El juicio de la "Masacre de Malmédy"

Crímenes contra los prisioneros de guerra y la población civil

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El juicio de la "Masacre de Malmédy"

Mensaje por José Luis » Jue Nov 16, 2006 2:40 pm

¡Hola a todos!

El juicio de la “Masacre de Malmédy”, conocido oficialmente como Caso 6-24, Estados Unidos versus Valentin Bersin et al (el Unterscharführer Bersin era el primer nombre en el orden alfabético de la lista de los acusados), tuvo lugar en Dachau entre los días 12 de mayo de 1946, fecha en que comenzó el proceso, y 16 de julio de 1946, fecha en que se leyeron los veredictos. En Dachau se celebraron, simultáneamente a los “Juicios de Nuremberg”, los “Juicios de Dachau”, conducidos por militares estadounidenses contra los administradores y guardias de los campos de concentración alemanes. Por ello, los juicios contra criminales de guerra alemanes, como el de Malmédy, que se celebraron en Dachau también se engloban a menudo dentro de los “Juicios de Dachau”.

Como sabéis, en ese juicio se acusaron a varios miembros de las Waffen SS (73 miembros, para ser exactos) del asesinato de varios prisioneros de guerra estadounidenses (80, para ser exactos) en la encrucijada de Baugnez el 17 de diciembre de 1944 durante la contraofensiva alemana de las Ardenas. Esos hechos se conocieron como la “Masacre de Malmédy”.

Bien, no pretendo describir aquí los sucesos que se dice ocurrieron durante ese día, pues hay mucha y extensa información en la Red para quien quiera consultarla. Eso sí, quien lo haga debe saber discernir entre los hechos documentados y la especulación, exageración o información inventada. Creo que nunca se sabrá qué sucedió realmente en aquel fatídico día de diciembre de 1944, pero independientemente de que allí se asesinaron efectivamente a varios prisioneros de guerra estadounidenses, la investigación y el proceso judicial que siguieron tras la guerra para esclarecer y castigar a los autores de esos crímenes no contribuyeron precisamente a fortalecer la honorabilidad de la justicia militar americana, sino todo lo contrario: sirvieron para provocar finalmente un gran debate a ambos lados del Atlántico, tanto en la arena pública como en la política, y dejaron en entredicho las investigaciones y procedimientos judiciales del U.S. Army.

Muy someramente, puede asegurarse que los interrogatorios pre-judiciales seguidos por la administración militar estadounidense contra los acusados alemanes estuvieron acompañados de prácticas muy propias de los regímenes totalitarios, pero totalmente inaceptables para un régimen democrático como el estadounidense. El maltrato a los prisioneros, el aislamiento inhumano, la desnutrición conscientemente provocada, los juicios falsos y una larga serie de prácticas contrarias a la ley para poder obtener declaraciones y confesiones de los acusados no pudieron finalmente ser encubiertas por quienes las habían fomentado o permitido previamente. El mismo juicio hubo de reconocerse como impropio, y al final –con ambiciones políticas personales y juego diplomático internacional de por medio- todas las sentencias de muerte hubieron de ser conmutadas a penas de prisión de por vida, y, finalmente, ninguno de los acusados llegó a cumplir completamente su sentencia. La composición del tribunal militar, los comités y subcomités que se crearon para revisar todo el proceso forman parte de esta historia confusa y laberíntica.

He leído varios libros sobre los juicios de Dachau, pero ninguno de ellos presenta un estudio tan riguroso, agudo e inteligente como el de Frank M. Buscher, The U.S. War Crimes Trial Program in Germany, 1946-1955 (Greenwood Press, 1989), donde realmente se ponen de relieve en su justa medida todas las miserias y virtudes del mundo del poder durante esa etapa de la historia.

Bien, el hilo queda abierto para el que desee participar en él.

Saludos cordiales
José Luis
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Erich Hartmann
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Mensaje por Erich Hartmann » Dom Nov 26, 2006 4:24 pm

Bueno, pues ya que José Luis ha dejado el hilo abierto, vamos a aportar algo.

En el libro La batalla de las Ardenas, de Michel Herubel, hay varios apéndices, uno de los cuales está dedicado al proceso de Malmédy. Lo transcribo a continuación:

El proceso de Malmédy

El «proceso de Malmédy», cuyas condenas a muerte no fueron seguidas de ninguna ejecución, provocó una violenta polémica en la que chocaron de nuevo acusación y defensa. Más de treinta años después de este controvertido juicio, ¿es posible descubrir la verdad?

El historiador Philippe Aziz, innegable especialista en crímenes nazis, ha publicado en el número 306 de la revista Historama un artículo especialmente documentado sobre el tema que reproducimos íntegramente.

En la brumosa tarde del 16 de diciembre de 1944, en el cruce de Baugnez, en la carretera que va de Malmédy a Saint-Vith en las Ardenas, una columna estadounidense es detenida en Géromont por un nutrido fuego de armas automáticas procedente de los bosques cercanos.

Sorprendidos por este repentino ataque, los soldados estadounidenses se lanzan a las cunetas que bordean la carretera. Es entonces cuando dos tanques alemanes surgen de la espesura apuntando con sus cañones a los fugitivos. Poco después, una columna estadounidense, formada por conductores de ambulancias, médicos, enfermeros y miembros del Cuerpo de Ingenieros, es capturada por los tripulantes de los dos tanques de las SS. Los 150 prisioneros norteamericanos reciben la orden de ponerse en marcha con las manos sobre la cabeza.

En ese preciso instante —son exactamente las 16.10 horas— un coche alemán procedente de Saint-Vith llega hasta el grupo de prisioneros. Un oficial de las SS, en pie en su vehículo, desenfunda y dispara a bocajarro sobre un mayor médico estadounidense que se encontraba en primera fila. Dirigiendo luego su arma contra otro prisionero, también lo abate. Es la señal de inicio de la carnicería: las ametralladoras de los dos tanques barren las filas de prisioneros y, cuando ya no queda ninguno en pie, siguen disparando sobre la pradera, sobre los montones de cuerpos ensangrentados que los SS siguen acribillando.

Afortunadamente, algunos prisioneros supervivientes permanecen echados entre los muertos. Tras la partida de los dos tanques, estos supervivientes —poco más de una quincena—, evitando la vigilancia de los SS que han permanecido en el lugar, huyen en dirección a Malmédy. Perseguidos por las ráfagas de ametralladora, doce se dirigen a una casa mientras que otros tres, continuando su huida, consiguen encontrar refugio en el bosque, escondiéndose hasta la caída de la noche para luego dirigirse hacia las líneas norteamericanas.

En cuanto a los doce soldados refugiados en la casa, pronto son alcanzados por un destacamento de las SS que quema el edificio, obligando así a los fugitivos a abandonar su refugio. A medida que los norteamericanos salen, los SS los abaten uno tras otro. Esta vez no habrá ningún superviviente.

Ésta es la versión sobre lo sucedido, proporcionada algunos meses después de la tragedia por J. Cunningham, corresponsal de guerra de Yank, el periódico del ejército estadounidense.

Al final de su artículo, el periodista nombra a los culpables: el Obersturmbannführer («teniente coronel») de las SS Joachim Peiper y sus SS del Ier Regimiento de la División Panzer de las SS Leibstandarte Adolf Hitler.

Estas revelaciones, repletas de detalles especialmente horribles, no dejan de provocar una intensa emoción entre la opinión pública norteamericana. Algunos periódicos, como el New York Times, envían a Malmédy investigadores para aclarar la masacre. Desde ese momento, Peiper se convierte en el enemigo público nº 1, el criminal de guerra por excelencia, al que hay que detener y juzgar cueste lo que cueste. La Comisión de Crímenes de Guerra —War Crimes Comission— envía al mejor equipo de los servicios secretos norteamericanos tras los pasos de Peiper. El 16 de mayo de 1945, éste es detenido en Austria.

Animados por esta captura, los policías militares norteamericanos multiplican las investigaciones y acaban atrapando a la mayoría de los SS que han participado en la masacre de Malmédy. Son conducidos a la prisión de Schwäbisch. Una comisión especial estadounidense, creada por orden del Congreso y presidida por el teniente coronel Ellis, se encarga de instruir el caso. Los SS son desde ese momento sometidos a interminables interrogatorios que se alargan durante nueve meses. La consigna del Congreso es imperativa: hay que obtener de los SS, cueste lo que cueste, detalles precisos sobre la masacre de Malmédy.

Frente a estos criminales nazis que, despreciando la Convención de Ginebra, han cometido la horrible masacre de Malmédy, los estadounidenses, en lugar de mantener una actitud digna y conforme a la justicia, adoptan los peores métodos de la Gestapo.

Alojados en el edificio central de la prisión, los prisioneros de las SS sufren un régimen carcelario draconiano. Alojados en celdas individuales, aislados de sus cantaradas, sólo salen para ir a las salas de interrogatorios en grupos de 5 ó 10 hombres, con la cabeza cubierta con una capucha negra.

Una de las salas preparadas para los interrogatorios ha sido objeto de una extraña puesta en escena: una larga mesa negra se extiende a lo largo del muro que se encuentra frente a la puerta, teniendo como únicos ornamentos un crucifijo y una Biblia abierta. Dos proyectores hábilmente dispuestos y algunas velas dan a este decorado una siniestra iluminación.

Se trata, para los investigadores, de impresionar a los jóvenes detenidos simulando procesos militares.

Dos miembros de la Comisión, vestidos con uniformes de oficiales, conforman este extraño tribunal y un tercero se presenta como defensor de los acusados. Un joven suboficial, el cabo Heinz Friedrichs, relata su comparecencia ante el «tribunal»:

Entonces intentaron obtener alguna cosa de mí recurriendo a la gentileza. El teniente Perl se hizo pasar por mi defensor y me dijo que sólo quería mi bien, que sólo debía escribir lo que el otro señor me iba a dictar ya que si persistía en mi silencio se negaría a defenderme. Como yo continuaba negando que hubiese matado a ningún prisionero, dijo al señor Thon: «Señor fiscal general, no quiero asumir la defensa de este testarudo nazi».

Entonces el señor Thon quiso retirarse, pero el teniente Perl lo retuvo diciendo: «Sólo un minuto, señor fiscal general, ¡a pesar de todo, quizá Friedrichs quiera confesar!».

Pero yo no me dejé convencer y no escribí nada. Entonces me golpearon a traición en el estómago y en la cara. El teniente Perl me cogió por la garganta y me lanzó contra el muro.


Hasta el 3 de diciembre el coronel Peiper no fue transferido a la prisión de Schwäbisch.

Señalado como «el enemigo público nº 1», ya había sufrido desde agosto de 1945 varios interrogatorios, primero en el campo de Freising y luego en el de Suffenhausen, destinado a los alemanes sospechosos de crímenes de guerra.

Desde los primeros días, sus interlocutores norteamericanos pusieron las cartas boca arriba: Peiper está considerado por la prensa estadounidense como el asesino de Malmédy y debe admitir que los prisioneros norteamericanos fueron fusilados por orden suya.

El capitán Fenton, en Freising, y el teniente Perl, en Suffenhausen, no le concedieron un instante de descanso.

Mediante interrogatorios implacables de más de ocho horas seguidas pretenden eliminar su capacidad de reflexión.

Ante la resistencia de Peiper, se le hace comprender que con su silencio se arriesga a empeorar la situación de sus hombres, detenidos en Schwäbisch.

En cuanto a las condiciones de detención que debe soportar, están lejos de respetar la Convención de Ginebra: encerrado tanto en una celda a una temperatura de 80°, como en un sótano oscuro, sin comida ni agua.

La resistencia del Obersturmbannführer comienza a ceder.

Tras una detención preventiva de nueve meses, se notifica a los 74 inculpados una única acta de acusación: todos, sin distinción de graduación, están acusados de los mismos crímenes.

El ministerio público estadounidense está satisfecho del trabajo realizado en Schwäbisch y las primeras audiencias del proceso quedan fijadas para el 16 de mayo de 1946, en el campo de Dachau, frente al Tribunal del Gobierno Militar General.

El general de división Dalbey preside el tribunal. En cuanto al ministerio público, está formado por los miembros de la comisión de investigación, y el teniente coronel Ellis, en tanto que acusador principal, asume la pesada tarea de sostener una acusación que se va a desmoronar en el transcurso de las audiencias.

En efecto, desde el primer día del proceso, la comparecencia de la mayoría de los inculpados se revela dramática para el ministerio público: 51 de los que han firmado confesiones declaran al tribunal que sus declaraciones durante el proceso de instrucción han sido obtenidas mediante el chantaje y la tortura.

La acusación comprende que debe jugar fuerte: esa misma noche, Ellis decide acudir en persona a ver a dos de los inculpados, en la celda III, barracón 202, e intenta persuadirlos para que confiesen al día siguiente en la línea de sus primeras declaraciones. Obtiene de ellos dos promesas firmes. Pero nada sucede según lo previsto. En efecto, durante la segunda audiencia, la comparecencia de los dos prisioneros es aún más incómoda: no sólo mantienen sus acusaciones, sino que dan los nombres de los verdugos que los han maltratado, entre los que se encuentra el teniente Perl.

Llamado al estrado, este último es obligado a explicarse. He aquí el acta de su declaración que aparece en la obra Landsberg, Hender des Rechts? («Landsberg, ¿verdugo legal?») de K. W. Hammerstein:

Preguntado por los jueces, Peri declara bajo juramento que no se ha infligido ningún maltrato por parte de los magistrados instructores en Schwäbisch: como máximo, algunos guardias polacos habían conseguido alguna confesión entre los detenidos más recalcitrantes, utilizando «tratamientos» apropiados.

Los abogados de la defensa, entre los que se encuentra el teniente coronel Willis M. Everett —abogado en Atlanta (Georgia)— y el teniente coronel Dwinell, intentan echar por tierra una acusación ya insegura. Reclaman primero la presencia del teniente coronel McCrown, que declara que como prisionero de las SS en La Gleize, en la región de Malmédy, fue tratado de forma irreprochable y que no se podía acusar de ningún crimen de guerra al coronel Peiper y a sus hombres.

Inmediatamente, obtienen del tribunal una breve interrupción del proceso para llevar a cabo una investigación complementaria en la región donde se produjeron los hechos. Es así como el teniente coronel Everett consigue acabar con algunas confesiones de jóvenes soldados alemanes que habían «reconocido» la ejecución de tres grupos de entre 20 y 30 prisioneros estadounidenses contra el muro del cementerio de La Gleize. En efecto, el oficial enviado al lugar de los hechos, informa que no existe ningún muro interior en el cementerio de La Gleize, y el cura del pueblo declara bajo juramento que nunca se produjeron esos fusilamientos.

Sin embargo, haciendo oídos sordos a las pruebas contrarias presentadas por la defensa, el fiscal se limita en su petición a retomar in extenso el acta de acusación.

El tribunal, tras tres horas de deliberaciones, admite la fuerza probatoria de las confesiones de Schwäbisch y declara culpables de crímenes de guerra a los 74 acusados.

Uno a uno, siguiendo orden de matrícula, se levantan para escuchar la pena impuesta. 43 de ellos, entre los que se encuentra el coronel Peiper, son condenados a morir en la horca; 23 son condenados a cadena perpetua, 2 a veinte años de reclusión; 1 a quince años; los últimos 10 son condenados a diez años de reclusión.

Cuando el tribunal de Dachau hace público su veredicto el 16 de julio de 1946, el asunto de Malmédy está lejos de cerrarse.

Indignado por los métodos adoptados por sus compatriotas a lo largo de la instrucción y del proceso, el teniente coronel Everett denuncia de forma incansable las «irregularidades» del procedimiento y plantea ante el Congreso de Estados Unidos un recurso de revisión.

«Los magistrados de la acusación —declara a la prensa—, han practicado el fraude y el engaño... Son indignos de ser llamados ciudadanos estadounidenses

Washington se conmociona y se constituye una comisión de encuesta del Senado para aclarar el caso. El senador Raymond E. Baldwin es el presidente.

Un alto magistrado, el juez Edward van Roden, designado por la comisión senatorial elabora, a raíz de estas investigaciones, un concluyente informe cuya publicación, contentada por la prensa, ofrece una nueva perspectiva sobre el asunto.

El proceso de Malmédy se convierte entonces en un proceso al ejército de Estados Unidos: ante la comisión comparecen, en efecto, los miembros del ministerio riscal militar que habían asegurado la instrucción del proceso de Dachau. El coronel Ellis, que ocupa en ese momento un puesto importante en los servicios jurídicos del Pentágono, es duramente atacado por el célebre senador McCarthy.

Su carrera, como la de muchos otros mandos militares, se vio seriamente comprometida.

Por otra parte, todas las penas capitales dictadas por el tribunal de Dachau son conmutadas por penas de reclusión a perpetuidad. Ningún condenado será ejecutado. En cuanto a Joachim Peiper permaneció encarcelado en la prisión de Schwäbisch hasta el 22 de diciembre de 1956.



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Mensaje por José Luis » Dom Nov 26, 2006 8:36 pm

Erich Hartmann escribió: Un alto magistrado, el juez Edward van Roden, designado por la comisión senatorial elabora, a raíz de estas investigaciones, un concluyente informe cuya publicación, contentada por la prensa, ofrece una nueva perspectiva sobre el asunto.
El juez Edward LeRoy Van Roden fue enviado a Alemania en julio de 1948, junto con el juez Gordon Simpson y el teniente coronel Charles W. Lawrence, a investigar las acusaciones realizadas por el abogado Everett, asesor de la defensa de los acusados de las masacres de Malmedy, ante el Tribunal Supremo de los Estados Unidos.

A su regreso a Estados Unidos dio a la prensa (The Progressive, febrero 1949, p. 21) un informe titulado "American Atrocities in Germany", cuyas revelaciones causaron el revuelo que os podéis imaginar. Este informe lo podeís leer (en inglés) en:

http://www.codoh.com/atro/atrusa4.html

Es demasiado largo para que lo traduzca, pero ahí va su primera parte:

[Atrocidades americanas en Alemania
Por el Juez Edward L. Van Roden

Los investigadores americanos en el tribunal estadounidense de Dachau usaron los siguientes métodos para obtener confesiones: golpes y patadas brutales. Dientes partidos y roturas de mandíbula. Juicios simulados. Confinamiento solitario. Hacerse pasar por sacerdotes. Raciones muy limitadas. Privación espiritual. Promesas de absolución.

Las quejas relativas a esos métodos de tercer grado fueron recibidas por el Secretario del Ejército, Kenneth Royal la pasada primavera. Royal nombró al juez Gordon Simpson del Tribunal Supremo de Texas y a mí para ir a Alemania e investigar esos informes.

Acompañados por el teniente coronel Charles Lawrence, Jr., fuimos a Munich, Alemania, a escuchar los testimonios sobre la manera en que fueron cometidas las atrocidades americanas.

Pero primero un poco de antecedentes. La pasada primavera el Tribunal Supremo rechazó la petición de habeas corpus del coronel Willis N. Everett Jr., abogado americano, que había servido como asesor de la defensa de los 74 alemanes acusados en el famoso caso de Malmedy. Everett es un abogado muy competente y un serio y sincero caballero. No es un fanático.

En su petición, Everett acusó que los alemanes no habían recibido un juicio limpio. Everett no afirmó que todos los acusados alemanes fueran inocentes, pero como no habían tenido un juicio limpio, no hubo manera de separar la inocencia de la culpabilidad.

La tragedia es que tantos de nosotros americanos, habiendo combatido y ganado la guerra con tanto sudor y sangre, decimos ahora: “Todos los alemanes deberían ser castigados”. Nosotros ganamos la guerra, pero algunos de los nuestros desean continuar matando. Esto me parece perverso.

Si las espeluznantes acusaciones de Everett son verdaderas, serían una mancha en la conciencia americana para la eternidad. El hecho de que haya habido atrocidades de los alemanes durante la guerra contra los americanos, o de los americanos contra los alemanes, no atenuaría en lo mínimo nuestra desgracia si semejantes atrocidades fueran a continuar incontestadas en tiempo de paz.

Nuestra misión específica no era sólo examinar las acusaciones del coronel Everett, sino también examinar los casos de las 139 sentencias de muerte, que en ese momento permanecían sin ejecutar: 152 alemanes ya habían sido ejecutados.

Los 139 alemanes condenados que todavía estaban vivos se dividían en tres grupos. Fueron acusados de estar involucrados en los crímenes de los campos de concentración de Dachau, en el asesinato de aviadores americanos, o en las masacres de Malmedy. Déjenme decir que yo creo que los crímenes por los cuales esos alemanes fueron juzgados ocurrieron realmente, y que algunos alemanes eran culpables de ellos.

Pero no deberíamos dejar que el odio indiscriminado de todos los alemanes que fue generado durante y después de la guerra, nos ciegue a la necesidad de castigar solamente a los alemanes culpables.

Después de esta investigación, y tras hablar con todas las partes, yo no creo que el pueblo alemán conociera lo que el Gobierno alemán estaba haciendo. Estoy convencido de que la población alemana no tenía idea de los crímenes diabólicos que el archi-demoníaco, Himmler, estaba cometiendo en los campos de concentración. Por las atrocidades que escuchamos, debe haber sido el mayor príncipe de los diablos.

Pero en cuanto a los alemanes en general, combatieron en la guerra como ciudadanos leales con una patria que apoyar, y una patria que defender.

Algunos aviadores americanos, abatidos durante los bombardeos sobre Alemania, fueron asesinados por civiles alemanes.

Esos alemanes sentían que los aviadores americanos eran los asesinos de sus mujeres indefensas, madres, y niños que estaban en las ciudades bombardeadas, igual que los ingleses sentían que los aviadores alemanes eran sus asesinos. Así es la guerra.

Yo sentí profundamente lo de esos aviadores. Yo tenía dos hijos en la Fuerza Aérea. Jimmy realizó 35 misiones sobre Alemania y regresó a salvo, ¡gracias a Dios! Dick hizo 32 misiones y fue finalmente derribado en Italia. Pasó 12 meses en un campo alemán de prisioneros de guerra y fue caballerosamente tratado. Ahora está en un hospital en Arizona recuperándose del TB que contrajo en el campo.

Las masacres de Malmedy, en las cuales un grupo de prisioneros de guerra americanos fue acribillado después de ser capturados durante la Batalla del Bulge, sucedieron realmente. ¿Pero no podemos distinguir entre la afirmación de que esas atrocidades sucedieron y la afirmación de que fueron cometidas por esos 74 alemanes que habían estado en o cerca de Malmedy en esos momentos?

Porque algunos individuos alemanes sádicos y perversos lo hicieron, ¿estamos haciendo lo correcto al decir que cualquiera y todos los alemanes que tenemos en nuestras manos son culpables y deberían ser destruidos? Yo personalmente no creo eso. Esa no es la manera de pensar que yo aprendí en la iglesia, o que usted aprendió en su iglesia…….]

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Mensaje por Erich Hartmann » Dom Nov 26, 2006 11:13 pm

Una imagen del juicio, en la que se parecian los principales encausados:

Primera fila, de izquierda a derecha: Josef Dietrich, Fritz Krämer, Hermann Priess, Joachim Peiper. Segunda fila: Manfred Coblenz, Arndt Fischer, Hans Gruhle, Hans Hennecke y Venoni Junker. Tercera fila: Gustav Knittel (31), Werner Kühn (34), y Erich Münkemer (39)

Fuente: Ardennes 1944: Peiper and Skorzeny, de Jean-Paul Pallud, editorial Osprey, Elite series.

otra foto
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"General Sepp Dietrich is No. 11; he was sentenced to death by hanging. Next to him is Prisoner No. 33, General Fritz Krämer, who was sentenced to 10 years in prison. Prisoner No. 45 is General Hermann Priess who was sentenced to life in prison, but his sentence was commuted to 20 years. No. 42 is Lt. Col. Jochen Peiper who was sentenced to death by hanging"
http://www.scrapbookpages.com/DachauScr ... re02A.html

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Re: El juicio de la "Masacre de Malmédy"

Mensaje por partisano » Vie Oct 17, 2008 2:50 pm

Hola a todxs:
Sobre el artículo de van Roden aqui citado ,he encontrado lo siguiente:

http://antirrevisionismo.wordpress.com/ ... n/#more-50
Saludos.
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El hombre nace libre,responsable y sin excusas. Jean Paul Sartre

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El juicio de la "Masacre de Malmédy"

Mensaje por BlackLab » Mié Ago 12, 2009 8:43 pm

A el general Dietrich se le acuso de lo siguente: "Ordenar la ejecucion de los prisioneros norteamericanos en Malmedy", la defensa de Peiper alego: "que su defendido no cometio ningun crimen de guerra y si ocurrio algo catalogado como tal fue por ordenes superiores", esto deja mucho en el aire y ciertamente alguien masacro a los mas de 80 norteamericanos en Baugnez, el crimen ocurrio y el Kampfgruppe Peiper estuvo ahi, Peiper estuvo en Boves Italia y en Stavelot Belgica donde ocurrieron otras masacres, 3 lugares distintos, establecer un patron de conducta pareceria posible aunque no hay nada determinante.
Peiper caminando frente a letrero de direccion a Malmedy
Imagen


http://www.keesbunk.nl/overig/pws/4.html
http://expatyank.wordpress.com/2009/05/ ... t-save-us/
http://www.qmfound.com/malmedy.htm
ImagenImagen ImagenImagenImagen





"De acuerdo a toda la informacion de inteligencia reunida, los alemanes no podrian atacarnos en estos momentos, no seria logico......entonces, significa que lo haran, preparemonos"
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"Los seis de Landsberg"

Mensaje por Blue_Max » Mié Mar 24, 2010 1:57 pm

Hola a todos!

"Ratoneando" por la hemeroteca descubrí un, al menos, interesante artículo publicado el día 12 de enero de 1.951 en el diario español ABC, por el periodista Victor de la Serna. Tal artículo no es otra cosa que una entrevista realizada a su "amigo y camarada" Otto Skorzeny en la que éste hace pública su opinión en relación con la condena a muerte de 18 oficiales, prisioneros en Landsberg, y en particular, una velada amenaza (si cabe) sobre las consecuencias que pudieran derivarse de la ejecución de la condena de J. Peiper.

Lo que sigue es un extracto de dicho artículo:

(fuente.- http://hemeroteca.abcdesevilla.es/nav/N ... 2/003.html)

"En mi último encuentro, muy reciente con el antiguo amigo que rescató a Mussolini y desarmó en doce horas al Ejército Húngaro, Otto Skorzeny estaba muy agitado. Jamás le he visto así. Probablemente así se le ha visto en muy pocas veces, porque en sus legendarias aventuras el glorioso soldado siempre ha sonreído con un aire muy deportivo y siempre ha tenido un gesto escolar muy vienés. Pero esta vez la cólera se le cristalizaba en los nobles ojos y los velaba con un frío terrible, qu daba miedo, como si avanzaran detrás de ellos legiones de solados vengadores viniendo desde los robledales antiguos. De una tirada me dijo lo que quisiera repetir con filedidad, porque lo juzgo como un mensaje histórico dirigido a un mundo todavía vacilante y en un momento estelar para la humanidad. El mensaje es breve y transmitido por mí perderá grandeza: le faltan el gesto y la expresividad y es así:

- ¡Mira este número de "Das Gewisen (La Conciencia)! Dice que 18 bravos oficiales el Ejército alemán están condenados a muerte en la prisión de Landsberg. Seis de ellos van a ser ejecutados ¿cuándo?. Dice aquí que ahora mismo, en enero. Entre ellos está mi camarada de armas, el Coronel de la Waffen-SS, Peiper, caballero de la Cruz de Hierro, con espadas y hojas de roble. Un bravo. Fue condenado en el "proceso de Malmédy" que ha pasado a la historia de la justicia como un bochorno más. El hizo la campaña de las Ardenas a mi lado, y yo doy mi palabra de honor de que es un caballero. Mandaba la brigada más brillante de la ofensiva y se portó como un señor. la princesa de Isenburg parece que hace gestiones cerca de Mac Cloy (1) para el indulto. Y yo te aseguro y te ruego que lo digas en mi nombre y en nombre de todos los oficiales alemanes que hoy trabajamos para la futura victoria de los aliados occidentales (2), que si el coronel Peiper es ejecutado, no moveremos nunca más un dedo ni abriremos nuestros labios y nos entregaremos a la desesperación negativista. Para nosotros, si Peiper muere, todo se acabó. Esa será la señal para nuestra dispersión, para nuestro licenciamiento de las filas de Europa.

La condena de Peiper y de sus camaradas es ilegal. Primero porque el Tribunal de Malmédy era incompetente y recusable; segundo porque han pasado tres años y no se puede tener a dieciocho prisioneros de guerra tres años en capilla. Y finalmente porque la República Federal no reconoce la existencia de la pena de muerte. Pero, sobre todo: esto denotará la imposibilidad de establecer ningún diálogo histórico con el pueblo que pretende dirigir al mundo. Nosotros estamos de buena fe, hasta con relativo entusiasmo a su lado y dispuestos a ayudarles. Y lo repito: si Peiper muere, los americanos pueden estar seguros de que no colaboraremos ni un instante más, Todo se acabó para nosotros.

Un enorme silencio, como un silencio sideral, cae detrás de estas palabras tremendas: "Todo acabó para nosotros". Es imposible decir lo que esto tiene de irremediable cierre. Un enorme ciclo dentro del cual nace cuanto de hermoso ha hecho el hombre a partir de las penumbras rupestres periclita y se apaga. Detrás de él se abrirá una nueva gran noche en la que sólo nacerán ideas sombrías. No es una frase cualquiera de un drama romántico representado por un gigante rubio. Si un día Otto Skorzeny y sus camaradas (Guderian, Manteufel) pronuncian el : "Todo se acabó", hay algo que acaba efectivamente: acaba una idea del destino de Europa, bajo la que el viejo Continente escribió páginas que empezaron en un observatorio a las orillas del Vístula, donde Copérnico sentía en su corazón el ruido de la Tierra girando alrededor del sol, siguieron en Cracovia, donde se presentía la ruta de Poniente, camino de las tierras vírgenes y acabaron en la soledad de un laboratorio en que un sabio modesto descubría la "germanina" contra la terrible soñera del trópico. Podrá discutirse esta idea de Europa; podrá encontrarse que una idea más estética, menos patética, es más agradable y más cómoda. Pero si Skorzeny y sus afines pronuncian el "consumatum", es cierto de toda certidumbre que se producen bajas irreparables en la escuadra de los espíritus encargados de la guarda de Occidente. Un Occidente que no del Oder a Lisboa, sino del Oder a Manila, vía Atlántico.

Mas hay algo que a este Occidente le tiende la mano: Dios que detendrá la de quien tenga que firmar la Sentencia contra Peiper y sus camaradas.


Que cada cual lo interprete a su gusto, el juego está abierto :-D

____________________________________________
(1) John. J. McCloy, era en aquéllas fechas el Alto Comisario de los Estados Unidos en Alemania.
(2) La amenaza, de muy escasa entidad a mi entender, no deja lugar a duda. El Telón de Acero ha caido como una desgracia sobre Europa, y "ellos" aún se consideran los únicos capaces de salvar a occidente de la garra soviética, mediante su ayuda a los aliados en una, para ellos, nueva camaradería.
"Si vas a Esparta caminante, diles que cumpliendo la Ley, hemos caído"

"Austria es sin duda el pueblo más inteligente de toda Europa; nos hizo creer que Mozart era austríaco y Hitler alemán "(En algún sitio escuché esto)

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El juicio de la "Masacre de Malmédy"

Mensaje por Audie Murphy » Mar Sep 14, 2010 10:06 pm

El 18 de diciembre 67 hombres, 47 mujeres y 23 niños fueron vilmente asesinados por las tropas de Peiper

http://members.iinet.net.au/~gduncan/massacres.html


A partir del minuto 4,40 una mujer cuenta cómo dispararon a todos los civiles, rematándolos a continuación y la manera en que su padre consiguió salvar su vida

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RaulBenavides
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Re: El juicio de la "Masacre de Malmédy"

Mensaje por RaulBenavides » Mar Nov 16, 2010 5:05 pm

yo tengo entendido, que la muerte de estos soldados americanos, fue exclusiva responsabilidad de la fuerza aerea aliada que bombardeo equivocadamente un pequeño pueblo, matando a soldados y civiles.

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Audie Murphy
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Re: El juicio de la "Masacre de Malmédy"

Mensaje por Audie Murphy » Jue Nov 18, 2010 1:10 am

RaulBenavides escribió:yo tengo entendido, que la muerte de estos soldados americanos, fue exclusiva responsabilidad de la fuerza aerea aliada que bombardeo equivocadamente un pequeño pueblo, matando a soldados y civiles.
Esas fueron las mentiras vertidas por Skorzeny en sus tendenciosas memorias, en las cuales omitía los testimonios de los soldados americanos que sobrevivieron a los balazos y pudieron ocultarse de los alemanes
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cetme
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Re: El juicio de la "Masacre de Malmédy"

Mensaje por cetme » Vie Nov 19, 2010 11:19 pm

Espero que este documental os guste y a la vez sirva para dar otro poco de luz a este caso.
http://www.documaniatv.com/historia/caz ... 46484.html" onclick="window.open(this.href);return false;

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