Un argentino en Normandía

Dudas e interrogantes sobre la Segunda Guerra Mundial

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malvinasargentina
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Un argentino en Normandía

Mensaje por malvinasargentina » Mar Jun 26, 2007 7:52 pm

Un argentino en Normandía
Un argentino en Normandía

Autor: Varios autores en colaboración
Fecha: Julio 19 2006
Secciones: Entrevistas, Historia

La asociación Buenos Aires Scottish Guard, entidad de ceremonial, recreación histórica, beneficencia y difusora de la cultura escocesa en la capital argentina, nos hizo llegar, a través de su Departamento de Prensa, un reportaje a un argentino, descendiente de británicos, que combatió como voluntario en la mayor conflagración de la historia: la II Guerra Mundial. Hugh Mc Iver participó de la mayor operación militar, el célebre desembarco de Normandía y en otras acciones de esa contienda. Además, como parte del ejército británico, estuvo destinado en Medio Oriente y le tocó vivir los inicios del enfrentamiento árabe – israelí.

Departamento de Prensa de Buenos Aires Scottish Guard: ¿Nos podría contar como fue su historia para llegar a incorporarse al ejército británico en la Segunda Guerra Mundial?

Hugh Mc Iver: En el año 1939 yo era demasiado joven para ser soldado, trabajaba como empleado administrativo en el frigorífico Swiift, entonces fui al consulado británico y me dijeron que cuando cumpliera los diecinueve años me presentara, porque esa era la edad en que permitían el enrolamiento. Y en efecto, fueron pasando los meses, yo era un muchacho físicamente grande para mi edad e iba constantemente al consulado y les preguntaba sobre que diferencia podía hacer unos meses…, tanto insistí que antes de cumplir los diecinueve ya me comenzaron a hacer todos los papeles y los trámites para la incorporación.

Bien, un día me llamaron, el reclutamiento de gente para las fuerzas armadas británicas era un procedimiento secreto, por lo menos en Argentina, ya que por aquellos tiempos los submarinos alemanes merodeaban el Atlántico y hundían muchos buques aliados. Me preguntaron si me encontraba listo, yo les dije que si, y efectivamente antes de cumplir los diecinueve años me hallaba incorporado.

Me informaron que me presentara en el puerto de Buenos Aires para abordar el navío “Andalucía Star”, el mismo era un hermoso barco de pasajeros, rápidamente les avisé a mis padres y embarqué hacia la aventura.

En esas instancias, como todo joven, mi gran preocupación era que podía comer allí, por suerte tenía un amigo del campo que me consiguió un jamón de diecinueve kilogramos. En síntesis, lo que me llevó a ir a Europa a pelear fue básicamente el hecho que muchos amigos míos también se habían ido a luchar y yo no podía ser menos, el conflicto en sí me parecía secundario.

DP BASG: ¿Nos comentaría algunas anécdotas del viaje hacia Gran Bretaña?

Hugh Mc Iver: Antes de llegar a Gran Bretaña y a diez días de haber zarpado del Puerto de Buenos Aires nos torpedeó un submarino alemán y nuestro barco se hundió en solo veinte minutos, la mayoría de los sobrevivientes quedamos flotando en los botes salvavidas y otros lo hacían por sus propios medios hasta que los podíamos rescatar. Recuerdo que tuvimos varios muertos: un voluntario como yo, el capitán del buque, el barman que desapareció en la mar tratando de salvar a otra persona – una actitud sin duda heroica - y la enfermera del barco.

Este voluntario que se quedó en el barco y se hundió con él, no tenía ninguna intención de ir como voluntario, esto yo lo supe luego, obviamente. Perece que alguien de noche hacía señales de luces, y se suponía que era este muchacho y que de esta manera alertó nuestra posición a los “u-boat” alemanes, se podría decir que era un traidor. Además debimos luchar contra la amenaza de los tiburones porque los torpedos habían impactado en las cámaras frigoríficas de la nave donde se almacenaban toneladas de reces de carne que por la acción de las explosiones se hallaban desparramadas por toda la zona.

Estuvimos a la deriva como dos días hasta que nos rescató una corbeta británica que se llamaba “Petunia” y nos dejó en el puerto de Free Town en Sierra Leona, en la costa occidental de Africa, y nos pusieron rápidamente a bordo de un viejo barco de pasajeros, que encima se hallaba lleno de marineros civiles de Madagascar, la cosa es que allí se “armó” una “podrida bárbara” y nos corrieron del barco, estos tipos nos querían degollar a todos.

A causa de este incidente, nos sacaron del barco y nos trasladaron a un navío de bandera británica que se llamaba “Toscania” y con esa embarcación nos sumaron a un convoy escoltado por destructores y nos llevaron a Raijkiavik en Islandia. Lo más lindo de todo esto, era que casi todos estábamos con lo puesto, es decir con ropa de verano, bermudas y remeras y realmente al principio nos morimos de frío: de estar en el calor más intenso, pasamos al frío más tortuoso, igualmente pudimos conseguir algo de abrigo. Estuvimos como dos días en Islandia y de ahí nos trasladaron a Gran Bretaña, llegamos a Glasgow y gracias a la intervención de unos amigos que pudieron conectarse mediante la BBC a Buenos Aires e informar toda la lista de los sobrevivientes del hundimiento. Creo que mis padres se habían hecho la idea que yo me hallaba muerto.

DP BASG:¿Que tipo de vida llevaban en Gran Bretaña mientras se preparaban para desembarcar en Francia?

Hugh Mc Iver: De Glasgow nos mandaron a Londres al “Royal Vetering Collage”. Ahí nos ubicaron a todos, nos hicieron jurar lealtad al rey y nos entregaron el “King Shilling”. Entonces me otorgaron catorce días de licencia por ser sobreviviente de un hundimiento. Por suerte yo poseía gente conocida de Argentina, era una familia inglesa, los Walsh, que, porque hablaban castellano, poseían un colegio de niños refugiados de la Guerra Civil Española. Retomando el tema, me decidí a ir a buscarlos. Gracias a Díos, los encontré. Vivían en Essex, la verdad es que me costó bastante ubicarlos porque a las calles les habían retirado los carteles por el temor de la invasión alemana.

Me quedé con ellos como una semana, ¡al fin me dieron ropa como la gente! Y lo gracioso de todo esto es que cuando me presenté en la base me detuvieron por desertor, así empezó mi experiencia en el ejército británico…

Posteriormente me destinaron a un lugar llamado Utown, en Norwild, un gran cuartel donde tomé el entrenamiento básico de seis semanas, donde aprendí muchísimo. Más tarde me destinaron a una zona en el sur de Gales. Algo que me olvidé de comentarles era que los voluntarios podíamos elegir la fuerza en la cual deseábamos incorporarnos y yo personalmente elegí el ejército por varios motivos, ya que en el “Andalucía Star” me había hecho amigo de unos soldados que estaban encargados de las piezas de artillería defensivas de la nave, además siempre me fascinó la artillería en general, específicamente lo que significa estar a varios kilómetros de distancia y poder hacer blanco en un punto geográfico que uno no puede ver físicamente. Es por eso que dentro del ejército elegí la artillería y en el sur de Gales se había formado un regimiento nuevo del arma, el número 195, y allí comenzó mi vida de verdadero soldado a finales del año 1942.

Este regimiento estaba conformado por cuadros nuevos, yo estuve bastante tiempo con ellos, hasta que convirtieron al regimiento en una unidad de artillería autopropulsada con chasis de Sherman de 105 mm para la invasión de Normandía. De esta manera, nos fueron preparando, con los cañones comunes y posteriormente con estos aparatos. Para realizar esta transformación debimos hacer un curso de mecánica, en el cual me anoté, en una unidad de los “Royal Electrician & Mecanical Enginners”. Ahí me especialicé en el manejo de este material.

Luego me convertí en instructor por siete meses en Gales, en una zona de grandes sierras, en donde practicábamos constantemente con estos equipos, y en la isla de Danoo, en las Highlands, donde existían terrenos pantanosos por donde probábamos a los tanques en su nivel de resistencia, operando en medios extremadamente húmedos y lluviosos. Todo a miras del desembarco en la costa norte de Francia. De esta región de Escocia nos fuimos al sur de Inglaterra, a un campamento situado en Norwich, preparados y esperando la orden de invasión.

DP BASG: ¿Como fueron los días previos al asalto sobre las playas de Normandía?

Hugh Mc Iver: Como le decía, del condado de Norfolk nos embarcamos en el puerto y de allí rumbo a Normandía. Nos subieron lanchas especiales de desembarco, todos en apresto y adentro de los tanques que ya estaban asegurados herméticamente para que no ingresara agua. Por suerte no era un día caluroso, porque sino ¡nos moríamos! Hacía mucha temperatura dentro de esas máquinas. Lo único que recuerdo es que adelante mío había otro tanque, esta nave se movía para todos lados y el movimiento en la zona de playa era muy intenso.

DP BASG: ¿Nos podría comentar anécdotas o cosas que Ud. considere que sean interesantes de los primeros momentos del desembarco?

Hugh Mc Iver: Desembarqué en una playa que se encontraba a la altura de un pueblo denominado Audrieu, unos 20 km tierra adentro entre Bayeaux y Caen, fue el primer objetivo que tomamos.

Llegamos a doscientos o trescientos metros de la playa y nos detuvimos para reorganizarnos. Casi toda la noche estuvimos esperando para volver a movilizarnos, recuerdo que sentía un hambre atroz, hacía cuarenta y ocho horas que no comía nada. Posteriormente llegó la orden de avanzar y de eso lo único que recuerdo son algunas pequeñas cosas. Por ejemplo, el sargento, que era el jefe del blindado en donde iba yo, se encontraba hablando con un compañero que estaba en otro tanque, camuflado, y le decía lo siguiente “…a tu derecha, más o menos, a cinco grados, hay un hermoso tanque Tigre…” que era el terror nuestro. Yo los escuchaba atentamente y de repente el sargento se dirige a mi y me dice “…¡MC, arrancá!…”, el otro tanque ya lo había rodeado y en eso me dice “…¡pará acá!…”, por el borde de una pared, de lo que quedaba de una casa, el Sherman se colocó a retaguardia del Tigre y de un certero disparo lo voló al demonio, en ese instante nos ordenaron que si salía algún tripulante del tanque alemán, lo ametralláramos inmediatamente…

A la mañana siguiente, cuando se empezó a ganar visibilidad, nos ordenaron que nos pusiéramos en posición y nos dirigimos a batir un puesto de observación alemán en la torre de la iglesia del pueblo en donde estábamos combatiendo. Nuestros jefes nos animaron y comenzamos el ataque. Nos dieron los datos de las distancias, para el apuntador del cañón, la cosa es que con el primer tiro nuestra artillería voló la posición enemiga. Teníamos excelentes artilleros en nuestro regimiento. Recuerdo que había un muchacho, natural de la ciudad de Leeds, que poseía un ojo infalible para hacer puntería sobre estos tipos de blancos. Al final, este pueblo, lo tomó nuestro regimiento.







DP BASG: ¿Pudo divisar e identificar contra que clase de tropas y material alemán se estaba enfrentando?

Hugh Mc Iver: Peleábamos contra una división Panzer SS, lo peor que había, o mejor dicho, lo mejor que nos podía poner por delante el enemigo.

DP BASG: Usted se metió, entonces, en un grave problema …

Hugh Mc Iver: Si, es verdad. Estos hombres eran muy peligrosos, grandes soldados y bien comandados por sus jefes, por ejemplo, el mariscal Rommel. Mire, con ese hombre, tengo una anécdota para contar que aconteció cuando yo ya no revistaba en el regimiento de artillería. Cuando hirieron a Rommel (un avión británico lo ametralló en su auto), yo me encontraba muy cerca del lugar, realizando tareas de reconocimiento. Yo ni sabía que ese oficial era Rommel, y de esa manera, pude observar de primera mano toda la acción del ataque al automóvil del mariscal. Lástima que no lo liquidaron ahí, pero igual era un gran soldado, recuerdo que yo tenía muchos contactos del VIII Ejército Británico que habían prestado servicio en el norte de África, y los soldados lo respetaban mucho, hasta el gobierno británico llegó a condecorarlo. Honestamente lo considero un hombre muy decente y de trato muy humano para con los prisioneros.

Con respecto al armamento que poseía el enemigo, básicamente contaba con tanques Tiger, piezas de artillería de 88mm, realmente infernales…

DP BASG: ¿En que división se hallaba incorporada su unidad?

Hugh Mc Iver: Mi regimiento se hallaba incorporado a la división nro. 49, denominada “Polar Bear División”.

DP BASG: ¿Luego de consolidar la cabeza de playa, sobre que lugares Ud. y su unidad estuvieron operando?

Hugh Mc Iver: Una vez que tomamos Audrieu, nos abocamos a la tarea de atacar y ocupar Le Havre, que es un lugar muy importante al este de donde habíamos desembarcado y ahí nos juntamos con los canadienses y se produjo una batalla muy sangrienta en la zona. Por ejemplo, el batallón de los Kensington fue eliminado totalmente. Otra cosa importante fue que en nuestra división poseíamos el primer batallón del “Black Watch”. Esta gente, obviamente, cuando entraban en combate, tocaban la gaita medio al estilo antiguo. Yo observé caer a once gaiteros en muy poco tiempo. Uno caía y el otro, casi inmediatamente, tomaba su puesto para caer nuevamente. Era conmovedor verlos pelear, todos de baja estatura y naturales de la región de Tyneside, gente muy especial…

Aparte, en Le Havre, me sucedió un altercado muy gracioso. Veníamos por una calle, yo manejaba el tanque y el resto de mis compañeros estaban dormidos, al doblar por una esquina nos encontramos de golpe con un rodado enemigo en donde se encontraba montada una ametralladora pesada y que al detectarnos nos apuntó inmediatamente. Fue tal mi susto que frené de golpe causando la natural alarma en todos mis compañeros pero los alemanes creo que estaban más asustados que nosotros porque solo atinaron a poner primera y escaparon raudamente hacia la esquina opuesta perdiéndose de vista. ¡Dios estuvo con nosotros!

Una vez conquistada esta ciudad recibimos órdenes de detenernos y nos mandaron de vuelta a Inglaterra. En Francia quedaron los tanques y no los vimos más. Esto sucedió al momento en que se producía una incipiente ruptura en el frente alemán en el norte de Francia. Nuestros tanques fueron los primeros que cruzaron el río Sena, en la ciudad de Rouen. Debimos cruzar un puente semidestruido, había como un metro de puente maltrecho hasta llegar al otro lado, y detrás nuestro pasaron todos los demás.

Después de estos sucesos nos trasportaron en Lancasters y nos llevaron hasta un aeropuerto en la región de East Anglia y allí supimos que no pertenecíamos más a la Royal Artillery sino que pasamos a ser refuerzos, es decir, que no sabíamos cual iba a ser nuestro futuro. A mi me tocó revistar en otra unidad denominada: “First Batallion Duke of Corwalles Light Infantry”, y ahí llegamos todos rejuntados. Era una unidad conformada, en el nivel de tropa, por presidiarios, gente muy particular… ¡estos tipos te cortaban el gañote por diez centavos! Pero como nosotros ya éramos veteranos y la habíamos pasado bastante difícil, no nos importaba quien se pusiera adelante. Luego nos metieron arriba de un barco y nos dijeron: “… Uds. van a Japón…” En ese preciso instante se me fueron las ganas de ser soldado.

Llegué a Port Said, en el canal de Suez, nos hicieron bajar y nos llevaron a un “Transit Camp” y allí nos comenzaron a entrenar como infantes. Debíamos caminar millas y millas por día, por suerte tenía piernas muy fuertes y no tuve grandes dificultades pero igual llegaba muerto. En esos momentos, que estábamos entrenando, se tiraron las bombas atómicas sobre Japón y a los pocos días nos ordenaron tomar nuestras cosas, recuerdo que yo estaba encargado del jeep del comandante del batallón, cruzamos el canal, y llegamos a un lugar que se llama Ismailia y de ahí hasta Haifa. Allí estuve viviendo y recorriendo catorce meses el medio oriente.

Recuerdo que llegaban miles de judíos de toda Europa y nos mandaban a tratar de pararlos, pero era tanta la cantidad que nos resultaba imposible hacerlo, y además nosotros no teníamos muchas ganas de meternos con los civiles…







DP BASG: Es decir que estuvo en el inicio del enfrentamiento árabe – israelí…

Hugh Mc Iver: Exacto, estuve en las alturas del Golan, en el Sinaí. Estos parajes los conozco como el barrio donde vivo, o mejor tal vez. Igualmente guardo un recuerdo amargo de esa zona porque allí mataron a mi mejor amigo. Recuerdo que tanto los árabes como los israelíes nos tiraban de todos lados.

DP BASG: Luego de finalizada la guerra: ¿Cual fue su destino personal?

Hugh Mc Iver: Mire, le voy a contar una anécdota en referencia con lo que usted me ha preguntado. Estaba prohibido, mientras se estuviera bajo bandera, escribir a los diarios sobre nuestra situación, pero como yo era un escocés extremadamente cabeza dura le escribía a todos los periódicos ingleses que yo había venido de la Argentina para pelear la guerra en Europa y como ya había finalizado, me quería volver para mi casa. Al final publicaron una de las cartas y cuando el ejército se enteró no tardó ni dos minutos en darme prisión. Encima me habían degradado varias veces por insubordinado y rebelde, hasta que por fin me llegó la orden de regresar a Inglaterra. Me largaron solo, pero me las arreglé bien por suerte.

Partí de Haifa en tren para Ismailia, de allí crucé a Port Said. Tomé un barco en ese lugar, pasé por Italia, Francia y de allí a Londres. Una vez en la capital británica, me presenté a las oficinas en donde debía reportarme y me ordenaron trasladarme a un lugar denominado “Truman Barraks” en Portsmounth. Llegó allí, me presento en la guardia y me detienen bajo el cargo de desertor. Es decir, que terminé en el ejército británico tal como empecé… el caso es que una vez que recibí la orden en Londres de presentarme en Portsmounth, en vez de ir allí directamente anduve recorriendo algunos lugares. Uno era joven, le gustaba andar, quería ir a visitar amigos y después de tanta guerra decidí tomarme un respiro.

Luego de varias peripecias por fin me largaron. Me iba a tomar el famoso buque “Tamaroa” que retornaba a los voluntarios argentinos de la guerra y que estuvo quince días varado en el puerto porque no los dejaban bajar. Yo en cambio me vine en el “Alcántara” y allí se terminó mi historia en la II Guerra Mundial, o mejor dicho, ahí comenzaría una nueva historia…

Posteriormente recibí una carta del War Office ordenándome que me presentara en el consulado británico porque debía embarcarme a Gran Bretaña para enrolarme nuevamente porque todavía formaba parte del Ejército Británico. Todavía me están esperando…

Mucho tiempo después se dieron cuenta que les sobraban unas medallas y me mandaron una carta, firmada por el Embajador Británico en la Argentina, en donde el Rey Jorge VI me agradecía por los servicios prestados…







DP BASG: Encima lo estaba esperando el gobierno argentino por desertor…

Hugh Mc Iver: Con respecto a eso le puedo comentar que di con un oficial muy gentil y amable que me aconsejó que desapareciera por un par de meses, que en cualquier momento saldría un decreto estipulando que quienes estuvieron en la guerra serían exceptuados de cumplir el servicio militar.

DP BASG: ¿No lo tentaron para entrar en el ejército argentino?

Hugh Mc Iver: Por esas épocas recibí muchas ofertas para dedicarme a la carrera militar, hasta mantuve conversaciones con gente cercana al movimiento revolucionario cubano, en la década del ‘50, para intervenir en la revolución e ir de mercenario a Sierra Maestra. Ya no me interesaba la aventura militar, senté cabeza y me dediqué a las actividades agropecuarias, fui encargado de campos, entre otras tareas.



DP BASG: ¿Qué reflexión final le surge de todo lo vivido en aquella Europa teñida de sangre?

Hugh Mc Iver: Hay muchas cosas que podría decir pero aún así voy a expresar una sola. El único país que no reconoció los servicios de los soldados que lucharon por ella fue Gran Bretaña. A los oficiales les dieron una jubilación, pero a los suboficiales y a la tropa el reconocimiento fue nulo. Se realizaron una serie de reclamos que llegaron hasta el Parlamento, quien trató el tema fue el mismísimo hijo de Churchill y la conclusión final fue que como eran tantos, no se podía pagar a nadie. De todo lo vivido les puedo confesar que en la guerra aprendí muchísimo, y especialmente lo que valen los hombres, lo cual me sirvió de mucho hasta el día de hoy. Aprendí a conocer al ser humano realmente como es y a ese tipo de conocimiento se llega en momentos cruciales y difíciles, es cuando se ve de que clase de metal está hecho un ser humano.

DP BASG: ¿Y del enemigo que imagen tiene?

Hugh Mc Iver: Lo que les puedo expresar es que con el enemigo no hay rencores. Al cabo de estos años y al haber conocido a ex combatientes alemanes me he dado cuenta que todos estábamos en la misma bolsa y lo único que importaba era sobrevivir.



:: Links de interés

http://www.irdp.co.uk/JohnCrook/normandy.htm

http://www.normandie44lamemoire.com/ver ... euus2.html


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Autor: Varios autores en colaboración
Fecha: Julio 19 2006
Secciones: Entrevistas, Historia

La asociación Buenos Aires Scottish Guard, entidad de ceremonial, recreación histórica, beneficencia y difusora de la cultura escocesa en la capital argentina, nos hizo llegar, a través de su Departamento de Prensa, un reportaje a un argentino, descendiente de británicos, que combatió como voluntario en la mayor conflagración de la historia: la II Guerra Mundial. Hugh Mc Iver participó de la mayor operación militar, el célebre desembarco de Normandía y en otras acciones de esa contienda. Además, como parte del ejército británico, estuvo destinado en Medio Oriente y le tocó vivir los inicios del enfrentamiento árabe – israelí.

Departamento de Prensa de Buenos Aires Scottish Guard: ¿Nos podría contar como fue su historia para llegar a incorporarse al ejército británico en la Segunda Guerra Mundial?

Hugh Mc Iver: En el año 1939 yo era demasiado joven para ser soldado, trabajaba como empleado administrativo en el frigorífico Swiift, entonces fui al consulado británico y me dijeron que cuando cumpliera los diecinueve años me presentara, porque esa era la edad en que permitían el enrolamiento. Y en efecto, fueron pasando los meses, yo era un muchacho físicamente grande para mi edad e iba constantemente al consulado y les preguntaba sobre que diferencia podía hacer unos meses…, tanto insistí que antes de cumplir los diecinueve ya me comenzaron a hacer todos los papeles y los trámites para la incorporación.

Bien, un día me llamaron, el reclutamiento de gente para las fuerzas armadas británicas era un procedimiento secreto, por lo menos en Argentina, ya que por aquellos tiempos los submarinos alemanes merodeaban el Atlántico y hundían muchos buques aliados. Me preguntaron si me encontraba listo, yo les dije que si, y efectivamente antes de cumplir los diecinueve años me hallaba incorporado.

Me informaron que me presentara en el puerto de Buenos Aires para abordar el navío “Andalucía Star”, el mismo era un hermoso barco de pasajeros, rápidamente les avisé a mis padres y embarqué hacia la aventura.

En esas instancias, como todo joven, mi gran preocupación era que podía comer allí, por suerte tenía un amigo del campo que me consiguió un jamón de diecinueve kilogramos. En síntesis, lo que me llevó a ir a Europa a pelear fue básicamente el hecho que muchos amigos míos también se habían ido a luchar y yo no podía ser menos, el conflicto en sí me parecía secundario.

DP BASG: ¿Nos comentaría algunas anécdotas del viaje hacia Gran Bretaña?

Hugh Mc Iver: Antes de llegar a Gran Bretaña y a diez días de haber zarpado del Puerto de Buenos Aires nos torpedeó un submarino alemán y nuestro barco se hundió en solo veinte minutos, la mayoría de los sobrevivientes quedamos flotando en los botes salvavidas y otros lo hacían por sus propios medios hasta que los podíamos rescatar. Recuerdo que tuvimos varios muertos: un voluntario como yo, el capitán del buque, el barman que desapareció en la mar tratando de salvar a otra persona – una actitud sin duda heroica - y la enfermera del barco.

Este voluntario que se quedó en el barco y se hundió con él, no tenía ninguna intención de ir como voluntario, esto yo lo supe luego, obviamente. Perece que alguien de noche hacía señales de luces, y se suponía que era este muchacho y que de esta manera alertó nuestra posición a los “u-boat” alemanes, se podría decir que era un traidor. Además debimos luchar contra la amenaza de los tiburones porque los torpedos habían impactado en las cámaras frigoríficas de la nave donde se almacenaban toneladas de reces de carne que por la acción de las explosiones se hallaban desparramadas por toda la zona.

Estuvimos a la deriva como dos días hasta que nos rescató una corbeta británica que se llamaba “Petunia” y nos dejó en el puerto de Free Town en Sierra Leona, en la costa occidental de Africa, y nos pusieron rápidamente a bordo de un viejo barco de pasajeros, que encima se hallaba lleno de marineros civiles de Madagascar, la cosa es que allí se “armó” una “podrida bárbara” y nos corrieron del barco, estos tipos nos querían degollar a todos.

A causa de este incidente, nos sacaron del barco y nos trasladaron a un navío de bandera británica que se llamaba “Toscania” y con esa embarcación nos sumaron a un convoy escoltado por destructores y nos llevaron a Raijkiavik en Islandia. Lo más lindo de todo esto, era que casi todos estábamos con lo puesto, es decir con ropa de verano, bermudas y remeras y realmente al principio nos morimos de frío: de estar en el calor más intenso, pasamos al frío más tortuoso, igualmente pudimos conseguir algo de abrigo. Estuvimos como dos días en Islandia y de ahí nos trasladaron a Gran Bretaña, llegamos a Glasgow y gracias a la intervención de unos amigos que pudieron conectarse mediante la BBC a Buenos Aires e informar toda la lista de los sobrevivientes del hundimiento. Creo que mis padres se habían hecho la idea que yo me hallaba muerto.

DP BASG:¿Que tipo de vida llevaban en Gran Bretaña mientras se preparaban para desembarcar en Francia?

Hugh Mc Iver: De Glasgow nos mandaron a Londres al “Royal Vetering Collage”. Ahí nos ubicaron a todos, nos hicieron jurar lealtad al rey y nos entregaron el “King Shilling”. Entonces me otorgaron catorce días de licencia por ser sobreviviente de un hundimiento. Por suerte yo poseía gente conocida de Argentina, era una familia inglesa, los Walsh, que, porque hablaban castellano, poseían un colegio de niños refugiados de la Guerra Civil Española. Retomando el tema, me decidí a ir a buscarlos. Gracias a Díos, los encontré. Vivían en Essex, la verdad es que me costó bastante ubicarlos porque a las calles les habían retirado los carteles por el temor de la invasión alemana.

Me quedé con ellos como una semana, ¡al fin me dieron ropa como la gente! Y lo gracioso de todo esto es que cuando me presenté en la base me detuvieron por desertor, así empezó mi experiencia en el ejército británico…

Posteriormente me destinaron a un lugar llamado Utown, en Norwild, un gran cuartel donde tomé el entrenamiento básico de seis semanas, donde aprendí muchísimo. Más tarde me destinaron a una zona en el sur de Gales. Algo que me olvidé de comentarles era que los voluntarios podíamos elegir la fuerza en la cual deseábamos incorporarnos y yo personalmente elegí el ejército por varios motivos, ya que en el “Andalucía Star” me había hecho amigo de unos soldados que estaban encargados de las piezas de artillería defensivas de la nave, además siempre me fascinó la artillería en general, específicamente lo que significa estar a varios kilómetros de distancia y poder hacer blanco en un punto geográfico que uno no puede ver físicamente. Es por eso que dentro del ejército elegí la artillería y en el sur de Gales se había formado un regimiento nuevo del arma, el número 195, y allí comenzó mi vida de verdadero soldado a finales del año 1942.

Este regimiento estaba conformado por cuadros nuevos, yo estuve bastante tiempo con ellos, hasta que convirtieron al regimiento en una unidad de artillería autopropulsada con chasis de Sherman de 105 mm para la invasión de Normandía. De esta manera, nos fueron preparando, con los cañones comunes y posteriormente con estos aparatos. Para realizar esta transformación debimos hacer un curso de mecánica, en el cual me anoté, en una unidad de los “Royal Electrician & Mecanical Enginners”. Ahí me especialicé en el manejo de este material.

Luego me convertí en instructor por siete meses en Gales, en una zona de grandes sierras, en donde practicábamos constantemente con estos equipos, y en la isla de Danoo, en las Highlands, donde existían terrenos pantanosos por donde probábamos a los tanques en su nivel de resistencia, operando en medios extremadamente húmedos y lluviosos. Todo a miras del desembarco en la costa norte de Francia. De esta región de Escocia nos fuimos al sur de Inglaterra, a un campamento situado en Norwich, preparados y esperando la orden de invasión.

DP BASG: ¿Como fueron los días previos al asalto sobre las playas de Normandía?

Hugh Mc Iver: Como le decía, del condado de Norfolk nos embarcamos en el puerto y de allí rumbo a Normandía. Nos subieron lanchas especiales de desembarco, todos en apresto y adentro de los tanques que ya estaban asegurados herméticamente para que no ingresara agua. Por suerte no era un día caluroso, porque sino ¡nos moríamos! Hacía mucha temperatura dentro de esas máquinas. Lo único que recuerdo es que adelante mío había otro tanque, esta nave se movía para todos lados y el movimiento en la zona de playa era muy intenso.

DP BASG: ¿Nos podría comentar anécdotas o cosas que Ud. considere que sean interesantes de los primeros momentos del desembarco?

Hugh Mc Iver: Desembarqué en una playa que se encontraba a la altura de un pueblo denominado Audrieu, unos 20 km tierra adentro entre Bayeaux y Caen, fue el primer objetivo que tomamos.

Llegamos a doscientos o trescientos metros de la playa y nos detuvimos para reorganizarnos. Casi toda la noche estuvimos esperando para volver a movilizarnos, recuerdo que sentía un hambre atroz, hacía cuarenta y ocho horas que no comía nada. Posteriormente llegó la orden de avanzar y de eso lo único que recuerdo son algunas pequeñas cosas. Por ejemplo, el sargento, que era el jefe del blindado en donde iba yo, se encontraba hablando con un compañero que estaba en otro tanque, camuflado, y le decía lo siguiente “…a tu derecha, más o menos, a cinco grados, hay un hermoso tanque Tigre…” que era el terror nuestro. Yo los escuchaba atentamente y de repente el sargento se dirige a mi y me dice “…¡MC, arrancá!…”, el otro tanque ya lo había rodeado y en eso me dice “…¡pará acá!…”, por el borde de una pared, de lo que quedaba de una casa, el Sherman se colocó a retaguardia del Tigre y de un certero disparo lo voló al demonio, en ese instante nos ordenaron que si salía algún tripulante del tanque alemán, lo ametralláramos inmediatamente…

A la mañana siguiente, cuando se empezó a ganar visibilidad, nos ordenaron que nos pusiéramos en posición y nos dirigimos a batir un puesto de observación alemán en la torre de la iglesia del pueblo en donde estábamos combatiendo. Nuestros jefes nos animaron y comenzamos el ataque. Nos dieron los datos de las distancias, para el apuntador del cañón, la cosa es que con el primer tiro nuestra artillería voló la posición enemiga. Teníamos excelentes artilleros en nuestro regimiento. Recuerdo que había un muchacho, natural de la ciudad de Leeds, que poseía un ojo infalible para hacer puntería sobre estos tipos de blancos. Al final, este pueblo, lo tomó nuestro regimiento.







DP BASG: ¿Pudo divisar e identificar contra que clase de tropas y material alemán se estaba enfrentando?

Hugh Mc Iver: Peleábamos contra una división Panzer SS, lo peor que había, o mejor dicho, lo mejor que nos podía poner por delante el enemigo.

DP BASG: Usted se metió, entonces, en un grave problema …

Hugh Mc Iver: Si, es verdad. Estos hombres eran muy peligrosos, grandes soldados y bien comandados por sus jefes, por ejemplo, el mariscal Rommel. Mire, con ese hombre, tengo una anécdota para contar que aconteció cuando yo ya no revistaba en el regimiento de artillería. Cuando hirieron a Rommel (un avión británico lo ametralló en su auto), yo me encontraba muy cerca del lugar, realizando tareas de reconocimiento. Yo ni sabía que ese oficial era Rommel, y de esa manera, pude observar de primera mano toda la acción del ataque al automóvil del mariscal. Lástima que no lo liquidaron ahí, pero igual era un gran soldado, recuerdo que yo tenía muchos contactos del VIII Ejército Británico que habían prestado servicio en el norte de África, y los soldados lo respetaban mucho, hasta el gobierno británico llegó a condecorarlo. Honestamente lo considero un hombre muy decente y de trato muy humano para con los prisioneros.

Con respecto al armamento que poseía el enemigo, básicamente contaba con tanques Tiger, piezas de artillería de 88mm, realmente infernales…

DP BASG: ¿En que división se hallaba incorporada su unidad?

Hugh Mc Iver: Mi regimiento se hallaba incorporado a la división nro. 49, denominada “Polar Bear División”.

DP BASG: ¿Luego de consolidar la cabeza de playa, sobre que lugares Ud. y su unidad estuvieron operando?

Hugh Mc Iver: Una vez que tomamos Audrieu, nos abocamos a la tarea de atacar y ocupar Le Havre, que es un lugar muy importante al este de donde habíamos desembarcado y ahí nos juntamos con los canadienses y se produjo una batalla muy sangrienta en la zona. Por ejemplo, el batallón de los Kensington fue eliminado totalmente. Otra cosa importante fue que en nuestra división poseíamos el primer batallón del “Black Watch”. Esta gente, obviamente, cuando entraban en combate, tocaban la gaita medio al estilo antiguo. Yo observé caer a once gaiteros en muy poco tiempo. Uno caía y el otro, casi inmediatamente, tomaba su puesto para caer nuevamente. Era conmovedor verlos pelear, todos de baja estatura y naturales de la región de Tyneside, gente muy especial…

Aparte, en Le Havre, me sucedió un altercado muy gracioso. Veníamos por una calle, yo manejaba el tanque y el resto de mis compañeros estaban dormidos, al doblar por una esquina nos encontramos de golpe con un rodado enemigo en donde se encontraba montada una ametralladora pesada y que al detectarnos nos apuntó inmediatamente. Fue tal mi susto que frené de golpe causando la natural alarma en todos mis compañeros pero los alemanes creo que estaban más asustados que nosotros porque solo atinaron a poner primera y escaparon raudamente hacia la esquina opuesta perdiéndose de vista. ¡Dios estuvo con nosotros!

Una vez conquistada esta ciudad recibimos órdenes de detenernos y nos mandaron de vuelta a Inglaterra. En Francia quedaron los tanques y no los vimos más. Esto sucedió al momento en que se producía una incipiente ruptura en el frente alemán en el norte de Francia. Nuestros tanques fueron los primeros que cruzaron el río Sena, en la ciudad de Rouen. Debimos cruzar un puente semidestruido, había como un metro de puente maltrecho hasta llegar al otro lado, y detrás nuestro pasaron todos los demás.

Después de estos sucesos nos trasportaron en Lancasters y nos llevaron hasta un aeropuerto en la región de East Anglia y allí supimos que no pertenecíamos más a la Royal Artillery sino que pasamos a ser refuerzos, es decir, que no sabíamos cual iba a ser nuestro futuro. A mi me tocó revistar en otra unidad denominada: “First Batallion Duke of Corwalles Light Infantry”, y ahí llegamos todos rejuntados. Era una unidad conformada, en el nivel de tropa, por presidiarios, gente muy particular… ¡estos tipos te cortaban el gañote por diez centavos! Pero como nosotros ya éramos veteranos y la habíamos pasado bastante difícil, no nos importaba quien se pusiera adelante. Luego nos metieron arriba de un barco y nos dijeron: “… Uds. van a Japón…” En ese preciso instante se me fueron las ganas de ser soldado.

Llegué a Port Said, en el canal de Suez, nos hicieron bajar y nos llevaron a un “Transit Camp” y allí nos comenzaron a entrenar como infantes. Debíamos caminar millas y millas por día, por suerte tenía piernas muy fuertes y no tuve grandes dificultades pero igual llegaba muerto. En esos momentos, que estábamos entrenando, se tiraron las bombas atómicas sobre Japón y a los pocos días nos ordenaron tomar nuestras cosas, recuerdo que yo estaba encargado del jeep del comandante del batallón, cruzamos el canal, y llegamos a un lugar que se llama Ismailia y de ahí hasta Haifa. Allí estuve viviendo y recorriendo catorce meses el medio oriente.

Recuerdo que llegaban miles de judíos de toda Europa y nos mandaban a tratar de pararlos, pero era tanta la cantidad que nos resultaba imposible hacerlo, y además nosotros no teníamos muchas ganas de meternos con los civiles…







DP BASG: Es decir que estuvo en el inicio del enfrentamiento árabe – israelí…

Hugh Mc Iver: Exacto, estuve en las alturas del Golan, en el Sinaí. Estos parajes los conozco como el barrio donde vivo, o mejor tal vez. Igualmente guardo un recuerdo amargo de esa zona porque allí mataron a mi mejor amigo. Recuerdo que tanto los árabes como los israelíes nos tiraban de todos lados.

DP BASG: Luego de finalizada la guerra: ¿Cual fue su destino personal?

Hugh Mc Iver: Mire, le voy a contar una anécdota en referencia con lo que usted me ha preguntado. Estaba prohibido, mientras se estuviera bajo bandera, escribir a los diarios sobre nuestra situación, pero como yo era un escocés extremadamente cabeza dura le escribía a todos los periódicos ingleses que yo había venido de la Argentina para pelear la guerra en Europa y como ya había finalizado, me quería volver para mi casa. Al final publicaron una de las cartas y cuando el ejército se enteró no tardó ni dos minutos en darme prisión. Encima me habían degradado varias veces por insubordinado y rebelde, hasta que por fin me llegó la orden de regresar a Inglaterra. Me largaron solo, pero me las arreglé bien por suerte.

Partí de Haifa en tren para Ismailia, de allí crucé a Port Said. Tomé un barco en ese lugar, pasé por Italia, Francia y de allí a Londres. Una vez en la capital británica, me presenté a las oficinas en donde debía reportarme y me ordenaron trasladarme a un lugar denominado “Truman Barraks” en Portsmounth. Llegó allí, me presento en la guardia y me detienen bajo el cargo de desertor. Es decir, que terminé en el ejército británico tal como empecé… el caso es que una vez que recibí la orden en Londres de presentarme en Portsmounth, en vez de ir allí directamente anduve recorriendo algunos lugares. Uno era joven, le gustaba andar, quería ir a visitar amigos y después de tanta guerra decidí tomarme un respiro.

Luego de varias peripecias por fin me largaron. Me iba a tomar el famoso buque “Tamaroa” que retornaba a los voluntarios argentinos de la guerra y que estuvo quince días varado en el puerto porque no los dejaban bajar. Yo en cambio me vine en el “Alcántara” y allí se terminó mi historia en la II Guerra Mundial, o mejor dicho, ahí comenzaría una nueva historia…

Posteriormente recibí una carta del War Office ordenándome que me presentara en el consulado británico porque debía embarcarme a Gran Bretaña para enrolarme nuevamente porque todavía formaba parte del Ejército Británico. Todavía me están esperando…

Mucho tiempo después se dieron cuenta que les sobraban unas medallas y me mandaron una carta, firmada por el Embajador Británico en la Argentina, en donde el Rey Jorge VI me agradecía por los servicios prestados…







DP BASG: Encima lo estaba esperando el gobierno argentino por desertor…

Hugh Mc Iver: Con respecto a eso le puedo comentar que di con un oficial muy gentil y amable que me aconsejó que desapareciera por un par de meses, que en cualquier momento saldría un decreto estipulando que quienes estuvieron en la guerra serían exceptuados de cumplir el servicio militar.

DP BASG: ¿No lo tentaron para entrar en el ejército argentino?

Hugh Mc Iver: Por esas épocas recibí muchas ofertas para dedicarme a la carrera militar, hasta mantuve conversaciones con gente cercana al movimiento revolucionario cubano, en la década del ‘50, para intervenir en la revolución e ir de mercenario a Sierra Maestra. Ya no me interesaba la aventura militar, senté cabeza y me dediqué a las actividades agropecuarias, fui encargado de campos, entre otras tareas.



DP BASG: ¿Qué reflexión final le surge de todo lo vivido en aquella Europa teñida de sangre?

Hugh Mc Iver: Hay muchas cosas que podría decir pero aún así voy a expresar una sola. El único país que no reconoció los servicios de los soldados que lucharon por ella fue Gran Bretaña. A los oficiales les dieron una jubilación, pero a los suboficiales y a la tropa el reconocimiento fue nulo. Se realizaron una serie de reclamos que llegaron hasta el Parlamento, quien trató el tema fue el mismísimo hijo de Churchill y la conclusión final fue que como eran tantos, no se podía pagar a nadie. De todo lo vivido les puedo confesar que en la guerra aprendí muchísimo, y especialmente lo que valen los hombres, lo cual me sirvió de mucho hasta el día de hoy. Aprendí a conocer al ser humano realmente como es y a ese tipo de conocimiento se llega en momentos cruciales y difíciles, es cuando se ve de que clase de metal está hecho un ser humano.

DP BASG: ¿Y del enemigo que imagen tiene?

Hugh Mc Iver: Lo que les puedo expresar es que con el enemigo no hay rencores. Al cabo de estos años y al haber conocido a ex combatientes alemanes me he dado cuenta que todos estábamos en la misma bolsa y lo único que importaba era sobrevivir.



:: Links de interés

http://www.irdp.co.uk/JohnCrook/normandy.htm

http://www.normandie44lamemoire.com/ver ... euus2.html
malvinas x siempre argentinas

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