¡Hola a todos!
Primeramente quiero felicitar al compañero Grossman por haber abierto este tema tan interesante (y ciertamente triste, pues la memoria europea casi ha dado al olvido la trágica suerte de los prisioneros de guerra soviéticos, e italianos, en poder de los alemanes) e inexistente en la literatura popular. Además quiero expresarle mi agradecimiento personal por dar a conocer aquí la principal biblografía académica (que es alemana sin traducción al inglés ni al español) que ha tratado este asunto (con la excepción en la lista de Streim).
No tengo por costumbre interrumpir interviniendo en las exposiciones de los compañeros de foro antes de que las completen, pero en este caso, y tras habérselo propuesto a Grossman previamente, quiero ahondar un poco en el asunto legal de los prisioneros de guerra soviéticos que adujo Hitler para, una vez más, “fatigar la infamia” (expresión que le “robo” a ese genio argentino llamado Leopoldo Lugones).
La excusa “legal” que introdujo Hitler para sustentar su decisión de no aplicar en la guerra que iba a desatar contra la Unión Soviética en junio de 1941 las obligaciones contraídas por Alemania en los convenios internacionales que había firmado y ratificado con anterioridad al inicio de la IIGM, era, en realidad, una excusa ilegal.
Esa excusa era que la Unión Soviética no había ratificado (en realidad ni la había firmado) la Convención relativa al Tratamiento de Prisioneros de Guerra (Ginebra, 27 de julio de 1929), convención que venía a completar (no a reemplazar) las regulaciones de las Convenciones de La Haya con respecto a las Leyes y Costumbres de la Guerra Terrestre (LCGT) de 1899 y 1907 (Regulaciones concernientes a las LCGT de 29 de julio de 1899 y Regulaciones concernientes a las LCGT de 18 de octubre de 1907).
Aunque la Rusia zarista había firmado y ratificado esos dos convenios de regulaciones (LCGT de 1899 firmado el 29 de julio de 1899 y ratificado el 4 de septiembre de 1900; LCGT de 1907 firmado el 18 de octubre de 1907 y ratificado el 27 de noviembre de 1909), la Unión Soviética se desvinculó de todos los tratados que había firmado la Rusia zarista salvo que fuesen reconocidos expresamente por el propio gobierno soviético, cosa que no ocurrió con esos dos convenios citados. Y como la Unión Soviética tampoco había firmado ni, consecuentemente, ratificado la Convención de Ginebra de 27 de julio de 1929 concerniente al Tratamiento de Prisioneros de Guerra (aunque sí ratificó por adhesión el 26 de septiembre de 1931 la Convención de Ginebra de 27 de julio de 1929 de Mejora de la Condición de Heridos y Enfermos en los Ejércitos en Campaña, que era la tercera versión tras las dos Convenciones de Ginebra en tal sentido de 1864 y 1906), Hitler se sintió con base legal para llevar a cabo su guerra de exterminio contra los prisioneros de guerra de la Unión Soviética.
Esta “base legal” venía dada por el Artículo 2 de las LCGT de 1907, en el sentido de que las disposiciones contenidas en las regulaciones sólo eran de aplicación entre las potencias contratantes del convenio y si todos los beligerantes eran parte del convenio. Así que, en la lógica de Hitler, como la URSS no había reconocido expresamente su vinculación a las LCGT de 1907 y como no formaba parte de la Convención de 1929 sobre Tratamiento de Prisioneros de Guerra, él se veía justificado para no aplicar las disposiciones de esas convenciones en su guerra contra la URSS.
En el fondo no era más que un intento de triquiñuela “legal”, pues no fue el hecho de que la URSS no hubiese ratificado esos dos convenios la razón de la decisión de Hitler de llevar a cabo una guerra de exterminio, sino su consideración de los rusos como “sub-humanos” y criaturas inferiores, junto con su ideología racial para la aplicación de su política de espacio vital en el Este. Sin embargo, la “base legal” de Hitler hacía aguas por todas partes.
En primer lugar, porque la Convención de Ginebra de 1929 sobre el Tratamiento de Prisioneros de Guerra ya no introducía esa cláusula de excepción contemplada en las LCGT de 1907, y porque su Artículo 82 obligaba a las partes contratantes al cumplimiento de sus disposiciones incluso cuando una de las partes de un conflicto no era miembro de la Convención. Por tanto, Alemania, como miembro de esa convención de 1929, estaba obligada legalmente a respetar las disposiciones de la misma aun cuando la URSS no fuese parte de dicha convención.
En segundo lugar, porque las disposiciones contenidas en las LCGT de 1907 (que recordemos tenía esa cláusula de excepción propiciada por su Artículo 2) se habían convertido, con el transcurso de los años, en normas aceptadas por el derecho consuetudinario. Esto era una tónica ya antigua en lo que se conocía como Leyes y Costumbres de la Guerra (LCG). Para que los ejércitos de las potencias que no suscribían los acuerdos internacionales sobre las LCG no pudieran hacer impunemente lo que les viniera en gana con sus enemigos, se convirtieron en costumbre ciertos principios que se consideraron crueles o deshonrosos, y que venían a conceptuarse en la expresión del “honor del soldado”. Por otra parte, dada la naturaleza tecnológicamente cambiante de las guerras de finales del XIX, no se podían prever ni codificar en los convenios internacionales todas las circunstancias nuevas que podían resultar de las guerras modernas. Fue precisamente por esta circunstancia que en la Convención de La Haya de 1899 relativa a las LCGT, en su preámbulo, se introdujo por vez primera la denominada “cláusula Martens”, que estipulaba:
«Mientras que se forma un Código más completo de las leyes de la guerra, las Altas Partes Contratantes juzgan oportuno declarar que, en los casos no comprendidos en las disposiciones reglamentarias adoptadas por ellas, las poblaciones y los beligerantes permanecen bajo la garantía y el régimen de los principios del Derecho de Gentes preconizados por los usos establecidos entre las naciones civilizadas, por las leyes de la humanidad y por las exigencias de la conciencia pública». (1)
Esto fue algo que ya reconocieron los expertos legales del Abwehr en el OKW y que veremos un poco más adelante, si tenéis la paciencia de seguir leyendo.
También se había excluido de la Convención de Ginebra de 27 de julio de 1929 de Mejora de la Condición de Heridos y Enfermos en los Ejércitos en Campaña (del que formaban parte tanto Alemania como la URSS) la cláusula de excepción que tenían las LCGT de 1907, mientras que su Artículo 25 (como el 82 de la Convención de Ginebra de 1929 sobre Tratamiento a los Prisioneros de Guerra) obligaba a las partes contratantes a cumplir las disposiciones incluso en un conflicto contra una potencia que no hubiese firmado dicho convenio.
Así pues, la “base legal” de Hitler para no aplicar en su guerra contra la URSS los convenios internacionales que obligaban a Alemania fue claramente una base ilegal.
Despreciando las leyes internacionales que había suscrito, Hitler ordenó la emisión de sus famosas órdenes criminales (las conocidas como “Decreto de Barbarroja” y “Orden de los Comisarios) y, en especial, por regular el tratamiento a los prisioneros de guerra soviéticos, la directiva de 16 de junio de 1941(
Abteilung Kriegsgefangene) relativa a los “Prisioneros de Guerra durante la Operación Barbarroja” emitida por el OKW/AWA (
Oberkommando der Wehrmacht/Allgemeines Wehrmachtsamt) (2). Aquí, aparte de recordarse que la URSS no había firmado la Convención de Ginebra de 1929 sobre el Tratamiento de Prisioneros de Guerra, se declaraba el bolchevismo como enemigo mortal de Alemania y se exigía el máximo rigor con la resistencia activa o pasiva de los soldados soviéticos. No obstante, se mentía diciendo que la Wehrmacht iba a tratar a los prisioneros de guerra soviéticos como si la URSS hubiese firmado la convención arriba citada.
Esta directiva fue reemplazada por la de 8 de septiembre de 1941, emitida igualmente por el OKW/AWA. Fue precisamente contra esta directiva, probablemente por las atrocidades contempladas hasta el momento, que el Departamento de Inteligencia Extranjera (
Amt Ausland/Abwehr) del OKW, bajo Canaris, escribió el memorando de 15 de septiembre de 1941 dirigido al jefe del OKW, Keitel. Había un grupo de juristas militares alemanes totalmente contrario al tratamiento que se estaba dando a los prisioneros de guerra soviéticos y también contrarios a la “base legal” de Hitler. Reconocían lo que hemos dicho más arriba, es decir, que aunque la URSS no era parte contratante de las dos convenciones de 1907 y 1929, las disposiciones que contenían ambas convenciones se habían convertido en derecho internacional consuetudinario y eran de aplicación independientemente del status del enemigo. El líder de ese grupo de juristas era Helmuth James von Moltke, y fue él precisamente el principal autor del memorando de 15 de septiembre de 1941, memorando que pedía la aplicación de la Convención de Ginebra de 1929 sobre el Tratamiento de Prisioneros de Guerra (3). Keitel respondió diciendo que las reservas expresadas en el memorando “corresponden a las opiniones marciales de la guerra caballerosa; esta guerra es sobre la aniquilación de una
Weltanschauung”, por lo que aprobaba las medidas establecidas en la directiva de 8 de septiembre de 1941 (4).
El memorando “de Moltke” también hacía referencia a una directiva soviética adjunta sobre el tratamiento de prisioneros de guerra fechada el 1 de julio de 1941, que se ajustaba en gran parte a los principios fundamentales del derecho internacional. Y es que Stalin se había dirigido, por diferentes vías, a Hitler en julio y agosto de 1941 proponiendo que, si Alemania hacía lo mismo, la URSS respetaría las convenciones de Ginebra de 1907 y 1929. Hitler rechazó esas ofertas.
Remato esta intervención que ya se ha alargado bastante. Si alguien tiene dudas sobre lo dicho y está en mis manos resolverlas, que lo exprese. A continuación de las notas, os dejo un enlace donde podéis analizar (en inglés) las convenciones que he citado más arriba (y otras).
(1)
http://journals.cambridge.org/action/di ... id=6505904" onclick="window.open(this.href);return false;
(2)Alfred Streim, “International Law and Soviet Prisoners of War”, en Bernd Wegner et al,
From Peace to War: Germany, Soviet Russia, and the World, 1939-1941 (Berghahn Books, 1997), p. 295.
(3)Os dejo lo sustancial tal como aparece en su versión inglesa en Karen J. Greenberg,
The Torture Debate in America (New York: Cambridge University Press, 2006), pp. 139-40:
The Geneva Convention on Prisoners of War is inapplicable between Germany and the USSR; consequently only the norms of international customary law apply to the treatment of prisoners of war. Since the 18th century, customary international law has clearly established that the state of prisoners of war is to be viewed neither as punitive nor retributory in character, but purely as a measure of security, whose sole purpose consists in denyign the prisoner of war any further participation in the battle. This principle has developed in connection with the viewpoint dominant in all armies that it contradicts the military perspective to kill or wound those taken hors de combat. It corresponds simultaneously with the interest of those conducting war to protect their own soldiers from mistreatment in the event of their capture.
The measures for the treatment of Soviet prisoners of war attached as App. 1, proceed, as is clear from the above sentences, from a thoroughly different approach. In accordance with these measures, military service for the Soviets is not viewed as the fulfillment of soldierly duty, but rather is characterized in its totality as criminal – this being justified on the basis of murderous deeds committed by the Soviet Russians. In this manner, the application of the norms of the law of war to the battle against Bolshevism is denied, and besides this manner other rules are put out of force which, in accordance with our experience to date, appear not only militarily useful, but also absolutely essential to the preservation of the morale and resolve of our own troops.
(4)Streim, Op. Cit., p 297.
Convenciones:
http://www.icrc.org/ihl.nsf/INTRO?OpenView" onclick="window.open(this.href);return false;
Saludos cordiales
JL