Tres hombres y un destino

Acontecimientos políticos, económicos y militares relevantes entre noviembre de 1918 y septiembre de 1939

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Tres hombres y un destino

Mensaje por José Luis » Mié Nov 22, 2006 12:26 pm

¡Hola a todos!

La historia del Reichswehr desde la llegada de Hitler a la Cancillería de Weimar hasta el momento, ya con la denominación de Wehrmacht, en que quedó casi totalmente supeditado al arbitrio de Hitler está unida a las historia de sus tres máximas autoridades, al margen de Hindenburg primero y Hitler después, durante ese periodo de 1933-1938: Werner von Blomberg, Werner von Fritsch y Ludwig Beck. Quisiera exponer aquí mi opinión sobre los diferentes papeles que esos tres comandantes jugaron en el destino final de la Wehrmacht, pero antes voy a dar una breve reseña sobre las carreras de esos tres hombres, empezando por Blomberg.

Werner von Blomberg era un vástago de militares prusianos de dudosa cuna aristocrática que, en todo caso, no pertenecían a la antigua nobleza. Al parecer, según cuenta Goerlitz (1), hubo un cierto capitán von Blomberg que durante la Guerra de los Siete Años había buscado empleo en el ejército de Federico el Grande, y que aseguraba haber servido en el pequeño ejército del duque de Kurland, así como descender de familia aristocrática, cuestión ésta que no se pudo negar o probar. Había insinuado igualmente que estaba emparentado con los barones von Blomberg de los ducados de Lippe, lo que no era del todo cierto. Sin embargo, demostró ser un valiente oficial, cuestión por la que la Oficina Heráldica Real de Berlín no puso objeciones para que usara un nombre aristocrático.

El general de Infantería Hermann von Blomberg (1836-1924) era tío de Werner von Blomberg, y hacia finales del siglo XIX era el comandante general del II Cuerpo de Ejército en Stettin (Pomerania), y estaba considerado como alguien que podía llegar a ser uno de los soldados más destacados del Ejército Prusiano. Werner había nacido el 2 de septiembre de 1878 en Stargard, Pomerania, y era hijo de un capitán y de Emma von Tschepe und Weidenbach (de la nobleza silesiana). Como su tío y su padre, fue educado en el cuerpo de cadetes, y más tarde, en 1911, debido a sus dotes intelectuales, fue transferido al Estado Mayor General. Durante la Gran Guerra fue Ia del 7º Ejército en el Frente Occidental, siendo reclutado por el general Hans von Seeckt para el Reichswehr Provisional cuando terminó la contienda. Entre 1927 y 1929 fue el jefe del Truppenamt (el Estado Mayor General encubierto), y en 1930 fue destinado como comandante en jefe al I Wehrkreis (Distrito Militar), Prusia del Este, donde simultáneamente era comandante de la 1ª División de Infantería allí establecida. Este último destino marcó el comienzo de una profunda enemistad entre Blomberg y Schleicher (la mano negra tras ese destino) y Hammerstein-Equord. ¿La razón? Blomberg debería ser en teoría quien ocupara la vacante que dejaba el jefe del Heeresleitung, general Heye, tras su retiro en 1930, pero Schleicher (entonces el segundo de Groener, Ministro de Defensa), urdió el nombramiento del Hammerstein-Equord para el Heeresleitung y transfirió a Blomberg al I Wehrkreis. También sería el comienzo de una estrecha alianza entre Blomberg y el general Walter von Reichenau, que fue su jefe de estado mayor en Prusia del Este.

Tras la muerte de su mujer (Charlotte, de soltera Hellmich, no perteneciente a la nobleza) de 43 años de edad en 1932, Blomberg fue destinado al cuartel general de la Liga de las Naciones en Génova para tratar de las cuestiones del desarme como líder de la delegación militar alemana. En esas estaba cuando el 30 de enero de 1933 fue llamado por Hindenburg a Berlín para hacerse cargo del Ministerio de Defensa, a petición de Hitler, a quien Hindenburg iba a nombrar en ese mismo día Canciller del Reich. Era un paso anticonstitucional, pues según la constitución de Weimar, secuela de las condiciones del Tratado de Versalles, ningún militar en activo podía ser nombrado ministro de Defensa. Blomberg llamó entonces a su antiguo jefe de estado mayor, el teniente general von Reichenau para hacerse cargo del Ministeramt del Ministerio de Defensa. La partida estaba servida.

El 22 de abril de 1936 Blomberg fue nombrado mariscal de campo. Por esas fechas, Hermann Göring estaba subordinado en la jerarquía militar a Blomberg, pero como Ministro de Aviación estaba al mismo nivel que el ministro de Defensa. Esta situación, proclive a la rivalidad, tendría negras consecuencias para el futuro de Blomberg.

En 1938 el mariscal Blomberg fue destituido como ministro de Guerra (nuevo nombre del Ministerio de Defensa) y comandante en jefe de la Wehrmacht por su casamiento con Margarethe “Eva” Gruhn, una prostituta con antecedentes penales. Blomberg se marchó a Roma, después de haber recibido una generosa suma de dinero de Hitler, y un año más tarde contactaría con el general Keitel (su antiguo ayudante, que había sustituido a von Reichenau) para exponerle que si Hitler lo restituía en su puesto estaba dispuesto a anular su matrimonio. Como es lógico, Hitler se negó en redondo. Murió en la prisión de Nuremberg el 14 de marzo de 1946 de un ataque al corazón.

(1)Walter Goerlitz, Werner von Blomberg, en Correlli Barnet (ed), Hitler’s Generals (Grove Press, 2003)

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Mensaje por José Luis » Mié Nov 22, 2006 3:57 pm

La Historia ha sido bastante generosa con la memoria del coronel general Werner Freiherr von Fritsch. En muchos lugares y libros se pinta a Fritsch como uno de los grandes oponentes de Hitler y el Nazismo durante el tiempo que fue Chef der Heeresleitung (1934) y Oberbefehlshaber des Heeres (1935-1938).

Sin embargo, la realidad es siempre más compleja. Yo he tenido ocasión de leer una traducción de la carta, fechada en Achterberg el 11 de diciembre de 1938 (cuando Fritsch ya había sido destituido de su jefatura del Heer), que envió a la baronesa Margot von Schutzbar. En ella el antiguo Oberbefehlshaber des Heeres escribió:

[Mi querida baronesa:

Muchas gracias por sus dos cartas…..Es realmente peculiar que tanta gente mire al futuro con temor cada vez mayor, a pesar del indiscutible éxito de Hitler durante los pasados años. La carta de Herr von Wiegand me ha interesado mucho….Desafortunadamente, tengo miedo de que esté en lo cierto cuando habla del profundo odio dirigido contra nosotros por una gran parte del mundo.

Tan pronto acabó la guerra, llegué a la conclusión de que deberíamos salir victoriosos de tres batallas si Alemania iba a convertirse nuevamente en un país poderoso:

1 La Batalla contra las clases trabajadoras. Hitler la ganó.
2 Contra la Iglesia Católica, quizás mejor expresado contra el Ultramontanismo, y
3 Contra los judíos

Estamos en medio de esas batallas y la batalla contra los judíos es la más difícil. Espero que todo el mundo se dé cuenta de la complejidad de esta campaña
….] (1)

Fritsch no estaba, desde luego, en contra de muchas de las ideas nazis, y cuando se opuso a Hitler, en el otoño de 1937, fue sólo por una cuestión práctica, no por su rechazo del nacionalsocialismo. Era, nada extraño en esa época y menos en el Reichswehr, contrario al sistema democrático, profundo nacionalista, y declarado antijudío. Pero esto lo veremos más adelante.

Fritsch había nacido cerca de Düsseldorf, en Benrath, el 4 de agosto de 1880, y a los 18 años entró como Fahnenjunker en el 25º Regimiento de Artillería de Campaña, del que fue transferido en 1902 a la escuela de Artillería e Ingeniería. Ingresó en la Kriegsakademie en 1907 y se graduó en 1910 con la nota más alta de su clase, un 9 tanto en táctica como en historia militar, algo realmente sorprendente. En 1911, como era de esperar con ese currículum, fue destinado al Estado Mayor General, y durante la Gran Guerra ejerció en puestos de estado mayor en diferentes formaciones. En 1919 sirvió como jefe de estado mayor del general von der Goltz en la campaña del Báltico, y ahí comenzó una estrecha amistad con el general Hans von Seeckt, relación que había de durar hasta la muerte de Seeckt en 1936. Precisamente, en el Reichswehr de von Seeckt, Fritsch sería comandante del II Batallón del 5º Regimiento de Artillería (1922-1924), jefe del Departamento de Operaciones (I Abteilung) del Truppenamt (1926-1928), comandante del 2º Regimiento de Artillería (1928-1930), comandante de la 1ª División de Caballería (1931-1932), y comandante del III Wehrkreis (Berlín) y de la 3ª División de Infantería (1932-1934).

El 1 de febrero de 1934 sucedía al general Kurt Freiherr von Hammerstein-Equord como Chef der Heeresleitung, y el 1 de junio de 1935 se convertía en Oberbefehlshaber des Heeres. El 4 de febrero de 1938 fue destituido de su cargo tras haber sido injustamente acusado de haber mantenido relaciones homosexuales, acusación que se probó falsa en el juicio que siguió, si bien la exoneración no sirvió para que Hitler lo restituyera en su antiguo cargo. Cuando la Wehrmacht invadió Polonia, Fritsch se apuntó voluntario en su antiguo regimiento de artillería, muriendo en acción el 22 de septiembre de 1939.

(1)Roderick Stackelberg & Sally Anne Winkle, The Nazi Germany Sourcebook: An Anthology of Texts (Routledge, 2002), p. 226-227

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Última edición por José Luis el Vie Nov 24, 2006 8:00 pm, editado 1 vez en total.
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Mensaje por José Luis » Mié Nov 22, 2006 6:48 pm

El coronel general Ludwig Beck era un carácter completamente diferente del de sus dos superiores, quizás porque su padre no era militar, si bien tenía dos tíos por parte paterna y materna que habían combatido en la guerra franco-prusiana.

Había nacido en Biebrich el 29 de junio de 1880, cerca de Wiesbaden; su padre, Ludwig Beck, era un excelente ingeniero en el campo de la metalurgia, hombre de fuertes tendencias académicas, rasgo que heredaría su hijo. El hermano de Beck, William Beck, había dicho que el carácter de Ludwig se explicaba por la tradición y el crecimiento espartano en condiciones modestas (1).

De 1892 a 1898 Ludwig asistió al Humanistische Gymnasium (otra diferencia con Blomberg y Fritsch que se habían educado en el cuerpo de cadetes), escuela que tras la IIGM recibió el nombre de “Diltheyschule”. Fue un excelente alumno, especialmente en matemáticas y ciencias, lenguas clásicas e historia. Se graduó con matrícula de honor, ingresando en el ejército prusiano el 12 de marzo de 1898 como Fahnenjunker en el 15º Regimiento de Artillería de Campaña Prusiano, y en 1908 ingresó en la Kriegsakademie, de la que se graduó en 1911, pasando al Estado Mayor General en 1913. El general von Thaer dijo de Beck: “Era un soldado completamente inusual; desde el principio me recordó al general Moltke.” (2). En la Gran Guerra sirvió como oficial de estado mayor en diversas formaciones en el Frente Occidental, acabándola en el estado mayor del Grupo de Ejército Deutscher Kronprinz.

El 12 de mayo de 1916 se casó con Amalie Pagenstecher, la hija de un comerciante de Bremen, con la que tuvo a Gertrud un año después. Amalie murió el 16 de noviembre de 1917, y desde entonces Beck sólo se dedicaría a su hija y a su profesión, aunque si trabajaba como dicen 15 horas diarias, no me explico de dónde sacaría tiempo para dedicar a Gertrud.

El 1 de octubre de 1929 fue nombrado comandante del 5º Regimiento de Artillería de Fulda, y entre 1931 y 1933 se dedicó a redactar el manual más famoso de todas las publicaciones del ejército alemán: Die Truppenführung. En octubre de 1933 Beck fue seleccionado por Hammerstein-Equord (su gran defensor) como su mano derecha a cargo del Truppenamt, puesto (más tarde Amt des
Generalstabschefs des Heeres
) del que dimitiría en agosto de 1938, para pasar a formar parte de la resistencia contra Hitler. Tras el fracaso del atentado y golpe de estado del 20 de julio de 1944, Beck se suicidó (ayudado) el mismo día.

(1) Ludwig Beck – Abiturient des Diltheygymnasiums und Kopf des militärischen Widerstands gegen Hitler
(2)Ibid

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Mensaje por José Luis » Jue Nov 23, 2006 11:16 am

¡Hola a todos!

Blomberg era un hombre de grandes ambiciones personales y, tengo para mí, de no muy grandes convicciones ideológicas y morales. Su puesto como ministro de Defensa y más tarde de Guerra lo colocaba en una situación inmejorable para dirigir todos los asuntos militares y políticos del Reichswehr-Wehrmacht, siendo la única persona, a parte de Hindenburg-Hitler, que podía emitir bajo su iniciativa y responsabilidad órdenes y directivas de carácter general al Reichswehr-Wehrmacht. Esta situación terminaría cuando Hitler lo destituyó en febrero de 1938 aboliendo a la práctica el Ministerio de la Guerra. A partir de entonces, sólo Hitler, a través del Alto Mando de la Wehrmacht (OKW), manejaría la política militar y de defensa.

Hitler, tras su salto a la Cancillería del Reich el 30 de enero de 1933, sabía que cualquier “programa” político que quisiera llevar a cabo en la Alemania de Weimar debía contar, además de salvar los escollos políticos del Reichstag, con el beneplácito y colaboración del Reichswehr y, en consecuencia, de Hindenburg. El Reichswehr estaba entonces dirigido por el general Kurt Freiherr von Hammerstein-Equord, a quien llamaban el “general rojo” por sus “simpatías” hacia la República de Weimar y porque dos de sus hijas se habían afiliado al partido comunista. Era un aristócrata a quien interesaban más la caza y el tiro que las ocupaciones profesionales de su cargo, pero era un declarado anti-nazi, de quien Hitler, cuando estaba consumiendo los últimos días de su vida en el búnker de la Cancillería en abril de 1945, diría que había sido el mayor enemigo que había tenido desde su llegada al poder. Pero Hammerstein, o mejor dicho el Chef der Heeresleitung, había perdido el Immediatvortrag, el derecho más importante del que había gozado, aunque de forma intermitente, el Estado Mayor General desde los tiempos de su fundación, derecho que consistía en acceder directamente al soberano y señor de la guerra (que en 1933 caía en la persona de Hindenburg y, tras la muerte de éste, en Hitler) para tratar de asuntos militares tanto en tiempos de paz como de guerra. De esta forma, Hammerstein estaba forzosamente obligado a pasar por Blomberg, ministro de Defensa, si quería tratar con Hindenburg, el presidente de la República de Weimar y el único hombre que formalmente podía acabar con la carrera de Hitler y el nacionalsocialismo. Blomberg, pues, era la pieza clave en el tablero del Reichswehr, y esa pieza la había movido Hitler.

Hitler hizo dos cosas y prometió una tercera que iban a contentar, con los matices que se quieran poner, a la gran mayoría de los altos mando del Reichswehr. La primera fue acabar con la “amenaza” del partido comunista y sus sindicatos ya en 1933; la segunda fue la eliminación del liderazgo de las SA durante la llamada “Noche de los Cuchillos Largos”, aunque en realidad las purgas nazis comenzaron el 30 de junio de 1934 pero no acabaron hasta dos días más tarde. La tercera, que se habría de cumplir aceleradamente, fue la promesa de rearmar al Reichswehr y romper las cadenas impuestas por el Tratado de Versalles.

Hammerstein-Equord, sin embargo, no compartía las “maneras” nazis de restaurar el orden en una Alemania económica y socialmente convulsa, y a finales de 1933 presentó su dimisión. Hitler y Blomberg vieron entonces la oportunidad de cubrir la vacante de Hammerstein-Equord con el general Walter von Reichenau, y presionaron en tal sentido para que se cumplieran sus deseos. Pero Hindenburg, en la que fue quizás su última intervención de envergadura, se opuso frontalmente a esa candidatura y nombró Chef der Heeresleitung al general Fritsch, quien asumió el nuevo mando el 1 de febrero de 1934. Hammerstein se retiró volviendo a escena como comandante del distrito occidental de las fuerzas de la Wehrmacht de retaguardia que debían cubrir la frontera franco-alemana durante la campaña polaca de 1939 y antes de iniciarse la campaña contra Francia en mayo de 1940. Desde ese puesto invitó repetidas veces a Hitler a cursar visita de inspección a su cuartel general con la intención de arrestarlo, dentro de la trama conspirativa que se reanudó en el otoño de 1939. Hitler nunca realizó esas visitas. En 1943, si no recuerdo mal, Hammerstein moriría de cáncer.

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Mensaje por José Luis » Jue Nov 23, 2006 12:15 pm

Fritsch era un hombre extraordinariamente reservado, a tenor de los comentarios de las personas que lo trataron. Parece ser que tuvo una infancia muy severa y unas relaciones tremendamente secas con su padre. Él mismo reconoció su incapacidad personal para mantener una amistad íntima más allá de las relaciones de una amistad típicamente cordial. Cuando alguien pretendía profundizar en su vida, sólo encontraba, según el propio Fritsch aseguró, una reserva completa. Cuando le preguntaron cómo un hombre de su clase y posición no se había casado, respondió que había consumido los mejores años de su vida en la Gran Guerra, y que, al parecer, una relación frustrada, lo había determinado a dedicarse exclusivamente a sus obligaciones profesionales, más allá de las cuales parecía no tener formada ninguna perspectiva. Decía ser un militar completamente apolítico, aunque hasta el final de sus días, y a pesar de los pesares, mantuvo su fe del carbonero en Hitler. Éste era, pues, el carácter del hombre que sucedía a Hammerstein-Equord al mando del Reichswehr.

A Fritsch no le gustaba Blomberg por considerarlo demasiado político, aunque comprendía su posición como jefe del Reichswehrministerium; sin embargo, entre ambos se produjo una cordial colaboración. Detestaba, en cambio, a Reichenau.

En la primavera de 1934 la mayor preocupación del Reichswehr venía dada por la conducta de las tropas de asalto de Ernst Röhm y su amenaza de absorber el Reichswehr dentro de lo que Röhm pretendía que fuera un ejército popular bajo su dirección. Para Hitler, las SA de Röhm habían sido un elemento fundamental en su “lucha” por el poder, y una vez en él, se habían demostrado igualmente un elemento imprescindible para consolidarlo y eliminar a las fuerzas oponentes. Pero en la primavera de 1934 las SA eran ya más un problema que una solución para Hitler. Röhm quería llevar a cabo la “segunda revolución” en Alemania, y Hitler se vio obligado a elegir entre las SA y el Reichswehr. Más aún cuando sabía que existía una alianza entre Papen-Hugenberg-Schleicher-Hammerstein y el Reichswehr para obligar a Hindenburg a proclamar la ley marcial, destituir a Hitler, y poner al país bajo la vara militar. Así fue, ante esta terrible amenaza para los nazis, cómo se inició la génesis de la “Noche de los Cuchillos Largos”, en la que Hitler y sus secuaces no sólo iban a eliminar a la cúpula dirigente de las SA sino también a los principales opositores al régimen nazi.

A excepción de Blomberg y Reichenau parece ser que nadie conocía en el Reichswehr los planes de Hitler para el 30 de junio de 1934. Desde luego, nada sabían Fritsch ni el jefe del Truppenamt, Ludwig Beck. Pero Blomberg y Reichenau, y éste es el primer aspecto a tener en cuenta en nuestra historia, estaban completamente enterados no sólo de que los nazis iban a asesinar a Röhm y sus colaboradores más cercanos, sino que también iban a pagar con su vida los generales Schleicher (ex ministro de Defensa y ex canciller del Reich) y Ferdinand Eduard von Bredow. Cuando Hammerstein-Equord supo de las muertes de sus dos colegas, dijo: “Así que ahora también están comenzando a matar a caballeros.” (1) Nada se podían imaginar Fritsch, Beck y otros altos mandos del Reichswehr que el arresto y ejecución de Schleicher y Bredow había sido consentido y aprobado por Blomberg y Reichenau, y que este último había elaborado el texto del anuncio oficial de las muertes de los dos generales, afirmando en él que habían sido muertos como consecuencia de su resistencia a ser arrestados. A partir de ese momento, el Reichswehr, por la conducta de Blomberg y Reichenau, era cómplice del asesinato masivo cometido por los nazis durante el 30 de junio y el 1-2 de julio de 1934. Acto seguido debía pagar el primer tributo de sumisión a Hitler.

(1) Peter Hoffmann, obra citada, p. 26

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Mensaje por José Luis » Jue Nov 23, 2006 1:14 pm

Con la muerte del presidente Hindenburg, el 2 de agosto de 1934, y la unificación de la presidencia (que Hitler denominó Führer) y cancillería del Reich en la persona de Hitler, éste pasaba a convertirse, de forma dudosamente legal, en el comandante supremo del Reichswehr. Entonces, y de propia cuenta, Blomberg y Reichenau decidieron que la oficialidad del Reichswehr prestase ese mismo día un juramento de lealtad al Führer. Esa decisión se convirtió en ley el 20 de agosto de 1934. Las consecuencias eran enormes, y no en vano el general Beck definió ese día como el más negro en la historia del Reichswehr.

En primer lugar, la decisión de Blomberg y Reichenau era anticonstitucional, aunque esto no era nuevo, pues en la República de Weimar el juramento de lealtad de las fuerzas armadas se prestaba a la constitución, al pueblo y a la patria, pero nunca a una persona. Incluso con Hitler ya en el poder, la última modificación en el juramento de lealtad, ley promulgada el 1 de diciembre de 1933, rezaba: “Juro ante Dios Todopoderoso este sagrado juramento: Serviré en todo tiempo leal y honestamente a mi pueblo y a mi país y, como un bravo soldado, estaré listo en cualquier momento a arriesgar mi vida por este mi juramento.” Hasta 1918 todos los reclutas de las fuerzas armadas tenían que prestar un juramento ante Dios para obedecer al Kaiser. En 1919 se adoptó una nueva fórmula en la cual se omitió toda referencia a Dios, ocupando la Constitución el lugar del Jefe del Estado. Ahora, con su ley de 1 de diciembre de 1933, los nazis, paradójicamente, retomaban el nombre de Dios.

Ahora bien, con su iniciativa, Blomberg y Reichenau estaban retrotrayendo al Reichswehr a los tiempos de los carolingios, allá por el siglo VIII. El concepto germánico de lealtad era una especie de pacto en el que el soberano daba protección a sus seguidores más cercanos (trustis regia) a cambio del servicio de armas que éstos debían profesarle en tiempos de guerra. Cuando decayó la trustis regia, los carolingios trataron de llenar ese vacío con un nuevo instrumento constitucional que se convertiría en un puntal del estado en el Imperio Alemán de la Edad Media, el sistema feudal, al cual dan forma el vasallaje, el feudo, y la lealtad.

El vasallaje era un acto de sumisión por el cual un hombre, por razones de necesidad económica, entraba a servir (consilium et auxilium) a un señor durante el resto de su vida a cambio de que éste le garantizara su sustento, es decir, un beneficio, el feudo. La concesión de ese feudo obligaba al vasallo a servir en armas (auxilium) a su señor en tiempo de guerra y a asesorarlo (consilium) como miembro de su jurado en la corte en asuntos de la ley feudal, y esa obligación quedaba sellada por el juramento de lealtad del primero al segundo. De esta forma el servicio feudal y la lealtad quedaban inexorablemente unidos en una estructura piramidal en la punta de la cual estaba el rey, supremo señor de quien todos eran vasallos. Ahora, en 1934, Blomberg y Reichenau ponían al Reichswehr en esa situación, pero todavía peor, pues el juramento de lealtad de 1934 introducía una expresión que jamás se había conocido en la historia del ejército prusiano-alemán: la obediencia incondicional.

El texto de la nueva ley de juramento a las fuerzas armadas, promulgado el 20 de agosto de 1934, rezaba así en su artículo 2: “El juramento de servicio de los soldados de las Fuerzas Armadas será: “Hago ante Dios este sagrado juramento, que prestaré obediencia incondicional a Adolf Hitler, el Führer del Pueblo y Reich alemán, supremo comandante de las Fuerzas Armadas, y que estaré listo, como un bravo soldado, a entregar mi vida en cualquier momento por este juramento.”

Finalmente Blomberg había establecido una estrecha alianza con Hitler, y no sólo, como comúnmente se piensa, para rearmar al Reichswehr y devolver a Alemania su status de potencia mundial, sino también para afianzar e integrar muchas de las ideas del nacionalsocialismo dentro de las fuerzas armadas alemanas.

Para una lectura de la realeza y nobleza en la Alemania feudal recomiendo a Rolf Toman (ed), The High Middle Ages in Germany (Benedikt Taschen, 1990), y para un mayor análisis del concepto de obediencia y desobediencia en el ejército prusiano-alemán a Robert B. Kane, Disobedience and Conspiracy in the German Army 1918-1945 (McFarland & Company, 2002)

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Mensaje por José Luis » Jue Nov 23, 2006 7:42 pm

Algunas de las decisiones de Blomberg tras el 2 de agosto de 1934 las he comentado en la sección de “Antisemitismo” en:
viewtopic.php?t=3238

Hasta finales de 1937, Blomberg vivió una especie de idilio con Hitler, siéndole encomendada por éste su representación en Londres en la ceremonia de coronación de Jorge VI en 1937, y en diciembre de ese mismo año la clausura del funeral de Ludendorff. Pero poco antes de que muriera Ludendorff había tenido lugar una reunión donde quedarían sellados los destinos de Blomberg y Fritsch. El 5 de noviembre de 1937 Hitler había llamado a la Cancillería del Reich a los comandantes de sus tres ejércitos y al ministro de Exteriores para discutir el problema de armamentos, aunque en la reunión se trató también de algo más importante: la intención de Hitler de conducir a Alemania a la guerra (por su objetivo central de apoderarse de Checoslovaquia). Cualquiera que desee saber lo que sucedió en esa reunión puede buscar por la Red el memorando o protocolo Hossbach, ahorrándome así el detallar su contenido. Sólo diré que tanto Blomberg como Fritsch se opusieron a las intenciones de un decepcionado Hitler, no porque no estuvieran de acuerdo con los objetivos del Führer, sino porque creían que Alemania no estaba preparada para hacer frente a una hipotética guerra contra Francia, Gran Bretaña y quizás otras potencias. Desde ese momento Hitler tuvo claro que no podía contar con las dos máximas autoridades de su ejército para llevar a cabo su guerra de agresión.

A los dos años de quedar viudo, según su hija Dorothea, Blomberg comenzó a salir al atardecer, vestido de civil y en el coche de su chofer, a lo que parecían ser unas escapadas en busca de algún romance. En una de esas incursiones amorosas, probablemente en 1937, conoció a "Eva" Gruhn, sin saber que esa dama era una antigua prostituta y modelo de desnudos que tenía ficha policial y había sido condenada en una ocasión. Al parecer, Blomberg se enamoró perdidamente de ella hasta el punto de decidir hacerla su mujer. Como ella no era de su misma clase social, el fogoso oficial pidió consejo y permiso a Hitler, como marcaba el protocolo, y éste, tan desdeñoso del mundo de la nobleza, no sólo le dio su consentimiento sino que, para dar más prestigio al enlace, se convirtió en testigo de boda, junto con Göring.

El papel de Göring en el affair Blomberg es un buen exponente de la naturaleza mafiosa del jefe de la Luftwaffe. Siempre había tenido mis dudas sobre la posible implicación de Göring en ese lamentable escándalo de Blomberg hasta que el libro de Deutsch (1) las disipó completamente. Blomberg había comunicado a Göring, probablemente en el entierro de Ludendorff el 22 de diciembre de 1937, la situación en que se encontraba con su amada "Eva" Gruhn y las intenciones de matrimonio que albergaba, pero además le comentó que tenía un rival que se interponía en su romance. Göring se las apañó para dar un puesto a esa persona en Argentina, dejando el camino expedito a Blomberg. El rival de Blomberg, antes de su partida allende el Atlántico, advirtió confidencialmente a Göring sobre el pasado turbio de Eva Gruhn y su opinión de que el ministro de Guerra debía ser convencido, de alguna forma, para evitar el casamiento. Pero Göring, lejos de advertir a Blomberg, puso el secreto en manos de Himmler, y ambos ordenaron un seguimiento a la pareja y fabricaron el destape del escándalo una vez se hubo celebrado el matrimonio en el Ministerio de Guerra el 12 de enero de 1938.

A los pocos días surgió el escándalo, al conocerse, a través del jefe de la policía de Berlín, Heinrich Graf von Helldorff, que la mujer que se había casado con el ministro de la Guerra, Margarethe “Eva” Gruhn, había sido prostituta. Helldorff quiso asegurarse ante Keitel, segundo de Blomberg y futuro consuegro del mariscal, de que la prostituta de su informe era la misma mujer que se había casado con Blomberg. Keitel, que sólo la había visto una vez, no pudo ayudarle y lo envió a Göring, que había asistido a la ceremonia como testigo. Así que Göring ya tenía la trama tejida, y tras la visita de Helldorff, y su reconocimiento de Gruhn como la mujer de la fotografía, sólo le quedó comunicárselo a Hitler, quien de seguro no sabía nada de la trama que habían urdido sus dos secuaces más cercanos. Hitler llamó inmediatamente a Blomberg para solucionar el affair. En la inteligencia de que el mariscal desconocía totalmente el pasado de su mujer, se le propuso que rompiera automáticamente el matrimonio y se olvidara todo el asunto. Pero Blomberg se negó en redondo y Hitler lo cesó (aunque oficialmente el retiro se debió a “razones de salud”), despidiéndose ambos en buenos términos. Blomberg dejó Alemania camino de Italia el 28 de enero de 1938, no sin antes haber recibido de Hitler una gratificación de 50.000 marcos (2) y la seguridad de su pensión completa.

Con ese escándalo acababa la carrera del ambicioso mariscal de campo Werner von Blomberg, pero otro escándalo mayor le iba a suceder.

(1) Harold C. Deutsch, Hitler and His Generals: The Hidden Crisis, January-June 1938 (University of Minnesota Press, 1974). El libro de Deutsch es la relación más completa que existe, que yo esté enterado, del affair Blomberg-Fritsch.

(2) Quien no conozca cuál era la paga de un mariscal alemán puede considerar esta cifra un mero detalle de Hitler. Al principio, un general de infantería, un coronel-general y un mariscal recibían la misma paga, un sueldo mensual de 2.000 marcos, pero tras la campaña de Francia de 1940, los dos últimos recibieron una asignación permanente, libre de impuestos, de 1.000 marcos al mes. En 1942 se estableció una diferencia entre ambos grados, fijándose en 2.000 marcos la asignación del mariscal, con lo que su sueldo se elevaba a 4.000 marcos mensuales, y el coronel general, 3.000 marcos al mes. Esta información proviene de Lutz Koch, El Mariscal Rommel (Editorial Juventud, primera edición: noviembre 1954), página 225. Así que el mariscal Blomberg se fue con un regalito equivalente a la paga completa de poco más de dos años de 1938. Aunque viendo cómo se lo puso a Hitler de bien, la verdad es que el regalo se quedó bastante cutre.

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Mensaje por José Luis » Vie Nov 24, 2006 10:46 am

¡Buenos días a todos!

Otto Schmidt era un personajillo de 31 años del hampa berlinesa que había ejercido de chantajista, soplón de policía, extorsionador, perjuro, y macarra. En 1936, cuando la policía estaba apretándole las tuercas en busca de información, este perdido contó que tres años antes había sido testigo de una escena homosexual entre un oficial alemán del alto rango y un conocido prostituto apodado “Bayern Sepp” detrás de la estación de ferrocarril de la Potsdamer Platz. Schmidt los había seguido hasta llegar a un oscuro callejón, y después se dedicó a chantajear al oficial durante varios meses. El nombre del oficial, según Schmidt, era Fritsch. Hitler había sido informado de este incidente en 1936, pero lo desechó completamente y ordenó a Himmler y Heydrich que destruyeran el expediente.

El 25 de enero de 1938 Göring, que ambicionaba el puesto que Blomberg iba a dejar vacante en los próximos días, entregó a Hitler el expediente de Otto Schmidt, o lo que Heydrich había sido capaz de reconstruir, pues el Führer había ordenado su destrucción en 1936. Hossbach, el coronel ayudante de Hitler para la Wehrmacht, estaba presente, y leyó más tarde en ese día el dossier que le pasó Hitler. El Führer instruyó a Göring para que interrogara personalmente a Otto Schmidt; había que tener la certeza de la conducta homosexual de Fritsch. Al mismo tiempo exigió a Hossbach una absoluta confidencialidad al respecto.

Hossbach había servido con el general Fritsch y sentía por él una gran admiración profesional; pensaba que todo ese asunto de Schmidt no podía ser cierto en el caso de Fritsch y decidió comunicárselo a su antiguo jefe, pese a la prohibición de Hitler, con la esperanza de que el Oberbefehlshaber des Heeres resolviera rápidamente ese malentendido. Fritsch quedó consternado cuando oyó la historia de labios de Hossbach la misma noche del 25 de enero. Pensando en qué podía basarse tal difamación recordó que hacía unos cuantos años había estado invitando a comer en un restaurante a un joven de las Juventudes Hitlerianas, un tal Fritz Wermelskirch, para cumplir su parte en la campaña de ayuda de invierno que había montado el gobierno. Cuando el tal Wermelskirch comenzó a tener problemas delictivos, Fritsch rompió todo contacto. Pero de eso hacía bastantes años, pensó Fritsch.

Al día siguiente Fritsch fue llamado para acudir a la Cancillería, donde le esperaban Hitler y Göring. “Fui llamado finalmente sobre las 8:30 p.m. El Führer me anunció inmediatamente que yo había sido acusado de actividades homosexuales. Dijo que podía entender todo, pero que deseaba escuchar la verdad. Si yo admitía los cargos contra mí, emprendería un largo viaje y posteriormente nada me sucedería. Göring se dirigió a mí en el mismo tono. Negué firmemente cualquier tipo de actividad homosexual y pregunté quién era el que me acusaba de ello. El Führer contestó que no tenía importancia quién era el acusador. Deseaba saber si existía la más ligera base para esas acusaciones.” (1)

Fritsch contó a Hitler lo del episodio Fritz Wermelskirch, consiguiendo con ello solamente aumentar las sospechas del Führer. Entonces se produjo un acontecimiento más propio de los bajos fondos del hampa berlinesa que de un lugar como la Cancillería del Reich. A una señal de Hitler, Göring hizo entrar en la biblioteca donde estaba teniendo lugar la reunión a Otto Schmidt, quien no dudó un instante en reconocer a Fritsch como el oficial a quien había chantajeado en 1933. Fritsch negó en redondo conocer a tal sujeto y dio su palabra de honor de oficial a Hitler de que jamás había tenido que ver nada en el asunto. Tal escena sólo podía darse con gentuza de la catadura moral de Hitler y Göring, y no llego a concebir todavía cómo se podía admitir la palabra de un perdido como Schmidt ante la palabra de honor de caballero de un oficial de la reputación de Fritsch, que además era el jefe del Heer.

El pobre de Fritsch jamás podía imaginar siquiera que Göring y Himmler estaban trabajando para su caída, y que Hitler estaba aprovechando la oportunidad que se le brindaba. Entró en un estado de depresión que estuvo a punto de decidirlo al suicidio, pero algunos de sus colegas, Hossbach y el propio Beck, lo presionaron para que hiciera frente a las acusaciones y se resistiera a dimitir. Por tanto, Fritsch exigió ser juzgado por un tribunal de honor militar, y Hitler, a su pesar, tuvo que tragar. Pero ello no le impidió destituir a Fritsch como Oberbefehlshaber des Heeres y sustituirlo por Walther von Brauchitsch el 4 de febrero de 1938.

No sólo estaba en juego el honor del coronel general Werner von Fritsch, sino el honor del cuerpo de oficiales del Estado Mayor General. Así lo comprendieron inmediatamente el general Ludwig Beck, que exigió a Hitler que Fritsch fuese juzgado por un tribunal militar, y el almirante Canaris y su brazo derecho, el coronel Hans Oster, quien sospechaba desde el principio que todo era un montaje para desembarazarse de Fritsch y descabezar a la Wehrmacht. Oster no tardó en hacer de la causa de Fritsch la suya propia.

Por su trabajo en el Abwehr, Oster estaba bien relacionado con Arthur Nebe, jefe de la Policía Criminal (Kripo), quien al mismo tiempo estaba bien relacionado con la Gestapo. Nebe contó a Oster la verdad de la patraña que Himmler y Heydrich habían sembrado contra Fritsch. La Gestapo sabía que las imputaciones de Otto Schmidt se basaban en un acto homosexual que había sido realizado por “Bayern Sepp”, el nombre de calle de Joseph Weingarten. Cuando este infeliz cayó en manos de la Gestapo fue incapaz de identificar la fotografía del general Fritsch como uno de sus clientes. Por otra parte, la propia historia de Schmidt no se sostenía. Había dicho que había seguido a “Fritsch” hasta su casa en el distrito de Lichterfelde de Berlín, donde, a resultas de su chantaje, el oficial había ido a un banco cercano para retirar el dinero con que pagar al chantajista. Pero la Gestapo descubrió que el general Fritsch jamás había vivido en esa zona de Berlín, y además no tenía cuentas en ningún banco de las proximidades de su supuesta residencia. Sin embargo, la investigación de la Gestapo descubrió que un oficial retirado del ejército, el capitán Achim Frisch, vivía en esa zona y casaba con el perfil. El 15 de enero de 1938 la Gestapo entrevistó al capitán Frisch, quien reconoció su affair con Weingarten y el pago al chantajista Schmidt. Así pues, doce días antes de la confrontación entre Hitler y Fritsch, la Gestapo sabía que los cargos contra el Oberbefehlshaber des Heeres eran falsos, y Nebe pasó la información a Oster, quien vio confirmadas sus sospechas (2).

En el tribunal de honor que juzgó la causa de Fritsch, y que para vergüenza de las vergüenzas estuvo presidido por Göring, la defensa demostró más allá de toda duda que las imputaciones de Otto Schmidt contra Werner von Fritsch eran completamente falsas, y que el testigo de la acusación había sido forzado por miembros de la Gestapo a mentir en sus declaraciones. Fritsch fue exonerado por el tribunal a mediados de marzo de 1938, pero Hitler nunca volvió a restaurarlo en su antiguo puesto. Hubo revuelo entre algunos de los líderes del Heer (Beck, Witzleben, Leeb), pero entre tanto Hitler había anexionado Austria y pronto iba a comenzar la crisis checa, y con ello la salida a escena de nuestro tercer protagonista, el jefe del Estado Mayor General, general Ludwig Beck, sobre el que hablaremos en una próxima ocasión.

(1)David Irving, The War Path (Focal Point, 2003), p. 25

(2)Terry Parssinen, The Oster Conspiracy of 1938: The Unknown Story of the Military Plot to Kill Hitler and Avert World War II (Harper Perennial, 2004), pp. 24-27

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Mensaje por José Luis » Vie Nov 24, 2006 7:26 pm

El general Ludwig Beck era hombre profundamente reflexivo y con una perspectiva del mundo que traspasaba con mucho los ámbitos de la esfera propiamente militar. En este sentido, efectivamente recuerda al fundador del moderno Estado Mayor General Prusiano, Moltke el Viejo. Tenía por costumbre anotar en el papel sus pensamientos sobre situaciones difíciles para darles forma y orden, y así lo hizo durante la crisis checa del verano de 1938.

Su postura ante las intenciones de Hitler de invadir militarmente Checoslovaquia (Plan Verde) las dejó anotadas en el papel, por lo que el lector podrá juzgar por sí mismo el carácter y la solvencia moral de este militar:

Notas del jefe del Estado Mayor General Ludwig Beck sobre los riesgos de guerra con Checoslovaquia, 16 de julio de 1938

Aparentemente el Führer piensa que es inevitable una solución forzosa de invadir Checoslovaquia para la cuestión de los Sudetes alemanes; sus opiniones están reforzadas por un séquito de elementos radicales e irresponsables. Hay una opinión dividida sobre la posición de Göring. Algunos creen que reconoce la gravedad de la situación y está intentando tener un efecto moderador sobre el Führer. Otros creen que está haciendo un doble juego, como en el caso de Blomberg y Fritsch, y que dará un viraje de 180 grados cuando esté en frente del Führer.

Todos los alemanes honestos y serios en posiciones de responsabilidad nacional deben considerar como su misión y deber utilizar todos los medios y métodos concebibles para evitar una guerra con Checoslovaquia, sin importarles las consecuencias. Una guerra semejante inevitablemente debe conducir a una guerra mundial que significaría el final de Alemania.

Los líderes de mayor graduación de la Wehrmacht son los más apropiados y capaces para esta tarea, ya que la Wehrmacht es el instrumento operacional de poder para el liderazgo nacional conducente a una guerra.

Aquí están en juego las últimas decisiones para la supervivencia de la nación; la historia cargará a esos líderes con la culpa del derramamiento de sangre si no actúan de acuerdo con su conocimiento profesional, su comprensión política y su conciencia.

Su obediencia militar tiene sus límites cuando su conocimiento, su conciencia y su responsabilidad les prohíben ejecutar una orden.

Si sus recomendaciones y advertencias son ignoradas en semejante situación, es su derecho y obligación con la nación y la historia renunciar a sus puestos.

Si todos ellos actúan juntos con una voluntad unificada, será imposible llevar a cabo un acto de guerra. De esa forma habrán salvado a su patria de lo peor, de la ruina.

Hay una gran falta de grandeza y de reconocimiento del deber cuando en semejante ocasión un soldado de alta graduación contempla sus deberes y tareas sólo dentro del limitado marco de sus asignaciones militares, sin conciencia de que su mayor responsabilidad es la nación en general.

Los momentos extraordinarios requieren acciones extraordinarias.

Otros hombres cabales en posiciones de responsabilidad nacional fuera de la Wehrmacht se nos unirán en su camino.

Si la gente mantiene sus ojos y oídos alerta, si no se engaña a sí misma con falsas estadísticas, si no vive bajo el narcótico de la ideología, sólo puede llegar a la conclusión de que en este momento no estamos preparados para la guerra militarmente (liderazgo, entrenamiento, armamentos), económicamente o en moral pública…..

Posdata del 19 de julio de 1938

Si se decide por la acción en la forma de una protesta con todas sus consecuencias y se previene el estallido de una guerra, el siguiente paso debería ser considerar si debe permitirse que tenga lugar un conflicto con las SS y los jefes del partido, pues una lucha semejante es esencial para la restauración de un estado de asuntos completamente legal.

Esta es probablemente la última vez que el destino nos ofrece la oportunidad de liberar al pueblo alemán y al Führer mismo de la pesadilla de una Cheka y de las manifestaciones de gobierno de jefe que están destruyendo la estabilidad y el bienestar del Reich en el ánimo popular y que están conduciendo al resurgimiento del comunismo.

A este respecto deben subrayarse los siguientes puntos:

1 No puede ni debe haber dudas de que este combate está siendo librado por el Führer
2 Los hombres honestos y capaces del partido deben ser informados de la gravedad de la situación por medios de una descripción objetiva; deben ser convencidos de la necesidad de tal paso y ganados para la causa. Por ejemplo, Wagner, el Gauleiter de Silesia, Bürckel, el gobernador de Viena.

…Ni la más ligera sospecha de una conspiración debe levantarse y los líderes militares de más alta graduación deben permanecer unidos tras este paso. Generales que nos apoyen pueden encontrarse también en la fuerza aérea.

Breves y claros eslóganes:
¡Por el Führer!
¡Contra la Guerra!
¡Contra los Jefes del Partido!
¡Paz con la Iglesia!
¡Libertad de Expresión!
¡Fin a los métodos de las Chekas!
¡Restauración de la Ley en el Reich!
¡No más construcción de Palacios!
¡Viviendas para los Alemanes!
¡Simplicidad y Limpieza Prusianas!

Fuente: Klaus-Jürgen Müller, General Ludwig Beck. Studien und Dokuments zur politischmilitärischen Vorstellungswelt und Tätigkeit des Generalstabschefs des deutschen Heeres 1933-1938 (Boppard: Boldt, 1980), pp. 551-552, 554-556. Translated by Sally Winlde, en R. Stackelberg, The Nazi Germany Sourcebook: An Anthology of Texts (Routledge, 2002), pp. 220-221

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Mensaje por José Luis » Sab Nov 25, 2006 10:34 am

¡Hola a todos!

Cuando fracasaron todos los intentos realizados por Ludwig Beck para cerrar el camino por el que Hitler quería llevar a Alemania a la guerra, el jefe del Estado Mayor General alemán presentó su dimisión el 18 de agosto de 1938. El general Franz Halder lo sustituiría asumiendo oficialmente su cargo el 1 de septiembre de 1939. Beck había intentado primero convencer a Hitler de los riesgos catastróficos que, según él, asumiría Alemania si la Wehrmacht invadía Checoslovaquia; cuando fracasó este método, comenzó una labor de crítica y erosión de la política nacionalsocialista, y, finalmente, se dedicó a buscar el apoyo interno y externo para arrestar a Hitler y a los principales líderes nazis y someterlos a juicio popular por sus crímenes y su política de agresión. Julio y agosto de 1937 fueron dos meses de continuadas visitas a Inglaterra de personajes alemanes que, por mediación directa o indirecta de Beck, buscaron el apoyo del gobierno británico (básicamente una declaración oficial tajante dirigida a Hitler y al pueblo alemán de que una invasión de Checoslovaquia por parte de Alemania tendría como consecuencia inmediata la declaración de guerra de Gran Bretaña) para derribar del poder al régimen nazi. Beck había asegurado a sus mediadores que si obtenía esa declaración oficial y pública del gobierno Chamberlain, entonces Hitler tendría los días contados. Desafortunadamente, la diplomacia británica veía las cosas de manera comprensiblemente más compleja.

El proceso traumático que experimentó el general Beck desde que Hossbach le refirió los contenidos de la reunión de la Cancillería del Reich del 5 de noviembre de 1937 hasta que decidió a finales de julio de 1938 trabajar por el derrocamiento del régimen nazi estuvo caracterizado por tres fases bien definidas.

En la primera, cuando la indecencia nazi cometida contra el hombre a quien Hitler llamaba el "incorruptible inglés", coronel general Werner von Fritsch, Beck actuó dentro de los parámetros reglamentarios de su ámbito militar: exigió a Hitler un tribunal de honor militar para juzgar el caso de su comandante en jefe inmediato. Cuando se demostró que las acusaciones contra Fritsch habían sido un movimiento calculado de Himmler, Heydrich y Göring para descabezar al ejército, y se comprobó que Hitler no estaba por la labor de restituir a Fritsch en su puesto, hubo militares, entre ellos Franz Halder y Erich von Manstein, que presionaron a Beck para que convocara una reunión del generalato y se resistieran a Hitler. Fue entonces cuando Beck soltó una de sus frases lapidarias: “El motín y la revolución son palabras que no tienen cabida en el vocabulario del oficial alemán.”

En la segunda fase, cuando se precipitó la crisis checa y el riesgo de guerra mundial con las decisiones de Hitler durante abril y mayo de 1938, el jefe del EMG intentó convencer a Hitler y a su círculo más razonable de los peligros terribles que supondría tal aventura para Alemania. No es que Beck se opusiera a los objetivos del dictador nazi (la integración de Checoslovaquia en el Reich), pero era totalmente contrario a los medios y al momento. Entonces escribió sus notas de julio que sirvieron para la elaboración de un memorando* que debía leer Brauchitsch (y no leyó) en una reunión de altos mandos a principios de agosto.

En la tercera fase, buscó con ahínco el apoyo exterior británico y la unidad para su causa de los líderes del ejército. Cuando todo ello fracasó, Beck hizo lo último que estaba en sus manos: presentar su dimisión.

Con la desaparición de Beck el Estado Mayor General Alemán, cerebro de la Wehrmacht, quedaba desvalido. Hitler había conseguido finalmente desembarazarse de los elementos o puestos militares que se interponían en su camino a la guerra. Al destituir a Blomberg por el “escándalo de su matrimonio” eliminó de un golpe el Ministerio de Guerra, colocando en su lugar el Oberkommando der Wehrmacht (OKW) con un hombre dócil y servil a su cargo, el general Wilhelm Keitel. Con el cese indecente de Fritsch como comandante en jefe del Heer, Hitler se deshacía de un duro oponente a su política de agresión militarista y colocaba en su lugar a un hombre que ya tenía atrapado entre sus manos desde el día de su nombramiento: el general Walther von Brauchitsch. Efectivamente, cuando Brauchitsch conoció el ofrecimiento de Hitler como Oberbefehlshaber des Heeres, comunicó personalmente al Führer que, dada su situación personal, no podía aceptar ese puesto sin el riesgo de que a los pocos días de su nombramiento surgiese otro escándalo que le obligaría a cesar en su puesto. Brauchitsch estaba casado y tenía cuatro hijos, pero sostenía una aventura amorosa fuera de su matrimonio. Quería el divorcio pero carecía del dinero suficiente que su mujer le exigía para concedérselo, y ella estaba dispuesta a acudir a los tribunales. Hitler tranquilizó a Brauchitsch asegurándole que él mismo proporcionaría el dinero y se encargaría de que su mujer le concediese el divorcio. Brauchitsch aceptó y desde ese mismo momento hipotecó al Führer su independencia e iniciativa en las responsabilidades que involucraba el puesto de comandante en jefe del Heer. Cualquier consideración de la actuación posterior de Brauchitsch hasta que fue destituido en diciembre de 1941 debe tener en cuenta esta circunstancia. Con Beck desapareció la autoridad moral que él encarnaba en el EMG. Franz Halder, aunque voluntarioso, era un manojo de nervios y, en su descargo, tuvo que afrontar situaciones de verdadera lucha interior entre los mandatos de su conciencia y las obligaciones de su profesión. Su papel no era fácil, y carecía de la energía de carácter y el coraje moral y físico que una actitud decidida de resistencia a Hitler demandaban.

Tras los acontecimientos de enero, febrero y agosto de 1938, el ejército de tierra alemán quedaba dividido en su liderazgo, y Hitler tenía el camino hacia la guerra que deseaba y buscaba casi totalmente libre de obstáculos dentro de sus fuerzas armadas.

*Sin embargo, el primer memorando de Beck avisando a Hitler de los riesgos innecesarios de una guerra mundial fue de fecha 12 de noviembre de 1937, varios días después de tener lugar la reunión del “Protocolo Hossbach”. Y después, el 5 de mayo de 1938 siguió otro memorando que repetía más o menos los argumentos del memorando anterior. Después cursó otros dos memorandos sumamente críticos, el 29 de mayo y el 3 de junio, y varias memorias.

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Mensaje por José Luis » Sab Nov 25, 2006 1:53 pm

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Mensaje por Huntley » Sab Abr 12, 2008 4:06 pm

Excepcional resumen y análisis, José Luis. MIs felicitaciones.

Un saludo.

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