Orígenes de la Guerra del Pacífico I (1920-1939)

La guerra en el Pacífico

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Audie Murphy
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Re: Orígenes de la Guerra del Pacífico I (1920-1939)

Mensaje por Audie Murphy » Dom May 20, 2012 11:23 pm

Grossman escribió: Estos fueron algunos de los magnicidios:

-1936: el Guardián del Sello Privado Saito Makoto (uno de los altos funcionarios de palacio) y el ministro de finanzas Takahashi Korekiyo; el primer ministro Okada se salvó por los pelos y fue asesinado en su lugar su hermano por confusión.[/list]
Además, en los años 30, a los perpetradores e instigadores su delito les salía judicialmente “barato”, y la prensa y las élites condenaban o no los asesinatos dependiendo de los intereses en juego y de su tendencia política. Por lo que en su conjunto y en particular a partir de ese período, la vida política japonesa estuvo impregnada de un alto grado de coacción física.

Tras la idea de la “restauración Showa” (“Showa” es un término para designar el reinado del emperador Hirohito) que inspiró varios intentos golpistas, estaba la convicción de que el emperador estaba secuestrado por una burocracia de palacio y gubernamental liberal y pro-angloamericana, por lo que el golpe de estado pretendía no derrocar al monarca, sino liberarlo y devolverle el poder.
La película "226-Four Days of Snow and Blood" narra todos los hechos del intento de golpe de estado en febrero de 1936, donde un grupo de oficiales de baja graduación del ejército de tierra organizó un golpe contra el primer ministro y otros altos cargos corruptos (Suzuki Kantarō, Watanabe Jōtarō ...)




http://en.wikipedia.org/wiki/February_26_Incident
http://www.imdb.com/title/tt0203022/
"El mal existe cuando las personas buenas no hacen lo que es correcto"

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Grossman
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Re: Orígenes de la Guerra del Pacífico I (1920-1939)

Mensaje por Grossman » Mié May 30, 2012 12:21 pm

¡Hola!

Conclusiones
parte 2

Inestabilidad en el Pacífico oeste en 1939

Japón estuvo siempre a la defensiva. Su temor a Occidente fue motivo y motor del asombroso logro de convertirse en 50 años, de prácticamente un país medieval a una potencia mundial, y ese mismo temor era el hilo directriz de su política exterior: evitar acabar como China, perder no solo la soberanía sino sobre todo la identidad nacional y religiosa, el legado de sus ancestros.

Su drama era que para sostener la posición de fuerza conseguida, necesitaba importar recursos esenciales energéticos y materiales de unos proveedores que eran precisamente sus enemigos potenciales. Claro que podía optar por la integración en la comunidad internacional, que es lo que con tanto éxito ha hecho después de la guerra y lo que algunos de sus líderes proponían, pero esa era una opción entonces arriesgada. Suponía depositar la confianza en un sistema económico que había mostrado preocupantes síntomas de fragilidad, y en unas potencias dominantes que, tras proclamar por todo lo alto el reinado de la moralidad y la justicia internacionales, enviaba a Japón señales contradictorias:

a) al obstruir sus propuestas antiracistas planteadas en Versalles,
b) al no renunciar a los beneficios de un sistema colonial obtenido y mantenido por la fuerza, y condenar después el empleo de esta en Manchuria en 1931,
c) al imponer un sistema comercial abierto favorable a Estados Unidos en China, la zona de expansión natural de Japón, pero no hacerlo extensivo al resto del Pacífico.

Además de por estas contradicciones, la confianza se resentía por el efecto de la brecha cultural entre Japón y Occidente y la escasa tradición diplomática mutua. Después vino la reprobación internacional por el aventurismo de sus militares, alimentando el temor de una dependencia económica de Occidente, a que este pudiera arbitrariamente cerrar el grifo de sus importaciones y estrangularlo. La solución alternativa era la autarquía económica, el control por medios políticos o militares de los territorios que pudieran proporcionarle los recursos esenciales. Por lo que en el caso de Japón, el expansionismo era una cuestión más de seguridad que de codicia, en comparación por ejemplo con la Alemania nazi o el colonialismo de las potencias europeas. De ahí las dudas y el enconado enfrentamiento entre los dos planteamientos: el favorable a la integración internacional pero que tenía el riesgo de una dependencia sumisa, o el de la autarquía, de control de los recursos esenciales pero a costa del enfrentamiento a las potencias hegemónicas. El éxito con el que Alemania las desafiaba daba alas a esa segunda opción y fue determinante para el contagio de la inestabilidad de Europa al Pacífico oeste.

La raíz de la debilidad política japonesa no estaba tanto en el poder de lo militar, sino en el de lo religioso. El empeño en preservar el carácter divino, por tanto infalible, del sistema imperial fue un elemento debilitante básico del mismo y que a la postre, indirectamente, contribuyó a su propio fin. La oposición militar japonesa no tenía un carácter orgánico, sino que se trataba más bien de un talante generalizado de carácter emocional, miope, demagógico, nacionalista y tradicionalista, al que el temor a Occidente daba la fuerza con la que conseguía pasar por encima de la propia enclenque estructura jerárquica y de los intereses estratégicos del país. Triunfaron sus propuestas, que lo eran también de un amplio segmento de la clase política y de la población japonesas, porque lograron imponerse a una administración política débil que pagaba las contradicciones de la Constitución Meijii, el proceso de transición del sistema de shogunatos a uno constitucional. De lo que un exponente era el propio Saionji, el teóricamente más lúcido e influyente de los personajes de la política japonesa de preguerra: al contrario de lo que en su día hizo por ejemplo el cardenal Richelieu, en las situaciones más críticas el genko antepuso los intereses religiosos a los de estado.

No era fácil para Estados Unidos llegar a acuerdos con y dar garantías a un país cuya política exterior estaba expuesta al aventurismo arbitrario de unos militares a los que la administración imperial no lograba controlar. Impotente para hacer frente al desafío japonés por medios militares o económicos, Estados Unidos no fue capaz de ofrecer garantías para que se integrara en la comunidad internacional, para lo que no hizo ningún gesto o concesión significativos y no renunció al “open door”, pero tampoco dejó de practicar una política de obstrucción al expansionismo de Japón, desaviniéndolo. Al contrario que este, Estados Unidos se sentía seguro y actuó bajo unos parámetros de percepción de riesgo baja. Pese a estar en situación de espiar la diplomacia japonesa, Washington no alcanzó a tomar nota en el momento oportuno de los elevados voltajes que impulsaban la política en Tokio, siguió aferrándose con imperdonable tozudez a la largamente caducada doctrina de seguridad colectiva, depositó su confianza en el poder intimidatorio de su economía y su potencial militar a medio plazo, y valoró a la baja la capacidad militar y el malestar contrarios. Faltó al Departamento de Estado sensibilidad hacia los fundamentos del descontento japonés, y al tándem Roosevelt-Hull, la iniciativa y el talante cooperador con el que el formado por sus antecesores, Harding-Hughes, por ejemplo, vencieron los recelos de la delegación japonesa durante la Conferencia de Washington de 1921-22 (ver post 14.11.2011). En cuanto a los recelos propios, no fueron capaces de superar los que le suscitaba la Unión Soviética para aceptar la oferta de conformar un frente común antifascista. Hull demostró gran destreza política pero eligió un sistema equivocado y si hubiese que poner nota a la administración Roosevelt en esta asignatura, esta sería un suspenso.

La guerra con China. Aunque debilitó estratégicamente a Japón, lo que según el esquema expuesto en el post anterior sumaría a favor de la estabilidad, pesó más en contra de esta la consecuencia de cristalizar el antagonismo hacia las potencias hegemónicas, Unión Soviética incluida pero sobre todo Estados Unidos y Gran Bretaña, al posicionarse estas a favor de China.

*
Fin de la exposición.

Saludos cordiales a todos
Espérame y yo volveré, pero espérame mucho
Espérame cuando las tristes lluvias lleguen, y cuando el calor llegue no dejes de esperar
Espérame y yo volveré para que la muerte rabie
No comprenderán jamás los que jamás han esperado, cómo tú del fuego me salvaste
Es que sencillamente me esperaste como nunca nadie me esperó
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Re: Orígenes de la Guerra del Pacífico I (1920-1939)

Mensaje por José Luis » Mié May 30, 2012 3:08 pm

¡Hola a todos!

Muchas gracias por la exposición y el análisis de los antecedentes políticos y económicos de este conflicto. Ya veremos si tiene continuidad.

Saludos cordiales
JL
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sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)

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Re: Orígenes de la Guerra del Pacífico I (1920-1939)

Mensaje por Grossman » Mié May 30, 2012 3:39 pm

José Luis escribió:Muchas gracias por la exposición y el análisis de los antecedentes políticos y económicos de este conflicto
Me alegro de que hayas seguido el hilo :-D
José Luis escribió:Ya veremos si tiene continuidad.
La respuesta, amigo mío, en la firma :wink:

Saludos
Espérame y yo volveré, pero espérame mucho
Espérame cuando las tristes lluvias lleguen, y cuando el calor llegue no dejes de esperar
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Re: Orígenes de la Guerra del Pacífico I (1920-1939)

Mensaje por Antonio Machado » Mié May 30, 2012 6:25 pm

Excelente el tema y muy interesantes las conclusiones.

Gracias Grossman, felicidades !


Saludos cordiales desde Nueva York,


Antonio Machado.
Con el Holocausto Nazi en contra de la Raza Judía la inhumanidad sobrepasó a la humanidad.

maxtor
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Re: Orígenes de la Guerra del Pacífico I (1920-1939)

Mensaje por maxtor » Dom Jun 17, 2012 1:24 am

Saludos cordiales.

Gran trabajo… es una lástima que se quede así y espero que poco a poco la gente se anime a comentar un asunto tan interesante como es Japón y sus antecedentes previos a la guerra.

La verdad es que repasando un poco la historia de Japón dicho país presenta más parecidos a la Alemania de Guillermo II que a la de Hitler, en la medida en que en aquella existía un Estado de Derecho y un parlamento o dieta operativo; por otro lado al igual que el régimen nazi el japonés glorificaba la guerra y el pasado rural, y sus fuerzas armadas eran en ambos países un reflejo de su poderío industrial. También ambas sociedades alimetaron mitos sobre la purea racial, aunque en el caso japonés sufrió también ese racismo por parte de Occidente. Incluso cuando eran aliados los japoneses consideraron a los alemanes como gaijin, en tanto que Hitler suscribía todos los tópicos acerca de los “pequeños hombres amarillos”. Las dos potencias se abrieron camino a través de la escena internacional a base de impactantes victorias militares que definieron su identidad nacional. La Alemania imperial había luchado en tres triunfales guerras entre 1862 y 1871 y resistido frente a la Triple Entente de GB, Francia y Rusia hasta 1918; Japón derrotó a China en 1894 – 1895 y a Rusia en 1904-1905, y consiguió asombrosas victorias en el norte de China en 1931-1932 y 1937-1938. Ambas sociedades ostentaron un largo historial de exagerado respeto por las virtudes marciales.

Japón contaba con una aristocrática Cámara de Pares, y a partir de 1925, con una Dieta elegida por sufragio universal masculino, y un reducido grupo de ancianos hombres de Estado, el Genro, aconsejaba al emperador sobre a quién debía nombrar primer ministro, de los cuales hubo nueve entre 1937 y 1945. Eran unas élites unidas por complejas estructuras de clanes aristocráticas.

El ejército japonés se basaba en el modelo prusiano, en tanto que la marina más prestigiosa emulaba a la británica, durante esos años Japón permaneció abierto a las influencias occidentales y desempeñó un importante papel en la compleja diplomacia de Asia oriental y el Pacífico. Durante la Primera Guerra Mundial Japón aprendió que el conflicto compensaba ya que las colonias pertenecientes a Alemania pasaron a su poder, pero fue a partir de la Gran Guerra cuando Japón empezó a recibir un trato condescendiente y hostil en ocasiones de los occidentales, que trataron de impedir que esta “Prusia asiática” adquiriera la hegemonía hemisférica que por ejemplo los EEUU reclamaban para sí en las Américas.

La mayor provocación para los japoneses fue percibir que Occidente trató de impedir las ambiciones japonesas en China, pero no podemos olvidar que la actitud japonesa hacia China no estuvo solamente marcada por la actitud occidental, sino que era una actitud marcada por un fuerte componente de superioridad cultural y racial. Todos estos factores se hicieron patente en una época caracterizada por los problemas económicos, el malestar laboral y la rápida urbanización, la emergencia del socialismo y la emancipación de la mujer japonesa en una sociedad tradicionalmente jerárquica y patriarcal.

La modernización cultural e incluso de tecnología industrial o militar – aunque técnicamente era vista con buenos ojos – era mal vista por los sectores rurales y conservadores. En el ejército el cuerpo de oficiales veía con malos ojos cualquier indicio de modernización occidental; la facción del Camino Imperial opinaba que sus correligionarios debían reemplazar a los partidos políticos y los interesados consejeros del emperador. Los ideólogos de derechas, como Kita Ikki, combinaban la ultralealtad imperial con el militarismo y el socialismo del Estado. Kita defendió la necesidad de un imperio de ultramar más allá de Formosa, Corea y el punto de apoyo que Japón consiguió en el sur de Manchuria, dentro de la China nororiental como solución a la más que previsible crisis de superpoblación japonesa. Fue ejecutado por la policía secreta tras un intento de golpe de estado en 1937.

En lugar de un partido de masas de corte fascista, en Japón proliferaron cientos de sociedades secretas con nombres como la Liga de la Sangre, y la ira contra occidente se acrecentó cuando la Depresión obligó a recortar el presupuesto militar nacional y por ciertas medidas de inmigración impuestas por EEUU y Australia contra los asiáticos en general que molestaron profundamente a los japoneses, asimismo la Depresión afectó especialmente a la agricultura de donde provenían la mayoría de los reclutas del ejército, y tuvo el efecto de debilitar la reacción de las potencias europeas ante cualquier acción unilateral que Japón ejerciera contra China, y que el ejército japonés veía como única salida para la grave crisis económica.

Uno de los reductos del sentimiento ultraderechista lo formaban los oficiales del ejército de Kwantung destinados en Manchuria, los cuales se creían encargados de vengar a los 80.000 hombres que murieron luchando contra los rusos en Manchuria en 1904 – 1905, la tensión fue creciendo ante la resistencia organizada de los chinos de impedir una explotación organizada de Manchuria, y en el verano de 1928 los oficiale sde Kwantung volaron un tren en el que viajaba un poderoso caudillo chino, los japoneses situaron algunos cadáveres de prisioneros chinos en el lugar del atentado para atribuirles la autoría del asesinato – táctica que los nazis utilizaron más tarde den Polonia – y aunque fracasó el golpe el emperador Hiroito encubrió lo que en realidad fue un acto de agresión unilateral por parte de un grupo de oficiales insubordinados en un remoto puesto de avanzada.

En septiembre de 1931, dos oficiales de alto rango del ejército de Kwantung, el coronel Itagaki y el teniente coronel Ishiwara, provocaron pequeñas explosiones en un importante cruce de línea férrea de Manchuria, cerca de una base militar china situada en Mukden, los cuales fueron acusados de dichos actos de sabotaje. Japón envió un oficial del servicio de inteligencia que hizo más bien poco por esclarecer el tema. Más adelante el ejército de Kwantung bombardeó y ocupó el centro industrial de Chinchow con el beneplácito del emperador que también envió refuerzos desde Corea.

Los japoneses organizaron campañas de terrorismo contratando mercenarios chinos para atacar a cinco monjes buditas japoneses en Shanghái, con el fín de justificar su desembarco en la ciudad más grande de China, ante la resistencia de las fuerzas chinas los japoneses bombardearon la ciudad, y tras la retirada de las fuerzas chinas los japoneses parecieron enloquecer en una espiral de violencia.

Buena parte de las élites japonesas e incluso de su opinión pública pensaba que Manchuria era vital para el propio Japón, pero durante la década de 1930 organizaciones como la Gran Asociación de Asia fundada en 1933 ampliaron sus ambiciones con un carácter más agresivo y expansionista y valiéndose del engañoso discurso de restaurar una armonía asiática dominado por Japón al objeto de liberar a los asiáticos de las colonias europeas que lógicamente pasarían a formar parte de la esfera de influencia política y económica de Japón.

Mientras que para el ejército japonés la amenaza más directa era China y el ejército soviético en Mongolia, para la marina imperial el peligro venía del suministro de petróleo y ese problema llevó a la Marina imperial a considerar a los EEUU como el principal enemigo potencial en toda la región del Pacífico.

Los actos militares de agresión en China anteriormente citados tuvieron la mayor virtud de alejar a los partidos políticos de dichas decisiones militares o de política internacional, gobernar en Japón en la década de los años 30 suponía jugarse la vida; los asesinatos e intentonas de golpes de Estado, en los que la Liga de la Sangre y la Sociedad del Cerezo tuvieron un papel fundamental, y permitieron a los militares minimizar la presencia de los partidos políticos dentro de sus sucesivas formaciones de gobierno. A partir de 1932 los partidos políticos civiles fueron relegados a un papel secundario cuando altos cargos del ejército instalaron a un almirante como primer ministro de un gabinete en el que sólo había cinco representantes de los partidos, frente a los diez altos mandos militares y burócratas, y esa composición supuso un aumento considerable del gasto militar ayudado por la devaluación del yen.

La condena de la Sociedad de Naciones de la agresión de Japón sobre China no hizo más que aumentar la indignación japones ante lo que consideraban una muestra de la arrogancia e hipocresia extranjera; de forma similar a lo que los alemanes consideraban respecto al Tratado de Versalles, ya de por sí dichas declaraciones internacionales contra Japón y la posibilidad de ser objeto de sanciones eran visto como actos de agresión por parte de los blancos lo que permitió a los japoneses verse como víctimas raciales.

Japón abandonó la Sociedad de Naciones en 1933, el Ejército de Kwantung atacó por el sur en mayo, primero en la provincia de Jehol, entre Manchukuo y la Gran Muralla China, y luego más al sur cerca de Beijing. Como parte de su estrategia de apaciguar a los japoneses para así poder combatir a los comunistas chinos, el generalísimo Chiang Kai-Shek acordó la tregua de Tanggu, en virtud de la cual Beijing no sería atacada a cambio de la desmilitarización china de una extensa área poblada por seis millones de habitantes. Cuatro años más tarde en julio de 1937 las fuerzas japonesas se aprovecharon de un incidente posterior con los chinos para lanzar una invasión de castigo a gran escala sobre el noroeste de China, el uso del término “incidente” fue deliberado porque así Japón esperaba continuar recibiendo petróleo de los EEUU.

A los ojos japoneses ellos tenían derecho a ocupar y gobernar cualqueir rincón que consiguieran arrebatar a China, la ausencia de una clara autoridad nacional en China se usó como excusa para exonerar a los japonesees del cumplimiento de las leyes de guerra que llevó a matanzas de civiles como en Nanking que se pueden situar entre doscientas y trescientas mil personas.

Alemania y Japón habían ido acercando posturas desde el 25 de noviembre de 1936, cuando acordaron el Pacto Anti-Comintern, el acuerdo fue una idea de Ribbentrop y su amigo el teniente coronel Hiroshi Oshima, el agregado militar en Berlín, que había desarrollado una indisimulada admiración por el nazismo mucho antes de convertirse en embajador de Tokio en Alemania. Cuando Alemania retiró su apoyo a China, retiró a sus asesores militares y canceló el envío de armas, Japón empezó a su vez a replantearse su visión de Alemania, especialmente como consecuencia del Anschluss y la crisis checoslovaca de 1938 – 1939. No obstante Japón se negó a unirse al Pacto de Acero italo – germano en 1939 y vió con costernación el Pacto Molotov – Ribbentrop firmado en agosto y del cual fue informado en el último momento. Aunque posteriormente Japón firmó Alemania e Italia la Alianza Tripartita, esta fue una alianza con escasas consecuencia prácticas, y en abril de 1941, le llegó a Tokio el turno de sorprender a los alemanes firmando un pacto de neutralidad con la URSS. Este hecho dejó claro que Japón tenía la vista puesta más hacia el sur, en las colonias de las naciones europeas invadidas por Hitler y cuya indefensión las convertía en tentadores objetivos pese al riesgo de conflicto con los EEUU. Japón actuó de acuerdo con sus intereses nacionales, una postura que quedó reflejada en la práctica ausencia de coordinación militar entre Alemania y Japón durante la Segunda Guerra Mundial.

Saludos desde Benidorm.

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Re: Orígenes de la Guerra del Pacífico I (1920-1939)

Mensaje por Grossman » Dom Ago 19, 2012 11:13 am

Tema trasladado al subforo "Frente del Pacífico".

La exposición continua en este otro hilo: Orígenes de la Guerra del Pacífico II (1939-1941)
Espérame y yo volveré, pero espérame mucho
Espérame cuando las tristes lluvias lleguen, y cuando el calor llegue no dejes de esperar
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Re: Orígenes de la Guerra del Pacífico I (1920-1939)

Mensaje por Grossman » Sab Ene 06, 2018 11:04 am

Imágenes restituidas.
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