Mensaje
por Kurt_Steiner » Dom Oct 20, 2013 11:32 am
La Legión Española de Voluntarios -3-
Fuente: De héroes e indeseables, José Luis Rodriguez Jimenez. (pps 337-344)
Mientras la retirada se convierte casi en desbandada, al amanecer del 22 la LEV se concentra en Ljuban. Da comienzo a un nuevo calvario para los soldados españoles. Una parte de la tropa protege la orilla este del pantano Gladkij, el resto se une a los alemanes en la defensa de la población para mantener abierta la línea férrea y permitir el repliegue de las unidades alemanas. No es fácil debido a la acción de la aviación enemiga y de los guerrilleros, que llegan a infiltrarse entre las líneas y llegan hasta el interior de la ciudad. Se sufren numerosas bajas: seis muertos y diecinueve heridos el 24, y seis muertos y diecisiete heridos el 25. Esa noche los guerrilleros llegan hasta muy cerca del puesto de mando de la Legión. La infiltración de tropas enemigas hacia Ljuban fuerza la retirada, mientras se vuelan puentes y carreteras y se incendian los edificios. El 26 el parte de bajas incluye ochos muertos, diez heridos y cuatro prisioneros.
Cuando el 27 la LEV llega a la estación de ferrocarril el coronel Navarro descubre que la mayor parte de sus hombres se han de retirar a pie hacia Luga, es decir, a través de 140 kilómetros, peores aún que la retirada anterior, por el cansacio acumulado, las acciones de los partisanos y las vanguardias soviéticas y el desánimo que cunde entre la tropa, los rumores, la incerteza. Es una nueva Anábasis llevada a cabo por dos mil españoles hambrientos, asedidados y ateridos por el frío.
Las unidades hipomóviles -cañones, antitanques y sanidad- logran cubrir la distancia por sus propios medios, mientras que zapadores y exploradores son recogidos en camiones que el mando alemán envía tras repetidas protestas por parte española, cuando ya se ha cubierto la mitad del camino. Entre tanto, prosigue el abandono del material mientras las botas se caen a pedazos.
Abundan los que intentan desertar. Son unos pocos. Unos logran su objetivo, otros fracasan y terminan frente a un pelotón de fusilamiento, como Raúl Pérez Pérez, orensano, camarero de profesión, que, con sólo once días de estancia en el frente y muy escaso conocimiento de la zona, intenta desertar, se pierde... y regresa a las lineas españolas gritando "Spanki Sudá", siendo reducido por el cabo primero de la 8ª Compañía, Eduardo Martínez Cano. Pérez, junto a Francisco Tomero Alarcón, albañil nacido en Fuente del Olmo, Segovia, serán fusilados el 13 de marzo e inhumados en el cementerio de Lehtse (Estonia), en una tuma sin marca. En el informe redactado por el capitán de la compañía de Pérez se lee "Fallecido el día 13 de marzo de 1944 a consecuencia de..." sin especificar más. También está en blanco el espacio destinado a la tumba, fila y fosa.
No todas las compañías alcanzan Luga. Durante la retirada se sufren numerosas bajas, a los que añade su peso la confusión de la retirada y las dificultados de reunir a los soldados que se entremezclan con otras unidades. El contingente principal alcanza Luga entre el 29 y el 31 de enero. Rotos de cansancio, con la moral destrozada, los legionarios españoles no pueden sumarse a la defensa de la comprometida plaza. El jefe de la plaza, el general Anton Grasser, jefe del 18º Ejército, prefiere que descansen y se reorganicen.
Mientras, con la línea férrea cortada por los partisanos, crece el temor a ser cercados. El fantasma de Stalingrado recorre las bocas españolas y alemanas. El 4 de febrero comienza la retirada española: de Luga ATaps, Estonia, a donde llegan el 9, tras trescientos kilómetros de viaje.
La LEV no volverá al frente. Model, que reemplaza a von Küchler al mando del Grupo de Ejércitos Norte, comprende que no puede utilizarlos. Además se añaden las protestas del gobierno español. La tropa se recupera, hace instrucción, come y, como no, se lance detrás de toda mujer que se le ponga a tiro. La cercanía de la muerte dispara los instintos naturales. También las peleas y alguna muerte violenta.
La presencia de la LEV en el Este empieza a ser cara para Madrid (los aliados le embargan el petróleo desde enero), y tampoco sirve para satisfacer las necesidades de Hitler. Por esto, Franco ordena una drástica reducción en la exportación de mineralse a Alemania y pide la repatriación de la LEV y la Escuadrilla Azul.
Finalmente, la LEV regresa a España. El primer contingente emprende la marcha el 16 con rumbo a Königsberg, donde develven los uniformes alemanes y parten hacia Irún. Sólo se quedan atrás los heridos de los hospitales de Königsberg y Riga. Su llegada a España estará marcada por los intentos de las autoridades de que pasen inadvertidos. Lo mismo pasa con la cuarta escuadrilla, a pesar de que mueren siete de sus pilotos en combate. E igual suerte correrá la quinta, que vuela un reducido número de misiones a causa del invierno y que regresa un mes después de la retirada de la LEV.