, se dedicó de lleno a reconstruir su partido. Se dio cuenta de que sus ideas radicales no tenían mucho eco en la sociedad alemana. En las elecciones presidenciales de 1925, el candidato de los nazis sólo obtuvo el apoyo del 1 % del electorado alemán, mientras que, en las elecciones al Reichstag de 1928, no recibió más que el 26 % de los votos. Si algo le quedó claro a Hitler fue que necesitaba ampliar su base popular, para ello se puso a escribir otro libro y empezó a utilizar un lenguaje en sus discursos que conectara con la población alemana. El libro fue un fracaso, pero en lo segundo acabó siendo un éxito espectacular gracias al uso inteligente del mito del Regimiento List.

El elemento que más éxito tuvo fue la invocación de la Frontgemeinschaft y la Kameradschaft, que supuestamente habían distinguido la relación recíproca de los soldados alemanes durante la Gran Guerra. Apelaban a ella alemanes de convicciones políticas muy distintas, desde las asociaciones de veteranos hacia los grupos de izquierda críticos con la guerra como instrumento en la política internacional, como modelo para superar la dividida sociedad de la Alemania de Weimar. Hitler vio claro el uso de ambos conceptos para ampliar su base y difundir el sueño nazi de una Volksgemeinschaft o comunidad nacional alemana sin clases. La propaganda nacionalsocialista no tardó en explotar la camaradería entre los soldados de las trincheras como el origen de la visión de Hitler de la sociedad futura. Invocar la Kameradschaft también era una herramienta perfecta para difundir la única idea que tenían en común las revoluciones comunistas, nacionalsocialistas y colectivistas de derecha: poner fin a la naturaleza conflictiva de la sociedad humana; en otras palabras, eliminar el credo liberal de que el conflicto es parte de la naturaleza del hombre y una fuente del progreso humano. Mientras que la democracia liberal creía en una dialéctica fructífera de conflicto y compromiso, las ideologías colectivistas de la izquierda y la derecha creían que un mundo igualitario, nacionalista o universal, libre de conflictos, sólo era posible si las ideologías rivales eran borradas de la faz de la tierra.

Hitler inventó descaradamente sus experiencias en el Regimiento List durante la guerra que le permitió relatar cómo había experimentado él mismo la camaradería de la Frontgemeinschaft y cómo había utilizado esas experiencias para desarrollar sus ideas sobre el futuro de Alemania. Esa es la razón por la que las experiencias del soldado Hitler durante la guerra ocuparon cada vez más un lugar predominante en la propaganda nazi, y una de las razones por las que se mostraban tan agresivos en tratar de desacreditar a cualquiera que pusiera en duda la realidad de su vida en el Regimiento List.

Fue en el periodo de 1925 a 1933 cuando el mito del Regimiento List ocupó un lugar central en la retórica de Hitler y aumentaron sus referencias a la guerra en general. La propaganda nazi se dedicó a proclamar que el servicio de Hitler como soldado en el frente, afrontando los desafíos del combate durante más de cuatro años, le otorgaba una legitimidad especial para hablar en nombre de la generación de la guerra y para exponer sus opiniones políticas. Los testimonios en contra de veteranos u otras personas fueron sistemáticamente atacados por la propaganda nazi y por periódicos de derechas, pero sobre todo, esas voces discrepantes que situaron la Primera Guerra Mundial, con tono crítico hacia la oficialidad y a la enorme carnicería sufrida tuvieron poca cobertura por la crisis económica mundial.

Los alemanes se fueron desplazando en masa hacia el partido de Hitler tras el gran desastre de la crisis económica, dispuestos a creer las promesas de Hitler para sacar a Alemania de la crisis y sus historias sobre la Kameradschaft de la guerra como origen e inspiración de una nueva Alemania unida. Sólo ahora, en una situación de extrema volatilidad económica, recibió un apoyo amplio el NSDAP como “partido de protesta atrapa todo o match-all” (Fischer, Stormtroopers, p. 2). Cualquier argumento que no atribuya el auge del Partido nazi a la crisis económica y política de finales de los años veinte y principios del treinta, sino a que los alemanes llevaban largo tiempo deseando hacerse nazis, porque desde 1914 soñaban con la unidad y con la comunidad nacional de todos los alemanes, debería tener en cuenta el hecho de que en las primeras elecciones nacionales tras la crisis económica mundial votaron al partido de Hitler 13.5 veces más alemanes que en las elecciones anteriores a la crisis. En las elecciones nacionales de julio de 1932 le votaron el 32.9 % de los bávaros. En ninguna de las elecciones libres votó a Hitler más de una de cada cuatro personas en la zona de reclutamiento del Regimiento de List.

En la segunda mitad de 1932, la popularidad de Hitler ya había alcanzado su punto máximo. Por un amplio margen Hindenburg le derrotó en las elecciones presidenciales de 1932. Además, cuando, en noviembre de 1932, los alemanes tuvieron que volver a las urnas porque el Parlamento era ingobernable, el Partido Nazi sufrió grandes pérdidas. El soldado Hitler pensó que todo estaba perdido, que había pasado su oportunidad y que ya no había posibilidades de convertirse en canciller ni presidente. Hitler también debía de temer que su versión de la guerra hubiera salido finalmente a la luz como una fabricación, pues el general Kart von Schleicher, el archiconservador último canciller del Reich antes de la llegada de Hitler al poder, había oído rumores de periodistas, mientras era ministro de Defensa con el canciller Fanz von Papen, de qu8e el tratamiento de Hitler en Pasewalk había sido distinto de lo que éste contaba. Dándose cuenta del valor que esta información podía tener para su estrategia de dividir a los nacionalistas y evitar así una dictadura fascista, Von Schleicher ordenó a los agentes de inteligencia militar que confiscaran la historia médica de Hitler de los archivos del antiguo hospital militar en Pasewalk. Pero von Scheleicher tomó la trágica decisión de no hacer uso inmediato del historial y guardarlo en un lugar seguro, (Horstmann, “Pasewalk”, pp. 16 – 21). No utilizarlo sin dilación fue un error colosal. En enero de 1933, a instancias de los conservadores, que ingenuamente pensaban que podían controlar a Hitler, Von Schleicher fue sustituido como canciller por el soldado Hitler en el que fue el mayor desatino y error de cálculo del s. XX, apenas 14 años después del final de la IGM.

Saludos cordiales y felices fiestas a todos.

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Re: La primera Guerra de Hitler.

Mensaje por Eckart » Sab Dic 29, 2012 2:06 pm

Gracias, Maxtor. Sin duda 1919 es el año del giro, y 1920 el año del comienzo de la racionalización de esas ideas e intuiciones radicales que comenzaron a gestarse el año previo, pues una vez en el DAP Hitler entra en contacto con la gente del Politischer Arbeiterzirkel, Gottfried Feder y Dietrich Eckart, influencias -sobre todo la de este último- que serían de gran importancia en la formación y consolidación de su ideario. Veremos que nos cuenta Weber sobre esto en su próximo libro. Yo lo espero con ganas.

Un saludo.
«El conocimiento es mejor que la ignorancia; la historia es mejor que el mito».
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Re: La primera Guerra de Hitler

Mensaje por medeiros » Sab Ene 05, 2013 8:42 pm

deduzco dentro del la ideología fundada por hitler que la camaraderia nacionalsocialista que ideo venia engendrada por la emociones compartidas dentro de sus vivencia en el ejercito con sus compañeros más inmediatos; de ahi darse cuenta de que era poseedor del don de la oración lo que junto con la supuesta rabia del pueblo aléman por el tratado de versalles todo se confabulo en una parte para dar a luz al radicalismo reaccionario de hitler. Louego queda el hecho de su antisemitismo a lo que no encuentro aún una expliacíon acorde.
Las grandes victorias las presenta el conocimiento y las firma la sangre
PzkmpfwgnIV, das uber tank

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