Mensaje
por José Luis » Mié Sep 07, 2011 10:22 am
¡Hola a todos!
La última intervención de Untergefreiter desarrolla uno de los argumentos que yo he empleado previamente desde el punto de vista ético y moral.
El argumento central de quienes justifican ética o moralmente la decisión de lanzar las dos bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki (y son muchos y muy reputados los historiadores que así lo han hecho) es el de que se decidió así para evitar un mayor e inncesario número de muertes, propias y ajenas (japoneses). De hecho, fue el argumento clave de Stimson al acabar la guerra.
El problema de este argumento, tal como yo lo veo, es que es un argumento a posteriori, cuando tengo para mí que las objeciones éticas y morales deben primar antes de tomar una decisión, y no después para justificarla. Si realmente fuese la preocupación de evitar muertes inncesarias, en ambos bandos, lo que primaba en el pensamiento de Truman y Stimson para poner fin a la guerra, había otras alternativas al uso de la violencia. Por ejemplo, Truman podía ofrecer a los japoneses una rendición que no fuese absolutamente incondicional; verbigracia, podía garantizar el mantenimiento y continuación de la monarquía japonesa bajo Hirohito. Quizás esto no fuese suficiente para colmar los apetitos japoneses, argumentará alguien; lo cierto, es que no se probó.
También se dice, por parte de los defensores citados, que era imperativo acabar cuanto antes la guerra por la suerte que estaban corriendo los prisioneros de guerra aliados en manos de los japoneses. Me parece un buen argumento, pero igualmente podía tener una solución diplomática (términos de la rendición) sin necesidad de recurrir a la fuerza.
En todo caso, no se probó, ni siquiera se tanteó, el camino hacia una rendición de Japón que no fuese bajo los términos de una capitulación incondicional. ¿Qué obstáculo más poderoso que esa preocupación ética y moral de salvar vidas, que se reclamó después de la guerra, había para no ofrecer a Japón una capitulación del tipo que se ofreció a Italia en septiembre de 1943?
Todos los historiadores que han estudiado la guerra del Pacífico y han publicado sus trabajos, angloamericanos y japoneses, coinciden en afirmar que en el verano de 1945 la derrota militar japonesa era un hecho, que el Japón estaba militarmente derrotado. El problema consistía en que la facción dura de las fuerzas armadas japonesas reconociera esa realidad y aceptase los términos de la rendición. De hecho, los líderes militares japoneses pro-guerra, los Anami y compañía, tenían muy claro que estaban militarmente derrotados, pero no estaban dispuestos a aceptar la rendición en los términos que ofrecieron los aliados, resumidos más tarde en la declaración de Potsdam. Estaban decididos a jugárselo todo a una carta enfrentando una invasión que quizás podían rechazar o hacer tan costosa para los aliados que éstos se viesen en la necesidad de relajar los términos de la rendición para que los japoneses la pudieran considerar "honorable". Así que el fondo del problema ya no era esencialmente una cuestión militar, sino política. Y si la política, en ambos bandos, fuese guiada principalmente por consideraciones éticas y morales, es evidente que, de haber voluntad para ello, se podría haber puesto un fin político a la guerra sin necesidad de recurrir a la fuerza militar. Pero parece claro que la política casi nunca, en casi ningún momento de la historia, ha estado guiada por la ética y la moral, sino por intereses mucho menos virtuosos. Y son los intereses de este último tipo los que pueden justificar la decisión de lanzar las bombas atómicas, desde un lado, o el querer continuar una guerra perdida, desde el otro.
Así, yo no entro a discutir las razones de un bando y el otro para hacer lo que hicieron, y más concretamente en este caso la decisión de lanzar las bombas atómicas, que es de lo que se habla. Hay razones para dar y tomar, en cualquier sentido. Pero desde luego, desde mi punto de vista, no hay ninguna razón ética y/o moral que justifique lo que aquí discutimos de Hiroshima y Nagasaki.
Saludos cordiales
JL
"Dioses, no me juzguéis como un dios
sino como un hombre
a quien ha destrozado el mar" (Plegaria fenicia)