La mas humillante derrota de la armada americana.
Publicado: Vie Abr 18, 2008 3:07 pm
La Batalla de la Isla de Savo.
A principios de agosto, parte de la 8ª flota japonesa, al mando del almirante Mikawa, puso en marcha una serie de preparativos para atacar a la agrupacion anfibia norteamericana que ponia rumbo a Guadalcanal.
El grupo de batalla de Mikawa estaba formado por 5 cruceros pesados, Chokai (buque insignia), Aoba, Furutaka, Kako y Kinugasa; los cruceros ligeros Tenryu y Yubari y el destructor Yunagi. Con esta formidable fuerza, se dirigio al sur. En ruta, fue detectado por un avion de patrulla aliado, desencadenandose a continuacion una tragica cadena de acontecimientos, que conduciria a uno delos mayores desastres navales de la armada norteameicana.
Consciente de que habia sido descubierto, Mikawa invirtio el rumbo, hasta que el avion abandono la zona, regresando entonces al rumbo original.
El piloto del avion, no informo de su descubrimiento hasta que aterrizo en su base, de hecho no informo hasta media tarde. Entonces el mensaje se trasmitio codificado Australia, en donde fue descodificado, para volver a codificar y reenviar a la Armada norteamericana situada en Guadalcanal. Cuando llego a su detino final eran las 18:00 y habia cierta confusion sobre el rumbo que llevaba la flota descubierta.
Tras recibir la alarma, sobre la crcania de los Japoneses, el almirante Turner situo 2 destructores, el Blue y el Ralph Talbot, al noroeste de la isla de Savo, con el fin de efectuar una estrecha vigilancia por radar de la zona del canal.
A continuacion situo a 3 cruceros, el Australia, el Canberra y el Chicago, junto a 2 destructores, el Bagley y el Patterson, a patrullar las aguas entre l Isla de Savo y el Cabo Esperanza.
Otros 3 cruceros, el Vincennes, el Astoria y el Quincy, junto a los destructores Helm y Jarvis, pasaron a patrullar las aguas entre las islas de Savo y Florida, quedando 2 cruceros y 2 destructores protegiendo los buques de transporte.
Mientras todo esto sucedia, el almirante Fletcher al mando del grupo de portaaviones de apoyo,comunicó a las fuerzas de desembarco que iba a alejar sus portaaviones de aquellas aguas, en vista de la elevada actividad aérea de los japoneses, que ese segundo día de desembarco se habían empleado a fondo, derribando 10 aparatos norteamericanos, averiando un destructor e incendiando un transporte, a cambio de 17 aviones perdidos y en base a ello, solicito al almirante Ghormel, permiso para retirarse de la zona, el cual le fue concedido, anunciando Fletcher su partida para el 9 de agosto.
Cuando el almirante Turner conocio la noticia, solicito al General Vandegrift y al Almirante Crutchey que acudieran a su buque insignia.
El Almirante Cruchey cometio el error de acudir en uno de sus cruceros, accion que implicaba retirar uno de los principales buques de combate del escudo protector.
Turner informo a los oficiales, de que cuando Fletcher se hubiera retirado de la zona, el no podria continuar en ella. Vandegrift puso el grito en el cielo, alegando que mas de la mitad de sus suministros se enconraban aun en los buques de transporte. Turner le contesto, que sin cobertura aerea, retiraria los transportes a la mañana siguiente.
El general Vandegrift protesto energicamente tal decision, pues la retirada de la fuerza de combate anfibia en un momento tan critico como el presente, podria tener consecuencias nefastas. El plan de desembarco contemplaba enviar un contingente anfibio a la zona, que permanecera alli hasta el 11 de agosto. Su mison era descargar los suministros esenciales para que la campaña terrestre fuera llevada a cabo con exito. Turner entendia su postura, pero no cambio de opinion, el 8 de agosto a la 18:00, empezo a retirar sus portaaviones.
Mientras tanto, los cruceros Japoneses se acercaban a la isla de Savo sin ser vistos. Poco antes de llegar, lanzaron hidroaviones que sobrevolaron los buques norteamericanos y australianos. Estos buques no abrieron fuego, dieron por sentado que los aparatos eran norteamericanos, pues volaban con las luces de reconocimiento encendidas.
Al mismo tiempo, la fuerza naval japonesa, de forma milagrosa, burlo a los destructores equipados con radar.
A medianoche la escuadra japonesa avistó el islote de Savo y, minutos después un vigia del Chokai dio la voz de alarma: barco a estribor. Se trataba del destructor Blue, que se acercaba rápidamente a la formación japonesa. Los buques de Mikawa apuntaron sus piezas, pero, por si no habían sido descubiertos, viraron levemente a babor. Durante unos minutos, en los puentes de mando se contuvo la respiración. De pronto, el Blue viró en redondo y se perdió en la oscuridad de la noche. Increíblemente, ni sus equipos de radar ni sus vigias habían localizado a la escuadra japonesa.
Minutos después, los vigias japoneses detectaron otro barco norteamericano, el Talbot, que afortunadamente se alejaba de la flota japonesa, que ya penetraba en la bahía de Guadalcanal protegida por el islote de Savo. A lo lejos, los japoneses podían contemplar los resplandores del mercante norteamericano incendiado por los ataques aéreos del día. En esa posición, Mikawa ordenó al destructor Yunagi que abandonase la formación y persiguiera a los dos destructores norteamericanos antes avistados.
En ese momento, los vigías vuelven a dar la alarma: ¡barco a babor.! Estaba de suerte: se trababa del destructor Jarvis, alcanzado por los ataques japoneses de la mañana y que, con la maquinaria intacta, se dirigía a Australia. Bastante tenía el destructor con sus propios problemas como para cuidarse de la presencia japonesa, que después de todo sería finalmente nefasta para el.
Apenas se había apagado la silueta del destructor cuando los vigias volvieron a señalar barcos enemigos;entonces dos hidroaviones, lanzados al aire por Mikawa horas antes, iluminaron la escena en el punto y momento convenido, parecia que se habia heco de dia de repente. Ante la escuadra japonesa se dibujaron con claridad las silenciosas moles de los cruceros aliados. En ese momento los japoneses, a 8.000 metros de distancia, lanzaron 17 torpedos contra los buques enemigos. Estos mantenían su rumbo, completamente ajenos al infierno que se desataba sobre ellos.
Poco después, dos torpedos hicieron explosión contra el Canberra, sñal para que todos los cruceros japoneses abrieron fuego con toda su artillería sobre el desgraciado buque que recibió 24 granadas en menos de un minuto y se convirtió en una antorcha. Entretanto, el Chicago, que detectó las estelas de los torpedos que le buscaban, pudo esquivarlos y en estas maniobras alcanzó a divisar al destructor Yunagi, que había encendido un proyector mientras se alejaba para facilitar aún más la puntería de los cruceros. El Chicago disparó contra el Yunagi y salió en su persecución, confundiéndolo con el grueso de la flota japonesa; en ese momento recibió un torpedo que le destrozó la proa. Bode, comandante del buque, agobiado por las críticas que despertó su error de apreciación, se suicidaría más tarde, aunque poco hubiera podido ya hacer en aquel combate tras haber sido ya dañado.
Mikawa, que sobrevivió a la guerra, declaro que en aquel momento le hubiera gustado atacar a los barcos de transporte, pero que no tuvo elección: al dirigirse su flota al noreste para atacar al Canberra, sus vigías avistaron a los cruceros norteamericanos que patrullaban el paso del norte de Savo.
Increíblemente, el almirante japonés aún logró sorprender a este segundo grupo, que observó de lejos el combate y tocó a zafarrancho, pero que detectó a los japoneses como si vinieran de Guadalcanaly los supuso barcos propios, grave error.
El colmo de la suerte para Mikawa fue que, tras una orden de aminorar la velocidad, el Furutaka, para no abordar al buque que le precedía, giro a babor y fue seguido por el Tenryu y el Yubari. De esta forma, los japoneses, formaron dos columnas y cogieron entre dos fuegos a los buques aliados.
La confusión fue tal que algunos navíos norteamericanos, el Astoria, ordenaron interrumpir el fuego de sus piezas por creer que estaba combatiendo contra barcos propios y que el comandante del Vincennes, Capitán de navío Riefkohl, incómodo por los proyectores de los buques japoneses, les hizo señales para que los apagasen, creyendo que eran buques aliados.
De nuevo, el combate fue rápido y demoledor para los aliados. Los buques japoneses les lanzaron 50 torpedos, de los que al menos seis hicieron blanco y, atenazados por el cañoneo que se les hacía por babor y estribor, apenas si pudieron ofrecer una resistencia eficaz. En algunos momentos el combate se desarrolló a menos de 4.000 metros, con lo que entraron en acción hasta las ametralladoras. Al mismo tiempo, en los tres buques se incendiaron los hidroaviones que transportaban, dificultando aún más la defensa y convirtiéndose en blancos perfectos, ya sin necesidad de proyectores.
Los tres buques fueron tocados de muerte, pero la mayor tragedia le ocurrió al Quincy, que acribillado por la artillería japonesa y alcanzado por uno o dos torpedos zozobró el primero, quedando por unos minutos con la quilla al aire. En él murieron 370 hombres y resultaron heridos 186.
Aquella noche hubo un enfrentamiento en el mar que se transformo en una salvaje mele, y en el que los japoneses se anotaron una importante victoria, hundiendo 4 cruceros aliados y causando grandes daños a otro crucero y un destructor. Sólo uno de los destuctores japoneses sufrio daños.
Por la mañana, los norteamericanos aún sufririan otro golpe, el destructor Jarvis fue localizado por aviones enviados a proteger la retirada de Mikawa y lo hundieron sin que hubiera ni un sólo superviviente.
Pero Mikawa tampoco se fue de rositas, un submarino norteamericano localizó a su escuadra y hundió al crucero Kako.
El balance de esta batalla fue netamente favorable a los japoneses: cuatro cruceros y un destructor, a cambio de un crucero; un centenar de bajas en sus tripulaciones contra dos mil de los aliados (1.270 muertos).
Fuente: Contraataque al Japon. Joseph N. Mueller.
The Solomons Campaigns, 1942–1943: From Guadalcanal to
Bougainville. William L. McGee.
Japanese Cruisers of the Pacific War. Eric Lacroix.
Saludos.
A principios de agosto, parte de la 8ª flota japonesa, al mando del almirante Mikawa, puso en marcha una serie de preparativos para atacar a la agrupacion anfibia norteamericana que ponia rumbo a Guadalcanal.
El grupo de batalla de Mikawa estaba formado por 5 cruceros pesados, Chokai (buque insignia), Aoba, Furutaka, Kako y Kinugasa; los cruceros ligeros Tenryu y Yubari y el destructor Yunagi. Con esta formidable fuerza, se dirigio al sur. En ruta, fue detectado por un avion de patrulla aliado, desencadenandose a continuacion una tragica cadena de acontecimientos, que conduciria a uno delos mayores desastres navales de la armada norteameicana.
Consciente de que habia sido descubierto, Mikawa invirtio el rumbo, hasta que el avion abandono la zona, regresando entonces al rumbo original.
El piloto del avion, no informo de su descubrimiento hasta que aterrizo en su base, de hecho no informo hasta media tarde. Entonces el mensaje se trasmitio codificado Australia, en donde fue descodificado, para volver a codificar y reenviar a la Armada norteamericana situada en Guadalcanal. Cuando llego a su detino final eran las 18:00 y habia cierta confusion sobre el rumbo que llevaba la flota descubierta.
Tras recibir la alarma, sobre la crcania de los Japoneses, el almirante Turner situo 2 destructores, el Blue y el Ralph Talbot, al noroeste de la isla de Savo, con el fin de efectuar una estrecha vigilancia por radar de la zona del canal.
A continuacion situo a 3 cruceros, el Australia, el Canberra y el Chicago, junto a 2 destructores, el Bagley y el Patterson, a patrullar las aguas entre l Isla de Savo y el Cabo Esperanza.
Otros 3 cruceros, el Vincennes, el Astoria y el Quincy, junto a los destructores Helm y Jarvis, pasaron a patrullar las aguas entre las islas de Savo y Florida, quedando 2 cruceros y 2 destructores protegiendo los buques de transporte.
Mientras todo esto sucedia, el almirante Fletcher al mando del grupo de portaaviones de apoyo,comunicó a las fuerzas de desembarco que iba a alejar sus portaaviones de aquellas aguas, en vista de la elevada actividad aérea de los japoneses, que ese segundo día de desembarco se habían empleado a fondo, derribando 10 aparatos norteamericanos, averiando un destructor e incendiando un transporte, a cambio de 17 aviones perdidos y en base a ello, solicito al almirante Ghormel, permiso para retirarse de la zona, el cual le fue concedido, anunciando Fletcher su partida para el 9 de agosto.
Cuando el almirante Turner conocio la noticia, solicito al General Vandegrift y al Almirante Crutchey que acudieran a su buque insignia.
El Almirante Cruchey cometio el error de acudir en uno de sus cruceros, accion que implicaba retirar uno de los principales buques de combate del escudo protector.
Turner informo a los oficiales, de que cuando Fletcher se hubiera retirado de la zona, el no podria continuar en ella. Vandegrift puso el grito en el cielo, alegando que mas de la mitad de sus suministros se enconraban aun en los buques de transporte. Turner le contesto, que sin cobertura aerea, retiraria los transportes a la mañana siguiente.
El general Vandegrift protesto energicamente tal decision, pues la retirada de la fuerza de combate anfibia en un momento tan critico como el presente, podria tener consecuencias nefastas. El plan de desembarco contemplaba enviar un contingente anfibio a la zona, que permanecera alli hasta el 11 de agosto. Su mison era descargar los suministros esenciales para que la campaña terrestre fuera llevada a cabo con exito. Turner entendia su postura, pero no cambio de opinion, el 8 de agosto a la 18:00, empezo a retirar sus portaaviones.
Mientras tanto, los cruceros Japoneses se acercaban a la isla de Savo sin ser vistos. Poco antes de llegar, lanzaron hidroaviones que sobrevolaron los buques norteamericanos y australianos. Estos buques no abrieron fuego, dieron por sentado que los aparatos eran norteamericanos, pues volaban con las luces de reconocimiento encendidas.
Al mismo tiempo, la fuerza naval japonesa, de forma milagrosa, burlo a los destructores equipados con radar.
A medianoche la escuadra japonesa avistó el islote de Savo y, minutos después un vigia del Chokai dio la voz de alarma: barco a estribor. Se trataba del destructor Blue, que se acercaba rápidamente a la formación japonesa. Los buques de Mikawa apuntaron sus piezas, pero, por si no habían sido descubiertos, viraron levemente a babor. Durante unos minutos, en los puentes de mando se contuvo la respiración. De pronto, el Blue viró en redondo y se perdió en la oscuridad de la noche. Increíblemente, ni sus equipos de radar ni sus vigias habían localizado a la escuadra japonesa.
Minutos después, los vigias japoneses detectaron otro barco norteamericano, el Talbot, que afortunadamente se alejaba de la flota japonesa, que ya penetraba en la bahía de Guadalcanal protegida por el islote de Savo. A lo lejos, los japoneses podían contemplar los resplandores del mercante norteamericano incendiado por los ataques aéreos del día. En esa posición, Mikawa ordenó al destructor Yunagi que abandonase la formación y persiguiera a los dos destructores norteamericanos antes avistados.
En ese momento, los vigías vuelven a dar la alarma: ¡barco a babor.! Estaba de suerte: se trababa del destructor Jarvis, alcanzado por los ataques japoneses de la mañana y que, con la maquinaria intacta, se dirigía a Australia. Bastante tenía el destructor con sus propios problemas como para cuidarse de la presencia japonesa, que después de todo sería finalmente nefasta para el.
Apenas se había apagado la silueta del destructor cuando los vigias volvieron a señalar barcos enemigos;entonces dos hidroaviones, lanzados al aire por Mikawa horas antes, iluminaron la escena en el punto y momento convenido, parecia que se habia heco de dia de repente. Ante la escuadra japonesa se dibujaron con claridad las silenciosas moles de los cruceros aliados. En ese momento los japoneses, a 8.000 metros de distancia, lanzaron 17 torpedos contra los buques enemigos. Estos mantenían su rumbo, completamente ajenos al infierno que se desataba sobre ellos.
Poco después, dos torpedos hicieron explosión contra el Canberra, sñal para que todos los cruceros japoneses abrieron fuego con toda su artillería sobre el desgraciado buque que recibió 24 granadas en menos de un minuto y se convirtió en una antorcha. Entretanto, el Chicago, que detectó las estelas de los torpedos que le buscaban, pudo esquivarlos y en estas maniobras alcanzó a divisar al destructor Yunagi, que había encendido un proyector mientras se alejaba para facilitar aún más la puntería de los cruceros. El Chicago disparó contra el Yunagi y salió en su persecución, confundiéndolo con el grueso de la flota japonesa; en ese momento recibió un torpedo que le destrozó la proa. Bode, comandante del buque, agobiado por las críticas que despertó su error de apreciación, se suicidaría más tarde, aunque poco hubiera podido ya hacer en aquel combate tras haber sido ya dañado.
Mikawa, que sobrevivió a la guerra, declaro que en aquel momento le hubiera gustado atacar a los barcos de transporte, pero que no tuvo elección: al dirigirse su flota al noreste para atacar al Canberra, sus vigías avistaron a los cruceros norteamericanos que patrullaban el paso del norte de Savo.
Increíblemente, el almirante japonés aún logró sorprender a este segundo grupo, que observó de lejos el combate y tocó a zafarrancho, pero que detectó a los japoneses como si vinieran de Guadalcanaly los supuso barcos propios, grave error.
El colmo de la suerte para Mikawa fue que, tras una orden de aminorar la velocidad, el Furutaka, para no abordar al buque que le precedía, giro a babor y fue seguido por el Tenryu y el Yubari. De esta forma, los japoneses, formaron dos columnas y cogieron entre dos fuegos a los buques aliados.
La confusión fue tal que algunos navíos norteamericanos, el Astoria, ordenaron interrumpir el fuego de sus piezas por creer que estaba combatiendo contra barcos propios y que el comandante del Vincennes, Capitán de navío Riefkohl, incómodo por los proyectores de los buques japoneses, les hizo señales para que los apagasen, creyendo que eran buques aliados.
De nuevo, el combate fue rápido y demoledor para los aliados. Los buques japoneses les lanzaron 50 torpedos, de los que al menos seis hicieron blanco y, atenazados por el cañoneo que se les hacía por babor y estribor, apenas si pudieron ofrecer una resistencia eficaz. En algunos momentos el combate se desarrolló a menos de 4.000 metros, con lo que entraron en acción hasta las ametralladoras. Al mismo tiempo, en los tres buques se incendiaron los hidroaviones que transportaban, dificultando aún más la defensa y convirtiéndose en blancos perfectos, ya sin necesidad de proyectores.
Los tres buques fueron tocados de muerte, pero la mayor tragedia le ocurrió al Quincy, que acribillado por la artillería japonesa y alcanzado por uno o dos torpedos zozobró el primero, quedando por unos minutos con la quilla al aire. En él murieron 370 hombres y resultaron heridos 186.
Aquella noche hubo un enfrentamiento en el mar que se transformo en una salvaje mele, y en el que los japoneses se anotaron una importante victoria, hundiendo 4 cruceros aliados y causando grandes daños a otro crucero y un destructor. Sólo uno de los destuctores japoneses sufrio daños.
Por la mañana, los norteamericanos aún sufririan otro golpe, el destructor Jarvis fue localizado por aviones enviados a proteger la retirada de Mikawa y lo hundieron sin que hubiera ni un sólo superviviente.
Pero Mikawa tampoco se fue de rositas, un submarino norteamericano localizó a su escuadra y hundió al crucero Kako.
El balance de esta batalla fue netamente favorable a los japoneses: cuatro cruceros y un destructor, a cambio de un crucero; un centenar de bajas en sus tripulaciones contra dos mil de los aliados (1.270 muertos).
Fuente: Contraataque al Japon. Joseph N. Mueller.
The Solomons Campaigns, 1942–1943: From Guadalcanal to
Bougainville. William L. McGee.
Japanese Cruisers of the Pacific War. Eric Lacroix.
Saludos.