¡Hola a todos!
Quisiera añadir un par de cuestiones que me he dejado en el tintero sobre lo que expuse en mi intervención anterior para explicar las diferencias sustanciales entre los regímenes nazi y fascista.
Hace unos años leí el que entonces parecía ser el último libro de Ian Kershaw,
The End: The Defiance and Destruction of Hitler's Germany, 1944-45 (New York: The Penguin Press, 2011). En una reseña que hice del libro*, escribí:
En el prólogo sienta Kershaw el objetivo de su libro. Un país derrotado en la guerra, viene a decir, casi siempre busca los términos para un armisticio. La autodestrucción, la devastación total y la completa ocupación enemiga que suponen continuar una guerra perdida constituyen casos extremadamente raros en la historia. Pero eso fue precisamente lo que hizo Alemania en 1945.
Kershaw busca explicar las razones o las causas principales de semejante anomalía política y social:
¿Por qué? ¿Por qué siguieron obedeciéndose las autodestructivas órdenes de Hitler? ¿Qué mecanismo de gobernanza posibilitó a Hitler el determinar el destino de Alemania “cuando era obvio para todos con ojos para ver” que la guerra estaba perdida y el país estaba siendo totalmente destruido? ¿Hasta qué punto estaban los alemanes preparados para apoyar a Hitler hasta el fin, incluso sabiendo que estaba llevando al país a la destrucción? ¿Estaban, de hecho, dando a Hitler su apoyo voluntario? ¿O simplemente estaban atemorizados al hacerlo? ¿Cómo y por qué las fuerzas armadas continuaron combatiendo y se mantuvo funcionando la máquinaria gubernamental hasta el final? ¿Qué alternativas tenían los alemanes, civiles y soldados, en la última fase de la guerra? Estas preguntas, dice Kershaw, sólo pueden abordarse examinando las estructuras de gobierno y las mentalidades a medida que la catástrofe sepultó a Alemania en 1944-45.
Bien, Italia fue un caso diametralmente opuesto al caso alemán. Y al margen de las dos razones principales que he señalado anteriormente (ausencia de una ideología y política racial de calado similar a la nazi, de una parte, y la prevalencia de una cultura y educación católica de la otra), hay otros dos factores que explican esa ausencia de fanatismo en las fuerzas armadas y la sociedad italiana, en general, para seguir apoyando al régimen y su dictador cuando la guerra pintaba en negro. Uno es la propia estructura del régimen político fascista, que posibilita el segundo factor: la debilidad de liderazgo de Mussolini como pretendido
Duce (incomparable con el
Führer).
Recordemos que Italia seguía siendo una monarquía, aunque ésta hubiese unido su destino a la dictadura fascista de Mussolini. Y, a diferencia del Partido Nazi que estaba por completo en manos de Hitler y sometido a Hitler, el Partido Nacional Fascista estaba muy lejos de ser un juguete en manos de Mussolini. Estos dos factores estructurales explican, a nivel doméstico, la caída de Mussolini y el colapso de su régimen en 1943.
De una parte, la decisión del Gran Consejo Fascista (GCF), el órgano más alto del partido, de emitir un voto de no-confianza sobre Mussolini, y de la otra la decisión del rey Victor Emmanuel III de solicitar la dimisión de Mussolini. El propio Mussolini, con la intención de hacer frente y reducir la oposición existente dentro de su partido, convocó al GCF el 24 de julio (no se había convocado desde 1939), pero la reunión no salió como esperaba el
Duce, y la moción presentada por Dino Grandi solicitando que el rey retomase sus poderes constitucionales salió aprobada por 19 votos a favor y 7 en contra. Así que al día siguiente, 25 de julio, el rey tomó la iniciativa y no sólo reemplazó a Mussolini por Badoglio, sino que ordenó su arresto **.
Todo esto era impensable por imposible en la Alemania de Hitler. La debilidad de la estructura del sistema político y del partido político de la Italia fascista (en términos comparativos con Alemania) son factores que explican, junto a los ya mencionados en este hilo, la ausencia de un fanatismo generalizado -ya en las fuerzas armadas, ya en la sociedad, o bien en las instituciones del Estado- en defensa del régimen fascista y de la guerra a la que se apuntó voluntariamente, por decisión del
Duce, en junio de 1940. En otras palabras, faltaban en la Italia de Mussolini los ingredientes necesarios para cocinar e imponer un adoctrinamiento ideológico como el elaborado en la Alemania nazi, y, por supuesto, también faltaba el rosario interminable de los horrendos crímenes nazis que, por activa o por pasiva, habían amalgamado a los alemanes, en general, en torno a su
Führer.
*
viewtopic.php?f=87&t=15444
**Véase Elena Agarossi,
A Nation Collapses. The Italian Surrender of September 1943 (Cambridge University Press, 2000), p. 50 y ss.
Saludos cordiales
JL