El cuerpo de ataque especial KAMIKAZE

La guerra en el Pacífico

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Calígula
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Mensaje por Calígula » Lun May 22, 2006 6:34 am

I heard USS Missouri was hit by a kamikaze, true? True, true. She was hit twice. The first time was the more dramatic of the two hits and the dent from that attack remains to this day. The kamikaze struck the starboard side, just below the main deck near where turret 3 is. Some of the plane (and the pilot) ended up on the deck, the rest (including his unexploded bomb) fell harmlessly into the ocean. The hit looked bad, but the damage control crews had the fire out in about 3 minutes and when the smoke cleared the kamikaze pilot was the only fatality. Missouri suffered no significant damage from the attack.

The second strike was actually a bit more damaging. The pilot almost missed the ship but his wing clipped the stern crane on the Missouri before the plane went into the sea behind Missouri. The explosion sent debris up onto the deck causing a couple of injuries and tearing some holes in the gun bucklers ("Bloomers") of turret 3.
http://www.factplace.com/mightymo.htm
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Erich Hartmann
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Mensaje por Erich Hartmann » Lun May 22, 2006 6:38 pm

Yo saqué el dato de un libro llamado "Kamikazes: los pilotos suicidas japoneses" de Hideaki Kase y Albert Axel, publicado por La esfera de los libros. En la sección de fotografías aparece ésta, y otra de la misma secuencia, donde efirma que el avión no llegó a impactar contra el acorazado.

Pero esto no quiere decir que no tengas razón, amigo Antonio: seguiré buscando.

Saludos cordiales

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Mensaje por minoru genda » Lun May 22, 2006 8:16 pm

Bueno os dejo un enlace de la que sin duda es para mi la mejor página sobre kamikazes en lengua castellana que conozco.
http://garaje.ya.com/majimenez1964/kamikaze_Indice.htm
En éste otro de esa misma página tenemos los datos sobre el dia, distancia y posición del Missouri cuando le impactó el kamikaze.
http://garaje.ya.com/majimenez1964/Kami ... kinawa.htm
En el se ve que el Missouri fué alcanzado por dos kamikazes uno el 11 de abril y otro el 16 ambas veces estando en la misma posición
No hay ningún viento favorable para quien no sabe a que puerto se dirige.
Schopenhauer
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Antonio
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Mensaje por Antonio » Mar May 23, 2006 1:14 am

Pues el ataque kamikaze se corresponde con el día 11 de abril ... cuesta creer que no llega a impactar contra el acorazado. Cartier referencia esa misma fotografia como un impacto contra el puente del Missouri.

Pero puede ser que el ataque exitoso fuese efectuado por otro kamikaze ... buscaremos daños en el Missouri, a ver qué sale.

Saludos.

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Mensaje por Antonio » Mar May 23, 2006 7:04 am

Mientras tanto, dos imágenes más que, no sé porqué, me ha costado horrores subir al servidor ...


LA TRIPLE A SE EMPLEA A FONDO :
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LOS ATACANTES LLUEVEN DEL CIELO :
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Mensaje por Erich Hartmann » Dom Jul 30, 2006 1:16 am

No está muy clara la aparición de los primeros pilotos kamikazes en la Segunda guerra mundial. Hay fuentes que la sitúan en el primer día de guerra en el frente del Pacífico: el bombardeo de Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941. De el libro Kamikazes, de Kase y Axell he extraido este breve texto acerca del primer kamikaze "no oficial" (posteriormente hablaremos del primer kamikaze oficial)
El primer kamikaze no oficial

Todavía no se había popularizado el uso de la palabra kamikaze ni se había oficializado este tipo de actuación, pero el tenienteFusata Iida, al mando de un grupo de cazas Zero lanzados desde el portaaviones Soryu para proteger a los bombarderos y a los torpederos en la segunda tanda de ataques en Pearl Harbor, el 7 de diciembre de 1941, fue realmente el primer kamikaze. El avión de Iida recibió un impacto de los antiaéreos cuando estaba ametrallando el campo de aviación de Kanoe y empezó a perder combustible. Inmediatamente, ascendió y dirigió a su grupo hacia al portaaviones base. Después, saludó a sus hombres y dirigió su avión de nuevo hacia el Kanoe. Una vez allí se lanzó en picado contra uno de los hangares, que quedó destruido por las llamas.

Iida, antes de despegar de Soryu, dirigió unas palabras de ánimo a sus hombres y les dijo que si su avión resultaba tocado y no podía volver al portaaviones, se estrellaría contra «un importante objetivo enemigo». En la Base Naval de Kanoe hay una placa en el lugar donde se estrelló Iida, que dice: «LUGAR DONDE SE ESTRELLÓ UN AVIÓN JAPONÉS. PILOTO: TENIENTE IIDA, COMANDANTE DEL GRUPO TERCERO DE CONTROL AÉREO, DICIEMBRE DE 1941.»

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Mensaje por Erich Hartmann » Jue Sep 07, 2006 5:57 am

A continuación en varias partes, puesto que el texto tiene cierta longitud, el capítulo tercero del libro Kamikazes, que ya he citado varias veces en este tema:

La primera bomba humana oficial

En Mabalacat, antigua base kamikaze de Filipinas, hay una placa en la que se lee que el teniente Yukio Seki fue la primera bomba humana oficial del mundo. También consta la fecha de la primera misión suicida de la guerra aprobada oficialmente -25 de octubre de 1944- y la lista de los daños causados ese día a la flota americana en aguas filipinas.

Una de las ironías de la guerra Una de las ironías de la guerra es que el primer piloto kamikaze oficial no tuviera ni el más leve deseo de suicidarse. El teniente Yukio Seki, experto aviador, tenía miles de razones para creer que era mucho más útil para su país vivo que muerto. Pero el destino dictó un final temprano y violento para la vida de este joven y atractivo oficial de 23 años, graduado en la Academia Naval, cuando los ojos de sus superiores se posaron sobre él por considerarlo el piloto más capacitado para dirigir la primera misión suicida contra la flota norteamericana aprobada oficialmente. Sobre el papel, todo parecía indicar que Seki se había ofrecido voluntario para la misión, pero en realidad no fue así. Y, a diferencia de la alegría mostrada por los jóvenes pilotos kamikaze que anhelaban el momento de estrellarse contra el enemigo, a Yukio Seki el ser seleccionado para comandar una salida sin retorno le llevó al abatimiento.

Como las operaciones kamikaze aumentaban a velocidad exponencial, se elaboró, para mayor seguridad, una numerosa lista de pilotos supuestamente voluntarios. En un debate entre ex pilotos kamikaze publicado en 1977 en el famoso diario japonés Bungei Shunju, uno de ellos dice que en su destacamento nunca pidieron voluntarios para las unidades kamikaze puesto que en los cuarteles generales se daba por hecho que todos querían hacerlo. Por lo tanto, los oficiales del Estado Mayor continuaron añadiendo nombres a la lista de los escuadrones de la muerte. Esta práctica desmoralizó tanto a muchos de los que esperaban su turno que a menudo decían a sus superiores: «Puesto que van a matarnos, por favor háganlo cuanto antes».

La realidad es que Yukio Seki aceptó convertirse en «la primera bomba humana oficial», a pesar de que algo en su interior le decía que un piloto con su experiencia y talento podía servir mejor a la nación participando en muchas acciones de combate contra el enemigo, y no sólo en una. Pero no tuvo oportunidad de retirarse, pues sus superiores mencionaron que no sólo era el candidato favorito para dirigir la primera misión suicida, sino también el elegido por el almirante Takijiro Onishi (el «Mister Aviación de Japón»), que estaba al mando de la Fuerza Aérea de la Armada en Filipinas. Por consiguiente, cuando a Seki le preguntaron si aceptaría, no pudo negarse. Pero, aunque aparentemente se mostraba tranquilo, internamente se sentía muy deprimido.

Justo antes de su última misión, le dijo a un periodista que enviar a un piloto de su experiencia a una misión suicida no sólo era una locura, sino también un trágico error en un momento en el que había tanta escasez de aviadores expertos. Puesto que la nación los necesitaba, sus vidas no debían ser malgastadas. Pero lo dijo en privado, cuando ya era demasiado tarde para cambiar su situación. Además, había otra razón personal para que Seki deseara continuar vivo: se había casado recientemente y, según su última carta, estaba profundamente enamorado de su esposa.

Así es como Yukio Seki se presentó «voluntario»: El 19 de octubre, en el campo de aviación de Mabalacat, Filipinas, le pidieron a Seki que se presentara ante el subcomandante del Ala Aérea, Asaichi Tamai. Al llegar, vio que el capitán Rikihei Inoguchi, oficial del Estado Mayor a las órdenes del almirante Takijiro Onishi, estaba sentado junto a Tamai (Onishi era el comandante de la Primera Flota Aérea). Le ofrecieron una silla. Cuando se sentó, Tamai le puso una mano en el hombro y le confió que el almirante estaba proyectando un ataque suicida contra un destacamento norteamericano en las inmediaciones de Filipinas y estaban pensando en él para que dirigiera el ataque.

El ambiente estaba tenso y cargado de emoción. Otro oficial allí presente dijo que Tamai hablaba con lágrimas en los ojos.

Tamai le preguntó a Seki si aceptaría dirigir una misión suicida con cazas Zero. El apuesto teniente se quedó inmóvil. Transcurrieron cinco largos segundos. Luego, pasando los dedos por su largo cabello negro, respondió afirmativamente, con una voz firme que ocultaba sus verdaderos sentimientos. Después de todo, era un oficial de la Marina, un graduado de la Academia Naval. Tenía que aceptar, no había otra salida.

Sí, haré el trabajo —se oyó decir a sí mismo.

A continuación, Tamai le preguntó:

Está soltero, ¿verdad?

No. Tengo una esposa, señor.

En realidad, Tamai buscaba un hombre soltero para dirigir la primera misión de Ataque Especial pero, sorprendentemente, el hecho de que Seki estuviera recién casado no le preocupó. En efecto, los antecedentes de Seki hacían de él el hombre idóneo; y los oficiales presentes así se lo harían saber al comandante de la Flota Aérea, el almirante Onishi.

Seki combatía por primera vez en el mar de Solomon, al sur de Nueva Guinea, cuando los bombarderos norteamericanos atacaron el Chitóse, que transportaba municiones a la isla de Guadalcanal, tras el desembarco de los norteamericanos. Durante el ataque, Seki se encontraba en el puente de mando. El barco resultó dañado cerca de la sala de máquinas y lo repararon en la isla de Truk.

Continuará...

aludos cordiales

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Mensaje por Erich Hartmann » Jue Sep 14, 2006 11:49 pm

Seguimos...


Yukio Seki había nacido en 1921 en Iyo Saijo, una ciudad encantadora, pequeña y tranquila, en la isla de Shikoku. Cuando era niño, su madre se divorció de su padre, quien posteriormente se trasladó a Osaka y allí abrió un negocio de antigüedades. A Yukio, hijo único, le crió su madre, ambos vivían solos en una casa pequeña, entre una farmacia y una papelería al lado de la calle principal de la ciudad.

En la escuela secundaria, Yukio llegó a ser capitán del equipo de tenis. Era un excelente jugador y un año su equipo ganó el campeonato en el torneo organizado por la escuela. A pesar de que deseaba seguir sus estudios economía familiar se lo impidió. En 1938 se preparó para ingresar en las academias militares del Ejército y la Marina. Le admitieron en ambas, pero escogió esta última. Cuando se graduó en 1941, le destinaron al acorazado Fuso, donde se le concedió el rango de alférez. De allí fue trasladado al Chitose e indirectamente participó en la histórica batalla de Midway, pues el barco formaba parte de las fuerzas de retaguardia que seguían al destacamento principal

Sus compañeros fueron testigos de su versatilidad y su interés por el arte. Una de sus aficiones era el dibujo, y, cuando no estaba de servicio se entretenía realizando muchos esbozos.

En noviembre de 1942, regresó a Japón e ingresó en la Academia de Vuelo de la Marina de Kasumigaura, en la prefectura de Ibaragi, para hacerse piloto. Tras terminar la formación básica, le trasladaron a la base aérea de Usa, en la prefectura de Oita, para especializarse en el ataque a portaaviones. En enero de 1944, empezó a prestar servicios como instructor de vuelo en Kasumigaura. Durante su estancia en la academia, hizo amistad con los Watanabes, una familia de Kamakura a la que frecuentó durante dos años, y se enamoró de Mariko, una de las hijas. Un día, mientras estaba tomando unas copas con sus compañeros de instrucción, uno de ellos propuso que se casaran todos el mismo día, el día de la Marina, el 27 de mayo. Era el aniversario de la victoria sobre los rusos en la batalla del estrecho de Tsushima. Todos estuvieron de acuerdo. Ese fin de semana, Seki fue a Kamakura e hizo una visita a los Watanabe. Se declaró a Mariko en presencia de la madre. Mariko aceptó y finalmente se casaron en el Club de Oficiales de la Marina el 31 de mayo de 1944, en Tokio. La madre de Seki, Sekae, fue el único miembro de la familia que estuvo presente en la boda y en el banquete que vino después. Vivió con la joven pareja aproximadamente un mes, luego se marchó diciendo que a los recién casados había que dejarlos solos. Enseguida se trasladaron a una casa cercana a la academia de vuelo.

En septiembre de 1944 Seki fue trasladado a Tainan, en la isla de Taiwan, donde prestaría servicios en su base aérea como instructor de vuelo. Debido a la incertidumbre de su situación, Mariko no pudo acompañarle, aunque fue a despedirle a Oppama, cerca de Yokohama, desde donde cogería un avión anfibio que le llevaría a Tainan. Tres semanas después le trasladaron de nuevo, esta vez al Ala Aérea Naval 201, en el campo de aviación de Nicholas, en Luzón, Filipinas, como comandante de la Unidad de Combate 301. Cuando los ataques norteamericanos se intensificaron, la unidad se trasladó al aeropuerto de Mabalacat.

La mañana del 20 de octubre se ordenó a los pilotos de la unidad que se congregaran en un lugar cercano a sus dependencias, no muy lejos del río Bamban, para escuchar las palabras del célebre pionero de la aviación, el almirante Takijiro Onishi. El paisaje apacible del río, que discurría suave y poco profundo junto con el reflejo plateado de las altas hierbas del pantano cimbreadas por la brisa de otoño, recordaba a más de uno su tierra natal. El almirante, que estaba pálido y preocupado, habló lentamente y un tanto vacilante:

Japón está en grave peligro. La salvación de nuestro país ya no está en manos de los ministros, ni del Estado Mayor, ni de humildes comandantes como yo. Por ello, en representación de vuestros cien millones de compatriotas, os pido este sacrificio y rezo por vuestro triunfo. Desgraciadamente, no podremos deciros los resultados. Pero seguiré vuestros esfuerzos hasta el final y comunicaré vuestros logros al Trono. Podéis estar seguros de ello.

Después, en tono conciliador, añadió: «Vosotros ya sois dioses sin deseos terrenales. Vais a entrar en un largo sueño.»

Mientras estrechaba la mano a todos los pilotos y les deseaba suerte, dijo: «Os pido a todos que lo hagáis lo mejor posible.» Testigos presenciales dicen que el almirante, que en ese momento contaba 53 años de edad, tenía lágrimas en los ojos cuando terminó de hablar.



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Mensaje por Erich Hartmann » Lun Oct 02, 2006 5:56 pm

Después de su entrevista con Tamai e Inoguchi, Seki regresó al cuartel y escribió las últimas cartas a su esposa, Mariko, a su madre y a sus suegros. Las cartas no revelaban sus sentimientos más íntimos sobre la misión suicida que iba a acometer. Esta es la carta que Seki escribió a su esposa:
Mi querida Mariko:

Siento mucho tener que «esparcirme» [eufemismo que utiliza en lugar de «morir en la batalla»; se refiere a la dispersión en el aire de las flores del cerezo] antes de que pueda hacer más por ti. Sé que, como esposa de un militar, estás preparada para afrontar semejante situación. Cuida de tus padres. Ahora que llega la hora de partir vienen a mi mente innumerables recuerdos de tantas cosas que hemos compartido. Buena suerte para la traviesa Emi-chan [la pequeña Emi, hermana menor de Mariko].

Yukio
Seki escribió un mensaje en forma de poema para los pilotos que había tenido como alumnos:

Descended, mis pupilos,
mis pétalos de flor de cerezo,
como yo descenderé,
sirviendo a nuestro país
.

A sus padres les dirigió la siguiente carta:
Querido padre, querida madre:

[Después de hablar de las dificultades de un amigo, y pedir a sus padres que le ayudaran, continuaba así:]

En este momento la nación está en una encrucijada, y el problema sólo se resolverá si cada individuo corresponde al Emperador por su benevolencia como se merece.

En este sentido el que siga una carrera militar no tiene otra elección.

[Aquí menciona a los padres de su mujer] ... a quienes tengo gran estima en el fondo de mi corazón. A ellos no les puedo escribir sobre estas noticias tan impactantes. De modo que, por favor, informadles vosotros.

Puesto que Japón es un Imperio, me estrellaré contra un portaaviones para compensar la generosidad imperial. Estoy resignado a hacerlo.

A todos vosotros, obediente hasta el final.

Yukio
A pesar de su aparente compostura, Seki no pudo contener su frustración. Le dijo a un compañero, el teniente Naoshi Kanno, que estaba profundamente trastornado por el rumbo que estaban tomando los acontecimientos. También estaba preocupado por su esposa y por sus padres. Sabía, por supuesto, que una vez que había aceptado dirigir la misión de Ataque Especial no podía volverse atrás. Justo antes de despegar para su última misión, le confesó a un corresponsal de guerra que no daba su vida por ideas abstractas, como por ejemplo «salvar a la Madre Patria», sino por su amada esposa. El periodista era Masashi Onoda de la agencia de noticias Domei.

Un amigo de Seki, que más tarde conoció a Kanno, dice que éste también estaba descontento; que veía muchas contradicciones en la concepción de los cuerpos suicidas. «Si algún comandante me ordena participar en una misión de Ataque Especial, y se niega a dirigirla él mismo, juro que le mataré», fueron sus palabras.

Con una incuestionable aptitud para volar, Kanno se había enfrentado unos meses antes a un B-24 norteamericano. Viendo que no podía derribarlo, decidió destruirlo chocando contra él, esquivó los disparos mortíferos del bombardero, al tercer intento se acercó y con sus hélices destrozó el timón del avión con un choque descomunal. El impacto hizo que Kanno perdiera el conocimiento momentáneamente, pero pudo recuperarse y ver cómo el bombardero se estrellaba en el Pacífico. El teniente Kanno, igual que muchos otros pilotos, vivía con la expectativa de la muerte, pero lo que le diferenciaba era que en su mochila llevaba escrito: «Efectos personales del difunto capitán de corbeta Naoshi Kanno.»

Era costumbre conceder a los militares ascensos postumos. En cualquier caso, Kanno daba por perdida cualquier posibilidad de sobrevivir. En junio de 1945, durante la campaña de Okinawa, encontró la muerte al ser derribado al sur de Kyushu, y dejó tras él, debido a su valor, una buena reputación.

Tamai y Seki pasaron la mayoría de la noche planeando la primera misión suicida autorizada. A la mañana siguiente, Seki se despertó al amanecer para respirar por última vez el primer aire de la mañana. La primera unidad kamikaze pronto estuvo preparada para despegar. Después de un desayuno rápido, Seki le pidió a un compañero que le hiciera una foto para su esposa. También entregó a Tamai un mechón de pelo. Unos minutos antes de despegar se sacó del bolsillo un puñado de billetes de banco, se los entregó a un amigo que estaba tras él y le pidió que utilizara ese dinero para construir aviones.

Posteriormente, un locutor de la radio de Tokio informó de la escena ocurrida inmediatamente antes del despegue del grupo en la base aérea de Mabalacat, a las afueras de Manila, de la que fue testigo ocular. Tras describir el murmullo de emoción que se extendía por las filas de este «cuerpo especial de la muerte», dijo:

Frente a los cuarteles, los pilotos se pusieron la ropa y las gafas de vuelo y recibieron con tranquilidad las instrucciones del comandante, éste les dijo que sus objetivos debían ser los portaaviones; que cuando fueran a estrellarse contra ellos debían apuntar a la parte más vulnerable de la nave. También les dijo que no eran una fuerza de bombarderos sino bombas humanas.

La emisora de radio informó también de que ninguno de los hombres llevaba paracaídas.

El 21 de octubre, a las 7.25 de la mañana, los cazas Zero (los aliados les llamaban «Zekes» en clave) se alinearon sobre la pista de Mabalacat. Seki ocupó su lugar en la cabina, se ajustó las gafas y, tras saludar con la mano al personal de tierra, despegó con su unidad en dirección a un grupo compuesto por numerosos portaaviones norteamericanos. Pero la unidad de Seki no pudo localizar a la flota norteamericana, y regresó a la base. Lo mismo sucedió el 22,23 y 24 de octubre. Le acompañaban cuatro cazas escolta. El 25, tras volar durante 3 horas y 25 minutos, divisaron el objetivo a 30 millas náuticas de la costa de Samar, y atacaron con éxito el destacamento norteamericano. Era su quinto intento. Empezaron el ataque a las 10.45 de la mañana. Los nueve aviones de Seki se situaron sin impedimento alguno sobre los barcos norteamericanos, a pesar de que había una pequeña patrulla de combate en el aire. Cinco minutos más tarde, cuando ya los pilotos kamikaze habían elegido sus objetivos, Seki dio la señal de lanzarse en picado. Su avión iba en cabeza y fue el primero en caer sobre el suyo: tras desviarse dejando una estela de humo, ejecutó un picado pronunciado apuntando a la cubierta de uno de los portaaviones.

En una conversación con un periodista militar, Seki había alardeado, de que cuando encontrara un portaaviones dejaría caer sobre él una bomba de 500 libras. En el combate del día 25 los pilotos se estrellaron contra dos de los portaaviones del almirante Clifton Sprague y hundieron uno de ellos, el St Lo, y dañaron seriamente al otro. Al mismo tiempo los cazas escolta se enzarzaron en una pelea feroz con los aviones norteamericanos.

¿Hundió Seki al St Lo? Hay ciertas dudas al respecto. Los hechos que se conocen son los siguientes. Un caza Zero se dirigió en un picado pronunciado hacia el portaaviones, a 100 pies del nivel del mar. Los cañones del portaaviones abrieron fuego, pero fallaron. Los informes dicen que el piloto (probablemente Seki) estaba tranquilo y mantuvo deliberadamente el rumbo fijo. Menos de un minuto después, dejó caer una bomba en el centro de la cubierta; luego su avión se estrelló, quedando sobre la proa restos del avión y del piloto. La bomba al estallar provocó más explosiones violentas.

El St Lo sufrió un total de ocho explosiones antes de hundirse, y con él se perdieron muchas vidas. Un avión había hundido al portaaviones. O como un observador resumió: «Un piloto, un Zero, una bomba, un portaaviones.»

La habilidad del piloto a la hora de llevar a cabo la mortal misión indicaba que no podía ser otro que Yukio Seki.

El suboficial de la Marina Hiroyoshi Nishizawa, que encabezaba la unidad de escolta, informó por radio de los resultados del primer ataque kamikaze oficial de la historia. Según Nishizawa, hundieron un portaaviones y un crucero norteamericanos, mientras que otro portaaviones quedó seriamente dañado. La hoja de servicios muestra que no se hundió ningún crucero, solamente el St Lo. Derribaron dos cazas norteamericanos Grumman, y perdieron uno de los cazas escolta. Nishizawa murió al día siguiente al ser derribado su avión.

Cuando se informó al emperador Hirohito de los resultados de la primera misión suicida, declaró: «Sin duda han hecho un buen trabajo, pero ¿era necesario llegar a este extremo?» El Emperador le dijo también al almirante que el recurrir a los ataques suicidas le llenaba de dolor.


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Mensaje por Erich Hartmann » Lun Oct 02, 2006 6:17 pm

Al final de octubre de 1944, en los periódicos de Tokio apareció una reseña en la que se informaba de que, con carácter póstumo, se habían otorgado diversos honores a cinco héroes kamikaze y se les había ascendido en sus puestos.

Una proclama firmada por el almirante Soemu Toyoda, comandante en jefe de la Flota Mixta, dijo que los cinco hombres habían llevado a cabo «ataques de choque deliberados» y que «el recuerdo de estos oficiales gallardos que murieron heroicamente por la causa de su país estará vivo para siempre en la memoria de la nación».Y finalizaba: «Y por la presente, doy fe de sus meritorios servicios a la Marina el 28 de octubre de 1944.» El nombre de Seki era el primero de la lista.

A raíz del éxito de la misión de Seki, se desató entre los estrategas kamikaze un entusiasmo rayano en la euforia. Hubo cientos, incluso miles, de voluntarios. Onishi persuadió al almirante Fukudome, al frente de la Segunda Flota Aérea, para que la Primera Flota se uniera a las tácticas suicidas y ambos comenzaron las preparaciones para continuar y expandir estas operaciones contra el enemigo. Onishi reunió a los pilotos de todas las unidades y les dijo que se convertirían en unidades de Ataque Especial. Algunos pilotos se quedaron atónitos al saber que, igual que el teniente Seki, debían sacrificar sus vidas en misiones suicidas tanto si querían como si no. Estaba claro que Onishi no iba a tolerar ningún tipo de crítica a su política kamikaze. Entretanto, comenzó a correr la noticia de que las tácticas suicidas estaban desmoralizando a los norteamericanos y a sus aliados.

Poco después de la muerte de Yukio Seki, el capitán Sakae Yamamoto, quien estaba al frente del Ala Aérea 201 y había regresado a Japón tras ser herido en un ataque en Filipinas, entregó a la madre de Seki un mechón de cabello de su hijo. (Muchos pilotos kamikaze dejaban recuerdos personales, ya que sus restos nunca podrían ser devueltos a sus familias. Algunos de estos recuerdos están expuestos en diversos museos japoneses.) El mechón de cabello estaba colocado en una cajita blanca como las que solían contener los restos incinerados. Cuando el capitán se fue, la madre de Seki se derrumbó sollozando. Una semana después de la misión kamikaze de Seki, oficiales de alto rango visitaron también a la madre del piloto para informarle de que a su hijo se le había concedido el título póstumo de comandante de la Marina a la edad de 23 años. Al mismo tiempo, el rector de la Universidad Waseda de Tokio hizo un llamamiento para rezar por las almas de Seki y sus compañeros con estas palabras: «Nuestra fortaleza espiritual es mucho mayor que la de los diablos norteamericanos e ingleses. Ahora tenemos que hacer un esfuerzo supremo para demostrarla.»

Cuando la paz volvió a Japón, un periodista escribió un artículo sobre la madre de Yukio Seki. Afirmaba que le parecía que su hijo había nacido sólo para morir en la guerra.

Tras la contienda, Ashaichi Tamai, el militar que había reclutado a Yukio Seki para llevar a cabo la primera misión suicida, se hizo monje budista. Tamai dijo que no llegaría al nirvana —un estado de felicidad absoluta— si antes no daba «consuelo a las almas» de todos los pilotos a los que había enviado a una misión sin retorno en aguas del Pacífico.


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El teniente Yukio Seki con su traje de vuelo

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Tamai ofrece a Seki pan y agua ceremonial.

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La santabárbara del St Lo estalla tras el impacto del avión de Yukio Seki

Imagen


Despeque de la unidad de Seki el 25 de octubre de 1944 (A6M5, 301 Hikotaki, 201 Kokutai, Shikishima-Tai).


Fuente de las fotografías: Wikipedia.


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Mensaje por Akeno » Mar Oct 03, 2006 1:51 am

Erich Hartmann escribió:...almirante Soemu Toyoda, comandante en jefe de la Flota Mixta...,
Hay que ver lo pésimas que son a veces las traducciones en los libros.... Flota Mixta en lugar de Flota Combinada.

Saludos

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Mensaje por Akeno » Mar Oct 03, 2006 7:05 am

Erich Hartmann escribió:El primer kamikaze no oficial

Todavía no se había popularizado el uso de la palabra kamikaze ni se había oficializado este tipo de actuación, pero el tenienteFusata Iida, al mando de un grupo de cazas Zero lanzados desde el portaaviones Soryu para proteger a los bombarderos y a los torpederos en la segunda tanda de ataques en Pearl Harbor, el 7 de diciembre de 1941, fue realmente el primer kamikaze. El avión de Iida recibió un impacto de los antiaéreos cuando estaba ametrallando el campo de aviación de Kanoe y empezó a perder combustible. Inmediatamente, ascendió y dirigió a su grupo hacia al portaaviones base. Después, saludó a sus hombres y dirigió su avión de nuevo hacia el Kanoe. Una vez allí se lanzó en picado contra uno de los hangares, que quedó destruido por las llamas.

Iida, antes de despegar de Soryu, dirigió unas palabras de ánimo a sus hombres y les dijo que si su avión resultaba tocado y no podía volver al portaaviones, se estrellaría contra «un importante objetivo enemigo». En la Base Naval de Kanoe hay una placa en el lugar donde se estrelló Iida, que dice: «LUGAR DONDE SE ESTRELLÓ UN AVIÓN JAPONÉS. PILOTO: TENIENTE IIDA, COMANDANTE DEL GRUPO TERCERO DE CONTROL AÉREO, DICIEMBRE DE 1941.»
Esta es la historia narrada en la revista National Geographic España, en su especial sobre Pearl Harbor de julio de 2001:
Un enjambre de aviones japoneses pululaba sobre la base aeronaval de Kaneohe, cerca de Bellows.

El comandante del grupo era el teniente de navío Fusata Iida, un "piloto magistral" en palabras de su amigo, el alférez de navío Iyozo Fujita.

Kaneohe no tenía cañones antiaéreos. El maestro armero John Finn permaneció en un aparcamiento disparando una ametralladora de avión de 7,62 milímetros montada sobre un soporte de instrucción. Otros marineros e infantes de marina también apuntaron al cielo con todas las armas que encontraron: pistolas del calibre 0,45, fusiles automáticos Browning e incluso escopetas.

Los disparos alcanzaron a los aviones de Iida y Fujita. El grupo suspendió el ataque y se dirigió hacia un punto de encuentro para retomar el vuelo. Pero Iida se tocó la boca con la mano, la señal de falta de combustible. "Pude ver que su avión perdía gasolina -recordaba Fujita- Se despidió con la mano y señaló hacia abajo".

Entre lágrimas, vio cómo el avión de Iida caía en picado sobre Kaneohe"
Conmovedor.

Saludos

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ignasi
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Kamikazes - Las alas de la Destrucción

Mensaje por ignasi » Sab Mar 17, 2007 8:53 am

Artículo extraído del nº 52 (febrero'07) de la revista Sàpiens:

Kamikazes
Las alas de la Destrucción


Estábamos desayunando, sobre las 7 de la mañana, cuando las sirenas del barco empezaron a sonar y todos corrimos hacia nuestras posiciones. La mía estaba en la torreta 43 de estribor. Enseguida vi un avión volando directo hacia nosotros. Avisé a gritos al capitán y le di la posición y el ángulo de aproximación del aparato. Los artilleros empezaron a disparar acarnizadamente contra el objetivo, esperábamos verlo explotar en cualquier momento, pero el avión continuaba avanzando. En un momento lo tendríamos encima de nosotros. Recordé el consejo de un marine que había sobrevivido a Pearl Harbor y me tumbé en el suelo. El avión se estrello con una terrible explosión. Algunos restos me cayeron encima, y cuando me levanté estaba en llamas. Toda la ametralladora y la tripulación que allí servía se habían volatilizado. Corrí antes de que toda la munición saltase por los aires…"

Este es el relato del marinero Fred W. Mitchell, que estaba a bordo del destructor norteamericano Drexler cuando dos aviones kamikazes se estrellaron, el 28 de mayo de 1945, durante la batalla de Okinawa. Cuarenta y nueve segundos después, el buque se hundía con un balance de 158 muertos y 51 heridos. Cualquier soldado que va a la guerra sabe que puede morir. Pero, ¿qué llevó a los comandantes militares japoneses a pedir a sus hombres que cumplieran una misión de la cual seguro que no volverían?

Inicio Prometedor
Al estallar la Segunda Guerra Mundial en Europa, los dirigentes japoneses vieron una ocasión inmejorable para reforzar su poder en Oriente. Se alinearon con la Alemania nazi y la Italia fascista, y de su Pacto Tripartito nació el Eje. Después, con el ataque sorpresa a la base naval de Pearl Harbor de diciembre de 1941, Japón había desatado la lucha contra los Estados Unidos por la hegemonía en el Pacífico, asumiendo el papel de libertador de la Gran Asia, respecto a las potencias coloniales occidentales.
Siguieron seis meses de victorias japonesas continuas. El Ejército Imperial conquistó y ocupó con facilidad las Filipinas, Singapur, Indochina, las islas Marianas y Gilbert, el archipiélago de Bismarck, Borneo, las islas Célebes y las Molucas, Sumatra, Bali, Timor, Java, Birmania… y llegó a atacar el norte de Australia. Impresionados por su éxito fulminante, los japoneses siguieron avanzando en vez de consolidar las posiciones obtenidas, sin tener en cuenta que volcaban toda su potencia bélica y económica contra territorios mal defendidos.
Pero habían subestimado a sus adversarios. Los Estados Unidos tardaron a reaccionar tras el duro golpe de Pearl Harbor, pero poco a poco empezaron a contraatacar. En mayo de 1942, después de duros combates, la Batalla del Mar del Coral terminó en empate. Y en junio, en la Batalla de Midway, los japoneses fueron claramente derrotados, así como en Guadalcanal. Las pérdidas fueron enormes tanto en la flota como en la aviación. Este fue un momento clave: el avance nipón quedó frenado y su ejército tuvo que pasar a la defensiva, mientras que la potencia militar del enemigo crecía día tras día. Los japoneses, replegándose, resistieron dos años el embate de los aliados. Pero el 15 de julio de 1944, con la derrota en la Batalla de Saipán, la línea defensiva de las islas japonesas se rompió y la suerte del Imperio del Sol Naciente estaba decidida: ya no se podía pensar en ganar la guerra. Poco después, en octubre, la Batalla del Golfo de Leyte levantó el acta de defunción de la flota de guerra imperial, que ya no se pudo rehacer.

La unidad de ataques especiales
Los americanos consiguieron el control de las Filipinas, estratégicas para el suministro de petróleo, y los japoneses, abrumados por la falta de aviones, pilotos y combustible, empezaron el período de resistencia desesperada.
La Primera Flota Aérea de la Armada Imperial con base en Manila, recibió la orden de ayudar a la flota a destruir los buques aliados. Solo disponían de cuarenta aparatos: 34 cazas Zero, 3 bombarderos Nakajima, 2 bombarderos Yokosuka y un Mitsubishi G4M, además de un avión de reconocimiento. La tarea que les encomendaban era evidentemente imposible. El comandante de la unidad, el vicealmirante Takijiro Onishi, pese a dolerle, lo vio claro: “no creo que haya otra forma de conservar la Filipinas que cargar una bomba de 250 kilos en un Zero y hacerlo estrellar sobre un barco enemigo, para dejarlo fuera de combate una semana”.
Así fue como nació la primera unidad de ataques especiales. El comandante Asaiki Tamai pidió a un grupo de veintitrés estudiantes de piloto con talento que se presentaran voluntarios. Todos estuvieron de acuerdo, y el teniente Yukio Seki se puso al frente. El 25 de octubre de 1944 llegó la primera misión: 5 cazas Zero, encabezados por Seki, se lanzaron contra el buque de transporte USS Saint Lo. Únicamente uno de ellos llegó a estrellarse, pero hizo explotar las bombas que transportaba el barco y se hundió. En dos días, más aviones golpearon una larga lista de embarcaciones aliadas: se tocaron 7 grandes transportes, hundiéndose cinco barcos más pequeños, 35 quedaron muy dañados y 12 sufrieron daños moderados.

Continuará...
Última edición por ignasi el Lun Mar 19, 2007 8:13 am, editado 1 vez en total.

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Mensaje por Shindler » Sab Mar 17, 2007 4:44 pm

Muy interesante el topic ignasi, para agregar algo;


La palabra KAmikaze quiere decir "Aliento de Dioses" o "viento divino" y su origen es màs antiguo de lo que se cree, proviene del año 1281, cuando Kublaikhan y sus Mogoles mandaron una gran flota naval para invadir Japón. Todo el imperio rezó a los dioses por la salvación y un tremendo tifón destruyó gran parte de la flota (algunos creen que toda) y fué a ése tifón que se le dió el nombre de Kamikaze o "Viento divino".
Las investigaciones se basaron en antiguos pergaminos Shintoístas guardados en las bibliotecas de los templos de Japón.
Y es fácil intuir la asimilación del Viento divino a éstos pilotos extraordinarios ¿No?.
Por otra parte la ferocidad de éstos soldados causó muchas bajas, y los definen una delgada línea que confunde el patriotismo con la locura.


Muchas gracias por compartir el informe con nosotros.
"La esclavitud crece sin medida cuando se le da apariencia de libertad."
Ernst Jünger

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Mensaje por ignasi » Dom Mar 18, 2007 8:39 pm

Un programa desesperado
Estos primeros éxitos representaron la expansión inmediata del programa de ataques especiales, y durante los siguientes meses más de 2.000 aparatos protagonizaron misiones suicidas. El General Tomoguki Yamashita mostraba su optimismo: “Nuestras fuerzas, con pocos recursos, pueden obtener brillantes resultados gracias al espíritu tradicional de ofrecer su propia vida en un ataque sin retorno sobre el enemigo. Si uno de nuestros aviones puede hundir o dañar un buque de guerra, estrellándose, la proporción será de uno a cien, a mil o a diez mil”.
La Armada usaba el término kamikaze para designar a estos pilotos, mientras que el ejército los llamaba tokkoutai, abreviatura de miembros de la fuerza de ataques especiales. Pero nadie hablaba de suicidio. Como decía el teniente general Torashiro Kawabe, líder de los ataques kamikazes del ejército en Filipinas y Okinawa, “Por favor, no llamen ataques suicidas a nuestros ataques kamikazes. Es una palabra que nos entristece. El piloto no afronta su misión con la intención de cuidarse, sino que se considera una bomba humana que quiere destruir parte de la flota enemiga como servicio a su país. Y esto lo considera una misión gloriosa, mientras que el suicidio no puede ser tan glorioso”.
Esto no era ninguna novedad. La cultura japonesa tiene una larga tradición de honrar la valentía en momentos de derrota segura. Los Kamikazes alababan el ejemplo de Kusonoki Masashige, un samurai que en 1333 defendió lealmente al emperador y que después cometió el seppuku (suicidio ritual) para evitar la humillación de ser hecho prisionero. En el Hagakure, el código de los guerreros escrito en el siglo XVII, se encuentran frases como “un samurai solo lo es verdaderamente cuando no tiene otro deseo que morir rápidamente para convertirse en un espíritu puro, ofreciendo su vida a su señor”. Y en el manual de los pilotos kamikazes se podía leer: “Transcendéis vida y muerte. Cuando eliminéis cualquier pensamiento sobre la vida y la muerte estaréis por encima de vuestra vida terrenal y seréis capaces de concentrar vuestra atención el la erradicación del enemigo con una determinación fija, al mismo tiempo que reforzareis vuestra excelencia en las habilidades del combate”.

Más voluntarios que aviones
Son mitos las historias que explican que los aviones kamikazes no llevaban bastante combustible para volver a la base, que los pilotos iban encadenados al asiento o que estaban drogados en el momento de despegar. Eso contradice todo cuando se conoce sobre la filosofía de los kamikazes, y son probablemente invención de los periodistas occidentales. Si bien es cierto que los pilotos vivían en un entorno que requería una obediencia estricta y que experimentaban una intensa presión social para estar a la altura de aquello que sus camaradas esperaban de ellos, la verdad es que muy pocos fueron forzados por sus superiores a afrontar sus misiones. Casi todos los pilotos de los escuadrones kamikazes eran voluntarios que pretendían defender su país y cumplir con su deber como militares. La prueba más evidente es que siempre hubo más voluntarios a piloto que aparatos disponibles para los ataques especiales.
A los kamikazes se les exigía obediencia absoluta y una voluntad férrea de cumplir con éxito la tarea encomendada. Se celebraban ceremonias especiales en las cuales los pilotos recibían plegarias de sus familias y eran condecorados por sus superiores, como muestra de honor que legitimaba su muerte segura. La noche antes de los ataques celebraban una fiesta de despedida en que bebían sake, cantaban canciones militares y escribían su última carta. Muchos pilotos se despedían de sus compañeros diciéndoles que se reencontrarían en el Yasukini Jinja (literalmente, país pacífico), el templo sintoísta fundado en Tokio en 1869 y dónde se venera la memoria de los japoneses caídos en combate.
Más del 90 por ciento de los kamikazes tenían entre 18 y 24 años, y el piloto más joven que murió en acción sólo tenía 16. Cuando se impuso el alistamiento de los jóvenes en el ejército, más de 2.500 estudiantes de secundaria ingresaron en el programa especial de pilotos cadetes, y aproximadamente, un millar de estudiantes universitarios murieron como kamikazes.
Los aviones construidos especialmente para los ataques suicidas no tenían tren de aterrizaje. Es el caso del Nakajima Ki-115 Tsurugi, un avión con un armazón de madera sencillo y de fácil construcción. También se desarrolló el Ohka, un planeador de madera pilotado que llevaba una bomba de 1.300 kilos y que era lanzado cerca del objetivo desde un bombardero. Pero en momentos de escasedad se usaron para los ataques todo tipo de aparatos, desde cazas a bombarderos pesados, e incluso hidroaviones de reconocimiento.

Lluvia de kamikazes
La cota máxima de ataques especiales llegó durante la Batalla de Okinawa, entre el abril y el junio de 1945, que se considera la batalla por tierra, mar y aire mayor de la historia. Ninguno de los dos bandos esperaba que se tratara de la batalla definitiva, pero lo cierto es que lo fue. El 6 de abril verdaderas oleadas de aviones hicieron cientos de ataques sobre la flota aliada. Los jóvenes pilotos japoneses eran un blanco fácil para los artilleros de los barcos y para los aviadores aliados, que tenían una clarísima superioridad técnica en los aparatos que pilotaban, pese a ello, los 1.465 kamikazes que participaron hundieron o dejaron fuera de combate un mínimo de 30 barcos de guerra y 3 mercantes.
Pero estos esfuerzos fueron totalmente inútiles. En una derrota total, los japoneses perdieron 110.000 soldados y 150.000 civiles. Los norteamericanos caídos en combate fueron 12.500, con 36.621 heridos, 36 barcos hundidos (pese a que no todos ellos por acción de los kamikazes) y 763 aviones destruidos.
El último ataque kamikaze de la guerra se produjo el 15 de agosto de 1945. A las 16.30, desde la base aérea de Oita, el vicealmirante Matome Ugaki despegó junto a un grupo de 11 aviones con dirección a Okinawa. Él y sus 17 hombres fueron los últimos caídos en un ataque especial. Al final de la guerra, la fuerza aérea de la Armada había sacrificado 2.525 pilotos y la del ejército, 1387. Según la versión oficial japonesa, los ataques hundieron 81 naves y dejaron 195 fuera de combate. El ejército norteamericano contabiliza 2.800 pilotos kamikazes, que hundieron 34 naves y dañaron 368, provocando la muerte de 4.900 marinos e hiriendo más de 4.800. Una macabra contabilidad, de la cual es difícil, si no imposible, sacar algo en claro.

El final de la guerra
El Japón comenzó sus esfuerzos diplomáticos para frenar la guerra en febrero de 1945, pero ni Roosevelt ni Stalin quisieron oír hablar de ello: en Yalta ya habían decidido que, después de derrotar a los nazis, la URSS atacaría al Japón. En la Conferencia de Postdam, el 2 de julio de 1945, los Estados Unidos ya disponían del arma atómica, e impusieron al Japón unas durísimas condiciones para aceptar la rendición, pero estos rechazaron el ultimátum por considerarlo abusivo. El 6 de agosto cayó la bomba de Hiroshima, provocando 160.000 muertos, y el 9 de agosto la de Nagasaki. Aquella misma noche, el emperador Hirohito manifestó su deseo de armisticio y el gobierno aceptó las condiciones de Postdam. La guerra concluyó oficialmente el 14 de agosto. MacArthur se convirtió en Comandante del Japón y los soldados norteamericanos desembarcaron para ocupar el país. El acta oficial de rendición se firmó a bordo del acorazado americano Missouri, fondeado en la bahía de Tokio, el 2 de septiembre de 1945.
La derrota dejó al país atónito, estupefacto, moralmente hundido y materialmente deshecho. El clan militar que, por orgullo, no quiso nunca frenar sus avances y sus conquistas, finalmente consiguió el desmembramiento total de su imperio y la ocupación del mismo suelo patrio por parte del enemigo…

Àlex Novial / Daniel Gomà

Para saber más: http://wgordon.web.wesleyan.edy/kamikaze

Continuará...

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