La campaña de las Aleutianas

La guerra en el Pacífico

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hawat
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La campaña de las Aleutianas

Mensaje por hawat » Lun Oct 02, 2006 11:00 pm

"Hubo un tiempo, no hace mucho, en el que le dimos a este mundo una guerra con la que jamás había soñado..."

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Francis Currey
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La invasión japonesa de Kiska Alaska

Mensaje por Francis Currey » Sab Sep 01, 2007 12:29 pm

La invasión japonesa de Kiska Alaska

Los japoneses atacaron y ocuparon las islas de Attu y Kiska, pertenecientes a Alaska el 7 de junio de 1942. Durante la primavera de 1943, el gobierno canadiense decido enviar una fuerza militar para recuperar estas islas Los americanos decidieron aportar una fuerza militar, para la reconquista de Kiska, mientras se ultiman los preparativos para el ataque en septiembre de 1943

Para el 2 de junio de 1943 las condiciones básicas de la batalla ya estaban decididas. La 13 Brigada de Infantería Canadiense estaría formada por los Granaderos Winnipeg, los Rangers Rocky Mountain y los Fusileros Canadienses. Otras formaciones constaban del 24 Regimiento de Campo (Artillería Real Canadiense), el 24 Regimiento de Campo (Ingenieros Reales Canadienses), una compañía de ametralladoras de los Fusileros de Saint John y varios destacamentos de servicios. La brigada se llamaría GREENLIGHT FORCE.

El soldado Henri Richard no fue desde el principio un miembro de la GREENLIGHT FORCE. Había sido destinado al Regimiento Central de Terrace, BC, donde el ejército se dedicaba a construir un aeródromo. Pero el 7 de junio del 43 se decidió que todos los soldados que se habían reclutado después del 15 de febrero del 43 ya estaban “listos” para luchar contra el experimentado enemigo, atrincherado en Kiska. Debido a esta resolución los Granaderos Winnipeg perdieron a 52 hombres pero ganaron 196 nuevos soldados, incluido el soldado Henri Richard que fue transferido al regimiento el 8 de junio del 43.

En este punto las cosas fueron especialmente deprisa para Henri. En un principio el ataque estaba planeado para septiembre, pero se adelantó a agosto. Además, cuando los soldados llegaron a Courtenay, BC, se impuso un riguroso régimen de entrenamiento. Este entrenamiento había sido diseñado para prepararles de cara a las peculiares condiciones a las que se tendrían que enfrentar en la isla de Kiska. Tenían que estar preparados para subir montañas y luchar bajo penetrantes y fríos vientos. Todos los miembros de esta fuerza tenían que estar en una forma física de primera.

El 12 de julio del 43 la brigada abordó cuatro buques de transporte de los Estados Unidos en los puertos de Nanaimo y Chemainus y se dirigió al norte hacia Adak, Alaska. En esos momentos se informó de que había un total de 165 hombres ausentes sin permiso. El Pacific Command atribuyó estas ausencias a “un sentimiento de disertación entre los hombres”. Esto se originó cuando en el periodo de un mes o menos, aproximadamente un tercio del personal existente fueron trasladados de una unidad a otra.

Continuará

Fuente: http://canadianheroes.org/henri/henri2.htm

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Mensaje por minoru genda » Sab Sep 01, 2007 2:53 pm

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Mensaje por Francis Currey » Sab Sep 01, 2007 6:37 pm

Las fuerzas armadas llegaron a Adak el 21 de julio del 43. Allí, las tropas de la GREENLIGHT FORCE se dedicaron a hacer marchas (entrenamiento físico) y también entrenaron de forma individual y en sub-unidades, en esto último dando más importancia a la instrucción en batalla y a las tácticas de patrulla. El punto álgido del entrenamiento fue un ejercicio de desembarco tipo anfibio en la isla de Great Sitkin durante la primera semana de agosto. El general Buckner y el contralmirante Thomas C. Kincaid, el oficial de alto rango de la marina de los Estados Unidos en Alaska, expresaron opiniones favorables sobre el aspecto y el comportamiento de los canadienses.

Imagen

Continuara ...

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Mensaje por Francis Currey » Dom Sep 02, 2007 11:55 pm

Mientras permanecían en Adak, la GREENLIGHT FORCE recibió ropa ambiental americana (parkas), suministros de medicinas y vehículos americanos, aunque pocos de estos fueron utilizados en el montañoso terreno de Kiska.

El 13 de agosto los barcos de transporte salieron de Adak hacia Kiska y fueron más tarde acompañados por los buques de la marina de los Estados Unidos Pennsylvania, Idaho, Tennessee, Santa Fe y sus escoltas. Antes del desembarco, recibieron un fuerte bombardeo desde Kiska por aire y mar. En el día de la invasión, el plan para el desembarco era hacer el amago de bombardeo en el lado sur de la isla para después completar los desembarcos reales en el oeste y noroeste los días 15 y 16 de agosto.

La GREENLIGHT FORCE desembarcó en una playa rocosa al noroeste de Kiska el 16 de agosto del 43, un día después de que las tropas americanas desembarcaran más hacia el sur. La brigada tenía que adentrarse en la isla tan rápido como les fuera posible ya que buscaban a un enemigo supuestamente escondido en las montañas. Los canadienses bordearon un barranco que les conducía hacia las montañas y se acercaron cuidadosamente a dos emplazamientos de artillería que había por allí así como a varios nidos de ametralladoras. Afortunadamente todos ellos estaban desguarnecidos. A pesar de la espesa niebla todas las tropas alcanzaron y superaron sus objetivos iniciales. Por supuesto no encontraron a ningún enemigo. Lo único que encontraron fue a un simpático perro que los japoneses habían dejado atrás.

Muchos pensaban que los japoneses estarían en cualquier cueva o detrás de cualquier roca a estas alturas de la invasión. Las tropas americanas informaron de que habían topado con fusileros japoneses en la niebla por lo que tuvo lugar un salvaje intercambio de disparos. De los americanos 28 soldados murieron y otros 50 resultaron heridos en los dos primeros días en la isla. Solo cuatro de los muertos y varios de los heridos fueron realmente víctimas de las minas japonesas y de las bombas trampa. Mientras tanto, los canadienses apuntaron otras 4 muertes y otros 4 heridos, todos a causa de la munición japonesa. (Existen otras fuentes que indican que uno de los canadienses heridos fue por causa de “fuego de ametralladora sin identificar.”)

Sobre las historias de las cuevas encontradas con teteras “aún calientes” y en el caso de Henri, la historia de los “boles de arroz aún tibios en la mesa”, se supo más tarde que provenían de la imaginación de los soldados y de los rumores desenfrenados del regimiento. Al término de la guerra se descubrió que todas las tropas japonesas se habían ido de la Isla hacía tres semanas desde el desembarco. Se cree que la principal evacuación japonesa tuvo lugar sobre el 28 de julio. La retirada les había llevado una hora y se hizo en medio de la densa niebla, una proeza de por sí, aunque los japoneses dejaron la mayoría de sus armas y equipamientos detrás.

Muchos soldados expresaron su disgusto de que los japoneses no estuvieran allí. En in informe se dijo: “Cuando llegamos allí, el armario estaba vacío”. Sin embargo, por dentro se sintieron aliviados. De los 5.300 canadienses enviados a Kiska, se esperaba en un principio que 1.800 fueran víctimas mortales.

La GREENLIGHT FORCE permaneció en Kiska como guarnición por más de tres meses, viviendo en tiendas acondicionadas para el invierno y ocupados en la construcción de carreteras y embarcaderos y otras tareas generales. La niebla, la lluvia y el viento hacían de la isla un lugar desagradable para vivir en el mejor de los casos. Las tropas canadienses finalmente comenzaron a irse a casa en noviembre de 1943.

Henri fue uno de los últimos en abandonar Kiska sobre el 7 de enero del 44. Llegó a su casa en St. Genevieve, MB, en la mitad de la noche de un frío enero de 1944 para sorpresa de su familia. Fue entonces cuando Henri les impresionó con historias sobre Kiska y les contó anécdotas sobre la vida militar a la que se había acostumbrado.

Nota para aclarar ciertos puntos: Otra fuerza canadiense participó en la invasión de Kiska. La Primera Fuerza de Servicios Especiales, compuesta por tropas canadienses y americanas (con una proporción de 40/60%), no tenía ninguna relación con la GREENLIGHT FORCE.

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Mensaje por José Luis » Lun Sep 03, 2007 10:10 am

minoru genda escribió:Unas afotos de las Aleutianas :wink:
La primera es de un bombardeo contra instalaciones
Amigo Minoru, se te ha olvidado el citar las fuentes de las fotografías. Es obligatorio para todo el mundo.

Saludos cordiales
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Mensaje por minoru genda » Lun Sep 03, 2007 11:54 am

War at sea de Jürgen Rower y de ediciones Caxton.
La segunda guerra mundial en imágenes de David Boyle y Edimat ediciones :wink:
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Mensaje por Akeno » Lun Sep 03, 2007 4:19 pm

[quote="Minoru Genda"]
resultados del bombardeo contra almacenes y otras instalaciones industriales.
Imagen

Según mis fuentes, la población que cita Minoru es Dutch Harbor, y las fotos corresponden al resultado de los bombardeos a los que fue sometido Fort Mears (las instalaciones del US Army en dicha ciudad) por parte de aviación naval embarcada japonesa el 3 de junio de 1942.

Mis felicitaciones a Francis Currey por su trabjo.

Saludos

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Mensaje por Akeno » Lun Sep 03, 2007 8:56 pm

Aleutian Islands Campaign WW2 - Bombing Runs over Kiska, Alaska - 1940's
http://www.youtube.com/watch?v=Sd-lt3mqWw4

WW2: Report from the Aleutians (1943)
http://www.youtube.com/watch?v=hVLTrJmLdiM

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La batalla de Kiska

Mensaje por Francis Currey » Lun Sep 03, 2007 11:55 pm

Gracias a Minoru y a Akeno por sus amables palabras, continuamos con una traducción: The Battle for Kiska Story by Rhonda Roy - Originally Published in Esprit de Corp Magazine, Volume 9 Issue 4 and Volume 9 Issue 5.

La batalla de Kiska

Antes de que el capitán de 32 años William Kirby saliera del barco para el transporte de tropas Sacajawea en el Puerto de Hardy, BC, el 12 de enero de 1944, este oficial de artillería canadiense, estudiante de Derecho y antiguo profesor de matemáticas del instituto de Vancouver recibió órdenes de que devolviera todas las cosas que los militares americanos le habían prestado. Las armas americanas de asalto que había usado, los uniformes americanos que había vestido, incluso la pequeña insignia del Destacamento Anfibio, un distintivo de tela azul en forma circular cosido en las mangas de todos los miembros de la expedición Green Light tenía que ser arrancado y devuelto. Era como si los americanos quisieran que los canadienses no dejaran huellas de la trágica vergüenza que resultó ser la Batalla de Kiska.

La isla de Kiska es poco más que una humeante montaña volcánica de 4000 pies, cubierta de nieve y rodeada de una abrupta sucesión de montañas. Solo tiene cinco millas de ancho por 22 de largo, desierta, estéril y deshabitada. Ciertamente no era un trofeo militar. Constantemente envuelta en niebla y barrida por vientos oceánicos helados de forma continua, Kiska forma parte de la cadena de Islas Aleutianas de Alaska y yace en el Pacífico Norte, haciendo frontera su costa norte con el Mar de Bering. Kiska sufre el peor tiempo al nivel del mar en el mundo: ocho días despejados al año contra una media de 250 días de lluvia y potentes vientos y 100 días de frío glacial y oscuridad. El terreno montañoso voltaico carece de árboles y está cubierto de matorrales de tundra a la altura de la cintura y de un húmedo y profundo musgo. A pesar del clima inhóspito y de la tierra pantanosa e inservible que alberga una impenetrable roca volcánica en las elevadas altitudes, ni los japoneses ni los americanos pudieron descartar completamente Kiska como ruta de invasión poco práctica en 1942.

El interés de los japoneses por las Islas Aleutianas creció tras el bombardeo de Tokio el 18 de abril de 1942. Ignorando que los 16 bombarderos B-25 americanos que bombardearon Tokio ese día habían salido del portaaviones Hornet en el mar (estos bombarderos nunca habían volado desde portaaviones) la inteligencia japonesa asumió erróneamente que los vuelos se habían originado desde una base secreta en las Aleutianas. Un mes más tarde, los japoneses enviaron una gran flota para la invasión de la isla Midway, y una flota más pequeña, para divertirse, para atacar las bases aliadas “secretas” en las Islas Aleutianas de Attu y Kiska. El control de estas tres islas otorgaría a los japoneses un magnífico perímetro defensivo en el Pacífico norte y centro, pero la Isla Midway sería la joya de la corona, ya que el objetivo estratégico primario de Japón siempre fue conquistar el sudeste asiático.

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Mensaje por Francis Currey » Mar Sep 04, 2007 11:01 pm

GRANDES PÉRDIDAS EN MIDWAY

Después de un año consecutivo de victorias en el Pacífico, los japoneses no supieron anticipar las grandes pérdidas a las que tendrían que hacer frente en Midway, y este fue un momento crucial en la guerra del que nunca se recuperaron. El pueblo japonés, que no sabía de esta humillación, fue instado a celebrar su gloriosa “victoria” en el Pacífico Norte, la adquisición de dos pequeñas y deshabitadas islas al norte. Desde luego, un lamentable premio de consolación.

Sin embargo, la posesión japonesa de estas islas supuso un importante golpe psicológico para Norte América. Por primera vez desde la Guerra de 1812, un enemigo ocupaba tierra norteamericana, si bien es cierto que era tierra encharcada y pantanosa de la que nadie había oído hablar y a nadie le importaba hasta este momento. La respuesta norteamericana estaba teñida de pánico al sufrir el primer transporte por vía aérea en masa en su historia. En 36 horas de ocupación, 2300 tropas y toneladas de suministros y armas volaban hacia Nome, Alaska. La acumulación de las fuerzas del ejército de los Estados Unidos en Alaska continuó hasta que 94000 tropas fueron estacionadas allí y se construyeron 13 bases adicionales, incluidas dos en las Islas Aleutianas de Amchitka y Adak. Las pistas de aterrizaje y las carreteras construidas en estas islas tuvieron que ser cubiertas con una malla metálica para impedir que los vehículos y los aviones se hundieran en las pantanosas tierras.

Lanzaron intensos bombardeos contra Attu y Kiska y se impuso un fuerte bloqueo naval contra los japoneses. La Batalla de Komandorski, la última y más larga batalla naval en la superficie a la luz del día tuvo lugar cuando una extensa tropa japonesa falló en su intento de burlar el bloqueo. Las guarniciones enemigas entonces tuvieron que confiar solo en los muy escasos suministros que pudieron traer por submarino.

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Mensaje por Francis Currey » Mié Sep 05, 2007 11:43 pm

PÁNICO INICIAL

El interés canadiense por las Islas Aleutianas y la defensa de su costa oeste aumentó después de que un errante submarino japonés bombardeara una aislada estación de radio y un faro en Estevan Point en la Isla de Vancouver, el 20 de junio de 1942, la única vez durante la guerra que las bombas enemigas caían en tierra canadiense. Treinta y cuatro tropas canadienses, fuerzas aéreas y navales fueron destinadas para la defensa de British Columbia. Las defensas anti-aéreas en Prince Rupert fueron reforzadas y un tren blindado patrullaba la línea CNR entre Prince Rupert y Terrace. Tres escuadrones canadienses, uno de reconocimiento y dos cazabombarderos, participaron también en el constante bombardeo de los japoneses en Attu y Kiska. Después de que el pánico inicial disminuyera, ni los planificadores americanos ni los canadienses supieron anticipar una invasión japonesa de la península, y algunos sugirieron que se dejara a los japoneses en el frío y la oscuridad hasta que se congelaran en sus propios jugos. Sin embargo, no iba a ser así

Tras la sangrienta repatriación de Attu, el ejército americano volvió la vista hacia Kiska. El Mando Pacífico del Ejército Canadiense, decepcionado por no haber tenido apenas posibilidad de entrar en combate, dejó claro a Washington que aceptaría con agrado la invitación para participar en la invasión de Kiska. Pero primero, el gobierno canadiense tendría que emprender una acción especial por medio de decreto ley para ampliar los términos de la “Defensa Nacional”. Solo con esa condición permitirían al gobierno enviar 5000 tropas canadienses, muchas de las cuales habían sido reclutadas con la condición de no ser contratadas fuera del país excepto en casos de voluntariado, a Adak para un mes de entrenamiento de cara al combate con los americanos.

Cuando el capitán Kirby embarcó en uno de los cuatro buques de transporte de los Estados Unidos que esperaban a los soldados canadienses en los puertos de Nanaimo y Chemainus el 12 de julio de 1943, la misión exacta de las tropas permanecía como un secreto mal guardado. Se extendieron rumores de que el inevitable destino de estos soldados canadienses después de Adak era la isla de Kiska, donde 10.000 o más soldados japoneses de élite, sedientos de sangre, esperaban la invasión aliada. Muchas de estas tropas canadienses, ahora atrapadas por las condiciones modificadas a toda prisa de la defensa nacional canadiense, eran reclusos reacios que nunca se habían ofrecido voluntarios para tareas en el extranjero. Ahora se veían a sí mismos partiendo hacia la acción en uno de los escenarios más hostiles del mundo. El índice de muertes previsto de los soldados canadienses, que llegarían a Kiska en el segundo día de batalla, era de 1800 hombres. Cuando los barcos arrancaron del puerto ese día, 165 soldados canadienses se ausentaron sin permiso

Mientras los canadienses en Adak se acostumbraban al duro entorno y recibían un amplio entrenamiento en instrucción de batalla, tácticas de patrullaje, armamento, escalada de montañas y asalto anfibio, más de 30.000 tropas americanas se embarcaban en buques llenos de armas en California y empezaban a echar vapor hacia el oeste para lo que oficialmente era aún una misión secreta. El éxito de la misión, como les habían dicho, dependería en gran medida del elemento sorpresa. Los hombres en los barcos jugaban al pinacle y a interminables juegos de cartas, se contaban historias y escribían a sus novias y mujeres mientras hacían preparativos para la guerra. Circulaban rumores de que iban hacia Burma, ocupada por los enemigos, o a la isla japonesa de Hokkaido o quizá a las Islas Aleutianas. Los barcos giraron de forma repentina hacia el norte. Cualquier duda sobre su destino fue disipada. Tokyo Rose interrumpió las dulces canciones de las Andrews Sisters en la radio de onda corta. “Todos los que os dirigís hacia la isla de Kiska”, avisó, “os encontraréis con una gran sorpresa”. Después leyó una lista con sus nombres de unidad, lugar y números, además del volumen de su flota en Adak e informó a los hombres de la hora y fecha exactas de su invasión secreta.

Todos los medios de comunicación norteamericanos estaban ahora concentrados en Kiska. Todos sabían que el precio de la victoria sería muy alto. El ejército esperaba muchas muertes basándose en su reciente experiencia en Attu, donde 2400 japoneses atacaron con ofensivas suicidas banzai durante más de dos semanas. Por cada 100 japoneses muertos en Attu, caían o resultaban heridos 71 soldados aliados. Al final solo quedaron 24 japoneses vivos. El índice de muertes estimado para los soldados americanos en Kiska era del 90%. Se volvió imposible para los soldados dormir en los barcos y la tensión crecía a medida que los hombres se acercaban a lo que solo podría ser una misión suicida para la mayoría.

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Mensaje por Francis Currey » Vie Sep 07, 2007 8:11 am

EL DESEMBARCO EN KISKA

La invasión de Kiska sería el ejercicio inaugural de la Primera Fuerza de Servicio Especial, que incluía a 700 canadienses entre sus filas. Estos soldados de elite canadienses y los endurecidos guerreros americanos, muchos de estos últimos acababan de ser librados de prisiones militares, más tarde tendrían una pésima reputación durante la campaña italiana y se ganarían el nombre de “la brigada del diablo”. Fueron los primeros en desembarcar en las playas de Kiska a primera hora del 15 de agosto de 1943. Su misión era neutralizar a las tropas japonesas antes de que llegara la infantería.

Pero la sincronización en el tiempo del desembarco no se cumplió. La armada había conseguido poca información sobre las mareas, que desafortunadamente estaban en calma, y al aproximarse los barcos a la isla solo podían rozar un jardín de roca volcánica en pendiente. Los oficiales de la marina insultaban a sus camaradas a través de los megáfonos mientras los soldados intentaban bajar los botes y las redes en la abarrotada embarcación que zozobraba en los mares picados. El atasco continuó y las barcas comenzaron a ir hacia atrás. En un momento la pequeña cala escogida para el desembarco se atascó con docenas de barcas que no podían llegar a la abarrotada playa. En medio de los gritos e insultos, las barcas amerizaron de forma lenta, de una en una, en la espesa niebla, y los soldados caminaban hacia la orilla en la oscura mugre de la playa. Las tropas de montaña fueron las segundas en desembarcar. Subieron las empinadas y escarpadas pendientes desde la playa, con sus mochilas que transportaban todo su equipamiento y material de apoyo y cortaban escaleras en las rocas detrás de ellos para las tropas que les seguirían.

Era un típico día aleutiano, la niebla era como una densa crema de guisantes que cubría la isla, salpicada solo por rachas de fríos vientos y una fuerte lluvia. A pesar del mal tiempo, los soldados no pudieron montar sus tiendas y refugios esa primera noche debido al continuo movimiento de sus posiciones, mientras exploraban huecos en busca de los batallones desaparecidos que no saldrían hasta el día siguiente. Algunos soldados se las arreglaron para cavar en madrigueras poco profundas en la roca azotada por el viento y en la retorcida tundra, pero estos lugares ofrecían poca protección frente al frío. Con la caída de la noche vino más lluvia y una congelada manta de espesa niebla. Se oyeron disparos y los soldados se lanzaron a las madrigueras llenas de agua. Se estremecían en la noche consumidos por el miedo mientras las descargas estallaban violentamente a su alrededor, escuchando los disparos y el inevitable contraataque. Pasaron silbando balas trazadoras sobre sus cabezas, las ametralladoras sonaban constantemente y un agudo fuego de artillería estallaba desde la niebla. Las bombas de los buques de apoyo explotaban sin cesar en la distancia, y a veces demasiado cerca.

Mientras salía el sol y las tropas escalaban hacia posiciones más altas, el tiempo no mejoró. La niebla aún era espesa y los vientos no cesaban; la visibilidad cambiaba de total ceguera a borrosa confusión e imágenes vacilando como reflejos en el agua. Las voces hacían eco y se extinguían y surgían de nuevo. El viento incesante se llevaba las órdenes y las advertencias para devolverlas en forma de susurros y vagos rumores de formas con cascos y rasgos orientales pasando fugazmente a través de la niebla, y los siempre sin confirmar intercambios de fuego. Los veteranos de la campaña aleutiana se refieren a las condiciones causadas por el tiempo local como la “Óptica Aleutiana”, refiriéndose a las extrañas ilusiones ópticas creadas por la espesa niebla y los constantes vientos. Pilas de rocas volcánicas y soldados enemigos armados se agitaban y murmuraban en la niebla, sin poder distinguir a unos de otros.

Los soldados veteranos que habían presenciado la matanza de Attu conocían bien a su enemigo, y el asalto de Kiska les era familiar de una forma extraña. Esta vez los desembarcos en la playa sin oposición no pudieron atraerles a ningún falso sentido de autocomplacencia. El sepulcral silencio del enemigo invisible solo era un truco para atraer a los descuidados soldados desde las playas hasta tierras más altas y presentarse de repente para una fácil masacre. Los soldados japoneses acechaban en cada oscura cueva y detrás de cada roca, preparados como serpientes de cascabel en sus huecos fortificados, listos para luchar a muerte. Muchos soldados nuevos en la batalla, conscientes de la sangrienta lucha que había tenido lugar solo hacía un mes en Attu, intentaron por todos los medios no gastar munición en la niebla, ellos sabían que los japoneses estaban esperándoles en algún sitio.

La encarnizada Batalla de Kiska se prolongó durante dos días en que los nervios estaban destrozados mientras los soldados aliados ganaban terreno lenta y torpemente en el difícil terreno montañoso. La comunicación por radio era pobre, los mapas imprecisos y los jefes de las compañías no estaban seguros de cómo actuar mientras el enemigo continuaba su retirada impasible. Los mensajeros circulaban entre las secciones con las muertes, los heridos y los búnkeres enemigos abandonados que habían sido encontrados más adelante, con la comida y el té aún calientes en las mesas. Los exhaustos soldados se metieron lo más profundo que pudieron en sus trincheras llenas de agua por la noche. Pero no podían dormir del propio cansancio: algunos soldados americanos que habían bajado la guardia en Attu habían sido encontrados muertos de heridas de bayoneta en sus sacos de dormir.

Cuando la lucha terminó (17 de agosto de 1943), las extenuadas tropas aliadas salieron de sus frías y húmedas madrigueras, aturdidos y mojados, para mirar a su alrededor y contar el número de muertos. Tal y como Tokio Rose les había advertido, habían ido allí para encontrarse con una terrible sorpresa. Había 28 soldados americanos muertos, cuatro canadienses muertos y unos 50 soldados aliados heridos. No había japoneses. Los americanos y los canadienses se habían estado disparando entre ellos.

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Mensaje por Francis Currey » Sab Sep 08, 2007 12:06 pm

EL ENEMIGO SE HABÍA ESCABULLIDO

Hacía mucho que los japoneses se habían ido antes de que llegaran los aliados. Los comandantes japoneses habían discutido sobre el rescate de su guarnición atrapada. Algunos oficiales pensaban que el rescate sería una deshonra hacia los soldados muertos en Attu y que se debería dejar a los soldados de Kiska para que lucharan por una muerte honorable. Pero al final, se aprobó el rescate. 830 japoneses fueron sacados por medio de submarinos, tres de los cuales hundieron los aliados. La fuga del resto de la guarnición a través del “impenetrable” bloqueo naval aliado (realmente era un triple bloqueo a base de hidroaviones, submarinos y torpederos costeros escoltados por destructores) había sido una proeza atrevida y brillante.
La guarnición rodeada controlaba incesantemente el bloqueo con el primer radar que los japoneses habían visto, adquirido de un acorazado británico hundido, hasta que encontraron un pequeño atisbo en el perfecto círculo de buques. Muchos intentos previos de rescate habían sido abortados pero ahora se interceptaron mensajes descodificados que revelaban un gran segmento de barcos aliados, deseosos de entrar en acción como fuera. Habían dejado el bloqueo bajo las órdenes de perseguir unas pocas señales de radar que no llevaron a nada. Pero estuvieron ausentes del bloqueo el tiempo suficiente un 28 de julio de 1943, en lo que hoy burlonamente se llama la “Batalla de los Pitidos” como para dejar que dos cruceros y ocho o nueve destructores se escabulleran al puerto de Kiska bajo la rutinaria cubierta de la espesa niebla. Los japoneses disponían de nueve horas mientras los barcos aliados se reabastecían de combustible y se rearmaban para llevar a cabo el rescate. El acercamiento y la salida del puerto de Kiska les llevaría ocho horas. Esto solo permitió una hora para evacuar a 5200 soldados japoneses.

La flota de rescate japonesa reemplazó su habitual cargamento de hidroaviones y torpedos con 20 lanchas de desembarco. Esto, combinado con 19 barcas atracadas en Kiska, constituyó una formidable armada de rescate. La evacuación se completó en solo 55 minutos mientras los soldados arrojaban sus rifles y bayonetas al mar y se subían a las redes de carga tendidas a lo largo de los lados del barco. Todas las lanchas de desembarco fueron hundidas detrás de ellos y, junto con las escaleras de cuerda y las armas, enviadas al fondo del puerto de Kiska. No dejaron atrás mucho más excepto a un perro, un reciente cadáver muerto por causas naturales, desperdicios de minas de tierra y bombas trampa, además de algunas bombas programadas para estallar al ritmo de una por día. Los japoneses aparentemente habían recibido pocas noticias de su inminente rescate ya que, cuando William Kirby inspeccionó sus barracones abandonados más tarde durante controles de infantería, las comidas sin acabar estaban aún sobre las mesas.

Los japoneses hicieron una rápida pausa durante la evacuación ante una señal pre-acordada, la explosión que significó la destrucción de la instalación del radar, para rezar por los 2638 japoneses que habían muerto en Attu y los 2500 hombres que habían muerto en la isla de Kiska durante la ocupación. Los japoneses nunca habían tenido la intención de invadir Norteamérica desde estas Islas Aleutianas, pero su ocupación de 14 meses había sido un exitoso movimiento estratégico al esquivar valiosos recursos aliados de los frentes donde la guerra realmente era encarnizada.

Pronto, la inteligencia aliada había dado como probable la evacuación de Kiska. La radio japonesa estaba fuera de antena tres semanas antes de la planificada invasión. Los bombarderos americanos que sobrevolaban la isla no habían recibido una sola ráfaga de fuego anti-aéreo desde entonces, y los pilotos incluso habían aterrizado en las pistas bombardeadas de Kiska para confirmar las sospechas de que los japoneses se habían ido. Se informó sobre todo esto a los superiores. Sin embargo, el Comandante de la Fuerza del Pacífico Norte, el Contralmirante Thomas Kinkaid no tenía intención de cerrar lo que en ese momento era el mayor ataque anfibio de la guerra. Ordenó que se siguiera adelante con la invasión con el argumento de que todo el ejercicio sería un “gran ensayo general, bueno para el entrenamiento”. El reconocimiento de la isla por grupos de exploradores y la rutina antes de cualquier invasión fue cancelado.

Muchos agotados y debilitados soldados aliados deambulaban sin rumbo después de este “gran ensayo general”, aceptando la dura realidad a medida que los informes de muertes iban llegando. Algunos se sintieron aliviados de que se hubiera evitado esta misión suicida contra los japoneses; otros se sintieron defraudados ya que no habían visto mucha acción después de su riguroso entrenamiento y preparación. Muchos soldados estaban decepcionados y rabiosos porque habían participado en una farsa innecesaria; merodeando por la espesa mugre de esta miserable isla durante dos días matándose solo a sí mismos. Fue la Batalla de Kiska la que llevó a la revista Time a crear el acrónimo JANFU (ejército y marina, ambos arruinados) para complementar la anterior SNAFU (situación normal, todo arruinado). Nunca antes tal colosal cantidad de armas, munición, recursos humanos y equipamientos habían sido arrojados a una batalla sin enemigos.

Muchas fueron las formas de muerte en Kiska. Antes de que la última de las tropas aliadas partiera, se registraron más de 300 muertes. Algunos murieron por el llamado fuego amigo de sus confundidos y asustados camaradas; otros por las minas y bombas programadas dejadas por los japoneses; detonaciones accidentales de munición; accidentes con vehículos; bombas sin explotar en la tundra; y explosiones de insidiosas bombas trampa. En un accidente, murieron 71 marines y 47 fueron heridos cuando un destructor golpeó una mina situada fuera del puerto. Muchos soldados cayeron enfermos con heridas causadas por otros motivos además de la lucha y por congelación. Las afecciones del pie producidas por pasar largos periodos en el agua era la dolencia más común.

Continuara ....

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Francis Currey
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Mensaje por Francis Currey » Lun Sep 10, 2007 12:23 am

MUCHOS SE QUEDARON ATRÁS

La mayoría de las tropas fueron evacuadas de la isla poco después de que terminara la “invasión”. El capitán William Kirby y la canadiense Green Light Force se quedaron atrás durante casi cuatro meses, enfrentándose al frío invierno aleutiano, ampliando y terminando complejos aéreos y construcciones de bases, y levantando carreteras y embarcaderos ante una posible acción contra los japoneses. Cuando Kiska fue finalmente abandonada, Kirby se trasladó al Comando del Pacífico en Vancouver, para seguir con su carrera militar como Oficial de Mando Legal.

Si había más miembros supervivientes de la Green Light Force, Kirby perdió el contacto con ellos hace muchos años. Él recuerda Kiska como una tierra que llegó a respetar y admirar, un lugar que ahora describe como “muy austero en su belleza”. Porque Kiska no siempre estaba afectada por la niebla y azotada por el viento ni era siempre oscura, húmeda y lúgubre. Había raras ocasiones en que la niebla se levantaba por poco tiempo, justo lo suficiente para revelar repentinas escenas impresionantes de pura belleza, todo dominado por un volcán humeante, perfectamente enmarcado y suavizado por las nubes. Los brillantes verdes de la tundra, los inusitados helechos y las raras flores alpinas se podían contemplar en brillantes bandas de luz solar, rodeados de un infinito mar azul. Y después la cortina de niebla se cerraba.

Kirby devolvió la mayor parte de su equipo tal como se le pidió, pero dejó en el barco unos cuantos artículos que consideraba personales. Esta única colección de recuerdos, artículos de kit y fotografías pueden ser las únicas pruebas de la participación canadiense en la infame Batalla de Kiska. Él ha donado esta colección al Museo Ashton Armoury de Victoria, BC, donde se muestra al público. William Kirby, Juez retirado, reside en Sydney, BC.

Fin

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