Orígenes de la Guerra del Pacífico I (1920-1939)

La guerra en el Pacífico

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Grossman
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Re: Orígenes de la Guerra del Pacífico I (1920-1939)

Mensaje por Grossman » Dom Ene 15, 2012 2:17 am

¡Hola!

Muchas gracias, maxtor. Además, tu pregunta me viene bien para completar un par de aspectos más del tema.

En lo que llevo leído, incluidos varios autores japoneses (si bien próximos a la órbita académica anglosajona), las referencias a las visitas del comodoro Perry a mediados de s.XIX no lo son tanto por significar una humillación, sino por haber advertido de lo que se les avecinaba si no se ponían las pilas. Sobre todo después de ver lo que habían hecho a China los ingleses. De los sentimientos que provocaron los cañonazos de estos a Japón no he encontrado nada.

Mahan. Cuando la escuadra japonesa derrotó a la rusa, no solo quedó consagrado ese esfuerzo modernizador que había acometido 50 años antes, sino también la doctrina naval de Mahan, con lo que las ideas políticas imperialistas de este teórico de la guerra naval recibieron también un espaldarazo. Para dejar un par de pinceladas de este personaje:
Grossman escribió:El texto de Asada añade un ingrediente significativo en esta escalada bélica entre Japón y Estados Unidos: la doctrina táctica y estratégica de Alfred T. Mahan (1840-1914) y la propia figura de éste. De la noche a la mañana, tras la publicación en 1980 de “The Influence of Sea Power upon Hystory, 1660-1783”, este desconocido capitán pasó a convertirse en una autoridad destacada en materia de estrategia naval.

El Contraalmirante Alfred T. Mahan
Imagen
Fuente: http://en.wikipedia.org/wiki/Alfred_Thayer_Mahan

No solo en los Estados Unidos sino también en Alemania, Reino Unido y Japón. Aparte de su doctrina táctica sobre la concentración de acorazados y la destrucción de la flota enemiga en una única batalla decisiva, tuvieron gran impacto sus postulados imperialistas que proponían una expansión comercial respaldada por el poder naval, y la presencia o actuación de este en casos de choque de intereses. Esta idea cuajó con fuerza tanto en Estados Unidos como en Japón y alimentó en cada uno la noción de que debían prepararse para un enfrentamiento mutuo. Los preparativos de unos reforzaron la idea en los otros, y esta quedó definitivamente consagrada cuando los Estados Unidos, por motivos estratégicos, incorporaron a su territorio las Islas Hawai (1898).
Después, las ideas de Mahan no sobrevivieron en Estados Unidos tras la PGM, como hemos visto, pero sí lo hicieron y con fuerza, en Japón, determinando su pensamiento estratégico naval y en buena medida el político. Esta forma de ver el mundo alimentó una desconfianza hacia Estados Unidos que se prolongó hasta el período que estudiamos, donde imposibilitó la adopción de actitudes de compromiso en los momentos álgidos de la crisis entre ambos países cuando Japón enfilaba una vía sin retorno.

Las crisis de la inmigración. Estados Unidos había recibido una fuerte inmigración china, a la que puso fin, dejando paso a la proveniente de Japón. Pero hubo tensiones en California, y después del terremoto de 1906 que destruyó casi todo San Francisco, el consejo escolar de esa ciudad intentó discriminar a los de origen japonés, lo que provocó las protestas de Tokio. Se llegó a un acuerdo, pero en 1917 y 1924, en un clima de fuertes perjuicios racistas, Estados Unidos aprobó leyes que limitaban la inmigración de Asia, así como de determinadas condiciones mentales, sociales y políticas. También Australia aprobó una legislación que dejaba inmigrar solo a blancos.

Estas medidas resultaban particularmente humillantes para Japón cuando tras vencer a los rusos sentía que ya formaba parte del club de los grandes. La grieta en la relación con Occidente se ensanchó en la Conferencia de París (1919), cuando Japón propuso con insistencia que la carta fundacional de la Liga de Naciones contuviera una disposición que prohibiera la discriminación racial, y Estados Unidos y Gran Bretaña se opusieron.

La Guerra Ruso Japonesa (1904-1905) y las potencias occidentales. De pronto estas vieron que Japón se había convertido en una potencia militar, y se alarmaron. Para la Navy significó que Japón pasó a ocupar el primer puesto de los enemigos probables en una guerra futura, y era a Tokio a quien iba dirigida la demostración de fuerza en que consistió el viaje alrededor del mundo de la flota estadounidense de acorazados al completo (“The Great White Fleet", 1907-1909).

En síntesis, la victoria de Japón sobre Rusia significó su revelación como potencia y un aumento de sus aspiraciones a dominar Asia este, pero también marcó el inicio de la competencia con Occidente, en una relación marcada por intensos sentimientos de humillación y desconfianza.

Fue esa victoria, además, la que dio pie a:
Grossman escribió:Cuando Japón recibió de Rusia la concesión sobre Kwantung, lo hizo convencida de que la duración de la misma era de 99 años, pero después se descubrió que era solo de 25, de los que quedaban pocos ya. Este malentendido explica en parte la convicción con la que Japón se arrogó después derechos sobre este territorio.
Un saludo a todos

Fuentes:
■ ASADA S Ibid. p.27, 65
■ WETZLER P “Hirohito and War“ Hawaii University Press (1998) p.10
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Orígenes de la Guerra del Pacífico I (1920-1939)

Mensaje por Grossman » Jue Ene 26, 2012 11:41 am

¡Hola!

Además de nuestra Guerra Civil, el gran Robert Capa fotografió también esta de japoneses y chinos. Japón no daba con el modo de ponerle fin y a la par que extendía sus conquistas veía su economía desangrarse, las potencias democráticas dieron prioridad al apaciguamiento en Europa, el Ejército Rojo respondió de forma contundente a la aventura del Ejército Japonés de Corea, y Estados Unidos acometió por fin su reconstrucción naval.
                • *
3. De la Guerra Chino Japonesa al inicio de la Segunda Guerra Mundial (1937-1939)
Parte 2

Gobierno y EMG del ejército coincidían en la necesidad de limitar la actividad militar en China. Un memorando del EMG señalaba que el retraso en poner fin a las hostilidades perjudicaba la preparación de la guerra contra la Unión Soviética. Pero para poner fin a los combates había que conseguir que Chiang Kai-shek cesara en su resistencia, por lo que Japón dependía de la mediación de otros países, para lo que era conveniente mejorar la relación diplomática con Estados Unidos. En todo caso, si el líder chino no se avenía a un acuerdo, el ejército japonés debía mantener un grado de operaciones bajo, en una actitud más pasiva de lo que había mantenido hasta entonces.

Sin embargo, cuando en abril de 1938 el mando de las fuerzas japonesas en China planteó que el despliegue alcanzado era insuficiente, que los dejaba expuestos al hostigamiento chino y que, además, tampoco daba ningún alivio a las necesidades japonesas de espacio, y reclamaron una expansión más allá de Nanking, hasta Hsuchow y Hankow, el EMG cedió a estas demandas y envió los refuerzos necesarios.

Esta extensión de la campaña supuso un coste inasumible para la economía japonesa, por lo que Konoe quiso tantear de nuevo las opciones diplomáticas. Con ese propósito sustituyó a los ministros de exteriores y de guerra, Hirota y Sugiyama, por los generales Ugaki Kazushige e Itagaki Seishiro respectivamente.

Ugaki puso como con dición para asumir el puesto de exteriores y reanudar las conversaciones con China que Konoe se retractara de su proclamación de no reconocimiento del régimen del Kuomintang. Su propósito era también mejorar las relaciones con Estados Unidos, aprovechando el talante apaciguador de las potencias occidentales. Pero se enfrentaba a obstáculos que no podía superar por sí solo. El ejército estaba realizando importantes progresos en China central, y su mando en el continente se oponía a su planteamiento, al igual que el nuevo ministro de guerra, Itagaki. Este era partidario de las tesis nacionalistas, la alianza con Alemania e Italia y el fin de la supremacía occidental en Asia este, y contrario también a un acuerdo con el Kuomintang.

Ugaki valoraba que la continuación de la campaña no lograría la rendición del Kuomintang, por lo que debían dar prioridad a la consecución de un acuerdo para poner fin a la guerra. Era partidario de la tesis que consideraba a la Unión Soviética el enemigo principal contra el que Japón se debía preparar (propia de la facción del Camino Imperial, opuesto a la del Control). Y estaba a favor también del planteamiento de que China y Japón debían cooperar en la explotación de los recursos continentales a la vez que respetar los derechos adquiridos por las potencias occidentales, participando en la libre competencia con estas. Estaba convencido, además, de la necesidad de mantener buenas relaciones con Gran Bretaña y Estados Unidos, tanto para facilitar el logro de un acuerdo con el Kuomintang, como para la cooperar en la reconstrucción y la explotacion de China en la posguerra. Estos puntos de vista, conocidos por Konoe, fueron los que motivaron precisamente su designación, pese a ser contrarios a sus propuestas.

Chiang Kai-shek, al que las cosas iban francamente mal, deseaba al menos algún tipo de tregua y estaba dispuesto a hacer concesiones significativas, sin embargo albergaba dudas sobre el control que Ugaki ejercía sobre la política exterior japonesa. Y no estaba equivocado: los adversarios de este, militares y civiles, en un intento de neutralizar sus esfuerzos, propusieron que los asuntos chinos quedara fuera de las competencias del ministerio de exteriores, y dependiera de un ente administrativo exclusivo. El colofón lo puso el Konoe cuando dio su apoyo a esta propuesta, tras lo que Ugaki presentó su dimisión. El primer ministro había dinamitado su propia iniciativa y conducido a Japón de nuevo a un callejón sin salida.

La derrota que en agosto de 1938 el Ejército Rojo inflingió en Changkufen (Batalla del Lago Khasan) al Ejército Japonés de Corea que por propia iniciativa lo habían atacado, alimentó las esperanzas chinas de poder rechazar la ocupación, lo que redujo su disposición a aceptar los duros términos que Japón había sobre la mesa para alcanzar una tregua.

Algo antes, en plena crisis de Checoslovaquia, Londres se mostró dispuesta a escuchar las propuestas de Ugaki; preocupaba la posibilidad de que el Pacto Anticomintern se convirtiera en una alianza. Washington, en cambio, mostró poco interés. Roosevelt seguía atento sobre todo a Europa, viendo próxima una nueva guerra mundial para la que su país no estaba preparado. Pero había comenzado el programa de construcción naval: en julio de 1937 el Congreso aprobó una partida de 50 millones de $ para barcos auxiliares, y en mayo de 1938, por primera vez, autorizó rebasar las estipulaciones de los tratados de Washington y Londres, aumentando el número y tonelaje de barcos de combate en un 23% aproximadamente, con 2 acorazados rápidos, 40.000 toneladas de portaaviones y 26 barcos auxiliares más, y la aviación naval de 2.050 a 3.000 aparatos. En ese momento la Navy disponía de 3 portaaviones en servicio, 1 a punto de ser botado, y 3 en construcción, y la AIJ 6 en activo y varios en construcción.

El gobierno y la casa imperial no querían comprometerse en una alianza con Alemania, para no enturbiar más las relaciones con Estados Unidos. Tampoco querían asumir un compromiso general de defensa mutua sino solo acudir a la convocatoria de consultas si alguno era atacado por la Unión Soviética. El ejército y la armada, por su parte, querían ir más lejos y les seducía la posibilidad de una cooperación germano-japonesa contra Gran Bretaña. Anteriormente, Ugaki había tomado nota del poderío militar y diplomático exhibido por Hitler en la crisis checoslovaca, pero era contrario también a una alianza con este. Consideraba que la conclusión de la guerra con China iría ligada a la situación internacional, y que ahí un Japón aislado vería sus opciones perjudicadas. Esta visión amplia de Ugaki de la escena internacional, como hemos visto, no era compartida por sus compañeros de armas ni los del ministerio.

En un primer momento las potencias occidentales albergaron la esperanza de que apaciguar a Alemania e Italia aportaría estabilidad al sistema internacional y consideraron secundario hacer lo mismo con Japón que, en comparación, representabaría una amenaza de menor grado para la paz mundial. También resultaba más complicado porque para la pacificación del Pacífico el concurso de la Unión Soviética tenía mas relevancia, un socio que según su punto de vista era incómodo y poco de fiar.

China 1937-1938
Imagen
propio

Ugaki fue sustituido en el ministerio de exteriores por Arita Hachiro, portavoz de las posturas más radicales. El 21 de octubre Japón ocupó Cantón y el 27, Hankow, donde sus tropas protagonizaron otra masacre contra civiles y prisioneros de guerra. El Kuomintang trasladó su capital a Chungking; con un enorme territorio de retaguardia, no se planteaba una rendición. Konoe tenía dos opciones: seguir la guerra de la misma forma y contemplar cómo se desangraba su economía, o aceptar la mediación internacional, para lo que tendría que hacer unas concesiones tan inaceptables desde su punto de vista, como volver a las posiciones anteriores a julio de 1937.

* * *
Qué se le ocurrió para resolverlo es lo que veremos en el próximo post. Y para quien sienta curiosidad por la fotografía de Robert Capa en China he dejado un enlace al final, y también otro con abundantes fotografías y también mapas y texto, sobre el enfrentamiento soviético-japonés en Changkufen (Batalla del Lago Khasan).

Saludos

Fuentes:
■ COSTELLO J. Ibid. p.58-61
■ IRIYE A Ibid. p.54-67
● WALSH DI The Decline and Renaissance of the Navy, 1922-1944
mapas:
http://www.emersonkent.com/map_archive/china_1937.htm" onclick="window.open(this.href);return false;
http://www.emersonkent.com/map_archive/china_1938.htm" onclick="window.open(this.href);return false;
fotos:
● Incidente de Changfukeng o del Lago Khasan: Changkufeng Incident /Lake Khasan 1938
● Robert Capa en China http://www.metmuseum.org/collections/se ... &noqs=true" onclick="window.open(this.href);return false;
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Orígenes de la Guerra del Pacífico I (1920-1939)

Mensaje por Grossman » Dom Ene 29, 2012 5:29 pm

    • ROBERT CAPA “Quinceañero en posición de firmes, poco antes de que su
      compañía parta hacia el frente y a las decisivas batallas chino-japonesas
      del año. Hankow” (1938). Esta fotografía fue portada de LIFE.
Japón se desvinculó definitivamente del sistema internacional y se aproximó a la Alemania nazi, mientras su armada y ejército extendían el conflicto. En Mongolia el Ejército Rojo les paró los pies con una demostración de fuerza que debía ser un aviso para Berlín y Tokio, y Estados Unidos tomó las primeras medidas serias de presión económica. Aunque la SGM no había comenzado oficialmente, la invasión alemana del resto de Checoslovaquia tuvo en Asia-este una fuerte resonancia y la firma después del pacto nazi-soviético provocó en Japón una crisis.
                • *
3. De la Guerra Chino Japonesa al inicio de la Segunda Guerra Mundial (1937-1939)
Parte 3

El “Nuevo Orden para Asia Este”

El 3 de noviembre de 1938 Konoe proclamó como objetivo nacional básico la construcción de un “Nuevo Orden para Asia Este”, en el que Japón, Manchukuo y China cooperarían en los ámbitos político, económico y cultural y formarían un frente común contra el comunismo. Esta proclama echaba marcha atrás a la decisión de no reconocer el gobierno del Kuomintang, ofreciéndole la cooperación siempre que cortaran su vinculación con los comunistas. Desde el punto de vista económico significaba que Japón apostaba por un modelo autárquico, y desde el político internacional, que daba por finiquitado el “open door” y la influencia occidental en Asia-este. Estados Unidos envió una nota de protesta pero la respuesta de Arita (el ministro de exteriores) dejaba claro que los tratados anteriores y los derechos estadounidenses en la zona no tenían validez ya.

En Tokio no acababan de comprender esta protesta, estimando que el beneplácito estadounidense a los acuerdos de Munich podía extrapolarlo también a Asia y que Occidente aceptaría estos hechos consumados sin más, sin caer en que Hitler actuó al menos en un marco de cierta aquiescencia internacional, y que Japón en cambio, había ido completamente a su bola. Las consecuencias en Asia de Munich fueron que Gran Bretaña vio su prestigio mermado a la par que aumentaba el alemán, así como su valor como aliado, y se consagraba su forma de hacer. Al disminuir su presencia en Asia, solo quedaban Estados Unidos y la Unión Soviética para frenar a Japón. Y para la defensa de los intereses occidentales, ubicados en la costa y en el Pacífico-oeste, solo el primero.

El Departamento de Estado denunció la medida japonesa y dijo que no tenían derecho a establecer unilateralmente ningún orden internacional. Washington estudió la forma de presionar a Japón. Una de las propuestas era la liquidación de su tratado comercial, vigente desde 1911. Su consecuencia sería que el comercio con Japón carecería de cobertura legal por parte estadounidense, y una pérdida de capacidad para importar y exportar. La otra era menos radical y consistía en ayudar a China mediante préstamos. El secretario de estado, Hull, consideraba ambas medidas prematuras y que tendrían la consecuencia de irritar innecesariamente a Japón, pero Roosevelt estaba impaciente por hacer algo y aprobó la segunda idea. También Henry Morgenthau, el secretario del Tesoro, y Stanley K. Hornbeck, consejero especial del secretario de estado, estaban a favor de no permanecer parados. Estados Unidos prestó a China una cantidad que no era significativa pero mejoró la moral del Kuomintang, necesitada de ella por los reveses en el campo de batalla y la sensación de abandono internacional, y por la deserción de uno de sus líderes, Wang Ching-wei, al bando japonés.

Viendo a Chiang Kai-shek poco seducido por la propuesta del “Nuevo Orden”, Japón optó por crear un estado chino títere y ofrecer la presidencia a Wang. A cambio de respetar su soberanía y suprimir las concesiones extranjeras, el nuevo gobierno reconocería Manchukuo y se integraría en la nueva doctrina japonesa. También concedería privilegios económicos a Japón en el bajo Yangtze. Wang aceptó pero en las filas del Kuomintang la propuesta no tuvo resonancia.

Bandera del Gobierno Reformado de la República de China
Imagen
Fuente: http://en.wikipedia.org/wiki/Reformed_G ... c_of_China

Tokio y Berlin se aproximan

En su etapa de agregado a la embajada en Berlín, Hiroshi Oshima había establecido contactos informales con Ribbentrop para transformar el Pacto Anticominern en una alianza militar. El caso es que no dio cuenta de estas conversaciones al ministerio de exteriores (al que se debía) pero sí al EMG. Su nombramiento como embajador de Japón en Berlín en octubre de 1938 expresaba a las claras el deseo del dúo Konoe-Arita de estrechar lazos con Alemania e Italia. Pero no hasta el punto de involucrar a la Unión Soviética entre los posibles adversarios, como quería Alemania. El gabinete estaba dividido por este punto: el titular de guerra, Itagaki, estaba a favor, pero no lo tenía claro el de finanzas y tampoco el de la armada. Las partes no pudieron reconciliarse, lo que, junto a la incapacidad de poner fin o al menos freno a la guerra en China, dio lugar a una crisis de gobierno en enero de 1939 en la que Konoe dimitió.

Su sucesor fue Hiranuma Kichiro. Posicionado en el radicalismo nacionalista, antiguo ministro de justicia, había formado parte durante 10 años del Consejo Privado Imperial, tenía influencia en el manejo de la política entre bastidores. A pesar de conocer sus discrepancias en la cuestión de la alianza con Alemania, Hiranuma mantuvo a los titulares de exteriores y de guerra, Arita e Itagaki, y en general continuó las líneas de su predecesor, pero sin los sobresaltos ni las aventuras. Konoe, por su parte, ocupó el cargo de presidente del Consejo Privado Imperial.

Reacciones a la ocupación de Checoslovaquia

En marzo de 1939 Alemania ocupó el resto de Checoslovaquia, con lo que Gran Bretaña se convenció del todo de las ambiciones de Hitler y proclamó que garantizaría la integridad territorial de Polonia, la candidata a convertirse en la siguiente víctima. Francia siguió sus pasos y ambos comenzaron conversaciones con la Unión Soviética. Sin embargo, Estados Unidos no se encontraba en condiciones para un compromiso de este tipo. Los esfuerzos de Roosevelt se centraron en conseguir que el Congreso derogara la Neutrality Act; el 15 de abril envió un mensaje público, dirigido a Hitler y Mussolini, ofreciendo una conferencia de desarme y comercio, a cambio de un compromiso de no volver a atacar a nadie. Hitler respondió en un discurso en el que se mofó de Roosevelt.

Estados Unidos decidió ser más asertivo respecto a Japón y emplear contra ella una estrategia de ayuda a China. Frustrar sus ambiciones en este país lo desanimaría de intentar atacar posesiones europeas y reduciría su valor como aliado de Alemania.

En Japón, el EMG seguía con atención los acontecimientos europeos y pronosticó que una guerra entre Alemania y las otras potencias estallaría en 1941 o 1942, y que en ese momento Japón podría sacar provecho de la misma si se hallaba completamente preparada, pero no lo estaría si la guerra en China seguía como hasta entonces. Pero esta visión estratégica realista no fue compartida por la restante oficialidad del ejército, para quienes el expansionismo nazi y la guerra que libraban en China formaban parte de un mismo gran proceso de transformación del mundo, por lo que, por tener esa trascendencia, consideraban que el esfuerzo bélico no debía reducirse.

Japón extiende el conflicto

El ejército y la armada japoneses iban por libre y sus iniciativa aumentaron la tensión de la zona. En febrero de 1938 la AIJ ocupó la isla de Hainan y en marzo las islas Spratly, 700 millas al sur. Estas formaban parte del territorio de China, pero viendo el mapa se comprende hasta qué punto su ocupación representaba una amenaza para las posiciones de Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia y Holanda en el Pacífico este. De hecho, se correspondían a las líneas estratégicas que la AIJ había establecido en 1936, de que Japón buscara su expansión en el sur. Británicos y franceses no protestaron, pero Holanda anunció en junio la reducción de sus importaciones de algodón así como de otros productos japoneses.

Asia-este y área controlada por Japón (1939)
Imagen
propio

En junio el ejército bloqueó la concesión británica de Tientsin. Con la excusa de ser una medida antiterrorista, todo ciudadano que quisiese entrar o salir era registrado, lo que representaba una humillación para los británicos. Londres temía que si se producía un choque con tropas japonesas, Hitler se animaría a invadir Polonia, por lo que firmó un acuerdo con Tokio en términos sumisos. La intención subyacente japonesa era socavar el prestigio británico y enviar un mensaje a Berlin de la firme voluntad japonesa de presionar a los británicos. Arita consideraba que no convenía llegar hasta el extremo de sellar una alianza con Alemania, sino de utilizar a las potencias europeas para asentar su posición en Asia continental. Al final estas acciones no influyeron en las negociaciones con los alemanes, por lo que la relación diplomática con Londres se había complicado gratuitamente.

Nomohan, en la frontera de la República de Mongolia, era un territorio disputado, en el que frecuentaban las escaramuzas entre el Ejército de Kwantung y el Ejército Rojo. Temiendo que estas acabaran convirtiéndose en un conflicto mayor el EMG había advertido al Ejército de Kwantung que a toda costa se contuviera y evitara una escalada. Sin embargo, sus mandos desoyeron la advertencia y, juzgando que los soviéticos no estaban preparados para un enfrentamiento a gran escala, ordenaron cruzar la frontera mongola para llevar a cabo una campaña de castigo. Los meses de mayo a septiembre tuvieron lugar una serie de combates a una escala mayor, con despliegue de fuerzas acorazadas y aéreas. Fue el Incidente de Nomohan o Batallas de Khalkhyn Gol.

Moscú estaba atento a las negociaciones entre japoneses y alemanes y sabía de las reservas de los primeros y también que querían evitar una guerra a gran escala con ellos; es posible que hubieran obtenido esa información a través del grupo de Sorge. La opción normal hubiese sido la de aplacar a Japón para no animarlo a un acuerdo de compromiso mayor, pero Stalin apostó por lo contrario, responder con contundencia para enviar el mensaje a Hitler, de su valor como socio, y a Tokio, de que podrían recibir todavía más.

VICTOR A. TERMIN Ofensiva soviética de Khalkhin Gol (septiembre 1939)
Imagen
Fuente: http://www.nashgorod.ru/news/news24145.html?print

Estados Unidos comienza a presionar

La respuesta de Estados Unidos al expansionismo nipón fue el anuncio en julio de 1939 de la derogación, finalmente, del Tratado de Comercio y Navegación de 1911 y tuvo lugar días después de la firma del acuerdo entre Londres y Tokio sobre la cuestión de Tientsin. Su finalidad era también neutralizar los efectos que buscaba Japón mediante el desprestigio británico. Suponía una medida de gran trascendencia para la economía japonesa, cuyas importaciones de petróleo, acero, chatarra y otras materias primas provenían en su mayor parte de Estados Unidos, que también era el principal cliente de sus exportaciones.

El Pacto Ribbentrop-Molotov

Es posible que la demostración de fuerza soviética provocara una mayor inclinación de Japón a llegar a una alianza con Alemania, pero el caso es que esta no se produjo en ese momento. La complicación creciente de su política exterior daba argumentos a los partidarios de la alianza con Alemania, pero Hiranuma no dio su brazo a torcer. Japón seguía con sus dudas y aunque los delegados alemanes anunciaron a los japoneses que en caso de no alcanzar un acuerdo, mirarían hacia Moscú, desechó esa posibilidad en base a que contradecía el espíritu del Pacto Anticomintern, por lo que el anuncio del Pacto Ribbentrop-Molotov el 23 de agosto sembró en Tokio la perplejidad absoluta. La consecuencia sobre Khalkhyn Gol fue que permitió a la Unión Soviética enviar más fuerzas e inclinar el desenlace decisivamente a su favor.

El pacto entre Hitler y Stalin puso fin a la doctrina del Frente Popular y al Pacto Anticomintern. El primero resultó un trago difícil para los comunistas chinos, pero la Unión Soviética aseguró a estos y al Kuomintang que no afectaría a su ayuda para la guerra contra Japón. Para este, el pacto malogró la posibilidad de que un enfrentamiento entre alemanes y soviéticos redundara en una reducción de la ayuda a China.

Estos acontecimientos fueron anunciados por el primer ministro Hiranuma: “han surgido condiciones nuevas e inexplicables”, tras lo que presentó su dimisión.

* * *
Aquí, a punto de comenzar oficialmente la SGM, termina la exposición de los acontecimientos de más relieve en el origen de la Guerra del Pacífico correspondientes al período de entreguerras. Seguirán algunos post para ver cómo se coció, en los bastidores de Washington y Tokio, la política exterior de los futuros contendientes.

Saludos cordiales

Fuente: IRIYE A Ibid. p.67-82
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Re: Orígenes de la Guerra del Pacífico I (1920-1939)

Mensaje por Grossman » Mar Ene 31, 2012 11:26 pm

¡Hola a todos!

Con sus buques principales obsoletos, una infraestructura de abastecimiento insuficiente, sin bases navales fortificadas y escaso de personal experimentado, en 1937 la US Navy no era enemigo para la Armada Imperial Japonesa (AIJ) en aguas del Pacífico-este. Sin embargo, Estados Unidos no quiso renunciar al propósito de defender allí sus intereses y también el sistema internacional, una política que exigió hilar muy fino al Departamento de Estado (DE); cómo lo hizo es lo que vamos a ver en los siguientes post.
                • *
4. Washington y la Guerra Chino-Japonesa
Parte 1

El dilema de la política exterior asiática

Poner al día la flota requería una ingente inversión económica y vencer la oposición de una opinión pública y de un Congreso mayoritariamente no intervencionista. Lo práctico a corto plazo, en esa situación, hubiese sido hacer una denuncia de la agresión japonesa y a la vez, disimuladamente, abandonar China a su suerte. Pero esta salida no encajaba con la visión que Cordell Hull tenía sobre lo que estaba ocurriendo en el mundo y la responsabilidad al respecto de Estados Unidos. Para el secretario de estado, el “Incidente de Pekín” (o “Incidente de China Norte”) era el primer acto de una campaña de los estados fascistas para reemplazar un orden internacional basado en la ley, por uno basado en la fuerza, y temía que estos podían llegar a convertirse en una amenaza seria no solo para los intereses estadounidenses en el extranjero sino para su propia supervivencia si no se les paraba los pies. El problema es que no tenía con qué; Estados Unidos había querido preservar la independencia de China y el “open door” contra la oposición de un cada vez más armado Japón, sin asumir el coste que desde el punto de vista militar esa política requería.

El secretario de estado Cordell Hull (arriba) y Stanley Hornbeck, el consejero especial de asuntos políticos del Departamento de Estado. Subordinado a Hull, Hornbeck no participaba en su forma de llevar la política exterior asiática y en diversos momentos mostró una actitud de oposición
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Fuentes: http://en.wikipedia.org/wiki/Cordell_Hull y http://www.documentstalk.com/wp/hornbeck-stanley-k

¿Y el bloqueo económico? Hull temía que las sanciones económicas provocaran una confrontación armada y además, requería la cooperación de Holanda. Esta, a cambio, exigiría garantías para la protección de las Indias Holandesas y Estados Unidos no podía darlas sin el concurso de la Royal Navy, pero Gran Bretaña, debido a la amenaza nazi, la quería concentrar toda en Europa. Quedaba la Unión Soviética, pero era una opción que implicaba el riesgo de que una guerra ruso-japonesa precipitara una guerra en Europa, y preservar la paz allí era más importante que la salvación de China.

Dejar hacer a Japón podía perjudicar los intereses estadounidenses vitales en el futuro, y era importante enviarle el mensaje de que a Estados Unidos no se la descartaba así como así. Su elección fue tirar por el camino de en medio: ni confrontación con Japón ni retirada de Asia. La idea era que mientras no hubiera una amenaza próxima a intereses estadounidenses fundamentales, la invasión japonesa de China era algo indeseable pero no intolerable.

Le expansión de la guerra en China produjo divisiones en el DE. Los “intervencionistas” abogaban por parar los pies a Japón y evitar que se adueñara de Asia-este. El portavoz de este sector era Stanley Hornbeck, el consejero especial de asuntos políticos del DE. Con anterioridad había sido el jefe del Departamento del Lejano Oriente (del DE), sobre el que ejercía todavía un considerable control. En contraposición estaba el grupo de los ”no-intervencionistas” o “europeístas”, que consideraban que los principios que preconizaba Hull eran importantes, pero no al precio de una guerra en Asia. Y que tampoco la valían los intereses que allí tenía Estados Unidos. Consideraban un error, no ya el interés en China, sino incluso la ocupación de Filipinas en 1898. Con la mirada puesta en Europa, su propuesta era, sencillamente, retirarse de Asia. Los representantes de esta postura eran Hugh Wilson, el secretario asistente de estado, y J. Pierrepont Moffat, el jefe de la División de Asuntos Europeos. De lo que menos había eran partidarios de la postura del secretario de estado.

El secretario de estado Cordell Hull

Con sus invocaciones al respeto de los tratados, la limitación armamentista y la defensa del libre comercio como instrumentos para preservar la paz, ha quedado una imagen de Cordell Hull de figura utópica e idealista que su actuación entre bastidores desmiente. Un ejemplo fue su actitud cuando tropas japonesas se hallaban en las puertas de Shanghai y había que evitar que se produjeran combates en la ciudad, uno de los principales centros de comercio de Asia entonces y con una nutrida colonia occidental; en contra de la recomendación del embajador y de Hornbeck, Hull recomendó a China escuchar las abusivas propuestas de Japón. Astuto sin perder altura de miras, con los pies en el suelo y una larga experiencia política en Washington, Hull demostró poseer habilidad para mover los hilos del Departamento de Estado y de la política exterior, y un carácter fuerte y tenaz para mantener su postura frente a la incomprensión e impaciencia en el staff del DE que dirigía, en la Navy, y en varios momentos incluso por parte del propio Roosevelt.

Aunque el cuerpo le pedía tomar una postura “intervencionista”, Hull operaba en términos de interés nacional, y mientras no hubiera suficiente poderío militar y apoyo popular para una acción armada, Estados Unidos no podía ejercer poder alguno para imponer sanciones económicas de forma eficaz.

El DE no dijo nada cuando Japón le dio motivos, al menos para protestar. Por ejemplo cuando sus tropas destruyeron las oficinas aduaneras marítimas, que eran las que garantizaban los préstamos estadounidenses. O cuando Japón inspecciónó los barcos de bandera de Estados Unidos que se dirigían a China. Esta cautela la aplicó Hull también con esta, por ejemplo cuando el Export Import Bank puso pegas a la sugerencia del DE de prestar de 25 millones de $, absteniéndose de presionarlo. O cuando la DuPont Company decidió no enviar el cargamento de TNT a China para relleno de 25.000 proyectiles de artillería. La compañía quería evitar hacerse mala prensa y cuando el DE insistió, exigió a cambio un escrito en el que figurara que la venta era de interés nacional, con lo que Hull ordenó dejar correr el asunto. Otro tema delicado era que la presencia de pilotos estadounidenses en China podía provocar un incidente al que siguiera una escalada con Japón. El DE quería que volvieran pero no lo podía decir para que no pareciera que Estados Unidos se retiraba. Hull aplicó una solución intermedia, ni una cosa ni otra: denegar el pasaporte a los estadounidenses que solicitaban servir en China, y a los que estaban, asegurarles que aunque su actividad violaba la ley de Estados Unidos, esta no se les aplicaría aunque Japón protestara formalmente.

Estados Unidos vendía material bélico a China esquivando la legislación de neutralidad con la excusa de que la guerra no era declarada. Pero el público sabía que en Asia había algo más que unas simples escaramuzas, y tras el bombardeo chino del asentamiento internacional de Shanghai, en el que murieron 3 estadounidenses, y el bombardeo accidental japonés del crucero Augusta, en el que murió un tripulante, se levantaron voces a favor de una retirada de la zona e invocaciones a la Neutrality Act. Que en el caso de prosperar supondrían un impedimento para plantar cara a Japón, como quería Hull. Si Estados Unidos se retiraba de China, entonces también lo harían las otras potencias, y la resistencia de ese país se vendría abajo en poco tiempo. Además, al considerarse traicionados, podría ser el origen de acciones antiamericanas y represalias contra sus ciudadanos.

Sesión del Congreso que aprobó la Neutrality Act, que declaraba ilegal
la venta de armas a países beligerantes (1935)

Imagen
Fuente: http://www.google.com/imgres?q=neutrali ... x=59&ty=45

Hull propuso a Roosevelt un embargo de armas a ambos contendientes, pero este objetó que esta medida, al igual que la aplicación de la Neutrality Act, redundaría en beneficio de un Japón capaz de transformar materia prima en armas, al contrario de China, que carecía de infraestructura industrial para hacer lo mismo.

Cuando se divulgó que un barco del gobierno con destino a China transportaba 19 bombarderos, Roosevelt ordenó que diera media vuelta y prohibió que en adelante ningún otro gubernamental se dirigiera a ninguno de los contendientes, y que si lo hacía, sería bajo su propio riesgo. Aunque Roosevelt y Hull eran sensibles a la opinión pública, no estaban dispuestos a que unas creencias básicamente desinformadas y de carácter emocional dictaran la política respecto al Lejano Oriente. Al mismo tiempo, la opinión pública, el aislacionismo y la legislación de la neutralidad vino bien a Hull como excusa para evitar compromisos no deseados y no quedar mal. Los invocó cuando China pidió más ayuda, y cuando Gran Bretaña propuso propuso acciones conjuntas, por ejemplo de condena o para un boicot a las exportaciones, con lo que salía al paso del sentimiento británico de bloqueo de sus iniciativas, o chino de abandono.

Otra ocasión que puso a prueba su capacidad de maniobra fue cuando Gran Bretaña apeló a la Liga de Naciones. Aunque Estados Unidos no formaba parte de la misma, sí era miembro del Far Eastern Advisory Commitee que se había formado a raíz de la crisis de Manchuria, en 1931. Este comité no estaba en funcionamiento pero era probable que se reactivara si prosperaba la iniciativa británica, y en ese caso Estados Unidos debería participar en las deliberaciones y probablemente en una resolución que lo colocaría en una posición diplomática más agresiva de lo que era oportuno en ese momento. Con objeto de pasar inadvertidos, Hull instruyó a los delegados de dicho comité para que acudieran a las convocatorias pero no aceptaran ninguna responsabilidad y no respondieran a ninguna pregunta hipotética. La diplomacia británica sugirió formar otro comité compuesto por los países especialmente interesados en Asia, lo que apuntaba a los que habían firmado el Tratado de las Nueve Potencias. Como ahí Estados Unidos se vería empujada a una posición de liderazgo que a toda costa quería evitar, Hull insistió en que el conflicto de Asia era incumbencia de todas las naciones porque constituía una amenaza a la paz mundial, por lo que era un asunto de la Liga, cuyas resoluciones Estados Unidos respaldaría.

* * *
Continuará. Saludos cordiales

Fuente: UTLEY JG “Going to War With Japan”, Fordham Universisty Press (2005) p.3-16
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Re: Orígenes de la Guerra del Pacífico I (1920-1939)

Mensaje por Grossman » Vie Feb 03, 2012 12:56 am

¡Hola!, continuamos.
                • *
4. Washington y la Guerra Chino-Japonesa
Parte 2

El “Discurso de la Cuarentena” y la Conferencia de Bruselas

Hasta octubre de 1937 Hull había logrado mantener esa postura deliberadamente ambigua en el exterior, y en el interior resistir la presión de los “no intervencionistas” para invocar la Neutrality Act. Hasta que entró en escena Roosevelt con su “Discurso de la Cuarentena”. Pronunciado en Chicago, el núcleo del aislacionismo norteamericano, sus alusiones a los estados revisionistas (“el reino actual del terror y la ilegalidad”), y a la necesidad de un esfuerzo conjunto por parte de los restantes países para aislar a los agresores (“cuando una enfermedad contagiosa comienza a propagarse, la comunidad impone medidas de cuarentena al paciente … la guerra es un contagio, tanto si está declarada como si no … hacen falta acciones positivas para preservar la paz”) amenazó con arruinar el andamiaje diplomático levantado por el secretario de estado. Tensó innecesariamente la relación con Japón, empujaba a Estados Unidos a un liderazgo que debía evitar a todas costa, y debilitaba el control que hasta entonces Hull había ejercido sobre los elementos intervencionistas del DE. Ahora Hull no tenía excusa para frenar la convocatoria de los firmantes del Tratado de las Nueve Potencias.

¿Qué había ocurrido? Aunque Roosevelt le había encomendado la política exterior respecto a Asia y no se oponía a sus razonamientos, su deseo era el de una actuación más dinámica y asertiva, impacientándose con la forma en que Hull llevaba este asunto.

Por el término “cuarentena” todo el mundo pensó en algo parecido a un boicot o embargo, pero el presidente no aportó ninguna concreción sobre lo que había sugerido, y durante la preparación de la conferencia de Bruselas, donde se reunirían los firmantes del Tratado de las Nueve Potencias, tampoco despejó las dudas. Planteó que la conferencia debía comenzar con un talante pacífico y constructivo, pero que si eso fallaba “entonces habremos de considerar de dar más pasos”, pero tampoco precisó a qué tipo de pasos se refería. Con lo que el delegado que representaba al gobierno, Norman Davis, viajó a Bruselas sin instrucciones concretas pero con la idea de que Roosevelt quería acción. Era este un panorama que horrorizó a Hull, aprensivo ante la posibilidad de una confrontación diplomática prematura y gratuita con Japón.

Norman Davis era de inclinación intervencionista y no estaba dispuesto a sufrir restricciones por parte del DE; por iniciativa propia propuso a los delegados británicos un plan contra Japón: embargo, no reconocimiento de sus conquistas, fin de la venta de armas, y boicot a su exportación. Les explicó que Roosevelt estaba impaciente por tomar una postura más activa y parar los pies a los estados totalitarios, y que iba a solicitar al Congreso la suspensión de la Neutrality Act para la guerra chino-japonesa. Sabedor de que Hull no aprobaría su iniciativa, Davis ocultó la extensión de sus maquinaciones y se limitó a enviar un telegrama a este y a Roosevelt en el que anunciaba que la conferencia estaba dispuesta a actuar en una versión rebajada de lo que él había propuesto a los británicos, pero que era necesario que Roosevelt convenciera al Congreso para revocar la Neutrality Act. De las maniobras de Davis se enteró Hull por la propia delegación británica que, extrañada de las repentinas facilidades anunciadas por Davis, pidió al DE una confirmación.

Davis envió después otro telegrama, insistiendo en su petición, pero Roosevelt no contestó. Tras demostrar las encuestas que el “Discurso de la Cuarentena” no había surtido el efecto deseado, y los sondeos sobre el Congreso revelar que no iba a dar luz verde a ninguna propuesta internacionalista de Bruselas, el presidente pasó de “su hombre” allí.

Puntos fuertes y débiles de la política exterior

Vemos que Roosevelt no tenía el poder para modificar la política exterior estadounidense en Asia, y que esta era muy exigente en cuanto a pericia y paciencia de sus responsables. Estos adolecieron también de lagunas. El embajador en Tokio, Grew, transmitió a Hull repetidamente, a lo largo de todo el período previo a Pearl Harbor, el valor de los elementos políticos moderados japoneses, que estaban dispuestos a llegar compromisos significativos para la paz pero no se atrevían a plantear sus puntos de vista en público por temor a ser, simplemente, asesinados. Su propuesta era una estrategia para potenciarlos, pero Hull los consideraba excesivamente débiles como para merecer ser tenidos en cuenta y la desestimó. Además, no se sentía cómodo con la perspectiva de formar parte de unas conversaciones de paz al lado de Gran Bretaña, porque si fallaban, se hallarían en una posición cercana a una confrontación armada con Japón, que al final tendría unos objetivos que defendería sobre todo intereses británicos. Solo a finales de 1941 tomó Hull en serio esta posibilidad, pero entonces la situación había adquirido ya tal gravedad que hacía difícil la marcha atrás, y en todo caso no dejaba margen a ningún tipo de elemento moderado.

Aunque Hull demostró habilidad en el desempeño de su responsabilidad, como hemos visto, padecía una falta sustancial de sensibilidad para las interioridades de la política japonesa, y este era un defecto común a la elite política de Washington, y constituyó un elemento significativo que redujo las posibilidades estadounidenses de resolver por medios políticos y diplomáticos las diferencias que lo separaban de Japón.

La Navy

Otro opositor al DE y su “política de pantalones bajados”, como la denominaban, era la Navy. Convencidos de que su misión era proteger los intereses estadounidenses de la amenaza japonesa, sus responsables desaprobaban, irritados, la política de contención. El comandante de la Asiatic Fleet, almirante Harry E. Yarnell, partidario de ayudar a China y parar los pies a Japón, solicitó en agosto el envío de 1.200 marines y cuatro cruceros para ayudar a la evacuación de Shanghai. Hull concedió los marines pero no los cruceros, que podría ser interpretado como una provocación, tanto por parte de japoneses como de aislacionistas. El jefe de operaciones navales, almirante William D. Leahy, apoyaba las peticiones de Yarnell y se dirigió a Roosevelt, pero este apoyó la decisión de Hull.

Los almirantes William D. Leahy (izquierda), jefe de operaciones navales, y Harry E. Yarnell, comandante de la Asiatic Fleet, torpedearon repetidamente la política exterior diseñada por Hull. El apunte biográfico de Yarnell del pie de foto en la fuente es un ejemplo del arte de desinformar sin decir mentira (“his tour there was notable for the sagacious and firm manner with which he handled a most explosive international situation”)
Imagen
Fuentes: UTLEY JG Ibid. p38 y http://www.navsource.org/archives/04/1117/040117.htm

En septiembre, en un momento inoportuno por estar en su punto álgido el debate sobre la aplicación de la Neutrality Act, y después de que Hull y Roosevelt hubieran manifestado que la Navy en China no se hallaba en peligro, Yarnell declaró a la prensa que sí lo estaba. También que entendía que los estadounidenses hubiesen decidido quedarse en China para salvar sus negocios, y que mientras la Navy estuviera allí, ellos estarían protegidos. Esto era opuesto a la recomendación de Roosevelt de irse del país, y la advertencia de que el que permaneciera lo haría por propia cuenta y riesgo. Hull no podía desmentir públicamente a Yarnell porque parecería que abandonaba a China y a los estadounidenses que permanecían todavía allí. Tampoco podía promover su cese porque lo apoyaba Leahy. Hull dirigió a este una protesta por medio de Hornbeck que no surtió efecto, por lo que tuvo que dirigirse a Roosevelt. Solo entonces hizo caso Leahy y dijo a Yarnell que fuese más cauto.

El hundimiento del Panay activó de nuevo a Roosevelt, que consultó al secretario del Tesoro, Henry Morgenthau, un intervencionista declarado, si Estados Unidos podía confiscar propiedades japonesas en respuesta a la destrucción de bienes estadounidenses por parte de los japoneses. Después le encargó que explorara qué medidas de presión económica podía ejercerse contra Japón. Pero la rapidez con que este se disculpó, pagó las reparaciones y tomó medidas para que no se repitiera algo similar, dejó esta iniciativa sin argumentos.

Roosevelt propone un bloqueo naval

A pesar del revés que había supuesto el Discurso de la Cuarentena, Roosevelt no había abandonado la idea de tomar alguna medida contra Japón, y cuando estalló la crisis del Panay, explicó al embajador británico su idea de bloquear conjuntamente su tráfico marítimo, con la estimación de que lo obligaría a claudicar en un plazo de 12-18 meses. A la vez envió a Londres al jefe de la división de planificación naval, para contactos de estado mayor. Aunque en otros momentos Gran Bretaña había buscado a Estados Unidos para acciones conjuntas, albergaban dudas sobre Roosevelt, cuya credibilidad había perdido muchos enteros tras el Discurso de la Cuarentena y la Conferencia de Bruselas, por lo que lo pusieron a prueba. Como soldados japoneses habían matado a dos policías británicos en el asentamiento internacional de Shanghai y la Royal Navy estaba considerando una movilización total o parcial, preguntaron qué estaría dispuesto a hacer Estados Unidos. No podía hacer gran cosa: adelantó unas maniobras en aguas de Hawai que estaban previstas para marzo y los cruceros que patrullaban por el Pacífico-sur hicieron una visita de cortesía, lo que convenció a Gran Bretaña que no podían contar con Estados Unidos para contener a Japón.

* * *
¡Estos jefes cuando se meten en medio ... ! :-|

Continuará, saludos a todos.

Fuente: UTLEY JG Ibid. p.16-32
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Re: Orígenes de la Guerra del Pacífico I (1920-1939)

Mensaje por Grossman » Dom Feb 05, 2012 12:37 pm

      • Soldado chino. En la tropa estuvo la clave de la resistencia a la agresión
        japonesa, y por el papel que desempeñó en la derrota del Eje, mereció
        un puesto más destacado en el reparto de laureles
¡Hola!

A esta tercera entrega sobre los entresijos de Washington seguirán una o dos más: ¿porqué tanta atención? Como veremos más adelante con detalle, para Estados Unidos la guerra contra Alemania no fue una cuestión de ayudar a un aliado o combatir la injusticia en Europa, sino de su propia supervivencia ante la amenaza nazi, por lo que verse combatiendo en dos océanos representó un obstáculo de considerable peso. Al ser una guerra que ni Estados Unidos ni Japón deseaban, la del Pacífico tuvo, en comparación con la europea, más espacio para una solución política que, dado el estado de desarme del primero, en su caso era una preocupante necesidad.

Después, tras el fracaso de la diplomacia vino Pearl Harbor, de donde se han divulgado hasta la saciedad los fallos militares y los nombres propios de sus responsables, pero ¿hizo en Washington todo el mundo bien sus deberes?, ¿estuvo Roosevelt siempre a la altura que la situación exigía? Se ha escrito sobre la distracción que para el presidente supuso la lucha contra los problemas sociales que asolaban al país, así como la gravedad de lo que acontecía en Europa, pero hemos visto hasta ahora que en varios momentos le faltó también el temple y la altura en su responsabilidad. ¿Hubiese hallado Hull la misma oposición de los Davis, Leahy, Yarnell, Hornbeck y Morgenthau, e incluso de su segundo del DE, Welles (como veremos en este post), de haber tenido todos claro que Roosevelt hacía piña con su secretario de estado?
                • *
4. Washington y la Guerra Chino-Japonesa
Parte 3

Ideas preconcebidas

El hundimiento del Panay reforzó la idea en Washington de que contactar con los elementos moderados japoneses era perder el tiempo, porque no podían ejercer influencia alguna en una política japonesa dominada por los militares. El embajador Grew hizo repetidos intentos para transmitir una idea más equilibrada sobre Japón. Por ejemplo sobre sus miedos, que eran compartidos también por los moderados. Japón, explicó el embajador, se sentía amenazado por Estados Unidos y Gran Bretaña y temía también al comunismo, a la vez que se sentía vulnerable por la carencia de materias primas y no dar con la solución al problema de su alta presión demográfica. Así, proseguía, para la mayoría de los japoneses, entre los que se hallaban muchos moderados, el “Incidente de China” no era solo una aventura militar, sino un paso necesario para la supervivencia de su nación que, por la actitud de Occidente, solo era posible en el marco de un sistema económico autártico.

Pero el DE era poco receptivo a los mensajes del embajador, al que consideraban excesivamente simpatizante de Japón, y se aferraron a la idea de que Tokio, simplemente, deseaba poseer un gran imperio.

Resistencia de China y política de inacción

Aunque dominaba el temor y la desconfianza, que el hundimiento del Panay, la pérdida de inversiones y patrimonio y las restricciones al comercio y la circulación no hicieron más que alimentar, no se dio un endurecimiento de la postura hacia Japón que se hubiera podido esperar a principios de 1938. La causa era la inesperada resistencia que el dragón chino, pese a sus graves heridas, ofrecía a la agresión japonesa. Los pronósticos al respecto en el DE habían sido sombríos de acuerdo con la negativa impresión que su oficialidad había dejado en los agregados militares de Estados Unidos allí, y por la idea preconcebida sobre un supuesto instinto chino de búsqueda de compromisos. El factor clave de la resistencia no estaba en su oficialidad sin en la extraordinaria resilencia de su tropa.

Y mientras mantuviera esa resistencia, Japón no podría materializar su sueño de dominio asiático ni las potencias fascistas el mundial. La guerrilla china, sumada a la ayuda material estadounidense impediría a Japón imponerse y le dificultaría armarse, e incluso podía perder la guerra por incapacidad de asumir el desgaste. En todo caso, con el paso del tiempo quedó claro que no ganaría. El DE especuló con estas presunciones, así como con la de que, tras el triunfalismo inicial, el estancamiento de la guerra podía suponer un desgaste para el prestigio militar en Tokio y debilitar su posición política. Este era el trasfondo de la falta de respuesta positiva estadounidense ante la ingenua solicitud de Japón de que mediara para acabar con la guerra.

La táctica de Hull era esperar al colapso de Japón y no hacer nada salvo enviar de tanto en tanto una nota de protesta. Esta inacción fue difícil de sobrellevar en la propia administración y para una opinión pública mayoritariamente simpatizante con China. Surgieron voces pidiendo el embargo de exportaciones japonesas y contra la venta de armas a Japón, pero Hull aguantaba. Hasta que estalló la indignación popular tras el bombardeo japonés de Cantón en mayo de 1938 con aparatos comprados a Estados Unidos, y tuvo que ceder. Convocó una reunión de consulta en la que los intervencionistas abogaron por un anuncio público de que Estados Unidos no vendería más aviones a Japón, y los moderados por hacerlo pero no decirlo. Hull optó por apelar al “embargo moral”, que consistió en enviar a los fabricantes de aviones una nota que venía a decir: “el Departamento de Estado autorizará con mucho pesar las licencias para encargos de países que emplean aviones para atacar población civil”, es decir, no mencionaba a Japón ni la guerra. Funcionó, y a finales de año solo hubo una solicitud y el público se calmó algo. Para Japón no tuvo mucha trascendencia porque podía seguir adquiriendo maquinaria industrial y materia prima para construir los aviones, los respuestos y las bombas.

Los intervencionistas no se contentaron con esta salida y solicitaron la derogación del tratado mutuo de comercio de 1911, que daría libertad al gobierno para imponer sanciones a Japón, pero Hull se opuso, por el riesgo que suponía de una confrontación prematura.

La Navy de nuevo: la crisis del USS Monocacy

Si al final logró, no sin esfuerzo, contener a los disidentes de su propio departamento, el enfrentamiento con la Navy consiguió esta vez que el habitualmente imperturbable Hull se saliera de sus casillas.

En junio de 1938 la cañonera estadounidense USS Monocacy se hallaba entre Nanking y Jiujiang, en el Yangtse, en una zona donde los japoneses iban a llevara a cabo operaciones de combate, por lo que avisaron a la cañonera para que la abandonara, lo que pareció razonable a Hull, pero no a Yarnell que se opuso, apoyado por su superior, Leahy, cuyo punto de vista compartía también Johnson, el embajador: “hemos de tomar ciertos riesgos, pienso que no es una característica de los americanos el huir cuando nuestros intereses y derechos están en entredicho” le telegrafió este.

Hull se puso frenético porque este empecinamiento podía arruinar la doctrina de no provocar a Japón ni irse de China. Aunque la opinión pública no estaban activamente a favor de mantener fuerzas en China, no se oponía mientras no hubiera problemas, pero si se repetía un ataque a una cañonera, exigiría la retirada, y si Estados Unidos se retiraba, China se desmoralizaría y podría rendirse, y una victoria japonesa en Asia tendría consecuencias de largo alcance. Por lo que el USS Monocacy debía abandonar el área como fuera.

El embajador Johnson informó que la cañonera se había ubicado en una zona segura y añadió: “Las actividades y actitudes japonesas responden al propósito calculado de elaborar unas condiciones insostenibles para los extranjeros con objeto de que abandonen el país, y yo no veo razón por la que tengamos que darles facilidades si no es absolutamente imprescindible”. Muchos cargos del DE compartían esta visión y confiaban en que el embajador y los oficiales de la Navy en China sabrían manejar la situación apropiadamente.

Viendo que su política no era compartida y la importancia de la crisis, Hull se hizo cargo personalmente del asunto. Tras no obtener resultados de la mediación de Hornbeck con Leahy, el secretario de estado habló directamente con este que, desafiante, contestó que él recibía órdenes solo del Presidente.

A finales de agosto el Monocacy necesitaba aprovisionarse y Yarnell ordenó que se dirigiera a Shanghai, pero los japoneses informaron que el trayecto estaba minado, por lo que prohibieron el paso. Intervino entonces Leahy, que interpretó la respuesta japonesa y todo el incidente como un intento de socavar el prestigio de Estados Unidos, y que la Navy debía recoger el guante, por lo que quiso forzar la situación ordenando que la cañonera pasara aun sin permiso. A este extremo, que una de sus cañoneras se la jugara pasando por un campo de minas, incluso Yarnell objetó, y Hull tuvo que acudir de nuevo a Roosevelt para que frenara a Leahy.

El USS Monocacy en Shanghai en una fecha anterior a 1936
Imagen
Fuente: http://navalwarfare.blogspot.com/2009/1 ... pg-20.html" onclick="window.open(this.href);return false;

Aunque finalmente Hull se salió con la suya, estaba claro que gastaba tanta energía y tiempo para el batallar diplomático con Japón y China, como con su propia gente. Cuando lleguemos al preludio de Pearl Harbor, veremos hasta qué punto el agotamiento habría hecho mella en el secretario de estado y las consecuencias que ello tuvo en sus decisiones finales.

El ejército, por su parte, también se opuso al DE, pero sin tanta beligerancia y en el sentido opuesto a la Navy. Su EMG, viendo que las posesiones en el Pacífico-oeste era indefendible, propuso no reforzarlas, incluso una retirada, y establecer una línea defendible en el Pacífico-este.

Post Munich

Después de Munich, Estados Unidos tenía claro que no podía contar con Gran Bretaña para contener a Japón y que le tocaba ocuparse del hueco que aquél había dejado. Hull consideró que había llegado el momento de tensar ligeramente la cuerda diplomática, y por medio del embajador Grew advirtió a Tokio que si continuaban perjudicando los intereses estadounidenses en China, verían perjudicados los suyos en Estados Unidos. No era gran cosa, pero era la primera vez. La respuesta de Konoe sorprendió en Washington, no por su contenido (el conocido de la denuncia del imperialismo occidental) sino por su tono desafiante que hasta entonces Japón se había cuidado mucho de emplear. Hull consultó a su staff. Los intervencionistas propugnaron la derogación inmediata del acuerdo comercial de 1911, pero la discusión acabó girando en torno a la decisión de aplicar una presión comercial ligera, que finalmente se descartó, por lo que todo seguiría igual.

Otra cuestión fue la concesión de un crédito de 25 millones de $ a China. Estaban a favor el secretario del Tesoro, Morgenthau, Hornbeck, el Export-Import Bank y al principio el propio Roosevelt, pero Hull no lo tenía claro, ni tampoco el jefe de la Eastern Affair Division, Maxwell Hamilton. Este apuntó que el préstamo no podía ser decisivo si no formaba parte de una ayuda mayor y mantenida, con lo que tendría el efecto de provocar a Japón sin contrapartida alguna. Morgenthau, por contra, expuso que la cantidad era suficiente para aumentar la moral de los chinos y que haría por la paz en Asia más que la construcción de un acorazado. Hornbeck fue todavía más lejos en su propuesta: ayuda a China, presión económica a Japón y demostraciones navales de aviso a este. Paró a Roosevelt el criterio de Hull y la coincidencia con un progreso militar significativo de Japón en China y el temor que esta claudicara.

En eso Hull tuvo que ausentarse para asistir en Lima a una conferencia de estados americanos, quedando al cargo del DE el subsecretario, Sumner Welles. Dinámico, ambicioso, impulsivo, poco dado a consultar, no gustaba a Hull, pero lo tuvo que tragar por ser una elección de Roosevelt, al que caía bien. A los pocos días de la partida de Hull se puso en contacto con Morgenthau (el secretario del Tesoro) y este volvió a sacar el tema del préstamo a China, comentando que en el fondo el presidente estaba a favor. Welles tenía acceso fácil a Roosevelt (Hull no) y al final del día llamó a Morgenthau para decirle que aquél estaba e acuerdo en estudiar de nuevo la operación. Wells puso a trabajar al DE para ver la viabilidad de un programa de presión a Japón, con las siguientes posibilidades: cesar la compra de oro, prohibición de conceder créditos, prohibiciones a empresas japonesas, finalizar el tratado comercial de 1911, tasas discriminatorias a barcos japones, etc. Grew se opuso y Gran Bretaña dijo que no colaboraría, y finalmente el grupo de trabajo concluyó que las ventajas no compensarían los problemas que derivarían estas medidas, recomendando un estudio más profundo antes de aplicar ninguna de ellas. Con lo que cuando Welles vio a Roosevelt, solo tenía el crédito a China, al que este dio luz verde. Welles telegrafió a Hull informándole de que Roosevelt le había participado de su deseo de conceder el crédito, ocultando las maquinaciones.

El secretario del Tesoro, Henry Morgenthau (izquierda) y el subsecretario del Departamento de Estado, Sumner Welles, con su señora y can
Imagen
Fuentes: UTLEY JG Ibid. p.29 y http://www.old-picture.com/american-leg ... Mrs-Mr.htm

Los adversarios de Hull se habían salido con la suya en lo del préstamo, pero no lograron implantar ninguna medida de presión económica a Japón, y aunque le habían marcado un gol, no se atrevían a desafiarlo a cara descubierta. El secretario seguía sujetando con firmeza las riendas de la política exterior.

* * *
Saludos cordiales

Fuente: UTLEY JG Ibid. p. 32-49
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Re: Orígenes de la Guerra del Pacífico I (1920-1939)

Mensaje por monastelar » Mar Feb 07, 2012 5:35 pm

la verdad que es super interesante hace poco me compre un libro por amazon que se llama : "pacifismo o no la guerra" (traducido del aleman al espanol) no se si hay en ingles, en espanol no hay. pero es intereresante porque habla de la guerra, de los pro contras como nacio, porque nacio,cuando, donde, y que apso después.... son 1400 paginas ... pero.... vamos que vale la pena
Only someone who feels crushed by a present concern and wants to throw off the burden at any cost has a need for critical, that is judging and condemning historiography.
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Re: Orígenes de la Guerra del Pacífico I (1920-1939)

Mensaje por Grossman » Mar Feb 07, 2012 10:30 pm

¡Hola!

Gracias, monastelar, me alegra que te resulte de interés :) He buscado el libro al que aludes pero no lo he encontrado, ¿podrías dar la referencia completa, en español o alemán? Creo que cuando lleguemos a las conclusiones de este tema, las que hayas obtenido de ese texto pueden aportar elementos interesantes sobre las causas de este conflicto, en particular del porqué no se logró evitar.

Jonathan G. Utley, cuyo libro ha sido la fuente de mis últimos post, cita en su introducción una frase de David Potter que viene a decir que los países no eligen ir a la guerra, sino que escogen un curso de acciones que desembocan en ella (p. xiv). Lo cita para aclarar que la incapacidad de resolver pacíficamente el conflicto entre Japón y Estados Unidos no fue consecuencia de una decisión única y fundamental de 1941, sino de una serie de decisiones tomadas durante años en materia de política exterior. Por consiguiente, surgen de la visión del mundo que tienen los líderes políticos y de su concepto sobre cuáles son los intereses nacionales vitales. Inspirado por esa idea, es la razón de que me haya extendido con tanto detalle y me haya ido muy atrás en el tiempo.

Y sin dejar las reflexiones sobre las causas de la guerra, otra frase que con la que me he quedado, es la de Harry Hearder, el editor de la colección sobre el origen de diversos conflictos, de la que el texto de Akira Iriye es parte (p. viii): “The miscalculations, or failures of imagination, by political leaders as causes of wars are becoming familiar features of this series” (los errores de cálculo o la carencia de imaginación de los líderes políticos como causa de las guerras está siendo un hecho familiar en esta colección). Veremos en qué grado esto se confirma aquí.

Un saludo a todos
Espérame y yo volveré, pero espérame mucho
Espérame cuando las tristes lluvias lleguen, y cuando el calor llegue no dejes de esperar
Espérame y yo volveré para que la muerte rabie
No comprenderán jamás los que jamás han esperado, cómo tú del fuego me salvaste
Es que sencillamente me esperaste como nunca nadie me esperó
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Re: Orígenes de la Guerra del Pacífico I (1920-1939)

Mensaje por Grossman » Dom Feb 12, 2012 12:30 pm

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¡Hola!, continúo.
                • *
4. Washington y la Guerra Chino-Japonesa
Parte 4 y última

En contraste con la tenue amenaza económica de Roosevelt después de Munich, la protesta tras el anuncio del “Nuevo Orden para Asia Este” fue irrelevante en cuanto a medida de presión, y significó una vuelta al tono monocorde de antes. De la Eastern Affair Division los especialistas en China abogaban por medidas fuertes, y los que lo eran de Japón por la moderación. Su argumento, compartido por el embajador Grew, era que las sanciones económicas antes harían que Japón se volviera contra Estados Unidos que persuadirlo a abandonar sus ambiciones en China. El embajador había avisado que el japonés estaba claramente dispuesto a pasar privaciones con tal de no ver a su país humillado por Occidente. Pero era difícil para estas llamadas a la moderación encontrar eco en un DE en el que prevalecía la idea de que los militares dominaban la escena política japonesa, y que las iniciativas de estos no hacían más que reforzar. Como, por ejemplo, la conquista de la isla de Hainan y las Spratly, que no tenía relevancia táctica para la guerra en China, pero la ocupación de la primera limitaba el valor táctico de Singapur como base naval británica, y la de las Spratly tenía sentido únicamente en el marco de una expansión estratégica hacia el Pacífico-suroeste: las Indias Holandesas y Borneo.

La invasión del resto de Checoslovaquia el 15 de marzo aumentó la sensación de amenaza ante el poderío y agresividad nazis, por lo que Roosevelt quiso hacer un gesto de solidaridad hacia Francia y Gran Bretaña y advertencia a Hitler y Mussolini, que consistió en enviar a estos una carta abierta en que ofrecía colaboración económica a cambio de un compromiso de no invadir ningún país más, y a la vez trasladar la flota al Pacífico para liberar ahí a la Royal Navy y que pudiera concentrarse en el Atlántico y Mediterráneo.

La divulgación de las atrocidades japonesas, y los testimonios de misioneros estadounidenses sobre los bombardeos sobre objetivos civiles sufridos de unos aparatos y bombas fabricadas por, o a partir de material proveniente de Estados Unidos forjó un estado de opinión pública favorable a la imposición de un embargo, pero no alcanzó suficiente fuerza para ser presentado como una proposición de ley en el Congreso.

Con la finalidad de ayudar al rearme de Gran Bretaña y Francia, Roosevelt propuso al Congreso la revisión de la Neutrality Act con la fórmula de “cash and carry”: el país que lo quería comprar debía pagar a tocateja y hacerse cargo del transporte. En Asia esta medida beneficiaba a Japón porque disponía tanto de “cash” como de barcos para transportar armas, pero China no tenía ni una cosa ni otra. Por dicho motivo el senador Pittman propuso prohibir la venta de armas a países que hubiesen infringido el Tratado de las Nueve Potencias, es decir, Japón.

A pesar de que la opinión pública y el Congreso estaban a favor de un embargo, Hull seguía sin darle el visto bueno, evitando cualquier cosa que se pareciera a una confrontación. No obstante, empleó su influencia para beneficiar discretamente a China: solicitó a las empresas estadounidenses que no garantizaran créditos a Japón, que no participaran en la reconstrucción de la China ocupada, ni en general en nada que pudiera perjudicar a este país o favorecer a los japoneses. También permitió a China comprar armas a crédito, a pesar de que las condiciones de concesión lo prohibían, y suspendió para China la obligatoriedad de pagar su deuda. El DE especulaba que esta política contendría a Japón en su deseo de abalanzarse sobre los recursos estratégicos al sur y que era cuestión de esperar a su desgaste, pero Grew advirtió que la frustración japonesa en China podía buscar la culpa en la ayuda occidental al enemigo, y aumentar la beligerancia contra Occidente. Y así ocurrió con la crisis de las concesiones. Estas tenían consideración de territorio neutral y estaban administradas por consejos que estaban formados por representantes de las empresas que hacían negocios allí, es decir, eran occidentales. Incluso la prensa allí se expresaba contra Japón. Viendo que un incidente en las concesiones podía dar al traste también con su frágil política exterior asiática y que Shanghai en ese aspecto era un polvorín, Hull aplico toda la presión posible sobre el consejo de la ciudad y las autoridades chinas para que actuaran con la máxima cautela. La consigna era no hacer nada que diera argumentos al ejército japonés para intervenir. Advirtió también a Tokio de que estaría muy pendiente de que los intereses y derechos estadounidenses fueran respetados.

Gran Bretaña, en cambio, pagó cara la falta de reflejos del Foreign Office. La crisis estalló de Tientsin, al negarse a entregar a cuatro terroristas que tras asesinar a un oficial japonés se habían refugiado en el sector internacional de la ciudad. La reacción japonesa fue el establecimiento de un férreo control de las entradas y salidas, con registros a fondo y esperas interminables, que prácticamente impermeabilizaban todo tránsito y suponían una humillación a los occidentales. Cuando los británicos vieron que la situación era insostenible, buscaron alcanzar un acuerdo, pero era demasiado tarde y el ministro de exteriores, Arita, impuso unas condiciones draconianas: Gran Bretaña debía reconocer que Japón tenía necesidad de protegerse en el territorio ocupado, y se comprometía a suprimir todo aquello que pudiera perjudicar en ese sentido a las fuerzas japonesas o beneficiar a las chinas. Fue el Acuerdo Craigie-Arita del 24.7.1939 y supuso la claudicación diplomática británica ante Japón y un mazazo a la moral china. En el fondo era la misma política que había llevado en la práctica Hull, con la diferencia sustancial de que este no la reconocía, con lo que los principios políticos estadounidenses seguían en pie, no había concesiones a Japón ni daño a la moral china.

Cordón de fuerzas japoneses alrededor de la concesión internacional de Tientsin
Imagen
Fuente: http://www.022tj.net/bbs/read.php?tid=14

Hubo dos inconvenientes añadidos al acuerdo anglo-japonés. Uno era que tuvo lugar cuando el Congreso acababa de rechazar la revisión de la Neutrality Act propuesta por Roosevelt, por lo que el DE se planteaba una respuesta ante el esperado envalentonamiento nipón. Y el otro, que en ese momento el Senado debatía dos medidas: la Resolución Pittman para impedir la venta de armas a países que hubieran infringido el Tratado de las Nueve Potencias, y la Resolución Vandenberg para derogar el tratado comercial con Japón de 1911. Si la Resolución Pittman era rechazada, Japón, confiada en el aislacionismo estadounidense, se crecería todavía más, pero si se aprobaba, podría ser el detonante de una confrontación. Por otro lado, la Resolución Vandenberg podía ser derrotada por los propios demócratas (en Estados Unidos los representantes en las cámaras votan de forma independiente, sin disciplina de partido, como por ejemplo aquí) y también podía suceder que los propios argumentos esgrimidos en el debate se convirtieran en motivo de tensión con Japón. Para salir al paso de estas posibles complicaciones y haciendo uso de su prerrogativa legal, Roosevelt y Hull acordaron anunciar la derogación del tratado comercial de 1911, que tendría efecto en enero de 1940. Significó el primer paso de Estados Unidos en el enfrentamiento con Japón.

* * *
Finalizado el capítulo sobre los entresijos políticos de Washington, volvemos la mirada a la cocina de Tokio, pero aquí hay que lamentar que los interrogantes que se formulan -¿quién estaba al cargo de la misma?, ¿cómo fue el proceso de toma de decisiones que condujo a la radicalización de la vida política japonesa?- son objeto de un debate del que no voy a ocuparme aquí, por lo que en el próximo post dejaré tan solo algunas pinceladas generales sobre cómo estaba gobernado Japón y algún detalle de hechos puntuales.

Un saludo a todos

Fuente: UTLEY JG Ibid. p. 49-63
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Orígenes de la Guerra del Pacífico I (1920-1939)

Mensaje por Grossman » Dom Mar 11, 2012 11:40 am

      • El shogun Sakanoue no Tamuramaro (s.IX). Tres siglos después, los shogun
        dominarían Japón con mano de hierro hasta mediados del XIX, pero tras su
        derrota, su sombra se alargó todavía hasta este conflicto
¡Hola!

Habida cuenta que 1) hasta su muerte en 1989 la cuestión del papel de Hirohito en la guerra fue un tabú en Japón, 2) que los investigadores que han querido estudiar este tema han sufrido amenazas por parte de grupos derechistas violentos, y en 1990, por ejemplo, el alcalde de Nagasaki fue tiroteado por opinar que el emperador tuvo responsabilidad, 3) que Japón tiene todavía pendiente arreglar cuentas con su pasado, como han comenzado a hacer Alemania, Francia e Italia (pero no España), y 4) la dificultad de la historiografía para acceder a pruebas sobre unas decisiones que se tomaban en privado y que durante 70 años se han guardado en secreto o no se han guardado, se entiende que el conocimiento que hay sobre la política japonesa anterior hasta 1945 en sus aspectos más comprometidos sea poco sólido.

Lo más comprometido es el papel del emperador, por lo que el lo expuesto a continuación sobre ese tema hay que tomarlo con reserva. Es reflejo de los puntos de vista, en general coincidentes, de David Anson Titus y Peter Wetzler, los autores citados que abordan el papel del palacio en la política japonesa. Pero otros, basándose en estudios sobre fuentes primarias - pero bajo acusaciones de hacerlo conforme a su agenda política, aunque ese podría ser el motivo de los que las lanzan - sostienen lo contrario, es decir, que Hirohito tomó parte de forma decisiva en el proceso político que desembocó en la guerra.

En cuanto al resto, hay algo más de unanimidad. Conocer el dónde, quién y cómo de la política japonesa es fundamental para comprender el porqué se lanzó a esta guerra, y también, en qué momento y por parte de quién se pudo haber frenado este trágico proceso. La explicación fácil a la que suele echarse mano, de que fue la consecuencia de la hegemonía militar, es insuficiente. Eso fue un hecho que contribuyó, pero no aclara las causas. Los militares estaban muy divididos y eran absolutamente leales al emperador, la alta oficialidad era contraria a la guerra en China, y los hubo que abogaban por la integración en la comunidad internacional. Y la guerra con China, por ejemplo, fue consecuencia de un patinazo trascendental del primer ministro Konoe, y ya hemos visto cómo este (¿auto? :wink:) saboteó sus propias iniciativas para llegar a una tregua que Japón necesitaba con desespero.

En este primer post describiré la estructura y funcionamiento de la política de Japón, que quedarán ilustrados en los siguientes, en los que veremos cómo se forjaron las decisiones de los episodios más decisivos, así como algunos hechos que retratan a los protagonistas.
                • *
5. Estructura y dinámica política en Japón
Parte 1

Sintoísmo y sistema imperial

Los conceptos que sobre dioses, emperadores o constituciones podamos tener a partir de los modelos occidentales pueden llevarnos a engaño si los aplicamos sin más a las figuras de igual nombre del Japón de preguerra. El Sintoísmo, la religión mayoritaria de Japón, asume que el hombre es un ser dotado de espíritu, por lo que debe regirse en armonía con la voluntad de los dioses. Estos no son el fin último del sistema de creencias, sino figuras divinas intermediarias reveladoras de la armonía universal o el infinito. Para esta religión, el emperador estaba dotado de una naturaleza mixta divina y humana, y servía de intermediario entre los dioses y el pueblo, y ese era el sentido de la obediencia al mismo, distinto al de sumisión a la persona de las monarquías occidentales. El sistema imperial japonés cumplía una función en primer término religiosa, y a su vez era un factor fundamental de identidad y de cohesión de Japón. Si fallaba, peligraba la estructura del estado.

En los procesos de decisión política, el emperador no debía ser un sujeto activo de los mismos, con el fin de que los errores no le alcanzaran y no quedara expuesto el rol trascendental del trono. Así, su papel era el de nombrar a los gobernantes y ratificar sus decisiones; los ministros eran responsables ante el emperador, y este ante los dioses y ancestros, la llamada “Línea Imperial”. Este proceso de ratificación se concebía como una expresión de la “Voluntad Imperial”, que no era la voluntad personal del emperador sino la de la Línea Imperial.

Fin del shogunato y la Constitución Meiji

Los shogun fueron tiranos que gobernaron Japón desde el siglo XII hasta 1867. Investidos de su autoridad por los emperadores, estos se hallaban en ese período prácticamente secuestrados para un papel que se limitaba a ratificar de forma ritualizada los hechos consumados decididos por aquellos.

A mediados de siglo XIX, después de que Estados Unidos le impusiera un tratado comercial, Japón sufrió una convulsión que fue el detonante para que parte de la clase dominante, consciente de la vulnerabilidad del país, emprendiera su modernización. Hubo de sufrir una guerra civil tras la que quedó liquidado el shogunato, se restauró el poder imperial, y Japón adoptó una estructura administrativa al estilo occidental. Este proceso quedó formalizado en la "Constitución Meijii de 1889" o "Constitución del Gran Imperio de Japón". Aunque esta ley regulaba la fusión de la autoridad moral del emperador con la autoridad política, no tenía el peso de una constitución occidental ni era el soporte del poder del emperador. Este se sustentaba en la autoridad que representaba la Línea Imperial, es decir, religión y tradición.

Aunque establecía que era el jefe de las fuerzas armadas y le otorgaba la facultad de nombrar ministros y establecer los acuerdos de paz y de guerra, en el proceso de toma de decisiones el emperador era una institución, no una personalidad autónoma que ejerciera libremente su voluntad política. Las líneas políticas a seguir se decidían por consenso, en el que participaba el propio emperador, altos cargos de palacio y representaciones institucionalizadas de las elites japonesas. La presencia de estas respondía a la idea de que las decisiones políticas debían contar con las “corrientes contemporáneas” que transcurrían extramuros del palacio. Después, el emperador ratificaba estas políticas mediante la ceremonia del “Sello de la Voluntad Imperial”. En estas deliberaciones preparatorias Hirohito participaba sin ceremoniales de modo activo, pero las líneas se decidían, como se ha expuesto, por consenso. Ha trascendido que también participó en los procesos de planificación y decisión militares en contra del criterio de sus consejeros, Saionji y Makino.

El proceso modernizador que acometió Japón a mediados del siglo XIX no tuvo nada de revolucionario. Por el contrario, lejos de querer sustituir los fundamentos del poder, su objetivo era la salvación, por los medios más eficaces, del sistema imperial, su condición semidivina, y la posición de la casa imperial en la sociedad japonesa. La modernización no era el objeto, sino el medio, y China era una muestra explícita de cuál sería su futuro si no tenía éxito. Pero la oposición a este proceso no quedó liquidada con la derrota en la guerra civil, y la pugna violenta entre lo tradicional y lo nuevo, la identidad propia y la influencia externa, tuvo un protagonismo determinante en la política japonesa posterior. Denominaremos aquí “tradicionalistas” a los partidarios de lo primero y “constitucionalistas” a los de lo segundo.

Había una complicación añadida. Debido a su carácter sagrado, el sistema imperial tenía una obligación trascendental de quedar preservado, en un grado mucho mayor del empeño de perdurar de cualquier forma de gobierno. De modo que si algo amenazaba lejanamente su existencia, las decisiones políticas que tomaba el palacio podían quedar condicionadas. Esto se vio, por ejemplo, cuando la casta militar intentó aumentar su peso político y el emperador no se atrevió a ponerlos firmes, en parte por temor a un golpe de estado, donde lo grave no sería la posibilidad de él quedar apartado del trono o morir sino, con la desaparición del sistema imperial, que desapareciera el medio que posibilitaba la expresión de la voluntad de sus antepasados y los dioses.

Estaban permitidos los partidos políticos y la ciudadanía podía elegir por sufragio inicialmente masculino y después universal a sus representantes en el parlamento. Pero la representación popular se limitaba al aspecto legislativo, que compartía con una cámara alta elegida entre miembros de la aristocracia; los representantes elegidos no tenían voz ni influencia en palacio ni gobierno.

Gobierno

El primer ministro no nombraba a los ministros sino que lo decidía el palacio, aunque lo tenía en cuenta. Había un ministro del ejército y uno de la armada. Si estos renunciaban, caía todo el gabinete, lo que les otorgaba, de facto, un derecho a veto. Estos dos ministros tampoco rendían cuentas al primer ministro sino directamente al emperador. Tras la experiencia previa con los shogun, la constitución lo había dispuesto así con el fin de reforzar la autoridad de este sobre el poder militar, pero fue una regulación que socavaba profundamente el poder gubernamental y abonó el terreno para la confrontación con este.

No cualquiera estaba dispuesto a ejercer el cargo de primer ministro. Era una posición muy expuesta a la censura pública, y fácilmente se convertía en chivo expiatorio de lo que salía mal, había de bregar en medio de fuertes rivalidades de distintos grupos de presión y carecía del poder político suficiente para ejercer su responsabilidad. Por añadidura, habida cuenta del grado de violencia de la vida política, requería una buena dosis de valor físico. Estos fueron algunos de los magnicidios:
  • -1878: el oligarca Okubo Toshimichi
    -1909: el primer ministro Ito Hirobumi
    -1921: el primer ministro Hara Kei
    -1930: el primer ministro Yuko Hamaguchi
    -1932: el primer ministro Inukai Tsuyoshi
    -1936: el Guardián del Sello Privado Saito Makoto (uno de los altos funcionarios de palacio) y el ministro de finanzas Takahashi Korekiyo; el primer ministro Okada se salvó por los pelos y fue asesinado en su lugar su hermano por confusión.
Además, en los años 30, a los perpetradores e instigadores su delito les salía judicialmente “barato”, y la prensa y las élites condenaban o no los asesinatos dependiendo de los intereses en juego y de su tendencia política. Por lo que en su conjunto y en particular a partir de ese período, la vida política japonesa estuvo impregnada de un alto grado de coacción física.

Tras la idea de la “restauración Showa” (“Showa” es un término para designar el reinado del emperador Hirohito) que inspiró varios intentos golpistas, estaba la convicción de que el emperador estaba secuestrado por una burocracia de palacio y gubernamental liberal y pro-angloamericana, por lo que el golpe de estado pretendía no derrocar al monarca, sino liberarlo y devolverle el poder.

Cada élite institucionalizada (económica, militar, aristocracia) tenía facciones y subfacciones, por lo que el logro de consensos requería un complejo “juego” en el que estas partes se aliaban o enfrentaban. Así, los gobiernos eran resultado de coaliciones temporales de estas fuerzas y reflejo del equilibrio de un momento determinado, del que formaban parte también lazos familiares, lealtades de otra índole, pago de favores, etc. Esto provocaba que los procesos de toma de decisión e implementación fueran largos y tortuosos, y dieran como resultado políticas incoherentes o de aplicación imposible.

Una de las élites institucionalizadas era el ejército. Como se ha mencionado ya, en él rivalizaban dos facciones principales, la del Camino Imperial (Kodoha) que veía el mayor enemigo futuro en la Unión Soviética, y la del Control (Toseiha), más moderada, que preconizaba la preparación para una guerra total. A partir de 1932, la del Control es la que tuvo más capacidad de influencia sobre el gobierno, gracias a la alianza con parte de la armada, con la burocracia renovadora de algunos ministerios civiles y con algunos líderes de la Dieta Imperial. Pero en 1936, uno de los motivos del golpe de estado, el más grave de los que sufrió Japón, fue el propósito de la facción del Camino Imperial de poner fin a la hegemonía de la del Control.

Saionji, el último de los genro

Los genro (singular genko) eran consejeros extraordinarios del emperador en virtud de su consideración de “padres” del Japón moderno. Aunque la elección de los primeros ministros era una facultad del emperador, eran los genro los que lo nominaban tras consultarlo con los otros altos oficiales de palacio y los representantes institucionales que hemos mencionado antes.

El príncipe Saionji
Imagen
Fuente: http://en.wikipedia.org/wiki/Saionji_Kinmochi

Me detendré en la figura del príncipe Saionji Kinmochi (1849-1940) porque junto a Konoe e Hirohito, fue uno de los personajes con mayor protagonismo en la vida política del Japón de preguerra. Veterano de la guerra civil, graduado en leyes en la Universidad de Sorbona, brillante, liberal y partidario de un gobierno parlamentario, a la vuelta de su viaje por Estados Unidos y Europa presidió el Consejo Privado y la Cámara de los Pares (cámara alta) y más tarde fue nombrado Primer Ministro. Donde duró hasta la confrontación en 1912 con el ministro del ejército por no conceder a este dos divisiones. El ministro renunció y provocó la caída del gabinete.

Después, en 1913, fue nombrado genko, un cargo en que hubo de soportar una dura rivalidad por parte de su homólogo, el tradicionalista Matsukata Masayoshi, hasta que este murió en 1924; a partir de entonces quedó como único genko. Hasta su muerte (en 1940), a pesar de su avanzada edad, fue un actor lúcido y notable de la arena política japonesa. En palacio, Saoinji ejercía la función de coordinar a los altos oficiales con los representantes institucionales. Hasta 1936 logró defender una línea constitucionalista y de compromiso internacional, pero a partir del intento de golpe de estado de 1936, a pesar de que fracasó, tuvo que ceder ante el empuje del militarismo tradicionalista.

Seguirá. Saludos

Fuentes:
■ TITUS DA “Palace & Politics in Prewar Japan” Columbia University Press (1974)
■ WETZLER P “Hirohito and War” Hawaii University Press (1998)
■ YAGAMI K “Konoe Fuminaro and the failure of peace in Japan 1937-1941” McFarland (2006)
http://en.wikipedia.org/wiki/Saionji_Kinmochi" onclick="window.open(this.href);return false;
http://en.wikipedia.org/wiki/Hirohito#I ... war_crimes" onclick="window.open(this.href);return false;
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Re: Orígenes de la Guerra del Pacífico I (1920-1939)

Mensaje por Grossman » Jue Abr 26, 2012 11:11 pm

¡Hola!

Vamos a ver a continuación algunos ejemplos del papel político jugado por el palacio en las principales crisis del Japón de preguerra.
                • *
5. Estructura y dinámica política en Japón
Parte 2

El emperador y el “Incidente de Huanggutun” (1928)

[Este “incidente”, el asesinato del “Señor de la Guerra” Zhang Zuolin (Tso-lin), se explicó en el post del 6.12.11]

El primer ministro Tanaka comunicó de inmediato al emperador que los autores habían sido oficiales del Ejército de Kwantung y que si era necesario se tomarían medidas estrictas. Saionji, todos los oficiales de palacio y los líderes de los partidos políticos abogaban por que los autores fueran sometidos a una corte marcial. Además, contaban con que la verdad era conocida en el extranjero y que los intentos de encubrirla dañaría el prestigio internacional de Japón, dejando una imagen de incapacidad de poner orden en su propia casa. El ejército y algunos partidos políticos, en cambio, consideraban que una corte marcial sería perjudicial para la institución militar en general y que al final salpicaría al emperador.

Cuando el ejército y también el líder del partido político en el que militaba Tanaka presionaron para echar tierra al asunto, este, sin consultar a nadie, dio la versión oficial de que los conspiradores no habían sido japoneses pero que, por motivo de haber ocurrido en territorio protegido por Japón, se tomarían medidas administrativas contra los oficiales responsables. Después, Tanaka trató de justificarse ante el emperador por haber cambiado la versión, pero este le interrumpió y no le dio más oportunidad. A continuación Tanaka se reunió con el resto del gabinete, que le instó a solicitar una nueva audiencia. La pidió a través del Gran Chambelán, Suzuki, que la transmitió a Hirohito. Su contestación, que Suzuki repitió textualmente fue “Simplemente, no comprendo qué es lo que el primer ministro Tanaka dice. Deseo no volver a oírlo más”. Habiendo perdido la confianza del emperador, Tanaka dimitió.

Fue un mal precedente. Si los autores del asesinato hubiesen sido juzgados y severamente castigados, las ambiciones del ejército en China hubiesen quedado seriamente debilitadas, así como su derecho institucional de participar en la declaración de la Voluntad Imperial.

La Conferencia de Londres de 1930: el palacio, el gobierno y el EMG naval

[Los tiras y aflojas de esta conferencia, y sus consecuencias, se explicaron en el post del 25.11.11]

Aquí estuvieron implicadas multitud de instituciones:
  • -el Ministerio de la Armada, que administraba esta como institución
    -el EMG naval que ostentaba la jefatura de las fuerzas operativas navales
    -el Ministerio de Exteriores, que tenía la prerrogativa imperial para cerrar tratados
    -el primer ministro y su gabinete, responsables políticos generales
    -el Consejo Supremo de Guerra, que asesoraba al emperador en materias militares
    -el Consejo Privado, que asesoraba al emperador en la ratificación de tratados
Supervisando todos los detalles del proceso de negociación y decisión estaba Saionji que, con 80 años de edad entonces, estaba decidido a ver el tratado concluido, con el fin de que Japón pudiera mostrar una imagen internacional de responsabilidad y compromiso con las políticas de paz.

Saionji valoraba que el 70% de paridad que pretendían los sectores duros de la armada debilitaría las relaciones diplomáticas con Estados Unidos y Gran Bretaña. A su favor estaban:
  • -el primer ministro Hamaguchi y el resto del gabinete
    -el delegado Wakatsuki que iba a representar al emperador
    -los almirantes Okada y Saito. Okada gozaba de una posición fuerte en el EMG naval, donde hizo presión para neutralizar los sectores duros. Saito era gobernador general de Corea, y al no estar en Tokio, dio soporte público a la postura pro-tratado a través de la prensa
    -Konoe, entonces presidente de la Cámara de los Pares
    -en palacio, el Guardián del Sello Privado, Makino, el Ministro de la Casa Imperial, Ichiki, y el Gran Chambelán, Suzuki
Cuando el jefe del EMG naval, Kato - líder del sector duro de la armada y defensora del 70% - solicitó audiencia con el emperador, Suzuki, encargado de tramitarlas, como hemos visto, lo convocó y le preguntó si su intención era manifestar su oposición a la postura gubernamental, a lo que Kato contestó afirmativamente. Suzuki le indicó entonces que eso pondría en aprietos al emperador, al haber entonces de tomar partido por unos u otros. Según otra versión, Suzuki le recordó que no es competencia del EMG naval manifestarse sobre la política ministerial, sino hacer causa común con ella. Finalmente Kato desistió de su petición. Posteriormente, por esta y otras actuaciones, Suzuki estuvo en el punto de mira de los sectores más reaccionarios del estamento militar y de la extrema derecha japonesa.

El emperador y el “Incidente de Mukden” (1931)

[Explicado en el post del 6.12.11]

Estaba anunciado. Manchuria había visto aumentar su inestabilidad los meses anteriores, que había llegado a tal grado que la semana anterior el propio Hirohito había recordado al ministro del ejército, el general Minami Jiro, que no debían producirse movimientos de tropas en Manchuria y Mongolia que él no hubiese autorizado. La advertencia fue transmitida al comandante del Ejército de Kwantung, Honjo Shigeru, pero este adujo después que la recibió cuando el “incidente” ya había estallado. Honjo estuvo indeciso al principio, sabedor que los hechos violaban la prerrogativa imperial pero, presionado por sus subordinados, decidió seguir adelante. Los días siguientes se reunió con los líderes de la operación, examinando la situación y las opciones, sin que en ningún momento se mencionara a Tokio.

El 21 de septiembre, dos días después, y en presencia de sus consejeros, el primer ministro, los ministros del ejército y de la armada, y el jefe del EMG del ejército, el emperador ordenó que el conflicto no debía expandirse. Sin embargo, el mismo día, Minami telegrafíó a Honjo (es decir, el ministro del ejército al comandante del Ejército de Kwantung) y manifestó en la sede del EMG del ejército, que toda Manchuria debía ser “pacificada”. Y ese día también, el Ejército de Corea envió unos tres mil hombres a reforzar al Ejército de Kwantung, sin la perceptiva autorización imperial. Al preguntar el primer ministro al jefe del EMG del ejército, este manifestó que el ejército no debía interferir en un “movimiento de independencia de Manchuria”, y le recordó que el gobierno no debía inmiscuirse en asuntos de mando de tropas.

¿Cómo respondió el sistema imperial a lo que fue una indiscutible violación de la prerrogativa imperial y un acto que podía tener graves consecuencias internacionales? Hay controversia sobre la actitud que tomó Hirohito; por un lado, se conoce que especuló con las supuestas ventajas que la acción militar podían reportar a Japón: una eventual consolidación de su posición internacional y una advertencia a China frente a futuros intentos de hostigar a sus fuerzas en Manchuria.

Por la trascendencia que el "Incidente de Mukden" tuvo en la génesis de la guerra, resulta asombroso que no recibiera ni tan solo una mención a lo largo de las 8 horas del “Monólogo”, sus reflexiones de posguerra, un hecho que alimenta la sospecha de que su actuación entonces no se correspondió a la imagen de defensa de la paz que cultivó acabada la guerra.

Después del “Incidente de Huanggutun”, la indecisión e inacción de Tokio y la falta de consecuencias del aventurismo militar abonaron el terreno para que se repitiera.

El emperador y el “Incidente del 26 de febrero” (1936)

Este incidente se ha mencionado en el post del 20.12.11. Fue el más grave de los intentos golpistas y a pesar de su fracaso, condujo a la la radicalización política definitiva de Japón. Ese día de 1936, unidades de la 1ª División y de la División Imperial de Guardia, casi 1.500 hombres, mandados por oficialidad de graduación media y baja, ocuparon el centro de Tokio y varias sedes gubernamentales y del EMG del ejército, y atentaron contra figuras destacadas del gobierno y del palacio también, resultando asesinados el Guardián del Sello Privado, el ministro de finanzas y el general inspector de educación militar. El lema del golpe era la “Restauración Showa” (ya mencionada), la idea de liberar al emperador de la influencia supuestamente corrupta de la clase política y la élite económica.

Cuando Hirohito fue informado, se puso el uniforme y ordenó que la revuelta fuera sofocada de inmediato. Mientras, los líderes de la misma habían enviado al ministro del ejército, Kawashima Yoshiyuki, un manifiesto que este transmitió al emperador. Los rebeldes iban recibiendo muestras de simpatía, así como raciones, por parte de la restante tropa. El gobierno proclamó la ley marcial. Kawashima actuó con particular tibieza y las ordenes reiteradas del emperador de que las tropas volvieran a sus cuarteles no fueron transmitidas a la tropa hasta la madrugada del día 28. El ministro y la cúpula del ejército querían evitar a toda costa un derramamiento de sangre. Disgustado con este comportamiento, Hirohito quiso ponerse personalmente al mando de las tropas que debían sofocar el golpe. A las 14.00 horas del día 28 las tropas volvieron a los cuarteles y a las 17.00 fueron arrestadas.

Saionji, aunque reconoció que la actuación de Hirohito era lo único que se podía hacer, dado como estaban las cosas, se opuso a la misma, por temor a las graves consecuencias que podían tener a largo plazo para el sistema imperial. En todo ese tiempo la armada, opuesta a la intentona, envio la 1ª Flota a la Bahía de Tokio, preparada para abrir fuego contra los golpistas.

La ordenanza militar japonesa estipulaba, para un caso así, que el regimiento de procedencia de los insurgentes fuese disuelto. El emperador preguntó si el ejército iba a proceder en ese sentido, a lo que el ministro del ejército y el jefe del EMG general del ejército respondieron, tras admitir que el “incidente” suponía una mancha para la institución, que en base a que había participado solo una reducida parte de las unidades y a que los regimientos implicados deseaban redimirse, que habían pensado en no hacerlo. A lo que el emperador dio su visto bueno: “Entonces todo está bien. Vigilad en el futuro”.

Cuando en el post anterior aludí a la larga sombra de los shogun, este episodio es un exponente, como también el anterior del “Incidente de Mukden”. A pesar de que el ejército era leal al emperador y de que la constitución estipulaba que el emperador era el comandante supremo de las fuerzas armadas, Hirohito no pudo apenas ejercer autoridad personal sobre las mismas.

Saionji y la preservación de la divinidad imperial

Cuando en 1934 dos altos consejeros del emperador, Makino y Suzuki (respectivamente el Guardián del Sello Privado y el Gran Chambelán) urgieron al emperador para convocar una Conferencia Imperial para restringir a los militares, Saionji se opuso, por el riesgo de que un error comprometiera al supuesto de infalibilidad. Y adoptó el mismo criterio en 1937, cuando a raíz de la guarra con China, el propio emperador quiso convocar otra Conferencia Imperial con objetvo de neutralizar las posturas políticas más extremas para facilitar la consecución de un acuerdo de paz.

* * *

El próximo post será algo parecido, pero con Konoe Fumimaro, donde algunos ejemplos nos aproximarán a la peculiar personalidad del quizá principal protagonista -que no causante- de este conflicto.

Saludos cordiales, paciente lector :wink:

Fuentes:
■ TITUS DA “Palace & Politics in Prewar Japan” Columbia University Press (1974) p.144-3, 327, 160-8
■ WETZLER P “Hirohito and War” Hawaii University Press (1998) p.168-73, 187-90
http://en.wikipedia.org/wiki/February_26_Incident
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Re: Orígenes de la Guerra del Pacífico I (1920-1939)

Mensaje por Grossman » Sab May 12, 2012 11:55 am

  • El primer gabinete de Konoe inaugurado en junio de 1937. En primer plano y comenzando por la derecha, el ministro del ejército Sugiyama, el ministro de la armada Yonai, primer ministro Konoe y el ministro de exteriores Hirota
    Imagen
    Fuente: YAGAMI K “Konoe Fuminaro and the failure of peace in Japan 1937-1941” McFarland (2006) p.43
¡Hola!

Concluye este capítulo sobre la “cocina de Tokio” con la figura del príncipe Konoe Fumimaro, de quien veremos una selección de las actuaciones más controvertidas. En un sistema político que dejaba poco espacio para la acción gubernamental, sus decisiones fueron, sin embargo, determinantes en el estallido y la escalada de la guerra con China, donde Japón pagó una factura que conllevó graves consecuencias estratégicas, pero a pesar de esta y subsiguientes muestras de ineptitud, Konoe Fumimaro fue quien durante más tiempo ocupó el cargo de primer ministro, como comprobamos en esta tabla:

Imagen
En la parte izquierda por cronología, en la derecha por orden de duración

¿No había nadie mejor?, ¿tenía algún peso o era sólo la cara visible de unas decisiones tomadas en palacio o en un intrincado sistema de consensos? Falta todavía un estudio profundo y con garantías del Japón de preguerra para dar respuesta a estas y otras preguntas.
                • *
5. Estructura y dinámica política en Japón
Parte 3

Konoe Fumimaro

Su elevado estatus nobiliario le confería de forma automática la membresía de la Casa de los Pares, la cámara alta legislativa. La postura del joven Konoe respecto a esta era que debía autorestringirse y renunciar a sus privilegios políticos, motivo por el que en 1921 entró a formar parte del Club del Estudio Constitucional, partidario de dicha reforma. Pero al año siguiente, para sorpresa general, se afilió al Kenkyurai, la facción de la Casa de los Pares opuesta a esta reforma.

En la crisis de Manchuria, a pesar de haberse posicionado en contra de la intromisión de los militares en la política, Konoe justificó plenamente la iniciativa del Ejército de Kwantung en el “Incidente de Mukden” en un artículo muy celebrado y que le granjeó popularidad.

Según Konoe, una estrategia para neutralizar el peso de los militares en la política era darles responsabilidad de gobierno, que tendría como consecuencia, según razonaba, la de hacerlos más realistas y si las cosas iban mal, la de desgastarlos, y así lo expuso en una conversación con Saionji poco después del “Incidente de 15 de mayo” (de 1932, ver post del 11.12.11), quien lo consideró inaceptable.

En 1934 Konoe emprendió un viaje a Estados Unidos. Por esa época su nombre sonaba para dirigir al gabinete ministerial pero Saionji se había opuesto. El propósito del viaje era promover el acercamiento diplomático tras el Incidente de Mukden y tantear el punto de vista de ese país ante la próxima Conferencia de Londres de limitación del armamento naval. Fue recibido por Roosevelt, el expresidente Hoover y Cordel Hull, entre otros. Una de las personalidades con las que se entrevistó fue el magnate Thomas W. Lamont, un pez gordo de Wall Street, que había participado en tareas de política exterior estadounidense y defendió una postura favorable a los intereses japoneses en Manchuria. A su regreso, Konoe escribió un artículo sobre su viaje en reflejó lo siguiente de su entrevista con este último: “Cuando vi a Lamont en Nueva York, me dijo que el presidente Roosevelt no tenía ni idea de diplomacia y que Hull era un economista que tampoco sabía de diplomacia y apenas nada del Lejano Oriente”. Este artículo fue después publicado en The Daily Worker, y produjo un gran revuelo y la reacción furibunda de Lamont, que acusó a Konoe de habérselo inventado, y escribió una carta al embajador Grew de queja y advertencia respecto al mismo. El embajador trató de reconciliarlos, pero no tuvo éxito, y el resultado fue el deterioro de la imagen de Konoe entre el liderazgo estadounidense. Algún autor incluso ha sugerido que esa imagen de poca confiabilidad influyó después en el fracaso de las negociaciones diplomáticas de 1941, cuando como primer ministro estuvo al frente de las mismas.

Tras el “Incidente del 26 de febrero” (en 1936), el emperador y Saionji abogaban por que Konoe se hiciera cargo del gobierno, pero este lo rechazó alegando motivos de salud. Pero en junio de 1937 no pudo negarse, tras recibir el encargo en forma de orden imperial. ¿Qué había pasado para que Saionji cambiara de parecer? Tras la caida del gabinete Hirota, el genko había propuesto al general Ugaki, pero el ejército lo rechazó. Fue designado el general Hayashi Senjuro, pero su gabinete duró poco y el ejército presionó para que fuera nombrado primer ministro un general en activo, a lo que Saionji se opuso frontalmente. Necesitado de un candidato alternativo, Konoe era el menos malo de los disponibles.

Jugando al golf. Konoe había traducido un libro de Oscar Wilde y hablaba inglés fluidamente. Su postura antioccidental no puede decirse que fuera producto del desconocimiento
Imagen
Fuente: YAGAMI K “Konoe Fuminaro and the failure of peace in Japan 1937-1941” McFarland (2006) p.54

Alto de estatura para la media japonesa (más de 180 cm) y muy alto de linaje, deportista, anticonvencional, sus artículos habían tenido gran aceptación y era una personalidad popular en Japón. En él estaban depositadas las esperanzas de un sistema político que deseaba a un líder renovador. Tímido, inseguro, consciente de su naturaleza acusadamente contradictoria, en cambio, él mismo no se sentía capacitado para esa responsabilidad.

Cuando intentó formar el primer gabinete, el ejército presionó para la designación de un ministro de finanzas afín, Baba Eichi, pero Konoe se opuso. No obstante, concedió que este formara parte con otro cargo, a lo que se opuso el ministro de finanzas candidato, Yuijo Toyataro, que por ese motivo renunció. Debido a esta concesión el prestigio de Konoe perdió varios enteros. Y los continuó perdiendo cuando abogó firmemente a favor del indulto a uno de los cabecillas golpistas del 26 de febrero. Sus motivos eran favorecer la reconciliación entre el poder civil y el militar. A esto se opuso también Saionji, que consideraba que un indulto tendría consecuencias políticas nefastas a medio plazo, entre otras en el propio prestigio de Konoe. Al final no hubo ese perdón.

El “Incidente del Puente de Marco Polo” o “Incidente de China” tuvo lugar al mes de haber tomado posesión del cargo de primer ministro. Su consigna, compartida por el jefe de la división de operaciones del EMG general, Ishihara Kanji, era que el conflicto no se extendiera. Estaba claro para ambos que Japón carecía en ese momento de la capacidad militar y económica para un conflicto a gran escala y, además, este lo dejaría expuesto ante la amenaza soviética y lastraría el rearme. Por añadidura, el gobierno tenía interés en una aproximación diplomática a China. Pero en el estamento militar había discrepancias con esta política, entre estas, la del ministro del ejército el general Sugiyama, quien solicitó el envío de tres divisiones, que Konoe denegó. Pero el ministro insistió tanto que finalmente, a pesar de la oposición del ministro de la armada Yonai Mitsumasa, Konoe cedió en enviarla. Puso como condición que se abortara el envío tan pronto la situación se calmara, y que en todo caso el conflicto no debía externderse. Según Akira Iriye, pesó en el cambio de actitud de Konoe el clamor popular alentado por la demagogia derechista que exigía “parar los pies de una vez ya” a China.

Posteriormente Konoe justificó el envío afirmando que, si no lo hubiera hecho, el ministro del ejército hubiese cesado y el gabinete habría caído y cualquiera que lo sucediera hubiese sido incapaz de controlar a los militares.

Sobrepasado por los acontecimientos, en noviembre Konoe propuso su dimisión pero Saionji se opuso y con otros consejeros del emperador lo persuadieron para que aguantar un tiempo más.

Cuando el EMG del ejército planteó la necesidad de lograr una tregua con China, Konoe tomó una postura intransigente, porque consideró que acceder a las peticiones chinas equivalía para Japón a una demostración de debilidad y perjudicaría su prestigio internacional, con consecuencias incluso económicas. Este era un punto de vista extendido en Japón y en su defensa Konoe recibió el apoyo explícito, entre otros, del Guardián del Sello Privado, Kido Koichi.

Por iniciativa de Konoe, y defendidas por el lobby militar ante las acusaciones de inconstitucionalidad, a lo largo de 1938 las cámaras legislativas aprobaron una serie de leyes que dejaban la vida diaria de los japoneses y la economía del país bajo un férreo control estatal y lo convertían en un régimen totalitario de corte fascistoide. La Ley de Movilización Nacional facultaba al gobierno para nacionalizar las industrias estratégicas, dar subsidios sin límite para la producción militar, controlar precios e imponer el racionamiento, controlar los medios de comunicación y diversas organizaciones civiles, entre ellas los sindicatos. Esta ley fue complementada con el Decreto del Reclutamiento Nacional, por el que el gobierno podía obligar a civiles a trabajar en la industria militar. Ambos partidos políticos mayoritarios, el Minseito y el Seiyukai, presionaron a Konoe para impedir la aprobación de estas leyes, pero este no dio su brazo a torcer.

Vemos que, contra el punto de vista (extendido) tendente a atribuirla a la presión militar solo, la actuación de Konoe en el plano internacional como en el nacional son pruebas inequívocas de la complicidad, si no inspiración, del estamento gubernamental e imperial en la radicalización de Japón.

* * *

Seguirá una síntesis en forma de línea temporal y después las conclusiones.

Saludos cordiales

Fuentes:
■ YAGAMI K “Konoe Fuminaro and the failure of peace in Japan 1937-1941” McFarland (2006) p.26-8, 30-2, 39-48, 51-3, 57
■ IRIYE A “The Origins of the Second Wolrd War in Asia and the Pacific” Longman (1987) p.42
● primeros ministros de Japón: http://en.wikipedia.org/wiki/List_of_Pr ... .931947.29
● Ley de Movilización Nacional: http://en.wikipedia.org/wiki/National_Mobilization_Law
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Re: Orígenes de la Guerra del Pacífico I (1920-1939)

Mensaje por Grossman » Jue May 17, 2012 3:41 pm

¡Hola!

Línea de tiempo 1932-1939

1932
- Japón ataca Shanghai (“Incidente del 28 de enero”)
- proclamación del estado de Manchukuo
- intento golpista en Japón y asesinato del primer ministro (“Inc. del 15 de mayo”)
- Japón reconoce el estado de Manchukuo
- la Liga de Naciones señala a Japón en el “Inc. de Mukden”

1933
- Japón invade la provincia china de Jehol
- Japón abandona la Liga de Naciones
- Roosevelt inicia la presidencia de Estados Unidos
- Tregua de Tangku entre China y Japón

1935 - el Comintern aprueba la tesis del Frente Popular

1936
- intento golpista en Japón (“Inc. del 26 de febrero”)
- Japón entra en el Pacto Anti-Comintern
- secuestro de Chiang Kai-shek (“Inc. de Xian”)

1937
- Konoe Fumimaro es nombrado primer ministro de Japón
- “Inc. del Puente de Marco Polo” y comienzo de la Guerra Chino Japonesa (julio)
- el Congreso aprueba la primera partida de construcción naval a gran escala
- “discurso de la cuarentena” de Roosevelt
- fracaso de la Conferencia de Bruselas
- hundimiento del Panay
- masacre de Nanking

1938
- Konoe proclama el no reconocimiento del Kuomintang
- primeros contactos de colaboración militar entre Estados Unidos y Gran Bretaña
- Alemania reconoce el estado de Manchukuo
- Konoe boicotea a su ministro de exteriores Ugaki y las posibilidades de una tregua
- derrota japonesa en Changkufen contra el Ejército Rojo (Batalla del Lago Khasan)
- Japón ocupa Cantón y Hankow; masacre de Hankow
- proclamación del “Nuevo Orden para Asia Este” por Konoe
- Japón crea el Gobierno Reformado de la República de China

1939
- dimisión de Konoe
- Japón ocupa Hainan y las Islas Spratly
- Holanda anuncia una reducción de importaciones japonesas
- Japón bloquea la concesión británica de Tientsin y Gran Bretaña firma el Acuerdo Craigie-Arita
- Estados Unidos anuncia la derogación del Tratado de Comercio y Navegación de 1911 con Japón, que entraría en vigor en enero de 1940
- derrota japonesa contra el Ejército Rojo: “Inc. de Nomohan” o “Batallas de Khalkhyn Gol”
- el Pacto Ribbentrop-Molotov pone fin a la doctrina del Frente Popular y al Pacto Anticomintern

*
Saludos
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Re: Orígenes de la Guerra del Pacífico I (1920-1939)

Mensaje por Grossman » Jue May 17, 2012 5:58 pm

  • Las guerras son la consecuencia de la falta de estabilidad, real o percibida, en la conducción de las relaciones entre los estados.
    • Richard Overy
¡Hola!

De los factores que determinaron que el Pacífico oeste se hubiera convertido en 1939 en una región políticamente inestable, vamos a ver en primer lugar los que determinaron que lo fuera el sistema internacional en general: los relacionados con la insatisfacción, el desequilibrio de poder y la pérdida de cohesión.

Conclusiones
parte 1

Inestabilidad internacional a finales de los 30

Los estados se sienten satisfechos con el ordenamiento internacional en la medida en que les parece justo o acorde con sus intereses, pero en esta faceta, además de territorio, economía, comercio y seguridad, pueden pesar factores desacostumbrados en el cálculo pragmático de objetivos nacionales, como son ideología, religión, prestigio y honor. Hay más amenaza a la paz a más poderío económico y militar de las naciones insatisfechas, y voluntad para emplear la fuerza, dependiendo esta, a su vez, de la disposición a pagar el coste de una guerra y las consecuencias de una eventual derrota, a lo que son más proclives los regímenes totalitarios que los democráticos. Las concepciones elevadas de honor y orgullo nacional pueden dificultar, llegado el caso, soluciones de conciliación y compromiso, y bajar el precio de la derrota. La cohesión internacional implica que las naciones se comprometan en acuerdos y alianzas hasta el punto de participar en medidas de presión o incluso en una guerra sin que los intereses propios estén amenazados de forma inmediata, y representa la acción colectiva contra lo que amenaza el orden establecido. La cohesión es mayor a mayor confianza, afinidad cultural, coincidencia de intereses, y percepción de amenaza. Las crisis producen pérdidas de confianza, y las internas de los países tienden a reducir la depositada en el sistema internacional, reduciendo su cohesión. Las crisis internas, además, abonan el terreno para el florecimiento de concepciones emocionales y demagógicas de los problemas e intereses nacionales.

Los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial dejaron una profunda huella en el ánimo colectivo y alentaron la búsqueda de fórmulas nuevas para asegurar la paz mundial. En las conferencias internacionales subsiguientes de París y Washington, Estados Unidos impuso una doctrina política utópica, que condenaba las doctrinas clásicas de defensa de intereses geopolíticos y del “equilibrio de poder” y el empleo de las armas para defender el orden establecido, y en su lugar establecía la paz como un concepto legal internacional, donde la resistencia a la agresión se haría por juicios morales y mediante medidas disciplinarias de boicot. Por lo que esta doctrina, denominada de “seguridad colectiva”, se encomendaba básicamente a la cohesión entre los estados. La Liga de Naciones era el organismo encargado de tutelar este sistema de seguridad, pero Estados Unidos no llegó a formar parte de la misma, al oponerse el Senado. Consecuente con esta doctrina y la noción de que las guerras derivaban del armamentismo, y habida cuenta el elevado coste del mismo y que había facturas pendientes de pagar todavía, se intentó controlar esta faceta mediante acuerdos internacionales que limitaban la construcción de armas.

El orden mundial establecido después de la PGM beneficiaba a Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, y dejó insatisfechos a Japón, Alemania e Italia. Cuando la crisis de Manchuria en 1931, y después las de Etiopía y España, demostraron el fracaso de la doctrina de “seguridad colectiva”, esta no fue cuestionada seriamente por las potencias hegemónicas. No había en ese momento percepción de gravedad en la amenaza, y por la crisis económica mundial los estados habían implantado políticas de ahorro de gasto militar que eran difíciles de compaginar con las exigencias de la doctrina clásica de seguridad internacional, es decir, la paz “armada”. La crisis económica, además, había aumentado la atención a las cuestiones domésticas en perjuicio de la cohesión. Estados Unidos dio a esta poca prioridad, por un lado, porque en su caso la crisis económica se había cebado con particular saña, y por otro, porque, rodeada por dos océanos, tenía en los años 30 poca percepción de peligro para su integridad. Pesaba allí también la noción de que su intervención en la Primera Guerra Mundial había sido un error. La cohesión se resintió, por añadidura, por el grado extremo de desconfianza que inspiraba el gigante económico y militar que era la Unión Soviética cuando esta quiso tender puentes para hacer frente a la emergencia fascista.

De modo que a finales de los años 30 las potencias defensoras del orden internacional se hallaban poco cohesionadas, poco armadas, y tan poco dispuestas a guerrear como a rebajar sus privilegios, y las insatisfechas, en cambio, se habían armado y estaban animadas a, o al menos no descartaban, modificar ese orden por la fuerza. Mientras, una Unión Soviética a la que no habían dejado “jugar”, se ofrecía a hacerlo en cualquiera de los bandos con tal de asegurar a corto plazo su integridad, haciéndolo al final, por conveniencia, en el de Alemania.

*
La siguiente intervención tratará de las causas específicas de la inestabilidad en el Pacífico oeste en 1939.

Saludos cordiales
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Re: Orígenes de la Guerra del Pacífico I (1920-1939)

Mensaje por maxtor » Dom May 20, 2012 10:10 pm

Grossman escribió:
  • Las guerras son la consecuencia de la falta de estabilidad, real o percibida, en la conducción de las relaciones entre los estados.
    • Richard Overy
¡Hola!

De los factores que determinaron que el Pacífico oeste se hubiera convertido en 1939 en una región políticamente inestable, vamos a ver en primer lugar los que determinaron que lo fuera el sistema internacional en general: los relacionados con la insatisfacción, el desequilibrio de poder y la pérdida de cohesión.

Conclusiones
parte 1

Inestabilidad internacional a finales de los 30

Los estados se sienten satisfechos con el ordenamiento internacional en la medida en que les parece justo o acorde con sus intereses, pero en esta faceta, además de territorio, economía, comercio y seguridad, pueden pesar factores desacostumbrados en el cálculo pragmático de objetivos nacionales, como son ideología, religión, prestigio y honor. Hay más amenaza a la paz a más poderío económico y militar de las naciones insatisfechas, y voluntad para emplear la fuerza, dependiendo esta, a su vez, de la disposición a pagar el coste de una guerra y las consecuencias de una eventual derrota, a lo que son más proclives los regímenes totalitarios que los democráticos. Las concepciones elevadas de honor y orgullo nacional pueden dificultar, llegado el caso, soluciones de conciliación y compromiso, y bajar el precio de la derrota. La cohesión internacional implica que las naciones se comprometan en acuerdos y alianzas hasta el punto de participar en medidas de presión o incluso en una guerra sin que los intereses propios estén amenazados de forma inmediata, y representa la acción colectiva contra lo que amenaza el orden establecido. La cohesión es mayor a mayor confianza, afinidad cultural, coincidencia de intereses, y percepción de amenaza. Las crisis producen pérdidas de confianza, y las internas de los países tienden a reducir la depositada en el sistema internacional, reduciendo su cohesión. Las crisis internas, además, abonan el terreno para el florecimiento de concepciones emocionales y demagógicas de los problemas e intereses nacionales.

Los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial dejaron una profunda huella en el ánimo colectivo y alentaron la búsqueda de fórmulas nuevas para asegurar la paz mundial. En las conferencias internacionales subsiguientes de París y Washington, Estados Unidos impuso una doctrina política utópica, que condenaba las doctrinas clásicas de defensa de intereses geopolíticos y del “equilibrio de poder” y el empleo de las armas para defender el orden establecido, y en su lugar establecía la paz como un concepto legal internacional, donde la resistencia a la agresión se haría por juicios morales y mediante medidas disciplinarias de boicot. Por lo que esta doctrina, denominada de “seguridad colectiva”, se encomendaba básicamente a la cohesión entre los estados. La Liga de Naciones era el organismo encargado de tutelar este sistema de seguridad, pero Estados Unidos no llegó a formar parte de la misma, al oponerse el Senado. Consecuente con esta doctrina y la noción de que las guerras derivaban del armamentismo, y habida cuenta el elevado coste del mismo y que había facturas pendientes de pagar todavía, se intentó controlar esta faceta mediante acuerdos internacionales que limitaban la construcción de armas.

El orden mundial establecido después de la PGM beneficiaba a Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, y dejó insatisfechos a Japón, Alemania e Italia. Cuando la crisis de Manchuria en 1931, y después las de Etiopía y España, demostraron el fracaso de la doctrina de “seguridad colectiva”, esta no fue cuestionada seriamente por las potencias hegemónicas. No había en ese momento percepción de gravedad en la amenaza, y por la crisis económica mundial los estados habían implantado políticas de ahorro de gasto militar que eran difíciles de compaginar con las exigencias de la doctrina clásica de seguridad internacional, es decir, la paz “armada”. La crisis económica, además, había aumentado la atención a las cuestiones domésticas en perjuicio de la cohesión. Estados Unidos dio a esta poca prioridad, por un lado, porque en su caso la crisis económica se había cebado con particular saña, y por otro, porque, rodeada por dos océanos, tenía en los años 30 poca percepción de peligro para su integridad. Pesaba allí también la noción de que su intervención en la Primera Guerra Mundial había sido un error. La cohesión se resintió, por añadidura, por el grado extremo de desconfianza que inspiraba el gigante económico y militar que era la Unión Soviética cuando esta quiso tender puentes para hacer frente a la emergencia fascista.

De modo que a finales de los años 30 las potencias defensoras del orden internacional se hallaban poco cohesionadas, poco armadas, y tan poco dispuestas a guerrear como a rebajar sus privilegios, y las insatisfechas, en cambio, se habían armado y estaban animadas a, o al menos no descartaban, modificar ese orden por la fuerza. Mientras, una Unión Soviética a la que no habían dejado “jugar”, se ofrecía a hacerlo en cualquiera de los bandos con tal de asegurar a corto plazo su integridad, haciéndolo al final, por conveniencia, en el de Alemania.

*
La siguiente intervención tratará de las causas específicas de la inestabilidad en el Pacífico oeste en 1939.

Saludos cordiales
Saludos cordiales.

En mi opinión es una buena síntesis de los años 30 previos al inicio de la Segunda Guerra Mundial, los factores socioeconómicos son importantes pero el factor prestigio por ejemplo influyó mucho en la política exterior italiana que se embarcó en 1935 en una campaña militar en Abisinia que casi la llevan a la guerra con GB y Francia sin estar preparada militarmente de forma suficiente, finalmente todo quedó en un bloqueo económico que no incluyó el embargo de petróleo a Italia que pese a todo era un factor importante y un país a intentar ganarse por GB y Francia en su más que eventual conflicto con Alemania. El impacto de la crisis económica fue importante pero el factor “prestigio” y el lograr un imperio africano fue un intento claro de Mussolini de distraer la atención de los problemas internos y renovar el entusiasmo de sus partidarios, especialmente en Etiopía donde Italia fue derrotada en Adua en 1896.

En el caso de Japón la crisis fue desastrosa para su economía que supuso pérdidas de sus exportaciones de senda y las penalidades de su población campesina favoreció que el ejército japonés adoptara una nueva política expansionista y a que en 1931 buscara alivio económico y prestigio nacional en la invasión de la provincia china de Manchuria. La asimilación en Japón de la tecnología occidental y su triunfal ascenso al rango de gran potencia fue quizás el indicio más claro de que la posición europea en Asia podía ser desafiada.

La derrota de Rusia frente a Japón en 1904 – 1905 tuvo profundas consecuencias y repercusiones duraderas en toda Asia y la lección de que un Estado asiático podía retar y derrotar a una potencia europea nunca fue olvidada. Japón había consolidado su posición internacional gracias a su posición como gran potencia naval en el Pacífico, y al cumplimiento ejemplar de sus deberes como miembro de la Sociedad de Naciones durante la década de 1920, dicha aparente integración de Japón a la comunidad internacional hizo que fuera más sorprendente la invasión de Manchuria. Fue un momento importante ya que fue el primer desafío serio a todo el sistema de la Sociedad de Naciones y demostró hasta qué punto las dificultades económicas y políticas en el continente europeo dejaron las manos libres a Japón; Francia estaba ya casi en pánico con el rearme alemán y GB estaba inmersa en una crisis financiera que acabó en la devaluación de la libra y una reducción de gastos en su propia armada imperial.

Los gobernantes de Francia y GB y su población todavía recordaban claramente las consecuencias de la Primera Guerra Mundial y pedirles que adoptaran una política de fuerza y presión que podría llevarlas directamente a la guerra era sumamente difícil para sus gobiernos respectivos, por mucho que se les explicara que Abisinia fuese un país integrado en la Sociedad de Naciones, y otro tanto podríamos decir con la provincia de Manchuria. El sistema de la seguridad colectiva falló en definitiva porque su premisa central falló: ya que todas las naciones no tenían el mismo interés en resistir a un particular acto de agresión y no estaban dispuestas a correr iguales riesgos para oponerse a ésta. Ningún acto de agresión en que haya participado una gran potencia se ha rechazado nunca aplicando el principio de la seguridad colectiva. Incluso cuando sancionaban a algún país la consigna era “Todas las sanciones excepto la guerra”. Cuando Alemania se anexionó Austria por la fuerza y se extinguió la libertad de Checoslovaquia no hubo ninguna reacción de la Sociedad de Naciones. El último acto de ésta que ya no pudo contener a Alemania, Japón ni Italia, fue expulsar a la URSS después de que atacara a Finlandia en 1939, y no tuvo efecto alguno sobre las acciones soviéticas.

Puede ser que fuera un política utópica y que realmente la política de poder y de Realpolitik en definitiva puede ser más efectiva, pero creo honestamente que fue un intento de dotar de una brizna de moralidad y legitimidad a las acciones diplomáticas de los diferentes países que ingresaron en la Sociedad de Naciones, aunque finalmente el tiempo puso a cada uno en su sitio y ganó la Realpolitik – si es que alguna vez ha perdido su importancia -

Saludos desde Benidorm.

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